Los historiadores y la historia
que vivimos. El atentado contra las Torres Gemelas NY 11/09/2001 visto a través
de la teoría de la historia
Irma Antognazzi(*)
A los estudiantes y egresados del
Profesorado de Historia del ISP Nº3
Introducción
Cuando empezaron las clases del 2003 se desencadenaba la invasión de
Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países a Irak. Inmensas movilizaciones en
todo el mundo manifestaban, pintaban, escribían, gritaban, ¡NO A LA GUERRA! ¡PAZ!
en todos los idiomas. Sin embargo la decisión estaba tomada. Irak fue ocupado
por tropas extranjeras. Brutales acciones fueron televisadas ante la humanidad
agredida.
Me propuse como objetivo central de la cátedra de Problemática
Histórica (primer año del Instituto Superior del Profesorado de Villa
Constitución y de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional
de Rosario), contribuir a que los estudiantes pudieran ser concientes de su
pertenencia a la humanidad; que el hecho trágico no les fuera ajeno, que pudieran
asimilarlo como producto de la historia humana. Pretendí que se expresara en el
aula la impotencia por no haber podido detener –a pesar de las masivas
manifestaciones de rechazo- la cruel invasión programada de antemano como una
operación computarizada. El objetivo fue meternos en la problemática histórica
mundial no sólo con el corazón, sino con la mente. Esa actitud les permitiría descubrir
la posibilidad de actuar como protagonistas concientes de la historia en tanto
historiadores.
Sostengo que los hechos sociales actuales, que afectan a toda la
sociedad y por ende también a estudiantes y docentes, deben ser estudiados
adentro de las aulas, incorporados a los programas de estudio, contrariamente a
una visión cientificista y formal que teme que dichas temáticas puedan provocar
conflictos ajenos al hecho educativo. Si nos guía en el aula la búsqueda por
conocer los procesos sociales y desterrar prejuicios y falsas justificaciones, las
distintas opiniones e interrogantes pueden ser una rica cantera de motivaciones
y debate. Justamente, la escuela debe contribuir a desarrollar el derecho a pensar [1] promoviendo la incorporación de herramientas
teóricas y metodológicas para realizar eficientemente esa actividad humana por
excelencia.
Empezamos a trabajar
Orientamos a los estudiantes a visitar hemerotecas y bibliotecas [2]. Recorrieron periódicos y bibliografía en
busca de algunos antecedentes de la invasión de Irak. Encontraron distintos
casos recientes de política agresiva en el área de Cercano y Medio Oriente llevada
adelante por el poder político de los Estados Unidos y aliados. Descubrieron
hechos de agresión militar de Estados Unidos en nuestro continente americano y
en el Caribe, en Asia, y en África.
Los estudiantes no tenían conocimiento de tantas invasiones militares
de los Estados Unidos ni de Inglaterra más allá de algunos pocos hechos. Estos
temas nunca habían formado parte de los contenidos escolares. Se preguntaban,
todavía ingenuamente, por qué estos temas de la historia no se estudian en la
escuela. Descubrieron otra historia “olvidada” y cómo ese “olvido” impedía una
explicación convincente de los hechos actuales. Estábamos arribando a una
temática que en el presente empieza a ser abordada por las ciencias sociales y
la historia misma. Se trata del tema memoria
e historia. Llegamos a dicho enunciado y lo dejamos pendiente para otro
momento del curso.
Ante el creciente interés que iban manifestando fueron formulando más y
más preguntas, en un proceso sostenido por la cátedra en base a la convicción
de que es posible y necesario explicar
los procesos históricos y no sólo recopilar hechos y describirlos[3]. En ese trayecto, pudimos compartir una
primera observación para nuestra reflexión: la
historia es un proceso, no se trata de hechos aislados como cuentas de un
collar que se puedan enhebrar en un solo hilo. Las sociedades son complejas,
dinámicas; se mueven a través de un sinnúmero de factores internos y externos
contrapuestos o combinados entre sí.
Fuimos llegando a una primera aproximación que nos permitió distinguir historia –vida de Historia- conocimiento. Recurrimos a Pierre Vilar a través del Cap.
1 de su famoso libro “Iniciación al vocabulario del análisis histórico” [4] para reflexionar acerca de su postura
filosófica materialista. Les costó asimilar esta distinción porque tenían
instalada la idea de la historia como discurso, con la forma de narración o
descripción, acerca de tal o cual hecho, generalmente del pasado. Distinguir conocimiento de objeto de conocimiento y pensar en el lugar del historiador, que es a la vez
sujeto que conoce pero formado - constituido- socialmente, fue un tema de
profunda reflexión teórica y filosófica. Lo sustentamos con la lectura de
“Historia y verdad” de Adam Schaff.[5]
Abandonamos momentáneamente el planteo filosófico para recurrir a
algunas herramientas teóricas claves para pensar los complejos hechos que se
estaban sucediendo ante nosotros. Recurrimos
al concepto imperialismo leyendo el
opúsculo que escribiera Lenin, titulado “El imperialismo fase superior del
capitalismo”. Dicho texto escrito a principios del siglo XX conserva una
actualidad sorprendente y resulta una valiosa herramienta teórica con alto
contenido histórico, para explicar la esencia de la trama en que ha devenido el
capitalismo a nivel mundial. Allí se encuentran las claves para comprender las
políticas agresivas de los dueños del capital financiero transnacionalizado y
las formas que van gestando a medida que se concentra el poder económico y
político. También surge de dicho texto la vigencia y agudización de
contradicciones sociales. Agregamos como bibliografía el artículo de Rubén Zardoya
Loureda[6] en que trabaja el fenómeno denominado “globalización” desde una perspectiva
histórica y un artículo de mi autoría donde analizo el término “globalización”
desde el concepto imperialismo.[7]
La penetración en la ciencia de
la historia a través de los conceptos mencionados, nos llevó a otros dos
conceptos claves: clases sociales y estado. Descubrir el estado como producto histórico de las
sociedades humanas fue un reconocimiento a la labor científica de Federico
Engels a través de la consulta a su libro “El origen de la familia, la
propiedad privada y el estado”. Con estas apoyaturas teóricas fuimos abordando la cuestión del poder del estado.
