El marco necesario y la
identidad imprescindible. El golpe militar de 1966, y el surgimiento de
Montoneros
Javier Salcedo(*)
(UNTref-UNLP; prof.javiersalcedo@gmail.com)
Introducción
Este artículo pretende analizar el contexto político
en Argentina cuando comenzaron a gestarse, en la segunda mitad de los años
sesenta, las llamadas organizaciones político-militares que se identificaron
con el peronismo. Un contexto local alejado del libre juego de la democracia de
los partidos políticos, inmerso además, en un contexto regional y mundial
influenciado por el ingreso de los poderes fácticos de Argentina a las
hipótesis de la Guerra Fría. A la influencia del nuevo paradigma
revolucionario, la Revolución Cubana, se sumaban algunas de las guerras de
liberación colonial. Este contexto permitió resignificaciones e
interpretaciones novedosas del pasado político argentino reciente, al darle al
peronismo, desde intereses divergentes pero confluyentes en su análisis, un
potencial revolucionario y clasista con el que aparentemente no había contado
en sus orígenes. Así, por un lado, existían algunos militares argentinos,
conformados en guardianes de los sectores dominantes, para los que el peronismo
era el mayor problema en Argentina, que temían, o querían, que aquella
radicalización forzara un contexto de guerra revolucionaria. Esta
reinterpretación, paradójicamente, fue hecha también por algunos militantes
revolucionarios que decididamente querían y actuarían en consecuencia, para que
aquella radicalización fuera producto del desarrollo histórico del peronismo.
La ironía de la historia dejaba en claro que unos y otros esperaban un
peronismo diferente. Unos habían buscado convertirlo en un partido más sin su
líder exiliado, o diluir sus masas entre los partidos existentes, pero ahora
temían, o querían, lo que otros pretendían: que mutara en socialista y
revolucionario. Por temor o deseos, el potencial futuro del peronismo parecía
ser el mismo para estos sectores tan disímiles.
El esfuerzo por comprender si el golpe cívico-militar
del 28 junio de 1966 fue el marco necesario para que esas interpretaciones
confluyeran, puede centrarse en analizar a uno de los que más avanzó en
hipotetizar sobre un peronismo revolucionario, volcado a lucha armada en pos de
un objetivo socialista en un contexto ideal de golpe de estado, que fue John
William Cooke. El ex diputado del primer peronismo, primer delegado de Perón y
único heredero nombrado por este en su historia de exilios y delegados, fue
preponderante en aquella resignificación del peronismo.
Los militantes que originaron los grupos, durante el
gobierno de facto, que confluyeron finalmente en Montoneros, sujeto histórico
puntual de este estudio, ¿tomaron en sus comienzos interpretativos las líneas
directrices de los escritos de Cooke, en los que vaticinaba, a partir del
trabajo político y militar de vanguardias revolucionarias, el salto dialéctico
del peronismo hacia un socialismo nacional revolucionario? Este artículo
pretende comprender si las líneas estratégicas y tácticas planteadas por aquel,
donde incluía la identidad peronista como imprescindible para cualquier
revolución en Argentina, pueden verse reflejadas en los primeros documentos
producidos por los jóvenes militantes que luego fueron cuadros estratégicos de
Montoneros. Los argumentos de Cooke sobre el momento indicado para comenzar la
lucha armada, no dejan de señalar la importancia del golpe de estado, que de
acuerdo a sus mandantes pretendió ser preventivo, y donde finalmente crecieron
las guerrillas.
El marco necesario
La autotitulada Revolución Argentina, se situaba con
las mismas expectativas sobre los problemas considerados centrales por sus
inmediatos antecesores. Las Fuerzas Armadas y los civiles partícipes del nuevo
gobierno decidían que esta vez podían gobernar sin la idea de preparar en el
corto o mediano plazo una salida institucional. En su interpretación, darían
fin a lo que posiblemente consideraron como el fracaso de los partidos
políticos. Era la caída del gobierno de Arturo Illía, y con él, en la sentencia
interpretativa de un referente revolucionario que atraviesa fundacionalmente
esta reconstrucción histórica “la restauración de 1955 acaba de tragarse al
último de sus hijos civiles”.[1]
El fin último de este intento de interpelar en forma
intimidatoria a las masas de la sociedad, se anclaba en resolver lo que los
sectores dominantes avizoraban como el problema primero del país: el peronismo.
Este problema tenía al menos dos grandes contenidos, Perón en el exilio era
uno, y el otro, las masas peronistas. El septuagenario líder, estando lejos,
aparecía como su parte crónica, pero en apariencias medianamente resuelto.
Aunque terminaría demostrando su calidad de mito para amplios sectores sociales
argentinos, esos años, los anteriores inmediatos al golpe de 1966, parecían
mostrar cierta debilidad política en el presente del viejo líder, o al menos,
desafíos importantes dentro de su propio espacio. El contenido segundo del
problema primero, el movimiento de masas peronista, sujetaba a amplios sectores
sociales del país, ya que comprendía a las mayorías obreras argentinas. El nexo entre Perón y las masas, a pesar de
la distancia y el tiempo, parecía ser la síntesis de los dos problemas. Pero,
¿cómo saber o dimensionar los alcances de este nexo en 1966, más allá del
aparente mito de Perón construido por las masas? La respuesta, para todos los
interesados, opositores y pretendidos herederos, se daría con el contexto del retorno
de Perón, en 1972.
¿Había acaso un segundo problema, derivado o asociado
al primero, el peronismo, visualizado por las FFAA y los sectores dominantes?
Hipotéticamente sí. Este problema segundo asomaba en el horizonte de la Guerra
Fría. Un marco que llegó a gestar todo tipo intervenciones de los Estado
Unidos, más o menos encubiertas, principalmente en los países del denominado
Tercer Mundo.
Algunos profesionales de la guerra, abrazados a
imaginar un solo escenario de Tercera Guerra Mundial, convirtieron a guerras de
liberación coloniales en combates contra el comunismo. No obstante, en algunas
de ellas se habían presentado combatientes nacionales con orientación
antiimperialista y, posiblemente como derivado de ello, socialista. Así, en un
conflicto que no solo era observado por los profesionales de la guerra, sino
también atentamente por los revolucionarios del mundo, los integrantes del Viet
Minh, desde su proclamado socialismo, habían enfrentado y derrotado, en
El otro caso observado por los guerreros fríos era el
de Argelia. Allí, a pesar de una aparente derrota militar de los naturales ante
la metodología terrorista de represión francesa, aplicado en la batalla de
Argel hacia 1958, los argelinos, y posiblemente los propios ciudadanos
franceses que vieron a su ejército replicar allí metodologías nazis sufridas
durante la ocupación de su país, lograrían que finalmente Francia abandonara la
colonia cuatro años después. Este caso será determinante en la formación de
hipótesis y metodologías tácticas en las futuras estrategias de las FF.AA.
argentinas. Varios militares argentinos fueron tan buenos estudiantes de la
teoría francesa de la Guerra Contrarrevolucionaria, que luego de instrumentarlo
en Argentina, llevarían su bestial bagaje metodológico a otras naciones
americanas.
El otro conflicto que preocupaba a las Fuerzas Armadas
Argentinas como subproducto de las preocupaciones del Departamento de Estado
estadounidense, con las particularidades propias de incluirse en el mundo
libre, al que referenciaban de occidental y cristiano, sería, ya en los años
sesenta, el de los beligerantes barbudos de Cuba. Los dirigentes cubanos habían
llevado adelante su guerra revolucionaria, contra la dictadura de Fulgencio
Batista, con una metodología estratégica de guerra de guerrillas en medio de un
importante apoyo popular. Sus objetivos revolucionarios, a poco de andar en
Sierra Maestra se sabrían agraristas y antiimperialistas, pero derivarían
finalmente, a los dos años del triunfo, en la declaración del carácter
socialista de la Revolución.
¿Los dirigentes del Ejército Rebelde cubano tenían un
objetivo estratégico socialista desde antes de su desembarco en el oriente de
la isla en diciembre de 1956? Rodolfo Walsh, periodista, escritor y militante
revolucionario, en 1969, afirmaba conocer, aparentemente, las respuestas a
estas preguntas. Los principales dirigentes del Ejército Rebelde, siempre
habían tenido una estrategia socialista, disimulada en afán de generar un
frente político amplio para derrotar al enemigo principal.[2]
¿Era posible, dentro de este entendimiento de Walsh, replicar en Argentina una
estrategia socialista con tácticas que confundieran al enemigo y hasta a los
propios adherentes, hasta el momento de la radicalización socialista?
A partir de esa victoria surgiría una nueva teoría
metodológica revolucionaria: la Teoría del Foco. Ya no era necesaria la espera
de la revolución por etapas con el paso de crear las condiciones subjetivas de
conciencia proletaria para alcanzar finalmente la insurrección popular. Tampoco
había que lanzarse desde el partido de vanguardia proletario a la toma del
poder desde perspectivas también insurreccionales. En la planificada Guerra
Total, Nacional y Prolongada, centrada en la experiencia China o Vietnamita, de posibles lustros de combate, las condiciones
de la revolución podían crearse a partir de un inicial foco armado
revolucionario. Una vanguardia armada revolucionaria, en esta interpretación
germen del ejército revolucionario, crearía la conciencia en las masas para
derrotar a un ejército profesional defensor de los sectores dominantes
representantes del imperialismo. La voluntad, la moral y la disciplina de los
pocos combatientes harían que las mayorías populares tomasen conciencia de la
necesidad de la lucha revolucionaria hasta alcanzar una guerra de posiciones o
una insurrección general. La teoría tendría defensores y detractores, pero sí
en Cuba, para algunos interpretes entusiastas, había dado resultado, ¿por qué
no sucedería lo mismo en el resto de Iberoamérica?
