Rural y urbano en lo cotidiano de las ciudades pequeñas. Una reflexión a partir de pueblos rurales del sur de Santa Fe, Argentina(+)

 

 

María Elena Nogueira(*)

 

 

Resumen

 

El propósito de este escrito es reflexionar sobre algunos rasgos empíricos de cómo lo rural se modifica y se vincula con lo urbano, a partir de analizar los cambios en la organización cotidiana de la vida en un conjunto de ciudades pequeñas, denominados aquí pueblos rurales. Para ello se identifican y problematizan las principales transformaciones en las concepciones de lo rural. Asimismo, se realiza un análisis crítico de la información obtenida durante una investigación sobre localidades del sur de Santa Fe. En términos metodológicos, se trabajó una estrategia tripartita con técnicas cualitativas y cuantitativas.

 

Palabras clave: rural; urbano; pueblos rurales.

 

 

 

Rural & urban in the everyday of the small towns. A reflection about rural towns in the south of Santa Fe, Argentina

 

Abstract

This paper is about a reflection about some empirical characteristics in which “the rural” is modified and connected with the urban, starting with the analysis of changes in everyday organization of life in a group of small towns, called “rural towns”. In this sense, the main transformations in the conceptions of the rural are identified and problematized. In addition, we present a critical analysis of the information obtained during an investigation of localities in the south of Santa Fe. In methodological terms, a tripartite strategy was developed with qualitative and quantitative techniques.

 

Keywords: rural; urban; rural towns.

 

 

 

Rural y urbano en lo cotidiano de las ciudades pequeñas. Una reflexión a partir de pueblos rurales del sur de Santa Fe, Argentina[1]

 

A modo de introducción

 

“Así, todo el modelo de sociedad rural está en crisis, pues aún no comprende su papel actual y sus nuevas funciones, y así no sólo pierde su identidad sino también su población, sus modelos de organización y muchas de sus actividades” Edelmira Pérez C., (2001).

 

Las discusiones acerca de una “nueva” ruralidad en América Latina son muchas y muy variadas[2]. En un país con una larga tradición vinculada al mundo rural -como es Argentina-, los cambios sectoriales, especialmente en cuanto a los modos de producir, organizar, comercializar y distribuir la producción, también han contribuido a una ruralidad dinámica cuyos efectos se traducen, en la organización de la vida en los llamados “pueblos rurales”[3] y en la percepción de “lo rural” que, más allá de lo estrictamente sectorial, tienen sus pobladores.

Williams, citando a Trotsky, señala que la historia de la humanidad es, en verdad, la historia de la ciudad sobre el campo. Antiguamente, la economía rural suponía un “afuera”, un “encantador retiro costero”[4], denotando un carácter romántico, de ocio e incluso bucólico que la caracterizaba. Pero, igual que el capitalismo, la vida rural y sus concepciones, sus modos de articularse con lo urbano, su organización social y económica, también han cambiado.

El propósito de este escrito es reflexionar sobre algunos rasgos empíricos de cómo lo rural se modifica y se vincula con lo urbano, a partir de analizar los cambios en la organización cotidiana de la vida en un conjunto de ciudades pequeñas, denominados aquí pueblos rurales. Para ello, en el primer apartado se identificarán de manera crítica las principales transformaciones en las concepciones de lo rural. En segundo lugar, se analizará cómo estas transformaciones permean ciertos aspectos de la estructuración de lo cotidiano en los pueblos rurales del sur de Santa Fe, en los desafíos diarios que allí se presentan, en los encuentros “cara a cara”, en aquello que “se da por sentado”, en el ahora en la vida de sus residentes[5]. Finalmente, se presentarán algunas reflexiones finales y de síntesis sobre la temática propuesta.

En cuanto a los aspectos metodológicos, debe indicarse que este trabajo se vincula con los resultados de investigaciones previas ya concluidas[6] cuyo trabajos de campo de triangulación de técnicas y resultados se constituyen como insumos empíricos para la reflexión, de carácter teórico, que interesa realizar en este escrito. De allí que las características del texto son las de un ensayo de este tipo. El argumento central que justifica este análisis se vincula con la identificación de ciertos rasgos “tradicionales” en la concepción de lo rural, en convivencia con otros “nuevos” que resultan -en conjunto y paradójicamente- definitorios en la decisión de residir en una localidad de estas características, influyendo así en los modos de organización que dicha localidad posee.

 

El campo y la ciudad, ¿lo rural y lo urbano?

 

Las ideas sobre “lo urbano” y “lo rural” se han modificado mucho en el último tiempo. Diversos estudios han avanzado sobre el aparente acercamiento de una histórica dicotomía o, al menos, su particular imbricación conforme a los cambios del modo de producción capitalista. Como bien advierte Entrena Durán[7], la definición ordinaria de “rural” de acuerdo al Diccionario de la Lengua Española se orienta en dos sentidos posibles y esquemáticos: algo frecuentemente tosco y sin cultura o, en clave evolucionista, aquello que se presenta como atrasado o carente de impulso modernizador. En este amplio abanico hay numerosas posibilidades por lo que el término resulta en verdad bastante impreciso y, como se observa, con una carga valorativa muy negativa en un contexto en el que lo moderno se vincula, en principio, con la sociedad industrial y su creciente urbanización, garantes del incuestionado “progreso”.

En apariencia, y como lo rural se comprende entonces como opuesto a lo urbano, Bengoa[8] señala enfáticamente cómo el objeto de estudio de una Sociología -rural- se ha desdibujado y ha perdido autonomía. En verdad, se modifica la interpretación de la denominada “cuestión rural”.

En este punto, y antes de avanzar en la discusión respecto de ésta, es preciso indicar algunas definiciones que aportan a la temática dos grandes clásicos de la Sociología. Entre sus fundadores, como indica Murmis[9], quien mayor atención dedicó a la cuestión ha sido Karl Marx. El análisis de la producción agraria en este autor es el que permite avanzar en uno de sus más grandes hallazgos: la comprensión del capital como una relación social. Aunque un poco menos utilizado por la Sociología rural (sobre todo latinoamericana), otro alemán, Max Weber, en parte en dialogo con Marx y algunos marxistas, también se ocupó del tema a partir de los análisis de la estructura agraria alemana[10], indagando en la tensión constitutiva de la relación rural-urbano.[11]

