De silencios, olvidos y memorias “invisibles”: el caso de las experiencias católicas “liberacionistas” en Rosario

 

 

Verónica L. López Tessore(*)

 

 

Resumen

 

En este artículo indago las relaciones entre memoria e identidad, específicamente en lo que refiere a los silencios, olvidos y a algunas memorias que caracterizo como “invisibles”, a partir de los testimonios obtenidos y las experiencias vividas a lo largo del trabajo de campo realizado para nuestra tesis doctoral en curso sobre las “memorias locales y construcción de identidades políticas en relación con las rupturas y continuidades dentro del catolicismo en Rosario desde los sesenta a la actualidad”. De este modo es que, en primer término, me detengo en ciertas precisiones teórico- conceptuales acerca de las relaciones entre memoria, historia e identidad conmi objeto de estudio en particular, para luego reflexionar sobre los distintos silencios que se fueron presentando en algunas de las entrevistas realizadas.

 

Palabras clave: memoria; catolicismo liberacionista; Rosario.

 

 

 

Of silences, forgetfulness and "invisible" memories: the case of the "liberationist" catholic experiences in Rosario

 

 

Abstract

 

In this article I explore the relations between memory and identity, specifically in what refers to silences, forgetfulness and some memories that I characterize as "invisible", from the testimonies obtained and the experiences lived during the field work done for our ongoing doctoral thesis on "Local memories and the construction of political identities in relation to the ruptures and continuities within catholicism in Rosario from the sixties to the present." In the first place, I exposite on certain theoretical-conceptual precisions about the relations between memory, history and identity with my object of study in particular, and then reflect on the different silences that were presented in some on the interviews realizaded.

 

Keywords: memory; liberationist catholicism; Rosario.

 


 

De silencios, olvidos y memorias “invisibles”: el caso de las experiencias católicas “liberacionistas” en Rosario

 

 

La relación entre memoria e historia: ¿Los historiadores como “emprendedores de memoria”?

 

En los últimos años se ha escrito mucho sobre el problema de las relaciones entre memoria e historia, dificultándose sistematizar la gran cantidad de materiales dedicados al tema. Sin embargo, observo que más allá de los distintos casos, desde el punto de vista teórico, los ejes problemáticos no han superado los aportes de los ya clásicos textos sobre el tema[1], reactualizando viejas discusiones en nuevos contextos. Introduciremos aquí los desarrollos que al respecto de la discusión desarrollan Maurice Halbwachs (1877-1945) y Pierre Nora (1931-) quienes han abordado la relación entre memoria e historia y/o memoria histórica y memoria colectiva.

Halbwachs en sus análisis observa que memoria colectiva y memoria histórica son dos términos que se oponen. Si bien, la historia recopila hechos que han ocupado la mayor parte de la memoria de los hombres, estos acontecimientos pasados, leídos en libros y enseñados y aprendidos en los colegios, son elegidos, acercados y clasificados, según las necesidades o reglas que no regían a los hombres que los conservaron durante mucho tiempo. La historia comenzaría según su criterio en el punto donde termina la tradición, momento en que se descompone la memoria social. Se pregunta, Halbwachs[2], si la condición necesaria, para que haya memoria, es que quien se acuerde, ya sea un individuo o un grupo, tenga el sentimiento de que llega hasta sus recuerdos con un movimiento continuo, ¿Cómo iba a ser memoria histórica, si hay solución de continuidad entre la sociedad que lee la historia y los grupos de testigos o actores de los hechos plasmados? Evidentemente, uno de los objetos de la historia puede ser, precisamente, tender un puente entre pasado y presente, y restablecer esta continuidad interrumpida. Pero, cuestiona, ¿cómo podemos recrear corrientes de pensamiento colectivo que se impulsaban en el pasado, si no tenemos una base en el presente? Aquí encontramos un eje fundamental, que diferencia, también, la labor del historiador de la del cientista social o el antropólogo. La labor de los primeros, comienza desde el pasado hacia el presente, en cambio, en el caso de nuestra experiencia de investigación como antropólogos/as, el camino recorrido es inverso, desde el presente hacia el pasado. Son los problemas del presente los que nos hacen indagar en el pasado para poder encontrar las claves analíticas del mismo.

Por su parte, Pierre Nora, coincide en plantear que historia y memoria son opuestos. La memoria está en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo y de la amnesia, vulnerable a todas las utilizaciones y manipulaciones, susceptible a latencias y revitalizaciones; se instala el recuerdo, en lo sagrado, es de naturaleza múltiple y desmultiplicable, colectiva, plural e individualizable; se enraíza en lo concreto, en el espacio, el gesto, la imagen y el objeto. La historia, al contrario, según describe Nora, desaloja el recuerdo del espacio de lo sagrado, procesa, reconstruye, es siempre problemática e incompleta, relativa de lo que ya no es. La historia como operación intelectual, laica, utiliza análisis y discurso crítico, es la representación del pasado no de un grupo como la memoria sino que tiene vocación universal.

Nora considera que todo lo que hoy llamamos memoria, no es sino historia. La diferencia entre la memoria verdadera, hoy refugiada en el gesto y la costumbre, en los oficios en los que se transmite el saber del silencio, en el saber del cuerpo, las memorias de impregnación y en el saber reflejo, y la memoria transformada por su paso en historia, que es casi lo contrario, voluntaria y deliberada, vivida como un deber y ya no espontánea; psicológica e individual y subjetiva, y ya no social, colectiva, englobadora. De la primera inmediata, a la segunda, indirecta ¿qué le paso?, se pregunta. Cuando menos vivida desde el interior sea la memoria, más necesita soportes exteriores y referencias tangibles de una existencia que vive sólo a través de ellos. Lo que llamamos memoria es, en realidad, la constitución gigantesca y vertiginosa de un stock material de aquello que es imposible que recordemos. Ocurre que esta memoria nos viene del exterior y la internalizamos como una presión individual porque ya no es una práctica social. Cuanto menos colectivamente es vivida la memoria, más necesita de hombres particulares que se convierten ellos mismos en hombres-memoria. De este modo, estaríamos en un periodo regido por la memoria archivo, memoria-deber, memoria-distancia.[3]

