Lugares, saberes y epifanías:
imágenes proyectuales de Rosario
a partir de un texto inédito de la colección documental del escritor Alcides
Greca
María Florencia Antequera(*)
Resumen
El presente artículo propone analizar una pieza
inédita que forma parte de la colección documental del intelectual santafesino
Alcides Greca (San Javier, 1889- Rosario, 1956). El texto en cuestión se
titula: Significación de Juan Álvarez
en la cultura de Rosario (1955). Enrolamos dicha pieza en el género
relato de viajes, género a horcajadas entre la literatura y la historia ya que
entendemos que en las entrañas del mismo se produce la intersección de lugares,
saberes y epifanías –o bien, espaciamiento, experimentación y descubrimiento–
que son las formas nucleares de los viajes. Teniendo en cuenta que el viajero
es un sujeto que se pasea por los pliegues de Rosario, o mejor, por los
pliegues de su memoria, intentamos vislumbrar algunas de las imágenes
proyectuales de la ciudad presentes en dicha pieza.
Palabras
clave: Alcides Greca; imágenes proyectuales; Rosario; relato de viajes.
Places, knowledge and epiphanies: a recreation of Rosario
through an unpublished text by writer Alcides Greca
Abstract
The objective of this article
is to analyze an unpublished composition, part of the collection which once
belonged to Alcides Greca (San Javier, 1889-
Rosario, 1956), the santafesinian intellectual. The text itself is titled “Significación de Juan Álvarez en la cultura
de Rosario” (1955). We consider it to
be a part of the tradition of travel literature, a genre which lies at the edge
between literature and history – as at its core one will find the intersection
of places, knowledge and epiphanies (or rather, distention, experimentation and
discovery). All these elements are vital to the definition of travel itself, as
well. Since the subject at hand is a traveler wandering through Rosario (and
through his own memory), we intend to shape the evocative images contained in
this work.
Keywords: Alcides Greca; recreation; Rosario;
travel literature.
Lugares,
saberes y epifanías: imágenes proyectuales de Rosario a partir de un texto
inédito de la colección documental del escritor Alcides Greca
Introducción
¿En qué anaquel ubicar una pieza documental inédita que es al mismo
tiempo una necrológica, un homenaje y un relato de viajes? ¿Cómo analizar las
valencias aparentemente aleatorias de las iteraciones, en un texto que expone
no a contrafaz sino en primer plano las imágenes proyectuales de una ciudad a
la vera del Paraná? El presente trabajo se propone abordar un texto que nunca fue
publicado y que forma parte de la colección documental del intelectual
santafesino Alcides Greca (San Javier, 1889- Rosario, 1956), quien se destacó
en la primera mitad del siglo XX por ser escritor, pionero cineasta,
jurisconsulto, docente universitario, parlamentario y militante político dentro
de las filas del radicalismo.
El texto en cuestión se titula: Significación de Juan Álvarez en la
cultura de Rosario (1955). Dicha pieza podría asimilarse a un relato de
viajes, género a caballo entre la literatura y la historia, ya que entendemos
que en las entrañas del mismo se produce la intersección de lugares, saberes y
epifanías –o bien, espaciamiento, experimentación y descubrimiento– que, en
palabras de Nicolás Rosa[1]
son las formas nucleares de los viajes. Teniendo en cuenta que el viajero es un
sujeto que se pasea por los pliegues de su memoria en torno a Rosario,
intentamos vislumbrar algunas de las imágenes proyectuales de la ciudad
presentes en dicha pieza, cuya potencia expresiva y evocativa persiste hasta
nuestros días.
Una pieza inédita de su
colección documental
A
raíz de conmemorarse el primer aniversario del fallecimiento del historiador,
abogado y juez Juan Álvarez (Gualeguaychú, 3 de septiembre de 1878 – Rosario, 8
de abril de 1954), Greca aprovecha la ocasión para diseñar una pieza
escrituraria que compila tanto los nombres propios de diversas personalidades
rosarinas, incluyendo una gran enumeración de artistas, docentes, pedagogos,
teatristas, filósofos, intelectuales, así como también una extensa nomenclatura
y sucinta caracterización de mercaderes, jurisconsultos, médicos y figuras de
la política local. De igual modo, este homenaje dedicado a Juan Álvarez, el
autor de Historia de Rosario (1943), contiene varias de las potentes
representaciones que se forjaron sobre Rosario.
Por
otra parte, resulta de sumo interés que el texto puede ser leído también como
otra incursión de Greca en la literatura de viajes, más precisamente en el
corpus de los relatos de viajes urbanos, generando un tipo textual bifronte
entre lo documental y lo literario[2].
En clave de cimentar en palabras de Raúl Antelo ese repertorio de amenidades[3],
que constituyen los relatos de viajes y al modo de un paneo visual –cuasi
cinematográfico, si se quiere– de una ciudad en sus primeras décadas del siglo
XX, Greca hilvana, recorta y yuxtapone un catálogo de imágenes que remiten a
construcciones significativas, sitios connotados (por ejemplo, espacios de
sociabilidad) y personalidades de la cultura, el comercio y la política de
Rosario.[4]
Homenaje,
necrológica y relato de viajes, conviene destacar que Significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario surge de una
disposición de la Junta de Homenaje a Juan Álvarez. El pedido que se le realiza
a Greca no es establecer una semblanza biográfica sino pronunciar una
conferencia, que es descripta en estos términos: “No estoy seguro si he oído
bien o he interpretado mal las pocas palabras que en mi confesada sordera cogí
al vuelo, cuando en la Junta de Homenaje se me confió la misión de deslucir
este acto con una conferencia. Debe referirse -me parece que se dijo- a la
‘significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario’. Damos entonces
establecido que no es una biobibliografía lo que debo hacer. La tarea es, por
tanto, mucho más ardua y no creo salir de ella bien librado… Debo entonces,
enficar (sic) [enfocar] a Juan Álvarez actuando en su ambiente cotidiano y
ciudadano, en ese Rosario del primer tercio del siglo, de ese Rosario pujante,
explosivo y generoso, lleno de inmigrantes, de provincianos y hasta de
rosarinos”.[5]
Teniendo
en cuenta que el manuscrito de Greca carece de datación, pudimos reconstruir
que pronunció sus encendidas palabras en 1955, a tan solo un año del
fallecimiento de Álvarez[6], alma
mater y primer director de la Biblioteca Argentina. El escenario de su
intervención fue dicha institución y el texto fue confeccionado para ser
proferido oralmente. Formando parte de su colección documental custodiada por
la familia Greca, se conserva el original de Significación de Juan Álvarez
en la cultura de Rosario, mecanografiado en papel tamaño oficio, sin
anotaciones de puño y letra, como sí encontramos en otros documentos y papeles
personales del escritor.
