El ciclo de las dictaduras
del Cono Sur: los casos de Argentina,
Chile y Brasil. Estrategias
de abordaje para el aula
Mariana
Ponisio[1]
(UNR;
mariana-ponisio@hotmail.com)
Introducción
El
trabajo tiene por objeto presentar una serie de estrategias y herramientas
didácticas que posibilitan el abordaje de los procesos dictatoriales que se
desarrollaron en el Cono Sur entre las décadas de 1960 y 1990 tomando los casos
de Argentina, Chile y Brasil. Para
ello, sistematiza bibliografía actualizada sobre la temática y en ese sentido constituye
una propuesta de actualización docente para el trabajo en el aula. El interés
por profundizar en esta temática reside en una serie de consideraciones que
responden, en primera instancia, a la necesidad de replantear el uso de los
recortes espaciales, las temporalidades y algunos conceptos de gran valor
explicativo a la hora de transmitir saber y construir conocimiento sobre las
experiencias dictatoriales del Cono Sur, entre ellas la argentina. El replanteo
sobre la enseñanza de la Historia latinoamericana, en particular por la
periodización seleccionada, obedece a la necesidad de enriquecer y complejizar
la transmisión de conocimiento centrada en la historia nacional y europea. Generalmente,
el relato de la historia nacional se asocia a los procesos originados en Europa
y Estados Unidos y excluye a Latinoamérica de nuestro repertorio de identidad,
ocultando la multiplicidad de experiencias particulares
así como las características compartidas por las sociedades latinoamericanas.
Este
interés se sustenta en la convicción de que la comprensión de nuestra historia
más cercana y nuestro presente exigen un conocimiento profundo de los procesos
sociopolíticos que calaron profundamente en América Latina. En los inicios del
siglo XXI el presente latinoamericano se ha convertido en objeto de análisis.
Los nuevos gobiernos que han emergido en el subcontinente después de la gran
crisis de las experiencias neoliberales de los años noventa, las nuevas formas
de resistencia social y la expansión de los proyectos de integración regional
han estimulado múltiples interpretaciones que intentan comprender a estas
nuevas realidades. «Socialismo del siglo XXI», «Neodesarrollismo»,
«Neoextractivismo», son algunos de los conceptos que
se aplican a la hora de analizar la actualidad latinoamericana. En el mismo
sentido, también se ha vuelto la mirada hacia las nuevas formas de intervención
que los Estados Unidos aplican a través de su política imperialista. Lo cierto
es que nuestros intereses presentes y nuestras inquietudes, en tanto actores y
sujetos de estos procesos en marcha, han provocado la revitalización de un
conjunto de problemáticas latinoamericanas que anclan en nuestro pasado
reciente.
Ahora
bien ¿Qué entendemos por América Latina? Siguiendo los planteos de Bohoslavsky[2],
estamos ante un espacio caracterizado por sus multiplicidades regionales y
diversidades culturales que puede ser comprendido también en tanto unidad que
se piensa no como espacio geográfico definido sino como una comunidad que solo
puede entenderse en su construcción identitaria respecto de aquello que es la
América no latina. En este sentido, la identidad de lo latinoamericano y su
historia serán abordadas desde su no ser. No ser Europa, no ser Estados Unidos,
configurándose de esta manera como un espacio plagado de complejidades en su
estudio. Siguiendo estos planteos, el repensar el tratamiento y las
interpretaciones que predominan sobre la Historia de América Latina en las currículas implica, como sostiene Cibotti,
«dejar de concebir al desarrollo
histórico latinoamericano como un apéndice del de Europa»[3]
para empezar a pensar a la Historia latinoamericana no solo en relación con los
procesos que se desarrollan en los países capitalistas/potencias.
Llegados
a este punto, es necesario resolver el primer problema que se presenta a la
hora de privilegiar la visión desde América Latina. Las categorías de análisis
y las periodizaciones que predominan en la construcción histórica responden a una
mirada europeocéntrica del mundo y por lo tanto
resultan inviables o de poca utilidad teórica a la hora de pensar la dimensión
histórica de latinoamérica. En este sentido, el
término Cono Sur es de gran utilidad para delimitar, al interior de América Latina,
el espacio en el que se desarrolló el ciclo de procesos dictatoriales que caracterizó
a los años sesenta. Por su parte, Atilio Borón ha
acuñado el concepto de «dictadura de
nuevo tipo»[4] para
pensar las novedosas experiencias dictatoriales que ya nada tenían en común con
las dictaduras tradicionales, al mismo tiempo que se diferenciaban de las
experiencias del fascismo europeo. Por todo ello, es necesario reconocer que
América Latina tiene una temporalidad propia y en este sentido, se hace
explícita la importancia de la construcción de una periodización. La dictadura
brasilera instaurada en 1964 que viene a inaugurar la marea de sistemas
políticos autoritarios implantados en el Cono Sur y la dictadura pinochetista
en Chile que cierra este ciclo de autoritarismos en 1990, marcarán el recorte
seleccionado que permitirá aprehender el tiempo histórico y posibilitará encontrar
una unidad de sentido.
Vale
recordar que esta temporalidad no será pensada en sentido unívoco,
contrariamente el gran objetivo residirá en poder abordarla desde su densidad
histórica, con todas las singularidades que ello conlleva. En este sentido, se
vuelven prioritarias las tareas de deconstrucción de las interpretaciones homogeneizantes y de revalorización de la noción de
contingencia. Al respecto, el desafío que en tanto docentes se nos presenta
gira en torno al problema de cómo transmitir la noción de complejidad de un
mundo conformado por una multiplicidad de experiencias particulares que al
mismo tiempo están insertas en una red de procesos de carácter más estructural.
Lo planteado hasta aquí no pretende desestimar la utilidad de los tiempos
largos, sino contrariamente, tiene la intención de evitar explicaciones
simplistas que impiden la comprensión de nuestra realidad nacional en
articulación con las experiencias de otros países latinoamericanos. Siguiendo
este enfoque, se apuesta por la transmisión del saber y la construcción del
conocimiento que privilegien su visión desde y no sobre América latina. Para
ello, una mejor aprehensión de la realidad latinoamericana será posible a
través de la combinación de categorías de análisis clave con el abordaje
empírico de los casos. En este sentido, historiar el proceso y los casos
nacionales permitirá dar cuenta de la pluralidad y la diversidad que
caracteriza a las sociedades latinoamericanas, como así también, enseñar la
diferencia entre conceptos y hechos históricos. Tomando en cuenta que no es
fácil abordar didácticamente la diversidad como realidad histórica, se
recurrirá a la perspectiva comparada entendida no solo como estrategia
pedagógica que resulta de gran utilidad a la hora de comprender el devenir de
los procesos y sus anclajes particulares sino también como herramienta problematizadora para pensarnos desde América Latina.
Pensar
el ciclo de las dictaduras del Cono Sur (1964-1990)
La
comprensión de las dictaduras del Cono Sur como parte de un ciclo histórico
requiere, en primera instancia, un abordaje estructural del proceso. Para poder
pensar las diferentes experiencias dictatoriales en la larga duración y
rastrear características que las identificaron se plantearán a continuación una
serie de elementos comunes que definieron a los procesos dictatoriales y se
profundizará sobre el concepto de dictadura.
A
la hora de hablar de dictaduras es necesario precisar que entendemos por ellas.
