La Edad Media y la idea del progreso
Jorge Jofre(*)
Historia y progreso
Benedetto Croce en “Il concetto della
storia nelle sue relazioni con concetto dell ´arte” alude a
un único objetivo de la historia: “narrar
los hechos”. Considera que los mismos deben ser expuestos por el
historiador solo “de la manera exacta en
que han sucedido”; sin producir alteración alguna en las causas de los
mismos; manifestando esa sola
circunstancia como “el ideal de la buena
historiografía de todos los tiempos”[1].
En este escrito
juvenil Croce, en el cual Hegel ejerció su seducción,
rechaza la historia-narración para entrar decididamente en el concepto de la
historia como explicación de los hechos; para ingresar decididamente en lo
historiográfico. Supera decididamente la idea del alemán Leopold
Von Ranke, de: “...tan
solo exponer el hecho en la forma que ha sucedido...[2].
Quien fuera casi podríamos decir el “padre” de la historiografía, solo limitaba
el análisis de la historia a un análisis exhaustivo de las fuentes obtenidas.
De tales
afirmaciones se infiere que a través del tiempo no solo hubo historiadores y
sucesos históricos acaecidos sino que también distintas formas de narrar y
explicar el hecho por grande o pequeño que fuere. Eso solo justificaría las
contrapuestas visiones de la historia del arte ( para citar un ejemplo ) en el
siglo XIX de Gottfried Semper y Alois Riegl ( el célebre maestro de Erwin Panofsky
) o la casi caprichosa clasificación de Heinrich Wölfflin
del renacimiento y el barroco, donde los conceptos parecen a veces trastocarse
en esquemas vacíos de contenidos.
También
podríamos traer a la memoria, la profunda labor de Eric J. Hobsbawm por
clarificar la visión contemporánea de la historia social. El historiador nacido
en Alejandría sacó del hielo al marxismo y lo empleó como herramienta para la
construcción de una historia donde lo social cobra protagonismo. Sus trabajos
de 1954 sobre la crisis general del siglo XVII y el prólogo realizado en 1964
para la edición del fragmento de las Grundisse de Marx
sobre las formaciones económicas precapitalistas marcan esa línea de conducta. En
la introducción al trabajo de Marx, Hobsbawm sostiene que la teoría del
materialismo histórico solo necesita de la presencia de una “sucesión de modos
de producción”; de una sucesión donde el ordenamiento de esos modos no este tal
vez predeterminado de antemano.[3]
El historiador antepone al secuenciamiento
cronológico la relevancia del modo de producir.
El panorama de
la historia del mundo contemporáneo redactado por Hobsbawm en cuatro volúmenes,
culmina en su “Historia del siglo XX” donde se nos muestra preocupado por el
hecho de ser cronista y testigo de su tiempo y a la vez trazarnos una posible
perspectiva del futuro.
Es en este
punto donde Hobsbawm, nos habilita el camino para que aparezca un nuevo
concepto que se une e imbrica a la cuestión del tratamiento de la historia. El
hecho de plantearnos la posibilidad de vislumbrar un futuro nos habilita el
camino para hablar de sucesos que avanzan en un cierto orden…..para hablar de
la idea de progreso.
Pero tal idea
no es sin duda alguna un sello original acuñado por Hobsbawm. Si retrocedemos
en el siglo XX, nos encontraremos en Walter Benjamín con la cuestión del
progreso relacionado con la historia. Es este célebre filósofo de la Escuela de
Frankfurt que desde sus “Discursos interrumpidos”
y tras las herencias dejadas por Hegel y Nietszche
se animará a presentarnos una nueva concepción de la historia que nutrirá a
muchos historiadores posteriores. Una nueva concepción alejada de los planteos “mecanicistas”
que pretendían explicar los sucesos como piezas de un gran mecanismo o una
especie de “engranaje de relojería”.
En “Discursos
interrumpidos”, Benjamín, alude a la idea de un tiempo “homogéneo y vacío”[4] donde lentamente
se depositan los sucesos. Para el filósofo la historia no solo es una secuencia
mecanicista de hechos, sino también un conjunto de sucesos que se depositan en
un no material receptáculo que él denomina como “tiempo homogéneo y vacío”.
