El laboratorio de las identidades y los usos del
pasado: operaciones para fraguar una memoria fronteriza en Río Cuarto,
1956-1961
Eduardo Alberto Escudero(*)
Resumen
Hacia mediados del siglo XX, en el marco de una
sociedad signada por un pasado fronterizo, como la ciudad de Río Cuarto, al sur
de la provincia de Córdoba, se ofrecían públicamente una serie de prácticas
sociales de conmemoración y proyectos de monumentalización orientados a una
redefinición identitaria. Progresivamente, comenzaba a cobrar mayor fuerza y
definido sentido una discursividad laudatoria y reivindicativa de la imposición
“civilizadora” de la cruz y la espada a escala local. Proviniendo de círculos
íntimos y redes familiares y para refrendar acontecimientos y valores
históricos que habrían de ser ‘ofrecidas’ para la identificación histórica de
la ciudad toda, se efectivizaron y proyectaron prácticas sociales de recuerdo
ancladas en marcas circunscriptas a una representación del “Desierto”. En tal
sentido, el proyecto de alzamiento del monumento a los “Héroes del Desierto”,
junto a otras significativas acciones conmemorativas como la socialización de
la canción épica “Villa Heroica” y la performativa puesta en escena del rito de
la “retreta del desierto”, dan cuenta de ese laboratorio identitario que, en
manos de personalidades portadoras de poder y prestigio cultural, funcionaba
legitimando lecturas del pasado y del presente. Este trabajo pretende, en tal
sentido, documentar e historizar dichas operaciones memoriales recuperando sus
discursos e interpretando la acción de los actores involucrados en ellas.
Palabras Clave: usos del pasado; identidad
regional; política.
The laboratory of identities and the uses of the
past: operations to forge a border memory in Río Cuarto, 1956-1961
Abstract
Towards the middle of the 20th century,
in a society marked by a border past, as is the case of the city of Río Cuarto,
in the south of the Córdoba province, a series of commemorative social
practices and monumentalisation projects oriented to an identity redefinition
were publicly offered. Progressively, a laudatory and self-assertive discourse
of the “civilising” imposition of the cross and the sword on a local scale
began to become more powerful and get a definite sense. Coming from inner
circles and family networks, and to approve historical happenings and values
which would be ‘offered’ for the historical identification of the entire city,
social practices of remembrance anchored in marks restricted to a
representation of the “Desert” were both made effective and projected. In this respect,
the project of building the monument to the “Heroes of the Desert”, together
with other significant commemorative actions such as the circulation of the
epic song “Heroic village” and the performance of the rite of the “retreat from
the desert”, are evidence of that identity laboratory which, in the hands of
important figures with power and cultural prestige, worked legitimising
readings of the past and the present. This work attempts, in such respect, to
document and historicise those memorial operations retrieving their discourses
and interpreting the actions of the actors involved in them.
Keywords: uses of the past, regional identity;
policies and politics.
El laboratorio de las identidades y los usos del
pasado: operaciones para fraguar una memoria fronteriza en Río Cuarto,
1956-1961
Introducción
Hace cuatro décadas el
historiador francés Pierre Nora procuró, en una inmensa empresa editorial como lo es Lieux de mémoire, observar el modo en que la
nación francesa se hacía o se deshacía, se tranquilizaba o se desgarraba, se
abría o se cerraba, se exponía o se censuraba en torno de sus lugares de
memoria.[1]
Éstos, se definen como “unidades significativas de orden material o ideal, que
la voluntad de los hombres y el trabajo del tiempo convirtieron en un elemento
simbólico de una determinada comunidad.”[2] Producto de la práctica
social, fabricados, inventados, resueltos mediante un trabajo cargado de
sentido y necesidad, estos lugares pertenecen a la memoria y devienen de ella a
punto de convertirse con el tiempo en un palimpsesto de significados múltiples
y en conflicto.
Es posible afirmar, asimismo,
que en el “régimen moderno de historicidad”[3] la memoria, que busca ser
unívoca para el colectivo social, en verdad estaba siendo esgrimida para lograr
una identidad también colectiva, sólida y operativa; buscando la “instauración
de las relaciones entre los estados sucesivos del sujeto, quien tiene a
priori conciencia de que un encadenamiento de secuencias temporales puede
tener significado para él.”[4]
Los monumentos, ritos,
cantos colectivos y creaciones literarias y artísticas que devienen en símbolos
de unidad social, sostienen sentidos del pasado que, aun cuando sean
oportunamente resignificados ante coyunturas políticas diversas, responden a
una matriz identitaria e histórica que busca perennidad. Como producto del
“trabajo de la memoria”[5] son,
efectivamente, el resultado del accionar de sujetos e instituciones que buscan
“intervenir sobre el pasado”,[6] para
demarcar un espacio interpretativo en el presente y en vistas a un horizonte de
expectativa que lo contemple como ejemplar, como emblemático.
Hacia mediados del siglo
XX, en el marco de una sociedad signada por un pasado fronterizo, como la
ciudad de Río Cuarto, se ofrecían públicamente una serie de prácticas sociales
de conmemoración, proyectos de monumentalización orientados a una redefinición
identitaria. Progresivamente, comenzaba a cobrar mayor fuerza y definido sentido
una discursividad laudatoria y reivindicativa de la imposición
"civilizadora" de la cruz y la espada a escala local que tendría
vinculaciones con el contexto político de la Argentina habitada por la
presencia militar.
En ese sentido,
proviniendo de círculos íntimos y redes familiares, y para refrendar
acontecimientos y valores históricos que habrían de ser ‘ofrecidas’ para la
identificación histórica de la ciudad toda, paralelamente a las conmemoraciones
tradicionales y caras a la tradición local como las relativas al culto
sanmartiniano, se efectivizaron y proyectaron prácticas sociales de recuerdo
ancladas en marcas y hombres circunscriptos a la representación ideal del
“Desierto”. En tal sentido, el proyecto de alzamiento del monumento a los
“Héroes del Desierto”, junto a otras significativas acciones conmemorativas
como la socialización de la canción épica “Villa Heroica” y la performativa
puesta en escena del rito de la “retreta del desierto”, dan cuenta de ese
laboratorio identitario que, en manos de personalidades portadoras de poder y
prestigio cultural, funcionaba legitimando lecturas del pasado.