Recurrimos a un artículo de la socióloga Inés Izaguirre “La violencia que no se
ve”[8] con cuyo texto pudimos hacer algunas
referencias a la historia argentina de los años 70.[9]
Preguntándonos acerca de quiénes disponen del poder en Estados Unidos,
y en los demás estados que invadieron Irak, estábamos orientando el análisis
hacia la pregunta por los sujetos de la
historia. Pero los sujetos actúan en contextos plagados de contradicciones, de las cuales, algunas son
más relevantes que otras. Esto nos condujo a pensar en la correlación de fuerzas sociales, dinámica que coloca el punto de
mira en el motor que mueve la historia:
el choque de intereses y particularmente el
choque de intereses antagónicos entre las clases sociales fundamentales, y la infinita trama de contradicciones no
sólo en el plano objetivo sino también en el plano de la conciencia.[10]
Contando con la apoyatura de la teoría científica para el conocimiento
de historias concretas, pudimos arribar a la afirmación de que los grupos financieros dueños del poder del
estado eran capaces de continuar desatando hechos de horror indescriptible,
quizás de magnitud no conocida todavía, en el intento de dar otra vuelta de
tuerca a un nuevo reacomodamiento internacional, ante el temor de que la crisis
del imperialismo entrara en una fase letal. Esta hipótesis fue formulada al señalar
que aún dentro de los sectores dominantes operan contradicciones, que no se
trata de bloques monolíticos, que el modo
de producción capitalista impulsa necesariamente mecanismos de concentración y
centralización del capital que en esta etapa imperialista trascienden las
fronteras nacionales y crean espacios de conflictos cada vez más agudos y
generalizados dentro de su clase y con los demás sectores sociales expropiados.
Según nuestro análisis, la invasión a Irak era parte de un segundo
momento de un plan que ciertos sectores financieros, transnacionales, utilizando
particularmente los aparatos de poder del estado de los Estados Unidos, habían
empezado a planificar mucho tiempo atrás, aún antes del atentado contra las
Torres Gemelas de New York el 11 de setiembre de 2001.
En esta secuencia de nuestro trabajo en el aula, propuse a los
estudiantes la lectura de un texto que escribí tres días después de dicho
atentado. Quisiera compartir con los lectores la experiencia docente completa,
por eso transcribo dicho texto.
Los historiadores y la historia
que vivimos.[11]
La gravedad de los hechos
producidos en EE.UU. el martes 11 de setiembre obligan a los pueblos del mundo,
incluido al pueblo norteamericano, a pensar sobre la historia del presente y
sobre la necesidad de encarar solidariamente la tarea de cambiar la dirección
de la historia. Esta es la hora de los pueblos y no de los dueños del poder
transnacional. La magnitud del golpe sobre los centros del poder financiero,
político y militar del mundo y lo horrendo de los hechos por la pérdida de
vidas humanas, no pueden hacernos perder de vista que el mundo está en manos de
poderosos intereses financieros transnacionales. Desde ahora, justamente ante
la brutalidad de este hecho que pone aún más en evidencia que la sociedad
humana debe adoptar otra dirección, deben ser los pueblos los que deben
protagonizar la historia y dirigir la superación hacia soluciones de fondo para
garantizar en efecto la paz y condiciones solidarias de vida. Son los pueblos,
precisamente, los que necesitan y están en condiciones de erradicar
definitivamente las causas de la violencia y la guerra y no los poderes
interesados en políticas guerreras de venganza y represalias. Preocupa que por
ese camino parece dirigirse el presidente de los EE.UU. y el coro de secuaces
que le siguen (entre ellos el gobierno de mi país, la Argentina[12]),
torciendo y deformando el sentimiento de dolor del pueblo norteamericano y de
todos los pueblos del mundo agredidos, diciendo que es necesario “lavar la
humillación recibida” y retomar la “tranquilidad de los mercados”.
Cuando ya parecía que se habían
vivido los niveles más altos del horror como el Holocausto, la guerra de Viet
Nam, la bomba atómica sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki; el terrorismo
de estado a que hemos estado sometidos pueblos de América Latina con centenares
de miles de desaparecidos; las invasiones de marines en Centro América y el
Caribe, la guerra del Golfo, la intromisión y agresión contra la revolución
nicaragüense, contra Granada, por citar sólo algunos ejemplos, este hecho con
que hoy la humanidad ha vuelto a estremecerse, no puede llegar a ocultar las
otras formas de barbaries cotidianas cuyos mecanismos no televisados producen
miles de muertes por hambre y miseria cada día, aberración que despoja del
carácter humano a miles de millones de seres sobre el planeta.
El horror –sin embargo- no puede
hacernos negar los avances que la humanidad viene haciendo en distintos
órdenes: en cuanto a definición de derechos humanos; en cuestionar las formas
de democracias ficticias desarrollando formas más activas de expresión y
participación; en el desarrollo de las ciencias en general y de las ciencias
sociales y la historia en particular; y en la creación de principios jurídicos
y culturales para una convivencia civilizada. No podemos permitir que los
hechos del horror nos tapen el horizonte de la humanidad.
Uno de los más grandes avances de la humanidad ha sido haber desarrollado
ciencia de la historia que nos permite pensar los hechos y echar luz sobre los
procesos pasados y presentes. Aunque hoy muy pocos son los colegas que están
dispuestos a afirmarlo explícitamente, quiero recalcar una vez más, -como lo
expresé en nuestro II Congreso de Historia a Debate (Santiago de Compostela,
1999), que hay ciencia de la historia y que debemos usarla para desentrañar la
verdadera naturaleza de los procesos del presente.
Por todo esto, y porque sé que
nos une no sólo la vocación elegida sino la sensibilidad humana, quiero
plantear a esta comunidad de historiadores de H a D que reflexionemos acerca
del papel que nos cabe para HACER HISTORIA y no sólo para estudiarla.
No podemos quedarnos como espectadores ante la furia desatada que se prepara
para contestar con irracionalidad y aberración, a la irracionalidad y la
aberración sufrida, para después, estudiar cómo fue la guerra y contar los
muertos. Podemos incidir en desarrollar conciencia, si desde ya nos convocamos
para poner en evidencia los verdaderos factores de poder que están en juego y a
explicar cuáles son las fuerzas en pugna hoy y las posibilidades de lograr un
cambio de esta historia, para que la vida en este planeta pueda continuar sin
dejar hacer a los guerreristas su propio juego de terror, corriendo el riesgo
de que desaparezca todo lo fantástico que la humanidad ha logrado construir-
que a veces se pierde de vista cuando tapan el horizonte montañas de escombros
y “noticias” falaces.
Como historiadores podemos hacer
escuchar una voz que con la sensatez de la ciencia y la pasión por el
conocimiento, desde la óptica de los pueblos en busca del progreso y la paz,
pueda llegar a los estudiantes a nuestros lectores, a los medios de
comunicación, por las redes virtuales y materiales que existen en el mundo de
hoy. Incidir con una voz sólida, fuerte y fundamentada para evitar que este
hecho desencadene más guerra, más muerte, más barbarie para los pueblos del
mundo. Llegarles sobre todo al pueblo norteamericano presa del dolor y del
estupor, porque ellos jamás habían experimentado en carne propia, en su propio
territorio, lo que todos los otros pueblos del mundo hemos sufrido y estamos
sufriendo.
