El Payador de Leopoldo Lugones: una solución excluyente
al problema de la identidad nacional en el marco del Primer Centenario
Gisela María de Luján Mattioni*
La sociedad argentina de principios del siglo XX, en la que el proyecto
modernizador impulsado sistemáticamente desde la década de 1880 se encontraba
ya consolidado, podría ser caracterizada como conflictiva. Diferentes factores
se sumaron para que muchos intelectuales del momento consideraran inevitable la
decadencia y el desorden social. Entre estos factores, puede mencionarse, como
aquél que tuvo un peso y una repercusión innegables, la gran cantidad de
inmigrantes (fundamentalmente italianos y españoles) que arribaron al país en
este período para escapar del desempleo y la miseria que los asediaba en sus
países de origen y que, al encontrarse con la ausencia de tierras disponibles
para la colonización, debieron afincarse forzosamente en las principales
ciudades del país, tales como Buenos Aires y Rosario. La conquista del
desierto, con el sometimiento de los pueblos aborígenes y su expulsión por mano
militar de sus territorios, ofreció la posibilidad de ocupar y usufructuar
amplias extensiones de tierra, que, sin embargo, no fueron parceladas y
entregadas a aquellos que las trabajaran sino que conformaron
latifundios otorgados a un reducido número de miembros de la oligarquía
argentina. Como consecuencia, las principales ciudades del país se
transformaron en receptoras del mencionado aluvión inmigratorio, al que se sumó
la migración interna de buen parte de los habitantes del campo, que buscaban en
las urbes una mejor inserción laboral. Como era de esperar, la afluencia de
habitantes afectó a estas ciudades, que se encontraban en pleno crecimiento y
urbanización, convirtiéndolas en una amalgama de nacionalidades y lenguas[1].
Este cosmopolitismo comenzó a ser visto como un problema e incluso una
amenaza para la identidad y lengua nacionales por parte de los intelectuales y
de la clase dirigente principalmente por tres motivos: el primero de ellos fue
que la inmigración que efectivamente arribó al país no provino, como se
anhelaba, de Inglaterra y otros países europeos de industrialización
consolidada y eficiente, sino que estaba conformada por habitantes de los
países más atrasados del sur de Europa, quienes en su mayoría carecían de la
formación técnica que se esperaba trajeran consigo para coadyuvar al progreso
material del país. El segundo motivo consistió en que cierta porción de los
recién llegados impulsó en el país ideologías consideradas disolventes con las
que habían entrado en contacto en sus países de origen, tales como el
socialismo y el anarquismo; ideologías que, guiando el accionar de la
incipiente clase obrera local en el reclamo por legítimas reivindicaciones,
desencadenaron huelgas y manifestaciones que atentaban contra el orden y la paz
social ansiados por la clase dirigente. En tercer y último lugar, un hecho que
no despertó la suspicacia local pero que sí dio lugar a debates surgió a partir
de que la población autóctona se vio, durante varios años, igualada en número
con respecto a la población de origen inmigratorio en Buenos Aires y en el
litoral. Como consecuencia, diferentes lenguas y diferentes patrones de
identidad convivieron y se contrapusieron en el seno de esta sociedad en formación
lo cual desencadenó las preguntas y cuestionamientos de los escritores e
intelectuales de la época respecto de la identidad nacional.
Es así como, por todo lo
explicitado anteriormente, la inmigración que había sido deseada y fomentada
por parte del Estado, pasó a ser considerada por la élite liberal como un
elemento negativo y disruptivo para la sociedad, un elemento que entorpecía el
progreso de ésta en vez de facilitarlo y cuyas amenazas a la integridad
nacional debían ser neutralizadas.
A lo ya mencionado se sumaba el
pujante crecimiento de la clase media, que comenzó a reclamar canales de
participación política más abiertos. Esto trajo como consecuencia una crisis de
legitimidad de la oligarquía gobernante, que, a pesar de decirse liberal, impedía
la elección democrática de representantes al no garantizar el sufragio
universal a través del fraude y demás ardides.
