"Acá nunca pasa nada" Trelew (Patagonia
Argentina) y Vitoria (País Vasco, España). Polos de desarrollo, dictaduras y la
intención de borrar la historia
Gonzalo Pérez Alvarez(*)
Resumen
Este
artículo rastrea el paralelo observado entre los procesos de instalación de
polos de desarrollo en Argentina y España, impuestos durante dictaduras en las
décadas del '60 y '70, la intención de sostener una narración histórica que
ocultase el conflicto en las regiones intervenidas, y las prácticas obreras que
hacían evidente la presencia de la lucha y el cambio, justamente allí donde los
discursos oficiales pretendían imponer que "nunca pasaba nada".
Mostramos que el ocultamiento de la historia, y por lo tanto del conflicto, era
necesario a las dictaduras y a sus pretensiones de planificar, de manera
autoritaria, el modelo de desarrollo que estas regiones debían llevar adelante.
Para ello rastreamos el proceso en dos ciudades claramente diferentes y muy
alejadas entre sí: Trelew, en la región central de la Patagonia Argentina, y
Vitoria, la provincia más al sur del País Vasco. Así evidenciamos una de las
características de las dictaduras en las ciudades pequeñas: una pretensión de
regir los destinos de todo y de todos, hasta el punto de pretender sancionar
que en esos lugares no existía la historia, y que eran ellos quienes
planificarían su futuro. Pero los trabajadores tendrían otras cosas para decir.
Palabras
clave: dictadura; clase obrera; desarrollo; historia.
"Here, nothing ever happens" Trelew
(Patagonia Argentina) and Vitoria (Basque Country, Spain). Development poles,
dictatorships and the intention to clear history
Abstract
This article traces the parallel observed between the
installation process of development poles in Argentina and Spain, built during
decades of dictatorships in the 60's and 70's, the intention to support a
historical narrative hiding the conflict in intervened regions, and the workers
practices who made evident the presence of the struggle and change, precisely
where official speeches intended to impose that "nothing ever
happened". We show that concealment of history, and therefore of the conflict,
it was necessary to dictatorships and his pretensions to plan, authoritatively,
the model of development that these regions should pursue. For this we study
the process in two clearly different, and very remote, citys: Trelew, in the
central region of Patagonia Argentina, and Vitoria, the southernmost province
of the Basque Country. So we show one of the characteristics of dictatorships
in small towns: a claim to rule the destiny of everything and everyone, to the
point of trying to affirm that in those places there was no history, and it was
they who would plan their future. But workers have other things to say.
Keywords: dictatorship; working class; development;
history.
"Acá
nunca pasa nada" Trelew
(Patagonia Argentina) y Vitoria (País Vasco, España). Polos de desarrollo,
dictaduras y la intención de borrar la historia
Esos
lugares donde "nunca pasa nada"
"Esto
es Vitoria, aquí nunca pasa nada". Según recupera en sus memorias uno de los espías del
régimen franquista destinado a la ciudad, esa fue la frase con la cual lo
pretendió "tranquilizar" José Antonio Zarzalejos, la noche del 2 de
marzo de 1976.
Zarzalejos
era asesor del ministro de gobierno Manuel Fraga Iribarne, y había sido
especialmente enviado a Vitoria para reprimir el incremento de la
conflictividad social. El mencionado espía le repasaba algunas alarmantes
noticias sobre las actividades previstas por los obreros para la huelga general
del día siguiente, especificando en el grado de contundencia y masiva adhesión
que la misma tendría. Pero Zarzalejos confiaba en esa repetida idea de que la
historia, la "verdadera" historia, discurría por otros lugares más
"centrales", y nunca pasaba, ni siquiera a darse una vuelta, por
sitios "marginales" como Vitoria.
Ese
3 de marzo de 1976 las fuerzas represivas de un franquismo que pretendía
sostenerse en el poder con los mismos medios que siempre lo había hecho,
provocaba una nueva masacre contra los trabajadores de Vitoria. "La
ciudad donde nunca pasa nada", título del libro de Carlos Carnicero que narra estos hechos, fue sede de uno de los
acontecimientos más conmovedores de los años finales de esa dictadura, con
cinco obreros fusilados y un número de heridos que superó la centena, muchos de
ellos de gravedad y con secuelas que los perseguirían toda su vida.
La
movilización obrera crecía desde varios meses atrás en Vitoria, a través de una
serie de reivindicaciones de carácter económico y político, en el marco de un
régimen que hacía imposible la disociación de ambos ejes de actividad. Ese
movimiento no se ceñía a Vitoria o a Álava: atravesaba el entero territorio del
estado español. Justamente las élites locales vitorianas creían que ellas
estaban seguras, habiendo desterrado la historia de su territorio; porque esas
cosas aquí no pasaban.
La
historiografía reciente sobre el movimiento obrero español, destaca el aumento
exponencial de la conflictividad en los últimos años del franquismo. Se
constituyó un "nuevo movimiento obrero" que
reclamaba una serie de mejoras económicas y sociales, en el contexto de un
ciclo de crecimiento que había llevado a modernizar algunas de las rígidas
relaciones sociales que el régimen había impuesto desde su victoria en la
guerra civil. Esas protestas obreras, por la misma naturaleza de la dictadura
franquista, cobraban necesariamente un carácter disruptivo y político: era el
régimen quién convertía cualquier conflicto laboral en político.
El
22 de agosto de 1972, en Trelew, se producía la histórica masacre, que desde
allí lleva el nombre de la ciudad. Y desde allí la ciudad de Trelew lleva,
también en sí misma, el nombre de la masacre. La "masacre de Trelew"
fue el fusilamiento a sangre fría de 19 militantes populares, desarmados y
presos, perpetrado en la Base Aeronaval Almirante Zar, de la Armada Argentina,
por parte de un grupo de oficiales y suboficiales de dicha fuerza represiva.
Los cuadros políticos fusilados pertenecían a las organizaciones
político-militares PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores -
Ejército Revolucionario del Pueblo), FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y
Montoneros.
Eran
parte de un numeroso grupo de presos políticos que había intentado escapar del
penal de Rawson, ubicado a unos 20 kilómetros de Trelew, el día 15 de Agosto,
una semana antes de la masacre. La fuga fue parcialmente exitosa, al conseguir
tomar la cárcel desde adentro, pero no pudo completarse debido a errores del
grupo de apoyo que debía transportarlos desde la cárcel hasta el aeropuerto de
Trelew. Allí debían ocupar un avión, que había sido previamente secuestrado por
otros militantes, y que sería desviado hacia Chile; al arribar en forma tardía
al lugar decidieron entregarse a las autoridades. Las
fuerzas represivas,
incumpliendo los acuerdos a los que habían llegado con los militantes para
garantizar la entrega, los trasladaron a la Base Aeronaval, donde fueron
fusilados.
Desde
el 15 de agosto la región estuvo bajo control militar. El día 11 de octubre de
1972 se produjo el “Operativo Vigilante”, en el cual diversas fuerzas represivas
secuestraron a un numeroso grupo de militantes de la región, quienes habían
sido parte de las Comisiones de Solidaridad con los Presos Políticos. Ante ello, en la ciudad de Trelew, epicentro del polo de
desarrollo del noreste de Chubut, se produjo una sucesión de asambleas, marchas
y huelgas, que provocaron una enorme conmoción a nivel local y nacional.
Se vivió un hervidero de conflictos, movilizaciones
y huelgas. Y, especialmente, fue la asamblea popular el polo organizador y
dinamizador de la lucha: ella convocó una huelga
general para el 13 de octubre, que fue practicámente total en la
región. El paro impactó en salud, comercio, bancos,
administración pública, estaciones de servicio, transporte público, educación
primaria, secundaria y superior. Se paralizaron las obras de construcción y las
fábricas textiles cerraron sus puertas desde la mañana. Los obreros que
construían la planta de aluminio en Puerto Madryn finalizaron su jornada al
mediodía.
