Protesta social y
cultura política. Aportes para pensar los años ‘90 en Neuquén(*)
Fernando
Aiziczon(**)
Introducción. La
acción directa como hecho de poder
Desde inicios de junio y hasta
promediado el mes de agosto del año 2006
Un reconocido columnista del diario
regional Río Negro, notoriamente molesto por los sucesos de este año,
intentó definir a los estudiantes de la FUC[3]
y su accionar como representantes de una cultura “tomista” -en referencia al
recurso sostenido y repetido de “tomar” las instalaciones de
“ …más que una expresión
universitaria destinada a mejorar académicamente a
Resulta que el conflicto en
Entre marchas y contramarchas,
escraches, incendios de autos, golpizas y amenazas a estudiantes de ambos
bandos, el conflicto provisoriamente cerrado no sólo demostró, una vez más, la
fuerza del movimiento estudiantil, sino que dejó instalada nuevamente la
sensación de que ciertos episodios de protesta social particionan la sociedad
neuquina en dos polos irreductibles: el oficial-institucional vs. el
contestatario (éste último propenso a la acción directa), y
arrastrando en su desarrollo al por momentos poco flexible campo de las
definiciones políticas locales que traspasa la inmediatez del episodio y se
instala en la historia reciente de las luchas sociales más agudas de
Veamos otro ejemplo: a fines del
2005 el Movimiento Popular Neuquino, incrustado en el poder hace ya más de 40
años, impulsaba una Convención Constituyente para reformar algunos artículos de
la carta magna provincial, como los referidos a la propiedad de los recursos
naturales y energéticos, la representatividad de las minorías, el Consejo de
Se podrían citar numerosos ejemplos
contemporáneos de esta dinámica de tira y afloje entre lo institucional versus
la acción directa, o entre la forma de desarrollo y canalización del conflicto
social y su complejo entramado con el sistema político, pero lo que aquí quiero
presentar es cierta disposición a la protesta social en un determinado conjunto
de actores sociales, disposición que no es una “novedad” sino que más bien
parece encontrar una clave explicativa en la historia reciente de la norpatagonia,
signada, entre otros aspectos, por una fuerte resistencia a la implementación
de las políticas neoliberales en los años ‘90. La protesta social, el recurso
sistemático a la acción colectiva directa puede considerarse, retomando las
palabras del columnista del Río Negro, como un hecho
de poder, pero en el sentido de que expresaría no una “cosmovisión extrema”
de hacer política o una forma “maximalista” fundada en el “todo o nada”, sino
más bien un tipo particular de ejercer poder, una cultura política de protesta,
y ésta modalidad se relacionaría tanto con las modificaciones estructurales
(los “ajustes” del modelo económico) y las constricciones que un sistema
político presenta para el juego electoral y el recambio institucional, como con
ciertas prácticas y tradiciones de lucha aprendidas y transmitidas en el tiempo
que constituyen un particular habitus militante.
Las “marcas” de la
neuquinidad
y la emergencia de
una contra-cultura de protesta
Como observó tempranamente Vicente
Palermo, Neuquén siempre fue una sociedad con altos índices de movilización y
participación política[10],
en especial tras la recuperación democrática de los años ’80. Movimientos
interbarriales, asociaciones vecinalistas, coordinadoras de gremios estatales,
multisectoriales, partidos de izquierda representados en todas sus tendencias,
una Iglesia tercermundista caracterizada por su compromiso con las luchas
sociales, los derechos humanos y las reivindicaciones de las comunidades
mapuches, otras comunidades como la chilena (la mayor de Argentina) que aportan
experiencias de lucha a través de exiliados políticos que se destacan en gremios
como el de la construcción neuquina (UOCRA), cierto aire “progresista” del
primer MPN vinculado a las políticas de bienestar social (salud y educación) en
los años ‘70, son algunos de los elementos que este autor detecta como señales
de una provincia que a sus ojos, y contemplando el contexto nacional, es
claramente “de izquierda”. El caso de ciertas ramas del sindicalismo que se
diferencia y autonomiza de la esfera estatal hacia 1984/86 integrándose a ATE
nacional, el gremio docente ATEN con conducciones ligadas a partidos de
izquierda, tempranas protestas sociales de alto impacto como la “huelga
salvaje” de
Lo que Palermo intuyó como
incipiente fue desarrollado bastante más tarde por dos investigadores que a mi
entender han sido los que más profundamente percibieron la presencia de un
“lugar común” de prácticas sociales, un terreno compartido que con el tiempo
cristalizará en lo que propongo denominar como cultura política de protesta.