Algunos revolucionarios argentinos, al igual que en
otras latitudes, combinarían diferentes teorías e incluirían nuevos aportes de
experiencias cercanas en el camino estratégico de la toma del poder. Los
escasos militantes argentinos volcados a la estrategia de lucha armada, ¿tenían
alguna posibilidad de desarrollarla en el primer lustro de los sesenta? Es
evidente, revisando la historia de esos años, que más allá de la voluntad, no
sería nada sencillo intentar crear las condiciones de guerra revolucionaria en
Argentina entre 1960 y 1965.
Los mandos de las FF.AA. argentinas, a partir de la
adopción institucional de la Doctrina de Seguridad Nacional, quedaban inmersos
en las mismas circulaciones del resto de los países de la región: prepararse
para combatir un enemigo interno comunista. No obstante, ¿existía la
posibilidad de que aquellos abrazaran un objetivo diferente con la misma
metodología represiva? Se había abandonado la Doctrina de Defensa Nacional, la
ley 13.234 de 1947, que preveía hipótesis de guerras convencionales contra un
enemigo externo y, paulatinamente desde 1957, se adoptaba la Doctrina de Guerra
Revolucionaria francesa para ya en los sesenta realizar “una simbiosis con la
Doctrina de Seguridad Nacional estadounidense”. Este cambio, incorporar al
enemigo interno, se había intentado legislar por decreto o por ley durante las
presidencias de los arturos: primero Frondizi y luego Illia.[3]
El marco de la Guerra Fría era el ideal para dar
rienda suelta a la imaginación de quienes la habían abrazado como hipótesis de
conflicto. ¿Servía de algo plantear esta hipótesis de potencial guerra civil
revolucionaria y sus contramedidas represivas al interior de unas FF.AA que no
habían abrazado aún, mayoritariamente, la metodología contrarrevolucionaria o
terrorismo de estado? Gustavo Castagnola plantea que en lugar de cohesionar a
la oficialidad del ejército, al menos entre 1956 y 1962, la introducción y
paulatina adopción de esta nueva Doctrina de Guerra Contrarrevolucionaria
generó más y mayores divisiones internas.[4]
Sin embargo, en 1966, los seguidores de la Doctrina de Guerra Revolucionaria y
de la Doctrina de Seguridad Nacional abrazaron los lugares de poder decisivo,
no solo del ejército, sino del Estado. Otorgarle a sectores revolucionarios una
entidad de peligro real e inminente en Argentina ¿podía ser una forma de
cohesión de los integrantes de las FF.AA. en métodos represivos con un objetivo
diferente al enemigo comunista lejano que parecía no cohesionarlos? ¿Podía ser
una solución final para el problema primero, el peronismo? Carlos Altamirano
cita a un intelectual, Mariano Grondona, representante del pensamiento de los
sectores dominantes, que en una nota de 1964, afirmaba “Desde septiembre de
1955 el peronismo es nuestra Argelia: un problema sin resolver que se agrava
con el tiempo y frustra y compromete los esfuerzos de la Nación en todos los
terrenos”[5]
¿Era casual ejemplificar el problema primero, el peronismo, con la cuna de la
Doctrina de Guerra Contrarrevolucionaria? ¿Estaban acaso creando sentidos
nuevos para un viejo problema? ¿Qué había cambiado entre 1962, donde no tomaron
el poder en primera persona, y 1966, donde asumían arrogándose la suma del poder
público sin plazos de gobierno? No existían en ese año en Argentina grupos
armados operando con apoyo popular. Posiblemente hubiese grupos pequeños de
militantes que habían decidido emprender el camino armado, pero aún con la
institucionalidad fraudulenta previa a 1966, es probable que corrieran la misma
suerte de los que entre 1959 y 1964 lo habían intentado y fracasado.
Habían ocurrido dos casos claramente vinculados a
Cuba. En 1963-64, el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), liderado por el
argentino Jorge Masetti, partícipe del proyecto del Che Guevara, y en 1964 las
Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN), que no llegaron a operar, y
cuyo dirigente más conocido, el Vasco Bengochea, también había estado en Cuba,
cuando en 1962 el Che, había intentado por vez primera plasmar una guerrilla
continental. Los dos grupos no lograron concitar demasiada atención de la
población que pretendían revolucionar. Tampoco, podría argumentarse, tuvieron
el tiempo necesario para que esto pudiese comprobarse. Contaban sin dudas con
una clara determinación sobre su objetivo estratégico socialista y la
metodología para implementarlo, la guerra revolucionaria, pero ¿fueron una
potencial amenaza más allá de la voluntad revolucionaria de sus integrantes?
Varios militares concluyeron que había tomado
carnadura un enemigo revolucionario desde las entrañas del país, y cuya
orientación ideológica sería, en su última estación, comunista. En el combate
contra el potencial e hipotético enemigo interno, el campo de batalla, era la
mente de las masas de la sociedad en su conjunto. Esta hipótesis primaba entre
los sectores de militares que habían tenido amplio contacto con la misión
francesa instalada en Argentina desde 1957, o que hacían perfeccionamientos
bajo las líneas emanadas en Washington.[6]
Argentina, por si no hiciese falta aclararlo, no era
un país imperialista o colonialista, más allá de algún particular delirio
tratable, por lo que no tenía guerra que pelear desde esa perspectiva. Por otro
lado, su clase obrera no abrazaba el socialismo revolucionario o siquiera la
socialdemocracia. Tampoco parecía, entrando los sesenta, para el pesar de los
partidos que abrevaban del marxismo y para los aún pequeñísimos grupos de
revolucionarios socialistas, dispuesta a serlo. La clase obrera argentina era
abrumadoramente peronista. Si como se argumentaba desde algunos sectores de la
socialdemocracia, la izquierda marxista o trotskista antes de 1960, el
peronismo, había sido al menos parte del sistema de dominación de la burguesía,
y no había modificado o interpelado las estructuras del país, o su relación con
el imperialismo, no había ninguna razón para temer que se convirtiese ese “bonapartismo”
peronista en movimiento antiimperialista o promotor de discursos y contenidos
clasistas. ¿Por qué entonces los sectores dominantes se esforzaban tanto en
desterrarlo de Argentina? El combate y persecución al peronismo fue anterior en
cuatro años a la Revolución Cubana.
Sin embargo, ahora se argumentaba sobre el temor de la
hipotética convergencia entre peronismo y castrismo. ¿Era un problema real
esperar en Argentina un brote guerrillero antiimperialista y socialista que
volcara a las masas peronistas hacia este camino? Hipotéticamente para algunos,
sí.
Perón y el peronismo, paradójicamente, también parece
haber sido un problema en las discusiones de los revolucionarios argentinos
antes del golpe de 1966. Al menos entre los que viajaron a Cuba en 1962 a
prepararse para la guerra revolucionaria continental que proponía Guevara. El
lugar de Perón y la potencialidad revolucionaria de las masas peronistas, en
tanto aceptar o cuestionar la identidad peronista de aquellas como parte de la
propia historia de la clase obrera, había causado divergencias entre los
revolucionarios argentinos, y no había permitido un único proyecto entre los
que se interiorizaban de los planes de Guevara.[7]
El potencial escenario de encuentro del problema
primero en sus dos vertientes, Perón y el peronismo, y el problema segundo, una
vanguardia revolucionaria, alcanzaba la hipótesis de conjunción de un pueblo
radicalizado guiado por aquella hacia la guerra civil revolucionaria con el
objetivo de arribar al socialismo. ¿Era una hipótesis sustanciada en tendencias
probables o una conveniente profecía sin demasiado contenido para justificar,
entre otras cosas, el disciplinamiento social terminando de una vez con el
problema del peronismo? Invocándola y dándose una política anticipatoriamente
represiva para suprimir algo que no existía, ¿no colaboraban las Fuerzas
Armadas para generar las condiciones que pretendían prevenir? ¿Acaso los
oficiales no leían a Guevara en sus cursos de guerra contrarrevolucionaria? Castagnola
nuevamente analiza algunas evidencias sobre el pensamiento de algunos hombres
de las FF.AA. sobre este planteo y afirma que en 1962, ante el golpe a Arturo
Frondizi, existía un fuerte debate interno de las FF.AA. sobre tomar o no el
poder directamente o dejar civiles a cargo del Poder Ejecutivo, donde había
primado la mirada “…que la dictadura militar debilitaría la cohesión del
servicio al transformarlo en «una Fuerza de Ocupación sometida al desgaste
físico y espiritual». (…) a los ojos de algunos oficiales el reconocimiento
mismo de la existencia de una situación potencialmente revolucionaria en la
Argentina, era una buena razón para inhibir el protagonismo político directo
del servicio…”[8]
Se ha observado como la propia adopción de la Doctrina
de Guerra Revolucionaria hacía pensar a algunos generales que una dictadura
militar era un escenario propicio para que el problema segundo, la guerra
revolucionaria, tuviera chances de viabilidad en Argentina. Es por esto que
resulta complejo comprender que cuatro años más tarde primara otra
interpretación al instalarse la dictadura militar que, finalmente, pareciera
haber creado el escenario que se pretendía evitar. ¿Acaso los intentos
fracasados de guerrillas abrían un escenario determinista?
