Rural y urbano en
lo cotidiano de las ciudades pequeñas. Una reflexión a partir de pueblos
rurales del sur de Santa Fe, Argentina(+)
María Elena Nogueira(*)
Resumen
El propósito de este escrito es
reflexionar sobre algunos rasgos empíricos de cómo lo rural se modifica y se
vincula con lo urbano, a partir de analizar los cambios en la organización
cotidiana de la vida en un conjunto de ciudades pequeñas, denominados aquí
pueblos rurales. Para ello se identifican y problematizan las principales
transformaciones en las concepciones de lo rural. Asimismo, se realiza un
análisis crítico de la información obtenida durante una investigación sobre
localidades del sur de Santa Fe. En términos metodológicos, se trabajó una
estrategia tripartita con técnicas cualitativas y cuantitativas.
Palabras clave: rural; urbano;
pueblos rurales.
Rural
& urban in the everyday of the small towns. A reflection about rural towns
in the south of Santa Fe, Argentina
Abstract
This paper is about a reflection about some empirical characteristics in
which “the rural” is modified and connected with the urban,
starting with the analysis of changes in everyday organization of life
in a group of small towns, called “rural towns”. In this
sense, the main transformations in the conceptions of the rural are
identified and problematized. In addition, we present a critical
analysis of the information obtained during an investigation of
localities in the south of Santa Fe. In methodological terms, a
tripartite strategy was developed with qualitative and quantitative
techniques.
Keywords:
rural; urban; rural towns.
Rural y urbano en lo cotidiano de
las ciudades pequeñas. Una reflexión a partir de pueblos rurales del sur de
Santa Fe, Argentina[1]
A modo de introducción
“Así,
todo el modelo de sociedad rural está en crisis, pues aún no comprende su papel
actual y sus nuevas funciones, y así no sólo pierde su identidad sino también
su población, sus modelos de organización y muchas de sus actividades” Edelmira Pérez C., (2001).
Las
discusiones acerca de una “nueva” ruralidad en América Latina son muchas y muy
variadas[2].
En un país con una larga tradición vinculada al mundo rural -como es
Argentina-, los cambios sectoriales, especialmente en cuanto a los modos de
producir, organizar, comercializar y distribuir la producción, también han
contribuido a una ruralidad dinámica cuyos efectos se traducen, en la
organización de la vida en los llamados “pueblos rurales”[3] y
en la percepción de “lo rural” que, más allá de lo estrictamente sectorial,
tienen sus pobladores.
Williams,
citando a Trotsky, señala que la historia de la humanidad es, en verdad, la
historia de la ciudad sobre el campo. Antiguamente, la economía rural suponía
un “afuera”, un “encantador retiro costero”[4],
denotando un carácter romántico, de ocio e incluso bucólico que la
caracterizaba. Pero, igual que el capitalismo, la vida rural y sus
concepciones, sus modos de articularse con lo urbano, su organización social y
económica, también han cambiado.
El
propósito de este escrito es reflexionar sobre algunos rasgos empíricos de cómo
lo rural se modifica y se vincula con lo urbano, a partir de analizar los
cambios en la organización cotidiana de la vida en un conjunto de ciudades
pequeñas, denominados aquí pueblos rurales. Para ello, en el primer apartado se
identificarán de manera crítica las principales transformaciones en las
concepciones de lo rural. En segundo lugar, se analizará cómo estas
transformaciones permean ciertos aspectos de la estructuración de lo cotidiano
en los pueblos rurales del sur de Santa Fe, en los desafíos diarios que allí se
presentan, en los encuentros “cara a cara”, en aquello que “se da por sentado”,
en el ahora en la vida de sus
residentes[5].
Finalmente, se presentarán algunas reflexiones finales y de síntesis sobre la
temática propuesta.
En
cuanto a los aspectos metodológicos, debe indicarse que este trabajo se vincula
con los resultados de investigaciones previas ya concluidas[6]
cuyo trabajos de campo de triangulación de técnicas y resultados se constituyen
como insumos empíricos para la reflexión, de carácter teórico, que interesa
realizar en este escrito. De allí que las características del texto son las de
un ensayo de este tipo. El argumento central que justifica este análisis se
vincula con la identificación de ciertos rasgos “tradicionales” en la
concepción de lo rural, en convivencia con otros “nuevos” que resultan -en
conjunto y paradójicamente- definitorios en la decisión de residir en una
localidad de estas características, influyendo así en los modos de organización
que dicha localidad posee.
El
campo y la ciudad, ¿lo rural y lo urbano?
Las
ideas sobre “lo urbano” y “lo rural” se han modificado mucho en el último
tiempo. Diversos estudios han avanzado sobre el aparente acercamiento de una
histórica dicotomía o, al menos, su particular imbricación conforme a los
cambios del modo de producción capitalista. Como bien advierte Entrena Durán[7],
la definición ordinaria de “rural” de acuerdo al Diccionario de la Lengua Española se orienta en dos sentidos
posibles y esquemáticos: algo frecuentemente tosco y sin cultura o, en clave
evolucionista, aquello que se presenta como atrasado o carente de impulso
modernizador. En este amplio abanico hay numerosas posibilidades por lo que el
término resulta en verdad bastante impreciso y, como se observa, con una carga
valorativa muy negativa en un contexto en el que lo moderno se vincula, en
principio, con la sociedad industrial y su creciente urbanización, garantes del
incuestionado “progreso”.
En
apariencia, y como lo rural se comprende entonces como opuesto a lo urbano,
Bengoa[8] señala
enfáticamente cómo el objeto de estudio de una Sociología -rural- se ha
desdibujado y ha perdido autonomía. En verdad, se modifica la interpretación de
la denominada “cuestión rural”.