Este trabajo pretende, en
tal sentido, historizar las operaciones memoriales registradas en Río Cuarto en
esa coyuntura que se abre posteriormente a la caída del peronismo y se cierra
en los primeros años de la década de 1960, recuperando sus discursos e
interpretando la acción de los actores involucrados en las mismas. La
investigación se enmarca, de este modo, en la perspectiva de aquellos estudios
ocupados por documentar, comprender y explicar las experiencias de construcciones y deconstrucciones de las
identidades nacionales, regionales y locales a través de los procesos de
configuraciones memoriales y políticas.[7]
Para
la investigación se han tomado como fuentes principales los registros
periodísticos de la prensa local, El
Pueblo y La Calle, soportes
documentales desde los cuales se han recuperado los episodios, discursos y
actores intervinientes en las prácticas memoriales que, según se argumentaba,
constituían una cara oportunidad de rescatar aquellos procesos que tuvieron
significativo valor para la historia local frente a la de la nación, como lo
era la campaña del desierto. Las fuentes periodísticas permitieron acceder a
los fundamentos y representaciones que hacían de la canción épica local, “Villa
Heroica”, y del rito de la “retreta del desierto”, lugares de identificación
colectiva para los riocuartenses. Asimismo, operación semejante ha brindado
información sobre el frustrado proyecto de monumento al “Héroe del Desierto”,
materialidad que tendría la finalidad de “glorificar la memoria de los protagonistas anónimos de
la epopeya” y que, sin más, representaba la piedra angular de Río Cuarto en el
desarrollo histórico de la nación.
Memorias familiares, panteón
militar de la frontera y memoria colectiva de Río Cuarto
El 17 de agosto de 1956, en
el Cementerio de la Concepción del Río Cuarto y ante el sepulcro que guardaba
los restos del destacado Cnel. Ignacio H. Fotheringham, se colocaba una placa
con la cual sus conscriptos sobrevivientes le rendían homenaje. El acto, que
contó con la presencia de familiares de Fotheringham, fue ilustrado con las
palabras del doctor Carlos J. Rodríguez,[8] quien elogió los valores y
la gloriosa vida militar del homenajeado.[9] El hecho reseñado, gestado a
instancias de Carlos Sarandón[10] y del
mismo Carlos J. Rodríguez, es un ejemplo de las prácticas que, de manera
paulatina, se ponían en marcha para la habilitación de un espacio memorial
destinado a la visibilidad y legitimación de los hombres y episodios referentes
a la vida fronteriza del sur de Córdoba con epicentro en la Villa de la
Concepción del Río Cuarto.
Posteriormente, el 8 de
diciembre del mismo año, y como homenaje a la Inmaculada Concepción de María,
patrona de “protección en la guerra trisecular con el salvaje de la Pampa que
terminó apenas hace 80 años”,[11] se
difundían públicamente estas argumentaciones:
“(…) Nuestra ciudad, pujante
y tranquila hoy, que contempla ahora su cielo de paz, limpio y
estrellado, lejos está de recordar los trágicos cielos de otrora, cuando el
indio, amparado por las tinieblas cómplices de la noche, tendido sobre el
costillar del potro, irrumpía cual manada de felinos sobre la población inerte,
quieta y dormida, confiada y sin recelos... (…)”[12]
En esa ocasión, eran los
familiares del Gral. Antonino Baigorria, particularmente su yerno, el
mencionado Dr. Carlos Rodríguez, los que ejercían memoria apreciando la
oportunidad de exhibir la convergencia de los valores religiosos con los de la
gesta militar del desierto, mediante un rito ceremonial-memorial público y
significativo:
“(…) El pueblo de Río Cuarto
rendirá (…) a la Virgen Patrona la Inmaculada Concepción, elocuente homenaje y
como broche de Patria, el Dr. Carlos J. Rodríguez, emérito conciudadano y yerno
del heroico Coronel don Antonino Baigorria, entregará a Ella la lanza y sable
de combate del mismo, armas que brillaron en el recordado combate [del Paso del Durazno] y en el duelo
singular que sostuvo el Coronel en Los Algarrobos con el cacique, al que
partió la cabeza, (…) evitando con su arrojo el derramamiento de mucha sangre
humana, y exponiendo su vida, porque Baigorria tuvo su vida para jugarla y no
para venderla (…)”[13]
Se procuraba, entonces, que
la sociedad de Río Cuarto rindiera culto a la Inmaculada y asumiera
simultáneamente el recuerdo de la “horrenda y larga lucha con el salvaje”, en la
cual, según se expresaba, “(…) muchos de los valientes y pobres pobladores se improvisaron
como aguerridos soldados para derrotar al despiadado malón brutal y
sanguinario, muchos de los cuales murieron heroicamente por defender sus
haciendas y
familias (…).”[14]
En tal sentido, la efeméride
de la Inmaculada coincidía con la del combate de Paso del Durazno,
enfrentamiento ocurrido el día 8 de diciembre de 1864 y dirigido por el Coronel
Baigorria, héroe local. En ese hecho de armas, caro a la memoria de la elite
riocuartense, habían fallecido “caracterizados vecinos” entre los que se
recordaban a los Capitanes de Guardias Nacionales don Manuel Ortiz y el Dr.
Martín Alva; los ciudadanos Matías Nolasco y otros pertenecientes al
Regimiento 7° de Caballería. En el mismo relato de la conmemoración se
condecoraba también al Capitán don Luis de Cabrera, muerto prematuramente en
otra “acción de indios”, en ocasión de rescatar una cautiva también de apellido
Nolasco.[15]
Hacia mediados de la década
de 1950 y en coincidencia con el final de la experiencia peronista, comenzaba a
cobrar entidad y sentido una discursividad alternativa a la del decenio
anterior, la que respondía con solvencia a la conmemoración del mito
sanmartiniano y al macro relato de la historia nacional.[16] Se emprendían en Río Cuarto
una serie de prácticas discursivas y rituales proyectadas para dar cuenta de la
aunada tarea histórica de la cruz y la espada a escala local.
Así, la ciudadanía de Río
Cuarto podía volver a participar del rito de la “Retreta del Desierto”, ese
“pedacito de nuestra propia historia, una fibra de nuestro corazón; recuerdo
hecho música de la gesta de la Conquista del Desierto.” El mencionado acto
ceremonial-musical de carácter marcial, que interpretaba la Banda del
Regimiento 13 de Infantería,[17]
buscaba alimentar la imaginación de un pasado remontado a 1879, momento en el
que todavía: “(…) las aullantes hordas indias abandonaban las tenebrosas
profundidades de la legendaria Patagonia y llegaban a las puertas de la ciudad
a imponer y cobrar, con su brutal señorío, el impuesto denigrante que el
Gobierno pagaba para tenerlas apaciguadas (…)”[18]
La “Retreta del Desierto”
implicaba, en efecto, la resignificación, frente “al indómito salvaje”, de la “legendaria figura de nuestro soldado del
desierto, rudo, primitivo y bravío, (…) centauro de quemadas facciones
cinceladas por el rigor de los vientos arenosos del desierto, de grenchas
largas y renegridas, retacón, valiente hasta la altanería y la temeridad,
frugal hasta el hambre y la sed. (…)”[19]
El héroe del desierto era representado, entonces, como un sujeto histórico
ineludible en la marcha del proceso civilizatorio que desembocaba en la
fisonomía presente de la ciudad pujante y moderna del siglo XX.
