Un análisis de contexto de El “medio pelo” en la sociedad argentina
(Apuntes para una sociología nacional). La revisión de un texto nacional y
¿popular?
Martín Müller(*)
Resumen
Este artículo analiza la relevancia intelectual en su
contexto de publicación del libro de Arturo Jauretche “El medio pelo en la
sociedad argentina”, de 1966. Este texto se considera particular dentro de la
tradición de la historiografía revisionista argentina, por su carácter
innovador y por su amplia llegada a un público heterogéneo.
Pensar desde la “comunidad interpretativa” que produce
y recibe el texto permitirá ver el diálogo con el campo académico de las
ciencias sociales, en formación y consolidación desde 1955, como también los
ámbitos de difusión que definen su carácter de popularidad y llegada.
Palabras clave: revisionismo; historia intelectual;
contexto y popularidad; campo académico.
A
contextual analysis of “El ‘medio pelo’ en la
sociedad argentina (notas para una sociología nacional)”. The revision of a national and popular
text.
Abstract
This article analyzes the intellectual relevance in
its context of the publication of Arturo Jauretche's book "El medio pelo
en la sociedad argentina", from 1966. This text is considered particular
within the tradition of Argentine revisionist historiography, due to its
innovative nature and its broad reach to a heterogeneous audience.
Thinking from the "interpretive community"
that produces and receives the text will allow to see the dialogue with the
academic field of the social sciences, in formation and consolidation since
1955, as well as the spheres of diffusion that define its character of
popularity and reception.
Keywords: revisionism; intellectual history; context and
popularity; academic field.
Un análisis de contexto de El “medio pelo” en la sociedad argentina (Apuntes para una sociología
nacional). La revisión de un texto nacional y ¿popular?
Introducción
Hacia el año 2004, con los ecos del estallido social
del 2001 aun resonando, y ante un inesperado escenario político planteado desde
la llegada al gobierno de Néstor Kirchner, se produce, primero desde los
ámbitos sociales y culturales otrora marginales pero con largo arraigo
histórico, luego desde la agenda pública y finalmente desde el discurso
estatal, un renacimiento de la “épica nacional y popular”, enterrada en las
décadas previas por la fuerza de los procesos nacional y mundial de
neoliberalización y supuesto “fin de la historia”.
Arturo Jauretche se erige en símbolo de este nuevo
contexto, contraseña mística de pares setentistas y eslabón generacional hacia
los hijos de la generación del 90, hecho rezo en el disco de Los Piojos “Verde
paisaje del infierno” del año 2000, esperando que “San Jauretche” nos trajera
la buena leche. En el 2004, a cuarenta años de su fallecimiento –un 25 de mayo
de 1974- se vuelve un momento propicio para que, por ejemplo, se declare el 13
de noviembre (fecha de su nacimiento) “Día del Pensamiento Nacional”. Este
artículo fue escrito bajo la influencia de ese clima de época, y al traerlo al
presente se resignifica en una doble mirada: es pensar en el libro y es pensar
en sus contextos de apropiación, ya sea en los años 60, lo explícito a
continuación, sea al calor del avance de gobiernos latinoamericanos
emparentados con la línea nacional y popular, algo que el lector deberá estar
advertido de leer entrelíneas.
En
este trabajo intentaré
llevar a cabo la empresa de ubicar, en una “realidad”
histórica, el texto de
Arturo Jauretche llamado “El ‘medio pelo’ en la
sociedad argentina (Apuntes
para una sociología nacional)”, editado en 1966, a partir
de un análisis de los
contextos en que el libro sale a la venta y comienza su
difusión.
Conceptualmente, buscaré una mirada desde la “historia
intelectual” con la
particularidad de que los autores que disparan esta búsqueda
abordan textos con
otra relevancia histórica, desde “La
Política” de Aristóteles a “El
Príncipe”
de Maquiavelo, difícilmente equiparables en importancia al
corpus de nuestro
autor, un escritor que ni siquiera en el ámbito cultural de
nuestro país es
catalogado como un personaje canónico al estilo de José
Hernández o Sarmiento.
Lo que el título del trabajo propone entonces es revisar
diferentes cuestiones
conceptuales e interpretativas al nivel de la particular realidad
argentina y
al mismo tiempo y sobre todo pensar en los parámetros que
definen la
“popularidad” de un texto. El desafío es
difícil, pero sin dudas, es
enriquecedor el intento.
Pensando desde la teoría
Basándome en lecturas iniciales,
ajenas al campo, de los presupuestos teóricos de autores que analizan las
cuestiones que hacen a la “historia de la cultura” y la “historia intelectual”
como Reinhart Koselleck[1],
Dominic LaCapra[2],
Quentin Skinner[3] y Stanley
Fish[4],
plantearé este trabajo, en primer lugar, haciendo énfasis en la imposibilidad
de explicar lo que un texto representa para la sociedad que lo recibe a partir
de tomar al texto en sí mismo como el único objeto explicativo. En segundo
lugar, tomaré de los distintos autores las consideraciones necesarias de los
diferentes contextos priorizados por cada uno de ellos, teniendo especial
cuidado en evitar los anacronismos a los que posiblemente nos veamos tentados
frente a algunas reflexiones hechas por el autor a la luz de hechos posteriores
a la recepción del texto. No intentaré tampoco descifrar posibles intenciones
ocultas del autor más allá de aquellas que se encuentren explícitas o que
puedan deducirse del texto mismo.