En junio de 1966, en la madrugada del día que se
producía el Golpe de Estado encabezado por Onganía, la parte primera del
problema primero, Juan Domingo Perón, al ser entrevistado para la revista
argentina Primera Plana, enviaba un
mensaje al nuevo gobierno producto del golpe. Lo hacía ofreciéndose como parte
de la solución del problema que lo involucraba. Perón no solo calificaba como “un
movimiento simpático” al golpe de estado, sino que le auguraba un tiempo de
triunfo “si el nuevo gobierno procede bien. Es la última oportunidad de la
Argentina para evitar que la guerra civil se transforme en la única salida”. En
su mensaje, parece claro que el proceder bien del nuevo gobierno estaba
vinculado a la forma en que se tratará políticamente al peronismo y
presumiblemente a él mismo. Por el otro, si el gobierno de facto no procedía
bien, léase dialogar con Perón, el futuro era de violencia, de guerra civil.
¿Era un escenario probable o Perón lo proponía claramente como amenaza? Era un
mensaje doble, pero, observando su fracaso anterior de intentar una
insurrección que lo trajera a la Argentina, aparecía como una amenaza que podía
leerse como desesperada. La posibilidad del encuentro de los dos problemas
iluminaba los caminos de varios actores de la política argentina, pero por
diferentes razones. “Yo ya estoy más allá del bien y del mal. Fui todo lo que
se puede ser en mi país, (…) No tengo interés en volver a la Argentina para
ocupar cargos públicos. Quiero, claro, volver a la patria, pero sin
violencias”.[9]
Los datos históricos demuestran que el gobierno de Onganía no aceptaría la
propuesta, que puede interpretarse como integrar el peronismo a un sistema de
partidos y elecciones sin proscripciones, pero sin el líder como candidato, lo
que sucedería finalmente años después con Lanusse. La Revolución Argentina, en
esa etapa, creía en soluciones a largo plazo, eliminando el problema primero
del país a través de nuevas estructuras sociales.
El mensaje de Perón, pero sobre todo la negativa de la
Revolución Argentina a tomarlo en cuenta, marchaba por el camino señalado por
Cooke sobre la inaceptabilidad para el Régimen, como él llamaba a los gobiernos
y las estructuras posteriores a 1955, a tolerar el peronismo y su líder. Eran, para
Cooke, sectores antitéticamente irreconciliables. Esta postura de rechazo, en
su interpretación, era la expresión de la puesta local de la contradicción
primera: imperialismo, burguesía dependiente por un lado: El Régimen, y al
proletariado peronista y Perón por el otro. Y gracias a esa contradicción sin
solución, que se expresaba en la crisis terminal del capitalismo argentino que
no podía resolverla, se abría la posibilidad para que una vanguardia
revolucionaria pensara en el peronismo como el único camino identitario a
recorrer para acercar la teoría revolucionaria a las masas argentinas. El
escenario, un gobierno dictatorial con planes de sostener la marginación del
peronismo era el ideal. Así lo sostenía Cooke en sus dos últimos escritos. No
obstante, un Perón proponiendo al menos elecciones limpias con el peronismo,
con su auto exclusión como candidato, no parecían colaborar con el escenario
ideal para llevar adelante una radicalización de las masas peronistas y
conducirlas a la guerra revolucionaria. ¿Es posible que los jóvenes
revolucionarios hayan analizado que el peor escenario para un intento de Guerra
Revolucionaria desde una identidad peronista, fuera la integración del
peronismo al sistema liberal de partidos y la vuelta de Perón? En el ámbito de
la todavía escasa militancia revolucionaria, algunos entendieron que la
dictadura preventiva se convertía en el marco necesario para comenzar la
guerra, y que la potencialidad de que el peronismo se convirtiera en castrismo
se acercaba gracias a los militares y los sectores dominantes argentinos que
abreviaban los tiempos para comenzar la acción.
La interpretación sobre cómo abordar el problema
primero de Argentina, el peronismo, para estos revolucionarios, en su parte
segunda, las masas obreras argentinas, sujeto de clase a revolucionar, debía
ser aceptando la identidad política mayoritaria de aquella. Tomando los
escritos de Cooke, Samuel Amaral sostiene que el ex delegado y ex sucesor de
Perón, fue un ideólogo que, al menos en parte, debe reconocerse como inspirador
de un sector de Montoneros.[10]
¿Puede extenderse esa inspiración, a la luz de los documentos que se analizan
en el apartado siguiente, como bien apuntaba Eduardo Luis Duhalde, a toda la
izquierda peronista y a los grupos cristianos de Montoneros?[11]
La identidad imprescindible
Los jóvenes revolucionarios que, desde una mayoritaria
militancia cristiana, se integraron a los grupos que confluyeron en Montoneros
y que emprendieron el camino revolucionario a través del peronismo, decidieron
adoptar la identidad política que tenían las masas obreras y los sectores
desposeídos de la sociedad argentina de manera mayoritaria. La “cosa pasaba por
el peronismo”.[12]
Los tres escritos producidos por John William Cooke en sus últimos años de
vida, enero de 1966- septiembre de 1968, podrían resultar claves para intentar comprender
esa decisión, por su posible incidencia entre estos grupos de militantes.[13]
Los ejes conceptuales de los textos de Cooke: táctica y estrategia para la toma
del poder en pos del cambio de las estructuras capitalistas por otras
socialistas; el rol del peronismo en ellas, y el lugar del propio Perón en el
devenir histórico que Cooke entendía inevitable, son los puntos en los que está
centrado este análisis.[14]
El primer texto “El peronismo y el golpe
de estado, informe a las bases”, de 1966, fue escrito luego del golpe de
estado. En él, Cooke desandaba el camino de las esperanzas que muchos
peronistas, incluido Perón, habían abierto de cara al nuevo gobierno.
El segundo trabajo, “La Revolución y el Peronismo” fue
escrito, según su prólogo original, a principios de 1967 y publicado, casi un
año después, para un público que excedía por poco a los militantes ya encuadrados.[15]
El tercero y último fue un documento interno de ARP, “Documento Interno Para
Los Compañeros Peronistas”,[16]
fechado en julio de 1967. Los dos últimos, contienen líneas conceptuales
idénticas, aunque en el “Documento Interno” algunas se acentúan crudamente y
especifican de manera más amplia. A través de estas lecturas se puede
comprender su concepción ideológico-política, las metodologías para
implementarlas y los fines estratégicos perseguidos por su prédica radicalizada,
en los últimos momentos de su vida.
El objetivo socialista de la estrategia de la toma del
poder, a partir de la lucha armada, que sería iniciada por vanguardias
revolucionarias que llevarían la práctica revolucionaria para construir una teoría
revolucionaria con las masas peronistas, son las directrices de sus escritos. Así
se daría el salto dialéctico de las masas del peronismo al socialismo. Las
vanguardias estimularían a las masas para que en una
tríada dialéctica, Práctica-Teoría-Práctica, la vanguardia incorpora de la
devolución de aquellas, en su acción y el pensamiento crítico, una nueva
teoría, la propia del proceso general revolucionario. La dirección de la
revolución sería de un mando político-militar unificado, retroalimentada por
masas peronistas que se integrarían a ella para finalmente conducirla.
El tipo de Guerra Revolucionaria que Cooke preveía,
sería popular y prolongada hasta la insurrección general, y en su última
estación, la lucha sería contra el invasor norteamericano. El momento para
iniciarla, fue, para Cooke, el golpe de junio de 1966. La propia acción
revolucionaria, decía Cooke, debía acorralar a ese gobierno de facto,
“…buscamos provocar que la violencia potencial de la dictadura se desate como
violencia real y se envuelva en su propia dinámica represiva y pisotee las
esperanzas falsas…”.[17]
Dejando en blanco sobre negro al enemigo del pueblo en descubierto y
convirtiese en mito las vanguardias.
El lugar donde operarían no se remitía solo a las bases
de masas peronistas. Todo lugar de lucha era necesario y válido, incluso las
estructuras sindicales y políticas del peronismo, que para Cooke estaban
lideradas por burócratas. Perón, un líder de la etapa democrático-burguesa
argentina, una vez en marcha las vanguardias y las masas detrás de esos nuevos
mitos, avalaría el cambio en su movimiento. Era un político “inteligente”, en
palabras de Cooke, y esa inteligencia lo llevaría a subirse a los vientos de
las historia.[18]
El líder y mito histórico del peronismo, no debía ser enfrentado, sino superado
dialécticamente.