En nuestro país, Levin[4] desarrolla cómo la historia comienza a ocuparse del pasado reciente como objeto de estudio en los últimos años. A partir de esta indagación y de cambios generacionales, la historia se ha visto obligada a incorporar una nueva forma de relación con la sociedad y la política. Sin embargo, otras ciencias ya venían abordando éstas temáticas previamente. Retomaremos aquí el desarrollo sobre la memoria, que expone Levin (2009), dado que ubicamos a nuestra investigación en este ámbito. Entonces, la memoria, se presentaría como un concepto polisémico que puede ser entendido desde una perspectiva biológica o social, individual o colectiva[5]. Dentro del ámbito de lo social, Jelin[6] observa que la memoria suele ser considerada como un proceso activo de elaboración y construcción simbólica de sentidos sobre el pasado. En este caso, no se trata ya de la capacidad pasiva de evocar eventos pasados sino más bien del proceso activo de articulación de sentidos y representaciones sobre ese pasado. Uno de los problemas fundamentales a desentrañar a la hora de abordar la problemática de la memoria es la relación entre las dimensiones individual y colectiva de la misma. En este sentido es que Levin[7] diferencia, también, entre una memoria vivida, recuerdos de experiencias propias, en primera persona, y una memoria transmitida entre generaciones, de valores, argumentos y representaciones sobre el pasado. La autora retoma a Vezzetti[8] para trabajar la función performativa de la memoria colectiva en la evocación individual, lo cual impregnaría de valores presentes a las experiencias pasadas.

A la luz de lo expuesto, considero que historia y memoria son objetos completamente diferentes, que no pueden ser puestos en un mismo plano a la hora comparativa. Por una parte, la historia es una disciplina académica; por otra, la memoria, es un proceso social que excede los marcos disciplinares o académicos, engendrándose, produciéndose y desenvolviéndose en toda la sociedad en general. Si bien ambos construyen conocimiento sobre la sociedad, este conocimiento es muy diverso, y tiene alcances dentro de las prácticas sociales también diferenciado. Pero dentro del ámbito de las memorias sociales también se dan luchas por los sentidos, por el poder construir una memoria hegemónica, ¿qué papel tiene la historia en estos procesos? Me resulta interesante en esta instancia plantear la noción de “emprendedores de memoria”[9] que reconstruye Jelin. Por un momento, ¿podríamos pensar a los historiadores como “emprendedores de memoria”?

En el planteo de la acción de los “emprendedores de la memoria” está implícito el uso político y público que se hace de la memoria. Y aquí cabe distinguir, siguiendo a Todorov[10], la memoria según la manera en que es entendida, ya sea Literal o Ejemplar. Nos interesa analizar aquí, los casos que se convierten en ejemplares en tanto permiten traducir una experiencia singular en demandas generales, convirtiéndose el recuerdo en principio de acción para el presente.[11] Las marcas personalizadas de la gente, con sus múltiples sentidos, se inscriben en memorias personales y en proyectos públicos de emprendedores activos, que medidas administrativas parecen no poder borrar.

Los sujetos entonces tienen que buscar canales alternativos de expresión. Cuando se encuentra bloqueada por otras fuerzas sociales, la subjetividad, el deseo y la voluntad de las mujeres y los hombres que están luchando por materializar su memoria se ponen claramente de manifiesto de manera pública, y se renueva su fuerza o potencia. No hay pausa, no hay descanso porque la memoria no ha sido “depositada” en ningún lugar; tiene que quedar en las cabezas y corazones de la gente. La cuestión de transformar los sentimientos personales, únicos e intransferibles, en significados colectivos y públicos queda abierta y activa. La pregunta que cabe aquí es si es posible “destruir” lo que la gente intenta recordar o perpetuar. ¿No será que el olvido que se quiere imponer con la oposición-represión policial tiene el efecto paradójico de multiplicar las memorias, y de actualizar las preguntas y el debate de los vividos en el pasado reciente?

Enfrentamos aquí nuevamente el tema de la temporalidad y las etapas por las cuales transitan las memorias: es posible que este efecto paradójico ocurra en un “tiempo personal” o biográfico específico, que las energías y el desasosiego existan en un grupo humano específico que vivió un periodo y una experiencia dada, y que no sean transferibles o transmisibles a otros que no lo vivieron.[12]

Elegir hablar de “emprendedores” de la memoria agrega aquí un elemento de optimismo, porque los mismos saben muy bien que su éxito depende de “reproducciones ampliadas” y de aperturas de nuevos proyectos y nuevos espacios. Y allí reside la posibilidad de la acción de la memoria ejemplar.[13]

En este sentido es que me gustaría incorporar a la historia o mejor dicho a los historiadores como “emprendedores de memoria”, en tanto que en algunas situaciones se erigen como recuperadores de determinados aspectos de los procesos sociales, olvidando o dejando de lado otros, a la vez que como paradigma a partir del cual muchos actores sociales analizan sus prácticas, o en las cuales se referencian. No sería la única vez que un entrevistado me diga “tenés que leer tal texto, eso es lo que pasó, esa fue mi experiencia” como si ese relato fuera la “realidad”, “objetiva”, “cristalizada” e “inamovible”.

Al involucrarse entonces los historiadores en el estudio de los procesos de la historia reciente, no estarían actuando, de algún modo como emprendedores de memoria, en tanto, rescatan algunos objetos para su análisis desechando otros, y a parte, erigiéndose en los constructores de la “verdad histórica”, en hacedores objetivos de este pasado reciente, del cual sus huellas están demasiado presentes. Por otra parte, si bien el rol del antropólogo también adquiere relevancia a la hora de la construcción de esa realidad y de cómo esa realidad es leída, su tarea considero que es menos invasiva de los procesos sociales, más observadora, descriptiva y analítica, por tratarse también de una disciplina de menor reconocimiento social.

Como expresa Levin[14] mucho antes que la historia pudiera decir algo sobre el pasado reciente, era en el ámbito de la memoria que se le ponía palabras y cuerpo al mismo. Pero, ¿no es lo lógico, si pensamos a la memoria como un proceso social, que sucede más allá de la voluntad o conformación de un cuerpo académico-científico que, justamente, se ocupa de estudiar los procesos sociales y no de crearlos? Si bien, como parte de la conformación social participan, también, activamente de la construcción de las distintas interpretaciones de la realidad pasada y presente, lo hacen, generalmente, una vez que esta se haya “cristalizada” en cierto punto. En este sentido, es que me gustaría posicionarme en la idea de la historia reciente como un discurso más sobre el pasado, parte del objeto de estudio que implican las memorias, en tanto forma parte de la constitución de una memoria socialmente legitimada/dominante[15], subterránea o denegada.[16]

De todos modos, sigue siendo necesario, en el campo académico como está constituido hoy, donde la memoria más que un proceso social a analizar, parece ser una nueva disciplina en etapa de conformación, aclarar las relaciones entre memoria e historia y sus diferencias, como estamos intentando hacer. Finalmente, considero que es central tratar de desentrañar cómo los sujetos (sociales) construyen sus propias identidades tanto individuales como colectivas a partir del ordenamiento de un discurso sobre el pasado en diálogo permanente con otros discursos (la memoria cristalizada, la historia, etc.); paralelamente a lo cual, van transmitiendo a través de sus prácticas, háceres y décires cotidianos, formas de hacer, decir, de vivir y de luchar (memorias subterráneas).

