Rosario
1931. Cuando el agua quiso comenzar a ser derecho
Pablo Ernesto Suárez(*)
Resumen
La ciudad de Rosario dispuso de una gestión privada del agua desde 1882. En
1919 se incorporaron al municipio urbano algunas poblaciones, cuya provisión de
agua fue adjudicada en 1924 con tarifas diferentes al resto de la ciudad. En
1931 los habitantes de esos barrios comienzan una protesta exigiendo iguales
condiciones que el resto de los habitantes de la ciudad. Pese a que afectó a
relativamente pocas familias, el debate obtuvo amplia repercusión en la prensa
local y nacional, activando al incipiente movimiento vecinalista de la ciudad.
El municipio formará una Comisión Investigadora que emite un informe poco
favorable a la Compañía y pone en evidencia las fallas del control municipal
(aunque el contrato la habilitaba). Así, las vecinales dirigirán sus críticas
tanto a la Compañía como al poder municipal.
Se analizan algunos de los debates de la coyuntura julio/1931 – enero/1932
donde se aprecia la forma en que se percibía el acceso al agua como parte de
los derechos ciudadanos en el contexto de un espacio urbano en expansión y
cuyas reglas y límites no siempre está sometido a un estricto control por parte
de las autoridades municipales.
Palabras clave: Rosario; agua; servicio público; derechos; ciudadanía.
Rosario
1931. When water would intend to be a right
Rosario's water supply was privately run from 1882. In
1919 some suburbs were incorporated to the municipal district, and their water
supply was allocated in 1924, with a different cost to the rest of the city. In
1931 prople from those suburbs start a protest in demand of equal conditions.
Even though the issue affected a small number of families, the debate had a
sound impact in local and national media, thus giving a strong push to the
city's incipient neighbours' associations. The City Council formed an Inquiry
Commission which eventually issued an unfavourable report on the supply company,
and exposes poor control by local authorities on the matter. Consequently, the
neighbours' associations would grow irritated with both the company and the
authorities. Some details of the period July 1931 - January 1932 show the way
in which the access to water supply is conceived as part of the citizens'
rights, within a fast growing city whose rules and limits are only at times
under strict control of the authorities.
Key
words: Rosario;
water; public service; rights; citizenship.
Rosario 1931. Cuando el agua quiso comenzar a ser derecho
Introducción
El
acceso al agua potable es considerado en la actualidad, como un derecho
inalienable y constitutivo de los derechos de ciudadanía[1]. Aun
antes de estar consignado por escrito, el acceso al agua potable estuvo
asociado al disfrute de la ciudadanía y como todos los otros derechos, cuenta
con una larga tradición de luchas que los hicieron posibles.
Es
claro que estos derechos no fueron consolidados de una vez y para siempre desde
los orígenes de la “Argentina moderna”. Por el contrario, si bien hubo razones
sanitarias y económicas que impulsaron la extensión de las redes de agua
potable, también es cierto que a determinados sectores sociales estas mejoras
le llegaron mediadas por su situación de clase. Entonces, o los servicios
llegaban tarde (o no llegaban) o lo hacían en malas condiciones, o en algunos
casos, como el que nos ocupa, los precios eran diferenciales.
El
objetivo principal de este trabajo es describir y contextualizar algunos de los
discursos referidos al derecho al agua que se hicieron públicos durante el
conflicto por el precio del agua que se desató en algunos barrios de la ciudad
de Rosario durante los años 1931 y 1932.
Si bien
la incidencia estadística de los casos involucrados en este conflicto puede ser
considerada irrelevante (las fuentes más alcistas hablan de unos 1000 hogares,
para una población de medio millón de habitantes) resulta de gran interés
analizar de qué manera el estallido de este conflicto inició una serie de
debates relativos a la provisión de agua potable en la ciudad de Rosario. A
partir de estos sucesos la mayoría de los medios periodísticos de la ciudad se
hicieron eco de los reclamos del movimiento vecinalista que inició y sostuvo el
reclamo. Como es obvio, el conflicto obligó a buena parte de los participantes
de la esfera pública a tomar partido en los debates.
Es muy
interesante analizar hasta qué punto, ya en la década del ‘30, el acceso al
agua es pensado por la opinión pública como un “bien público”, al que todos
tienen que poder acceder (puedan pagarlo o no) más allá de la ideología liberal
que aceptaba como “natural” el carácter de mercancía de cualquier bien. El
conflicto adquirió otra dimensión cuando la empresa planteó la posibilidad del
corte del suministro. Como veremos, se llegó a un punto en que entraron a
ponerse en cuestión algunos principios que hasta ese momento parecían
inexpugnables para la opinión pública.
Porque,
como surge del análisis de estos discursos, el concepto de ciudadanía instalado
en la esfera pública (más allá de los “derechos” tal como están descriptos en
la Constitución), consistía en algo más que el derecho al voto y la
participación política y sindical (con restricciones por cierto groseras
durante todo el período). Iba más allá incluso de la genérica retórica liberal
(que postulaba un estricto respeto a las “leyes del mercado”) que predominaba
en la prensa de ese momento.
Como
señala José E. Castro, bien que refiriéndose a otro momento histórico: The
confrontations over water, we argue, are part and parcel of a wider social
struggle over the conditions that make human life possible and meaningful, and
as such, are an expression of the social character of water, as distinct from
the biophysical and techno–scientific dimensions.”[2]
Intentaremos
reconstruir un capítulo de la evolución del agua potable para convertirse en
alguno de los elementos que componían las atribuciones de la “ciudadanía”, en
la turbulenta Rosario de los años 30 del siglo pasado.
Breve
reseña bibliográfica
Los
estudios históricos sobre el agua (y específicamente sobre el agua potable) en
Rosario son una obra en construcción, de la cual apenas se han levantado unos
esmirriados cimientos. Más allá del pionero trabajo de Amaro[3]
y las menciones que el tema ha merecido en algunas de las historias de la
ciudad[4]
es muy poco el material específico que puede encontrarse con respecto a este
asunto. Para leer sobre este tema, debemos acercarnos a otras “historias” que
colateralmente refieren a ello.
Los
excelentes trabajos de Norma Lanciotti[5]
sobre las empresas inglesas en Rosario, nos hablan de las exitosas experiencias
económicas de dichos emprendimientos, y nos brindan certeros análisis sobre la
forma en que esas casas se vincularon con los poderes concedentes. Hubo pocas
ciudades que tuvieran un servicio de aguas brindado por empresas privadas y a
Rosario le cupo en suerte ser una de ellas.