Nuevas huelgas generales se realizaron el 16, 20 y 27 de
octubre, siendo enfrentadas por la CGT, pero manteniendo un impacto relevante.
Se realizaron piquetes en algunas fábricas y se registraron enfrentamientos con
la policía provincial.
Las protestas no se detuvieron hasta lograr la liberación de todos los
detenidos por parte de la dictadura
Entre
otros periodistas de medios nacionales fue enviado a la región Tomás Eloy
Martínez. Impactado por los hechos, al poco tiempo publica una famosa crónica
titulada "La pasión según Trelew". Martínez comienza su relato
destacando su sorpresa porque semejante proceso tuviese lugar en: “una de
esas ciudades en las que nunca pasaba nada: solo el viento. Los únicos
temas de conversación de los vecinos eran las escaleras reales en las mesas de
póquer, las películas de la televisión y los nacimientos de elefantes marinos
en la península Valdés".
Los
lugares para los polos de desarrollo
Nos
interesa analizar cómo las dictaduras pensaron estos territorios como sitios
donde "no pasaba nada" y que, por ello, podían funcionar a modo de
receptáculos, aparentemente vacíos, que se
configuraban como
sitios ideales
para recibir estos modelos de planificación. Como por estos lugares no
transitaba la historia, se podía "diseñar" la imposición de un modelo
desde arriba que no correría riesgos de ser alterado por la acción "desde
abajo", siempre incontrolable y sin posibilidades de ser
sujeta a una estricta planificación.
Los
grupos dominantes locales pretendían transformar esas ciudades en supuestos
oasis de la historia, fragmentando la realidad. Ya habían advertido contra esa
operación, propia de los poderes dominantes, Eric Wolf y
Josep Fontana, entre otros.
Los territorios intervenidos funcionarían cual espacios "asépticos", o
imaginarios laboratorios sociales, donde los polos serían implantados a modo de experimentos en los
cuáles los trabajadores sólo tendrían un rol a cumplir: el de obreros pasivos.
Los planificadores de los polos de desarrollo imaginaron la posibilidad de
construir nuevas ciudades industriales, en regiones que, se
suponía, no albergaban tradiciones
de luchas obreras y/o
conflictos fabriles. En verdad se construía una narración que ocultaba las
luchas sociales y los conflictos, que sí se habían producido en ambas regiones, construyendo visiones históricas idealizadas e
interesadas.
Para
Argentina, la Patagonia se presentó como un territorio
especialmente apto
para cumplir dicha expectativa.
Sólo se
guardaba, muy escasamente, el recuerdo de las huelgas rurales de Santa Cruz,
masacradas a inicios de los años '20 y que, hasta el comienzo
del impulso más decidido al polo de desarrollo, habían quedado, convenientemente, silenciadas.
La historia “moderna” de Patagonia se reduciría, en términos de representaciones e
imaginarios, al lento discurrir de la naturaleza, y al aprovechamiento de
ciclos de demanda de algún producto regional (como había ocurrido con el
auge lanero en las primeras décadas del siglo XX, a la que luego continuó el
impulso a la extracción del petróleo, más tarde la pesca, etc.). Se sumaba a esa
perspectiva, el
elemento de la gran masa de población indígena que habitaba ese territorio:
esa, por definición, era para los poderosos una población sin historia; sin capacidad de producirla o
transformarla.
El
nombre dado a la guerra de ocupación de la Patagonia por parte del estado
argentino, ocurrido hacia 1878-1884, así lo ejemplifica. "Conquista del
desierto" se denominó a la ocupación militar de un territorio donde hasta
allí ejercían soberanía plena distintos grupos, con sólidos
niveles de auto organización.
Desierto se nominó, para imponer la naturalización del territorio y de las
personas conquistadas. No eran sujetos, eran parte de esa naturaleza hostil, a
conquistar y dominar. Y, claro, eran naturaleza sin historia.
Ese era el sueño óptimo
de los planificadores.
Era, o parecía ser, el laboratorio perfecto para probar sus “fórmulas”.
Parecía viable, allí, someter ese territorio a un experimento: como en un
laboratorio se necesita crear un ambiente de "vacío perfecto" para
probar determinados procesos químicos o físicos, aquí sería posible realizar un
estudio al vacío perfecto… de historia.
Vitoria,
y en general toda
la provincia de Álava, había construido una mirada histórica de su propio
largo transcurrir, con un imaginario idílico y armonicista, donde los grandes
procesos de conflicto social que siempre habían atravesado la península ibérica,
jamás habrían tocado su tranquilidad, su condición de ser un sitio donde no transcurría la
historia.
Esa construcción era
obviamente funcional a
las élites
dirigentes locales,
y provenía de una larga tradición de comunitarismo y conservadurismo, que ellos
pretendían sostener. Por eso se había consolidado una imagen de "…ciudad pulcra,
silente, morigerada, creyente, orgullosa de su tradición, que hacía bandera de
su moderación". Aún la guerra civil pasó sin
provocar las grandes rupturas que generó en el resto del estado
español. Obviamente se produjeron enfrentamientos, pero estos
no tuvieron la magnitud de otras
regiones. Una de las razones fue el rápido alineamiento de las autoridades
locales con los golpistas. Esa "lealtad" fue recompensada por el
franquismo "…conviene destacar la importancia del reconocimiento por el
Estado a Álava del Concierto económico confirmado por Franco en junio de 1937.
Se justificó o explicó como compensación a la fidelidad mostrada por la
provincia".
Este
rasgo es clave para comprender las posibilidades que tuvo Álava para promover
un desarrollo industrial desde sus propias élites locales, a
nivel ciudad y provincia. La
capacidad de concentrar los impuestos recogidos en la región por el propio
gobierno, le permitió una autonomía que no tuvieron otros
territorios; esa capacidad y tradición de autogobierno local reforzaba la
imagen de región aislada, o "a salvo", de la historia general: el
huracán de los conflictos y las luchas pasaba por el costado, y no arrastraba a
una Vitoria protegida por su proverbial autonomía. Esto la hizo un territorio
especialmente viable para que allí se proyectase la instalación de un polo de
desarrollo.
Polo de desarrollo en Vitoria y en Trelew
Trazamos
aquí algunas líneas de comparación entre los procesos de instalación de planes
de desarrollo industrial subsidiados por el estado en la Patagonia argentina y
el caso de Vitoria. La
política de "polos de desarrollo" proponía la creación de industrias
subsidiadas por el estado, que
debían ser instaladas en regiones escasamente integradas al mercado nacional.
El esfuerzo debía concentrarse en implantar actividades dinamizadoras e
industriales, a partir del otorgamiento de subsidios estatales a las empresas
que allí se radicasen.
La
imperiosa necesidad de recuperar el proceso para hacer inteligible la historia
de Vitoria es lo que la idea de una "ciudad donde no pasa nada" había
ocultado: "Por eso pensamos o suponemos que nuestra industrialización cayó
del cielo, que el franquismo se mantuvo durante cuatro largas décadas sin la
participación directa de la clase política del lugar (…) o que los trabajadores de la nueva
e industrial Vitoria se sublevaron un día de marzo porque así tocaba, porque,
como dijo aquel enviado la víspera de que corriera la sangre, ésta era "la
ciudad donde nunca pasa nada", y tocaba que pasara algo".
Registramos
un decidido
impulso a la instalación de industrias desde mediados de los '50: "En 1957
fue aprobado por el pleno del ayuntamiento de la ciudad el primer polígono
industrial". Desde allí la industrialización fue significativa: "…de 1961
a 1970, se instalaron en Vitoria 932 nuevas empresas".
La
ciudad fue
refundada por el proyecto, generando una transformación sin precedentes:
la historia ya empezaba a pasar.