En
este punto, y antes de avanzar en la discusión respecto de ésta, es preciso
indicar algunas definiciones que aportan a la temática dos grandes clásicos de
la Sociología. Entre sus fundadores, como indica Murmis[9],
quien mayor atención dedicó a la cuestión ha sido Karl Marx. El análisis de la
producción agraria en este autor es el que permite avanzar en uno de sus más
grandes hallazgos: la comprensión del capital como una relación social. Aunque
un poco menos utilizado por la Sociología rural (sobre todo latinoamericana),
otro alemán, Max Weber, en parte en dialogo con Marx y algunos marxistas,
también se ocupó del tema a partir de los análisis de la estructura agraria
alemana[10],
indagando en la tensión constitutiva de la relación rural-urbano.[11]
En
Marx, el análisis del agro tiene un papel central en el capitalismo. Es a
partir de su interpretación de la renta que se pueden identificar los sujetos
agrarios y los mecanismos de intercambio que dan lugar a un determinado tipo de
relaciones sociales de producción. De esas relaciones dependerá, en definitiva,
la especificidad del capitalismo, y del capitalismo en el agro, en cada caso en
particular. Marx es el primero en distinguir cómo el capital se introduce en el
campo (en la producción agrícola) fomentando procesos de proletarización de la
fuerza de trabajo marcando así la coexistencia de renta, ganancia y salario. En
palabras de Murmis: “El núcleo sistemático es el del
análisis de las relaciones entre propietarios del capital invertido en el
campo, propietarios de la tierra y vendedores de fuerza de trabajo conectados a
través de un proceso de explotación y acumulación en el que se genera ganancia,
la que asume la doble forma de ganancia capitalista y renta”.[12]
Si
el eje de Marx está puesto en las relaciones sociales de producción, Weber, que
ha leído a Marx, hace hincapié en la organización social y las políticas de
Estado. En el contexto posterior a la unificación alemana, el gran pensador
alemán observa cómo la tradicional estructura agraria alemana -de base junker[13]-
pierde peso como elemento unificador de la estructura social, que en su
interpretación garantiza dominación política. En estos términos, la
preocupación de Weber por la cuestión agraria, es una de tipo claramente
política. Desde Marx y Weber en adelante, muchos autores, con diversos matices
y cosmovisiones se han encargado de la cuestión “rural” que, como se indicó,
tanto ha ido cambiando de acuerdo a los cambios del propio capitalismo.
Bengoa[14]
describe y analiza los grandes desplazamientos que esta cuestión ha tenido en
los últimos treinta años. Para esto, uno de sus principales argumentos es la
pérdida de autonomía que se manifiesta tanto en términos de espacio social, como
productivo y cultural, aquello que suele denominarse “sociedad rural”. Uno de
los elementos contemporáneos más representativos de lo que este autor señala es
la percepción de lo agrícola como algo separado de lo rural. En otras palabras,
lo rural comprendiendo mucho más que lo agrícola, tal es así, que puede
observarse un peso diferencial entre estos ámbitos. La evidencia de esto puede
encontrarse, en términos más empíricos, en la enorme cantidad de programas y
líneas de desarrollo rural que en los últimos veinte años se han diseminado por
América Latina, y Argentina en particular, desde una perspectiva territorial,
entendiendo lo rural en un sentido amplio: las tradicionales actividades agrícolo-ganaderas, la producción de servicios, la
confección y elaboración de distintos tipos de artesanías, la pesca, el turismo
rural, entre otros.[15]
En
esta línea, y como indica Pérez, es preciso ampliar la visión de lo rural,
evitando una comprensión excluyentemente económica de lo que lo implica. La
autora señala que frente a una mirada de estas características, el papel de lo
rural debe trasladarse al plano de “la política y las instituciones”.[16]
Pérez plantea un conjunto de “crisis” que derivan en núcleos problemáticos muy
sugerentes para el análisis de este apartado:
Crisis de la producción y
orientación: la
disputa se plantea en términos de la agricultura empresarial y la familiar. Los
procesos de aplicación tecnológica, los requerimientos de la escala, la
competitividad comercial, entre otras variables, describen un modelo productivo
casi único que limita los espacios de producción y comercialización a los
agentes económicos más dinámicos. En este sentido, autoras como Gras y
Hernández, definen al actual modelo[17]
de agronegocios a partir de su “transectorialidad”
provocando una mayor integración y extensión de la cadena de valor, la
priorización de la demanda del consumidor en términos globales, la
capitalización de buena parte de los procesos productivos involucrados, la
estandarización de las tecnologías utilizadas y el acaparamiento de tierras por
parte de grandes corporaciones financieras.[18]
Crisis de población y poblamiento: consecuencia, en parte, de lo
anterior, muchas actividades tradicionalmente rurales han perdido peso la
estructura económica territorial, frente a los procesos de “urbanización de la
agricultura”. Mientras que históricamente (en el caso argentino, desde la
formación del Estado Nacional en adelante), la producción familiar tuvo un
lugar central en la construcción territorial (en la figura del chacarero, por
ejemplo), la tendencia en los últimos veinte años invierte ese proceso,
mostrando una des-ruralización del mismo espacio otrora casi exclusivamente
rural, modificando también las disputas territoriales y el hábitat.[19]
En estos términos se observan algunos fenómenos demográficos y sociales: la
pérdida de la transmisión inter-generacional de las actividades económicas, los
procesos de movilidad social en sentido amplio de los jóvenes, el
despoblamiento de los pueblos demográficamente considerados rurales (sobre cuya
definición estadística se abundará más adelante), etcétera.
Crisis de las formas de gestión
tradicionales: la
pérdida de peso del productor en las decisiones prediales también se presenta
como una faceta descriptiva de los cambios en la ruralidad. En el último
tiempo, la figura de “terceristas” entre los que cuentan sujetos tales como los
contratistas de maquinarias agrícolas (muchas veces vinculados con capitales
urbanos) se presentan como los nuevos gestores de la empresa rural.[20]
Crisis en el manejo de los recursos
ambientales: la
deforestación del suelo, su contaminación, el “dispalfarro”
de los recursos naturales no renovables, la emisión que esto último -y en
particular la ganadería- provocan en términos de la emisión de gases del efecto
invernadero (y como consecuencia en el cambio climático) son aspectos de lo
rural que tienen una joven presencia en la agenda académica y social. Estas
cuestiones, claro, no son excluyentes de la problemática rural.