Las vanguardias, de Camilo Torres al peronismo
Los tres documentos producidos
por la militancia cristiana radicalizada que se contrastan aquí con las ideas
de Cooke, son anteriores a la aparición pública de Montoneros. Fueron elegidos con
la lógica de rastrear y confirmar que sus productores hayan sido, parcial o
totalmente, integrantes de algunos de los grupos que confluyeron entre 1967 y
1971 en Montoneros. La búsqueda de documentos elaborados por estos militantes sigue
abierta, pero los aquí analizados son las únicos que hasta este momento esta
investigación ha corroborado como elaborados colectivamente por la militancia
que se autoproclamó, “cuadros estratégicos”, en Montoneros. Claramente aquellos
que integraron esos colectivos tienen que haber aprobado y compartido, o al
menos aceptado la discusión de muchos de sus contenidos. Su publicación en Cristianismo y Revolución fue antes que
amplios sectores populares identificaran, producto del secuestro de Aramburu a
algunos de los militantes que formaban parte del grupo que allí militaba, con
el peronismo. Por ende, aquellos escritos no estaban dirigidos a las masas
peronistas sino al reducido espacio de la militancia revolucionaria, sobre todo
cristiana, parte del mismo público al que Cooke dedicaba varias páginas de sus
últimos escritos,[19] o a sectores radicalizados anteriormente ligados al propio
peronismo.
El primer documento debe ser enmarcado en
los intentos de Ernesto “Che” Guevara por generar una Sierra Maestra en Los
Andes, abarcando a la Argentina.[20]
El proyecto que lo incluía como protagonista, comenzó a tomar cuerpo en 1962,
con la presencia en Cuba de muchos argentinos que pretendían comenzar
guerrillas en el país. Allí, Guevara, se habría mostrado cercano a John William
Cooke y Alicia Eguren y había planteado la discusión que concluyó que más allá
de los orígenes políticos de cada uno, lo importante era la estrategia única de
la toma del poder para instalar el socialismo a nivel continental.[21]
La liberación debía ser nacional, la formación de un socialismo con
características propias, pero con focos en diferentes países. Triunfaría con el
alcance revolucionario abarcativo de toda la región. Las discusiones, que
comprendieron el escenario de la hipotética guerrilla rural o urbana y el lugar
del peronismo y de Perón, terminaron en la imposibilidad de generar, un único
proyecto de inicio de la acción revolucionaria en Argentina.
En 1967,
el proyecto estaba en marcha nuevamente y para darle un impulso definitivo, el
Che estaba en Bolivia. Paralelamente, las autoridades cubanas promovían la
reunión de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, OLAS, que estaba
convocada en La Habana, Cuba, para fines de julio de 1967. A partir del golpe
militar en Argentina, varios militantes revolucionarios comenzaron a planificar
la Guerra Revolucionaria en un escenario que parecía el más propicio, Cooke lo
analizaba proponiendo acorralar al gobierno para que se profundizara la
represión, para que ello radicalizara la resistencia popular y engrosar las
filas revolucionarias. En este contexto y con estos protagonistas se realizo el
Plenario de militantes de julio de 1967, producto del cual se genera el primer
documento analizado.
“PLENARIO”, es el único documento
que contó para su discusión y producción con la presencia de integrantes de
varios de los grupos originales que se fusionarían en Montoneros. Además de los militantes de Los Camilos, los hubo del Grupo Reconquista
y del Movimiento Ateneísta de Santa Fe, todos sin militancia o pertenencia
identitaria peronista previa.[22]
El “PLENARIO” (en adelante Plenario) se publicó en Cristianismo y Revolución en el número 6-7 del mes de abril de
1968. La revista lo presentó como la “declaración final” de un “conjunto de
militantes alineados y comprometidos en una definición revolucionaria, nacional
y popular”. Los referenciaba, a su vez, como “grupos y movimientos del
“peronismo revolucionario”. Uno de sus objetivos, no mencionado por la
redacción, era mancomunar una postura que sería llevada a la reunión de la OLAS.[23]
La organización del Plenario había corrido por cuenta del Comando Camilo
Torres, que por entonces lideraba el director de Cristianismo y Revolución, Juan García Elorrio, y que en transcurso
de ese mismo año cambiaría su nombre por Comandos Peronistas de Liberación.[24]
¿Acaso las influencias de los escritos de Cooke, cambiaron la perspectiva y las
referencias políticas de este grupo? Es sugestivo que de abrazar una identidad
referida al cristianismo revolucionario, la figura del cura colombiano devenido
guerrillero, se pasara a la denominación identitaria peronista. Los Camilos contenían militantes de Buenos Aires y
Córdoba, y giraba políticamente alrededor de la revista y su director.[25]
El
Plenario contuvo a invitados ajenos a ese ámbito y fue presentado en la revista
como la discusión de “más de 100 militantes revolucionarios (…) convocados (…)
para analizar la situación nacional y latinoamericana”. Los contactos con
militantes peronistas de los Camilos, que participaron de ese encuentro, pueden
rastrearse por las pertenencias políticas de los grupos firmantes de los
documentos publicados. En su copete, Cristianismo
y Revolución informaba que los documentos recopilados y publicados a
continuación de la declaración habían sido “dados a conocer por los diversos
grupos y movimientos del “peronismo revolucionario”, presentes en la reunión.
Así pueden leerse el “Programa del Movimiento Revolucionario Peronista” (MRP),
que lideraba Gustavo Rearte; un documento del grupo que lideraba John William
Cooke, Acción Revolucionaria Peronista (ARP); y otro de militantes del
Peronismo De Píe de Tucumán.
Plenario
comenzaba describiendo la existencia de una crisis política terminal de la
“democracia burguesa”, argumento de los análisis de Cooke, producto de “las
limitaciones del sistema capitalista argentino” dependiente del imperialismo.[26] A su vez,
sostenía que desde 1955, en una alusión tácita y valorativa del período
peronista, existía una relegación de las masas populares en el ejercicio del
poder. La declaración proponía como indispensable “la toma del poder por el
pueblo”, lo cual se volvía “imposible de conseguir por medios pacíficos”. La
metodología era la lucha armada “continuando y profundizando la lucha anti
oligárquica antiimperialista iniciada por el peronismo” para superar aquellas
limitaciones con “la instauración de un régimen socialista en nuestra patria,
caracterizado por la originalidad que le dará su aplicación a partir de la
realidad nacional y latinoamericana”.[27] En
síntesis, la contradicción principal es la que antepone al imperialismo y a la
oligarquía dependiente por un lado, el antiperonismo; y por el otro las clases
populares anti imperialistas: el peronismo. Era tal como Cooke refería la
contradicción principal de la Argentina. La profundización de esta
contradicción principal, mediante la lucha armada llevada adelante por el
pueblo (no se menciona la palabra vanguardia, pero sí se llamaba a una
coordinación en las acciones de los militantes “auténticamente
revolucionarios”), generaría las condiciones que superarían al peronismo para
la instauración de una nueva síntesis acorde a la realidad nacional y
Latinoamericana, afín a los planteos continentales del Che, y que Cooke había
hecho suyos. Las líneas interpretativas sobre la realidad argentina, Régimen
capitalista burgués agotado, el contexto latinoamericano de lucha contra el
imperialismo y el llamado a todos los militantes para comenzar la lucha armada,
son todas directrices unívocas de los textos de Cooke.
No se
mencionaba a Perón en ninguno de sus puntos, como tampoco la posibilidad de
luchar por su retorno. ¿Era por una cuestión de pensar imposible ese retorno en
1967? ¿Era porque al retorno de Perón no se lo consideraba necesario, o porque
no era un deseo de esos militantes? Su retorno, si el sistema lo aceptaba ¿Era
un escenario que ayudaba a agudizar las contradicciones o por el contrario a
diluir los intentos revolucionarios identificados con el peronismo? En este
sentido, resulta imposible que los participantes de este Plenario no hubiesen
leído las declaraciones citadas de Perón, a Primera
Plana. ¿Los jóvenes que ya habían decidido la lucha armada desde una
identificación con el peronismo podían creer que este escenario era posible?
¿Podía suceder que con otros interlocutores dispuestos a dialogar, Onganía y
sus seguidores habían demostrado no estarlo, Perón aceptara integrarse al
sistema arrastrando al peronismo convirtiéndolo en parte del sistema de
partidos liberales? Este escenario, presente en los deseos de Perón y no en su
contraparte, Onganía, para aquellos militantes revolucionarios identificados
con el peronismo, complicaba y mucho el proyecto de encolumnar a las masas
peronistas detrás de la vanguardia revolucionaria. La vuelta de Perón en 1972
podría responder todos estos interrogantes. Las tácticas y la acción política
de estos cuadros devenidos luego en Conducción Nacional de Montoneros, en 1972,
con el “Luche y Vuelve”, pudieron expresar una apuesta a agudizar las
contradicciones internas de los sectores militares, opuestos a Lanusse, que no
querían siquiera pensar en el retorno. Es posible que el convencimiento de
Cooke sobre lo inaceptable del peronismo histórico y de Perón, por parte de los
sectores dominantes y parte de las FFAA, aceptados por estos jóvenes, hayan
sido correctos, pero su propio accionar revolucionario permitió que lo
inaceptable, el retorno del peronismo, se convirtiera en realidad.