La intelectualidad de la época, no ajena a los cambios que atravesaba
el país, aunque muchas veces incapaz de comprender correctamente el significado
y las implicancias de los diversos fenómenos o de ofrecer una solución viable a
los problemas que se presentaron, comenzó a preocuparse por el devenir de la
identidad nacional frente al cosmopolitismo y a aquello que consideró amenazas
de disgregación social. Es así como surgió la necesidad de rescatar la
identidad y tradición nacionales, cuestionando qué las constituía y de qué era
necesario diferenciarse[2].
La postura arielista iniciada por José Enrique Rodó,
planteó que en cuanto a la disyuntiva idealismo – utilitarismo, era necesario
inclinarse por la primera opción, lo cual implicaba combatir tanto el afán por
el progreso material propio de los Estados Unidos como la acérrima racionalidad
de los postulados positivistas, los cuales guiaron el pensamiento de los
hombres de la generación del ’80. Otro interrogante que comenzó a circular en
esta época se refirió al lugar que debía ocupar el escritor en la sociedad y en
la cultura, dado que en este momento histórico había dejado de ser un “gentleman
escritor”, según el rótulo acuñado por David Viñas[3],
que escribía sólo en los momentos de ocio que le otorgaba el ejercicio de un
profesión ajena a la literatura y a la filosofía, y había pasado a constituirse
en un escritor que consideraba como su ocupación exclusiva la reflexión y el
ejercicio de la escritura.
Todo lo descrito con anterioridad permite vislumbrar someramente los
diferentes factores que entraron en juego en lo que José Luis Romero llamó “el
espíritu del Centenario”[4],
esto es, las ideas, preocupaciones, discusiones y polémicas propias del momento
histórico en que tuvieron lugar las conferencias acerca del Martín Fierro
dictadas por Leopoldo Lugones en 1913, en el Teatro Odeón, más tarde publicadas
bajo el nombre de El Payador.
Extenderse en consideraciones acerca del contexto en que Leopoldo Lugones dictó
sus conferencias resulta relevante ya que habilita una fecunda lectura con
respecto a lo que Oscar Terán dio en llamar “el operativo Lugones”[5]
de revalorización del Martín Fierro como poema épico vernáculo y por lo tanto,
como epítome de la nacionalidad[6].
Este operativo de lectura con evidentes fines
ideológicos tuvo su antecedente en los trabajos de destacados filólogos y
eruditos españoles, tales como Marcelino Menéndez y Pelayo y, especialmente, su
discípulo, Ramón Menéndez Pidal. Éstos, empeñados en aprehender la
particularidad del espíritu nacional español para fortalecer a una España en
decadencia hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, volvieron su mirada a
la epopeya medieval con el objetivo de hallar en ella la expresión de la
primigenia conciencia nacional en aquella época en que consideraron que se
había forjado el ser mismo del pueblo español.
Este mecanismo será similar al que llevará a
cabo Lugones en El Payador con el propósito de colaborar en la
consolidación de la identidad nacional que consideraba amenazada, e implicará
asimismo ciertos errores y generalizaciones. Menéndez Pidal plantea en La
epopeya castellana a través de la literatura española (publicado en 1910)
que la epopeya “expres[a] por vez primera el alma del
pueblo español”[7] y que
“el poema del Mio Cid es profundamente
nacional (...) pues es el espíritu mismo del pueblo español el que alienta en
ese ‘buen vasallo que no tiene buen señor’ (...) es nacional por abarcar en su
acción la vida de la patria entera”[8].
Elegir al Poema de Mio
Cid y a su héroe como representación del espíritu nacional español implica
lo que Julio Rodríguez-Puértolas describió como “la falaz identificación de
Castilla con España, de lo particular castellano con lo general hispánico”[9].