 

De “olvidos” y “ausencias” en las narrativas testimoniales de lo “invisible”

 

En este apartado indago las situaciones de entrevista en las cuales se hace mención a los por qué hablar o no, a por qué motivos se dieron las opciones de callar, de guardar silencio o de decirlo todo, en relación con los distintos contextos histórico-políticos, así como también en relación con las diferentes trayectorias personales. Es así que analizo, a partir de la reflexión de autores como David Le Bretón[17] y Pollak[18], sobre el silencio en las distintas entrevistas testimoniales que hemos realizado en el marco de nuestra tesis doctoral.

Según Le Bretón[19], entonces, a partir de la palabra se pone de manifiesto la continuidad del mundo. Si es así, qué pasa cuando no podemos hablar acerca de la propia experiencia, o cuando no encontramos un contexto dispuesto a “oír” un cierto enunciado. Si en la actualidad, la fuerza significante de la palabra se desacredita o se debilita ante el imperativo de decirlo todo, a la vez que la ilusión de que “todo” ha sido dicho sea a costa de dejar sin voz a quienes opinar distinto. De igual modo, nunca basta si el otro no tiene tiempo para escuchar, asimilar y responder. Si, como desarrolla Benjamín en el acto de narrar, de contar una historia se transmite una experiencia, que merece ser contada, que enseña algo a “otro” y donde lo que se escucha son más que palabras, siempre tiene que haber otro dispuesto a escuchar, un contexto social que pueda apropiarse de esa experiencia, hacer de la misma una “memoria ejemplar” al decir de Todorov.

Entonces, qué pasa cuando este hilo de transmisión narrativa de las experiencias se ve cortado de una generación a otra, por razones externas a los sujetos, vinculadas a situaciones de violencia política y social. Si el silencio ayuda a comprender cuando alimenta una reflexión personal que acaba revirtiendo en el discurrir de la conversación, el silencio impuesto por la violencia suspende los significados, rompe el vínculo social.

La única salida, básica ya que es fundacional, es siempre lo del mutuo acomodo al silencio y la palabra, una ética de la conversación que dé por sentado que todo enunciado reclama una respuesta, toda afirmación un argumento que la avale y todo dialogo una deliberación mutua. Restaurar la conversación implica rescatar la palabra, y rescatar la palabra entraña restaurar el silencio. Si por su desmedida presencia en la comunicación moderna, el discurso acaba confiriendo cada vez más atractivo al silencio, este, tan temible en otros contextos, resulta mortífero en las situaciones en las que imperan la violencia o la dictadura: se convierte entonces en una figura de la complicidad o de la impotencia. Dicho de otra forma, el alcance de la palabra o del silencio depende de las circunstancias en que aparecen.[20]

En esta sentido trabajaremos con la cuestión del silencio en la instancia de dialogo o en las relaciones interpersonales, que en nuestro caso focalizaremos a partir de la situación de entrevista.

En el marco de la institución religiosa católica, a la cual se vincula nuestra temática de investigación, se puede observar una situación de silencio mediada por la violencia, que está estructurada institucionalmente en torno a su jerarquía y a la asignación de la legitimidad para decir, establecer un discurso único y totalizador que no admite matices ni cuestionamientos. En esta institución es que se insertan procesos de conflictividad como los que se dieron en los sesenta- setenta de la mano de los pensamientos renovadores del Concilio Vaticano II (1962-1965) y la CELAM de Medellín (1968) que se transformaron en palabras “disidentes” o “diferentes”. Palabras, que, según entiende Le Breton son el único antídoto contra las múltiples manifestaciones de totalitarismo que pretenden reducir la sociedad al silencio para imponer su capa de plomo sobre la circulación colectiva de los significados y neutralizar así cualquier atisbo de pensamiento. Estas palabras que acompañaron acciones e ideas motivadas en una forma de pensar la Iglesia distinta de la Jerarquía eclesial fueron acalladas igual que tantas otras voces en aquellos años.

De este modo, la palabra constituye muchas veces un monopolio o una prioridad en manos de quien tiene el poder o la autoridad jerárquica para decir cuál es la palabra legítima y cual no. En una institución, el reparto del uso de la palabra, y del silencio, depende de la distancia social que separa a sus diferentes miembros. Todo sistema jerárquico implica una canalización de la palabra y por lo tanto la manipulación de un silencio que se presenta como una zona estratégica de repliegue y simultáneamente, para los que la sufren, como una peligrosa reserva de amenaza. Cualquier autoridad moral o institucional es dueña de la palabra y del silencio y se arroga la posibilidad de entablar conversaciones. Todo poder se alimenta de un nutritivo espacio de secreto, dando pie a conjeturas que potencian la autoridad ejercida. El dominio del silencio y la palabra es una característica de la autoridad institucional. La reivindicación del “derecho a la palabra” marca el intento de romper este monopolio de la iniciativa con vistas a restablecer la paridad. Una vez adquirido ese derecho el estatuto del silencio se transforma y de ser una obligación pasa a ser una opción. La retención de la palabra expresa la pretensión de mantener el control de la interacción, de no verse implicado en un intercambio no deseado, encubre una actitud de observación, de escucha[21]. Concede un distanciamiento a la espera de un momento más favorable, sin tener que exteriorizar la eventual vulnerabilidad o las propias dudas. El poder tiene los medios necesarios para reducir al silencio a la oposición, matando o encarcelando a sus adversarios, amordazando a la prensa o a los intelectuales: quebrando, en definitiva, cualquier intento de lucha. Se trata de destruir toda palabra que pueda ponerle en tela de juicio.[22]

El silencio puede ser, a la vez, un instrumento de resistencia pero también lo es del poder, la censura hace que uno tenga forzosamente que callarse o vea sus palabras desfiguradas. La censura genera un silencio negativo, una falta de comunicación: desvirtúa el valor de la palabra, privándola de consistencia al impedir que haya alguien para recogerla y transmitirla. El poder pretende con ello evitar que la disidencia se propague, forzándola a seguir caminos preestablecidos, dada la imposibilidad de escoger otros. El pensamiento ya no se sitúa ante la infinidad de opciones que otorga la libre expresión, sino que se ve conminado a callarse o a consentir lo peor. El poder al impedir que la palabra circule, enturbia las relaciones y provoca la sospecha general, pues es difícil en muchas ocasiones arriesgarse a plantear sin ambages una objeción ante quienes tienen una posición personal que desconocemos. El exilio es otra forma de invalidar la palabra, reduciéndola al silencio mediante su alejamiento.[23]

La deliberación colectiva refuerza la vitalidad de los vínculos sociales, y libera de las imposiciones y de los aspectos mortificadores del silencio. Callarse en dictadura significa consentir, reducirse a sí mismo al mutismo. Pero tanto si se impide optar por el silencio como si se condena al silencio la consecuencia es la misma: la disolución del significado, ya sea por la saturación o por la mordaza.

