Protesta social y cultura política. Aportes para pensar los años ‘90 en Neuquén(*)

 

Fernando Aiziczon(**)

 

Introducción. La acción directa como hecho de poder

 

Desde inicios de junio y hasta promediado el mes de agosto del año 2006 la Universidad Nacional del Comahue -UNC- estuvo tomada por estudiantes nucleados de la Federación Universitaria del Comahue -FUC- que reclamaban, entre otros puntos, la democratización del sistema de gobierno universitario. Reclamos similares se escuchaban por entonces en la Universidad de Buenos Aires -UBA- que además veía imposibilitada la elección de su nuevo rector ya que cada vez que se reunía la Asamblea Universitaria sucedían protestas estudiantiles que de una u otra forman impedían que el proceso se realice. Si bien ambos fenómenos se encuadran en temáticas muy próximas existen grandes diferencias entre ellos como ser la agudeza de las medidas que los estudiantes neuquinos ejecutan: la FUC toma y ocupa el mismísimo rectorado y varias facultades (Humanidades, Turismo, Ingeniería, Economía, Ciencias de la Educación) y logra paralizar las actividades de casi toda la UNC[1] por 100 días. En la UBA sólo se impide el inicio de la Asamblea Universitaria, y sin tomar edificio alguno. Además, la FUC realizó el cuatrimestre pasado (año 2005)[2] otra extensa toma en rechazo al proceso de acreditación que ejecuta la CONEAU a nivel nacional en diversas facultades, y efectivamente logró, mediante una dilatada ocupación, que dicho proceso no se realice.

Un reconocido columnista del diario regional Río Negro, notoriamente molesto por los sucesos de este año, intentó definir a los estudiantes de la FUC[3] y su accionar como representantes de una cultura “tomista” -en referencia al recurso sostenido y repetido de “tomar” las instalaciones de la UNC- caracterizada por una sumatoria de “audacia y acción” encarnada en sujetos que presentan, entre otras características poco halagüeñas, un bajo rendimiento académico. No obstante ser un artículo plagado de prejuicios y opiniones despectivas hacia los estudiantes y las agrupaciones a las que pertenecen, el columnista acierta a mi entender en un rasgo característico de la política neuquina respecto de la dinámica de los conflictos sociales mas recientes:

“ …más que una expresión universitaria destinada a mejorar académicamente a la UNC, el tomismo es un hecho de poder. Es una cosmovisión muy extrema de la acción política que, en este caso, toma como blanco rentable a la UNC.”[4]

Resulta que el conflicto en la UNC desbordará prontamente el ámbito de la Ciudad Universitaria para instalarse en el campo político local dividiendo aguas entre el sector que apoya la toma y los reclamos estudiantiles, esto es, los sindicatos estatales como ATE, ATEN, Madres de Plaza de Mayo, HIJOS, los obreros de Cerámica Zanón, partidos de izquierda y diversas organizaciones sociales, mientras que otro nutrido contingente anti-toma representado por alumnos autodenominados “independientes”, padres de alumnos, un sector de profesores de la UNC con la por entonces rectora Ana Pechén[5] a la cabeza y representantes del oficialista Movimiento Popular Neuquino -MPN-, entre otros partidos, presionarán a los “tomistas” a que depongan su actitud[6]. Como dato para retener, en la dinámica del conflicto el sector anti-toma fue acusado por sus oponentes de “golpista”, en referencia al origen de la disputa (la forma ciertamente trasnochada en que se intentó elegir al nuevo rector de la UNC)[7]; mientras que el sector pro-toma era estigmatizado como “autoritario”, marca bastante frecuente a la hora de juzgar conductas entendidas como de “extrema izquierda”, imprimiendo entre ambos bandos una ideologización del episodio que resulta bastante frecuente en los conflictos sociales de Neuquén, en donde la apelación a etiquetas políticas cercanas al combate ideológico posdictadura remite a un enfrentamiento más profundo que se sintetiza como “la izquierda versus la derecha”.

Entre marchas y contramarchas, escraches, incendios de autos, golpizas y amenazas a estudiantes de ambos bandos, el conflicto provisoriamente cerrado no sólo demostró, una vez más, la fuerza del movimiento estudiantil, sino que dejó instalada nuevamente la sensación de que ciertos episodios de protesta social particionan la sociedad neuquina en dos polos irreductibles: el oficial-institucional vs. el contestatario (éste último propenso a la acción directa), y arrastrando en su desarrollo al por momentos poco flexible campo de las definiciones políticas locales que traspasa la inmediatez del episodio y se instala en la historia reciente de las luchas sociales más agudas de la Argentina.

Veamos otro ejemplo: a fines del 2005 el Movimiento Popular Neuquino, incrustado en el poder hace ya más de 40 años, impulsaba una Convención Constituyente para reformar algunos artículos de la carta magna provincial, como los referidos a la propiedad de los recursos naturales y energéticos, la representatividad de las minorías, el Consejo de la Magistratura, los consejos de educación y salud, entre otros. La propaganda oficial en radios, televisión y en las calles mostraba insistentemente al propio gobernador Jorge Sobisch (tres veces electo) alentando la cruzada. Y sin embargo, no tan sorprendente fue su virtual derrota en donde pretendía instalar su visión de la sociedad. Artículo por artículo, gran parte de sus propuestas cedieron ante a una férrea oposición que representaba una correlación de fuerzas ciertamente más visible en las calles que en las urnas neuquinas. Y no es solamente que el MPN careció de la mayoría numérica de convencionales constituyentes[8]; también sobre los puntos más ríspidos como los reclamos de los mapuches por su reconocimiento como pueblo preexistente, reclamos que ni la propia oposición podía o quería imponer, la salida victoriosa de los “pueblos originarios” se debió, una vez más, a aquella acción directa tan repudiada por el columnista del Río Negro y que aquí sobrepasó la voluntad de la propia oposición. En efecto, los mapuches y sus representantes acamparon en la Legislatura neuquina a comienzos de enero del 2006 para hacer escuchar sus reclamos, luego enfrentaron el desalojo y los gases lacrimógenos lanzados por la policía para más tarde rodearse tras el escándalo represivo de solidaridades políticas -nuevamente, los sindicatos estatales ATE y ATEN, organizaciones sociales y de derechos humanos, los obreros de Zanón y partidos de izquierda- y así, revirtiendo lo que puertas adentro se consolidaba como una negativa a incluirlos, y mediante el recurso a la acción directa (el acampe, el corte de calles, la movilización) inclinaron la balanza a su favor[9].

