Lugares, saberes y epifanías: imágenes proyectuales de Rosario a partir de un texto inédito de la colección documental del escritor Alcides Greca

 

 

María Florencia Antequera(*)

 

 

Resumen

 

El presente artículo propone analizar una pieza inédita que forma parte de la colección documental del intelectual santafesino Alcides Greca (San Javier, 1889- Rosario, 1956). El texto en cuestión se titula: Significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario (1955). Enrolamos dicha pieza en el género relato de viajes, género a horcajadas entre la literatura y la historia ya que entendemos que en las entrañas del mismo se produce la intersección de lugares, saberes y epifanías –o bien, espaciamiento, experimentación y descubrimiento– que son las formas nucleares de los viajes. Teniendo en cuenta que el viajero es un sujeto que se pasea por los pliegues de Rosario, o mejor, por los pliegues de su memoria, intentamos vislumbrar algunas de las imágenes proyectuales de la ciudad presentes en dicha pieza.

 

Palabras clave: Alcides Greca; imágenes proyectuales; Rosario; relato de viajes.

 

 

Places, knowledge and epiphanies: a recreation of Rosario through an unpublished text by writer Alcides Greca

 

 

Abstract

 

The objective of this article is to analyze an unpublished composition, part of the collection which once belonged to Alcides Greca (San Javier, 1889- Rosario, 1956), the santafesinian intellectual. The text itself is titled “Significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario” (1955). We consider it to be a part of the tradition of travel literature, a genre which lies at the edge between literature and history – as at its core one will find the intersection of places, knowledge and epiphanies (or rather, distention, experimentation and discovery). All these elements are vital to the definition of travel itself, as well. Since the subject at hand is a traveler wandering through Rosario (and through his own memory), we intend to shape the evocative images contained in this work.

 

Keywords: Alcides Greca; recreation; Rosario; travel literature.

 


 

Lugares, saberes y epifanías: imágenes proyectuales de Rosario a partir de un texto inédito de la colección documental del escritor Alcides Greca

 

 

Introducción

 

¿En qué anaquel ubicar una pieza documental inédita que es al mismo tiempo una necrológica, un homenaje y un relato de viajes? ¿Cómo analizar las valencias aparentemente aleatorias de las iteraciones, en un texto que expone no a contrafaz sino en primer plano las imágenes proyectuales de una ciudad a la vera del Paraná? El presente trabajo se propone abordar un texto que nunca fue publicado y que forma parte de la colección documental del intelectual santafesino Alcides Greca (San Javier, 1889- Rosario, 1956), quien se destacó en la primera mitad del siglo XX por ser escritor, pionero cineasta, jurisconsulto, docente universitario, parlamentario y militante político dentro de las filas del radicalismo.

El texto en cuestión se titula: Significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario (1955). Dicha pieza podría asimilarse a un relato de viajes, género a caballo entre la literatura y la historia, ya que entendemos que en las entrañas del mismo se produce la intersección de lugares, saberes y epifanías –o bien, espaciamiento, experimentación y descubrimiento– que, en palabras de Nicolás Rosa[1] son las formas nucleares de los viajes. Teniendo en cuenta que el viajero es un sujeto que se pasea por los pliegues de su memoria en torno a Rosario, intentamos vislumbrar algunas de las imágenes proyectuales de la ciudad presentes en dicha pieza, cuya potencia expresiva y evocativa persiste hasta nuestros días.

 

Una pieza inédita de su colección documental

 

A raíz de conmemorarse el primer aniversario del fallecimiento del historiador, abogado y juez Juan Álvarez (Gualeguaychú, 3 de septiembre de 1878 – Rosario, 8 de abril de 1954), Greca aprovecha la ocasión para diseñar una pieza escrituraria que compila tanto los nombres propios de diversas personalidades rosarinas, incluyendo una gran enumeración de artistas, docentes, pedagogos, teatristas, filósofos, intelectuales, así como también una extensa nomenclatura y sucinta caracterización de mercaderes, jurisconsultos, médicos y figuras de la política local. De igual modo, este homenaje dedicado a Juan Álvarez, el autor de Historia de Rosario (1943), contiene varias de las potentes representaciones que se forjaron sobre Rosario.

Por otra parte, resulta de sumo interés que el texto puede ser leído también como otra incursión de Greca en la literatura de viajes, más precisamente en el corpus de los relatos de viajes urbanos, generando un tipo textual bifronte entre lo documental y lo literario[2]. En clave de cimentar en palabras de Raúl Antelo ese repertorio de amenidades[3], que constituyen los relatos de viajes y al modo de un paneo visual –cuasi cinematográfico, si se quiere– de una ciudad en sus primeras décadas del siglo XX, Greca hilvana, recorta y yuxtapone un catálogo de imágenes que remiten a construcciones significativas, sitios connotados (por ejemplo, espacios de sociabilidad) y personalidades de la cultura, el comercio y la política de Rosario.[4]

Homenaje, necrológica y relato de viajes, conviene destacar que Significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario surge de una disposición de la Junta de Homenaje a Juan Álvarez. El pedido que se le realiza a Greca no es establecer una semblanza biográfica sino pronunciar una conferencia, que es descripta en estos términos: “No estoy seguro si he oído bien o he interpretado mal las pocas palabras que en mi confesada sordera cogí al vuelo, cuando en la Junta de Homenaje se me confió la misión de deslucir este acto con una conferencia. Debe referirse -me parece que se dijo- a la ‘significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario’. Damos entonces establecido que no es una biobibliografía lo que debo hacer. La tarea es, por tanto, mucho más ardua y no creo salir de ella bien librado… Debo entonces, enficar (sic) [enfocar] a Juan Álvarez actuando en su ambiente cotidiano y ciudadano, en ese Rosario del primer tercio del siglo, de ese Rosario pujante, explosivo y generoso, lleno de inmigrantes, de provincianos y hasta de rosarinos”.[5]

Teniendo en cuenta que el manuscrito de Greca carece de datación, pudimos reconstruir que pronunció sus encendidas palabras en 1955, a tan solo un año del fallecimiento de Álvarez[6], alma mater y primer director de la Biblioteca Argentina. El escenario de su intervención fue dicha institución y el texto fue confeccionado para ser proferido oralmente. Formando parte de su colección documental custodiada por la familia Greca, se conserva el original de Significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario, mecanografiado en papel tamaño oficio, sin anotaciones de puño y letra, como sí encontramos en otros documentos y papeles personales del escritor.