En Marx, el análisis del agro tiene un papel central en el capitalismo. Es a partir de su interpretación de la renta que se pueden identificar los sujetos agrarios y los mecanismos de intercambio que dan lugar a un determinado tipo de relaciones sociales de producción. De esas relaciones dependerá, en definitiva, la especificidad del capitalismo, y del capitalismo en el agro, en cada caso en particular. Marx es el primero en distinguir cómo el capital se introduce en el campo (en la producción agrícola) fomentando procesos de proletarización de la fuerza de trabajo marcando así la coexistencia de renta, ganancia y salario. En palabras de Murmis: “El núcleo sistemático es el del análisis de las relaciones entre propietarios del capital invertido en el campo, propietarios de la tierra y vendedores de fuerza de trabajo conectados a través de un proceso de explotación y acumulación en el que se genera ganancia, la que asume la doble forma de ganancia capitalista y renta”.[12]

Si el eje de Marx está puesto en las relaciones sociales de producción, Weber, que ha leído a Marx, hace hincapié en la organización social y las políticas de Estado. En el contexto posterior a la unificación alemana, el gran pensador alemán observa cómo la tradicional estructura agraria alemana -de base junker[13]- pierde peso como elemento unificador de la estructura social, que en su interpretación garantiza dominación política. En estos términos, la preocupación de Weber por la cuestión agraria, es una de tipo claramente política. Desde Marx y Weber en adelante, muchos autores, con diversos matices y cosmovisiones se han encargado de la cuestión “rural” que, como se indicó, tanto ha ido cambiando de acuerdo a los cambios del propio capitalismo.

Bengoa[14] describe y analiza los grandes desplazamientos que esta cuestión ha tenido en los últimos treinta años. Para esto, uno de sus principales argumentos es la pérdida de autonomía que se manifiesta tanto en términos de espacio social, como productivo y cultural, aquello que suele denominarse “sociedad rural”. Uno de los elementos contemporáneos más representativos de lo que este autor señala es la percepción de lo agrícola como algo separado de lo rural. En otras palabras, lo rural comprendiendo mucho más que lo agrícola, tal es así, que puede observarse un peso diferencial entre estos ámbitos. La evidencia de esto puede encontrarse, en términos más empíricos, en la enorme cantidad de programas y líneas de desarrollo rural que en los últimos veinte años se han diseminado por América Latina, y Argentina en particular, desde una perspectiva territorial, entendiendo lo rural en un sentido amplio: las tradicionales actividades agrícolo-ganaderas, la producción de servicios, la confección y elaboración de distintos tipos de artesanías, la pesca, el turismo rural, entre otros.[15]

En esta línea, y como indica Pérez, es preciso ampliar la visión de lo rural, evitando una comprensión excluyentemente económica de lo que lo implica. La autora señala que frente a una mirada de estas características, el papel de lo rural debe trasladarse al plano de “la política y las instituciones”.[16] Pérez plantea un conjunto de “crisis” que derivan en núcleos problemáticos muy sugerentes para el análisis de este apartado:

Crisis de la producción y orientación: la disputa se plantea en términos de la agricultura empresarial y la familiar. Los procesos de aplicación tecnológica, los requerimientos de la escala, la competitividad comercial, entre otras variables, describen un modelo productivo casi único que limita los espacios de producción y comercialización a los agentes económicos más dinámicos. En este sentido, autoras como Gras y Hernández, definen al actual modelo[17] de agronegocios a partir de su “transectorialidad” provocando una mayor integración y extensión de la cadena de valor, la priorización de la demanda del consumidor en términos globales, la capitalización de buena parte de los procesos productivos involucrados, la estandarización de las tecnologías utilizadas y el acaparamiento de tierras por parte de grandes corporaciones financieras.[18]

Crisis de población y poblamiento: consecuencia, en parte, de lo anterior, muchas actividades tradicionalmente rurales han perdido peso la estructura económica territorial, frente a los procesos de “urbanización de la agricultura”. Mientras que históricamente (en el caso argentino, desde la formación del Estado Nacional en adelante), la producción familiar tuvo un lugar central en la construcción territorial (en la figura del chacarero, por ejemplo), la tendencia en los últimos veinte años invierte ese proceso, mostrando una des-ruralización del mismo espacio otrora casi exclusivamente rural, modificando también las disputas territoriales y el hábitat.[19] En estos términos se observan algunos fenómenos demográficos y sociales: la pérdida de la transmisión inter-generacional de las actividades económicas, los procesos de movilidad social en sentido amplio de los jóvenes, el despoblamiento de los pueblos demográficamente considerados rurales (sobre cuya definición estadística se abundará más adelante), etcétera.

Crisis de las formas de gestión tradicionales: la pérdida de peso del productor en las decisiones prediales también se presenta como una faceta descriptiva de los cambios en la ruralidad. En el último tiempo, la figura de “terceristas” entre los que cuentan sujetos tales como los contratistas de maquinarias agrícolas (muchas veces vinculados con capitales urbanos) se presentan como los nuevos gestores de la empresa rural.[20]

Crisis en el manejo de los recursos ambientales: la deforestación del suelo, su contaminación, el “dispalfarro” de los recursos naturales no renovables, la emisión que esto último -y en particular la ganadería- provocan en términos de la emisión de gases del efecto invernadero (y como consecuencia en el cambio climático) son aspectos de lo rural que tienen una joven presencia en la agenda académica y social. Estas cuestiones, claro, no son excluyentes de la problemática rural.

Es pertinente recordar que la modernización de los años cincuenta y sesenta del siglo XX no había dejado cuestionar (por lo menos no masivamente) la idea de “progreso”, tan tributaria del mundo moderno. Esa noción de progreso se encuentra hoy en crisis; los modelos económicos extractivistas (o de agronegocio, como se ha referido), definen una “nueva” etapa de expansión del capital que Harvey denomina “acumulación por desposesión”[21], marcando la relevancia del medioambiente y los territorios y sus recursos[22], en claro cuestionamiento a la noción moderna de desarrollo. Los problemas vinculados con el ambiente y el territorio son nodales para pensar actualmente una “nueva” ruralidad.

Crisis de las formas tradicionales de articulación social: junto con la crisis de la acepción tradicional del mundo rural, sus formas de articulación social, generalmente comunitarias, también se han erosionado, desapareciendo o adaptándose a los contextos actuales. Estas transformaciones también generan nuevos actores y nuevas disputas de poder en cuanto a su representación.

