Las
transformaciones urbanas en la ciudad de Rosario durante la última dictadura
militar
Cristian Van
Poepelen(*)
Introducción
La reconstrucción del pasado
reciente signado por la última dictadura militar, tanto en Argentina en
particular como en la ciudad de Rosario en particular, se encuentra ligado a
los crímenes cometidos durante el autodenominado Proceso de Reorganización
Nacional, representando sin duda el aspecto más relevante en la elaboración de
la/as memoria/as públicas del periodo. Sin embargo creemos que la presentación
de investigaciones y desarrollos teóricos sobre las problemáticas de las
estrategias arquitectónicas- urbanísticas, de la transformación del espacio
público y el derecho a la ciudad relacionados directamente con cuestiones referentes
a los modos de control social son capítulos igualmente importantes.
Las memorias e interpretaciones que
de ellos se desprendan son elementos clave en los procesos de reconstrucción de
identidades no solo individuales, sino también colectivas y por consiguiente la
memoria misma de las ciudades. La ciudad es una gran obra, destacable en la
forma y en el espacio, pero esta obra puede ser captada a través de sus
fragmentos, sus momentos diversos. La unidad de estas partes está dada
fundamentalmente por la historia, por la memoria que la ciudad tiene de sí
misma. Las ciudades son el texto de la historia y parte de su memoria. Ellas no
solo cuentan la historia de los hombres, sino que la contiene como las líneas
de la mano.
En cualquier momento y lugar, es imposible
encontrar una única memoria, una única visión e interpretación de la ciudad en
el pasado compartidas por toda una sociedad. Podemos encontrarnos en
determinados periodos con un mayor consenso, de interpretaciones más aceptadas
o hegemónicas. Siempre habrá como contraparte otras memorias e interpretaciones
alternativas. Es decir se entablará una oposición en términos de lucha contra
el olvido y la eliminación de las huellas y rastros del pasado.
El poder de las huellas de las
ciudades no está en las huellas por sí mismas, sino en la autoridad que
representan, en los mecanismos ligados a las instituciones que las gestaron y
en las causas relacionadas con su legitimidad. La memoria, entonces, se produce
en tanto hay sujetos que comparten una cultura, en tanto hay agentes sociales
que intentan corporizar estos sentidos acerca del pasado en diversos productos
culturales vistos como vehículos de la memoria: monumentos, edificios,
proyectos, planes, la conformación del espacio urbano.
El goce al derecho de uso del
espacio urbano se presenta o manifiesta a través de múltiples facetas y exhibe
un proceso a través del cual un conjunto de actores ponen en juego estrategias,
recursos, alianzas y conflictos tendientes a resolver la cuestión estudiada
según sus respectivos valores e intereses.
Se entabla así una lucha social
entre sectores y organizaciones (públicas y privadas) que de uno u otro modo
han reivindicado el derecho a decidir u opinar sobre la localización en el
espacio de las distintas actividades que estructuran la vida urbana: de un
lado, el Estado dispuesto a alterar la existente distribución espacial de la
población mediante diferentes mecanismos que afectan el uso o disposición de
dicho espacio junto a otros actores que, beneficiarios o no de las políticas
estatales, adhieren a sus contenidos, sea en el plano material o ideológico;
del otro, los sectores sociales cuyos derechos al uso del espacio se ven
afectados por las políticas del Estado.
I
La ciudad
es un instrumento creado por el hombre, tal vez la obra de arte más encumbrada
que éste haya creado. Es por lo tanto una concepción humana artificial de
ejecución histórica. La realidad que ella representa es de carácter
sedimentario, acumulativo, secular. Las generaciones sucesivas desaparecen unas,
las siguientes heredan aspectos de la cultura anterior, agregan elementos
propios de los cambios pacíficos o violentos de cada etapa de la historia. Es
por ello que debemos apreciar una tendencia de inercia a la evolución y otra
que indica la aceptación del cambio como respuesta a la audacia revolucionaria
de los agentes sociales. Durante el desarrollo de este trabajo estaremos
constantemente trabajando entre aspectos de inercia histórica y los de cambio.
Por
lo tanto, la ciudad como producido artificial establece una relación
inicialmente importante entre el objeto construido y un sujeto, el hombre[1] que ha dado lugar
al mismo. La relación que anunciamos entre un sujeto social frente al objeto
construido “ciudad” constituye en su carácter dialéctico el elemento complejo
de nuestros estudios. El término dialéctica aquí incorporado está expresando
que se trata de una unidad contrapuesta en desarrollo recíproco en la cual la
sociedad urbana se presenta con su propio sistema contradictorio interno y crea
y recrea constantemente al espacio social urbano impuesto de sus propias
contradicciones. A su vez el sujeto expone constantemente sus contradicciones
con el objeto histórico heredado y con la parte de ese objeto que ha
contribuido a construir. No se agotan aquí las posibilidades dialécticas en
este esquema, pero queda planteado un aspecto del desarrollo de las ciudades
que para las ideas expuestas en nuestro trabajo tiene fundamental importancia.
Significa para nuestro caso que en la ciudad de Rosario durante el autodenominado
Proceso de Reorganización Nacional se observan modificaciones lentas, que por
lo general no han podido ser concientizadas por el hombre que las ha habitado y
otras de índole irruptivo, drásticas, que han sido
consecuencia de un proceso de acumulación de variables, que han estallado por
último bajo formas diversas a veces en carácter de transformaciones
estructurales del ámbito urbano.