Se podrían citar numerosos ejemplos contemporáneos de esta dinámica de tira y afloje entre lo institucional versus la acción directa, o entre la forma de desarrollo y canalización del conflicto social y su complejo entramado con el sistema político, pero lo que aquí quiero presentar es cierta disposición a la protesta social en un determinado conjunto de actores sociales, disposición que no es una “novedad” sino que más bien parece encontrar una clave explicativa en la historia reciente de la norpatagonia, signada, entre otros aspectos, por una fuerte resistencia a la implementación de las políticas neoliberales en los años ‘90. La protesta social, el recurso sistemático a la acción colectiva directa puede considerarse, retomando las palabras del columnista del Río Negro, como un hecho de poder, pero en el sentido de que expresaría no una “cosmovisión extrema” de hacer política o una forma “maximalista” fundada en el “todo o nada”, sino más bien un tipo particular de ejercer poder, una cultura política de protesta, y ésta modalidad se relacionaría tanto con las modificaciones estructurales (los “ajustes” del modelo económico) y las constricciones que un sistema político presenta para el juego electoral y el recambio institucional, como con ciertas prácticas y tradiciones de lucha aprendidas y transmitidas en el tiempo que constituyen un particular habitus militante.

 

Las “marcas” de la neuquinidad

y la emergencia de una contra-cultura de protesta

 

Como observó tempranamente Vicente Palermo, Neuquén siempre fue una sociedad con altos índices de movilización y participación política[10], en especial tras la recuperación democrática de los años ’80. Movimientos interbarriales, asociaciones vecinalistas, coordinadoras de gremios estatales, multisectoriales, partidos de izquierda representados en todas sus tendencias, una Iglesia tercermundista caracterizada por su compromiso con las luchas sociales, los derechos humanos y las reivindicaciones de las comunidades mapuches, otras comunidades como la chilena (la mayor de Argentina) que aportan experiencias de lucha a través de exiliados políticos que se destacan en gremios como el de la construcción neuquina (UOCRA), cierto aire “progresista” del primer MPN vinculado a las políticas de bienestar social (salud y educación) en los años ‘70, son algunos de los elementos que este autor detecta como señales de una provincia que a sus ojos, y contemplando el contexto nacional, es claramente “de izquierda”. El caso de ciertas ramas del sindicalismo que se diferencia y autonomiza de la esfera estatal hacia 1984/86 integrándose a ATE nacional, el gremio docente ATEN con conducciones ligadas a partidos de izquierda, tempranas protestas sociales de alto impacto como la “huelga salvaje” de la UOCRA en 1984 y la “caminata” de los obreros acantonados en Piedra del Águila a la ciudad de Neuquén (1986), la preponderancia de activistas del izquierda (MAS) en la UOCRA del ’86 que logra arrebatar la conducción gremial por un breve período, o la conformación de la “Corriente Alternativa” en el mismo año integrada por ATE, ATEN, UOCRA, UTA, sindicato de prensa, actores y televisión, bajos consignas como la independencia del estado, la democracia sindical, la participación de las bases, la independencia del gobierno y partidos políticos, entre los ejemplos más salientes, sin dudas generan una sensación sino de conflictividad de al menos de gran actividad opositora como dato característico del campo político local promediando los años ‘80[11]. De allí que me pregunte lo siguiente: ¿existe aquí una imagen que unifique a estos actores, alguna identidad política que podamos tomar como sustento de prácticas y visiones del orden social compartidas que apuntalen un tipo de acción colectiva específica?, ¿son éstos signos de latencia de un movimiento social que emergerá con posterioridad, o elementos que irán conformando una cultura política de protesta?

Lo que Palermo intuyó como incipiente fue desarrollado bastante más tarde por dos investigadores que a mi entender han sido los que más profundamente percibieron la presencia de un “lugar común” de prácticas sociales, un terreno compartido que con el tiempo cristalizará en lo que propongo denominar como cultura política de protesta. Claro que la suerte de estos trabajos tiene mucho que ver con la eclosión de las simbólicas puebladas cutralquenses de 1996/1997, fenómeno inesperado que sin dudas posibilita estas y otras reflexiones[12].

En este sentido el trabajo de Laura Mombello[13] busca establecer lo que sería un punto de inflexión en la construcción de identidades políticas sustentadas en distintos proyectos que contienen el “ser neuquino”, o la “neuquinidad”. Aquel punto de inflexión es el período que atraviesa la primer pueblada cutralquense de 1996 hasta la crisis de alcance nacional en diciembre de 2001. Pero será mucho antes, durante el conflicto conocido como el “Choconazo” (1969-1970), cuando dos modos de intervenir en la política local generen dos visiones no tan contrapuestas[14] y perdurables que sedimentarán con el tiempo en elementos confrontados de una identidad local en disputa.

