El partido en su laberinto.
La Federación Socialista Tucumana. 1931-1937
María Ullivarri(*)
Introducción
En 1932 el Partido Socialista (PS) se definía a sí
mismo como una organización “armada de un conjunto de claras ideas generales y
de propósitos de acción siempre confesables y siempre públicos [que] en su
permanente e inquebrantable empeño en construir, en edificar, en consolidar en
la República nuevas instituciones y adaptar las existentes a las exigencias del
progreso universal […] ha debido ser con preferencia una fuerza de educación y
colaboración […] fuerza obrera y popular, armada del sufragio universal.”[1] Con ese preámbulo se
puntualizaba un tipo de acción política, de corrección escénica y una dinámica
de participación que arraigaba en la historia y en las tradiciones del partido.
Muchos de sus afiliados pensaban al PS como una organización llamada a ser una
“escuela de cultura y civismo” en medio del oscurecido pantano de la política
criolla.[2] Para ello contaba con un
programa y una base teórica y doctrinaria desarrollada por Juan B. Justo, quien
había sido líder del partido hasta su muerte en 1928.[3] Hasta allí, su horizonte
principal había sido la obtención de reformas en el Parlamento que mejoraran
las condiciones de vida de los trabajadores.[4] Sin embargo, la crisis
económica de 1929 y el golpe de estado de 1930 cambiaron rotundamente las bases
políticas y económicas sobre las que se asentaban su doctrina y su práctica, y
el partido debió confrontar sus ideas con un escenario radicalmente distinto.
Esta nueva configuración política y económica del
país estuvo poblada de variantes regionales, de manera que los nuevos debates
abiertos al interior de un partido nacional pueden ser mirados también en clave
local.[5] Es entonces allí donde nos
interesa insertar nuestro trabajo, que pretende hilvanar un ejemplo provincial,
la Federación Socialista Tucumana (FST), a la sinuosa trayectoria del Partido
Socialista durante los primeros años de la década del 30.[6]
Dicen Hernán Camarero y Carlos Herrera que tal vez
la mejor manera de dar cuenta de complejidad del PS, es a través de sus
conflictos internos y sus tensiones permanentes.[7] En ese sentido, la
dinámica de un grupo donde se cruzaban relaciones personales, ideología,
política y evaluaciones disímiles sobre lo que se debía, se podía o se tenía
que hacer; resulta inteligible en la medida en que se valoran los recursos, las
coerciones y las posibilidades que éste tenía para actuar en su contexto
específico y particular. Para ello considero fundamental acotar la mirada sobre
sus prácticas y pensarlos en las situaciones cotidianas más tangibles con las
que tenían que lidiar. Una Federación local del Partido Socialista era parte de
una estructura nacional disciplinada y orgánica, con un programa, una bandera,
una ideología y una doctrina. Pero, a la vez era un grupo heterogéneo de
personas que enfrentaba realidades complejas, muchas veces muy distantes de las
presentes en Buenos Aires; quienes tenían que pivotear entre el día a día de su
militancia y un conjunto de lineamientos muchas veces distantes de sus posibilidades
o necesidades. En este conjunto de dificultades y tensiones se insertan también
aquellas que, como en todo grupo de personas, tienen su origen en diferencias
de criterio, tanto ideológicas, como políticas.
De esta forma, los enfrentamientos internos
locales (las disputas y las luchas por el control de la Federación, los
enfrentamientos personales, las claudicaciones, las concesiones, las
negociaciones, los desacuerdos ideológicos y tácticos), como así también las
tensiones existentes entre la realidad tucumana y la imposición de la
conducción nacional (las conciliaciones y los enfrentamientos con la dirección
y las dificultades para coincidir en muchos términos, especialmente cuando la
negociación política local difería de la nacional) fueron parte del paisaje que
moldeó la experiencia del socialismo tucumano en los primeros años treinta.
En este trabajo intentaremos reconstruir esas
tensiones y dinámicas, y para ello nos centraremos en las dificultades de la
acción política socialista a partir de las elecciones de 1931, intentando hilar
desde allí el surgimiento de la disidencia interna que luego romperá
definitivamente con el partido. Por otro lado, queremos dejar planteadas
algunas líneas que se intentaran dar cuenta de cuáles fueron las dificultades
de un “partido nacional” en un contexto provincial y los debates ideológicos y
políticos que dieron forma al conflicto entre “izquierdistas” y “moderados”.
El marco temporal escogido puede dividirse en tres
etapas. Un primer momento, con representación en las cámaras y una acción
concentrada en proyectos legislativos. Un segundo momento, de retraimiento y
vuelta a sus prácticas políticas tradicionales centradas en los mítines
públicos, y un último momento de intensa actividad política nucleada en torno a
comités políticos de clave antifascista y en los intentos de construcción del
Frente Popular, que concluyó con la ruptura en 1937.
El
Socialismo en su laberinto. La acción legislativa
A principios de los años 30, la Federación
Socialista Tucumana, según cálculos de la prensa, contaba en con
aproximadamente 250 afiliados en toda la provincia, y éstos eran, en su
mayoría, trabajadores y pequeños comerciantes.[8] Durante esos primeros
años, el Partido Socialista tuvo una etapa de considerable crecimiento
electoral, debido en gran parte, a la abstención del radicalismo. Esto le
permitió al socialismo tucumano acceder, por primera vez en su historia, a tres
bancas legislativas.[9]
No obstante, en una provincia donde su principal
fuente de riquezas era una industria protegida como la azucarera, su travesía
política no empezó con buenos vientos. Los dirigentes locales tuvieron que
salir a matizar y suavizar las declaraciones que sobre política librecambista,
expresaban sus principales figuras.[10] De esta forma, cuando
Nicolás Repetto declaró que las peores empresas se habían aprovechado del
proteccionismo, a los socialistas locales las cosas comenzaron a
complejizárseles.[11]
Asimismo, unos días antes de las elecciones, La Gaceta reprodujo un
reportaje, que el diario El Mundo había realizado a Américo Ghioldi,
bajo el título de “Campanada de alerta”. En él, el miembro de comité de prensa
señalaba que “Más patria se hace
fomentando el consumo del azúcar barato que imponiendo un impuesto de 25
centavos por kilogramo de azúcar, so pretexto de estimular el orgullo
nacionalista de los consumidores, obligados así a consumir azúcar caro....pero
del país."[12]
Estas
palabras hubieran pasado sin pena ni gloria en otro contexto. No obstante, en
la medida en que se auguraban importantes resultados electorales para el PS,
las voces de alarma se hicieron escuchar. Al día siguiente, el candidato a
gobernador Mario Bravo, tuvo que salir a poner paños fríos sobre la situación
declarando que:
“Yo sé que se nos ha presentado por nuestros enemigos como que estuviéramos dispuestos a demoler las fábricas y a incendiar los cañaverales, señalándosenos como "librecambistas" enemigos de la industria. No me detendré a contestar a los imbéciles o a los maliciosos. Sería absurdo que oculte que el socialismo tiende a implantar en el mundo corrientes libres de comercio, a abolir las trabas aduaneras como remedio fiscal o de protección industrial. Pero no somos ciegos ni sordos. Nos colocaríamos fuera de la realidad social y gestaríamos las peores catástrofes económicas, si pretendiéramos aplicar con rigor y simplismo los principios escuetos del librecambio, a una industria que vive un régimen especial de protección y que es, en el comercio del mundo, una industria internacionalizada. […] Debe saberse que jamás hemos propuesto la abolición de los derechos de aduana sobre el azúcar con el mismo carácter de simple e inmediata abolición que hemos propuesto para otros artículos de consumo que se producen en el país.”[13]
Sin
embargo, más allá de las dificultades que una industria como la azucarera –y lo
que ella significaba en términos de desarrollo regional- introducía en la clave
doctrinaria del partido; esa no fue la única turbulencia de la Federación debió
enfrentar. La
obtención de seis electores forzó al partido a desempatar una compleja elección
a gobernador. Los contendientes en la disputa gubernativa eran el Partido
Demócrata Nacional (PDN) y el Partido Defensa Provincial Bandera Blanca (BB),
ambos de extracción conservadora.[14]
Los socialistas gustaban verse a sí mismos como la más alta expresión política de una forma de
progreso social y cultural.[15] Esta posición y las alternativas
posibles a partir de allí, no obstante, comenzaron a envolver al partido en una
seguidilla de rumores políticos y acusaciones que atentaban contra lo que
muchos de sus militantes consideraban imprescindible: su credibilidad.[16]
Lo cierto
es que para el socialismo, inclinar la balanza a favor de cualquiera de los
candidatos que aspiraban a gobernar la provincia, era “una situación molesta”,
porque “los dos partidos que se disputan la gobernación [….] inspiran muy poca
confianza como para creer que una vez en el poder puedan defender y afianzar
los intereses del pueblo."[17] No obstante, y a pesar de
que existían posturas divergentes respecto a qué hacer en el Colegio Electoral,
los socialistas, deseosos de “volver a la normalidad” y apegados a las
directivas del Congreso de 1921 y a la Constitución Provincial, votaron por Juan Luís Nougués, del partido Bandera
Blanca.[18] El voto se justificó en el:
“[…] anhelo público de terminar de una vez con esta situación anormal que estamos viviendo para retornar a la normalidad institucional, con el fin de que un gobierno amparado en la ley y controlado por los demás poderes pueda acrecentar las actividades vitales y el trabajo en beneficio de la clase obrera que elabora el bienestar social.”[19]
Este
punto de partida se instaló como un factor disruptivo. La “coincidencia” entre
el socialismo y el oficialismo, que reconoció su origen en el voto de esos seis
electores, continuó durante varios meses y generó críticas externas pero,
fundamentalmente, profundizó las quejas internas.