“Plenario”
sostenía el compromiso de “establecer una coordinación” de los militantes
revolucionarios y llamaba “a todos los militantes y sectores auténticamente
revolucionarios sin distinción partidaria”. Es destacable esta última
convocatoria, en línea absoluta con la que hacía Cooke, llamando a todos los
revolucionarios verdaderos. En su antepenúltimo punto “Plenario” se refería a
que la actividad mediante “hechos revolucionarios de nuevo cuño”, haría posible
“formar la mayor cantidad posible de cuadros militantes, disciplinados y
efectivos”. ¿A qué se refería la declaración con hechos revolucionarios de
nuevo cuño? ¿Sería la creación del foco revolucionario como multiplicador de
esos nuevos cuadros? ¿Implicaba entonces la organización de vanguardias
operativas que generarían esos hechos para gestar las condiciones subjetivas?
Por las vicisitudes posteriores pareciera que la decisión de la estrategia,
arribar al socialismo mediante la guerra revolucionaria, ya estaba determinada.
La metodología, vanguardias operativas, parecía el paso inicial en ese camino. Por
último, la declaración sostenía: se “arbitrarán los medios para facilitar la
posterior profundización de los planteos estratégicos y tácticos para la lucha
concreta”.
La
descripción de un sistema burgués-capitalista agotado; la toma del poder para
la instalación del socialismo como estrategia local y continental, y la
violencia armada como metodología, eran parte del análisis de Cooke. La
identidad peronista imprescindible en ese camino. El Che en Bolivia, escribía
en su diario sobre el informe que La Habana le hacía llegar por la reunión de
la OLAS, “…se descifró el parte total en el que se dice que OLAS fue un
triunfo…”[28]
Su muerte, al igual que la de Cooke un año después, no les permitiría
vislumbrar el inicio de la Guerra Revolucionaria en Argentina.
Dos años después, en enero de 1969, se
organizó el Congreso de Córdoba “Plenario Nacional de consulta a las Bases-Taco
Ralo”. Allí, concurrieron militantes peronistas, algunos más radicalizados que
otros.[29]
Aparecía allí para su discusión, un documento del Grupo Sabino, “Estrategia y
Táctica Revolucionarias” (en adelante E. y T.R.).[30] Quienes lo redactaron se
referenciaron como integrantes del Peronismo Revolucionario, y Cristianismo y Revolución, en el
subtítulo del documento, anunciaba que había sido “presentado al Congreso de
Córdoba por la Tendencia Revolucionaria del Peronismo”. La primera mención
referida a una Tendencia Revolucionaria del peronismo, fue la realizada por
Cooke a Perón en 1962,[31] y
remite a la forma de especificar sus propias ideas y seguidores.[32]
El título
y el contenido del texto resultan sugestivos si se lo asocia con el último
punto de la declaración del Plenario de 1967. “Estrategia y Táctica
Revolucionaria” estaba íntegramente dedicada a explicitar el marco y los
alcances estratégicos de la guerra revolucionaria, y algunos de los medios tácticos
para esa lucha. El documento sostiene, como en el de 1967, que el carácter de
la futura guerra revolucionaria es ante todo antiimperialista y con objetivos
socialistas, “…crear el Estado Socialista-Peronista…” y, casi tomando
textualmente a “Crear dos, tres… muchos Vietnam” de Guevara, que el objetivo
excedía al marco nacional: “Las guerras capitalistas se hacen así
universalmente; la guerra revolucionaria socialista debe hacerse también en la
misma escala”.[33]
La caracterización de “Régimen” en proceso de “agonía inevitable” que como
Cooke este texto sostenía, revelaba en su contenido a la gran burguesía y los
latifundistas argentinos como los aliados y agentes del imperialismo
estadounidenses. No obstante, en el mismo párrafo del documento diferenciaba de
estos enemigos del pueblo a la burguesía nacional, porque entraría en colisión
con el imperialismo y sus aliados locales, pero sostenía la incapacidad de
aquella de mantener una lucha en defensa de sus intereses. Se afirmaba que no
había que temer a las fuerzas regulares representantes del enemigo, al igual
que Cooke se aferraban a la experiencia cubana de la derrota de un ejército
profesional, ya que con un “buen programa que ganara a la población” se
lograría variar la correlación de fuerzas para llevar al triunfo a las
“vanguardias operativas en la ciudad y el campo”. Por un lado puede verse la
conceptualización de Cooke, tanto para el enemigo que era el “Régimen” como en
la conformación de “vanguardias” que emprendieran la lucha armada. Por el otro
aparecen conceptos específicos del desarrollo de la guerra, propios de Revolución en la Revolución de Debray y
el texto citado de Guevara.
La
victoria revolucionaria estaba garantizada porque en “La estrategia de guerra
prolongada gana siempre el que tiene más moral, mejor política [y] más
capacidad de duración”.[34] Voluntad,
ética, organización, duración y disciplina para el foco inicial iniciado por
las vanguardias en “una guerra del pueblo, una lucha de masas, en la seguridad
que la guerra sería victoriosa. Se afirmaba que el peronismo tenía de “todo eso
un poco, [moral, política y duración] gracias a la política acertada de Perón y
a la obra, acción y ejemplo de Eva Perón”. Estaban en un congreso, a diferencia
de Plenario, con peronistas de la primera hora.
El
peronismo podría tener o no, dependía de la mirada, las cualidades descriptas,
pero sobre lo que no había dudas es que allí estaban las masas obreras. “La
estrategia que propugna la existencia y la acción de vanguardias operativas ha
sido objeto de críticas (…) puesto que olvida la lucha de masas (…) nosotros
rechazamos ese concepto. La guerra de guerrillas o de vanguardias armadas, es
una guerra del pueblo, una lucha de masas (…) La guerrilla (…) nace antes de
que la lucha de masas se generalice”. Si bien el texto hace hincapié en las
masas, no hay menciones claras sobre la propuesta de Cooke de construir la
interrelación dialéctica entre vanguardias y guerrilla, aunque era clara la
pretensión de los productores del documento de considerarse como parte de las
vanguardias del pueblo.
En las
conclusiones de E y T R, se insistía en “La necesidad de organizar (…) los
distintos grupos que aspiran a constituir una tendencia revolucionaria
peronista monolítica (…) una coordinación de todos ellos que haga eficaz y
coherente la lucha armada para la toma del poder”.[35] Es
evidente un cambio respecto al llamado generalizado de 1967, ya que aquí
existen límites en la construcción de la vanguardia. La estrategia de Guerra
Revolucionaria Prolongada, iniciada por vanguardias y culminada por un ejército
popular, para la toma del poder y la implantación del socialismo, no había
variado. El llamado a todos los revolucionarios “verdaderos”, ahora era
circunscripto solo a aquellos que hubiesen optado por la identidad peronista.
En E. y T
R, sí se mencionaba a Perón y se ampliaba la interpretación sobre el rol del
peronismo. Este era apreciado, al igual que en 1967, como experiencia histórica
de las masas, pero también se aludía a una posible contingencia futura: una
salida electoral con el peronismo. Sin embargo, esta posibilidad aparecía de la
mano de una advertencia. Se entendía que el camino electoral estaba “cerrado
definitivamente”, (se daba por descontado, al igual que lo había hecho Cooke,
la imposibilidad del retorno de Perón) a no ser que se produjera un pacto del
sistema con algún neoperonismo sin Perón. Ante esta eventualidad, el peronismo
revolucionario enfrentaría a los neoperonistas “por lealtad a Perón”. Esta
declarada lealtad ¿qué alcances tenía? El público que accedería a la discusión
del documento en el Congreso de Córdoba, excedía el origen peronista del
ambiente de los productores del documento de 1967. ¿Esa lealtad declamada, se
relacionaba con la búsqueda de un techo político protector, el propio Perón, en
la búsqueda de las masas peronistas? ¿Y si el propio Perón negociaba esa salida
electoral, incluido su retorno? ¿Era posible desarrollar la guerra
revolucionaria con el peronismo integrado al sistema electoral y su líder
aceptado por los factores de poder del país? Robert Potash, menciona los
rumores que circulaban en 1969, sobre la posibilidad que el general Aramburu,
que estaba postulándose como reemplazo de Onganía, estuviera en contacto con
Perón.[36] Es
probable que la eliminación del general Aramburu en 1970 tuviera, además del
fuerte mensaje identitario para todos los peronistas, alguna linealidad con
cerrarle toda posibilidad a Perón de negociar con el “Régimen”.
En la
misma línea de construcción de la estrategia y tácticas revolucionarias se
sostiene en el texto que el objetivo del Peronismo Revolucionario “es la toma
revolucionaria del poder para su ejercicio pleno y sin limitaciones por parte
de la clase trabajadora y aquellos sectores del pueblo no comprometidos con el
imperialismo, con el objeto de crear el Estado Socialista-Peronista que haga la
grandeza de la patria”. El agregado en algunas líneas de un estado
socialista-peronista como objetivo final, se debía ¿A una potencial confusión
ideológica de los autores, o a ir dosificando y mixturando para un público
peronista la interpretación de Cooke sobre la superación dialéctica del
peronismo? ¿Qué lugar tenía la expresión socialismo entre los peronistas? El
análisis de Cooke, proponía superar al peronismo y a su mito, Perón,
dialécticamente, y establecía que ni Perón ni el peronismo tendrían un lugar en
el futuro institucional de Argentina por ser antagónico al régimen
oligárquico-dependiente. Evidentemente un peronismo y un Perón aceptados por
los sectores dominantes pareciera el peor de los escenarios para la generación
de las condiciones subjetivas.