No hay palabra sin silencio y, sin embargo, la ideología moderna de la comunicación no acepta el silencio. Cada palabra pronunciada tiene su parte de sonido y su parte de silencio y, según las circunstancias, resuena con más o menos fuerza según predomine uno u otro. El significado de las palabras puede desdibujarse en el ruido o destacarse con el silencio, pero también a la inversa, pues la relevancia de una palabra no es nunca absoluta sino que depende de la manera en que llega al que la escucha.[24]

Hay otra forma política de silencio: la que se deriva del hecho de que ciertas cosas puedan decirse, otras no tanto y otras no deban decirse en absoluto, dependiendo de las situaciones y de los presentes. El vínculo social debe protegerse de la palabra desbocada.[25]

En este punto nos parece pertinente introducir algunos dichos de Pollak[26] quien se pregunta sobre el silencio acerca del pasado en lo que respecta no sólo a la relación entre el Estado dominador y la sociedad civil sino también entre grupos minoritarios en relación con la sociedad englobante. En los casos que este autor toma (las víctimas del nazismo, la construcción de memorias sobre el stalinismo y los alsacianos reclutados) el silencio tiene razones complejas. A las razones políticas del silencio se agregan las personales, que consisten en querer evitar a los hijos crecer en el recuerdo de las heridas de los padres. Aquí es que nos interesa insertar la temática acerca de la dificultad de la recuperación de las historias de aquellos que alguna vez se propusieron pensar, hacer y decir una iglesia diferente, “otra” de la hegemónica. En los casos de los sacerdotes a los que hemos podido entrevistar, en general han rearmado sus vidas fuera de la institución, casándose y conformando familias, aparece un cierto cuidado sobre qué decir y qué no, hay aún, o había en ellos, porque dos de las personas a quienes hemos entrevistado han fallecido, una reticencia a la hora de contar su experiencia por los resabios y temores de la persecución sufrida, a la vez que la necesidad de cuidar a su familia. Muchos de los que participaron de este conflicto con el Obispo de la diócesis en los sesenta, durante la dictadura iniciada en 1976 fueron perseguidos y/o tuvieron que exiliarse (dentro y/o fuera del país). Al igual que en los casos trabajados por Pollak[27], aquí, frente a ese recuerdo traumático, el silencio parece imponerse, la experiencia es vista como “comprometedora”, muchas veces se considera que sería mejor no hablar y las razones son complejas.

De igual modo y a la vez que observamos esta dificultad para hablar, por otra parte, para poder relatar su sufrimiento, una persona precisa antes que nada encontrar una escucha. Y aquí encontramos otro aspecto que merece una mención, dado que consideramos que la experiencia de estos sacerdotes y, en general, de los sectores de la Iglesia que durante el proceso de los años 60-70 se sumaron a los movimientos sociales, políticos y armados revolucionarios, fueron durante muchos años un objeto de poco interés desde el punto de vista social e incluso como tema de indagación académica. Esto considero se debe a dos aspectos; uno, la falta de reconocimiento o intento de borramiento de la historia institucional de estos procesos en tanto pone en tensión su propia homogeneidad institucional y segundo, porque desde los sectores de militantes y/o de derechos de humanos que pugnaron por la recuperación de la historia de estos años, el interés mayor estaba dado por recuperar o reivindicar la historia de los militantes en tanto pertenecientes a organizaciones políticas y/o armadas y no en tanto cristianos o católicos.

Aún así y coincidiendo con Pollak[28] nuevamente, se observa a la hora de la indagación de la temática que los recuerdos individuales y grupales siguen vivos aun luego de decenas de años. Oponiéndose a la más legitima de las memorias colectivas, la memoria nacional, esos recuerdos son transmitidos en el marco familiar, en asociaciones, en redes de sociabilidad afectiva y/o política. Estos recuerdos prohibidos, indecibles, son celosamente guardados en estructuras de comunicación informales y pasan desapercibidos por la sociedad en general. La frontera entre lo decible y lo indecible, lo confesable y lo inconfesable, separa, en nuestros ejemplos, una memoria colectiva subterránea de una memoria colectiva organizada que resume la imagen de una sociedad mayoritaria. En este sentido, Le Breton[29] comparte que en situaciones de extremo sufrimiento, lo indecible, el desgarramiento entre la necesidad de decir y la impotencia por no encontrar las palabras adecuadas contribuyen a una disolución del lenguaje en el horror y a la vez a la imposibilidad de callarse.

En este contexto y, pensando en la situación específica de la entrevista testimonial, en clave de trayectoria o relato de vida, es que me interesa insertar la problemática del silencio y la instancia propia de la comunicación interpersonal. ¿Cómo juegan los silencios? ¿Se debe callar cuando no hay palabras que decir? ¿Cuál debe ser la actitud a la hora de la entrevista, cuando hay mucho por decir, cuando hay mucho no dicho? ¿Cómo juega en esta instancia la percepción de quien entrevista? Seguramente muchas de estas preguntas se resuelven justamente a partir de la percepción en el juego mismo de la realización de la entrevista, seguramente, mucho es lo que nos queda como no dicho, en la piel, en los ojos, en los gestos, en la interrelación perceptiva que incluye todos los sentidos, pero no puede precisarse en uno en particular. Pero volvamos a intentar pensar esta instancia de la entrevista como una instancia de comunicación interpersonal, más allá de las características específicas de la misma.