Propongo entonces que nos
coloquemos en nuestro papel de profesionales del estudio de la historia,
-aunque no nos han consultado desde el poder financiero que Bush representa y
del cual se asume gendarme mundial- para analizar si es conveniente para la
humanidad declarar una (otra) guerra hoy. Pongámonos en el lugar de peritos
historiadores para actuar en el complejo escenario de esta historia. Busquemos
que nuestros respectivos gobiernos, cuerpos electorales, y demás organismos
nacionales e internacionales se expidan contra la guerra y a favor de una lucha
mancomunada por la organización de los pueblos en la defensa de la humanidad,
pero de ninguna manera dar rienda suelta a irresponsables declaraciones de
guerra que aunque logren el acuerdo de los gobiernos de muchos países, van en
contra de los intereses de la humanidad toda.
Repudiar y rechazar todas las
políticas dirigidas por el afán de venganza y de represalia por la imprevisibilidad
de sus consecuencias y alcances. Declaró el Secretario de Estado de E.E.U.U.
Colin Powell... que la guerra no estará dirigida sólo contra Ben Laden, sino
que "una vez que terminemos con esa red, continuaremos con un asalto
global contra el terrorismo en general". ¿Podemos dejar así esa frase que
abre el camino a cualquier atropello contra los pueblos del mundo? ¿Podemos
desconocer qué intereses representan los sectores de poder de EE.UU.? ¿Podemos
desconocer que hay también una guerra dentro de los sectores financieros del
mundo?
Ni "poner la otra mejilla", ni "ojo por ojo" ya que esas
dos frases representan maneras de encarar los conflictos sociales elaboradas
por sociedades de hace miles de años. Tampoco sirve la falacia que encuadra la
lucha "entre el mal y el bien". De una caracterización equivocada
saldrán políticas aberrantes.
¿A quién beneficia y a quién
perjudica este hecho del martes 11? Las consecuencias son todavía
imprevisibles. ¿Cómo se moverán los distintos grupos de poder? Algunos salieron
más perjudicados que otros, seguramente. Perjudica a los pueblos que sufren las
muertes y el dolor, la agresión directa e indirecta a toda la humanidad como
fueron otras guerras y otras atrocidades conocidas. Una víctima, un ciudadano
norteamericano que salió de los escombros dijo: “Yo estuve en Viet Nam y ahora
entiendo lo que sufría esa gente cuando nosotros los atacábamos. El odio y la
violencia no son la solución, pero nos llevará mucho tiempo darnos cuenta”
(diario la Nación, Buenos Aires, Pág. 7 13/09/01) ¿A quién beneficia? Es
terrible pensar que puede "beneficiar". Sin embargo es seguro que hay
sectores que pretenden obtener "beneficios" Hay experiencia histórica
de que los productores de armamentos, por ejemplo pueden obtener réditos;
algunos lo usarán para abroquelar sectores y voluntades en una dirección que
antes del hecho no existía. (Sirva de ejemplo que cuando el Gral. Leopoldo
Galtieri en Argentina durante la última dictadura militar lanzó la invasión a
Malvinas hubo quienes se confundieron y de repente lo caracterizaron de
“patriota” y de ese modo pretendió conseguir momentáneamente consenso interno
que ya había perdido la Junta Militar). Puede haber intereses en conquistar
posiciones territoriales estratégicas geopolíticamente valiosas; podría ser
usado para tapar la agudización de la crisis en el corazón del capitalismo,
etc. Hasta esperan algunos sectores que la declaración de guerra podría
permitir una mejoría de las posiciones de las bolsas de valores. Podrá haber
negocios inmobiliarios y de servicios y comunicaciones a la vista. La
definición de “guerra”, podría favorecer a las empresas aseguradoras que temen
por las erogaciones multimillonarias que deberán afrontar, y se respaldarían en
esa caracterización que las libraría de todo compromiso.
En momentos en que todos los
pueblos del mundo se están manifestando por la justicia, por la democracia
efectiva, contra los prejuicios, contra la discriminación, contra la pobreza,
contra el hambre, contra la injusticia; en que empiezan a generarse formas de
organización globalizada desde la óptica de lo nuevo, intentando superar este
esquema de organización social que ya ha demostrado estar perimido, - para ser
precisa, me refiero al capitalismo en esta etapa imperialista- no podemos
hacerle el juego a una falsa contradicción de “buenos y malos” o a la inversa
mirado desde el otro lado, de “malos y buenos”.
Este hecho que debe investigarse
hasta las últimas consecuencias, no puede servir de pretexto para que ningún
estado del mundo, ni siquiera el pueblo de los Estados Unidos que ha sufrido la
agresión directa, lo use para declarar como lo ha hecho el presidente Bush
"la primera guerra del siglo XXI", para pretender reforzar, con una
supuesta legitimidad, políticas de terror, de agresión, de guerra, ni para
justificar, con el pretexto de la agresión sufrida que se continúe con las
políticas de expoliación de los pueblos del mundo que están haciendo los
grandes poderes transnacionales.
Es tarea nuestra con otros
científicos de la sociedad dedicarnos a investigar, a desentrañar la maraña de
contradicciones, el choque de políticas, el choque de culturas, los mecanismos
que posibilitan que existan seres humanos formados para realizar actos de horror
indescriptible; o actos de insensibilidad absoluta ante la miseria y el hambre
que provocan sus decisiones políticas. Actos por los que se manipule el
sentimiento de dolor sembrando banderas de odio, de venganza y de represalias.
Estamos en condiciones de aportar los historiadores desde nuestras propias
investigaciones con otros científicos sociales para evitar que se manipule la
conciencia, y que estos hechos puedan ser usados como punta de lanza para
lanzarse más desembozadamente de lo que lo están haciendo hasta ahora (véase
Plan Colombia, por ejemplo), contra los pueblos que están realizando
experiencias para construir sociedades más sanas, más vivibles, mejores
condiciones de existencia.
Como historiadores tenemos un
papel que jugar, convocando a toda la comunidad académica e intelectual mundial
para impedir que se instale la política que ya empezó a pergeñarse, de formar
un bloque de gobiernos que se autodefinen “aliados y amigos de los EE.UU.”. -
no del pueblo estadounidense sino del poder político financiero- y tratar de
evitar de que conduzcan a nuestros pueblos en una aventura guerrerista con una
cadena de venganza y represalias que distan mucho del concepto de investigación
y de justicia que ya la humanidad ha ido construyendo.
