Los historiadores y la historia que vivimos. El atentado contra las Torres Gemelas NY 11/09/2001 visto a través de la teoría de la historia

 

Irma Antognazzi(*)

                                                          

A los estudiantes y egresados del Profesorado de Historia del ISP Nº3

 

Introducción

Cuando empezaron las clases del 2003 se desencadenaba la invasión de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países a Irak. Inmensas movilizaciones en todo el mundo manifestaban, pintaban, escribían, gritaban, ¡NO A LA GUERRA! ¡PAZ! en todos los idiomas. Sin embargo la decisión estaba tomada. Irak fue ocupado por tropas extranjeras. Brutales acciones fueron televisadas ante la humanidad agredida.

Me propuse como objetivo central de la cátedra de Problemática Histórica (primer año del Instituto Superior del Profesorado de Villa Constitución y de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario), contribuir a que los estudiantes pudieran ser concientes de su pertenencia a la humanidad; que el hecho trágico no les fuera ajeno, que pudieran asimilarlo como producto de la historia humana. Pretendí que se expresara en el aula la impotencia por no haber podido detener –a pesar de las masivas manifestaciones de rechazo- la cruel invasión programada de antemano como una operación computarizada. El objetivo fue meternos en la problemática histórica mundial no sólo con el corazón, sino con la mente. Esa actitud les permitiría descubrir la posibilidad de actuar como protagonistas concientes de la historia en tanto historiadores.

Sostengo que los hechos sociales actuales, que afectan a toda la sociedad y por ende también a estudiantes y docentes, deben ser estudiados adentro de las aulas, incorporados a los programas de estudio, contrariamente a una visión cientificista y formal que teme que dichas temáticas puedan provocar conflictos ajenos al hecho educativo. Si nos guía en el aula la búsqueda por conocer los procesos sociales y desterrar prejuicios y falsas justificaciones, las distintas opiniones e interrogantes pueden ser una rica cantera de motivaciones y debate. Justamente, la escuela debe contribuir a desarrollar el derecho a pensar [1] promoviendo la incorporación de herramientas teóricas y metodológicas para realizar eficientemente esa actividad humana por excelencia.

 

Empezamos a trabajar

Orientamos a los estudiantes a visitar hemerotecas y bibliotecas [2]. Recorrieron periódicos y bibliografía en busca de algunos antecedentes de la invasión de Irak. Encontraron distintos casos recientes de política agresiva en el área de Cercano y Medio Oriente llevada adelante por el poder político de los Estados Unidos y aliados. Descubrieron hechos de agresión militar de Estados Unidos en nuestro continente americano y en el Caribe, en Asia, y en África.

Los estudiantes no tenían conocimiento de tantas invasiones militares de los Estados Unidos ni de Inglaterra más allá de algunos pocos hechos. Estos temas nunca habían formado parte de los contenidos escolares. Se preguntaban, todavía ingenuamente, por qué estos temas de la historia no se estudian en la escuela. Descubrieron otra historia “olvidada” y cómo ese “olvido” impedía una explicación convincente de los hechos actuales. Estábamos arribando a una temática que en el presente empieza a ser abordada por las ciencias sociales y la historia misma. Se trata del tema memoria e historia. Llegamos a dicho enunciado y lo dejamos pendiente para otro momento del curso.

Ante el creciente interés que iban manifestando fueron formulando más y más preguntas, en un proceso sostenido por la cátedra en base a la convicción de que es posible y necesario explicar los procesos históricos y no sólo recopilar hechos y describirlos[3]. En ese trayecto, pudimos compartir una primera observación para nuestra reflexión: la historia es un proceso, no se trata de hechos aislados como cuentas de un collar que se puedan enhebrar en un solo hilo. Las sociedades son complejas, dinámicas; se mueven a través de un sinnúmero de factores internos y externos contrapuestos o combinados entre sí.

Fuimos llegando a una primera aproximación que nos permitió distinguir historia –vida de Historia- conocimiento. Recurrimos a Pierre Vilar a través del Cap. 1 de su famoso libro “Iniciación al vocabulario del análisis histórico” [4] para reflexionar acerca de su postura filosófica materialista. Les costó asimilar esta distinción porque tenían instalada la idea de la historia como discurso, con la forma de narración o descripción, acerca de tal o cual hecho, generalmente del pasado. Distinguir conocimiento de objeto de conocimiento y pensar en el lugar del historiador, que es a la vez sujeto que conoce pero formado - constituido- socialmente, fue un tema de profunda reflexión teórica y filosófica. Lo sustentamos con la lectura de “Historia y verdad” de Adam Schaff.[5]

Abandonamos momentáneamente el planteo filosófico para recurrir a algunas herramientas teóricas claves para pensar los complejos hechos que se estaban sucediendo ante nosotros. Recurrimos al concepto imperialismo leyendo el opúsculo que escribiera Lenin, titulado “El imperialismo fase superior del capitalismo”. Dicho texto escrito a principios del siglo XX conserva una actualidad sorprendente y resulta una valiosa herramienta teórica con alto contenido histórico, para explicar la esencia de la trama en que ha devenido el capitalismo a nivel mundial. Allí se encuentran las claves para comprender las políticas agresivas de los dueños del capital financiero transnacionalizado y las formas que van gestando a medida que se concentra el poder económico y político. También surge de dicho texto la vigencia y agudización de contradicciones sociales. Agregamos como bibliografía el artículo de Rubén Zardoya Loureda[6] en que trabaja el fenómeno denominado “globalización” desde una perspectiva histórica y un artículo de mi autoría donde analizo el término “globalización” desde el concepto imperialismo.[7]

La penetración en la ciencia de la historia a través de los conceptos mencionados, nos llevó a otros dos conceptos claves: clases sociales y estado. Descubrir el estado como producto histórico de las sociedades humanas fue un reconocimiento a la labor científica de Federico Engels a través de la consulta a su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”. Con estas apoyaturas teóricas fuimos abordando la cuestión del poder del estado. Recurrimos a un artículo de la socióloga Inés Izaguirre “La violencia que no se ve”[8] con cuyo texto pudimos hacer algunas referencias a la historia argentina de los años 70.[9]

Preguntándonos acerca de quiénes disponen del poder en Estados Unidos, y en los demás estados que invadieron Irak, estábamos orientando el análisis hacia la pregunta por los sujetos de la historia. Pero los sujetos actúan en contextos plagados de contradicciones, de las cuales, algunas son más relevantes que otras. Esto nos condujo a pensar en la correlación de fuerzas sociales, dinámica que coloca el punto de mira en el motor que mueve la historia: el choque de intereses y particularmente el choque de intereses antagónicos entre las clases sociales fundamentales, y la infinita trama de contradicciones no sólo en el plano objetivo sino también en el plano de la conciencia.[10]

Contando con la apoyatura de la teoría científica para el conocimiento de historias concretas, pudimos arribar a la afirmación de que los grupos financieros dueños del poder del estado eran capaces de continuar desatando hechos de horror indescriptible, quizás de magnitud no conocida todavía, en el intento de dar otra vuelta de tuerca a un nuevo reacomodamiento internacional, ante el temor de que la crisis del imperialismo entrara en una fase letal. Esta hipótesis fue formulada al señalar que aún dentro de los sectores dominantes operan contradicciones, que no se trata de bloques monolíticos, que el modo de producción capitalista impulsa necesariamente mecanismos de concentración y centralización del capital que en esta etapa imperialista trascienden las fronteras nacionales y crean espacios de conflictos cada vez más agudos y generalizados dentro de su clase y con los demás sectores sociales expropiados.