Muchos autores intentan comprender la realidad de lo rural con la premisa de eludir las tradicionales dicotomías en las que confiaba la Modernización. Siguiendo a Giarracca et al. [23], este escrito se sostiene sobre la duda que, desde mediados del siglo XX en adelante, hayan existido territorios puramente agrarios y otros puramente urbanos en aquello vinculado con lo productivo, lo social y lo cultural. Los autores señalan que los procesos sociales nunca ocurren de manera lineal y, en Argentina por ejemplo, se han dado simultáneos procesos de aplicación tecnológica, de agroindustrialización, de desplazamiento de la población rural, de pobreza, de concentración de

unidades productivas, etc. La última década del siglo XX fue paradigmática en este sentido, mostrando especularmente un “campo sin productores”, falta de alimentos, empobrecimiento de trabajadores rurales y pobladores del interior del país (y, se agrega, también de la rica región pampeana).[24]

En América Latina en general, los procesos antes señalados han contribuido a la expansión de las ciudades, y más especialmente, de las llamadas megalópolis.[25] Los campesinos no “focalizables” de los planes modernizadores quedaron “flotando”; migraron entonces a las ciudades “grandes”, en general capitales, erigidas desde los años de 1940 como grandes centros industriales y administrativos. En muchos países, los hábitos históricamente campesinos comenzaron a poblar el paisaje urbano: colores, sabores, texturas, modos de vestirse y de vincularse: ferias, mercados andinos, vendedores ambulantes, etc.[26]

Si como indica Entrena Durán, lo rural, así como el territorio y los lugares, es una construcción social, estos procesos que se han ido identificando dejan su huella en las macro, pero también en las micro configuraciones que las sociedades elaboran. Este autor en particular utiliza el término “espacio territorial rural” y lo describe como un “ámbito social que es, al mismo tiempo, substrato condicionante y producto de procesos de acción social conducentes a su construcción y cambio social”.[27] En esta construcción, una de las razones de la pérdida de autonomía en los términos de Bengoa[28], es la cada vez mayor imbricación con las ciudades (no sólo las grandes, sino también las medianas y hasta las pequeñas, punto éste al que se volverá más adelante). El capitalismo en su fase global y la peculiar expansión de la llamada globalización en todos sus aspectos contribuyeron a que “cada territorio rural concreto ha ido experimentando un paulatino desvanecimiento de los rasgos culturales, socioeconómicos que lo singularizaban como entidad local más o menos cerrada y específica, a la vez que sus habitantes han ido perdiendo parcelas de autonomía en lo relativo a decidir las normas con las que se organizan productiva y socialmente”.[29]

En este contexto, no fue casual el redescubrimiento de las ciencias sociales en general y de los estudios rurales en particular, de lo “local” o el sentido de “comunidad” perdido que los espacios locales permitirían reconstruir[30]. Empieza a cobrar sentido una reestructuración de los lazos que hacen a lo local, marcando una especie de nueva “dialéctica de lo local (rural y/o urbano) frente a lo global”. En estos términos, lo “local” comienza a vivirse como una especie de refugio frente a la inseguridad de la sociedad contemporánea[31]. Esta revalorización, de lo local rural-urbano, representa no sólo la nostalgia por “el pasado perdido”, sino además una contienda sostenida en actitudes de cara a la ya mencionadas crisis ambiental y existencial, en la que se encuentran las actuales sociedades urbano-industriales frente a lo cual “lo rural es propuesto como forma de vida vinculada a la naturaleza y apetecible por su calidad, como ámbitos de desarrollo de actividades, de turismo, etc.”.[32]

Para finalizar estas brevísimas afirmaciones de carácter conceptual, se dirá -siempre en la línea propuesta por Bengoa- que la pérdida de autonomía de lo rural de alguna manera se equilibra en una mayor imbricación con las ciudades, con diversos tipos de ciudades. Como podrá observarse a continuación, los tradicionales pueblos rurales del sur santafesino no son en realidad estrictamente rurales (en el sentido dicotómico del término expresado al comenzar este texto), lo rural y lo urbano se vinculan allí en una particular dialéctica dando lugar a una configuración social “nueva” que comparte rasgos rurales y urbanos. Antes, el pueblo era, de alguna manera, el campo, el universo absoluto de lo rural, ahora, el pueblo es un insumo para el campo, el soporte sobre el que la agricultura industrial se sostiene[33], pero también una ciudad, un conjunto de lugares del mundo de vida[34] para los que allí residen.[35]

 

Rural y urbano en los pueblos rurales del sur de Santa Fe

 

Las reflexiones que siguen resultan un análisis de la información obtenida durante el trabajo de campo del proyecto de investigación que se ha indicado al comienzo del escrito. Para el mismo se utilizó una estrategia metodológica tripartita con técnicas cualitativas y cuantitativas. En el último caso, se confeccionó un muestreo estadístico estratificado con asignación proporcional al tamaño de cada estrato en función de la Población Económicamente Activa (PEA). Se realizaron 231 encuestas en total, de acuerdo a la información provista por el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2010. En cuanto a las técnicas cualitativas, se realizaron entrevistas en profundidad a informantes clave y se analizaron diversas fuentes: documentos oficiales y privados, diarios y revistas, páginas web, mapas, etcétera.

La investigación avanzó sobre un conjunto de localidades del sur de la provincia de Santa Fe, territorio caracterizado históricamente por su relevancia para la producción agrícola entre las provincias que conforman la denominada región pampeana (junto a Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos). Se han definido dos conjuntos de localidades: el primero de ellos denominado “localidades-puerto” incluye a Arroyo Seco, Timbúes, Alvear y General Lagos y se las define por la gran vinculación de estos pueblos con la comercialización de materias prima de origen agrícola, en otras palabras, por la cercanía con las bocas portuarias.

El segundo grupo se corresponde con las localidades “gestión de la agricultura”, o lo que es lo mismo, aquellos pueblos que se constituyen en verdaderos “asientos” de la producción agrícola. Estos son: San Genaro, Las Rosas, Las Parejas y Cañada de Gómez.

Es pertinente hacer una aclaración respecto del uso indistinto de los términos “localidades” o “pueblos” rurales. En Argentina, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) define técnicamente una localidad como una “porción de la superficie de la tierra caracterizada por la forma, cantidad, tamaño y proximidad entre sí de ciertos objetos físicos artificiales fijos (edificios) y por ciertas modificaciones artificiales del suelo (calles), necesarias para conectar aquellos entre sí. Brevemente, una localidad se define como concentración espacial de edificios conectados entre sí por calles”.[36] El criterio que delimita las localidades rurales de las urbanas es precisamente, el demográfico: las localidades de más de 2000 habitantes son consideradas urbanas. Por el contrario, aquellas que se encuentran por debajo de esa cifra son consideradas rurales. Aún cuando en muchos casos esta escisión no es específicamente así puesto que hay localidades con una población superior a 2000 habitantes (Las Parejas o Cañada de Gómez o Las Rosas, por ejemplo, entre las mencionadas) que por su historia y actualidad en términos de vínculos económicos, culturales y hasta sociales podrían considerarse rurales. En definitiva, la vigencia de esta descripción binaria está en duda ante la realidad compleja, descripta en el primer apartado, que se cuela también en las los pueblos rurales a partir de fuertes procesos de integración urbano-rural.