Más allá de que estas líneas son preliminares y seguramente se ampliarán y
modificarán, espero sí contar con que el conjunto de los historiadores aquí
nucleados, podamos colocar ejes para pensar lo que pasa. Este mundo que hemos
construido hasta acá, está sostenido hoy por columnas muchos más endebles que
las de las Torres Gemelas. Pero este andamiaje carcomido del capitalismo en su
más extrema fase imperialista, no lo tiran abajo toneladas de combustibles, ni
kamikases. Este mundo necesita de otra historia que está por construirse, con
la inteligencia y el protagonismo de los pueblos.
Buenos Aires (Argentina) 14 de
setiembre del 2001
La ciencia de la historia permite desentrañar
la naturaleza de los procesos del presente de las sociedades
A los estudiantes les llamó la atención encontrar en una nota escrita
un año y medio antes un anticipo de lo que estaba sucediendo en su presente y
un análisis tan diferente de las interpretaciones que se habían lanzado
entonces. Recordaban que hubo quienes llegaron a alegrarse por el acto terrorista
porque ocurría en territorio de los Estados Unidos, estado agresor por
excelencia. Otros creyeron ver una poderosa fuerza revolucionaria detrás de los
atentados, que estaría en condiciones de demoler el mundo imperialista al haber
podido destruir materialmente un edificio emblemático de su corazón financiero
simbolizado en el World Trade Center de N.Y. Otros intentaron explicar los
hechos a través de una supuesta “guerra de civilizaciones” o conflictos
religiosos. O la “explicación” del propio presidente Bush que lo presentó como
un enfrentamiento entre “el bien y el mal”.[13]
¿Hay “bien” y “mal” en abstracto? Se encaró la respuesta desde el carácter
histórico de los hechos sociales y el carácter material de la historia como proceso de movimiento de las sociedades en el tiempo.
En el artículo, se preveía la invasión militar a Afganistán y otras que
le seguirían y se apelaba a la movilización popular para hacerle frente a la
agresión. Es cierto que las amenazas de invasión estaban explícitas en los discursos
del presidente Bush, de Ronald Rumsfeld, y de Condoleza Rice. Más aún, las
lanzaban como si el hecho no los hubiera tomado de sorpresa y hubieran tenido
ya la respuesta antes de que ocurriera. Ese fue precisamente uno de los
primeros indicios que ponían en duda la autoría que se atribuyó inmediatamente
de ocurridos los hechos y volvía la mirada, sospechosamente, hacia el
Departamento de Estado y los Servicios de Inteligencia de los Estados Unidos.
Pero el análisis que realizamos en su momento no estaba sustentado sólo
en los discursos. Fue realizado a partir de las herramientas teóricas de la ciencia de la historia, que nos
permitieron caracterizar el hecho dentro del contexto actual del imperialismo, lo
que daba pie para descubrir, con poco margen de error, las políticas que los
grupos financieros más concentrados necesitan
implementar para mantener sus tasas de ganancia y disputar lugares en la puja
intermonopólica transnacional, así como intentar desorientar la acción de los
pueblos en la historia.
Si
bien la mira inmediata era Afganistán, había otros
indicios de que
el plan iría más allá. El
“enemigo”después de Afganistán sería
Irak y luego
Irán, para justificar lo cual hacía varios años
que venían colocando a nivel
mundial “señales” de la “peligrosidad”
de ambos estados para el resto de la
humanidad y particularmente para “los intereses de los Estados
Unidos”: la
supuesta presencia de armas de destrucción masiva en Irak, el
carácter
dictatorial de Sadam Hussein y la supuesta producción de armas
nucleares en
Irán.
A través de dos hechos terroristas ocurridos en Argentina nunca
aclarados (la explosión de la embajada de Israel (1992) y de la AMIA-
Asociación Mutual Israelita en Argentina - 1994) Irán fue puesto en la mira de
los discursos oficiales de los Estados Unidos e incluido en los “ejes del mal”.
Nunca encontraron pruebas, y por el contrario las investigaciones judiciales se
toparon con una pared de silencio cuando empezaron a descubrir redes de
ocultamiento de la verdad imbricadas con el poder del estado, cuya
administración estaba a cargo del gobierno de Carlos Menem que reconocía haber
establecido “relaciones carnales” con los Estados Unidos.
No sería la primera vez que los sectores de poder preparan el terreno
en la opinión pública para justificar políticas aún las más altamente agresivas.
Citamos como ejemplo la campaña difamatoria contra el gobierno sandinista en
Nicaragua al cual le adjudicaron, falsamente, la venta de armas a la guerrilla
salvadoreña. Ese fue el argumento que usó Ronald Reagan, entonces presidente de
los Estados Unidos para justificar el apoyo, primero clandestino y luego legal,
que su gobierno, conjuntamente con el gobierno argentino de entonces y el del
estado de Israel dio a los “contras”[14] y desconocer el dictamen del Tribunal
Internacional de Justicia que resolvió a favor de Nicaragua. Un ejemplo actual
es la campaña difamatoria al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.[15]
La lectura de los Documentos Santa Fe I y II[16] nos permitió hablar de tácticas y estrategias, de política
de los Estados Unidos para América Latina, con aportes que fueron
enriqueciendo el análisis.
Acerca del protagonismo y los sujetos de la historia
Los discursos “oficiales” seguían justificando la invasión a Irak
(llamada falazmente “guerra”) a través de una aparente lógica: encontrar al
culpable del atentado contra las Torres Gemelas aunque después de transcurrido
un año habían empezado a colocar otro eje: además del supuesto Bin Laden, había
que encontrar a Sadan Hussein y dar con las “armas de destrucción masiva” a pesar
de que los inspectores de las Naciones Unidas demostraron su inexistencia.
La lectura de estos contenidos nos condujo a encarar otro tema central
de la problemática histórica: el papel de
los “personajes” en la (s) causa (s) de los hechos históricos.
Las explicaciones “oficiales” del hecho terrorista contra las Torres
Gemelas y su consecuencia (¿natural?) la invasión a Irak, iban detrás de
encontrar UNA causa, UN personaje, UN factor.
Sugerimos como recurso metodológico preguntarnos qué intereses estaban
en juego, a quién beneficiaba y a quién
perjudicaba el atentado contra las Torres Gemelas. Pero esa pregunta
también era procedente ante los hechos que estaban aconteciendo a nuestra
vista: día a día las tropas invasoras ocupaban territorio y destruían todo a su
paso. Una pista para responder dicha pregunta la daban las nutridas
manifestaciones populares en contra de la invasión. Empezaba a percibirse la resistencia interna y externa a la
ocupación militar extranjera.
Analizamos las protestas masivas en contra de la invasión y la forma en
que los pueblos se manifestaban solidaria y concientemente en contra. NO A LA
GUERRA era un grito que se producía al unísono en el mundo globalizado; era un
fenómeno planetario de masas por el cual los pueblos se asumían como testimonio
de los valores de la humanidad, como baluarte de la esencia humana, como
reservorio del hábitat, como pertenencia colectiva del planeta ante los que
pretendían usurparlo.