Según nuestro análisis, la invasión a Irak era parte de un segundo momento de un plan que ciertos sectores financieros, transnacionales, utilizando particularmente los aparatos de poder del estado de los Estados Unidos, habían empezado a planificar mucho tiempo atrás, aún antes del atentado contra las Torres Gemelas de New York el 11 de setiembre de 2001.

En esta secuencia de nuestro trabajo en el aula, propuse a los estudiantes la lectura de un texto que escribí tres días después de dicho atentado. Quisiera compartir con los lectores la experiencia docente completa, por eso transcribo dicho texto.

 

Los historiadores y la historia que vivimos.[11]

La gravedad de los hechos producidos en EE.UU. el martes 11 de setiembre obligan a los pueblos del mundo, incluido al pueblo norteamericano, a pensar sobre la historia del presente y sobre la necesidad de encarar solidariamente la tarea de cambiar la dirección de la historia. Esta es la hora de los pueblos y no de los dueños del poder transnacional. La magnitud del golpe sobre los centros del poder financiero, político y militar del mundo y lo horrendo de los hechos por la pérdida de vidas humanas, no pueden hacernos perder de vista que el mundo está en manos de poderosos intereses financieros transnacionales. Desde ahora, justamente ante la brutalidad de este hecho que pone aún más en evidencia que la sociedad humana debe adoptar otra dirección, deben ser los pueblos los que deben protagonizar la historia y dirigir la superación hacia soluciones de fondo para garantizar en efecto la paz y condiciones solidarias de vida. Son los pueblos, precisamente, los que necesitan y están en condiciones de erradicar definitivamente las causas de la violencia y la guerra y no los poderes interesados en políticas guerreras de venganza y represalias. Preocupa que por ese camino parece dirigirse el presidente de los EE.UU. y el coro de secuaces que le siguen (entre ellos el gobierno de mi país, la Argentina[12]), torciendo y deformando el sentimiento de dolor del pueblo norteamericano y de todos los pueblos del mundo agredidos, diciendo que es necesario “lavar la humillación recibida” y retomar la “tranquilidad de los mercados”.

Cuando ya parecía que se habían vivido los niveles más altos del horror como el Holocausto, la guerra de Viet Nam, la bomba atómica sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki; el terrorismo de estado a que hemos estado sometidos pueblos de América Latina con centenares de miles de desaparecidos; las invasiones de marines en Centro América y el Caribe, la guerra del Golfo, la intromisión y agresión contra la revolución nicaragüense, contra Granada, por citar sólo algunos ejemplos, este hecho con que hoy la humanidad ha vuelto a estremecerse, no puede llegar a ocultar las otras formas de barbaries cotidianas cuyos mecanismos no televisados producen miles de muertes por hambre y miseria cada día, aberración que despoja del carácter humano a miles de millones de seres sobre el planeta.

El horror –sin embargo- no puede hacernos negar los avances que la humanidad viene haciendo en distintos órdenes: en cuanto a definición de derechos humanos; en cuestionar las formas de democracias ficticias desarrollando formas más activas de expresión y participación; en el desarrollo de las ciencias en general y de las ciencias sociales y la historia en particular; y en la creación de principios jurídicos y culturales para una convivencia civilizada. No podemos permitir que los hechos del horror nos tapen el horizonte de la humanidad.
Uno de los más grandes avances de la humanidad ha sido haber desarrollado ciencia de la historia que nos permite pensar los hechos y echar luz sobre los procesos pasados y presentes. Aunque hoy muy pocos son los colegas que están dispuestos a afirmarlo explícitamente, quiero recalcar una vez más, -como lo expresé en nuestro II Congreso de Historia a Debate (Santiago de Compostela, 1999), que hay ciencia de la historia y que debemos usarla para desentrañar la verdadera naturaleza de los procesos del presente.

Por todo esto, y porque sé que nos une no sólo la vocación elegida sino la sensibilidad humana, quiero plantear a esta comunidad de historiadores de H a D que reflexionemos acerca del papel que nos cabe para HACER HISTORIA y no sólo para estudiarla.
No podemos quedarnos como espectadores ante la furia desatada que se prepara para contestar con irracionalidad y aberración, a la irracionalidad y la aberración sufrida, para después, estudiar cómo fue la guerra y contar los muertos. Podemos incidir en desarrollar conciencia, si desde ya nos convocamos para poner en evidencia los verdaderos factores de poder que están en juego y a explicar cuáles son las fuerzas en pugna hoy y las posibilidades de lograr un cambio de esta historia, para que la vida en este planeta pueda continuar sin dejar hacer a los guerreristas su propio juego de terror, corriendo el riesgo de que desaparezca todo lo fantástico que la humanidad ha logrado construir- que a veces se pierde de vista cuando tapan el horizonte montañas de escombros y “noticias” falaces.

Como historiadores podemos hacer escuchar una voz que con la sensatez de la ciencia y la pasión por el conocimiento, desde la óptica de los pueblos en busca del progreso y la paz, pueda llegar a los estudiantes a nuestros lectores, a los medios de comunicación, por las redes virtuales y materiales que existen en el mundo de hoy. Incidir con una voz sólida, fuerte y fundamentada para evitar que este hecho desencadene más guerra, más muerte, más barbarie para los pueblos del mundo. Llegarles sobre todo al pueblo norteamericano presa del dolor y del estupor, porque ellos jamás habían experimentado en carne propia, en su propio territorio, lo que todos los otros pueblos del mundo hemos sufrido y estamos sufriendo.

Propongo entonces que nos coloquemos en nuestro papel de profesionales del estudio de la historia, -aunque no nos han consultado desde el poder financiero que Bush representa y del cual se asume gendarme mundial- para analizar si es conveniente para la humanidad declarar una (otra) guerra hoy. Pongámonos en el lugar de peritos historiadores para actuar en el complejo escenario de esta historia. Busquemos que nuestros respectivos gobiernos, cuerpos electorales, y demás organismos nacionales e internacionales se expidan contra la guerra y a favor de una lucha mancomunada por la organización de los pueblos en la defensa de la humanidad, pero de ninguna manera dar rienda suelta a irresponsables declaraciones de guerra que aunque logren el acuerdo de los gobiernos de muchos países, van en contra de los intereses de la humanidad toda.

Repudiar y rechazar todas las políticas dirigidas por el afán de venganza y de represalia por la imprevisibilidad de sus consecuencias y alcances. Declaró el Secretario de Estado de E.E.U.U. Colin Powell... que la guerra no estará dirigida sólo contra Ben Laden, sino que "una vez que terminemos con esa red, continuaremos con un asalto global contra el terrorismo en general". ¿Podemos dejar así esa frase que abre el camino a cualquier atropello contra los pueblos del mundo? ¿Podemos desconocer qué intereses representan los sectores de poder de EE.UU.? ¿Podemos desconocer que hay también una guerra dentro de los sectores financieros del mundo?
Ni "poner la otra mejilla", ni "ojo por ojo" ya que esas dos frases representan maneras de encarar los conflictos sociales elaboradas por sociedades de hace miles de años. Tampoco sirve la falacia que encuadra la lucha "entre el mal y el bien". De una caracterización equivocada saldrán políticas aberrantes.