Como se indicó, los pueblos rurales aquí mencionados, tanto los que forman parte del grupo I, pero especialmente los que integran el grupo II, tienen una historia vinculada a la agricultura y a la conformación socio-productiva del modelo agroexportador cuyo eje vertebrador fue la renta diferencial obtenida a través de las exportación de granos y carnes. Como indican Cloquell et al.[37], la ruralización del espacio territorial se conjuga con la llegada de los inmigrantes hacia finales del siglo XIX. Los procesos de expansión de la agricultura de acuerdo a la demanda internacional y, asimismo, los de colonización agrícola descriptos por Gallo[38], dieron una particular caracterización al paisaje territorial que hoy, se sostiene: “los antiguos pueblos jalonados a lo largo del territorio desde mediados del siglo XIX, crecieron a lo largo del tendido de los ferrocarriles, fueron centros de comercialización de insumos y productos. Los grandes silos, que aún persisten, muchos de ellos levantados al costado de las cooperativas pueden verse como símbolo rural en el medio de los pueblos rurales”.[39]

En sus orígenes, la percepción de lo rural se vinculaba mucho más con el carácter productivo de las economías que con cualquier otra dimensión extra-económica. No obstante, muy prontamente, el abanico de posibilidades culturales que fomentó la inmigración de ultramar, también dejó su marca en la formación de los pueblos: las sociedades de ayuda mutua, las bibliotecas populares, los clubes, comenzaron a poblar culturalmente el paisaje productivo de la agricultura, mostrando que no sólo en ésta se expresaba la construcción identitaria de estos pueblos.

Décadas después, la modernización agrícola iniciada en el década de 1960 se enfatizó en los años de 1990, particularmente a partir de 1996 al liberarse la comercialización de semillas transgénicas que facilitó, en forma casi masiva y sin regulación estatal, la aplicación del denominado paquete tecnológico, sostenido sobre tres ejes: la siembra directa, la semilla transgénica (de soja, aunque no únicamente) y el glifosato[40]. Esta transformación, entre otras de relevancia, tiene efectos radicales en la organización productiva y social de las explotaciones agropecuarias. En muchos casos significó la expulsión de productores, generalmente familiares, sin capacidad de adaptación al modelo y en un contexto en el que el tradicional movimiento cooperativista agrícola[41] perdía peso en la estructura económica y social. Esto provocó la migración de familias hacia las zonas urbanas, liberando espacio para las necesidades del modelo.

Ciertamente, como se indica en Cloquell et al.[42], los pueblos rurales y sus pobladores han “legitimado socialmente” más de treinta años de modernización tecnológica y expansión de este nuevo capitalismo -agrario- globalizado. Sin embargo, esa legitimación no ha sido homogénea. Los resultados de la aplicación del modelo del agronegocio, no sólo han tenido efectos expulsores en productores y trabajadores “flotantes”, pues la agricultura actual requiere un porcentaje muy reducido de mano de obra, y, además, con una calificación muy específica de acuerdo a las pautas tecnológicas involucradas; sino que han sido también percibidos en términos ambientales y de la salud de los pobladores. En los últimos años, esta situación, generó protestas y manifestaciones por parte de la ciudadanía y por tanto, situaciones de conflicto (y cooperación) en diversos planos. Como señalan las autoras citadas, los conflictos ambientales se relacionan con los acopios en la trama urbana y la producción con agroquímicos de alta toxicidad extendidas en el periurbano de los pueblos. El gobierno de Santa Fe sancionó las Leyes N° 11273 y 11354 y el Decreto N° 552/97, con el objetivo de regular la implementación de productos fitosanitarios. La aplicación de estas normas queda en manos de los gobiernos locales (municipios y comunas). Estas prácticas se manifiestan en un pedido de agricultura sustentable, enmarcada en un contexto de fuerte crítica al modelo del agronegocio, y especialmente al uso de agroquímicos y sus efectos en los habitantes de las localidades “fumigadas”.[43]

A partir de estos movimientos de resistencia, y amparados en la norma provincial vigente, muchos pueblos históricamente rurales han generado ordenanzas para regular las fumigaciones y creado asociaciones y otras instancias de organización colectiva, para elevar protestas sobre esta problemática, demandando una mayor intervención del Estado, en todos sus niveles. Las ordenanzas de San Jorge, Zavalla, Casilda San Genaro y Firmat (todas localidades situadas al sur de la provincia, pero no las únicas en el país) son pioneras, y la discusión por ellas generadas han puesto a la cuestión de las fumigaciones aéreas y sus efectos ambientales y en la salud de la población en el tapete de la agenda mediática, junto con el movimiento que en este sentido se viene desarrollando en provincias como Córdoba o Chaco.

Los pueblos rurales se han convertido en espacios de y para la disputa. Si bien habían tenido un rol similar en los tiempos del Grito de Alcorta[44], la construcción y el sentido de la misma ha variado de cara a los contextos actuales de reproducción del capitalismo. Un autor como Harvey señala que no es casual que “las protestas se manifiesten en la esfera de la circulación y el dinero y las mercancías más que en la producción”[45]. Se advierte que estos pueblos, estas pequeñas ciudades rurales, tan afectadas por los procesos de urbanización, no son sólo espacios de producción, constituyen además el circuito de circulación de dinero y mercancía y de la depredación de los bienes ambientales.[46] Las palabras de Altvater son apropiadas en este sentido: la política neoliberal del último tiempo, en la que se enmarca el agronegocio, se reprodujo en un clima de progresivo debilitamiento del Estado en materia de intervención social y económica especialmente: “en su lugar, el capital ocupa el espacio global”, en Argentina su carácter más trágicamente evidente fue la década de 1990 y su desenlace en la crisis económica, social y política desatada hacia finales de 2001.

Los pueblos rurales son prueba de un espacio ocupado por el capital. Sin embargo, esto que supone una marca territorial tan radical, trae consigo el germen de la rebeldía (en el sentido de Harvey), en cuanto los movimientos sociales se apropian también de ese espacio: “de los procesos de reapropiación de territorios se generan espacios públicos que antes no existían. Los reclamos de bienes privados se socializan, pero no en el sentido que le daba la clase [refiere a clase social] (…).”[47] En este caso, la socialización es el resultado de un entramado de acciones sociales en un determinado espacio territorial”.[48] Estas acciones también son producto de la realidad que atraviesan los pueblos rurales en términos de disputas y contradicciones que el modelo productivo genera, y como consecuencia, imprime en su condición de “rurales”.