Es
pertinente recordar que la modernización de los años cincuenta y sesenta del
siglo XX no había dejado cuestionar (por lo menos no masivamente) la idea de
“progreso”, tan tributaria del mundo moderno. Esa noción de progreso se
encuentra hoy en crisis; los modelos económicos extractivistas
(o de agronegocio, como se ha referido), definen una
“nueva” etapa de expansión del capital que Harvey denomina “acumulación por
desposesión”[21],
marcando la relevancia del medioambiente y los territorios y sus recursos[22],
en claro cuestionamiento a la noción moderna de desarrollo. Los problemas
vinculados con el ambiente y el territorio son nodales para pensar actualmente
una “nueva” ruralidad.
Crisis de las formas tradicionales
de articulación social:
junto con la crisis de la acepción tradicional del mundo rural, sus formas de
articulación social, generalmente comunitarias, también se han erosionado,
desapareciendo o adaptándose a los contextos actuales. Estas transformaciones
también generan nuevos actores y nuevas disputas de poder en cuanto a su
representación.
Muchos
autores intentan comprender la realidad de lo rural con la premisa de eludir
las tradicionales dicotomías en las que confiaba la Modernización. Siguiendo a Giarracca et al. [23],
este escrito se sostiene sobre la duda que, desde mediados del siglo XX en
adelante, hayan existido territorios puramente agrarios y otros puramente
urbanos en aquello vinculado con lo productivo, lo social y lo cultural. Los
autores señalan que los procesos sociales nunca ocurren de manera lineal y, en Argentina por ejemplo, se han dado simultáneos procesos de
aplicación tecnológica, de agroindustrialización, de
desplazamiento de la población rural, de pobreza, de concentración de
unidades
productivas, etc. La última década del siglo XX fue paradigmática en este sentido,
mostrando especularmente un “campo sin productores”, falta de alimentos,
empobrecimiento de trabajadores rurales y pobladores del interior del país (y,
se agrega, también de la rica región pampeana).[24]
En
América Latina en general, los procesos antes señalados han contribuido a la
expansión de las ciudades, y más especialmente, de las llamadas megalópolis.[25]
Los campesinos no “focalizables” de los planes
modernizadores quedaron “flotando”; migraron entonces a las ciudades “grandes”,
en general capitales, erigidas desde los años de 1940 como grandes centros
industriales y administrativos. En muchos países, los hábitos históricamente
campesinos comenzaron a poblar el paisaje urbano: colores, sabores, texturas,
modos de vestirse y de vincularse: ferias, mercados andinos, vendedores ambulantes,
etc.[26]
Si
como indica Entrena Durán, lo rural, así como el territorio y los lugares, es
una construcción social, estos procesos que se han ido identificando dejan su
huella en las macro, pero también en las micro
configuraciones que las sociedades elaboran. Este autor en particular utiliza
el término “espacio territorial rural” y lo describe como un “ámbito social que
es, al mismo tiempo, substrato condicionante y producto de procesos de acción
social conducentes a su construcción y cambio social”.[27]
En esta construcción, una de las razones de la pérdida de autonomía en los
términos de Bengoa[28],
es la cada vez mayor imbricación con las ciudades (no sólo las grandes, sino
también las medianas y hasta las pequeñas, punto éste al que se volverá más
adelante). El capitalismo en su fase global y la peculiar expansión de la
llamada globalización en todos sus aspectos contribuyeron a que “cada
territorio rural concreto ha ido experimentando un paulatino desvanecimiento de
los rasgos culturales, socioeconómicos que lo singularizaban como entidad local
más o menos cerrada y específica, a la vez que sus habitantes han ido perdiendo
parcelas de autonomía en lo relativo a decidir las normas con las que se
organizan productiva y socialmente”.[29]
En
este contexto, no fue casual el redescubrimiento de las ciencias sociales en
general y de los estudios rurales en particular, de lo “local” o el sentido de
“comunidad” perdido que los espacios locales permitirían reconstruir[30].
Empieza a cobrar sentido una reestructuración de los lazos que hacen a lo
local, marcando una especie de nueva “dialéctica de lo local (rural y/o urbano)
frente a lo global”. En estos términos, lo “local” comienza a vivirse como una
especie de refugio frente a la inseguridad de la sociedad contemporánea[31].
Esta revalorización, de lo local rural-urbano, representa no sólo la nostalgia
por “el pasado perdido”, sino además una contienda sostenida en actitudes de
cara a la ya mencionadas crisis ambiental y existencial, en la que se
encuentran las actuales sociedades urbano-industriales frente a lo cual “lo rural es propuesto como forma de vida
vinculada a la naturaleza y apetecible por su calidad, como ámbitos de
desarrollo de actividades, de turismo, etc.”.[32]
Para
finalizar estas brevísimas afirmaciones de carácter conceptual, se dirá
-siempre en la línea propuesta por Bengoa- que la pérdida de autonomía de lo
rural de alguna manera se equilibra en una mayor imbricación con las ciudades,
con diversos tipos de ciudades. Como podrá observarse a continuación, los
tradicionales pueblos rurales del sur santafesino no son en realidad
estrictamente rurales (en el sentido dicotómico del término expresado al
comenzar este texto), lo rural y lo urbano se vinculan allí en una particular
dialéctica dando lugar a una configuración social “nueva” que comparte rasgos
rurales y urbanos. Antes, el pueblo era, de alguna manera, el campo, el
universo absoluto de lo rural, ahora, el pueblo es un insumo para el campo, el
soporte sobre el que la agricultura industrial se sostiene[33],
pero también una ciudad, un conjunto de lugares del mundo de vida[34]
para los que allí residen.[35]
Rural
y urbano en los pueblos rurales del sur de Santa Fe
Las
reflexiones que siguen resultan un análisis de la información obtenida durante
el trabajo de campo del proyecto de investigación que se ha indicado al
comienzo del escrito. Para el mismo se utilizó una estrategia metodológica
tripartita con técnicas cualitativas y cuantitativas. En el último caso, se
confeccionó un muestreo estadístico estratificado con asignación proporcional
al tamaño de cada estrato en función de la Población Económicamente Activa
(PEA). Se realizaron 231 encuestas en total, de acuerdo a la información
provista por el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2010. En cuanto a las
técnicas cualitativas, se realizaron entrevistas en profundidad a informantes
clave y se analizaron diversas fuentes: documentos oficiales y privados,
diarios y revistas, páginas web, mapas, etcétera.
