Historia reciente y memoria. Una
aproximación al análisis de la(s) memoria(s) y sus conflictos
Mariana
Bortolotti*
Toda nueva área de
indagación que se abre en cualquier campo del saber atraviesa un importante
período de prueba en el que se define si resulta pertinente a la hora de la
construcción de conocimiento o si se trata de una "moda" destinada a
durar una fugaz temporada. Dentro de la historiografía pueden encontrarse
numerosos ejemplos de este fenómeno: la "historia económica" logró
abrirse camino destronando a la hasta ese momento hegemónica "historia
política"; también la "historia social" y dentro de esta la
"historia desde abajo" consiguieron consolidarse; actualmente
diversas problemáticas en torno a la memoria, a la historia reciente o del tiempo
presente, y a la utilización de fuentes orales se encuentran librando una dura
batalla por ocupar un lugar dentro de la historia validada académicamente.
De las temáticas enumeradas
me detendré en la referida a la memoria y su relación con la Historia Reciente
con la finalidad de aportar al debate poniendo en evidencia su importancia para
la explicación de fenómenos históricos específicos como los referidos a las
múltiples modalidades de conservación del pasado en el presente, así como
también los procesos de ocultación u olvido, y la influencia que ejercen en la
construcción de proyectos sociales a futuro.
Si pensamos que la historia
que viven los sujetos y la que escriben los historiadores no se basa en
acontecimientos, en el sentido de hechos realmente ocurridos, sino en
reconstrucciones subjetivas de los mismos. Si la realidad como tal no existe,
sino que lo que llamamos de ese modo es la construcción mental que cada sujeto
realiza en su interior a partir de lo que sus sentidos captan del mundo que lo
rodea mediatizado por el tamiz de su rol social, de igual modo el relato
histórico está atravesado de la subjetividad del historiador, y de las fuentes
que utiliza. En este sentido, reconstruir un hecho o época basándose en los
recuerdos guardados en la memoria de los distintos actores sociales no requiere
tomar más riesgos de los habituales, siempre que no se pierda de vista que lo
fundamental a rescatar no es lo que "realmente" sucedió sino lo que
se recuerda como acontecido.
En especial, el peso del pasado
reciente en la realidad latinoamericana, las consecuencias todavía actuantes de
las últimas dictaduras militares que asolaron a la mayoría de los países de la
zona, se revelan en la construcción de disímiles memorias acerca de lo
acontecido. Estas memorias, si son recuperadas, pueden aportarnos importante
información acerca de las formas en que cada grupo social sustenta su lucha
diaria en una particular interpretación de su pasado, cómo su presente habilita
continuas reelaboraciones de lo vivido en busca de legitimar sus acciones y
como conviven estas diversas memorias en permanente lucha política por imponer
su versión de la historia.
Construyendo conceptos. La
memoria como concepto historiográfico
El recorrido teórico del
concepto de memoria que será de gran influencia en el campo de la historia
comienza en la sociología de Maurice Halbwachs, en el período de entreguerras,
pero sólo logra un lugar de importancia en el campo historiográfico europeo en
la década de 1970, cuando destacados historiadores franceses del grupo de
Annales, que luego conformaron la corriente de la "nouvelle
histoire", publican trabajos que involucran a la memoria como problemática
central. Entre estos trabajos, el dirigido por Pierre Nora acerca de la memoria
nacional francesa, publicado en una obra colectiva de siete tomos bajo el
nombre de Les lieux de mémoire1 ha sido el más difundido y ha ejercido
una poderosa influencia. En cuanto a la historiografía latinoamericana, la
historia es aún mucho más reciente. A partir de la década de 1990, variando
según los países, comienzan a abrirse interrogantes acerca del pasado reciente
que involucran la cuestión de la memoria desde distintos ámbitos: individual,
colectivo o institucional.