Se
elaboraban, en tal sentido, imágenes destinadas a producir, junto a los marcos
sociales de la memoria urbana local, un nuevo universo significativo para la
imaginación histórica ciudadana. De este modo, se suponía que la “Retreta del
Desierto” en la ciudad de Río Cuarto permitía experimentar un vínculo entre el
pasado y el presente mediante el cual, por ejemplo, era factible “revivir” las
horas de la gesta patriótica plagadas de impresiones como las que siguen: “(…)
un ansia incontenible de un
corazón y la potencia de una garganta se desparraman tumultuosamente por la
boca de un clarín y desde uno de los grupos lejanos llega entre las ululantes
ráfagas de viento helado un lejano toque de atención, como un mensaje de
esperanza, de un clarín perdido en aquellas inmensidades. Aquel toque de atención,
unión sonora entre los dispersos, tuvo su eco inmediato en otros vibrantes
clarines. La hoguera del campamento principal parece disipar las tinieblas del
desierto y de los corazones y fulgura ahora como un faro orientador para
aquellos navegantes de un mar de piedra. Poco a poco se realiza el reencuentro,
presentido por la creciente nitidez de los toques de atención. El General Roca
reúne la banda del 6. Batallón de Línea, la cual ejecuta un toque de oración
como acción de gracias hacia el Creador (…)”[20]
Como se lee en las
gacetillas y en las crónicas periodísticas, desde aquel lejano día hasta ese
presente, las hogueras, los toques de clarines y el toque de oración final
continuaban “haciendo vibrar las fibras de los corazones de nuestros
soldados” y de los riocuartenses quienes, sensibles a la puesta en escena de
notas marciales, reelaboraban con fe el recuerdo de aquellos “rudos soldados
del desierto.”[21]
A ese desierto que oficiaba
de marco para el desarrollo de la imaginación histórica que comenzaba a mediar
en las prácticas sociales de la conmemoración en Río Cuarto, se refiere también
la canción que habría de alcanzar con el correr del tiempo, como fruto del
consenso y de la aceptación de diversos actores políticos y sociales, notable
popularidad. “Villa Heroica”, usualmente interpretada por el prestigioso Coro
Polifónico de Río Cuarto en sus recitales y en sus reiteradas intervenciones en
actos oficiales, despertaba “el más vigoroso entusiasmo en el auditorio, pues
penetra en los corazones en una forma emotivamente cautivante.”[22] Con
letra y música del autor local, Sr. Jorge Torres Vélez, el poema épico en sus
estrofas plasmaba: “(…) el monumento
de que alguna vez se ha hablado,
que algún día el pueblo de Río Cuarto levantará en homenaje
de quienes en esta frontera de la
civilización y de la barbarie, hicieron posible que en el corazón
pampeano pudiese arraigarse y crecer lo que fue la modestísima Villa de la
Concepción y actual pujante ciudad de Río Cuarto (…)”[23]
Según se hacía notar, Jorge
Torres Vélez[24]
entregaba, mediante su canción, a los riocuartenses y huyendo del presente, una
forma cabal de ubicarse en el pasado, fuera de toda dimensión, “más allá del
mundo y de la vida” para que, desde ese extravío, se pudiera percibir el pasado
romántico merced a su hermoso poema lírico. De ese texto y de su melodía se
obtenía, de acuerdo a las apreciaciones de un crítico local, la expresión cabal
de la escena conquistadora: “presa ahora de un dinamismo in crescendo;
campanas, corceles, [que] en confusión épica emergen de la guitarra.”[25]
Ya en 1951 Joaquín
Bustamante, escritor e historiador local de referencia, aprobaba y resaltaba la
manera en que el autor de la canción épica riocuartense forjaba la
representación del pasado ciudadano. A su parecer, Torres había felizmente
logrado “soñar en las cosas que fueron”, surgiendo con esa creación una página
de gran valor evocativo: “Río Cuarto... Río Cuarto... Cuatro ranchos y un
convento, y una Virgen que te cuida VILLA HEROICA del desierto…”[26]
El prestigioso historiador y
literato local observaba cómo la poesía daba cuenta de los “elementos
románticos de la gesta”, prosiguiendo el tema melancólico y pleno de añoranzas
que se traducen en la estrofa que reza: “Villa de la Concepción, Villa, Villa
legendaria, con la sangre de tus hijos se han escrito tus hazañas...” En el
mismo sentido, mientras los versos desgranan la historia: “Ya viene el salvaje,
ya se oye el tropel, ya se oyen los gritos del fiero ranquel. Ya vienen rayando
al amanecer… Campanas al viento, fuego en el fortín; gauchos de Baigorria al
son del clarín…” Bustamante se preguntaba: ¿quién es el héroe de esta epopeya?
, y respondía:
“(…) Como en la guerra
gaucha, como en el drama de Lope de Vega: todos; el pueblo, la Villa… A la
Villa pues el canto admirativo que lanzará el juglar antes de callar; puede
hacerlo ya, pues que su canción cobra alas y nada logrará detenerla. El juglar
sabe y deja percibir la emoción que certidumbre le provoca, mientras recita:
“Villa gaucha, Villa heroica, sola frente al indio pampa, desafiando su fiereza
con la cruz y con la espada. Río Cuarto... Río nuestro: mi canción te cantará
mientras corra el viento norte y haya agüita en tu arenal… Tal es “VILLA
HEROICA”[27]
Como lugar de memoria,
“Villa Heroica” hacía efectiva la ideación del ambiente y la raigambre histórica
en los heroicos momentos de la gestación de la Villa de la Concepción del Río
Cuarto. De igual manera, se representaban las “luchas heroicas de los soldados
y la fe de los misioneros”, el “esfuerzo de los pobladores que no se dejaban
amedrentar por las devastadoras incursiones de los malones” y la “plena fe en
el porvenir amasado con heroicos sacrificios.”[28] En definitiva, todos los
actores sociopolíticos que integraban el cuadro de la frontera, negativizando a
los indios para, luego, legitimar el proceso de modernización encarado por el
estado liberal a finales del siglo XIX:
“(…) Por todo eso “Villa
heroica”, inflama los corazones e impulsa el frenético y entusiasta aplauso y
esto mismo hará que algún día en una de nuestras plazas o avenidas se levante
el monumento del pueblo de Río Cuarto
a todos aquellos que la canción evoca,
simbolizando la cruz, la espada
y la pluma; el arado, la pala, el martillo y la mano sembradora echando en el surco
la simiente germinadora”[29]
El proyecto de un monumento
a los héroes del desierto en la ciudad de Río Cuarto, dos momentos
a) Un antecedente: la propuesta
de la “Asociación Amigos del Arte” en 1948
A inicios de agosto de 1948,
un núcleo de animación cultural fundado tres años antes y denominado
“Asociación Amigos del Arte”, emitía en el periódico local El Pueblo un sustancioso argumento que contenía el antecedente
proyectivo para la consagración de una memoria fronteriza en la ciudad de Río
Cuarto. La “Asociación Amigos del Arte”, fundada para animar el desarrollo de
las actividades culturales de la elite riocuartense, se expidió, durante el
peronismo y en paralelo al despliegue de la insistente memoria sanmartiniana, a
favor de saldar una deuda, considerada histórica, con la historia ‘estricta’
del terruño.