Enfocado el problema a través de dos figuras paradigmáticas en la historia neuquina, la de “Don Felipe” y la de “Don Jaime” -el primero, Felipe Sapag, es el gran caudillo del MPN, mientras que el segundo, Jaime De Nevares, es el primer Obispo neuquino y portador de una forma alterna de actuar en política- representan el clivaje originario, el primer, aunque lejano, “hito paradigmático” de las identidades políticas que entrelaza, por un lado, lucha social, cristianismo, oposición a la dictadura (el onganiato), y por otro, intervención del MPN como estabilizador de conflictos sociales. Según Mombello, el sistema político neuquino en construcción registrará en su reciente memoria histórica al “Choconazo” como la protesta social que dividió aguas y conformó un primer espacio de conflictividad bajo la figura de De Nevares:

“Alrededor de Don Jaime se irán nucleando aquellos grupos sociales y sindicales que no se articulaban con la estructura emepenista. Paralelamente las organizaciones barriales constituidas alrededor de las parroquias irán cobrando gran importancia. Luego, la participación en 1975 de Nevares como co-fundador de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) a nivel nacional, lo erigirá como referente indiscutible a la hora de la defensa de los derechos humanos. Con la llegada de la dictadura el movimiento de derechos humanos se articuló alrededor de su persona y en la sede del obispado. Este movimiento no sólo acogió a los afectados directos y personas comprometidas en la búsqueda de los desaparecidos, sino que también fue el espacio que cobijó a sindicalistas y a militantes políticos y sociales cuyos espacios políticos de referencia fueron clausurados.”[15]

El posterior y último período dictatorial encuentra a De Nevares convertido en un paraguas protector de exiliados “internos”, militantes políticos que se refugian en la Iglesia neuquina y continúan desde ese reparo construyendo su lugar (ahora nuevo) de participación y proyección política. Se suman así diversas “oleadas” de militantes que van configurando una densidad de actores politizados poco común en otras regiones del país: en los años ’70 la oleada de exiliados políticos chilenos, en los ’70-‘80 los exiliados “internos” llegan desde las grandes ciudades del país, y en los ’90 los exiliados “económicos” que escapan de la pauperización de sus lugares de origen (desde el norte del país hasta Chile y Bolivia). Particular conformación de una provincia poblacionalmente de las más jóvenes del país en cuyo devenir la ausencia de tradiciones conservadoras, como las que dominan las provincias argentinas añejas, configuran rasgos particulares como una burguesía relativamente nueva y de origen “plebeyo”, una Iglesia de tendencias “progresistas” y comprometida con los conflictos sociales, una sociedad altamente móvil y desjerarquizada, sustentados todos por una “economía de enclave” de base hidrocarburífera que lentamente va aumentando las arcas estatales. Esta situación favorable en términos de recursos es la que posibilita la aplicación de políticas de “bienestar” articuladas en torno a una “mística neuquina” hábilmente elaborada desde el MPN “sapagista” (más tarde los “amarillos”): un agresivo federalismo defensor de las riquezas locales cohesiona una identidad emepenista efectiva a la hora de “defender lo nuestro”[16]. Pero esta riqueza es reclamada también desde el polo político opositor: los sindicatos estatales no dejaran de tensar la soja de la distribución de recursos vía protesta social. ¿Y cuál puede ser, en un escenario que se recarga lentamente de protestas y que además comienza a experimentar lo que será el extendido e imbatible reinado electoral del MPN, el elemento común que una a los sectores más combativos en los tempranos años ‘80?

Sin dudas, y como observó Jelin[17], si los primeros y más fuertes movimientos sociales en la Argentina contemporánea posdictadura fueron los constituidos en torno a la defensa de los Derechos Humanos no es de extrañar que un importante lugar de “exilio interno” genere otro no menos importante movimiento alrededor de ellos. Neuquén “Capital de los Derechos Humanos”, tal fue la designación que miembros fundadores de la APDH como Mignone y Conte Mc Donell aplicaron en 1983 de frente a una sorprendente manifestación de la filial neuquina de esa organización y su extensa red de sindicatos, partidos y organizaciones sociales. Y lo curioso, resaltado acertadamente por Mombello es:

“…[que] Neuquén, un lugar como cualquier otro, se torne la “Capital de los Derechos Humanos” da cuenta de algo más, o mejor dicho de algo diferente, que no tiene necesariamente que ver con el impacto específico de la represión de la dictadura en este lugar. Se trata de un modo particular y específico de construir pertenencia, de narrar el pasado, y con él la propia historia…”[18]

En efecto, Neuquén no fue un lugar neurálgico de la represión dictatorial, por lo que el dato aquí es la potenciación de ésta narración como “marco maestro” para el encuadre de diversas situaciones de injusticia, que se muestra altamente elástico hacia reivindicaciones salariales, laborales, estudiantiles, políticas. Si “ayer luchamos contra el genocidio político, hoy luchamos contra el genocidio económico”, como reza el eslogan de las organizaciones de Derechos Humanos, la formidable capacidad de acompañar, reforzar, generar y solidificar un núcleo perdurable de disposiciones a la acción de denuncia y protesta en un conjunto siempre renovable de actores sociales estaría mostrándonos que el trasfondo de una emergente cultura política de protesta se asienta en la praxis sostenida de determinados actores sociales que, en un principio, estuvieron aglutinados por la defensa de los Derechos Humanos y la apropiación simbólica de la figura de “Don Jaime”, presente en el nombre de movimientos de protesta, monumentos, barrios, agrupaciones, cátedras libres, etc. Luego, el devenir puso de cara a estas prácticas y símbolos incipientes a las puebladas cutralquenses, levantamientos populares que por su masividad y por la eficacia de su práctica (la acción directa en el corte de rutas) fueron reapropiados e incluidos como marcas de fuego y ejemplo a seguir en la historia y en el repertorio cultural de los protagonistas de las luchas del movimiento de protesta local. De allí que un modo particular y específico de construir pertenencia, como apunta Mombello, sea también un sentido práctico, un modo de moverse, de actuar, de orientarse, que no es ni totalmente espontáneo ni absolutamente conciente, pero constituye una forma de hacer política, de concebirla, que mediante la inculcación y la práctica sostenida se instituye en disposiciones duraderas y transferibles, principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones, en fin, un habitus militante.