Sistemas dictatoriales existen desde hace siglos en la historia pero estas
dictaduras que vamos a analizar tienen una serie de características propias que
las distinguen de las «dictaduras
tradicionales»[5]. De
ahora en más, la utilización del término dictadura va a referir a lo que Atilio Borón
denomina «dictaduras militares de nuevo
tipo». Estas dictaduras responden a complejos procesos económicos,
políticos, sociales e ideológicos que pueden enmarcarse dentro de un límite
temporal y espacial: se desarrollaron en el Cono Sur, sobre todo a partir de
los años 70’, en un contexto de reformulación del funcionamiento del sistema
capitalista. En este sentido, deben interpretarse como parte un ciclo histórico
de carácter regional ya que compartieron una serie de características comunes,
sin olvidar que también tuvieron rasgos particulares que fueron los que le
otorgaron identidad a cada una de ellas y posteriormente condicionaron los
procesos de transición a la democracia política. Como sostiene Waldo Ansaldi[6],
las dictaduras sudamericanas deben ser comprendidas al igual que las matriuskas. La matriuska es una
popular muñeca rusa caracterizada por el hecho de ser no una sino varias, ya
que dentro de cada muñeca se encuentra una más pequeña. Al desplegarlas sobre
una mesa todas las muñecas se aprecian similares en diseño y colores: varían
tan solo sus dimensiones físicas. Como las matriuskas,
las dictaduras que se instauraron en los países del Cono Sur (en las décadas de
1960 y 1970 y se prolongaron hasta fines de 1980) son similares en su aspecto pero diferentes en su duración y también en sus
contenidos. Aunque, si bien pueden verse como unidades independientes, a la
hora de su comprensión es necesario explicarlas como conjunto. Siguiendo este
planteo, las dictaduras de nuevo tipo tienen una serie de rasgos comunes que
las definen como tales:
Se desarrollaron en un
contexto de reestructuración capitalista.
Atilio Borón sostiene que las dictaduras del Cono Sur se
desarrollaron durante una fase precisa de la evolución del sistema capitalista.
A partir del último cuarto del siglo XX el imperialismo se reformuló, se
reactualizó y comenzó a funcionar de un modo diferente al planteado por Lenin
en su opúsculo “El imperialismo. Fase superior del capitalismo”. Las economías
capitalistas centrales que antes obtenían sus ganancias a través del comercio
exterior y de la producción exportable comenzaron a establecer subsidiarias en
todo el mundo y empezaron a obtener superganancias a través de la producción
dentro de los propios mercados de la periferia, experimentándose así un cambio
en la modalidad de acumulación. Estos cambios repercutieron profundamente en
las economías latinoamericanas ya que implicaron la reorganización del sistema
capitalista en la periferia.
Se
abrió un ciclo caracterizado por la llegada masiva de capitales transnacionales
que comenzaron a instalarse en los países de Latinoamérica estableciendo
alianzas con las burguesías nacionales, que ya habían abandonado el intento de
imponer un proyecto nacional de desarrollo. De esta manera, quedó constituido
un nuevo bloque dominante: la gran burguesía monopólica transnacional que
impuso su hegemonía controló el núcleo dinámico de la economía y las burguesías
nacionales que se convirtieron en sus subordinadas actuaron como representantes
de sus intereses y garantizaron la viabilidad
política de la dominación imperialista. Pero garantizar la viabilidad política,
en un contexto de activación de la movilización política y social de los
sectores populares que luchaban por imponer proyectos alternativos, solo fue
posible a través de la instauración de regímenes dictatoriales. La burguesía no
fue capaz de resolver la lucha de clases a través de los mecanismos e
instituciones democráticas y por ello la institución militar se convirtió en la
alternativa más apropiada para la conservación del orden social, asegurando al
nuevo bloque de poder la dominación política sobre el conjunto de la sociedad.
Experimentaron la
militarización del Estado.
Ante el
ascenso de la movilización política y social que experimentó la sociedad en los
años sesenta los sectores burgueses vieron peligrar sus intereses y comenzaron a poner en cuestión el funcionamiento de
la democracia ya que consideraban a esta la generadora de los vicios que afectaban
al sistema político. Ante este diagnóstico, las F.F.A.A. se plantearon como las
encargadas de limpiar y sanear los excesos producidos por el sistema
democrático y se presentaron como la alternativa que podía poner «orden frente
al caos» para luego volver a la senda de la vida democrática depurada de los
vicios. Se produjo entonces la succión del Estado por parte de las FF.AA y fue la propia institución castrense la que ocupó
militarmente los aparatos del Estado. De esta manera, el «estado militar» permitió
refundar la supremacía burguesa en un contexto de lucha de clases e incapacidad
para resolver la crisis a través de la vía democrática.
Persiguieron la
institucionalización del régimen.
Debido a
que carecían de legitimidad de origen, las dictaduras militares desarrollaron
procesos de institucionalización que tuvieron como propósito dotar de legalidad
a los regímenes. Para ello, hicieron uso de la aprobación de decretos,
resoluciones y actos institucionales que fueron siendo pautados en el tiempo a
través de cronogramas y justificados muchas veces por la lucha «antisubersiva». En este sentido, las dictaduras de nuevo
tipo no fueron fenómenos personalizados sino implicaron la configuración de una
nueva forma de Estado y legalidad a través de la creación de nuevos órganos
políticos, militares y administrativos y de la destrucción de las viejas formas
sujetas a derecho, dando lugar a nuevos regímenes político estatales.
Su sostén ideológico fue la
D.S.N. En
esta búsqueda de legitimación, las dictaduras institucionales de las FF.AA hallaron fundamento ideológico en la Doctrina de la
Seguridad Nacional (DSN). Esta ideología que sustentó a los regímenes
dictatoriales fue elaborada en un contexto histórico muy particular: los años
de la Guerra fría entre el bloque capitalista liderado por Estados Unidos y el
grupo de países socialistas encabezados por la ex Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas y su área de influencia. En esta división América latina
había quedado bajo la influencia de Estados Unidos, potencia que intentaba
contener el avance del comunismo frenando y aplastando cualquier proyecto
alternativo de cambio social.
Con
la Revolución social experimentada en Cuba en 1959 los temores se habían
exasperado y en ese contexto fue elaborada la DSN. Esta doctrina sostuvo que
las guerras ideológicas ahora se disputaban al interior de las fronteras
nacionales. Orientada hacia el logro de la «pacificación interior», planteaba
la eliminación de todo elemento disidente o alternativo que se enfrentara al
orden establecido y para ello estableció la aplicación de métodos y
procedimientos no convencionales con el objeto de terminar con la «subversión».
La Escuela de las Américas fue la institución que se ocupó de instruir en la
guerra antisubversiva a los oficiales de los ejércitos latinoamericanos. Estos fueron instruidos en la técnica
de desaparición de personas y en el accionar de los escuadrones de la muerte,
procedimientos que habían sido inventados por los militares franceses en la guerra
colonial de Argelia.
Se
caracterizaron por el ejercicio del terror. El ejercicio del terror
debe comprenderse como la represión llevaba a cabo por el «Estado militarizado»
sobre la sociedad civil. Por represión se entiende «la implementación de un conjunto de mecanismos coactivos por parte del
estado (cualquiera sea su contenido de clase), sus aparatos o agentes
vinculados a él para eliminar o debilitar la acción disruptiva de diversos
actores sociales y políticos»[7].