Los hombres que la
integraban, artistas, escritores e intelectuales, partían de una evaluación
positiva del progreso de la ciudad de Río Cuarto, pero al mismo tiempo alegaban
que de no haber sido por la Conquista del Desierto y
por el esfuerzo de quienes “poniendo fe en el futuro arriesgaron su vida,
sacrificaron sus intereses y no se amilanaron ante los estragos frecuentes de
los malones, colocaron los mojones de la civilización y del progreso, haciendo
posible que las sucesivas generaciones pudiesen disfrutar de los frutos de
tantos esfuerzos, sacrificios y heroísmos por aquellos realizados”,[30] la
historia de la ciudad y la región sur de Córdoba no hubiera sido la misma.
Con dicha posición se buscaba
encontrar apoyo local, provincial y nacional, para la consagración de un
monumento a la Campaña del Desierto. En efecto, la “Asociación Amigos del Arte” emitió un manifiesto, dirigiéndose a la opinión pública y en el cual
expresaba:
“(…) Río Cuarto está en deuda con
su pasado. Circulamos por sus calles y parques con oronda indiferencia. Sin
pensar que nuestro destino es el premio de ingentes sacrificios. Y sin pensar
que la mejor forma de afirmarse en el futuro se logra infundiendo en la sangre
de los antepasados la gloria del triunfo que soltó su ideal (…).”[31]
Los intelectuales y escritores
José Martorelli,[32]
Federico Durisch y Juan Filloy[33]
consideraban, al firmar el Manifiesto del 1 de agosto de 1948, que en Río
Cuarto la vivencia patriótica perduraba fresca en el recuerdo, dando curso
social a la impronta de carácter localista: “Respiramos aún el aliento de su
impulso civilizador y todavía doblando la página viva de cada esquina, pueden
escucharse las hazañas épicas que conmemoran simples chapas enlozadas”.[34]
Proseguía la indicación moral, aquella que ponía en aviso los resultados de la
desmemoria, de la ingratitud para con ese pasado de la lucha por la
civilización: “Si somos ingratos con la progenie heroica que rescató estos
pagos de la barbarie, es seguro que naufragaremos en la desconfianza de nosotros
mismos”.[35]
La “Asociación Amigos del Arte”, reflexiva e impulsora de las prácticas artísticas y culturales de la
elite liberal en Río Cuarto a mediados de siglo, supuso que era urgente obrar
para que ese pasado pudiera en ese presente dar cuenta de la marcha progresiva
de la ciudad pampeana en curso modernizador. Así, la historia posibilitaba
definir el futuro: “En la carrera de antorchas de las generaciones, no podemos
paralizar la nuestra sino avanzar con el impulso de nuestros mayores, para
eternizar en el lapso que vivimos la proeza de amor y patria que ellos
vivieron.”[36]
Asimismo, los intelectuales y artistas reunidos en la “Asociación Amigos del Arte” indicaban que Río Cuarto no presentaba en el marco general del “vasto
friso de la historia nacional”, más que un sector glorioso, aquel que concernía
a la “Campaña del Desierto.”
Decididamente, el Manifiesto
publicado en 1948 consideraba que los otros
hechos que tangencialmente o marginalmente involucraban al pasado local con la
Historia de la nación eran “poca cosa”: “un paseo de
Sobremonte, en cumplimiento de mandatos reales; algunas etapas fugaces de San
Martín, viajando por “el carril de los chilenos”; y las polvaredas de las
huestes leales o desmandadas de Ruiz Huidobro y Facundo Quiroga.[37] Dicho
esto, la Campaña del Desierto encerraba entonces para Río Cuarto una alta
significación, valor además que se hacía extensivo, por su trascendencia, a
toda “la argentinidad.” Era, en efecto y según se consideraba, el único
acontecimiento de relieve que vinculaba al sur cordobés con el panorama de la
Historia argentina. En ese presente, por tanto, debía resolverse un espacio de
conmemoración anhelado por todos aquellos que se sintieran deudores de aquel
heroico proceso gestado sobre el relieve del territorio de la ciudad:
“(…) Porque cuando la virtud de
pagar se amortigua o sucumbe, todos nos comportamos como tramposos en la
historia. Y por más chicanas que hagamos por virtualizar nuestra nobleza, lo
único que obtenemos es la ominosa prescripción de nuestro olvido. Es forzoso
confesar con entereza nuestra despreocupación por los episodios y las gestas
que nos tocan directamente. Confesarlo es ya de por sí un alivio para nuestras
culpas. Pero es menester más aún: no estafarnos con promesas ni compungirnos
en la indolencia (…)”[38]
El monumento a la Campaña del
Desierto que se proyectaba instalar en la Plaza central Gral. Roca, debía plásticamente
sólo representar “la aureola del laurel inmarcesible”. Los miembros de “Asociación Amigos del Arte” propugnaban la
representación de un monumento gaucho “sin
tilinguerías estéticas, ni estilizaciones abusivas”; probo y real en la
evocación de la epopeya y poético en la grandeza de su humildad. Un monumento
con ese significado debía ser efectivo en proyectarse hacia el presente y
“reclamar respeto”, imponiendo su sencilla prestancia “(…) en medio de turbión
de la urbe, (…) aleccionando a los ciudadanos, persuadiéndolos en que el
bienestar que disfrutan no es otra cosa que el corolario de su coraje,
privaciones y sacrificios.”[39] En esa
lección, finalmente, aparecerían los elementos materiales y espirituales de la
lucha civilizatoria y también los hombres que la protagonizaron:
“(…) Queremos para Río Cuarto un
monumento de esa especie: que sea espejo
permanente de su futuro. Que simbolice en su basamento circular el horizonte
de la pampa, chúcara de indios y malones. Que muestre la ansiedad del
vecindario primitivo en el ojo atento del vigía gaucho en su mangrullo. Que
corporice en el General Roca, en el Padre Porreca[40] y en el primer gringo que
abrió un surco, la trilogía heroica de la espada, de la cruz y del arado. Que
recuerde al caballito criollo, con unas osamentas de bronce semipercudidas en
las huellas del progreso. Y, en fin, que se rememoren dos bajo relieves, como
ejemplos egregios de comportamiento en la guerra y la paz, el duelo de
Baigorria con el cacique y la entrevista de Mansilla con los jefes ranqueles.”[41]
Ese “grupo de amigos de la
ciudad” que intervenía bajo la sigla de las AAA cumplía un deber de “honda
responsabilidad histórica al lanzar esta vieja iniciativa” y al ponerla en
marcha, “para que florezca en el corazón del pueblo y fecunde en la voluntad de
nuestras autoridades”, dado que sólo aspiraba a “que toda la ciudadanía
comparta la pureza del ideal que la promueve”. La consigna estaba planteada,
con medulosos argumentos y algunas indicaciones para su concreción material. No
obstante a quedar trunco, varias de las ideas de este proyecto resonaron en
posteriores intervenciones memoriales registradas en tal sentido. La posta
sería tomada por una memoria militar.