El conjunto de
los sucesos determina la idea del progreso; pasado, presente y futuro juegan un
rol nuevo y distinto dentro de tal estructura, donde “La filosofía de la Historia” de Hegel finamente tamizada por Benjamin, hace acto de presencia. Así es como bajo esta
mirada, un episodio presente solo tiene validez vinculado al pasado que anula y
al futuro que aguarda para completar el total del proceso….el presente no es
totalidad, solo un engranaje de la gran maquinaria de la historia; “solo cuenta a título de fragmento”[5].
Así como Platón recurrió al “mito de la caverna” para aclarar ciertos
aspectos de su pensamiento, Benjamín, ahora recurre a un cuadro para traer a
escena la cuestión de la historia y del progreso. Toma en cuenta a “Angelus Novus” donde
Paul Klee, “representa
un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene
pasmado”[6]. De allí nace la
alusión benjaminiana del “ángel de la historia” que
vuelve la mirada a las ruinas del pasado, mientras un viento poderosísimo lo
arrastra, de espaldas, del presente hacia el futuro….” mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo.
Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso...”[7].
El “ángel de
la historia” de Benjamín sometido al fuerte viento no puede evitar el progreso,
que crece desmesurada y descontroladamente. La metáfora nos sirve de especie de
"modelo " de lo histórico en relación a la “idea del progreso” si en
la historia se puede hablar de "modelos ajustables” que vayan cambiando
las reglas del juego.
La línea
histórica que fuera adecuada para los historiadores del pasado ha perdido
credibilidad en el siglo XX, ya no se puede hablar de los sucesos ordenados
unos tras otros como en el pasado; los mismos se superponen, se decusan, se aproximan y se distancian en distintos puntos
de su marcha… la modernidad de fines del siglo XIX ha traído consigo una nueva
sociedad mucho más dinámica que no puede ser explicada solo mediante un único y
lineal recorrido.
Fenómeno que
trasladado al presente nos complica más aún el panorama, pero de todos modos no
nos impide tener en claro que no hay solo "historia e historiadores",
sino que en lo que hace a las llamadas ciencias sociales las teorías y los
cambios generan progresos en el conocimiento humano; determinan nuevas formas
de abordar los campos. Si descartamos, de todos modos, ciertas posturas
extremas de confianza en el progreso mediante la ciencia debemos sin embargo
tener en cuenta que para pensadores como Benjamín la idea del mismo se haya
ligado casi con seguridad a la idea de cambio y revolución. Debemos comprender
que, bajo esta estructura de pensamiento, para pasar de un período a otro es
necesario acumular una sucesión de hechos que en definitiva se constituye en
progreso.
Edad Media y progreso
En el prólogo
de una edición castellana del libro de Jacob Burckhardt
"La Cultura del renacimiento en Italia”, el prologuista
expresa: “…abarca en ella, en efecto,
toda la vida del renacimiento, la época que va desde Dante a Miguel Angel y haciéndola destacar sobre el fondo de la Edad Media
con neto y vigoroso relieve”[8]. “Fondo de la Edad
Media”, dice Bofill y Ferro, casi como si estuviera aludiendo a las ruinas del
pasado y haciendo poner nuevamente a Benjamín en acto de presencia. Acaso ese
"fondo de la Edad Media" no puede ser considerado como parte de las
acumulaciones producidas dentro del “tiempo homogéneo y vacío” mencionado por
el filósofo.
Sabemos sin
duda alguna que Jacob Burckhardt, acertó en lo que
hace a algunos de los elementos constitutivos de esa "zona de paso" entre
la sociedad gótica tardía y la renacentista; percibió en cierto modo la idea
del progreso en el simple acto de pensar en el tránsito de una cultura a otra.
Burckhardt
descubrió algunos de los puntos de contacto que conducen de un gótico
"feudal y religioso" (feudal tardío) a un renacimiento individualista
y cientificista que plantea graves crisis en lo que respecta a la fe y abre el
camino de un futuro culto a la razón siglos después.