Esta
curiosa pieza inédita se podría definir entonces como un homenaje hacia –en
palabras de Mario Glück– un prócer
intelectual[7],
a quien Greca por otra parte, conocía personalmente y admiraba.[8] Juan
Álvarez, rosarino por adopción, no fue solo un exponente de la élite
comprometido con los festejos del Centenario, sino que además fue “un precursor
de la historia económica y social y de una forma científica de hacer historia
local y regional”.[9]
En
esta dirección, Greca describe la trayectoria del historiador y expone:
“Álvarez fue miembro de decenas y decenas de sociedades culturales y
filantrópicas, de academias, de comisiones populares, de congresos científicos,
de bibliotecas, de museos, de instituciones sanitarias, edilicias, etc. En todo
ello se advierte la magnanimidad, la amplitud, la generosidad espiritual de
Juan Álvarez. Entre cientos, sólo mencionaré uno de los tantos cargos: miembro
honorario de la ‘Sociedad Procultura al Ciego’. En la Biblioteca Argentina, por
él fundada, se creó, a iniciativa suya, una sección especial de libros para los
no videntes con su correspondiente sala de lectura. Sus actividades son las más
dispares. Actúa tanto en la ‘Sociedad de la Infancia Desvalida’, como en un
‘Congreso Internacional’ de Americanistas y como en la ‘Liga contra la
Tuberculosis’. Dirige en 1910 el ‘Tercer Censo Municipal’ y en 1929 el ‘Instituto
Social de la Universidad del Litoral’. No hay acto de significación para la
cultura y el ornato de Rosario en que Álvarez no haya participado, iniciándolo,
dirigiéndolo o colaborando. Su labor de publicista ha sido altamente valorada
en el extranjero. Fue uno de los pocos argentinos a los que la Real Academia de
la Lengua reconociera como miembro correspondiente. Figuró en las más
destacadas instituciones culturales del país: miembro de número de la Academia
Argentina de Letras, de la de Derecho y Ciencias Sociales, del Instituto de
Bibliografía Nacional, de la Junta de Historia Numismática. La sola mención de
los demás cargos nos llevaría a una hora larga. Su producción publicitaria es
copiosa, variada, novedosa, permanente. Escribe por lo general en ‘La prensa’ y
en ‘La Capital’, pero encontremos también sus lucubraciones en ‘La nación’ y en
múltiples revistas.”[10]
Como
se puede apreciar en la exhaustividad de los detalles, Greca conocía su obra y
su persona y sin que fuera una de las prerrogativas del homenaje, establece una
suerte de semblanza biográfica del historiador: “Hijo de españoles por ambos
padres, por su idiosincrasia y su modus
operandi, ha sido uno de los menos españoles de los argentinos. Parecía
sajón, por lo medido, discreto y realizador. La declamación -mal
hispano-americano- llámase oratoria, charla o autopropaganda periodística, le
fue siempre ajena. Mientras otros hacían o deshacían en Rosario, ruidosa y
espectacularmente, él trabajaba en silencio. No se le veía, pero se le sentía.
Nadie hizo tanto y tan desinteresadamente por esta ciudad. No lo movían fines
políticos o financieros: solo el altruismo y la cultura eran su meta. Podríamos
llamarle el gran silencioso de Rosario. Nunca se le veía en lugares de mundana
reunión. No sé si alguna vez concurrió al hipódromo o presenció un partido de
fútbol. No se le veía casi en las calles. Siempre lo imagino a Álvarez en su
gabinete, sobre su escritorio, a la luz de la lámpara familiar, leyendo o
escribiendo.”[11]
En vinculación con esto último, sostenía además: “Parecía vivir recluido, pero
jamás lo estuvo; parecía situarse al margen, pero siempre estaba adentrado en
el corazón y en los nervios de la ciudad. Personalidad consular, hombre de la
ley, investigador infatigable, sin grandes exteriorizaciones, sin ruidosas
manifestaciones, Álvarez no era el realizador impulsivo que se da todo en el
primer envión para dejar que otros continúen la tarea. Era el constructor que
abre los cimientos y no abandona el edificio hasta que la bandera flamea sobre
el techo. Álvarez no peroraba: hacía. El verdadero constructor debe tener
quietas las manos y la lengua. El hablar exige el accionar y ello siempre es en
detrimento de la obra. Silenciosos son los albañiles. No se puede cantar de pie
haciendo equilibrios sobre los andamios.
La
acción de Álvarez era siempre meditada, metódica, medida y conciente (sic). No
tenía los impulsos de Lisandro de la Torre, el formidable hombre de acción que
en la ardorosa lucha se llegaba amenazante con los puños sobre el rostro del
adversario para decirle sus verdades. Álvarez no tenía adversarios ni
contradictores exaltados. Solo combatía la ignorancia y lo hacía silenciosa y
discretamente, deslizando un libro en las manos de quien lo necesitaba.”[12].
Álvarez es descripto en su perfil intelectual, con expresiones encomiásticas
que, como expresa Oscar Videla en vinculación a otros comentarios, no salen de
la caracterización más generalizada: “Hierático
y adusto, esa es la imagen más difundida de este intelectual. Esa imagen de su
personalidad, que se presupone poco dada al solaz, y menos al hedonismo, no es
solo el producto de la lógica de “procerización” local, sino también lo es del
recuerdo de sus contemporáneos como del de algunos sus familiares”.[13]
Ahora bien, el registro constituye parte de un proceso mayor, que
concluirá no en la escritura final de Significación…, sino en el
proferir el homenaje público cuya tónica performática se hizo presente en una
biblioteca. De este modo, el discurso –y apuntamos aquí que es el discurso de
un viajero urbano devenido orador que conmemora a un prócer intelectual– se construye a la sazón en base a saberes
previos que se reescriben a partir de las vivencias y los conocimientos de
primera mano que posee el paseante, tanto de la ciudad como del homenajeado
mismo. De alguna
manera, el marco comunicativo del homenaje, le sirve a Greca para describir la
Rosario de Álvarez.
En realidad, Greca rememora a mediados de la década del cincuenta, la ciudad –es decir, sus
personajes, sus imágenes proyectuales, sus representaciones– del primer tercio
de siglo. Este excursus urbano tiene
como excusa el homenaje: la nota necrológica está atravesada por los recuerdos
plásticos de la ciudad donde Álvarez desarrolló su trayectoria.
Asimismo, el texto está jalonado por ciertos guiños a la audiencia, la
cual reconocería detalles de la personalidad del historiador: por ejemplo, es
descripto como un meticuloso hombre de ciencia, como un erudito, como una
personalidad que pasó del estrellato al ostracismo, fruto de un injusto juicio:
“Nada [de] esto [se refiere a la muerte en la pobreza de otras figuras ilustres
de Rosario] ha ocurrido con la personalidad prócer de Juan Álvarez, salvo el
aparente olvido con que se simuló aislarlo después del artero y despampanante
juicio político que la historia juiciosamente juzgará como el menos juicioso de
los juicios”. También dirá Greca: “Álvarez fue siempre un investigador muy
personal, muy honesto, riguroso consigo mismo. Sus libros son creaciones. Se
apartan de monografías meramente informativas y de los comentarios kilométricos.