La contracara de estos signos “nuevos” en los conflictos que genera una “nueva ruralidad” se manifiestan también en los procesos de urbanización que atraviesan los pueblos y que los hacen atractivo para sus pobladores. Esto se vincula con lo mencionado a partir de Entrena Durán[49] (1998) respecto de la valorización de lo rural en términos de un cierto pasado “mejor”, de una vinculación más directa con la naturaleza, de la posibilidad de encontrar mayores espacios de esparcimiento y, se agrega, de otra socialización (aquella vinculada a los lazos de solidaridad construidos por los inmigrantes y sus espacios colectivos), de “tranquilidad” en lo cotidiano, etc. De las entrevistas realizadas a quienes residen en estos pueblos, se destacan tres razones que, según los pobladores, dotan la vida cotidiana de un carácter comunitario: “porque allí nació y vive con su familia”, “por seguridad y tranquilidad”, y “porque se dan condiciones que permiten vivir mejor”.

El pueblo se urbaniza y su ritmo se va asemejando al citadino más clásico, “pero con particularidades que permiten otros tiempos, otros movimientos, que tienta a las nuevas generaciones a permanecer en su ciudad natal”.[50] Aunque este tipo de afirmación hace a una caracterización más bucólica y romántica de lo rural, se integran con un conjunto de demandas por parte de los pobladores que resultan, a la postre, una especie de indicador de la urbanización deseable para estos pueblos: “incrementar el nivel del empleo”, “mejorar la educación”, “evitar la contaminación ambiental”, “mejorar el sistema sanitario”, “planificar el transporte público”, entre otras. La trayectoria de vida intra e inter-generacional también tiene efectos en las demandas: las últimas mencionadas provienen de pobladores históricos de las localidades en cuestión. En cambio, en el último tiempo, numerosos pobladores de la ciudad de Rosario, por ejemplo, eligen residir en localidades cercanas, especialmente del Grupo I, tales como Arroyo Seco o Alvear, aún cuando sus actividades laborales y sociales transcurren, en su mayoría, en Rosario (la ciudad cercana con mayor peso demográfico, económico y administrativo).

Esto podría vincularse, en parte, con el contexto explicado por Svampa[51] respecto de las formas de cierta sociabilidad “elegida” que ha llevado a ciertos sectores de las clases medias a residir en countries o barrios privados desde finales de la década de 1990. Esta interpretación podría extenderse a la decisión de residir en estos pueblos que, en parte, representan una fracción urbana con estilo de vida rural en el sentido antes propuesto.

Si bien estas cuestiones no son las únicas que han aparecido en el análisis de los pueblos rurales, se considera que son muy representativas de dos aspectos que se ha intentado mostrar en este ensayo: 1) el carácter dinámico de lo rural, su inscripción territorial y modificación de acuerdo al entorno e imbricación con lo urbano, y 2) los efectos que tiene lo anterior en los pueblos rurales cuya evidencia empírica más ilustrativa se desprende por un lado, del carácter de la conflictividad y, por otro, de los aspectos favorables que hacen de vivir allí, un beneficio. Fuera de esta reflexión han quedado preguntas que complejizan aún más la cuestión y que exceden largamente la propuesta de este escrito: ¿cuál es el rol del Estado, en sus diferentes instancias, en la regulación de los conflictos mencionados?, ¿cuáles son las alternativas frente al modelo del agronegocio?, ¿qué rol tienen los pueblos rurales y sus pobladores como espacios alternativos de producción y comercialización y de consumo/ consumidores? Estos y otros interrogantes quedan pendientes y, en definitiva, marcan el rumbo de hacia dónde seguir mirando.

 

Algunas reflexiones de cierre

 

En este breve escrito se presentó una posibilidad de reflexión (ciertamente no excluyente de otras) sobre cómo las transformaciones en aquello que se considera “rural” tiene efectos en las pequeñas ciudades, pueblos rurales, localidades rurales y otras denominaciones que tras de sí, dejan ver procesos similares. Se considera que este es un tema central, tanto en términos teóricos, en cuanto al peso que tiene la comprensión de lo rural en las interpretaciones sobre el capitalismo y la modernización, desde los clásicos hasta la actualidad; como así también en términos de los distintos procesos que atraviesan la historia argentina. No es casual, por ejemplo, que en las disputas filosóficas y políticas sobre la identidad nacional, los actores desplegados desde distintas miradas tienen un vínculo con el “campo”, con lo rural: el indio, el gaucho, el inmigrante. El triste binomio “civilización/ barbarie”, también expresa un vínculo, en el mismo sentido que lo expresa Entrena Durán[52]: lo artesanal y lo industrial, lo atrasado y lo moderno, el campo y la ciudad. Todas disputas que nutren la historia nacional y que, en nuestra opinión, se presentan hoy nuevamente bajo otros contextos. Esta discusión es central en la construcción política y económica de la actualidad y los nudos que la atraviesan, y que se han descrito someramente en el segundo apartado; aunque evidentemente no son los únicos, se presentan como elementos novedosos para pensar la ruralidad en donde ésta se reproduce, en sus inscripciones territoriales y con los actores que la vitalizan.

Para finalizar entonces esta reflexión, se tomará una referencia que habilita a sintetizar parte del supuesto con el que se inició: “La localidad [el pueblo rural] representa, en los dos grupos estudiados, las dos caras de una misma moneda: las contradicciones que genera el capitalismo en su fase global (…) promoviendo formas de supervivencia de la vida comunitaria, tradicional y siempre constitutiva del espacio territorial [rural]”.[53] En esta cita se expresan las dos características que se ha intentado enfatizar a lo largo del ensayo: en primer lugar, las contradicciones que genera el modelo del agronegocio y su expansión.

En el caso de los pueblos rurales observados esa contradicción se presenta en la problemática ambiental y la salud de los pobladores frente a los supuestos efectos nocivos del denominado “paquete tecnológico” que sostiene al modelo. Estas “externalidades” tan negativas irrumpen en la realidad generando una contienda en el territorio, en la búsqueda colectiva de regularla, de marcar límites: la organización de instancias colectivas, tales como las asociaciones “Basta de Cáncer”, “Médicos de Pueblos Fumigados” y otras. Gras y Hernández[54] indican que en la campaña agrícola 2012-2013 se plantaron alrededor de 20 millones de ha con cultivos transgénicos, acompañados con agroquímicos. La paradoja resulta de concebir política y socialmente el modelo del agronegocio como el principal eje de la economía argentina, garantizando, incluso con coyunturas económicas críticas, crecimiento económico.

En segundo lugar, la “otra cara de la moneda”, despliega una serie de razones por las que vivir en un pueblo rural es “mejor”. El pueblo rural otorga la tranquilidad perdida en la vorágine de la ciudad; permite reconstruir los vínculos que iniciaron los abuelos, los inmigrantes, allí por el 1900; permite dejar las puertas sin llave, las bicicletas sin candado. Pero, ¿hasta qué punto esto no refleja también una paradoja al considerar la vida rural prácticamente idílica?