La
investigación avanzó sobre un conjunto de localidades del sur de la provincia
de Santa Fe, territorio caracterizado históricamente por su relevancia para la
producción agrícola entre las provincias que conforman la denominada región
pampeana (junto a Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos). Se han definido dos
conjuntos de localidades: el primero de ellos denominado “localidades-puerto”
incluye a Arroyo Seco, Timbúes, Alvear y General
Lagos y se las define por la gran vinculación de estos pueblos con la
comercialización de materias prima de origen agrícola, en otras palabras, por
la cercanía con las bocas portuarias.
El
segundo grupo se corresponde con las localidades “gestión de la agricultura”, o
lo que es lo mismo, aquellos pueblos que se constituyen en verdaderos
“asientos” de la producción agrícola. Estos son: San Genaro, Las Rosas, Las
Parejas y Cañada de Gómez.
Es
pertinente hacer una aclaración respecto del uso indistinto de los términos
“localidades” o “pueblos” rurales. En Argentina, el Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) define técnicamente una localidad
como una “porción de la superficie de la
tierra caracterizada por la forma, cantidad, tamaño y proximidad entre sí de
ciertos objetos físicos artificiales fijos (edificios) y por ciertas
modificaciones artificiales del suelo (calles), necesarias para conectar
aquellos entre sí. Brevemente, una localidad se define como concentración
espacial de edificios conectados entre sí por calles”.[36]
El criterio que delimita las localidades rurales de las urbanas es
precisamente, el demográfico: las localidades de más de 2000 habitantes son
consideradas urbanas. Por el contrario, aquellas que se encuentran por debajo
de esa cifra son consideradas rurales. Aún cuando en muchos casos esta
escisión no es específicamente así puesto que hay localidades con una población
superior a 2000 habitantes (Las Parejas o Cañada de Gómez o Las Rosas, por
ejemplo, entre las mencionadas) que por su historia y
actualidad en términos de vínculos económicos, culturales y hasta sociales
podrían considerarse rurales. En definitiva, la vigencia de esta descripción
binaria está en duda ante la realidad compleja, descripta en el primer
apartado, que se cuela también en las los pueblos rurales
a partir de fuertes procesos de integración urbano-rural.
Como se indicó, los pueblos rurales aquí mencionados,
tanto los que forman parte del grupo I, pero especialmente los que integran el
grupo II, tienen una historia vinculada a la agricultura y a la conformación
socio-productiva del modelo agroexportador cuyo eje vertebrador fue la renta
diferencial obtenida a través de las exportación de
granos y carnes. Como indican Cloquell et al.[37],
la ruralización del espacio territorial se conjuga con la llegada de los
inmigrantes hacia finales del siglo XIX. Los procesos de expansión de la
agricultura de acuerdo a la demanda internacional y, asimismo, los de
colonización agrícola descriptos por Gallo[38],
dieron una particular caracterización al paisaje territorial que hoy, se
sostiene: “los antiguos pueblos jalonados a lo largo del territorio desde
mediados del siglo XIX, crecieron a lo largo del tendido de los ferrocarriles,
fueron centros de comercialización de insumos y productos. Los grandes silos,
que aún persisten, muchos de ellos levantados al costado de las cooperativas
pueden verse como símbolo rural en el medio de los pueblos rurales”.[39]
En sus orígenes, la percepción de lo rural se vinculaba
mucho más con el carácter productivo de las economías que con cualquier otra
dimensión extra-económica. No obstante, muy prontamente, el abanico de
posibilidades culturales que fomentó la inmigración de ultramar, también dejó
su marca en la formación de los pueblos: las sociedades de ayuda mutua, las
bibliotecas populares, los clubes, comenzaron a poblar culturalmente el paisaje
productivo de la agricultura, mostrando que no sólo en ésta se expresaba la
construcción identitaria de estos pueblos.
Décadas después, la modernización agrícola iniciada en el
década de 1960 se enfatizó en los años de 1990, particularmente a partir de
1996 al liberarse la comercialización de semillas transgénicas que facilitó, en
forma casi masiva y sin regulación estatal, la aplicación del denominado
paquete tecnológico, sostenido sobre tres ejes: la siembra directa, la semilla
transgénica (de soja, aunque no únicamente) y el glifosato[40].
Esta transformación, entre otras de relevancia, tiene efectos radicales en la organización
productiva y social de las explotaciones agropecuarias. En muchos casos
significó la expulsión de productores, generalmente familiares, sin capacidad
de adaptación al modelo y en un contexto en el que el tradicional movimiento
cooperativista agrícola[41]
perdía peso en la estructura económica y social. Esto provocó la migración de
familias hacia las zonas urbanas, liberando espacio para las necesidades del
modelo.
Ciertamente, como se indica en Cloquell
et al.[42],
los pueblos rurales y sus pobladores han “legitimado socialmente” más de
treinta años de modernización tecnológica y expansión de este nuevo capitalismo
-agrario- globalizado. Sin embargo, esa legitimación no ha sido homogénea. Los
resultados de la aplicación del modelo del agronegocio,
no sólo han tenido efectos expulsores en productores y trabajadores
“flotantes”, pues la agricultura actual requiere un porcentaje muy reducido de
mano de obra, y, además, con una calificación muy específica de acuerdo a las
pautas tecnológicas involucradas; sino que han sido también percibidos en
términos ambientales y de la salud de los pobladores. En los últimos años, esta
situación, generó protestas y manifestaciones por parte de la ciudadanía y por tanto, situaciones de conflicto (y cooperación) en
diversos planos. Como
señalan las autoras citadas, los conflictos ambientales se relacionan con los
acopios en la trama urbana y la producción con agroquímicos de alta toxicidad
extendidas en el periurbano de los pueblos. El gobierno de Santa Fe sancionó
las Leyes N° 11273 y 11354 y el Decreto N° 552/97, con el objetivo de regular
la implementación de productos fitosanitarios. La aplicación de estas normas
queda en manos de los gobiernos locales (municipios y comunas). Estas
prácticas se manifiestan en un pedido de agricultura sustentable, enmarcada en un contexto de fuerte
crítica al modelo del agronegocio, y especialmente al
uso de agroquímicos y sus efectos en los habitantes de las localidades “fumigadas”.[43]
A
partir de estos movimientos de resistencia, y amparados en la norma provincial
vigente, muchos pueblos históricamente rurales han generado ordenanzas para
regular las fumigaciones y creado asociaciones y otras instancias de
organización colectiva, para elevar protestas sobre esta problemática,
demandando una mayor intervención del Estado, en todos sus niveles. Las
ordenanzas de San Jorge, Zavalla, Casilda San Genaro
y Firmat (todas localidades situadas al sur de la
provincia, pero no las únicas en el país) son pioneras, y la discusión por
ellas generadas han puesto a la cuestión de las fumigaciones aéreas y sus
efectos ambientales y en la salud de la población en el tapete de la agenda
mediática, junto con el movimiento que en este sentido se viene desarrollando
en provincias como Córdoba o Chaco.