¿A quién beneficia y a quién perjudica este hecho del martes 11? Las consecuencias son todavía imprevisibles. ¿Cómo se moverán los distintos grupos de poder? Algunos salieron más perjudicados que otros, seguramente. Perjudica a los pueblos que sufren las muertes y el dolor, la agresión directa e indirecta a toda la humanidad como fueron otras guerras y otras atrocidades conocidas. Una víctima, un ciudadano norteamericano que salió de los escombros dijo: “Yo estuve en Viet Nam y ahora entiendo lo que sufría esa gente cuando nosotros los atacábamos. El odio y la violencia no son la solución, pero nos llevará mucho tiempo darnos cuenta” (diario la Nación, Buenos Aires, Pág. 7 13/09/01) ¿A quién beneficia? Es terrible pensar que puede "beneficiar". Sin embargo es seguro que hay sectores que pretenden obtener "beneficios" Hay experiencia histórica de que los productores de armamentos, por ejemplo pueden obtener réditos; algunos lo usarán para abroquelar sectores y voluntades en una dirección que antes del hecho no existía. (Sirva de ejemplo que cuando el Gral. Leopoldo Galtieri en Argentina durante la última dictadura militar lanzó la invasión a Malvinas hubo quienes se confundieron y de repente lo caracterizaron de “patriota” y de ese modo pretendió conseguir momentáneamente consenso interno que ya había perdido la Junta Militar). Puede haber intereses en conquistar posiciones territoriales estratégicas geopolíticamente valiosas; podría ser usado para tapar la agudización de la crisis en el corazón del capitalismo, etc. Hasta esperan algunos sectores que la declaración de guerra podría permitir una mejoría de las posiciones de las bolsas de valores. Podrá haber negocios inmobiliarios y de servicios y comunicaciones a la vista. La definición de “guerra”, podría favorecer a las empresas aseguradoras que temen por las erogaciones multimillonarias que deberán afrontar, y se respaldarían en esa caracterización que las libraría de todo compromiso.

En momentos en que todos los pueblos del mundo se están manifestando por la justicia, por la democracia efectiva, contra los prejuicios, contra la discriminación, contra la pobreza, contra el hambre, contra la injusticia; en que empiezan a generarse formas de organización globalizada desde la óptica de lo nuevo, intentando superar este esquema de organización social que ya ha demostrado estar perimido, - para ser precisa, me refiero al capitalismo en esta etapa imperialista- no podemos hacerle el juego a una falsa contradicción de “buenos y malos” o a la inversa mirado desde el otro lado, de “malos y buenos”.

Este hecho que debe investigarse hasta las últimas consecuencias, no puede servir de pretexto para que ningún estado del mundo, ni siquiera el pueblo de los Estados Unidos que ha sufrido la agresión directa, lo use para declarar como lo ha hecho el presidente Bush "la primera guerra del siglo XXI", para pretender reforzar, con una supuesta legitimidad, políticas de terror, de agresión, de guerra, ni para justificar, con el pretexto de la agresión sufrida que se continúe con las políticas de expoliación de los pueblos del mundo que están haciendo los grandes poderes transnacionales.

Es tarea nuestra con otros científicos de la sociedad dedicarnos a investigar, a desentrañar la maraña de contradicciones, el choque de políticas, el choque de culturas, los mecanismos que posibilitan que existan seres humanos formados para realizar actos de horror indescriptible; o actos de insensibilidad absoluta ante la miseria y el hambre que provocan sus decisiones políticas. Actos por los que se manipule el sentimiento de dolor sembrando banderas de odio, de venganza y de represalias. Estamos en condiciones de aportar los historiadores desde nuestras propias investigaciones con otros científicos sociales para evitar que se manipule la conciencia, y que estos hechos puedan ser usados como punta de lanza para lanzarse más desembozadamente de lo que lo están haciendo hasta ahora (véase Plan Colombia, por ejemplo), contra los pueblos que están realizando experiencias para construir sociedades más sanas, más vivibles, mejores condiciones de existencia.

Como historiadores tenemos un papel que jugar, convocando a toda la comunidad académica e intelectual mundial para impedir que se instale la política que ya empezó a pergeñarse, de formar un bloque de gobiernos que se autodefinen “aliados y amigos de los EE.UU.”. - no del pueblo estadounidense sino del poder político financiero- y tratar de evitar de que conduzcan a nuestros pueblos en una aventura guerrerista con una cadena de venganza y represalias que distan mucho del concepto de investigación y de justicia que ya la humanidad ha ido construyendo.
Más allá de que estas líneas son preliminares y seguramente se ampliarán y modificarán, espero sí contar con que el conjunto de los historiadores aquí nucleados, podamos colocar ejes para pensar lo que pasa. Este mundo que hemos construido hasta acá, está sostenido hoy por columnas muchos más endebles que las de las Torres Gemelas. Pero este andamiaje carcomido del capitalismo en su más extrema fase imperialista, no lo tiran abajo toneladas de combustibles, ni kamikases. Este mundo necesita de otra historia que está por construirse, con la inteligencia y el protagonismo de los pueblos.

Buenos Aires (Argentina) 14 de setiembre del 2001

 

La ciencia de la historia permite desentrañar

la naturaleza de los procesos del presente de las sociedades

A los estudiantes les llamó la atención encontrar en una nota escrita un año y medio antes un anticipo de lo que estaba sucediendo en su presente y un análisis tan diferente de las interpretaciones que se habían lanzado entonces. Recordaban que hubo quienes llegaron a alegrarse por el acto terrorista porque ocurría en territorio de los Estados Unidos, estado agresor por excelencia. Otros creyeron ver una poderosa fuerza revolucionaria detrás de los atentados, que estaría en condiciones de demoler el mundo imperialista al haber podido destruir materialmente un edificio emblemático de su corazón financiero simbolizado en el World Trade Center de N.Y. Otros intentaron explicar los hechos a través de una supuesta “guerra de civilizaciones” o conflictos religiosos. O la “explicación” del propio presidente Bush que lo presentó como un enfrentamiento entre “el bien y el mal”.[13] ¿Hay “bien” y “mal” en abstracto? Se encaró la respuesta desde el carácter histórico de los hechos sociales y el carácter material de la historia como proceso de movimiento de las sociedades en el tiempo.

En el artículo, se preveía la invasión militar a Afganistán y otras que le seguirían y se apelaba a la movilización popular para hacerle frente a la agresión. Es cierto que las amenazas de invasión estaban explícitas en los discursos del presidente Bush, de Ronald Rumsfeld, y de Condoleza Rice. Más aún, las lanzaban como si el hecho no los hubiera tomado de sorpresa y hubieran tenido ya la respuesta antes de que ocurriera. Ese fue precisamente uno de los primeros indicios que ponían en duda la autoría que se atribuyó inmediatamente de ocurridos los hechos y volvía la mirada, sospechosamente, hacia el Departamento de Estado y los Servicios de Inteligencia de los Estados Unidos.