El “lugar común” o formato de despliegue de prácticas sociales sobre el que nos preguntamos páginas atrás es aquí la Multisectorial o Coordinadora, formato eminentemente callejero que ganó en supremacía a cualquier otro de fines electorales -partidos, p.e.- y que constituye, sin lugar a dudas, el tipo de oposición más sistemático y perdurable al hegemónico MPN. Esta es, para Mombello, la clásica “formación coyuntural con carácter de permanente”, aparente contradicción constitutiva que sin embargo contiene a la potencialidad del movimiento de protestas, incluso hasta la actualidad.

Más concentrado en los efectos del las puebladas cutralquenses y la huelga docente que ayuda a despuntar el segundo episodio en 1997, Ariel Petruccelli[19] logra formular una conceptualización que sostiene en gran medida nuestra pregunta inaugural: ¿por qué Neuquén es tan “combativo”? El aporte de Petruccelli consiste en la sistematización de elementos que juntos conforman lo que el autor denomina como una contra-cultura de protesta:

“Sus miembros comparten una serie de valores y prácticas sociales: cierto anhelo de igualdad, una aspiración más o menos vaga de cambio social, un genérico ´anti-imperialismo´, la protesta y el reclamo vistos como un valor positivo, una mirada crítica sobre el mundo y la sociedad en que viven, la organización y movilización populares convertidos casi en una forma de vida, la importancia concedida a los derechos humanos, la oposición al MPN, cierta `conciencia de clase´, etc.”[20].

Mirada más de cerca esta contra-cultura exhibe los siguientes factores y/o componentes: la presencia de exiliados chilenos luego del golpe pinochetista; la migración interna, en especial la de militantes políticos amparados por De Nevares; la presencia de la UNC y de su voz, radio CALF-Universidad, como lugares refractarios al avance del MPN y fortalecedores de esta contra-cultura; la geografía de la protesta reducida a Neuquén capital y la fluidez de los intercambios culturales fruto de ese pequeño ámbito; la construcción de grandes emprendimientos estatales en los años ’60-’70 (represas hidroeléctricas como El Chocón, Cerros Colorados, Alicura, Piedra del Águila) en donde confluyen militantes políticos, obreros del norte con chilenos expatriados. Todos estos elementos, la mayoría presentes en los trabajos de Palermo y Mombello, se refuerzan por esa suerte de “enemigo común” que representa el MPN y que además arrastra tras de sí al poderoso sindicato petrolero, fuertemente burocratizado e indiferente a las luchas sociales neuquinas, y a una considerable franja de sectores medios profesionales que gozan de los beneficios de altas remuneraciones.

El aporte mayor de esta contra-cultura proviene de los sindicatos estatales alineados en ATE, y el de educación (ATEN), motor de la segunda pueblada en 1997, emblemática para estos actores al ser la que logra nacionalizar el conflicto de resistencia a la Ley Federal de Educación, provocando sendos paros nacionales, y en donde muere Teresa Rodríguez, entre otros hechos ya simbólicos. El éxito relativo de la huelga docente marca ciertamente algunos logros de esta contra-cultura resaltados por Petruccelli, como el último aumento salarial logrado a los docentes (1992), la permanencia de un sistema de salud provincial “digno” aunque desfinanciado, el rechazo a las leyes de educación incluso en el ámbito de la UNC, que han sido junto a las puebladas cutralquenses[21] resignificados y enmarcados como luchas de resistencia al neoliberalismo, leiv motiv extenso que operó como eficaz rotulador de todo tipo de políticas consideradas lesivas por los miembros de esta contra-cultura.

 

Del “momento” Cutral–Có a Cerámica Zanón bajo Control

Obrero: la construcción de una cultura política de protesta

 

Si bien comparto en líneas generales estas primeras percepciones intentaré en adelante complementar estos enfoques incorporando algunos conceptos que operacionalizan lo que pienso como la emergencia de una cultura política de protesta, y agregaré fenómenos nuevos no trabajados que complejizan esta perspectiva.[22] Antes me parece necesario remarcar que lo que aparece como oposición política al MPN es sumamente heterogéneo, y para despejar elementos diríamos que existen en principio dos oposiciones:

1) la que insiste en la vía electoral, logra ingresar al parlamento local y está representada por partidos de proyección nacional (UCR, PJ, ARI, y otros);

2) la que se expresa a través de la protesta social, básicamente sindicatos estatales de educación y salud (ATE y ATEN), organismos de derechos humanos, organizaciones sociales, comunidades mapuches y partidos de izquierda[23], todos eventual e históricamente congregados bajo el formato de la Multisectorial.