Estas transformaciones
estructurales de la ciudad tienen su correlato en la historia del desarrollo
urbano de las ciudades latinoamericanas desde los orígenes mismos de las
contradicciones ingénitas desde sus momentos emancipatorios.
Sólo con recordar las concepciones bolivarianas para el futuro de la América
del Sur (por citar sólo una), y las antitéticas posturas de raíz europeizante
que en definitiva se implementan; oscuras frustraciones de las clases
dominantes, falsa construcción de una identidad cultural, amplios movimientos
de inmigración y aplicados de rémoras feudales se inscriben en las actas
fundacionales de los países de la región.
En la primera mitad del siglo XX se
hizo evidente el creciente ascenso de las clases sociales denominadas medias,
reflejados en los cambios en los modos de producción de la economía, la
posibilidad de perfeccionamiento y educación superior no restricta, el aparente
afianzamiento de las instituciones democráticas y la búsqueda de
autodeterminación con el implementado de políticas soberanas. No obstante, este
periodo histórico se verá afectado por reiteradas interrupciones a los
gobiernos constitucionales en los periodos de entreguerras y posteriores,
alternando situaciones de populismo y autoritarismo militar.
Las posibilidades ciertas de
superar definitivamente estas contradicciones se verán frustradas con el arribo
de un ominoso período de dictaduras militares que cubrió casi todo el
continente americano, sobre el inicio del último cuarto del siglo pasado, y en
pos de las doctrinas de seguridad nacionales durante el período llamado de
“guerra fría”. Es durante esa interrupción de las instituciones democráticas
cuando muchas de las naciones de la América del Sur sufrirán el inicio de
encadenamientos a políticas económicas regresivas, que conllevan a los bien
conocidos endeudamientos con agencias de financiamiento internacional. En el
caso de Argentina, esto puede analizarse en dos etapas bien particulares; el
primero es el llevado a cabo durante el la última dictadura militar
(1976/1983), la cual forjó las bases de una dependencia extraordinaria basada
en la deuda externa pública; el segundo queda definido en el “menemato (1989/1999)” donde, Ley de Convertibilidad
mediante, pérdida de la soberanía monetaria, financiera y cambiaria, remate de
activos públicos, corrupción y más endeudamiento. Nótese que los principales
actores de políticas económicas del “proceso”, el “menemato”
y su “soñoliento” continuador presidencial, son los mismos; y el resultado fue
también similar: más desigualdad y exclusión social[2].
II
La ciudad es Urbs,
Civitas y Polis. Urbs,
una aglomeración urbana, en un territorio definido por la densidad demográfica
y la diversidad social y funcional. Actualmente es difícil delimitar la Urbs, y lo es más diferenciar su identidad del
resto, como era, por ejemplo, la distinción entre campo-ciudad. Se superponen
realidades diferentes: la ciudad histórica, la ciudad administrativa, la
aglomeración o continuo urbano, la región metropolitana, etc.
Civitas o la
ciudad como productor de ciudadanía y ámbito de ejercicio de la misma.
Entendemos como ciudadanía al reconocimiento de igualdad de derechos y
obligaciones para todos los que viven en un mismo territorio caracterizado por
su continuidad física y relacional y con una gran diversidad de actividades y
funciones. La ciudad-civitas no es una unidad
homogénea, sino la sociedad urbana heterogénea, cuya cohesión está dada
justamente en la igualdad jurídico-política, el acceso a todos los servicios
urbanos, basada en la convivencia y la tolerancia.
La Polis, el lugar de la
política, de las instituciones político-jurídico-administrativas, de la autorepresentación de sus habitantes, de las demandas
colectivas, de las movilizaciones sociales, de los cambios en las relaciones de
poder, de las innovaciones culturales y políticas. Es decir Polis como
lugar del poder, de la participación y de la representación a través de las
instituciones, pero también lugar de la oposición y resistencia al poder[3].
A la ciudad entendida bajo relación
entre Urbs, Civitas
y Polis, y siguiendo la línea investigativa de Jorge Liernur[4],
la última dictadura militar del siglo
XX contrapone una planificación urbana sustentada en el protagonismo de un
Estado netamente Destructor en todos los sentidos: desde las rémoras de
estructuras económicas preexistentes, para permitir la entrada en todos los
rubros de los capitales internacionales "verdaderamente eficientes",
hasta, literalmente, toda institución, toda persona, toda idea que pudiera
oponerse y que esa misma transformación podría generar,“el Estado todavía ocupó para la Arquitectura el lugar del Príncipe, un
Príncipe brutal y devastador, pero poderoso, el recurrente fantasma
esperanzador del que el sueño/pesadilla modernista aún no habla terminado de
abjurar”[5].
El golpe militar de 1976 se
constituiría en un punto de inflexión en la historia del desarrollo urbano de
la ciudad de Rosario. El grado que adquieren las políticas estatales hacia las
cuestiones urbanas rompe con el modelo de ajustes y compensaciones, de paños
fríos y remiendos seguidos hasta entonces[6].
Asumen entonces un carácter más drástico, explicito, respecto al derecho al
espacio urbano, el papel del Estado en su control y de las estrategias para que
mediante la actuación sobre el espacio público se bloqueen las condiciones de urbanidad y de civitas, impidiendo la
participación ciudadana y la total supresión de las políticas democráticas.