Alguien ha advertido que la obra libresca de Álvarez no fue copiosa; pero si
echamos un vistazo a su labor periodística, a sus publicaciones en ‘La prensa’
particularmente, advertimos que se podrían editar varias decenas de volúmenes”.[14]
Por otra parte, conviene recalcar que no fue esta la primera vez que le
solicitaron a Greca unas líneas necrológicas.[15]
Sin embargo, en este caso puntual, aunque podemos advertir que sus palabras
rezuman estima y respeto por este importante intelectual, y en este sentido
funcionan como un panegírico, el gesto es –en última instancia– subvertir el
foco necrológico y redirigir la mirada hacia Rosario, escenario y campo de
batalla del mismo Álvarez. De este modo, la situación de homenaje es casi un
pretexto o un subterfugio para desplazar el eje de atención hacia un lugar,
Rosario, al punto de producir una epifanía, es decir, una mostración del rostro
de la ciudad en plena ebullición mediante la utilización de imágenes escriturarias[16]
–nos referimos a “ciudad puerto”, “nueva Barcelona”, “Chicago argentina”, entre
otras– que condensan, como veremos, saberes persistentes hasta la actualidad.
Aunque al comenzar, el texto insiste en posicionar a Álvarez como un
constructor de instituciones filantrópicas, un científico destacado y un
intelectual de prestigio, Significación…
podría ser pensado además como una articulación de discontinuidades o elementos
heteróclitos, una suerte de enumeración que yuxtapone los comienzos de la ciudad,
algunas experiencias estéticas que tuvieron lugar en ella, y un rosario de
personalidades de la cultura, el comercio, las finanzas y la vida intelectual.
El sujeto de la enunciación es un inquieto paseante urbano en una ciudad cuyo
quicio es el puerto: la inscripción de su mirada nos remite a espacios que son
harto conocidos y transitados por Greca.
En este sentido, ciertas claves
autobiográficas van tramando el texto y definiéndolo. Pero no olvidemos que lo
autobiográfico es necesariamente ficcional, aunque quiera (y crea) cumplir el
precepto de adecuación a lo “verdaderamente vivido”.[17]
Con una clara voluntad descriptiva y un arraigado sentido de la
“testimonialidad”, es decir, de corroborar que se estuvo allí, que se visitaron
esos sitios, que se vivió tal anécdota o bien que se conoció a ese personaje
descripto, el escritor viajero va construyendo ese catálogo de referencias
sensibles[18]
donde sólo se aprecian vistas parciales, sumadas y mezcladas en su memoria y
literalmente recompuestas en el relato que hace de ellas. Esto demuestra un
matiz altamente productivo de los relatos de viajes, género traductor por
antonomasia en tanto articula recíprocamente las experiencias individuales y
las colectivas: sus operaciones son enlazar lo heterogéneo, inscribir un mapa
–que en este caso es un recorte urbano vinculado a esos espacios de
productividad semiótica que hemos denominado imágenes proyectuales– y,
asimismo, crear las condiciones para que la mirada vague palpando por sobre la
superficie de un complejo de signos connotativos[19],
al decir de Vilém Flusser. La memoria instrumentaliza la cimentación, a través
del paso del tiempo, de esas visiones para reconstruir de este modo, las
vivencias y recuerdos sobre las características del paisaje urbano, las claves
de sus actividades productivas y las configuraciones de sus personalidades.
Materialidad y
representaciones
Es consensual considerar que la ciudad y sus representaciones se
producen mutuamente.[20]
En todos los relatos de viajes del intelectual santafesino Alcides Greca (nos
referimos a La torre de los ingleses, publicado en 1929 y Bahianos y bandeirantes, de 1950[21])
la materialidad de la ciudad opera como fondo imprescindible para su
interpretación, en clave de aquello que José Luis Romero denominó ciudad física[22].
De este modo, nos interesa plantear que existe una estrecha relación
entre materialidad y representación de la ciudad donde son las imágenes
proyectuales las encargadas de instalar un punto de vista, el principio de una
visión perspectiva, de una comprensión, de una representación del mundo. Estos
constructos discursivos devienen diversas capas de memorias que sedimentan las
historias de las ciudades y Rosario, en este sentido, no constituye una
excepción en el texto de Greca.
Coincidimos con Marc Augé[23]
quien en torno al entramado que genera la ciudad y sus representaciones
mutuamente imbricadas, expresa: “La ciudad existe por el ámbito imaginario
suscitado por ella y que retorna a ella, ese ámbito alimentado por la ciudad y
por el que la ciudad se nutre, al cual da nacimiento, y que la hace renacer a
cada instante. Y la evolución de ese ámbito imaginario nos interesa porque
atañe por un lado a la ciudad (a sus permanencias y a sus cambios) y por otro
lado, a nuestra relación con la imagen, una relación que también se mueve y
cambia, así como se mueve la ciudad, y más ampliamente la sociedad.”
En rigor, centrándonos en su materialidad, podríamos argüir que Rosario
–en tanto artefacto material, cultural y político– le confiere al comercio, al
contacto directo entre el interior y el exterior, su potencia específica
central. En efecto, detenta una posición geográfica privilegiada que impacta en
las actividades productivas, dinamizándose a través del puerto, como han puesto
de manifiesto muchos y muy buenos trabajos.[24]
Es así como, por las tramas geopolíticas, ya está escrito su “destino”, su
mito: ser el paradigma de la Argentina agroexportadora.[25]
Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, las condiciones de desarrollo del
sector agrícolo-ganadero, el proceso aluvional inmigratorio, la expansión del
ferrocarril, entre otros, significaron los pilares del encuadre de esta ciudad
dentro de este modelo agroexportador. En las primeras décadas del siglo XX,
Rosario se transformó inusitadamente y tuvo lugar un proceso de modernización
en el marco de la continuidad del esquema de la división internacional del
trabajo y de la incorporación del país al mercado mundial (1916/1930): se
registraron algunos fenómenos particulares como el proceso de urbanización de
los suburbios; una nueva tendencia en la edificación de las viviendas, las que
pasaron a tener más de un piso; se produjo un éxodo de población rural
extranjera hacia la ciudad y también, migraciones internas que generaron una
gran concentración de la población. En suma, los progresos técnicos y los
profundos cambios urbanísticos junto a la visibilidad de las demandas obreras,
son algunas de las claves de este proceso modernizador en el marco, como
decíamos antes, de la expansión del capitalismo que el texto de Alcides Greca
reconstruye. Traemos a colación estas coordenadas porque este es, sucintamente,
el contexto histórico y geográfico reconfigurado en Significación….
Eminentemente referencial, este texto recrea describiendo su ciudad –Rosario–
que, aunque no sea la ciudad que lo viera nacer a Greca, es su ciudad ya
que es el sitio desde donde Greca toma la palabra y enuncia, dicho esto en un
sentido literal; y también el lugar desde donde construye gran parte de su itinerario
intelectual. No se trata pues en la perspectiva de Greca de describir solamente
características de una ciudad. De lo que se trata es que Rosario es el
parámetro desde donde se posiciona, observa y compara el resto de los espacios
recorridos, aunque podemos advertir que este gesto es característico de todos
sus relatos de viajes.