Está naciendo una nueva identidad[17], decíamos, una conciencia planetaria, una
identidad propia de los pueblos del mundo en proceso de re-conocimiento y de
identificación del (de los) enemigo (s) de los pueblos. Una nueva conciencia
que trasciende el discurso para alojarse en la materia viva, en la
participación colectiva, en una manifestación clara de pertenencia, de
responsabilidad, de voces que, además saben y experimentan una vez más, que
TODAVÍA no son escuchadas; que AÚN NO TIENEN FUERZA como para encauzar en otra
dirección la historia.
A un año y medio de aquellos hechos empezaba a conocerse a nivel masivo
que la zona invadida era estratégica no sólo por su riqueza petrolera, sino por
su ubicación geopolítica (la cercanía de Rusia y de las Repúblicas desprendidas
de la ex URSS, de China, de Pakistán y la India). Con menos difusión en los
mass media, fueron saliendo a la luz otros datos acerca de las motivaciones de
la invasión: la eventual conquista del territorio por Estados Unidos y sus
aliados abriría un mercado para el desembarco de empresas constructoras,
inmobiliarias, financieras, y, en suma, para someter a los estados de la región
al control de los organismos financieros transnacionales. La vinculación entre
el ataque militar y la crisis mundial del imperialismo iba quedando expuesta
para sectores cada vez más numerosos de las sociedades del mundo, incluyendo la
propia sociedad estadounidense.
La sencilla pregunta ¿a quién
conviene y a quién perjudica? permite trazar hipótesis acerca de quién
podría haber hecho el atentado contra las Torres y quién estaba haciendo la
invasión, con qué motivaciones, con qué intereses, con qué conciencia de la
realidad y sus consecuencias, a modo de un investigador judicial que se
pregunta quién puede haber estado interesado en provocar tal crimen, para formularse
hipótesis que lo guíen en el descubrimiento del autor material e intelectual.
Esa pregunta no es ingenua ni banal. Tiene una fuerte apoyatura teórica
que todavía los estudiantes no conocían. Es una guía metodológica para pensar
el movimiento de las sociedades, partiendo de la convicción de que las luchas
sociales, y particularmente la lucha de
clases, existen, no son invento de los marxistas. Se trata de un gran
descubrimiento científico realizado a mediados del siglo XIX, que sigue siendo ocultado
para las grandes mayorías.
La lucha de clases es un
concepto teórico que molesta
a quienes quieren mantener privilegios. Sin embargo es usada por ellos mismos
para hacerla jugar en su beneficio. En manos de los pueblos es una herramienta
riquísima para penetrar en el movimiento contradictorio de las sociedades. Estábamos
descubriendo dónde radica el motor de la
historia.
Los discursos “oficiales” en la búsqueda de consenso
Un terreno interesante a explorar fue el contenido de los discursos que
se vertían en los medios de
comunicación masiva. Los discursos promovían la
exaltación del “espíritu
democrático”, “la libertad”, el
“patriotismo, el “bien” frente al “mal”,
“dios”
contra los “demonios”. Se buscaba generar terror en la
población ante la
supuesta inminencia de nuevos ataques “terroristas”. Se
estaba preparando el
terreno para ganar consenso para
justificar cualquier acción violenta que decidieran los dueños del poder del
estado de los Estados Unidos y sus aliados sobre otros estados nacionales, aún
sin la aprobación “legal” de las Naciones Unidas y violando el principio de
autodeterminación de los pueblos y la soberanía de los estados.
Se trataba de localizar la madriguera de un tal Bin Laden y de los
talibanes. Debimos recordar que las audiencias televisivas habían sido
“informadas” de la existencia de los talibanes un tiempo antes del atentado
contra las Torres. Repetidamente se había mostrado que eran capaces de
bombardear las antiguas esculturas de Buda, que no permitían estudiar ni
trabajar a las mujeres, ni siquiera mostrar sus rostros, como si esos datos
fueron suficientes para justificar la invasión que se preparaba. La información
era parcial. No hacía referencia alguna a los recursos geopolíticos
estratégicos de Afganistán, ni menos aún el papel de los Estados Unidos en el
fortalecimiento de la secta de los talibanes cuando los usó para enfrentar a
las fuerzas militares de la Unión Soviética en dicho territorio pocos años
antes. Los discursos “oficiales” tampoco exponían los vínculos comerciales entre
las familias de Bush y de Bin Laden, que salieron a la luz pública masivamente recién
en 2004 con el film Fahrenheit 9/11 del documentalista Michael Moore.
Fueron quedando expuestas las relaciones entre los grandes grupos de
poder económico- financiero y los aparatos de comunicación masiva, cuyos
alcances todavía no están suficientemente instalados en la conciencia
colectiva. A través de los textos de noticias e imágenes los estudiantes fueron
descubriendo que había intelectuales que operaban al servicio del poder
financiero.
¿“Todo o nada” o movimiento dialéctico?
En la nota citada se hacía expresa referencia a que era posible y a la
vez necesario esperar resistencia popular ante las invasiones anunciadas. ¿En
qué se sustentaba tal afirmación? Se había partido de concebir la historia de las sociedades con un movimiento
dialéctico, no mecánico, no lineal. Nos detuvimos en este punto, un aporte
teórico totalmente abandonado en los estudios de historia y de ciencias
sociales. Me refiero concretamente a las leyes,
conceptos y categorías de la dialéctica como ciencia del movimiento (de la
materia y del pensamiento).
El abordaje comúnmente instalado en la sociedad como sentido común es
la óptica del “todo o nada”. ¿Podremos evitar la guerra? No, se respondían. La
realidad mostró que no se pudo evitar. Era improbable que se pudiese evitar la
invasión. Los intereses de los grandes
grupos financieros transnacionales la necesitaban. Los negocios vinculados
a la industria militar y los que se abrirían en Medio Oriente eran prometedores
para el gran capital financiero transnacional, en momentos en que la crisis del
imperialismo está al rojo vivo y sin retorno.
Sin embargo, a pesar de que la invasión no pudo evitarse, el clamor mundial por la paz es un hecho
histórico que da cuenta de un crecimiento de la conciencia de millones de personas de todo el mundo, que se
expresaron multitudinariamente, que rechazaron a quienes se arrogaron el
derecho de decidir por ellos. Gran parte de quienes se involucraron no habían
actuado antes concientemente como protagonistas de la historia.
