Las transformaciones urbanas en la ciudad de Rosario durante la última dictadura militar

 

Cristian Van Poepelen(*)

 

Introducción

La reconstrucción del pasado reciente signado por la última dictadura militar, tanto en Argentina en particular como en la ciudad de Rosario en particular, se encuentra ligado a los crímenes cometidos durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, representando sin duda el aspecto más relevante en la elaboración de la/as memoria/as públicas del periodo. Sin embargo creemos que la presentación de investigaciones y desarrollos teóricos sobre las problemáticas de las estrategias arquitectónicas- urbanísticas, de la transformación del espacio público y el derecho a la ciudad relacionados directamente con cuestiones referentes a los modos de control social son capítulos igualmente importantes.

Las memorias e interpretaciones que de ellos se desprendan son elementos clave en los procesos de reconstrucción de identidades no solo individuales, sino también colectivas y por consiguiente la memoria misma de las ciudades. La ciudad es una gran obra, destacable en la forma y en el espacio, pero esta obra puede ser captada a través de sus fragmentos, sus momentos diversos. La unidad de estas partes está dada fundamentalmente por la historia, por la memoria que la ciudad tiene de sí misma. Las ciudades son el texto de la historia y parte de su memoria. Ellas no solo cuentan la historia de los hombres, sino que la contiene como las líneas de la mano.

En cualquier momento y lugar, es imposible encontrar una única memoria, una única visión e interpretación de la ciudad en el pasado compartidas por toda una sociedad. Podemos encontrarnos en determinados periodos con un mayor consenso, de interpretaciones más aceptadas o hegemónicas. Siempre habrá como contraparte otras memorias e interpretaciones alternativas. Es decir se entablará una oposición en términos de lucha contra el olvido y la eliminación de las huellas y rastros del pasado.

El poder de las huellas de las ciudades no está en las huellas por sí mismas, sino en la autoridad que representan, en los mecanismos ligados a las instituciones que las gestaron y en las causas relacionadas con su legitimidad. La memoria, entonces, se produce en tanto hay sujetos que comparten una cultura, en tanto hay agentes sociales que intentan corporizar estos sentidos acerca del pasado en diversos productos culturales vistos como vehículos de la memoria: monumentos, edificios, proyectos, planes, la conformación del espacio urbano.

El goce al derecho de uso del espacio urbano se presenta o manifiesta a través de múltiples facetas y exhibe un proceso a través del cual un conjunto de actores ponen en juego estrategias, recursos, alianzas y conflictos tendientes a resolver la cuestión estudiada según sus respectivos valores e intereses.

Se entabla así una lucha social entre sectores y organizaciones (públicas y privadas) que de uno u otro modo han reivindicado el derecho a decidir u opinar sobre la localización en el espacio de las distintas actividades que estructuran la vida urbana: de un lado, el Estado dispuesto a alterar la existente distribución espacial de la población mediante diferentes mecanismos que afectan el uso o disposición de dicho espacio junto a otros actores que, beneficiarios o no de las políticas estatales, adhieren a sus contenidos, sea en el plano material o ideológico; del otro, los sectores sociales cuyos derechos al uso del espacio se ven afectados por las políticas del Estado.

 

I

La ciudad es un instrumento creado por el hombre, tal vez la obra de arte más encumbrada que éste haya creado. Es por lo tanto una concepción humana artificial de ejecución histórica. La realidad que ella representa es de carácter sedimentario, acumulativo, secular. Las generaciones sucesivas desaparecen unas, las siguientes heredan aspectos de la cultura anterior, agregan elementos propios de los cambios pacíficos o violentos de cada etapa de la historia. Es por ello que debemos apreciar una tendencia de inercia a la evolución y otra que indica la aceptación del cambio como respuesta a la audacia revolucionaria de los agentes sociales. Durante el desarrollo de este trabajo estaremos constantemente trabajando entre aspectos de inercia histórica y los de cambio.

Por lo tanto, la ciudad como producido artificial establece una relación inicialmente importante entre el objeto construido y un sujeto, el hombre[1] que ha dado lugar al mismo. La relación que anunciamos entre un sujeto social frente al objeto construido “ciudad” constituye en su carácter dialéctico el elemento complejo de nuestros estudios. El término dialéctica aquí incorporado está expresando que se trata de una unidad contrapuesta en desarrollo recíproco en la cual la sociedad urbana se presenta con su propio sistema contradictorio interno y crea y recrea constantemente al espacio social urbano impuesto de sus propias contradicciones. A su vez el sujeto expone constantemente sus contradicciones con el objeto histórico heredado y con la parte de ese objeto que ha contribuido a construir. No se agotan aquí las posibilidades dialécticas en este esquema, pero queda planteado un aspecto del desarrollo de las ciudades que para las ideas expuestas en nuestro trabajo tiene fundamental importancia. Significa para nuestro caso que en la ciudad de Rosario durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional se observan modificaciones lentas, que por lo general no han podido ser concientizadas por el hombre que las ha habitado y otras de índole irruptivo, drásticas, que han sido consecuencia de un proceso de acumulación de variables, que han estallado por último bajo formas diversas a veces en carácter de transformaciones estructurales del ámbito urbano.