Por
otro lado, el discurso justificador que enarbolaba el trabajo a favor de la
clase obrera, fue puesto en locución dos días después de una violenta huelga
general, que fue duramente criticada por los legisladores socialistas electos,
convertidos, gracias a su novedosa visibilidad pública, en voceros del partido.[20] Estos instaron a los
sindicatos a repudiar las “acciones vandálicas” ya que los presentaban “ante
las demás provincias y el mundo entero como una tribu de salvajes.”[21]
La
reacción frente a la huelga puso en juego todo el conjunto de representaciones
que los socialistas más tradicionales tenían respecto a los trabajadores. Las
“salvajadas cometidas” los mostraban como “incultos e irresponsables.” Mientras
que ellos rescataban la educación y el civismo “para que sean conscientes de
sus derechos y respetuosos de sus deberes.”[22]
Por otro lado, este repudio también apuntaba a desprestigiar a los anarquistas
–y a los comunistas- a quienes el socialismo veía como los responsables de
provocar las acciones represivas contra el movimiento obrero.
El
PS se había constituido como partido de “control y de orden” y lejos estaba de
avalar el “agravio” que este tipo de acciones le generaban a los sindicatos.
Entendiendo que estos últimos eran la garantía de la educación de los
trabajadores en sus derechos y deberes, y lo eran también de una acción
pacífica y ordenada que no desnaturalice la clave de la demanda.[23] Afianzados en un discurso
de tono pedagógico, los legisladores socialistas hablaban a los trabajadores
como maestros de experiencia. Una vez asumidas las bancas y frente a la novedad
que significaba su participación política, el socialismo decidió correrse del
lugar de representante callejero de obreros y trabajadores, para concentrar su
acción a favor de éstos en la Legislatura Provincial.[24] Pero allí se encontraron
en el medio de una encarnizada disputa política entre Bandera Blanca y los
demócratas.
En
un principio, esa dinámica de conflicto se vislumbró como un espacio de
maniobras, el cual los socialistas pensaron aprovechar para negociar, demandar
y presentar algunas leyes. Estos cálculos, no obstante, resultaron erróneos ya
que los legisladores socialistas no lograron que ninguno de sus proyectos sea
aprobado.[25] Sin embargo, vivieron como
un triunfo la reglamentación de la Ley de la Silla y la de Sábado
Inglés, aunque ambos proyectos fueron presentados por Bandera Blanca. De
esta forma, tras fracasar con aspiraciones propias, la colaboración con el
oficialismo se constituyó en la instancia más concreta de acción legislativa,
en la medida en que algunos proyectos de BB se asemejaban “a grandes rasgos, al
programa mínimo del partido.”[26]
Un
sector del partido consideraba que apoyando “no al gobierno, ni a determinados
candidatos, sino a la acción social de aquel,” podrían obtener el rédito
político y los beneficios y leyes sociales que no lograban acordar por sí
mismos.[27] No obstante, hacia fuera,
la impresión no era la misma y este eje de acción no era bien visto por un
sector de los afiliados.
No
obstante, como los rumores continuaban y para evitar especulaciones sobre las
supuestas “coincidencias” con el gobierno de Nougués, los legisladores
presentaron pedidos de interpelación al gobernador por los asuntos de las
“Cesantías en masa” y la “Masacre de Concepción”, al mismo tiempo que
rechazaron el proyecto de emisión de bonos.[28]
Si bien esto último fue aplaudido por la conducción nacional, ya que la
principal víctima de esta "especie de defraudación" era siempre la
clase trabajadora, no corrieron a misma suerte las interpelaciones.[29] Luego de que los
legisladores fueran “apedreados” por grupos partidarios del gobernador, los
proyectos fueron frenados por el diputado socialista Enrique Dickmann. Pero,
además, algo también tuvo que ver el miedo de los legisladores a “ser
masacrados”, como declaró Fornes tiempo después.[30]
El
ambiente político estaba plagado de virulencia y la crisis financiera de la
provincia agitaba aún más las pasiones.[31] En ese ambiente
convulsionado, el diputado nacional aconsejó tranquilizar las aguas, suspender
los reclamos y no meterse en cuestiones de “política menuda”. Les recomendó
dedicarse sólo a asuntos sociales, manteniendo el equilibrio entre ambos bandos
legislativos para lograr que sus leyes sean aprobadas.[32]
La recomendación se fundaba en la defensa del ámbito legislativo parlamentario
para el despliegue de la actividad política, que se había convertido en el eje
del Partido y del Comité Ejecutivo (CE). Por lo tanto, se debía evitar
cualquier intento del poder y del gobierno de interrumpir el proceso de
reformas y democratización y evitar la intervención federal que los demócratas
de la provincia venían solicitando al gobierno nacional.[33]
No
obstante, para muchos miembros del partido, esas directivas estaban teñidas de
sospechas de complacencia respecto al gobierno, y eran parte de una postura
“reformista” y “gradualista” que comenzaba a incomodarlos. Luego de que la
Junta acatara la orden del diputado nacional y se suspendieron los intentos de
pedir explicaciones a Nougués, estos afiliados comenzaron a plantear más
firmemente sus quejas y a destacar también las dificultades de aplicar, en
ámbitos locales, los mandatos del Comité Ejecutivo.
En
las columnas políticas de los diarios locales comenzaron a reflejarse los
desacuerdos internos. La Gaceta comentaba que:
“Los socialistas legisladores -la mayoría por lo menos- están con las "directivas de Dickmann", pero la minoría y algunos juntistas y muchos afiliados piensas que los tiempos han cambiado y que el ambiente es distinto. En Buenos Aires el grupo parlamentario socialista puede tener sus razones para estar en contra de los Demócratas Nacionales. Pero aquí la cuestión es distinta. Estar con el oficialismo en Tucumán equivale a estar con los Demócratas Nacionales en el orden nacional.”[34]
Las
directivas de Dickmann no hicieron más que cerrarle el único canal de acción
que todavía podía mantener al socialismo: un lugar de oposición decente.
Fuertemente concentrado en el eje legislativo que, no obstante, no daba los
frutos esperados; acosado por las divergencias internas y frenado por las
directivas nacionales, el partido, en su laberinto, no encontraba expresiones
para canalizar su acción.
Y
mucho más difícil le resultaba en el estado de efervescencia y violencia
política en el que se encontraba Tucumán donde los manejos del gobernador y las
trabas de los demócratas, no hacían más que profundizar el malestar. Solari, en
una visita a la provincia resaltó parte de este paisaje a través de los
problemas que existían en la Legislatura donde:
“No pocos asistentes a la barra se empeñan en gritar más que los diputados y no solo conservan puesto su sombrero sino que aplican apodos a los legisladores y toman a risa las débiles observaciones de la presidencia. Es, según se nos dijo, el mal ejemplo de las barras regimentadas que el oficialismo enviara al iniciarse el período y que ahora se ha generalizado." [35]
En
este marco, los socialistas fueron “atacados a naranjazos” por negarse a
cooperar en el proyecto de emisión de bonos y tiempo después se “secuestró” a
los diputados Lobo –uno de ellos socialista- la noche en la que se votaba un
impuesto al azúcar.[36]
El
socialismo apoyó el impuesto, pero su margen de acción se acotaba en la medida
en que le resultaba difícil desprenderse de su rol de “colaborador del
oficialismo.” La prensa comenzó a destacar que “el Poder Ejecutivo consultaba sus proyectos a los legisladores
socialistas, por un lado, mientras que por el otro encarcela a uno de sus
miembros, sin que partido haya sido capaz de asumir la actitud que
correspondía.”[37]
Lo
socialistas quedaron presos de los “vicios de la política criolla” y
confundieron su lugar en la contienda, convencidos de que apoyar a Bandera
Blanca no significaba una “definición política”,[38] como no lo había sido
tampoco apoyar los proyectos del PE que se asemejaban a los propios.
Las
causas de la situación laberíntica en la que se encontraba el socialismo tienen
diversas raíces. Entre ellas, la inexperiencia de un grupo de legisladores para
manejarse en las turbias aguas de la política local; las dificultades de la
Junta Ejecutiva para sostener una política única y concordante con sus
principios, y la debilidad de un partido que había sido cortejado y luego
abandonado por los grandes bloques políticos de la provincia. Al respecto, se
lamentaba el dirigente Emilio López, con cierta resignación: “Ha sido una
desgracia, sin duda, para el Partido Socialista, la circunstancia de que
estuviera colocado en situación de árbitro de la situación política provincial,
pues de otra manera hubiéramos estado más lejos de los chanchullos que se han
amasado en el campo político local.”[39] El PS, en definitiva,
entró al juego creyendo que sabía las reglas, una vez adentro, no supo cómo
jugar porque nadie seguía el reglamento.
La
situación de tensión interna y externa del partido detonó con las elecciones
para la mesa directiva de la Legislatura. Existían al interior de la Federación
varias opiniones. Algunos todavía pensaban votar al candidato de Bandera
Blanca, mientras que, los “neutralizantes”, donde estaban también los sectores
juveniles, sostenían que debían “abrirse” y no votar por ninguno de los
candidatos de los sectores mayoritarios. Finalmente, los
"evolucionistas", pensaban que el bloque estaba en la obligación de
reaccionar.[40]
“No es posible seguir dando al pueblo y en especial a la masa de afiliados y
simpatizantes, la sensación de un incondicionalismo sin restricciones.”[41] Para este grupo, el arresto
de legisladores era una afrenta y debían “dar una lección" votando
una mesa directiva opositora, es decir, a los demócratas.
Mientras
el PS debatía estas cuestiones, y triunfaba la tesis “colaboracionista”, el
gobierno profundizó sus acciones represivas, encarcelando a varios dirigentes
–obreros, estudiantiles y agrarios-, y deportando a algunos trabajadores. La
Junta Ejecutiva decidió repudiar estos actos mediante un comunicado.[42] Sin embargo, frente a las
detenciones, los miembros socialistas de la Legislatura sólo presentaron
algunos amparos y, argumentando que los presos eran, en su mayoría, anarquistas
y comunistas, se negaron a visitar la cárcel.