Los
pueblos rurales se han convertido en espacios de y para la disputa. Si bien
habían tenido un rol similar en los tiempos del Grito de Alcorta[44],
la construcción y el sentido de la misma ha variado de cara a los contextos
actuales de reproducción del capitalismo. Un autor como Harvey señala que no es
casual que “las protestas se manifiesten en la esfera de la circulación y el
dinero y las mercancías más que en la producción”[45].
Se advierte que estos pueblos, estas pequeñas ciudades rurales, tan afectadas
por los procesos de urbanización, no son sólo espacios de producción,
constituyen además el circuito de circulación de dinero y mercancía y de la
depredación de los bienes ambientales.[46]
Las palabras de Altvater son apropiadas en este
sentido: la política neoliberal del último tiempo, en la que se enmarca el agronegocio, se reprodujo en un clima de progresivo
debilitamiento del Estado en materia de intervención social y económica
especialmente: “en su lugar, el capital ocupa el espacio global”, en Argentina
su carácter más trágicamente evidente fue la década de 1990 y su desenlace en
la crisis económica, social y política desatada hacia finales de 2001.
Los
pueblos rurales son prueba de un espacio ocupado por el capital. Sin embargo,
esto que supone una marca territorial tan radical, trae consigo el germen de la
rebeldía (en el sentido de Harvey), en cuanto los movimientos sociales se
apropian también de ese espacio: “de los procesos de reapropiación de
territorios se generan espacios públicos que antes no existían. Los reclamos de
bienes privados se socializan, pero no en el sentido que le daba la clase
[refiere a clase social] (…).”[47]
En este caso, la socialización es el
resultado de un entramado de acciones sociales en un determinado espacio
territorial”.[48]
Estas acciones también son producto de la realidad que atraviesan los pueblos
rurales en términos de disputas y contradicciones que el modelo productivo
genera, y como consecuencia, imprime en su condición de “rurales”.
La
contracara de estos signos “nuevos” en los conflictos que genera una “nueva
ruralidad” se manifiestan también en los procesos de urbanización que
atraviesan los pueblos y que los hacen atractivo para sus pobladores. Esto se
vincula con lo mencionado a partir de Entrena Durán[49]
(1998) respecto de la valorización de lo rural en términos de un cierto pasado
“mejor”, de una vinculación más directa con la naturaleza, de la posibilidad de
encontrar mayores espacios de esparcimiento y, se agrega, de otra socialización
(aquella vinculada a los lazos de solidaridad construidos por los inmigrantes y
sus espacios colectivos), de “tranquilidad” en lo cotidiano, etc. De las
entrevistas realizadas a quienes residen en estos pueblos, se destacan tres
razones que, según los pobladores, dotan la vida cotidiana de un carácter
comunitario: “porque allí nació y vive con su familia”, “por seguridad y
tranquilidad”, y “porque se dan condiciones que permiten vivir mejor”.
El
pueblo se urbaniza y su ritmo se va asemejando al citadino más clásico, “pero
con particularidades que permiten otros tiempos, otros movimientos, que tienta
a las nuevas generaciones a permanecer en su ciudad natal”.[50]
Aunque este tipo de afirmación hace a una caracterización más bucólica y romántica
de lo rural, se integran con un conjunto de demandas por parte de los
pobladores que resultan, a la postre, una especie de indicador de la
urbanización deseable para estos pueblos: “incrementar el nivel del empleo”,
“mejorar la educación”, “evitar la contaminación ambiental”, “mejorar el
sistema sanitario”, “planificar el transporte público”, entre otras. La
trayectoria de vida intra e inter-generacional
también tiene efectos en las demandas: las últimas mencionadas provienen de
pobladores históricos de las localidades en cuestión. En cambio, en el último
tiempo, numerosos pobladores de la ciudad de Rosario, por ejemplo, eligen
residir en localidades cercanas, especialmente del Grupo I, tales como Arroyo
Seco o Alvear, aún cuando sus actividades laborales y
sociales transcurren, en su mayoría, en Rosario (la ciudad cercana con mayor
peso demográfico, económico y administrativo).
Esto
podría vincularse, en parte, con el contexto explicado por Svampa[51]
respecto de las formas de cierta sociabilidad “elegida” que ha llevado a
ciertos sectores de las clases medias a residir en countries o barrios privados desde finales de la década de 1990. Esta
interpretación podría extenderse a la decisión de residir en estos pueblos que,
en parte, representan una fracción urbana con estilo de vida rural en el
sentido antes propuesto.
Si
bien estas cuestiones no son las únicas que han aparecido en el análisis de los
pueblos rurales, se considera que son muy representativas de dos aspectos que
se ha intentado mostrar en este ensayo: 1) el carácter dinámico de lo rural, su
inscripción territorial y modificación de acuerdo al entorno e imbricación con
lo urbano, y 2) los efectos que tiene lo anterior en los pueblos rurales cuya
evidencia empírica más ilustrativa se desprende por un lado, del carácter de la
conflictividad y, por otro, de los aspectos favorables que hacen de vivir allí,
un beneficio. Fuera de esta reflexión han quedado preguntas que complejizan aún
más la cuestión y que exceden largamente la propuesta de este escrito: ¿cuál es
el rol del Estado, en sus diferentes instancias, en la regulación de los
conflictos mencionados?, ¿cuáles son las alternativas frente al modelo del agronegocio?, ¿qué rol tienen los pueblos rurales y sus
pobladores como espacios alternativos de producción y comercialización y de
consumo/ consumidores? Estos y otros interrogantes quedan pendientes y, en
definitiva, marcan el rumbo de hacia dónde seguir mirando.