Nos
brinda precisiones acerca de la forma en que se acordó la prestación (es muy
importante para entender la coyuntura de 1931). “El sistema es denominado “prestación indirecta de gestión” según el
cual la producción estaba a cargo de empresas privadas, mientras que la
responsabilidad y contralor dependían de las administraciones municipales o de
los gobiernos provinciales”[6]
Asimismo
nos señala las particularidades de las empresas de aguas corrientes (y de
servicios públicos en general) y del tipo de inversión que ellas implica
distinto a otro tipo de inversiones. “Desde el punto de vista de
la producción, las redes de servicios sanitarios requieren la coordinación
entre las partes del sistema, i.e. la cobertura de un área se vuelve eficiente
cuando se integra a la red”[7]
Esto,
lejos de ser una obviedad, limita el número de posibles oferentes, ya que no
son muchas las empresas que puedan hacer frente a este tipo de inversiones, que
a menudo excedían las posibilidades mismas de los ayuntamientos, en las
eficaces palabras de otra autora. “Las reformas de los sistemas
de abasto de agua implicaban una cuantiosa inversión que la mayoría de los
ayuntamientos no podía enfrentar. Ante esa situación algunos ayuntamientos
confiaron en la oferta privada”[8]
En un
contexto histórico signado por el predominio de las ideas liberales, se
configuró el marco económico en que prosperaron estas empresas. En el caso
rosarino, una “ventaja comparativa” se apoyó en las facilidades para obtener el
recurso, maximizadas si tenemos en cuenta que a diferencia de otros casos, aquí
no estaba involucrada la provisión de electricidad, como sí ocurrió en otras
ciudades del mundo. En estos casos, la provisión de agua implicaba la
construcción de represas (y de allí el aprovechamiento para la generación de
energía) para la situación de Rosario ofrecía ventajas para los empresarios..,
“La implementación de una estrategia
de expansión del servicio adaptada gradualmente a los cambios del mercado y la
decisión de explotar un servicio de alta calidad y elevados precios sobre la
base de recursos locales abundantes y poco costosos produjeron el nivel elevado
de utilidades de esta firma.”[9]
En el
caso rosarino, la principal intención del municipio fue disponer en la ciudad
del servicio de agua corriente (y potable) como un adelanto del que no podía
carecer una ciudad que intentaba sumarse a los adelantos científicos y
sanitarios del fin de siglo.
Estas
innovaciones en la oferta de agua, implicaban definitivamente la construcción
desde cero de una nueva infraestructura ya que nada podía aprovecharse de la
forma “artesanal” en que funcionaba la distribución de agua anterior a 1882;
aunque debemos decir que los dos “sistemas” convivieron en el tiempo durante
unos años, ya que mientras el nuevo servicio de red se instaló primeramente en
la zona céntrica, en los barrios alejados aún sobrevivían los viejos pozos que
los particulares realizaban para proveerse del bien.
De
todos modos, el esfuerzo de las autoridades estuvo orientado (aún antes de
1882) a centralizar en pocos empresarios el servicio de provisión de agua a la
población, tratando de instalar una nueva “cultura del agua” demostrada
asimismo en una activa política de clausura de aljibes/pozos y relleno de
lagunas en función de los peligros de contagio de ciertas enfermedades que
comenzaron a identificarse con el agua. Esta intención centralizadora, se vería
concretada en 1882 con la concesión Mc Iness.
Aunque
quizás en Rosario, para la etapa anterior a 1882 (y unos pocos años después
también) tenga lugar el mismo análisis que para el caso mexicano planteara
Suárez Cortez: “el material revisado
parece suficiente para sugerir que las empresas privadas dedicadas a la
explotación de este ramo mostraron muy pronto grandes limitaciones para
conciliar la prestación de un servicio público con la exigencia inherente a
toda empresa capitalista relativa a la maximización de utilidades.”[10]
Marco
histórico
La
historia del agua potable en Rosario hasta 1882, no registra acontecimientos
relevantes. En estos momentos, el problema del agua pensado en la clave de los
prestadores, implicaba solamente a la provisión de agua para el consumo
hogareño, de ese modo la provisión del insumo se mantuvo en manos de
proveedores menores, ya que no se había instalado aún en el debate público la
cuestión de las aguas corrientes.
En el
siglo XIX, había un cierto consenso mundial respecto a que las empresas de
servicios públicos (el agua, por ejemplo) debían estar en manos de empresas
privadas. “It was a nineteenth-century assumption that
private enterprise was the best solution for running modern waterworks. This
assumption was backed by contemporary economics and supported by public
opinion. Private enterprise was considered more efficient for dealing with
agency problems within the firm.”[11]
Alineada
con la tendencia mundial de entonces, la provisión de agua en la ciudad de
Rosario desde los comienzos en la década de 1860, estuvo en manos privadas
aunque en todos los casos, el poder municipal hizo sentir su presencia respecto
del contralor de las condiciones de la prestación del servicio.
Comencemos
entonces, mencionando que el primer proponente para el establecimiento del
servicio de aguas corrientes en Rosario, fue Jonás Larguía en 1865. “Su
exigencia de un privilegio de explotación exclusiva por un plazo que la
Municipalidad consideró excesivo, provocó el rechazo de la propuesta”.[12] Otros
proyectos fueron el del ingeniero Julio Lacroze y el de N. Laberge, aunque sin
éxito.
En 1867
se aprobó el proyecto de Agustín Silveira que contemplaba las siguientes
especificaciones:
a)
caños de hierro y expropiación de terrenos necesarios para depósitos y bombas.
El contrato proponía que cada una de las dos bombas levantara 7.200 galones de
agua por hora. El plazo de la concesión sería de 20 años y empezaría a los 20
meses de la firma del contrato. Este proyecto no se materializó, ni tampoco el
del que se firmó con Emilio Landois y Cia. en 1868.
En 1874
Rodrigo M. Ross comienza a prestar el servicio, con bombas que estarán ubicadas
en el extremo de calle Libertad (hoy Sarmiento), obteniendo algunos beneficios
por parte del poder concedente. Nos parece importante señalarlos, porque ya
desde esta época temprana se pueden apreciar entre los términos del acuerdo,
algunos beneficios y condiciones que aparecerían en la concesión Mc Inness.
Veamos
Art. 3.
“La Municipalidad prohibirá a los aguadores surtirse de la playa del río, bajo
la multa de 5 bolivianos que será partible entre la Municipalidad y el
contratista”
Art. 4
“el contratista venderá agua para el abasto público a razón de medio real
boliviano por cada pipa”
Art. 5.
Es obligación de Ross tener siempre agua para la venta y cualquier falta será
multada por la Municipalidad con 10 pesos bolivianos/hora.
Art. 7.
La municipalidad se compromete a no autorizar la colocación de otro medio
análogo para la provisión de agua, pero este privilegio de manera alguna
excluye la realización de un contrato de aguas corrientes.
