Revisión del pasado y
construcción del presente. Los obreros metalúrgicos de Villa Constitución y el
menemismo, 1989-1992(**)
Nos
guste o no, la experiencia de 1975, nos afecta hoy de distintas formas, a
algunas personas de un modo, a otras de otro, pero es innegable que juega un
rol fundamental.
- Testimonio de Guillermo Díaz, militante sindical de la Unión Obrera Metalúrgica
de Villa Constitución. Jornada de Historia Sindical, 1991.
La diferencia que encuentro
entre los conflictos de 1975 y 1991 es que el primero fue muy politizado, error
que no cometimos con el segundo. En esta oportunidad, fuimos
nosotros y el pueblo quienes llevamos a cabo la huelga. El primero de mayo
cuando realizamos una de las movilizaciones, Julio Zamora [líder principal del Movimiento al
Socialismo] se presentó causando desagrado a los trabajadores.
No deseábamos la participación de ningún grupo político; su llegada provocó que algunas personas se
retiraran. Pero no cabe duda de que esta vez, el gobierno no pudo actuar contra
nosotros, porque no pertenecíamos a ningún partido político. De haber
pertenecido, la movilización no se hubiera logrado. Probablemente la marcha a
la plaza hubiese sido como la de 1975... o peor.
- Testimonio de un obrero metalúrgico. Jornada de Historia Sindical,
1991.
La elección del “Peronista” Carlos Menem
como presidente en 1989, marcó un cambio en la reciente historia política y
económica de la Argentina. A pesar de la continuidad entre el peronismo y el menemismo, las políticas
neoliberales ortodoxas de Menem, tan alejadas de la tradición peronista,
parecen haber abierto el camino a lo que se caratuló como la muerte del
populismo[1].
En general, estas
políticas se planearon para desmantelar el estado benefactor y abrir
la economía. Sus consecuencias han sido hiperrecesión, desempleo y
empobrecimiento generalizado[2]. En
la comunidad obrera de Villa Constitución, lugar de emplazamiento de la acería
Acindar, empresa privada nacional[3],
estas transformaciones nacionales abrieron una etapa de importantes
modificaciones en las relaciones laborales, prácticas políticas y sindicales.
La apertura de la economía hizo que Acindar presionara para la implementación del denominado plan de reconversión
industrial, que implicaba cambios en la organización, contratación, y pago de
mano de la obra[4].
La Unión Obrera Metalúrgica local (UOM), liderada prácticamente por los mismos
militantes no peronistas que anteriormente habían liderado la lucha por la
democratización del sindicato local en 1974-75, tuvo que redefinir su sindicato
y sus estrategias políticas para enfrentar los cambios productivos que la
empresa y el estado querían imponer en esta comunidad obrera[5]. La
lucha más importante contra la agenda neoliberal de Menem y la flexibilización
laboral ocurrió entre los años 1990 y 1991. Mientras intentaban idear nuevas
respuestas laborales en el ámbito local, los obreros metalúrgicos hicieron un
esfuerzo excepcional para crear un frente social más amplio contra el
menemismo, la denominada Propuesta Política de los Trabajadores. Esta lucha alcanzó su punto culminante
durante el cierre patronal de Febrero-Mayo de 1991, cuando la empresa intentó
destruir el sindicato, e implementó cambios radicales en la
organización. Los resultados fueron sorprendentes. A pesar de que la empresa
pudo implementar, al menos parcialmente, algunos cambios, el sindicato y la
comunidad salieron del conflicto aún
más fortalecidos. Aunque el frente político fracasó en la arena
nacional, estableció las bases para la creación del actual movimiento nacional independiente, Congreso de los
Trabajadores Argentinos (CTA), una
CGT nacional paralela desde 1992. El objetivo de este artículo es reconstruir
esta breve historia fundacional de la
manera en que la clase obrera local ha respondido a los cambios sociales y
políticos desde el retorno de la democracia, y particularmente a aquellos
cambios que se llevaron a cabo durante los primeros años del gobierno de Menem,
entre 1989 y 1991.
El tema de las respuestas de los trabajadores ante el
menemismo no ha interesado demasiado a los especialistas. Este artículo se aleja de la literatura dominante en
dos sentidos. A diferencia de los estudios que se centran en la respuesta de
los líderes sindicalistas nacionales al menemismo minimizando su resistencia[6], el
siguiente estudio amplía este panorama porque
no solo demuestra la resistencia de algunos líderes sindicales y miembros sino
también porque analiza la naturaleza de sus acciones. Esta
reconstrucción explora el discurso ideológico de los obreros metalúrgicos y de
las prácticas políticas y laborales, dentro de un marco histórico más amplio,
enfoque que difiere de la
literatura dominante de este caso, que principalmente
se centra en la respuesta de la UOM local a la reconversión industrial[7]. El
hecho de que el liderazgo sindical actual, elegido desde el retorno de la
democracia, sea prácticamente igual al de los años 70, lo hace interesante para
analizar los cambios y la continuidad
en los discursos ideológicos y prácticas sindicales de la clase obrera entre
1970 y 1990. En primer lugar, el estudio demuestra que los trabajadores
redefinieron su política basados en el análisis de las relaciones de poder
adversas, caracterizadas por el retorno de la democracia formal, la posición
marginal de la clase obrera durante la transición democrática y los nuevos
desafíos planteados por el reciente proceso de reconversión industrial y
hegemonía neoliberal. En segundo lugar demuestra que las estrategias sindicales
fueron también determinadas por las experiencias de la militancia y la
represión de los años 70. Si el proyecto neoliberal de Menem esperaba romper
con el pasado, ya sea con la tradición populista peronista, o con un pasado reciente más doloroso,
el análisis de una lucha concreta de la clase obrera guiada por una dirigencia
antiperonista proveniente de ese pasado, sugiere que puede suceder lo
contrario, que el pasado puede servir como punto de referencia para construir
una oposición al menemismo.
Como
explican los testimonios de los epígrafes que abren este estudio, el pasado
está presente para los trabajadores, de una manera positiva o negativa. Los
líderes electos del gremio han reevaluado sus anteriores experiencias de lucha
y represión. Al hacerlo han rechazado, rescatado y reinterpretado objetivos y
prácticas pasadas para responder a nuevos desafíos sociales y políticos. Aunque
a primera vista las antiguas estrategias combativas parecían obsoletas, su
influencia es sorprendente. Finalmente, este proceso de revisión del pasado y
creación del presente no es simplemente el resultado de la percepción de la
dirigencia de los cambios sociales y políticos del presente. Es el producto del
modo en que los trabajadores agremiados, predominantemente peronistas,
recordaron aquel pasado y vivieron el actual gobierno “neoliberal” peronista.
En este sentido el legado traumático de la tradición combativa y represión del
pasado, como también la persistencia de una identidad peronista, jugaron un rol
clave en las recientes políticas gremiales.
En
busca del pasado
Alberto Piccinini, líder de la UOM en Villa Constitución en los años
setenta, reapareció el 6 de Diciembre de 1982 después de haber estado ocho años
preso[8].
Como un fantasma que retorna de la muerte, se presentó en la entrada de la fábrica, detuvo los
colectivos que ingresaban y convenció a los trabajadores a unirse al paro que
la UOM nacional había declarado ese mismo día. El reencuentro de Piccinini con
los trabajadores se transformó en un evento mítico fundacional. Les permitió a
los obreros recuperar su propia identidad colectiva, reabriendo un nuevo ciclo
activo del sindicato después de ocho años de represión y miedo. Piccinini junto
con un grupo de viejos y nuevos militantes formaron la agrupación 6 de
Diciembre para recuperar el sindicato[9].
En el año 1984, cuando la democracia fue reestablecida, el sindicato se
normalizó y la lista marrón liderada por Piccinini ganó con el 88% de los votos[10].
Este mismo grupo de trabajadores ganó el sindicato con el 71% de los votos en
el año 1988[11]. Ese año un
nuevo grupo de jóvenes militantes, todos alrededor de los treinta años, fueron
elegidos como dirigentes obreros y se unieron al sindicato. De esta manera las
elecciones de los años 1984 y 1988 permitieron la consolidación de un liderazgo
sindical independiente conformado por viejos y nuevos militantes en la UOM de
Villa Constitución. Aunque los militantes que quedaron de la época pre-golpista
eran menos que los nuevos, los primeros tuvieron una gran influencia en la
formación de la política sindical del momento. En este aspecto, las actuaciones
de los líderes del sindicato, Alberto Piccinini y Victorio Paulón, fueron
decisivas[12].
Durante estos años los activistas del sindicato se dedicaron a
distintas tareas. Varios de sus esfuerzos iniciales estuvieron destinados a la
realización de ideales pasados interrumpidos por la intervención del sindicato
en el año 1975. En este sentido, ese pasado continuaba en el presente
personificado en la realización de logros concretos. Primero concentraron sus
fuerzas en uno de sus viejos proyectos favoritos: la creación de un nuevo
servicio social y médico provisto por el sindicato local[13].
Esto implicaba la inauguración de un edificio completo para la instalación de
consultorios médicos, la adquisición de equipamiento y ambulancias, la contratación
de más doctores y el establecimiento de nuevos servicios recreacionales tales
como campings y colonias de vacaciones para las familias de los trabajadores[14],
y mejor acceso a los servicios de hoteles de la UOM para las vacaciones de
verano. El logro más importante fue la creación de la Mutual Metalúrgica. Esta
cooperativa de crédito, sostenida por la contribución de los trabajadores y de
la comunidad, le permitió a la UOM local brindar préstamos personales, seguros
de vida y de automotores, servicios de farmacias, viviendas y alimentos. Fue el
mayor logro de autonomía sindical, una importante meta en la lucha histórica
local por una economía independiente de la UOM nacional[15].
Segundo, los obreros se abocaron a la reconstrucción y ampliación de la
representación y presencia del sindicato dentro de la comunidad trabajadora
local. Esto implicó la construcción de organizaciones más fuertes en planta, el
establecimiento de vínculos abiertos y democráticos entre el sindicato y las
bases y la apertura del sindicato a la comunidad. Estas metas también estaban
relacionadas con las motivaciones más importantes detrás de la lucha de los
años 1974-75: la búsqueda de un sindicato democrático y pluralista que
satisficiera las necesidades materiales de los trabajadores y sus deseos de ser
respetados como una parte de la construcción de una política de la clase obrera
independiente y no partidaria[16].