b) Los años sesenta, la iniciativa
militar
Habría que esperar hasta la
década de 1960 para que volviera a enunciarse la necesidad de efectuar un “justiciero homenaje al héroe anónimo” que
mediante su “trabajo y esfuerzo” permitió “mantener las conquistas que en la
pampa las armas de la patria fueron ganando para nuestra civilización.”[42] A
finales de agosto de 1961, en la tribuna cultural de la significativa
Biblioteca Mariano Moreno disertó el Cnel. Alfredo M. Serres,[43]
Subjefe B del Comando del III Cuerpo de Ejército con sede en Río Cuarto. Serres
se refirió a la conquista del desierto, historiando el pasado heroico de “esta
ciudadanía”, por haber sido fundamental para conservar y ampliar la frontera
del progreso: “esta zona, donde una indeleble línea de vulnerables fortines no
sólo supo contener las permanentes incursiones del Ranquel sino que gracias al
coraje y fe de sus hombres supo doblegar sus fuerzas.”[44] Así, el titular de la
Subjefatura “B” del Comando Cuerpo de Ejército III, fue el actor principal que,
involucrado en la operación identitaria que se desarrolló a lo largo de 1961,
buscó forjar la memoria de los hombres que desde Río Cuarto protagonizaron la
avanzada en contra del indio.
Como observamos, la
iniciativa de representar un pasado común y heroico para configurar una memoria
militar y fronteriza, provino en esta oportunidad de las Fuerzas Armadas y
mediante el accionar que impulsaría el Cnel. Serres. En la conferencia de
prensa fechada a comienzos de septiembre del mismo año y que tuvo lugar en el
despacho del mencionado jefe militar, se formuló el anuncio formal de la
constitución de una comisión de vecinos para que propicie la erección del
monumento al “Héroe del Desierto” en una de las plazas de nuestra ciudad.[45]
Asimismo, se informó que se había encomendado al destacado escultor
riocuartense Líbero Pierini, el diseño de un anteproyecto para dicho monumento.[46] La
crónica periodística hizo referencia a la forma en que había surgido la idea de
realizar el homenaje a los héroes de la Campaña del Desierto, manifestando: (…)
“desde su llegada a Río Cuarto [el Cnel.
Serres] habíase preocupado por ahondar en la historia de la ciudad,
especialmente en ese período de aproximadamente 100 años en que se libró la
gran batalla contra el salvaje que imperaba en la región. Señaló el coronel
Serres que a poco habíase encontrado que [sic]
muchas personas de la ciudad compartían sus mismas inquietudes, y que –tomando
contacto con la Comisión Amigos de Rio Cuarto- acordose la formación de la
comisión que se encargara de realizar la iniciativa (…)”[47]
Así, “caracterizados
vecinos” de la ciudad participaron también de la reunión de prensa y se
mostraron interesados por el proyecto de erigir un monumento al “Héroe del
Desierto.” Entre ellos, el presidente de la Comisión Amigos de Rio Cuarto,
señor Obregón, el señor Manuel Soria, el ingeniero José M. Moyano, el
historiador y escritor Dr. Rodolfo Centeno[48] y el ingeniero Montbrun.[49] Por
último, el coronel Serres se refirió también a un “ciclo de conferencias” que
desarrollaría la nueva comisión “para ilustrar al público acerca de la gesta
militar aludida.”[50]
Estas conferencias, que
conllevaban el objetivo de legitimar el trabajo de la memoria militar ante
sectores más amplios de la sociedad, se desarrollarían en la Biblioteca Popular
“Mariano Moreno” y estarían a cargo de destacadas personalidades de la cultura
riocuartense, entre ellas los literatos e historiadores Juan Filloy, Joaquín
Bustamante,[51]
Alfredo Vitulo[52] y
Julio Armando Zabala.[53] Con el
fin de reafirmar la identidad histórica riocuartense asentada sobre un pasado
fronterizo y lograr de este modo una mayor identificación social de la ciudad
con la operación memorial que se iba a efectuar, se iniciaba un “ciclo de
difusión” orientado a confirmar las claves del proceso histórico que se buscaba
monumentalizar para el perfil identitario de la ciudad.
El tal sentido, el coronel
Serres exhortaba a “glorificar la memoria de los protagonistas anónimos de esta
epopeya”, para lo cual consideraba imperioso que Río Cuarto realizara una obra
imperecedera.[54] El
orador procuraba que ese homenaje tuviera una base bibliográfica y, a tales
efectos, efectuó una donación de libros a la Biblioteca “Mariano Moreno” en una
sección específicamente dedicada a la conquista del desierto.[55]
Como ya se adelantó, a los fines
de materializar los significados de un pasado signado por “la lucha contra la
barbarie”, el Subjefe “B” del Comando Cuerpo de Ejército III, señor Coronel
Alfredo Marcelo Serres impulsó “el proyecto de erigir en la ciudad un monumento
que recordara la gesta vinculada con nuestros orígenes ciudadanos.”[56] A
través del uso de la prensa local para la difusión de sus ideas y posible
concreción de su proyecto, Serres cursó invitación “a la población en general,
miembros de asociaciones culturales, folklóricas, deportivas y asociaciones
vecinales, fuerzas vivas, damas y asociaciones femeninas de esta ciudad.” El
objetivo era el de convocar a la ciudadanía riocuartense a participar de la
Asamblea que se constituiría en el Salón de Actos de la Municipalidad el día 22
de septiembre de 1961, a los efectos de constituir la “Comisión Pro Monumento
Héroe del Desierto.”[57]
La iniciativa contó con amplio
apoyo y adhesión por parte de diversos organismos y entidades de la ciudad,
entre ellas el círculo cultural Trapalanda, la Comisión Amigos de Rio Cuarto,
la Municipalidad, el Jockey Club local y la Filial Rio Cuarto de la Asociación
Pro Patria.[58] Estas
instituciones convocaron también a sus miembros, simpatizantes y asociados en
acto de sumar voluntades ante el objetivo de concretar la iniciativa. Durante
el desarrollo de la mencionada reunión popular convocada por las Fuerzas
Armadas y en la sede del Palacio Municipal, se procedió a la conformación de
una Comisión y a la designación de Presidentes honorarios: el Comisionado
Municipal Dr. Ricardo Martorelli; el destacado historiador y político radical,
Dr. Carlos J. Rodríguez; al Vicario Capitular, Mons. Moisés J. Blanchoud[59] y al
Jefe de la Guarnición Militar Río Cuarto. En la misma ocasión se eligió como
Presidente de la Comisión Ejecutiva al Dr. Julio Wenceslao Alonso, presidente
del Jockey Club Río Cuarto, y como Secretario de Prensa de la Asamblea al
escritor e historiador Dr. Joaquín T. Bustamante.[60]
Como se evidencia, diversas
personalidades locales se agruparon en torno a la iniciativa de erigir un
“Monumento al Héroe del Desierto”, sobresaliendo aquellos actores vinculados
con la cultura y el poder público riocuartense, como así también miembros del
sector militar y eclesiástico.