Estas transformaciones estructurales de la ciudad tienen su correlato en la historia del desarrollo urbano de las ciudades latinoamericanas desde los orígenes mismos de las contradicciones ingénitas desde sus momentos emancipatorios. Sólo con recordar las concepciones bolivarianas para el futuro de la América del Sur (por citar sólo una), y las antitéticas posturas de raíz europeizante que en definitiva se implementan; oscuras frustraciones de las clases dominantes, falsa construcción de una identidad cultural, amplios movimientos de inmigración y aplicados de rémoras feudales se inscriben en las actas fundacionales de los países de la región.

En la primera mitad del siglo XX se hizo evidente el creciente ascenso de las clases sociales denominadas medias, reflejados en los cambios en los modos de producción de la economía, la posibilidad de perfeccionamiento y educación superior no restricta, el aparente afianzamiento de las instituciones democráticas y la búsqueda de autodeterminación con el implementado de políticas soberanas. No obstante, este periodo histórico se verá afectado por reiteradas interrupciones a los gobiernos constitucionales en los periodos de entreguerras y posteriores, alternando situaciones de populismo y autoritarismo militar.

Las posibilidades ciertas de superar definitivamente estas contradicciones se verán frustradas con el arribo de un ominoso período de dictaduras militares que cubrió casi todo el continente americano, sobre el inicio del último cuarto del siglo pasado, y en pos de las doctrinas de seguridad nacionales durante el período llamado de “guerra fría”. Es durante esa interrupción de las instituciones democráticas cuando muchas de las naciones de la América del Sur sufrirán el inicio de encadenamientos a políticas económicas regresivas, que conllevan a los bien conocidos endeudamientos con agencias de financiamiento internacional. En el caso de Argentina, esto puede analizarse en dos etapas bien particulares; el primero es el llevado a cabo durante el la última dictadura militar (1976/1983), la cual forjó las bases de una dependencia extraordinaria basada en la deuda externa pública; el segundo queda definido en el “menemato (1989/1999)” donde, Ley de Convertibilidad mediante, pérdida de la soberanía monetaria, financiera y cambiaria, remate de activos públicos, corrupción y más endeudamiento. Nótese que los principales actores de políticas económicas del “proceso”, el “menemato” y su “soñoliento” continuador presidencial, son los mismos; y el resultado fue también similar: más desigualdad y exclusión social[2].

 

II

La ciudad es Urbs, Civitas y Polis. Urbs, una aglomeración urbana, en un territorio definido por la densidad demográfica y la diversidad social y funcional. Actualmente es difícil delimitar la Urbs, y lo es más diferenciar su identidad del resto, como era, por ejemplo, la distinción entre campo-ciudad. Se superponen realidades diferentes: la ciudad histórica, la ciudad administrativa, la aglomeración o continuo urbano, la región metropolitana, etc.

Civitas o la ciudad como productor de ciudadanía y ámbito de ejercicio de la misma. Entendemos como ciudadanía al reconocimiento de igualdad de derechos y obligaciones para todos los que viven en un mismo territorio caracterizado por su continuidad física y relacional y con una gran diversidad de actividades y funciones. La ciudad-civitas no es una unidad homogénea, sino la sociedad urbana heterogénea, cuya cohesión está dada justamente en la igualdad jurídico-política, el acceso a todos los servicios urbanos, basada en la convivencia y la tolerancia.

La Polis, el lugar de la política, de las instituciones político-jurídico-administrativas, de la autorepresentación de sus habitantes, de las demandas colectivas, de las movilizaciones sociales, de los cambios en las relaciones de poder, de las innovaciones culturales y políticas. Es decir Polis como lugar del poder, de la participación y de la representación a través de las instituciones, pero también lugar de la oposición y resistencia al poder[3].

A la ciudad entendida bajo relación entre Urbs, Civitas y Polis, y siguiendo la línea investigativa de Jorge Liernur[4], la última dictadura militar del siglo XX contrapone una planificación urbana sustentada en el protagonismo de un Estado netamente Destructor en todos los sentidos: desde las rémoras de estructuras económicas preexistentes, para permitir la entrada en todos los rubros de los capitales internacionales "verdaderamente eficientes", hasta, literalmente, toda institución, toda persona, toda idea que pudiera oponerse y que esa misma transformación podría generar,“el Estado todavía ocupó para la Arquitectura el lugar del Príncipe, un Príncipe brutal y devastador, pero poderoso, el recurrente fantasma esperanzador del que el sueño/pesadilla modernista aún no habla terminado de abjurar”[5].

El golpe militar de 1976 se constituiría en un punto de inflexión en la historia del desarrollo urbano de la ciudad de Rosario. El grado que adquieren las políticas estatales hacia las cuestiones urbanas rompe con el modelo de ajustes y compensaciones, de paños fríos y remiendos seguidos hasta entonces[6]. Asumen entonces un carácter más drástico, explicito, respecto al derecho al espacio urbano, el papel del Estado en su control y de las estrategias para que mediante la actuación sobre el espacio público se bloqueen las condiciones de urbanidad y de civitas, impidiendo la participación ciudadana y la total supresión de las políticas democráticas.

