REVISTA DE LIBROS

 

DALLA-CORTE CABALLERO, Gabriela y DE MARCO (h), Miguel Ángel. Carlos de Sanctis. Salud, guerra y fraternidad, Rosario, Prohistoria Ediciones, 2014, 233 páginas.

 

La relevante vida pública del Dr. Carlos de Sanctis (Rosario, 1898-1957), ha motivado la escritura del presente libro. En su texto, los autores destacan especialmente por qué dicha trayectoria cobra interés para el campo historiográfico. El Dr. Carlos de Sanctis fue un activo protagonista en el rescate de la identidad histórica de la región, aportando al conocimiento y difusión del pasado nacional y local: un universitario de nuestra ciudad puerto, hijo de la pampa gringa que busca recuperar parte de la historia olvidada de la región, como así también promover la construcción de espacios de memoria tales como el Monumento Nacional a la Bandera, el Monumento al General Urquiza, entre otras tantas actividades desarrolladas.

Los distintos capítulos del libro muestran las múltiples facetas de la biografía del Dr. Carlos de Sanctis. En su trayecto de vida fue capitán de sanidad honoris causa del ejército paraguayo en la Guerra del Chaco (1932-1935), corresponsal de la misma guerra para el diario “La Capital” y reservista del ejército argentino. Participa también en “Las grandes maniobras de 1936” que tuvieron por escenario las provincias de Córdoba y San Luis donde realiza el álbum “Recuerdo de la grandes maniobras del año 1936” y fue condecorado en 1939 con “La Cruz del Defensor” de la República del Paraguay otorgada por el Mariscal Estigarribia, héroe de la Guerra del Chaco.

Carlos de Sanctis forma parte de ese sector de jóvenes profesionales universitarios, muchos de ellos hijos de inmigrantes como en su caso, que en la primera mitad del siglo XX, a la par de la creciente Rosario, emprendieron actividades que buscaban fomentar la cultura de la pujante ciudad. Como gran parte de la elite local, cursó sus estudios secundarios en Colegio Nacional de Rosario y luego se traslado a Buenos Aires donde estudia medicina regresando a su ciudad natal en 1923; a los cuatros años funda el Sanatorio San Martín y se incorpora como profesor en la flamante Facultad de Ciencias Médicas de Rosario. Durante esa época, muchos paraguayos estudiaban medicina en Rosario, lo cual posibilita que De Sanctis se relacione con la elite universitaria de este origen, con los cuales compartiría posteriormente tareas de sanidad militar en la mencionada Guerra del Chaco.

 Los tres álbumes de fotografías que el Dr. De Sanctis denominó: “¡ESTO ES LA GUERRA!, Mi campaña en el Chaco, álbum de fotografías explicadas (1932-1933)”, son un eje privilegiado de desarrollo por parte de los autores de este libro. Cabe mencionar que Dalla-Corte Caballero es autora también del libro “La Guerra del Chaco, Ciudadanía, Estado y Nación en el siglo XX, La crónica fotográfica de Carlos de Sanctis (2010), donde centra su trabajo en los álbumes fotográficos y la experiencia de vida del médico-cronista. Este corpus fotográfico corresponde al frente de batalla entre noviembre de 1932 y enero de 1933, donde De Sanctis se desempeñó como médico voluntario y corresponsal de guerra del diario “La Capital”. Gracias a la donación realizada por los familiares de Carlos de Sanctis al Museo Histórico de Rosario “Dr. Julio Marc”, se puede acceder a los álbumes de fotografías y gran cantidad y variedad de objetos personales, médicos, militares y uniformes entre otros.

Retomando el texto del libro, los autores entrecruzan los mencionados álbumes con la película documental “El infierno del Chaco” (1932), la película “La Sed” (1961) y los seis tomos de “La Guerra del Chaco” (1956) obra del Coronel Carlos José Fernández quien fuera superior de Carlos de Sanctis en el conflicto.