El sindicalismo democrático y el pluralismo ideológico eran algunos de los
objetivos del pasado, los cuales fueron reevaluados de acuerdo con las
necesidades actuales. Como lo dijo el secretario adjunto del sindicato,
Victorio Paulón:
Nosotros entendemos que la democracia
sindical significa primeramente la búsqueda permanente de una política correcta
para satisfacer las necesidades de los explotados. En segundo lugar, respetar
la decisión de la mayoría en las asambleas generales es la única forma de
fomentar la participación y conciencia de las bases del sindicato. La práctica
constante de la consulta y del debate ha mejorado nuestras posibilidades de
generar conciencia y de formar líderes y activistas…Nosotros nunca fuimos
apolíticos; siempre promovimos una política para la clase trabajadora, pero una
política que debe ser coherente con sus propios intereses, responder a sus necesidades
y permitirle actuar dentro de los límites de una situación política concreta…
Nunca le pedimos a un peronista que abandonara el peronismo…. Nunca impusimos
definiciones ideológicas que fueran más allá del entendimiento de la mayoría.
Esto es un pluralismo ideológico: significa la aceptación de diferentes
ideologías, tratando de impedir la división de la clase obrera en sus políticas
reales de clase[17].
Esta cita revela otro motivo del énfasis puesto por los líderes
sindicalistas en un pluralismo ideológico. Enfrentados con una clase obrera
predominantemente peronista, los líderes no-peronistas han tratado de unificar
a los trabajadores de acuerdo con las necesidades reales de la clase obrera,
restándole importancia a cualquier afiliación política, como también lo habían
hecho en el pasado. Desde 1984, el sindicalismo democrático y el pluralismo
ideológico se consiguieron mediante una serie de acciones concretas.
Primeramente, militantes sindicalistas crearon las condiciones para un proceso
de toma de decisiones a través de asambleas generales, contacto personal diario
con las bases, organizaciones dentro de planta y mayor responsabilidad de
liderazgo con un sistema electoral más directo[18].
Además, el sindicato amplió sus bases de representación e incorporó a una
generación más joven de trabajadores como activistas y lideres del
sindicato[19]. Debido a los despidos de
1975 y la construcción de una nueva acería en 1978, la empresa contrató a
nuevos trabajadores, quienes no habían participado en la pugna de 1974 y 1975.
La mayoría de ellos había nacido en los años sesenta y formaba parte de una
generación más joven, sin previa experiencia política. Los líderes sindicales
estaban particularmente interesados en la incorporación de estos obreros más
jóvenes, que se integraron al sindicato después de las elecciones de 1988. La
implementación de cursos de capacitación para los nuevos dirigentes obreros
constituyó una faceta importante en la formación de estos nuevos líderes. A
partir de 1984, los militantes sindicales que habían retornado se reunieron con
los militantes izquierdistas anteriores, viejos y fieles amigos, para organizar
el Centro de Formación Sindical (CEFS). Situada en Buenos Aires, esta fundación
emprendió actividades como cursos y conferencias concernientes a la democracia
sindical y el impacto de las transformaciones políticas y económicas actuales
en la clase obrera[20].
Si la construcción de un
sindicato democrático y pluralista formó parte de la antigua agenda de los
trabajadores, estas metas hallaron nuevos significados en el contexto de la
realidad política de entonces. A partir del retorno de la democracia, los
militantes sindicales desarrollaron nuevas interpretaciones sobre la situación
de la clase obrera y las estrategias laborales a seguir. El contexto de crisis industrial y desempleo heredado de la dictadura
militar había creado, según ellos, un equilibrio adverso de poder entre capital
y mano de obra. En consecuencia, la clase obrera atravesaba un momento
defensivo frente al capital, y por consiguiente su única alternativa era
preservar la organización sindical, evitando derrotas fáciles. Bajo las nuevas
circunstancias, la construcción de un sindicato fuerte y representativo también
halló su raison d´etre en esta estrategia defensiva[21]. A pesar de ciertas continuidades, esta estrategia laboral menos agresiva
fue una ruptura evidente con las acciones combativas pasadas:
Es esencial cobrar fuerza y
evitar derrotas; emprender pequeñas luchas y ganarlas; garantizar que el
enemigo, quién se encuentra en una posición más fuerte que nosotros, no nos
destruya. Debemos fortalecer y construir la conciencia para lograrlo. Debemos
luchar contra esos mensajes que crean un sentimiento de derrota... Estos
mensajes favorecen el poder de los burócratas, porque nos desmovilizan. Una
estrategia perjudicial... es una política aventurera del todo o nada, de lucha
porque sí y bajo cualquier condición. Esta política tiene consecuencias
suicidas ya que nos conduce a la derrota y a una retirada aun más grande[22].
Como indica la última parte de la cita, las estrategias anteriores de
"todo o nada" se habían tornaron sumamente peligrosas, ya que podrían
conducir a la destrucción del sindicato bajo las existentes relaciones
desiguales de poder. La estrategia defensiva se hizo evidente en las respuestas
del sindicato a los costos sociales provocados por el proceso actual de
inactividad industrial y desempleo que comenzaron antes de 1989. Durante estos
primeros años de vida del sindicato democrático, la UOM local debió
arreglárselas con las reducciones crecientes de la mano de obra de Metcon
(fabricante de autopartes Ford), Villber (una fábrica de refrigeradores
cercana), y Acindar. Confrontado con los intentos de Metcon para reducir la
mano de obra[23], el sindicato defendió
los puestos de los trabajadores y consolidó organizaciones sindicales en esa
fábrica. Para hacer frente al cierre definitivo de Villber, el sindicato
promovió la organización de los obreros de esa planta en una cooperativa y
comenzó negociaciones para reabrir la fábrica. Finalmente, se opuso a la transferencia de empleos a otras provincias
como San Luis, que Acindar quería implementar para beneficiarse con la nueva política
de promoción industrial[24].
El caso de Metcon se puede tomar
como ejemplo de un tipo de estrategia defensiva del sindicato buscada desde la
vuelta de la democracia. El gremio y los trabajadores decidieron no provocar un
mayor conflicto en oposición a los despidos, ya que podría haber llevado a la
desintegración del gremio y a la pérdida de más empleos[25].
Durante el periodo inicial de la vida
democrática del gremio, el liderazgo reinstituido se dedicó a consolidar su
presencia y representación en la fábrica y en la comunidad, al igual que a
satisfacer algunas necesidades sociales a corto y largo plazo. Mientras el
deseo de brindar diferentes tipos de servicios sociales a nivel local era parte
de la agenda de la década del 70, la necesidad de hacer frente a la crisis industrial
y el desempleo se volvió parte de un conjunto de nuevas cuestiones sociales
heredadas de las políticas económicas del régimen militar. El gremio tuvo que
buscar una estrategia laboral más moderada, abandonando e incluso criticando
sus estrategias de lucha del pasado para sobrellevar estos nuevos desafíos. Sin
embargo, resulta interesante el hecho de que no todos los objetivos del pasado
fueron descartados. El contexto democrático y la debilidad laboral relativa así
como también la persistencia de la identidad peronista de los trabajadores,
rescataron un viejo ideal: un gremio independiente, políticamente pluralista y
democrático. Cuando Acindar decidió hacer cambios
importantes en su organización interna en 1989, dicho ideal fue una
herramienta fundamental para afrontar una
situación aún más adversa.
Después de 1986, Acindar
comenzó a llevar a cabo su pospuesta reconversión industrial, con el
nombramiento de una nueva gerencia de relaciones industriales, denominada
“gerencia participativa”. Las
restricciones del mercado interno y la apertura de mercados externos hicieron que la empresa tomara
conciencia de la necesidad de superar la brecha entre las innovaciones
tecnológicas y la organización laboral para poder competir en mercados
extranjeros[26]. A pesar de su
nombre, la nueva gerencia comenzó sus experimentos de flexibilización desde
arriba hacia abajo, sin tener en cuenta al sindicato. A comienzos de 1989, estableció
una organización de trabajo “polivalente”, organizando la producción por
equipos de trabajadores, que estarían a cargo no solamente de las tareas de
producción, sino también de su mantenimiento y supervisión[27].
La acería se convirtió en el blanco de estos cambios, pero numerosos factores
impidieron su implementación exitosa porque, curiosamente, estos cambios fueron
acompañados por el despido de supervisores y obreros[28].
Al asumir Carlos Menem al
poder, su administración redujo considerablemente los subsidios a la industria,
y esto llevo a la empresa a implementar cambios de una manera más drástica y
autoritaria. En junio de 1990, Acindar reemplazó su gerencia de línea blanda
por un grupo de línea dura liderado por Carlos Roldán, famoso por su
participación en el conflicto de Ford de 1985 y en la racionalización y
flexibilización de Aerolíneas Argentinas. El nuevo gerente emitió un documento
público donde urgía al gremio a aceptar los cambios en la organización del
trabajo[29].
Frente a esto, los líderes
del sindicato pusieron en práctica algunas ideas que ya habían desarrollado con
respecto a estrategias defensivas laborales. A partir de las elecciones de
1988, activistas del sindicato venían recavando información y discutiendo sobre
las experiencias previas de reconversión industrial internacional y su costo
social[30].
El sindicato respondió el documento enviado por Acindar con una contrapropuesta
que resumía sus antiguas metas de consolidar el sindicato sin llegar a la
confrontación. El sindicato sugería que los cambios organizacionales debían
llevarse a cabo a través del consenso y acuerdos mutuos entre la empresa y el
sindicato. Para lograrlo, ambas partes deberían crear una comisión técnica
especial a fin de discutir la forma de implementar dichos cambios sin que éstos
acarrearan costos sociales. Para el sindicato, la creación de grupos
“polivalentes” de producción debía desarrollar una fuerza laboral más
capacitada, mejor paga y sin despidos[31].
El documento publicado tenía el mismo formato, punto
por punto, que el de la fábrica; pero al mismo tiempo que replicaba el discurso
de la fábrica, también introducía otras cuestiones que no se encontraban en el
documento original, como la participación del gremio en el proceso de
reconversión y los beneficios de los trabajadores. Por ejemplo, cuando el
documento se refería a poner a los trabajadores a cargo de las cuestiones de
control de la calidad, el sindicato enfatizaba la necesidad de capacitar a los
trabajadores, para que pudieran entender las técnicas de control de la calidad
y, simultáneamente, participar activamente en su formulación. De esta manera el
sindicato local desafiaba al discurso de la empresa, que simplemente
manifestaba que todos los trabajadores ya debían conocer las técnicas de
control de la calidad de antemano, y no hacía referencia alguna a su
capacitación y participación[32].