Claro que la suerte de estos trabajos tiene mucho que ver con la eclosión de
las simbólicas puebladas cutralquenses de 1996/1997, fenómeno inesperado que
sin dudas posibilita estas y otras reflexiones[12].
En este sentido el trabajo de Laura
Mombello[13]
busca establecer lo que sería un punto de inflexión en la construcción de
identidades políticas sustentadas en distintos proyectos que contienen el “ser
neuquino”, o la “neuquinidad”. Aquel punto de inflexión es el período que
atraviesa la primer pueblada cutralquense de 1996 hasta la crisis de alcance
nacional en diciembre de 2001. Pero será mucho antes, durante el conflicto
conocido como el “Choconazo” (1969-1970), cuando dos modos de intervenir en la
política local generen dos visiones no tan contrapuestas[14]
y perdurables que sedimentarán con el tiempo en elementos confrontados de una
identidad local en disputa.
Enfocado el problema a través de
dos figuras paradigmáticas en la historia neuquina, la de “Don Felipe” y la de
“Don Jaime” -el primero, Felipe Sapag, es el gran caudillo del MPN, mientras
que el segundo, Jaime De Nevares, es el primer Obispo neuquino y portador de
una forma alterna de actuar en política- representan el clivaje originario, el
primer, aunque lejano, “hito paradigmático” de las identidades políticas que
entrelaza, por un lado, lucha social, cristianismo, oposición a la dictadura
(el onganiato), y por otro, intervención del MPN como estabilizador de
conflictos sociales. Según Mombello, el sistema político neuquino en
construcción registrará en su reciente memoria histórica al “Choconazo” como la
protesta social que dividió aguas y conformó un primer espacio de
conflictividad bajo la figura de De Nevares:
“Alrededor de Don Jaime se irán
nucleando aquellos grupos sociales y sindicales que no se articulaban con la
estructura emepenista. Paralelamente las organizaciones barriales constituidas
alrededor de las parroquias irán cobrando gran importancia. Luego, la
participación en 1975 de Nevares como co-fundador de
El
posterior y último período dictatorial encuentra a De Nevares convertido en un
paraguas protector de exiliados “internos”, militantes políticos que se
refugian en
Sin
dudas, y como observó Jelin[17],
si los primeros y más fuertes movimientos sociales en
“…[que]
Neuquén, un lugar como cualquier otro, se torne la “Capital de los Derechos Humanos” da cuenta de algo más, o mejor
dicho de algo diferente, que no tiene necesariamente que ver con el impacto
específico de la represión de la dictadura en este lugar. Se trata de un modo
particular y específico de construir pertenencia, de narrar el pasado, y
con él la propia historia…”[18]
En
efecto, Neuquén no fue un lugar neurálgico de la represión dictatorial, por lo
que el dato aquí es la potenciación de ésta narración como “marco maestro” para
el encuadre de diversas situaciones de injusticia, que se muestra altamente
elástico hacia reivindicaciones salariales, laborales, estudiantiles,
políticas. Si “ayer luchamos contra el genocidio político, hoy luchamos
contra el genocidio económico”, como reza el eslogan de las organizaciones
de Derechos Humanos, la formidable capacidad de acompañar, reforzar, generar y
solidificar un núcleo perdurable de disposiciones a la acción de denuncia y
protesta en un conjunto siempre renovable de actores sociales estaría
mostrándonos que el trasfondo de una emergente cultura política de protesta se
asienta en la praxis sostenida de determinados actores sociales que, en un
principio, estuvieron aglutinados por la defensa de los Derechos Humanos y la
apropiación simbólica de la figura de “Don Jaime”, presente en el nombre de
movimientos de protesta, monumentos, barrios, agrupaciones, cátedras libres,
etc. Luego, el devenir puso de cara a estas prácticas y símbolos incipientes a
las puebladas cutralquenses, levantamientos populares que por su masividad y
por la eficacia de su práctica (la acción directa en el corte de rutas) fueron
reapropiados e incluidos como marcas de fuego y ejemplo a seguir en la historia
y en el repertorio cultural de los protagonistas de las luchas del movimiento
de protesta local. De allí que un modo particular y específico de construir
pertenencia, como apunta Mombello, sea también un sentido práctico,
un modo de moverse, de actuar, de orientarse, que no es ni totalmente
espontáneo ni absolutamente conciente, pero constituye una forma de hacer
política, de concebirla, que mediante la inculcación y la práctica sostenida se
instituye en disposiciones duraderas y transferibles, principios generadores y
organizadores de prácticas y de representaciones, en fin, un habitus
militante.