Desde la sociología, a
partir del conocido trabajo de Maurice Halbwachs2,
la memoria se define en un sentido social o colectivo. La memoria se
conformaría a partir de la vivencia, lo vivido en el pasado permanece en el
individuo en forma de "...imágenes totalmente confirmadas en alguna
galería subterránea de nuestro pensamiento..."3
que emergen como recuerdo a partir del lazo
social. Lo vivido individualmente puede ser recuperado por mediación del
lazo social, esta mediación opera como "marco" dentro del cual se
ordenan los recuerdos a partir de elementos recuperados de lo vivido y
aportados por el presente, conformando un "cuadro" de recuerdos
resignificados que constituyen la memoria del individuo. Cada individuo se
inscribe socialmente a partir de la pertenencia a grupos con los que comparte
una identidad y un pasado común, y esta vivencia compartida es un marco común
donde se inscribe la memoria colectiva
del grupo. La memoria colectiva se conforma desde un pasado compartido por un
grupo de individuos y no como sumatoria de memorias individuales. Esta memoria
colectiva es sostenida por los individuos que componen el grupo, por lo cual
tiene una existencia limitada en el tiempo, no excede la duración de la vida
humana.
Si bien es importante
destacar su carácter social, la igualación entre memoria y vivencia no permite
contemplar en el análisis la existencia de procesos de transmisión y/o
apropiación que forman parte de la lógica de perpetuación, así como de
construcción de legitimidad, por parte de todo grupo social. La memoria como
construcción social es inestable y provisoria, se encuentra en permanente
renovación. Los individuos, los grupos y las sociedades en general cambian, sus
identidades se constituyen de manera móvil, y las memorias colectivas, como
elemento que aporta a la identidad de los grupos sociales, no son ajenas al
movimiento. En este sentido, la definición introducida por Elizabeth Jelin, una
socióloga argentina que ha trabajado la temática de la memoria en relación a
las experiencias dictatoriales en Latinoamérica, nos ofrece mayores posibilidades
para comprender la dimensión histórica y la potencialidad historiográfica del
concepto.
Según la autora, la noción
de memoria debe ser utilizada para "interrogar
las maneras en que la gente construye un sentido del pasado, y cómo se enlaza
ese pasado con el presente en el acto de rememorar/olvidar. Esta
interrogación sobre el pasado es un proceso subjetivo; es siempre activo y
construido socialmente, en diálogo e interacción."4
Basar la concepción de la
memoria en la vivencia personal no permite pensar en los procesos de
transmisión, a través de los cuales la experiencia personal mediada por el
lenguaje puede ser comunicada, transmitida a quienes no lo vivieron pero que
comparten un mismo sentido atribuido al pasado.
"Las memorias son
simultáneamente individuales y sociales o colectivas, ya que en la medida en
que las palabras y la comunidad de discurso son colectivas, la experiencia
también lo es. Las vivencias individuales no se transforman en experiencias con
sentido sin la presencia de discursos culturales, y éstos son siempre
colectivos. A su vez, la experiencia y la memoria individuales no existen en
sí, sino que se manifiestan y se tornan colectivas en el acto de compartir. O
sea, la experiencia individual construye comunidad en el acto narrativo
compartido."5
Lo fundamental en la
concepción de Jelin es rescatar el factor social en la elaboración y
transmisión de memoria destacando el papel del necesario disparador que
constituye el presente del grupo
social en cuestión. El tiempo presente, lo vivido diariamente por un individuo
o grupo; junto con lo proyectado como futuro a construir se apoya en un pasado
evocado por la memoria construida por sujetos del hoy.
El
pasado puede ser utilizado socialmente para generar identidad en un grupo, pero
también para dotar de legitimidad determinado modo de pensar y de actuar, por
lo cual constituye un espacio bajo permanente disputa, tanto entre grupos como
al interior de los mismos. El conflicto es central en la construcción de la
identidad, se construye un pasado para tener un origen, un sostén, una
legitimidad y para diferenciarse/distanciarse del "otro", la lucha
política del presente se sustenta en una reinterpretación permanente del pasado.
Las memorias que construye
una sociedad son de variada índole, puede tratarse de una memoria asociada a la
idea de nación, como la analizada por P. Nora; puede hacer referencia a la
historia de un grupo social, una clase; puede tratarse del recuerdo de una
época dorada o puede evocar una período o acontecimiento traumático, de
conflicto social o catástrofe. Los períodos traumáticos atravesados por un
conjunto social dejan marcas que difícilmente puedan borrarse. Catástrofes
naturales o provocadas por el hombre, como sangrientas dictaduras militares, o
genocidios, dejan señales que perduran en el presente y condicionan el futuro.