En “La cultura
del renacimiento en Italia”, el historiador, lamenta la inexistencia en los
humanistas de trabajos generales sobre la historia general de la Edad Media. Menciona
en cambio como aquellos que han considerado el período histórico (por lo menos
en parte) son Matteo Palmieri
con sus crónicas; Blondus de Forli
en sus “Décadas” y un típico producto de la ilustración: Edward Gibbon, que en su “Historia de la decadencia y ruina del
Imperio Romano” (1776) dedica 300 folios a los estudios de las fuentes y
autores correspondientes al período de tiempo que va desde la temprana Edad
Media hasta la muerte de Federico VI.
Líneas abajo
afina aún más la puntería en el texto: "No vamos a investigar aquí críticamente que escritos utilizó Blondus, ni donde los descubrió; (los habrá rescatado
de las ruinas del pasado, nos podemos preguntar) pero en la historia de la nueva investigación nadie podrá discutirle
el honor a que se hace acreedor con esta obra (y allí viene la fuerte forma
afirmativa del historiador que muchos reprocharon). Ella por sí sola justificaría la afirmación de que únicamente el
estudio de la Antigüedad ha hecho posible el estudio de la Edad Media."[9].
A continuación,
establece en el texto un juicio vinculado al tiempo histórico vivido: "...Hay que tener en cuenta, por otra
parte, que para la Italia de entonces, la Edad Media era algo que había pasado
y que por lo tanto, el espíritu podía juzgarla libremente, como un hecho fuera
de sí mismo..." ....y agrega... "...No
puede decirse que la haya juzgado en seguida con justicia, ni siquiera con
benevolencia; en las artes prevaleció un fuerte prejuicio contra las creaciones
medievales y los humanistas fechan con su aparición el comienzo de una nueva
época..."[10].
El historiador
entonces remata su faena con una frase de Bocaccio
escrita en las epístolas a Pizinga: "...Empiezo a esperar y a creer que dios
se ha compadecido del nombre de Italia cuando veo que su magnánima bondad
vuelve a conceder a los italianos almas parejas a las de los antiguos, almas
que buscan la gloria por un camino que no es el de la rapiña y la violencia sino
que la buscan por la senda de la poesía, cuyo premio es la inmortalidad...”[11].
Es en este
momento cuando la duda fundamental se hace presente… ¿Habrá intuido Burckhardt la posibilidad de un recorrido entre la Edad
Media y el renacimiento? … ¿Habrá descubierto en ello una superación de una
etapa por otra; en definitiva la idea del progreso?... tales incógnitas son
harto difíciles de encaminar hacia una respuesta.
De todos
modos, tal vez la lentitud de ese proceso no le ha impedido a Burckhardt o a McNall Burns,
aunque ambos historiadores vivieron en distintos siglos, percibir la presencia
de un cierto progreso que reúne en sus extremos al pasado con el presente.
Relevante como ejemplo al respecto, es el caso de la época de Dante Alghieri (1265-1321), donde MCNall
Burns relata que ya se había iniciado la lectura de los clásicos, menciona que
el poeta se complacía en la lectura de tales autores y casi adoraba a Aristóteles,
Séneca y Virgilio y agrega que cuando el poeta italiano escribe la “Divina
comedia” (en lengua toscana), en ella: "...concibe
al universo como un mundo finito cuyo centro es la tierra y en el que todo
existe para beneficio del hombre ...".[12]
La idea
renacentista del hombre como centro del mundo ya está claramente expresado en Dante;
allí se puede hallar un notable punto de articulación entre lo "gótico"
y lo "renacentista”. Dante construye su “Divina Comedia”, basada en la cosmogonía cristiana medieval pero
combinando la alegoría con personajes reales de su Florencia natal, hecho que
indica no solo la preocupación por “el mundo circundante” sino los albores de
una nueva era donde la figura del hombre cobra protagonismo.
El historiador
Arnold Toynbee, agrega
otros elementos a la cuestión de Alighieri cuando afirma que la resolución
tomada por el poeta “...de componer la "Divina Comedia” en estrofas de
versos rimados y en toscano, en lugar de los hexámetros latinos tuvo una
importancia esencial en la ulterior inspiración de la poesía compuesta en todas
las lenguas vernáculas del mundo occidental “[13]
permitiendo liberarse, a la nueva lengua, de la tradición del latín y dar así
rienda suelta “al libre juego de las
facultades creadoras”. “…En la época de Dante, Italia había desarrollado una
forma regional de civilización occidental. El resto de la cristiandad
occidental tardó dos siglos para alcanzar el nivel cultural a que había llegado
Italia en el 1300..."[14].