En
este escenario, las críticas de los disconformes adquirieron nuevos bríos y el
debate por la presidencia de la Legislatura tomó otro rumbo. El afiliado
Mansolillo, señaló: “Hay una lucha de clases y en esta situación, cuando el
gobierno trata de de entorpecer nuestra labor y de perseguir las organizaciones
obreras, no debemos contemplar ninguna situación de colaboracionismo."[43] No obstante, prosiguió su
discurso afirmando que tampoco debían apoyar a los demócratas, a quienes vinculaban
con fascismo. El mismo afiliado destacó, al referirse a esta amenaza, que:
“Sólo la obra
demagógica de este gobierno la detiene en Tucumán. Pero el fascismo ya viene
del sud donde ya circulan por las calles y plazas los "camisas
pardas" […] creo que no debemos apoyar a este gobierno que persigue a
obreros y estudiantes y clausura bibliotecas y locales de los trabajadores
honestos y estudiosos, pero tampoco podemos consentir el advenimiento del
fascismo.”[44]
En
este contexto, el “colaboracionismo” dio paso a la tesis “neutralizante”. En
ese sentido, la Junta ordenó no votar por ninguno de los partidos en las
elecciones para la Mesa Directiva de la Legislatura.
Esta
actitud fue considerada por el periodismo como “una reacción oportuna de
las autoridades en contra del colaboracionismo” y que fue impuesta gracias “a
la acción tesonera del grupo vanguardista que viene propiciando una política
socialista más resuelta y sobre todo, más en armonía con los dogmas del partido
y con las inquietudes de la juventud socialista actual.”[45]
Sin
embargo, en la práctica, las cosas dieron un giro inesperado. En la Cámara de
Senadores y contra lo acordado, César Asís votó por el candidato de Bandera
Blanca.[46] En la Cámara de
Diputados, Francisco Fornes votó –como estaba arreglado- por su compañero
Eugenio Lobo declarando que si bien habían apoyado al oficialismo porque
“estaban bajo la presión popular, ebria de nouguesismo y porque esta tendencia
se había manifestado francamente obrerista […] el Gobierno ha perdido
toda nuestra confianza y ha perdido toda la buena voluntad que hemos tenido
para colaborar con él en bien de la Provincia.”[47]
Sin embargo, cuando le tocó el turno a Eugenio Lobo, éste esgrimió que:
“Sufrir una dictadura es simplemente una desgracia; merecerla es ya una abyección. Como yo no deseo sufrir y mucho menos merecer una dictadura presidencial en la Cámara de Diputados, a cuya erección contribuiría neutralizando mi voto que en este caso es decisivo, voto por el señor diputado Santamarina.”[48]
El
voto a favor del candidato demócrata fue la estocada final a la acción
legislativa socialista. En medio de gritos, aplausos y discusiones, los
oficialistas se retiraron del recinto y la policía impidió el acceso de los
demócratas que esperaban afuera. Se escucharon disparos en los pasillos y se
produjo un tremendo desorden. Los sucesos posteriores a la “batahola en el
recinto” hundieron a la provincia en el caos político. Al día siguiente la
policía conminó a tres diputados demócratas a presentarse para dar quórum y
elegir presidente. Mientras, el resto de los miembros del PDN, junto con los
hermanos Lobo, montaron una Cámara de Diputados paralela eligiendo a
Santamarina como presidente.[49]
La
elección de autoridades en la Legislatura demostró que a pesar de legitimarse
como un partido disciplinado, la Junta no tenía control sobre sus legisladores,
quienes habían votado desoyendo el mandato partidario.
Ante
estos acontecimientos, la agitación de los afiliados se profundizó. Los centros
más radicalizados, cansados de los desaires legislativos, comenzaron a exigir
la expulsión sumarísima de todos los legisladores, a través del “voto general”.
Otros centros pedían un congreso extraordinario donde Lobo, Asís y Fornes
puedan defenderse. Esta última alternativa fue la sugerida por la dirigencia
nacional, quien condenó los hechos de la Legislatura, pero hizo saber su
desacuerdo con la idea del voto general.[50]
La
situación finalmente se intentó resolver en un congreso extraordinario. Sin
embargo, aunque la Junta no reconoció las disidencias y se encargó de aclarar
que sólo “se ajustarían tornillos flojos”, el congreso sirvió para que el
sector “izquierdista” emergiera como una alternativa válida a la desprestigiada
conducción partidaria ya que allí, además de la conducta de los legisladores,
la posición de clase del PS y su desvinculación con el mundo obrero fueron los
ejes centrales.[51]
Este
congreso y sus discusiones internas fueron un punto de quiebre en la política
socialista local. La abrumadora visibilidad, las acusaciones de “obsecuencia”,
las claras faltas al estatuto, los arreglos personales y negocios privados, las
miserias, las disputas personales, toda la vida interna del partido y la de sus
representantes, se ventiló en esos días. Después de esta catarsis, la
Federación comenzó lentamente a volver a sus prácticas más tradicionales,
organizando mítines y conferencias, como siempre lo había hecho en la
provincia.
Las
desavenencias entre la Junta, los legisladores y el Comité Ejecutivo
continuaron unos meses más. Este último, se esforzaba por dar cuenta de la
situación anormal de la Legislatura, mientras los legisladores Asís y Fornes
–Lobo había sido expulsado- explicaban, coincidiendo con los diagnósticos
oficialistas, que “en Tucumán no hay tal conflicto institucional.”[52] Sin embargo, el PS no se
presentó a las elecciones siguientes y las especulaciones políticas de la
prensa, estimaban que ésta era una “definición clara” del partido respecto a la
existencia de una situación política anormal.[53] Desde Buenos Aires, La
Vanguardia señalaba que "el conflicto político tucumano no se
caracteriza ni por su limpieza ni por la integridad moral de sus actores"
y con ello, también daba cuenta de la propia participación socialista en la
reyerta.[54]
Del comité
al Frente Popular.
La vuelta a
las prácticas tradicionales
A
principios de 1934, el PS se quedó sin representación legislativa y pocos meses
después, la provincia fue intervenida.[55] Al perder su lugar de
acción parlamentaria, la relación del partido con los trabajadores volvió a ser
el eje central de su actividad.[56] El repliegue del
socialismo de los lugares de visibilidad política, le permitió concentrarse en
mítines y campañas, a la par de volver a buscar espacios de acción al interior
del sector sindical. En este sentido, la FST se abocó a la presentación de
notas y proyectos, a colaborar en la organización gremial de algunos
trabajadores y comenzó una campaña para lograr la afiliación de los sindicatos
locales a la, recientemente organizada, Federación Provincial de Trabajadores.
Por
otro lado, volvió a formar parte de comités populares “antifascistas” y “pro
ayuda al pueblo español”, contra la voluntad de la conducción central.[57] En este sentido, en el
marco de los comités, las consignas antifascistas sirvieron para fortalecer los
vapuleados vínculos del partido con el movimiento obrero y generaron lugares
comunes de actuación. Asimismo, en esos mismos espacios, el discurso moderado
de principios de la década fue disolviéndose en uno mucho más combativo y
crítico respecto los problemas del partido, tanto a nivel local, como también,
nacional.
Estos
cambios dan cuenta de la mayor participación de los sectores jóvenes y de los
“izquierdistas” en las actividades del partido. En efecto, la politización
obrera y la unidad sindical y política comenzaron a aparecer como las banderas
más fuertes de la Federación, en tanto puntales “que harán materializar muy en
breve la aspiración de constituir el Frente Popular de todas las fuerzas que
quieran luchar contra el fascismo, el imperialismo y la guerra.”[58]
A
esa altura, el debate interno del partido enfrentaba cada vez más intensamente
a las corrientes “izquierdistas” y al ala parlamentaria. Pero para ubicar el
conflicto, conviene hacer algunas aclaraciones. Al comenzar la década, los
problemas del fascismo en Europa, las derrotas socialdemócratas y las quejas
por la Alianza Civil con el Partido Demócrata Progresista, habían empezado a
visibilizar el malestar interno, de la mano de Benito Marianetti, Ernesto
Giúdici y Rodolfo Aráoz Alfaro, nucleados estos últimos en torno a las revistas
Cauce e Izquierda, donde escribían varios miembros de la FST.[59] Estos sectores ponían en
cuestión la preeminencia del programa Mínimo del Partido, demandaban una acción
revolucionaria y querían rescatar la posición de clase del PS, al mismo tiempo
que exigían la discusión sobre la toma del poder. Rescataban el marxismo y
veían incompatible esta doctrina, con la práctica del socialismo vernáculo. Por
su parte, el grupo parlamentario, homogeneizado en torno a los postulados de
Justo, tenía una visión reformista de la trayectoria política del país, al
mismo tiempo que rechazaban la postura clasista, la vinculación entre
sindicatos y partido, y denostaban a los sectores izquierdistas a quienes
acusaban de practicar el “confusionismo comunista.”[60]
Si
bien la complejidad de una estructura como el PS, permite afirmar que entre
estas posturas había infinidad de matices y puntos intermedios, la dicotomía
–en general- quedó plasmada en el Congreso Ordinario del partido realizado en
mayo de 1934 en Santa Fe.[61] Allí unos y otros
midieron sus fuerzas, y aunque el ala izquierda salió “derrotada”, la semilla
de una división quedó plantada.