Este propósito mitificador del personaje del Cid y del poema se correlaciona
con la intención tanto de Menéndez y Pelayo[10],
como de Menéndez Pidal de revitalizar el alma o espíritu[11]
nacional de su época: “Y aún la vida del Cid tiene, como no podía menos, una
especial oportunidad española ahora, época de desaliento entre nosotros (...)
Contra esta debilidad actual del espíritu colectivo pudieran servir de reacción
todos los grandes recuerdos históricos que más nos hacen intimar con la esencia
del pueblo a que pertenecemos y que más pueden robustecer aquella trabazón de
los españoles –el alma colectiva– inspiradora de la cohesión social”[12].
De acuerdo con los planteos de Leo Spitzer, “Menéndez Pidal, que debe su formación
intelectual a la generación del 98, piensa en categorías nacionales, porque la
tarea encargada a su generación era la de rehabilitar a la nación española, y
sin darse cuenta proyecta hacia
Tampoco eludirá Lugones, como se verá más adelante, la dignificación de la figura y de la función del Poeta que lleva adelante Menéndez Pidal, como puede apreciarse en este fragmento de su texto ya mencionado: “El poeta que cultiva este arte nacional posee en más alto grado que el pueblo un tesoro de ideas y de imaginación; es, de ordinario, mucho más instruido; pero no desdeña el poner su riqueza intelectual al alcance de los iletrados, y así produce obras que agradan a la vez a los doctos y a los ignorantes, aunque estos últimos no lleguen a ver en ellas todo lo que los primeros perciben”[14].
Luego de esta breve digresión, y para retomar la cuestión central de este trabajo, resulta productivo abordar el análisis del ya mencionado “operativo Lugones” siguiendo como ejes cuatro cuestiones principales que se hallan presentes en El Payador:
* la figura del gaucho
* la figura del Poeta
* la superioridad del espíritu sobre la materia[15]
* la relación del pueblo con lo que Lugones considera “las clases
superiores”
En primer lugar, la estrategia de Lugones de rescatar la figura del
gaucho como héroe del Martín Fierro, al que designa como poema épico nacional,
establece un patrón de características positivas y a la vez designa como su
reverso, a un “otro”, el inmigrante recién llegado[16].
El gaucho, una vez que ha dejado de constituir un peligro debido a su
desaparición material (perpetrada por el mismo Estado), puede ser tomado como
símbolo activo de la nacionalidad, como mito de la identidad nacional, de lo
criollo de viejo cuño que se constituye como la antítesis de lo inmigratorio
advenedizo. Sin embargo, Lugones juzga rescatable sólo la ascendencia blanca
del gaucho, rechazando abiertamente la indígena, ya que considera a los indios
como bestias inasimilables, hasta el punto de afirmar que la guerra a muerte
fue la única opción y que “la ocupación definitiva de
Lugones lleva a cabo una selección similar en lo que respecta a las acciones y características del personaje Martín Fierro, destacando lo que resulta útil a su propósito y descartando el resto. Es así como se enfatiza el rol de payador del protagonista y la relación de éste, por una parte, con los trovadores y cantores orales de la épica griega y medieval y por otra parte, con la figura del Poeta, cuya importancia se verá más adelante y con quien comparte el privilegio de la palabra bella, verificándose entonces una conexión con los planteos de Menéndez Pidal anteriormente mencionados acerca de esta figura. Asimismo reivindica a Martín Fierro como héroe civilizador[18] y paladín de la raza en tanto y en cuanto fueron gauchos como él quienes llevaron a cabo la necesaria “guerra” contra el indio[19], pero omite deliberadamente mencionar los crímenes que transforman a Fierro en fugitivo de la ley, al igual que todo aquello que pueda ser considerado pernicioso para el orden social.