Pero el análisis que realizamos en su momento no estaba sustentado sólo en los discursos. Fue realizado a partir de las herramientas teóricas de la ciencia de la historia, que nos permitieron caracterizar el hecho dentro del contexto actual del imperialismo, lo que daba pie para descubrir, con poco margen de error, las políticas que los grupos financieros más concentrados necesitan implementar para mantener sus tasas de ganancia y disputar lugares en la puja intermonopólica transnacional, así como intentar desorientar la acción de los pueblos en la historia.

Si bien la mira inmediata era Afganistán, había otros indicios de que el plan iría más allá. El “enemigo”después de Afganistán sería Irak y luego Irán, para justificar lo cual hacía varios años que venían colocando a nivel mundial “señales” de la “peligrosidad” de ambos estados para el resto de la humanidad y particularmente para “los intereses de los Estados Unidos”: la supuesta presencia de armas de destrucción masiva en Irak, el carácter dictatorial de Sadam Hussein y la supuesta producción de armas nucleares en Irán.

A través de dos hechos terroristas ocurridos en Argentina nunca aclarados (la explosión de la embajada de Israel (1992) y de la AMIA- Asociación Mutual Israelita en Argentina - 1994) Irán fue puesto en la mira de los discursos oficiales de los Estados Unidos e incluido en los “ejes del mal”. Nunca encontraron pruebas, y por el contrario las investigaciones judiciales se toparon con una pared de silencio cuando empezaron a descubrir redes de ocultamiento de la verdad imbricadas con el poder del estado, cuya administración estaba a cargo del gobierno de Carlos Menem que reconocía haber establecido “relaciones carnales” con los Estados Unidos.

No sería la primera vez que los sectores de poder preparan el terreno en la opinión pública para justificar políticas aún las más altamente agresivas. Citamos como ejemplo la campaña difamatoria contra el gobierno sandinista en Nicaragua al cual le adjudicaron, falsamente, la venta de armas a la guerrilla salvadoreña. Ese fue el argumento que usó Ronald Reagan, entonces presidente de los Estados Unidos para justificar el apoyo, primero clandestino y luego legal, que su gobierno, conjuntamente con el gobierno argentino de entonces y el del estado de Israel dio a los “contras”[14] y desconocer el dictamen del Tribunal Internacional de Justicia que resolvió a favor de Nicaragua. Un ejemplo actual es la campaña difamatoria al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.[15]

La lectura de los Documentos Santa Fe I y II[16] nos permitió hablar de tácticas y estrategias, de política de los Estados Unidos para América Latina, con aportes que fueron enriqueciendo el análisis.

 

Acerca del protagonismo y los sujetos de la historia

Los discursos “oficiales” seguían justificando la invasión a Irak (llamada falazmente “guerra”) a través de una aparente lógica: encontrar al culpable del atentado contra las Torres Gemelas aunque después de transcurrido un año habían empezado a colocar otro eje: además del supuesto Bin Laden, había que encontrar a Sadan Hussein y dar con las “armas de destrucción masiva” a pesar de que los inspectores de las Naciones Unidas demostraron su inexistencia.

La lectura de estos contenidos nos condujo a encarar otro tema central de la problemática histórica: el papel de los “personajes” en la (s) causa (s) de los hechos históricos.

Las explicaciones “oficiales” del hecho terrorista contra las Torres Gemelas y su consecuencia (¿natural?) la invasión a Irak, iban detrás de encontrar UNA causa, UN personaje, UN factor.

Sugerimos como recurso metodológico preguntarnos qué intereses estaban en juego, a quién beneficiaba y a quién perjudicaba el atentado contra las Torres Gemelas. Pero esa pregunta también era procedente ante los hechos que estaban aconteciendo a nuestra vista: día a día las tropas invasoras ocupaban territorio y destruían todo a su paso. Una pista para responder dicha pregunta la daban las nutridas manifestaciones populares en contra de la invasión. Empezaba a percibirse la resistencia interna y externa a la ocupación militar extranjera.

Analizamos las protestas masivas en contra de la invasión y la forma en que los pueblos se manifestaban solidaria y concientemente en contra. NO A LA GUERRA era un grito que se producía al unísono en el mundo globalizado; era un fenómeno planetario de masas por el cual los pueblos se asumían como testimonio de los valores de la humanidad, como baluarte de la esencia humana, como reservorio del hábitat, como pertenencia colectiva del planeta ante los que pretendían usurparlo.

Está naciendo una nueva identidad[17], decíamos, una conciencia planetaria, una identidad propia de los pueblos del mundo en proceso de re-conocimiento y de identificación del (de los) enemigo (s) de los pueblos. Una nueva conciencia que trasciende el discurso para alojarse en la materia viva, en la participación colectiva, en una manifestación clara de pertenencia, de responsabilidad, de voces que, además saben y experimentan una vez más, que TODAVÍA no son escuchadas; que AÚN NO TIENEN FUERZA como para encauzar en otra dirección la historia.

A un año y medio de aquellos hechos empezaba a conocerse a nivel masivo que la zona invadida era estratégica no sólo por su riqueza petrolera, sino por su ubicación geopolítica (la cercanía de Rusia y de las Repúblicas desprendidas de la ex URSS, de China, de Pakistán y la India). Con menos difusión en los mass media, fueron saliendo a la luz otros datos acerca de las motivaciones de la invasión: la eventual conquista del territorio por Estados Unidos y sus aliados abriría un mercado para el desembarco de empresas constructoras, inmobiliarias, financieras, y, en suma, para someter a los estados de la región al control de los organismos financieros transnacionales. La vinculación entre el ataque militar y la crisis mundial del imperialismo iba quedando expuesta para sectores cada vez más numerosos de las sociedades del mundo, incluyendo la propia sociedad estadounidense.

La sencilla pregunta ¿a quién conviene y a quién perjudica? permite trazar hipótesis acerca de quién podría haber hecho el atentado contra las Torres y quién estaba haciendo la invasión, con qué motivaciones, con qué intereses, con qué conciencia de la realidad y sus consecuencias, a modo de un investigador judicial que se pregunta quién puede haber estado interesado en provocar tal crimen, para formularse hipótesis que lo guíen en el descubrimiento del autor material e intelectual.

Esa pregunta no es ingenua ni banal. Tiene una fuerte apoyatura teórica que todavía los estudiantes no conocían. Es una guía metodológica para pensar el movimiento de las sociedades, partiendo de la convicción de que las luchas sociales, y particularmente la lucha de clases, existen, no son invento de los marxistas. Se trata de un gran descubrimiento científico realizado a mediados del siglo XIX, que sigue siendo ocultado para las grandes mayorías.

La lucha de clases es un concepto teórico que molesta a quienes quieren mantener privilegios. Sin embargo es usada por ellos mismos para hacerla jugar en su beneficio. En manos de los pueblos es una herramienta riquísima para penetrar en el movimiento contradictorio de las sociedades. Estábamos descubriendo dónde radica el motor de la historia.