Es ésta última oposición la que gana las calles en las últimas décadas y disputa allí el poder político y participa de esta cultura política de protesta; sea por su carácter institucional (organización social o sindical), por su modo de hacer política (estudiantes, mapuches, u otros) o por su carácter minoritario (partidos de izquierda), lo cierto es que los canales institucionales tradicionales no resultan ni efectivos, ni posibles, ni atractivos para este sector y en consecuencia toda una manera de ejercer poder se canaliza por intermedio del recurso privilegiado a la protesta social.

Al presentar los hechos de la toma universitaria o el traspié sufrido por el MPN en el intento de reformar la Constitución Provincial, vimos a un arco de actores movilizados que se repite y en cierta medida está presente en la década de los ´90, esto es, la oposición que se expresa vía protesta social, a los que deberíamos sumar en adelante nuevos integrantes que son los protagonistas actuales: mapuches, obreros de Zanón y coaliciones partidarias como el UNE o Patria Libre[24], más otros actores menos persistentes, que reaparecen o desaparecen de la escena pública: feministas, movimientos de desocupados (MTD`s varios), estudiantes secundarios y universitarios, el movimiento antipeaje, las mujeres agropecuarias en lucha.

Lo que considero como lo más emblemático de los últimos años es el conflicto de los obreros de la Cerámica Zanón[25]. Este reciente fenómeno emerge con fuerza en el año 2001 cuando los obreros de Zanón enfrentan los despidos masivos y el cierre de la fábrica mediante la ocupación y posterior puesta en producción bajo la modalidad de “control obrero”. La exitosa resistencia frente a la patronal y al ejecutivo local giró luego hacia una actitud ofensiva caracterizada por la solidaridad de los obreros para con otros conflictos locales y nacionales (otras fábricas recuperadas). Siendo Zanón casi la única fábrica recuperada del país que no ha logrado leyes de expropiación a su favor que la salvaguarde de su delicada posición legal, ha desarrollado en sus obreros una combatividad y una politización que los coloca como la referencia obligada para el resto de sus pares, para el grueso de los fenómenos de protesta de la Argentina pos 2001 y, sin temor a exagerar, para muchos de los movimientos sociales de alcance mundial. Tanto es así que la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, los rebautizó como a “sus hijos” (regalándole a Raúl Godoy, titular del sindicato ceramista hasta septiembre de 2005, su simbólico pañuelo sólo entregado en una ocasión al Subcomandante Marcos, líder del ejército zapatista de liberación nacional -EZLN-), intelectuales como James Petras, Toni Negri, Naomi Klein, Osvaldo Bayer dedican sendas páginas a este ejemplo de resistencia, mientras que en el espectro neuquino una legitimidad sin fisuras los pone a la cabeza del ala izquierda en el campo de protesta local, liderando Coordinadoras, Multisectoriales, etc. Sin dudas Zanón representa el paso más avanzado que las luchas sociales dejaron en el 2001, combinando autogestión, solidaridad, compromiso político incondicional a las protestas sociales y creando en el plano local una suerte revelación o utopía tangible: Zanón simboliza al obrero clásico que toma bajo su control la producción luego de arrebatarle al capitalista su poder, reconfigurando quizás el imaginario más preciado dentro del pensamiento de izquierdas.

De Cutral-Có a Zanón podríamos ver un continuo de protestas y resistencias, un siempre presente y renovable arco de militantes y activistas, una notable capacidad de articulación entre ellos, una rutinización de la protesta y la acción directa, todos estos elementos que adelantamos páginas atrás recurriendo a la noción de habitus militante[26]: disposición construida por los actores como resultado de la internalización relacional entre las percepciones subjetivas y las condiciones objetivas, historia de luchas “hecha cuerpo”, inculcada generacionalmente y cristalizada en un “sentido práctico” orientado, en este caso, a la acción colectiva directa.

Este habitus militante (militante porque es fruto de un ejercicio constante que involucra esfuerzos, inversiones y capitalizaciones de esas contiendas) se nutre de significaciones que le otorgan identidad y legitimidad a sus actos: un marco maestro[27] es una operación de conferir sentido a una amplia gama de situaciones con el fin de incentivar a la acción; así, de la lucha por los Derechos Humanos a la resistencia al Neoliberalismo todo un conjunto de acciones son enmarcadas bajo esas coordenadas cognitivas que en sutiles combinaciones permiten identificar al oponente (la dictadura, el MPN, el estado provincial, la Ley de Educación, las políticas neoliberales, el capitalismo) y construir un “nosotros” en torno a prácticas que fortalecen una identidad contestataria.

Prácticas, actores y lugares configuran un escenario relacional en donde cada sector se ubica de frente al adversario constituyendo un campo de protestas: espacio de juego históricamente constituido y ciertamente “regulado” por “leyes de funcionamiento” propias (pienso en el corte de calles y rutas como estrategia validada y ciertamente reglada, contemplando sus delicados límites respecto de la tolerancia estatal y el umbral de represión del régimen político).

Lo que posibilita y estructura al campo de protestas es la definición de lo que está en juego (la educación, la salud, los derechos, el trabajo, y al fin, el sentido de “lo público”), que es, como vimos, la condición de su funcionamiento. Por eso un campo es también un “momento” histórico[28] configurado en torno a esos intereses en lucha y que ha acumulado experiencias (capital) a través contiendas anteriores (puebladas, huelgas, tomas, marchas): de allí las estrategias utilizadas (y su historicidad) direccionadas a conservar o subvertir lo que está en juego, o para redistribuir un determinado tipo de capital (simbólico o de otra naturaleza, p. e. la Salud, la Educación, el sentido de “lo público” en general)[29].