Entonces,
hay tres cosas que nos interesa señalar porque estuvieron presentes desde los
comienzos mismos de la adjudicación del servicio de aguas en la ciudad de
Rosario (y van a tener repercusión directa en la coyuntura de 1931) y éstas
son: la obligación del prestador de disponer siempre de agua para la población,
arriesgándose a una sanción económica; la prohibición a los “aguadores” de
proveerse de agua por su propia cuenta, instalando tempranamente la idea de que
un solo prestador debería brindar el servicio y finalmente, importa tener en
cuenta el poder de policía otorgado a la Municipalidad para sancionar por las
dificultades originadas al prestador del servicio.
En las
palabras de J. Esteban Castro planteando un panorama a nivel mundial “el desarrollo temprano de los servicios de
suministros de agua en los países europeos industrializados y en Estados Unidos
estuvo estrechamente correlacionado con el auge de los ideales privatistas, e
Inglaterra se constituyó en proveedora del modelo típico de servicios de
suministro de agua basado en los principios del libre mercado. (...)
Este modelo dio lugar a una proliferación de
compañías de agua relativamente pequeñas, que normalmente operaban en los
centros urbanos más grandes y ricos, donde con raras excepciones, abastecían
principalmente a los barrios más prósperos, una cultura elitista en la que se
entendía que la provisión de agua era solamente para aquellos que podían
pagarla.”[13]
En la
Argentina del ‘80, éste era el clima de ideas en el cual se
desarrollaron los primeros proyectos de Aguas Corrientes urbanas. De todos
modos, la concesión de Rosario en 1882, deposita en el poder concedente una
serie de mecanismos de control (a los que apelarán los vecinos en el conflicto
de 1931) lo cual lo ubicaría en una etapa superadora, respecto de las
concesiones absolutamente permisivas que, según Castro entraron en vigor a
fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. “Since
the late nineteenth century, the provision of safe water supply and sanitation
became a social duty, a public sector responsibility, and most developed
countries achieved their universalization shortly after World War II.”[14]
Ya en
1882, y en función de la creciente demanda de la población y en lo que sería un
comienzo de delineamiento de una ciudad "moderna", las condiciones
que se fijaron al adjudicatario del servicio serían de características muy
distintas a los anteriores. Es por ello que debe trazarse en ese año un hito en
la periodización de la historia del agua en la ciudad de Rosario. La fuente de
provisión no cambió, pues todos los adjudicatarios del servicio obtenían el
agua del río Paraná, rigiendo desde esos momentos para los particulares, la
prohibición de abastecerse de agua subterráneas.
Una de
las novedades radica en que era ya una opinión generalizada que el agua del río
no podía consumirse sin tratamiento previo. Amaro menciona que el diario “El
sol” ya en 1878 señala que al agua del río es pútrida y sucia por los desechos
que arrojan los barcos, además de la mugre que generaban las lavanderas que
ocupaban la orilla del río.
Pero
llegaría el año 1882, y el momento en que la municipalidad se propuso darle una
solución “moderna” al problema del agua potable y organiza una licitación para
el servicio de aguas. Esto implicó que en unos pocos años -como en muchas
ciudades del mundo[15]- la
gran cantidad de agua que una vez utilizada en los hogares se volcaba a las
calles, zanjas y pozos generara nuevos focos de infección (¡agravando
justamente el problema que pretendía venir a resolver!) De modo que, en fecha
relativamente cercana, el 29 de diciembre de 1887 se promulga la ordenanza que
da a Juan Stanifort la explotación de cloacas y desagües, que comenzaron en
1890 a funcionar en el radio céntrico.[16]
Ya en
1906, Carrasco daba cuenta de las dificultades que ocasionaría ese mayúsculo
volumen de agua volcado a los pozos o a las calles de la ciudad: “la observación demuestra que la abundancia
del líquido sin la facilidad de su eliminación no es suficiente para mejorar
las condiciones higiénicas de una ciudad, pudiendo llegar hasta empeorarlas”[17] Y lo sustenta dando
los siguientes guarismos: la mortalidad, que en 1887 era del 46 por mil, trepó
al 50 por mil dos años después. Urgía el servicio de cloacas, como queda claro.
Un
ejercicio útil es estimar los porcentajes de cobertura de la red de agua, ya
que esto nos permitirá entender hasta qué punto la elevada proporción de
hogares cubiertos por el servicio, estimuló la percepción de que la disposición
del mismo era un derecho consolidado ya en 1930. Si damos crédito a Carrasco en
su cálculo de 10 personas por vivienda, podríamos sintetizar la información en
este cuadro.
Cuadro
1: Evolución de casas y población con Agua corriente en Rosario
Año |
Casas con
AACC |
Población
total |
Población
con AACC |
% de
población con AACC |
1887 |
1107 |
50914 |
6531,3 |
13,06 |
1895 |
7004 |
94025 |
68639,2 |
73,00 |
1900 |
8146 |
112461 |
69241 |
61,57 |
1906 |
13920 |
151000 |
126672 |
83,89 |
Fuente:
Carrasco[18]
Si bien
estas cifras corresponden a una etapa bastante anterior al período que nos
ocupa, las ofrecemos para señalar la elevada cobertura de la red de agua
potable en la ciudad desde los comienzos mismos del siglo XX.
Disponemos
de la cifra de hogares con servicio de agua potable en los años 1926 (Censo
Municipal de Rosario) y una serie continua desde el año 1936 hasta el 1950
(disponible en el Anuario estadístico de Rosario). Podemos calcular el total de
hogares conectados en el año 1932 a partir de sus puntos de comienzo y final
(1926 y 1936), obteniendo una cifra cercana a los 58.000 hogares, y sabemos que
los hogares involucrados en el conflicto, serían unos 1000, ateniéndonos a los
cálculos más exagerados.
Esto nos
resulta fundamental para poder comprender hasta qué punto en 1931 la mayoría de
los habitantes de Rosario (incluso lo de los barrios más alejados) podían
asumir su derecho al agua potable en sus domicilios como un derecho propio de
la ciudadanía y pondrían en marcha un cierto repertorio de acciones de
movilización de que disponían, en un momento político marcado por la represión
a los movimientos sociales y de restricción de las libertades democráticas
incluso las más formales, como el sufragio.
Especial
interés tienen para nosotros los trabajos del investigador inglés Mathew Gandy
quien a partir del concepto de “Ciudad bacteriológica”, elabora una interesante
serie de planteos acerca del rol del agua en la disposición del espacio urbano
moderno. Si bien aquel concepto remite específicamente a un momento de la
evolución de las ideas urbanistas e higienistas en Europa, constituye un cuerpo
de ideas y prácticas que la Argentina conocería unos años más tarde, ya que el
concepto de “ciudad bacteriológica” se caracteriza como una crítica a las políticas
liberales, que recién a partir de 1930 serían sometidas a la crítica de los
encargados de la gestión del agua. Cito en extenso en función
de la inteligibilidad de la definición: The “bacteriological city” that
emerged out of the chaos of the nineteenth-century industrial city was driven
by a combination of factors: advances in the science of epidemiology and later
microbiology which gradually dispelled miasmic conceptions of disease; the
emergence of new forms of technical and managerial expertise in urban
governance; the innovative use of financial instruments such as municipal bonds
to enable the completion of ambitious engineering projects; the establishment
of new policy instruments such as the power of eminent domain and other
planning mechanisms which enabled the imposition of a strategic urban vision in
the face of multifarious private interests (…) The bacteriological city was,
above all, a new socio-spatial arrangement that could simultaneously ensure a
degree of social cohesion at the same time as protecting the political and
economic functions of the modern city.[19]
Aunque
Gandy está construyendo el concepto a partir de los procesos de Europa y
Estados Unidos, por lo que ubica a la idea de la “ciudad bacteriológica” a mediados
del siglo XIX, creemos que algunos de estos elementos estuvieron presentes en
aquel temprano momento de 1882, aunque en Rosario la cuestión de la
municipalización del servicio aparezca en los debates hasta los años 30.