 

Los discursos “oficiales” en la búsqueda de consenso

Un terreno interesante a explorar fue el contenido de los discursos que se vertían en los medios de comunicación masiva. Los discursos promovían la exaltación del “espíritu democrático”, “la libertad”, el “patriotismo, el “bien” frente al “mal”, “dios” contra los “demonios”. Se buscaba generar terror en la población ante la supuesta inminencia de nuevos ataques “terroristas”. Se estaba preparando el terreno para ganar consenso para justificar cualquier acción violenta que decidieran los dueños del poder del estado de los Estados Unidos y sus aliados sobre otros estados nacionales, aún sin la aprobación “legal” de las Naciones Unidas y violando el principio de autodeterminación de los pueblos y la soberanía de los estados.

Se trataba de localizar la madriguera de un tal Bin Laden y de los talibanes. Debimos recordar que las audiencias televisivas habían sido “informadas” de la existencia de los talibanes un tiempo antes del atentado contra las Torres. Repetidamente se había mostrado que eran capaces de bombardear las antiguas esculturas de Buda, que no permitían estudiar ni trabajar a las mujeres, ni siquiera mostrar sus rostros, como si esos datos fueron suficientes para justificar la invasión que se preparaba. La información era parcial. No hacía referencia alguna a los recursos geopolíticos estratégicos de Afganistán, ni menos aún el papel de los Estados Unidos en el fortalecimiento de la secta de los talibanes cuando los usó para enfrentar a las fuerzas militares de la Unión Soviética en dicho territorio pocos años antes. Los discursos “oficiales” tampoco exponían los vínculos comerciales entre las familias de Bush y de Bin Laden, que salieron a la luz pública masivamente recién en 2004 con el film Fahrenheit 9/11 del documentalista Michael Moore.

Fueron quedando expuestas las relaciones entre los grandes grupos de poder económico- financiero y los aparatos de comunicación masiva, cuyos alcances todavía no están suficientemente instalados en la conciencia colectiva. A través de los textos de noticias e imágenes los estudiantes fueron descubriendo que había intelectuales que operaban al servicio del poder financiero.

 

¿“Todo o nada” o movimiento dialéctico?

En la nota citada se hacía expresa referencia a que era posible y a la vez necesario esperar resistencia popular ante las invasiones anunciadas. ¿En qué se sustentaba tal afirmación? Se había partido de concebir la historia de las sociedades con un movimiento dialéctico, no mecánico, no lineal. Nos detuvimos en este punto, un aporte teórico totalmente abandonado en los estudios de historia y de ciencias sociales. Me refiero concretamente a las leyes, conceptos y categorías de la dialéctica como ciencia del movimiento (de la materia y del pensamiento).

El abordaje comúnmente instalado en la sociedad como sentido común es la óptica del “todo o nada”. ¿Podremos evitar la guerra? No, se respondían. La realidad mostró que no se pudo evitar. Era improbable que se pudiese evitar la invasión. Los intereses de los grandes grupos financieros transnacionales la necesitaban. Los negocios vinculados a la industria militar y los que se abrirían en Medio Oriente eran prometedores para el gran capital financiero transnacional, en momentos en que la crisis del imperialismo está al rojo vivo y sin retorno.

Sin embargo, a pesar de que la invasión no pudo evitarse, el clamor mundial por la paz es un hecho histórico que da cuenta de un crecimiento de la conciencia de millones de personas de todo el mundo, que se expresaron multitudinariamente, que rechazaron a quienes se arrogaron el derecho de decidir por ellos. Gran parte de quienes se involucraron no habían actuado antes concientemente como protagonistas de la historia.

Una concepción muy arraigada supone que los procesos históricos son sencillamente evolutivos unilineales. Dicha concepción no tiene incorporados los movimientos dialécticos que surgen de contradicciones, cambios en cantidad y saltos en cualidad, y negaciones de negaciones, un trayecto en espiral y no simplemente unilineal. Los estudiantes se hacían eco de frases como estas: “de qué valen las movilizaciones si no logramos nada”; “no pasa nada”, “Bush es omnipotente”, “a ese poder nada se le puede oponer”. Hicimos reflexionar acerca de que “nada” y “todo”, “nunca” y “siempre” son adverbios que niegan la historia. La concepción mecánica no dialéctica, -“todo o nada”, “nunca o siempre”- dificulta advertir los procesos, las nuevas posibilidades que se abren permanentemente y las variaciones en la correlación de fuerzas desde donde se avizoran nuevas posibilidades de cambios.

En referencia al papel transformador del conocimiento, llegamos a un concepto central de la dialéctica: la libertad como conciencia de la necesidad, como capacidad para actuar, para decidir, con conciencia. En momentos en que el poder financiero utiliza los medios de comunicación masiva para actuar sobre las mentes de toda la humanidad, se hace imprescindible descubrir la unidad dialéctica entre la base material y el campo subjetivo. A pesar del peso de los discursos deformantes y justificadores, los pueblos del mundo salieron a manifestar contra la guerra, contra la invasión, contra el poder de los Estados Unidos y otros estados que se colocan como dueños de la historia del planeta y que atentan contra los intereses de toda la humanidad. Es cierto, no debemos perder de vista, que todavía los pueblos no hemos logrado construir las capacidades suficientes como para dar vuelta la historia. Volvemos a recuperar para el análisis la cuestión de la correlación de fuerzas sociales.

 

¿Puede un historiador estudiar el presente mientras transcurre?

Se sorprendían que hubiera sido posible explicar los factores causales y los efectos de los hechos del 11 de setiembre desde dentro de los escombros y el estupor por la tragedia, con tanto margen de coincidencia con lo que realmente estaba ocurriendo y se estaba conociendo un año y medio después. Antes de iniciar el curso lectivo, ninguno de ellos había oído hablar de que es posible conocer los procesos históricos con método científico mientras estaban ocurriendo y menos aún que el presente es historia. Tampoco habían advertido que quienes tienen hoy poder como para decidir el curso de la historia, sí disponen de conocimiento y científicos a su servicio.

Cuando empezó el curso la gran mayoría de los estudiantes afirmaban que, como cada uno tiene libertad para opinar, y todo es opinable, todos los puntos de vista son igualmente válidos, cada uno debe sostener el suyo con el mismo grado de credibilidad que cualquier otro, aunque fuesen divergentes. Por ende, concluían, “no es posible ser objetivo”, “no es posible el conocimiento verdadero”. Tenían cristalizada la idea de que si se encaraba el estudio del presente, o un proceso relativamente cercano en el tiempo, eso no era historia sino “hacer política”.[18]

Preguntados acerca del origen de esas ideas, admitieron que no habían leído nada acerca del tema de la objetividad ni tampoco sobre el posmodernismo. Lo que afirmaban con tanta fuerza lo habían adquirido sin recordar cómo ni dónde; lo admitían como un producto propio, algo obvio.

Sin embargo comprobaron que estos análisis producidos en setiembre del 2001, proyectados a marzo /abril del 2003, les permitían hacer más inteligible su propio presente. Y que el avance del conocimiento del presente les aclaraba y enriquecía el conocimiento que les había quedado en la memoria acerca del hecho de las Torres. El proceso dialéctico del conocimiento que empezábamos a aprehender, nos facilitó volver a lecturas teóricas que ya habíamos realizado, pero ahora enriquecidos con otros conocimientos y experiencias.