Ahora bien, decíamos que la ciudad suscita representaciones: las
imágenes proyectuales de Rosario, operan como “memorias dispersas, múltiples y
multiplicadas, fragmentadas, [las cuales] se plasman en algunos de esos
enunciados que todavía hoy tienen enorme circulación social”.[26]
En efecto, “ciudad puerto”, “ciudad fenicia” prefigurando a
Rosario como “ciudad del porvenir”,
“Chicago argentina”, “Nueva Barcelona”, “ciudad taller” son algunas que
se delinean en este relato al compás de los vaivenes históricos de una
modernidad, en la periferia de la periferia. Entre lo instituido y lo
instituyente, existen matices para la apropiación de esa modernidad
caracterizada como periférica al decir de Beatriz Sarlo, residual y emergente o
incompleta.[27]
Algunos de estos constructos discursivos fueron promovidos a lo largo
de la historia por diversos actores, y es Greca uno de ellos. Interrogarse
sobre la ciudad significa sin dudas, como evalúa Augé “plantearse la doble
cuestión de la existencia de la ciudad y la existencia de lo imaginario en el
momento en que la urdimbre urbana se extiende, en que la organización del
espacio social se modifica y en que las imágenes, las mismas imágenes, se
difunden”.[28]
Imágenes proyectuales
Ahora bien, al analizar la condición productiva de las imágenes escriturarias
y su capacidad connotativa, en primer
lugar conviene subrayar que estos constructos hacen del intercambio su
nota distintiva, es decir, remiten
directa o indirectamente a su ancho río marrón. Dice Greca: “Rosario no tuvo
acta de fundación. Pero yo diré que sí tuvo fundador. Este se llama Río
Paraná.… Las primeras empresas comerciales de aquel caserío fueron muy
modestas: tropas de bueyes y mulas que se alquilaban o vendían a las caravanas
que comunicaban la capital del virreinato con el interior”.[29]
De alguna manera, podríamos argüir que la ciudad forjó su identidad al
mismo tiempo que su mito: Rosario como ciudad productiva a partir del comercio
y de su ubicación privilegiada. Aquí Greca retoma –sin más–el argumento de
Álvarez sobre el origen de la ciudad. Más adelante, en otro fragmento del
texto, Greca reforzará esta imagen proyectual que podría sintetizarse en “Rosario hija de su propio esfuerzo” ya
que el mérito de la fuerte transformación de caserío a centro urbano
progresista y pujante se debería exclusivamente al tesón de sus habitantes,
independientemente de la tutela estatal.
Sin
embargo, podríamos agregar que esta construcción tiene raíces en una “falta”:
en rigor, la ciudad no tenía trayectoria colonial. Tampoco sus sectores
dirigentes, los cuales surgieron como consecuencia de la fuerte migración
europea y lograron acumular capital económico y status social y como correlato, obtuvieron el liderazgo intelectual
y cultural.[30]
Ahora bien, sin tradición, sin acta de fundación, sin ser sede de la burocracia
administrativa, según Greca, es el río el fundador de Rosario. Nos interesa
subrayar que Álvarez, por su parte, había contribuido con su libro Historia de Rosario a fundar el mito de
la ciudad como hija de su propio esfuerzo. Rosario sería entonces “un ejemplo
exitoso, del proyecto alberdiano de un país formado por inmigrantes
emprendedores y trabajadores. El imaginario es claramente cosmopolita y de reivindicación
de la iniciativa privada como garantía del progreso”.[31]
En
esta dirección, varios historiadores[32]
coinciden en aquello que podría resumirse en estos términos: “una idea que se
convertirá en uno de los mitos o imágenes más estereotipados de la ciudad,
consagrada por la obra canónica de […] Juan Álvarez [Historia de Rosario],
pero que ya había sido fijada por la historiografía […] desde el siglo
diecinueve es la de la pequeña aldea que se hizo a sí misma gracias al esfuerzo
de sus habitantes. Todos los rosarinos pueden sentirse partícipes de esa gesta,
ya que, según esta representación, no se le debe la grandeza de la urbe a
personalidades ni a sucesos destacados y, menos aún, al favor de los poderes
públicos”.[33]
Resulta sugestivo entonces que, a través de unas palabras
conmemorativas, Greca utilizara cierta imagen escrituraria para describir
Rosario cuyo propulsor fuera el mismo Álvarez (aunque no el único obviamente).
De alguna manera, pareciera que el homenaje estaba atravesado por el propio
discurso y por el querer de Álvarez, por su querer inventar una tradición[34],
retomada y resignificada por Greca.
Empero,
el texto de Greca funciona también como catalizador de un viaje urbano por las
conocidas y transitadas calles, por las actividades productivas del
frigorífico, la refinería de azúcar y por sus artistas e intelectuales
demostrando que nuevas experiencias sociales pueden ser traducidas por
intermedio de la literatura de Alcides Greca. En rigor, este tercer relato de
viajes, género fronterizo e híbrido, donde prima la descripción por sobre la
narración, nos remite a una ciudad briosa, en pleno crecimiento demográfico,
con convulsiones sociales, actividades económicas, cambios urbanísticos e
intensa vida cultural. Dice Greca en su homenaje a Álvarez: “en ese Rosario del
primer tercio del siglo, de ese Rosario pujante, explosivo y generoso, lleno de
inmigrantes, de provincianos y hasta de rosarinos; de ese Rosario que era
calumniado y a la vez envidiado, al que se llamaba la ‘Chicago argentina’
porque crecía desmesuradamente, tenía un puerto embanderado por todas las
naciones del mundo, tenía frigorífico y refinería de azúcar, pero no tenía
grandes bibliotecas ni universidades; de ese Rosario al que denominaban también
la ‘nueva Barcelona’, por sus violentas huelgas, donde casi toda su clase obrera
comulgaba con Kropokine (sic) [Kropotkin]…, ciudad casi sin bibliotecas, que no
tenía universidad, pero que tenía artistas de altas calidades, ciudad donde
pintaban Ángel Guido, César Caggiano, Manuel Musto, Augusto Olivé, Antonio
Berni, Augusto Schiavone (sic) [Schiavoni] y Emilia Bertolé, ciudad donde se
echaban las bases de instituciones de alta cultura, como ‘El Círculo’, que
regenteaban ciudadanos como Camilo Muniagurria, Rubén Vila Ortiz, Carlo Díaz
Guerra y Luis Ortiz de Guinea, eminente en música, donde ponía rimas y ritmos
Emilio Ortiz Grignet, mientras discurrían o sollozaban en los cafés de
suburbios, Lenzoni y Fontanarrosa…; donde un gran maestro, otro Mazza, Juan
Bautista, estilizaba nuestros aires populares; donde Alejandro Berrutti, De Fiplipis
Novoa y Alcira Olivé, dieron al teatro obras que perdurarán en la historia del
arte dramático argentino, donde Manuel Nuñez Regueiro hacía filosofía
metafísica impregnada de mesianismo; donde Dolores Dabat y Martín Herrera,
pedagogos humanistas y humanizados, empollaron generaciones de educadores
dignos de su más alto magisterio; ciudad de procuradores millonarios que tenían
abogados amanuenses; de martilleros que se convertían en políticos y se
adueñaban de la intendencia, de las concejalías y de las diputaciones; de
Alfredo Rouillon y de los Pessan, movedizos e importantes, ciudad donde
paseaban y aún pasean sus floridas barbas Roque Cassini y el pintor Fornells;
ciudad - taller, según Waldo Frank, ruidosa, polvorienta durante el día,
silenciosa y semioscura no bien llegada la noche, con millonarios económicos y
laboriosos ya metidos en la cama; ciudad contradictoria, con las generosidades
e ingenuidades de un adolescente, al que se le estrecha la ropa por excesivo
crecimiento”.[35]
Como
se ve en este extenso fragmento transcripto, operan así, en convergencia, las
dos coordenadas enhebradas que exponíamos más arriba: paralelamente están
presentes las imágenes escriturarias de la ciudad –“ciudad que se hizo a sí
misma”, “hija de su propio esfuerzo”, “nueva Barcelona”, “Chicago argentina”,
“ciudad puerto”, “ciudad taller”– que Greca recoge, así como también los
personajes del mundo cultural y económico, comercial y financiero rosarino de
las primeras décadas del siglo XX.[36]
Como sujeto de la enunciación, apela constantemente a saberes ya adquiridos y
que forman parte de su memoria: él conoce de lo que habla, conoce a los
personajes (inclusive personalmente a algunos) y los describe sucintamente por
alguna nota o característica sobresaliente, y quizás más importante aún,
contribuye, de este modo, a forjar y urdir estas representaciones.