Vitoria, a semejanza de otros casos como Huelva, Sevilla, Valencia o
Valladolid, pasó a formar parte de "las nuevas concentraciones
industriales que estaban creciendo al calor de las transformaciones económicas
y sociales de los años sesenta y setenta",
integrándose a "las zonas históricamente más industrializadas y que
poseían arraigadas tradiciones de asociacionismo obrero y acción
reivindicativa".
Esa
gran transformación generó esperanza en el progreso ilimitado, pero también
cierto desaliento entre algunos habitantes, por la pérdida de la ciudad
tranquila y tradicional de antaño: "El optimismo por la industrialización
y la modernización se vieron acompañados por la prevención e incluso la desazón
y el desgarro emocional que producía el cambio de la fisonomía de la
ciudad". Ese “desgarro” no era más que
una forma de expresar el temor de una parte de las élites ante el aumento del
componente obrero en la ciudad: producían más riquezas, es cierto, pero eran, a
la vez, una potencial amenaza a su dominación. Es que cuando hay clase obrera
suelen suceder cosas. Por eso la historia no tardaría en darse una vuelta por
la ciudad sin historia.
Vitoria
pasó de cincuenta mil habitantes en 1950, a más de ciento setenta y tres mil en
1975. Quizás el cambio más significativo fue que había pasado a ser una ciudad
obrera e industrial: de 9.564 obreros industriales en 1950 (un tercio de la
población ocupada), pasó a 37.242 en 1975, el sesenta por ciento del total.
Los
inmigrantes que nutrieron este crecimiento provinieron, en su mayoría, del
ámbito rural: "…migraciones de aluvión procedentes del ámbito rural, de la
propia Álava, de las provincias más cercanas y de regiones más alejadas". Si bien el aumento se
registraba en las tres provincias vascas, el caso alavés era el más
espectacular.
En Patagonia, el inicio formal del programa desarrollista se produjo en 1956, con un decreto-ley
que eximía de impuestos las importaciones al sur del paralelo 42º S. El impacto
de esta política de franquicias se concentró en el noreste de Chubut, por
tratarse de la región, comprendida en la exención impositiva, que se encontraba
más cercana a Buenos Aires.
En los primeros
años del '60 las franquicias de importación fueron reemplazadas por la exención
de impuestos a las industrias. A través de sucesivas leyes se dio impulso a la
instalación de fábricas procesadoras de fibras textiles sintéticas, actividad que era
competitiva con la producción tradicional de la región: la lana de oveja. Estas medidas siempre se decidieron desde la
conducción del estado nacional, con muy poca participación de la población
local.
En ese sentido es
un caso diferente al de Vitoria: en la ciudad vasca la élite local planificó un
polo, a partir de su convicción de que habitaban una ciudad que no generaría
conflictos, o que, de existir, tendrían una escala que ellos podrían controlar;
para Trelew se trató de un proyecto nacional, donde el estado argentino
planificaba la industrialización impulsada sobre ese territorio "sin
historia", como la continuación de la "conquista del desierto",
por otros medios.
Durante el período
1956-1960 se instalaron en Chubut 34 plantas textiles, cantidad que sólo es comparable
con las que se instalarían entre 1970 y 1974. En 1971 se creó el Parque Industrial
de Trelew y para
1973 la rama textil de Chubut ocupaba el segundo puesto a nivel nacional en
varios rubros. También en 1971
se adjudicó a ALUAR (Aluminio Argentino S.A.) el proyecto de una gran industria
productora de aluminio primario, que se instalaría en Puerto Madryn; en ambos
casos más del 80% de la inversión necesaria
para implantar estas plantas fabriles fue aportada por el estado.
En las dos regiones, y especialmente en las ciudades
claves de cada polo de desarrollo, se produjo un rápido y explosivo crecimiento
demográfico. El incremento estuvo directamente
relacionado con la oferta laboral que generó la industrialización subsidiada. La mayoría de
la población llegada a
las ciudades era proveniente del interior de la misma
jurisdicción, o de regiones cercanas. El componente
fundamental de estos migrantes era de origen rural o de pequeños pueblos, sin
experiencias ni tradiciones de trabajo fabril o vida urbana.
¿En Trelew no pasaba nada?
A partir del
desarrollo industrial y la generación de puestos de trabajo se produjo la
masiva llegada de migrantes a la zona, y la ciudad vivió un cambio acelerado. No es verdad que
hasta allí no hubiesen existido conflictos u
organización obrera, y menos aún que en Trelew "no pasaba nada". Huelgas,
movilizaciones, organizaciones obreras, cortes de vías del tren, boicots, y
otras acciones, habían marcado su
historia. Pero ello se ocultaba, sistemáticamente, tras una mirada que
presentaba una ciudad sin conflictos, "solidaria" y progresista. La
llegada del polo de desarrollo se produjo, en parte, por dicho imaginario: pero
será, a la vez, su arribo el que terminará de demoler todo sueño de una Trelew
sin historia.
A
mediados de los ‘60 los obreros que arribaban a la región para trabajar en las
nacientes industrias comenzaron a desarrollar procesos de lucha y organización.
Hacia 1966, ya durante la dictadura de Onganía, registramos movilizaciones de
trabajadores de la construcción en reclamo de mejores salarios o del pago en
término de los mismos, y un conflicto en la
textil Cualicrón por aumento salarial. La AOT regional
adhirió al primer paro general contra esa
dictadura, convocado
por la CGT nacional.
En
1969 Agustín Tosco y otros doce condenados por el Cordobazo fueron trasladados
al penal de Rawson. Cinco gremios de la
zona conformaron una "Comisión de Solidaridad con los detenidos de
Córdoba". Sin embargo la mayoría de esos sindicatos se inscribían
en la corriente "participacionista", que apoyaba la dictadura.
Rápidamente surgieron problemas en esa relación, cuando Tosco les solicitó
publicar una declaración que denunciaba las crueles condiciones de detención en esa cárcel. El dirigente de la CGT local, Gilberto Hughes, prefirió
llevar el pronunciamiento al jefe de policía de Chubut.
Mientras
la CGT se alineaba en esa postura, otros gremios de la región daban muestras de
una creciente actividad. Un sector de la clase obrera empezó a desarrollar
acciones más contundentes: la UOCRA realizó una huelga solidaria con los
trabajadores de El Chocón, en agosto de 1969. En 1970
ese gremio se sumó a las huelgas nacionales de abril, octubre y noviembre, y
desarrolló fuertes luchas contra algunas empresas locales. Se muestra así que la historia ya era parte de la región,
existiendo alineamientos evidentemente diferenciados.
La
AOT se vio arrastrada a un largo conflicto por la presión de los trabajadores,
pese a su explícita intención de sostener una práctica colaboracionista.
Alrededor de 600 trabajadores fueron suspendidos por las textiles Tycora y
Cualicrón, fábricas “pioneras” instaladas desde 1956. El sindicato realizó
reclamos formales y convocó una huelga con cierre de comercios junto a la
Cámara de Industria, dándole al conflicto un carácter “regional”. La dirigencia
sindical seguía el reclamo por vías institucionales; las empresas cerraron sin que se
produjeran conflictos en la calle. El estado provincial otorgó 50 millones de pesos a la AOT como subsidio para los obreros.
También
la UOCRA protagonizó diversos conflictos, reclamando el respeto de las empresas
a la legislación laboral y el compromiso del estado para evitar los abusos
empresariales. Denunciaban que las empresas no abonaban salarios familiares,
horas extras, días de enfermedad, aguinaldos y vacaciones.
Hacia
fines de 1970 integrantes del gremio municipal, de la construcción, transporte,
administración pública y agrupaciones textiles opositoras, denunciaron la
connivencia de algunos dirigentes sindicales con el gobierno, y reclamaron medidas de lucha. En
noviembre de 1970 se produjeron las elecciones en la CGT regional,
evidenciándose la división del movimiento obrero.