El “lugar
común” o formato de despliegue de prácticas sociales sobre el que nos
preguntamos páginas atrás es aquí
Más
concentrado en los efectos del las puebladas cutralquenses y la huelga docente
que ayuda a despuntar el segundo episodio en 1997, Ariel Petruccelli[19]
logra formular una conceptualización que sostiene en gran medida nuestra
pregunta inaugural: ¿por qué Neuquén es tan “combativo”? El aporte de
Petruccelli consiste en la sistematización de elementos que juntos conforman lo
que el autor denomina como una contra-cultura de protesta:
“Sus
miembros comparten una serie de valores y prácticas sociales: cierto anhelo de
igualdad, una aspiración más o menos vaga de cambio social, un genérico
´anti-imperialismo´, la protesta y el reclamo vistos como un valor positivo,
una mirada crítica sobre el mundo y la sociedad en que viven, la organización y
movilización populares convertidos casi en una forma de vida, la importancia
concedida a los derechos humanos, la oposición al MPN, cierta `conciencia de
clase´, etc.”[20].
Mirada
más de cerca esta contra-cultura exhibe los siguientes factores y/o componentes:
la presencia de exiliados chilenos luego del golpe pinochetista; la migración
interna, en especial la de militantes políticos amparados por De Nevares; la
presencia de
El aporte
mayor de esta contra-cultura proviene de los sindicatos estatales
alineados en ATE, y el de educación (ATEN), motor de la segunda pueblada en
1997, emblemática para estos actores al ser la que logra nacionalizar el
conflicto de resistencia a
Si bien comparto
en líneas generales estas primeras percepciones intentaré en adelante
complementar estos enfoques incorporando algunos conceptos que operacionalizan
lo que pienso como la emergencia de una cultura política de protesta, y
agregaré fenómenos nuevos no trabajados que complejizan esta perspectiva.[22] Antes me
parece necesario remarcar que lo que aparece como oposición política al MPN es
sumamente heterogéneo, y para despejar elementos diríamos que existen en
principio dos oposiciones:
1) la que insiste en la vía
electoral, logra ingresar al parlamento local y está representada por partidos
de proyección nacional (UCR, PJ, ARI, y otros);
2) la que se expresa a través de la
protesta social, básicamente sindicatos estatales de educación y salud (ATE y
ATEN), organismos de derechos humanos, organizaciones sociales, comunidades
mapuches y partidos de izquierda[23],
todos eventual e históricamente congregados bajo el formato de
Es ésta última oposición la que
gana las calles en las últimas décadas y disputa allí el poder político y
participa de esta cultura política de protesta; sea por su carácter
institucional (organización social o sindical), por su modo de hacer política
(estudiantes, mapuches, u otros) o por su carácter minoritario (partidos de
izquierda), lo cierto es que los canales institucionales tradicionales no
resultan ni efectivos, ni posibles, ni atractivos para este sector y en
consecuencia toda una manera de ejercer poder se canaliza por intermedio del
recurso privilegiado a la protesta social.
Al presentar los hechos de la toma
universitaria o el traspié sufrido por el MPN en el intento de reformar
Lo que considero como lo más
emblemático de los últimos años es el conflicto de los obreros de la Cerámica
Zanón[25].