En esta línea, no deja de ser sugerente lo que nos plantea Williams en su clásico El campo y la ciudad, “llamamos mejoramiento y progreso a los cambios técnicos, damos la bienvenida a algunos de sus efectos y deploramos otros y podemos manifestarnos, o bien insensibles, o bien divididos; un estado del espíritu en el cual, una y otra vez las ideas más abstractas e ilusorias del estilo de vida rural natural, nos tientan, o al menos nos seducen. O bien, podemos optar por decir que esa es la condición humana: la elección irresoluble entre un materialismo necesario y una humanidad necesaria. Frecuentemente tratamos de resolverla dividiendo trabajo y ocio, o sociedad e individuo, o ciudad y campo, no sólo en nuestros espíritus, sino también en los suburbios o ciudades jardines, en las casas de la ciudad y las cabañas campestres, en la semana laboral y en los fines de semana”.[55] Aún sin respuesta, estas cuestiones hacen a la -necesaria- reflexión sobre lo rural; sobre lo rural en los pueblos; sobre lo rural en la vida de quienes los habitan y de allí su gran relevancia teórica, pero esencialmente, social.

 

Bibliografía

 

ALBANESI, Roxana; NOGUEIRA, María Elena y PROPERSI, Patricia, “La gestión territorial de las localidades urbano-rurales en el espacio agrícola pampeano”. En: GASSELIN, Pierre, MOSCIARO, Mirna y CLOQUELL, Silvia (organizadores), La adaptación de las agriculturas pampeanas, Buenos Aires: CICCUS. 2014.

ALBURQUEQUE, Francisco, “Identidad y Territorio”, En ALBURQUEQUE, Francisco (editor), Globalización, desarrollo local y redes asociativas, Buenos Aires: Corregidor. 1999.

ALTVATER, Elmar, Los límites del capitalismo. Acumulación, crecimiento y huella ecológica, Buenos Aires: Mardulce. 2011.

BENGOA, José, “25 años de estudios rurales”. En Sociologías, Porto Alegre, año 5, Nº 10: 2003, pp. 36-98.

BISANG, Roberto y GUTMAN, Graciela, “Un equilibrio peligroso. Nuevas dinámicas de la producción agropecuaria”. En Encrucijadas, año 3, Nº 23. 2003, pp. 15-25.

CLOQUELL, Silvia (coordinadora); ALBANESI, Roxana, NOGUEIRA, María Elena y PROPERSI, Patricia, Pueblos rurales. Territorio, sociedad y ambiente en la nueva agricultura, Buenos Aires: CICCUS. 2014.

CLOQUELL, Silvia; ALBANESI, Roxana; NOGUEIRA, María Elena y PROPERSI, Patricia, “Las localidades del sur santafesino. Factores favorables y desfavorables de la imbricación urbano-rural”. En Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, Nº 25: 2011, pp. 5-34.

DRAIBE, Sonia, “Neoliberalismo y políticas sociales: reflexiones a partir de las experiencias latinoamericanas”. En Desarrollo Económico, Buenos Aires, volumen 34, Nº 134, 1994.

ENTRENA DURÁN, Francisco, Cambios en la construcción social de lo rural. De la autarquía a la globalización, Madrid: Tecnos. 1998.

GALLO, Ezequiel, La pampa gringa, Buenos Aires: Edhasa. 2004.

GIARRACCA, Norma (coordinadora); MARIOTTI, Daniela; BARBETTA, Pablo; BIDASECA, Karina; GRAS, Carla y RIVAS, Ana, Territorios y Lugares. Entre las fincas y la ciudad. Lules en Tucumán, Buenos Aires: La Colmena. 2003.

GRAS, Carla y HERNÁNDEZ, Valeria (coordinadoras), El agro como negocio. Producción, sociedad y territorios en la globalización, Buenos Aires: Biblos. 2013.

HARVEY, David, “El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión”. 2004. Disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D8555.dir/harvey.pdf. Última consulta 22/11/2016.

HARVEY, David, Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana, Buenos Aires: Akal. 2014.

HELLER, Agnes, “La sociología como desfetichización de la modernidad”. En Debates en Sociología, Nº 16: 1991, pp. 15-28.

Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) (s/f): “Definiciones del Concepto localidad”, Censo Nacional de Población y Vivienda, 2001.

KAUTSKY, Karl, La Cuestión Agraria, México: Siglo XXI. 1973.

LATTUADA, Mario y RENOLD, Juan Mauricio, El cooperativismo agrario ante la globalización, Buenos Aires: Siglo XXI. 2004.

LENIN, Vladimir, El desarrollo del capitalismo en Rusia, Moscú: Progreso. 1975.

MURMIS, Miguel, “Carlos Marx y el análisis del agro: una introducción”. En GIARACCA, Norma (compiladora), Estudios rurales. Teorías, problemas y estrategias metodológicas, Buenos Aires: La colmena. 1999.

NOGUEIRA, María Elena y URCOLA, Marcos, “La agricultura familiar en las políticas de desarrollo rural, ¿hacia una nueva agenda pública? La experiencia reciente en Argentina (1990-2011)”. En Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, Nº 39: 2013, pp. 5-38.

NOGUEIRA, María Elena, “Estado y políticas públicas en la integración urbano-rural de las localidades del sur de Santa Fe en la pampa argentina”. Ponencia presentada en el VIII Congreso Latinoamericano de Sociología Rural “América Latina: realineamientos políticos y proyectos en disputa”, Recife, Brasil. 2010.

NOGUEIRA, María Elena, “Política, estructura agraria y sociedad antigua. Algunas reflexiones en torno a una interpretación de Max Weber”. En Sociológica, año 28, Nº 79: 2013, pp. 111-136.

PARÉ, Luisa, “La relación campo-ciudad: elementos para agendas en común”. En ALASRU, Nueva época. Análisis latinoamericano de medio rural. Revista de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU), Nº 5. 2010.

PÉREZ YRUELA, Manuel; SUMPSI, José María; BARDAJÍ, Isabel y GIMÉNEZ GUERRERO, María del Cármen, La nueva concepción del desarrollo rural: estudios de casos, Córdoba: CSIC-IESA. 2000.

PÉREZ, Edelmira C., “Hacia una nueva visión de lo rural”. En GIARRACCA, Norma (compiladora), ¿Una nueva ruralidad en América Latina?, Buenos Aires: CLACSO. 2001.

SVAMPA, Mariestella “La disputa por el desarrollo: territorio, movimientos de carácter socio-ambiental y discursos dominantes”. 2008. Disponible en Internet: http://www.maristellasvampa.net/archivos/ensayo43.pdf. Última consulta 22/11/2016.

SVAMPA, Mariestella, La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo, Buenos Aires: Taurus. 2005.