La península itálica había alcanzado el límite de "quiebre" con la
cultura medieval y se mostraba en su esplendor; la "cultura del
renacimiento en Italia" descripta por Burckhardt;
se había iniciado dejando atrás las últimas etapas de la Baja Edad Media.
Acaso en ambas
citas referidas a Dante Alighieri y su “Divina
Comedia”, no esta el claro ejemplo que nos brinda la posibilidad de
concebir la “idea del progreso” aún en la tan mentada oscuridad de la Edad
Media. El proceso que lleva al poeta florentino a una superación de los modos
góticos aún más avanzados y lo pone ya en el contexto de una nueva era implica
evolución; implica el silencioso trabajo de una especie de “selección natural”
que lo conduce a mutar el antiguo estilo literario por el “dulce estilo nuevo”;
incluye como en la selección darviniana evolución y por lo tanto progreso.
La cuestión del progreso
Es cuestión
fundamental de este trabajo: intentar establecer un diálogo entre la “idea del
progreso” y un período de tiempo catalogado siempre como sombrío; como una
especie de alteridad del progreso. Hallarle a la Edad Media, tal vez su
verdadero sentido, dejando de lado la oscuridad con que siempre se la calificó;
descartando la visión negativa que de ella tuvo el renacimiento y la humanidad
posterior. Para ello nos resulta esencial poder quitarnos la imagen de una edad
monótona e intrascendente donde el sistema feudal dominaba en una constante sin
variantes la escena.
En primera
instancia, si buscáramos un icono fundamental que represente a la Edad Media,
deberíamos pensar en las maravillosas miniaturas realizadas para el Duque de
Berry por los hermanos de Limburg. Una de ellas
muestra al castillo del Louvre tal como estaba a principios del 1400. Los Limburg ubican el castillo en la parte superior de una de
las páginas del Libro de Horas, y lo enmarcan con un semicírculo con un
calendario y signos del zodíaco. Por el jardín del palacio pasean algunos
personajes que por sus vestimentas se pueden identificar con nobles. En el
tercio inferior de la miniatura, separados de la fortaleza por el agua de un
foso, se hallan los campos del señor de la comarca. Se ve a un campesino
rotulando la tierra con un arado tirado por un caballo, mientras otro labrador
ubicado en primer plano arroja semillas en los surcos.
Pero la imagen
de los Limburg solo plasma una cierta mirada de la
Baja Edad Media, dado que como ha indicado José Luis Romero en ese momento de
la cultura gótica se produce un cambio fundamental de la “imagen del mundo y
del saber”. Las formas de vida de la época se acompañan de un mayor sentimiento
de la naturaleza; de un marcado interés por parte de filósofos y científicos en
las cuestiones del mundo circundante[15],
y de un pensamiento que opta por limitarse a la tradición de la escolástica o
por iniciar nuevos recorridos; un pensamiento que por momentos se torna total y
absolutamente bipolar.
Es en este
punto donde podemos recurrir, en segunda instancia, a una famosa novela del
semiólogo italiano Umberto Eco, El nombre de la rosa, al cual el haber descubierto en 1968 “Le manuscript de Dom Adson de Melk” (Aux Presses de l’Abbaye de la Source,
Paris, 1842) redactado por el abate Vallet, le
permitió escribir la misma y ambientarla en las postrimerías de la Edad Media.
Historia que pese a desarrollarse dentro de un monasterio cristiano, esta
plagada de crímenes, misterio e intrigas; elementos que rompen con la monotonía
de la vida monástica y que en definitiva alteran el rutinario trabajo de
escritura de los monjes en sus scriptorium.