El
latinoamericanismo de los productores de este documento, era consecuente con el
expresado en el del Plenario de 1967. “Esta solidaridad [se refieren al punto
anterior que menciona la necesidad de ser solidarios con los pueblos del Tercer
Mundo] fundamentalmente deberá efectuarse entre los países Latinoamericanos,
vinculados por la historia, la cultura, el idioma, la religión y
fundamentalmente por las mismas coyunturas y el mismo destino de hambre y
miseria que quiere imponernos el imperialismo yanqui”. ¿Puede entenderse este
latinoamericanismo dentro de la concepción cubana en la línea
Guevara-Castro-OLAS? Pareciera que sí. Los intentos de Guevara de extender la
revolución al continente, mencionados anteriormente, sobre una estrategia
continental de sumatoria de revoluciones nacionales.
El llamado
a las diferentes vanguardias revolucionarias operativas a concretar un espacio
identificado con el peronismo tenía explícita la forma de resolver cuál dirigiría
al resto: “las etapas superiores de la guerra solo podrán ejecutarse mediante
una dirección centralizada y altamente representativa (…) Y será de la lucha
que surgirá la dirección revolucionaria que conduzca al pueblo a la toma del
poder”. La convergencia de los diferentes grupos armados
cristiano-revolucionarios, incluso Descamisados y las Fuerzas Armadas
revolucionarias, junto al grupo que secuestró a Aramburu, por el impacto de
este hecho hacia adentro del peronismo, pareciera haber determinado que fueran
sus militantes los cuadros superiores de dirección en la Guerra Revolucionaria.
El
documento pareciera insinuar otra etapa posterior de la Guerra Revolucionaria
Interna. En las primeras etapas de la Guerra Revolucionaria reconocía un rol
destacado de los EE.UU. al igual que en Viet Nam, y lo que había sucedido en
Bolivia con su colaboración en la derrota de la vanguardia establecida por el
Che Guevara. Las etapas previstas en E y T R de la intervención estadounidense
empezarían con la entrega de material bélico y la colaboración de asesores
militares y la firma de pactos para facilitar su intervención. La linealidad de
la potencial intervención estadounidense sugería, en caso de triunfo
revolucionario, que el enfrentamiento final sería con los Boinas Verdes.
La
inserción de vanguardias armadas como motor inicial de la estrategia de Guerra
Revolucionaria Prolongada para la instalación de un Estado socialista-peronista
en Argentina, no difería de los escritos de Cooke. La valoración de Perón y del
peronismo en el pasado, pero sin fututo entre el sistema institucional de
Argentina, era la interpretación del ex delegado de Perón. La única posibilidad
que este grupo, El Grupo Sabino, preveía de incorporación del peronismo al
sistema era el de una traición a sus principios, y ellos se encargarían, como
Peronismo Revolucionario leal a Perón, de evitarlo. Este documento, al igual
que el del Plenario de 1967, no parece detenerse en las formas teóricas de la
construcción de la teoría revolucionaria, solo en tácticas y estrategias de
guerra. ¿Puede seguir sosteniéndose que estos grupos se militarizaron en 1973?
El tercer
documento que se contrasta con Cooke, es el elaborado por el Movimiento
Ateneísta de Santa Fe, que formo parte de otro de los grupos originales de
Montoneros, el Grupo Santa Fe. Su publicación también fue en Cristianismo y Revolución, en el Nº 14,
de abril de 1969, la publicación lleva la firma de sus productores. El
documento es titulado: “hacia una perspectiva revolucionaria” (en adelante
Documento Ateneo). Sus productores militaban en la superficie en la Universidad Nacional del Litoral,
provincia de Santa Fe. El Grupo Santa Fe, compuesto por integrantes de tres
agrupaciones que coincidían en el origen de su militancia cristiana: Ateneo;
Asociación Sindical Argentina (ASA) y el Movimiento de Estudiantes de la
Universidad Católica (MEUC) se fusionó luego con los demás grupos que
conformarían Montoneros, en julio-agosto de 1971.[37]
El
documento Ateneo muestra una elaboración diferente, centrado al lugar de los
estudiantes universitarios de clase media dentro de la lucha de clases. La
posibilidad que sus productores fueran identificados fácilmente puede haber
generado que su contenido se enfocara en el análisis de la realidad de
estudiantes y futuros profesionales, en tanto militantes revolucionarios, más que
a las líneas estratégicas vinculadas a la Guerra Revolucionaria que resaltan en
los dos anteriores. También que el grupo no hubiese asumido aún la metodología
estratégica de guerra revolucionaria con identidad peronista.
Ateneo
plantea de manera general que los estudiantes no tienen intereses de clase
definidos, “al no constituir el Movimiento Estudiantil una clase social
determinada” por lo tanto “deberán insertarse en la historia luchando por uno u
otro sector: los opresores o los oprimidos”. Además, deben “tomar conciencia de
su condición como sector social”, en perspectiva a su futura inclusión dentro
del aparato productivo. El objetivo del grupo, no planteado abiertamente como
estratégico pretende “tomar nuevas formas y profundizar sus luchas en una
perspectiva realmente revolucionaria”. No especifican cuáles son esas nuevas
formas de lucha revolucionaria, pero, ese concepto, referido como sinónimo de
la acción revolucionaria y la lucha armada, estaba vertido por Cooke en sus dos
últimos escritos y, plasmado además en el documento Plenario, de 1967.
Las
coincidencias, tanto con Cooke como con los documentos anteriores, se dan en el
análisis general de la situación argentina y latinoamericana, referidas a la
dependencia al imperialismo “yanqui” como la responsable del subdesarrollo
argentino “al igual que toda Latinoamérica”.
En el
lugar de estudiantes, devenidos profesionales, se inscriben como partícipes de
la explotación sobre la clase obrera por los “sectores dominantes” en un marco
destinado a “la explotación del hombre por el hombre” por trabajar como
profesionales en empresas de un sistema capitalista. Esto, razonan, en un
sistema socialista esto no ocurriría “al tener el control de los medios de
producción los trabajadores”. Los estudiantes estarían en igualdad de condición
social con la clase obrera cuando, incorporándose “dentro del panorama general
de lucha de clases y de cambio de estructuras”, se alcance entonces un sistema
socialista. ¿Habría alguna manera pacífica en que los propietarios locales e
imperiales aceptaran un cambio de sistema socioeconómico? El movimiento
estudiantil, decían, debe estar inserto “en las luchas concretas y en las
necesidades de nuestro proletariado”, pero la lucha no debe ser llevada a la
práctica considerándose primigeniamente como la vanguardia de la clase obrera.[38] Había dos
razones para esto: la primera, por haberse desprestigiado históricamente al
enfrentar a la clase trabajadora, que referencian al primer peronismo; la
segunda razón abunda en que para poder insertarse como vanguardia, los
estudiantes deben convertirse primero en militantes revolucionarios incorporados
en la realidad que excede la universidad. El ámbito universitario no debía
abandonarse, ya que era un lugar que “cubra las espaldas” a los militantes que
abracen la causa de la revolución, no ya acompañándola, sino haciéndola.
El
documento Ateneo plantea la integración del Movimiento Estudiantil a la
corriente histórica que contiene a la clase obrera, obviamente el peronismo, donde
el lugar del militante estudiantil, para convertirse en militante
revolucionario, es abordar esa militancia fuera del ámbito universitario para
alcanzar la realidad y llevarla luego a ese ámbito. “De afuera hacia adentro”,
es un concepto que se repite y que trata de simplificar lo anterior y de también
de aclarar cómo deben estructurarse las posibles alianzas o trabajo conjunto de
la militancia estudiantil con otros sectores revolucionarios. Solo si existen
coincidencias en el afuera, en el análisis de la estructura socioeconómica que
forja la lucha de clases, en la que se constituye el verdadero militante
revolucionario, se podrá comenzar a plantear algún tipo de unidad en la
militancia. Solo si se acepta que los estudiantes deben estar al lado de la
clase trabajadora, la única vanguardia revolucionaria por su lugar en la lucha
de clases, será posible un acuerdo para determinar cuál es el camino político
para cambiar las estructuras capitalistas dependientes de Argentina.
Esto en
cuanto al plateo colectivo en relación con otros grupos que evidentemente
estaban en contacto con el Movimiento Ateneísta. La sugerencia de un trabajo
político con las bases de masas, como imprescindible, estaba en consonancia con
Cooke, pero se diferenciaban notablemente sobre el rol potencial de los
integrantes del grupo como vanguardia. La vanguardia solo podía estar integrada
por la clase obrera. La práctica política de este grupo, en el tiempo que
publicaban este documento, era coherente con sus líneas de análisis, el
contacto con obreros, y se diferenciaban de los anteriores por una mayor
elaboración teórica.