Este reciente fenómeno emerge con fuerza en el año 2001 cuando los obreros de
Zanón enfrentan los despidos masivos y el cierre de la fábrica mediante la
ocupación y posterior puesta en producción bajo la modalidad de “control
obrero”. La exitosa resistencia frente a la patronal y al ejecutivo local giró
luego hacia una actitud ofensiva caracterizada por la solidaridad de los
obreros para con otros conflictos locales y nacionales (otras fábricas
recuperadas). Siendo Zanón casi la única fábrica recuperada del país que no ha
logrado leyes de expropiación a su favor que la salvaguarde de su delicada
posición legal, ha desarrollado en sus obreros una combatividad y una
politización que los coloca como la referencia obligada para el resto de sus
pares, para el grueso de los fenómenos de protesta de
De Cutral-Có a
Zanón
podríamos ver un continuo de protestas y resistencias, un siempre presente y
renovable arco de militantes y activistas, una notable capacidad de
articulación entre ellos, una rutinización de la protesta y la acción directa,
todos estos elementos que adelantamos páginas atrás recurriendo a la noción de habitus
militante[26]:
disposición construida por los actores como resultado de la internalización
relacional entre las percepciones subjetivas y las condiciones objetivas,
historia de luchas “hecha cuerpo”, inculcada generacionalmente y cristalizada
en un “sentido práctico” orientado, en este caso, a la acción colectiva
directa.
Este habitus militante (militante porque es fruto de un ejercicio
constante que involucra esfuerzos, inversiones y capitalizaciones de esas
contiendas) se nutre de significaciones que le otorgan identidad y legitimidad
a sus actos: un marco maestro[27] es una operación
de conferir sentido a una amplia gama de situaciones con el fin de incentivar a
la acción; así, de la lucha por los Derechos Humanos a la resistencia al
Neoliberalismo todo un conjunto de acciones son enmarcadas bajo esas
coordenadas cognitivas que en sutiles combinaciones permiten identificar al
oponente (la dictadura, el MPN, el estado provincial,
Prácticas, actores y lugares
configuran un escenario relacional en donde cada sector se ubica de frente al
adversario constituyendo un campo de protestas: espacio de juego
históricamente constituido y ciertamente “regulado” por “leyes de
funcionamiento” propias (pienso en el corte de calles y rutas como estrategia
validada y ciertamente reglada, contemplando sus delicados límites respecto de
la tolerancia estatal y el umbral de represión del régimen político).
Lo que posibilita y estructura al
campo de protestas es la definición de lo que está en juego (la
educación, la salud, los derechos, el trabajo, y al fin, el sentido de “lo
público”), que es, como vimos, la condición de su funcionamiento. Por eso un
campo es también un “momento” histórico[28]
configurado en torno a esos intereses en lucha y que ha acumulado experiencias
(capital) a través contiendas anteriores (puebladas, huelgas, tomas, marchas):
de allí las estrategias utilizadas (y su historicidad) direccionadas a
conservar o subvertir lo que está en juego, o para redistribuir un determinado
tipo de capital (simbólico o de otra naturaleza, p. e.
Si la existencia de un campo de
luchas sociales implica un cierto número de intereses fundamentales en común
por parte sus integrantes (una identidad, una contra-cultura, un capital en
juego), “una suerte de complicidad básica, un acuerdo entre los antagonistas
acerca de lo que merece ser objeto de lucha”, esa unidad que es también de
prácticas y de percepciones sobre el orden social es compatible con nuestro
planteo de la emergencia de una cultura política de protesta caracterizada por una perdurabilidad notable
de acciones colectivas sostenidas por diversos actores sociales que tiene como
efecto la profundización de la
capacidad de movilización y, consecuentemente, de la conflictividad.
Movilización y conflictividad
actúan como potenciadores de oportunidades políticas constantemente presente
para el surgimiento de nuevas acciones colectivas: entonces el campo por
sí mismo puede pensarse como una oportunidad política percibida incluso en
estos términos por sus integrantes ya
que logra afectar las dimensiones constitutivas del sistema político. De
allí su alta potencialidad y capacidad para revitalizar nuevos conflictos y su
pervivencia en la historia y el presente (“de Cutral-Có a Zanón”).