Esto ponía de manifiesto el modo en que ese laboratorio identitario estaba
dirigido por personalidades portadoras de poder y prestigio cultural,
legitimando lecturas del pasado y del presente y forjando una memoria militar y
fronteriza.
A modo de cierre: tres
preguntas para hacer efectiva una memoria de la campaña del desierto en la
ciudad de Río Cuarto (1956-1961)
El historiador y literato
Joaquín Bustamante ya se había preguntado en 1951 quién era el héroe de la
epopeya civilizatoria en Río Cuarto. Arriesgaba en su momento una disquisición
que procuraba una globalidad al imaginar heroica a toda la ciudad, otrora
Villa, encarnando el triunfo de la empresa conquistadora del desierto.
Bustamante componía un cuadro en el que se integraban solidariamente militares,
soldados, misioneros y pobladores anónimos. Esa comunión histórica de los
mencionados protagonistas se proyectaba en la experiencia histórica de la
ciudad que había vencido a la barbarie del indio. A inicios de la década del
sesenta volvía a ponerse en cuestión, ante el imperativo de monumentalizar la
gesta militar del desierto, la entidad y sentido de los potenciales
homenajeados.
Una vez conformada la Comisión de
Homenaje al Héroe del Desierto, sus miembros se detuvieron a reflexionar sobre
“tres aspectos de un mismo problema”, aspectos que remitían a los interrogantes
sobre ¿Quién fue el héroe del desierto?,
¿Cómo sería el monumento que le recuerde y recuerde sus hechos hazañosos?
¿Dónde se erigiría?[61] Estas
cuestiones debían ser resueltas para concretar el trabajo de la memoria
propuesto y materializar sus significados y sentidos referidos al pasado
fronterizo, operando la idea del “Desierto” como marco privilegiado de la
imaginación histórica.
Al definir ¿Quién fue el héroe
del desierto?, en la prensa local se enunciaba lo siguiente:
“Creemos que, surgida la
iniciativa en Rio Cuarto, la expresión “Desierto” planta sus hitos geográficos
en la legendaria Cochancharava, entre los ríos Cuarto y Quinto (…) pues que
otros “Desiertos” aledaños del rio Negro también fueron ganados heroicamente a
la civilización, sin que nuestra villa tuviera arte ni parte en los sucesos.”[62]
Como puede observarse, el término
“Desierto” implicaba una delimitación geográfica, localizado entre los ríos
Cuarto y Quinto. Era allí donde cobraba sentido para la ciudadanía
riocuartense, ya que la villa tuvo un rol protagónico en la lucha por obtener
el control de ese espacio y “rescatarlo de la barbarie”, heroicamente. Se
argumentaba que esa gesta histórica no había ocurrido “en un solo episodio ni
por el denuedo de un único campeón”,[63] sino que, por el contrario,
“La reducción pacifica del indio” había implicado décadas de lucha, angustia,
incertidumbre e inseguridad de sobrevivir al día siguiente. Los forjadores de
la memoria en 1961 afirmaban que si bien era posible mencionar a distintos
“héroes” que marcaron esa historia, tales como Mansilla, Baigorria, Roca,
Fotheringham, Racedo, Donatti, por sí solos no hubieran podido concretar la
avanzada militar a favor de la civilización. La ciudad magnifica y progresista
de ese presente era, en efecto, el también el resultado del “sacrificio aldeano”
que cotidianamente contribuía con la lucha. De ese modo, la villa, “antes que
nadie” era el “héroe del desierto”, era quien había resignado su “tranquilidad
doméstica” aportando sangre y movilizando hombres y recursos para hacer frente
al indio.”[64]
El monumento proyectado debía
“simbolizar precisamente aquello: el héroe y su gesta”,[65] procurando ser a su vez
figurativo, rindiendo homenaje a partir del lenguaje y los símbolos a favor de
una síntesis. Con respecto a su ubicación en el solar de la ciudad, no se
proyectaría de antemano, sino que sería el mismo monumento, su estructura, su
concepción y sus dimensiones las que determinarían su localización. Allí, según
se anunciaba, se buscaría la armonía entre la obra de arte y el medio
circundante, evitando que el mismo opacara sus valores estéticos, manera tal de
contribuir a embellecer el paraje.[66]
Hacia mediados del siglo XX, la
movilización y el compromiso de diversos sectores de poder e influencia
cultural, como artistas y militares, intelectuales y miembros de la Iglesia y
organizaciones civiles, para llevar a cabo las operaciones necesarias a los
fines de fraguar una memoria fronteriza en Rio Cuarto, constituyen el punto de
partida para los procesos y prácticas que desarrollaran en años posteriores
otras instituciones y actores en el marco local. Será posteriormente la Junta
de Historia de Río Cuarto, que inicia su experiencia institucional en mayo de
1966, la institución que se encargará de diseñar las políticas de la historia y
de la memoria a los fines de poder consolidar una memoria militar y fronteriza,
considerada como una “deuda histórica” de la ciudadanía con su pasado local.[67] Con
esa premisa, la de “Difundir-Honrar-Investigar”, dicha corporación, daría
continuidad a las prácticas y proyectos de conmemoración a los “Héroes del
Desierto” que se presentaron en este trabajo, robusteciendo de ese modo la
matriz identitaria e histórica asentada sobre el pasado fronterizo de la
ciudad.
Los antecedentes que se
documentaron en este trabajo ponen en evidencia la búsqueda de rescatar aquellos
procesos que tuvieron significativo valor para la historia local de Río Cuarto
frente a la del relato de la nación. La Campaña
del Desierto encerraba para Río Cuarto una alta significación y se hacía
extensiva, por su trascendencia, a toda “la argentinidad”, siendo el “único
acontecimiento de relieve que vinculaba al sur cordobés con el panorama de la
Historia argentina.” De allí en más, y durante los años subsiguientes, se
observaría una profundización de los usos del pasado y de la discursividad
documentada en este trabajo, proceso que a su vez exhibiría con mayor nitidez
la inercia del contexto dictatorial abierto por el Onganiato, primero, y la
última dictadura cívico-militar-clerical, después. Con esto, de modo alguno, se
adelanta lo que oportunamente fue resuelto en 1979[68], cuando las pretensiones de
los actores dominantes de la cultura y la política local y regional pensaron a
la ciudad como eje nacional de los homenajes al centenario de la campaña del
desierto: oportunidad fallida pero muy interesante desde la reconstrucción
historiográfica, en la voluntad política de asignar valores a la comunidad
mediante las representaciones del pasado.