Es al tener estas precauciones
metodológicas que debo aclarar la importancia que tienen las reflexiones de
Dominick LaCapra quien puntualiza la necesidad de formular el problema de la
relación de los grandes textos de la tradición occidental con diversos
contextos. De acuerdo a este autor, nunca existe un único contexto a partir del
cual analizar una obra, lo que existe en el caso de los textos complejos es
“…un conjunto de contextos interactuantes cuyas relaciones mutuas son variables
y problemáticas, y cuya relación con el texto que se investiga plantea
difíciles cuestiones de interpretación…”.[5] Siguiendo estas
prerrogativas, LaCapra enumera seis contextos posibles: el primero es el que
contempla las intenciones del autor,
en las que se contempla la posibilidad que las intenciones del autor sean
inciertas, ambivalentes o que se descubran en el acto mismo de escribir. El
segundo es el contexto de la motivación,
el cual supone que puede haber entre la vida del autor y el texto que produce
relaciones que superen sus intenciones o incluso las contradigan. El contexto social se relaciona con el
anterior, ya que analiza el impacto que un texto dado puede tener en la
sociedad y las diferentes operaciones de lectura que se realizan en él. En
cuarto lugar se encuentra el contexto de
la cultura, en el cual el autor analiza la problemática recepción en los
distintos niveles de cultura. El contexto
del corpus plantea la cuestión de la relación entre un texto y los de otros
escritores. Por último, el contexto de
los modos de discurso, el cual sirve para preguntarse por la forma en que
ellos funcionan en los textos.
El objetivo a buscar en un texto
es, por tanto, como lo expresa Skinner, “qué podría haber pretendido comunicar
su autor en la práctica –al escribir en el momento en que lo hizo para la
audiencia a la que tenía previsto dirigirse- por medio de la enunciación de ese
enunciado en particular. De lo que se deduce que el objetivo esencial, en
cualquier intento de comprender los enunciados mismos, debe consistir en
recuperar esa intención compleja del autor”.[6] Pero esta complejidad,
difiriendo de Skinner, lo rebasa ampliamente.
El contexto presente
Creo necesario aclarar en
primer lugar el contexto en el cual estoy realizando este trabajo, ya que sin
dudas éste influenciará en las interpretaciones del texto. Considero que desde
hace unos años hasta hoy –no más de tres o cuatro- se está viviendo en algunos
sectores de nuestra sociedad un fenómeno con connotaciones culturales y
políticas de revisión de nuestro pasado, que resulta más sorprendente si lo
comparamos con la reciente década del ’90, en la cual la historia ocupó un
lugar bastante menor. Pero hoy en día esa revisión de la historia posee
connotaciones políticas particulares, tal vez marcadas por la agenda propuesta
por el gobierno nacional, pero seguramente no solamente por esto. Con echar una
mirada superficial a la actualidad podemos dar cuenta que intelectuales y medios de comunicación hablan de una supuesta “moda
nacional y popular”, un “neonacionalismo”[7] o un “retorno del
nacionalismo argentino”.[8] Son
corrientes las reediciones de textos claves del pensamiento nacional, en
particular de aquellos a quienes se los puede identificar con el pensamiento
“nacional y popular”, con ejemplos abundantes: Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo
Jauretche a la cabeza de este fenómeno. La declaración del 13 de noviembre
–fecha de nacimiento de Jauretche- como “Día del Pensamiento Nacional” y otros
tantos ejemplos nos indican con certeza un clima de época. Es Jauretche quien
utiliza una cita de Benedetto Croce para ilustrar este tipo de realidades: “Las
edades en que se preparan reformas y transformaciones miran atentas al pasado;
a aquel cuyos hilos despedazan, y a aquel de quien intentan reanudarlos para
seguir tejiéndolos. Las edades consuetudinarias, lentas y pesadas, prefieren a
la historia las fábulas y las novelas, y a fábulas y novelas reducen la
historia misma”.[9]
Siendo fiel al frontal estilo
jauretcheano, aclaro lo siguiente: la selección de El medio pelo no es de ninguna forma casual. El encontrarme a poco
tiempo de graduarme como profesor de historia me llevó a reflexionar alrededor
de las condiciones en que es posible llevar a cabo un trabajo académico serio
sin dejar de lado el compromiso con la realidad nacional. Tal como dice
Jauretche, rechazar el trabajo intelectual
en la medida que este sea sustantivo y no verbo. Creo que El medio pelo es el libro en que Jauretche enfrenta con más ímpetu
ese divorcio entre un ámbito “científico” y “el hombre que está solo y espera”,
proponiendo una forma de investigación que concilie ambos aspectos. Sin dudas
busca interpelar a futuros o presentes “intelectuales” en un momento –la década
del ‘60- en el cual hay tierra abonada para este propósito.
El Autor
Arturo Jauretche nace el 13
de noviembre de 1901 en Lincoln, provincia de Buenos Aires. En su juventud se
trasladará de manera definitiva a la ciudad de Buenos Aires, donde se
convertirá en abogado. Su trayectoria política irá desde un novato conservadurismo
hacia la simpatía radical, que en el segundo gobierno de Yrigoyen en 1928 se
convertirá en activa militancia.
El golpe de Estado de 1930
tiene alguno connatos de resistencia yrigoyenista, y en uno de estos participa
Jauretche: en 1933 en Corrientes se produce el alzamiento de los coroneles
Bosch y Pomar contra el gobierno de Justo, el que es sofocado y termina con la
prisión de nuestro protagonista, donde escribirá un poema de estilo gauchesco
prologado por Jorge Luis Borges llamado “El Paso de los Libres”. La crisis
política de la segunda mitad de la década del 30 a la que el radicalismo
alvearista no escapa, signada tanto por el deterioro económico y social como
por los escándalos de corrupción, lleva a Jauretche junto a otras
personalidades intelectuales, culturales y políticas como Gabriel del Mazo,
Homero Manzi, Luis Dellepiane y Raúl Scalabrini Ortiz a formar FORJA: Fuerza de Orientación Radical de
la Joven Argentina.
La segunda guerra mundial
como parteaguas para la política vernácula significó que la frontal neutralidad
y el nacionalismo profesado por esta agrupación decantara con la Revolución de
1943 y el ascenso progresivo del Coronel Perón en un abierto apoyo al naciente
movimiento popular.[10]
Jauretche, por su cercanía al ministro de economía Miguel Miranda y al
gobernador de la provincia de Buenos Aires Domingo Mercante, accederá a la
función pública como Presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires hasta
1951, pasando al llano y a cierto retiro del ámbito político durante el segundo
gobierno de Perón hasta su caída.