Si la relación con el mundo no sólo se teje en la continuidad del lenguaje, sino también en los momentos de reflexión, en los cuales el silencio no es nunca el vacío, sino la respiración entre las palabras, que permite el fluir de los significados, el intercambio de miradas y emociones, la voz, las miradas, los gestos y la distancia que se mantiene con el otro también contribuyen al fluir de los significados.[30] Entonces, y retomando a Goffman[31], Le Breton[32] considera que dentro de un marco social específico, cada interlocutor se acoge a un "estatuto de participación" ligado a su edad, sexo, posición social, familiar, etc. En virtud de este estatuto se le concede al interlocutor un determinado nivel de contribución activa a la conversación -dependiendo también del contenido o del grado de familiaridad de ésta-, así como unos derechos y deberes relativos a su margen de silencio. El otro es abordado en base a este estatuto que define sus derechos y deberes implícitos en el transcurso del intercambio. La situación de entrevista, sería en este sentido, paradigmática, en tanto los roles estaría bien definidos en cuanto alguien que tiene qué decir y un interlocutor predispuesto e interesado en su palabra, en su relato. Es en este aspecto que nos resulta interesante el trabajo realizado por da Silva Catela[33] donde analiza lo que se dice y lo que no a partir de los grados de confianza que se establecen con el investigador en su trabajo con familiares de detenidos desaparecidos. A la vez que plantea que estos lazos de confianza se establecen a partir del contacto o la relación a partir de la cual se accede a las personas entrevistadas. Si bien para poder hablar hay que tener algo que decir y un interlocutor que escuche con interés y esté dispuesto a anudar un dialogo, el contexto socio-político de la mismas también contribuye a conformar el discurso, lo que se dice.

Hasta aquí nos hemos acercado a la problemática del silencio desde distintas miradas. Por un lado hemos planteado la situación de la palabra y el silencio en relación con la comunicación en la modernidad. En un segundo momento, hemos desarrollado la cuestión del silencio en relación con la violencia política, en situaciones de represión institucional y/o social y política. Por una parte, el silencio en tanto posibilitador/facilitador del ejercicio de la homogeneización dentro de una institución; por otra parte, el silencio como resistencia, en tanto el poder decir, la palabra requiere de alguien que pueda escuchar, y no siempre existe ese alguien. No siempre, se dan las condiciones sociales de escucha de una experiencia determinada. Es a partir de aquí, entonces, que nos acercamos a la instancia de la relación de comunicación interpersonal, tomando como situación paradigmática la entrevista testimonial o de relato de vida, en la cual el sujeto entrevistado tiene garantizada la escucha de alguien interesado en ese relato. Entonces, ¿cuáles son los motivos que aparecen para no decir, para callar hoy o durante los años previos? ¿Qué cosas aparecen como no dichas ni ayer ni hoy?

Primero, volveremos brevemente sobre la formación que han recibido estos sacerdotes en tanto pertenecientes a una institución total, en términos de Goffman[34], como la Iglesia católica.

Durante las entrevistas realizadas se nos presentan diversas experiencias donde el silencio es parte de la formación recibida para ‘ser sacerdote’.

“... una vez al mes había medio día de retiros espirituales, es decir, dedicábamos toda la mañana de ese día domingo pongamos a esta nada más que para meditar, para rezar en silencio hasta el mediodía y después a fin de año tomamos un retiro espiritual de una semana, cuando chicos de tres días y cuando grandes de una semana que lo pasábamos en silencio, estricto silencio, sin hablar en los seis días entre nosotros y que nos pasábamos con un ritmo de que venían meditaciones, practicas piadosas de oración para la buena muerte, es decir, el segundo eje de formación era tratar de convertirnos en sujetos religiosos practicantes, entendés ?” (O. 15-05-2000, Entrevista 1)

“Qué pasaba un sacerdote, exponía un tema y uno... después él callaba y uno todo el resto se lo pasaba... tenía, oficialmente estaba preparado así el tiempo, cada uno veía si lo hacía o no pero teníamos que estar en silencio, era para pensar en base a lo que él había dicho y reflexionar y sobretodo la importancia de comprender que esto tenía que ver con la forma de vivir de uno, entonces, por un lado podían ser temas referidos a la fe, eran temas referidos a la fe, eran temas que convocaban a la oración pero eran temas donde uno tenía que tratar de ver como la vida la organizaba en base a eso, la propia vida, como estructuraba su propia existencia uno en base a eso, el otro hecho que creo que era muy notable era el hecho del examen de conciencia, es decir, en un tiempo había dos exámenes de conciencia, después con el tiempo me toco, había uno solo, que pasaba, durante diez quince minutos un sacerdote iba haciendo preguntas que no había que responderlas en voz alta sino que cada uno en silencio o sino te invitaba pero cada uno que, como revisar como había vivido el día, entonces, pónele vos desde la mañana a la noche, que había hecho que no había dejado de hacer y todo era en base a esa pauta de valores que organizaban y metodizaban la vida, entonces, vos te das cuenta que se obligaba a interiorizar enormemente la existencia de Dios” (Registro Nº 7, 26/06/04, O.)

A continuación nos referiremos a los silencios del pasado, lo no dicho durante o sobre la experiencia atravesada, lo oculto en relación con el conflicto con el Obispo o con las vivencias que le sucedieron se observa en los relatos de diverso modo. ¿Cómo se pone esto de manifiesto en la situación de entrevista? Por una parte, encontramos el silencio de ‘otros’, pares de los entrevistados, quienes “ocultaron” o “callaron” cierta información, lo cual les impide ‘cerrar’ en cierto modo el relato acerca de lo que pasó, añadiéndole un halo misterioso a los sucesos acontecidos.

“… [Refiriéndose a otro ex sacerdote] va como delegado para hablar allá en Roma y llevar nuestro mensaje, cual fue el destino, nunca supimos pero ya volvió el con otro matiz y volvió cambiado y volvió silenciado” (JC, 2005)

“… y ahí encuentro que le habían allanado también la casa a Pepe Ferrari, a Néstor García y a Santiago Mc Guire, que estaban ahí presos, a cómo fue, el allanamiento a ellos porque nunca me gusto, va, nunca se dio la oportunidad de hablarlo…” (JC, 2005)

“Y nosotros le habíamos dicho que ese documento era entre él y nosotros y que nosotros nos habíamos comprometido a no hablar con nadie el tema para reservar el secreto, que fuera un tema… que nos hace el miércoles llama después de haber elegido el nuevo consejo presbiteral y le presenta como tema que un grupo de sacerdotes se ha insubordinado y que entonces, cuando ahí Ferrari, que era el nuevo delegado dice, no, y Amiratti, dicen ‘no esto por empezar este era un documento entre usted y nosotros, esto era secreto, no era para usted venir a ventilarlo acá, además, de ninguna manera este es un acto de insubordinación’, entonces, a partir de ahí empezó una lucha, que, se corre y nos larga el resto del clero con toda… Esto ocurre ponele vos, ahora no me acuerdo yo bien la fecha pero me voy a fijar, en octubre, noviembre del 68… De ahí en más viene toda una seguidilla de cuestiones que es, toda la lucha entre él y nosotros…” (Entrevista Nº 2, O, 2000)