Si la existencia de un campo de luchas sociales implica un cierto número de intereses fundamentales en común por parte sus integrantes (una identidad, una contra-cultura, un capital en juego), “una suerte de complicidad básica, un acuerdo entre los antagonistas acerca de lo que merece ser objeto de lucha”, esa unidad que es también de prácticas y de percepciones sobre el orden social es compatible con nuestro planteo de la emergencia de una cultura política de protesta caracterizada por una perdurabilidad notable de acciones colectivas sostenidas por diversos actores sociales que tiene como efecto la profundización de la capacidad de movilización y, consecuentemente, de la conflictividad.

Movilización y conflictividad actúan como potenciadores de oportunidades políticas constantemente presente para el surgimiento de nuevas acciones colectivas: entonces el campo por sí mismo puede pensarse como una oportunidad política percibida incluso en estos términos por sus integrantes ya que logra afectar las dimensiones constitutivas del sistema político. De allí su alta potencialidad y capacidad para revitalizar nuevos conflictos y su pervivencia en la historia y el presente (“de Cutral-Có a Zanón”).

La protesta por sí sola no debe entenderse como el único fenómeno emergente en los años ´90 en Neuquén (ya vimos que antes también existieron protestas); lo que ocurre es una resignificación de ella mediante prácticas, representaciones, imaginarios, que existían, siguiendo a Melucci[30], en forma latente aunque su visualización y presentación (momento de emergencia) como repertorio dominante sea impulsada a partir de los sucesos de 1996/97. Estos elementos emergen a la superficie de una cultura política en donde la generación de acciones colectivas ganan terreno por sobre otras formas de intervención en el escenario público. La protesta deviene elemento central de una cultura política sólo por intermedio de determinadas prácticas sociales, que a partir del momento señalado ganan en visibilidad. Desde las puebladas cutralquenses en 1996/97 hasta el año 2001 (incluso llegando a nuestros días) esta cultura política reposa y se despliega sobre el impacto simbólico de aquellas; ya sobre el final de la década encuentra nuevos referentes: acaso el conflicto de los ceramistas de Zanón actúe como sucesor simbólico o reactualizador de contenidos de las puebladas cutralquenses, enmarcado en un nuevo contexto nacional de generalización de protestas que tiene en diciembre de 2001 a su nuevo punto de inflexión.

A pesar de que el MPN mantiene la supremacía y el bloqueo sistemático de la oposición política en el juego electoral, sigue encontrando una gran dificultad para descomprimir la protesta social y sus efectos, configurando un escenario favorable para la acción colectiva. Al mismo tiempo, la imposibilidad de alternancia partidaria potenciaría la sensación de que el cambio por esta vía -la electoral- se encuentra demasiado lejos para los sectores que se expresan mediante la protesta, conformando una situación que, al menos en el corto y mediano plazo, encuentra su válvula de escape a través de la protesta permanente. Sin embargo, esta situación no podría pensarse como un juego de suma cero: pienso que los protagonistas de esta cultura política de protesta obtienen de sus luchas sendas victorias, quizás lejanas en el horizonte de posibilidades de otras muchas regiones donde también se protesta.

La renovación de los protagonistas y de los símbolos (Zanón), la contundencia (su performance) y cierto éxito de acciones y actores (estudiantes y mapuches) nos estaría demostrando al fin que esta cultura política emerge y se consolida como tal en el período señalado. Valga este último ejemplo para concluir: la nueva constitución provincial, ya reformada en febrero del 2006, en una edición de la bancada opositora del bloque UNE -Unión de los Neuquinos- contiene la siguiente introducción:

“Podríamos decir sin temor a equivocarnos y con un dicho totalmente neuquino, cordillerano, chivero (sic), paisano, que aquí los neoliberales ‘vinieron por la lana y salieron esquilados’. Vinieron a sacarnos derechos y resultó que nos vamos con mucho más”[31].

 

 

RESUMEN

 

Protesta social y cultura política. Aportes para pensar los años ‘90 en Neuquén

 

Durante la década del ´90 la provincia norpatagónica de Neuquén vive un intenso proceso caracterizado por una fuerte conflictividad social, anclada en un contexto particular y con diversos actores como protagonistas, con renovados contenidos y prácticas, aunque también impregnada por el rescate de ciertas tradiciones discursivas que remiten a un pasado combativo. Lo distintivo de Neuquén y que pretendo señalar aquí, parece ser la configuración de un campo de protesta social que se despliega en dos direcciones: a) como lugar simbólico para el resto de los fenómenos de protesta social en la Argentina de la década del ’90 (p.e. las organizaciones piqueteras), y b) como momento emergente de una cultura política que tras las puebladas cutralquenses de 1996/97 adquiere un claro perfil contestatario.

 

Palabras clave: protesta social - cultura política - acción colectiva - habitus militante

 

 

ABSTRACT

 

Social protest and political culture. Contributions for the interpretation of the 90´ in Neuquén

 

During the 90’s, the northern patagonic province of Neuquén goes through a very intense process, marked by strong social conflicts, anchored in a special context and with different kinds of actors in the leading roles. This process includes new practices and contents, though it is also permeated by certain speech traditions that reminds of a struggling pass. The distinctive tract of Neuquen –and I intend to point it here- seems to be the creation of a field for social protest that spreads towards two directions: a) as a symbolic place for the rest of the social protest phenomena in the 90’s of Argentina (v.g., the “piqueteros” (picketing) organizations), and b) as the emerging moment of a political culture that gets a clear defiant profile, after the village upraisings of Cutral Co during 1996/7,

 

Key words: social protest - political culture - collective action - militant habitus

 

 

Recibido: 30/04/07

Aceptado: 15/05/08

Versión final: 21/07/08

 

 

Notas



(*) Versión revisada de mi ponencia presentada en las “II Jornadas de Historia de la Patagonia”, Universidad Nacional del Comahue, Roca, Río Negro, Noviembre de 2006.