Procesos de olvidos
provocados por el trauma, o silencios provocados por el temor, pero también
recuerdos salidos a la luz en busca de justicia y la construcción de memoria
como la vía adecuada para la no-repetición de sucesos desgraciados. El deseo de
no-repetición, de sobrevivir para contar, para que se sepa, para lograr
justicia ha sostenido en muchos sobrevivientes de crímenes masivos la necesidad
de la palabra. La necesidad individual de contar lo vivido como forma de
recuperar la calidad de sujeto, se transforma en denuncia colectiva, en una
lucha social por justicia.
En el caso de Latinoamérica
y de Argentina en particular, los delitos de lesa humanidad cometidos por un
estado terrorista exigen de la sociedad un profundo compromiso para, en primer
lugar, juzgar a los responsables y, en segundo lugar, para no permitir el
silenciamiento de lo ocurrido, para recordar y no repetir. Pero cuando la
justicia tarda en llegar, mantener vivo el recuerdo de lo acontecido,
socializar la vivencia transmitiéndola a las siguientes generaciones se
convierte en una herramienta fundamental contra la impunidad, así la memoria se
integra en las luchas políticas del presente.
La historia contada y
reconstruida por los "sobrevivientes" está marcada por el trauma
personal, sólo a través de acciones colectivas esos relatos se aúnan en una
memoria. Pero, a su vez, la lucha política "contra el olvido" que
sostienen algunas organizaciones que agrupan a afectados directos o familiares
es, en verdad, un enfrentamiento contra otras memorias posibles. En la
reconstrucción de ese pasado se juega la posición política del presente y el
proyecto de futuro. Por lo cual, al estudiar las sociedades latinoamericanas
postdictatoriales debemos preguntarnos por el impacto que el terrorismo de
estado aún produce en la gente. ¿Cómo se recuerda lo sucedido? ¿Qué se
recuerda? ¿Y para qué?. Estas pueden resultar preguntas claves si los objetivos
de nuestra indagación "son,..., no tanto el análisis de los hechos y de su
memorización, sino de la huella que dejan; escrutar no tanto el acontecimiento
como su construcción en el tiempo; no tanto identificar los determinantes como
sus efectos; no tanto identificar una tradición sino la manera en la que se
transmite; no tanto analizar el desarrollo del pasado de forma unívoca y lineal
como identificar y definir las modalidades de su reutilización."6
La materialización de las
memorias
Todo colectivo social al
conformarse se da una historia, construye un pasado común que le otorga
identidad, legitimidad y una posición en la lucha política del presente. Así,
cuando las naciones "inventaron sus tradiciones"7
se valieron de distintos elementos para imponer su versión de la historia, de
igual modo hasta el presente, toda reivindicación por la memoria busca
perpetuarse cobrando visibilidad en el espacio público. Una de las formas, tal
vez más duraderas y conocidas, de visibilidad es la materialización, la
transformación en monumento, museo, o calle; aunque veremos que no es la única
y no necesariamente la más significativa.
A la hora de analizar estos
procesos P. Nora elaboró el concepto de "lugares de la memoria" a los
que define como las realidades históricas en las que "la memoria se ha
encarnado selectivamente, y que por la voluntad de los hombres o el trabajo del
tiempo han permanecido como los símbolos más luminosos de aquélla: fiestas,
emblemas, monumentos y conmemoraciones, pero también elogios, diccionarios y
museos"8.