La protesta por sí
sola no debe entenderse como el único fenómeno emergente en los años ´90 en
Neuquén (ya vimos que antes también existieron protestas); lo que ocurre es una
resignificación de ella mediante prácticas, representaciones, imaginarios, que
existían, siguiendo a Melucci[30],
en forma latente aunque su visualización y presentación (momento de emergencia)
como repertorio dominante sea impulsada a partir de los sucesos de 1996/97.
Estos elementos emergen a la superficie de una cultura política en donde la
generación de acciones colectivas ganan terreno por sobre otras formas
de intervención en el escenario público. La protesta deviene
elemento central de una cultura política sólo por intermedio de
determinadas prácticas sociales, que a partir del momento señalado ganan en
visibilidad. Desde las puebladas
cutralquenses en 1996/97 hasta el año 2001 (incluso llegando a nuestros días)
esta cultura política reposa y se despliega sobre el impacto simbólico de
aquellas; ya sobre el final de la década encuentra nuevos referentes: acaso el
conflicto de los ceramistas de Zanón actúe como sucesor simbólico o
reactualizador de contenidos de las puebladas cutralquenses, enmarcado en un
nuevo contexto nacional de generalización de protestas que tiene en diciembre
de
A pesar de que el MPN mantiene la supremacía y el bloqueo
sistemático de la oposición política en el juego electoral, sigue encontrando
una gran dificultad para descomprimir la protesta social y sus efectos,
configurando un escenario favorable para la acción colectiva. Al mismo tiempo,
la imposibilidad de alternancia partidaria potenciaría la sensación de que el
cambio por esta vía -la electoral- se encuentra demasiado lejos para los
sectores que se expresan mediante la protesta, conformando una situación que,
al menos en el corto y mediano plazo, encuentra su válvula de escape a través
de la protesta permanente. Sin embargo, esta situación no podría pensarse como
un juego de suma cero: pienso que los protagonistas de esta cultura política de
protesta obtienen de sus luchas sendas victorias, quizás lejanas en el
horizonte de posibilidades de otras muchas regiones donde también se protesta.
La renovación de los
protagonistas y de los símbolos (Zanón), la contundencia (su performance)
y cierto éxito de acciones y actores (estudiantes y mapuches) nos estaría
demostrando al fin que esta cultura política emerge y se consolida como tal en
el período señalado. Valga este último ejemplo para concluir: la nueva
constitución provincial, ya reformada en febrero del 2006, en una edición de la
bancada opositora del bloque UNE -Unión de los Neuquinos- contiene la siguiente
introducción:
“Podríamos decir sin temor a
equivocarnos y con un dicho totalmente neuquino, cordillerano, chivero (sic),
paisano, que aquí los neoliberales ‘vinieron por la lana y salieron
esquilados’. Vinieron a sacarnos derechos y resultó que nos vamos con mucho
más”[31].
Protesta social y
cultura política. Aportes para pensar los años ‘90 en Neuquén
Durante
la década del ´90 la provincia norpatagónica de Neuquén vive un intenso proceso
caracterizado por una fuerte conflictividad social, anclada en un contexto
particular y con diversos actores como protagonistas, con renovados contenidos
y prácticas, aunque también impregnada por el rescate de ciertas tradiciones
discursivas que remiten a un pasado combativo. Lo distintivo de Neuquén y que
pretendo señalar aquí, parece ser la configuración de un campo de protesta
social que se despliega en dos direcciones: a) como lugar simbólico para el
resto de los fenómenos de protesta social en
Palabras clave: protesta social - cultura política - acción colectiva - habitus
militante
ABSTRACT
Social protest and political culture.