III
Si pensamos en la historia de la arquitectura y el urbanismo de las
ciudades argentinas durante la última dictadura militar observamos que la
producción del gobierno militar no tuvo ni propició un lenguaje arquitectónico
propio sino que resignificó las corrientes existentes en el momento. Para que
esto ocurriera debemos preguntarnos si ese accionar hubiera sido posible
prescindiendo del comportamiento de los sujetos que resultaron funcionales a
los fines políticos de la dictadura. No se trata de plantear una discusión
moral como sostiene Graciela Silvestri[7], pero sí de identificar representaciones y modos de
accionar del debate arquitectónico y sus actores, que constituyeron
mediaciones, complejizando la relación entre arquitectura y política en el
período y constatando sus vinculaciones históricas entre arquitectura y Poder. Quizás
el aspecto más discutible en este sentido sea la pretendida “apoliticidad” de
las propuestas arquitectónicas, centradas en valores “técnicos” o “artísticos”
que, terminan indefectiblemente operando políticamente.
Para entender la relación Arquitectura-Poder debemos remontar el debate
al siglo XIX. Para Friedrich Engels la reforma de París del prefecto Haussmann fue un instrumento de represión, para facilitarle
al ejército atravesar los densos barrios obreros de la ciudad medieval
sublevados en 1848. Bajo esta perspectiva el urbanista es un miembro consciente
del poder (sólo el poder reforma la ciudad, y sólo para ratificar sus intereses
de clase), que ejerce su técnica para reforzarlo y permitir su ejercicio.
Michel Foucault produce uno de los
primeros cambios de perspectiva sobre la relación entre la Arquitectura y el
Poder, planteando a éste último a través del funcionamiento de dispositivos
espaciales panópticos de control. Esta
nueva corriente desplaza la arquitectura y la ciudad de su rol de simples
escenarios de las acciones políticas y sociales, colocando los dispositivos
materiales en el centro mismo del debate histórico y filosófico sobre el Poder
moderno: maquinas de reproducir un poder automatizado y desindividualizado
que atraviesa toda la sociedad.
En cambio Michel De Certeau hace hincapié en
las prácticas y no en los objetos-dispositivos, buscando mostrar los
procedimientos con que la sociedad realiza permanentemente creaciones
contestatarias al poder. La capacidad de resistencia constante del
ciudadano común contra el poder basadas en prácticas microbianas, singulares y
plurales sobreviven a los mecanismos de la administración urbana panóptica que
trata de eliminarlos o controlarlos, se refuerzan en su ilegitimidad y se
desarrollan dentro de las mismas redes de vigilancia, combinándose según
tácticas intangibles pero estables al punto de constituir regulaciones
cotidianas y creaciones que se esconden en las brechas de los dispositivos
ópticos.
La idea de este último sobre una
tentativa de rescate antropológico de aquel mundo que la tecnología moderna ha
destruido, encuentra su oposición en Fredric Jameson, donde la potenciación de los efectos del nuevo
orden mundial es quién debería darle "al sujeto individual un nuevo y más
elevado sentido del lugar que ocupa en el sistema global"; un sujeto capaz
de acceder a un "conocimiento rico y complejo sobre el sistema internacional
global".
Aldo Rossi cambia el sentido de la discusión
al manifestar “no hay arquitectura fascista, hay fascistas que hacen
arquitectura” El eje central pasa desde el lugar de las obras al lugar de los
sujetos ya que pasamos de interrogar la relación entre arquitectura y política
en el contexto de los regímenes totalitarios a buscar la colaboración de los
arquitectos y profesionales con el régimen para dotarlo de símbolos, imágenes y
marcas constitutivos de su gestión autoritaria[8].
Justamente
con el Proceso se propició un modelo modernizador basado en la instalación de
grandes empresas multinacionales al amparo de una fuerte intervención estatal y,
a su vez, en el plano disciplinar, la arquitectura continuó la búsqueda de
salidas a la crisis generadas por la homogeneidad del Estilo Internacional y del funcionalismo, recurriendo a viejas
fórmulas del, ya en retroceso, movimiento moderno. Coincidiendo con la
afirmación de Jorge Liernur, el desengaño acerca de
la solidez de los dogmas modernistas coincidiría con la debacle de la
dictadura, y es indudable que:
“con el Príncipe reducido a la figura de un gigante
imbécil y agonizante, los arquitectos entrarían a la década del ochenta con una
apabullante sensación de desamparo”[9].
La
Dictadura militar instalada en 1976 desarticuló las corrientes que propugnaban
la participación activa de la población y redujo a su mínima expresión los
análisis y propuestas que partían de una critica a las instituciones. La suya
fue una estrategia de "ciudad blanca"; frente a la "contaminación"
de la ciudad por parte de los sectores marginales y más pobres a través del
crecimiento de las villas de emergencia o la decadencia de los sectores más
antiguos, la solución autoritaria fue la de "blanquear" (en todo
sentido) o limpiar la ciudad. Como ejemplos citaremos tres casos: el del gobernador
de Tucumán Domingo Bussi cargando en camiones a los
mendigos enviándolos fuera del límite de su provincia; el del brigadier Osvaldo
Cacciatore, intendente de la ciudad de Buenos Aires, quién
destruía las villas con topadoras y enviaba a los habitantes fuera del límite
de la Capital Federal, deportándolos a sus lugares de origen como si se trataran
de inmigrantes ilegales; o el caso de la ciudad de Rosario durante la
intendencia del Capitán
Augusto Cristiani, que amurallaba una villa de emergencia en épocas del mundial de fútbol
de 1978.
Estas actuaciones, sustentadas por
la convergencia de consideraciones ideológicas y estratégicas, observaría a la
ciudad como el lugar de residencia propio de la "gente decente", como
la "vidriera del país", como el ámbito físico que devuelve y reafirma
valores de “orden”, “equidad”, “bienestar”, “pulcritud”, en resumen
“invisibilidad de la pobreza”.