"El 'lieu de mémoire'
es una noción abstracta, puramente simbólica, destinada a desentrañar la
dimensión rememoradora de los objetos, que pueden ser, materiales, pero sobre
todo inmateriales.... Se trata de la exploración de un sistema simbólico y de
la construcción de un modelo de representaciones.... Se trata pues,..., de una
historia crítica de la memoria a través de sus principales puntos de
cristalización o, dicho de otro modo, de la construcción de un modelo de
relación entre la historia y la memoria."9
Esta concepción ha recibido
objeciones relacionadas con la amplitud de lo que engloba, que deriva en la
indefinición10; con las implicancias de
la división entre lo considerado "historia" y "memoria"; y
con la excesiva centralidad otorgada a ciertos "lugares de la
memoria". En este sentido, Gonzalo Pasamar plantea que en el análisis de
Nora los "lugares de la memoria" son mayoritariamente
"actividades conmemorativas altamente formalizadas y elaboradas", es
decir, actos donde la figura institucional es la fundamental y donde "la
parte dedicada a la 'memoria' de las clases populares es mucho menor, y las
pocas veces que esta es abordada directamente, también se la aprecia en su
valor conmemorativo."11 Para el
autor citado "este planteamiento, aplicado al pie de la letra, conllevaría
también a una drástica disminución de la complejidad de la experiencia social,
de la importancia del cambio social y del papel de las modernas ideologías. La
vertiente conmemorativa de los usos del pasado no cubre más que una parte de
los mismos."12
Por otra parte, la relación
entre historia y memoria que plantea Nora, junto con la "nouvelle
histoire", presenta a los grandes historiadores franceses del siglo XIX
"como meros representantes de una 'historia-memoria'"13. Esto, siguiendo a Pasamar, no sólo
resalta el papel de la "nouvelle histoire" frente a los historiadores
anteriores, sino que "detrás del discurso sobre la 'memoria' propio de
esta corriente existe una idealización de la llamada 'historia científica' en
contraposición a otros usos del pasado, que son vistos de modo simplista."14 Además, en la noción de "lugares
de la memoria" Nora hace referencia a una unicidad de sentidos referidos
al pasado nacional que se "encarnan", la "memoria
colectiva" aparece allí como unívoca e idéntica a la "memoria nacional",
y los caminos que llevaron a su "encarnación" no son reconstruidos,
dado que lo que interesa es "desentrañar su verdad simbólica (la del
'lugar de memoria') más allá de su realidad histórica, restituir la memoria de
la que son portadores..."15
Una "memoria
nacional", como cualquier memoria, siempre es el resultado de disputas de
poder en torno a la interpretación de la historia común. Por lo tanto, todos
los productos que emanan de esa lucha no pueden ser considerados como meros
símbolos de una realidad pasada, ni puede dejar de revelarse su carácter
parcial, porque allí radica su importancia para el presente.
En el caso que nos interesa,
el de las sociedades latinoamericanas y en especial la argentina en el período
abierto con el retorno a la democracia hasta la actualidad, nos encontramos con
distintos caminos de construcción de memorias donde el papel principal lo
ocuparon los organismos de derechos humanos, las agrupaciones de familiares de
presas/os políticas/os y/o desaparecidas/os, que han logrado por su lucha
continua un creciente reconocimiento por parte de las instituciones, que
comienzan a hacerse eco de algunas demandas. En la conformación de memorias
acerca de un pasado traumático donde tuvieron lugar crímenes de lesa humanidad,
de un pasado que sigue actuando en el presente, donde siguen impunes los
crímenes cometidos, intervienen el deseo de la no-repetición pero, sobre todo,
la demanda por justicia, por castigo a los culpables.
Estas memorias son
construidas con las luchas diarias, con las acciones desplegadas por las
organizaciones mencionadas, es decir, que no puede analizarse en base a
"lugares de la memoria" en tanto cristalización de una herencia, en
cambio tal vez resulte más revelador utilizar el concepto de "vehículos de la memoria" propuesto
por Elizabeth Jelin. La autora los define como productos culturales de diverso
tipo encargados de corporizar un
sentido otorgado al pasado por determinados actores sociales16. La definición dada merece una
ampliación que contemple modalidades de lucha política y cultural que sólo
secundariamente cobran materialidad como el acto testimonial, las denuncias
públicas, las marchas y los escraches. Entonces, como "vehículos de la
memoria" puede considerarse todo tipo de acciones, actividades y objetos
que busquen transmitir o representar una determinada interpretación de la
historia con el objetivo de ocupar un lugar de visibilidad social en las luchas
políticas del presente.
El término "vehículos
de la memoria" permite reflejar acertadamente el carácter móvil, inestable
y transitorio de toda memoria que puja por lograr hegemonía, y sobre todo, la
fluctuación de la significación de objetos y lugares que se erigen como
supuestos representantes imperecederos de una historia. Por otro lado, todo
vehículo implica transporte de una determinada "cosa", transporte
espacial y temporal; pero también un vehículo es "lo que sirve para
transmitir". Es decir, que un vehículo puede transportar en su propio
movimiento o posibilitar, a través de sí, una transmisión.