Esta curiosa pieza inédita se podría definir entonces como un homenaje hacia –en palabras de Mario Glück– un prócer intelectual[7], a quien Greca por otra parte, conocía personalmente y admiraba.[8] Juan Álvarez, rosarino por adopción, no fue solo un exponente de la élite comprometido con los festejos del Centenario, sino que además fue “un precursor de la historia económica y social y de una forma científica de hacer historia local y regional”.[9]

En esta dirección, Greca describe la trayectoria del historiador y expone: “Álvarez fue miembro de decenas y decenas de sociedades culturales y filantrópicas, de academias, de comisiones populares, de congresos científicos, de bibliotecas, de museos, de instituciones sanitarias, edilicias, etc. En todo ello se advierte la magnanimidad, la amplitud, la generosidad espiritual de Juan Álvarez. Entre cientos, sólo mencionaré uno de los tantos cargos: miembro honorario de la ‘Sociedad Procultura al Ciego’. En la Biblioteca Argentina, por él fundada, se creó, a iniciativa suya, una sección especial de libros para los no videntes con su correspondiente sala de lectura. Sus actividades son las más dispares. Actúa tanto en la ‘Sociedad de la Infancia Desvalida’, como en un ‘Congreso Internacional’ de Americanistas y como en la ‘Liga contra la Tuberculosis’. Dirige en 1910 el ‘Tercer Censo Municipal’ y en 1929 el ‘Instituto Social de la Universidad del Litoral’. No hay acto de significación para la cultura y el ornato de Rosario en que Álvarez no haya participado, iniciándolo, dirigiéndolo o colaborando. Su labor de publicista ha sido altamente valorada en el extranjero. Fue uno de los pocos argentinos a los que la Real Academia de la Lengua reconociera como miembro correspondiente. Figuró en las más destacadas instituciones culturales del país: miembro de número de la Academia Argentina de Letras, de la de Derecho y Ciencias Sociales, del Instituto de Bibliografía Nacional, de la Junta de Historia Numismática. La sola mención de los demás cargos nos llevaría a una hora larga. Su producción publicitaria es copiosa, variada, novedosa, permanente. Escribe por lo general en ‘La prensa’ y en ‘La Capital’, pero encontremos también sus lucubraciones en ‘La nación’ y en múltiples revistas.”[10]

Como se puede apreciar en la exhaustividad de los detalles, Greca conocía su obra y su persona y sin que fuera una de las prerrogativas del homenaje, establece una suerte de semblanza biográfica del historiador: “Hijo de españoles por ambos padres, por su idiosincrasia y su modus operandi, ha sido uno de los menos españoles de los argentinos. Parecía sajón, por lo medido, discreto y realizador. La declamación -mal hispano-americano- llámase oratoria, charla o autopropaganda periodística, le fue siempre ajena. Mientras otros hacían o deshacían en Rosario, ruidosa y espectacularmente, él trabajaba en silencio. No se le veía, pero se le sentía. Nadie hizo tanto y tan desinteresadamente por esta ciudad. No lo movían fines políticos o financieros: solo el altruismo y la cultura eran su meta. Podríamos llamarle el gran silencioso de Rosario. Nunca se le veía en lugares de mundana reunión. No sé si alguna vez concurrió al hipódromo o presenció un partido de fútbol. No se le veía casi en las calles. Siempre lo imagino a Álvarez en su gabinete, sobre su escritorio, a la luz de la lámpara familiar, leyendo o escribiendo.”[11] En vinculación con esto último, sostenía además: “Parecía vivir recluido, pero jamás lo estuvo; parecía situarse al margen, pero siempre estaba adentrado en el corazón y en los nervios de la ciudad. Personalidad consular, hombre de la ley, investigador infatigable, sin grandes exteriorizaciones, sin ruidosas manifestaciones, Álvarez no era el realizador impulsivo que se da todo en el primer envión para dejar que otros continúen la tarea. Era el constructor que abre los cimientos y no abandona el edificio hasta que la bandera flamea sobre el techo. Álvarez no peroraba: hacía. El verdadero constructor debe tener quietas las manos y la lengua. El hablar exige el accionar y ello siempre es en detrimento de la obra. Silenciosos son los albañiles. No se puede cantar de pie haciendo equilibrios sobre los andamios.

La acción de Álvarez era siempre meditada, metódica, medida y conciente (sic). No tenía los impulsos de Lisandro de la Torre, el formidable hombre de acción que en la ardorosa lucha se llegaba amenazante con los puños sobre el rostro del adversario para decirle sus verdades. Álvarez no tenía adversarios ni contradictores exaltados. Solo combatía la ignorancia y lo hacía silenciosa y discretamente, deslizando un libro en las manos de quien lo necesitaba.”[12]. Álvarez es descripto en su perfil intelectual, con expresiones encomiásticas que, como expresa Oscar Videla en vinculación a otros comentarios, no salen de la caracterización más generalizada: “Hierático y adusto, esa es la imagen más difundida de este intelectual. Esa imagen de su personalidad, que se presupone poco dada al solaz, y menos al hedonismo, no es solo el producto de la lógica de “procerización” local, sino también lo es del recuerdo de sus contemporáneos como del de algunos sus familiares”.[13]

Ahora bien, el registro constituye parte de un proceso mayor, que concluirá no en la escritura final de Significación…, sino en el proferir el homenaje público cuya tónica performática se hizo presente en una biblioteca. De este modo, el discurso –y apuntamos aquí que es el discurso de un viajero urbano devenido orador que conmemora a un prócer intelectual– se construye a la sazón en base a saberes previos que se reescriben a partir de las vivencias y los conocimientos de primera mano que posee el paseante, tanto de la ciudad como del homenajeado mismo. De alguna manera, el marco comunicativo del homenaje, le sirve a Greca para describir la Rosario de Álvarez.

En realidad, Greca rememora a mediados de la década del cincuenta, la ciudad –es decir, sus personajes, sus imágenes proyectuales, sus representaciones– del primer tercio de siglo. Este excursus urbano tiene como excusa el homenaje: la nota necrológica está atravesada por los recuerdos plásticos de la ciudad donde Álvarez desarrolló su trayectoria.

Asimismo, el texto está jalonado por ciertos guiños a la audiencia, la cual reconocería detalles de la personalidad del historiador: por ejemplo, es descripto como un meticuloso hombre de ciencia, como un erudito, como una personalidad que pasó del estrellato al ostracismo, fruto de un injusto juicio: “Nada [de] esto [se refiere a la muerte en la pobreza de otras figuras ilustres de Rosario] ha ocurrido con la personalidad prócer de Juan Álvarez, salvo el aparente olvido con que se simuló aislarlo después del artero y despampanante juicio político que la historia juiciosamente juzgará como el menos juicioso de los juicios”. También dirá Greca: “Álvarez fue siempre un investigador muy personal, muy honesto, riguroso consigo mismo. Sus libros son creaciones. Se apartan de monografías meramente informativas y de los comentarios kilométricos. Alguien ha advertido que la obra libresca de Álvarez no fue copiosa; pero si echamos un vistazo a su labor periodística, a sus publicaciones en ‘La prensa’ particularmente, advertimos que se podrían editar varias decenas de volúmenes”.[14]