Nace entonces, según
Fernando Cesaretti y Florencia Pagni, “un nuevo Jauretche”[11], con un activo perfil
militante desde la palabra y la pluma. Durante la Revolución Libertadora, el
periódico “El Líder”, el semanario “El 45” y la publicación a principios de
1956 de “El Plan Prebisch: retorno al coloniaje”, son voces que resignifican la
línea de “pensamiento nacional” de los protagonistas de FORJA a la luz de la década
peronista.
Tendrá su exilio en
Montevideo, donde publicará “Los profetas del Odio”, un claro antecedente del
espíritu del “El medio pelo…”. En éste discute y refuta las interpretaciones
del fenómeno peronista de Ernesto Sábato y Ezequiel Martínez Estrada, en las
que Jauretche ve la clara expresión de los prejuicios de la clase media
argentina frente a la prosperidad de los “cabecitas negras” a partir del
peronismo. El nudo del dilema es cómo lograr allanar ese desencuentro entre los
sectores intermedios y el movimiento nacional, donde ya descarta incluida a la
burguesía industrial comprensiva de la necesidad de un mercado interno fuerte.
Aquí aparece con fuerza el
elemento cultural a combatir: la intelligentsia, el “contubernio” político e intelectual, el
“fubismo” que expresa la colonización de los aparatos de construcción del
pensamiento, la Universidad, los medios, las editoriales, los partidos
“internacionalistas” que bien pueden ser de izquierda pero no incomodar los
intereses del imperialismo y la oligarquía.
La Obra
El medio pelo, de 1966, debe ser analizado en el marco de un conjunto de obras del autor
que circulan cada vez más asiduamente desde 1955, a meses del derrocamiento de
Perón, hasta el brutal corte de 1976. De esta forma, junto con “El manual de
zonceras argentinas” de 1968 son más bien el pico de una popularidad que tiene
sus comienzos no antes de la “Revolución Libertadora”. Más allá de haber
producido artículos, haber incluso escrito libros, y haber participado en
política, Jauretche era, hasta el 55, prácticamente desconocido, y es
justamente esta situación lo que le permite comenzar a ganar una audiencia a
través de los medios gráficos intervenidos por el gobierno militar, ya que no
representaba una amenaza para éste en los primeros tiempos. Pero para el año
1966 ya había alcanzado cierta notoriedad como personaje mediático, que se ve
reflejada en el éxito editorial de sus libros.
Más allá de ser un texto de
sociología histórica, la particular característica de este autor de cruzar su
frontalidad con el humor y la polémica de formas heterodoxas difícilmente
ubiquen a este libro dentro del campo de la historiografía que, de reciente
formación en los ‘60, se encontraba en búsqueda de reglar y hacer cumplimentar
ciertos parámetros que la legitimen como una “ciencia social” según los
parámetros internacionales en boga. Jauretche no es un historiador profesional.
Medido a través de los cánones comunes creados paulatinamente desde el
Centenario, es más comparable a un intelectual de principios de siglo XX que a
un académico que cumpla con rigurosidad las pautas comunes que comparten
quienes se sienten parte de un campo científico. Sin embargo, el texto posee
particularidades que lo hacen diferente al típico-texto-revisionista, que
podría ser otro libro de éste autor como “El manual de zonceras argentinas”.
Acerca de la editorial
La editorial Peña Lillo
representó, durante las décadas de mayor éxito del revisionismo histórico, un
punto de referencia para quienes se sentían identificados con ésta forma
particular de comprender el pasado y el presente. En este sentido, Peña Lillo
era más que una casa editorial con un sentido meramente comercial. El
compromiso de los editores y el hecho de ser uno de los pocos elementos
aglutinadores de los intelectuales de esta corriente la convirtió en un
sinónimo de una forma de edición, un contenido, una personalidad de los autores
y un estereotipo de lector posible de definir con sólo ver el sello de la
editorial en la tapa.
Dice Miguel Bonasso de Arturo
Peña Lillo, responsable de la Editorial: “Para los militantes de la generación
del setenta será siempre ‘el editor’. El que los acercó a la obra de Jauretche,
de Jorge Abelardo Ramos, de Rodolfo Puiggrós, de José María Rosa, de Ernesto
Palacio, y de tantos otros exponentes del pensamiento ‘nacional’ (tanto el de
cuño marxista como el nacionalista oligárquico, pasando por el ‘nacional y
popular’), que no encontraban fácil cabida en un mundo editorial dominado por
las capillas, las traducciones y no pocos libros ‘argentinos’ que se
comportaban como traducciones”.[12]
Es el mismo Peña Lillo quien
comenta el rol que cumplía la editorial en su efecto aglutinador de una
corriente intelectual argentina de suma importancia: “Creo que la editorial
tuvo el mérito de sistematizar, a partir de 1954, el pensamiento nacional, que
estaba completamente disperso. La editorial acogió justamente a todos esos
autores que tenían algo que decir con respecto al país y que no tenían
interlocutor”.[13]
Es interesante marcar que el
éxito de Jauretche coincide con el de la editorial, y fue la bibliografía de
éste al mismo tiempo uno de sus mayores representantes, que edita hasta 1966,
momento de recepción de El medio pelo
diez libros diferentes de este autor. Más exactamente, la primera edición es de
noviembre de 1966. La edición analizada es de 1970, e indica el gran éxito de
mercado que tuvo el texto: 9 reediciones en tres años y medio.
El soporte material
El libro, como la mayoría en esta
Editorial, está editado en tapa blanda, con una calidad de impresión, de
corrección y de hojas muy económica, lo que nos podría indicar que apunta a una
salida rápida de la imprenta y a un costo relativamente barato de los
ejemplares. No cuento con datos acerca del valor relativo del libro en relación
a otros productos de consumo en aquella época, pero por información adquirida
de personas que eran ya adultas por esos años el precio de los ejemplares no
era igualmente “de oferta” sino que respetaba el precio promedio de este
producto, aunque se vendiera no sólo en librerías sino también en kioscos de
revistas y otros puntos. El tamaño del libro es pequeño, de unos veinte
centímetros por quince, y tiene casi 400 páginas, que por tener hojas no muy
gruesas y tapas de cartulina no lo hacen un libro pesado –en el sentido literal
de la palabra- de cargar en cualquier lugar y puede ser leído “en el
colectivo”.