Ello no debe hacernos caer en la idea del ejercicio indiscriminado del terror
por parte del Estado sobre el conjunto de toda la sociedad sino debe hacernos
pensar que el ejercicio de la violencia estatal y paraestatal fue selectivo y
estuvo dirigido hacia determinados sectores de la sociedad. Estudios recientes
han comenzado a analizar las estrategias represivas implementadas a diferentes
actores y en distintos contextos regionales y proponen una mirada más compleja
sobre los procesos represivos del Cono Sur. En el caso argentino, ello ha
permitido complejizar las miradas que tradicionalmente estaban centradas en la
característica distintiva de la última dictadura militar: la desaparición de
personas.
Si bien las estrategias represivas
no se ejercieron del mismo modo ni a la misma escala en los países analizados,
y al mismo tiempo experimentaron variaciones locales y regionales, hubo un plan
común que coordinó acciones represivas en todo el Cono Sur. La Operación Cóndor
fue un plan secreto diseñado por las
cúpulas de los regímenes dictatoriales y
la CIA para llevar adelante el ejercicio del terror. A través de este plan, se produjo el seguimiento, la persecución, la detención, los
interrogatorios, la tortura, los traslados entre países y el asesinato y desaparición de las
personas consideradas por dichos regímenes como “subversivas” del orden instaurado.
Tuvieron apoyo y consenso
social. A la hora de comprender las
dictaduras se deben dejar de lado las explicaciones dicotómicas que enfrentan
regímenes militares / oposición para empezar a pensar las complejas relaciones
que se establecieron entre las sociedades y estos regímenes. Se debe romper con
la idea de una extendida pasividad social así como
también con la representación que se tiene de la represión y el terror como
única clave explicativa del proceso ya que, junto al despliegue de los
mecanismos de coerción estatal y paraestatal, también hay que preguntarse por
los apoyos al régimen y las actitudes sociales.
Es
un hecho el apoyo de las burguesías y los sectores medios
pero también es necesario comprender el comportamiento de la mayor parte de la
población y pensar cómo se comportaba la gente durante la dictadura, cómo
transcurría la vida cotidiana y desmitificar visiones simplistas rescatando la
diversidad de actitudes sociales. Hay que tomar en cuenta la cuestión del
consenso subyacente para poder comprender históricamente los diversos grados de
colaboración, consentimiento, aprobación, conformidad o no oposición de la
“gente corriente”[8]
(personas no necesariamente vinculadas a la militancia política-social).
Actitudes que muchas veces se presentaron ambiguas, ya que no supusieron la
colaboración con el régimen pero tampoco representaron
oposición o resistencia activa generando conductas contradictorias. Este
aspecto de las dictaduras representa un campo de conocimiento de reciente
construcción y hoy se presenta como un terreno fértil para los investigadores
que han comenzado a indagar en los diversos grados de compromiso que vincularon
a las sociedades con los regímenes dictatoriales.
Sugerencias
para trabajar en el aula
A
la hora de transmitir saber es fundamental seleccionar cuáles son los conceptos
que se quieren trabajar para poder encauzar la construcción del conocimiento.
El relato de los hechos históricos debe estar mediado por la utilización de las
categorías de análisis que son las que permiten su abordaje. De lo contrario,
el docente quedaría ceñido a la mera descripción de sucesos y acontecimientos
que nada dicen si no son analizados y explicados a través los constructos
teóricos que posibilitan su inteligibilidad. En este sentido, para poder
trabajar la articulación entre conceptos y hechos históricos se sugiere delimitar
el recorte espacio temporal, argumentando la periodización seleccionada y
anticipando los contenidos que se van a abordar. En un segundo momento, se
propone la lectura dirigida y el análisis del apartado Pensar el ciclo de las
dictaduras del Cono Sur (1964-1990) para luego poder realizar una elaboración
de la definición de «dictadura de nuevo
tipo» y posteriormente una red conceptual que de cuenta de los rasgos
comunes que caracterizan al ciclo de dictaduras del Cono Sur sistematizando los
contenidos del texto.
Lo
singular, lo propio, la identidad.
El
abordaje de casos: Argentina, Chile y Brasil
Si
bien las dictaduras del Cono Sur pueden ser pensadas a partir de los rasgos que
las identifican, es necesario otorgarle anclaje histórico. En este sentido, se
recurrirá al abordaje de los casos nacionales para poder analizar las
diferencias respecto a su duración y sus contenidos y de esta manera,
posibilitar la comprensión de las singularidades que dieron identidad a cada
uno de ellos. A los efectos del caso, se analizaran
tres dictaduras: las establecidas en Argentina (1976-1983), Chile (1973-1990) y
Brasil (1964-1985). A continuación, se hará una caracterización de cada
experiencia y se presentarán un conjunto de recursos didácticos que contribuyen
al abordaje del análisis de casos en el aula. Se privilegiará el desarrollo del
caso argentino poniéndolo en relación con los procesos brasilero y chileno y se
propondrán algunos ejes comunes que serán útiles para realizar el ejercicio
comparativo y el abordaje problemático de los procesos.
Argentina
Si
reparamos en el tratamiento de la historia nacional, la necesidad de pensar el
caso argentino en esta escala regional tiene también por objeto dotar de una
nueva temporalidad al tratamiento de la última dictadura militar que ya no se
piensa a partir de un corte establecido en 1976 sino que se interpreta como
parte de un continuum que busca su genealogía en el tiempo precedente,
estableciendo fuertes articulaciones con el período de retorno del peronismo al
poder como así también con los gobiernos militares del período 1966-1973.
Tomando en cuenta los últimos avances en investigación se propone una revisión
del concepto «Terrorismo de Estado», categoría analítica utilizada para
explicar la historia argentina del período 1976-1983. A juicio de Gabriela
Águila[9],
esa noción remite a la idea de un Estado que se caracteriza por el ejercicio
indiscriminado del terror a través de prácticas clandestinas sobre el conjunto
de una sociedad víctima e indiferenciada, concepción que contribuye a
invisibilizar el carácter selectivo de la represión, la variedad de
dispositivos represivos así como también los comportamientos y actitudes
sociales de consentimiento hacia el régimen militar y sus estrategias. La
autora también sostiene que es necesario enmarcar el tratamiento de la
«violencia política» en el contexto específico en el que esta se inscribió,
atendiendo a sus características particulares, los modos de ejercicio, sus
efectos, al mismo tiempo que debe diferenciarse violencia insurgente o
revolucionaria de represión. En este sentido, una utilización más rigurosa de
los términos «violencia política» y «represión» ayudaran a comprender mejor y a
diferenciar las experiencias contenidas en el período de la historia argentina
1966-1983.
La
Revolución Argentina (1966-1973), representó una experiencia dictatorial que
introdujo nuevos elementos, diferenciándose claramente de las previas
dictaduras militares instauradas en nuestro país. Esta vez, la intervención de
las FF.AA no fue planteada como transitoria y su
objetivo central fue la reorganización económica, encargada a un conjunto de
funcionarios de sólida formación técnica que estaban vinculados con los
intereses de los capitales extranjeros. La despolitización de las cuestiones
económicas y sociales, ahora sometidas a los criterios “neutrales” de los
“tecnócratas”, significó el cierre de los canales institucionales de representación
de la sociedad. Ante tal grado de autoritarismo, diferentes sectores de la
sociedad que ya no podían vehiculizar sus demandas en la arena política,
comenzaron a movilizarse dando inicio a un proceso de activación de la lucha
social y política. Los conflictos ahora quedaban expresos en la radicalización
de la violencia que experimentaba la sociedad. El desarrollo de la resistencia
social trajo aparejada la reorganización del sindicalismo y las agrupaciones
políticas de izquierda e hizo explícita la defensa de proyectos sociales
alternativos. Las reformulaciones en el campo político y social deben ser
comprendidas en el contexto americano ya que, en 1959 Cuba había vivido una
Revolución social y frente a ella no solo se había reformulado la izquierda
latinoamericana sino también los sectores de derecha. Estados Unidos lanzaba a
comienzos de los años sesenta una serie de políticas modernizadoras para el
agro latinoamericano que se enmarcaban en el programa de la ALPRO y poco tiempo
después decidía expandir y profundizar la DSN en toda América latina,
traduciéndose para el caso argentino en un aumento de la represión por parte
del estado.