Más importante aún es el hecho de que estas ideas de fortalecimiento del
sindicato a través de la participación formaban parte de un conjunto de ideas
que escondía nuevas formas de organización laboral. En algunos países del
primer mundo, como en el caso de Francia, la reconversión industrial fue
acompañada por un incremento de las capacidades y de la participación de los
trabajadores en el proceso de producción. Pero a Acindar no le importaban estas
cuestiones. Como Marcela Jabbaz ha demostrado, la meta de la empresa no era la
modernización social, sino la racionalización clásica. La empresa quería
reducir la fuerza laboral e incrementar las tareas de los trabajadores, bajar
sueldos y debilitar la defensa gremial. Los activistas de la UOM desafiaron este
proyecto “modernizador”, no solo a través de su estrategia defensiva, sino que
además lo hicieron utilizando los mismos términos de la fábrica, resaltando la
falta de beneficios modernizadores[33].
Para presionar a la empresa a aceptar la creación de una comisión técnica, el
gremio organizó una movilización masiva en la ciudad el 26 de julio de 1990.
Dicha movilización resultó ser la más grande después del retorno de la
democracia, y logró sus objetivos.
Desde julio de 1990 a marzo
de 1991 el sindicato participó, a través de la comisión técnica, en las negociaciones
sobre los cambios organizacionales de la empresa. Esta comisión fue la
encargada de discutir y negociar con los trabajadores de cada sección los
cambios propuestos por la empresa, de acuerdo con las clasificaciones de sus
puestos de trabajo, y luego, de discutir los resultados con la gerencia. No
entraremos aquí en detalles sobre la experiencia de la comisión técnica, tan
bien reconstruida por Marcela Jabbaz. Sin embargo, es importante destacar que
la comisión logró defender el conocimiento de los trabajadores y su poder en la
planta, y se enfrentó vis-à-vis con las intenciones de la gerencia de
reducir la capacidad de los trabajadores y de atomizar su capacidad de
respuesta. Mientras los miembros de la comisión recibían información sobre lo
que ocurría en cada sección y utilizaban estos datos en forma conjunta, los
encargados no tenían conocimiento profundo de los cambios. Cada vez que se
cruzaban con los trabajadores, se sentían avergonzados por su ignorancia y
falta de autoridad[34].
Como ya veremos, la fábrica no aceptó este cambio en las relaciones de poder y
“saber” en la planta.
Para resumir, las respuestas del gremio a
la reconversión industrial estuvieron enmarcadas dentro de su preexistente
estrategia defensiva de la clase obrera. Los activistas gremiales no se
opusieron a los cambios porque ellos sabían, a la luz de la
transnacionalización global y la reconversión industrial, que estos cambios
eran inevitables. Por lo tanto decidieron negociarlos, hecho que les otorgó
participación en el proceso de cambio y les permitió reforzar el poder del
gremio, a pesar de las políticas drásticas y autoritarias adoptadas por la
empresa. La estrategia defensiva previa de los trabajadores legitimó esta
respuesta. Además, su derecho a participar y sacar provecho de la
flexibilización laboral fue no solo legitimado por la estrategia del sindicato
sino también por la naturaleza de la reconversión industrial elegida por la
fábrica. La reconversión de Acindar era más bien una racionalización que una
modernización. Es por eso que los trabajadores pudieron desafiar la naturaleza
del cambio utilizando el mismo lenguaje de la reconversión industrial.
La Propuesta Política de los Trabajadores
Mientras los trabajadores
negociaban la flexibilización laboral a nivel fábrica, los líderes gremiales
presionaban para lograr un mayor compromiso político en el nivel nacional.
Desde el retorno de la democracia, Alberto Piccinini había sido un participante
muy activo del movimiento por los derechos humanos y de la lucha nacional por la
democratización de los gremios, promovida por el gobierno Radical[35].
El ascenso del menemismo llevó a los líderes metalúrgicos de Villa Constitución
a liderar un frente social y político contra Menem desde junio de 1990 hasta
enero de 1991[36]. La
historia del frente es breve pero significativa, ya que condensa varias
cuestiones relacionadas con las formas en las que los trabajadores intentaron
participar en la arena política, y también con las limitaciones del frente.
En Octubre de 1990, un congreso formado por líderes y
delegados sindicales de diferentes gremios locales no-peronistas, lanzó un
nuevo movimiento político denominado Propuesta Política de los Trabajadores
(PPT). Quienes encabezaban el frente eran líderes gremiales independientes de
la provincia de Buenos Aires y otras provincias del interior del país tales
como Córdoba, Santa Fe y Chaco. Había al menos tres grupos: izquierdistas
políticamente independientes como Alberto Piccinini y Carolina Lichter, del
gremio de la Salud de Buenos Aires; los que pertenecían a la facción radical
denominada 29 de Mayo[37];
y los que pertenecían al Partido Comunista, tales como los militantes de los
gremios de los telefónicos, fabricantes de neumáticos, trabajadores
ferroviarios y docentes de Buenos Aires[38].
Después del primer congreso, el PPT se reestructuró regionalmente y sus
participantes comenzaron a analizar sus interpretaciones de la situación
política y social de ese entonces, y la naturaleza de su propia organización
política.
Dos documentos resumían las
propuestas principales del PPT. En el plano internacional, los activistas del
PPT notaron un cambio significativo en el proceso de acumulación del capital,
caracterizado por la transnacionalización y la flexibilización laboral y
acompañado por una hegemonía políticamente conservadora/neoliberal. En la
Argentina, dicho cambio económico había sido acompañado además por
endeudamiento, transferencia de tecnologías obsoletas, destrucción del estado
benefactor, recesión y desempleo. Políticamente, la elección de Carlos Menem
representó la creación de una democracia restringida, controlada por un
poderoso holding de pocas compañías. Virtualmente, no se había intentado
desarrollar respuestas colectivas amplias a la hegemonía neoliberal. Los
sindicatos no habían sido capaces de articular una oposición política. Es por
eso que era necesario crear un nuevo tipo de gremialismo democrático, arraigado
en la larga tradición de las luchas populares, sin exclusiones ni sectarismos[39].
Al mismo tiempo, la crisis política de los partidos tradicionales y de
izquierda generó la necesidad en los sectores populares de crear un nuevo tipo
de instrumento político. La posición marginal de los trabajadores industriales
hizo necesaria la construcción de nuevas alianzas con otros sectores también amenazados
por la crisis: estudiantes, profesionales, artistas, pequeños empresarios,
mujeres y activistas de los derechos humanos. La nueva organización política
tendría que ser democrática, abierta a diferencias políticas internas y sin
manipulación dogmática o sectaria por parte de ningún grupo. En términos
generales, la Propuesta enfatizaba que era posible encontrar otras soluciones a
la crisis del estado, el endeudamiento, y el continuo deterioro de la salud y
los sistemas educativos, que las propuestas por el neoliberalismo. Como metas
fundamentales, el PPT quería el fin de cualquier tipo de explotación social y
económica y la construcción de una democracia popular[40].
La alternativa política del PPT era una clara crítica
a la agenda política socialista dogmática y vanguardista, y especialmente, de
lucha armada, a su concepción de la organización política como vanguardia
iluminada y su tendencia a definir a priori soluciones dogmáticas para
la crisis del capitalismo. La manifestación más evidente fue la renuencia del
PPT a definir su ideología política como socialista, apreciada en su vago
nombre. Los fundadores del partido eran conscientes de la necesidad de
redefinir sus propias ideologías sin imponer soluciones a priori. Estas
críticas fueron resumidas por Victorio Paulón en uno de los documentos del PPT:
No queremos un debate
centrado en principios abstractos, lo que queremos es construir un instrumento
político flexible que pueda romper con los conceptos leninistas y populistas
que enfatizan que esas demandas populares deben ser propuestas por un “partido”
u organismo centralizado. Nuestra propuesta implica una apertura hacia
iniciativas creativas y autónomas de nuestra sociedad, sin un liderazgo
hegemónico… Si tuviéramos una interpretación mecánica y hegemónica del
problema, sería muy fácil asumir que el socialismo es la solución para resolver
la crisis actual de la Argentina (miseria, desempleo y corrupción). No
obstante, la idea de socialismo no es de interés para los sectores populares.
Existen varias razones: una especialmente importante, es la incapacidad
tradicional de la izquierda para elaborar una alternativa viable y global para
una crisis que no es simplemente del proletariado[41].
Numerosos factores
nacionales e internacionales convergieron en esta reevaluación del proyecto
político socialista. Estos factores fueron la derrota de la utopía armada de
1970, el retorno y la revalorización de la democracia, y, sobre todo, la
reciente crisis de la izquierda después de la caída del bloque soviético y del
fracaso del experimento nicaragüense. En el caso específico de Argentina hubo
otro conflicto especial, que cualquier otra alternativa opuesta a Menem tendría
que considerar: la fuerza tradicional peronista dentro de la clase trabajadora.
Los activistas de la UOM de Villa Constitución eran totalmente conscientes del
problema que representaba movilizar la clase obrera peronista contra el
gobierno “peronista”. En el ámbito local, trataron de resolver este conflicto
muy cuidadosamente, ya que el gremio tenía un grupo político que era el nexo
entre los trabajadores y la PPT. Dicho grupo reunía a trabajadores de
diferentes tendencias políticas, poniendo de relieve el respeto ideológico
mutuo y las críticas compartidas de la presente crisis económica, política y social[42].
El proyecto político de la
PPT fue también resultado de un análisis del balance del poder político y
social vigente. La crisis de los partidos políticos tradicionales y la escasez
de alternativas políticas democráticas populares hizo que priorizara la
construcción de un frente democrático de base. La debilidad relativa de la
clase trabajadora y la gravedad de la crisis social moldeó el carácter del
frente. Los obreros metalúrgicos, uno de los grupos promotores más importantes
del frente, sabían que los sindicatos habían sido incapaces, debido a su
burocratización y a su posición marginal entre las clases populares, de crear
una oposición sólida contra el neoliberalismo de Menem. La solución era
democratizar los gremios y establecer un frente que involucrara a todos los
sectores sociales afectados por la crisis.