La problemática cuestión de la
“popularidad”
Más allá de estos datos concretos
que dan cuenta de que estamos en presencia de un libro “popular”, esta
definición debe ser matizada por otras cuestiones, que tienen que ver con el
contexto –cultural, académico y político- en que el libro es editado.
Culturalmente, es una década –la del 60- en que la predisposición hacia la
lectura, y sobre todo la lectura política, es impresionantemente alta.[14] Esto
indica que un libro “popular” no se contradice necesariamente con un público
culto, es decir, la cantidad de público culto que existía en ese momento podían
hacer que un libro fuera popular sin necesariamente estar escrito en un
lenguaje totalmente vulgarizado. Esta característica no es usual en la
interpretación del revisionismo, ya que el público medio de estos textos se
extiende más allá de las fronteras del lector “culto”. A esto me refería más
arriba cuando diferenciaba a El medio
pelo con el típico-texto revisionista. Creo que la diferencia de “El medio
pelo…” reside en que el éxito comercial no se contradice con un tipo de público
que posee lecturas y estudios necesariamente más desarrollados que aquel
público medio al que hacíamos referencia.
Otro punto fundamental es que el
texto contaba con otros soportes más allá del libro que hacen más difícil de
medir su popularidad pero sin duda extienden el rango de llegada del texto
hacia sectores de la sociedad que usualmente no son consumidores de libros. Por
su buena relación con el sindicalismo, Jauretche exponía los contenidos de sus
libros en conferencias realizadas en los sindicatos, ligados al peronismo y al
campo “nacional y popular”.[15] De
esta forma recorrió varias veces el país, disertando frente a un público
heterogéneo, donde se encontraban los militantes y dirigentes que sí leían sus
obras pero también había gran cantidad de trabajadores, según recuerdos de la
época[16], que
tenían acceso a sus ideas. De la misma forma, se hacen cada vez más frecuentes
en el contexto de recepción de El medio
pelo las polémicas apariciones televisivas de Jauretche, una forma en la
cual el mensaje tenía llegada a otro público aunque sean programas de análisis
político y aunque la televisión no sea aún –como hoy- un medio con una
legitimidad poco discutible. En definitiva, la ecuación diría que a mayor
cantidad de libros vendidos más difuso y complejo se hace definir el público
concreto que consume los textos. De todos modos, Jauretche como dijimos antes
tenía claro a quien interpelaba y a quien ponía como “los otros” a combatir a
través de El medio pelo.
El contexto intelectual.
Definiendo antagonismos
El subtítulo del libro indica su
objetivo: “Apuntes para una sociología nacional”. Es una aspiración importante
en su contexto sin llegar a ser pretencioso: se considera un ensayo sociológico
pero anuncia, al ser apuntes, que
está tocando el tema desde los márgenes, que es donde Jauretche se siente más
cómodo, y a su vez nos muestra un posible público al que busca interpelar desde
la aclaración de lo sociológico: profesionales e intelectuales –sobre todo
jóvenes- que estén vinculados con el ámbito académico y universitario.
Así es que al público amplio al
que el revisionismo -y dentro de éste Jauretche- apunta al proponerse evitar un
lenguaje que resulte “esotérico para el profano”, se suma un contenido como el
de este libro, con datos y conceptos que por un lado requieren cierto bagaje de
lecturas, y al mismo tiempo, proponen discutir las herramientas académicas. De
esta manera, el “medio pelo” es un concepto con características nacionales
particulares pero que hacen a una aplicación posterior sistemática: “es el sector que dentro de la sociedad
construye su status sobre una ficción
en que las pautas vigentes son las que corresponden a una situación superior a
la suya, que es la que quiere disimular.”[17] El medio pelo está ubicado
en nuestro país en un nivel intermedio entre la clase media y la clase alta, en
el ambiguo perfil de una burguesía en ascenso y sectores ya desclasados de la
alta sociedad.
No es del todo revisionista, pero
no por eso deja de ser combativo como los otros libros de esta corriente. Es
por eso que Jauretche necesita construir un antagonismo: el subtítulo también
propone que el análisis que él va a realizar no es una sociología a secas, sino
que es una sociología nacional. El
contexto de esta discusión parte de contrastar un análisis de la realidad
centrado en una mirada desde nuestro país[18] con el proyecto de
sociología que en este momento era predominante en los ámbitos académicos, cuyo
exponente principal era Gino Germani: “Germani estaba convencido de que se
estaba creando una sociología universal, nueva, guiada por los cánones básicos
del procedimiento científico y por estrictas normas internacionales. En tal
sentido reconocía en la sociología norteamericana el intento más acabado de
sociología científica, el surgimiento de una sociología mundial”[19].
Claramente éste proyecto se contradecía con lo que Jauretche consideraba como
una sociología útil para un proyecto de ciencia que no se atara a los cánones
de los países centrales. El proyecto de Germani era, parafraseando al mismo
Jauretche, “comprar con la libreta del almacenero”.