El documental del argentino Roque Funes “El infierno del Chaco” (1932), recuperado y restaurado en el año 2009 mediante la colaboración de distintas organizaciones nacionales e internacionales, fue íntegramente rodado en los campos de acción en los últimos meses de 1932, antes de la declaración de guerra en mayo del año siguiente. Describe un enemigo artero (Bolivia) que se preparó para esta guerra, no deseada por el pueblo paraguayo, muestra la colonización e inversión paraguaya en la región y finaliza con la victoria en Boquerón. La película “La Sed” (1961) del director argentino Lucas Demare basada en el libro “Hijo de Hombre” (1960) de Augusto Roa Bastos, relata dos capítulos de esta obra donde héroes oscuros fallecen cumpliendo con la dura misión de llevar el indispensable suministro de agua a los soldados en el frente de batalla. Como principal conclusión de estos entrecruzamientos, los autores sostienen que este material fotográfico del médico-cronista es hoy un elemento imprescindible para interpretar la Guerra del Chaco, ya que ilustra el papel de los militares en la etapa previa a la declaración formal de la guerra.

Entre 1920 y 1940, los profesionales universitarios rosarinos gestan una serie de proyectos identitarios y movilizadores en la ciudad, tales como “La comisión Popular Pro Monumento a la Bandera” (1923), la inauguración del monumento al Gral. Belgrano (1928), la filial Rosario de la Junta de Historia y Numismática (1929), -luego Academia Nacional de la Historia-, la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, la creación del Museo Histórico Provincial de Rosario “Dr. Julio Marc” (1939), entre tantas. Siempre ligado por amistad e intereses en común con los promotores de estos proyectos, Carlos de Sanctis se cuenta como un activo partícipe en un número significativo de éstos emprendimientos. En la nutrida lista se cuenta que en 1935, funda el Club Hípico Gral. San Martín y lleva a cabo la cabalgata sanmartiniana uniendo Buenos Aires con San Lorenzo, a la que seguirán otras: Rosario-San Lorenzo, el cruce del río Paraná a caballo conmemorando la gesta del Gral. Urquiza con el Ejército Grande (1940), el cruce de la Cordillera de los Andes uniendo Mendoza con Valparaíso (1942), Buenos Aires-Asunción (3.050 km de recorrido, 31 días) en memoria a la Expedición al Paraguay del Cnel. Belgrano, por mencionar sólo algunas. En muchos de estos recorridos se hallaron objetos vinculados a San Martín y su ejército que fueron donados al Museo Histórico de Rosario.

Difundir la obra sanmartiniana y continuar su pensamiento fundacional fue un objetivo de vida que lo acompañó a de Sanctis hasta su fallecimiento. Colaboró permanentemente con la filial Rosario de Instituto Nacional Sanmartiniano, con el Centro de oficiales de Reserva y con el Centro Paraguayo de Rosario del que fuera presidente honorario. En 1946 publica “Rosario, hombres y hechos del combate de San Lorenzo” y próximo al centenario del fallecimiento del Gral. San Martín, difunde “Galerías Gráficas Sanmartinianas”. En 1952, presenta su trabajo “Rosario y Sur de Santa Fe, Hechos y lugares históricos”, donde sugería circuitos didácticos para que los rosarinos pudieran conocer su pasado a partir de su entorno cotidiano. Allí entre los fallecidos ilustres de la ciudad rescata al abanderado Subteniente Primero Mariano Grandoli, un verdadero héroe que con 16 años brindó su vida en la batalla de Curupaty de la Guerra de la Tripe Alianza.

Como miembro de distintas comisiones se destaca, en 1954 la comisión para repatriar los restos del cura Julián Navarro, quien bendijo la Bandera Argentina; en 1956 integró la Comisión Pro Monumento al Gral. Urquiza y en 1957 fue secretario de la Comisión Nacional del Monumento Histórico y Parque de la Bandera, escribiendo un pequeño libro “El Monumento de La Patria a su Bandera en el Rosario”, donde explica el significado de las tres partes del mismo: la torre elevada, la escalinata grandiosa y el propileo triunfal de la patria.