Por otra parte, conviene recalcar que no fue esta la primera vez que le solicitaron a Greca unas líneas necrológicas.[15] Sin embargo, en este caso puntual, aunque podemos advertir que sus palabras rezuman estima y respeto por este importante intelectual, y en este sentido funcionan como un panegírico, el gesto es –en última instancia– subvertir el foco necrológico y redirigir la mirada hacia Rosario, escenario y campo de batalla del mismo Álvarez. De este modo, la situación de homenaje es casi un pretexto o un subterfugio para desplazar el eje de atención hacia un lugar, Rosario, al punto de producir una epifanía, es decir, una mostración del rostro de la ciudad en plena ebullición mediante la utilización de imágenes escriturarias[16] –nos referimos a “ciudad puerto”, “nueva Barcelona”, “Chicago argentina”, entre otras– que condensan, como veremos, saberes persistentes hasta la actualidad. Aunque al comenzar, el texto insiste en posicionar a Álvarez como un constructor de instituciones filantrópicas, un científico destacado y un intelectual de prestigio, Significación… podría ser pensado además como una articulación de discontinuidades o elementos heteróclitos, una suerte de enumeración que yuxtapone los comienzos de la ciudad, algunas experiencias estéticas que tuvieron lugar en ella, y un rosario de personalidades de la cultura, el comercio, las finanzas y la vida intelectual. El sujeto de la enunciación es un inquieto paseante urbano en una ciudad cuyo quicio es el puerto: la inscripción de su mirada nos remite a espacios que son harto conocidos y transitados por Greca.

En este sentido, ciertas claves autobiográficas van tramando el texto y definiéndolo. Pero no olvidemos que lo autobiográfico es necesariamente ficcional, aunque quiera (y crea) cumplir el precepto de adecuación a lo “verdaderamente vivido”.[17] Con una clara voluntad descriptiva y un arraigado sentido de la “testimonialidad”, es decir, de corroborar que se estuvo allí, que se visitaron esos sitios, que se vivió tal anécdota o bien que se conoció a ese personaje descripto, el escritor viajero va construyendo ese catálogo de referencias sensibles[18] donde sólo se aprecian vistas parciales, sumadas y mezcladas en su memoria y literalmente recompuestas en el relato que hace de ellas. Esto demuestra un matiz altamente productivo de los relatos de viajes, género traductor por antonomasia en tanto articula recíprocamente las experiencias individuales y las colectivas: sus operaciones son enlazar lo heterogéneo, inscribir un mapa –que en este caso es un recorte urbano vinculado a esos espacios de productividad semiótica que hemos denominado imágenes proyectuales– y, asimismo, crear las condiciones para que la mirada vague palpando por sobre la superficie de un complejo de signos connotativos[19], al decir de Vilém Flusser. La memoria instrumentaliza la cimentación, a través del paso del tiempo, de esas visiones para reconstruir de este modo, las vivencias y recuerdos sobre las características del paisaje urbano, las claves de sus actividades productivas y las configuraciones de sus personalidades.

 

Materialidad y representaciones

 

Es consensual considerar que la ciudad y sus representaciones se producen mutuamente.[20] En todos los relatos de viajes del intelectual santafesino Alcides Greca (nos referimos a La torre de los ingleses, publicado en 1929 y Bahianos y bandeirantes, de 1950[21]) la materialidad de la ciudad opera como fondo imprescindible para su interpretación, en clave de aquello que José Luis Romero denominó ciudad física[22]. De este modo, nos interesa plantear que existe una estrecha relación entre materialidad y representación de la ciudad donde son las imágenes proyectuales las encargadas de instalar un punto de vista, el principio de una visión perspectiva, de una comprensión, de una representación del mundo. Estos constructos discursivos devienen diversas capas de memorias que sedimentan las historias de las ciudades y Rosario, en este sentido, no constituye una excepción en el texto de Greca.

Coincidimos con Marc Augé[23] quien en torno al entramado que genera la ciudad y sus representaciones mutuamente imbricadas, expresa: “La ciudad existe por el ámbito imaginario suscitado por ella y que retorna a ella, ese ámbito alimentado por la ciudad y por el que la ciudad se nutre, al cual da nacimiento, y que la hace renacer a cada instante. Y la evolución de ese ámbito imaginario nos interesa porque atañe por un lado a la ciudad (a sus permanencias y a sus cambios) y por otro lado, a nuestra relación con la imagen, una relación que también se mueve y cambia, así como se mueve la ciudad, y más ampliamente la sociedad.”

En rigor, centrándonos en su materialidad, podríamos argüir que Rosario –en tanto artefacto material, cultural y político– le confiere al comercio, al contacto directo entre el interior y el exterior, su potencia específica central. En efecto, detenta una posición geográfica privilegiada que impacta en las actividades productivas, dinamizándose a través del puerto, como han puesto de manifiesto muchos y muy buenos trabajos.[24] Es así como, por las tramas geopolíticas, ya está escrito su “destino”, su mito: ser el paradigma de la Argentina agroexportadora.[25] Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, las condiciones de desarrollo del sector agrícolo-ganadero, el proceso aluvional inmigratorio, la expansión del ferrocarril, entre otros, significaron los pilares del encuadre de esta ciudad dentro de este modelo agroexportador. En las primeras décadas del siglo XX, Rosario se transformó inusitadamente y tuvo lugar un proceso de modernización en el marco de la continuidad del esquema de la división internacional del trabajo y de la incorporación del país al mercado mundial (1916/1930): se registraron algunos fenómenos particulares como el proceso de urbanización de los suburbios; una nueva tendencia en la edificación de las viviendas, las que pasaron a tener más de un piso; se produjo un éxodo de población rural extranjera hacia la ciudad y también, migraciones internas que generaron una gran concentración de la población. En suma, los progresos técnicos y los profundos cambios urbanísticos junto a la visibilidad de las demandas obreras, son algunas de las claves de este proceso modernizador en el marco, como decíamos antes, de la expansión del capitalismo que el texto de Alcides Greca reconstruye. Traemos a colación estas coordenadas porque este es, sucintamente, el contexto histórico y geográfico reconfigurado en Significación…. Eminentemente referencial, este texto recrea describiendo su ciudad –Rosario– que, aunque no sea la ciudad que lo viera nacer a Greca, es su ciudad ya que es el sitio desde donde Greca toma la palabra y enuncia, dicho esto en un sentido literal; y también el lugar desde donde construye gran parte de su itinerario intelectual. No se trata pues en la perspectiva de Greca de describir solamente características de una ciudad. De lo que se trata es que Rosario es el parámetro desde donde se posiciona, observa y compara el resto de los espacios recorridos, aunque podemos advertir que este gesto es característico de todos sus relatos de viajes.