De
todos modos, este autor nos brinda importantes definiciones para comprender
mejor el rol del agua en el modelo de ciudad que (en Europa) emerge de las
falencias evidenciadas por el caos de las ciudades crecidas desmadradamente a
partir de la revolución industrial.
“Water
played a pivotal role in this reconstruction of urban space to produce what we
would recognize as an archetypal modern city with its closely choreographed
intersection between technology, space and society.”[20]
Además de
estos aspectos más bien vinculados a la disposición del servicio de agua en la
ciudad, debemos tener en cuenta la dimensión social del acceso al agua y de las
características específicas de las protestas que le están asociadas. Como
afirma Treviño: “El agua es un bien que tiene un sentido comunal o colectivo por encima
del conjunto de mercancías intercambiables en el mercado, por ello, su
consideración como base esencial para el desarrollo de las actividades humanas
no puede ser vista simplemente como una relación de costo / beneficio. Por otra
parte, el valor social del agua reaparece con sentido propio para los actores
en la medida en que la necesidad frente al recurso adquiere un significado de
carácter social, como un derecho que la propia sociedad establece para que sea
ejercido y del cual, numerosos sectores se sienten excluidos.”[21]
De modo
que analizar las protestas vinculadas al acceso al agua será una indagación,
también, sobre el contexto general de la evolución de los derechos ciudadanos
en esa sociedad, ya que las voces de los reclamantes nos hablará acerca de la
imagen social del agua que esa sociedad ha sabido construir.
“La lucha de los actores en términos del
reconocimiento de su identidad y con ello de su acción, plantea
reivindicaciones de orden democrático en un contexto mas global, lo que lleva
no solamente a cuestionar la infraestructura de los servicios sino los
criterios de las políticas públicas con, las que se aplican los programas de
empresas y autoridades.”[22]
Lo que
nace como protesta de consumidores, adquiere otra dimensión -sostenemos- porque
lo que está en cuestión es justamente el acceso al agua. Lo que en un comienzo
puede tratarse de una impugnación a las pautas con que opera el mercado (en el
hecho de esperar un determinado servicio por el que se ha abonado) cuando en
este servicio está implicado el acceso al agua, la sociedad comienza a debatir
la esencia misma del acceso al agua como derecho y dependiendo de las
circunstancias lo que puede terminar impugnado es la idea basal del capitalismo
(“todo es mercancía“), o la noción de democracia liberal, cuando (como en el
caso que analizamos), la fuerzas de la represión actúan en defensa de los
intereses de la empresa.
“De este modo, la construcción de una acción
colectiva en torno al recurso agua, plantea expectativas socialmente
construidas, las cuales le permiten a los actores relacionarse con el mundo
externo. Las expectativas se transforma así en la parte interactuante del actor
como usuario organizado que busca el reconocimiento de su capacidad jurídica,
económica, material y política para llevar a cabo el desarrollo de sus
proyectos frente a las perspectivas planteadas por las propias autoridades.”[23]
Respecto
a la caracterización de la protesta, nos parece apropiado el esquema realizado
por José E. Castro en el cual se tabulan los distintos tipos de protesta que él
pudo registrar en México a fines del siglo XX: “(…) los instrumentos
empleados para llevar a cabo estas acciones pueden agruparse también en cinco
grandes categorías: demandas, denuncias, movilización y paradas, amenazas de
acción directa, y acciones directas... Las formas más comunes son la demanda y
la denuncia, que involucran diferentes grados de antagonismo. La demanda
normalmente se dirige a las autoridades o a las empresas de agua y saneamiento
locales, por ejemplo para pedir la conexión o la restauración del servicio.
Cuando
el canal de la demanda formal fracasa, los actores frecuentemente recurren al
segundo tipo de instrumento, las denuncias, que pueden ser dirigidas a las
autoridades o a la prensa, y que tienen el objetivo de aumentar la presión y
atraer la atención de la opinión pública para obligar a las autoridades a tomar
una acción. Las denuncias son muy frecuentemente acompañadas por
movilizaciones, paradas, y otras formas de demostración pública pacífica.
Estas
acciones incluyen desde formas de desobediencia civil, tales como el no pago de
las facturas del servicio o de impuestos, hasta acciones más sustantivas como
el bloqueo de rutas, la ocupación de edificios, el secuestro de empleados
municipales o de las empresas de agua y saneamiento o la destrucción de
propiedad (vehículos, infraestructura, etc.).”[24]
De
alguna manera, todo este amplio repertorio de protestas ha sido llevado a cabo
en el caso que hoy nos atañe. Demandas, Denuncias, Movilizaciones, Amenazas y
Acciones Directas (fundamentalmente el no pago de boletas) ya veremos de qué
forma, el conflicto va variando de formato sin descartar ningún elemento del
menú de acciones. Así veremos permanentemente el uso de la presión sobre la
empresa, pero también (y quizás con más énfasis) la exigencia al poder
municipal para que tome cartas en el asunto a favor de los consumidores.
Creemos,
como dice Gandy, que el agua es un “brutal delineador de poder“. Esto nos
indica que el espacio urbano se fue constituyendo a partir de la provisión del
bien desde el centro hacia la periferia. La forma, los tiempos y las condiciones
en que se fue proveyendo de agua a los distintos barrios de la ciudad, nos
permite pensar en una determinada asignación de las posiciones, no solamente en
la geografía de la ciudad, sino también en la jerarquía social de la ciudad, de
acuerdo a las condiciones de vida que se le habilitaban de cada sector social.
De
todos modos, queda claro que la sociedad rosarina del período, a partir de su
elevado estado de movilización y actividad social y política, logró de alguna
manera desafiar esa asignación de lugares y permitió a los habitantes de los
barrios periféricos la posibilidad de protestar ante un delineamiento de poder
que dejaba en evidencia sus flagrantes asimetrías.
El
contexto del conflicto
Si bien
detona y cobra estado público en los años '30, el conflicto se origina años
antes, a partir de una ordenanza promulgada por el Consejo Municipal de
Rosario.