 

III

Si pensamos en la historia de la arquitectura y el urbanismo de las ciudades argentinas durante la última dictadura militar observamos que la producción del gobierno militar no tuvo ni propició un lenguaje arquitectónico propio sino que resignificó las corrientes existentes en el momento. Para que esto ocurriera debemos preguntarnos si ese accionar hubiera sido posible prescindiendo del comportamiento de los sujetos que resultaron funcionales a los fines políticos de la dictadura. No se trata de plantear una discusión moral como sostiene Graciela Silvestri[7], pero sí de identificar representaciones y modos de accionar del debate arquitectónico y sus actores, que constituyeron mediaciones, complejizando la relación entre arquitectura y política en el período y constatando sus vinculaciones históricas entre arquitectura y Poder. Quizás el aspecto más discutible en este sentido sea la pretendida “apoliticidad” de las propuestas arquitectónicas, centradas en valores “técnicos” o “artísticos” que, terminan indefectiblemente operando políticamente.

Para entender la relación Arquitectura-Poder debemos remontar el debate al siglo XIX. Para Friedrich Engels la reforma de París del prefecto Haussmann fue un instrumento de represión, para facilitarle al ejército atravesar los densos barrios obreros de la ciudad medieval sublevados en 1848. Bajo esta perspectiva el urbanista es un miembro consciente del poder (sólo el poder reforma la ciudad, y sólo para ratificar sus intereses de clase), que ejerce su técnica para reforzarlo y permitir su ejercicio.

Michel Foucault produce uno de los primeros cambios de perspectiva sobre la relación entre la Arquitectura y el Poder, planteando a éste último a través del funcionamiento de dispositivos espaciales panópticos de control. Esta nueva corriente desplaza la arquitectura y la ciudad de su rol de simples escenarios de las acciones políticas y sociales, colocando los dispositivos materiales en el centro mismo del debate histórico y filosófico sobre el Poder moderno: maquinas de reproducir un poder automatizado y desindividualizado que atraviesa toda la sociedad.

En cambio Michel De Certeau hace hincapié en las prácticas y no en los objetos-dispositivos, buscando mostrar los procedimientos con que la sociedad realiza permanentemente creaciones contestatarias al poder. La capacidad de resistencia constante del ciudadano común contra el poder basadas en prácticas microbianas, singulares y plurales sobreviven a los mecanismos de la administración urbana panóptica que trata de eliminarlos o controlarlos, se refuerzan en su ilegitimidad y se desarrollan dentro de las mismas redes de vigilancia, combinándose según tácticas intangibles pero estables al punto de constituir regulaciones cotidianas y creaciones que se esconden en las brechas de los dispositivos ópticos.

La idea de este último sobre una tentativa de rescate antropológico de aquel mundo que la tecnología moderna ha destruido, encuentra su oposición en Fredric Jameson, donde la potenciación de los efectos del nuevo orden mundial es quién debería darle "al sujeto individual un nuevo y más elevado sentido del lugar que ocupa en el sistema global"; un sujeto capaz de acceder a un "conocimiento rico y complejo sobre el sistema internacional global".

Aldo Rossi cambia el sentido de la discusión al manifestar “no hay arquitectura fascista, hay fascistas que hacen arquitectura” El eje central pasa desde el lugar de las obras al lugar de los sujetos ya que pasamos de interrogar la relación entre arquitectura y política en el contexto de los regímenes totalitarios a buscar la colaboración de los arquitectos y profesionales con el régimen para dotarlo de símbolos, imágenes y marcas constitutivos de su gestión autoritaria[8].

Justamente con el Proceso se propició un modelo modernizador basado en la instalación de grandes empresas multinacionales al amparo de una fuerte intervención estatal y, a su vez, en el plano disciplinar, la arquitectura continuó la búsqueda de salidas a la crisis generadas por la homogeneidad del Estilo Internacional y del funcionalismo, recurriendo a viejas fórmulas del, ya en retroceso, movimiento moderno. Coincidiendo con la afirmación de Jorge Liernur, el desengaño acerca de la solidez de los dogmas modernistas coincidiría con la debacle de la dictadura, y es indudable que:

“con el Príncipe reducido a la figura de un gigante imbécil y agonizante, los arquitectos entrarían a la década del ochenta con una apabullante sensación de desamparo”[9].

La Dictadura militar instalada en 1976 desarticuló las corrientes que propugnaban la participación activa de la población y redujo a su mínima expresión los análisis y propuestas que partían de una critica a las instituciones. La suya fue una estrategia de "ciudad blanca"; frente a la "contaminación" de la ciudad por parte de los sectores marginales y más pobres a través del crecimiento de las villas de emergencia o la decadencia de los sectores más antiguos, la solución autoritaria fue la de "blanquear" (en todo sentido) o limpiar la ciudad. Como ejemplos citaremos tres casos: el del gobernador de Tucumán Domingo Bussi cargando en camiones a los mendigos enviándolos fuera del límite de su provincia; el del brigadier Osvaldo Cacciatore, intendente de la ciudad de Buenos Aires, quién destruía las villas con topadoras y enviaba a los habitantes fuera del límite de la Capital Federal, deportándolos a sus lugares de origen como si se trataran de inmigrantes ilegales; o el caso de la ciudad de Rosario durante la intendencia del Capitán Augusto Cristiani, que amurallaba una villa de emergencia en épocas del mundial de fútbol de 1978.

Estas actuaciones, sustentadas por la convergencia de consideraciones ideológicas y estratégicas, observaría a la ciudad como el lugar de residencia propio de la "gente decente", como la "vidriera del país", como el ámbito físico que devuelve y reafirma valores de “orden”, “equidad”, “bienestar”, “pulcritud”, en resumen “invisibilidad de la pobreza”.