WILLIAMS, Raymond, El campo y la ciudad, Buenos Aires: Paídós. 2001.

 

 

Recibido: 03/10/2016

Evaluado: 21/11/2016

Versión final: 11/12/2016

 

 


(+) Este trabajo fue originalmente presentado como artículo y en tal condición evaluado positivamente por consultores externos, no obstante el Comité Editorial de la revista decidió incluirlo en la Sección Textos dado que consideró que el mismo podía constituir un buen modelo para alentar líneas de investigación similares en el ámbito de nuestra ciudad y región.

(*) Licenciada en Ciencia Política (Universidad Nacional de Rosario. UNR). Magister en Estudios Sociales Agrarios (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. FLACSO, Argentina). Doctora en Ciencia Política (UNR). Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Jefa de Trabajos Prácticos en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. UNR. E-Mail: mariaelenanogueira@gmail.com

[1] Este trabajo se desprende del desarrollo de la investigación propuesta para el Ciclo de Posdoctorado del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba realizado durante el año 2014. El ciclo se tituló: "Ciudades y megalópolis: reales, simbólicas e imaginarias" y fue dictado por los profesores Francisco Delich, Noé Jitrik y Fernando Calderón Gutiérrez.

[2] PÉREZ, Edelmira C., “Hacia una nueva visión de lo rural”. En GIARRACCA, Norma (compiladora), ¿Una nueva ruralidad en América Latina?, Buenos Aires: CLACSO. 2001. BENGOA, José, “25 años de estudios rurales”. En Sociologías, Porto Alegre, año 5, Nº 10: 2003, pp. 36-98. PARÉ, Luisa, “La relación campo-ciudad: elementos para agendas en común”. En ALASRU, Nueva época. Análisis latinoamericano de medio rural. Revista de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU), Nº 5. 2010. CLOQUELL, Silvia; ALBANESI, Roxana; NOGUEIRA, María Elena y PROPERSI, Patricia, “Las localidades del sur santafesino. Factores favorables y desfavorables de la imbricación urbano-rural”. En Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, Nº 25: 2011, pp. 5-34. CLOQUELL, Silvia (coordinadora); ALBANESI, Roxana, NOGUEIRA, María Elena y PROPERSI, Patricia, Pueblos rurales. Territorio, sociedad y ambiente en la nueva agricultura, Buenos Aires: CICCUS. 2014.

[3] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit..

[4] WILLIAMS, Raymond, El campo y la ciudad, Buenos Aires: Paídós. 2001, p. 76.

[5] HELLER, Agnes, “La sociología como desfetichización de la modernidad”. En Debates en Sociología, Nº 16: 1991, p. 27.

[6] NOGUEIRA, María Elena, “Estado y políticas públicas en la integración urbano-rural de las localidades del sur de Santa Fe en la pampa argentina”. Ponencia presentada en el VIII Congreso Latinoamericano de Sociología Rural “América Latina: realineamientos políticos y proyectos en disputa”, Recife, Brasil. 2010; CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit...; CLOQUELL, S. et al; “Las localidades del sur santafesino...”, op. cit.. Se trata del PICT-2007-00262: “Transformaciones en el territorio e Innovación Tecnológica. Los nuevos desafíos de la integración urbano-rural en las localidades del sur santafesino” bajo la dirección de la Dra. Silvia Cloquell (2008-2012), financiado por la Agencia Nacional de Investigación Científica y Tecnológica.

[7] ENTRENA DURÁN, Francisco, Cambios en la construcción social de lo rural. De la autarquía a la globalización, Madrid: Tecnos. 1998.

[8] BENGOA, J., “25 años de estudios rurales…”, op. cit..

[9] MURMIS, Miguel, “Carlos Marx y el análisis del agro: una introducción”. En GIARACCA, Norma (compiladora), Estudios rurales. Teorías, problemas y estrategias metodológicas, Buenos Aires: La colmena. 1999.

[10] En este tenor, se consideran especialmente los trabajos de Kautsky y Lenin. KAUTSKY, Karl, La Cuestión Agraria, México: Siglo XXI. 1973. LENIN, Vladimir, El desarrollo del capitalismo en Rusia, Moscú: Progreso. 1975.

[11] NOGUEIRA, María Elena, “Política, estructura agraria y sociedad antigua. Algunas reflexiones en torno a una interpretación de Max Weber”. En Sociológica, año 28, Nº 79: 2013, p. 52.

[12] MURMIS, M., “Carlos Marx y el análisis del agro…”, op. cit., p. 52.

[13] Se denomina junker al sujeto “equivalente” al terrateniente en el modelo clásico (inglés) cuyos intereses de clase se vinculaban con una aristocracia rural (alemana) sostenida a través de vínculos patriarcales.

[14] BENGOA, J., “25 años de estudios rurales…”, op. cit..

[15] La discusión sobre “nueva ruralidad” en América Latina y en la Unión Europea tuvo diferencias en términos de las interpretaciones sobre territorios, actores, y políticas rurales/ sectoriales. Para el caso europeo, veáse PÉREZ YRUELA, Manuel; SUMPSI, José María; BARDAJÍ, Isabel y GIMÉNEZ GUERRERO, María del Cármen, La nueva concepción del desarrollo rural: estudios de casos, Córdoba: CSIC-IESA. 2000.

[16] PÉREZ, Edelmira C., “Hacia una nueva visión de lo rural…”, op. cit., p. 19.

[17] Gras y Hernández señalan que se entiende “agronegocio como un modelo o lógica de producción que con variantes nacionales y locales (por la conjugación que los actores hacen de las lógicas macro con las historias y tradiciones propias)” GRAS, Carla y HERNÁNDEZ, Valeria (coordinadoras), El agro como negocio. Producción, sociedad y territorios en la globalización, Buenos Aires: Biblos. 2013, p.25. Énfasis en el original.

[18] Idem, p. 26.

[19] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit..

[20] BISANG, Roberto y GUTMAN, Graciela, “Un equilibrio peligroso. Nuevas dinámicas de la producción agropecuaria”. En Encrucijadas, año 3, Nº 23. 2003, pp. 15-25.

[21] HARVEY, David, “El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión”. 2004. Disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D8555.dir/harvey.pdf. Última consulta 22/11/2016.

[22] SVAMPA, Mariestella “La disputa por el desarrollo: territorio, movimientos de carácter socio-ambiental y discursos dominantes”. 2008. Disponible en Internet: http://www.maristellasvampa.net/archivos/ensayo43.pdf. Última consulta 22/11/2016.

[23] GIARRACCA, Norma (coordinadora); MARIOTTI, Daniela; BARBETTA, Pablo; BIDASECA, Karina; GRAS, Carla y RIVAS, Ana, Territorios y Lugares. Entre las fincas y la ciudad. Lules en Tucumán, Buenos Aires: La Colmena. 2003.