(**) Historiador. Becario CONICET, investigador CIFFyH, Universidad Nacional de Córdoba. E-mail: faizic@hotmail.com

[1] La compleja y extensa “geografía” de una toma total de la UNC implica contemplar los varios asentamientos existentes en las ciudades rionegrinas de General Roca, Cipolletti, Viedma y Bariloche, distantes a cientos de kilómetros de la sede central ubicada en la capital de Neuquén, epicentro de las sucesivas tomas estudiantiles.

[2] Para ser más precisos, los reclamos estudiantiles como el claustro único docente, el aumento de la participación del claustro estudiantil, reafirmación del co-gobierno universitario, a los que se suman el ahogo presupuestario y deficiencias edilicias, se vienen planteando insistentemente desde el año 2002.

[3] La conducción de la FUC está representada por el Frente Estudiantil de Resistencia –FER-, integrado por “Grafa Negra” y el “Colectivo de Trabajo” -estudiantes independientes que se identifican con el “horizontalismo” y la “autonomía”-. El FER se impuso a Patria Libre/Venceremos –la anterior conducción de la FUC- en las dos últimas elecciones. La FUC interactúa además con un arco ideológico en donde conviven diversas corrientes de la izquierda partidaria como el PO, MST, PTS y PCR. A diferencia de lo que ocurre en las grandes universidades nacionales, Franja Morada (brazo estudiantil de la UCR) ó el oficialismo actual (kirchnerismo) no poseen aquí influencia alguna.

[4] TORRENGO, Carlos “Mediante acción y más acción, la FUC se quedó con la batuta”, Diario Río Negro, 9/7/2006. (Cursivas nuestras).

[5] Militante confesa del MPN y luego de este suceso candidata a vicegobernadora junto a Jorge Sapag para el año 2007.

[6] Como en la mayoría de los conflictos políticos, en este caso existen más de dos opciones, sólo que aquí presentamos, a fines analíticos, la división predominante.

[7] En efecto, a pesar de la elección que consagra por entonces a Daniel Boccanera, no se habían completado las elecciones de representantes por el claustro de profesores y decanos, entre otras irregularidades. El fallo de la Cámara Federal de General Roca (Río Negro) que declara nula la elección del candidato que incurrió en estas irregularidades (cuestión que ciertamente ayudó a desatar la toma) dice lo siguiente: “...De manera que, al momento de la reunión de los asambleístas el día 16 de mayo, no estaba integrado el Consejo Superior de acuerdo a la previsión estatutaria y, por ende, tampoco la Asamblea Universitaria. Mal pudo constituirse válidamente ni, en consecuencia, sesionar y resolver (...) lo acontecido en la UNC, luego del 10 de mayo y con motivo de la renovación de sus autoridades, ha importado la claudicación de la legalidad y de la forma democrática que rige la convivencia entre los claustros que conforman su gobierno...”.

[8] En las elecciones legislativas del año 2005 el MPN obtuvo cerca del 50% de los votos, consiguió 16 de 35 Convencionales Constituyentes, 2 de 3 Diputados Nacionales y 5 de 9 Concejales para Neuquén Capital. En la Convención Constituyente el MPN quedó en desventaja siendo superado por la alianza opositora representada por la CTA-UNE (Encuentro de los Neuquinos), ARI, Patria Libre, el Frente Cívico para la Victoria (kirchneristas) y la UCR. El MPN se vio de esta manera imposibilitado de imponer sus puntos para la reforma y quedó a merced de las iniciativas opositoras que sí incluyeron puntos que el MPN jamás contemplaría reformar.

[9] Va de suyo que este mecanismo asegura tantas victorias como derrotas a los sectores que se movilizan. En este sentido los obreros de la Cerámica Zanón -fábrica neuquina recuperada bajo control obrero desde fines del 2001- utilizaron el mismo recurso que los mapuches para lograr la ley expropiación que los haga salir del atolladero legal en que se encuentran, pero no lo lograron y fueron duramente reprimidos a metros de la Legislatura neuquina.

[10] PALERMO, Vicente Neuquén. La creación de una sociedad, CEAL, Buenos Aires, 1988.

[11] El “Choconazo” es claramente otro ejemplo que, aunque más lejano en tiempo (1969-1970), contiene elementos que resurgen con posterioridad: combatividad de las bases, acción directa, presencia de la Iglesia con Jaime de Nevares a la cabeza, liderazgo de militantes de izquierda (Alac y Olivares), repercusión nacional, etc.

[12] Un rastreo sobre la cuestión del “origen” del movimiento piquetero vinculado a las primeras puebladas en el país puede verse en Astor MASSETTI, Astor, Piqueteros. Protesta social e identidad colectiva, FLACSO, Buenos Aires, 2004. Existen otros trabajos sobre los conflictos sociales regionales pero no se han ocupado en particular de nuestro tema: FAVARO, Orietta, “Neuquén, la sociedad y el conflicto”, en Revista Realidad Económica, núm. 185, Buenos Aires, 2002; FAVARO, BUCCIARELLI, IUORNO, “Políticas de ajuste, protestas y resistencia. Las puebladas cutralquenses”, en FAVARO, Orietta (edit.) Neuquén, la construcción de un orden estatal, UNCo, Neuquén, 1999; SVAMPA, Maristella y PEREYRA, Sebastián, Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Biblos, Buenos Aires, 2003; KLACHKO, Paula “La conflictividad social en la Argentina: el caso de las localidades petroleras de Cutral Có y Plaza Huincul (1996-1997)”, en Bettina LEVY (comp.) Crisis y conflicto en el capitalismo latinoamericano, Clacso, Buenos Aires, 2002; BONIFACIO, José “Frente a la política: de Cutral Có a la organización de los desocupados”, en RAFART, QUINTAR, CAMINO VELA (comps.) 20 años de democracia en Río Negro y Neuquén, Educo, Neuquén, 2004; AUYERO, Javier La protesta. Retratos de la beligerancia popular en la argentina democrática, Libros del Rojas-UBA, Buenos Aires, 2002.