Es así como en el discurso oficial sobre las formas arquitectónicas durante el periodo estudiado encontramos una voluntad explícita de ciudad limpia, blanca, ordenada, para mostrar, una síntesis de lenguajes distintos que apuntaban siempre a lo moderno[10]. Basada principalmente en el medio ambiente, en el funcionamiento del edificio, ciertos valores simbólicos de carácter general relacionados con la identidad y una impostación retórica de esquemas generales sobre las variables económicas y sociales.

Pero permaneció ausente la discusión sobre quién encargaba los trabajos (un Estado autoritario), de las características de la obra pública (si fue por concurso, licitación o encargo directo) y de las relaciones entre comitente arquitecto. Por consiguiente, siguiendo las suposiciones de Graciela Silvestri, si bien en el plano del lenguaje arquitectónico no hubo cambios, se produjeron modificaciones en las temáticas, los modos de gestión, el carácter de la organización industrial y las condiciones de los encargos durante del periodo de la última dictadura militar[11].

Debemos tener en cuenta que a nivel nacional el gobierno dictatorial estableció la diferenciación de políticas de planificación a implementar en el área metropolitana de Buenos Aires con respecto de las correspondientes al resto del país. La estrategia general tendería, en consecuencia a controlar el crecimiento de la región urbana de Buenos Aires y orientar selectivamente los movimientos migratorios hacia las regiones del interior del país mediante la utilización de sus potencialidades económicas junto con equipamientos que permitan constituir centros urbanos de contrapeso frente a la Capital Federal[12]. Es así como la ciudad de Rosario se posicionaría como Centro de Equilibrio dentro de esta política de reorganización territorial en el ámbito nacional.

Las estrategias técnicas no surgieron a partir de la instauración del gobierno de facto, ya que las mismas eran anteriores al 24 de marzo de 1976, ni tampoco son originarias de la Argentina, sino que se estaban implementando en la Europa de la segunda posguerra, pasando luego a Estados Unidos y finalmente a América Latina. Pero a partir del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional y la implementación de la lucha contra la “subversión”, la reformulación del orden político, social y económico y la instauración de modelos de control y disciplinamiento en todos los niveles de la actividad social fue necesario enmarcar la problemática urbana de modo que resultara afín a los objetivos generales de la dictadura.

Para estos últimos, el progreso y bienestar entendidos por la ciencia de los técnicos de gestiones remite a algo distinto; tienen estos la visión de un modelo universal que resolvería las problemáticas urbanas en todos sus aspectos, especialmente en cuanto hace al cese de "úlceras urbanas", y la consecuente eliminación de la identidad cultural de sus habitantes, negándoles su derecho a una vida urbana plena, para reinstalarlos en emergentes artefactos de habitar de una nueva anti-ciudad marginal, procíclica del movimiento primero disolutivo del espacio tiempo social.

De manera que, si bien en el plano del lenguaje arquitectónico no es correcto atribuir transformaciones decisivas a los cambios en los procesos políticos, en Argentina, y por consiguiente en la ciudad de Rosario, durante este periodo pueden reconocerse, al menos, modificaciones importantes en las temáticas, los modos de gestión, las características de la organización industrial y las condiciones de los encargos, como producto de los grandes ciclos de la sociedad.

 

IV

El desarrollo de los procesos específicamente urbanos y los modos en que ocurren definen en gran medida las condiciones básicas de la vida en la ciudad: vivienda, transporte, recreación, trabajo, educación, etc. Es por esto que en la década del ´70 era corriente en los organismos de planificación (en todos sus niveles) la implementación de políticas de, re-equilibrio territorial, de construcción de conjuntos habitacionales sustentados por el Estado, de desarrollo de estrategias de erradicación de asentamientos irregulares (villas de emergencia) como así también de proyectos urbanos de ciudades universitarias. Si bien las obras arquitectónicas pudieron no haber sufrido variaciones formales a lo largo de la década del ´70, deberemos tener presente la resignificación que sufrieron respecto de sus principios originales durante las diversas gestiones urbanas que se sucedieron durante la última dictadura militar, asumiendo en nuestra realidad sentidos diferentes a los que les dieron origen, suponiendo que en algunos casos se planteó la transformación de modelos territoriales en modelos de control y disciplinamiento de los sectores sociales.

Las primeras medidas adoptadas sobre Rosario tenderían al debilitamiento del poder de gestión municipal, a favor de los niveles superiores provinciales y nacionales:

1.                  En 1976 se disolvió la Prefectura del Gran Rosario, entidad de planificación regional desde la cual se promovían la concertación de convenios con distintos organismos que abarcaban transporte, red vial, vivienda, puerto, ferrocarriles, etc.,

2.                  En 1977 se redujeron los aportes provinciales para las obras ferro-portuarias hasta su total anulación,

3.                  Ese mismo año se revocó el convenio bilateral de 1974 a través del cual el gobierno provincial facultaba al municipio de Rosario a efectuar los correspondientes llamados a licitación pública,

4.                  En 1978 se decidió unilateralmente por parte del gobierno provincial, abandonar el Convenio General Tripartito de 1967 (provincia- municipio- Ferrocarriles Argentinos) desintegrando el mecanismo de coordinación ferro-urbanística.