Cualquiera sea lo que opera
como "vehículo de la memoria" puede hacerlo por su propia
materialidad, o por lo que representa o simboliza, actuando como un disparador
de los sentidos que se quieren transmitir.
Esta característica
alternante del concepto puede ayudarnos a pensar en dos grupos en los que se
pueden dividir los "vehículos de la memoria": espacios y acciones. Se
trata de una división analítica que permite distinguir las diferentes
características que ha asumido la lucha "por la memoria contra la impunidad
y el olvido" llevada a cabo por organismos de derechos humanos y cómo en
esa lucha se han cruzado otros actores sociales, en particular las
instituciones gubernamentales.
Al hablar de
"espacios" como "vehículos de la memoria" me refiero, no
necesariamente a lugares físicos, sino a un reconocimiento permanente ganado en
la sociedad y, sobre todo, en las instituciones; un "lugar" de
visibilidad constantemente renovado y reforzado. Estos "espacios" han
ido creciendo desde la vuelta a la democracia, en muchos casos han cobrado
materialidad en forma de museos, parques, monumentos, placas, publicaciones;
pero el espacio más importante por el que se ha luchado (y aún no se ha logrado
conformar totalmente) es en el interior del sistema judicial.
Cada "espacio" nuevo
es producto de luchas políticas libradas por medio de "acciones". La
"acción" es el "ejercicio de una potencia", la puesta en
evidencia de una fuerza que pugna por imponer un determinado discurso, en el
caso que nos interesa, se trataría de la demanda por justicia, por sostener la
memoria contra el olvido.
Toda "acción",
individual o colectiva, busca conformar un "espacio", es decir, un
"lugar" estable y duradero en la esfera pública. Las
"acciones" como "vehículos de la memoria" son disruptivas,
operan rompiendo lo establecido, abriendo brechas que dan paso a los
interrogantes, a las contradicciones que cuestionan los discursos dominantes.
En general, pueden considerarse "acciones" de memoria: los
testimonios y denuncias dados a la justicia, las marchas, los escraches,
algunas películas (como La historia
oficial, en el contexto de
surgimiento), todo acto espontáneo de repudio a represores.
Las marchas semanales de las
Madres de Plaza de Mayo pueden pensarse, en sus inicios, como
"acción" claramente disruptiva pero actualmente se ha convertido en
un "espacio" de la memoria. El carácter rupturista inicial permitió
ganar una posición estable de reconocimiento social.
A mediados de los ’90 una
nueva agrupación, Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el
Silencio (HIJOS), conformada por hijos e hijas de desaparecidos/as implementó
una modalidad de acción de memoria que conmovió a la sociedad, el “escrache”.
Acción que unifica la denuncia de impunidad, el rechazo social y la
reivindicación de la memoria señalando el lugar donde viven los represores,
mostrando a sus vecinos que el pasado puede hallarse a la vuelta de la esquina,
en el mundo cotidiano. Si bien en la actualidad el “escrache”, en lugar de
consolidarse como espacio, ha perdido efectividad y especificidad al ser
incorporado como sistema reivindicativo por los más variados sectores sociales,
en sus inicios actuó como carta de presentación de HIJOS, dando visibilidad y
presencia mediática a la agrupación.
Los espacios y acciones
concebidos como "vehículos de la memoria" están dirigidos hacia un otro al que se quiere hacer partícipe.
Cuando se trata de una acción, en general, los que la llevan a cabo son
"militantes" de la memoria, personas que integran organizaciones de
derechos humanos, de familiares de desaparecidas/os. El objetivo en ellas es
sorprender a las personas, romper con su rutina y obligarlos a involucrarse.
En cambio, en el caso de un
espacio materializado (museo, libro, etc.) se espera que quien lo recorra lo
haga por decisión propia, probablemente teniendo una afinidad previa con el
discurso allí expuesto. El espacio de memoria necesita que el sujeto se mueva
en su interior, intercambie, repiense sus ideas y difunda el mensaje.