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Selección, Río Cuarto, Año I, N° 4, marzo de 1951.
Recepción: 10/01/2017
Evaluado: 03/05/2017
Versión Final: 17/05/2017
(*) Doctor en Historia, Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Profesor y Licenciado en Historia, Universidad Nacional Río Cuarto (UNRC). Docente en Escuela de Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC) y en el Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas (UNRC). Argentina. E-mail: escuderoea8@gmail.com
[1] Cf. CANDAU, Joël, Antropología de la memoria, Nueva Visión, Buenos Aires, 2006 [2002], p. 111.
[2] Cf. Ibidem, p. 112. Las cursivas nos pertenecen.
[3] Sobre esta noción véase HARTOG, François, Regímenes de Historicidad. Presentismo y experiencias del tiempo, Universidad Iberoamericana, México, 2007 [2003], especialmente los Cap. 1, 2 y 3.
[4] Cf. Ibidem, p. 116.
[5] Cf. JELIN, Elizabeth, Los trabajos de la memoria, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 14.
[6] Cf. PHILP, Marta (Comp.), Intervenciones sobre el pasado, Alción, Córdoba, 2011, especialmente la Introducción.
[7] Véanse al respecto, entre otros igualmente valiosos, los siguientes antecedentes historiográficos: BISSO, Andrés, KAHAN, Emmanuel y SESSA, Leandro (Edits.), Formas políticas de celebrar y conmemorar el pasado (1930-1943), Ceraunia, La Plata, 2014; ESCUDERO, Eduardo, Cultura histórica y usos del pasado. Memoria, identidades y política en una experiencia local (Río Cuarto, 1947-1986), Prohistoria, Rosario, 2016; EUJANIAN, Alejandro, PASOLINI, Ricardo y SPINELLI, María Estela (Coords.), Episodios de la Cultura Histórica Argentina. Celebraciones, imágenes y representaciones del pasado. Siglos XIX y XX, Biblos, Buenos Aires, 2015; LEONI de ROSCIANI, María Silvia, QUIÑÓNEZ, María Gabriela, “La tradición sanmartiniana en Corrientes”. En: MAEDER, Ernesto, et. al., Visiones del pasado. Estudios de Historiografía de Corrientes, Moglia, Corrientes, 2004; MICHELETTI, María Gabriela, Historiadores e Historias escritas en entresiglos. Sociabilidades y representaciones del pasado santafesino, 1881-1907, Lumiere, Buenos Aires, 2013; PHILP, Marta, Memoria y política en la historia argentina reciente: una lectura desde Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 2009; TRIMBOLI, Javier, “1979: la larga celebración de la conquista del desierto”; en: Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, Vol. 3, N° 2, julio-diciembre de 2013.
[8] Político y
pensador de importancia (Río Cuarto, 1875-1967), historiador católico y
principal referente de la Junta de Historia de Río Cuarto, creada en 1966.
Estudió en la Escuela Normal de su ciudad de origen y concluyó el bachillerato
en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay. En la Universidad de Buenos
Aires se graduó como Doctor en Jurisprudencia en 1902 con una tesis sobre
“Contrato de las finanzas.” En ese año, retornó a Río Cuarto para dar sus
primeros pasos en la vida política: incursionó primero como presidente del
Centro de la Juventud para acceder rápidamente en
[9] Cf. El Pueblo, Río Cuarto, 19/08/1956, p. 2.
[10] Carlos Rosa Sarandón (1875-1961) fue Maestro Normal Nacional egresado de Escuela Normal Mixta “Justo José de Urquiza” de Río Cuarto en 1893 y Profesor Normal egresado de la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta de Buenos Aires en 1895. Fue Profesor en el Colegio Nacional de Río Cuarto, periodista, fundador y director propietario del diario El Pueblo entre 1912-1918. Fue activo Militante del Partido Departamental, luego del Partido Demócrata, entre 1918-1930 y Concejal durante el período 1913-1914. Se desempeñó como Secretario de la Intendencia Municipal durante la gestión de Miguel Ángel Taboada (1922) y como Jefe Político del Departamento Rio Cuarto durante la gobernación Julio A. Roca (h.) entre 1922-1925. Entre sus numerosas intervenciones culturales, se destaca su participación como fundador de la Biblioteca Popular Mariano Moreno en 1910. Cf. MAYOL LAFERRERE, Carlos y ISAGUIRRE, Omar, Historia de los diarios de Río Cuarto, 1875-2005. Ciento treinta años de noticias, Mercedarias, Río Cuarto, 2008, p. 29.
[11] El Pueblo, Río Cuarto, 07/12/1956, p. 5.
[12] Ibidem.
[13] Ibidem. El corchete aclaratorio es nuestro.
[14] Ibidem.
[15] Ibidem.
[16] Véase sobre este punto: ESCUDERO, Eduardo, “El culto de los hijos de Río cuarto al héroe máximo. La filial “José María Paz” del Instituto Nacional Sanmartiniano y los usos del pasado (1947-1950)”. En: ESCUDERO, Eduardo y CAMAÑO Rebeca (Comp.), Río Cuarto en tiempos del primer peronismo. Aproximaciones desde la Historia, Ferreyra editor, Córdoba, 2011.
[17] La Calle, Río Cuarto, 23/05/1958, pp. 2-6.
[18] Ibidem.
[19] Ibidem.
[20] Ibidem.
[21] Ibidem.
[22] El Pueblo, Río Cuarto, 27/05/1959, p. 2.
[23] Selección. Año I, N° 4, Río Cuarto, 1951, p. 6. La cursiva nos pertenece.
[24] Jorge Torres Vélez (1908-1987) fue un cantante y poeta de proyección nacional. Realizó sus estudios en la escuela de las Señoritas Cejas y posteriormente en la Escuela Normal de Río Cuarto. En 1930 se trasladó a Buenos Aires para ejercer profesionalmente su vocación por la música folklórica, constituyéndose en el primer riocuartense en lograr fama artística en radios y escenarios porteños por los años treinta, además de integrante de sendos dúos con René Ruiz y Héctor Alperi, que lograron significativa trascendencia en su época, Cf. OTERO PIZARRO, Gonzalo (Dir.), Hombres y mujeres de Río Cuarto (1965-1995), Advocatus, Córdoba, 1995, p. 68. Sobre la figura de Torres Vélez véase también el trabajo de ISAGUIRE, Omar, Biografía de un “Cantor Nacional”: Jorge Torres Vélez -en el Centenario de su Natalicio-, Mercedarias, Río Cuarto, 2008.