En
Tucumán, la pérdida de espacios de acción legislativa agotó las instancias de
crítica a nivel provincial y permitió que los sectores más radicalizaron
dirigieran sus protestas hacia los ocupantes de bancas nacionales y al Comité
Ejecutivo. En este sentido, la táctica del partido fue puesta en cuestión en la
medida que era la causante del “aburguesamiento” de los dirigentes y de la
colaboración del partido con el Estado burgués. En definitiva, era la
“influencia del medio” la causa que los más combativos encontraban para
explicar la actuación de sus representantes. Al respecto decía el afiliado
Miguel Gratacós que “Mientras se está abajo, se ven las cosas con la lente de
las necesidades de la masa explotada y una vez arriba la lente tiene reflejos
que hacen sufrir espejismos, y un subido daltonismo nos invade.” [62] Desde la tribuna, el
folleto y el periódico se estigmatizaba al capitalismo, mientras desde las
bancas se volvían complacientes y reformistas:
“Muchos compañeros, mientras están en el "llano" […] gritan y se esfuerzan por hacernos comprender que el movimiento obrero y socialista es acción y que cualquier medio es "lícito" para derrumbar al capitalismo, para luego darnos el bochornoso espectáculo de decir lo contrario una vez "electos directores", vale decir: dirigentes u ocupando un cargo en un cuerpo colegiado.”[63]
Esta
disconformidad con la línea parlamentaria y electoralista, que tan malos
resultados había dado en la provincia y que constituía, para ellos, un error de
estratégico; también contenía críticas a la acción socialista nacional centrada
en la Capital que nada tenía que ver con las realidades políticas del interior.
Al respecto, los más críticos manifestaban que:
“A través de la conveniencia metropolitana, a
través del cálculo utilitario metropolitano, se contemplaron los problemas y se
resolvían los mismos. Se llegó al extremo que la dirección socialista fue y
continúa siéndolo, una dirección metropolitana, que tiene, en el fondo, una
despreocupación intencional y un desprecio orgánico por el interior argentino.”[64]
Asimismo, dos años antes en Izquierda habían
aparecido similares conclusiones:
“Preguntémonos ahora -precisamente, ahora, ya que el error ha impedido hacerlo antes- si los trabajos de nuestro Partido en el Interior condicen con la posición que frente a esas circunstancias corresponden a una agrupación obrera y socialista. Haremos auto crítica. Nuestro partido ha omitido la consideración de muy importante problemas del interior argentino. Han podido ocupar la atención del mismo, circunstancialmente pero han sido descuidados como motivos de agitación permanente. [...] Cuenta el partido con centenares de agrupaciones en el interior del país. Son ellas la base fundamental para las operaciones que el momento exige y que el partido debe dirigir. Pero insistir en los problemas de la política metropolitana, casi exclusivamente, nutriendo con ellos las preocupaciones de sus militantes, impone la postergación de las posibilidades que ofrece el interior con la existencia en él de núcleos socialistas con frecuencia heroicos y siempre esforzados.[65]
Este malestar respondía –como se dijo- a
diferencias ideológicas profundas entre la concepción de un partido
revolucionario, marxista, internacionalista y de clase, frente a uno
reformista, gradualista, pluriclasista, demo liberal y con fuerte arraigo en
ideas y tradiciones nacionales.[66] En la primera concepción,
el Interior adquiría un rol fundamental como escenario de operaciones para el
despliegue de la acción revolucionaria. Para imprimirle al partido la
“verdadera orientación socialista”, era necesario modificar la relación
Interior/Buenos Aires y extender la acción socialista por todo el territorio.
Parte de la reformulación de esa táctica implicaba “colonizar” el interior,
dotar de vida a los desvencijados Centros extendidos por todo el país e
insuflar aire con la prédica socialista a través de “grupos de choque de
penetración socialista” [67]
ya que:
“Un partido político de clase tiene que tener ubicación allí donde gente de su clase viva y trabaje; donde se expresen las contradicciones sociales del régimen económico que da origen a las clases. Debe tener ubicación en toda región del país en el que se reúnan las condiciones objetivas y subjetivas que pro presencia del capitalismo determinan la acción socialista.”[68]
En la provincia, todos estos problemas se exteriorizaron
a fines de 1936, cuando el ala izquierda
ganó las elecciones en la FST y fue acusada de fraude por los
“tradicionalistas”.[69] Estos últimos denunciaron
que los nuevos miembros de la Junta querían "apoderarse del partido para
imprimirle orientaciones peligrosas."[70] Y destacaron que el
“grupo comunizante” se había infiltrado en la Federación “con fines de
disolución y de desorden.” Para evitarlo, comenzaron a demandar la intervención
del Comité Ejecutivo. Estos episodios cobraron mayor magnitud en el contexto de
los conflictos del PS a nivel nacional y las expulsiones y renuncias de Zabala
Viscondo, Fiorini, Comolli y Rumiconi.
Ante
estos sucesos y las desavenencias internas, la suspensión de la Federación
Socialista de Mendoza, repercutió fuertemente entre los afiliados locales y, a
mediados de enero, la Federación Tucumana se solidarizó con la mendocina. La
Junta recientemente elegida tenía una relación cercana con Marianetti, líder de
la disidencia interna y referente del socialismo mendocino. Prueba de ello
había sido su designación como presidente del Congreso partidario local, en
diciembre de 1936, en detrimento del enviado del Comité Ejecutivo quien
tradicionalmente ocupaba la presidencia.[71]
La
Federación decidió apoyar la convocatoria a un congreso extraordinario
nacional, considerando que el CE había violado el estatuto y se había
extralimitado en sus facultades.[72]
Pero,
más allá de la cuestión estatutaria, para los disconformes lo que estaba en
discusión era la posición revolucionaria y clasista del partido. Al respecto,
la Federación advertía que “Una derecha socialista es tan absurdo como una
izquierda moderada. Este es un problema de fondo, no de estatutos o de
disciplina.”[73]
Las
críticas fueron subiendo de tono y, en febrero de 1937, el periódico de la
Federación reclamó la renuncia del Comité Ejecutivo de esta forma:
“¿Comprenderán por fin que se encuentran desnudos ante el Partido, infectando con sus lacras morales nuestro ambiente socialista? […]Tengan, pues, una ráfaga genial de inteligencia y de acierto. Interpreten magníficamente a "su" masa. Renuncien en forma colectiva de las posiciones que usufructúan actualmente. Esta es la verdadera voz del Partido, esta es su opinión, esta es su voluntad del momento.”[74]
El
estilo, tanto como el contenido de las críticas, molestaron al CE. Y, cuando la
Federación adhirió al Comité Pro Unidad Socialista, fue suspendida e
intervenirla en marzo de 1937. Los bienes, el periódico oficial –La Lucha- y la
organización de toda la propaganda; se encargó a una comisión de afiliados
leales, que allanó el local de la Federación secuestrando los papeles del
partido.[75] En este procedimiento,
cargado de violencia, se llevaron también documentación perteneciente a las
organizaciones obreras que tenían su sede allí.
Algunos centros se quejaron duramente por
estos “atropellos” afirmando que la Junta fue elegida por todos y que:
“[…] de ninguna manera puede el Comité Ejecutivo reemplazar a sus miembros por ciudadanos que no cuentan con ningún apoyo, pues son repudiados por la masa socialista de Tucumán […]recurriendo unas veces al fraude y otras a las violencia, como el caso presente solo comparable a los allanamientos que efectúa la Sección especial contra los locales obreros.”[76]
Los
disidentes asociaron esta ofensiva con la negativa del Comité Ejecutivo a
respetar la decisión del último Congreso partidario, respecto a la constitución
de un Frente Popular por el que ellos estaban trabajando, evitando “que todas
las fuerzas democráticas y obreras se junten en un frente popular que defienda
la democracia argentina y el mejoramiento de todo el pueblo, especialmente de
la clase trabajadora.”[77] La respuesta fue el
repudio a las acciones del Comité como así también las de “los elementos que se
prestan dócilmente a sus turbios manejos.” [78]
Por
su parte, los partidarios del CE adujeron que más allá de las directivas
centrales, estas acciones eran necesarias porque algunos afiliados estaban
"perturbando y anarquizando" el desarrollo de la agrupación con su
prédica “confusionista y calumniadora”. De esta forma, los interventores
“moderados” disolvieron los centros socialistas: 9 de Julio, Villa Luján,
Benjamín Aráoz, Ciudadela y la Agrupación Socialista “La Madre”. Siguieron
funcionado los centros: La Madrid, Oeste, Centro Sud y Aguilares.[79]
Las
quejas no se hicieron esperar y el tono de las declaraciones distaba bastante
de la corrección política que antes preconizaban. Desde Unidad se señaló que:
“El Comité Ejecutivo de "facto" ha violado una vez más el Estatuto "reorganizando" la FST. Por supuesto que esto no pasa de una mera declaración. La totalidad de la FST y la inmensa mayoría de los militantes de aquella provincia no están dispuestos a dejarse "reorganizar" por aquellos que, como ya se les dijo en el último congreso ordinario, se quedaron en su cueva cuando había que defender la Casa del Pueblo de Tucumán de los ataques fascistas. No están dispuestos a dejarse "reorganizar" por los Emilio López, los Heredia y los Fornes, descalificados por el último voto general del socialismo tucumano, que los eliminó de los cargos directivos de la Federación. Por supuesto que la Federación Tucumana continuará su obra, mal que le pese al pequeño grupo de serviles del Comité.”[80]
La
lucha por el control de la Federación, el nombre, los fondos y los bienes del
partido se volvió feroz. Y, mientras que para unos era una cuestión de
disciplina, para los disidentes la contienda tenía un carácter ideológico. Ellos no estaban atrás de
un problema disciplinar, sino que, como señalaban:
“El nuestro es un
conflicto de clase, no obedece a ambiciones personales de la fracción separada.