[24] La década de 1990 se caracterizó por la aplicación de políticas públicas neoliberales. El término neoliberal se utiliza aquí en el sentido que lo hace Sonia Draibe en relación con no interpretarlo como un cuerpo teórico “propio, original y coherente” sino más bien de una ideología dominante que se compone de determinadas prácticas y específicas: retiro del Estado de la sociedad y la economía, políticas aperturistas, desregulación de la economía, privatización de servicios, etcétera. DRAIBE, Sonia, “Neoliberalismo y políticas sociales: reflexiones a partir de las experiencias latinoamericanas”. En Desarrollo Económico, Buenos Aires, volumen 34, Nº 134, 1994.

[25] GIARRACCA, N. et al; Territorios y Lugares…, op. cit..

[26] Ibidem.

[27] ENTRENA DURÁN, F., Cambios en la construcción social…, op. cit., p. 18.

[28] BENGOA, J., “25 años de estudios rurales…”, op. cit..

[29] ENTRENA DURÁN, F., Cambios en la construcción social…, op. cit., pp. 175-176.

[30] Es importante señalar la relevancia del territorio como un actor del desarrollo. En este sentido, autores como Alburquerque señalan la importancia de considerar, por ejemplo, los procesos de descentralización política incluyendo funciones de desarrollo productivo empresarial a nivel territorial. ALBURQUEQUE, Francisco, “Identidad y Territorio”, En ALBURQUEQUE, Francisco (editor), Globalización, desarrollo local y redes asociativas, Buenos Aires: Corregidor. 1999.

[31] Se refiere aquí a la inseguridad en un sentido amplio, desde los procesos de precariedad provocados por las distorsiones en el mundo del trabajo, las incertidumbres de corto y mediano plazo, y no sólo aquellos aspectos atribuibles a la inseguridad física sostenidos en una amplia crítica al poder de policía del Estado en sus distintos niveles y alcances territoriales.

[32] ENTRENA DURÁN, F., Cambios en la construcción social…, op. cit., pp. 13 y 182. Énfasis nuestro.

[33] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit..

[34] GIARRACCA, N. et al; Territorios y Lugares…, op. cit..

[35] Antes de continuar con el análisis de estos pueblos, debe mencionarse que sólo se ha considerado aquí una serie de elementos de los que componen la discusión sobre la/s nueva/s ruralidad/es. Buena parte de estos quedan expresados en la identificación de los desplazamientos desde la perspectiva de Bengoa: 1) de la hacienda a la empresa moderna exportadora; 2) de campesinos a pobres rurales; 3) de los siervos del campo a los temporeros; 4) de campesinos a indígenas y 5) de campesinos a campesinas. Cada uno de estos puntos representan dimensiones de lo rural en la actualidad. Su relevancia puede observarse en una rápida lectura de cómo han virado los programas de desarrollo rural, en particular en Argentina, de un tiempo a esta parte. NOGUEIRA, María Elena y URCOLA, Marcos, “La agricultura familiar en las políticas de desarrollo rural, ¿hacia una nueva agenda pública? La experiencia reciente en Argentina (1990-2011)”. En Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, Nº 39: 2013, pp. 5-38.

[36] Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) (s/f): “Definiciones del Concepto localidad”, Censo Nacional de Población y Vivienda, 2001. Énfasis en el original.

[37] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit..

[38] GALLO, Ezequiel, La pampa gringa, Buenos Aires: Edhasa. 2004.

[39] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit., p. 37.

[40] El glifosato es un “herbicida” de amplio espectro patentado por Monsanto, la semillera que produce y comercializa la semilla de soja transgénica a la cual es resistente. Su nombre comercial es Round Up Ready. Debe indicarse que las disputas respecto de su uso obedecen a la aplicación del principio precautorio vigente. Existen numerosos y fehacientes estudios sanitarios respecto del vínculo de la expansión de ciertos tipos de cáncer y mal formaciones en bebés, entre otras patologías, y la aplicación de este tipo de producto y otros agroquímicos tóxicos.

[41] El cooperativismo agrario resultó una herramienta de solidaridad empresarial desde finales del siglo XIX y, podría decirse, durante el largo período de industrialización por sustitución de exportaciones. Durante la década de 1990 fundamentalmente se produjo un proceso de descomposición del movimiento cooperativo, con la modificación de sus estructuras y prácticas institucionales. Al respecto, véase LATTUADA, Mario y RENOLD, Juan Mauricio, El cooperativismo agrario ante la globalización, Buenos Aires: Siglo XXI. 2004.

[42] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit..

[43] Albanesi et al. señalan que, “la extensión del área de producción que ha llegado a ocupar inclusive las banquinas con cultivo de soja, fue una de las primeras acciones que diluyó tempranamente los límites entre las zonas urbanizadas y las rurales. Este aspecto también ha sido objeto de una reglamentación provincial para prohibir la utilización de banquinas a tal fin”. ALBANESI, Roxana; NOGUEIRA, María Elena y PROPERSI, Patricia, “La gestión territorial de las localidades urbano-rurales en el espacio agrícola pampeano”. En: GASSELIN, Pierre, MOSCIARO, Mirna y CLOQUELL, Silvia (organizadores), La adaptación de las agriculturas pampeanas, Buenos Aires: CICCUS. 2014, p. 84.

[44] Se denomina “Grito de Alcorta” a la manifestación colectiva organizada por chacareros en el sur de Santa Fe (pero con alcance nacional) en reclamo de “libertades capitalistas”, entre las que se incluía la decisión de compra y venta, de decisión de siembra, la modificación de contratos de arrendamiento leoninos, etcétera.

[45] HARVEY, David, Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana, Buenos Aires: Akal. 2014.

[46] HARVEY, D., “El nuevo imperialismo…”, op. cit..

[47] HARVEY, D., Ciudades rebeldes…, op. cit..

[48] ALTVATER, Elmar, Los límites del capitalismo. Acumulación, crecimiento y huella ecológica, Buenos Aires: Mardulce. 2011, pp. 42-43. Énfasis nuestro.

[49] ENTRENA DURÁN, F., Cambios en la construcción social…, op. cit.

[50] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit., p. 45.

[51] SVAMPA, Mariestella, La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo, Buenos Aires: Taurus. 2005.

[52] ENTRENA DURÁN, F., Cambios en la construcción social…, op. cit.

[53] CLOQUELL, S. et al; Pueblos rurales…, op. cit., p. 55.

[54] GRAS, C. y HERNÁNDEZ, V., El agro como negocio…, op. cit..

[55] WILLIAMS, R., El campo y la ciudad…, op. cit., p. 362.