Así, este libro como trayecto de vida de quien llevó adelante un profundo compromiso con su tiempo, brinda a sus lectores la posibilidad de desandar los itinerarios de varios de nuestros próceres abriendo camino hacia la memoria e historia regional. Finalmente, la figura polifacética del Dr. de Sanctis representa de forma emblemática a ese grupo de jóvenes profesionales que buscaron otorgar un perfil más amplio a la ciudad de Rosario desde su marco histórico y cultural, trascendiendo la reducida imagen de ciudad-puerto mercantilista.

 

Por Eduardo Taleti

(UNR; eduardoegt@hotmail.com)

 

 

FERRERO, Roberto. La revolución árabe y el sionismo. Marxismo y sionismo. Buenos Aires: Nuevos Tiempos, 2014 (1973).

 

Siempre hay buenos motivos para la reedición de un libro clásico, más si este funge como una suerte de clásico fallido. La revolución árabe y el sionismo. Marxismo y sionismo de Roberto Ferrero, puede entrar en esta segunda variante. Publicado por primera vez en 1973, “alguien” compró el total de la edición para evitar su circulación entre el basto público, haciéndola desaparecer literalmente de las estanterías y góndolas librescas, llegando en su momento a muy pocas manos. Como reza el texto de contratapa: un éxito de ventas y un fracaso de lectura. Este hecho curioso marca lo que muchos otros similares enseñarían después: la importancia que le da el sionismo a lo que se diga o informe sobre Israel, y la política obsesiva (y despiadada) llevada adelante por sus instituciones y redes de apoyo, que no dejan de lado hasta los detalles más pequeños. En definitiva este libro era – lo es aún- una obra refinada, culta, dirigida a un público politizado e informado, no un programa masivo de televisión. No es un argumento paranoide conspirativo (tan común en la cultura política argentina) digno de los Protocolos de los sabios de Sión, sino el análisis de un determinado accionar político para la defensa de un también determinado orden de cosas.

A diferencia de lo que ocurre con otros estados modernos, criticar a Israel puede convertirse en una verdadera pesadilla intelectual para quien lo intente sin la advertencia y el conocimiento del campo minado que transitará. Con ningún otro estado del planeta pasa algo similar. Desde diversos ángulos y marcos teóricos infinidad de intelectuales, estudiosos de prosapia diversa y opinólogos de suerte y formación dispar, lanzan sus dardos certeros o chambones contra todos: fuertes, poderosos, imperiales, pobres, “fallidos”, mediocres... y seguirán como si nada. Pero la crítica al estado de los judíos, implica motes difíciles de tolerar: nazi, antisemita, negacionista, etc. Son mochilas pesadas de cargar, mucho más en medios que hacen de la corrección política una liturgia, que las más de las veces se parece demasiado a un peso muerto. Hasta el día de hoy, en que esta situación ha sido verdaderamente puesta en entredicho por obras de envergadura moral, académica e intelectual (algunas citaremos más adelante), invitados y participantes en paneles, charlas o debates sobre, por ejemplo, las atrocidades que Israel llevó, lleva y llevará adelante en Gaza y en cualquier otra parte de la Palestina ocupada – literales campos de exterminio contemporáneos- se sienten intimidados de criticar abiertamente al estado sionista y necesitados de advertir a la audiencia, que ellos critican... pero no son nazis, antisemitas, etc. Piden disculpas por anticipado. Está claro que cualquier crítica que comience en estos términos está perdida. Este chantaje intolerable[1] está íntimamente vinculado al affaire de la desaparición (vaya palabra) de nuestra obra en cuestión al poco tiempo de ser editada: los aparatos ideológicos de Israel, las entidades sionistas, y muchas organizaciones que se autoproclaman como representativas de una supuesta y unívoca comunidad judía –que en realidad fungen más como una paradiplomacia israelí que como tales- son abocados y esforzados militantes de la causa, y no dejarán de auscultar, responder o intervenir en torno a lo que se diga o haga respecto de Israel.[2]