Contributions for the interpretation of the 90´ in Neuquén
During the 90’s,
the northern patagonic province of Neuquén goes through a very intense process,
marked by strong social conflicts, anchored in a special context and with
different kinds of actors in the leading roles. This process includes new
practices and contents, though it is also permeated by certain speech
traditions that reminds of a struggling pass. The distinctive tract of Neuquen
–and I intend to point it here- seems to be the creation of a field for social
protest that spreads towards two directions: a) as a symbolic place for the
rest of the social protest phenomena in the 90’s of Argentina (v.g., the “piqueteros”
(picketing) organizations), and b) as the emerging moment of a political
culture that gets a clear defiant profile, after the village upraisings of
Cutral Co during 1996/7,
Key words: social protest -
political culture - collective action - militant habitus
Recibido: 30/04/07
Aceptado: 15/05/08
Versión final: 21/07/08
Notas
(*) Versión
revisada de mi ponencia presentada en las “II Jornadas de
Historia de
(**)
Historiador. Becario CONICET, investigador CIFFyH, Universidad Nacional de
Córdoba. E-mail: faizic@hotmail.com
[1] La compleja y extensa “geografía” de una toma
total de
[2] Para ser más precisos, los reclamos
estudiantiles como el claustro único docente, el aumento de la participación
del claustro estudiantil, reafirmación del co-gobierno universitario, a los que
se suman el ahogo presupuestario y deficiencias edilicias, se vienen planteando
insistentemente desde el año 2002.
[3] La
conducción de
[4] TORRENGO,
Carlos “Mediante acción y más acción,
[5] Militante
confesa del MPN y luego de este suceso candidata a vicegobernadora junto a
Jorge Sapag para el año 2007.
[6] Como en la mayoría de los conflictos
políticos, en este caso existen más de dos opciones, sólo que aquí presentamos,
a fines analíticos, la división predominante.
[7] En efecto, a pesar de la elección que consagra
por entonces a Daniel Boccanera, no se habían completado las elecciones de
representantes por el claustro de profesores y decanos, entre otras
irregularidades. El fallo de
[8] En las elecciones legislativas del año 2005 el
MPN obtuvo cerca del 50%
de los votos, consiguió 16 de 35 Convencionales Constituyentes, 2 de 3
Diputados Nacionales y 5 de 9 Concejales para Neuquén Capital.
En
[9] Va de suyo que este mecanismo asegura tantas
victorias como derrotas a los sectores que se movilizan. En este sentido los
obreros de
[10] PALERMO, Vicente Neuquén. La creación de una
sociedad, CEAL, Buenos Aires, 1988.
[11] El “Choconazo” es claramente otro ejemplo que,
aunque más lejano en tiempo (1969-1970), contiene elementos que resurgen con
posterioridad: combatividad de las bases, acción directa, presencia de
[12] Un rastreo sobre la cuestión del “origen” del
movimiento piquetero vinculado a las primeras puebladas en el país puede verse
en Astor MASSETTI, Astor, Piqueteros. Protesta social e identidad
colectiva, FLACSO, Buenos Aires, 2004. Existen otros trabajos sobre
los conflictos sociales regionales pero no se han ocupado en particular de
nuestro tema: FAVARO, Orietta, “Neuquén, la sociedad y el conflicto”, en Revista
Realidad Económica, núm. 185, Buenos Aires, 2002; FAVARO,
BUCCIARELLI, IUORNO, “Políticas de ajuste, protestas y resistencia. Las
puebladas cutralquenses”, en FAVARO, Orietta (edit.) Neuquén,
la construcción de un orden estatal, UNCo, Neuquén, 1999; SVAMPA,
Maristella y PEREYRA, Sebastián, Entre la ruta y el barrio. La experiencia de
las organizaciones piqueteras, Biblos, Buenos Aires, 2003; KLACHKO,
Paula “La conflictividad social en
[13] MOMBELLO,
Laura Neuquén, nuestra forma de ser. Articulaciones entre la construcción de
identidades/alteridades y las prácticas políticas en la norpatagonia.
Tesis de Maestría. Mimeo, 2004.
[14] En el sentido de coincidir tanto Sapag como De
Nevares en el diagnóstico sobre la situación de los sectores más desprotegidos
de la población neuquina.
[15] MOMBELLO, Laura, op. cit., p. 26.
[16] FAVARO, Orienta, BUCCIARELLI, Mario “El
sistema político neuquino. Vocación hegemónica y política faccional en el
partido dominante”, en FAVARO, Orietta (edit.) Neuquén, la construcción de un
orden estatal, UNCo, Neuquén, 1999.