Es así como la misión principal del gobierno municipal de Rosario se centraría en la conformación de una ciudad limpia y en orden, en la resolución de los principios enunciados de “ciudad blanca”, delegando las facultades enunciadas anteriormente, conseguidas durante los años sesenta y principios de los setenta relacionadas con la toma de decisiones estratégicas de planificación regional, a favor de la Provincia y la Nación.

Es en este punto, tomaremos como referencia la diferenciación que realiza Gabriela Aguila, destacando dos periodos distintos: el primero (intendencia Capitán Augusto Cristiani, 1976-1981) donde el objetivo era “poner la casa en orden” siguiendo las pautas del autodenominado PRN con un importante margen de maniobra y que contó con un visible consenso; y el segundo (intendencia Dr. Alberto Natale, 1982-1983) signado por crisis en múltiples niveles, una ascendente movilización social y política, en una configuración que enmarcaba la colaboración civil con el autodenominado PRN y una retórica perspectiva de transición a la democracia[13].

Durante el periodo 76-83, se opera una transición en el debate arquitectónico y en las formas de producción de la arquitectura argentina, del cual Rosario forma parte, considerando las maneras en que temas y problemas fueron tratados durante una situación como la de entonces. A comienzos de los 70 se favorecía un cambio en lo social de la profesión, apoyada la corriente planificadora de ese entonces y de los profesionales en general, directamente ligada al objetivo a seguir por el planeamiento y la arquitectura de satisfacer necesidades sociales. Primaba el punto de vista técnico, es decir que una obra correctamente resuelta era aquella que mejorara la calidad de vida de la sociedad, sin tener en cuenta quién era el comitente o quién era el que la construía. Esta idea se prolonga sobre el periodo democrático, consolidada en algunos ambientes académicos y profesionales hasta el día de hoy. Pero esta “apoliticidad” de la técnica no es tan así si tenemos en cuenta que con la metódica implantación en la ciudad de las nuevas estrategias de planificación urbana se planteaban restricciones reales o potenciales a la radicación urbana de diferentes segmentos de los sectores populares. Cuestionando la forma de apropiación y uso del suelo, justificaban la erradicación de villas de emergencia. Recuperando zonas destinadas a obras públicas unilateralmente decididas daban lugar a expropiaciones por construcción de autopistas o por ampliación de espacios verdes (por ejemplo). Relocalizando industrias, producían la virtual desaparición de fuentes de trabajo y el inevitable éxodo de la población obrera dependiente de esas fuentes. Creando reglamentaciones especiales o suprimiendo privilegios, establecían barreras de acceso económico a la construcción o locación de viviendas económicas en la ciudad.

 

V

A partir de pensar que los modelos de control y disciplinamiento social implantados por la última dictadura militar en Argentina en general y en la ciudad de Rosario en particular alcanzaban todos los ámbitos de la relación Estado / sociedad con el propósito de reestructurar el orden político, económico y social vigente hasta entonces, indagaremos sobre las maneras en que la arquitectura sería utilizada como mecanismo tendiente al disciplinamiento de distintos sectores sociales.

Con la adopción de diversas estrategias habitacionales, las políticas desarrolladas sobre los asentamientos irregulares, la reconceptualización de la Ciudad Universitaria de Rosario, y las obras de arquitectura ejecutadas en ocasión del Mundial de fútbol de 1978 se puso de manifiesto la vigencia, en el ámbito de las distintas instancias de decisión del gobierno de la última dictadura militar, una nueva concepción sobre la jerarquía del espacio urbano, la función de la ciudad y el lugar que debían ocupar en ella los distintos sectores de la sociedad. Repasemos brevemente algunas estrategias:

Si tomamos como referencia al proyecto definitivo del Centro Universitario de Rosario (CUR), encontraremos que si bien hubo cierta continuidad entre la propuesta inicial de 1968 y la final 1978, es evidente que se habían “aplacado” las búsquedas arquitectónicas. En el proyecto del Centro Universitario de 1978 se había abandonado la idea de una Ciudad Universitaria que aglutinara la totalidad de las instalaciones e incluyese un área residencial. El cambio de denominación del proyecto de 1968 (Ciudad Universitaria Rosario) al de 1978 (Centro Universitario Rosario) es altamente significativo desde el punto de vista conceptual. La eliminación de la residencia destruye la idea de “ciudad”, ámbito por excelencia de las relaciones humanas, constituyendo un “Centro” con el objetivo de aislar sectores de población potencialmente conflictivos, romper redes de solidaridad, confinándolos en reductos controlables dentro del espacio urbano.

El sitio elegido es conocido como "La Siberia" por su connotación de destierro, de aislamiento en las duras condiciones de un sector ocupado por una villa miseria a la cual ni siquiera ingresaba el transporte público.[14] El proyecto estuvo a cargo de un equipo encabezado por el arquitecto Alfredo Molteni como Director General. El programa del CUR fue el de una segmentación; se dividió en sectores, que agruparían los distintos Departamentos en que se planeaba reorganizar la estructura académica de la UNR y, manteniendo el área central destinada a gobierno, se pensó en dos grandes áreas docentes con un bloque de tres niveles para cada Departamento y una "calle" de vinculación en el nivel intermedio, inmersas en el llamado Parque de la Universidad.