Es así como en el discurso oficial
sobre las formas arquitectónicas durante el periodo estudiado encontramos una
voluntad explícita de ciudad limpia, blanca, ordenada, para mostrar, una
síntesis de lenguajes distintos que apuntaban siempre a lo moderno[10].
Basada principalmente en el medio ambiente, en el funcionamiento del edificio,
ciertos valores simbólicos de carácter general relacionados con la identidad y
una impostación retórica de esquemas generales sobre las variables económicas y
sociales.
Pero permaneció ausente la
discusión sobre quién encargaba los trabajos (un Estado autoritario), de las características
de la obra pública (si fue por concurso, licitación o encargo directo) y de las
relaciones entre comitente arquitecto. Por consiguiente, siguiendo las
suposiciones de Graciela Silvestri, si bien en el
plano del lenguaje arquitectónico no hubo cambios, se produjeron modificaciones
en las temáticas, los modos de gestión, el carácter de la organización
industrial y las condiciones de los encargos durante del periodo de la última
dictadura militar[11].
Debemos tener en cuenta que a nivel
nacional el gobierno dictatorial estableció la diferenciación de políticas de
planificación a implementar en el área metropolitana de Buenos Aires con
respecto de las correspondientes al resto del país. La estrategia general
tendería, en consecuencia a controlar el crecimiento de la región urbana de
Buenos Aires y orientar selectivamente los movimientos migratorios hacia las
regiones del interior del país mediante la utilización de sus potencialidades
económicas junto con equipamientos que permitan constituir centros urbanos de
contrapeso frente a la Capital Federal[12].
Es así como la ciudad de Rosario se posicionaría como Centro de Equilibrio
dentro de esta política de reorganización territorial en el ámbito nacional.
Las estrategias técnicas no
surgieron a partir de la instauración del gobierno de facto, ya que las mismas
eran anteriores al 24 de marzo de 1976, ni tampoco son originarias de la
Argentina, sino que se estaban implementando en la Europa de la segunda
posguerra, pasando luego a Estados Unidos y finalmente a América Latina. Pero a
partir del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional y la
implementación de la lucha contra la “subversión”, la reformulación del orden
político, social y económico y la instauración de modelos de control y disciplinamiento
en todos los niveles de la actividad social fue necesario enmarcar la
problemática urbana de modo que resultara afín a los objetivos generales de la
dictadura.
Para estos últimos, el progreso y
bienestar entendidos por la ciencia de los técnicos de gestiones remite a algo
distinto; tienen estos la visión de un modelo universal que resolvería las
problemáticas urbanas en todos sus aspectos, especialmente en cuanto hace al
cese de "úlceras urbanas", y la consecuente eliminación de la
identidad cultural de sus habitantes, negándoles su derecho a una vida urbana
plena, para reinstalarlos en emergentes artefactos de habitar de una nueva
anti-ciudad marginal, procíclica del movimiento
primero disolutivo del espacio tiempo social.
De manera
que, si bien en el plano del lenguaje arquitectónico no es correcto atribuir
transformaciones decisivas a los cambios en los procesos políticos, en
Argentina, y por consiguiente en la ciudad de Rosario, durante este periodo
pueden reconocerse, al menos, modificaciones importantes en las temáticas, los
modos de gestión, las características de la organización industrial y las
condiciones de los encargos, como producto de los grandes ciclos de la
sociedad.
IV
El desarrollo de los procesos
específicamente urbanos y los modos en que ocurren definen en gran medida las
condiciones básicas de la vida en la ciudad: vivienda, transporte, recreación,
trabajo, educación, etc. Es por esto que en la década del ´70 era corriente en
los organismos de planificación (en todos sus niveles) la implementación de
políticas de, re-equilibrio territorial, de construcción de conjuntos
habitacionales sustentados por el Estado, de desarrollo de estrategias de
erradicación de asentamientos irregulares (villas de emergencia) como así
también de proyectos urbanos de ciudades universitarias. Si bien las obras
arquitectónicas pudieron no haber sufrido variaciones formales a lo largo de la
década del ´70, deberemos tener presente la resignificación que sufrieron respecto
de sus principios originales durante las diversas gestiones urbanas que se
sucedieron durante la última dictadura militar, asumiendo en nuestra realidad
sentidos diferentes a los que les dieron origen, suponiendo que en algunos
casos se planteó la transformación de modelos territoriales en modelos de
control y disciplinamiento de los sectores sociales.
Las primeras medidas adoptadas
sobre Rosario tenderían al debilitamiento del poder de gestión municipal, a
favor de los niveles superiores provinciales y nacionales:
1.
En 1976 se disolvió la Prefectura del Gran
Rosario, entidad de planificación regional desde la cual se promovían la
concertación de convenios con distintos organismos que abarcaban transporte,
red vial, vivienda, puerto, ferrocarriles, etc.,
2.
En 1977 se redujeron los aportes provinciales
para las obras ferro-portuarias hasta su total anulación,
3.
Ese mismo año se revocó el convenio
bilateral de 1974 a través del cual el gobierno provincial facultaba al
municipio de Rosario a efectuar los correspondientes llamados a licitación
pública,
4.
En 1978 se decidió unilateralmente por
parte del gobierno provincial, abandonar el Convenio General Tripartito de 1967
(provincia- municipio- Ferrocarriles Argentinos) desintegrando el mecanismo de coordinación
ferro-urbanística.