El nuestro es un conflicto de restauración moral en la práctica interna de la
democracia proletaria. El nuestro es un conflicto de ideas. El nuestro es un
conflicto político por la significación social que tiene.”[81]
En este marco de lucha de clases, era entonces,
también necesario, revisar la tradicional separación entre las esferas gremial
y política y debía ser “el movimiento
obrero el que debe marcar rumbos al partido político de la clase trabajadora, y
no éste al movimiento obrero.”[82] El problema radicaba en que la
orientación de la política gremial socialista se dirigía desde la cúpula del partido:
“[…] compuesta ésta casi en su totalidad, por compañeros ajenos a la clase trabajadora, que […] son incapaces de comprender todas sus necesidades y tragedias, puesto que nunca fueron sometidos a los sufrimientos y privaciones de los asalariados; y esta incomprensión precisamente, los induce a orientar en política en conquistar para el proletariado un relativo bienestar, por medio de leyes que, poco a poco, y aparentemente, le van arrancando a la burguesía gobernante; pero esto no basta, hay que ir más lejos, es necesario ya, que los trabajadores vayamos pensando en la conquista del poder para los trabajadores mismos […] de lo contrario estamos expuestos a perder en un plano más o menos breve, el apoyo de los que hasta ahora nos han apoyado a los que debemos nuestros triunfos.”[83]
La división
El
primero de mayo el año 1937 fue el primer lugar público donde los conflictos
socialistas se hicieron visibles. La conmemoración de la fecha se presentó como
un escenario óptimo para las luchas por el control del espacio obrero entre las
fracciones del partido. Esa vez, al igual que el año anterior, se previó la
organización de un Comité con presencia de todos los sectores obreros y
“democráticos” que quisieran participar.
Para
los “izquierdistas”, este comité de unidad –Comité Pro Primero de Mayo- era una
base firme para la constitución de un Frente Popular y, por lo tanto, los
esfuerzos socialistas debían dirigirse “hacia la continuidad de las tareas de
ese comité para que constituya el elemento coordinador de todas las simpatías
que en el pueblo y las organizaciones existen para la conjunción de las fuerzas
democráticas y obreras.”[84]
Por
otro lado, estaba claro que si se quería emprender algún tipo de disputa por
espacios en el mundo del trabajo, el Comité propiciado por la Federación
Provincial de Trabajadores, era la mejor opción. Éste invitó a todos los
sectores, incluidos los “moderados”, agrupados en la Junta de Acción y
Propaganda Socialista, y pidió una “tregua a las diferencias de carácter
ideológico.” [85]
Sin embargo, esta Junta decidió organizar su propia celebración.
El
rechazo de la invitación pudo tener que ver con mandatos del Comité Ejecutivo,
pero también era cierto que los socialistas tradicionales encontrarían incómoda
su situación minoritaria en el comité pensado como articulador de un futuro
Frente Popular, al que ellos se resistían. Inmediatamente, el resto de las
organizaciones participantes repudiaron el hecho, afirmando que se trataba de
“una verdadera conspiración contra la clase trabajadora de Tucumán y significa
una clara definición de los móviles contrarios a la unidad democrática que los
inspira.”[86]
Desde
las tribunas de su propio acto, el socialismo tradicional destacó que:
“[…] sólo constituiría un Frente Popular de acción con un programa democrático en que estén incluidas la libertad del trabajo, una mejor enseñanza pública y sobre todo la adopción de medidas de gobierno que permitan la elevación de vida de los trabajadores [y que sólo se uniría] con agrupaciones responsables y partidos orgánicos.”[87]
Los
socialistas más moderados apuntaron directamente a la situación de “ilegalidad”
de aquellos adheridos al comité Pro Unidad y a la carencia de un “programa
democrático”, tanto de los mismos disidentes, como del Partido Comunista que
colaboraba en el comité y patrocinaba, también, el Frente Popular.
Con
estos gestos, los socialistas que aún adherían a la Casa del Pueblo, acataron
las directivas del Comité Ejecutivo, pero terminaron por alejarse de los
trabajadores que antes los apoyaban. Asimismo, mientras las otras fuerzas –UCR,
PC, socialistas disidentes, sectores sociales, agrupaciones culturales y
sindicatos- trabajaban en pos de lograr acciones de unidad, un sector del
socialismo tucumano no encontraba un espacio de acción cómodo en el escenario
planteado.
Los
disidentes, por su parte, habían declarado su satisfacción por la manifestación
en la que “participarán los sectores populares unificados por un deseo
de hacer coincidir su acción política, gremial y juvenil."[88] Esta situación fue la
disparadora de su anhelo más inmediato: conformar el Frente Popular, para el
cual los trabajos se canalizaron a través de un comité ad hoc, cuya primera
tarea consistió en brindar apoyo a la fórmula Alvear-Mosca.[89]
A
mediados de junio de ese mismo año, el Comité Pro unidad de la Capital dio por
terminadas las negociaciones con el socialismo tradicional y comenzó a utilizar
el nombre de Partido Socialista Obrero.
La
división
impactó en los espacios políticos vinculados a los trabajadores. El acento puesto por el PS en la separación entre
mundo sindical y político había comenzado a ser un factor disruptivo en la
vinculación con los trabajadores. Las aspiraciones políticas de los sindicatos,
que comenzaron a manifestarse a través de los discursos y las prácticas, iban
dejando obsoleta la propuesta de la FST. La difícil articulación entre la
dirigencia sindical y la socialista tradicional, admitió que, tras la ruptura,
parte del apoyo gremial con el que contaba el partido migrara hacia el PSO y
articulara sus acciones con organizaciones vinculadas al PC, incrementando la
amenaza del comunista en el flanco gremial del PS.
En
el PSO estaban aquellos que habían criticado la concepción justista de lo político
que reservaba el rol de elector, como único espacio político para el mundo del
trabajo. Pero un elector representado no en cualquier obrero, sino en “trabajadores
conscientes”. Los afiliados más críticos rechazaban la afirmación clásica de
que la “deficiente instrucción” de los trabajadores permitía “a las clases
capitalistas mantener feudos territoriales y electorales.” [90] Para el sector “izquierdista”, la acción debía
orientarse hacia el “terreno revolucionario, que es en el que se definirán los
antagonismos de clase y no en el parlamento.”[91] No era, para ellos, un
problema de educación, era la colaboración del partido con el régimen burgués y
capitalista lo que permitía la miseria obrera.
Luego de estos conflictos, con un disminuido
sostén gremial y sin posibilidades electorales, el socialismo comenzó a vivir
de actos y campañas, en las cuales, si bien las salas estaban repletas de
público, "el gallinero y los pasillos" estaban vacíos.[92]
A modo de
cierre
Cuando a mediados de 1937, los socialistas
disidentes declararon que:
“Queríamos que el Partido extendiera su red de acción, metropolitana hasta el presente; queríamos constituirnos en vanguardia proletaria; queríamos dar a los problemas de la realidad argentina, una solución justa; queríamos que frente a la reacción y el fascismo respondiera con una acción unificadora de las fuerzas obreras y democráticas; queríamos que se dieran nuevos horizontes a la acción de la mujer y del joven, considerados como factores subalternos por la dirección partidaria; queríamos en suma, que nuestro Partido se agilizara, contribuyendo con su acción y su pensamiento a preparar eficientemente las condiciones históricas para el advenimiento de la liberación política y económica de la clase trabajadora.”[93]
Mucha agua había pasado bajo el puente. Los
conflictos ideológicos se habían mezclado con los personales. El estatuto, el
programa, la organización interna, la ideología, la táctica, todo había sido
puesto en cuestión. Todo estaba revuelto.
Para aquellos solidarios con el comité Pro Unidad:
“[…] la dirección partidaria fue sorda y ciega a los anhelos de la masa socialista. De claudicación en claudicación llega a esta altura de nuestro conflicto traicionando miserablemente a la causa socialista y obrera. No le bastó con practicar el fraude para continuar en los cuerpos directivos con disolver federaciones y expulsar afiliados. Llegó aun a la traición máxima; pregonar el voto calificado denunciar a la policía fascista a sus camaradas de lucha, ponerse en connivencia con la policía para el asalto a los centros y federaciones, proclamar que el "Frente Popular español provocó la guerra civil". Todo eso es mucho más saben nuestros afiliados.”[94]
En
la provincia, además, todo esto se teñía con un matiz local. El acceso a cargos
legislativos en 1931 había marcado un giro importante en las modalidades de
acción política de la Federación Socialista Tucumana. En este sentido, pudo
encausar su prédica, básicamente callejera, por las sendas institucionales
alineándose con los métodos legislativos a nivel nacional desde el discurso,
pero enredándose en las vicisitudes de la política local, desde la práctica. En
el afán de seguir las directivas y modelos nacionales, su acción local se vio
dificultada por los mandatos partidarios y las directivas de Dickmann.
La política parlamentaria, como un eje esencial de
la actividad socialista, desdibujaba, en un contexto local, el rol histórico
del PS en el mundo obrero tucumano. Sus tareas se asesoramiento y apoyo eran
centrales en al vida de la Federación. Asimismo, estas tareas daban sentido a
un partido que no tenía posibilidades reales una vez terminada la “ficción
electoral” de los primeros años de la década.
Pero también habían coadyuvado al fracaso de su
acción política, los desencuentros entre la Junta Ejecutiva y los legisladores,
los conflictos y enconos personales, y las diferencias ideológicas en su
interior.
Lo
cierto es que después de agitados debates, volvió la calma y ambos partidos
compartieron espacios políticos al año siguiente. En 1938 participaron de la
organización del acto del 1° de mayo con los comunistas y la UCR. A fines de
ese año PC, PS y PSO conformaron una Comisión de Coordinación obrera encargada
de conmemorar el aniversario de la Revolución Rusa y de la Resistencia de
Madrid.
Los
caminos se cruzaron en muchas oportunidades, pero no lograron armarse
electoralmente. Los comicios encontraban al PSO apoyando fórmulas radicales y
al socialismo sosteniendo las propias. El debut electoral de “los obreros” fue
recién en 1939. Ese año se aliaron con el PC y conformaron la Alianza Obrera y
Democrática para las elecciones provinciales donde la intención era “dar un
paso más de la clase trabajadora para asegurar su bienestar y apoyar desde la
Legislatura el programa del actual gobernador en lo que respecta al
mejoramiento de los obreros de la provincia."[95] Los socialistas, por su
parte, comenzaron a recuperar su caudal electoral en 1942, cuando se aliaron
con los “agrarios.”