Algunas
reflexiones de cierre
En
este breve escrito se presentó una posibilidad de reflexión (ciertamente no
excluyente de otras) sobre cómo las transformaciones en aquello que se
considera “rural” tiene efectos en las pequeñas ciudades, pueblos rurales,
localidades rurales y otras denominaciones que tras de sí, dejan ver procesos
similares. Se considera que este es un tema central, tanto en términos
teóricos, en cuanto al peso que tiene la comprensión de lo rural en las
interpretaciones sobre el capitalismo y la modernización, desde los clásicos
hasta la actualidad; como así también en términos de los distintos procesos que
atraviesan la historia argentina. No es casual, por ejemplo, que
en las disputas filosóficas y políticas sobre la identidad nacional, los
actores desplegados desde distintas miradas tienen un vínculo con el “campo”,
con lo rural: el indio, el gaucho, el inmigrante. El triste binomio
“civilización/ barbarie”, también expresa un vínculo, en el mismo sentido que
lo expresa Entrena Durán[52]:
lo artesanal y lo industrial, lo atrasado y lo moderno, el campo y la ciudad.
Todas disputas que nutren la historia nacional y que, en nuestra opinión, se
presentan hoy nuevamente bajo otros contextos. Esta discusión es central en la
construcción política y económica de la actualidad y los nudos que la
atraviesan, y que se han descrito someramente en el segundo apartado; aunque
evidentemente no son los únicos, se presentan como elementos novedosos para
pensar la ruralidad en donde ésta se reproduce, en sus inscripciones
territoriales y con los actores que la vitalizan.
Para
finalizar entonces esta reflexión, se tomará una referencia que habilita a
sintetizar parte del supuesto con el que se inició: “La localidad [el pueblo
rural] representa, en los dos grupos estudiados, las dos caras de una misma
moneda: las contradicciones que genera el capitalismo en su fase global (…)
promoviendo formas de supervivencia de la vida comunitaria, tradicional y
siempre constitutiva del espacio territorial [rural]”.[53]
En esta cita se expresan las dos características que se ha intentado enfatizar
a lo largo del ensayo: en primer lugar, las contradicciones que genera el
modelo del agronegocio y su expansión.
En
el caso de los pueblos rurales observados esa contradicción se presenta en la
problemática ambiental y la salud de los pobladores frente a los supuestos
efectos nocivos del denominado “paquete tecnológico” que sostiene al modelo.
Estas “externalidades” tan negativas irrumpen en la realidad generando una
contienda en el territorio, en la búsqueda colectiva de regularla, de marcar
límites: la organización de instancias colectivas, tales como las asociaciones
“Basta de Cáncer”, “Médicos de Pueblos Fumigados” y otras. Gras y Hernández[54]
indican que en la campaña agrícola 2012-2013 se plantaron alrededor de 20
millones de ha con cultivos transgénicos, acompañados con agroquímicos. La
paradoja resulta de concebir política y socialmente el modelo del agronegocio como el principal eje de la economía argentina,
garantizando, incluso con coyunturas económicas críticas, crecimiento
económico.
En
segundo lugar, la “otra cara de la moneda”, despliega una serie de razones por
las que vivir en un pueblo rural es “mejor”. El pueblo rural otorga la
tranquilidad perdida en la vorágine de la ciudad; permite reconstruir los
vínculos que iniciaron los abuelos, los inmigrantes, allí por el 1900; permite
dejar las puertas sin llave, las bicicletas sin candado. Pero, ¿hasta qué punto
esto no refleja también una paradoja al considerar la vida rural prácticamente
idílica?
En
esta línea, no deja de ser sugerente lo que nos plantea Williams en su clásico El campo y la ciudad, “llamamos
mejoramiento y progreso a los cambios técnicos, damos la bienvenida a algunos
de sus efectos y deploramos otros y podemos manifestarnos, o bien insensibles,
o bien divididos; un estado del espíritu en el cual, una y otra vez las ideas
más abstractas e ilusorias del estilo de vida rural natural, nos tientan, o al
menos nos seducen. O bien, podemos optar por decir que esa es la condición
humana: la elección irresoluble entre un materialismo necesario y una humanidad
necesaria. Frecuentemente tratamos de resolverla dividiendo trabajo y ocio, o
sociedad e individuo, o ciudad y campo, no sólo en nuestros espíritus, sino
también en los suburbios o ciudades jardines, en las casas de la ciudad y las
cabañas campestres, en la semana laboral y en los fines de semana”.[55]
Aún sin respuesta, estas cuestiones hacen a la -necesaria- reflexión sobre lo
rural; sobre lo rural en los pueblos; sobre lo rural en la vida de quienes los
habitan y de allí su gran relevancia teórica, pero esencialmente, social.
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Recibido: 03/10/2016
Evaluado: 21/11/2016
Versión final: 11/12/2016
(+) Este trabajo fue originalmente presentado como artículo y en tal condición evaluado positivamente por consultores externos, no obstante el Comité Editorial de la revista decidió incluirlo en la Sección Textos dado que consideró que el mismo podía constituir un buen modelo para alentar líneas de investigación similares en el ámbito de nuestra ciudad y región.
(*) Licenciada en Ciencia Política (Universidad Nacional de Rosario. UNR). Magister en Estudios Sociales Agrarios (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. FLACSO, Argentina). Doctora en Ciencia Política (UNR). Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Jefa de Trabajos Prácticos en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. UNR. E-Mail: mariaelenanogueira@gmail.com
[1] Este trabajo se desprende del desarrollo de la investigación propuesta para el Ciclo de Posdoctorado del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba realizado durante el año 2014. El ciclo se tituló: "Ciudades y megalópolis: reales, simbólicas e imaginarias" y fue dictado por los profesores Francisco Delich, Noé Jitrik y Fernando Calderón Gutiérrez.