Si bien algunas de estas
propuestas significaban una ruptura completa con las violentas estrategias
previas, vanguardistas y revolucionarias de la izquierda, había otras
continuidades. El frente estaba desenterrando las viejas tradiciones de
participación política popular. Por ejemplo, la idea de una lucha de clase
obrera independiente de los partidos políticos influía en su proyecto de formar
las bases del frente. La continuidad más simbólica yacía en reexaminar un
proyecto político particular de la clase obrera: el del frente popular
democrático de Agustín Tosco[43].
El frente democrático de Tosco era vanguardista en una época cuando el
uso de estrategias violentas era moneda corriente. Fue significativo que ambos
congresos de la PPT finalizaran con declaraciones colectivas en nombre de
Tosco. De esta manera, los obreros metalúrgicos y la PPT rescataron del pasado
conceptos relacionados con la formación de una lucha independiente, popular y
democrática desde abajo hacia arriba, rechazando aquellos conceptos
relacionados con la formación de un partido revolucionario guiado por nociones
vanguardistas, y por supuesto, descartando la lucha armada.
El experimento de la PPT
duró poco tiempo. Su fracaso fue el resultado de conflictos ideológicos
internos, así como también de tensiones entre la dinámica de desarrollo y las
coyunturas políticas. El grupo liderado por Piccinini, seguido principalmente
por los militantes de la agrupación 29 de Mayo, emprendió un debate ideológico
interno con aquellos militantes del gremio que provenían de una posición
dogmática de izquierda. Mientras el primero enfatizaba las prácticas
democráticas y el pluralismo ideológico, el segundo todavía pensaba en términos
más dogmáticos y de alguna forma, sectarios[44].
Estos conflictos internos, que también formaron parte de la experiencia
brasileña del PT, fueron fatales en el caso de la PPT de Argentina. Para 1991,
la PPT tuvo que definir su participación política en las elecciones nacionales
(diputados y concejales) y el grupo de Piccinini se dividió. Los obreros
metalúrgicos no consideraban que el frente fuese lo suficientemente
representativo como para incursionar en el ámbito político, mientras la
agrupación 29 de Mayo necesitaba participar en el proceso político para
mantener su posición legal como partido. Los militantes metalúrgicos notaron
tensiones definidas entre el tiempo que se necesitaba para el desarrollo de un
frente social y la dinámica del ámbito político formal[45].
La agrupación 29 de Mayo se dividió y creó una alianza política con otras
facciones de partidos tradicionales y de izquierda[46].
El fracaso de la PPT marcó
el fracaso de un frente político guiado por movimientos sociales, y el comienzo
de una alternativa democrática de izquierda liderada por militantes e
intelectuales de la clase media. En 1992, mientras la clase obrera
independiente terminó agrupándose bajo el nombre de Congreso de los
Trabajadores Argentinos (CTA, una especie de CGT alternativa)[47],
diferentes facciones de la izquierda y militantes disidentes del peronismo y
radicalismo crearon diversos frentes electorales. El más importante fue el
FREPASO (Frente para el País Solidario), que desplazó al Partido Radical como
la segunda fuerza política en las elecciones de 1995.
Aunque la CTA apoyó estos frentes y
Alberto Piccinini se convirtió en uno de sus candidatos[48],
la idea original de un frente social independiente se había subordinado a las
políticas de los partidos tradicionales[49].
El cierre patronal de Acindar
y el segundo Villazo (enero- abril de 1991)
Otro problema inesperado
limitó la participación de los trabajadores de la acería en la política. A
fines de 1990 la experiencia de la comisión técnica impulsó a la compañía a
tomar decisiones más drásticas. Entre enero y marzo de 1991 respondió
despidiendo y suspendiendo a trabajadores, y finalmente recurriendo al cierre
patronal, seguido del despido de todos aquellos trabajadores que pertenecían al
sindicato (alrededor de 3.500) el 21 de marzo de 1991. La compañía esperaba
lograr diferentes objetivos al mismo tiempo: presionar al gobierno de Menem
para que desistiera de sus intenciones de eliminar las industrias estatales y
los subsidios a las exportaciones[50],
implementar la reconversión industrial de una vez y para siempre, y,
finalmente, destruir el sindicato y emplear trabajadores no agremiados.
Enfrentados a un cierre
patronal que virtualmente cerró la fábrica, los líderes del sindicato y los
trabajadores intensificaron su estrategia defensiva de dos maneras. Primero, se
mostraron abiertos a la negociación con la compañía (estrechando, al mismo
tiempo, lazos de solidaridad entre ellos y otros actores políticos, sindicatos
y autoridades locales). Segundo, mientras mantenían la puerta abierta al
diálogo con la compañía, diseñaron una estrategia colectiva de movilización
permanente de toda la comunidad (mujeres y niños incluidos) y solidaridad con
sectores políticos y sociales diversos. En lugar de tomar la fábrica desde
adentro, «ellos decidieron hacerlo desde afuera», instalando tres carpas en los
ingresos, donde cada trabajador con su familia mantenía su turno obligatorio de
trabajo, participando en diferentes tipos de actividades colectivas, como las
comidas y los entretenimientos. Se debe hacer referencia al rol que las mujeres
cumplieron en este conflicto. De la misma manera que en el conflicto de
1974-75, se movilizaron como esposas que defendían su interés de clase.
Cumplieron un rol clave, participando en las carpas y haciendo las tareas
domésticas de las mismas[51].
En un discurso, Irene García, la esposa de un joven activista, definió la lucha
de las mujeres como la lucha «por mi marido, por mis hijos, por mis hermanos y
por todos ustedes»[52].
Como resultado de este conflicto, la posición y presencia de las mujeres en el
sindicato adquirió un lugar más claro, más formalizado, el de compañeras-esposas metalúrgicas. Su
identidad de género se asoció a su identidad de clase como esposas de los
trabajadores metalúrgicos. Símbolo de esto fue la creación de una comisión de
esposas de metalúrgicos, que tuvo su sede en el sindicato después del
conflicto. Este hecho había sido difícil de concretar antes porque el sindicato
siempre había sido un espacio predominantemente de hombres[53].
La «toma de la fábrica desde
afuera» se acompañó de varias marchas populares desde la fábrica al centro de
la ciudad que fueron impresionantes y que amalgamaron la participación no sólo
de la comunidad entera, sino también de representantes del sindicato, del
gobierno municipal y de varios congresales y políticos. Este tipo de
movilización callejera seguía una vieja estrategia de larga data en las luchas
populares de la comunidad. Pero el sentido simbólico de la «toma» no habría
sido muy diferente de aquella de 1974. Mientras que esta fue capaz de revertir
el control de los medios de producción, la reproducción de una fábrica paralela
en 1991 reafirmó la necesidad y el deseo de los trabajadores de mantener su
derecho al trabajo. Con la muerte del populismo, el compromiso de lograr el
crecimiento industrial junto con oportunidades sociales se transformo en un
concepto “subversivo”.
El cierre patronal impulsó una revisión exhaustiva de la estrategia
sindical, especialmente la del Villazo
de 1974-75. Mi análisis previo ha demostrado que los líderes sindicales
rescataron del pasado la idea de construcción de un sindicato democrático
independiente, mientras que reemplazaron sus viejas estrategias combativas por
las defensivas frente a las actuales relaciones de poder desiguales. Desde la
restauración de la democracia, estos objetivos y prácticas habían sido
legitimadas como la continuación y realización de los ideales del pasado. Pero
el cierre patronal hizo resurgir el miedo al pasado y trajo a la memoria la
trágica experiencia represiva del conflicto de 1974-75, legitimando aún más las
nuevas estrategias defensivas. Los trabajadores eligieron evitar la
confrontación abierta, la violencia y las ataduras políticas por las
consecuencias que conllevaron en el pasado. Un militante explicó: “en el pasado
nos opusimos simultáneamente al imperialismo, a los empresarios, al gobierno
nacional y a la burocracia del sindicato nacional. Debido a esto, quedamos
aislados y las relaciones de poder se hicieron adversas al sindicato. Ahora el
objetivo más importante es oponernos a la empresa. Sin renunciar a nuestros
principios, tenemos que hacer alianzas para volcar la balanza del poder a
nuestro favor”[54].
En lo que se refiere a la filiación política, hemos visto que el
sindicato enfatizó el carácter no partidario de la lucha sindical porque
necesitaba agrupar a los trabajadores peronistas alrededor de objetivos comunes
una vez restaurada la democracia. El cierre patronal hizo evidente que el
sindicato debía evitar cualquier tipo de filiación política porque los
trabajadores asociaban participación política con represión. En su memoria de
los 70, los trabajadores recordaban sobre todo que fue su asociación con la política
la que produjo la represión. El hecho de que lo que recordaban fuera similar a
la justificación oficial que el estado tuvo para reprimirlos en el 1975 puso en
evidencia que la represión había sido exitosa y que las representaciones de los
trabajadores mostraban una relación traumática con la política[55].
Esta “memoria selectiva” también puso en evidencia las dificultades que tenían
los trabajadores para ver la lucha de los 70 como propia. Como consecuencia los
militantes del sindicato debieron evitar cualquier tipo de relación con la
política. Guillermo Díaz explicó: “estando frente al cierre patronal, los trabajadores
nos presionaron en las primeras movilizaciones. Y nos presionaron mucho. Nos
dijeron que el conflicto era de ellos y que no querían que los partidos
políticos estuvieran involucrados, no porque los vieran de un modo negativo,
sino porque tenían el viejo miedo de la infiltración de organizaciones
políticas en su pelea”[56].
El segundo Villazo se diferenció claramente del primero
por las estrategias de los trabajadores. Otra diferencia sorprendente se
encontró en la respuesta que tuvieron del estado peronista y la UOM nacional
ante el cierre patronal. Acindar fue la única voz que esta vez se animó
públicamente a asociar a los trabajadores con ideologías subversivas[57],
mientras la UOM y el estado tomaron partido por el trabajo. Lorenzo Miguel, el
mismo líder de la UOM nacional, quien había participado en la represión de 1975
de la rebelión de Villa Constitución, ahora apoyaba públicamente a la UOM
local. Las razones para su apoyo fueron bastante claras. Acindar trataba de
destruir a una seccional importante de la UOM[58].