La profundización y aplicación de la teoría dialéctica materialista de la historia permite romper la visión acartonada y fragmentaria que implica una concepción del presente sin historia y de la historia sin presente. Enfocar el presente como historia no desdeña el estudio de procesos pasados ni rechaza la presencia activa de hechos pasados en el presente. Por el contrario, el estudio historiográfico del presente necesita de ese conocimiento y de la revalidación del pasado que está negado en el presente aunque no de manera absoluta y que constituye una parte importante del presente, donde muchas veces se escabulle y se oculta. Sólo la investigación permite sacarlo a la luz. Pero no puede confundirse esta búsqueda del pasado con una reconstrucción formal ni con una cadena cronológica de acontecimientos. Se trata de descubrir las vertientes de hechos y procesos que se combinan en movimientos dialécticos, creadora y originalmente, sin repeticiones, con otros factores que provienen a su vez de historias de otros tiempos y lugares, que configuran un presente original y distinto, aunque en la apariencia haya recurrencias- sólo en apariencias.[19]

El pasado no determina el presente. Fue necesario detenernos en esta afirmación ya que es común tropezar con una concepción mecánica que atribuye al pasado un carácter determinista sobre los procesos posteriores. Se trata de una visión que excluye a los diversos factores que operan sobre el movimiento de las sociedades en el presente. Su consecuencia directa es que oculta la posibilidad de protagonizar concientemente otra historia, abrir otros caminos y descubrir tendencias posibles de los procesos por fuera de un supuesto determinismo del pasado. Obstruye la posibilidad de conocer la sociedad del presente que se mueve a través de un zigzagueante proceso en espiral combinado con una multitud de factores internos y externos; desconoce la unidad dialéctica posibilidad- realidad una de las claves fundamentales no sólo para estudiar la historia sino para protagonizarla.

La historia del presente es un laboratorio donde quedan cada vez más expuestos los intereses en juego y las formas en que se mueven los actores. Así como los mecanismos implementados para ocultarlos.

 

La cuestión de la “objetividad” en el conocimiento histórico

La invasión a Afganistán y a Irak no dejó dudas acerca de los intereses en juego: conquistar el Asia Central para imponer el dominio político- militar, económico y cultural del gran poder financiero con asiento en los Estados Unidos y la disputa por la hegemonía sobre el área de otros estados, concretamente del G7 más Rusia.

Aunque les resultaba atractivo el planteo, algunos estudiantes señalaron: “este análisis es interesado”. Es cierto, sí, tengo interés en que podamos construir una sociedad mejor para todos los humanos. No tengo compromisos con el “orden” existente. Concibo e imagino la posibilidad de que llegue a haber sociedad humana donde todos los habitantes del planeta podamos disfrutar y compartir las riquezas producidas, los grandes avances y descubrimientos que la humanidad ha ido haciendo a través de la historia; que podamos protagonizar la sociedad que queremos y que necesitamos; y que logremos construir el poder suficiente como para hacer este vuelco de la historia.

¿Es posible ser neutral? No, francamente, no. Evitemos confundir neutralidad con objetividad, neutralidad con conocimiento verdadero.

¿Es posible hacer un análisis objetivo en medio de la emoción y del dolor? Mi respuesta es francamente afirmativa cuando están presentes varias condiciones: primero, que el intelectual no use privilegios que le otorgue el “orden” existente para elaborar justificaciones en lugar de penetrar en el objeto de estudio con una investigación rigurosa; que tenga una sólida formación teórica y metodológica para elegir y trazar caminos investigativos, capacidad para pensar y construir conocimiento; que el docente / investigador pueda disponer de recursos tales que le permitan tomar conciencia de por qué siente dolor o alegría, por qué encara tal o cual tema de investigación; por qué formula el problema de tal o cual manera; por qué usa tales o cuales fuentes; cuál es su margen de libertad al decidir sobre las estrategias de investigación para descubrir un conocimiento verdadero; qué alcances sociales pueden tener los conocimientos que produce.

El conocimiento es, ante todo, un producto humano, y por lo tanto subjetivo. Por eso, no puede resultar indiferente el historiador y su contexto. Estamos hablando de capacidad crítica, reflexiva, que le permita desbrozar de la maraña de falacias y mentiras, de lo complejo de la investigación social, la información verdadera y el análisis en aproximaciones sucesivas- pero en un proceso infinito- hacia la verdad.

En este tramo del trabajo colectivo en el aula descubrí que los estudiantes sostenían una construcción mental tal que el término “democracia” lo definían en abstracto y en oposición antagónica con “dictadura militar”[20]. Por extensión, toda regla, toda norma, todo método era considerado “autoritario”, “antidemocrático”. Creían que la actividad científica al pretender encontrar conocimientos verdaderos negaba “la libertad de expresión”; porque estaría buscando un “discurso único”, una única “Verdad”. Otra vez la falacia y la confusión entre opinión, -sin más resguardo que la capacidad de emitirla, sin exigencia metodológica y crítica aunque rica vertiente de hipótesis y nuevos problemas a investigar- y conocimiento científico que exige fundamento, teoría, razonamiento, pruebas, métodos, verificación de resultados, acumulación de conocimientos.

¿“Todo vale” porque “estamos en democracia”? Esa es otra de las tantas ideas falaces sobre las que orientamos la reflexión. Estaba claro que en esa formulación no tomaban en cuenta la cuestión de la oligarquía financiera y los aparatos de poder del estado a su servicio. Esta mirada de los estudiantes acerca del problema del conocimiento era ingenua. No pudieron ubicar el origen de sus conceptos, no habían leído aún acerca de las concepciones materialistas ni idealistas ni acerca de las nuevas corrientes subjetivistas del conocimiento. Ninguno había adoptado esas posturas concientemente, sin embargo en su práctica expresaban la idea de que los discursos constituyen la realidad y que valen todos por igual, afirmación que sustentaban en el derecho a la “libertad de expresión”.Trabajamos el tema con el texto de Joseph Fontana: “La historia después del `fin de la historia´”.

Aplicando la técnica de “torbellino de ideas” recogimos valiosos aportes para avanzar colectivamente en el conocimiento. Sin embargo, sin cotejarlas entre sí y sin ponerlas frente a los hechos y en la práctica, sin ningún método ni orientación teórica, todas podían ser aceptadas; hasta podría ocurrir que se disparara una compulsa por “si” o por “no” para decidir por mayoría o minoría cuál era verdadera. Es la técnica en boga en programas televisivos, pero también en ámbitos académicos, donde la “verdad” estaría garantizada por la “academia” o corporación de intelectuales o por una mayoría que se construye con encuestas de dudoso rigor estadístico.

¿Es exactamente lo mismo advertir que el conocimiento es subjetivo que caer en subjetivismo? Todo conocimiento es necesariamente subjetivo; es producto de un sujeto biológico pero constituido históricamente, no de una vez para siempre, sino en proceso histórico él mismo. Aún siendo subjetivo, el conocimiento no es necesariamente deformante, parcial, sectario, erróneo. Esta reflexión llevó a descubrir la necesidad de disponer de un marco de referencia para verificar la verdad (las verdades) del (de los) conocimiento (s). Y ese marco de referencia es el abordaje teórico- metodológico para conocer la materia social misma en su movimiento, en su complejidad, en sus contradicciones.