[2] PÉREZ, Edelmira C., “Hacia una nueva visión de lo rural”. En GIARRACCA, Norma (compiladora), ¿Una nueva ruralidad en América Latina?, Buenos Aires: CLACSO. 2001. BENGOA, José, “25 años de estudios rurales”. En Sociologías, Porto Alegre, año 5, Nº 10: 2003, pp. 36-98. PARÉ, Luisa, “La relación campo-ciudad: elementos para agendas en común”. En ALASRU, Nueva época. Análisis latinoamericano de medio rural. Revista de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU), Nº 5. 2010. CLOQUELL, Silvia; ALBANESI, Roxana; NOGUEIRA, María Elena y PROPERSI, Patricia, “Las localidades del sur santafesino. Factores favorables y desfavorables de la imbricación urbano-rural”. En Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, Nº 25: 2011, pp. 5-34. CLOQUELL, Silvia (coordinadora); ALBANESI, Roxana, NOGUEIRA, María Elena y PROPERSI, Patricia, Pueblos rurales. Territorio, sociedad y ambiente en la nueva agricultura, Buenos Aires: CICCUS. 2014.
[3] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit..
[4] WILLIAMS, Raymond, El campo y la ciudad, Buenos Aires: Paídós. 2001, p. 76.
[5] HELLER, Agnes, “La sociología como desfetichización de la modernidad”. En Debates en Sociología, Nº 16: 1991, p. 27.
[6] NOGUEIRA, María Elena, “Estado y políticas públicas en la integración urbano-rural de las localidades del sur de Santa Fe en la pampa argentina”. Ponencia presentada en el VIII Congreso Latinoamericano de Sociología Rural “América Latina: realineamientos políticos y proyectos en disputa”, Recife, Brasil. 2010; CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit...; CLOQUELL, S. et al; “Las localidades del sur santafesino...”, op. cit.. Se trata del PICT-2007-00262: “Transformaciones en el territorio e Innovación Tecnológica. Los nuevos desafíos de la integración urbano-rural en las localidades del sur santafesino” bajo la dirección de la Dra. Silvia Cloquell (2008-2012), financiado por la Agencia Nacional de Investigación Científica y Tecnológica.
[7] ENTRENA DURÁN, Francisco, Cambios en la construcción social de lo rural. De la autarquía a la globalización, Madrid: Tecnos. 1998.
[8] BENGOA, J., “25 años de estudios rurales…”, op. cit..
[9] MURMIS, Miguel, “Carlos Marx y el análisis del agro: una introducción”. En GIARACCA, Norma (compiladora), Estudios rurales. Teorías, problemas y estrategias metodológicas, Buenos Aires: La colmena. 1999.
[10] En este tenor, se consideran especialmente los trabajos de Kautsky y Lenin. KAUTSKY, Karl, La Cuestión Agraria, México: Siglo XXI. 1973. LENIN, Vladimir, El desarrollo del capitalismo en Rusia, Moscú: Progreso. 1975.
[11] NOGUEIRA, María Elena, “Política, estructura agraria y sociedad antigua. Algunas reflexiones en torno a una interpretación de Max Weber”. En Sociológica, año 28, Nº 79: 2013, p. 52.
[12] MURMIS, M., “Carlos Marx y el análisis del agro…”, op. cit., p. 52.
[13] Se denomina junker al sujeto “equivalente” al terrateniente en el modelo clásico (inglés) cuyos intereses de clase se vinculaban con una aristocracia rural (alemana) sostenida a través de vínculos patriarcales.
[14] BENGOA, J., “25 años de estudios rurales…”, op. cit..
[15] La discusión sobre “nueva ruralidad” en América Latina y en la Unión Europea tuvo diferencias en términos de las interpretaciones sobre territorios, actores, y políticas rurales/ sectoriales. Para el caso europeo, veáse PÉREZ YRUELA, Manuel; SUMPSI, José María; BARDAJÍ, Isabel y GIMÉNEZ GUERRERO, María del Cármen, La nueva concepción del desarrollo rural: estudios de casos, Córdoba: CSIC-IESA. 2000.
[16] PÉREZ, Edelmira C., “Hacia una nueva visión de lo rural…”, op. cit., p. 19.
[17] Gras y Hernández señalan que se entiende “agronegocio como un modelo o lógica de producción que con variantes nacionales y locales (por la conjugación que los actores hacen de las lógicas macro con las historias y tradiciones propias)” GRAS, Carla y HERNÁNDEZ, Valeria (coordinadoras), El agro como negocio. Producción, sociedad y territorios en la globalización, Buenos Aires: Biblos. 2013, p.25. Énfasis en el original.
[18] Idem, p. 26.
[19] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit..
[20] BISANG, Roberto y GUTMAN, Graciela, “Un equilibrio peligroso. Nuevas dinámicas de la producción agropecuaria”. En Encrucijadas, año 3, Nº 23. 2003, pp. 15-25.
[21] HARVEY, David, “El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión”. 2004. Disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D8555.dir/harvey.pdf. Última consulta 22/11/2016.
[22] SVAMPA, Mariestella “La disputa por el desarrollo: territorio, movimientos de carácter socio-ambiental y discursos dominantes”. 2008. Disponible en Internet: http://www.maristellasvampa.net/archivos/ensayo43.pdf. Última consulta 22/11/2016.
[23] GIARRACCA, Norma (coordinadora); MARIOTTI, Daniela; BARBETTA, Pablo; BIDASECA, Karina; GRAS, Carla y RIVAS, Ana, Territorios y Lugares. Entre las fincas y la ciudad. Lules en Tucumán, Buenos Aires: La Colmena. 2003.
[24] La década de 1990 se caracterizó por la aplicación de políticas públicas neoliberales. El término neoliberal se utiliza aquí en el sentido que lo hace Sonia Draibe en relación con no interpretarlo como un cuerpo teórico “propio, original y coherente” sino más bien de una ideología dominante que se compone de determinadas prácticas y específicas: retiro del Estado de la sociedad y la economía, políticas aperturistas, desregulación de la economía, privatización de servicios, etcétera. DRAIBE, Sonia, “Neoliberalismo y políticas sociales: reflexiones a partir de las experiencias latinoamericanas”. En Desarrollo Económico, Buenos Aires, volumen 34, Nº 134, 1994.