La "calle" no era la misma que la propuesta en el '68, más aún con el intento de darle otra significación; el discurso oficial en su presentación a la prensa se refirió a la erección de cuatro símbolos en el predio, entre ellos el de la "Raza nueva", la raza de "las futuras generaciones que transitarán por esa calle en busca de su desarrollo intelectual, que las conducirá al reconocimiento de nuestra identidad"[15].

La preocupación por presentar una imagen de pulcritud y orden también está presente en el CUR. En 1981 en ocasión de la visita de Amos Rapaport, Christopher Jones y Geoffrey Broadbent para el "Simposio sobre la enseñanza del diseño", las autoridades advirtieron que el ingreso a la Facultad de Arquitectura era impresentable. Entonces las autoridades necesitaron "una fachada"; y el edificio la obtuvo. Repentinamente, apareció un hall que contrastaba con la puertita y la garita de control donde todos los días se pedían los documentos a quienes ingresaban al predio. El eje troncal de la circulación se abrió hacia la prolongación de la calle a través de un ingreso transparente. Pero todo esto una vez que la villa que rodeaba el edificio había sido desalojada y que el ingreso a la Universidad era restrictivo.

Las políticas públicas referidas a la vivienda encuentran aplicación en Rosario a partir del involucramiento de las tres esferas del estado en la implementación de estas medidas.

Una de las particularidades de la localización en Rosario de los complejos habitacionales encuentra respuesta en la decisión política en 1967, mediante el Plan Regulador Rosario y la aplicación de su herramienta, el Código urbano. Dicho plan zonifica la ciudad de acuerdo a los usos del suelo, delimitándose Centros Urbanos con el objeto de renovar y descentralizar la estructura urbana. Para el hábitat se establecen tres centros: Centro de habitación Oroño: (Bv. Oroño y Avda. Uriburu), Centro de habitación Grandoli (Grandoli y J. M. Gutierrez) y Centro Deliot (Bv. Segui y Avenida de Circunvalación).

En 1973 se crea la operatoria del Fondo Nacional de la Vivienda (FO.NA.VI.) mediante la cual la Sub-secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (dependiente del Ministerio de Acción Social de la Nación) administraba los recursos, teniendo bajo su responsabilidad los aspectos generales de la planificación, determinación de prioridades y normas de operatorias, quedando a cargo de los organismos provinciales la ejecución de los programas. Es así como la Dirección Provincial de Vivienda y Urbanismo (DPVyU) se constituye en la principal ejecutora de conjuntos habitacionales, a través del manejo de los fondos del FONAVI. Quedan así relegados los otros organismos existentes hasta el momento como financiadores de vivienda social[16].

A partir de 1978 las licitaciones incluirían a una misma empresa o conjunto de empresas asociadas el terreno, el proyecto y la construcción,, propiciando la monopolización de la construcción de viviendas e infraestructura. Estas inéditas concentraciones condicionan la operatividad de los organismos estatales, limitando su acción en la planificación del crecimiento y construcción de la ciudad, los cuales quedan virtualmente sin dominio real del desarrollo urbano, limitándose al control (deficitario por cierto) de la ejecución. Pero, como decíamos anteriormente, sigue ausente del debate sobre el análisis del encargo, la naturaleza de la obra pública y de las relaciones entre comitente/arquitecto.

El sustrato espacial que nos permitirá encontrarnos con las huellas de las experiencias en las memorias es la zonificación impulsada desde el estado municipal, y desarrollada a través de los organizamos nacionales y provinciales, originando una caracterización morfológica de la ciudad: la dualidad entre la ciudad consolidada y la periferia[17]. Es justamente la periferia lo que nos interesa, ya que es allí donde se implantarán los conjuntos habitacionales, el hábitat de los excluidos, los derrotados, las minorías, el mundo popular, incluyendo a los sectores analfabetos y de extrema pobreza, en fin al conjunto de los sectores subalternos[18].

 

VI

Son justamente estas estrategias las que definen las marcas en la/as memoria/as, no solamente cómo elementos que explican como se construido una idea de pasado, sino en monumentos, placas recordatorias y otros hitos que son maneras en que los actores han tratado de dar materialidad a sus memorias[19]. Estas nos darán las claves para reflexionar acerca de la/s memoria/s del periodo y de que manera repercutieron en el paisaje y conformación del espacio urbano, sobre la vinculación que existe entre la historia de un pueblo y su marca en el espacio, las formas en que la ciudad física interpela a sus habitantes y la disposición de estos para poder “leer” el texto urbano.

Sobre esta cuestión algunos estudios han trabajado sobre aquellos sitios significativos por su impronta vinculada a la toma de decisiones y poder de ejecución del terrorismo de Estado (la Sede del II Cuerpo de Ejercito, la Jefatura de Policía, La Calamita, la “casa de los ciegos”, etc.) como depositarios materiales que permitirán sostener las memorias en conflicto de los distintos actores sociales.

No obstante la evidencia de estos elementos singulares, queremos aportar la hipótesis de que también es posible reconocer la existencia dentro de la ciudad de otros “objetos habituales” que han venido a desempeñar de un modo más silencioso el mismo accionar, agazapados en lo cotidiano. Situados en este plano, la importancia de las políticas habitacionales, las obras ejecutadas en ocasión del Mundial de fútbol de 1978, la transformación del Centro Universitario, radica en su planeada imposición en la ciudad, constituyendo estrategias para quebrar ámbitos urbanos de resistencia, incomunicar sectores de población virtualmente problemáticos, enclaustrándolos en lugares controlables dentro de la ciudad. Es por esto que trabajamos un campo particular, aquél donde el lenguaje arquitectónico pudo no haber variado como sostuvimos anteriormente, pero teniendo presente la resignificación que sufrieron en sus principios originales, suponiendo que en algunos casos se planteó la transformación de estrategias territoriales urbanas y arquitectónicas en modelos de control y disciplinamiento social organizados por el Estado durante la última dictadura.