Ahora bien, decíamos que la ciudad suscita representaciones: las imágenes proyectuales de Rosario, operan como “memorias dispersas, múltiples y multiplicadas, fragmentadas, [las cuales] se plasman en algunos de esos enunciados que todavía hoy tienen enorme circulación social”.[26] En efecto, “ciudad puerto”, “ciudad fenicia” prefigurando a Rosario como “ciudad del porvenir”, “Chicago argentina”, “Nueva Barcelona”, “ciudad taller” son algunas que se delinean en este relato al compás de los vaivenes históricos de una modernidad, en la periferia de la periferia. Entre lo instituido y lo instituyente, existen matices para la apropiación de esa modernidad caracterizada como periférica al decir de Beatriz Sarlo, residual y emergente o incompleta.[27]

Algunos de estos constructos discursivos fueron promovidos a lo largo de la historia por diversos actores, y es Greca uno de ellos. Interrogarse sobre la ciudad significa sin dudas, como evalúa Augé “plantearse la doble cuestión de la existencia de la ciudad y la existencia de lo imaginario en el momento en que la urdimbre urbana se extiende, en que la organización del espacio social se modifica y en que las imágenes, las mismas imágenes, se difunden”.[28]

 

Imágenes proyectuales

 

Ahora bien, al analizar la condición productiva de las imágenes escriturarias y su capacidad connotativa, en primer lugar conviene subrayar que estos constructos hacen del intercambio su nota distintiva, es decir, remiten directa o indirectamente a su ancho río marrón. Dice Greca: “Rosario no tuvo acta de fundación. Pero yo diré que sí tuvo fundador. Este se llama Río Paraná.… Las primeras empresas comerciales de aquel caserío fueron muy modestas: tropas de bueyes y mulas que se alquilaban o vendían a las caravanas que comunicaban la capital del virreinato con el interior”.[29]

De alguna manera, podríamos argüir que la ciudad forjó su identidad al mismo tiempo que su mito: Rosario como ciudad productiva a partir del comercio y de su ubicación privilegiada. Aquí Greca retoma –sin más–el argumento de Álvarez sobre el origen de la ciudad. Más adelante, en otro fragmento del texto, Greca reforzará esta imagen proyectual que podría sintetizarse en “Rosario hija de su propio esfuerzo” ya que el mérito de la fuerte transformación de caserío a centro urbano progresista y pujante se debería exclusivamente al tesón de sus habitantes, independientemente de la tutela estatal.

Sin embargo, podríamos agregar que esta construcción tiene raíces en una “falta”: en rigor, la ciudad no tenía trayectoria colonial. Tampoco sus sectores dirigentes, los cuales surgieron como consecuencia de la fuerte migración europea y lograron acumular capital económico y status social y como correlato, obtuvieron el liderazgo intelectual y cultural.[30] Ahora bien, sin tradición, sin acta de fundación, sin ser sede de la burocracia administrativa, según Greca, es el río el fundador de Rosario. Nos interesa subrayar que Álvarez, por su parte, había contribuido con su libro Historia de Rosario a fundar el mito de la ciudad como hija de su propio esfuerzo. Rosario sería entonces “un ejemplo exitoso, del proyecto alberdiano de un país formado por inmigrantes emprendedores y trabajadores. El imaginario es claramente cosmopolita y de reivindicación de la iniciativa privada como garantía del progreso”.[31]

En esta dirección, varios historiadores[32] coinciden en aquello que podría resumirse en estos términos: “una idea que se convertirá en uno de los mitos o imágenes más estereotipados de la ciudad, consagrada por la obra canónica de […] Juan Álvarez [Historia de Rosario], pero que ya había sido fijada por la historiografía […] desde el siglo diecinueve es la de la pequeña aldea que se hizo a sí misma gracias al esfuerzo de sus habitantes. Todos los rosarinos pueden sentirse partícipes de esa gesta, ya que, según esta representación, no se le debe la grandeza de la urbe a personalidades ni a sucesos destacados y, menos aún, al favor de los poderes públicos”.[33]

Resulta sugestivo entonces que, a través de unas palabras conmemorativas, Greca utilizara cierta imagen escrituraria para describir Rosario cuyo propulsor fuera el mismo Álvarez (aunque no el único obviamente). De alguna manera, pareciera que el homenaje estaba atravesado por el propio discurso y por el querer de Álvarez, por su querer inventar una tradición[34], retomada y resignificada por Greca.

Empero, el texto de Greca funciona también como catalizador de un viaje urbano por las conocidas y transitadas calles, por las actividades productivas del frigorífico, la refinería de azúcar y por sus artistas e intelectuales demostrando que nuevas experiencias sociales pueden ser traducidas por intermedio de la literatura de Alcides Greca. En rigor, este tercer relato de viajes, género fronterizo e híbrido, donde prima la descripción por sobre la narración, nos remite a una ciudad briosa, en pleno crecimiento demográfico, con convulsiones sociales, actividades económicas, cambios urbanísticos e intensa vida cultural. Dice Greca en su homenaje a Álvarez: “en ese Rosario del primer tercio del siglo, de ese Rosario pujante, explosivo y generoso, lleno de inmigrantes, de provincianos y hasta de rosarinos; de ese Rosario que era calumniado y a la vez envidiado, al que se llamaba la ‘Chicago argentina’ porque crecía desmesuradamente, tenía un puerto embanderado por todas las naciones del mundo, tenía frigorífico y refinería de azúcar, pero no tenía grandes bibliotecas ni universidades; de ese Rosario al que denominaban también la ‘nueva Barcelona’, por sus violentas huelgas, donde casi toda su clase obrera comulgaba con Kropokine (sic) [Kropotkin]…, ciudad casi sin bibliotecas, que no tenía universidad, pero que tenía artistas de altas calidades, ciudad donde pintaban Ángel Guido, César Caggiano, Manuel Musto, Augusto Olivé, Antonio Berni, Augusto Schiavone (sic) [Schiavoni] y Emilia Bertolé, ciudad donde se echaban las bases de instituciones de alta cultura, como ‘El Círculo’, que regenteaban ciudadanos como Camilo Muniagurria, Rubén Vila Ortiz, Carlo Díaz Guerra y Luis Ortiz de Guinea, eminente en música, donde ponía rimas y ritmos Emilio Ortiz Grignet, mientras discurrían o sollozaban en los cafés de suburbios, Lenzoni y Fontanarrosa…; donde un gran maestro, otro Mazza, Juan Bautista, estilizaba nuestros aires populares; donde Alejandro Berrutti, De Fiplipis Novoa y Alcira Olivé, dieron al teatro obras que perdurarán en la historia del arte dramático argentino, donde Manuel Nuñez Regueiro hacía filosofía metafísica impregnada de mesianismo; donde Dolores Dabat y Martín Herrera, pedagogos humanistas y humanizados, empollaron generaciones de educadores dignos de su más alto magisterio; ciudad de procuradores millonarios que tenían abogados amanuenses; de martilleros que se convertían en políticos y se adueñaban de la intendencia, de las concejalías y de las diputaciones; de Alfredo Rouillon y de los Pessan, movedizos e importantes, ciudad donde paseaban y aún pasean sus floridas barbas Roque Cassini y el pintor Fornells; ciudad - taller, según Waldo Frank, ruidosa, polvorienta durante el día, silenciosa y semioscura no bien llegada la noche, con millonarios económicos y laboriosos ya metidos en la cama; ciudad contradictoria, con las generosidades e ingenuidades de un adolescente, al que se le estrecha la ropa por excesivo crecimiento”.[35]

Como se ve en este extenso fragmento transcripto, operan así, en convergencia, las dos coordenadas enhebradas que exponíamos más arriba: paralelamente están presentes las imágenes escriturarias de la ciudad –“ciudad que se hizo a sí misma”, “hija de su propio esfuerzo”, “nueva Barcelona”, “Chicago argentina”, “ciudad puerto”, “ciudad taller”– que Greca recoge, así como también los personajes del mundo cultural y económico, comercial y financiero rosarino de las primeras décadas del siglo XX.[36] Como sujeto de la enunciación, apela constantemente a saberes ya adquiridos y que forman parte de su memoria: él conoce de lo que habla, conoce a los personajes (inclusive personalmente a algunos) y los describe sucintamente por alguna nota o característica sobresaliente, y quizás más importante aún, contribuye, de este modo, a forjar y urdir estas representaciones.