Desde un comienzo, el periplo sionista ha sido caratulado por muchos como una empresa humanista de impronta socializante fundada en la mitología kibbutzin, que la más de las veces, huele a la carga del hombre blanco que se adentra en el salvaje corazón de las tinieblas (la invocación a Conrad no es arbitraria ni estéril) que contaba con el beneplácito de bien pensantes demoliberales de prosapia diversa. Allí estaban estos abnegados colonos mayoritariamente europeos y estadounidenses, nuevos hebreos reinventados, reinventando también un nuevo Israel, una nueva tierra prometida para el pueblo elegido,[3] trabajando la tierra con fervor redentor, llevando la industria y el conocimiento a través del esfuerzo colectivo cotidiano, incomprendidos por un ámbito árabe bárbaro,[4] hostil, indolente, nómade, ajeno a una tierra que había ocupado, pero que en realidad, no terminaba de comprender como suya. En este derrotero, la liturgia colonial sionista utiliza las armas conceptuales de sus adversarios: según ellos, este proceso fue una guerra de liberación. Y no solo eso: a pesar de su origen laico, no se privaron de filiar sus objetivos políticos con el verbo bíblico, en donde El Libro funge como un súper título de propiedad imposible de ser puesto en cuestión por notario alguno.[5] Esto no era más que una gran malversación política e ideológica, pero dado que muchas izquierdas y progresismos han adolecido durante el siglo XX de una poderosa carga positivista etnocéntrica y hasta darwinista,[6] no es descabellado el hecho de que esta empresa colonizadora y de limpieza étnica haya tenido la aquiescencia, el marco justificatorio o el liso apoyo de organizaciones que para muchos (y que en otros campos y temas así funcionaban) eran progresistas o de izquierdas. El clima de reparación a las atrocidades cometidas por los nazis con sus conciudadanos europeos judíos hizo el resto, en la segunda posguerra.

Nuestro libro en cuestión es la contracara de estas tendencias. Roberto Ferrero pertenece a una tradición controversial (como todas), la izquierda nacional, que ya desde principios de los años sesenta se ha abocado a discutir y desentrañar la verdadera naturaleza del estado de Israel. Con raíces trostkistas que el texto no oculta, Ferrero analiza tanto el sionismo como a la deseada y por ese entonces posible revolución árabe (tengamos en cuenta que fue escrito en la segunda mitad de los sesenta, en pleno apogeo del nasserismo y el nacionalismo árabe baasista). Desde allí el libro filiará el caso en cuestión como una cuestión nacional (árabe) obturada intencionalmente por un proceso de colonización imperialista (la empresa sionista).

Más allá del derrotero que traza el libro sobre la cuestión judía, comprendiéndola no como una cuestión nacional sino social, y cómo esta fue tratada y retratada dentro de la tradición marxista (quizá lo más pedestre y estéril de la obra, vista desde hoy), porta pequeñas joyas, que marcan la valía del texto en el presente:

1- Su caracterización del experimento sionista, su naturaleza imperial, racista y biologista que lo emparentan más con el nazismo que con cualquier ideología progresista, el carácter teocrático y religioso que porta a pesar de la pátina laica (es el único estado del mundo que afirma su territorialidad en un designio divino), su impronta militarista (Ilán Papé afirmaba que Israel, más que un Estado con fuerzas armadas, era un ejército con Estado), son válidas hasta el día de hoy, más de cuarenta años después. No solo son válidas: Israel ha profundizado las tendencias más regresivas que Ferrero pone en la obra en negro sobre blanco, alejándose de cualquier alternativa humanista o progresista. Muchas de las cosas que el libro señala sobre Israel, fueron luego inventariadas e investigadas por un corpus de obras importantes que tuvieron acceso a fuentes que no estaban disponibles cuando fue escrito, lo que hace aún más valioso su aporte. Por ejemplo, como al pasar, el libro sostiene la importancia de la guerra y de las fuerzas armadas de Israel como un elemento de cohesión social y nacionalización de masas con diversos orígenes, algo que aún no estaba en las modas de las ciencias sociales, pero que el autor señala con agudeza.