Desde
1928, la situación política en la ciudad de Rosario estuvo marcada por un alto
nivel de conflictividad social. La gran cantidad de huelgas y conflictos,
tuvieron incluso su expresión en lo político institucional, con la elevada
presencia en los cuerpos parlamentarios de miembros de extracción vecinalista,
socialista (en la amplia variedad que ofrecía el socialismo en ese momento) y comunista.
Algunos de estos representantes estaban vinculados más o menos orgánicamente a
algún movimiento sindical, es decir: entendían la acción política como algo más
que sentarse en una banca a "producir legislación", mientras que
otros, que vivían en barrios periféricos llevaban al seno del Consejo
Deliberante los reclamos y demandas de las carencias de infraestructura con que
se vivía en los arrabales. Y como la variable territorial también es
importante, señalemos que hasta el año 1919, el límite norte de la ciudad de
Rosario fue el Arroyo Ludueña. En ese año la Ley Provincial Nº 1970 modificó
este límite hacia el norte. Fruto de ese corrimiento se incorporaron a la
jurisdicción territorial de Rosario (yendo de sur a norte) el barrio Sarmiento
y los pueblos Sorrento y Alberdi, que pasaron a ser parte del ejido urbano de
la ciudad.
Ahora
bien, el origen del conflicto es una ordenanza de 1924. En la misma se
estipulaba una tarifa diferencial para las conexiones domiciliarias de los
barrios Sarmiento y Alberdi. En la ordenanza no se argumentaban las razones por
las cuales estos barrios tendrían que pagar un precio distinto al vigente en la
ciudad de Rosario, a la que pertenecían jurídicamente. En un primer momento,
los vecinos aceptaron la diferencia tarifaria. “Dicho proyecto fue sancionado ante la presión ejercida por la población
de Alberdi, que de cualquier manera y en cualquier forma anhelaba obtener aguas
corrientes.”[25]
En 1931
esta situación cambió. Los vecinos planteaban que no correspondía el cobro de
tarifa diferencial, ya que esos barrios eran parte del ejido urbano de Rosario.
Si bien no siempre fue así (de hecho, en 1931 una fuente favorable a los
vecinos llama a Alberdi y Sarmiento “aquellas poblaciones”) esos barrios se
incorporaron a Rosario en 1919. En ese año de 1924, con la venia de la
administración municipal y la aceptación de los mismos vecinos, la empresa
logra imponer esa tarifa (más cara que en el resto de la ciudad). Pero siete
años después, una serie de protestas por parte de los vecinos, a quienes se
sumaron algunos partidos políticos y algunas entidades de la sociedad civil,
que no estaban identificadas con ningún partido político.
Es
importante señalar que si bien el servicio de provisión de agua en la ciudad de
Rosario estuvo en manos de una empresa privada desde sus comienzos, la
Municipalidad se reservó para sí, (por lo menos en la redacción de los
contratos) la gestión de control de las actividades de las sucesivas compañías
que brindaron el servicio, de modo que el Estado Municipal, va a ser
permanentemente interpelado por ambos contendientes e incluso desde el mismo
Concejo Deliberante, donde una minoría oficialista a menudo no puede neutralizar
los embates de las alianzas opositoras que pedían al ejecutivo más energía en
el control de las concesiones.
Veamos
algunos detalles del acuerdo de 1924. Allí se estipulaban las siguientes
tarifas para los barrios Sarmiento y Alberdi: Alquiler medidor $ 1. Tarifa mínima
(independientemente del consumo) de $
1,99. Ahora bien, si el consumo excedía los 10 m3, se implementaba la
tarifa por consumo, en la cual el m3 tenía un costo de $ 0,22. Dado que el consumo promedio por conexión era de 10m3 de
agua, esto implicaba un gasto de $ 2,20
+ $ 1 por alquiler = $ 3,20. Tengamos en cuenta que en el
resto de la ciudad de Rosario el costo del m3 de agua era de $ 0,149 y no existía el cargo
por alquiler de medidor.[26]
Especial
gravedad tenía el artículo 14 de esta ordenanza por cuanto permitía a la
Compañía “suspender el servicio por falta de pago en todas aquellas casas que
no tengan sus cloacas internas conectadas con la red general”[27]
violentándose de esta forma el contrato original de la compañía firmado en 1882
que obligaba a la compañía a entregar agua permanentemente sin interrupciones,
y algunos decretos municipales que impedían a la compañía cortar conexiones a
los particulares.
Finalmente,
según esta disposición, los particulares se veían obligados a ofrecer a la
compañía un espacio en el interior de su terreno para instalar el medidor,
debiendo franquear el paso a los empleados de la misma “desde la salida hasta
la puesta del sol” pudiendo cortarse el suministro si el consumidor se
resistiera.
En
abril de 1931, bajo la intendencia de Alejandro Carrasco, quien ocupaba el cargo
a partir del golpe del 6 de septiembre de 1930, se crea una Comisión
Investigadora, formada por algunos referentes de la política local, con
distintas pertenencias partidarias y distintas referencias técnicas (dos
abogados y un ingeniero) encargada de “estudiar los contratos y las concesiones
vigentes de las compañías de Obras de Salubridad y Consolidada de Aguas
Corrientes”[28] para
que estudie su funcionamiento y la forma en que se cumplían aquellos contratos.
En el
mes de Junio, dejando en claro de paso su posición respecto a los aspectos
institucionales del país, la Comisión Vecinal del barrio Sarmiento solicita a
Carrasco, “Atentos a las facultades extraordinarias que inviste en estos
momentos de nuestra vida ciudadana” que anule la Ordenanza de 1924, que
habilita el sobreprecio que se paga en Sarmiento y Alberdi. Carrasco no va a
tomar esa medida, aunque, la Comisión Investigadora que él ordenó, se
convertirá en un pilar sobre el cual se apoyará la protesta vecinal.
Estemos
atentos al oportunismo de las vecinales y su cambio de discurso, ubicándose más
allá o más acá de la legalidad, en función de las conveniencias.
El 18
de julio de 1931 las vecinales se dirigen a Fermín Lejarza, (recién asumido
intendente en reemplazo de Carrasco) señalando su rol de “representante del
poder revolucionario con encargo de corregir errores, abusos, torpezas,
negligencias y otras cosas del pasado” y en la misma tesitura, refiriéndose al
año 1924 se dice “cuando la cosa pública importaba menos que la privada y
cuando la coima y el soborno eran modos de vida corrientes y en cierto modo
respetables”[29]
pidiéndole la anulación de la concesión de 1924 proponiendo los siguientes
puntos: a) igualación en las tarifas con el resto de la ciudad, b) abono por
consumo -y no un costo de tarifa fija-, c) anulación del alquiler de medidor y
d) respetar el principio de inviolabilidad de la propiedad, referido a la
colocación del medidor y a las entradas mensuales del empleado que registra el
consumo y e) previa investigación, se propone la rebaja de tarifas
correspondiente tal como lo estipula el contrato de 1882.