Conviene ahora discurrir en torno a algunos de los constructos citados. Tomemos en primer término, “Chicago argentina”: originariamente, hacía hincapié a su actividad portuaria, en comparación con la ciudad de Norteamérica. Según pudimos rastrear, la expresión comienza a utilizarse en la prensa a fines del siglo XIX. En efecto, el puerto embanderado por insignias de muchas naciones, se constituía en el eje de la exportación cerealera: de esta manera, se utilizaba en estrecha vinculación con el apogeo agroexportador en la Argentina. Por ejemplo, en las primeras décadas del siglo XX, conviene tener en cuenta que a diario la Bolsa de Cereales de Chicago no dejaba de tener actividad hasta el cierre de la Bolsa de Comercio de Rosario. Sin embargo, en la década del treinta, comienza a primar otra significación, deja de vincularse tanto con lo económico y se relaciona con ciertos aspectos de la ciudad de Chicago como la delincuencia, el contrabando, la mafia, la prostitución y la trata de personas. En esta dirección, vemos que Greca establece un recorte porque otra metáfora de la ciudad de Rosario, harto transitada por críticos y escritores y muy vinculada al movimiento portuario[37], no está presente de modo explícito en su producción escrituraria: nos referimos a ciudad prostibularia o ciudad de los burdeles. Aunque según entendemos, de alguna manera, estaría contenida en la Chicago argentina.

Ahora bien, si como expone Marc Augé, desde que nace, la ciudad es la forma política del porvenir[38], Rosario es para Greca ciudad puerto: abierta al comercio y de este modo, abierta al mundo. Como marca de identidad local, el puerto embanderado por todas las naciones del mundo, la singulariza y la inserta en la división internacional del trabajo. Greca en esta dirección expone: “una ciudad-puerto tiene siempre un carácter esencialmente mercantil y cosmopolita”[39], factor clave que se traduce en esta imagen escrituraria que entrelaza comercio, intercambio, finanzas e industria.

Por su parte, la “nueva Barcelona” remite a la virulenta presencia anarquista: el período de mayor agitación de la historia obrera de la ciudad –comprendido entre 1901 y 1907– genera las condiciones para que Rosario sea denominada “La Barcelona argentina”, teniendo en cuenta la presencia en ambas del anarquismo[40]. Un barrio llamado “Refinería”, que Greca también cita, era tal vez el barrio más cosmopolita de la cosmopolita ciudad del puerto; allí, en los conventillos, verdaderas “Babilonias modernas”, se alojaban obreros de distintas partes del mundo y del país. Con motivo de las paupérrimas condiciones laborales, los trabajadores se organizaron a través de sociedades de ayuda mutua, gremios y sindicatos que impulsaban cambios en las condiciones laborales y salariales, organizaciones en las que las ideas anarquistas tuvieron primacía por lo menos entre 1889 y 1914.[41] Ahora bien, “ciudad puerto” y “ciudad fenicia” se afianzan en su vinculación con el intercambio, pero también relacionadas –por oposición, si se quiere– a las redes intelectuales. Esto es: la “ciudad fenicia” aunque atenta al ritmo del dinero, incluye en su liderazgo económico el deseo de liderazgo intelectual, y en muchos casos también liderazgo en la trama política local. En este sentido, coincidimos con Sandra Fernández cuando apunta que “el fortalecimiento real, representacional y simbólico de los espacios de prestigio y control de espacios privados y públicos podría pensarse como superador de la condición de los burgueses rosarinos como simples mercaderes”.[42] Aquí se presenta otro núcleo interesante para abordar ya que “la riqueza no se medía entonces sólo en dinero sino que también se componía de bienes ‘públicos’ como la educación… que se iban a corresponder con el vasto poder social orquestado a partir de las redes sociales estructuradas”.[43]

De algún modo, el fortalecimiento del comercio propiciaba que el grupo hegemónico en lo económico se abriera en abanico y quisiera abordar otras áreas que esgrimían status social como el detentar poder en ciertas agrupaciones culturales como la Asociación El círculo de la Biblioteca, que está presente también en el relato. En su rol de director de la primera biblioteca pública de Rosario, Álvarez fue el articulador entre una institución del estado (municipal) y una Asociación cuya finalidad estaba circunscripta a erosionar esa imagen de “ciudad fenicia” proponiendo “la cultura” como contraparte. Estamos hablando de la Asociación El círculo de la Biblioteca que, en rigor, mediante la promoción de actividades culturales y artísticas, premios, subvenciones, etc. pretendía establecer otro mito. Greca en esta necrológica hace alusión a los integrantes de dicha institución con quienes compartía amistad (por ejemplo, con los hermanos Ángel y Alfredo Guido, como queda relatado en La torre de los ingleses[44]) y el objetivo común de entronizar a “la cultura” como contrapeso de la ciudad fenicia. En efecto, teniendo en cuenta que compartía con esta entidad que el mote de “ciudad fenicia” no caracterizaba cabalmente la urbe a la ribera del Paraná, podríamos decir que estaba próximo –desde el punto de vista ideológico– a dicha institución aunque estrictamente hablando no pertenecía a ella. De este modo, la ciudad es vista también como un polo de religación[45], es decir, es vista a través de las vinculaciones entre intelectuales. En efecto, los miembros de El Círculo cuyos nombres propios eran los hermanos Guido, Uriel García, Luis Ortiz de Guinea, entre otros, bregaban por superar mediante “la cultura”, la representación de Rosario como ciudad fenicia que devino ciertamente en estigma.[46]

Debemos agregar que Rosario es definida también como “ciudad taller”. Esta apela a la actividad industrial puesto que alude al ruido y al polvo diurno y, en contraste, al silencio y a la oscuridad llegada la noche, pero al citar a “millonarios económicos y laboriosos ya metidos en la cama” también relacionaría a la ciudad con otros tópicos, por supuesto nos referimos al comercio pero también a la especulación financiera. Por otra parte, en el homenaje están contempladas ciertas carencias de Rosario que el dinero no puede reponer ipse facto: no hay bibliotecas ni universidades, aunque sí cafeterías suburbiales, clubes, restaurantes y otros espacios de encuentro, semblanteo y socialización.