La
activación de la lucha política y social que fue in crescendo a lo largo de los años sesenta y llegó a su punto más
álgido en el 69` logrando desestabilizar al régimen y levantar la proscripción
del peronismo en 1973. Sin embargo, el período 1973-76` estuvo marcado por las
complejidades y contradicciones de la sociedad argentina que no pudieron ser
digeridas por el tercer gobierno peronista. En este sentido, la etapa del
retorno del peronismo a la vida política argentina hoy está sometida a
revisión. Se observa la continuidad de un espiral de violencia política que no
logró vehiculizarse a través de los canales representativos y siguió su
escalada ascendente. Pero, significativamente, se analiza el surgimiento y la
experimentación de la puesta en práctica de una serie de estrategias y métodos
clandestinos para ejercer la represión, que posteriormente darán identidad a la
dictadura del 76`. Los últimos avances en investigación inscriben a la última
dictadura militar en esta temporalidad y la piensan como un continuum de
procesos abiertos en las etapas previas, sobre todo si atendemos al surgimiento
de las prácticas clandestinas de persecución y detención de personas que
cimentaron durante el período de gobierno constitucional de María Estela
Martínez de Perón. En este sentido, se busca reconocer el anclaje previo de las
características que le otorgaron especificidad a la etapa 1976-1983: la brutal
represión ejercida por el Estado caracterizada por la implementación de un plan
sistemático de desaparición de personas. Al mismo tiempo que, se pretende
incorporar el análisis de los consensos y actitudes sociales frente al régimen
para empezar a pensar otras estrategias desplegadas por el Estado frente a los
sectores de la sociedad que no eran objeto de ese accionar represivo coordinado
dirigido y selectivo.
Propuesta para trabajar la
Revolución Argentina (1966-1973)
A
partir de la estrategia didáctica conocida como «representatividad del caso» se
plantea el análisis de un conjunto de imágenes y un manifiesto elaborado por la
experiencia estético política Tucumán Arde. Esta experiencia se desarrolló en
1968 en la ciudad de Rosario y reunía a un grupo de artistas e intelectuales
locales preocupados por su presente, en especial, por las consecuencias
sociales que implicaba la reorganización económica del Onganiato.
La provincia de Tucumán se constituyó en su objeto de análisis y de denuncia,
ya que fue utilizada como laboratorio para la aplicación de una serie de políticas
económicas modernizadoras que habían sido elaboradas por los tecnócratas. Los
objetivos que se persiguen a través de esta propuesta apuntan al análisis de
las políticas económicas aplicadas durante el Onganiato,
la detección de la situación del Movimiento obrero atendiendo a las divisiones
en la organización sindical, la visibilización de los efectos sociales de las
políticas económicas implementadas, la comprensión del proceso de activación
social que desembocó en las experiencias sociales de 1969 y el trabajo sobre el
concepto «violencia política».
Propuesta para trabajar la
última dictadura militar (1976-1983)
Se
propone la visita a Lugares de memoria para poder visibilizar y analizar los
elementos que dieron singularidad a la última dictadura militar. Como sostiene
Pierre Nora[10], los Lugares
de memoria anclan, condensan, refugian y expresan la memoria colectiva,
sedimentada en lo simbólico. En este sentido, se apunta a la construcción
crítica del conocimiento a partir del entrecruzamiento entre el saber
disciplinar (la historia como operación intelectual que reconstruye incompleta
y problemáticamente lo que ya no es) y la memoria colectiva (entendida como
operación simbólica que incesantemente es remodelada, reabordada y revisitada.)
A
partir del recurso disparador propuesto se apuesta a la comprensión de la diferencia
entre Historia y Memoria. Luego, los objetivos perseguidos serán el análisis de
la represión en tanto elemento central del régimen militar, atendiendo a las
variaciones en las estrategias represivas como a los sectores a los que estuvieron
dirigidas, y el estudio de la estrategia de desaparición de personas que dio
particularidad a la última dictadura militar. Por último, se establecerán
comparaciones con los procesos represivos de las dictaduras chilena y brasilera
tomando en cuenta alcances, magnitudes y estrategias.
Chile
Entre
1970 y 1973 la sociedad chilena experimentó la vía pacífica al socialismo bajo
el gobierno de la UP liderado por Salvador Allende. Sin embargo, tan pronto
como se intentó poner en práctica este proyecto político, comenzaron a surgir
en los sectores de la derecha intentos desestabilizadores para poner fin a la
experiencia socialista. Como consecuencia de ello, se abrió un período de
crisis generalizada caracterizado por el aumento de la polarización política y
por la perdida de credibilidad y confianza en los canales tradicionales de
confrontación institucional. Hasta 1970 el sistema democrático no había sido
puesto en cuestión, pero a partir del triunfo de la U.P. se experimentó el
desarrollo de la estrategia reaccionaria organizada por la derecha y el
abandono de los valores democráticos por parte de la clase media y por el centro
político: la Democracia Cristiana (DC). Se asistió así a la pérdida de
legitimidad del sistema democrático y hacia 1973 fue inevitable la intervención
militar. Las FF.AA formadas en la DSN se vieron así
mismas como la única alternativa capaz de encontrar una salida a la crisis que
el sistema político era incapaz de resolver.
En
1973 se instauró la dictadura militar personalista de Augusto Pinochet que se
caracterizó, en un primer momento, por la implementación de la represión
estatal con una intensidad, escala y duración inusuales. El sistema capitalista
había sido desarticulado, la polarización política era extrema y por ello la
represión fue masiva, sin gran coherencia ni coordinación, dirigida hacia todos
los líderes militantes y a todos los simpatizantes de la UP. Sin embargo,
rápidamente surgió la necesidad de coordinar la represión y en 1974 se creó la
Dirección Nacional de Inteligencia (DINA) que asumió la tarea, bajo el
liderazgo directo de Pinochet, abriéndose así una nueva etapa caracterizada por
el ejercicio más selectivo de la represión. Hacia 1977 ante la presión de la
comunidad internacional y de la Iglesia católica, el gobierno de facto disolvió
la DINA, que fue reemplazada por la Central Nacional de Información (CNI). En
realidad, este organismo siguió los métodos de la DINA, la diferencia residió
en que no hubo más desapariciones ya que se intentó «legalizar» la represión.