Una concepción muy arraigada supone que los procesos históricos son
sencillamente evolutivos unilineales. Dicha concepción no tiene incorporados
los movimientos dialécticos que surgen de
contradicciones, cambios en cantidad y saltos en cualidad, y negaciones de
negaciones, un trayecto en espiral y no simplemente unilineal. Los
estudiantes se hacían eco de frases como estas: “de qué valen las
movilizaciones si no logramos nada”; “no pasa nada”, “Bush es omnipotente”, “a
ese poder nada se le puede oponer”. Hicimos reflexionar acerca de que “nada” y
“todo”, “nunca” y “siempre” son adverbios que niegan la historia. La concepción
mecánica no dialéctica, -“todo o nada”, “nunca o siempre”- dificulta advertir los procesos, las nuevas posibilidades que
se abren permanentemente y las variaciones en la correlación de fuerzas desde
donde se avizoran nuevas posibilidades de cambios.
En referencia al papel transformador del conocimiento, llegamos a un
concepto central de la dialéctica: la libertad
como conciencia de la necesidad, como
capacidad para actuar, para decidir, con conciencia. En momentos en que el
poder financiero utiliza los medios de comunicación masiva para actuar sobre
las mentes de toda la humanidad, se hace imprescindible descubrir la unidad dialéctica entre la base material y
el campo subjetivo. A pesar del peso de los discursos deformantes y
justificadores, los pueblos del mundo salieron a manifestar contra la guerra,
contra la invasión, contra el poder de los Estados Unidos y otros estados que
se colocan como dueños de la historia del planeta y que atentan contra los
intereses de toda la humanidad. Es cierto, no debemos perder de vista, que
todavía los pueblos no hemos logrado construir las capacidades suficientes como
para dar vuelta la historia. Volvemos a recuperar para el análisis la cuestión
de la correlación de fuerzas sociales.
¿Puede un historiador estudiar el presente mientras transcurre?
Se sorprendían que hubiera sido posible explicar los factores causales
y los efectos de los hechos del 11 de setiembre desde dentro de los escombros y
el estupor por la tragedia, con tanto margen de coincidencia con lo que
realmente estaba ocurriendo y se estaba conociendo un año y medio después.
Antes de iniciar el curso lectivo, ninguno de ellos había oído hablar de que es
posible conocer los procesos históricos con método científico mientras estaban
ocurriendo y menos aún que el presente es
historia. Tampoco habían advertido que quienes tienen hoy poder como para
decidir el curso de la historia, sí disponen de conocimiento y científicos a su
servicio.
Cuando empezó el curso la gran mayoría de los estudiantes afirmaban
que, como cada uno tiene libertad para opinar, y todo es opinable, todos los
puntos de vista son igualmente válidos, cada uno debe sostener el suyo con el
mismo grado de credibilidad que cualquier otro, aunque fuesen divergentes. Por
ende, concluían, “no es posible ser objetivo”, “no es posible el conocimiento
verdadero”. Tenían cristalizada la idea de que si se encaraba el estudio del
presente, o un proceso relativamente cercano en el tiempo, eso no era historia
sino “hacer política”.[18]
Preguntados acerca del origen de esas ideas, admitieron que no habían
leído nada acerca del tema de la objetividad ni tampoco sobre el posmodernismo.
Lo que afirmaban con tanta fuerza lo habían adquirido sin recordar cómo ni
dónde; lo admitían como un producto propio, algo obvio.
Sin embargo comprobaron que estos análisis producidos en setiembre del
2001, proyectados a marzo /abril del 2003, les permitían hacer más inteligible
su propio presente. Y que el avance del conocimiento del presente les aclaraba
y enriquecía el conocimiento que les había quedado en la memoria acerca del
hecho de las Torres. El proceso dialéctico
del conocimiento que empezábamos a aprehender, nos facilitó volver a
lecturas teóricas que ya habíamos realizado, pero ahora enriquecidos con otros
conocimientos y experiencias.
La profundización y aplicación de la teoría dialéctica materialista de la historia permite romper la
visión acartonada y fragmentaria que implica una concepción del presente sin
historia y de la historia sin presente. Enfocar el presente como historia no
desdeña el estudio de procesos pasados ni rechaza la presencia activa de hechos
pasados en el presente. Por el contrario, el estudio historiográfico del
presente necesita de ese conocimiento y de la revalidación del pasado que está
negado en el presente aunque no de manera absoluta y que constituye una parte
importante del presente, donde muchas veces se escabulle y se oculta. Sólo la
investigación permite sacarlo a la luz. Pero no puede confundirse esta búsqueda
del pasado con una reconstrucción formal ni con una cadena cronológica de
acontecimientos. Se trata de descubrir las vertientes de hechos y procesos que
se combinan en movimientos dialécticos, creadora y originalmente, sin
repeticiones, con otros factores que provienen a su vez de historias de otros
tiempos y lugares, que configuran un presente original y distinto, aunque en la
apariencia haya recurrencias- sólo en apariencias.[19]
El pasado no determina el
presente. Fue necesario
detenernos en esta afirmación ya que es común tropezar con una concepción
mecánica que atribuye al pasado un carácter determinista sobre los procesos
posteriores. Se trata de una visión que excluye a los diversos factores que
operan sobre el movimiento de las sociedades en el presente. Su consecuencia
directa es que oculta la posibilidad de protagonizar concientemente otra
historia, abrir otros caminos y descubrir tendencias posibles de los procesos
por fuera de un supuesto determinismo del pasado. Obstruye la posibilidad de
conocer la sociedad del presente que se mueve a través de un zigzagueante
proceso en espiral combinado con una multitud de factores internos y externos;
desconoce la unidad dialéctica
posibilidad- realidad una de las claves fundamentales no sólo para estudiar
la historia sino para protagonizarla.
La historia del presente es un laboratorio donde quedan cada vez más
expuestos los intereses en juego y las formas en que se mueven los actores. Así
como los mecanismos implementados para ocultarlos.
La cuestión de la “objetividad” en el conocimiento histórico
La invasión a Afganistán y a Irak no dejó dudas acerca de los intereses
en juego: conquistar el Asia Central para imponer el dominio político- militar,
económico y cultural del gran poder financiero con asiento en los Estados
Unidos y la disputa por la hegemonía sobre el área de otros estados,
concretamente del G7 más Rusia.
Aunque les resultaba atractivo el planteo, algunos estudiantes
señalaron: “este análisis es interesado”.
Es cierto, sí, tengo interés en que podamos construir una sociedad mejor para
todos los humanos. No tengo compromisos con el “orden” existente. Concibo e imagino
la posibilidad de que llegue a haber sociedad humana donde todos los habitantes
del planeta podamos disfrutar y compartir las riquezas producidas, los grandes
avances y descubrimientos que la humanidad ha ido haciendo a través de la
historia; que podamos protagonizar la sociedad que queremos y que necesitamos; y
que logremos construir el poder suficiente como para hacer este vuelco de la
historia.