Es así como la misión principal del
gobierno municipal de Rosario se centraría en la conformación de una ciudad
limpia y en orden, en la resolución de los principios enunciados de “ciudad
blanca”, delegando las facultades enunciadas anteriormente, conseguidas durante
los años sesenta y principios de los setenta relacionadas con la toma de
decisiones estratégicas de planificación regional, a favor de la Provincia y la
Nación.
Es en este punto, tomaremos como
referencia la diferenciación que realiza Gabriela Aguila,
destacando dos periodos distintos: el primero (intendencia Capitán Augusto Cristiani, 1976-1981) donde el objetivo era “poner la casa
en orden” siguiendo las pautas del autodenominado PRN con un importante margen
de maniobra y que contó con un visible consenso; y el segundo (intendencia Dr.
Alberto Natale, 1982-1983) signado por crisis en
múltiples niveles, una ascendente movilización social y política, en una
configuración que enmarcaba la colaboración civil con el autodenominado PRN y
una retórica perspectiva de transición a la democracia[13].
Durante el periodo 76-83, se opera
una transición en el debate arquitectónico y en las formas de producción de la
arquitectura argentina, del cual Rosario forma parte, considerando las maneras
en que temas y problemas fueron tratados durante una situación como la de
entonces. A comienzos de los 70 se favorecía un cambio en lo social de la
profesión, apoyada la corriente planificadora de ese entonces y de los
profesionales en general, directamente ligada al objetivo a seguir por el planeamiento
y la arquitectura de satisfacer necesidades sociales. Primaba el punto de vista
técnico, es decir que una obra correctamente resuelta era aquella que mejorara
la calidad de vida de la sociedad, sin tener en cuenta quién era el comitente o
quién era el que la construía. Esta idea se prolonga sobre el periodo
democrático, consolidada en algunos ambientes académicos y profesionales hasta
el día de hoy. Pero esta “apoliticidad” de la técnica no es tan así si tenemos
en cuenta que con la metódica implantación en la ciudad de las nuevas
estrategias de planificación urbana se planteaban restricciones reales o
potenciales a la radicación urbana de diferentes segmentos de los sectores
populares. Cuestionando la forma de apropiación y uso del suelo, justificaban
la erradicación de villas de emergencia. Recuperando zonas destinadas a obras
públicas unilateralmente decididas daban lugar a expropiaciones por
construcción de autopistas o por ampliación de espacios verdes (por ejemplo).
Relocalizando industrias, producían la virtual desaparición de fuentes de
trabajo y el inevitable éxodo de la población obrera dependiente de esas
fuentes. Creando reglamentaciones especiales o suprimiendo privilegios,
establecían barreras de acceso económico a la construcción o locación de
viviendas económicas en la ciudad.
V
A partir de pensar que los modelos
de control y disciplinamiento social implantados por la última dictadura
militar en Argentina en general y en la ciudad de Rosario en particular
alcanzaban todos los ámbitos de la relación Estado / sociedad con el propósito
de reestructurar el orden político, económico y social vigente hasta entonces,
indagaremos sobre las maneras en que la arquitectura sería utilizada como
mecanismo tendiente al disciplinamiento de distintos sectores sociales.
Con la adopción de diversas
estrategias habitacionales, las políticas desarrolladas sobre los asentamientos
irregulares, la reconceptualización de la Ciudad
Universitaria de Rosario, y las obras de arquitectura ejecutadas en ocasión del
Mundial de fútbol de 1978 se puso de manifiesto la vigencia, en el
ámbito de las distintas instancias de decisión del gobierno de la última
dictadura militar, una nueva concepción sobre la jerarquía del espacio urbano,
la función de la ciudad y el lugar que debían ocupar en ella los distintos
sectores de la sociedad. Repasemos brevemente algunas estrategias:
Si tomamos como referencia al
proyecto definitivo del Centro Universitario de Rosario (CUR), encontraremos
que si bien hubo cierta continuidad entre la propuesta inicial de 1968 y la
final 1978, es evidente que se habían “aplacado” las búsquedas arquitectónicas.
En el proyecto del Centro Universitario de 1978 se había abandonado la idea de
una Ciudad Universitaria que aglutinara la totalidad de las instalaciones e
incluyese un área residencial. El cambio de denominación del proyecto de 1968
(Ciudad Universitaria Rosario) al de 1978 (Centro Universitario
Rosario) es altamente significativo desde el punto de vista conceptual. La
eliminación de la residencia destruye la idea de “ciudad”, ámbito por
excelencia de las relaciones humanas, constituyendo un “Centro” con el objetivo
de aislar sectores de población potencialmente conflictivos, romper redes de
solidaridad, confinándolos en reductos controlables dentro del espacio urbano.
El sitio elegido es conocido como
"La Siberia" por su connotación de destierro, de aislamiento en las
duras condiciones de un sector ocupado por una villa miseria a la cual ni
siquiera ingresaba el transporte público.[14] El proyecto estuvo
a cargo de un equipo encabezado por el arquitecto Alfredo Molteni
como Director General. El programa del CUR fue el de una segmentación; se
dividió en sectores, que agruparían los distintos Departamentos en que se
planeaba reorganizar la estructura académica de la UNR y, manteniendo el área
central destinada a gobierno, se pensó en dos grandes áreas docentes con un
bloque de tres niveles para cada Departamento y una "calle" de
vinculación en el nivel intermedio, inmersas en el llamado Parque de la Universidad.