Más adelante continúa describiendo: “en esa ciudad, en fin, que en el año del Centenario, con menos de doscientos mil habitantes, levanta por suscripción popular un hospital, entonces el más vasto de América del Sur; en esa ciudad inquieta y febriciente, llena de impulsos y de esperanzas, actuó tranquilo, sereno, con singular eficacia, el doctor Juan Álvarez”.[47]

Frente a esta ciudad febril y fabril, de enorme bullicio estimulado por los tranvías eléctricos y las bocinas de las fábricas, el automóvil, la bicicleta y el tranvía eléctrico, Greca destaca que para festejar el Centenario de mayo se realizaron en Rosario dos obras públicas notables: el Hospital Centenario –vinculado a la Facultad de Medicina– y la Biblioteca Argentina. Estas dos grandes propuestas arquitectónicas, las construcciones del Hospital (1910) según las modernas ideas de nosocomio en pabellones encabezado por la Escuela de Medicina, y el edificio de la Biblioteca Argentina (1910), frente a la Plaza Pringles, habilita el acceso público a la salud y a la cultura, dos caros ideales de la generación del progreso concretados con edificios en lugares estratégicos, compensatorios de una ciudad que seguía creciendo utilitaria.[48]

 

Consideraciones finales

 

La clave plástica del recuerdo aglutina a diversos ciudadanos ilustres y a diferentes actividades y le sirve a Greca, por un lado, para exaltar la figura del historiador Juan Álvarez mediante un ensalzamiento de su trayectoria, pero también para exaltar en los intersticios del discurso la suya propia[49], como hombre de letras que conoce la ciudad, como intelectual que traduce esas imágenes de la misma captadas y reconfiguradas.

Empero, sería incompleta la tentativa de explicación si no agregamos que el espacio urbano, desde la perspectiva de su relevancia topográfica, trasciende la referencialidad para constituirse en un dispositivo generador de imágenes escriturarias que se construyen textualmente en función del carácter relacional y vinculado de las prácticas que la ciudad impone. Como podemos advertir en los fragmentos citados, Greca intentó retratar esta ciudad que no duerme por su crecimiento económico, por sus actividades comerciales y por la modificación sustancial de la dinámica social donde las condiciones de producción y circulación de los bienes culturales estaban en franca transformación. Bajo la mediación del ojo del viajero devenido orador, no es de sorprender entonces que los sitios connotados, o bien los espacios transitados y practicados, imprimirán saberes sobre el artefacto urbano que reactualizarán y harán legibles a través de Significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario, a Rosario en sus imágenes.

 

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Recepción: 13/08/2017

Evaluado: 21/10/2017

Versión Final: 10/11/2017

 

 

 

 



(*) Licenciada y Profesora en Letras (Universidad Nacional de Rosario). Doctoranda en Letras (Universidad Nacional de Cuyo). Becaria doctoral en el Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales (IDEHESI) Unidad Ejecutora en Red del Concejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. E-mail: mfantequera@hotmail.com

[1] ROSA, Nicolás; Relatos críticos, Santiago Arcos, Buenos Aires, 2006, p. 21.

[2] CARRIZO RUEDA, Sofía; Poética del relato de viajes, Edition Reichenberger, Kassel, 1997, p. X. En consonancia con estos planteos, Ottmar Ette denomina “literatura friccional” a este tipo textual donde están excluidos los límites entre lo documental y lo literario. Véase ETTE, Ottmar; Literatura en movimiento. Espacio y dinámica de una estructura transgresora de fronteras en Europa y América, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2008.

[3] ANTELO, Raúl; “El álbum de Sarmiento”. En: AAVV. Sarmiento. Diez fragmentos comentados. EUFYL, UBA. Buenos Aires, 2016.

[4] Greca discurre en su relato por algunos espacios de sociabilidad rosarinos como el Club Social, el restaurante “El Gianduia” y la confitería “Cifré”, famosa tanto por su mobiliario, su vajilla y la barra de madera tallada artesanalmente que funcionó hasta 1959. Estaba ubicada en el Palacio Fuentes, un edificio emblemático de la ciudad.

[5] GRECA, Alcides; Significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario, 1955, p. 1.

[6] Con la finalidad de establecer una breve semblanza de Juan Álvarez, podemos recoger que “formaba parte de la elite rosarina […] Lo vemos así actuando en todas las realizaciones e instituciones que la elite promovió, para los festejos del Centenario. De esta manera, fue secretario de la Intendencia de Rosario en 1910, propuso la creación de la Biblioteca Argentina, de la que se constituyó en el primer director, dirigió el censo municipal de 1910 y participó de la creación,… del hospital del Centenario. Más adelante, en 1911, fue delegado de la Bolsa de Comercio de Rosario en un Congreso nacional de la industria y el comercio… Su inserción en la elite también la verificamos en los espacios de sociabilidad de los que formaba parte, como el Jockey Club, y sociedades filantrópicas como la Liga Argentina de lucha contra la Tuberculosis, y la sociedad Pro Cultura al Ciego. Cabe resaltar que, entre las entidades de las que fue miembro, estuvo la filial de la Liga Patriótica” GLÜCK, M., “Juan Álvarez (1878-1954). Elementos para una biografía intelectual”, en: Estudios Sociales, UNL, Nº 36, primer semestre 2009. Disponible en: https://bibliotecavirtual.unl.edu.ar/ojs/index.php/EstudiosSociales/article/viewFile/2635/3771 [Consulta: 25/09/2017]. Asimismo, véase VIDELA, Oscar R.; “Historia de un consenso. Un recorrido por las miradas historiográficas sobre Juan Álvarez”, en: Andes, Universidad Nacional de Salta, Salta, 2012. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12726101007> [Consulta: 26 de junio de 2017] y DALLA CORTE, Gabriela y SONZOGNI, Elida (compiladoras); Intelectuales rosarinos entre dos siglos: Clemente, Serafín y Juan Álvarez: identidad local y esfera pública, Prohistoria, Rosario, 2000.

[7] GLÜCK, M., “Juan Álvarez (1878-1954). “Juan Alvarez. Elementos…, op. cit., p. 118.

[8] Ambos trabajaron en diferentes cátedras en la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la Universidad Nacional del Litoral. Recordemos que Greca ejerció la docencia junto a Rafael Bielsa en Derecho administrativo y con anterioridad, en la Facultad de Derecho en Derecho administrativo y Derecho Municipal.

[9] GLÜCK, M.; “Juan Álvarez (1878-1954). “Juan Alvarez. Elementos…, op. cit., p. 118. Asimismo, sugerimos consultar: GLÜCK, Mario; La nación imaginada desde una ciudad: las ideas políticas de Juan Álvarez, 1898-1954, UNQ, Buenos Aires, 2015. VIDELA, Oscar R.; “Un historiador argentino en viaje. Juan Álvarez, entre el intelectual y el turista”, en: Nuevo Mundo Mundos Nuevos Disponible en: http://nuevomundo.revues.org/58458 [Consultado el 19 octubre de 2017] Como se analiza en este último artículo, Álvarez también era un viajero y un escritor de relatos de viajes.