2- En la obra, debate sobre el tema con dos fuerzas políticas de la izquierda argentina contemporáneas a la que él adhiere (el PSIN, el Partido Socialista de la Izquierda Nacional): el MALENA de los hermanos Viñas y Rozitchner y Política Obrera (hoy el Partido Obrero), de Jorge Altamira, organización y dirigente aún vigentes hoy día. Es importante señalar estos breves debates, no por pasión numismática, sino porque en él encontramos todavía los problemas que hoy se suscitan al discutir cómo caracterizar a Israel. Con el MALENA, Ferrero insiste en señalar que la política israelí en relación a los palestinos, no vira en función de quién esté en el gobierno, el laborismo o fuerzas más conservadoras, cuestión en la que hace hincapié la organización de los hermanos Viñas: un supuesto sionismo progresista, que en sus inicios desarrolla un proyecto de estas características, luego degenerado por las fuerzas de derecha y el imperialismo. Con armas y argumentos que hoy no podrían mejorarse, Ferrero desarticula esta posición, explicando el accionar de los dirigentes laborista (un nacional laborismo, según Nur Masalha). Para ser claros: Gurión, Golda o Dayan, no eran menos halcones que los supuestos halcones, y su objetivo siempre fue vaciar de originarios la Palestina histórica mediante la expulsión, el traslado o la limpieza étnica, para judaizar la tierra inventando un nuevo estado neohebreo, un particularísimo caso de colonialismo y nation-building. Pero Ferrero también advierte sobre esta particularidad: el colonialismo sionista no tiene como objetivo construir una casta colona blanca y europea que funja como una suerte de clase dominante por sobre las masas indígenas colonizadas, sino literalmente vaciar la tierra de estas, para llenarla de nuevos sujetos y significados, y que los pocos indígenas que subsistan a este genocidio, sirvan como un anómico ejército de reserva laboral, que de paso moderaría el precio de los salarios.

En el revés de la trama, usando un giro viñiano, lo que presupone la posición del MALENA es algo que no cuesta mucho trabajo encontrar en fuerzas supuestamente progresistas hoy día, en relación a su caracterización de Israel: la existencia de un pueblo judío entendido como una nacionalidad moderna pero que funde sus raíces en los tiempos bíblicos (una invariante antropológica que mezcla liturgia moderna con mito)[7], el derecho inalienable de este supuesto super pueblo, a construir un hogar nacional en Palestina, la reparación que esto presupondría al horror del Holocausto y el supuesto carácter progresista de este estado. Cada una de estas posiciones son rebatidas por Ferrero con sólidos e inapelables argumentos.

El debate con las posiciones del Partido Obrero, se desarrolla entre similares, aunque sin embargo Ferrero advierte una ingenuidad que el análisis de Altamira (de finales de los sesenta) tendría en este sentido: este afirma la inviabilidad del experimento sionista por sus debilidades internas, y el adverso frente externo, augurándole un final cercano. El derrotero posterior, ha demostrado lo errado de este pronóstico y lo certero de la advertencia ferreriana. Y también advierte del éxito que han tenido los aparatos del Estado sionista para educar a su propia población en el odio a los palestinos y el racismo, construyendo una nacionalidad que abreva en el racismo más de lo que mucho quieren ver.

3- El lugar del sionismo como un nacionalismo guerrerista, tributario de los nacionalismos europeos de suelo y sangre, que lejos de ser la contracara de los nacionalsocialismos de la Europa de entreguerras, es su pariente dilecto. En este sentido, sionismo y antisemitismo funcionan como dos caras de una misma moneda, en un vínculo de mutua necesidad. También advierte sobre algo que saldría a la luz años después: la connivencia de los dirigentes políticos sionistas con el nazismo y el oportunismo con que aprovecharon la coyuntura, desentendiéndose en gran medida de la suerte corrida por los judíos de Europa a manos de los nazis. Había algo que estos dirigentes consideraban un enemigo peor para sus objetivos que el nazismo: la diáspora. No en vano, Gurión afirmaría a finales de los treinta que “el problema no era uno o dos millones de judíos más o menos, sino el pueblo judío como tal”.[8]