En la Advertencia preliminar
aclara que, si bien el libro es de sociología, el autor no es sociólogo. Se
posiciona en una línea histórica que tiene como raíz a José Hernández, a quien
Jauretche considera un sociólogo aunque esta no fuera su especialidad, pero a
quien considera un precursor y a su vez un “ilustre marginal de lo científico”.[20] De
esta manera es que él tiene como objetivo “la esperanza de proporcionar al
sociólogo, desde la orilla de la ciencia, elementos de información y juicio no
técnicamente registrados, que suelen perderse con la desaparición de los
contemporáneos”.[21]
Con éstas palabras deja en claro
que no se considera “sociólogo” en el sentido académico de la palabra, pero al
mismo tiempo expresa sus pretensiones tan válidas como cualquier obra
científica. Inclusive, hasta cierto punto, busca poner en cuestión la “verdad”
de las obras científicas de la sociología argentina: “Excuso la ausencia de
informaciones estadísticas y de investigaciones de laboratorio que pudieran
darle, con la abundancia de citas y cuadritos, el empaque científico de lo
matemático y al autor la catadura de la sabiduría. Las pocas pilchas que lo
visten son las imprescindibles para justificar la presentación del testimonio”.[22]
Recordemos que en los tiempos en
que se edita el libro, la sociología estaba hegemonizada por los estudios
cuantitativos y estadísticos, a los cuales Jauretche pretende contrastar con su
“sociología de estaño”. Es aquel tipo de dato científico el que impugna,
proponiendo un análisis cualitativo basado en la empiria. Cuestiona las
fuentes, sobre todo las estadísticas oficiales, que según él rara vez muestran
la realidad tal cual sucede.
Los fundamentos de esta crítica
son originales. Para Jauretche el dato cuantitativo puede ser compatible con la
existencia de un capitalismo de concentración muy avanzada o un socialismo, que
excluyen la presencia del pequeño empresario, del taller patronal que conserva
una organización casi artesanal, de la abundancia de pequeños productores que
en la Argentina representaban el grueso de las actividades.
Es útil remarcar que los autores
citados en notas al pie, aparte de los clásicos del revisionismo histórico como
José María Rosa, son autores que se encuentran en el ámbito académico y gran
parte de ellos publican sus libros en una editorial representativa de éste
ámbito, la Editorial de la Universidad de Buenos Aires. De ésta forma aparecen
como apoyo citas a Sergio Bagú, Aldo Ferrer, Jorge Sábato, Horacio Giberti,
Florencio Escardó, José Luis Imaz e inclusive la compilación Argentina sociedad de masas de Gino
Germani, del cual utiliza su información sin necesariamente discutirla. En
realidad, no hay en el texto críticas explícitas a algún “sociólogo académico”
en particular: a diferencia de otros libros de Jauretche como Los Profetas del Odio[23], no
personaliza sus cuestionamientos. Las citas, en este caso, sirven de soporte
bibliográfico a las aseveraciones del autor.
Una hipótesis posible de éstas
particularidades de El medio pelo
puede ser una pretensión de Jauretche de transformar la mirada que los autores
del revisionismo y de la literatura “nacional y popular” tienen de sí mismo como
“marginales” de la cultura, mirada que en realidad en este contexto tiene poco
asidero real, debido al gran éxito comercial que posee esta línea[24]. Creo
que Jauretche implícitamente ve en la realidad cultural argentina un momento
propicio como para que esta corriente de pensamiento que vagamente reúne al
“pensamiento nacional” se apropie de los ámbitos académicos o, al menos, dé
pelea dentro de ellos. Viéndolo en la perspectiva de la historia, las Cátedras
Nacionales de 1973, Rodolfo Puiggrós como rector de la UBA y la designación de
Jauretche como director de EUDEBA –cargo que conservará hasta su muerte el 25
de Mayo de 1974- pueden ser prueba de esto.
Revisando los contenidos
Los primeros capítulos del libro
van a desarrollar –con una prosa de estilo coloquial propia del revisionismo
histórico- una reseña histórica que indica dos cuestiones. En primer lugar, la
continuación de la línea revisionista marcada por Ernesto Palacio o José María
Rosa, una sensación “decadentista” del destino nacional al menos hasta 1943. Es
la historia del porqué, pudiendo haber sido una “gran Nación” somos un país
dependiente. Otro rasgo de ésta óptica puede ser el esencialismo, que hace a
los actores sociales, económicos y políticos de nuestro país poseedores de una
naturaleza específica y particular que va más allá del paso del tiempo. Hablar
del pasado es al mismo tiempo hablar del presente. En segundo lugar, Jauretche
comparte con los cientistas sociales de su época la búsqueda de un origen
temporal a las malformaciones sociales argentinas -y contra lo que podríamos
pensar vulgarmente- Jauretche coincide con quienes supuestamente discute al
otorgar una gran importancia a la década de 1880, más allá de lo que significa
el año 1852 y la derrota de Rosas para los revisionistas: “La generación del
’80 que pudo constituir la nueva élite para el nuevo país, se incorporó a la
oligarquía porteña y se ahogó en el abrazo del acuerdismo. La presidencia de
Quintana fue el símbolo de esta renuncia a la grandeza […Este grupo] es el
adversario neto de la modernización de las estructuras y además tiene conciencia
de su alianza con las fuerzas extranjeras que nos tienen reservadas un destino
apendicular”.[25]
El esencialismo al que hacíamos
referencia expresa las otras cuestiones marcadas. El problema de las
mentalidades con que Jauretche problematiza al “medio pelo” será un problema de
fines de siglo XIX pero se repetirá en el presente. La historia se repite con
nuevas características, las que no escapan de un contexto en el cual el debate
historiográfico no es parte de la política, sino que se encuentra tan arraigado
que se convierte en sinónimo de ésta: las referencias históricas se convertían
en excusas para la encarnizada pelea nacional entre el peronismo y el
antiperonismo.
Jauretche utiliza en este libro
conceptos clásicos en su corpus bibliográfico, a los cuales sus lectores a esta
altura estaban habituados: la tragedia del “desarraigo” de las clases
dominantes provoca el divorcio de ésta con el “país real”, de su política en un
sentido amplísimo. Se transforma entonces en una clase colonial, en extranjeros
colonizando su propio país. La dicotomía “país real/país formal” va a ser el
eje sobre el que se van a desarrollar las problemáticas trazadas por el autor.