Conviene ahora discurrir en torno a algunos de los constructos citados.
Tomemos en primer término, “Chicago argentina”: originariamente, hacía hincapié
a su actividad portuaria, en comparación con la ciudad de Norteamérica. Según
pudimos rastrear, la expresión comienza a utilizarse en la prensa a fines del
siglo XIX. En efecto, el puerto embanderado por insignias de muchas naciones,
se constituía en el eje de la exportación cerealera: de esta manera, se
utilizaba en estrecha vinculación con el apogeo agroexportador en la Argentina.
Por ejemplo, en las primeras décadas del siglo XX, conviene tener en cuenta que
a diario la Bolsa de Cereales de Chicago no dejaba de tener actividad hasta el
cierre de la Bolsa de Comercio de Rosario. Sin embargo, en la década del
treinta, comienza a primar otra significación, deja de vincularse tanto con lo
económico y se relaciona con ciertos aspectos de la ciudad de Chicago como la
delincuencia, el contrabando, la mafia, la prostitución y la trata de personas.
En esta dirección, vemos que Greca establece un recorte porque otra metáfora de
la ciudad de Rosario, harto transitada por críticos y escritores y muy vinculada
al movimiento portuario[37],
no está presente de modo explícito en su producción escrituraria: nos referimos
a ciudad prostibularia o ciudad de los burdeles. Aunque según
entendemos, de alguna manera, estaría contenida en la Chicago argentina.
Ahora bien, si como expone Marc Augé, desde que nace, la ciudad es la
forma política del porvenir[38],
Rosario es para Greca ciudad puerto:
abierta al comercio y de este modo, abierta al mundo. Como marca de identidad
local, el puerto embanderado por todas las naciones del mundo, la singulariza y
la inserta en la división internacional del trabajo. Greca en esta dirección
expone: “una ciudad-puerto tiene
siempre un carácter esencialmente mercantil y cosmopolita”[39],
factor clave que se traduce en esta imagen escrituraria que entrelaza comercio,
intercambio, finanzas e industria.
Por su parte, la “nueva Barcelona”
remite a la virulenta presencia anarquista: el período de mayor agitación de la
historia obrera de la ciudad –comprendido entre 1901 y 1907– genera las
condiciones para que Rosario sea denominada “La Barcelona argentina”, teniendo
en cuenta la presencia en ambas del anarquismo[40].
Un barrio llamado “Refinería”, que Greca también cita, era tal vez el barrio
más cosmopolita de la cosmopolita ciudad del puerto; allí, en los conventillos,
verdaderas “Babilonias modernas”, se alojaban obreros de distintas partes del
mundo y del país. Con motivo de las paupérrimas condiciones laborales, los
trabajadores se organizaron a través de sociedades de ayuda mutua, gremios y
sindicatos que impulsaban cambios en las condiciones laborales y salariales,
organizaciones en las que las ideas anarquistas tuvieron primacía por lo menos
entre 1889 y 1914.[41]
Ahora bien, “ciudad puerto” y
“ciudad fenicia” se afianzan en
su vinculación con el intercambio, pero también relacionadas –por oposición, si
se quiere– a las redes intelectuales. Esto es: la “ciudad fenicia” aunque atenta al ritmo del dinero,
incluye en su liderazgo económico el deseo de liderazgo intelectual, y en
muchos casos también liderazgo en la trama política local. En este sentido,
coincidimos con Sandra Fernández cuando apunta que “el fortalecimiento real,
representacional y simbólico de los espacios de prestigio y control de espacios
privados y públicos podría pensarse como superador de la condición de los
burgueses rosarinos como simples mercaderes”.[42]
Aquí se presenta otro núcleo interesante para abordar ya que “la riqueza no se
medía entonces sólo en dinero sino que también se componía de bienes ‘públicos’
como la educación… que se iban a corresponder con el vasto poder social
orquestado a partir de las redes sociales estructuradas”.[43]
De algún modo, el fortalecimiento del comercio propiciaba que el grupo
hegemónico en lo económico se abriera en abanico y quisiera abordar otras áreas
que esgrimían status social como el detentar poder en ciertas
agrupaciones culturales como la Asociación El círculo de la Biblioteca,
que está presente también en el relato. En su rol de director de la primera
biblioteca pública de Rosario, Álvarez fue el articulador entre una institución
del estado (municipal) y una Asociación cuya finalidad estaba circunscripta a
erosionar esa imagen de “ciudad
fenicia” proponiendo “la cultura” como contraparte. Estamos
hablando de la Asociación El círculo
de la Biblioteca que, en rigor, mediante la promoción de
actividades culturales y artísticas, premios, subvenciones, etc. pretendía
establecer otro mito. Greca en esta necrológica hace alusión a los integrantes
de dicha institución con quienes compartía amistad (por ejemplo, con los
hermanos Ángel y Alfredo Guido, como queda relatado en La torre de los ingleses[44])
y el objetivo común de entronizar a “la cultura” como contrapeso de la ciudad
fenicia. En efecto, teniendo en cuenta que compartía con esta entidad que el
mote de “ciudad fenicia” no
caracterizaba cabalmente la urbe a la ribera del Paraná, podríamos decir que
estaba próximo –desde el punto de vista ideológico– a dicha institución aunque
estrictamente hablando no pertenecía a ella. De este modo, la ciudad es vista
también como un polo de religación[45],
es decir, es vista a través de las vinculaciones entre intelectuales. En
efecto, los miembros de El Círculo cuyos
nombres propios eran los hermanos Guido, Uriel García, Luis Ortiz de Guinea,
entre otros, bregaban por superar mediante “la cultura”, la representación de
Rosario como ciudad fenicia que devino ciertamente en estigma.[46]
Debemos
agregar que Rosario es definida también como “ciudad taller”. Esta apela a la actividad industrial puesto que
alude al ruido y al polvo diurno y, en contraste, al silencio y a la oscuridad
llegada la noche, pero al citar a “millonarios económicos y laboriosos ya
metidos en la cama” también relacionaría a la ciudad con otros tópicos, por
supuesto nos referimos al comercio pero también a la especulación financiera.