[10] GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 8-9.

[11] GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 5.

[12] GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 5.

[13] VIDELA, Oscar; “Un historiador…”, op. cit..

[14] Ídem, p. 7.

[15] En un discurso pronunciado en representación del Honorable Consejo Superior de la UNL, al inaugurarse una placa recordatoria colocada en el vestíbulo de entrada de la sede central de dicha institución, en memoria del Dr. José Gálvez, Alcides Greca expone: “Permitidme, señores, que al respecto [la labor de José Gálvez en pos de la instrucción pública] traiga en este momento un recuerdo personal, no exento de emoción y de gratitud. Nacido en 1889, bajo el gobierno de Gálvez, tuve que aprender las primeras letras en lo que entonces era una lejana reducción indígena, la reducción de San Javier. Tuve la suerte de que me enseñaran severos, pero eficaces maestros españoles, que no mezquinando palmeta, supieron hacer hombres a los revoltosos hijos de los primeros pobladores de aquel pintoresco rincón norteño. Mis maestros Iglesias, Jardón y Martí Llassat pertenecían al grupo que Gálvez había contratado en España para que desparramaran la semilla del alfabeto en la semi desierta campaña santafesina”. Ver GRECA, Alcides; “Gálvez: arquetipo de gobernante”; en Universidad, Nº 6, UNL, Santa Fe, 1940, pp.130-131. Como se puede apreciar, este discurso de 1940, escrito al calor del recuerdo del maestro Gálvez y como texto a pedido de la institución de estudios superiores evidencia un rasgo también presente en otros discursos de Greca con motivos necrológicos o conmemorativos de algunas personalidades: siempre habla de su experiencia. José Manuel Estrada, Jorge Raúl Rodríguez, Juan Álvarez, José Gálvez, Ruy Barbosa son sólo algunos personajes que Alcides Greca describe con motivo de homenajes, aniversarios, obituarios o conmemoraciones: de uno u otro modo, en todos los casos referidos termina esbozando una semblanza del personaje y de un modo directo u obliterado, una semblanza propia, en clave autobiográfica.

[16] Cicutti utiliza la denominación “construcciones míticas”. Ver CICUTTI, Bibiana. Registros urbanos de una modernidad periférica. Representaciones y transformaciones materiales en el frente costero de Rosario entre 1920 y 1940, Nobuko, Buenos Aires, 2007, p. 17.

[17] Véase ARFUCH, Leonor; Memoria y autobiografía. Exploraciones en los límites, FCE, Buenos Aires, 2012; ARFUCH, Leonor; “(Auto)biografía, memoria e historia”; en Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, Nº 1; marzo 2014, pp. 68-81.

Otro eje interesante para un ulterior análisis es la construcción de la figura de escritor presente en el relato. Por ejemplo en la ocasión que estamos analizando aprovecha para hablar de sí mismo de manera directa: “No me place abusar de mis ocasionales auditorios con peroratas adocenadas o lucubraciones soporíferas, plagadas de elogios no sentidos y de citas rebuscadas. No sirvo platos fríos, adquiridos en la rotiserie de la esquina. Bueno o malo, guiso con salsas de mi invención”. GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 1.

[18] ETTE, Ottmar; “Los caminos del deseo”, en: Humboldt, Nº 141, año 46, Goethe Institut, Berlín, 2004.

[19] Cfr. FLUSSER, Vilém; Para una filosofía de la fotografía, La Marca editora, Buenos Aires, 2014, p. 14.

[20] GORELIK, Adrián; Miradas sobre Buenos Aires, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p. 262.

[21] Para mayor información, sugerimos consultar los trabajos detallados a continuación: ANTEQUERA, María Florencia; “La mirada performativa y la construcción de la visualidad en el relato de viajes La torre de los ingleses (1929) de Alcides Greca”; en Cuadernos del CILHA, Universidad Nacional de Cuyo, Nº 1, Vol. 18; 2017; ANTEQUERA, María Florencia. El relato de viajes en la obra de Alcides Greca como formación de una subjetividad moderna en el campo intelectual argentino. Tesis de Doctorado en Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2017; ANTEQUERA, María Florencia. Las claves plásticas del recuerdo en La torre de los ingleses de Alcides Greca. Tesis de Licenciatura en Letras. Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2014; ANTEQUERA, María Florencia; “Las claves plásticas del recuerdo en La torre de los ingleses de Alcides Greca”; en Historia Regional; Nº 28; 2010.

[22] ROMERO, José Luis; La ciudad occidental, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, p. 105.

[23] AUGÉ, Marc; El viaje imposible. El turismo y sus imágenes, Gedisa, Barcelona, 1998, p. 110. (1ed. francés 1977)

[24] Muchos son los textos que han transitado estas claves. Por citar solo dos pueden verse: FALCÓN, Ricardo y STANLEY, Myriam (Compiladores); La Historia de Rosario. Tomo I Economía y sociedad, Homo Sapiens, Rosario, 2001; en línea de establecer relaciones entre la situación geopolítica de Rosario (puerto, inmigración, economía agroexportadora): DE MARCO, Miguel; La batalla por el puerto de Rosario, Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1999.

[25] VIDELA, Oscar R.: “Ambiente urbano e idea de la ciudad. Las imágenes de los viajeros en Rosario a mediados del siglo XIX”, Papeles de Trabajo CESOR, Nº1, año 2, FHumyA, UNR, Rosario, 1997, p. 2. También: MARTÍN, María Pía y MÚGICA, María Luisa; “La sociedad rosarina en el siglo XX: cambio, vida cotidiana y prácticas sociales”. En FALCÓN, Ricardo y STANLEY, Myriam (Compiladores); La Historia de Rosario. Tomo I Economía y sociedad, Homo Sapiens, Rosario, 2001.

[26] MÚGICA, María Luisa, “Presencias y ausencias: Rosario, historia y nuevos libros”; en Polhis, Nº8; segundo semestre 2011, p. 280. Disponible en: http://archivo.polhis.com.ar/datos/polhis8_MUGICA.pdf [Consulta: 01/09/17]

[27] Véase: SARLO, Beatriz; Una modernidad periférica. Buenos Aires 1920-1930, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988; WILLIAMS, Raymond; Marxismo y literatura, Las cuarenta, Buenos Aires, 2009 [1º ed. Ing. 1977]; GARCÍA CANCLINI, Néstor; Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Grijalbo, Méjico, 1990.

[28] Ídem, p. 111.

[29] GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., 14. Para calibrar los debates historiográficos en torno a la fundación de Rosario, véase: FRUTOS DE PRIETO, Marta; La polémica fundación de Rosario, su historiografía: ensayo crítico, Ross, Rosario, 1985.

[30] Cfr. FERNÁNDEZ, Sandra; “Poder local y virtud. Legitimación burguesa en el espacio local. Rosario –Argentina- en las primeras décadas del siglo XX”. En: GARCÍA JORDÁN, Pilar (Compiladora) Estado, región y poder local en América Latina, siglos XIX-XX: algunas miradas sobre el estado, el poder y la participación política, Edicions Universitat Barcelona, Barcelona, 2007, p. 229.