Estos
militantes consideran “que a los estudiantes les hace falta vivir las
condiciones que llevan al proletariado a ser esencialmente revolucionario y no
solamente enterarse de cómo leyendo o discutiendo ideológicamente” ¿Es posible
que esta militancia estuviera pensando en proletarizarse? El documento
proseguía con lo que se esperaba del militante que “debe ir aprendiendo en el
accionar cotidiano que el abandonar su condición de privilegio como
universitario para insertarse realmente en la historia”, integrarse entonces
junto a la clase proletaria, motor social revolucionario de la lucha de clases,
para vivir “pobreza y persecución social”.
Sobre la
identidad política del grupo, no hay referencias a la adopción del peronismo,
pero sí hay una autocrítica histórica sobre el momento en que los
universitarios se enfrentaron a la clase obrera. Es deducible entonces que si
la vanguardia revolucionaria es la clase trabajadora, y si no hay que enfrentar
la experiencia histórica de esta clase, el peronismo de la mayoría de sus
integrantes, estuviese al menos en discusión la posible adopción de la
identidad peronista en este grupo de militantes que ya se perfilaban como
revolucionarios.
Existe en
el texto una clara diferencia con los dos documentos analizados anteriormente
respecto a la conceptualización de la vanguardia revolucionaria. Tampoco se
expresan simplificaciones o las líneas directrices de los análisis de Cooke, o
una construcción discursiva que busque explicar la opción de la lucha armada,
descriptos en Plenario y en E y T.R. Las menciones sobre la vanguardia en este
documento son excluyentes a quién debe conformarla: la clase obrera. El texto
define a un sistema capitalista compuesto por opresores y oprimidos, que en el
marco histórico de la lucha de clases, que contiene a los universitarios en un
lugar de opción por unos o por otros, con el deber de integrarse a la clase
obrera, desde la práctica, proletarizarse, y no desde la teoría.
Estos militantes
que si bien ya habían hecho un diagnóstico sobre los males que aquejaban al
país y a Latinoamérica, y habían concluido que el objetivo de la lucha de
clases era la revolución que conduciría al socialismo, no mencionaban en esta
producción de principios de 1969, a la lucha armada o Guerra Revolucionaria
como el camino para arribar al objetivo socialista. No se reconocían como
peronistas, pero asumían la valoración de la historia de la clase obrera y el
error histórico del movimiento estudiantil por haber enfrentado al peronismo.
Conclusiones
El golpe
de junio de 1966 que derrocó la última parodia de democracia en Argentina,
anterior a su establecimiento definitivo en 1983, aparece como un intento de
evitar preventivamente la unión del problema primero de país, que en el
análisis de los sectores dominantes era el peronismo, y el segundo problema, que
era entonces una hipótesis: La guerra revolucionaria comunista. Los proletarios
argentinos, para el pesar de las izquierdas, se identificaban políticamente con
el peronismo. La guerra revolucionaria parecía una hipótesis aventurada en
deseos o paranoias propias de una guerra muy fría para la realidad de la clase
obrera peronista. No obstante, con el triunfo de la Revolución Cubana surgió la
creencia, o una hipótesis conveniente, en algunos de los militares fríos que concluyeron
que podría generarse una revolución socialista con las masas peronistas. Fue
así no solo para algunos militares que querían asociar los dos problemas, para
terminar con el peronismo tal y como estaba, o para los que buscaban evitar su
hipotética conjunción; sino también para los revolucionarios, que inspirados en
los análisis sobre el peronismo de John William Cooke, tratarían de lograrlo. Este
golpe preventivo alcanzaría a ser una profecía auto cumplida generando las
condiciones para que las vanguardias revolucionarias lograran ser bien vistas
por gran parte de la población argentina. La guerrilla crecería en este marco.
Los análisis de Cooke lograron colocar al peronismo, como
movimiento de masas, en el camino de un salto dialéctico con norte socialista,
que resolvía la imposibilidad de entrarle ideológicamente a esas masas
peronistas que rechazaban las ideas de la izquierda socialista “gorila” en
todas sus variantes. Adherían entonces a esta premisa, aquellos pocos jóvenes
radicalizados que aceptando al peronismo como experiencia histórica de las
mayorías obreras, pensándolo como piso de conciencia anti imperialista, tenían
planes revolucionarios que excederían al peronismo histórico. Había que lograr
un socialismo con características nacionales. Esto resolvía una de las partes
del problema peronista, las masas, pero ¿qué pasaría con Perón durante el salto
dialéctico de su movimiento político? La relación de Cooke con Perón, lo llevó
a aquel a la conclusión que Perón abrazaría los vientos de la historia. El
“viejo” era un pragmático.
Cooke tenía como fin estratégico la instalación del
socialismo en Argentina, en el marco de la liberación de Latinoamérica y del
proceso revolucionario mundial. La metodología para alcanzar el socialismo, un
socialismo nacional construido por la propia dinámica dialéctica del proceso
revolucionario que debía respetar la historia de la clase obrera, el peronismo,
sería la lucha armada. Las masas peronistas darían el salto dialéctico al
socialista.
Los tres documentos producidos por militantes que
decidieron que el camino revolucionaria debía recorrerse desde una identidad
peronista, los que luego serían cuadros estratégicos de Montoneros, tienen relación
conceptual con los escritos de Cooke, aunque en diversos enfoques y
profundidades. Plenario es prácticamente un resumen simplificado de las líneas
conceptuales de los escritos de Cooke. Es entendible que no tenga un desarrollo
teórico ya que fue el producto de la síntesis de la discusión y la puesta en
común de diferentes grupos, entre ellos el ARP de Cooke, en aquel plenario. Es
claro que las ideas que triunfaron en ese ámbito de discusión fueron las líneas
de la “Tendencia Cooke” o Revolucionaria. El segundo de los documentos está más
desarrollado, ya que fue elaborado previamente, para su discusión en comisiones
de otro congreso, el de las bases en Córdoba, en todos sentidos más amplio que el
Plenario. Las ideas plasmadas en él están más relacionadas a la metodología
estratégica para la instalación del socialismo, la guerra revolucionaria, que a
elaboraciones teóricas. La generación de vanguardias revolucionarias comenzando
un foco interactuando con las masas son las ideas que Cooke hizo suyas. En E.y.T.R
pueden leerse los primeros intentos, primitivos por cierto, del salto
dialéctico, cuando se asocia el objetivo estratégico de la lucha con la
construcción de un Estado socialista-peronista.
El último de los documentos es notablemente diferente
a los dos primeros. Su desarrollo es más teórico y profundo ya que fue escrito
para presentar las ideas de su grupo productor, el Movimiento Ateneísta, a una
revista que no leían las masas peronistas sino los cristianos de clase media,
que ya habían adoptado el marxismo y cuyo norte era la guerra revolucionaria.
Está escrito desde el lugar de estudiantes universitarios y futuros
profesionales que ha decidido abrazarse a la clase obrera en su lucha contra la
dominación de la burguesía. El objetivo estratégico es el socialismo, aunque no
especifican el camino armado para el objetivo estratégico. La apertura de este
grupo a la militancia concreta con las masas fuera del ámbito universitario, cosa
que los grupos productores restantes no habían hecho, los coloca en un plano
concreto de la propuesta de Cooke: llevarle la práctica militante socialista a
las masas peronistas, pero sin especificar el foco armado. En el texto, aceptan
y valoran la historia peronista de la clase obrera, por lo que es probable que
este grupo estuviera en tránsito a la identidad peronista para la construcción
del socialismo. Un camino al que ya suscribían los militantes productores de
los documentos anteriores. El camino revolucionaria los encontraría en la misma
organización, Montoneros, a mediados de 1971. Había que construir el socialismo
nacional.
RESUMEN
El marco necesario y la
identidad imprescindible. El golpe militar de 1966 y el surgimiento de
Montoneros
El golpe de Estado de junio de 1966, liderado por el
general Juan Carlos Onganía, asumió institucionalmente la Doctrina West Point,
para la lucha contra el comunismo. Era un golpe preventivo. Un comunismo lejano
para un país donde existía el peronismo. ¿Acaso comunismo y peronismo podían
fusionarse? Paradójicamente este golpe militar fue el escenario para la
multiplicación de grupos de jóvenes revolucionarios que decidieron plantearse
la toma del poder para la instalación del socialismo en Argentina.
Este trabajo intenta reflejar cómo aquel gobierno
militar y su alineación en la Guerra Fría, fueron el escenario perfecto para
que la militancia revolucionaria surgiera, se organizara y creciera en el
período 1966-1970. El mayor desarrollo guerrillero en Argentina, en cuanto a
generar adhesiones masivas y militancia de masas, es posterior a 1970, por ello
este recorte se basa sobre todo al período de las decisiones, las tácticas
iniciales, como los alineamientos políticos, y los objetivos estratégicos de
los jóvenes que emprendieron la lucha armada con el fin de alcanzar la guerra
civil revolucionaria, desde una identidad peronista. Esta identidad política de
un sector importante de estos grupos, junto a otras tácticas y a los objetivos
estratégicos y las metodologías para alcanzarlos, es analizada a partir de
documentos producidos por esos jóvenes en ese período.