En ellas se
impuso el sector que planteaba una línea más combativa, dirigida por UOCRA y
municipales. Pero la
votación fue
anulada por la dirección nacional, encabezada por José Rucci, y sólo se
permitió la presentación de la línea dirigida por Gilberto Hughes, de Luz y Fuerza, y Ayala, de la AOT.
A
inicios de la década del ‘70 comenzó el proceso de organización de nuevos
sindicatos en la administración pública. El Sindicato de Obreros y Empleados de
la Administración Pública (SOYEAP) se desarrolló en oposición a la conducción
del estado provincial, que mantenía los salarios congelados desde 1966. En 1971
avanzaron en su organización los docentes de la región, plegándose a huelgas
nacionales desde el Centro de Maestros del Valle del Chubut y la Asociación de
Docentes Provinciales; en marzo de 1972 nacía el Sitravich (Sindicato de
Trabajadores Viales del Chubut), definido como “clasista” y basado en
asambleas, tras un proceso que se inició con distintas luchas entre 1968 y
1969.
El 2 de julio de 1971 trajeron a la cárcel de Rawson las
primeras presas políticas pertenecientes a organizaciones político-militares:
eran siete mujeres. Con el arribo masivo de presos
políticos la vida
cotidiana fue
alterada: se produjo una creciente
militarización, creando
una "brigada especial" en la policía provincial y extendiendo
el espionaje sobre las
personas que participaban en actividades políticas, estudiantiles, gremiales o
culturales.
Otro hecho provocado por el traslado de presos políticos fue la creación de la comisión de
solidaridad con los presos políticos y sociales: ese grupo denunció que para el 29 de septiembre ya eran 84 los detenidos
políticos en el penal de Rawson. Era
significativa la consideración de que Trelew era un "pueblo
solidario": pero lo
que debemos
destacar es el sentido político de estas comisiones y de la praxis que llevaron adelante. Ese sentido político no se explica
desde la suposición de que estas prácticas surgieron de la nada, de un pueblo
"sin historia" que de repente fue "despertado" por la
llegada de los presos políticos: esa praxis fue viable porque en la región ya
pasaba mucho.
Mientras
tanto se consolidaba la
instalación de la industrialización subsidiada. En ese proceso se profundizaron
las dos tendencias
dentro de la clase obrera, que se seguirían expresando en la conflictividad
social. Una buscaba acordar con el gobierno, e intentaba presentar las demandas
sectoriales en clave regional, pretendiendo articularlas con sus patronales.
La otra tendencia
proponía articular las demandas obreras a partir de una alianza entre las
diferentes fracciones de trabajadores. Apoyándose en medidas de confrontación
directa, sus reclamos apuntaron contra las patronales y el gobierno de turno.
Esta línea centró sus demandas en clave laboral, antes que en la solicitud de
subsidios para
los empresarios en pos del "crecimiento regional".
Durante
1972 esas dos perspectivas quedaron más que manifiestas. En Trelew y Rawson se
consolidaron las prácticas colectivas en los barrios y aumentó su actividad
política; el crecimiento de las ocupaciones de tierras era explosivo. Para
finales del '72, más de once mil personas (casi un 40 % de la población) se
distribuían en dos mil viviendas precarias, construidas en terrenos ocupados,
que carecían de servicios básicos.
A
fines de abril el SOYEAP convocó a una movilización de empleados públicos, que
reunió a mil trescientos manifestantes. La policía provincial intentó dispersar
a los manifestantes con chorros de agua y bombas de gas lacrimógeno. Los
trabajadores sostuvieron el reclamo, hasta que los representantes sindicales
fueron recibidos por el gobernador y se alcanzó un acuerdo.
No
obstante, el sindicato convocó a su primera huelga el 3 de mayo, a la que
adhirieron un 90% de los trabajadores. Partidos políticos, sindicatos y organizaciones
sociales hicieron público su repudio a la violencia policial. La comisión de
solidaridad sostuvo que "el avasallamiento de libertades públicas y la
represión a los empleados estatales" es parte de la misma violencia
que permite la existencia de presos políticos e intimida a mujeres y niños que
vienen a visitar a sus familiares.
El "operativo vigilante", se inició en la
madrugada del 11 de octubre, cuando llegó al aeropuerto civil de Trelew un
avión Hércules C-130, con oficiales y suboficiales del Quinto Cuerpo del
Ejército. Se allanaron más de cien domicilios y fueron secuestradas dieciséis
personas; fueron detenidas más de veinte, pero algunas resultaron rápidamente
liberadas.
Durante la mañana la emisora local difundirá el
"comunicado Nº 1" del comando del Quinto Cuerpo, en el que se informa
que "Esta actividad ha sido desarrollada para garantizar el orden y la
tranquilidad pública de la comunidad de Trelew, que ha sido perturbada por la
acción de elementos vinculados a actividades subversivas".
El "comunicado" confirmaba las noticias que ya
circulaban. Grupos del pueblo se empezaron a juntar en las calles: "En la esquina de San Martín y
Pellegrini, a veinte pasos del Distrito Militar, una aglomeración de quince
personas quiso marchar hacia el aeropuerto para forzar la liberación de los
rehenes.". Una hora más tarde los partidos
políticos convocaron a las "fuerzas vivas" a una reunión. Al mismo
tiempo se inició una asamblea popular en el principal teatro de la ciudad, que
decidió, entre otras medidas, una huelga general para el viernes 13 de octubre.
La asamblea sesionó todo el día y noche. Los estudiantes llevaron a cabo un
piquete en las escalinatas de entrada al Colegio Nacional, evitando que algunos
profesores se animaran a romper la huelga.
Los diarios del día publicaron un comunicado de la CGT
Regional, rechazando la medida de fuerza. Alineada con
la dictadura y la CGT que dirigía Rucci, tampoco adhirió a los paros de los
días 16, 20 y 27 de octubre. En el seno de la Asamblea, la CGT fue acusada de
haber indicado qué personas debían ser detenidas. Algunos secuestrados compartieron esa opinión.
Se realizó una “Marcha del
Silencio”, en homenaje a las madres de
presos políticos y caídos en las luchas
populares. El gobernador inició gestiones,
el lunes 16, solicitando la libertad de los
detenidos, ante el nivel de rebelión popular en la región. En ese
marco, ese mismo día, el ejército anunció la libertad de diez detenidos; esa noche
se reunió la asamblea, debiendo sesionar al aire libre por superar los 3 mil
asistentes: se aprobó la propuesta de continuar la lucha por la
liberación de los restantes. La manifestación "congregó a más de 4.000
personas que tomadas de la mano y en apretada caravana coreaban estribillos
alusivos por la libertad de los detenidos".
Al día siguiente se convocó una nueva huelga general para el 20. Ese mismo día fueron liberados otros cuatro detenidos. El paro fue contundente, pese a la permanente
oposición de la CGT. La asamblea, continúo funcionando, aunque ya sin tanto
dinamismo, hasta conquistar la libertad de todos: el último de ellos, Mario
Abel Amaya, regresó a la ciudad el 13
de noviembre. En verdad Amaya había sido detenido antes, el 18 de
agosto, por tratarse de un abogado defensor de los presos políticos; el reclamo
de su liberación se había integrado con el de los secuestrados el 11 de
octubre. Amaya fue recibido en
el aeropuerto y trasladado
en una caravana de automóviles hacia el Teatro Español:
allí tachó su propio
nombre de la lista de 17 detenidos; era él que faltaba. Fue quizás el único
caso en Argentina de una ciudad entera que se rebeló ante la dictadura,
arrancándole la libertad de 17 secuestrados.