Hasta
1978 la dimensión reactiva[11]penetró
en todas las esferas de la vida social: se eliminaron los partidos políticos,
se prohibió el funcionamiento de las organizaciones sindicales y en la
universidad y el sistema educativo fueron eliminadas las organizaciones que no
apoyaban al régimen. A diferencia de la desarticulación que estaba viviendo la
sociedad a través de la implementación del terrorismo de Estado, el ámbito de
la economía fue el primero en experimentar la dimensión reorganizativa[12] ya
que a partir de 1975 se puso en práctica un programa económico de
reconstitución capitalista. Ello fue posible porque emergió un núcleo
hegemónico que obtuvo el control del Estado e impuso sus intereses. Este núcleo
estuvo constituido por un lado, por el liderazgo personalizado y jerárquico de
Pinochet en las FF.AA y por otro, por el grupo
tecnocrático o equipo económico conocido con el nombre de «Chicago Boys», encargado del manejo de la economía.
Se
definió un programa económico elaborado por economistas seguidores de las
doctrinas de Milton Friedman y de la Escuela de Chicago que tuvo como objetivo
invertir el modelo de desarrollo de las décadas anteriores (basado en la
industrialización sustitutiva de importaciones y el rol dominante del Estado en
la economía). El viejo modelo fue reemplazado por un «nuevo modelo de
desarrollo hacia afuera» en el que el Estado redujo su papel intervencionista
en la economía y fomentó la llegada de capitales financieros y productos
extranjeros, provocando la concentración de la riqueza en un pequeño número de
conglomerados y la privatización de gran parte de la economía. Una vez que el
núcleo hegemónico afirmó su posición y se comenzó a concretar la transformación
en el nivel económico, asegurando los intereses de la burguesía, llegó la hora
de establecer cuál iba a ser el modelo de organización social y se hizo cada
vez más necesaria la apertura de un proceso de institucionalización del
régimen.
A
partir de 1977-78’, ya desarticulada la sociedad chilena, se intentó
reorganizarla siguiendo los principios del mercado. Se redujo el papel
regulador y redistributivo del Estado y ello generó desempleo, el empobrecimiento
de la clase obrera, la desarticulación y pauperización del campesinado, la
transformación y diversificación de la clase media y la reconstitución de las
clases dominantes con el predominio del sector financiero (el capital
transnacional). Todas estas transformaciones en lugar de consolidar nuevos
sujetos sociales lo único que lograron fue desintegrar y desarticular las
ideologías y las organizaciones que representaban a la sociedad.
Respecto
del nivel político, el primer intento de institucionalización del régimen fue
anunciado en 1977. Frente a la presión internacional y de la Iglesia y ante la
llegada de la administración Carter a EE.UU se comenzó
a discutir el problema de la democratización. Pinochet anunció un plan
político, conocido como el Plan de Chacarrillas, en
el que se proponían varias fases de desarrollo institucional que culminarían en
1985 con la transferencia del poder a civiles. Esto llevaría a la instauración
de una forma de «democracia restrictiva» y excluyente y para legitimar ese plan
de transición llevó adelante en 1978 una Consulta Nacional. Y si bien la
apertura del debate sobre la necesidad o las desventajas de la
institucionalización del régimen militar agudizó los desacuerdos entre los
miembros de la junta de gobierno lo que nunca se cuestionó fue el liderazgo de
Pinochet, quien intensificó cada vez más su línea personalista.
En
1980 se revisó el proyecto constitucional que había sido elaborado en 1978 por
la Comisión Ortúzar y en el lapso de un mes se convocó a un referendo para
hacerlo aprobar. Para 1981 se terminó promulgando una Constitución que
institucionalizaba al régimen militar basado en el liderazgo personalista de
Pinochet, aunque se planteaba que solo representaba un modelo político
transitorio. El modelo político definitivo, atravesado ese proceso de
transición, consistiría en la restauración de una democracia «autoritaria» o
«limitada» Se apuntaba a la institucionalización no ya de un régimen militar sino
de un régimen autoritario.
Propuesta para trabajar la
dictadura militar personalista de
Augusto Pinochet
(1973-1990)
A
continuación se presenta el voto de la Consulta
Nacional de 1978. La elección de este recurso disparador pretende lograr la
aproximación al conocimiento de la experiencia dictatorial chilena a través del
análisis de la imagen y del texto contenido en él. El estudio del significado
de cada una de las banderas que representaban las dos opciones de voto, junto
con el análisis de algunas expresiones del texto como «agresión internacional»
y «legitimidad» posibilitaran la comprensión de los mecanismos e instrumentos
de institucionalización del régimen pinochetista. Por otra parte, recurriendo a
la estrategia comparativa se propone analizar, a partir del caso chileno, los distintos
mecanismos de institucionalización a los que recurrieron los distintos casos
analizados. Para ello, será necesario tomar en cuenta los diferentes modos en
que cada experiencia dictatorial llevó adelante la organización de la
represión, la reorganización económica y los proyectos políticos.
Brasil
Si
bien la dictadura militar brasilera compartió rasgos comunes con los otros
procesos dictatoriales del Cono Sur es necesario precisar que lo que le otorgó
identidad y definió sus características particulares fue el rol que el Estado
asumió en el plano económico y la política social. Ambos aspectos deben
comprenderse tomando en cuenta el momento histórico en el cual se inicia este
proceso dictatorial: los años sesenta atravesados por la teoría cepalina del Desarrollo. En 1964 un golpe de Estado depuso
a Joao Goulart y se instauró una dictadura militar. Los
militares creían tener motivos para asumir el gobierno ya que el sector
liberal-conservador de las FF.AA se venía preparando
para gobernar. Desde la Escuela Superior de Guerra se habían instruido en la
DSN y habían realizado junto con técnicos civiles estudios sobre los
principales problemas nacionales. Además, se habían acercado a los empresarios
por medio del Instituto de Investigaciones y Estudios Sociales que luchaba contra
el comunismo y proponía varias reformas económicas y sociales en favor de la
preservación de la propiedad privada. En 1964 los militares brasileros
comenzaron a poner en práctica su proyecto para consolidar un capitalismo de
Estado que se convertiría en la encarnación de la DSN. El desarrollo económico
alentado por el Estado, en alianza con los capitales transnacionales, se
levantaba como bandera de la seguridad nacional.
A
la hora de analizar las particularidades que marcaron el caso brasilero resulta
de gran utilidad la periodización propuesta por Murilo de Carvalho[13],
quien diferencia tres fases en el desarrollo de los gobiernos militares de la
dictadura brasilera. La primera etapa (1964-1968) estuvo caracterizada por una
intensa represión en sus comienzos que tuvo como objetivo disolver la
movilización socio-política existente, aunque hacia 1965 mostró indicios de
moderación. Lo característico del caso brasilero fue que la represión estuvo
«legalizada» a través de los «actos institucionales». Estos eran decretos
dictados por los presidentes militares en los cuales se establecía la
suspensión de algunos derechos y las medidas represivas a seguir. El AI Nº 1
decretado en abril de 1964 establecía la suspensión durante diez años de los
derechos políticos de gran número de líderes políticos, sindicales e
intelectuales y su puesta en práctica llevó a la intervención de algunos
sindicatos y a la disolución de las cúpulas del movimiento obrero. En 1965 fue
dictado el AI Nº 2 que estableció un sistema bipartidista y aumentó mucho los
poderes del presidente, quien tuvo autoridad para disolver el parlamento e
intervenir en los estados.