Se estaba abriendo un interesante campo de debate acerca del “partidismo” de la ciencia y de los científicos, particularmente referido al conocimiento de las sociedades. Asociaban “tomar partido”, con deformación deliberada de la realidad. La idea que empezamos a trabajar fue: tomar partido por la búsqueda de conocimientos verdaderos.

Y este debate fue llevando a la cuestión de la verdad.

 

¿Verdad o verdades? ¿Verdad con mayúscula o simplemente verdad relativa?

Con ejemplos propios de la vida de cada uno de nosotros y de la experiencia en el aula fuimos conduciendo el análisis hasta descubrir el carácter histórico del conocimiento; fuimos descubriendo que la búsqueda de “la verdad” forma parte de un proceso del conocer, donde se van afirmando y negando asertos, donde las verdades son producto de un contexto en movimiento, que puede hacer variar la formulación de nuevos problemas de investigación, que la ciencia se va enriqueciendo con nuevas herramientas de análisis, nuevas técnicas y nueva información.; en suma que se trata de un proceso que conduce a una nuevas “verdades” que van aproximándonos hacia el conocimiento del objeto en un proceso infinito. Fuimos descubriendo que se trata de aproximaciones sucesivas, en un proceso que no es lineal, sino contradictorio, donde se van negando formas y etapas que van siendo superadas por otras, verdades relativas al tiempo y al espacio en que se producen, a las particulares condiciones históricas del investigador y de la sociedad. Sin embargo reconocer el carácter histórico del conocimiento no es lo mismo que caer en el presentismo que tan bien rechaza Adam Schaff en la obra citada, ni negar la posibilidad de llegar a un conocimiento verdadero. El carácter histórico del conocimiento echa por la borda la idea de que existe UNA ÚNICA VERDAD, absoluta, de una vez para siempre, en todo tiempo y en todo lugar, postura dogmática que el método dialéctico de conocimiento rechaza de plano.

Es fascinante vivenciar desde el aula, cómo se va moviendo no solamente el conocimiento de hechos o datos, sino fundamentalmente la concepción para pensar, actuar y evaluar lo pensado y actuado.

 

La batalla por las ideas

Entender de qué se trata, qué fuerzas sociales están operando, qué contradicciones están actuando en cada situación de la historia es resultado de una batalla desigual. Para hacer luz sobre la verdad histórica es necesario descorrer un pesado velo impuesto por los mecanismos de (in)comunicación, de (des)información que usan los grandes grupos financieros transnacionales en defensa de sus intereses. En el artículo que analizamos hay una serie de reflexiones que no voy a repetir aquí, sobre el papel estratégico del trabajo profesional de los historiadores para desarrollar la capacidad social de Hacer la Historia, de tomar el planeta con las manos. De este planeta no nos podemos “bajar”, como creía el personaje de la tira de Quino, Mafalda cuando con desesperación gritaba, “¡Paren el mundo que me quiero bajar!”. Entonces es necesario pensar en cómo aportamos para transformarlo.

Actualmente, no son los historiadores sino los llamados “comunicadores sociales” los que se ocupan del presente, del presente-suceso- seleccionado sin explicitación de los fundamentos ni posturas ideológicas. Operan como mercenarios del poder financiero (aunque no sean concientes de ello en todos los casos), pretenden mostrar al gran público cómo es, cómo fue y hasta cómo será la sociedad; “enseñan” metodologías para conocer como cuando hablan de “las dos campanas” para mostrar objetividad; muestran “pruebas” sin ningún rigor científico para justificar sus asertos; manipulan dobles discursos con proliferación de falacias; organizan “reality shows”, realidad virtual que pretenden expresión de la realidad material, en suma no son sólo formadores de opinión sino deformadores de métodos para pensar y desinformadores, concientemente o no.

Esta manipulación de la conciencia y ciencia de la sociedad no es solamente un hecho que reditúa enormes ganancias materiales a los monopolios de las agencias de información. Se trata de operativos de lucha ideológica, lanzados deliberadamente desde el poder contando con el trabajo de historiadores, psicólogos, economistas, antropólogos, científicos sociales, especialistas en comunicación social, a su servicio.

Miles de jóvenes que se inscriben anualmente en las carreras de ciencias sociales, ciencia de la educación, de historia, de filosofía, de antropología, de derecho, de ciencias económicas, ciencias de la comunicación, servicios sociales, etc. son formados para ser mano de obra acrítica del sistema de dominación. Aún los que tengan intenciones de “defender la democracia”, ser “antifascistas”, “ser denunciantes de la corrupción”, y de formar parte de los sectores populares, sólo podrán zafar de la red ideológica del sistema de dominación si toman conciencia de “la batalla por las ideas”.

En momentos en que se pueden conocer los hechos en tiempo real, la interpretación que se haga de ellos y la memoria colectiva que se vaya gestando condicionan fuertemente la historia del presente. Está faltando el debate ideológico consistente con herramientas teóricas. Suele confundirse con meras discusiones por Si o por NO, por TODO o NADA. La forma de promover debates serios y constructivos para que alienten a la capacidad de hacer otra historia es proveer herramientas para pensar. Es claro que una política como ésta sólo puede ser factible desde un estado en que sea el pueblo y no los sectores de poder financiero quienes tengan poder para llevarla adelante. Este sería tema de otro artículo, pero consideramos es un debate urgente en el momento histórico actual.

Hoy la humanidad ha alcanzado niveles de conocimiento de lo social que permiten actuar sobre la dirección de la historia. Entendemos que para dilucidar estos temas el cuerpo teórico del materialismo histórico con la dialéctica inherente al mismo, es una herramienta idónea y debiera estudiarse en toda su magnitud, más profundamente de cómo se ha hecho hasta ahora en los ámbitos académicos y políticos propiamente dichos.

Al terminar el cuatrimestre del año lectivo de 2003, continuaba la invasión a Irak. La violencia y la brutalidad seguían. La resistencia se acrecentaba. Los estudiantes que participaron de la experiencia demostraron haber adquirido interés por las noticias, poder entenderlas, poder distinguir contenidos, tomar posición y fundamentarlas, participar en conversaciones y hechos del presente, transferir a sus familias y amigos algunas de los descubrimientos realizados. Y sobre todo pudieron evaluar los cambios que habían vivido. El objetivo de sentirse parte de la historia de la humanidad estaba empezando a lograrse.

 

Rosario, 15 de abril de 2005

 

 

Bibliografía trabajada en clase

Antognazzi Irma (1999) “Necesidad del enfoque historiográfico para explicar los procesos sociales del presente” EN: Actas del 2º Congreso Internacional Historia a Debate. Santiago de Compostela, España.

Antognazzi, Irma “Qué democracia, qué participación”. EN: Temas 2. Facultad de Humanidades y Artes. Rosario, 1991.

Antognazzi, Irma “La dictadura financiera desenmascarada”, EN: Herramienta, Revista de debate y crítica marxista Nº19, Buenos Aires, 2002.