“bueno, me pesca que yo había ido a Buenos Aires y cuando me estaba por volver me avisan que habían detenido a Néstor García, que habían detenido a, es decir, que lo estaban buscando a Tettamanci, entonces, me dijeron “O., no vuelvas a Rosario” y ya me quede ahí. Y, bueno, ese año, ya me toco la muerte de los palotinos, las muertes, estando yo en Buenos Aires suceden esas cosas, eh, la muerte de Longeville y Murias allá en la Rioja a los quince días de la muerte de Angelleli, todo eso me toco vivirlo allá y bien, en absoluto silencio de todo, era nada más que un grupito de gente muy, muy vinculada y no…” (O., Entrevista Nº9, 18-08-04)

“Entonces, porque digo, que, lo que vos me preguntabas, el texto y demás, estos sacerdotes, estos tres o cuatro, estos súper genios, que se arrogaban el ser los mentores de la cosa, tanto que después tengo algunas pequeñas anécdotas para decirte porque eran los mentores, de hecho después, por los demás fueron denunciados y acusados de ser los instigadores de todo esto, eh, cuando vienen el día jueves, bueno, se charla un rato y demás, pero ya tenían todo escrito, no corrigieron nada, no hicieron más que leer lo que habían escrito la noche anterior, por eso la jabonería de Vieytes, y cuando terminan de leer, bueno, se escuchan, las objeciones, habrán sacado una coma, un punto y aparte, pero no corrigieron nada, bueno, los que están conformes con este ante proyecto y demás, que pasen a firmar, que era lo que se firmaba, la renuncia, la denuncia de que no se quería estar en complicidad, que no se quería trabajar bajo las ordenes de Monseñor Bolatti, y que por lo tanto como acto, no de desagravio, sino como acto de denuncia, de rechazo, que se hacía, se procedía a la siguiente renuncia, cierto detalle, que esto no te lo va a contar absolutamente nadie, porque el otro que estuvo junto conmigo y que fuimos los únicos dos que no firmamos se murió, punto, se discutió esto, que día se iba a publicar ese manifiesto, se debatió que si fuese un día lunes, un día domingo, no vamos a elegir que sea el día que la gente más lee el diario, vamos a elegir un día domingo, para que la gente tenga la posibilidad de enterarse y de leerlo, porque aparte iba a ser realmente una bomba súper explosiva, se discutió hasta eso que día se iba a publicar el manifiesto que ya estaba hacia unos días redactado, entendes?” (Entrevista 1, A, 29/3/2008)

“… a los cuarenta días Parentti se casa, y entonces, ese grupo monolítico que eran fieles a Moyano y a Delia que iban a la cabeza, comienza a resquebrajarse, ante el hecho que de un día para el otro, a los cuarenta días de haber renunciado a esto, diciendo que por fidelidad a la Iglesia, que esto que lo otro, por fidelidad a una mina, esto fue lo que lo quebró totalmente al grupo y por ejemplo recuerdo, la frase de uno de ellos, que no voy a mencionar quien es, que sigue siendo sacerdote en otra diócesis, este, le escribió una carta durísima, que por otro lado, no hacía más que volcar el desencanto de ellos ante lo que había hecho, que ahora sentían profundo dolor por el hecho de que haya tenido este desenlace su intervención protagónica en el conflicto con el Obispo porque debajo de la mesa, estaba esta sota, entonces se sentían profundamente utilizados, instrumentados, verdaderamente, de una manera realmente muy sucia, porque había destapado la olla de esta forma, de que era lo que lo motivaba, este sacerdote, es un gran santo, un gran santo, que, después que hizo esto y demás, se fue de la diócesis, se fue a otra diócesis, se fue a La Rioja, y no quiso nunca más saber nada con este grupo, viste, o sea, porque se sentía totalmente defraudado, junto con el otros, el fue el que abrió brecha, pero después detrás de él vinieron otros…” (Entrevista 1, A, 29/3/2008)

Finalmente trabajaremos sobre los motivos del silencio en el presente, los cuales refieren al cuidado de otros, miedos vinculados a familiares, a otros que continúan intentando realizar una práctica ligada al cambio social y a los pobres aún hoy en el marco eclesial.

“Entonces ahí es cuando nosotros llevamos y ahí es donde va también F.P., ese que es profesor actualmente en la facultad y que no quiere hablar de todas estas cosas, no sé porque, si será porque se avergüenza o porque, no, no lo comprendo…” (JC, 2005)

“(...) un silencio por respeto a mi señora y un silencio que me conflictuaba, no quería que nadie creyera que quería volver a ser eje y pantalla y subirme también a un pulpito para hacerme ver pero me he cuestionado también el haberme callado demasiado en el tiempo posterior al proceso, me silencie, no sé si por no complicarles la vida a mi señora y a mi hijo o simplemente por ese también amor propio, de no querer y no querer, alguien me dijo una vez, hay dos manera de ser soberbio, una manera es hacerse uno en el medio de la llanura una montaña todo el mundo la ve, otra manera de hacerse soberbio, es hacerse uno un pozo donde también todo ven... y entonces, uno dice, desapareciste, más que desapareciste te estás haciendo cartel vos mismo. El grupo de sacerdotes que están actualmente en ejercicio de la iglesia hay algunos muy honestos muy sacrificados, muy sufridos para aguantar todavía muchas cosas de la Iglesia pero conscientes que deben quedarse para seguir sembrando la idea y lo están haciendo, yo opte también que mi silencio, no los rotularan a ellos como los curas continuadores del tercermundismo, no el tercermundismo fue una etapa, fue un nombre, fue una sigla del momento, de marketing, si querés, pero ahora, pero por otro lado también me cuestione, bueno, soy uno de los que todavía vive, entonces son aspectos de un instante social histórico hasta que punto tengo derecho de guardármelo de silenciarlo” (JC, 2005)

Otras veces el silencio en el presente sobre las experiencias del pasado aparece en relación con la institución eclesial directamente, en cómo se vieron silenciados, acallados por la misma.