La "calle" no era la
misma que la propuesta en el '68, más aún con el intento de darle otra
significación; el discurso oficial en su presentación a la prensa se refirió a
la erección de cuatro símbolos en el predio, entre ellos el de la "Raza
nueva", la raza de "las futuras generaciones que transitarán por esa
calle en busca de su desarrollo intelectual, que las conducirá al
reconocimiento de nuestra identidad"[15].
La preocupación por presentar una
imagen de pulcritud y orden también está presente en el CUR. En 1981 en ocasión
de la visita de Amos Rapaport, Christopher Jones y
Geoffrey Broadbent para el "Simposio sobre la
enseñanza del diseño", las autoridades advirtieron que el ingreso a la
Facultad de Arquitectura era impresentable. Entonces las autoridades
necesitaron "una fachada"; y el edificio la obtuvo. Repentinamente,
apareció un hall que contrastaba con la puertita y la garita de control donde
todos los días se pedían los documentos a quienes ingresaban al predio. El eje
troncal de la circulación se abrió hacia la prolongación de la calle a través
de un ingreso transparente. Pero todo esto una vez que la villa que rodeaba el
edificio había sido desalojada y que el ingreso a la Universidad era
restrictivo.
Las políticas públicas referidas a
la vivienda encuentran aplicación en Rosario a partir del involucramiento de
las tres esferas del estado en la implementación de estas medidas.
Una de las particularidades de la localización en Rosario de los
complejos habitacionales encuentra respuesta en la decisión política en 1967,
mediante el Plan Regulador Rosario y la aplicación de su herramienta, el Código
urbano. Dicho
plan zonifica la ciudad de acuerdo a los usos del suelo, delimitándose Centros
Urbanos con el objeto de renovar y descentralizar la estructura urbana. Para el
hábitat se establecen tres centros: Centro de habitación Oroño:
(Bv. Oroño y Avda.
Uriburu), Centro de habitación Grandoli (Grandoli y J. M. Gutierrez) y
Centro Deliot (Bv. Segui y Avenida de Circunvalación).
En 1973 se crea la operatoria del
Fondo Nacional de la Vivienda (FO.NA.VI.) mediante la cual la Sub-secretaría de
Desarrollo Urbano y Vivienda (dependiente del Ministerio de Acción Social de la
Nación) administraba los recursos, teniendo bajo su responsabilidad los
aspectos generales de la planificación, determinación de prioridades y normas
de operatorias, quedando a cargo de los organismos provinciales la ejecución de
los programas. Es así como la Dirección Provincial de Vivienda y Urbanismo (DPVyU) se constituye en la principal ejecutora de conjuntos
habitacionales, a través del manejo de los fondos del FONAVI. Quedan así
relegados los otros organismos existentes hasta el momento como financiadores
de vivienda social[16].
A partir de 1978 las licitaciones
incluirían a una misma empresa o conjunto de empresas asociadas el terreno, el
proyecto y la construcción,, propiciando la monopolización de la construcción
de viviendas e infraestructura. Estas inéditas concentraciones condicionan la
operatividad de los organismos estatales, limitando su acción en la
planificación del crecimiento y construcción de la ciudad, los cuales quedan
virtualmente sin dominio real del desarrollo urbano, limitándose al control
(deficitario por cierto) de la ejecución. Pero, como decíamos anteriormente, sigue
ausente del debate sobre el análisis del encargo, la naturaleza de la obra
pública y de las relaciones entre comitente/arquitecto.
El sustrato espacial que nos
permitirá encontrarnos con las huellas de las experiencias en las memorias es
la zonificación impulsada desde el estado municipal, y desarrollada a través de
los organizamos nacionales y provinciales, originando una caracterización
morfológica de la ciudad: la dualidad entre la ciudad consolidada y la
periferia[17]. Es justamente la
periferia lo que nos interesa, ya que es allí donde se implantarán los
conjuntos habitacionales, el hábitat de los excluidos, los derrotados, las
minorías, el mundo popular, incluyendo a los sectores analfabetos y de extrema
pobreza, en fin al conjunto de los sectores subalternos[18].
VI
Son justamente estas estrategias
las que definen las marcas en la/as memoria/as, no solamente cómo elementos que
explican como se construido una idea de pasado, sino en monumentos, placas
recordatorias y otros hitos que son maneras en que los actores han tratado de
dar materialidad a sus memorias[19].
Estas nos darán las claves para reflexionar acerca de la/s memoria/s del
periodo y de que manera repercutieron en el paisaje y conformación del espacio
urbano, sobre la vinculación que existe entre la historia de un pueblo y su
marca en el espacio, las formas en que la ciudad física interpela a sus
habitantes y la disposición de estos para poder “leer” el texto urbano.
Sobre esta cuestión algunos
estudios han trabajado sobre aquellos sitios significativos por su impronta
vinculada a la toma de decisiones y poder de ejecución del terrorismo de Estado
(la Sede del II Cuerpo de Ejercito, la Jefatura de Policía, La Calamita, la
“casa de los ciegos”, etc.) como depositarios materiales que permitirán
sostener las memorias en conflicto de los distintos actores sociales.