Uno de los ataques puntuales que
hace a la figura del intelectual alejado del “país real” está en la constante
exhortación hacia la sabiduría adquirida a través de la experiencia y no de los
libros, tal vez una de las cuestiones más atractivas del texto, aunque para
1966 no resulten para nada novedosas estas expresiones, que datan de un debate
en el cual ambos bandos se disparan con alpargatas y libros desde al menos
veinte años atrás. Citemos un ejemplo: “El ferrocarril en abanico fue
organizado conforme la exigencia exterior de promover un desarrollo parcial, no
sólo en el recorrido, sino que también en la tarifa. En una ocasión, hace
muchos años, llevé a un fabricante de alpargatas la prueba de cómo se utilizaba
la tarifa parabólica del Ferrocarril Sur, para perjudicarlo en beneficio de un
competidor extranjero, y a pesar de la evidencia, fue incapaz de generalizar el
problema a toda la industria nacional. Este era un hombre instruido.
Homero Manzi me contó una vez,
que en una estación perdida de Santiago del Estero, se aproximaron a la
ventanilla del tren algunos ‘changos’ vendedores de empanadas, pero les sacó
ventaja un paisanito que por venir a caballo, estaba más al alcance de la
ventanilla.
Homero le dijo: -Vos sos un hombre grande. ¿Por qué no dejás
a los chicos que se la rebusquen?
Y el paisanito contestó: -La única ventaja que nos ha traído el
ferrocarril es algún porteño que compra empanadas y no se la puedo dejar a los
changos.
El paisanito sabía más economía
política y más historia de la buena que el industrial. Porque es mejor el
analfabetismo que aprender mal las cosas”.[26]
En el espectro de lo que
podríamos catalogar como “revisionismo”, encontramos en “El medio pelo…” una
idea pesimista y anti-liberal del “progreso”: “El progreso ha destruido la
vieja sociedad de características semi-feudales del interior, haciéndola
teóricamente más igualitaria con un trabajo
libre que lo sustituye por algo mucho más terrible: la tiranía del ‘conchabador’;
ahora el individuo es un ente aislado de la familia…”.[27]
Otro elemento revisionista, la
idea de una linealidad histórica donde pasado y presente se confunden, se
encuentra al referirse a Yrigoyen: “la presencia del pueblo en el Estado, ahora
con descendientes de inmigrantes y criollos, creaba un sentido nacional que
había caído con la ausencia de las viejas multitudes federales”.[28]
Surge otra diferencia al comparar
a El medio pelo con otros textos
similares de autores revisionistas tan prolíficos en este contexto, que por lo
general no se caracterizaban por “renovar” o “problematizar” cuestiones
metodológicas que hacían al debate más académico. Es necesario advertir que el
análisis histórico del ensayo de Jauretche no es de ningún modo una historia de
los “Grandes Hombres” o de puro corte ético-político, tal como se hacía la
historia que en este mismo contexto los historiadores “profesionales”
criticaban; más bien es, como él lo explicita, un ensayo de sociología histórica
que es explicado a través de los cambios económicos. Por otra parte, algo
innegable es, por ejemplo, la presencia –tal vez más explícita que otros
trabajos- de la valoración ética de lo que Argentina podría haber sido y no
fue, el uso de los “contrafácticos”, lo poco metódico del trabajo que sí era
una falta excluyente para las pretensiones del campo académico: “Estoy dando
una visión desordenada de un hecho social a través de un abigarrado conjunto de
anécdotas, situaciones ciertas o hipótesis, de hechos inimportantes y otros
significativos y saltando de un grupo a otro en un deliberado desorden”.[29]
Si por otro lado, comparamos el
análisis de Jauretche con las problemáticas que sus contemporáneos dentro de
las ciencias sociales se encontraban pensando en estos mismos años, vemos que
él encauza su discurso dentro de la dicotomía sociedad tradicional / sociedad
moderna explícitamente, coincidiendo con una temática que era acorde al clima
intelectual de la época. Su hipótesis se basa en la incapacidad de quienes
ascienden socialmente a través de actividades burguesas de tomar un rol
modernizante y ser cooptados por una estructura social tradicional –de “gente
principal” por oposición a la “plebe”-, que a su vez es “antinacional”.
En cuanto a la legitimidad
posible de su trabajo, las “fuentes” históricas trabajadas por Jauretche
difícilmente podían ser aceptadas en aquel contexto que, como aclaramos
previamente, sostenía los principios de cientificidad en el dato cuantitativo
primordialmente. Viejos sonetos, anécdotas, letras de tango, literatura y
leyendas traídas a la memoria con escasa rigurosidad “científica” pueblan el
libro, un elemento fundamental de la prosa de don Arturo: “Cuando el teatro de
Vaccarezza no se represente más, se exhumará como documento, y dirá más sobre
la historia de Buenos Aires que todo lo que hemos escrito, con pretensiones de
ensayo o estudio sobre la ciudad, en aquel paréntesis de treinta años, que
empezó con el siglo. Tiempo en que los gringos del puerto pechaban como una
sudestada sobre los últimos rincones criollos que restaban de la Gran Aldea”.[30]
Sin lugar a duda, la prosa de
Jauretche difícilmente pueda ser aceptada como un trabajo de rigurosidad científica,
a pesar que en sus contenidos no difiera en absoluto: “En las primeras décadas
del siglo surgen las fábricas, impulsadas por una burguesía de origen
inmigratorio que carece de ‘berretines’ y complejos, en todo caso, si le
preocupan los status cree que basta esperar: según van las cosas, los ‘gringos’
ahorrando y capitalizando, y la alta clase dilapidando su patrimonio, los
‘niños’ y las ‘niñas’ vendrán ‘al pie’ como en el truco”.[31]
Como vemos, es un trabajo que
rescata constantemente los elementos de la “cultura popular” como reserva
auténtica de interpretación de la realidad nacional. Las fuentes utilizadas no
son casuales, sino que Jauretche busca reunirlas y ordenarlas de manera que se
transformen en el conocimiento científico útil, en la medida que la “cultura
popular” es la verdadera expresión de lo “nacional”. Para Jauretche, las elites
dominantes, y la intelligentzia funcional
a aquella, son incapaces de generar una ciencia que piense desde la realidad
nacional, ya que la cultura de esta elite –como del “medio pelo” que la imita-
poseen su matriz en la cultura europea, especialmente anglo-francesa.