[13] MOMBELLO, Laura Neuquén, nuestra forma de ser. Articulaciones entre la construcción de identidades/alteridades y las prácticas políticas en la norpatagonia. Tesis de Maestría. Mimeo, 2004.

[14] En el sentido de coincidir tanto Sapag como De Nevares en el diagnóstico sobre la situación de los sectores más desprotegidos de la población neuquina.

[15] MOMBELLO, Laura, op. cit., p. 26.

[16] FAVARO, Orienta, BUCCIARELLI, Mario “El sistema político neuquino. Vocación hegemónica y política faccional en el partido dominante”, en FAVARO, Orietta (edit.) Neuquén, la construcción de un orden estatal, UNCo, Neuquén, 1999.

[17] JELIN, Elizabeth Los nuevos movimientos sociales, CEAL, Buenos Aires, 1985.

[18] MOMBELLO, Laura, op. cit., p. 46. (Cursivas nuestras).

[19] PETRUCCELLI, Ariel Docentes y piqueteros. De la huelga de ATEN a la pueblada de Cutral Có, El cielo por asalto-El Fracaso, 2005.

[20] Idem, p. 22.

[21] Creo necesario distinguir aunque sea en forma breve ambas puebladas teniendo en cuenta que la primera de ellas (1996) tuvo una matriz más comunitaria y reacia a la participación de actores políticos como lo sindicatos y organizaciones sociales, siendo el reclamo generalizado “¡Que venga Don Felipe!”. La segunda pueblada (1997) es ya de matriz marcadamente sindical y más politizada, operando resignificaciones simbólicas de la primera y siendo capitalizada esencialmente por ATEN, y en otro plano, por las organizaciones de izquierda de todo el país, cuestión que define la posibilidad de reapropiación de las puebladas como hitos de lucha social local. La aparente paradoja es que no se consolidó un movimiento de desocupados en la simbólica Cutral-Có como sí ocurrió en el resto del país, que tomó como modelo experiencial a estas puebladas. La capitalización de esa experiencia es una muestra más de los mecanismos de reapropiación que determinados actores utilizan para reforzar su identidad y potenciar las posibilidades de acción colectiva.

[22] Aunque en un breve espacio diré que el sugestivo trabajo de Mombello se concentra casi exclusivamente en la constitución de identidades políticas, jugando con algunos símbolos locales (Don Felipe, Don Jaime, los dinos, indios, cigueñas, torres), cuestión que parece impedir una generalización hacia el campo de prácticas sociales más amplias; y Petruccelli apenas si formula su noción de contra-cultura alternándola con “cultura de resistencia” o “cultura neuquina de la protesta”, resultando una poca rigurosidad conceptual (confesa por el autor) que le resta perspectiva teórica a su rico trabajo de investigación.

[23] De acuerdo al período histórico que se trate podemos encontrar al PC, PI, PS, PO, PCR, PTS, MST. En este grupo es posible también colocar al ARI, Patria Libre (actualmente Libres del Sur) y el recientemente conformado UNE.

[24] En el año 2003 Jesús Escobar es electo diputado provincial por Patria Libre.

[25] Sobre este tema ver mis trabajos La experiencia de los obreros de Cerámica Zanón, Neuquén, 1983-2002, tesis de licenciatura en Historia, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, 2004, y “Teoría y práctica del control obrero: el caso de Cerámica Zanón, Neuquén, 2002-2005”, en Revista Herramienta, núm. 31, Buenos Aires, 2006.

[26] En adelante sigo la propuesta conceptual de Pierre Bourdieu. Una síntesis de ellas puede consultarse en BOURDIEU y WACQUANT Una invitación a la sociología reflexiva, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005.

[27] Mc ADAM, Mc CARTHY, ZALD Movimientos sociales: perspectivas comparadas, Istmo, Madrid, 1999. TARROW, Sydney El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Alianza, Madrid, 1997.

[28] GUTIERREZ, Alicia Las prácticas sociales: una introducción a Pierre Bourdieu, Ferreyra editor, Córdoba, 2005.

[29] Sobre el valor otorgado a lo “público” presente en los reclamos de los estatales neuquinos, valor que en cierta medida es el tono dominante de las protestas (o en todo caso se trata de la defensa de lo público que está “en peligro” o que “se ha perdido”), queda por discutir si es posible que ese valor constituya una contra-cultura, como sugiere el planteo de Petruccelli. Más bien diría que es uno de los rasgos de esta cultura política de protesta, y que si algo la caracteriza es su tenacidad en la defensa de lo considerado como “público”, “de todos”, “del pueblo”, rasgo que difícilmente se pueda definir como contracultural.

[30] MELUCCI, Alberto, “Asumir un compromiso. La identidad en los nuevos movimientos sociales”, en Revista Zona Abierta, núm. 69, Madrid, 1994.

[31] Constitución de la Provincia de Neuquén, reformada en 17 de febrero de 2006, edición del UNE.