La
segunda etapa (1968-1974) encierra los años más negros de la historia del país
ya que estuvo dominada por los militares más autoritarios. Representa también
la máxima expresión de la relación que se estableció entre el desarrollo del
sistema capitalista y la mutilación de las tentativas de cambio político y
social. En este período se combinó la represión política más violenta con índices
de crecimiento económico nunca vistos y la aplicación de una serie de políticas
sociales tendientes a mantener conformes a los sectores medios y bajos de la
sociedad. Hacia 1968 habían comenzado a movilizarse contra el gobierno algunos
sectores de la sociedad, sobre todo entre los obreros y estudiantes, lo cual
llevó al gobierno a utilizar nuevamente su instrumento legal para la represión.
El AI Nº 5 fue el más radical de todos ya que disolvió el Congreso y suspendió
el habeas corpus cuando se consideraba que el delito iba en contra de la seguridad
nacional. Hacia 1969 se impuso una nueva constitución, a la cual quedaban
incorporados todos los actos institucionales, y llegaron al máximo las medidas
represivas: se introdujo una ley de seguridad nacional que incluía la pena de
muerte por fusilamiento.
En
este contexto, algunos grupos de izquierda comenzaron a actuar en la
clandestinidad y este fue el momento en el que emergieron los grupos
guerrilleros tanto en el ámbito urbano como rural. En 1969 la guerrilla urbana
hizo su primer acto espectacular: el secuestro del embajador norteamericano, y
desde ese entonces, se enfrentó a las fuerzas de la represión en una lucha
desigual. La maquinaria represiva creció y junto con los organismos de
inteligencia nacionales, como la Policía Federal o el Servicio Nacional de
Información, actuaron libremente agencias especiales creadas para reprimir. La
censura de la prensa destruyó la libertad de opinión, el gobierno regía y
controlaba los partidos, estaba prohibido ir a huelga, los encarcelamientos
eran arbitrarios y la tortura era una práctica extendida. Este momento de cruda
represión correspondió también a la etapa en donde las tasas de crecimiento
económico subieron rápidamente, tanto, que se habló de un «milagro económico»
brasilero. Mientras por un lado se reprimía ferozmente a la oposición, por otro
gran parte de los habitantes gozaban de una fase de euforia económica. Sin
embargo, la idea de «milagro económico» rápidamente quedó desmitificada porque
si bien hubo crecimiento económico este benefició de manera muy desigual a los
diversos sectores de la población y el resultado final terminó siendo el
aumento de las desigualdades que todavía no resultaba evidente en aquella
época.
A
juicio de Murilo de Carvalho, al mismo tiempo que se cercenaban los derechos
políticos y civiles los gobiernos militares invertían en la expansión de los
derechos sociales. Cuestión que suena paradójica pero no lo es si pensamos que
los militares brasileros apostaron por un «capitalismo de Estado» y con ello se
inmiscuyeron en las cuestiones económicas y buscaron satisfacer algunas
necesidades de la sociedad para evitar que se desarrollen proyectos de cambio
social. La medida más notoria fue la incorporación de los trabajadores rurales
al sistema de previsión social, así los eternos parias del sistema por fin
tuvieron derecho a la vivienda, a la pensión y a la asistencia médica. Y como
era de esperar, el electorado rural se volvió una de las bases sociales de
apoyo del régimen.
La
tercera etapa (1974-1985) fue caracterizada por los mismos militares como de «apertura
política». Hay una serie de motivos que llevaron a este cambio de estrategia:
por un lado, en 1974 se puso fin al gobierno de la «línea dura» cuando tomó
posesión de la presidencia Geisel, un general que
apostaba no por una eterna dictadura sino por el establecimiento de una
democracia «restringida» o «limitada». Por otro, el shock del petróleo en 1973
provocó una crisis en la economía capitalista y ello llevó a pensar que
convenía más promover la redemocratización cuando todavía se mantenía la
prosperidad económica, en vez de esperar a hacerlo en momentos de crisis
(tengamos en cuenta que Brasil dependía del petróleo importado para 80% de su
consumo). A partir de 1978 comenzaron a percibirse algunos cambios, el Congreso
votó el fin del AI Nº 5 y el gobierno permitió el regreso de 120 exiliados
políticos. En 1979 se votó una ley de amnistía y se abolió el bipartidismo
forzoso, lo cual dio lugar a la formación de seis nuevos partidos políticos.
Como corolario de ello, la segunda mitad de los años setenta estuvo
caracterizada por la emergencia de nuevos partidos políticos y de un nuevo tipo
de sindicalismo y nuevos movimientos sociales urbanos que se gestaron de abajo
hacia arriba, siguiendo una lógica de base, entretejiendo relaciones
horizontales que rompían con las viejas estructuras burocráticas y de cúpula
que caracterizaban a las organizaciones políticas y sociales tradicionales.
Merece
la pena hacer una breve referencia de los orígenes políticos del ex presidente
de Brasil Luís Inácio Da Silva, más conocido como
Lula. Él fue un obrero de la siderurgia que participó de las grandes asambleas
y huelgas desarrolladas en 1978 y 1979 por el nuevo sindicalismo. Su liderazgo
carismático lo llevó rápidamente a convertirse en presidente del Partido de los
Trabajadores (PT), un partido político nuevo que surgió en 1980 como producto
de una reunión amplia y abierta en la que participaron centenares de militantes
que pertenecían a tres grupos principales: los sindicalistas renovadores, el
ala militante de la Iglesia católica y algunos destacados intelectuales.
También merece ser enunciado que este fue el contexto en el que cobró fuerza el
movimiento de los favelados (que ya existía desde los años 40’). El «milagro económico» había generado un gran crecimiento demográfico
en las ciudades provocando un gran deterioro en las condiciones de vida y ello
llevó a esta organización a la lucha por la resolución de los problemas
concretos de la vida urbana como el
acceso a servicios elementales (agua, energía, atención médica) y el derecho a
la propiedad de los lotes que ocupaban.
Paralelamente
a la tendencia a la «apertura política» renacieron y se renovaron los
movimientos oposicionistas cuya máxima expresión fue la campaña en favor de las
elecciones directas en 1984. Y si bien fracasó la lucha en favor de las
elecciones directas, los brasileros experimentaron la formación de un
sentimiento de participación colectiva. En 1985 se produjo la reconquista de la
supremacía civil y se inició un período en el que comenzaron a delinearse las
reglas del nuevo juego político que se abría, dando como resultado la sanción
de una nueva Constitución liberal y democrática en 1988 y en 1989 la
celebración de elecciones directas para presidente de la República.
Propuesta para trabajar la
dictadura militar brasilera (1964-1985)
Se
plantea el abordaje del caso
brasilero a partir del análisis de
la adaptación de la fuente sobre la crisis de la economía brasilera de 1974. Estado
y crisis en Brasil, artículo publicado en 1977 por Ruy Mauro Marini en Cuadernos políticos, permite reconstruir
la mirada que tenían los contemporáneos sobre la política económica
desarrollista implementada por los militares brasileros. Ello posibilita la comprensión
del anclaje particular que la DSN tuvo en el caso brasilero a través del
desarrollismo económico para luego establecer relaciones comparativas con los
procesos económicos que caracterizaron a las dictaduras militares argentina y
chilena. En este sentido, se pretenden establecer vinculaciones con la política
económica diseñada por los tecnócratas de la Revolución Argentina y con el
proyecto económico neoliberal implantado por los Chicago Boys
en Chile.
Adaptación
de Ruy Mauro Marini “Estado y crisis en Brasil”, EN: Cuadernos Políticos, número 13, Ediciones Era, México,
julio-septiembre de 1977, pp. 76-84.