El estado menemista, por su parte, no se alegró del
comportamiento agresivo de Acindar porque la empresa amenazaba su proyecto
neoliberal al menos de dos maneras. En primer lugar, mostraba que la
implementación de la flexibilización laboral podía tener costos sociales
inesperados. Para un estado que trataba de legitimar su plan económico, las
acciones de Acindar fueron demasiado lejos[59].
En segundo lugar, Acindar cuestionaba aspectos decisivos del plan económico de
Domingo Cavallo, particularmente aquellos relacionados con el fin de los
subsidios estatales al sector comercial. La reacción de Acindar muestra que
algunos sectores comerciales tenían una actitud ambigua hacia una completa
apertura de la economía y la ausencia del estado, tal vez porque habían crecido
gracias a un apoyo ilimitado del mismo durante el régimen militar[60].
La cautelosa movilización de los trabajadores, junto con las presiones
de la UOM nacional y del estado, obligó a Acindar a negociar. El 9 de Abril,
representantes del gobierno, la empresa, y la UOM llegaron a un acuerdo. La
empresa se comprometió y acordó anular los despidos, ofreciendo a cambio
retiros voluntarios y prometiendo incorporar a los trabajadores suspendidos tan
pronto como la fábrica reanudara la producción, así como también continuar
discutiendo los cambios organizacionales con el sindicato. No obstante, a pesar
de estas promesas, el mismo día en que se iba a firmar el acuerdo, la empresa
presionó a los trabajadores a firmar dos documentos más, especificando cómo iba
a ser su reincorporación y obligándolos a aceptar cambios en el proceso de
trabajo. Estas modificaciones de último momento, consideradas por parte de los
trabajadores como una traición, negaron al sindicato la participación en la
negociación de estas cuestiones decisivas[61].
El 21 de Abril se firmó un acuerdo final, especificando que los
trabajadores tenían el derecho de oponerse a las decisiones de la empresa si no
seguían las condiciones de los acuerdos colectivos.
Los resultados del conflicto, como podemos ver, no fueron bien
definidos. Por un lado, el sindicato pudo sobrevivir, así como también
legitimar su estrategia defensiva, solidaria e independiente, logrando un apoyo
sin precedentes. Con respecto a esto, militantes sindicales y trabajadores y sus
familias reivindicaron el camino seguido por su movilización. El sindicato se
reestableció como un poder legítimo, ampliando sus bases de apoyo, y sobre todo
reforzando lazos de clase, comunidad y familia. Mantuvo vivos los recursos
básicos para continuar luchando por sus derechos sociales y humanos: su propia
organización, identidad y solidaridad. En este aspecto, los resultados lograron
algunos de los objetivos originales de su estrategia defensiva[62].
Por otro lado, los resultados hicieron de la flexibilización laboral una
realidad concreta. Los trabajadores nunca se opusieron a ésta porque sabían que
era inevitable. Pero cuando regresaron al trabajo, debieron enfrentarla en una
forma más cruda. La empresa ya había hecho algunos de los cambios organizacionales,
y los trabajadores habían perdido parte del control original que habían tenido
sobre el proceso de producción porque el conflicto puso fin a la comisión
técnica experimental. A pesar de que la naturaleza de los cambios aún esta
siendo negociada, es posible llegar a la conclusión de que han seguido el deseo
original de Acindar de racionalizar sin modernizar.
Estudios recientes han subestimado la oposición de los
sindicatos al menemismo. Visto desde la perspectiva de los
líderes sindicales peronistas nacionales, sin incluir los puntos de vista de
las bases, estos estudios plantean que los dirigentes sindicales y los
trabajadores han sido condicionados por su lealtad al peronismo, o han adoptado
algunas estrategias de supervivencia autónomas, tales como establecer sus
propios negocios, participando así en el proceso de privatización. Siguiendo
esta argumentación estas estrategias no solo fueron el resultado simple de
lealtades políticas sino también una respuesta al desgaste de los recursos económicos
del sindicato en ese momento[63].
El caso de Villa Constitución brinda una imagen más detallada de las reacciones
y motivaciones de los trabajadores y de los líderes. Primero, plantea la
necesidad de realizar estudios más profundos de caso que se centren no sólo en
los líderes sindicales sino también en las bases para comprender la naturaleza y
el grado de aceptación y de resistencia de los trabajadores al menemismo. Segundo y más importante, plantea que la comprensión de dichas
respuestas debe enmarcarse dentro del contexto histórico del sindicato y de las
tradiciones y experiencias pasadas de los líderes y trabajadores. Los líderes
locales de la UOM, como no tenían ningún tipo de lealtad política hacia el
peronismo, adoptaron estrategias de subsistencia para reforzar la democracia
sindical y lidiar con los costos sociales del neoliberalismo, más que para
establecer sus propios “negocios” privados. El rol que las tradiciones
democráticas y políticamente independientes arraigadas en un pasado combativo,
pusieron en evidencia, al mismo tiempo, la respuesta débil del sindicalismo
peronista nacional. Este no reacciono débilmente sólo debido a su lealtad ideológica
o a su falta de recursos. Por el contrario, la naturaleza misma de su
estrategia nos revela sobretodo la persistencia de una fuerte tradición sindicalista
burocrática en la clase obrera argentina.
NOTA: Este artículo fue traducido
del original por los alumnos de cuarto año del Traductorado Literario y
Técnico-Científico en Inglés, del Instituto Superior de Profesorado Nro. 3
“Eduardo Lafferriere”, de Villa Constitución, durante el ciclo lectivo 2005.
Los alumnos son: Micaela Bulacio, Vanesa Correa, Milagros D´Agostino, Marina
Díaz Yancomay, Valeria Moreno, Vanesa Ortiz, Marcia Paladini, Mariana Peralta,
Ginette Piegaio, Graciela Perozzi, Ayelén Pieretti, Daniela Svegliati y Juan
Pablo Sánchez. Responsable de la cátedra: Trad./Prof. Cristina Di Giacinti.
RESUMEN
Revisión del pasado y
construcción del presente. Los obreros metalúrgicos de Villa Constitución y el
menemismo, 1989-1992
El objetivo de este artículo es reconstruir la manera
en que la clase obrera local ha respondido a los cambios sociales y políticos
desde el retorno de la democracia, particularmente a aquellos cambios que se
llevaron a cabo durante los primeros años del gobierno de Menem, entre 1989 y
1991. Esta reconstrucción explora el discurso ideológico de los obreros
metalúrgicos y de las prácticas políticas y laborales intentando demostrar que,
en primer lugar, los trabajadores redefinieron sus prácticas políticas en base
al análisis de las relaciones de poder adversas, caracterizadas por el retorno
de la democracia formal, la posición marginal de la clase obrera durante la
transición democrática y los nuevos desafíos planteados por el reciente proceso
de reconversión industrial y hegemonía neoliberal; y en segundo lugar, que las
estrategias sindicales fueron también determinadas por las experiencias de la
militancia y la represión de los años 70, en un proceso de revisión del pasado
que llevara a una creación del presente.
Palabras clave: Villa Constitución - obreros metalúrgicos -
prácticas sindicales - experiencia del pasado - ajuste neoliberal
ABSTRACT
Reviewing
the Past and Inventing the Present. The Steelworkers of Villa Constitucion and
Menenismo, 1989-1992
The purpose of this article is
to reconstruct the way in which the local working class has responded to the
social and political changes since the return of democracy, particularly those
changes that took place during the first years of Menem's administration, between
1989 and 1991. This reconstruction explores the ideological discourse of the
steelworkers and of the labor and political practices, in an attempt to prove
that: firstly, the workers redefined their political practices based on the analysis
of the adverse power relationships, characterized by the return of formal
democracy, the marginal position of the working class during the democratic
transition and the new challenges posed by the recent neoliberal hegemony and industrial
reconversion process; and, secondly, that the union strategies were also
determined by the militancy and repression experience of the '70s, in a process
of past revision which will lead to a creation of the present.
Key
words:
Villa Constitución - steelworkers - union practices - past experience - neoliberal
adjustment
(**) Este artículo es una versión
revisada de un capítulo de la tesis doctoral de Maria Cecilia Cangiano, “What Did It Mean to be Revolutionary:
Peronism, Clasismo, and the Steelworkers of Villa Constitución, Argentina,
1945-1995” (disertación doctoral, State University of New York at Stony
Brook, 1996). La
investigación de la obra se realizó con el apoyo financiero del Social Science
Research Council entre los años 1990 y 1992. Este artículo ha sido
originalmente publicado en ingles en BRENNAN, James, Peronism and Argentina, Scholarly Resources Books, Wilmington
(Delawere), 1998.
(*) Egresada de Historia por la Universidad Nacional de Buenos Aires. Doctora en Historia
por la State University of New York, Stony Brook. e-mail: matahari0@yahoo.com
[2] Para un análisis
detallado de las políticas neoliberales de Carlos Menem y su impacto social ver
SMITH, William C., “Hyperinflation, Macroeconomic Instability, and Neoliberal
Restructuring in Democratic Argentina” en EPSTEIN, Edward (ed.);The New Argentine Democracy, New York:
Praeger, 1992. Cifras oficiales recientes relacionadas con el rendimiento de la
economía han confirmado la posición de Smith acerca del efecto recesivo del
paquete de medidas neoliberales ortodoxas.
[3] Villa Constitución es una localidad industrial
ubicada entre Buenos Aires y Rosario que tiene aproximadamente 45.000
habitantes. En sus orígenes contaba con tres plantas industriales: la acería
Acindar, construida entre 1946 y 1951; Acinfer, una productora de piezas de
hierro fundido, construida en 1955; y Marathon, una productora de aceros
especiales para herramientas, construida en 1961. Acindar y Marathon aún
pertenecen a Acindar, pero Acinfer fue vendida a Ford, convirtiéndose en Metcon
(Metalúrgica Constitución) en 1966. Actualmente, Acindar es una de las empresas
nacionales líderes y la cabeza de un holding constituido aproximadamente por 40
firmas. Monopoliza gran parte del mercado nacional del acero, junto con Aceros
Paraná y Siderca del grupo económico Techint. Desde 1952, los obreros
metalúrgicos se han organizado en la sección local de la Unión Obrera
Metalúrgica, uno de los sindicatos más centralizados y más fuertes de los
gremios peronistas. En 1970, la ciudad tenía 16.000 habitantes de los cuales
6.000 eran obreros, es decir, el 44 por ciento de la población. En la actualidad,
el sindicato posee aproximadamente 4.000 obreros, el 8,1 por ciento de la
población.