En Trelew pasaron cosas; por cierto que sí. Nadie
puede dudarlo. Pero pasaron porque también pasaban: no era un lugar donde no
pasaba nada. A lo sumo mucho de lo que pasaba era invisible, u ocultado, a los
ojos de los represores y los desconocidos. Como dice Scott
develar esas redes ocultas suele explicar mucho más sobre la política del
pueblo que aquello que se hace fácilmente visible. Quizás por eso Tomás Eloy
Martinez creía que en Trelew sólo pasaba el viento, y apenas se charlaba de
escaleras reales y elefantes marinos.
¿Y
en Vitoria?
Con
la puesta en marcha del proyecto de
industrialización subsidiada en pocos años se construyó una "nueva
Vitoria". Más de mil empresas se instalaron, transformando la ciudad “…en
la capital española con mayor índice proporcional de crecimiento”. Se produjo "Un cambio de proporciones
extraordinarias que dio lugar a una nueva ciudad habitada por una "nueva
sociedad".
El acelerado proceso de industrialización constituyó una nueva clase obrera,
que será la síntesis entre el obrero "tradicional" de Álava y los
recién llegados. El diálogo entre ambos grupos no siempre fue fácil. El
renacido asociacionismo,
en algunos casos, pasó por conformar comunidades de
origen entre los migrantes, procesos que si bien ayudaron a la organización
popular, en ocasiones fomentaron la tendencia a fragmentar la clase.
Durante
los primeros años del polo ese colectivo obrero tuvo dificultades para articular sus
reivindicaciones. Para Carnicero, la "diversa procedencia geográfica de
los últimos pobladores de la ciudad, su origen mayoritariamente rural -lo que
suele ir unido a rasgos culturales diferentes-, y la escasa tradición e
implantación de organizaciones capaces de plantear movimientos de protesta,
fueron algunos de los factores que tuvieron mayor influencia en esa
carencia".
La
presencia de escasos conflictos no tenía relación con la inexistencia de
problemáticas o necesidades. Y tampoco con la repetida idea de que en Vitoria
nada pasaba, y nada disruptivo iba a suceder nunca. La dificultad era cómo
articular las acciones colectivas, en el marco de
un régimen que
atacaba cualquier atisbo de organización autónoma o contestaria, y para una clase obrera que aún
no había construido experiencias en común.
Ello
no implica que no hubiese ningún tipo de conflictos visibles ("…la
historiografía alavesa ha venido reflejando tradicionalmente una falta de
actividad reivindicativa de los trabajadores en la provincia; el estudio de
nuevas fuentes está matizando y completando, un tanto, esa visión"); pero sí que los mismos presentaban menor virulencia que
los acontecidos
en otras regiones.
Ese diferencial
fue, en muchos casos, productor de un efecto reflejo en las investigaciones
sobre Álava y Vitoria, especialmente en referencia a
posibles conflictos sociales o a formas de organización obrera. Esto llevaba a
que los investigadores no observasen de manera detenida la actividad de los
trabajadores, partiendo de presuponer que realmente allí "no
pasaba nada". Pero, como bien sabemos, cuando hay clase obrera siempre
pasa algo. A esa mirada más compleja, que matizaba la
perspectiva tradicional de la historiografía alavesa, se refería Carnicero.
Decíamos que parte
de la dificultad para impulsar acciones en común residía en la complejidad de
construir articulaciones entre grupos con experiencias tan disímiles. Esto no
implica que los
migrantes no trajesen en su historia tradiciones de organización; pero sí que
en el nuevo contexto era necesario, para viabilizar la movilización colectiva,
la confluencia en un cauce común con el resto de la clase.
A
partir de 1967 se planteó un "…punto de inflexión del movimiento obrero
organizado en Álava en contra del Vertical, fue la
larga huelga de "Bandas en Frío" (Echávarri, Vizcaya), de noviembre
de 1966 al 1° de mayo de 1967, que generó amplia solidaridad". Esto también
lo destaca Carnicero: "1967 marcará un cierto punto de inflexión con
respecto a la presencia de la oposición en Álava",
sosteniendo que desde allí se registró un alza de los procesos de lucha:
"1971 confirmó la tendencia conflictiva al alza con respeto a la década
anterior".
La
huelga de Bandas tuvo un gran componente asambleario
que luego se repetirá en 1976. Durante 1972 el proceso más significativo fue
"…el conflicto en la fábrica vitoriana de la multinacional francesa
"SAFEN Michelin", la industria más grande de
la región. Sólo estas dos referencias evidencian que en Vitoria
pasaban cosas antes de 1976. Y que la
dinámica de huelgas generales y movilización popular de 1976 no fue un "estallido"
que surgió de la nada: para que algo explote tiene que estar el material
explosivo acumulado, a la espera de una chispa; ese polvorín que era Vitoria
para 1976, fue el producto
de una lenta acumulación de fuerza social obrera, generado
durante la larga dictadura franquista.
Fue también resultado de experiencias
compartidas en la común
explotación dentro de las fábricas, y en las luchas por mejoras
reivindicativas y contra
la dictadura.
Hacia
fines de 1975 las demandas de mejoras reivindicativas confluían, en un
explosivo cóctel, con las exigencias de cambio político en todo el
estado español. Eso también se expresaba en Vitoria.
La muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, pero no de su régimen, aceleró esos procesos: las demandas de aumentos
salariales empezaron a generarse en la mayoría de las plantas del polo
industrial vitoriano. Tras diversas asambleas por planta, el 23 de diciembre
una masiva asamblea de trabajadores planteaba sus reivindicaciones, ahora en
forma pública, ante las puertas cerradas del sindicato oficial.
El
9 de enero esa acumulación de asambleas se expresó en la primera convocatoria a
huelga: Forjas Alavesas encendía la mecha. A los pocos días se sumaron otras
fábricas, como Mevosa, Gabilondo, Aranzábal, Engranajes y Bombas Ugo,
Apellániz, Cablenor, Orbegozo, Areitio, Industrias Gálycas, y otras. Pese a
algunos arreglos particulares por decisión de los dueños (desoyendo las órdenes
del gobierno de no pactar con los huelguistas), el 26 de enero más de seis mil
obreros estaban en huelga, en unas diez factorías.
Las
asambleas de fábrica se hacían en las parroquias, iglesias o clubes barriales.
Para fines de enero se confluyó en la primera asamblea general, y de allí
surgió la formación de una Coordinadora de las Comisiones Representativas de
Fábrica. La auto-organización obrera avanzaba, desafiando al régimen sindical
franquista y a la misma dictadura.
Como
en el caso de Trelew, la asamblea se constituyó en el núcleo organizativo. Para
el 31 de enero ya era la cuarta asamblea general; ese día los uniformes azules
de los obreros ocuparon la ciudad, irrumpiendo en el centro histórico, un sitio
hasta entonces reservado a las élites locales. Una nueva movilización se generó
el 2 de febrero: ese día el régimen comenzó a responder a lo que ya se vivía
como un desafío explícito. Fue el primer enfrentamiento físico con las fuerzas
represivas, justamente a la salida de la iglesia San Francisco de Asís.
En
este proceso de lucha convivían diversas expresiones políticas, siendo
especialmente significativo el peso adquirido por corrientes anticapitalistas,
que propugnaban la utilización de la asamblea "…como modelo organizativo,
de lucha y de aprendizaje del proceso por parte de los trabajadores". Desde el enfrentamiento del 2 de febrero se profundizó
el "asalto a la calle", una verdadera afrenta a un régimen que
siempre había hecho del estricto control del espacio público un emblema de su
dominación. Empezaba a discutirse la necesidad de una huelga general que
articulase las demandas parciales.
La
primera huelga general se convocó para el 16 de febrero. Fue una gran jornada
de lucha, con otra ocupación de la ciudad por parte de los trabajadores. La
masiva asamblea repitió las demandas reivindicativas y la exigencia de volver
atrás con los despidos: las patronales ya parecían dispuestas a aceptar las
mejoras salariales, pero el gobierno no aceptaba que los despedidos fuesen
reincorporados. La pulseada era claramente política: el régimen, en un momento
de debilidad por la muerte de su emblema, no podía permitir semejante desafío
exitoso a su autoridad.