“… y a nosotros de alguna manera nos barrieron, son 30 años, no, ya del 68 ahora, ya son como 37 años, 36 años ya para 37 que en esta barrida a nosotros, la entrada a lo que es la dinámica eclesial es por muy, por la zona de las fronteras pero no decididamente en el juego eclesial, me entendés, más, esto hizo que nosotros en la sociedad quedáramos más desprotegidos para el trabajo” (O, Entrevista Nº 15, 16/3/2005)

“… por momentos, alguien puede pensar, pero O. pertenece a la Iglesia, yo creo que estoy en la frontera, estoy en la frontera en el sentido de lo que significa la frontera, porque ni renuncio ni me paso al otro lado sino que estoy en un lugar donde creo que hay que transitar muchas cosas y hay que poder entrar en diálogos muy serios y tener mucha capacidad...” (O, Entrevista Nº 16, 20/04/2005)

“bueno, nos dejaron afuera y yo había sido en secundario, cosas así profesor pero no, ahí, ya eso, lo cortaron y tan lo cortaron que vale la pena, cuando yo fui a Buenos Aires a pedir el certificado, que creo que te lo debo haber contado, de haber sido profesor ese año para tener la constancia me encontré con que no figura en el elenco de profesores, como que yo nunca había dado nada, como me hicieron eso lo cual significa que habían limpiado el fichero de los profesores yo me vine disparando y les avise a otros, porque eran compañeros sacerdotes que habían sido, habíamos tenido el conflicto con Bolatti les avise, les digo “mira que vos también”, porque yo pregunte esa noche y me dijeron “no, acá nosotros no figura ninguno como”, yo fui al rectorado de la Universidad Católica de Buenos Aires a pedir la ficha o una constancia mía de alumno de ahí, dice no acá no figura, digo, como no, debe haber un error, yo fui contemporáneo, debe haber un error, la ficha se habrá, entonces miraron y no figuraba ni Francisco ni Presello, nadie, nos habían limpiado, entonces ni corto ni perezoso me vine acá y les llame por teléfono y me fui a la mañana siguiente a la secretaria, me presente como me conocían, dicen no, ningún problema, buscaron y me lo hicieron, de modo que yo tengo la constancia de que fui profesor pero en el archivo de ellos se ve que no… pero a mí me la dieron que arreglen porque no figura ahí… (O, Registro Nº 14, 9/3/2005)

“...y por eso también mi silencio después del proceso, desmitificar los personalismos, no es cierto, porque nadie es dueño de ningún mensaje ni de ninguna idea en concreto, siempre lo hemos oído o fue madurando lo que oí de otro, siempre hay la inserción de alguien que yo reelaboro o que yo tengo la posibilidad de analizar en el concreto del momento. Y vivimos momentos muy ricos, momentos en que podíamos pensar...” (JC, 2005)

 

Reflexiones finales

 

A lo largo de este trabajo hemos reflexionado acerca de la distinción entre memoria e historia o antropología e historia para intentar arribar a precisiones sobre el referente empírico sobre el que nos proponemos trabajar y las formas interpretativas que utilizamos. En este sentido es que consideramos nuestro trabajo en el ámbito de las memorias, en tanto no nos interesa la historia de los hechos del pasado en tanto y en cuanto como se construyeron fácticamente, sino en como contribuye esta reconstrucción en los distintos procesos sociales como un elemento más que aporta al proceso complejo de transmisión (o no) de una generación a otra de algunos hechos del pasado.

Aquí volvemos a Halbwachs[35] cuando distingue a la memoria colectiva de la historia en dos aspectos. El primero es que la memoria es una corriente de pensamiento continuo, donde sólo retiene lo que aún queda vivo del pasado o lo que permanece en la conciencia del grupo sin excederlo. Cuando un periodo deja de interesar al período siguiente, no es un mismo grupo el que olvida una parte de su pasado sino que estamos ante dos grupos que se suceden. Dado que la memoria de una sociedad se desvanece lentamente, en las fronteras que marcan sus límites, a medida que sus miembros individuales desaparecen o se aíslan, no deja de transformarse, y el grupo en sí cambia sin cesar. De hecho, es difícil decir en qué momento ha desaparecido un recuerdo colectivo, y si ha salido del todo de la conciencia del grupo, porque precisamente basta con que se conserve en una parte limitada del cuerpo social para que podamos volver a encontrarlo en cualquier momento. En efecto, existen varias memorias colectivas, este es el segundo rasgo por el que se diferencian de la historia. La historia es una y podemos decir que no hay más que una historia. La memoria colectiva es un grupo visto desde dentro, y durante un periodo que no supera la duración media de la vida humana, que suele ser muy inferior; presenta al grupo un cuadro de sí mismo que se prolonga en el tiempo. Como el grupo siempre es el mismo, los cambios han de notarse: los cambios, es decir, los acontecimientos que se producen en el grupo, se resuelven por sí mismos como similitudes, ya que parecen tener la misión de desarrollar en diversos aspectos un contenido idéntico, es decir, diversos rasgos fundamentales del grupo en sí.

Por otra parte, indagamos sobre las narrativas personales, las situaciones de entrevista y las dinámicas de interacción entre entrevistador/entrevistado para centrarnos en el análisis de los silencios y sus significados. Aquí hemos establecido distintos momentos en los que en las diversas situaciones de entrevista se refiere al silencio, o se argumenta acerca de las motivaciones que alentaban en los distintos momentos históricos a callar o decir. Es así que encontramos tres momentos: 1. El silencio como constituyendo la formación sacerdotal en tanto la Iglesia se erige como paradigma de lo categorizado por Goffman como “institución total”. 2. Los silencios propios o de otros (Iglesia, compañeros, etc.) en relación con la situación pasada de conflicto vivida con el Obispo y 3. Los silencios en el presente tanto propios – en tanto forma de proteger a otros (familiares, colegas)- como de la institución eclesial en relación con la experiencia atravesada.

Concluimos esta indagación en los términos de este trabajo preliminar y pensando en continuar la misma, profundizándola, dado que la invisibilización de estos procesos, así como la sensación de los propios protagonistas de “invisibilización” o “desaparición” de sus experiencias dentro de la Iglesia, nos lleva a encontrar en lo oculto, lo no dicho, lo negado un aspecto sobre el cual vale la pena seguir haciendo eje en tanto intuimos contribuyen a la formación de una matriz de pensamiento latinoamericano, que subyace a muchas prácticas sociales y políticas liberadoras.