Ni
unos, ni otros lograron grandes triunfos comiciales. No obstante, obtuvieron
algunos éxitos gremiales: ayudaron a organizar sindicatos, lucharon por algunas
leyes, apoyaron huelgas y participaron vehementemente de esa política pequeña,
subterránea y sacrificada de mítines y actos, que no dejó victorias, pero sí
devolvió la satisfacción de la militancia a aquellos que creían que luchaban
por un mundo más justo.
RESUMEN
El partido en su
laberinto. La Federación Socialista Tucumana. 1931-1937
El objetivo de este trabajo es analizar la
trayectoria de la Federación Socialista Tucumana en los primeros años de la
década del 30. Varios autores se han explayado sobre las vicisitudes del
Partido Socialista durante ese período, donde se intensificaron los debates
internos en torno al librecambio, la vinculación con el movimiento obrero; el rol
del socialismo en el Parlamento, la conformación de alianzas, la reformulación
de la táctica y la posición revolucionaria y de clase del partido. Al mismo
tiempo, la historiografía también destacó la oportunidad política que brindaba
la abstención radical para el incremento de la participación electoral del PS.
Nuestro propósito es echar luz sobre esa agitada dinámica en la que estaba
sumergido el partido, pero en un contexto local y de esta forma poder
visibilizar, a través de una trayectoria partidaria, también las articulaciones
y tensiones entre lo regional y lo nacional.
Palabras clave: Partido Socialista - problemáticas locales - acción
política
ABSTRACT
The party in its
labyrinth. The Federación Socialista Tucumana. 1931-1937
The aim of this paper is to
analyze the trajectory of the Federación Socialista Tucumana in the early ‘30s.
Several authors have spoken at about the vicissitudes of the Socialist Party
during those years, which intensified the internal debates surrounding the free
trade; linkage to the labour movement, the role of socialism in parliament, the
formation of alliances; reformulation of the tactic and the class position and
revolutionary position of the party. At the same time, historiography also
studied the political opportunity that the radical party abstention gave to the
PS in order to increase its electoral participation. Our purpose is to put some
light on that troubled dynamics in which the party was submerged, but in a
local context, and at the same time we aspire to make visible the articulations
and tensions between regional and national levels.
Key Word: Socialist Party -
local problems - political action
Recibido: 30/04/08
Aceptado: 02/07/08
Versión final: 07/08/08
Notas
(*) Licenciada en Historia. Becaria CONICET, Universidad Nacional de Tucumán, ISES (Instituto Superior de Estudios Sociales). E-mail: ulliva@gmail.com
[1]“El Partido Socialista ante el movimiento militar del 6 de septiembre”, en Partido Socialista, XXI Congreso Ordinario, Informes Comité Ejecutivo Nacional, Grupo Parlamentario, Comité de Prensa, Bs. As., 1932, p.12., citado por IÑIGO CARRERA Nicolás, “La clase obrera y la alternativa parlamentaria (1932-1936): el Partido Socialista”, en: CAMARERO Hernán y HERRERA Carlos Miguel, (Comp.) El Partido Socialista en Argentina, Prometeo, Bs. As., 2005.
[2] CAMARERO, H.y HERRERA, C. M. (Comp.) El Partido Socialista…op cit.
[3]Las corrientes de ideas que tuvieron mayor influencia en el PS reconocen diversos orígenes, de allí que pueda explicarse la disparidad ideológica y su escasa ortodoxia marxista. Jorge Solomonoff señala que esas influencias provienen de las tendencias del revisionismo marxista encabezado por Bernstein, de la socialdemocracia alemana, del socialismo francés y de la vieja tradición liberal republicana infiltrada por el cientificismo y el positivismo. SOLOMONOFF, Jorge, Ideologías del movimiento obrero y conflicto social, Tupac, Bs. As., 1988, citado por CAMARERO, Hernán y SCHNEIDER. Alejandro, La polémica Penelón-Marotta, CEAL, Bs. As., 1991, p. 22.
[4] PORTANTIERO, Juan Carlos, “Imágenes de la crisis: el socialismo argentino en la década de 1930”, en Prismas, Nº 6, UNQ, 2002.
[5] Mariana Luzzi da cuenta de cinco claves centrales en el debate interno del partido durante la década del 30: la caracterización de la crisis económica y sus consecuencias; la oposición entre librecambio e intervención estatal; la política de prescindencia gremial; el rol del socialismo en el Parlamento y, por último, la colaboración del socialismo en alianzas con otras fuerzas. No obstante, la autora señala que todas estas cuestiones están entrelazadas y que, además, las posiciones asumidas son cambiantes y dinámicas a lo largo de la década. LUZZI, Mariana, “De la revisión de la táctica al Frente Popular. El socialismo argentino a través de Claridad, 1930-1936”, en Prismas, Nº 6, UNQ, 2002.
[6] El socialismo en el interior del país es un tema que no está muy desarrollado, no obstante, recientemente se han escrito varios trabajos sobre la evolución del partido más allá de las fronteras de la Capital Federal. Podrían citarse los trabajos de: LACOSTE Pablo, El socialismo en Mendoza y en la Argentina, CEAL, Buenos Aires, 1993; PRISLEI Leticia, “El Despertar de un Pueblo: gestión política y debates culturales en una comuna socialista de la cordillera patagónica (1933-1936)”, en PRISLEI Leticia et alt., Pasiones Sureñas. Prometeo/Entrepasados, Buenos Aires, 2000; DA ORDEN María Liliana, “Los socialistas en el poder. Higienismo, consumo y cultura popular: continuidad y cambio en las intendencias de Mar del Plata. 1920-1929,” en Anuario del IEHS, VI, Tandil, 1991; y “¿Prácticas tradicionales en un partido moderno? Socialismo y poder local. Mar del Plata, 1916-1929”, en DEVOTO Fernando y FERRARI Marcela, (Comp.), La construcción de las democracias rioplatenses: proyectos institucionales y prácticas políticas, 1900-1930, Biblos, Bs As, 1994, BARANDIARAN, Luciano O., Sembrando ideas en la piedra. Los socialistas tandilenses, 1912-1946, Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional Del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Tandil, 2004 y “Los políticos en la calle: las conferencias políticas del Partido Socialista en Tandil, 1929-1946”, en Actas de las X Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Rosario, 2005.
[7] CAMARERO, H. y HERRERA, C. M. (Comp.) El Partido Socialista…op cit.
[8] De los nombres más importantes del socialismo en la provincia pudimos obtener algunos datos: Emilio López y José A. Juárez eran dirigentes ferroviarios, Francisco Fornes tenía una sastrería, César Asís tenía una imprenta, Miguel Gratacós era gerente de Piccardo y cía. y presidente de la Asociación De Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores, Doroteo Lescano, Albino Vischi y Pedro V. Palma eran dirigentes de los empleados de comercio, José B. Rodríguez era dirigente azucarero, Custodio Pérez era de Artes Gráficas, Juan Taire era maestro, Manuel Fernández era dirigente de los sastres, Felipe Villagra era abogado, Daniel Roldán, Carlos Blanche, José L. Heredia y Silverio Batallán eran ferroviarios.
[9] El PS obtuvo un senador provincial por el departamento Capital y dos diputados provinciales por el mismo departamento. Además, tres electores a gobernador por Capital, uno por Famaillá, uno por Río Chico y otro por Cruz Alta. Posteriormente obtuvo cinco concejales en la Capital, un concejal en Concepción y un concejal en Aguilares. Su anterior logro electoral había consistido en una banca en la Legislatura que, tras la división del partido en 1928, quedó en manos del Socialismo Independiente. A nivel nacional el PS también había registrado un importante incremento, obteniendo 43 bancas en la Cámara de Diputados de la Nación y dos en la de Senadores. Un número sin precedentes para el PS. Véase CANTÓN, Darío, “Los partidos políticos argentinos entre 1912 y 1955”, Documento de Trabajo n° 31, Instituto Di Tella, Bs. As., 1967.
[10] El PS era un férreo defensor del librecambio, orientado en gran medida por su prédica y su acción política dirigida hacia los consumidores urbanos, a quienes les defendían su capacidad de consumo en base a la estabilidad e la moneda y la apertura comercial, que incluía la disminución de las tasas de aduana y de los impuestos a los productos de consumo popular, entre los cuales se encontraba el azúcar. Véase DICKMAN, Enrique, Salarios, moneda y cambios, Partido Socialista, Bs. As., 1934.
[11] La Vanguardia, 08/10/1931.
[12] La Gaceta, 04/11/1931.
[13] Reportaje a Mario Bravo, en La Gaceta, 05/11/1931. Luego agregó que: “En 1914, me parece, propusimos la reducción gradual de los derechos aduaneros de modo que en un plazo de quince o veinte años, se llegara no a la suspensión total de los derechos sino a su reducción, dejándoles todavía en un nivel importante. En este plano de 20 años había tiempo de preparar la transformación técnico económica de la industria, dando al producto nueva aplicación en la industrialización de las frutas y dando a las tierras y capitales un mejor destino, sino podían sobrevivir a su propia evolución. Debo agregar más todavía. Ustedes recordarán que ha sido el doctor Justo el socialista que mejor ha conocido y estudiado el problema.”
[14] No obstante, Bandera Blanca tenía una plataforma mucho más comprometida con cuestiones sociales y había realizado una gestión municipal centrada en brindar soluciones a temas de asistencia social y salud, que había sido rescatada por los socialistas locales. Véase PARRA, Graciana, El “reformismo social” conservador tucumano: el partido “Bandera Blanca” (1927- 1934), Tesis de Licenciatura, UNT, 2006
[15] DE PRIVITELLIO, Luciano, Vecinos y ciudadanos. Política y sociedad en la Buenos Aires de entreguerras, Ed. Siglo XXI, Bs. As., 2003
[16]La elección de autoridades municipales, a principios de 1932, profundizó los rumores sobre “pactos secretos”. La abstención demócrata llevó a muchos comentaristas a afirmar que les habían “dado una manito” para evitar que ganara Bandera Blanca. Los socialistas desmintieron enfáticamente esta información, pero el partido fue presa de los manejos de las demás fuerzas políticas. En Buenos Aires, por otro lado, Bandera Blanca buscaba negociar con las autoridades nacionales del PS, ofreciendo su apoyo en el Congreso Nacional a cambio de los votos locales en el Colegio Electoral.