La
decimotercera asamblea general, el 21 de febrero, anunció otra huelga general
para el 23, exigiendo, además de las reivindicaciones económicas, el derecho a
la libre representación obrera y la reincorporación de los despedidos por
causas políticas o sindicales. La medida fue más reducida que la anterior,
pasando de una asamblea de 5 mil obreros a 3 mil. Los obreros de algunas
grandes empresas, que habían llegado a acuerdos particulares, no adhirieron.
Pero, lejos de aplacarse, el conflicto recrudecía: es que ya
había dejado de ser un reclamo reivindicativo para configurarse como una
impugnación política a la dictadura. Los enfrentamientos con la policía en los
piquetes se hacían diarios. Miles de obreros solidarios se movilizaban, en
medio del paro en apoyo de los maestros y estudiantes de media, y las asambleas
que se ponían en pie en las barriadas populares: "El proceso se
generalizaba a toda la ciudad, apoyándose ahora más en las calles que en las
fábricas".
Para
el franquismo sin Franco, la situación era gravísima: permitir esto en Vitoria
sería un ejemplo para el resto, y podría provocar un torrente imposible de
frenar. El envío de espías, especialistas en represión callejera y grupos
especiales, parecían predecir su estrategia. En los últimos días de febrero las
reuniones se sucedían para intentar negociar la huelga, pero el gobierno no
podía ceder, y los obreros seguían teniendo el poder en las calles.
El
día 3 de marzo el nuevo paro general fue total. Si bien muchas plantas habían
llegado a acuerdos, la solidaridad obrera con los que seguían despedidos y la
confluencia en la demanda anti dictatorial, configuró la medida más contundente
del largo proceso. La ciudad fue dominada por los trabajadores, y la policía nada
pudo hacer ante esa
demostración de poderío.
Luego
de la protesta, por la tarde se realizaría la décimo octava asamblea general,
en la iglesia San Francisco, para analizar la continuidad de la lucha. La
iglesia, abarrotada de personas, fue rodeada por fuerzas antidisturbios, que
arrojaron gases lacrimógenos al interior de la misma a través de los cristales.
A continuación, mientras los obreros intentaban escapar del recinto buscando
aire, fueron recibidos por balazos de plomo: un fusilamiento cobarde, que
gracias a la resistencia obrera terminó con "sólo" 5 muertos y
alrededor de cien heridos.
El
resto del día fue de lucha callejera. La huelga general fue ratificada de
inmediato por la Coordinadora de Comisiones, y continuó hasta el 9 de marzo. El
funeral, realizado el 5, "…ha pasado a la historia de la ciudad como uno
de los actos más multitudinarios acontecidos en la misma". Los conflictos se extendieron a casi todo el estado
español, con huelgas y otras expresiones de solidaridad. El gobierno era
incapaz de responder a la
irrupción popular.
La
masacre de 1976 expresó la brutal respuesta de un régimen que se fue como llegó: dejando las calles cubiertas de
sangre. El ministro de interior, Manuel Fraga, llegó a Vitoria para apoyar la
masacre: "desde
luego, el que quiera plantear la lucha, la tendrá. Con todas las consecuencias.
Dejémonos de pamplinas".
La
imagen de una ciudad sin historia, donde reinaba la armonía y la coincidencia de intereses entre
obreros, patronales y autoridades locales, había estallado por los aires; la lucha de clases,
y el ruido ensordecedor del torrente de la historia que ella siempre trae, se había hecho indisimulable. Ante
ello se manifestaron los clásicos rasgos que hemos observado ante grandes
conflictos en regiones organizadas desde polos de desarrollo: los gobernantes
recurren al discurso de que la continuidad de hechos rupturistas podría llevar
a la caída del polo, desalentar nuevas inversiones y hasta llevar al cierre de
las existentes. Se debía volver al orden y construir un bloque unido, bajo la
dirección de sus élites.
Esa
fue la interpelación de Lejarreta Allende, presidente de la diputación, cuando
sostuvo que "todo radicalismo es ajeno al temperamento alavés". Lo que pasó no tenía nada que ver con la historia de
Álava, que era,
justamente, una historia sin historia. Se trató de un episodio atípico, de la
intrusión de la historia nacional, convulsionada y plena de divisiones, en la
idílica Vitoria. Los que generaron la ruptura eran fuerzas externas (migrantes,
agitadores),
y ahora se debía regresar a la normalidad vitoriana.
Algo semejante difundían las usinas de pensamiento
tradicionalista de Trelew (en especial los editoriales del Diario Jornada) a posteriori de los hechos de 1972: lo sucedido se debía
al traslado de los presos políticos, que habían "contagiado" el
"enfermo" proceso nacional a la "aséptica" Patagonia. El
reclamo pasaba a ser que se llevasen los presos políticos a otras cárceles; así
se extirparía el peligro.
Sin
dudas los hechos sucedidos en Vitoria y aquí trabajados, configuraron el punto final al
intento de alumbrar un franquismo sin Franco: en el estado español comenzaba la
"Transición". El pueblo donde "no pasaba nada" había, nada
menos, que cambiado la entera historia de España.
Reflexiones finales
El sueño de imponer una sociedad planificada desde
arriba es una aspiración permanente de los que mandan. Otro milagro que puebla
sus esperanzas es encontrar el final de la historia. A cada momento en que se
sienten victoriosos pretenden imponer ese anhelado punto final: a partir de
ahora no pasa nada. Y, por lo tanto, ya nada podría cambiar. Siempre serían
vencedores los que hoy vencieron, y siempre derrotados los derrotados.
Pero, bien dice Saramago que "La derrota tiene
algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo,
jamás es definitiva". Y en ese camino son los derrotados los que nunca
permiten que se cancele el proceso histórico.
Walter Benjamin, en sus tesis sobre la historia,
reflexiona sobre aquella acción, registrada durante la revolución de Julio en Francia,
cuando en muchos
lugares de París se disparó contra los relojes de las torres.
Sostiene que era la materialización de que en ese instante estaba estallando el
continuum de la
historia:
la revolución introducía un nuevo tiempo. Romper la continuidad del tiempo
es la tarea de los que pretenden cambiar la historia. Detener el tiempo, decir
que ya nada pasa ni nada va a pasar, es el sueño de los vencedores.
Los
proyectos de polos de desarrollo parecían configurar el milagro
hecho realidad: en lugares sin historia, sitios donde "nada pasaba", se
planificaría un futuro modélico, sin conflictos ni transformaciones. Las industrializaciones subsidiadas
fueron imaginadas cual "laboratorios sociales", donde experimentar,
en "sociedades vacías", los proyectos de sociedades supuestamente
armónicas y basadas en la coincidencia de intereses. Para ello era necesario
crear el imaginario de que en esos territorios no ocurría la historia.
Lejos
de ese pretendido milagro, la realidad fue bien diversa. La injusticia seguía
reinando en esos polos desarrollistas, y por allí también pasaba el torrente de
la historia. Ese aparente “vacío” de historia sólo era una
construcción ideológica de las élites y, en todo caso, una expresión de las
dificultades de las clases subalternas para irrumpir colectivamente, ocupar el
espacio público, y luchar por obtener sus demandas.
Gramsci,
en sus “Apuntes sobre la historia de las clases subalternas”,
nos alerta sobre las dificultades que suelen tener los trabajadores para
articular una acumulación histórica. Los grupos dominantes atacan e intentan
quebrar (muchas veces en forma exitosa) esa posible construcción de
experiencias en común. Sus luchas, por eso, casi siempre parecen empezar de
cero. Rodolfo Walsh retoma esa mirada, en su reflexión sobre la dificultad de
los trabajadores para sostener la continuidad de sus experiencias. Un planteo similar realizaba Eric Wolf, destacando
también la recurrencia al uso de la fuerza para coartar la posible acumulación
histórica de los dominados.