No obstante la evidencia de estos
elementos singulares, queremos aportar la hipótesis de que también es posible
reconocer la existencia dentro de la ciudad de otros “objetos habituales” que
han venido a desempeñar de un modo más silencioso el mismo accionar, agazapados
en lo cotidiano. Situados en este plano, la importancia de las políticas
habitacionales, las obras ejecutadas en ocasión del Mundial de fútbol de 1978,
la transformación del Centro Universitario, radica en su planeada imposición en
la ciudad, constituyendo estrategias para quebrar ámbitos urbanos de
resistencia, incomunicar sectores de población virtualmente problemáticos,
enclaustrándolos en lugares controlables dentro de la ciudad. Es por esto que
trabajamos un campo particular, aquél donde el
lenguaje arquitectónico pudo no haber variado como sostuvimos anteriormente,
pero teniendo presente la resignificación que sufrieron en sus principios
originales, suponiendo que en algunos casos se planteó la transformación de
estrategias territoriales urbanas y arquitectónicas en modelos de control y
disciplinamiento social organizados por el Estado durante la última dictadura.
A través de estas complejas estrategias, las formas arquitectónicas y
los programas urbanísticos fueron utilizados, incorporándolos a la política de
silenciamiento ejercida en todas las esferas de la sociedad, bajo la ausencia
casi total de resistencias[20].
Sintetizando,
es desde estos parámetros que podemos definir las principales características
que definen una temporalidad especial, con características propias durante la
última dictadura militar, en donde el modelo de disciplinamiento aplicado a la
ciudad podría traducirse en la siguiente afirmación, que según Oscar Ozslak, representa el accionar de la clase dirigente de la
época:
“Queremos una ciudad con la mejor
gente, una ciudad con estratos de población de altos ingresos, que merezca
vivir en ella. Una vez que lo logremos, nunca más volveremos a tener coyas
vendiendo limones en las calles. Estos estarán muy lejos, quizá trabajando como
obreros "redimidos" en algún lejano "polo industrial" o de
regreso en sus países de origen”[21].
Finalmente el reposicionamiento disciplinar y de la profesión quedó en
el ámbito de la necesidad (utilidad, función, soluciones a las demandas
masivas) y, salvo contadas excepciones, se avanzó en el plano de la discusión
sobre la relación entre Arquitectura y Poder militar, que atañe al problema de
la libertad. Muchas veces la “técnica” sirvió como paraguas protector,
generando una falsa convicción de que sería posible resolver mediante un buen
proyecto arquitectónico o urbano los dislates planteados por la gestión urbana
del gobierno militar. No interesaba ni la calidad ni el “estilo” para que los
funcionarios de la dictadura se apropiaran de los significados de los objetos
arquitectónicos. Así la arquitectura como disciplina termina cautiva de un
atributo que le es propio, rasgo que la diferencia de las otras artes:
la obra de arquitectura se instala plenamente en el
mundo cotidiano.
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RESUMEN
Las
transformaciones urbanas en la ciudad de Rosario durante la última dictadura
militar
El presente trabajo plantea una indagación
sobre las lógicas de construcción y transformación de la ciudad de Rosario en
el periodo 1976-1983, durante el autodenominado Proceso de Reorganización
Nacional pensando que ciertas estrategias de localización y configuración del
espacio urbano resultaron funcionales a los objetivos de control de la
dictadura sobre ciertos grupos sociales. En tal
sentido nos interesa indagar tanto la definición misma de dichos espacios como
los procesos de construcción de identidad y de apropiación o aplicación de recursos
políticos, culturales o económicos sobre la transformación física de la ciudad
por parte de los distintos actores intervinientes.
Palabras Clave: Arquitectura – Ciudad -
Espacio urbano – Dictadura militar
ABSTRACT
The urban transformation in Rosario during the last military
dictatorship
The present work raises an investigation on
the logics of construction and transformation of the city of Rosario in period
1976-1983, during the self-appointed “Process of National Reorganization”
thinking that certain strategies of location and configuration of the urban
space were functional to the control objectives of the dictatorship on certain
social groups. In such sense the same definition of these spaces like the
processes of construction of identity and appropriation or application of
political, cultural or economic resources interests to us to investigate so
much on the physical transformation of the city on the part of the different
intervening actors.
Key words: Architecture – City – Urban
Space – Dictatorship
Notas
(*) Arquitecto. Becario Doctoral CONICET. Adscripto Area Teoría y Técnica del Urbanismo. Facultad de
Arquitectura P y D. Universidad Nacional de Rosario. Miembro del Centro de
Estudios de Historia Obrera (CEHO) Facultad de Humanidades y Artes. vpcristian@hotmail.com
[1] Cabe destacar el exacto empleo que damos al
término “hombre” en todas nuestras explicaciones, pues no se trata del hombre
individual sino del hombre social, es decir de las obras realizadas
colectivamente en función de acuerdos solo concientizados por obra de la
necesidad o formalizados bajo acuerdos que integran sistemas de dominación y
aceptación, incluidos en códigos y estructuras jurídicas complejas.
[2] Para
mayores precisiones sobre el reconocimiento de la dicotomía entre las múltiples
ciudades que pueden existir en una sola, y cuándo y porqué esta situación tiene
su origen en políticas urbanas que privilegian líneas de acción sobre
determinadas áreas ver Baranzano Leonardo y otros Los
excluidos del sueño. Ponencia presentada en las 2ª Jornadas de Trabajo sobre
Historia Reciente. Buenos Aires, 2004.
ofreciendo cosmética y teatralidad para las áreas
centrales, y antros deshumanizados para quienes resultan excluidos del sueño
[3] Para mayores consideraciones sobre la relación
entre Urbs, Civitas
y Polis ver Borja, Jordi y
Zaida, Muxí. El espacio público: ciudad y
ciudadanía. Barcelona, Electa, 2003
[4] Liernur, Jorge. Arquitectura en la Argentina del siglo XX.
La construcción de modernidad. FNA, Buenos Aires, 2001.
[5] Liernur, Jorge. op. cit.