[25] GIARRACCA, N. et al; Territorios y Lugares…, op. cit..
[26] Ibidem.
[27] ENTRENA DURÁN, F., Cambios en la construcción social…, op. cit., p. 18.
[28] BENGOA, J., “25 años de estudios rurales…”, op. cit..
[29] ENTRENA DURÁN, F., Cambios en la construcción social…, op. cit., pp. 175-176.
[30] Es importante señalar la relevancia del territorio como un actor del desarrollo. En este sentido, autores como Alburquerque señalan la importancia de considerar, por ejemplo, los procesos de descentralización política incluyendo funciones de desarrollo productivo empresarial a nivel territorial. ALBURQUEQUE, Francisco, “Identidad y Territorio”, En ALBURQUEQUE, Francisco (editor), Globalización, desarrollo local y redes asociativas, Buenos Aires: Corregidor. 1999.
[31] Se refiere aquí a la inseguridad en un sentido amplio, desde los procesos de precariedad provocados por las distorsiones en el mundo del trabajo, las incertidumbres de corto y mediano plazo, y no sólo aquellos aspectos atribuibles a la inseguridad física sostenidos en una amplia crítica al poder de policía del Estado en sus distintos niveles y alcances territoriales.
[32] ENTRENA DURÁN, F., Cambios en la construcción social…, op. cit., pp. 13 y 182. Énfasis nuestro.
[33] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit..
[34] GIARRACCA, N. et al; Territorios y Lugares…, op. cit..
[35] Antes de continuar con el análisis de estos pueblos, debe mencionarse que sólo se ha considerado aquí una serie de elementos de los que componen la discusión sobre la/s nueva/s ruralidad/es. Buena parte de estos quedan expresados en la identificación de los desplazamientos desde la perspectiva de Bengoa: 1) de la hacienda a la empresa moderna exportadora; 2) de campesinos a pobres rurales; 3) de los siervos del campo a los temporeros; 4) de campesinos a indígenas y 5) de campesinos a campesinas. Cada uno de estos puntos representan dimensiones de lo rural en la actualidad. Su relevancia puede observarse en una rápida lectura de cómo han virado los programas de desarrollo rural, en particular en Argentina, de un tiempo a esta parte. NOGUEIRA, María Elena y URCOLA, Marcos, “La agricultura familiar en las políticas de desarrollo rural, ¿hacia una nueva agenda pública? La experiencia reciente en Argentina (1990-2011)”. En Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, Nº 39: 2013, pp. 5-38.
[36] Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) (s/f): “Definiciones del Concepto localidad”, Censo Nacional de Población y Vivienda, 2001. Énfasis en el original.
[37] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit..
[38] GALLO, Ezequiel, La pampa gringa, Buenos Aires: Edhasa. 2004.
[39] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit., p. 37.
[40] El glifosato es un “herbicida” de amplio espectro patentado por Monsanto, la semillera que produce y comercializa la semilla de soja transgénica a la cual es resistente. Su nombre comercial es Round Up Ready. Debe indicarse que las disputas respecto de su uso obedecen a la aplicación del principio precautorio vigente. Existen numerosos y fehacientes estudios sanitarios respecto del vínculo de la expansión de ciertos tipos de cáncer y mal formaciones en bebés, entre otras patologías, y la aplicación de este tipo de producto y otros agroquímicos tóxicos.
[41] El cooperativismo agrario resultó una herramienta de solidaridad empresarial desde finales del siglo XIX y, podría decirse, durante el largo período de industrialización por sustitución de exportaciones. Durante la década de 1990 fundamentalmente se produjo un proceso de descomposición del movimiento cooperativo, con la modificación de sus estructuras y prácticas institucionales. Al respecto, véase LATTUADA, Mario y RENOLD, Juan Mauricio, El cooperativismo agrario ante la globalización, Buenos Aires: Siglo XXI. 2004.
[42] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit..
[43] Albanesi et al. señalan que, “la extensión del área de producción que ha llegado a ocupar inclusive las banquinas con cultivo de soja, fue una de las primeras acciones que diluyó tempranamente los límites entre las zonas urbanizadas y las rurales. Este aspecto también ha sido objeto de una reglamentación provincial para prohibir la utilización de banquinas a tal fin”. ALBANESI, Roxana; NOGUEIRA, María Elena y PROPERSI, Patricia, “La gestión territorial de las localidades urbano-rurales en el espacio agrícola pampeano”. En: GASSELIN, Pierre, MOSCIARO, Mirna y CLOQUELL, Silvia (organizadores), La adaptación de las agriculturas pampeanas, Buenos Aires: CICCUS. 2014, p. 84.
[44] Se denomina “Grito de Alcorta” a la manifestación colectiva organizada por chacareros en el sur de Santa Fe (pero con alcance nacional) en reclamo de “libertades capitalistas”, entre las que se incluía la decisión de compra y venta, de decisión de siembra, la modificación de contratos de arrendamiento leoninos, etcétera.
[45] HARVEY, David, Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana, Buenos Aires: Akal. 2014.
[46] HARVEY, D., “El nuevo imperialismo…”, op. cit..
[47] HARVEY, D., Ciudades rebeldes…, op. cit..
[48] ALTVATER, Elmar, Los límites del capitalismo. Acumulación, crecimiento y huella ecológica, Buenos Aires: Mardulce. 2011, pp. 42-43. Énfasis nuestro.
[49] ENTRENA DURÁN, F., Cambios en la construcción social…, op. cit.
[50] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit., p. 45.
[51] SVAMPA, Mariestella, La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo, Buenos Aires: Taurus. 2005.
[52] ENTRENA DURÁN, F., Cambios en la construcción social…, op. cit.
[53] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit., p. 55.
[54] GRAS, C. y HERNÁNDEZ, V., El agro como negocio…, op. cit..
[55] WILLIAMS, R., El campo y la ciudad…, op. cit., p. 362.