Por otro lado y haciéndose eco de las propuestas de adhesión al
idealismo circulantes en la época que ya fueron mencionadas, Lugones afirma en El Payador la necesaria primacía del
arte, del espíritu y de la belleza por sobre la ciencia, la razón y la materia.
Las primeras dominan naturalmente a las segundas y constituyen el ámbito propio
del Poeta, quien resulta ser el único que puede conocerlas e interpretarlas de
forma cabal. El Poeta, es decir José Hernández en el Martín Fierro, pero sobre
todo Lugones mismo, quien ha podido ver en este poema la cifra de lo nacional,
es aquél que puede develar a través de su conocimiento innato (ya que según
esta concepción un Poeta está predestinado a serlo desde su nacimiento) la
trama oculta de los fenómenos, la verdad que permanece imperceptible para
aquéllos que no poseen su don. La misión del Poeta resulta de esta forma
indispensable para la patria y desplaza a la del científico[20].
De esta forma Lugones se hace eco de las discusiones del momento acerca de
lugar del escritor y termina otorgándole específicamente al Poeta, una posición
central en el proyecto de constitución de la patria y de la identidad nacional.
Pero a la vez que busca la legitimación del Poeta como figura social
imprescindible, espera su propia consagración como poeta nacional al ser
señalado como aquel capaz de percibir en el poema de Hernández el saber
extraordinario que éste concentra acerca de la identidad nacional[21].
Como último rasgo, el autor establece, claramente, incluso a través de
su discurso, una alianza simbólica con la oligarquía gobernante a la que
considera como la única apta para dirigir al pueblo. Resultan elocuente en este
sentido tanto la afirmación de Lugones “felicítome
por haber sido el agente de una íntima comunicación nacional entre la poesía
del pueblo y la mente culta de la clase superior; que así es como se forma el
espíritu de la patria”[22]
como la deferencia frente a uno de los líderes de esa élite mencionado en los
vocativos que interpelan a su auditorio al inicio de su intervención: “Señoras,
Señor General Roca, Señores”[23].
Además, la presencia en las conferencias del entonces presidente Roque Sáenz
Peña y miembros de su gabinete evidencia el alto carácter institucional que
tuvieron sus disertaciones y su vinculación con la clase privilegiada que
gobernaba el país.
El gaucho, si bien es reivindicado como encarnación del ser nacional,
no deja de ser un subalterno de la clase considerada por este autor como la más
idónea para llevar adelante la nación, ya que, según plantea Lugones, los
gauchos mismos aceptaron, “el patrocinio del blanco puro con quien nunca
pensaron igualarse política o socialmente, reconociéndole una especie de poder
dinástico que residía en su capacidad urbana para el gobierno”[24].
Esta superioridad innata de la clase tradicional con respecto a sus subalternos
remite a aquella que caracteriza y distingue al Poeta del resto de los seres.
Entonces, la forma que Lugones propone en El Payador para que la élite liberal tradicional (lo que él
denomina “oligarquías inteligentes”) pueda recuperar la hegemonía dentro del
orden social que se vio afectado por el proyecto modernizador y sus
consecuencias, consiste en la estrategia de la integración pedagógica de las
masas indoctas a través de la poesía popular[25]
y de la belleza del arte llevada adelante por el Poeta, único capacitado para
ello, en procura de una forma jerárquicamente controlada de consentimiento social
y cultural, de aceptación de los roles propios de quién gobierna y quién acata,
de quién domina el lenguaje y quién debe aprender lo que éste le enseña.
Para concluir cabe afirmar que aquello que guió el análisis de Lugones
y la estrategia de lectura desplegada por este autor en El Payador fue, por un lado, el interés en erigir al Martín Fierro
como poema épico y a su protagonista como mito y figura bajo la cual la
identidad nacional criolla pueda encontrarse a salvo de sus antítesis
disolventes, la inmigratoria y la indígena; y, por otro lado, el objetivo de
encumbrarse a sí mismo como el Poeta nacional por antonomasia, dotado de una
capacidad innata para señalar tanto el significado oculto y verdadero del Arte
y demás productos del espíritu, como los destinos respectivos del pueblo y de
la clase privilegiada dentro del orden social.