Pero, lo
notable del extenso relato escrito por Eco es que el mismo le permite poner en
juego la idea de un pensamiento bipolarizado en el
aparentemente uniforme horizonte de la Baja Edad Media. A la acartonada
“escolástica” desarrollada bajo el rigor de normas inflexibles y corporizada,
en la novela, por la figura del inquisidor Bernardo Gui,
Eco, le opone al detectivesco Guillermo de Baskerville, nítido exponente del
pensamiento “nominalista” que fuerza la última parte de la cultura gótica y
deja a un costado lo platónico para adentrarse en la materialidad de las cosas.
Bernardo Gui, rinde culto a una tradición de la iglesia que por
momentos apela a la imposición de la fe y un pensamiento por la fuerza: a una
mirada vuelta hacia el pasado. Mientras Guillermo de Baskerville representa un
nuevo pensamiento de cara al futuro; de cara evidentemente al progreso. Como el
filósofo medieval Guillermo de Ockham, uno de los
creadores del “nominalismo”, Guillermo de Baskerville busca acercarse a la idea
de un “conocimiento más exacto”, términos que la epistemología ha vinculado en
muchas teorías con la idea de “progreso científico”. Tengamos en cuenta que antes
de terminar el siglo X, “la traducción al
latín de las obras lógicas de Aristóteles que llevó a cabo Boecio
era estudiada y expuesta en Occidente por el erudito francés Gerbert de Aurillac, después de
haber permanecido dormida durante cuatrocientos cincuenta años....”.[16]
Hecho que sirvió para desplazar, por lo menos en parte, del posible centro de
la escena a Platón y el “neoplatonismo” y puso en juego la posibilidad de
tímidos, pero nuevos planteos teológicos que abren una brecha hacia las
creencias del humanismo en Italia y las revoluciones protestantes del norte de
Europa.
Pero, pese a
los intentos de pensadores como Eco, de hallar alguna idea vinculada al
progreso dentro de la Edad Media, sabemos que hasta el término “medieval”,
desde mediados del siglo XIX "...tuvo
un persistente uso desfavorable, comparable con el sentido peyorativo de primitivo,
o con anticuado...”.[17]
Cuestión que no se limita solamente al término, sino que arriba al hecho de no
poder poner en claro como el hombre europeo pudo pasar de un aparente sistema
feudal cerrado a la cultura humanista del renacimiento.
El historiador
Paul Johnson, cree que en muchos momentos durante la Edad Media, gobernantes,
artistas e intelectuales intentaron volver al esplendor romano[18],
búsqueda que el sistema socio-político y económico de la época impidió en gran medida.
Dicho en otras palabras, tuvieron en cuenta las ruinas de un pasado glorioso; y
así es como tal vez algunos han llegado a hablar de: un renacimiento antes que
el renacimiento; de un resurgir de la cultura greco-latina antes aún de lo que
lo que los historiadores consideran.
Tal vez bajo
la luz de estas afirmaciones, es que podamos generar a modo de hipótesis, la
posible existencia de una Cuarta Etapa de la Edad Media; una especie de bisagra
que articula la cultura gótica tardía con la forma más primitiva del renacimiento.
Si esto fuera cierto estaríamos a un paso de poder aplicar la “idea del
progreso” dentro del campo mismo de la siempre menospreciada sociedad medieval.
Pero, no nos alegremos en demasía ante la posibilidad de ver la existencia
de alguna forma de progreso en la Edad Media, porque tal vez en ello se halla
el elemento germinal de nuestras carencias presentes como sociedad humana. Ya
en el siglo XIX desconfiaba Baudelaire del progreso y Benjamín entendió a la
modernidad como el “tiempo del infierno”…entre las interpretaciones de la
metáfora benjaminiana inspirada en el cuadro de Klee, existe aquella que sostiene que el ángel de espaldas
al futuro cruza su mirada con el avance del tiempo; observa así las ruinas que
el cruel progreso va dejando.