[4] A pesar de que el proceso de reconversión
industrial ha incluido diferentes tipos de transformaciones técnicas,
organizacionales y sociales en países industrializados y subdesarrollados desde
mediados de la década del 70, básicamente significó el fin del sistema de
producción taylorista. En primer lugar, introdujo una nueva y sofisticada
tecnología robótica y computarizada. En segundo lugar, significó la desaparición
de la estructura de supervisión taylorista, reemplazada por una organización
del trabajo en tareas múltiples. Cada sección funciona como una unidad de
producción en la que cada trabajador desempeña las tareas relacionadas con el
mantenimiento, producción, control de la calidad y supervisión. El
enriquecimiento de las tareas de los trabajadores se logra a través de un
entrenamiento técnico más especializado, a diferencia de la mano de obra poco
capacitada del sistema taylorista. En tercer lugar, estos cambios tecnológicos
y organizacionales significaron la flexibilización de la mano de obra. En lo
que respecta a la organización de la producción, los trabajadores no tienen
tareas individuales fijas, sino que forman parte de grupos de producción
móviles y flexibles. En términos de estabilidad laboral, salarios y beneficios
sociales, esto implica que los trabajadores pueden ser contratados
temporariamente, incluso per diem, con salarios acorde con las
necesidades de la compañía y a la situación del mercado. De este modo, se
eliminarían las indemnizaciones y los aportes patronales. Las consecuencias
finales de estos cambios serían la desintegración del poder estatal y sindical
para mediar en las relaciones laborales. Ver CORIAT, Benjamin, El taller y el cronómetro, México: Siglo XXI, 1986; y BOYER, Robert,
La flexibilidad del trabajo en Europa,
Madrid: Ministerio de Trabajo, 1989. Aunque las investigaciones sobre el
desarrollo de dichos cambios en Argentina recién comienzan, para una
perspectiva más amplia ver WALTER, Jorge, “Modalidades de racionalización en
las empresas argentinas: Del ajuste a las nuevas formas de organización del
trabajo”, en Sociología del Trabajo, Nº 13, (Otoño 1991).
[5] Durante la tercera presidencia peronista
(1973-1976), estos obreros metalúrgicos se movilizaron en contra de la
burocracia sindical peronista para democratizar su sindicato local. La toma de
la fábrica y la huelga general, que se llevó a cabo en marzo de 1974, conocida
como el Villazo, hicieron posible que un grupo de jóvenes militantes no
peronistas liderados por Alberto Piccinini tomaran control del sindicato
mediante elecciones democráticas a fin de ese año. Sin embargo, el experimento
democrático no prosperó. En marzo de 1975, el estado intervino con el apoyo de
la compañía y de la UOM nacional, denunciando la existencia de una “amenaza
subversiva”. A pesar de la resistencia de los trabajadores, los líderes del
sindicato fueron a prisión y la represión por parte del estado continuó
sistemáticamente luego del golpe de estado de 1976. Para un análisis detallado
del conflicto ver Cangiano, María Cecilia, “What Did It Mean to be
Revolutionary: Peronism, Clasismo, and the Steelworkers of Villa Constitución,
Argentina, 1945-1995”, (disertación doctoral, Universidad Estatal de Nueva York
en Stony Brook, 1996, capítulos 5-7).
[6] Ver ACUÑA, Carlos,
“Politics and Economics in the Argentina of the Nineties, (Or, Why the Future
No Longer is What It Used to Be)”, en SMITH, William, ACUÑA, Carlos y GAMARRA, E. (ed.), Democracy, Markets and Structural Reform in
Latin America, New Brunswick:
Transaction, 1993; PALERMO, Vicente, “Apoyos y Resistencias”, manuscrito,
Buenos Aires, 1993; y MURILLO, María Victoria, “Union Response to Economic
Reform in Argentina”, manuscrito, Cambridge, MA, 1994.
[7] Ver BASUALDO, E., LOZANO, J. y FUKS, C., “El
conflicto de Villa Constitución”, Buenos Aires: IDEP, 1991; ELÍAS, A., Las Lecciones del Caso Acindar, Rosario: UNR Editora, 1991; JABBAZ, Marcela,
“¿Modernización social o flexibilización salarial?” manuscrito, Buenos Aires,
1992; ANGÉLICO, Héctor; FERNÁNDEZ, D. y TESTA, Julio, Reconversión y relaciones laborales: La Lógica de los actores, Buenos Aires: Fundación
Friedreich Elbert, 1992; y PALOMINO, Héctor y NOVICK, Marta, “Reestructuración
productiva y reforma laboral: Estrategia empresarial y respuesta sindical
frente a la reestructuración económica: Estudio de un caso”, manuscrito, Buenos
Aires, 1992.
[8] Alberto Piccinini estuvo preso desde el 20 de marzo de
1975 hasta marzo de 1981. Fue trasladado a la prisión santafesina de Coronda
junto con el resto de los líderes sindicales. Después de un mes en Coronda,
todos permanecieron cuatro años y siete meses en la cárcel de Rawson, provincia
de Chubut. Luego, Piccinini fue trasladado a la prisión de Caseros en Buenos Aires,
donde estuvo hasta el año 1980, cuando fue liberado bajo custodia. En marzo de
1981, se le otorgó libertad condicional. Después de ser liberado, trabajó en
una compañía de seguros, al no poder hacerlo como obrero metalúrgico.
Entrevistas con Alberto Piccinini, abril de 1992 y junio de 1993.
[9] La formación de la Agrupación fue posible ya que a
principios de 1983, Piccinini pudo obtener un nuevo trabajo en un pequeño
taller metalúrgico en Alcorta llamado taller Borrasala. Éste pertenecía a la
familia de Raúl Borras, ministro del interior del presidente Raúl Alfonsín. A
mediados de octubre también se volvió a unir al gremio de la UOM. El grupo
estaba constituido por trabajadores como Luis Lezcano y Mario Aragón que habían
sido leales a Piccinini durante la década del 70 y otros jóvenes trabajadores
como Elvio Nardoni (Metcon). Entrevistas con Pedro Parada y Ricardo Saavedra,
1991, y Alberto Piccinini, marzo de 1992.
[10] La Lista Marrón que ganó las elecciones estaba
integrada principalmente por trabajadores íntimamente ligados a Piccinini,
gente como Mario Aragón, Dante Manzano, Victorio Paulón, Leonardo Lezcano,
Pedro Parada, y Elvio Nardoni, y trabajadores peronistas como Luis Ramírez y
Miguel Lezcano. Entrevistas con Pedro Parada y Ricardo Saavedra, 1991.
[11] Estas elecciones fueron precedidas por las elecciones
nacionales de 1987, en la cual los peronistas ganaron a los radicales. Esto
llevó a que los militantes peronistas que formaban parte de la lista anterior
organizaran su propia lista, la Lista Verde, apoyada por el partido peronista.
Además el secretario adjunto del gremio, Mario Aragón, fue destituido tras ser
acusado de “traición” por los trabajadores. La Lista Marrón de 1988 estaba
constituida por Piccinini, Victorio Paulón, Pedro Parada, Elvio Nardoni, Dante
Manzano, Luis Lezcano, Juan Luis Febre, Oscar Macedo, y Ricardo Saavedra.
Volantes de las Listas Marrón y Verde de 1998, y entrevistas con Pedro Parada y
Ricardo Saavedra, 1991.
[12] Observaciones de campo, 1990-1992.
[13] “Rendición de cuentas a los compañeros”, Boletín sindical, 1988, pág. 2.
[14] El “camping” es una casa de fin de semana ubicada en
las barrancas del Río Paraná y Arroyo del Medio, que separa a la provincia de
Buenos Aires de la de Santa Fe. Originalmente, era la casa de uno de los
miembros de la gestión de la compañía quien fue asesinado por las guerrillas en
1975. La casa y el terreno fueron comprados por el supervisor de la UOM durante
la dictadura militar. Cuando el grupo de militantes de los años 70 volvió,
construyó allí un centro deportivo y recreativo para todas las familias de los
trabajadores.
[15] De acuerdo su Boletín local, desde 1986 la
Mutual había otorgado más de 1.800 préstamos personales. Aproximadamente 500
pólizas de automotor y 3.000 seguros de vida se obtuvieron gracias a la Mutual.
También se cubrieron las necesidades médicas de más de 2.400 familias.
Por último, se compraron algunos terrenos para construir casas para 400
trabajadores aproximadamente, Rendición de Cuentas. Boletín sindical, Trabajadores Metalúrgicos de Villa Constitución,
1988. Mientras realizaba mi trabajo de campo en 1990, la cooperativa de
créditos ya había comenzado la construcción de sus oficinas propias, como el
comunicado lo había prometido hacía 2 años.
[16] Ver CANGIANO, María
Cecilia, “What Did It Mean to be Revolutionary? The Languages of Class of the
Metallurgical Working-class Community of Villa Constitución, 1969-76”, artículo
presentado en el Labor Congress, Duke University, mayo de 1995.
[17] PAULÓN, Victorio, “Democracia y Pluralismo” en Luchas
obreras argentinas, Buenos Aires: Editorial Experiencia, 1985.
Volantes sindicales, al igual que las entrevistas y discursos públicos de los
lideres, constantemente enfatizaron la naturaleza democrática del sindicato, al
igual que su independencia política para alcanzar una política de la clase
obrera sin divisiones políticas partidarias internas. Ver, por ejemplo, “Hay
gente que tiene miedo de revalidar títulos”, entrevista con Alberto Piccinini, SOMOS, N° 224, 2 de marzo de 1984; y
“Rendición de cuentas”.
[18] Desde las elecciones de 1988 los líderes del sindicato
y los representantes de los trabajadores fueron elegidos en forma directa.
Entrevistas con Pedro Parada y Ricardo Saavedra, 1991.
[19] Otros elementos fueron la incorporación de
trabajadores de pequeños talleres metalúrgicos y contratistas no pertenecientes
a la UOM, y la apertura del sindicato destinado a reuniones mensuales de
trabajadores con antigüedad. Ver “Rendición de Cuentas” Boletín sindical, Trabajadores Metalúrgicos de Villa Constitución,
1998, p. 17.