A través de estas complejas estrategias, las formas arquitectónicas y los programas urbanísticos fueron utilizados, incorporándolos a la política de silenciamiento ejercida en todas las esferas de la sociedad, bajo la ausencia casi total de resistencias[20]. Sintetizando, es desde estos parámetros que podemos definir las principales características que definen una temporalidad especial, con características propias durante la última dictadura militar, en donde el modelo de disciplinamiento aplicado a la ciudad podría traducirse en la siguiente afirmación, que según Oscar Ozslak, representa el accionar de la clase dirigente de la época:

“Queremos una ciudad con la mejor gente, una ciudad con estratos de población de altos ingresos, que merezca vivir en ella. Una vez que lo logremos, nunca más volveremos a tener coyas vendiendo limones en las calles. Estos estarán muy lejos, quizá trabajando como obreros "redimidos" en algún lejano "polo industrial" o de regreso en sus países de origen”[21].

Finalmente el reposicionamiento disciplinar y de la profesión quedó en el ámbito de la necesidad (utilidad, función, soluciones a las demandas masivas) y, salvo contadas excepciones, se avanzó en el plano de la discusión sobre la relación entre Arquitectura y Poder militar, que atañe al problema de la libertad. Muchas veces la “técnica” sirvió como paraguas protector, generando una falsa convicción de que sería posible resolver mediante un buen proyecto arquitectónico o urbano los dislates planteados por la gestión urbana del gobierno militar. No interesaba ni la calidad ni el “estilo” para que los funcionarios de la dictadura se apropiaran de los significados de los objetos arquitectónicos. Así la arquitectura como disciplina termina cautiva de un atributo que le es propio, rasgo que la diferencia de las otras artes:

la obra de arquitectura se instala plenamente en el mundo cotidiano.

 

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RESUMEN

 

Las transformaciones urbanas en la ciudad de Rosario durante la última dictadura militar

 

El presente trabajo plantea una indagación sobre las lógicas de construcción y transformación de la ciudad de Rosario en el periodo 1976-1983, durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional pensando que ciertas estrategias de localización y configuración del espacio urbano resultaron funcionales a los objetivos de control de la dictadura sobre ciertos grupos sociales. En tal sentido nos interesa indagar tanto la definición misma de dichos espacios como los procesos de construcción de identidad y de apropiación o aplicación de recursos políticos, culturales o económicos sobre la transformación física de la ciudad por parte de los distintos actores intervinientes.

 

Palabras Clave: Arquitectura – Ciudad - Espacio urbano – Dictadura militar

 

 

ABSTRACT

 

The urban transformation in Rosario during the last military dictatorship

 

The present work raises an investigation on the logics of construction and transformation of the city of Rosario in period 1976-1983, during the self-appointed “Process of National Reorganization” thinking that certain strategies of location and configuration of the urban space were functional to the control objectives of the dictatorship on certain social groups. In such sense the same definition of these spaces like the processes of construction of identity and appropriation or application of political, cultural or economic resources interests to us to investigate so much on the physical transformation of the city on the part of the different intervening actors.

 

Key words: Architecture – City – Urban Space – Dictatorship

 

 

Notas



(*) Arquitecto. Becario Doctoral CONICET. Adscripto Area Teoría y Técnica del Urbanismo. Facultad de Arquitectura P y D. Universidad Nacional de Rosario. Miembro del Centro de Estudios de Historia Obrera (CEHO) Facultad de Humanidades y Artes. vpcristian@hotmail.com

[1] Cabe destacar el exacto empleo que damos al término “hombre” en todas nuestras explicaciones, pues no se trata del hombre individual sino del hombre social, es decir de las obras realizadas colectivamente en función de acuerdos solo concientizados por obra de la necesidad o formalizados bajo acuerdos que integran sistemas de dominación y aceptación, incluidos en códigos y estructuras jurídicas complejas.

[2] Para mayores precisiones sobre el reconocimiento de la dicotomía entre las múltiples ciudades que pueden existir en una sola, y cuándo y porqué esta situación tiene su origen en políticas urbanas que privilegian líneas de acción sobre determinadas áreas ver Baranzano Leonardo y otros Los excluidos del sueño. Ponencia presentada en las 2ª Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente. Buenos Aires, 2004.

ofreciendo cosmética y teatralidad para las áreas centrales, y antros deshumanizados para quienes resultan excluidos del sueño

[3] Para mayores consideraciones sobre la relación entre Urbs, Civitas y Polis ver Borja, Jordi y Zaida, Muxí. El espacio público: ciudad y ciudadanía. Barcelona, Electa, 2003

[4] Liernur, Jorge. Arquitectura en la Argentina del siglo XX. La construcción de modernidad. FNA, Buenos Aires, 2001.

[5] Liernur, Jorge. op. cit.