Dicho esto, no podemos dejar de señalar que las debilidades del libro, son aquellas que están asociadas al paso del tiempo y a la sombra que hoy día aún se cierne sobre certezas que en ese entonces eran, para los hombres de izquierda, incuestionables, participaran de la tendencia que fuera. El seguro futuro socialista, el inevitable (y cercano) fin del capitalismo y el imperialismo, la victoria de las revoluciones nacionales árabes, la existencia de un solo y unívoco pueblo árabe, son todos puntos de vista que hoy no podríamos sostener sin por lo menos sonrojarnos y están afirmados como verdades consumadas en el libro.

Lo mismo ocurre con el campo de estudios en cuestión (sionismo, conflicto palestino israelí, etc.). El exilio palestino ha generado magníficos profesionales e intelectuales que han desarrollado una obra de devastación de la mitología sionista de volumen y envergadura, con investigaciones de gran calidad profesional en las principales universidades de Europa y Estados Unidos (Said, Masalha, Kalidi, etc.), desde la historia, la antropología, los estudios poscoloniales y culturales y la sociología. A esto se suman otros de origen europeo, estadounidense e israelí (Buttler, Brenner, Papé, Shahak, Sand), que con gran honestidad y valor intelectual, han colaborado con sus obras para poner al experimento sionista en el lugar que merece: una obra colonial racista sin medias tintas. Con esto queremos decir que no podemos leer la obra de Ferrero a la luz de lo producido y acontecido en las cuatros décadas posteriores a su escritura, de avances, reformulaciones y puesta en entredicho de muchos lugares comunes; no solo sería una gran injusticia para con esta, sino un error de interpretación insalvable.

Pero sí podemos afirmar y creemos haberlo hecho, respecto de la valía que aún conserva La revolución árabe y el sionismo. Marxismo y sionismo y todo lo que contiene de premonitorio sobre un conflicto que, dado lo acontecido en los últimos años, no solo no parece cesar y resolverse en términos de justicia para con los oprimidos, sino que se empecina en seguir garantizando muerte y sufrimiento, especialmente para el pueblo palestino, en la castigada Tierra Santa. Un campo donde muchas veces las izquierdas no solo no han estado a la altura de las circunstancias, sino que han defeccionado, dejando el campo de la crítica a judeofóbicos mediocres y arteros que lo único que hacen es colaborar con el sionismo en la construcción de la idea de que criticar a Israel y al sionismo es lisa y llanamente “antisemitismo”. Seguramente el libro de Ferrero ha sido y es una excepción saludable.

 

Alejandro Falco

(UBA, alejandrodanielfalco@gmail.com)

 

Notas



[1] Cfr. BALIBAR. Etienne; BUTTLER, Judith et. al. Antisemitismo. El intolerable chantaje. Bs. As.: Canaán, 2008; BONIFACE, Pascal. ¿Está permitido criticar al estado de Israel? Bs. As.: Canaán, 2010.

[2] Cfr. MERSHEIMER, John y WALT, Stephen. “El lobby israelí en Estados Unidos”; en POZZI, Pablo y NIGRA, Fabio. Huellas imperiales. De la crisis de 1929 al presidente negro. Bs. As.: Imago Mundi, 2013, donde se realiza una descripción minuciosa del accionar de AIPAC y otras organizaciones pro Israel en la política estadounidense. Para muestra, no es ocioso recordar la suerte del intelectual y poeta marxista negro Amiri Baraka (1934-2014), académico de la SUNY (nacido como Everett LeRoi Jones), premiado como gran poeta de New Jersey. Por sus firmes posturas antisionistas (y también por expresar públicamente la idea de que el 11 S podría ser un autoatentado que servía de excusa a Estados Unidos e Israel para avanzar sobre Medio Oriente, algo pensable en el resto del mundo pero indecible allí) homologadas como “antisemitismo”, el lobby sionista desarrolló una feroz campaña de presión y desprestigio público; dado que el premio ya le había sido otorgado y no había manera de dar marcha atrás, al alcalde de esta ciudad “no tuvo más remedio” que “abolir” el premio y no darlo nunca más; también fue de conocimiento público la permanente campaña denigratoria lanzada por las usinas sionistas contra el profesor Edward Said en cualquier medio en donde él se expresara.