Echemos una ojeada retrospectiva a la evolución reciente de
Brasil. La economía industrial brasileña entra en su fase de consolidación, de
madurez, en los años cincuenta, cuando se concluye la industrialización basada
en la sustitución simple de importaciones, que consistía en la producción de
bienes de consumo habitual. Se abre entonces una nueva fase de desarrollo, que
consiste en la creación de la industria pesada, productora de bienes
intermedios, bienes de capital y de bienes mixtos, como los han llamado algunos
autores. Éstos se caracterizan por el hecho de que, aunque provengan de la
industria pesada, se destinan al consumo individual; para dar un ejemplo,
podemos tomar a la industria automotriz, cuya producción ostenta en su mayor
parte ese carácter.
Considerando los veinte años del periodo de madurez de la economía
brasileña, algunos autores han indicado que en él se registran con nitidez tres
ciclos económicos. El primer ciclo de expansión, va de 1957 a 1962, con tasas
de crecimiento del sector industrial superiores al 9 % anual; se caracteriza
por el desarrollo de la industria pesada, con la implantación de nuevas ramas,
una de las cuales es la automotriz. El ciclo siguiente empieza en 1962 y
termina en 1967, configurándose como un ciclo depresivo. El tercer ciclo
corresponde al llamado “milagro” y se extiende de 1968 a 1973. Junto a un
crecimiento del producto interno bruto que oscila en torno a un 10%, el sector
manufacturero crece a tasas que superan el 15%, teniendo como eje la industria
automotriz, la cual, con una producción aproximada de un millón de unidades el
año pasado, ocupa actualmente el noveno puesto mundial en la rama. Junto a
ella, y en muchos casos inducido por ella, se verifica un considerable
desarrollo en la fabricación de maquinaria y equipo, en la industria naval, la
petroquímica y la electrónica pesadas, así como la implantación de la industria
aeronáutica. Se observa también la conformación de un nuevo sector económico,
que coincide muchas veces con las ramas mencionadas, representado por la
industria bélica o, para ser más precisos, la producción de armamento pesado.
En efecto, los ciclos expansivos de 1957-62 y 1968-73 están directamente
vinculados a cambios significativos en la esfera de la producción, que
implicaron fuertes masas de inversión de capital y, consiguientemente,
importantes innovaciones tecnológicas. Un factor decisivo en este proceso lo
constituyeron las inversiones extranjeras.
A partir de 1974 empieza el actual ciclo recesivo, con la caída de
la tasa de formación de capital y de los índices de crecimiento, así como el
recrudecimiento de la inflación. Las predicciones oficiales establecen, como
fecha posible de terminación del mismo, el año de 1979. Es natural, por tanto,
que, al plantearse una crisis cíclica como la que vive ahora Brasil, cuando se
impone introducir cambios en el modelo de reproducción y, por ende, conformar
sectores capaces de convertirse en centros dinámicos de un nuevo ciclo
expansivo, sea necesario preguntarse hacia dónde apunta el Estado. Un examen
somero de la política gubernamental en el periodo actual permite llegar a
algunas conclusiones. En lo esencial, se puede afirmar que la política
económica del régimen militar se orienta hoy hacia el desarrollo de dos
sectores, estrechamente relacionados: el de la industria nuclear y el de la
industria bélica pesada. Ambos sectores se constituyeron en centros de interés
de la actual dictadura brasileña desde sus inicios y los primeros pasos en esta
dirección se dieron desde 1965, concretándose en enero de 1966 con la creación
del Grupo Permanente de Movilización Industrial (GPMI), que integra a militares
y empresarios de los grandes centros industriales del país.
Algunas
reflexiones sobre la enseñanza de la Historia
latinoamericana
en nivel medio y superior
Hasta
el momento se han planteado un conjunto de consideraciones que responden al
abordaje didáctico y teórico metodológico de las dictaduras del Cono Sur. Las
reflexiones finales tendrán como objetivo analizar en qué situación se
encuentra hoy la Historia latinoamericana. Tomando en consideración que los
debates que encarna son numerosos[14],
aquí solo nos centraremos en el análisis del lugar que ocupa en las currículas para la educación de nivel medio y superior. Si
abogamos por la transmisión de saber y la construcción del conocimiento desde
América Latina inevitablemente debemos pensar en el espacio se le otorga a
ella. Para tal fin, primero es preciso que nos ubiquemos en el contexto marcado
por la reformulación actual de los planes de estudio, que
vino a desandar las transformaciones introducidas por la Ley Federal de
Educación. Estas transformaciones en el sistema educativo deberían haber
generado el clima para repensar los enfoques, los énfasis y los recortes
temporales de la asignatura Historia en el nivel medio y de las materias
disciplinares en la carrera de formación docente. Sin embargo, esta reformulación
de los planes de estudio que se impuso desde el nivel nacional, quedó librada a
la implementación que cada provincia consideró funcional haciéndose manifesta la descentralización y el desentendimiento
respecto de la educación que fueron característicos de los años noventa. Esta
supuesta «autonomía» otorgada a los Ministerios de Educación Provinciales no
hizo más que continuar con prácticas que siguen ancladas en la matriz de
pensamiento neoliberal.
En
el caso del que tengo conocimiento, que
remite a la provincia de Santa Fe, el proceso de reformulación curricular fue
además de controvertido, contradictorio y si se me permite, incoherente. En un
primer momento, se elaboraron documentos para el nivel secundario que reducían
las horas de Historia, al tiempo que planteaban una reforma en los planes de
estudio que no era pensada íntegramente sino de manera fragmentada, comenzando
solo por los primeros años. Este documento fue expresión de la elaboración de un
grupo de tecnócratas que poco conocen las realidades que se viven en el aula y
que al mismo tiempo están atravesados por una formación acrítica respecto de la
función que tiene, no solo la historia, sino los contenidos disciplinares de
las otras asignaturas. Es preciso rescatar aquí la resistencia que opuso un
grupo de docentes de nivel medio, superior y universidad junto a estudiantes de
todos los niveles, que se movilizaron activamente logrando frenar la
implementación de un plan de estudios que se presentaba como una profundización
de los desastres que se habían cometido con la Ley 24195. No sin tensiones y
producto de la lucha, este colectivo de estudiantes y docentes nucleados en el
movimiento «No a la reforma» terminó asegurando las condiciones para que la
enseñanza de la Historia no pierda lugar en la formación secundaria.
Ahora
bien, en esta reestructuración curricular ¿Hay lugar para la Historia de
América Latina? Como se dijo anteriormente, lo que se hizo a nivel provincial
fue adaptar los lineamientos generales que se enviaron desde Nación y en ellos
sigue predominando una mirada europeocéntrica del
mundo. Por lo tanto, si bien la Historia latinoamericana es mencionada, lejos
está de poder tener un espacio destinado a su aprendizaje y su reflexión. Por
otra parte, si tomamos en cuenta la reformulación de los diseños curriculares
que hoy se están debatiendo y están en gestación para los Profesorados en
Historia de Nivel Superior aparece la contradicción y la incoherencia. En
primer lugar, porque en este nivel la Historia de América Latina está ganando
espacio, ya que se ha propuesto agregar a las Historia americana I y II de la
currícula existente el dictado de Historia americana III y IV, lo cual
permitiría abordar profundamente las complejidades de las realidades
latinoamericanas. Sin embargo, ello no sería sino a costa del desplazamiento de
otras áreas y materias teóricas que son fundamentales para abordar
conceptualmente los procesos y hechos históricos. En consecuencia, la formación
docente y el perfil del egresado de los institutos terciarios no condecirían
con los enfoques tradicionales a los que sigue ceñido el plan de estudios recientemente
formulado para el nivel secundario respecto a la Historia latinoamericana
aunque si respondería al recorte de horas impuesto para las materias teórico
disciplinares.