[20] Después de que Piccinini salió de prisión, tuvo la
oportunidad de viajar por Europa, donde se contactó con diferentes
organizaciones sindicales y partidos socialistas. También se reunió con
militantes y exiliados políticos argentinos que había conocido en la década del
70. A partir de estos reencuentros no sólo se pensó en recuperar el sindicato
sino también en formar el CEFS. El hecho de contactarse con los activistas del
sindicato socialdemócrata, lo ayudó a financiar el proyecto. Parte del apoyo
financiero del CEFS venía de la Foundation Friedreich Elbert, cuyo dinero, a su
vez provenía del Partido Socialdemócrata alemán.
[21] Entrevistas con Alberto Piccinini, Victorio Paulón y
Guillermo Díaz, 1991-92; y “Rendición de cuentas”.
[22] “Rendición de cuentas”. Boletín sindical, Trabajadores Metalúrgicos de Villa Constitución,
1988, p.14.
[23] Metcon es la planta que sufrió la reducción más
importante de trabajadores, especialmente, desde el reestablecimiento de la
democracia. Entre 1975 y 1985, el número de trabajadores se redujo de 1.800 a
1.100. Después, bajó a 450. Hoy la planta tiene 600 trabajadores. Entrevista
con Victorio Paulón, 1992.
[24] Ver “Rendición de cuentas”. Boletín sindical, Trabajadores Metalúrgicos de Villa Constitución,
1988, Págs. 15-16. Entrevistas personales con Alberto Piccinini, Victorio
Paulón, y Guillermo Díaz (Villa Constitución, 1991-92).
[25] Otra explicación para su actitud blanda hacia Metcon
recae en el hecho de que esta fábrica pertenece a Ford. En 1985 hubo una toma
de la Planta Ford en Pacheco, cerca de Buenos Aires, que terminó con la
ocupación militar de la planta, la suspensión de negociaciones sindicales, y el
desmantelamiento de las organizaciones de planta. La UOM era consciente de que
una estrategia sindical agresiva podía desembocar en un final similar. La
estrategia más blanda fue criticada principalmente por grupos de militantes
jóvenes ligados al MAS y al Peronismo de Base, que describía al sindicato como
amarillista.
[26] Durante el régimen militar, Acindar desarrolló tres
estrategias para reducir costos y aumentar la producción. Primero, se ocupó de
la modernización tecnológica más importante con la construcción de una Acería
entre 1978 y 1982, aprovechando que el gobierno militar se abría a las
necesidades tecnológicas. La acería permitió que la compañía integrara el
proceso de producción por completo, produciendo slabs y palanquillas a partir
del mineral de hierro mediante el sistema tecnológico más avanzado de reducción
directa. El proyecto, aprobado originalmente por el ministro de economía,
Celestino Rodríguez, en 1975, fue puesto en práctica gracias a los subsidios
estatales durante el régimen militar. Esta integración tuvo como objetivo
principal monopolizar el mercado nacional. A pesar de que aquel mercado
comenzaba a decaer, Acindar logró expandir su participación en el mercado
después de la construcción de la acería ya que se fusionó con otras industrias
del acero, cerrando algunas plantas. En 1981 Acindar se unió al grupo Gurmendi,
y como resultado, ambas firmas cerraron cinco fábricas. Acindar redujo el
número de sus plantas a dos: la de Villa Constitución (aceros no laminados) y
la de La Matanza (aceros especiales) cercana a Buenos Aires. Finalmente,
transfirió parte de la planta de Villa Constitución a la provincia de San Luis,
ayudada por la legislación de “promoción industrial”. Entre 1978 y 1987 hubo
cambios tecnológicos que no fueron acompañados por cambios en la organización
del trabajo debido a que la compañía aún conservaba una organización tipo
taylorista. El único cambio que se produjo fue la incorporación de nuevos
trabajadores fuera de los acuerdos colectivos de trabajo. Ver JABBAZ, Marcela,
“¿Modernización social o flexibilización salarial?”, op. cit. pp 17-32.
[27] Las estrategias verticalistas para llevar a cabo la
reconversión industrial desarrolladas por Acindar necesitan ser entendidas en
el contexto de las prácticas laborales y directivas de la industria a largo
plazo. Como sugirieron Héctor Palomino y Marta Novick, las prácticas
gerenciales de Acindar pueden describirse como autocráticas, es decir,
jerárquicas, centralizadas, paternalistas y autoritarias. Como industria
familiar que perteneció a los Acevedo, una de las familias tradicionales y
oligárquicas del país, la estructura interna de poder en la industria seguía el
modelo familiar. Las decisiones se encontraban en las manos de un grupo
gerencial de élite, principalmente los miembros de la familia Acevedo, mientras
los niveles gerenciales más bajos debían cumplir órdenes. Con respecto a las
relaciones entre los obreros y el sindicato, las mismas oscilaban entre un
modelo paternalista personalizado y otro extremadamente represivo y
autoritario, dependiendo de las relaciones de poder más importantes del país en
ese momento. Ver Palomino, Héctor y Novick, Marta “Reestructuración Productiva
y Reforma Laboral”, manuscrito, Buenos Aires, 1992; y Cangiano, María Cecilia, “What Did It
Mean to be Revolutionary: Peronism, Clasismo, and the Steelworkers of Villa
Constitución, Argentina, 1945-1995”, capítulos 3 y 4.
[28] Ver Jabbaz, Marcela “Modernización social o
flexibilización salarial?” op. cit.
pp. 46-49.
[29] “La nueva organización de trabajo por equipo incluye
los siguientes cinco componentes básicos: 1- Unidad del equipo: Tareas
intercambiables entre los miembros del equipo...No existen puestos fijos de
trabajo y los miembros del equipo rotan entre sí según las necesidades
operativas... 2- Calidad: Los miembros del equipo deben poseer conocimientos
acerca de métodos y procedimientos de producción y control de la calidad,
siendo responsables del mantenimiento de las normas de calidad de la
compañía... 3- Autocontrol: El equipo debe decidir sus propias acciones y
coordinar sus esfuerzos con otros equipos... 4- Mantenimiento: Los trabajadores
serán responsables de las tareas de mantenimiento y de realizar un diagnóstico
de los errores... 5- Administración: Los trabajadores operarán las terminales
de computadoras”. Ver Carta/Acuerdo,
Acindar, Junio 1990. Ibid., Apéndice 3.
[30] Victorio Paulón, electo en 1988, promocionó cursos y
debates acerca de la reconversión industrial y la flexibilización laboral. La
UOM y los sindicatos de los supervisores, ASIMRA y APSISA, participaron en
dichos cursos. Un importante canal de debate fue el seminario organizado por
TIE (ONG de trabajo) en el que participaron varios trabajadores metalúrgicos y
del caucho de Argentina, Uruguay y Brasil. Ibid.,
pp. 38-39.
[31] “Contrapropuesta de la UOM”, 1990, Ibid., Apéndice 3.
[32] Por ejemplo: “Calidad: los miembros del equipo deben
recibir capacitación continua para poseer total conocimiento acerca de los
métodos y procesos de producción, como así también de la calidad del producto,
siendo responsables del control de las normas de calidad de la compañía según
los procedimientos establecidos, que deben estar disponibles para ejercitar su
derecho a elaborar nuevas técnicas y expresar opiniones sobre ellas”.
“Contrapropuesta de la UOM”, 1990, Ibid.,
Apéndice 3.
[33] Es importante poner énfasis en el hecho de que la
contrapropuesta constituyó un esfuerzo conjunto por parte de los activistas
sindicales y algunos sociólogos laborales quienes, formados en la escuela
francesa de sociología, dieron a los trabajadores un panorama más amplio de
otras experiencias, haciendo hincapié en cómo se llevaron a cabo los cambios en
formas organizacionales de trabajo de otros países, y cómo se pueden emplear
para reforzar la fuerza de los trabajadores en el proceso de producción.
[34] Conversaciones con Ricardo Saavedra, 1990. La falta de
información de los encargados fue principalmente producto de la estructura
verticalista de poder de la compañía.
[35] En el proceso de reestructuración sindical que comenzó
con el regreso de la democracia, Piccinini apoyó al sector sindical que
favorecía la democratización de los sindicatos, “El Encuentro Nacional de los
Trabajadores”, con Julio Guillán (gremio de los telefónicos) y Raimundo Ongaro
(trabajadores de imprenta), quienes también eran militantes sindicales de los
años 70. A pesar de que no estuvo directamente involucrado con el intento de desperonizar
y democratizar los sindicatos por medio de elecciones (la así llamada
Renovación Sindical, promovida por el gobierno radical) sí estuvo a su favor.
Ver “De izquierda, yo?” y “Hay gente que tiene miedo de revalidar títulos”,
entrevistas con Alberto Piccinini, SOMOS,
Marzo 2, 1984, pp. 22-23, 36-37.
[36] Resulta de importancia destacar que los trabajadores
metalúrgicos estaban influenciados por la experiencia del Partido dos
Trabalhadores (PT) brasilero. Ya habían desarrollado fuertes
vínculos con el movimiento sindical brasilero, particularmente con Central
Unico dos Trabalhadores (CUT), gracias a los debates compartidos acerca del
capital, la transnacionalización y flexibilización laboral.
[37] La agrupación 29 de Mayo fue creada por un grupo de
militantes cordobeses radicales que criticaban el modo en que Raúl Alfonsín
había resuelto el problema militar y el de los abusos de los derechos humanos
en 1987. Inicialmente, fue organizado por un grupo de estudiantes
universitarios y recibió el apoyo de otros grupos sociales. Los militantes
sindicales y los líderes involucrados pertenecían en su mayoría a las
provincias del interior tales como Córdoba, Santiago del Estero y Chaco, y
pertenecían principalmente a los sindicatos de empleados bancarios y públicos (ATE).
[38] Pedro Wasiejko y Norberto Campos pertenecientes al
gremio del caucho del Gran Buenos Aires, Horacio Caminos de La Fraternidad
(ferrocarril) y César Flores de los guardabarreras ferroviarios, María Marta
Pepe de ATE (empleados públicos), Norberto Tagnochetti de Foetra (telefonía) y
Cristina Camusso de la CONADU (docentes universitarios).
[39] “Bases para la discusión del actual marco político”,
manuscrito, Junta Promotora Nacional, PPT, n.d..