[3] Quien mejor rastrea este proceso de rehebreización (en términos toponímicos, geográficos, históricos) con base en el Antiguo Testamento es MASALHA, Nur. Nakba. Limpieza étnica. Lucha por la historia. Madrid: Belaterra, 2008.

[4] Con razón, Ferrero homologa, los conceptos utilizados por los intelectuales y dirigentes del estado nacional-central argentino en formación, en la guerra despiadada que este lleva adelante contra los últimos alzamientos federales (la razzia de los coroneles mitristas contra Peñaloza y Varela) en el período de 1860-1870, a los que el sionismo utiliza para con los palestinos: bárbaros, criminales, salvajes, intrusos. Ambos abrevan en el positivismo y el liberalismo decimonónico. En definitiva, todo estado nacional tiene debajo de la alfombra, una cantidad nada despreciable de cadáveres que ocultar.

[5] Para cuestionar el relato bíblico como una mera historia de la región durante la antigüedad Cfr. GANDULLA, Bernardo. Los hebreos en el gran Canaán. Bs. As.: Canaán, 2006 e FINKELSTEIN, Israel y SILBERMAN, Neil. La Biblia desenterrada. Madrid: Siglo XXI, 2004.

[6] Siempre me provocó por lo menos curiosidad el hecho de que hasta para intelectuales de la talla de Hannah Arendt, pasara desapercibida la limpieza étnica en Palestina mientras por ejemplo cubría el juicio y posterior ajusticiamiento del criminal nazi Adolf Eichman, entre 1961 y 1962 en Jerusalén. Esto, lejos de ser un dato aleatorio y marginal, era una política desarrollada con firmeza por Israel. Ya a estas alturas, la colonización sionista había provocado vía la guerra y el terrorismo más de un millón de evacuados, la destrucción de miles de aldeas, miles de muertos, y la masacre de mujeres, niños y ancianos desarmados en lugares como Deir Yasin (1948) y Tantura (1948). Esta última fue perpetrada por la brigada Alexandroni de la Haganah (el origen de la Fuerzas de Defensa de Israel), con más de 250 personas asesinadas y sepultadas en fosas comunes. El hecho fue investigado por el estudiante israelí Teddy Katz, tesista del historiador Ilan Papé, y puesto a conocimiento de toda la sociedad a principios de los años noventa. Ambos sufrieron la persecución y el escarnio no solo de los aparatos represivos del Estado, sino también de los miembros de la propia comunidad académica a la que pertenecían, la Universidad de Haifa. Cfr. PAPÉ, Ilan. Los demonios de la Nakba. Bs. As.: Canaán, 2009; La limpieza étnica de Palestina. Barcelona: Crítica, 2009; Historia de Palestina-Israel. Akal: Bs. As., 2014 y de KRAMER, Ilse Grudrum. Historia de Palestina. Desde la conquista otomana a la fundación del estado de Israel. Madrid: Siglo XXI, 2006. También por esos años (principios de los sesenta), la Internacional Socialista, realizó un congreso en Israel, sin hacer una sola mención de estas situaciones, que habían sido explícitamente denunciadas por Naciones Unidas.

[7] SAND, Shlomo. La invención del pueblo judío. Madrid: Akal, 2013.

[8] Cfr. BRENNER, Lenni. Sionismo y fascismo. El sionismo en la época de los dictadores. Bs. As.: Canaán, 2010; 51 documentos. Colaboración de los dirigentes sionistas con los nazis. Bs. As.: Canaán, 2011.