 

Bibliografía

 

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Recepción: 09/05/2017

Evaluado: 03/06/2017

Versión Final: 20/06/2017

 

 

 

 



(*) Licenciada y Profesora en Antropología. Doctoranda en Humanidades y Artes, mención Antropología (Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario. Argentina. Profesora en: el Instituto de Educación Superior Nº 28 “Olga Cossettini”; la Escuela Provincial de Artes Visuales y la Escuela Provincial de Cine y Televisión. E-mail: veritolo@gmail.com

[1] CANDAU, Joel; Antropología de la memoria. Buenos Aires: Nueva Visión, 2006. [1996]; HALBWACHS, Maurice; La Memoria colectiva. Prensas Universitarias de Zaragoza, 2005. [1950]; Nora, Pierre. “Presentación”, “Entre Memoria e Historia”. “La problemática de los lugares” en Les Lieux de Mémoire, I. La Republique, Paris, Gallimard, 1984. Pp. XVII-XLII. (Traducción del Prof. Fernando Jumar, para la cátedra Seminario de Historia Argentina. Univ. Nacional del Comahue); Pollak Michael; Memoria, olvido, silencio. Editorial Al Margen, Buenos Aires, 2006 [1986].

[2] HALBWACHS, Maurice; La Memoria... op. cit., p. 80.

[3] En este sentido es que Nora considera que de la explosión de la historia-memoria emerge un personaje nuevo: el historiador. Este personaje, es cada vez más central porque es “quien impide que la historia no sea más que historia”. La historiografía inevitablemente inmersa en su edad epistemológica, definitivamente cerrada a la era de la identidad, la memoria ineluctablemente agarrada por la historia, no es más que un hombre- memoria, sino en su misma persona, un lugar de memoria. Lo que cuenta para el historiador no es la identificación del lugar, sino el despliegue de eso de lo cual ese lugar es la memoria. Considerar un monumento como lugar de memoria no es bajo ningún punto de vista contentarse de hacer su historia. Lugar de memoria es, entonces: toda unidad significativa, de orden material o ideal, donde la voluntad de los hombres o el trabajo del tiempo ha hecho un elemento simbólico del patrimonio memorioso de una comunidad cualquiera. Nora, Pierre; Les Lieux de Mémoire, I. La Republique, Paris, Gallimard, 1984. (Traducción del Prof. Fernando Jumar, para la cátedra Seminario de Historia Argentina. Univ. Nacional del Comahue)

[4] Levín, Florencia; "El pasado reciente entre la historia y la memoria" En La historia reciente como desafío a la investigación y pensamiento en Ciencias Sociales, CAICYT CONICET (Disponible en: http://ecursos.caicyt.gov.ar), Argentina, 2009.

[5] Para profundizar sobre esta definición así como sobre la relación entre memoria e identidad ver CANDAU, Joel; Memoria e Identidad, Ediciones del Sol, Buenos Aires, 2008.

[6] Jelin, Elizabeth; Los trabajos de la memoria. Siglo XXI, Buenos Aires, 2002.

[7] Levín, Florencia; "El pasado reciente….”, op. cit..

[8] VEZZETTI, Hugo; “Activismos de la memoria: el escrache”, En: Punto de Vista, Nº 62, 1998.

[9] Jelin construye este concepto a partir de la categoría de Howard Becker de “moral entrepreneurs”, quienes serían un grupo de emprendedores morales, agentes sociales que –sobre la base de sentimientos humanitarios- movilizan sus energías en función de una causa. Luego, refiere a que en el contexto conflictivo de las memorias del pasado político reciente en Argentina se daría una lucha entre “emprendedores de memoria”, los cuales pretenden reconocimiento social y legitimidad política de una (su) versión o narrativa del pasado. Jelin, E.; Los trabajos de…, op. cit., p. 48-49. BECKER, Howard S.; Los extraños. Sociología de la desviación, Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires: 1971 [1963].

[10] TODOROV, Tzvetan; Les abus de la mémoire, Arléa París: 1998.

[11] Jelin, E.; Los trabajos de…, op. cit., p. 50.

[12] Ibidem, p. 56.

[13] Ibidem, p. 62.

[14] LEVIN, Florencia; “Pasado reciente e historiografía”, CAYCIT CONICET (http://ecursos.caicyt.gov.ar), Argentina, 2009

[15] Esto si podría ser pensado en términos nuevos para la historia, lo reciente de su objeto de estudio, hace que ya no trabaje con el objeto cristalizado, sino que participe incluso en su emergencia y objetivación como un actor social más, con todas las implicancias ética-políticas que esto tiene y que son desarrolladas por Levin. LEVIN, Florencia; “Pasado reciente e…”, op. cit..

[16] DA SILVA CATELA, Ludmila; “Violencia política y dictadura en Argentina. De memorias dominantes, subterráneas y denegadas”; En: FICO FERREIRA Ditadura e Democracia na America Latina. Balanco Historico e Perspectivas. Rio de Janeiro; 2008; p. 179 – 199.

[17] Le Breton, David; El Silencio. Aproximaciones. Editorial Sequitur. Madrid, 2006.

[18] Pollak Michael; Memoria…, op. cit..

[19] Le Breton, D.; El Silencio... op. cit., p. 3, 5.

[20] Ibidem, p. 6.

[21] A lo largo de nuestro trabajo de campo y del análisis de las entrevistas y fuentes periodísticas que tratan sobre el conflicto ocurrido hacia fines de los años 60’ en Rosario, entre el grupo de casi cuarenta sacerdotes y el Obispo, hemos podido observar como hay un manejo, por parte de la Jerarquía eclesial, de lo que se dice y lo que no, sobre todo hacia el espacio público. Durante el período en que se dan las negociaciones entre los curas y el Obispo, que es de alrededor de tres meses no hay declaraciones del mismo a la prensa. Sólo después de finalizado el mismo, y luego de un documento publicado por los sacerdotes donde ratifican su denuncia y los motivos de la misma, el Obispo publica una declaración.

[22] JAWORSKI en Le Breton, D.; El Silencio... op. cit., p. 57-59.

[23] Le Breton, D.; El Silencio... op. cit., p. 65-68.

[24] Ibidem, p. 6.

[25] Ibidem, p.10.

[26] Ibidem.

[27] Ibidem, p. 21.

[28] Ibidem, p. 23-24.

[29] Ibidem, p. 10.

[30] Ibidem, 14.

[31] GOFFMAN, Erving; Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales. Amorrortu editores. Buenos Aires, 1988. [1961]

[32] Le Breton, D.; El Silencio... op. cit., 17.

[33] Da Silva Catela, Ludmila; “De eso no se habla. Cuestiones metodológicas sobre los límites y el silencio en entrevistas a familiares de desaparecidos políticos”; En: Revista Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 24, 2006.

[34]… puede definirse como un lugar de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual situación, aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente” en GOFFMAN, Erving; Internados... op. cit., p.13.

[35] HALBWACHS, Maurice; La Memoria... op. cit., p. 81-88.