RESUMEN
El Payador de Leopoldo Lugones: una solución excluyente
al problema de la identidad nacional en el marco del Primer Centenario
Dentro del contexto del aluvión inmigratorio de comienzos del siglo
veinte puede considerarse a la consagración del Martín Fierro como poema épico
vernáculo y epítome de la nacionalidad, llevada a cabo por Leopoldo Lugones en
las conferencias que dictó en 1913 en el Teatro Odeón (más adelante publicadas
bajo el título de El Payador), como
un intento de configuración excluyente de la identidad nacional dado que se
revaloriza lo criollo de viejo cuño como esencia de lo nacional, a la vez que
se presenta como su antítesis a lo inmigratorio advenedizo, la alteridad. Al
mismo tiempo, la estrategia de lectura de Lugones establece una alianza
simbólica con la oligarquía dominante en este período, al proclamarla como la
única clase social idónea para dirigir el Estado y garantizar el progreso del país.
Palabras clave: El Payador - Martín Fierro - identidad
nacional - inmigración - Centenario
ABSTRACT
Leopoldo
Lugones’s El
Payador: an excluding solution to the problem of national identity in the
context of the First Centenary
Within the context of the
massive immigration movement that took place in the beginning of the twentieth
century, the establishment of the Martin Fierro as a vernacular epic poem and
an epitome of nationality carried out by Leopoldo Lugones in the series of
lectures he gave in 1913 at the Odeón Theater (later on published under the
title El Payador), can be seen as an
attempt to delineate the national identity in an excluding manner, since the
deep-rooted identity of the criollo[26]
is vindicated as the essence of nationality and the identity of the newly
arrived immigrants is presented as its antithesis, the alterity. At the same
time, Lugones’s reading strategy of the Martin Fierro establishes a symbolic
alliance with the oligarchy, the dominant group in this period, by proclaiming
it as the only competent social class for ruling the country and guarantee its
progress.
Key words: El Payador - Martín Fierro - national identity - immigration – Centenary
Recibido: 30/04/07
Aceptado: 13/07/08
Versión final: 24/08/08
Notas
* Estudiante de Letras, Facultad de Humanidades y Artes,
UNR. E-mail: giselamattioni@yahoo.com.ar
[1] Cfr. PRIETO, Adolfo, El discurso criollista en la formación de
[2] Cfr. TERÁN, Oscar, “‘El payador’ de Lugones o ‘la mente que mueve las
moles’”, EN: Punto de Vista, Bs.
As., Año XVI, Nº 47, dic. 1993 y ROMERO, José Luis, “El espíritu del
Centenario”, en El desarrollo de las
ideas en la sociedad argentina del siglo XX, FCE, México, D.F., 1965.
[3] Cfr. VIÑAS, David, Literatura argentina y política. De Lugones a Walsh,
Editorial Sudamericana, Bs. As., 1996.
[4] Cfr. ROMERO, José Luis, “El espíritu del
Centenario”, op. cit..
[5] TERÁN, Oscar, “‘El payador’ de Lugones o ‘la
mente que mueve las moles’”, op. cit., p.43.
[6] “Producir un poema
épico es, para todo pueblo, certificado eminente de aptitud vital; porque dicha
creación expresa la vida heroica de la raza” en LUGONES, Leopoldo, El
payador y antología de poesía y prosa, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1979,
p. 18.
[7] MENÉNDEZ PIDAL,
Ramón, La epopeya castellana a través de la literatura española, Espasa
Calpe, Bs. As., 1945, p. 241.
[8] Ibidem, pp.102-103.
[9] RODRÍGUEZ-PUÉRTOLAS,
Julio, Literatura, historia, alineación, Labor, Barcelona, 1976, p.22.