Llegados
a este punto, la realidad da cuenta de que hoy América Latina está
experimentando un proceso de revitalización debido a que las miradas han vuelto
a posarse sobre el subcontinente. Mucho se dice y mucho se analiza y en este
sentido se dirige esta propuesta, que ofrece un conjunto de estrategias de
abordaje y herramientas didácticas que apuestan por la construcción crítica del
conocimiento a la hora de reconstruir la complejidad temporal de los procesos
latinoamericanos signados por la pluralidad y la diversidad de sus sociedades. Por
todo ello, y en un momento en donde particularmente los contenidos
disciplinares son cada vez más desvalorizados, la Historia será concebida como
disciplina científica que produce conocimiento sobre el pasado vivido al mismo
tiempo que será utilizada como una herramienta imprescindible para brindar
claves para la comprensión de la realidad social que estamos transitando para poder
pensarnos hoy desde América latina.
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RESUMEN
El ciclo de
las dictaduras del Cono Sur: los casos de Argentina, Chile y Brasil. Estrategias
de abordaje para el aula
El trabajo tiene por objeto presentar una serie de
estrategias y herramientas didácticas que posibilitan el abordaje de los
procesos dictatoriales que se desarrollaron en el Cono Sur entre las décadas de
1960 y 1990, tomando los casos de Argentina,
Chile y Brasil. Para ello, sistematiza bibliografía actualizada sobre la
temática y en ese sentido se erige como una propuesta de actualización docente
y para el trabajo en el aula. El interés por profundizar en esta temática
reside en una serie de consideraciones que responden, en primera instancia, a
la necesidad de replantear el uso de los recortes espaciales, las
temporalidades y algunos conceptos de gran valor explicativo a la hora de
transmitir saber y construir conocimiento sobre las experiencias dictatoriales
del Cono Sur, entre ellas la argentina. El replanteo sobre la enseñanza de la
Historia latinoamericana, en particular por la periodización seleccionada,
obedece a la necesidad de enriquecer y complejizar la transmisión de
conocimiento que hoy se centra en la historia nacional y europea, ocultando la
complejidad del espacio latinoamericano conformado por una multiplicidad de
experiencias particulares que al mismo tiempo se encuentran vinculadas con
procesos de carácter más estructural.
Palabras
clave: Historia de América Latina -
dictaduras militares del Cono Sur - estrategias de abordaje - herramientas
didácticas
{0><}0{>ABSTRACT
{0><}0{>Dictatorship cycle in South America: <0} {0><}0{>the cases of Argentina, Chile and Brasil.<0} {0><}0{>Approach strategies for lessons<0}<0}
{0><}0{>The aim of this article is to present a series of
didactic strategies and tools in order to enable the approach to the
dictatorial process that took part in South America in the 60s and 90s,
limiting to the cases of Argentina, Chile and Brazil. <0} {0><}0{>For
that purpose, the current bibliography about the subject is sistematized,
and in that sense, it is an teaching actualization proposal and also a proposal
to organise lessons. <0} {0><}0{>The
interest in going into detail in this theme lies in a series of considerations
that are related first, to the necessity of restate the temporal and spacial cuts and some valuable explicative concepts that
are useful to transmit and build knowledge about the dictatorial experiencies in South america,
specially the argentinian one.<0} {0><}0{>The
restatement about teaching latinamerican History,
particularly, regarding the chosen period, responds to the enrichment and
complexity necessity of the transmition of the
knowledge that is currently centred in the National
and European History, that hides the complexity of the latinamerican
space that is constitued by multiple particular experiencies and at the same time are related with more
structural processes.<0}
{0><}0{>Key Words:<0} {0><}0{>Latin
American History – Militar dictatorships in South
America – Approaching strategies –Teaching tools
Recibido: 01/03/2014
Evaluado: 14/04/2014
Versión final: 02/06/2014
Notas<0}
[1] Profesora en Historia por la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Auxiliar docente de la cátedra Historia de América III de dicha carrera. Docente de Historia del Instituto Politécnico Superior “Gral. San Martín”, UNR.
[2]
BOHOSLAVSKY, E., ¿Qué es América Latina? El nombre, la cosa y la complicación
para hablar de ellos. Ponencia presentada en el Taller de Reflexión sobre
América Latina, UNGS, 2009.
[3] CIBOTTI,
E., Una introducción a
la enseñanza de la historia latinoamericana, FCE, Bs. As., 2003.
[4] BORÓN, Atilio, "El fascismo como categoría histórica: en torno al
problema de las dictaduras en América Latina", en BORON, A., Estado, capitalismo y democracia en América
Latina, Imago Mundi, Bs. As., 1991.
[5] La dictadura
tradicional puede caracterizarse como un golpe de Estado llevado adelante por
un caudillo militar que, aliado a alguna fracción de la clase dominante,
desplazaba al gobernante de turno. El origen del golpe podía ser muy variado,
pero generalmente se originaba en desajustes políticos secundarios o ambiciones
personalistas.
[6] ANSALDI,
Waldo, “Matriuskas de terror. Algunos elementos para
analizar la dictadura argentina dentro de las dictaduras del Cono Sur”, en: PUCCIARELLI,
A., Empresarios, tecnócratas y
militares. La trama corporativa de la última dictadura, Siglo XXI, Bs. As.,
2004.
[7] ÁGUILA,
Gabriela, “La represión en la Historia Reciente Argentina: perspectivas de
abordaje, conceptualizaciones y matrices explicativas”, en: Contenciosa, Año I, Nº 1, segundo
semestre 2013, p. 2.
[8] Ver: LVOVICH, Daniel, “Actitudes sociales y dictaduras: las historiografías
española y argentina en perspectiva comparada”, en: Páginas. Revista digital de la Escuela de Historia, año 1, Nº 1,
Rosario, 2008.
[9] ÁGUILA,
Gabriela, op. cit.
[10] NORA, Pierre, “Entre Memoria e Historia: La
problemática de los lugares”, en: NORA, Pierre (dir.),
Les
Lieux de Mémoire,
1: La République París, Gallimard, 1984, pp. XVII-XLIL. Traducción para uso
exclusivo de la cátedra Seminario de Historia Argentina, Universidad Nacional
del Comahue.
[11] GARRETÓN, Manuel A., “La
evolución política del régimen militar chileno y los problemas en la transición
a la democracia”, en: O´DONNELL, Guillermo et al. (comps.),
Transiciones desde un Gobierno
Autoritario/2, Paidós, Bs. As.,
1988.
[12] Ibíd.
[13] MURILO DE CARVALHO, José, Desenvolvimiento de la ciudadanía en Brasil,
F.C.E., México, 1995, 3ª parte.
[14] Para un
análisis de las prácticas, el campo de estudio y la enseñanza de la Historia
latinoamericana en el nivel universitario ver ÁGUILA, Gabriela, “¿Qué es ser
un/a latinoamericanista? Los derroteros de la Historia latinoamericana
contemporánea en la Argentina”, en: Anuario
de la Escuela de Historia, Nº 24,
2011-2012.