Conclusión
Revisando el éxito y la difusión
que tuvo el libro creo que su objetivo fue alcanzado, en la medida en que
estaba destinado a un público mayoritariamente joven, con ciertas lecturas
previas –sobre todo pertenecientes al ámbito universitario- y con algún grado
de militancia política, que podía identificarse en este sentido con este tipo
de autores en los cuales la “objetividad” se pierde en beneficio de otorgar un
sentido a las ciencias sociales en relación a un presente sumamente
conflictivo.
Uno de los ejes fundamentales de
este trabajo intentó reflexionar en torno a definir los límites que definen la
“popularidad” de un libro. Como vimos, la multiplicidad de factores hace que la
respuesta sea particularmente compleja. La popularidad, en cuanto número de
ejemplares vendidos, no responde directamente a estar destinado a un público
menos preparado en su nivel de instrucción como el que deducimos que sería
aquel que consume los productos de la “cultura popular”. De esto, podemos
afirmar que no siempre lo “popular” es sinónimo de masivo, respuesta que
deduciríamos de remitirnos exclusivamente a los datos cuantitativos. Fundamentalmente,
nos remitimos en primer lugar al contexto cultural, académico y político en que
el libro es editado, en el cual hay una gran disposición a la lectura de este
tipo de textos. Por otro lado, también rescatamos la multiplicidad de soportes
que el texto posee, fundamentalmente las conferencias que realizaba Jauretche a
lo largo del país divulgando aquello que expresaba a través de sus libros y sus
apariciones mediáticas.
Por otra parte, este tipo de
análisis de los textos permite comprender como se entrelaza una agenda compleja
de temas, problemas y relaciones entre la comunidad intelectual de una manera
en que se hacen mucho más difusos los esquemas tradicionales de interpretación
de la cultura de una época. En particular, el texto de Jauretche posee una riqueza
única en cuanto al objetivo de pensar de una forma novedosa las diferencias y
coincidencias –siempre problemáticas- entre una cultura “popular” y una cultura
“académica”. No sólo desde el mensaje de este autor, sino del contexto mismo
–cultural y político- en que éste mensaje es producido.
Bibliografía
BONASSO,
Miguel. Arturo Peña Lillo, Editor.
EN: http://www.lafogata.org/libros/li_arturo.htm.
D’ATRI,
Norberto. “Prólogo”. En: JAURETCHE, Arturo. Política nacional y revisionismo histórico, Peña Lillo, Buenos
Aires, 1959.
FISH,
Stanley, “¿Hay un texto en esta clase?”, En: PALTI, Elías, Giro lingüístico e historia intelectual, UNQ, Quilmes, 1998.
GIARRACCA,
Norma. Gino Germani y su época (a ochenta
años de su nacimiento). EN: http://www.iigg.fsoc.uba.ar/gg_epoc.htm#gia2.
JAURETCHE,
Arturo, El medio pelo en la sociedad
argentina (apuntes para una sociología nacional), Peña Lillo, Buenos Aires,
1966.
JAURETCHE,
Arturo. Los profetas del Odio. Peña
Lillo, Buenos Aires, 1957.
JAURETCHE,
Arturo. Política nacional y revisionismo
histórico, Peña Lillo, Buenos Aires, 1959.
KOSELLECK,
Reinhart, Futuro pasado. Para una
semántica de los tiempos históricos.
Paidós, Buenos Aires, 1993.
LACAPRA
Dominick, “Repensar la historia intelectual y leer textos”, En: PALTI, E. Giro
lingüístico e historia intelectual, UNQ, Quilmes, 1998.
RAMOS,
Jorge A., Revolución y contrarrevolución
en la Argentina, Amerindia, Buenos Aires, 1957.
SKINNER
Quentin. “Significado y comprensión en la historia de las ideas”, En: Prismas, nº 4, Bs. As., 2000.
SVAMPA,
Maristella, El dilema argentino:
civilización o barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista. El Cielo
por Asalto, Buenos Aires.
TERÁN,
Oscar, Nuestros años sesentas,
Puntosur, Buenos Aires, 1991.
Prensa
Clarín, Buenos Aires, “El retorno del nacionalismo argentino en tiempos de la
deuda”, 15 de Febrero de 2004.
La Nación, Buenos Aires, “Bienvenidos a la moda del neonacionalismo”, 29 de Enero de
2006.
Recepción: 12/06/2017
Evaluado: 01/09/2017
Versión Final: 30/09/2017
(*) Profesor y Licenciado en Historia. Doctorando en Ciencias Sociales (Facultad de Trabajo Social. Universidad Nacional de Entre Ríos). Director Departamental de Educación (Gualeguay, Entre Ríos). E-mail: martinmuller08@hotmail.com
[1] KOSELLECK, Reinhart, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Paidós, Buenos Aires. II Parte, Capítulo V: “Historia conceptual e historia social”.
[2] LACAPRA, Dominick, “Repensar la historia intelectual y leer textos”, En: PALTI, E. Giro lingüístico e historia intelectual, UNQ, Quilmes, 1998.
[3] SKINNER, Quentin. “Significado y comprensión en la historia de las ideas”, En: Prismas, Nº 4, Bs. As., 2000.
[4] FISH, Stanley, “¿Hay un texto en esta clase?”, En: PALTI, Elías, Giro lingüístico e historia intelectual, UNQ, Quilmes, 1998.
[5] LACAPRA, D. “Repensar la historia…”, op. cit., p. 252.
[6] SKINNER, Q. “Significado y comprensión…”, op. cit., p. 188.
[7] La Nación, Buenos, Aires, “Bienvenidos a la moda del neonacionalismo”, 29 de Enero de 2006, p. 21.