Es
decir: la Comisión Vecinal no tenía articulación operativa con ningún partido
político; en función de ello, no asoció su lucha con una reivindicación
“democrática” sino hasta que los gobiernos de facto ignoraron su voz. Hasta
tanto, apelaron a los “poderes de facto” en su carácter de tales y
vilipendiando los gobiernos democráticos anteriores, acusándolos de corruptos,
venales e ineficientes. A medida que avance el conflicto (y quizás por la
participación de algunos partidos políticos) el discurso de las vecinales irá
construyendo una imagen del derecho al agua como otro de los derechos de la
ciudadanía que una democracia debe garantir. A medida que avanza el conflicto y
que los intendentes no actúan en concordancia con los intereses de los vecinos,
los poderes “de facto”, el estado de sitio y la falta de democracia, serán
ahora vituperados y considerados causales de las injusticias infligidas a los
vecinos.
En esos
días de julio y de acuerdo a la estrategia fijada por la Comisión Vecinal,
algunos vecinos dejan de abonar a la empresa el servicio de agua.
Ahora
se pone en marcha la primer acción directa del movimiento que vaya más allá de
las cartas, manifiestos y solicitadas. Comienza a dejar de pagarse la tarifa
del agua. El mes de octubre la protesta va por más, pretendiendo incorporar a
todos los vecinos de Rosario a la acción de huelga de pagos.
“Sin
más trámites fue resuelto iniciar hoy en todos los barrios la campaña contra el
pago de los servicios de aguas corrientes y obras de salubridad, campaña que se
concretará en manifiestos, actos públicos en toda la publicidad que la prensa
general del país de a las resoluciones que la Federación vaya tomando en este
sentido… [Los
vecinalistas] Aguardan poder conseguir
que desde mañana y hasta tanto no se le de la palabra oficial y
correspondiente, ningún vecino pague más el alquiler del medidor ni la tarifa
mínima, pues, afirmarán todos su decisión de pagar solamente el agua que
consuman.”[30]
Y el
diario La Acción lo interpreta de esta manera: “… Y ha
sido a estos hogares (humildes) que durante siete años han estado pagando
siempre lo que no han consumido a quienes la celosa Empresa les cortó el
servicio de agua porque un día dijeron a la misma “basta de sus abusos;
queremos pagar lo que consumimos”.[31]
En
primera instancia, el blanco principal de las críticas será la compañía. En
diciembre, ante los primeros cortes de servicio por parte de la compañía, la
Comisión Vecinal dirige una carta al jefe de policía Lebrero: “La Compañía Consolidada de Aguas Corrientes
del Rosario, una de las pocas que todavía existen en nuestra ciudad acariciando
(…) el concepto cesáreo mongólico y autocrático del derecho.
Todo lo pasado y todo lo que pueda suceder, es
producto del concepto venal y utilitario que impera como eje central de su
vida, en la Compañía Consolidada de Aguas Corrientes.
La compañía se empecina en sitiar por la sed a
nuestras familias.
Es la expresión más perfecta de la soberbia y del
poderío.
La
Compañía de Aguas Corrientes y su hermana de abolengo la de obras de salubridad
-vampiresas legendarias de las más preciosas economías de nuestra ciudad…
Tan
pegadas estaban a las entrañas materiales del mundo cesáreo en que han vivido,
como campeonas máximas durante cincuenta años…”
Y
empiezan a lanzarse referencias al escenario político nacional: “Si sobre alguien debía gravitar con todo su
rigor, era precisamente contra los hombres que dirigen el servicio público de
aguas corrientes, por haberse empecinado torpemente en provocar una situación
angustiosa a estas zonas, de todo punto repugnante a toda conciencia honesta y
honrada.”[32]
En
diciembre de 1931 amparándose en el estado de sitio vigente, y haciendo valer
el odiado artículo 14 de la concesión, la empresa comienza a efectivizar los
cortes con presencia de personal policial. Este hecho terminará de inclinar a
la mayoría de la opinión pública a favor de la causa de los vecinos.
Ante la
inacción del poder político, comienza a abrirse otro frente de conflicto. La
vecinal señala al Estado Municipal como responsable de la prestación, ya que la
empresa es beneficiaria de una delegación temporal de un servicio cuya
titularidad radica en la administración pública, citando la autoridad doctorada
del conocido abogado Rafael Bielsa, quien en sus escritos de derecho público
reivindica el poder de la administración pública como garante de la prestación
de los servicios públicos. Y por primera vez en todo este debate, puede leerse
hasta donde está dispuesto a llegar el movimiento vecinalista en cuanto a las
posibles soluciones a asunto.
“Esa intendencia deberá proceder a restablecer al
servicio ejecutándolo directamente, mediante el apoderamiento de los medios de
explotación de la empresa concesionaria.”[33]
Si bien
esto no es una propuesta de municipalización definitiva, unos pocos años más
adelante, volverá a plantearse la posibilidad de la municipalización de los
servicios de aguas corrientes y cloacas.
Y en
este contexto los vecinalistas cuestionan también el desempeño pasado del poder
municipal, por cuanto no efectuó el debido contralor sobre las finanzas de la
empresa. Ocurre que en el texto original de la concesión de 1882, estaba
contemplada la posibilidad de que las tarifas fueran rebajadas “cuando los
beneficios de la compañía lo permitan”. Pero durante esos 50 años, el contralor
por parte de la municipalidad estuvo ausente, alejando esa posibilidad. La
cuestión tomará otro carácter cuando la Comisión Investigadora produzca un
informe donde se sugiere tal reducción agrega un argumento más a los
reclamantes ¿por qué? Pues porque ahora no solamente pedirá nivelar las tarifas
de Alberdi y Sarmiento “hacia abajo”, sino que además ese nivel de tarifas
general debería bajar aproximadamente un 20% según la sugerencia de la Comisión
Investigadora (los activistas multiplicarán esa diferencia por la larga
cantidad de años).