Se puede pensar que una
acción transporta el mensaje hacia la
sociedad, lo lleva a escena; y en el caso de un espacio destinado a la memoria
se trataría de una transmisión a
quienes lo atraviesan y desde ellos a la sociedad.
Estudiar como se originan y
logran presencia los "vehículos de la memoria" elaborados para
sostener una determinada interpretación del pasado reciente frente a otras
posibles, analizando las "acciones" que construyen
"espacios" para las memorias en la actualidad, implica estudiar los
actores sociales en movimiento, reconstruir las luchas políticas en las que se
enfrentaron, periodizar sus recorridos y contenidos y evaluar las influencias
que ejerce ese pasado memorado en el presente.
Historiografía y pasado
reciente. El rol del historiador
Cuando trabajamos sobre
historia reciente encontramos que el sujeto y el objeto se encuentran inmersos
en un mismo medio, el presente del investigador/a, lo cual implica que el
compromiso político del historiador/a debe ser asumido en la investigación como
punto de vista. Si indagamos acerca de la presencia de ese pasado en el
presente debemos hacerlo también acerca de nuestra presencia política en las
luchas por las memorias.
Mucho se ha discutido desde
el retorno de la democracia en la Argentina sobre de la posibilidad de
construir historiografía acerca de los años '60-'70 y los períodos
dictatoriales, y es notorio que la mayoría de los trabajos sobre el tema daten
de los últimos diez años. Resulta interesante indagar sobre los factores que
pueden haber impulsado este campo de la historia.
Por un lado, el hecho de
haber transcurrido una cierta cantidad de años parece habilitar el trabajo del
historiador, es decir, al existir cierta “distancia” de los acontecimientos
(aunque este no es un criterio compartido por todo el campo). El recambio
generacional dentro de la profesión puede ser considerado un factor impulsor;
también el crecimiento de la historia oral como herramienta fundamental para
reconstruir el período.
Por otro lado, sucesos de
índole político y jurídico han influido en el proceso. A la continuidad de la
lucha mantenida por las agrupaciones de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se
sumó, en 1995, HIJOS otorgándole al reclamo una nueva faceta. El carácter
imprescriptible de las causas por apropiación de menores y la
inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final mantienen
el tema siempre presente, junto con los "espacios para la memoria"
conquistados por las diversas organizaciones de derechos humanos.
Por último, la apertura de
archivos y el hallazgo de documentación no sólo es una cuestión de suma
importancia para las causas judiciales, sino que también hacen cada vez más
posible la reconstrucción histórica del período "oscuro".
Consideramos, junto con Y.
Yerushalmi que: "La historiografía -es decir, la historia como relato,
disciplina o género con reglas, instituciones y procedimientos propios-, no
puede,..., suplantar a la memoria colectiva ni crear una tradición alternativa
que se pueda compartir. Pero la dignidad esencial de la vocación histórica
subsiste, e incluso me parece que su imperativo moral tiene en la actualidad
más urgencia que nunca. En el mundo que hoy habitamos, ya no se trata de una
cuestión de decadencia de la memoria colectiva y de declinación de la
conciencia del pasado, sino de la violación brutal de lo que la memoria puede
todavía conservar, de la mentira deliberada por deformación de fuentes y
archivos, de la invención de pasados recompuestos y míticos al servicio de los
poderes de las tinieblas. Contra los militantes del olvido, los traficantes de
documentos, los asesinos de la memoria, contra los revisores enciclopedistas y
los conspiradores del silencio,..., el historiador, el historiador sólo,
animado por la austera pasión de los hechos, de las pruebas, de los
testimonios, que son los alimentos de su oficio, puede velar y montar
guardia."17
Según este autor, el
historiador/a tiene un deber moral con
la verdad de las fuentes, debe
trabajar para que no sean falseadas y, fundamentalmente, para que no sean
silenciadas. El historiador/a como sujeto político del presente es el/la
custodio del pasado, lo cuida de quienes quieren cercenarlo, ocultarlo o
utilizarlo. En este sentido, el rol del historiador/a del pasado reciente tiene
múltiples dimensiones: como parte de un colectivo participa de una memoria, como
profesional debe respetar la "verdad" de sus fuentes, y como sujeto
político debe aplicar sus saberes a la construcción de un proyecto social a
futuro.