¿Es posible ser neutral? No, francamente, no. Evitemos confundir neutralidad con objetividad, neutralidad con
conocimiento verdadero.
¿Es posible hacer un análisis
objetivo en medio de la emoción y del dolor? Mi respuesta es francamente afirmativa cuando están
presentes varias condiciones: primero,
que el intelectual no use privilegios que le otorgue el “orden” existente para
elaborar justificaciones en lugar de penetrar en el objeto de estudio con una
investigación rigurosa; que tenga una sólida formación teórica y metodológica
para elegir y trazar caminos investigativos, capacidad para pensar y construir
conocimiento; que el docente / investigador pueda disponer de recursos tales
que le permitan tomar conciencia de por qué siente dolor o alegría, por qué
encara tal o cual tema de investigación; por qué formula el problema de tal o
cual manera; por qué usa tales o cuales fuentes; cuál es su margen de libertad
al decidir sobre las estrategias de investigación para descubrir un
conocimiento verdadero; qué alcances sociales pueden tener los conocimientos
que produce.
El conocimiento es, ante todo, un producto humano, y por lo tanto
subjetivo. Por eso, no puede resultar indiferente el historiador y su contexto.
Estamos hablando de capacidad crítica,
reflexiva, que le permita desbrozar de la maraña de falacias y mentiras, de lo
complejo de la investigación social, la información verdadera y el análisis en
aproximaciones sucesivas- pero en un proceso infinito- hacia la verdad.
En este tramo del trabajo colectivo en el aula descubrí que los
estudiantes sostenían una construcción mental tal que el término “democracia” lo
definían en abstracto y en oposición antagónica con “dictadura militar”[20]. Por extensión, toda regla, toda norma, todo
método era considerado “autoritario”, “antidemocrático”. Creían que la
actividad científica al pretender encontrar conocimientos verdaderos negaba “la
libertad de expresión”; porque estaría buscando un “discurso único”, una única
“Verdad”. Otra vez la falacia y la confusión entre opinión, -sin más resguardo que la capacidad de emitirla, sin
exigencia metodológica y crítica aunque rica vertiente de hipótesis y nuevos
problemas a investigar- y conocimiento
científico que exige fundamento, teoría, razonamiento, pruebas, métodos,
verificación de resultados, acumulación de conocimientos.
¿“Todo vale” porque “estamos en democracia”? Esa es otra de las tantas
ideas falaces sobre las que orientamos la reflexión. Estaba claro que en esa
formulación no tomaban en cuenta la cuestión de la oligarquía financiera y los
aparatos de poder del estado a su servicio. Esta mirada de los estudiantes acerca
del problema del conocimiento era ingenua. No pudieron ubicar el origen de sus
conceptos, no habían leído aún acerca de las concepciones materialistas ni
idealistas ni acerca de las nuevas corrientes subjetivistas del conocimiento.
Ninguno había adoptado esas posturas concientemente, sin embargo en su práctica
expresaban la idea de que los discursos constituyen la realidad y que valen
todos por igual, afirmación que sustentaban en el derecho a la “libertad de
expresión”.Trabajamos el tema con el texto de Joseph Fontana: “La historia
después del `fin de la historia´”.
Aplicando
la técnica de “torbellino de ideas” recogimos
valiosos aportes
para avanzar colectivamente en el conocimiento. Sin embargo, sin
cotejarlas entre
sí y sin ponerlas frente a los hechos y en la práctica,
sin ningún método ni
orientación teórica, todas podían ser aceptadas;
hasta podría ocurrir que se
disparara una compulsa por “si” o por “no” para
decidir por mayoría o minoría
cuál era verdadera. Es la técnica en boga en programas
televisivos, pero
también en ámbitos académicos, donde la
“verdad” estaría garantizada por la
“academia”
o corporación de intelectuales o por una mayoría que se
construye con encuestas
de dudoso rigor estadístico.
¿Es exactamente lo mismo advertir que el conocimiento es subjetivo que
caer en subjetivismo? Todo conocimiento es necesariamente subjetivo; es
producto de un sujeto biológico pero constituido históricamente, no de una vez
para siempre, sino en proceso histórico él mismo. Aún siendo subjetivo, el
conocimiento no es necesariamente deformante, parcial, sectario, erróneo. Esta
reflexión llevó a descubrir la necesidad de disponer de un marco de referencia
para verificar la verdad (las verdades) del (de los) conocimiento (s). Y ese
marco de referencia es el abordaje teórico- metodológico para conocer la
materia social misma en su movimiento, en su complejidad, en sus
contradicciones.
Se estaba abriendo un interesante campo de debate acerca del
“partidismo” de la ciencia y de los científicos, particularmente referido al
conocimiento de las sociedades. Asociaban “tomar partido”, con deformación
deliberada de la realidad. La idea que
empezamos a trabajar fue: tomar partido por la búsqueda de conocimientos
verdaderos.
Y este debate fue llevando a la
cuestión de la verdad.
¿Verdad o verdades? ¿Verdad con mayúscula o simplemente verdad
relativa?
Con ejemplos propios de la vida de cada uno de nosotros y de la
experiencia en el aula fuimos conduciendo el análisis hasta descubrir el
carácter histórico del conocimiento; fuimos descubriendo que la búsqueda de “la
verdad” forma parte de un proceso del conocer, donde se van afirmando y negando
asertos, donde las verdades son producto de un contexto en movimiento, que puede
hacer variar la formulación de nuevos problemas de investigación, que la
ciencia se va enriqueciendo con nuevas herramientas de análisis, nuevas
técnicas y nueva información.; en suma que se trata de un proceso que conduce a
una nuevas “verdades” que van aproximándonos hacia el conocimiento del objeto
en un proceso infinito. Fuimos
descubriendo que se trata de aproximaciones sucesivas, en un proceso que no es
lineal, sino contradictorio, donde se van negando formas y etapas que van
siendo superadas por otras, verdades
relativas al tiempo y al espacio en que se producen, a las particulares condiciones históricas del investigador y de
la sociedad. Sin embargo reconocer el carácter histórico del conocimiento no es lo mismo que caer en el presentismo
que tan bien rechaza Adam Schaff en la obra citada, ni negar la posibilidad de
llegar a un conocimiento verdadero. El carácter histórico del conocimiento
echa por la borda la idea de que existe UNA ÚNICA VERDAD, absoluta, de una vez
para siempre, en todo tiempo y en todo lugar, postura dogmática que el método
dialéctico de conocimiento rechaza de plano.
Es fascinante vivenciar desde el aula, cómo se va moviendo no solamente
el conocimiento de hechos o datos, sino fundamentalmente la concepción para
pensar, actuar y evaluar lo pensado y actuado.