Pero,
superando esos y otros obstáculos, los trabajadores de Vitoria y Trelew se
encargaron de desmentir las expectativas de los poderosos. Y volvieron a
evidenciar que donde hay clase obrera siempre hay historia, porque la lucha de
clases sigue siendo su motor. Fueron hechos que para el observador externo
pueden aparecer como "estallidos", como una repentina irrupción de la
historia en lugares donde "no pasaba nada". Pero en verdad eran
producto de una lenta acumulación de experiencias y tradiciones en común, de
unas redes invisibles que se fueron conformando de manera oculta al poder, y
que se expresaron en estos hechos de ruptura.
El
sueño desarrollista de ciudades donde nada pasaba, se derrumbó. El
dique que pretendía contener el torrente se resquebrajó, y la historia ingresó,
como un río descontrolado, arrastrando todos los falsos imaginarios que tanto
había costado construir. Los lugares donde "no pasaba nada", habían
cambiado la historia. Habían hecho saltar el continuum del tiempo; habían
destruido los relojes e inaugurado un nuevo calendario.
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Recibido: 30/09/2016
Evaluado: 24/10/2016
Versión final: 18/11/2016
(*) Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales. Universidad Nacional de la Patagonia (UNP) / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Doctor en Historia (Universidad Nacional de la Plata), Licenciado en Historia (UNP). Director Concursado del Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales (UNP), Profesor Adjunto en Historia Social de Argentina y América Latina, Economía y Sociedad e Historia Política de Argentina (UNP). Investigador del CONICET. E-mail: gperezalvarez@gmail.com
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Estaba conformada por habitantes de la región, con distintos grados de involucramiento político y social, que se organizaron para solidarizarse con los presos traídos a la cárcel de Rawson. Asistían a los presos y sus familias, a quienes daban alojamiento, comida y recursos cuando viajaban para visitarlos. Ver: Idem, 2016. Idem, 2015.
Eric Wolf sostiene que la fragmentación de la realidad imposibilita la comprensión de los procesos históricos. Por eso propone enfocar nuestros estudios desde la concepción de que “el mundo de la humanidad constituye un total de procesos múltiples interconectados y que los empeños por descomponer en sus partes a esta totalidad, que luego no pueden rearmarla, falsean su realidad”. Son los grupos dominantes los que intentan dividir esa historia general para volverla opaca a la comprensión de los grupos subalternos. Por eso nuestra tarea es evidenciar que todas las sociedades se hallan inmersas en el decurso histórico: “Sólo entendiendo estos nombres como hatos de relaciones, y colocándolos de nuevo en el terreno del que fueron abstraídos, podremos esperar evitar inferencias engañosas y acrecentar nuestra comprensión”. WOLF, E; Europa y la gente sin historia. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000, p. 15.
Josep Fontana alerta acerca de la exclusión de los pueblos no europeos a nivel de las historias universales mundiales, y la omisión de las mayorías, particularmente las mujeres y las clases subalternas, en la historia nacional de cada país. En el mismo sentido nosotros observamos cómo se pretendió construir una narrativa que presentaba a estas regiones como si estuviesen por fuera del proceso histórico general. De una manera semejante a como Fontana criticaba la visión que muestra a sociedades y culturas de América, África o Asia, como dormidas en el tiempo hasta que la colonización las introdujo en el esquema de la modernización, así estas ciudades parecían sumergidas en la placidez hasta que un acontecimiento supuestamente extrínseco las despertó a la cruel historia, que todo lo arrasó. Ya lo veremos más adelante en el artículo. FONTANA, J; La historia de los hombres. Crítica, Barcelona, 2001. FONTANA, J.; La historia de los hombres: el siglo XX. Crítica, Barcelona, 2002.
Ver al respecto Rivera, Gatica y Pérez Álvarez, y Pérez Álvarez, sólo a modo de ejemplos que muestran, a contracorriente de la construcción historiográfica tradicional de ambos territorios, parte de la conflictividad que atravesaba a las dos regiones desde hace muchos años. RIVERA, A.; La utopía futura. Las izquierdas en Álava; Ikusager Edic.; Vitoria; 2008. GATICA M. y PÉREZ ÁLVAREZ, G.; "No solamente pasaba el viento: sindicatos, huelgas, boicots, cortes de vías y lucha política en los primeros pasos del movimiento obrero en el noreste del Chubut (1917-1922)"; en ARIAS BUCCIARELLI, M. (Dir.) Diez territorios nacionales y catorce provincias, Argentina, 1860-1955; Prometeo, Bs. As., 2012, pp. 187-214. PÉREZ ÁLVAREZ, G.; "La "primera" formación de la clase obrera en el noreste del Chubut: de 1865 a las primeras décadas del siglo XX", en Actas XV Jornadas Interescuelas de Historia, UNPSJB, 2015.
En ambos casos es casi imposible citar trabajos que, aisladamente, puedan dar cuenta de esta perspectiva general. Especialmente porque esa narración de ciudades sin conflictos no se construyó en producciones de tipo historiográfico o en obras formales, sino a partir de un corpus de producción mucho más inabarcable, y, a la vez, más sistemático. Discursos de las élites y autoridades políticas, expresiones de los comunicadores sociales en los medios masivos, repetitivas declamaciones de las autoridades educativas, etc, etc. La escuela ha funcionado como gran aparato difusor de esta perspectiva: en Chubut, durante la escuela primaria, se cuenta la “historia” de la provincia desde un texto titulado “Chubut: pura naturaleza”… O sea todo naturaleza, nada de sociedad: por tanto, nada de historia, menos aún de conflicto o de lucha.
Hasta la publicación del primer tomo de Osvaldo Bayer, en 1974, estos hechos apenas eran resguardados en algunas aisladas y tenaces memorias.
DE LA FUENTE, J., "Dinámicas de identidad local: cultura y vida cotidiana, 1936-1964", en RIVERA, A. (Dir.) Dictadura y desarrollismo..., Ayuntamiento de Vitoria, 2009, p. 88.
"El vitorianismo hubo de lidiar de entrada con los desastres de la guerra (ejecuciones, depuraciones, represión), en una ciudad de fuerte sentido comunitario"; Idem, p. 94.
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MOLINERO, C. e YSÀS, P.; Productores disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y conflictividad laboral en la España franquista, Madrid, Siglo XXI, 1998. p. 263.
CARNICERO, C.; "De la calma a la "revolución". La conflictividad laboral en el final de la dictadura, 1966-1976", en RIVERA, A. (Dir.) Dictadura y desarrollismo..., Ayuntamiento de Vitoria, 2009b, p. 260.
González de Langarica afina esa caracterización: "Otra tendencia que se confirmó entonces fue la procedencia geográfica de los nuevos vitorianos. En conjunto, las zonas más cercanas continuaron contribuyendo con los principales aportes humanos a la ciudad. La llegada desde la propia provincia resultó el fenómeno mayoritario, pero el resto del País Vasco, Navarra y La Rioja fueron fundamentales". GONZÁLEZ DE LANGARICA, A. "El tercer modelo de industrialización vasca: Vitoria, 1936-1976", en RIVERA, A. (Dir.) Dictadura y desarrollismo.., Ayuntamiento de Vitoria, 2009, p. 68.
"Entre 1960 y 1975 las provincias vascas tuvieron un crecimiento poblacional del 44,38%, siendo Vitoria la de mayor incremento, 70,39%, Vizcaya un 53,38, siendo el incremento promedio a nivel España menor al 18%". PÉREZ, J. A. Los años del acero. La transformación del mundo laboral en el área industrial del Gran Bilbao (1958-1977). Trabajadores, convenios y conflictos. Madrid: Biblioteca Nueva. 2001, p. 58.