Por otra parte, en el homenaje están contempladas ciertas carencias de Rosario
que el dinero no puede reponer ipse facto: no hay bibliotecas ni
universidades, aunque sí cafeterías suburbiales, clubes, restaurantes y otros
espacios de encuentro, semblanteo y socialización.
Más adelante continúa describiendo: “en esa ciudad, en fin, que en el
año del Centenario, con menos de doscientos mil habitantes, levanta por
suscripción popular un hospital, entonces el más vasto de América del Sur; en
esa ciudad inquieta y febriciente, llena de impulsos y de esperanzas, actuó
tranquilo, sereno, con singular eficacia, el doctor Juan Álvarez”.[47]
Frente a esta ciudad febril y fabril, de enorme bullicio estimulado por
los tranvías eléctricos y las bocinas de las fábricas, el automóvil, la
bicicleta y el tranvía eléctrico, Greca destaca que para festejar el Centenario
de mayo se realizaron en Rosario dos obras públicas notables: el Hospital
Centenario –vinculado a la Facultad de Medicina– y la Biblioteca Argentina.
Estas dos grandes propuestas arquitectónicas, las construcciones del Hospital
(1910) según las modernas ideas de nosocomio en pabellones encabezado por la
Escuela de Medicina, y el edificio de la Biblioteca Argentina (1910), frente a
la Plaza Pringles, habilita el acceso público a la salud y a la cultura, dos
caros ideales de la generación del progreso concretados con edificios en
lugares estratégicos, compensatorios de una ciudad que seguía creciendo
utilitaria.[48]
Consideraciones finales
La clave plástica del recuerdo aglutina a diversos ciudadanos ilustres
y a diferentes actividades y le sirve a Greca, por un lado, para exaltar la
figura del historiador Juan Álvarez mediante un ensalzamiento de su
trayectoria, pero también para exaltar en los intersticios del discurso la suya
propia[49],
como hombre de letras que conoce la ciudad, como intelectual que traduce esas
imágenes de la misma captadas y reconfiguradas.
Empero, sería incompleta la tentativa de explicación si no agregamos
que el espacio urbano, desde la perspectiva de su relevancia topográfica,
trasciende la referencialidad para constituirse en un dispositivo generador de
imágenes escriturarias que se construyen textualmente en función del carácter
relacional y vinculado de las prácticas que la ciudad impone. Como podemos
advertir en los fragmentos citados, Greca intentó retratar esta ciudad que no
duerme por su crecimiento económico, por sus actividades comerciales y por la
modificación sustancial de la dinámica social donde las condiciones de
producción y circulación de los bienes culturales estaban en franca
transformación. Bajo la mediación del ojo del viajero devenido orador, no es de
sorprender entonces que los sitios connotados, o bien los espacios transitados
y practicados, imprimirán saberes sobre el artefacto urbano que reactualizarán
y harán legibles a través de Significación
de Juan Álvarez en la cultura de Rosario, a Rosario en sus imágenes.
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Recepción: 13/08/2017
Evaluado: 21/10/2017
Versión Final: 10/11/2017
(*) Licenciada y Profesora en Letras (Universidad Nacional de Rosario). Doctoranda en Letras (Universidad Nacional de Cuyo). Becaria doctoral en el Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales (IDEHESI) Unidad Ejecutora en Red del Concejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. E-mail: mfantequera@hotmail.com
[1] ROSA, Nicolás; Relatos críticos, Santiago Arcos, Buenos Aires, 2006, p. 21.
[2] CARRIZO RUEDA, Sofía; Poética del relato de viajes, Edition Reichenberger, Kassel, 1997, p. X. En consonancia con estos planteos, Ottmar Ette denomina “literatura friccional” a este tipo textual donde están excluidos los límites entre lo documental y lo literario. Véase ETTE, Ottmar; Literatura en movimiento. Espacio y dinámica de una estructura transgresora de fronteras en Europa y América, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2008.
[3] ANTELO, Raúl; “El álbum de Sarmiento”. En: AAVV. Sarmiento. Diez fragmentos comentados. EUFYL, UBA. Buenos Aires, 2016.
[4] Greca discurre en su relato por algunos espacios de sociabilidad rosarinos como el Club Social, el restaurante “El Gianduia” y la confitería “Cifré”, famosa tanto por su mobiliario, su vajilla y la barra de madera tallada artesanalmente que funcionó hasta 1959. Estaba ubicada en el Palacio Fuentes, un edificio emblemático de la ciudad.
[5] GRECA, Alcides; Significación de Juan Álvarez en la cultura de Rosario, 1955, p. 1.
[6] Con la finalidad de establecer una breve semblanza de Juan Álvarez, podemos recoger que “formaba parte de la elite rosarina […] Lo vemos así actuando en todas las realizaciones e instituciones que la elite promovió, para los festejos del Centenario. De esta manera, fue secretario de la Intendencia de Rosario en 1910, propuso la creación de la Biblioteca Argentina, de la que se constituyó en el primer director, dirigió el censo municipal de 1910 y participó de la creación,… del hospital del Centenario. Más adelante, en 1911, fue delegado de la Bolsa de Comercio de Rosario en un Congreso nacional de la industria y el comercio… Su inserción en la elite también la verificamos en los espacios de sociabilidad de los que formaba parte, como el Jockey Club, y sociedades filantrópicas como la Liga Argentina de lucha contra la Tuberculosis, y la sociedad Pro Cultura al Ciego. Cabe resaltar que, entre las entidades de las que fue miembro, estuvo la filial de la Liga Patriótica” GLÜCK, M., “Juan Álvarez (1878-1954). Elementos para una biografía intelectual”, en: Estudios Sociales, UNL, Nº 36, primer semestre 2009. Disponible en: https://bibliotecavirtual.unl.edu.ar/ojs/index.php/EstudiosSociales/article/viewFile/2635/3771 [Consulta: 25/09/2017]. Asimismo, véase VIDELA, Oscar R.; “Historia de un consenso. Un recorrido por las miradas historiográficas sobre Juan Álvarez”, en: Andes, Universidad Nacional de Salta, Salta, 2012. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12726101007> [Consulta: 26 de junio de 2017] y DALLA CORTE, Gabriela y SONZOGNI, Elida (compiladoras); Intelectuales rosarinos entre dos siglos: Clemente, Serafín y Juan Álvarez: identidad local y esfera pública, Prohistoria, Rosario, 2000.
[7] GLÜCK, M., “Juan Álvarez (1878-1954). “Juan Alvarez. Elementos…, op. cit., p. 118.
[8] Ambos trabajaron en diferentes cátedras en la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la Universidad Nacional del Litoral. Recordemos que Greca ejerció la docencia junto a Rafael Bielsa en Derecho administrativo y con anterioridad, en la Facultad de Derecho en Derecho administrativo y Derecho Municipal.