La batalla por las ideas
Entender de qué se trata, qué fuerzas sociales están operando, qué
contradicciones están actuando en cada situación de la historia es resultado de
una batalla desigual. Para hacer luz sobre la verdad histórica es necesario
descorrer un pesado velo impuesto por los mecanismos de (in)comunicación, de
(des)información que usan los grandes grupos financieros transnacionales en
defensa de sus intereses. En el artículo que analizamos hay una serie de
reflexiones que no voy a repetir aquí, sobre el papel estratégico del trabajo
profesional de los historiadores para desarrollar la capacidad social de Hacer
la Historia, de tomar el planeta con las manos. De este planeta no nos podemos
“bajar”, como creía el personaje de la tira de Quino, Mafalda cuando con desesperación gritaba, “¡Paren el mundo que me
quiero bajar!”. Entonces es necesario pensar en cómo aportamos para
transformarlo.
Actualmente, no son los historiadores sino los llamados “comunicadores
sociales” los que se ocupan del presente, del presente-suceso- seleccionado sin
explicitación de los fundamentos ni posturas ideológicas. Operan como
mercenarios del poder financiero (aunque no sean concientes de ello en todos
los casos), pretenden mostrar al gran público cómo es, cómo fue y hasta cómo
será la sociedad; “enseñan” metodologías para conocer como cuando hablan de
“las dos campanas” para mostrar objetividad; muestran “pruebas” sin ningún
rigor científico para justificar sus asertos; manipulan dobles discursos con
proliferación de falacias; organizan “reality shows”, realidad virtual que
pretenden expresión de la realidad material, en suma no son sólo formadores de
opinión sino deformadores de métodos para pensar y desinformadores,
concientemente o no.
Esta manipulación de la conciencia y ciencia de la sociedad no es
solamente un hecho que reditúa enormes ganancias materiales a los monopolios de
las agencias de información. Se trata de operativos de lucha ideológica,
lanzados deliberadamente desde el poder contando con el trabajo de
historiadores, psicólogos, economistas, antropólogos, científicos sociales,
especialistas en comunicación social, a su servicio.
Miles de jóvenes que se inscriben anualmente en las carreras de
ciencias sociales, ciencia de la educación, de historia, de filosofía, de
antropología, de derecho, de ciencias económicas, ciencias de la comunicación,
servicios sociales, etc. son formados para ser mano de obra acrítica del
sistema de dominación. Aún los que tengan intenciones de “defender la
democracia”, ser “antifascistas”, “ser denunciantes de la corrupción”, y de
formar parte de los sectores populares, sólo podrán zafar de la red ideológica
del sistema de dominación si toman conciencia de “la batalla por las ideas”.
En momentos en que se pueden conocer los hechos en tiempo real, la
interpretación que se haga de ellos y la memoria colectiva que se vaya gestando
condicionan fuertemente la historia del presente. Está faltando el debate
ideológico consistente con herramientas teóricas. Suele confundirse con meras
discusiones por Si o por NO, por TODO o NADA. La forma de promover debates
serios y constructivos para que alienten a la capacidad de hacer otra historia
es proveer herramientas para pensar. Es claro que una política como ésta sólo
puede ser factible desde un estado en que sea el pueblo y no los sectores de
poder financiero quienes tengan poder para llevarla adelante. Este sería tema
de otro artículo, pero consideramos es un debate urgente en el momento
histórico actual.
Hoy la humanidad ha alcanzado niveles de conocimiento de lo social que
permiten actuar sobre la dirección de la historia. Entendemos que para
dilucidar estos temas el cuerpo teórico del materialismo histórico con la
dialéctica inherente al mismo, es una herramienta idónea y debiera estudiarse
en toda su magnitud, más profundamente de cómo se ha hecho hasta ahora en los
ámbitos académicos y políticos propiamente dichos.
Al terminar el cuatrimestre del año lectivo de 2003, continuaba la
invasión a Irak. La violencia y la brutalidad seguían. La resistencia se
acrecentaba. Los estudiantes que participaron de la experiencia demostraron
haber adquirido interés por las noticias, poder entenderlas, poder distinguir
contenidos, tomar posición y fundamentarlas, participar en conversaciones y
hechos del presente, transferir a sus familias y amigos algunas de los
descubrimientos realizados. Y sobre todo pudieron evaluar los cambios que
habían vivido. El objetivo de sentirse parte de la historia de la humanidad
estaba empezando a lograrse.
Rosario, 15 de abril de 2005
Saramago José: “El factor dios”
EN: VV.AA. El mundo después del 11 de
septiembre de 2001. Península Atalaya. Barcelona 2002.
RESUMEN
Los historiadores y la historia
que vivimos. El atentado contra las Torres Gemelas NY 11/09/2001 visto a través
de la teoría de la historia
Este artículo trata de poner en evidencia la importancia de investigar
los procesos sociales que se están desarrollando en el presente con el utillaje
teórico y metodológico de que dispone la ciencia de la historia. Abordo la
cuestión del compromiso del historiador, problema que ubico precisamente en la
relación teoría /práctica, teoría/ historia. Destaco que de esa conjunción
dialéctica es posible que el historiador (docente e investigador) pueda tomar
conciencia del lugar social desde el cual observa, describe, analiza, interpreta
y explica los procesos de la sociedad del presente y entrar en el fascinante
recorrido del científico: descubrir procesos, formular problemas y producir
conocimientos, en vistas a contribuir a hacer un mundo mejor para todos. La
problemática se presenta a través de una experiencia docente realizada en un
cuatrimestre a partir de la lectura de un texto de mi autoría escrito a tres
días de producido el ataque terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York
el 11 de setiembre de 2001.
Palabras claves: historia del presente - teoría de la historia
- tarea del historiador - Torres Gemelas 11/09 - experiencia docente
ABSTRACT
Historians
and the history we are living. The NY 9/11 attack against the
This article tries to prove the
importance of investigating the current social processes by making use of the
theoretical and methodological approaches that History uses as a science. It
deals with the historian commitment when facing a problem connected to the theory/practice
or the theory/history relationship. From that dialectic conjunction the
historian (either a teacher or an investigator) can become conscious of the
social place from where be can observe, describe, analyze, interpret and
explain the processes of current society, and enter the fascinating path of the
scientist, who finds out processes, formulates problems and produces knowledge,
with the aim of making a contribution to a better world for us all. The problem
arises through my experience as a teacher, during a term of four months, with
the reading of a text I had written and released three days after the terrorist
attack against the
Key
words: history at present - theory of
history – historian -
Notas
(*) Docente de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional
de Rosario. Directora del Grupo de Trabajo Hacer la Historia. Investigadora de
teoría y metodología de la historia presente. www.irmaantognazzi.com.ar