[6] Siguiendo la línea investigativa desarrollada por Oscar Oslak, la alternancia cívico militar entre 1955 y 1976 las diversas políticas urbanas tendieron a reforzar el patrón estructurante fundado en la creciente suburbanización y segregación metropolitana.

[7] Silvestri, Graciela. “Apariencia y verdad”. Revista Block. Nº 5. Universidad Torcuato di Tella. Buenos Aires, 2000.

[8] Ballent, Anahí y Gorelik Adrián. “El Príncipe” Revista Block. Nº 5. Universidad Torcuato di Tella. Buenos Aires, 2000.

Liernur, Jorge. op. cit.

[10] Silvestri, Graciela. op. cit.

[11] Esto nos lleva a una primera instancia de descartar la idea extendida luego de la Segunda Guerra Mundial de la asociación inmediata que identificó al eclecticismo monumental con gobiernos autoritarios y la arquitectura moderna con democracia. Solo basta pensar en algunos ejemplos con ser el Centro de Prensa Rosario en la plaza Pinasco de Rosario o ATC en Buenos Aires.

[12] Las diferencias regionales, el desequilibrio poblacional, el desborde de las áreas metropolitanas (Gran Buenos Aires, Gran Rosario, Gran Córdoba, Gran Mendoza, Gran Tucumán, etc.) definen un país con zonas netamente expulsoras y otras receptoras de población, cuyos desequilibrios producían efectos negativos sobre la distribución espacial de la población. Ver Ozslak, Oscar. Merecer la Ciudad. Los pobres y el derecho al Espacio Urbano. CEDES-HVMANITAS, Buenos Aires, 1991..

[13] Aguila, Gabriela. “El terrorismo de Estado sobre Rosario (1976-1983)”. En Pla, Alberto (coord) Rosario en la historia, de 1930 a nuestros días, Tomo 2, Universidad Nacional de Rosario Editora, Rosario, 2000.

[14] Incluso esto provocó innumerables conflictos entre la comunidad universitaria y los vecinos. Una anécdota quizás sirva para descubrir hasta que punto la intervención militar fomentaba este conflicto entre los distintos sectores de la ciudad....”Entre los posibles motivos de la continua agresión de los vecinos sobre el edificio de la Facultad de Arquitectura instalada en el CUR estuvo "la canilla". La villa de Emergencia tenía una sola canilla de uso comunitario. El ingreso de la Facultad se ubicó junto a la misma, exponiendo la pobreza extrema ante ojos ajenos e interfiriendo en las rutinas que les posibilitaban obtener agua potable” (Entrevista con un ex alumno de la Facultad de Arquitectura, febrero 2003.)

[15] Ver "C.U.R. 'El Parque de la Universidad'. Ideas y propuestas de integración", en Edilicia, abril 1981, pp. 19-21

[16] El municipio a través desde el Plan Alborada, como continuación de la política de erradicación de villas de emergencia del Servicio Público de la Vivienda (SPV). BHN apunta al sector medio con capacidad de ahorro, y una línea de créditos a entidades intermedias para la construcción de nuevas viviendas, dirigidos muchos de ellos hacia grandes gremios.

[17] Una gran porción de la ciudad puede calificarse como "deficitaria" (plena de carencias y conflictos), frente a otra que aparece, en términos relativos, como la "ciudad resuelta" (consolidada desde el punto de vista edilicio, bien servida y equipada, correctamente articulada). A esta contradicción, a esta dualidad que presenta la ciudad, se la ha denominado como "ciudad oficial" y "ciudad subalterna", en tanto una asume una entidad "reconocida" y "reconocible", mientras la otra pierde entidad, "se diluye", siendo, a menudo, "negada". Ver Mateos, Alicia. “Hacia la definición de pautas para la intervención habitacional en la ciudad de Rosario. Cuaderno del CURDIUR Nº 59.

[18] Ver Pasquali, Laura, Van Poepelen Cristian, “Memorias y control social: la conformación del hábitat en Rosario (1966-1983)”. Segundas Jornadas de Jóvenes Investigadores el Instituto de Investigaciones Gino Germani Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires. Octubre de 2003

[19] Jelin, Elizabeth, “Memorias en conflicto”. Revista Puentes, Comisión Provincial por la Memoria, La Plata, agosto 2000..

[20] En este sentido, el esfuerzo más destacado de plantear una alternativa fue la experiencia de “La Escuelita” en Buenos Aires, un taller alternativo de enseñanza de la arquitectura fundado en 1976. Uno de sus participantes, el arquitecto Tony Díaz la recordaba de la siguiente manera: “...para algunos de nosotros “La Escuelita” parece no haber tenido demasiado resultado. Pero algo siempre queda... porque las formas, resultado de una profunda centrifugación cultural, pueden ser muchas veces una forma de resistencia. No van a ser decisivas en cuanto a las definiciones finales (políticas), pero en el campo del interés por el desinterés, pueden plantear problemas “políticos” a las ideas establecidas. Esto no ocurrirá cuando sólo se trate de reemplazar un gusto por otro en el mercado, pero sí cuando, en circunstancias históricas particulares, se haga necesario estructurar una forma nueva del gusto que consolide las tendencias más auténticas de la sociedad”. Ver Díaz, Tony. “Posmodernismo y dictadura”. Revista Block. Nº 5. Universidad Torcuato di Tella. Buenos Aires, 2000

[21] Ozslak, Oscar. op. cit.