[17] Posición del Partido Socialista. Discurso para ser leído en el colegio electoral por el elector Roque Castillo. Publicado en La Gaceta, 06/02/1932.
[18]Los “solucionistas” –nombre que los columnistas políticos de
La Gaceta habían dado al grupo donde
estaban los tres legisladores, buena parte de los miembros de la Junta y
algunos electores- consideraban que llegado el caso, se atendrían a las
directivas del congreso partidario de 1921 y a la Constitución, para no
complicar ni dilatar un problema que el socialismo debía resolver. Los
“abstencionistas”-apelativo también utilizado en las columnas políticas- en
cambio, pensaban que aun normalizándose institucionalmente la provincia la
situación de los trabajadores sería la misma, ya que este en las actuales
circunstancias económicas no podría hacerse mucho.
La resolución del Congreso partidario de 1921 decía que “los electores elegidos por el Partido Socialista deberán votar invariablemente por los candidatos del Partido en la primera votación; si fuera necesaria una segunda votación, los electores o parlamentarios socialistas, si fuera posible, votarán por los candidatos del partido o se abstendrán. Si fuera necesario elegir entre dos candidatos extraños al partido, votarán por aquel de ellos que acepte clara y públicamente nuestros más importantes fines inmediatos, debiendo declarar previamente el Comité Ejecutivo o la Junta Ejecutiva de la Federación junto con los candidatos y electores socialistas, por mayoría de dos tercios del total, que dicho candidato ha llenado dicha condición.”
[19]Fundamento del voto del elector César Asís, La Gaceta, 06/02/1932
[20] La huelga fue declarada por la FORA en solidaridad con los gremios de Buenos Aires que protestaban por las deportaciones obreras. Sobre la huelga véase ULLIVARRI, María, “La visibilidad de los débiles. Política y clase obrera durante los meses agitados de febrero y marzo de 1932 en Tucumán”, en Actas de las II Jornadas de Jóvenes Investigadores, UNT-AUGM, Tucumán, 2008.
[21] Carta del Legislador Francisco Fornes a La Gaceta, 04/02/1932.
[22] Ibídem
[23] Ibídem. En la conducción del partido prevalecía la idea de Justo de que “el sindicalismo otorgaba una importancia decisiva a los medios de gestión con relación a los objetivos finalistas, rechazando de tal modo toda escatología revolucionaria que colocara al movimiento obrero al servicio de opciones políticas extrañas a su estado de conciencia y a sus niveles de organización.” ARICO, José, La hipótesis de Justo. Escritos sobre el socialismo en América Latina, Sudamericana, Bs. As., 1999, p. 111
[24] La plataforma del socialismo aspiraba al cumplimiento de la ley de jornada máxima de 8 horas, salario mínimo para los trabajadores mayores de 18 años al servicio del Estado o de contratistas de obras empresarios de trabajos públicos provinciales y municipales. Asimismo señalaba: "Aspiramos a conseguir la intervención de los sindicatos de trabajadores en la aplicación de las leyes obreras, la reglamentación del trabajo a domicilio, la reforma de la reglamentación de la ley de accidentes de trabajo y la del trabajo de mujeres y de los niños. Reclamamos del Estado la pensión a la invalidez y a la maternidad. En defensa de la salud y de la vida de los trabajadores del campo queremos la reglamentación del trabajo agrícola, alojamiento higiénico para los trabajadores, asistencia médica, en especial para os obreros de las fábricas azucareras. Queremos la expropiación por ley del latifundio con fines de colonización. En el terreno de la instrucción pública reclamamos la aplicación preferente de los recursos de la provincia para el desarrollo de la instrucción primaria, la educación laica, suministro gratuito de ropas, libros, útiles y merienda a los niños pobres. En el terreno social exigimos la represión del juego y del alcoholismo y la creación de colonias educacionales para los niños huérfanos y abandonados."Carta del elector Pedro V. Palma, publicada en La Gaceta, 02/12/1931.
[25]Entre los proyectos presentados por los socialistas se destacan: Pedido de informes sobre cumplimiento de Ley De Asistencia Médica En Los Ingenios, proyecto Ley de Salario Mínimo, proyecto de estabilidad y escalafón de empleados públicos, proyecto de jornada legal de 6 horas para disminuir el desempleo, proyecto de estímulo de los hombres de campo, creación del Patronato de la infancia, proyecto para ampliar las facultades del Departamento de Trabajo, proyecto para construcción de viviendas para obreros por los establecimientos fabriles de la campaña que todavía no las tengan, proyecto de asesoría jurídica gratuita para obreros, proyecto le reglamentaria de Ley Nacional 11.278 de pago en moneda nacional. Sin embargo, a pesar de la colaboración, esta última fue la única aprobada.
[26] La Gaceta, 14/03/1933.
[27] La Gaceta, 14/03/1933.
[28]La “Masacre de Concepción” se denominó al asesinato de manifestantes agrarios y trabajadores rurales durante una huelga de cañeros junio de 1932. El asunto de las cesantías en masa remitía a los despidos masivos en la administración pública realizados apenas asumió el gobierno de Bandera Blanca y justificados en términos de racionalización, mientras que los cesantes que protestaban eran encarcelados. Muchos de ellos fueron a pedir ayuda a los legisladores socialistas que nada pudieron hacer.
[29] La Vanguardia, 13/06/1932.
[30] Actas del Congreso Extraordinario de la FST, reproducidas en La Gaceta, 07/05/1933.
[31] Para un análisis pormenorizado de la situación política véase PARRA, Graciana El “reformismo social” conservador tucumano: el partido “Bandera Blanca” (1927- 1934), Tesis de Licenciatura, UNT, 2006.
[32] La Vanguardia, 3/07/1932 y La Gaceta, 5/07/1932.
[33]TORTTI, M., “Crisis, capitalismo organizado, y socialismo”, en ANSALDI, PUCCIARELLI y VILLARRUEL (ed.), Representaciones inconclusas. Las clases, los actores y los discursos de la memoria, 1912-1946, Biblos, Bs. As., 1995.
[34] La Gaceta, 13/03/1933
[35] La Vanguardia, 11/11/1932.
[36] En febrero de 1933 Nougués logró la aprobación de un impuesto de dos centavos por Kg. de azúcar. La misma noche de la votación en la Cámara de Diputados, los hermanos Eugenio (socialista) y Ernesto Lobo (Bandera Blanca) fueron secuestrados de su domicilio junto con su padre y forzados a votar a favor del impuesto. Este caso contiene muchos ejes oscuros, ya que si se tiene en cuenta que los partidos de ambos hermanos estaban a favor del impuesto, es incomprensible la idea de un secuestro para votarlo, como afirmaba la prensa. Así, observando los fenómenos posteriores, es posible que BB supiera que ambos diputados estaban negociando con los demócratas sus votos en contra. Los hermanos declararon en las sesiones de la Legislatura Paralela (presidencia Santamarina) que Ernesto fue secuestrado y obligado a firmar su renuncia. Eugenio, por su parte, fue advertido sobre el carácter de su voto. En caso contrario su hermano sufriría las consecuencias. Ernesto fue liberado pasada la medianoche, una vez aprobado el impuesto. La Gaceta, 07/04/1933.
[37] La Gaceta, 22/02/1933
[38] La Gaceta, 14/03/1933
[39] Actas del Congreso Extraordinario del PS, reproducidas en La Gaceta, 08/05/1933.
[40] “Evolucionistas” y “neutralizantes” corresponden a los apelativos que los columnistas políticos utilizaban para referirse a los grupos internos del Partido.
[41] La Gaceta, 14/03/1933
[42]"La Junta Ejecutiva de la FST y Grupos Legislativo y comunal socialista, en presencia de la forma abusiva y arbitraria en la que el PE, arrogándose facultades privativas del Presidente de la República, aplica la ley de estado de sitio en la provincia resuelve: Hacer pública su más enérgica protesta por la deportación de intelectuales, estudiantes y trabajadores; por el vandálico allanamiento de locales y bibliotecas obreras y domicilios particulares; por el arresto de dirigentes y miembros de sindicatos gremiales y muy especialmente por el extrañamiento de trabajadores.” La Gaceta, 21/03/1933
[43] Declaraciones del afiliado Marsolillo, Actas del Congreso Extraordinario del PS, reproducidas en La Gaceta, 08/05/1933.
[44] La Gaceta, 08/05/1933.
[45] La Gaceta, 21/03/1933. La prensa llamaba “vanguardista” a los sectores más críticos de la Federación, donde pueden encasillarse el ala izquierda y los sectores juveniles.
[46] El senador, en su descargo, alegó que la asamblea conjunta no lo había indicado como votar y que votó para no obstaculizar el quórum porque los demócratas iban a abstenerse. Frente a las repetidas protestas se defendió diciendo: "cierto que no tengo espíritu combativo, pero el ambiente del senado es así, casi abúlico." Ante estas declaraciones, las críticas se endurecieron y salieron a la luz los negocios personales de la imprenta del senador con el gobierno. Emilio López, llamado a tranquilizar las aguas, destacó que había sido clara la postura de la Junta respecto a los votos y que el senador había estado presente en la reunión. No obstante, y a pesar de su explicación poco satisfactoria, demandó evitar este tipo de discusiones porque "dan pasto a nuestros enemigos." Actas del Congreso Extraordinario de la FST, La Gaceta, 08/05/1933.
[47] Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Tucumán, Sesión del 01/04/1933, y La Gaceta, 02/04/1933.