[6] Siguiendo la línea investigativa desarrollada
por Oscar Oslak, la alternancia cívico militar entre
1955 y 1976 las diversas políticas urbanas tendieron a reforzar el patrón
estructurante fundado en la creciente suburbanización
y segregación metropolitana.
[7] Silvestri, Graciela.
“Apariencia y verdad”. Revista Block. Nº
5. Universidad Torcuato di Tella. Buenos Aires, 2000.
[8] Ballent, Anahí y Gorelik Adrián. “El Príncipe” Revista Block. Nº 5. Universidad Torcuato di Tella. Buenos Aires,
2000.
[10] Silvestri, Graciela.
op. cit.
[11] Esto nos lleva a una primera instancia de
descartar la idea extendida luego de la Segunda Guerra Mundial de la asociación
inmediata que identificó al eclecticismo monumental con gobiernos autoritarios
y la arquitectura moderna con democracia. Solo basta pensar en algunos ejemplos
con ser el Centro de Prensa Rosario en la plaza Pinasco
de Rosario o ATC en Buenos Aires.
[12] Las
diferencias regionales, el desequilibrio poblacional, el desborde de las áreas
metropolitanas (Gran Buenos Aires, Gran Rosario, Gran Córdoba, Gran Mendoza,
Gran Tucumán, etc.) definen un país con zonas netamente expulsoras y otras
receptoras de población, cuyos desequilibrios producían efectos negativos sobre
la distribución espacial de la población. Ver Ozslak,
Oscar. Merecer la Ciudad. Los pobres y
el derecho al Espacio Urbano. CEDES-HVMANITAS, Buenos Aires, 1991..
[13] Aguila, Gabriela.
“El terrorismo de Estado sobre Rosario (1976-1983)”. En Pla, Alberto (coord) Rosario en la historia, de 1930 a nuestros días, Tomo 2,
Universidad Nacional de Rosario Editora, Rosario, 2000.
[14] Incluso esto provocó innumerables conflictos
entre la comunidad universitaria y los vecinos. Una anécdota quizás sirva para
descubrir hasta que punto la intervención militar fomentaba este conflicto
entre los distintos sectores de la ciudad....”Entre los posibles motivos de la
continua agresión de los vecinos sobre el edificio de la Facultad de
Arquitectura instalada en el CUR estuvo "la canilla". La villa de
Emergencia tenía una sola canilla de uso comunitario. El ingreso de la Facultad
se ubicó junto a la misma, exponiendo la pobreza extrema ante ojos ajenos e
interfiriendo en las rutinas que les posibilitaban obtener agua potable”
(Entrevista con un ex alumno de la Facultad de Arquitectura, febrero 2003.)
[15] Ver "C.U.R. 'El Parque de la
Universidad'. Ideas y propuestas de integración", en Edilicia, abril
1981, pp. 19-21
[16] El municipio a través desde el Plan Alborada,
como continuación de la política de erradicación de villas de emergencia del
Servicio Público de la Vivienda (SPV). BHN apunta al sector medio con capacidad
de ahorro, y una línea de créditos a entidades intermedias para la construcción
de nuevas viviendas, dirigidos muchos de ellos hacia grandes gremios.
[17] Una gran porción de la ciudad puede
calificarse como "deficitaria" (plena de carencias y conflictos),
frente a otra que aparece, en términos relativos, como la "ciudad
resuelta" (consolidada desde el punto de vista edilicio, bien servida y equipada,
correctamente articulada). A esta contradicción, a esta dualidad que presenta
la ciudad, se la ha denominado como "ciudad oficial" y "ciudad
subalterna", en tanto una asume una entidad "reconocida" y
"reconocible", mientras la otra pierde entidad, "se
diluye", siendo, a menudo, "negada". Ver Mateos, Alicia. “Hacia
la definición de pautas para la intervención habitacional en la ciudad de
Rosario. Cuaderno del CURDIUR Nº 59.
[18] Ver Pasquali, Laura, Van Poepelen Cristian, “Memorias y control
social: la conformación del hábitat en Rosario (1966-1983)”. Segundas Jornadas de Jóvenes Investigadores
el Instituto de Investigaciones Gino Germani Facultad
de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires. Octubre de 2003
[19] Jelin, Elizabeth,
“Memorias en conflicto”. Revista Puentes,
Comisión Provincial por la Memoria, La Plata, agosto 2000..
[20] En este sentido, el esfuerzo más destacado de plantear
una alternativa fue la experiencia de “La Escuelita” en Buenos Aires, un taller
alternativo de enseñanza de la arquitectura fundado en 1976. Uno de sus
participantes, el arquitecto Tony Díaz la recordaba de la siguiente manera:
“...para algunos de nosotros “La Escuelita” parece no haber tenido demasiado
resultado. Pero algo siempre queda... porque las formas, resultado de una
profunda centrifugación cultural, pueden ser muchas veces una forma de
resistencia. No van a ser decisivas en cuanto a las definiciones finales
(políticas), pero en el campo del interés por el desinterés, pueden plantear
problemas “políticos” a las ideas establecidas. Esto no ocurrirá cuando sólo se
trate de reemplazar un gusto por otro en el mercado, pero sí cuando, en
circunstancias históricas particulares, se haga necesario estructurar una forma
nueva del gusto que consolide las tendencias más auténticas de la sociedad”. Ver Díaz, Tony. “Posmodernismo y dictadura”. Revista Block. Nº 5. Universidad
Torcuato di Tella. Buenos Aires, 2000
[21] Ozslak, Oscar. op. cit.