Guillermo de Baskerville, el personaje de Eco, trata de mirar el futuro
cara a cara sin miedo a afrontarlo, mientras que el ángel benjaminiano
no puede o no quiere verlo porque tal vez intuye que el progreso no es tan
bueno como aparenta. El filósofo frankfurtiano, se ha
dado cuenta que el “conocimiento más exacto” o las nuevas posibilidades de la
técnica o el impacto de la ciencia en el mundo moderno no han servido para
mejorar o ni siquiera mantener bien firme ciertas cuestiones vinculadas a la
conducta humana; cuestiones que al negativizarse se
relacionan con la violencia; el aislamiento o la desesperanza y relativizan la
idea del progreso como algo salvífico. Si esto fuera verdadero, Walter Benjamín,
debió haber visto en nuestro presente una oscuridad mayor aún de la que siempre
le hemos atribuido a la tan menospreciada Edad Media.
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WILLIAMS,
Raymond, Palabras Clave, Nueva
Visión, Buenos Aires, 2000.
RESUMEN
La Edad Media y la idea del progreso
Bajo el efecto
de una mirada rápida al contenido de “La
Edad Media y la Idea del Progreso”, es fácil construir que en su esencia
son dos las palabras clave que conforman este breve trabajo: historia y progreso. Desde el punto de vista de la historia, tras unas breves
consideraciones fundamentalmente de carácter historiográfico, la cuestión se
resuelve en aspectos vinculados a la Edad Media: el pensamiento de la época, la cultura
y la literatura. Desde el punto de
vista del progreso, el soporte se construye con el pensamiento de Walter
Benjamín. Así es como la idea benjaminiana del progreso se cruza con citas y
comentarios sobre la Edad Media, buscando hallar un camino que esclarezca si a
tal momento histórico le cabe en alguna medida la posibilidad de implicarse con
cambios que incluyan una evolución a futuro de los mismos.
Palabras clave: Historia
- progreso - pensamiento - cultura - literatura - idea benjaminiana
del progreso
ABSTRACT
The Medieval Age and the idea
of progress
Under the effect of a fast glance to the content of "La Edad Media y la
Idea del Progreso ", it is easy to construct
that in its essence they are the two key words that conform this brief work:
history and progress. From the point of view of history, after brief
considerations fundamentally of historiographic character, the question is
solved in tie aspects to the Medieval Age: the thought of the time, the culture
and Literature. From the point of view of the progress, the support is
constructed with the thought of Walter Benjamin. Thus it is as the benjaminian idea of the progress crosses appointments and
commentaries on the Medieval Age, looking for a way that clarifies if at such
historical moment the possibility fits to him to a certain extent of implying
itself with changes that include a evolution to future of such.
Key
words:
History - progress - thought - culture - Literature - benjaminian
idea of progress
Notas
(*) Licenciado en Artes. (UNSAM). Profesor terciario y
universitario. e-mail: jofrejorge2000@yahoo.com.ar
[1] SAITTA,
Armando, Guía crítica de la historia y de la historiografía, FCE,
México, 1996, op. cit. “ Il
concetto Della storia nelle sue sue
relazioni con concetto dell ´arte”, Crocce, pag. 32-33.
[2] Ibídem. pp. 32-33.
[3] HOBSBAWM,
Eric, Entrevista sobre el siglo XXI, Crítica, Barcelona, 2000, p. 8.
[4] BENJAMIN,
Walter, Discursos interrumpidos, Taurus, Madrid, 1982, p. 187.
[5] BURCKHARDT,
Jacob, La cultura del renacimiento en Italia, Iberia, Barcelona, 1979,
Notas prologales, pp. IX-X.
[6] Ibídem, p. 187.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem, p. 180.
[10] Ibídem.
[11] Ibídem, p. 181.
[12] MCNALL
BURNS, Edward, Civilizaciones de occidente. Su historia y su cultura, Peuser, Buenos Aires, 1964, p. 385.
[13] TOYNBEE,
Arnold, La gran aventura de la humanidad, Emecé, Buenos Aires, 1985, p. 432.
[14] Ibídem, p. 432.
[15] ROMERO,
José Luis, La Edad Media, FCE, Buenos Aires, 2000, pp. 180-181.
[16] TOYNBEE, Arnold, op. cit., p. 356.
[17] WILLIAMS,
Raymond, Palabras clave, Nueva Visión, Buenos Aires, 2000, pp.222-223.
[18] JOHNSON,
Paul, El renacimiento, Mondadori-Sudamericana,
Buenos Aires, 2005.