[48] Fundamento del voto del diputado Eugenio Lobo. La Gaceta, 02/04/1933
[49] Los miembros del PDN que no pudieron ingresar a la legislatura optaron por reunirse en la casa del presidente del partido, Alfredo Guzmán, conformando una Cámara de Diputados paralela. Véase PARRA, Graciana El “reformismo social”…op cit.
[50] La Vanguardia, 08/04/1933.
[51] La Gaceta, 23/04/1933.
[52] El oficialismo afirmaba la inexistencia de un conflicto institucional y declaraban que tal estado de cosas había sido “perpetuado en la casa de industrial más poderoso de la provincia, Don Alfredo Guzmán” por los demócratas quienes querían “extremar a sus últimas consecuencias el plan de violencia e irracional hostilidad que iniciaran” por medio de una oposición sistemática, obstaculizando la acción gubernamental y la búsqueda de soluciones a la apremiante situación financiera de la provincia y a los intereses generales de la misma Graciana PARRA, El “reformismo social”…op cit y Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados de Tucumán, 13/5/33.
[53] Las elecciones para renovar los dos cargos vacantes por la expulsión de los hermanos Lobo estuvieron viciadas desde el comienzo. Los demócratas no las aceptaron por considerar que los diputados expulsados seguían en sus cargos (en la Legislatura Paralela), los socialistas se abstuvieron y Bandera Blanca retiró sus candidatos al considerar que las elecciones eran una burla tras la presentación de una lista por parte de una agrupación estudiantil llamada Bandera Negra, quienes a pesar del tono de sorna que manifestaron durante toda la campaña, fueron proclamados por la Junta Electoral como ganadores por ser los únicos en presentarse. Posteriormente, sus diplomas fueron rechazados.
[54] La Vanguardia, 16/05/1933.
[55] No obstante, el socialismo conservó sus concejalías hasta principios de 1936.
[56] Las elecciones de marzo de 1934 se realizaron en un clima de inestabilidad que la prensa local y La Vanguardia se encargaron de destacar. Asimismo, era también la primera elección donde el radicalismo presentaba candidatos luego de la abstención. Esto impidió que la representación socialista corriera la misma suerte que en 1931. Véase “Informe del General de Brigada Luis A. Casinelli. Enviado por el Superior Gobierno de la Nación a la Provincia de Tucumán durante los actos pre electorales y eleccionarios del día 4 de marzo de 1934”, Archivo Agustín P. Justo (AGN), caja 62, Documento 1.
[57] La revista Izquierda, donde escribían varios miembros de la Federación, destacaba el hecho de que algunas Federaciones, como la tucumana, participen activamente en comités populares a los que se oponían los dirigentes partidarios. Véase Izquierda, Agosto-septiembre de 1935, Año 1 Número 7.
[58]“ La Unidad de acción se impone en todo el país”, en Izquierda Agosto-septiembre de 1935, Año 1 Número 7
[59] Los principales miembros de la FST que escribían en Izquierda eran Miguel Gratacós y Juan Taire. Desde esas publicaciones se atacaba al Comité Ejecutivo, al bloque parlamentario y al comité de prensa, acusándolos de "aburguesamiento” y de estar desviados de la ideología marxista. La tendencia se afirmó con los pedidos de la Federación Mendocina y del Centro de la Sección 7° de Capital Federal, de convocatoria a un congreso extraordinario para que se sometiera al partido a un cambio de táctica política. Su ideología se sintetiza en los libros "La conquista del poder" de Benito Marianetti y "Doctrina y táctica socialista" de E. Giúdice. Sobre el debate de posturas ideológicas véase HERRERA, Carlos Miguel “Corrientes de izquierda en el socialismo argentino”, en Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crítico, N° 2, abril-mayo de 2006, IÑIGO CARRERA, Nicolás “Alternativas revolucionarias en los ’30: la Alianza Obrera Spartacus y el Partido Socialista Obrero”; en BIAGINI, Hugo y ROIG, Arturo (dir.); El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX. Obrerismo, vanguardia, justicia social (1930 – 1960); Tomo II, Bs. As., Biblos, 2006, CAMARERO, Hernán y HERRERA, Carlos Miguel (Comp.) El Partido Socialista…op cit.
[60]“Confusionismo Comunista”, en Cauce, 23/05/1934 y La Vanguardia, 09/05/1934.
[61] Véase por ejemplo la estrategia de la “revolución constructiva” que se ubicaba como un punto intermedio entre la disputa de “reforma o revolución.”, en PORTANTIERO, Juan Carlos, “Imágenes de la crisis…op cit.
[62] Cartas a un camarada, escritas por Miguel Gratacós en Izquierda, diciembre enero de 1935, Año 1, Número 3.
[63] Ibídem.
[64] “La expansión socialista está en el Interior” en Unidad, 01/04/1937
[65]“El socialismo y el interior” en Izquierda, Noviembre-diciembre de 1935, Año II, Número 9
[66] CAMARERO, Hernán y HERRERA, Carlos Miguel (Comp.) El Partido Socialista…op cit. y HERRERA, Carlos Miguel “Corrientes de izquierda…op cit.
[67] “La necesaria expansión socialista”, en Unidad, 08/04/1937.
[68] “La necesaria expansión socialista”, en Unidad, 08/04/1937.
[69] Con “tradicionalistas”, la prensa se refería a los viejos militantes de la Federación que mantenían su acatamiento a las directivas del CE. Entre ellos estaban Emilio López, Francisco Fornes, Pedro V. Palma, José L. Heredia, Enrique Elsinger, entre otros.
[70] La Gaceta 16/01/1937
[71]La designación de Marianetti –que no venía en misión oficial- como presidente del congreso también se relacionaba con las quejas que los militantes del interior hacían sobre los “delegados viajeros" enviados por el C.E. que atravesaban el país participando de un acto en cada pueblo para luego volver a la Capital.
[72] Los firmantes de la declaración, miembros de la Junta Ejecutiva eran José Albornoz, Daniel Roldán, Agustín Aragonés, Manuel Fernández y Albino Vischi. Miguel Gratacós había renunciado y otro se abstuvo de votar. “El Estatuto es el único instrumento de defensa que ampara a los afiliados individualmente y a los centros y federaciones en general con los avances de las autoridades partidarias […] pues, si hoy se pasa por sobre los estatutos, con el noble propósito de salvar al Partido, mañana, poniendo en práctica los mismos procedimientos, sería fácil hacerlo pedazos”. La Gaceta, 14/01/1937
[73] La Gaceta, 14/01/1937
[74] “La farsa llegó a su fin”, en La Lucha, 25/02/1937, reproducido en Unidad, Año 1, Número 5
[75] Integrada por Emilio López, José Heredia, Francisco Torres, Félix Díaz y Salvador Frías. Acompañada de la lista, figuraba también la fecha de afiliación al partido, lo que permite suponer que la idea era remarcar la antigüedad de los militantes y su legitimidad socialista, respecto a las posturas disidentes de los más jóvenes. La Gaceta, 11/03/1937. Asimismo, Carlos Herrera destaca que la antigüedad de los militantes no era un dato menor ya que los más viejos tenían una cultura partidaria moldeada en el justismo, que los más jóvenes desconocían. HERRERA, Carlos Miguel; “Corrientes de izquierda… op cit.
[76] Nota del Centro Socialista Villa 9 de julio. La Gaceta 15/03/1937
[77] Declaraciones del Congreso Extraordinario de la Federación Socialista Tucumana La Gaceta, 28/04/1937
[78] La Gaceta 15/03/37
[79]El Partido tenía cinco centros en Capital y seis en la campaña. El número de centros se modificó durante la década. El partido llegó a tener nueve centros en la campaña en 1934, que luego cerraron. El Centro 9 de Julio se desafilió, mientras que Villa Luján, Benjamín Aráoz, Agrupación Socialista Madre y Centro Ciudadela fueron disueltos por adherirse al Comité Pro Unidad y no acatar las directivas del Comité Ejecutivo.
[80] “Malversación”, en Unidad, 25/03/1937
[81]“El Congreso de la Federación Socialista Tucumana”, en Avance, órgano de la FST, s/f, reproducido por Unidad, 22 de abril de 1937
[82]“Valores del movimiento obrero”, en Izquierda, Año 1, Número 2, Noviembre de 1934
[83] Ibídem.
[84]Declaraciones del Congreso Extraordinario de la Federación Socialista Tucumana La Gaceta, 28/04/1937
[85] La Gaceta 17/04/1937.
[86] La Gaceta, 21/04/1937
[87] Discurso de Emilio López, El Orden, 02/05/1937.
[88]Declaraciones del Congreso Extraordinario de la Federación Socialista Tucumana La Gaceta, 28/04/1937
[89] El Congreso Socialista Pro Unidad destacó que asumió esta actitud por ser la forma más práctica de trabajar por la creación de condiciones necesarias para la realización del Frente Popular, aunque esta decisión no los releva de hacer la crítica al radicalismo, ni a los sectores conservadores que en su seno se abrigan. Despacho del Congreso Socialista Pro Unidad, reproducidas en La Gaceta, 08/05/1937.
[90] La Gaceta, 22/01/1932
[91] “Las ilusiones del reformismo”, nota firmada por Octaviano Taire de la FST, en Izquierda, Junio-julio de 1935, año 1, Número 6
[92] La Gaceta, 08/07/1937 y "Parte informativo del Jefe de Correos y Telégrafos", 15 de julio de 1937, Archivo Agustín P. Justo (AGN), Caja 62, Documento 346.
[93] “El congreso de la Federación Socialista Tucumana”, en Avance, Nuevo órgano de la FST, s/f, reproducido por Unidad, 22/04/1937
[94] Ibídem.
[95] Discurso de Ernesto Massa, dirigente del PC, reproducido en La Gaceta, 04/03/1939. En esas elecciones la Alianza Obrera y Democrática, que sólo llevaba candidatos por la capital obtuvo 575 votos y el PS 815.