Subregión integrada por los departamentos administrativos de Rawson y Biedma, de Chubut. Fue la zona con mayor desarrollo industrial, en las ciudades de Trelew, Rawson y Puerto Madryn. Eran los puntos más cercanos al límite norte habilitado, expresando la lógica expectativa de los empresarios privados de conseguir ganancias a corto plazo.
IBARRA, H.; Patagonia Sur. La construcción interrumpida de un proceso de desarrollo regional. Depto. Historia, FHCS, UNPSJB, Trelew, 1997. mimeo.
"Conquista del desierto" fue el nombre dado por el estado argentino a la ocupación de Pampa y Patagonia, a través de la derrota militar de los pueblos que hasta allí ejercían soberanía sobre esos territorios. La idea de continuidad entre la función "conquistadora" de los cuarteles militares y la tarea que debían cumplir las industrias subsidiadas por el estado, se reflejaba en frases como la del Secretario de Difusión y Turismo de la dictadura que comandaba Onganía, en su visita a la región: "Las industrias en la Patagonia, son como los fortines de Roca en el desierto, es decir atalayas del progreso y de la civilización, puntos de arranque para el desarrollo". Declaraciones de Rodolfo Baltiérrez, en Diario Jornada, 21/9/70, p.3.
Aunque era un segundo lugar alejado del centro tradicional: Chubut ocupó el segundo puesto en producción de medias (15%, contra 83% del área metropolitana), tejido de punto (11% contra un 81%) e hilado de fibras textiles (6,4% contra 76%). Datos de: CIMILLO, E., Bloque textil: dinámica en la provincia del Chubut. 1973-1984, Bs. As. CFI–CEPAL, 1985, pp. 12-13.
De hecho relevamos conflictos desde fines del siglo XIX, en: PÉREZ ÁLVAREZ, G.; "La "primera" formación de la clase obrera…”, op. cit..
Ver Diario Jornada, 18/11/66, citado por: BINDER, A.; Crónica de una protesta anunciada: conflictividad regional y nacional a través de la prensa del noreste de Chubut” (Diario Jornada, 1966-1971), Tesis Licenciatura en Historia, UNPSJB. 2012.
Por los cuales se produjeron denuncias de malversación contra el dirigente regional de la AOT, César Ayala.
Hughes, quien fuera dirigente sindical de la Unión Ferroviaria y de la CGT en el período previo, ahora seguía siéndolo desde su nueva inserción laboral como empleado de la Cooperativa Eléctrica de Gaiman y afiliado de Luz y Fuerza. Ayala, de la AOT, se había formado junto a él y sería consecuente con su práctica colaboracionista y de buscar acuerdos con el gobierno y las patronales.
Ver las ya citadas referencias de BINDER, A.; Crónica de una protesta…, op. cit.; FERNÁNDEZ PICOLO, M. y otros; Trelew, esa Masacre…, op. cit.; GATICA, M.; Hacedores de caminos, Imago Mundi, Bs. As. 2007, entre otros.
Firman: Cesar Ubaldo Ayala (AOT), subdelegado regional y Gilberto Hughes (LyF), delegado regional. (Jornada, 13/10/72: 9).
Así lo explica Antonio Rivera: "…en términos comparativos con otras provincias cercanas (Vizcaya y Guipúzcoa), que en Álava no fue importante esa oposición política básicamente por dos razones: porque la guerra rompió las redes sociales de los perdedores en una dimensión mayor a la de otros lugares (no porque la represión fuera mayor, sino porque aquéllas eran más débiles); y porque la más tardía industrialización demoró la aparición de protestas laborales y de su consiguiente traducción en disidencia política" RIVERA, A. (Dir.) Dictadura y desarrollismo…, op. cit., p. 18.
"No puede seguirse manteniendo sin matices que durante el período plenamente dictatorial, el "casi inexistente movimiento obrero local apenas había dado muestras de conflictividad" (CARNICERO, C.; La ciudad donde nunca pasa nada…, op. cit., 37, citando a: RIVERA, A. y UGARTE, J.; "Una sociedad democrática moderna"; en RIVERA. A. (Dir.) Historia de Álava, Nerea San Sebastián, 2003, p. 499.
El “vertical” era el nombre popularmente dado al sindicato oficial y de estado, el único permitido legalmente por la dictadura franquista. En su nominación ya explica muchas de sus características fundamentales (Ver: MOLINERO, C. e YSÀS, P.; Productores disciplinados…, op. cit. y DOMÈNECH, X.; Cambio político..., op. cit..
En esta narración sobre el conflicto del 75-76 en Vitoria, retomamos aportes de Carnicero y Rivera. CARNICERO, C.; La ciudad donde nunca pasa nada…, op. cit.; RIVERA, A.; La utopía futura..., op. cit.. Ver en ellos un pormenorizado desarrollo.
"La muerte de Franco no supuso la muerte del régimen, el poder del cual estaba garantizado en última instancia por sus órganos represivos, pero sí la muerte de su poder simbólico". DOMÈNECH, X.; Cambio político..., op. cit., p. 210.
Las reuniones sindicales en iglesias fue un fenómeno recurrente en el movimiento obrero contestario al franquismo durante los últimos años del régimen. La carencia de espacios propios y el surgimiento de una fracción del clero con inquietudes sociales, generaron las condiciones para que esto fuese posible. Este proceso fue especialmente significativo en el País Vasco, donde un sector relevante del clero adoptó posturas antifranquistas. De hecho el líder más caracterizado de la huelga en Vitoria fue un sacerdote secularizado, que había vivido algunos años en Argentina. RIVERA, A.; La utopía futura..., op. cit., pp. 332-333.
Sobre la centralidad del Diario Jornada y su fundador, Luis Feldman Josin, como constructores de la narración histórica oficial sobre la región de Trelew y sus alrededores, ver Binder y Lionetti. BINDER, A.; “Del Primer Congreso de Historia del Chubut y su trasfondo político y económico (Noviembre de 1967)”, en Historia Regional, Sección Historia, ISP Nº 3, Año XXVIII, Nº 33, 2015. http://historiaregional.org/ojs/index.php/historiaregional/article/view/20/18. LIONETTI, L.; “Luis Feldman Josín, “el maestro de la modernización”; en Prismas, Revista de historia intelectual, Nº 17, 2013.
"La historia de los grupos sociales subalternos es necesariamente disgregada y episódica. No hay duda de que en la actividad histórica de estos grupos hay una tendencia a la unificación, aunque sea a niveles provisionales; pero esa tendencia se rompe constantemente por la iniciativa de los grupos dirigentes y, por tanto, sólo es posible mostrar su existencia cuando se ha consumado ya el ciclo histórico, y siempre que esa conclusión haya sido un éxito. Los grupos subalternos sufren siempre la iniciativa de los grupos dominantes, incluso cuando se rebelan y se levantan" (GRAMSCI, A.; "Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios metódicos"; en Cuaderno de la Cárcel post. 31. Antología; http://www.gramsci.org.ar/ ; Fecha de ingreso 12/11/2016.
"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas". WALSH, R. “Periódico de la CGT de los Argentinos”, en Colección Completa. Números 1 al 55. Mayo de 1968 – Febrero de 1970. www.cgtargentinos.org Junio de 2006. Fecha de ingreso 12/11/2016. http://www.cgtargentinos.org/documentos6.htm
"Para sostener su hegemonía ideológica, los defensores de la ortodoxia deben hacer llegar su mensaje cada vez mayor de dominios instrumentales, pero al mismo tiempo estorbarán la capacidad de los grupos subalternos para hacer progresar opciones viables. Cuando la redundancia titubea y falla la creación de ideología, el déficit se deberá compensar por la fuerza" WOLF, E; Europa y la gente…, op. cit., p. 472.