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RESUMEN
Historia reciente y memoria. Una
aproximación al análisis de la(s) memoria(s) y sus conflictos
En la actualidad diversas problemáticas en torno a la memoria, la
historia reciente y a la utilización de fuentes orales se encuentran luchando
por ocupar un lugar de legitimidad dentro de la historia validada
académicamente. El presente trabajo está centrado en el concepto de memoria y
su relación con la historia reciente buscando aportar al debate poniendo en
evidencia su importancia para la explicación de fenómenos históricos
específicos. El peso del pasado reciente en la realidad latinoamericana, y
especialmente argentina, las consecuencias todavía actuantes de las últimas
dictaduras militares se revelan en la construcción de disímiles memorias acerca
de lo acontecido. En este trabajo se relevan distintos aportes teóricos en una
propuesta de análisis de las manifestaciones de la memoria de la última
dictadura militar en Argentina.
Palabras claves: Memoria - Historia Reciente - Vehículo de
memoria
Recent History and memory. An approximation to the analysis of the
memories and theirs conflicts
Today different
problems about memory, Recent History and oral sources are fighting for a place
inside the academically valid history. The following article argues about the
concept of memory and its relationships with Recent History. Looking for
contributions to the debate, the paper makes public the conceptual importance
of memory for the explanation of specifics historical events. The construction
of differents memories of the past reveals the weight of a recent past in the
Latinoamerican reality, and specially in the Argentinian reality, and the
consequences of the last military dictatorships. This article relieves some
differents teorical contributions proposing a way to analyse the memory’s forms
of the last military dictatorships in Argentina.
Key
words:
Memory - Recent History – Vehicle of memory
Notas
* Estudiante de la
carrera de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad
Nacional de Rosario bortolottim@yahoo.com.ar
1 NORA, P. (dir.). Les lieux de mémoire. Ed. Gallimard, París, 1984.
2 HALBWACHS, M. "Memoria colectiva y memoria
histórica" en Revista Sociedad
Nº 12/13, Eudeba, Bs. As., noviembre 1998. (traducción de A. Lasén Díaz)
3 HALBWACHS, M. op. cit. P. 192.
4 JELIN, E. "Memorias en conflicto" en Revista
Puentes. Año 1, Nº1. La Plata, agosto de 2000. P.8
5 Ibídem. P.10
6 CUESTA BUSTILLO, J. "Historia y memoria: un
estado de la cuestión" en CUESTA BUSTILLO, J. (Ed.) Memoria e historia. Ed. Marcial Pons, Madrid, 1998. P. 221
7 Ver HOBSBAWN, E. "La producción en masa de
tradiciones. Europa, 1879-1914" en HOBSBAWN, E. Y T. RANGER (Org.) A
invencao das tradicoes. Paz e Terra, Río de Janeiro-San Pablo, 1997.
8 Citado en CUESTA BUSTILLO, J. op. cit.. Pp. 216-217
9 NORA, P. "La aventura de 'Les lieux de
mémoire" en CUESTA BUSTILLO, J. (Ed.) Memoria e historia.
Ed. Marcial Pons, Madrid, 1998.
10 Véase CUESTA BUSTILLO, J. "Historia y
memoria..." en CUESTA BUSTILLO, J. (Ed.) op. cit.. P. 218
11 PASAMAR, G. "Los historiadores y el 'uso
público de la historia': viejo problema y desafío reciente" en CD Actas III Jornadas de Historia Moderna y
Contemporánea. Rosario,
2002 P. 10
12 PASAMAR, G. op. cit. P.10
13 Ibid. P.
10
14 Ibid. P. 10
15 NORA, P. "La aventura..." en CUESTA
BUSTILLO, J. (Ed.) op. cit..
16 JELIN, E. "Memorias en conflicto" en
Revista Puentes. Año 1, Nº1. La Plata, agosto de 2000
17 YERUSHALMI, Y. "Reflexiones sobre el
olvido" en YERUSHALMI, Y. y otros. Usos del olvido. Ed.
Nueva Visión, Bs. As., 1998 P. 25