[25] Ibidem.
[26] Ibidem. Las mayúsculas están en el original.
[27] Ibidem. Las mayúsculas están en el original.
[28] El Pueblo, Río Cuarto, 27/05/1959, p. 2.
[29] Ibidem.
[30] El Pueblo, Río Cuarto, 04/08/1948, p. 2.
[31] Ibidem.
[32] Ricardo Martorelli fue Médico Cirujano egresado de la Universidad Nacional de Córdoba en 1945, especializado en psiquiatría. Desarrolló una intensa actividad cultural siendo miembro del informal grupo “Trapalanda” y habitual conferencista y publicista en la ciudad. Afiliado a la Unión Cívica Radical Intransigente en 1957, fue Delegado al Comité Nacional de 1963 y Secretario del Comité Nacional del partido en 1965. Fue Intendente Municipal de Río Cuarto por la UCRI entre 1958 y 1962. En cuanto a su actividad institucional, fue Presidente de la Biblioteca Popular Mariano Moreno en 1951 y de la Sociedad de Psiquiatría de Río Cuarto entre 1972 y 1975. Fue también promotor de la fundación de la Escuela Provincial de Bellas Artes “Libero Pierini” en 1958, y desde 1969 miembro de la Comisión Fundadora de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Cf. OTERO PIZARRO, Gonzalo (Dir.), Hombres y mujeres de… op. cit., p. 486-487.
[33] Muy destacado literato cordobés (Córdoba, 1894-2000). Principalísimo animador de instancias culturales en Río Cuarto a lo largo del siglo XX.
[34] El Pueblo, Río Cuarto, 04/08/1948, p. 2.
[35] Ibidem.
[36] Ibidem.
[37] Ibidem.
[38] Ibidem.
[39] Ibidem.
[40] Misionero franciscano (Pescostanzo, Italia, 1843-Río Cuarto, 1896). Llegó a la Villa de la Concepción de Río Cuarto el 22 de noviembre de 1887 junto al Padre Fray Marcos Donati y el segundo grupo de Frailes fundadores del Colegio de Propaganda Fide.
[41] El Pueblo, Río Cuarto, 04/08/1948, p. 2.
[42] El Pueblo, Río Cuarto, 09/09/1961, p. 4.
[43] El Cnel. Alfredo Marcelo Serres Guiraldes fue incorporado como Miembro de Número Correspondiente por la Capital Federal a la Junta de Historia de Río Cuarto el día 11 de noviembre de 1968, oportunidad en que pronunció su conferencia: “Roca: de Río Cuarto a la recuperación de la soberanía nacional”. Cf. El Pueblo, Río Cuarto, 11/11/1968, p. 4. Como historiador publicó oportunamente: SERRES, Alfredo; De cómo la República Argentina perdió su salida al Océano Pacífico, Moharra, Buenos Aires, 1969; SERRES, Alfredo; “Usurpación del Puerto de Santa Cruz”, En: Investigaciones y Ensayos, N° 22, La Plata, enero-junio de 1977 y SERRES, Alfredo; La estrategia del General Roca, Pleamar, Buenos Aires, 1979.
[44] Ibidem.
[45] La Calle, Río Cuarto, 02/09/1961, p.4.
[46] Ibidem. Sobre la obra y el protagonismo de Líbero Pierini en el arte y la cultura riocuartense véase CARRANZA, Elena; Una mirada exploratoria de las artes plásticas en una ciudad moderna. Río Cuarto, 1925-1958, Ferreyra editor, Córdoba, 2013.
[47] Ibidem.
[48] Destacado escritor, periodista e historiador local, de corte memorialista y costumbrista (Río Cuarto, 1900-1978). Miembro de la Junta de Historia de Río Cuarto desde 1966.
[49] Cf. La Calle, Río Cuarto, 02/09/1961, p.4.
[50] Ibidem.
[51] Literato e historiador, Doctor en Jurisprudencia, catedrático, periodista, diplomático (San Nicolás, Buenos Aires, 1903 - Río Cuarto, Córdoba, 2000).
[52] Historiador liberal de relevancia regional (Río Cuarto, 1879-1964). Fue, además, Secretario del Concejo Deliberante en Río Cuarto (1919), también Director de la Escuela Nº 014 del Arsenal José María Rojas (Holmberg) y de la Escuela anexa al Regimiento 14 de Infantería. Su rol de profesor de Historia en el Colegio Nacional de Río Cuarto (1923) y en la Escuela Normal Mixta de la ciudad se completa con su presencia en la Municipalidad de Río Cuarto como secretario del Departamento Ejecutivo.
[53] Destacado docente y autor de páginas históricas locales y regionales (Cruz del Eje, Cba., 1893-Río Cuarto, 1969).
[54] El Pueblo, Río Cuarto, 09/09/1961, p. 4.
[55] La Calle, Río Cuarto, 19/09/1961, p. 5.
[56] La Calle, Río Cuarto, 05/10/1961, p. 10.
[57] Cf. La Calle, Río Cuarto, 20/09/1961, p. 3.
[58] Cf. La Calle, Río Cuarto, 21/09/1961, p. 10 y 22/09/1961, p. 3.
[59] Mons. Moisés Julio Blanchoud (1923-2016), nació en Esperanza, Santa Fe y llegó a Río Cuarto en 1960. Cursó sus estudios en el Seminario Metropolitano “Nuestra Señora de Guadalupe” de Santa Fe, donde realizó el Bachillerato y estudió Filosofía y Teología (1936-1947). Fue ordenado Sacerdote en 1947, destinándoselo como Prefecto de Disciplina y Profesor en el Seminario de Santa Fe entre 1948 y 1953. Desde 1962 fue Obispo de la Diócesis de la Villa de la Concepción del Río Cuarto, desempeñándose en ese cargo hasta el año 1984, en que fue designado Arzobispo de Salta. Cf. OTERO PIZARRO, Gonzalo (Dir.), Hombres y mujeres de… op. cit., p. 235.
[60] Cf. La Calle, Río Cuarto, 21/09/1961, p. 10 y 22/09/1961, p. 3.
[61] La Calle, Río Cuarto, 05/10/1961, p. 10.
[62] Ibidem.
[63] Ibidem.
[64] Cf. Ibidem.
[65] Ibidem.
[66] Cf. Ibidem.
[67] Cf. ESCUDERO, Eduardo, “Encuadramiento de la memoria. Historia y Política: a propósito de la Junta de Historia de Río Cuarto (1966-1979)”. En: PHILP, Marta (Comp.), Territorios de la historia, la política y la memoria, Alción, Córdoba, 2013.
[68] Para el contexto
nacional véase: TRÍMBOLI, Javier,
“1979: la larga celebración de la conquista del desierto”, en: Corpus. Archivos virtuales de la alteridad
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