Antognazzi, Irma “La democracia de la burguesía nacional y la democracia de los grupos financieros”. EN: Herramienta, Revista de debate y crítica marxista Nº 12, Buenos Aires, 2000.

Arostegui Julio. La investigación histórica. Teoría y Métodos. Grijalbo. Barcelona. 1999.

Asborno Martín La moderna aristocracia financiera. El Bloque Editorial. Buenos Aires. 1991

Borón Atilio Imperio &imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri. CLACSO, Buenos Aires, 2002

Chomsky, Noam El terror como política exterior de Estados Unidos. Libros del Zorzal. Buenos Aires, 2002

Hobsbawm Eric Sobre la historia. Crítica. Grijalbo Mondadori. Barcelona. 1998.

Pereyra Carlos “Historia para qué” EN: Pereyra, Carlos (comp.) Historia para qué”. Siglo XXI. México. 1982

Saramago José: “El factor dios” EN: VV.AA. El mundo después del 11 de septiembre de 2001. Península Atalaya. Barcelona 2002.

 

 

RESUMEN

 

Los historiadores y la historia que vivimos. El atentado contra las Torres Gemelas NY 11/09/2001 visto a través de la teoría de la historia

 

Este artículo trata de poner en evidencia la importancia de investigar los procesos sociales que se están desarrollando en el presente con el utillaje teórico y metodológico de que dispone la ciencia de la historia. Abordo la cuestión del compromiso del historiador, problema que ubico precisamente en la relación teoría /práctica, teoría/ historia. Destaco que de esa conjunción dialéctica es posible que el historiador (docente e investigador) pueda tomar conciencia del lugar social desde el cual observa, describe, analiza, interpreta y explica los procesos de la sociedad del presente y entrar en el fascinante recorrido del científico: descubrir procesos, formular problemas y producir conocimientos, en vistas a contribuir a hacer un mundo mejor para todos. La problemática se presenta a través de una experiencia docente realizada en un cuatrimestre a partir de la lectura de un texto de mi autoría escrito a tres días de producido el ataque terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de setiembre de 2001.

 

Palabras claves: historia del presente - teoría de la historia - tarea del historiador - Torres Gemelas 11/09 - experiencia docente

 

 

ABSTRACT

 

Historians and the history we are living. The NY 9/11 attack against the Twin Towers seen through the Theory of History

 

This article tries to prove the importance of investigating the current social processes by making use of the theoretical and methodological approaches that History uses as a science. It deals with the historian commitment when facing a problem connected to the theory/practice or the theory/history relationship. From that dialectic conjunction the historian (either a teacher or an investigator) can become conscious of the social place from where be can observe, describe, analyze, interpret and explain the processes of current society, and enter the fascinating path of the scientist, who finds out processes, formulates problems and produces knowledge, with the aim of making a contribution to a better world for us all. The problem arises through my experience as a teacher, during a term of four months, with the reading of a text I had written and released three days after the terrorist attack against the Twin Towers in New York on 11th. September 2001.

 

Key words: history at present - theory of history – historian - Twin Towers 09/ 11 - teaching experience

 

 

Notas



(*) Docente de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Directora del Grupo de Trabajo Hacer la Historia. Investigadora de teoría y metodología de la historia presente. www.irmaantognazzi.com.ar

[1] Antognazzi Irma: “El derecho a pensar, un derecho humano todavía olvidado”. EN: Seminario del Che Guevara. Facultad. de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario. 2002

[2] Para la gran mayoría de los estudiantes fue su primera incursión en hemerotecas y bibliotecas.

[3] La bastardilla se usará para identificar las cuestiones teóricas y metodológicas que fueron objeto de estudio.

[4] Vilar Pierre Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Crítica. Grijalbo. Barcelona. 4ª edición 1982.

[5] Schaff Adam: Historia y Verdad. Editorial Grijalbo. Barcelona.

[6] Zardoya Loureda Rubén “Historia universal y globalización capitalista. ¿Cómo se presenta y en qué consiste el problema?” EN: Caycedo T., Jaime y Estrada, Jairo (comp.); Marx Vive, Universidad de Bogotá, Colombia. 1999

[7] Antognazzi Irma. “Aclarando conceptos: imperialismo o globalización”, EN: Historia Regional, Nº 16, Sección. Instituto Superior del Profesorado Nº3. Villa Constitución. Santa Fe, 1998

[8] Izaguirre Inés “El poder en proceso: la violencia que no se ve”. EN: Sader, Emir (comp.) Democracia sin exclusiones ni excluidos. Nueva Sociedad, Caracas, Venezuela. 1998

[9] Antognazzi Irma: “De los 60 a los 80: buscando criterios de periodización”. EN: VVAA. Argentina, raíces históricas del presente. Grupo de Trabajo Hacer la Historia. Rosario, 1997.

[10] Cartas de Marx y Engels sobre su concepción de la historia

[11] Este texto fue enviado a Historia a Debate, el 14 de setiembre de 2001, Foro Virtual de Historiadores, Santiago de Compostela, España, publicado en su página Web. www.h-debate.es

[12] Era presidente Fernando de la Rúa, que fuera destituido por una revuelta popular pocos meses después (19 y 21 de diciembre de 2001)

[13] El “bien” contra el “mal” también fueron palabras del presidente de Ronald Reagan para justificar su política de agresión al pueblo y gobierno de Nicaragua en la década del 80.

[14] Callón, Stella Los años del lobo. Operación Cóndor. Peña Lillo - Continente. Buenos Aires, 1999

[15] El Ministerio de Comunicación e Información de la República Bolivariana de Venezuela ha editado numerosos videos y publicado algunos trabajos sobre el papel de los medios de comunicación masivos en manos de la “oposición”. Algunos estudios al respecto son “Los medios en contra del árbitro electoral”; “Psicoterrorismo mediático”, “La nueva ofensiva mediática en Venezuela”. Han sancionado la Ley de responsabilidad social en radio y televisión. Gaceta Oficial Nº 38.081, diciembre de 2004

[16] Suárez, Carlos; Brunatti, Luis y otros: La estrategia neocolonial del imperio para los años `90.Santa Fe I y II. Gente- Sur. Buenos Aires, 1990. Callón, Stella y Ego Ducrot: Recolonización o dependencia. Norma. Buenos Aires 2004.

[17] Antognazzi Irma “Bases materiales y subjetivas para la construcción de una identidad política popular. Debate teórico- político en la Argentina de hoy”. EN: Claroscuro, Revista del Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural. Numero Especial Facultad de Humanidades y Artes UNR. 2003. Tomo 2, pp. 287 a 309

[18] En Moscú (2001) conversando con estudiantes secundarios y terciarios, al preguntarles si ellos estudiaban acerca de la Revolución Rusa en las escuelas, contestaron: “No, eso es política, nosotros no hacemos política en las escuelas, estudiamos historia”. Una maestra de escuela primaria en San Petersburgo dio la misma respuesta.

[19] Schaff, Adam; op. cit.

[20] Schaff, Adam; op. cit. Antognazzi Irma “Acerca del terrorismo de estado en Argentina. Apuntes para la reflexión en el aula”, EN: Historia Regional Nº 21. Sección Historia. Instituto Superior del Profesorado Nº 3, Villa Constitución. Octubre 2003. pp. 93 a 193.