[9] GLÜCK, M.; “Juan Álvarez (1878-1954). “Juan Alvarez. Elementos…”, op. cit., p. 118. Asimismo, sugerimos consultar: GLÜCK, Mario; La nación imaginada desde una ciudad: las ideas políticas de Juan Álvarez, 1898-1954, UNQ, Buenos Aires, 2015. VIDELA, Oscar R.; “Un historiador argentino en viaje. Juan Álvarez, entre el intelectual y el turista”, en: Nuevo Mundo Mundos Nuevos Disponible en: http://nuevomundo.revues.org/58458 [Consultado el 19 octubre de 2017] Como se analiza en este último artículo, Álvarez también era un viajero y un escritor de relatos de viajes.
[10] GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 8-9.
[11] GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 5.
[12] GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 5.
[13] VIDELA, Oscar; “Un historiador…”, op. cit..
[14] Ídem, p. 7.
[15] En un discurso pronunciado en representación del Honorable Consejo Superior de la UNL, al inaugurarse una placa recordatoria colocada en el vestíbulo de entrada de la sede central de dicha institución, en memoria del Dr. José Gálvez, Alcides Greca expone: “Permitidme, señores, que al respecto [la labor de José Gálvez en pos de la instrucción pública] traiga en este momento un recuerdo personal, no exento de emoción y de gratitud. Nacido en 1889, bajo el gobierno de Gálvez, tuve que aprender las primeras letras en lo que entonces era una lejana reducción indígena, la reducción de San Javier. Tuve la suerte de que me enseñaran severos, pero eficaces maestros españoles, que no mezquinando palmeta, supieron hacer hombres a los revoltosos hijos de los primeros pobladores de aquel pintoresco rincón norteño. Mis maestros Iglesias, Jardón y Martí Llassat pertenecían al grupo que Gálvez había contratado en España para que desparramaran la semilla del alfabeto en la semi desierta campaña santafesina”. Ver GRECA, Alcides; “Gálvez: arquetipo de gobernante”; en Universidad, Nº 6, UNL, Santa Fe, 1940, pp.130-131. Como se puede apreciar, este discurso de 1940, escrito al calor del recuerdo del maestro Gálvez y como texto a pedido de la institución de estudios superiores evidencia un rasgo también presente en otros discursos de Greca con motivos necrológicos o conmemorativos de algunas personalidades: siempre habla de su experiencia. José Manuel Estrada, Jorge Raúl Rodríguez, Juan Álvarez, José Gálvez, Ruy Barbosa son sólo algunos personajes que Alcides Greca describe con motivo de homenajes, aniversarios, obituarios o conmemoraciones: de uno u otro modo, en todos los casos referidos termina esbozando una semblanza del personaje y de un modo directo u obliterado, una semblanza propia, en clave autobiográfica.
[16] Cicutti utiliza la denominación “construcciones míticas”. Ver CICUTTI, Bibiana. Registros urbanos de una modernidad periférica. Representaciones y transformaciones materiales en el frente costero de Rosario entre 1920 y 1940, Nobuko, Buenos Aires, 2007, p. 17.
[17] Véase ARFUCH,
Leonor; Memoria y autobiografía.
Exploraciones en los límites, FCE, Buenos Aires, 2012; ARFUCH, Leonor;
“(Auto)biografía, memoria e historia”; en Clepsidra.
Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, Nº 1; marzo 2014, pp.
68-81.
Otro eje interesante para un ulterior análisis es la construcción de la figura de escritor presente en el relato. Por ejemplo en la ocasión que estamos analizando aprovecha para hablar de sí mismo de manera directa: “No me place abusar de mis ocasionales auditorios con peroratas adocenadas o lucubraciones soporíferas, plagadas de elogios no sentidos y de citas rebuscadas. No sirvo platos fríos, adquiridos en la rotiserie de la esquina. Bueno o malo, guiso con salsas de mi invención”. GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 1.
[18] ETTE, Ottmar; “Los caminos del deseo”, en: Humboldt, Nº 141, año 46, Goethe Institut, Berlín, 2004.
[19] Cfr. FLUSSER, Vilém; Para una filosofía de la fotografía, La Marca editora, Buenos Aires, 2014, p. 14.
[20] GORELIK, Adrián; Miradas sobre Buenos Aires, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p. 262.
[21] Para mayor información, sugerimos consultar los trabajos detallados a continuación: ANTEQUERA, María Florencia; “La mirada performativa y la construcción de la visualidad en el relato de viajes La torre de los ingleses (1929) de Alcides Greca”; en Cuadernos del CILHA, Universidad Nacional de Cuyo, Nº 1, Vol. 18; 2017; ANTEQUERA, María Florencia. El relato de viajes en la obra de Alcides Greca como formación de una subjetividad moderna en el campo intelectual argentino. Tesis de Doctorado en Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2017; ANTEQUERA, María Florencia. Las claves plásticas del recuerdo en La torre de los ingleses de Alcides Greca. Tesis de Licenciatura en Letras. Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2014; ANTEQUERA, María Florencia; “Las claves plásticas del recuerdo en La torre de los ingleses de Alcides Greca”; en Historia Regional; Nº 28; 2010.
[22] ROMERO, José Luis; La ciudad occidental, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, p. 105.
[23] AUGÉ, Marc; El viaje imposible. El turismo y sus imágenes, Gedisa, Barcelona, 1998, p. 110. (1ed. francés 1977)
[24] Muchos son los textos que han transitado estas claves. Por citar solo dos pueden verse: FALCÓN, Ricardo y STANLEY, Myriam (Compiladores); La Historia de Rosario. Tomo I Economía y sociedad, Homo Sapiens, Rosario, 2001; en línea de establecer relaciones entre la situación geopolítica de Rosario (puerto, inmigración, economía agroexportadora): DE MARCO, Miguel; La batalla por el puerto de Rosario, Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1999.
[25] VIDELA, Oscar R.: “Ambiente urbano e idea de la ciudad. Las imágenes de los viajeros en Rosario a mediados del siglo XIX”, Papeles de Trabajo CESOR, Nº1, año 2, FHumyA, UNR, Rosario, 1997, p. 2. También: MARTÍN, María Pía y MÚGICA, María Luisa; “La sociedad rosarina en el siglo XX: cambio, vida cotidiana y prácticas sociales”. En FALCÓN, Ricardo y STANLEY, Myriam (Compiladores); La Historia de Rosario. Tomo I Economía y sociedad, Homo Sapiens, Rosario, 2001.
[26] MÚGICA, María Luisa, “Presencias y ausencias: Rosario, historia y nuevos libros”; en Polhis, Nº8; segundo semestre 2011, p. 280. Disponible en: http://archivo.polhis.com.ar/datos/polhis8_MUGICA.pdf [Consulta: 01/09/17]
[27] Véase: SARLO, Beatriz; Una modernidad periférica. Buenos Aires 1920-1930, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988; WILLIAMS, Raymond; Marxismo y literatura, Las cuarenta, Buenos Aires, 2009 [1º ed. Ing. 1977]; GARCÍA CANCLINI, Néstor; Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Grijalbo, Méjico, 1990.
[28] Ídem, p. 111.
[29] GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., 14. Para calibrar los debates historiográficos en torno a la fundación de Rosario, véase: FRUTOS DE PRIETO, Marta; La polémica fundación de Rosario, su historiografía: ensayo crítico, Ross, Rosario, 1985.