“El
abandono, la indiferencia, el menosprecio y la estupenda incuria que ha
acusado, en el cumplimiento de elementales funciones, la segunda Municipalidad
de la República, la Municipalidad de Rosario!!”[34]
Y más
duramente el diario La Prensa (de Buenos Aires): “Esa
fiscalización olvidada ha sido, sin duda, la que ha permitido que en los
barrios citados más arriba se produjeran los hechos que son del dominio
público, en que la Compañía de Aguas Corrientes cortó el servicio a todos los
vecinos que se negaban a pagar las tasas que según ellos eran sumamente
elevadas”[35]
Los
vecinos de todos modos, increpan duramente al intendente Lejarza por su
inacción: “Ya que como funcionario no ha querido o no ha podido hacer nada, que si
contempla con tanta benignidad los intereses no siempre honestos de la CCACR,
quiera (…) considerar con no menos benignidad la situación angustiosa en que
han sido colocados centenares de hogares rosarinos privados de agua, por la
Compañía…
En
defensa de los intereses colectivos que le ha tocado representar a modo de
una grande sacada en lotería”.[36]
Lejarza,
quien no era muy favorable al reclamo de las vecinales, tuvo un fácil recurso
para exculparse: la ordenanza no había sido promulgada por él y sólo podría
derogarse cuando se eligiera el nuevo Consejo Deliberante, en fecha cercana,
normalizando de una vez la situación tras la ruptura institucional del Golpe de
Estado de septiembre de 1930 que había interrumpido el funcionamiento
democrático en la nación, la provincia y la ciudad. Con todo, le tocó en suerte
ser Jefe Político cuando la Comisión Investigadora emitió su dictamen el 31 de
diciembre de 1931, desfavorable a la compañía en muchos aspectos. Los más
importantes serán la propuesta de rebaja de tarifas y la formación de una
“comisión de técnicos” que intervenga las finanzas de la compañía para poder
evaluar sus “beneficios”. Aunque respecto a la llamada “Concesión Alberdi“, el
informe afirma que la misma no puede modificarse, hasta que no se derogue
previamente la Ordenanza que la reglamenta. Eso sí, sugiere llevar un control
de lo abonado en concepto de alquiler de medidor, para ser luego acreditado a
favor de los consumidores, que en un nuevo acuerdo deberán abonar iguales
tarifas que el resto del Municipio de Rosario.
Con la
publicación del fallo de la Comisión Investigadora, concluye una etapa del
conflicto. Si bien el informe no era vinculante en el sentido que obligara a la
autoridad política a tomar determinadas medidas, era cierto que la idea había
sido ideada por el mismo poder municipal, que las conclusiones eran terminantes
y en muchos aspectos eran críticas hacia la forma de funcionamiento de la
empresa.
Esto
terminó dando un espaldarazo a la acción de los vecinos, quienes ahora sumaban
a su discurso la opinión de los técnicos nombrados por el poder ejecutivo,
sobre quien pasó a recaer gran parte de la presión política, ya que de ninguna
manera podía actuar en disonancia con una comisión que fue promovida en su
seno, y contando a favor con una opinión generalizada acerca de la función que
le cabe al poder político.
“El
control oficial que debe presidir el desenvolvimiento de todas las actividades
de una empresa de esta naturaleza y que estaba previsto en el contrato no se
llevó a efecto en ningún momento”[37]
Cuando
se efectivizaron los cortes de agua, se generó una gran reacción en la opinión
pública, que con distintos matices, consideró la medida como excesiva.
Además
de que el agua potable se consideraba un “servicio de indispensable necesidad
pública” se hace especialmente sustancial el reclamo, ya que una ordenanza de
1919 prohibía “la excavación de pozos
y el uso de los existentes para la provisión de agua potable en las fincas a
cuyo frente pasen las cañerías de aguas corrientes, permitiéndose únicamente
para el uso industrial.”[38]
De modo
que, al estar vedado el recurso al autoabastecimiento por medio de pozos, el
corte del servicio brindaba una figura principal a los vecinalistas: será la
acusación de “sitiar por la sed” a la población. En esta fase del conflicto, de
la cual presentaremos algunos testimonios, podrá comprenderse más cabalmente
hasta qué punto el agua potable era considerado un derecho consolidado
socialmente, que podía incluso sobreponerse al derecho a la propiedad y al de
la empresa.
“La
Compañía de Aguas Corrientes ha obrado con precipitación y con abuso de su
derecho al cortar las conexiones con las fincas pertenecientes a los deudores
morosos, porque antes de su interés particular están la higiene y la salud
pública de los vecindarios afectados por la medida
No se
trata de discutirle su derecho a percibir las cuotas que se le adeudan por el
servicio prestado, sino de confrontar el derecho a suspender el servicio con
las necesidades generales y ver cuál de los dos debe preponderar.”[39]
En
ningún momento se impugna el carácter comercial del servicio de provisión de
agua; lo que es criticado fuertemente es la instancia de corte de servicio sin
importar las razones (ya que tampoco nadie discute que los usuarios han quedado
como deudores ante la compañía).
El
procedimiento de corte de agua lleva las cosas a un límite que no debió
traspasarse. Porque está instalada la idea de que: “La
distribución del agua sale del límite del comercio habitual, puesto que
comprende el goce de un beneficio indispensable. A nadie se le ocurrirá que es
posible privar del agua a un grupo de habitantes.”[40]
“Cuando
se trata de servicios de la naturaleza del comprometido en esta cuestión, no es
admisible que la compañía pueda suspenderlos de un momento a otro por una
discrepancia con sus clientes a propósito del monto de la deuda.
No es
admisible (…) ni siquiera en el supuesto caso de que la compañía tuviera razón,
que se deje sin agua a dos barriadas obreras en las cuales hay enfermos, niños
y mujeres.”[41]
Y como
veíamos en algunos de los textos metodológicos, cualquier problema generado en
la provisión de agua, adquiere prontamente características distintas a otros
conflictos que aparentan ser similares (sobre todo si nos referimos a
conflictos de consumidores). “El asunto se convierte en un problema de orden
social que exige la intervención del Estado a fin de prevenir sus posibles y
perniciosas derivaciones”[42]
El
vicepresidente de la Federación de Vecinales dirá en una nota en el diario Democracia:
“Vicepresidente de la FED. De
vecinales Ernesto Schmidt
En
este artículo (el 14 de la ordenanza) se ha
basado la compañía para privar del agua a un centenar de familias, en pleno
verano. Esto no solo representa una extorsión al margen del derecho, sino que
es un crimen -es someter al deudor por la sed…”[43]
Finalmente,
la legislación de Santa Fe nos ofrecerá un importante ejemplo de la forma en
que el derecho al agua ha ganado su espacio en las legislaciones del mundo.
Una
vieja Ley Provincial santafesina de 1920, prohibía el embargo de ciertos bienes
de las personas (muebles, animales de trabajo, ropas, alimentos, etc.) como
herramienta para resolver pleitos comerciales, en este contexto
inteligentemente, el vicepresidente de la Federación de Vecinales de Rosario,
entidad fundada casi sobre la crisis del agua que estamos historiando, se pregunta
lo obvio: “¿qué es el agua, sino el primer alimento del organismo. ¡Con qué
derecho y con qué facultad se le priva a cientos de hogares del agua, líquido
bendito que le regala un anchuroso río…
Debe
restablecerse el servicio, así lo manda el derecho a la vida, imposible de
desconocer…”
La mera
posibilidad de “embargar el agua” no estaba contemplada. No fue enunciada en un
texto que no escatimó en detalles. Y atención: tengamos en cuenta que el agua
era, desde hacía tiempo un bien objeto de transacciones comerciales, pero no ha
sido contemplado en esta ley anti-embargo.