[8] Clarín, Buenos Aires, “El retorno del nacionalismo argentino en tiempos de la deuda”, 15 de Febrero de 2004.
[9] CROCE, Benedetto. “La historia como hazaña de la libertad”, en: JAURETCHE, Arturo, Política nacional y revisionismo histórico, Corregidor, Buenos Aires, 2006, p. 46.
[10] Con respecto a esto, dice Norberto D’Atri: “…a partir de 1939, F.O.R.J.A. pierde el carácter de ‘grupo interno’ radical e ingresan a ella muchas figuras –sobre todo juveniles- que militaban en el nacionalismo tradicional.”. D´ATRI, Norberto; “Prólogo”, En: JAURETCHE, Arturo. Política nacional y revisionismo histórico, Peña Lillo, Buenos Aires, 1959. p. 145.
[11] CESARETTI, Fernando y PAGNI, Florencia, “Arturo Jauretche: los recuerdos de infancia en el cenit del proceso de peronización de las clases medias articulado a partir del revisionismo histórico”. En: blog Historia del Peronismo, 8 de julio de 2008. http://historiadelperonismo1.blogspot.com.ar/2008/07/arturo-jauretche-los-recuerdos-de.html. Visto el 29/11/17.
[12] BONASSO, Miguel. Arturo Peña Lillo, Editor. EN: http://www.lafogata.org/libros/li_arturo.htm. Visto el 29/11/2017.
[13] Ibíd.
[14] Oscar Terán afirma que en la década del sesenta los “estratos juveniles buscaron como en otras latitudes occidentales satisfacción a su disconformismo apelando al orientalismo, a la emigración en busca de mejores condiciones de vida pero sobre todo a la pasión de la política”. En nuestro país, esta pasión estará intrínsecamente ligada al eje implantado por el movimiento peronista. TERÁN, Oscar, Nuestros años sesentas, Puntosur, Buenos Aires, 1991. p. 97.
[15] Jauretche tuvo una participación muy activa en la “CGT de los argentinos” conformada en 1968, la cual por su importancia en el interior del país lo llevó como conferencista en múltiples eventos sindicales, en diferentes provincias.
[16] Esta información se extrae de conversaciones con Eduardo Zanella, abogado, profesor de Escuela de Historia de la Universidad Nacional de Rosario, y de estrecha vinculación con el sindicalismo y los pensadores de la corriente nacional y popular durante aquellas décadas.
[17] JAURETCHE, Arturo, El medio pelo en la sociedad argentina (apuntes para una sociología nacional), Peña Lillo, Buenos Aires, 1966. p. 19.
[18] Años antes ya Jauretche hacía suya una máxima de José María Rosa cuando decía que “revisar la historia es mirarla con ojos argentinos. Por eso con los historiadores, llamémoslos ‘académicos’, no nos podemos entender.” JAURETCHE, A., Política nacional y…, op. cit., p. 11.
[19] GIARRACCA, Norma. Gino Germani y su época (a ochenta años de su nacimiento). EN: http://www.iigg.fsoc.uba.ar/gg_epoc.htm#gia2. Un ejemplo claro es la revista Imago Mundi, existente desde 1953, de la cual Oscar Terán resalta su homogeneidad interna alrededor de un doble plano: uno, un espacio donde estar “libre” del peronismo mientras este durara, y el otro, “una república internacional del saber que define su espacio de interlocución por sobre los referentes nacionales extraños al propio grupo y que explica el de otro modo inusual abundamiento de la revista en informaciones sobre congresos internacionales de ciencias sociales y humanidades”. Este tipo de contenido no se modificará luego de septiembre de 1955. TERÁN, O., op. cit. p. 34.
[20] JAURETCHE, Arturo. El medio pelo..., op. cit., p. 10.
[21] Ibídem.
[22] Ibídem. Resulta interesante pensar que en esta insistencia de Jauretche por legitimar su método de investigación se encuentra una respuesta a la ofensiva “académica”, que en estos momentos se encontraba, siguiendo a Terán, tratando de marcar los límites “entre una actividad amateur y/o mediocre y esta otra [la académica] que se quiere fundadamente profesionalizada” TERÁN, O., op. cit., p. 36.
[23] JAURETCHE, Arturo. Los profetas del Odio. Peña Lillo, Buenos Aires, 1957. Un caso particular se da en “Política nacional y revisionismo histórico”, en el cual utiliza una cita de Marc Bloch –todo un referente para el público académico- para reforzar el rol del historiador que los revisionistas creían necesario: “Dice Marc Bloch: ‘Las edades son solidarias y la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado, pero inversamente, el pasado puede comprenderse por el presente”. JAURETCHE, A., Política nacional…, op. cit., p. 50.
[24] Maristella Svampa toma una referencia de Noe Jitrik, quien a propósito del caso específico de Jauretche y Hernández Arregui afirma que “Ambos se convirtieron en fuente obligada de todo juicio político e intelectual desde aproximadamente 1960 y, sobre todo, en la Universidad de 1973-74” en SVAMPA, Maristella, El dilema argentino: civilización o barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista. El Cielo por Asalto, Buenos Aires. p. 280.
[25] JAURETCHE, A. El medio pelo..., op. cit., p. 380. Este proceso político coincide con el fracaso económico ya que “la expansión agropecuaria, fue la más grande oportunidad que tuvo el país para capitalizarse” pero, al no constituirse el sector en burguesía, este fenómeno “sirvió para consolidar su situación de dependencia”. Como vemos, Jauretche tiene una visión mucho menos positiva de la generación del ochenta que la del revisionista de izquierda Jorge Abelardo Ramos, para el cual este momento fue una verdadera “revolución nacionalista democrática”. Ver: RAMOS, Jorge A., Revolución y contrarrevolución en la Argentina, Amerindia, Buenos Aires, 1957.
[26] Ibíd. p. 107.
[27] Ibíd., p. 108.
[28] Ibíd., p. 197.
[29] Ibíd., p. 335.
[30] Ibíd., p. 139.
[31] Ibíd., p. 166.