[10] Menéndez y Pelayo, “present[ó] las producciones de la cultura española en
general como valiosas y con ello inici[ó] una
revaloración, y más aún, una trasmutación de valores favorables al legado
cultural y espiritual español” en JESCHKE, Hans, La generación de 1898 en
España, Ediciones de
“Menéndez y Pelayo, impulsado por un espíritu
de reconstrucción y reivindicación nacional (...) nos trasmitió su fe en
España; levantó el espíritu nacional, abatido y postrado” en ARTIGAS, Miguel, Menéndez
y Pelayo, Santander, Aldus, 1927, pp. 280-281.
[11] Estos conceptos no
son ajenos a Lugones, quien, en el Prólogo de El Payador, plantea que
“Pues siendo la patria un ser animado, el alma o ánima es en ella lo principal”
en LUGONES, Leopoldo, El payador…, op.
cit., p.14.
[12] MENÉNDEZ PIDAL,
Ramón,
[13] SPITZER, Leo, Sobre
antigua poesía española, UBA, Bs. As., 1962, p. 17.
[14] MENÉNDEZ PIDAL,
Ramón, La epopeya…, op. cit., p.14.
[15] Lugones considera
como “concepto de civilización” el “dominio de la materia por la inteligencia”,
“la mente que mueve las moles” en LUGONES,
Leopoldo, El payador…, op. cit, p. 19.
[16] Los inmigrantes son
caracterizados por Lugones como “la plebe ultramarina, que a semejanza de los
mendigos ingratos, nos armaba escándalo en el zaguán” en LUGONES, Leopoldo, El
payador…, op. cit., p. 15.
[17] LUGONES, Leopoldo, El payador…, op. cit., p. 41.
[18] “El gaucho fue el
héroe y el civilizador de
[19] “(...) lo único que
podía contener con eficacia a la barbarie, era un elemento que
participando como ella de las ventajas locales, llevara consigo el estímulo de
la civilización. Y este es el gaucho, producto pintoresco de aquel mismo
conflicto” en LUGONES, Leopoldo, El payador…, op.
cit., p. 41. El subrayado es mío.
[20] “(...) el artista,
en virtud de leyes desconocidas hasta hoy, nace con la facultad superior de
descubrir en la belleza de las cosas, la ley de la vida; y así representa para
su raza, la superioridad de que ésta goza sobre las otras (...) la posesión de
un artista reporta a la raza un bien positivo de primer orden” en LUGONES, Leopoldo, El payador…, op. cit., p. 32.
[21] “Así se cumple con
la civilización y la patria. Movilizando ideas y expresiones, no escribiendo
sistemáticamente en gaucho. Estudiando la tradición de la raza, no para
incrustarse en ella, sino para descubrir la ley del progreso que nos revelará
el ejercicio eficaz de la vida, en estados paulatinamente superiores. Exaltando
las virtudes peculiares, no por razón de orgullo egoísta, sino para hacer del mejor
argentino de hoy el mejor hombre de mañana” en LUGONES, Leopoldo, El
payador…, op. cit, p. 197. El subrayado
es mío.
[22] LUGONES, Leopoldo, El payador…, op. cit,
p. 201.
[23] Citado en DALMARONI, Miguel, “Lugones y el
Martín Fierro: la doble consagración” en HERNÁNDEZ, José, Martín Fierro (edición crítica a cargo de Élida
Lois y Ángel Núñez), ALLCA XX-Colección Archivos,
Barcelona, 2001, p. 591.
[24] LUGONES, Leopoldo, El payador…, op. cit,
p. 53.
[25] A esto se refiere
Lugones al plantear la “utilidad docente sobre el espíritu de los
pueblos” de la poesía épica en LUGONES,
Leopoldo, El payador…, op. cit, p. 28.
[26] A criollo is a
person descended from Spanish settlers in