Conclusiones
En la década de 1930, una serie
de derechos fueron puestos en cuestión en la Argentina. En Rosario, específicamente
algunos barrios de la zona norte, fueron afectados por el corte del servicio de
agua corriente por parte de la empresa concesionaria como una represalia ante
una medida de protesta consistente en el no-pago de las facturas
correspondientes. Esta acción de los vecinos se debía a las tarifas
diferenciales que padecían con relación al resto de la ciudad.
Se ha intentado describir la
dinámica de la primera fase del conflicto, en la cual los vecinos comienzan la
acción directa y la campaña de difusión, y las primeras repercusiones del
dictamen de la Comisión Investigadora nombrada por el Intendente Alejandro
Carrasco.
Las acciones de protesta fueron
variadas, y tuvieron como destinatarios principales a la Compañía y la
Municipalidad, aunque ese es un aspecto que no hemos desarrollado en esta
oportunidad, resultará de gran utilidad comparar estas protestas con algunas
que se han dado en épocas recientes vinculadas al derecho al agua, para poder
incorporar este capítulo rosarino a la historia de las luchas por el agua en
nuestro país.
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Recibido:
30/06/2016
Evaluado:
28/07/2016
Versión
final: 17/08/2016
(*) Licenciado en Historia. Centro de Estudios de Latinoamérica Contemporánea (Universidad Nacional de Rosario). Adscripto Cátedra Espacio y Sociedad (Escuela de Historia. UNR). E-mail: pablosuarezdg@gmail.com
[1] De hecho, desde el 28 de julio de 2010, la ONU declaró que el derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos.
[2] CASTRO, José Esteban “Water, power and citizenship. Social struggle in the basin of Mexico”. Houndmills, Basingsdtoke y Nueva York, 2005. p. 1.
[3] AMARO, J. “El agua de consumo en el Rosario del siglo pasado”. en Revista de historia de Rosario. Año VI - Nº 15-16. 1967.
[4] ALVAREZ Juan. Historia de Rosario, UNL, Rosario, 1943. PLA, Alberto J. (dir.) Rosario en la historia (de 1930 a nuestros días) UNR editor, Rosario, 2000.
[5] LANCIOTTI, Norma. La
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[6] LANCIOTTI, N. La evolución económica… op. cit..
[7] Ídem.
[8] SUAREZ CORTEZ, Blanca Estela. Historia de los usos del agua en México. Oligarquías empresas y ayuntamientos (1840-1940), Conagua, 1998. p. 199.
[9] LANCIOTTI, N. La evolución económica..., op. cit., p. 20.
[10] SUAREZ CORTEZ, B. Historia…, op. cit., p. 184.
[11] FERREIRA DA SILVA, Á.; CARDOSO DE MATOS, A “Networked City: Managing Power and Water Utilities in Portugal, 1850s-1920s”. en Business and Economic History On line Vol 2, 2004 p. 4.
[12] AMARO, J. “El agua de consumo…”. op. cit., p. 53.
[13] CASTRO, José Esteban, KLOSTER, Karina y TORREGROSA María Luisa. “Ciudadanía y gobernabilidad en México: el caso de la conflictividad y la participación social en torno a la gestión del agua”. En BLANCA JIMÉNEZ y LUIS MARÍN (Eds). El agua en México vista desde la academia. Academia Mexicana de Ciencias. 2004, p. 3.
[14] Idem, p. 2.
[15] GANDY, Matthew. “Landscapes of disaster: water, modernity and urban fragmentación in Mumbai”. En: Environment and Planning A 2008, Vol. 40, pp. 108-130.
[16] BERTONI, Juan Carlos. “Tenemos un modelo de gestión del agua del siglo XIX”. en Hydria Nº 22, 2005.
[17] CARRASCO, Gabriel Los progresos demográficos y sanitarios de la ciudad del Rosario de Santa Fé (República Argentina) 1887-1906. Benéfica influencia de las obras de salubridad. Buenos Aires, Compañía sud-americana de billetes de banco, 1907, p. 11.
[18] Ibidem
[19] GANDY, Matthew. “Rethinking urban metabolism: Water, space and the modern city “. City, Vol. 8, Nº. 3, December 2004 p. 365.
[20] Idem, p. 366.
[21] TREVIÑO Ana Helena. El agua, ¿servicio urbano o bien colectivo? Ponencia XXII Congreso de la asociación latinoamericana de sociología ALAS ¿Hacia donde va América Latina? Universidad de Concepción, Concepción - Chile, del 12 al 18 de Octubre de 1999.
[22] Idem, p. 3.
[23] Idem, p. 10.
[24] CASTRO, J. E., KLOSTER, K. y TORREGROSA M. L. “Ciudadanía y gobernabilidad…”, op. cit., p. 347.
[25] COMISION VECINAL ALBERDI Y SORRENTO (CVAS). Informe. Rosario, 1932.
[26] Como otros precios de referencia, ofrecemos los siguientes: un alquiler en la zona de Rosario más cercana al barrio Sarmiento era de $ 50 y el precio de un litro de leche $ 0,20. De tal forma que los vecinos pagaban por agua, el equivalente al 6% del valor del alquiler o el valor de 15 litros de leche. Si tomamos las estadísticas de José Panettieri, los egresos de los trabajadores en 1929 se dividían de la siguiente manera: un 51% en alimentos, un 20% en alquiler y un 29% en otros gastos. En ese 29% debemos incluir que para las estadísticas que manejamos, un 6% lo absorbía el consumo de agua corriente.
[27] CVAS. Informe. Rosario, 1932. Esta publicación nos permite ver el impacto que tuvo el suceso en la prensa nacional. A continuación, las citas de los periódicos, será por esa referencia, salvo que se indique lo contrario.
[28] Ibidem,
[29] Idem, p. 42.
[30] La Acción, Rosario, 11/10/1931.
[31] La Acción, Rosario, 11/10/1931.
[32] Carta de la Comisión Vecinal a la Comisión Investigadora. CVAS. Informe, op. cit., p. 42.
[33] Carta de la Comisión Vecinal al Intendente Lejarza, Idem, p. 49.
[34] La Acción, Rosario, 10/02/1932.
[35] Reproducido en: La Acción, Rosario, 10/01/1932.
[36] Carta de la Vecinal al intendente Lejarza (02/02/1932). CVAS. Informe, op. cit., Resaltado mío PS.
[37] La Prensa, Buenos Aires, 10/01/1932.
[38] CVAS, Informe, op. cit., p. 48.
[39] La Prensa, Buenos Aires, 30/12/1931.
[40] La Nación, Buenos Aires, 20/12/1931.
[41] Noticias gráficas, Buenos Aires, 19/12/1931.
[42] La Nación, Buenos Aires, 15/12/1931.
[43] Democracia, Rosario, 14/01/1931.