Palabras clave: Golpe de Estado Preventivo – Peronismo –
Comunismo – Montoneros
ABSTRACT
The
needed framework and an indispensable identity. The 1966 military coup and the
rising of the Montoneros
The 1966 coup d'état, led by
General Juan Carlos Onganía, officially adopted the 'West Point' doctrine to
fight against communism. It was a preemptive strike to ward off a distant
communism in a country where Peronism had taken hold. Could communism and
Peronism fuse together? Paradoxically, this military coup provided the stage
for multiple groups of young revolutionaries who set out to take over and
establish socialism in Argentina.
This article intends to reflect
on that military government and its alignment during the Cold War as the
perfect set-up for the rise, organization and growth of the militant revolutionaries
during 1966-1970. Since Argentina saw the most significant guerrilla activities
— in terms of mass adhesion and mass militancy — after 1970, this piece focuses
mainly on the decision-making period, initial tactics — such as political
alignment — and strategic goals of the young people with a Peronist identity
who started an armed fight to trigger a revolutionary civil war. Based on
documents drafted by the revolutionaries themselves during that period, this
paper analyzes the Peronist political identity of an important group of
revolutionaries, as well as their various tactics, strategic goals, and the
means to achieve them.
Key
words:
Coup d'état - Preemptive Strike – Peronism – Communism - Montoneros
Recibido: 01/03/2015
Evaluado: 30/05/2015
Versión final: 01/08/2015
Notas
(*) Magíster en Historia (Universidad Nacional de Tres de
Febrero); Doctor en Historia (Universidad Nacional de Tres de Febrero).
Profesor Adjunto “Problemas de historia del siglo XX” (Universidad Nacional de
Tres de Febrero); Profesor Adjunto en “Historia Económica y Social Argentina y
Latinoamericana” (Facultad de Ciencias Económicas. Universidad Nacional de La
Plata.
[1] COOKE, John William, Informe a las bases, Bs. As., 1966, p.
12.
[2] WALSH, Rodolfo, “Prólogo” en: MASETTI,
Jorge, Los que luchan y los que lloran,
Bs. As.. 1969, p. 8.
[3] Cf. PONTORIERO, Esteban, “De la
conmoción interior a la guerra revolucionaria: legislación de defensa, pensamiento
militar y caracterización de la amenaza a la seguridad interna en la Argentina
(1958-1970), UNTREF, 2012.
[4] CASTAGNOLA, “Disciplina y subversión. El
Ejército Argentino y la Teoría de la Guerra Revolucionaria (1957-1962)”,
Inédito, 1994, p. 33.
[5] GRONDONA, Mariano, “La encrucijada”, Primera Plana, septiembre de 1964, en:
ALTAMIRANO, Carlos, Bajo el signo de las masas, Ariel, Bs. As., 2001, Tomo IV, p. 79.
[6] MAZZEI, Daniel, “El Ejército Argentino y
la asistencia militar norteamericana durante la Guerra Fría”. En: Taller 20, abril de 2003, pp. 92-116. MAZZEI,
Daniel, "La misión militar francesa en la Escuela Superior de Guerra y los
orígenes de la Guerra Sucia (1957-1962)", en: Revista de Ciencias Sociales,
2002, Nº13, pp. 105-137.
[7] TAIBO II, Paco Ignacio, Ernesto Guevara también conocido como El Che, Planeta, Bs. As., 2010,
pp. 560-561.
[8] Para una transcripción parcial de este
documento, véase POTASH, Robert, El
Ejército y la Política en la Argentina, Sudamericana, Bs. As., 1994: Tomo
De Perón a Frondizi, En: CASTAGNOLA, op.
cit.. p.
37.
[9] Primera
Plana, 30 de junio de 1966, pp. 4.
[10] Cf. AMARAL, Samuel, “En las raíces
ideológicas de Montoneros: John William Cooke lee a Gramsci en Cuba”, UCA, Bs. As., 2010.
[11] DUHALDE, Eduardo Luis, John William Cooke, Obras Completas, Tomo
II, Correspondencia Perón-Cooke, Colihue, Bs. As., 2007, p.13.
[12] Roberto Perdía, entrevista con el autor, abril de
2011.
[13] COOKE, J. W., La Revolución y el Peronismo, Ediciones A.R.P., 1968; COOKE, J. W.,
“Documento Interno para los Compañeros Peronistas”, 1967, en: BASCHETTI,
Roberto, Documentos de la Resistencia
Peronista 1955-1970, De la Campana, La Plata, 1997, pp. 454-468.
[14] COOKE, John William: El peronismo y el golpe de
estado, informe a las bases, Parlamento, Bs. As., 1985.
[15] Cf. COOKE, J. W., La Revolución y el Peronismo, op cit..
[16] COOKE, J. W., “Documento Interno para los
Compañeros Peronistas”, op. cit., pp. 454-468.
[17] Ibídem.
p. 463.
[18] COOKE, J. W., La
Revolución y el Peronismo, op. cit., p. 13-14.
[19] COOKE, J. W., Informe a las bases, op. cit., pp.
202-214.
[20] TAIBO II, P. I., op. cit., p. 559.
[21] Ibidem, p. 560-561.
[22] Graciela Daleo, Lucas Lanusse y Roberto
Perdía incluyen a Marcelo Nivoli, del Ateneo Santa Fe, como presente en el
Plenario; en:
ANGUITA, Eduardo y Martín CAPARRÓS, La
Voluntad, Tomo I, 1966-1973,
Norma, Bs. As., 1997, pp. 123. LANUSSE, Lucas, Montoneros, el mito de los 12 fundadores, Vergara, Bs. As., 2005,
p. 155. Roberto Perdía, entrevista con el autor, abril de 2011.
[23] Felipe Celesia y Pablo Waisberg,
sostienen que en 1967, García Elorrio, Maza, Abal Medina, Capuano Martínez y
Norma Arrostito, viajaron a Cuba a través de Cooke. “El convite tenía un doble
propósito: asistir a la Primera Conferencia de la OLAS y recibir instrucción
militar”, en: CELESIA, Felipe y WAISBERG, Pablo; Firmenich, la historia nunca contada del jefe montonero, Aguilar, Bs.
As., 2010, p. 81. Mario Firmenich menciona al año 1967 como el único en que su
grupo militante, Comandos Camilo Torres, sostuvo contactos con Cuba antes de
hacerlo como Montoneros en 1973. En: VILLALBA, Santiago, ZAPPINO, Jorge y FIGALLO,
Luciano, “Entrevista a Mario Eduardo Firmenich”, Carrera de Ciencias Políticas de la Universidad nacional de Bs. As.,
Inédito, Bs. As., p. 13; Roberto Perdía, sostiene
que la producción del documento, en la que participó, fue con motivo de llevar
una posición de los partícipes de este plenario a la primera conferencia de la
OLAS de 1967. Entrevista con el autor, abril de 2011. Ignacio Vélez Carreras,
sostiene que en el grupo de Córdoba vinculado a Cristianismo y Revolución y a Los Camilos, “recibimos materiales y
nos sentíamos partícipes de la constitución de la OLAS” y también menciona a
1967 como el año en el que viajaron a Cuba “un grupo de compañeros” de los que
nombra a García Elorrio, Abal Medina y Maza, Lucha Armada en la Argentina, Nº 2, Bs. As., 2005, pp. 9-10.
[24] “Entrevista a Mario Eduardo Firmenich”,
realizada por VILLALBA, S., ZAPPINO, J. y FIGALLO, L., op. cit., p. 4.
[25] LANUSSE, Lucas; op. cit., pp. 157-161; Graciela Daleo en: ANGUITA, E. y CAPARRÓS, M.,
op. cit. Vol. 1 p. 168 y p. 184.
[26] COOKE, J. W., Informe a las bases, op. cit., pp. 19, 22, 46, 72, 229.
[27] Cristianismo
y Revolución, Nº 6-7, abril de 1968, Bs. As., p. 3.
[28] Cf. GUEVARA, Ernesto, El Diario del Che en Bolivia, La
Habana, Editora Política, 1987.
[29] ANGUITA, E. y CAPARRÓS, M., op. cit., Vol. 1, 1997, p. 264.
[30] La revista La Causa Peronista, órgano de difusión de montoneros, en el Nº 4
del 30 de julio de 1974, incluye la participación de José Sabino Navarro, en el
congreso clandestino de Córdoba, con la posición más radicalizada, que sostenía
“iniciar la lucha armada para crear las condiciones de conciencia y organización
del pueblo peronista”; AMORÍN, José, Montoneros:
La Buena Historia, Bs. As., Catálogos, 2005, p. 99. Roberto Perdía sostiene
que este documento fue redacción del Grupo Sabino para generar discusión en el
Plenario. Roberto Perdía, entrevista con el autor, abril de 2011.
[31] DUHALDE, E., op. cit., p. 520.
[32] Ibídem. p. 630.
[33] Cristianismo
y Revolución, Nº 12, marzo de 1969, Buenos Aires, p. 6.
[34] Ibídem, p.7.
[35] Ibídem, p. 9.
[36] POTASH, R., op. cit., pp. 123-125.
[37] LANUSSE, L., op. cit., pp. 113-128.
[38] Ibídem, pp. 30-31.