[30] Cfr. FERNÁNDEZ, Sandra; “Poder local y virtud. Legitimación burguesa en el espacio local. Rosario –Argentina- en las primeras décadas del siglo XX”. En: GARCÍA JORDÁN, Pilar (Compiladora) Estado, región y poder local en América Latina, siglos XIX-XX: algunas miradas sobre el estado, el poder y la participación política, Edicions Universitat Barcelona, Barcelona, 2007, p. 229.
[31] GLÜCK, Mario; “Entrevista”, UNQ, 14 de mayo de 2015. Disponible en http://editorial.blog.unq.edu.ar/2015/05/14/juan-alvarez-veia-a-rosario-como-el-ejemplo-exitoso-del-proyecto-alberdiano-de-pais/ [Consulta: 2/10/2017]
[32] Nos referimos a los valiosos trabajos de VIDELA, Oscar; “Historia de un consenso. Un recorrido por las miradas historiográficas sobre Juan Álvarez”, en: Andes, Salta; 2012, pp. 177 - 211; MONTINI, Pablo; “La ciudad del puerto petrificado”. En AAVV La batalla por la identidad, EMR, Rosario, 2014; MÚGICA, María Luisa; “Presencias y ausencias…, op. cit.; MICHELETTI, María Gabriela; Historiadores e historias escritas en entresiglos. Sociabilidades y representaciones del pasado santafesino, 1881-1907, Lumiere, Buenos Aires, 2013; FERNÁNDEZ, Sandra y VIDELA, Oscar (Compiladores) Ciudad oblicua. Aproximaciones a temas e intérpretes de la entreguerra rosarina; Quinta Pata & Camino Ediciones, Rosario, 2008.
[33] MICHELETTI, María Gabriela; Historiadores…, op. cit., p. 223. Esta idea de una “ciudad autoconstruida” implica que “Rosario sería el producto de su propio esfuerzo, y no el resultado de una fundación o de una acción política determinada. Ésta sería la nota local distintiva, un componente básico de su identidad urbana, opuesta a la de ciudades fundadas oficialmente y en cierto modo privilegiadas de un modo artificial, como Santa Fe y Buenos Aires. Rosario, por el contrario, no le debía nada a nadie, y en este desarrollo autogestionado fincaría su orgullo mayor.” SÁNCHEZ, Santiago; “Los relatos fundacionales de la ciudad de Rosario, Argentina”; en Tinkuy, Nº 20, 2013, p. 119. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4736629.pdf [Consulta: 21/10/2017].
[34] MÚGICA, María Luisa; “Presencias y ausencias…, op. cit., pp. 280-281.
[35] GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 3-4.
[36] Con respecto a los personajes citados, sin ánimo de ser exhaustivos repasamos sólo algunos: están presentes el artista plástico rosarino Augusto Schiavoni (1893-1942), contemporáneo de los Guido; Fornells, pintor catalán radicado en Rosario (1882-1961), quien proyectó el plan de estudios y dirigió la Esc. Municipal de artes Manuel Musto. También formó a los pintores Raúl Domínguez y a Antonio Berni. De igual forma, está presente en el relato la pintora y poetisa Emilia Bertolé, amiga de Alfredo Guido, Alfonsina Storni y de Horacio Quiroga. Emilia Bertolé es una figura realmente interesante para analizar. Nacida en El Trébol (1896-1949) hija de inmigrantes italianos, vivió en Rosario su infancia y adolescencia. Realizó estudios de pintura con Mateo Casella, sus compañeros fueron Alfredo Guido, Augusto Schiavoni y César Caggiano. Se destacó como retratista desde sus inicios. En 1916, se radica en Buenos Aires Resulta de gran valía el estudio crítico de Nora Avaro que antecede la obra poética y pictórica. Ver AVARO, Nora; Emilia Bertolé. Obras poética y pictórica, EMR, Rosario, 2006. Por otra parte, Greca destaca algunas personalidades notables: un conjunto de médicos cirujanos (con Artemio Zeno a la cabeza) y el coleccionista Juan B Castagnino. Este último “era el más importante promotor de la institucionalización del campo artístico rosarino” fundador del museo homónimo. Según Montini: “Con sólo 23 años había iniciado una colección de arte europeoantiguo que con el correr de los años, mediante prácticas profesionales inéditas, llegó a constituirse en una de las más prestigiosas de la Argentina. También, desde la década de 1910, lideró la firme intervención en el campo cultural de algunos miembros de la burguesía local en la formación de colecciones, la organización de un salón anual, la creación de la Comisión Municipal de Bellas Artes y la fundación de un museo para la ciudad. A partir allí, comprendió la necesidad de respaldar al arte argentino mediante constantes adquisiciones y ayudas económicas para la formación de los artistas rosarinos” Ver MONTINI, Pablo; “Por qué Juan B. Castagnino?, Guía de visita Castagnino+Macro, Nº 30, 2017, p. 10. Disponible en https://castagninomacro.org/uploadsarchivos/2017.gv.abr_may.pdf2017: 10) [Consulta: 22/10/17]
[37] MÚGICA, María Luisa; “Desenvueltas damas de las noches báquicas”. En AAVV La batalla por la identidad, EMR, Rosario, 2014.
[38] AUGÉ, Marc; El viaje…, op. cit., p.39.
[39] GRECA, Alcides; Una nueva capital para la República Argentina, Ciencia, Rosario, 1950, p. 45.
[40] Cfr. FALCÓN, Ricardo; La Barcelona argentina. Migrantes, obreros y militantes en Rosario (1870 –1912), Laborde, Rosario, 2005.
[41] Cfr. MÚGICA, María Luisa; “Presencias y ausencias…”, op. cit., p. 283.
[42] FERNÁNDEZ, Sandra; “La negación del ocio. El negocio cultural en la ciudad de Rosario a través de la asociación El Círculo (1912-1920)”, en: Andes, Nº 14, Universidad Nacional de Salta, Salta, 2003, pp. 236-237. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701409 [Consulta: 05/06/17]
[43] Ídem, p. 237.
[44] Ver ANTEQUERA, María Florencia; “Alcides Greca, viajero. Apuntes sobre el diálogo entre La torre de los ingleses (1929) y materiales pertenecientes a su archivo privado”; en Anuario del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti, 2017 (en prensa)
[45] MAÍZ, Claudio y FERNÁNDEZ BRAVO, Álvaro (Editores); Episodios en la formación de redes culturales en América Latina, Prometeo, Buenos Aires, 2009, p. 14.
[46] CICUTTI, Bibiana; Registros urbanos…, op. cit., p. 138.
[47] GRECA, Alcides; Significación…, p.5.
[48] Cfr. GARROFÉ, Miguel; “Santiago Rusiñol, un viajero del 900”. En CICUTTI, Bibiana (Compiladora) Conocimiento del territorio y cartografía urbana. Reflexiones sobre el mapa como producto cultural, Buenos Aires: A&P Nobuko, 2008, p. 103.
[49] Dice Greca: “No me place abusar de mis ocasionales auditorios con peroratas adocenadas o lucubraciones soporíferas, plagadas de elogios no sentidos y de citas rebuscadas. No sirvo platos fríos, adquiridos en la rotiserie de la esquina. Bueno o malo, guiso con salsas de mi invención”. GRECA, Alcides; Significación…, op. cit., p. 1.