[17] JELIN, Elizabeth Los nuevos movimientos
sociales, CEAL, Buenos Aires, 1985.
[18] MOMBELLO, Laura, op. cit., p. 46. (Cursivas nuestras).
[19] PETRUCCELLI, Ariel Docentes y piqueteros. De la huelga de ATEN a la pueblada de Cutral Có,
El cielo por asalto-El Fracaso, 2005.
[20] Idem,
p. 22.
[21] Creo
necesario distinguir aunque sea en forma breve ambas puebladas teniendo en
cuenta que la primera de ellas (1996) tuvo una matriz más comunitaria y reacia
a la participación de actores políticos como lo sindicatos y organizaciones
sociales, siendo el reclamo generalizado “¡Que venga Don Felipe!”. La segunda
pueblada (1997) es ya de matriz marcadamente sindical y más politizada,
operando resignificaciones simbólicas de la primera y siendo capitalizada
esencialmente por ATEN, y en otro plano, por las organizaciones de izquierda de
todo el país, cuestión que define la posibilidad de reapropiación de las
puebladas como hitos de lucha social local. La aparente paradoja es que no se
consolidó un movimiento de desocupados en la simbólica Cutral-Có como sí
ocurrió en el resto del país, que tomó como modelo experiencial a estas
puebladas. La capitalización de esa experiencia es una muestra más de los
mecanismos de reapropiación que determinados actores utilizan para reforzar su
identidad y potenciar las posibilidades de acción colectiva.
[22] Aunque en un breve espacio diré que el
sugestivo trabajo de Mombello se concentra casi exclusivamente en la
constitución de identidades políticas, jugando con algunos símbolos locales
(Don Felipe, Don Jaime, los dinos, indios, cigueñas, torres), cuestión que
parece impedir una generalización hacia el campo de prácticas sociales más
amplias; y Petruccelli apenas si formula su noción de contra-cultura
alternándola con “cultura de resistencia” o “cultura neuquina de la protesta”,
resultando una poca rigurosidad conceptual (confesa por el autor) que le resta
perspectiva teórica a su rico trabajo de investigación.
[23] De acuerdo al período histórico que se trate
podemos encontrar al PC, PI, PS, PO, PCR, PTS, MST. En este grupo es posible
también colocar al ARI, Patria Libre (actualmente Libres del Sur) y el
recientemente conformado UNE.
[24] En el año
2003 Jesús Escobar es electo diputado provincial por Patria Libre.
[25] Sobre este
tema ver mis trabajos La experiencia de los obreros de Cerámica
Zanón, Neuquén, 1983-2002, tesis de licenciatura en Historia,
Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, 2004, y “Teoría y práctica del
control obrero: el caso de Cerámica Zanón, Neuquén, 2002-
[26] En adelante sigo la propuesta conceptual de
Pierre Bourdieu. Una síntesis de ellas puede consultarse en BOURDIEU y WACQUANT
Una
invitación a la sociología reflexiva, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005.
[27] Mc ADAM, Mc CARTHY, ZALD Movimientos sociales: perspectivas comparadas, Istmo, Madrid, 1999.
TARROW, Sydney El poder en movimiento.
Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Alianza,
Madrid, 1997.
[28] GUTIERREZ, Alicia Las prácticas sociales: una introducción a Pierre Bourdieu,
Ferreyra editor, Córdoba, 2005.
[29] Sobre el valor otorgado a lo “público”
presente en los reclamos de los estatales neuquinos, valor que en cierta medida
es el tono dominante de las protestas (o en todo caso se trata de la defensa de
lo público que está “en peligro” o que “se ha perdido”), queda por discutir si
es posible que ese valor constituya una contra-cultura, como sugiere el planteo
de Petruccelli. Más bien diría que es uno de los rasgos de esta cultura
política de protesta, y que si algo la caracteriza es su tenacidad en la
defensa de lo considerado como “público”, “de todos”, “del pueblo”, rasgo que
difícilmente se pueda definir como contracultural.
[30] MELUCCI, Alberto, “Asumir un compromiso. La
identidad en los nuevos movimientos sociales”, en Revista Zona Abierta,
núm. 69, Madrid, 1994.
[31] Constitución de