[40] “Los Trabajadores requerimos una nueva herramienta
política”, manuscrito, Junta Promotora Nacional, PPT, n.d..
[41] Victorio Paulón, “Sobre la herramienta política”,
manuscrito, Villa Constitución, n.d..
[42] Conversaciones con Guillermo Díaz, 1990-91.
[43] Agustín Tosco, el líder de los trabajadores cordobeses
del sindicato de Luz y Fuerza, no sólo fue uno de los ideólogos del gremialismo
clasista, en ocasiones denominado sindicalismo de liberación; también
promocionó la creación de un amplio frente popular democrático, “El Encuentro de
los Argentinos” que incluía no sólo a la clase obrera, sino también a parte de
la burguesía nacional que se oponía a la dictadura militar de 1966-1973. Fue
influenciado por la experiencia del frente popular chileno. Ver LANNOT, A.
(ed.), Agustín Tosco: Presente en las luchas de la clase obrera,
Buenos Aires: Contrapunto, 1986. y BRENNAN, James P., The Labor Wars in Córdoba,
1955 -1976: Ideology, Work and Labor Politics in an Argentine Industrial City,
Cambridge: Harvard University Press, 1994.
[44] La línea dura se inclinó a hacer un análisis esquemático,
clásico e izquierdista de la crisis del capitalismo, haciendo hincapié en el
hecho de que los obreros industriales deberían ser la vanguardia del frente,
cerrando así la puerta a una alianza social más amplia. Ver Pedro Wasiejko et
al. “Congreso por la construcción de una herramienta política de los
trabajadores”, manuscrito, n.d.. Al mismo tiempo, este grupo ambicionaba
tornarse hegemónico dentro del frente, no teniendo en cuenta los procesos
democráticos, repitiendo en cierta medida la estrategia de vanguardia. Por
ejemplo, algunos de los militantes de estos grupos se organizaron en un
supuesto grupo de mujeres que solicitaba representación en la PPT, mientras
carecían de cualquier tipo de vínculo sólido con organizaciones de base de
mujeres.
[45] En su autocrítica compararon su experiencia
con la del PT brasilero. El PT fue exitoso porque fue organizado en un contexto
de apertura democrática cuando existía un importante nivel de movilización de
base. La movilización política y social iban de la mano. La PPT tuvo que lidiar
con una situación distinta, principalmente caracterizada por la falta de
fortaleza de las organizaciones y movilizaciones de base. Debido a que
necesitaban más tiempo para organizarse completamente, el momento preciso de la
política formal llegó como imposición externa. Conversaciones con Alberto
Piccinini y Victorio Paulón, 1992.
[46] Este fue el comienzo de las reuniones en
Unione y Benevolenza, las cuales unieron a diferentes grupos de izquierda para
crear una opción democrática de centro-izquierda. En este frente, las
organizaciones y sindicatos de base estaban sujetos a las decisiones de los
activistas e intelectuales de izquierda pertenecientes a la clase media. Las
reuniones en Buenos Aires congregaron principalmente a grupos de clase media
que buscaban desde abril de 1991 opciones políticas alternativas a las de
Menem.
[47] La CTA reunía al sindicato de empleados
públicos (ATE), el gremio de los docentes públicos (CTERA), y a la UOM de Villa
Constitución. Ha participado activamente en las últimas huelgas y
movilizaciones a nivel provincial que luchan contra las racionalizaciones del
estado.
[48] Alberto Picccinini fue en distintas ocasiones
un candidato político para estos frentes. Fue elegido como delegado del Frente
Grande para la Convención Constituyente que reformó la constitución nacional en
1994 y fue candidato a diputado por el FREPASO en las elecciones de 1995.
[49] “No digo que el éxito relativo del FREPASO no
tenga importancia, sino que simplemente señalo el hecho llamativo de que las
opciones políticas alternativas a Menem, aún padecen algunos de los problemas
que el PPT combatía. Debido a que el FREPASO fue el producto de una extensa y
complicada historia de disputas de facciones entre distintos grupos políticos,
trae consigo las desventajas de prácticas políticas aún afectadas por el
elitismo y el sectarismo. En segundo lugar, la participación dependiente de
grupos sociales en la política indica la persistencia de un problema no
resuelto en la izquierda argentina: su dificultad para articular organizaciones
de base, permitiendo así a la gente misma ser protagonista.
[50] La compañía sentía la presión de recortar
gastos en medio de la reducción del mercado interno, un mercado externo
incierto, y la competencia potencial que podría enfrentar ante el ingreso de
cualquier producto brasilero, que debido al acuerdo de comercio del MERCOSUR,
lo haría a un menor precio. En este contexto, la reducción de subsidios
estatales impuesta por el ministro de economía Domingo Cavallo, representaba una
verdadera privación para la compañía. El hecho de que Acindar estaba
presionando al estado para que restaurara los subsidios estatales se hizo
evidente por los esfuerzos de Alcides López Aufranc, presidente de la compañía,
para negociar la enorme deuda (alrededor de $3.000.000) que tenía con el estado
por impuestos atrasados. Estos esfuerzos tuvieron éxito. El fin del conflicto
coincidió con el anuncio de Menem de reintroducir las leyes de promoción
industrial que beneficiaron a Acindar. Marcela Jabbaz, “Modernización social o
flexibilización salarial?” op. cit. Cronica del Lockout, Apéndice 1.
[51] Ver los testimonios de mujeres en “Las mujeres
de Villa Constitución” en Engranajes,
CEFS, N° 1, Buenos Aires, Julio de 1991.
[52] Ibid., p. 17.
[53] Esta descripción general de la participación
de las mujeres no supone que las relaciones de género no habían experimentado
cambio alguno anteriormente, desde que el activismo sindical fue reestablecido
con el retorno a la democracia. Un pequeño grupo de mujeres lideradas por Irene
García y Mary Díaz, esposas de jóvenes activistas, había estado organizándose
desde 1987. Comenzaron a participar en círculos feministas, gracias a la esposa
de Victorio Paulón, la cual es una abogada feminista de la Casa de la Mujer en
Rosario. Gracias a un préstamo proporcionado por la cooperativa de crédito,
crearon un pequeño taller para confeccionar indumentaria (prendas para obreros
y niños). De esta forma pudieron adquirir ingresos de manera independiente y no
tuvieron que trabajar como empleadas domésticas. Como esposas de obreros
siderúrgicos, creían que no debían trabajar como empleadas domésticas porque es
un trabajo mal remunerado y considerado por debajo de su posición social. Este
proceso fue acompañado por una creciente concientización de algunos derechos
femeninos, tales como la necesidad de compartir la carga de tarea doméstica y
crianza de los hijos con sus esposos. Algunas de ellas padecían de serios
conflictos conyugales y tuvieron que presionar a sus esposos para que lo
aceptaran. (Entrevistas con las participantes del taller, 1991).
El conflicto de 1991 llevó a
este grupo de mujeres militantes a enfocar sus intereses en defensa de los
derechos de los obreros al trabajo. La cantidad de mujeres que participaban en
actividades sindicales aumentó. Si hasta ese punto las mujeres habían tenido
poca participación en el sindicato, la socialización de la carpa les concedió
una relación de mayor igualdad con sus esposos-compañeros. Las oí una vez decir
que ya no temían estar con otros hombres en los colectivos o en las carpas.
(Observaciones en una reunión de mujeres, 1991).
[54] Seminario de Reconversión Industrial, Mayo
1991, en PALOMINO y NOVICK, “Reestructuración productiva y reforma laboral”, op. cit., p. 22.
[55] El mejor ejemplo de esto es el testimonio del
obrero siderúrgico citado en el epígrafe al comienzo de este capítulo. Para un
análisis detallado del recuerdo popular de 1970 de las bases partidarias, ver CANGIANO,
““What Did It Mean to be Revolutionary: Peronism, …”, op. cit. capitulo 8.
[56] Taller de Historia del Sindicato, 1992.
[57] Alcides López Aufranc, presidente de la
compañía, acusó a Alberto Piccinini de ser un marxista-leninista subversivo.
Esta acusación demuestra hasta qué punto Acindar aún asocia el liderazgo del
sindicato local con el pasado, siendo incapaz de percibir los cambios actuales
en la estrategia del sindicato. Cuando López Aufranc acusó a Piccinini de tener
tendencias marxistas, la opinión pública reaccionó en su contra, expresando que
esas acusaciones no tenían cabida en una democracia.
[58] ”Acindar contra el Trabajo y la Producción” 8
de marzo de 1991. Miguel envió a su propio representante a casi todas las
movilizaciones callejeras.
[59] Algunos comentarios hechos por Eduardo
Duhalde, el vicepresidente, apuntaron a esto cuando él dijo a la prensa “Nadie
le puede decir a los empresarios cómo tratar a sus trabajadores, pero sí
podemos decirles cómo no se debe hacer. Despedir a todos los trabajadores y
contratar nuevos es un claro ejemplo de lo que no se debe hacer”. En JABBAZ, Marcela,
“Modernización social o flexibillización salarial?”, op. cit., Chronicle of the Lockout, Apéndice 1.
[60] Para un interesante desarrollo de este
argumento ver SMITH, “Hyperinflation, Macroeconomic Instability, and Neoliberal
Restructuring”, op. cit..
[61] Alberto Piccinini declaró que la compañía
estaba tratando de hacer que los trabajadores firmaran esencialmente un nuevo
contrato de trabajo en el que aceptaban la flexibilización laboral, negando
poder legal al sindicato y a los acuerdos colectivos. JABBAZ, Marcela,
“¿Modernización social o flexibilización salarial?”, op. cit., Apéndice 1.
[62] Después del conflicto en junio de 1992, el
gremio organizó un taller colectivo para reevaluarlo. Todos los participantes
coincidieron en que el conflicto había profundizado la solidaridad y fuerza
dentro del sindicato.
[63] Mientras que por un lado Carlos Acuña y
Vicente Palermo hicieron hincapié, entre otros factores, en el rol desempeñado
por las lealtades políticas (el hecho de que los líderes gremiales y los obreros
que apoyaban el plan de estabilización de Menem eran peronistas), Murillo
destaca que la falta de recursos económicos fue la causa principal de su débil
respuesta. Ver Acuña, “Politics and Economics in Argentina in the Nineties”;
Palermo, “Apoyos y Resistencias”; y Murillo, “Union Response to Economic
Reform”.