[31] GLÜCK, Mario; “Entrevista”, UNQ, 14 de mayo de 2015. Disponible en http://editorial.blog.unq.edu.ar/2015/05/14/juan-alvarez-veia-a-rosario-como-el-ejemplo-exitoso-del-proyecto-alberdiano-de-pais/ [Consulta: 2/10/2017]

[32] Nos referimos a los valiosos trabajos de VIDELA, Oscar; “Historia de un consenso. Un recorrido por las miradas historiográficas sobre Juan Álvarez”, en: Andes, Salta; 2012, pp. 177 - 211; MONTINI, Pablo; “La ciudad del puerto petrificado”. En AAVV La batalla por la identidad, EMR, Rosario, 2014; MÚGICA, María Luisa; “Presencias y ausencias…, op. cit.; MICHELETTI, María Gabriela; Historiadores e historias escritas en entresiglos. Sociabilidades y representaciones del pasado santafesino, 1881-1907, Lumiere, Buenos Aires, 2013; FERNÁNDEZ, Sandra y VIDELA, Oscar (Compiladores) Ciudad oblicua. Aproximaciones a temas e intérpretes de la entreguerra rosarina; Quinta Pata & Camino Ediciones, Rosario, 2008.

[33] MICHELETTI, María Gabriela; Historiadores…, op. cit., p. 223. Esta idea de una “ciudad autoconstruida” implica que “Rosario sería el producto de su propio esfuerzo, y no el resultado de una fundación o de una acción política determinada. Ésta sería la nota local distintiva, un componente básico de su identidad urbana, opuesta a la de ciudades fundadas oficialmente y en cierto modo privilegiadas de un modo artificial, como Santa Fe y Buenos Aires. Rosario, por el contrario, no le debía nada a nadie, y en este desarrollo autogestionado fincaría su orgullo mayor.” SÁNCHEZ, Santiago; “Los relatos fundacionales de la ciudad de Rosario, Argentina”; en Tinkuy, Nº 20, 2013, p. 119. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4736629.pdf [Consulta: 21/10/2017].

[34] MÚGICA, María Luisa; “Presencias y ausencias…, op. cit., pp. 280-281.

[35] GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 3-4.

[36] Con respecto a los personajes citados, sin ánimo de ser exhaustivos repasamos sólo algunos: están presentes el artista plástico rosarino Augusto Schiavoni (1893-1942), contemporáneo de los Guido; Fornells, pintor catalán radicado en Rosario (1882-1961), quien proyectó el plan de estudios y dirigió la Esc. Municipal de artes Manuel Musto. También formó a los pintores Raúl Domínguez y a Antonio Berni. De igual forma, está presente en el relato la pintora y poetisa Emilia Bertolé, amiga de Alfredo Guido, Alfonsina Storni y de Horacio Quiroga. Emilia Bertolé es una figura realmente interesante para analizar. Nacida en El Trébol (1896-1949) hija de inmigrantes italianos, vivió en Rosario su infancia y adolescencia. Realizó estudios de pintura con Mateo Casella, sus compañeros fueron Alfredo Guido, Augusto Schiavoni y César Caggiano. Se destacó como retratista desde sus inicios. En 1916, se radica en Buenos Aires Resulta de gran valía el estudio crítico de Nora Avaro que antecede la obra poética y pictórica. Ver AVARO, Nora; Emilia Bertolé. Obras poética y pictórica, EMR, Rosario, 2006. Por otra parte, Greca destaca algunas personalidades notables: un conjunto de médicos cirujanos (con Artemio Zeno a la cabeza) y el coleccionista Juan B Castagnino. Este último “era el más importante promotor de la institucionalización del campo artístico rosarino” fundador del museo homónimo. Según Montini: “Con sólo 23 años había iniciado una colección de arte europeoantiguo que con el correr de los años, mediante prácticas profesionales inéditas, llegó a constituirse en una de las más prestigiosas de la Argentina. También, desde la década de 1910, lideró la firme intervención en el campo cultural de algunos miembros de la burguesía local en la formación de colecciones, la organización de un salón anual, la creación de la Comisión Municipal de Bellas Artes y la fundación de un museo para la ciudad. A partir allí, comprendió la necesidad de respaldar al arte argentino mediante constantes adquisiciones y ayudas económicas para la formación de los artistas rosarinos” Ver MONTINI, Pablo; “Por qué Juan B. Castagnino?, Guía de visita Castagnino+Macro, Nº 30, 2017, p. 10. Disponible en https://castagninomacro.org/uploadsarchivos/2017.gv.abr_may.pdf2017: 10) [Consulta: 22/10/17]

[37] MÚGICA, María Luisa; “Desenvueltas damas de las noches báquicas”. En AAVV La batalla por la identidad, EMR, Rosario, 2014.

[38] AUGÉ, Marc; El viaje…, op. cit., p.39.

[39] GRECA, Alcides; Una nueva capital para la República Argentina, Ciencia, Rosario, 1950, p. 45.

[40] Cfr. FALCÓN, Ricardo; La Barcelona argentina. Migrantes, obreros y militantes en Rosario (1870 –1912), Laborde, Rosario, 2005.

[41] Cfr. MÚGICA, María Luisa; “Presencias y ausencias…”, op. cit., p. 283.

[42] FERNÁNDEZ, Sandra; “La negación del ocio. El negocio cultural en la ciudad de Rosario a través de la asociación El Círculo (1912-1920)”, en: Andes, Nº 14, Universidad Nacional de Salta, Salta, 2003, pp. 236-237. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701409 [Consulta: 05/06/17]

[43] Ídem, p. 237.

[44] Ver ANTEQUERA, María Florencia; “Alcides Greca, viajero. Apuntes sobre el diálogo entre La torre de los ingleses (1929) y materiales pertenecientes a su archivo privado”; en Anuario del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti, 2017 (en prensa)

[45] MAÍZ, Claudio y FERNÁNDEZ BRAVO, Álvaro (Editores); Episodios en la formación de redes culturales en América Latina, Prometeo, Buenos Aires, 2009, p. 14.

[46] CICUTTI, Bibiana; Registros urbanos…, op. cit., p. 138.

[47] GRECA, Alcides; Significación…, p.5.

[48] Cfr. GARROFÉ, Miguel; “Santiago Rusiñol, un viajero del 900”. En CICUTTI, Bibiana (Compiladora) Conocimiento del territorio y cartografía urbana. Reflexiones sobre el mapa como producto cultural, Buenos Aires: A&P Nobuko, 2008, p. 103.

[49] Dice Greca: “No me place abusar de mis ocasionales auditorios con peroratas adocenadas o lucubraciones soporíferas, plagadas de elogios no sentidos y de citas rebuscadas. No sirvo platos fríos, adquiridos en la rotiserie de la esquina. Bueno o malo, guiso con salsas de mi invención”. GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 1.