Pensar desde el presente las huelgas de HIPASAM y la disputa por la
interpretación del pasado. Resignificaciones y Rupturas.
Natalí Narváez(*)
Resumen
Indagaremos las experiencias de lucha, resistencia y
organización de los mineros de HIPASAM, en Sierra Grande entre las décadas del
70 y los 90. Buscamos recuperar desde la historia oral, acontecimientos
históricos significativos para los ex mineros: las huelgas de 1975 y de 1990.
Analizaremos la situación que en el presente se desarrolla en Sierra Grande en
relación a la mina, para ver como estos contextos operan al interior de los ex
mineros y sus familias, habilitando re-pensar el pasado y resignificarlo. Del
análisis de momentos específicos que se desarrollaron en Sierra Grande desde la
re-apertura de la mina en 2006 por la empresa china MCC, sostenemos que el
pasado y el presente entran en conflicto a la hora de re-pensar las acciones de
otras épocas, la participación política, el acompañamiento del pueblo, las
experiencias personales, etc. Para este trabajo tomaremos uno de esos momentos:
La marcha de los ex mineros conmemorando los 25 años de la última huelga de
HIPASAM “La marcha de hierro” en 2016. Es importante re-pensar las
acciones de los protagonistas a partir de los significados que se elaboraron
desde la clase obrera en el presente, ya que los sentidos políticos e
historiográficos que se construyeron en relación a sus experiencias en el
pasado, en algunos casos, condujeron al cierre y no problematización de muchas
experiencias.
Palabras
clave: historia oral; experiencias; mineros; rupturas; resignificaciones.
A contemporary analysis of the HIPASAM strikes and the dispute for the
interpretation of the past. Resignifications and ruptures.
Abstract
Keywords: oral history; experiences; miners; ruptures;
re-signification.
Pensar
desde el presente las huelgas de HIPASAM y la disputa por la interpretación del
pasado. Resignificaciones y Rupturas
Introducción
En la localidad de Sierra Grande (Provincia Río Negro)
desde comienzos de la década del 70 hasta 1991 funcionó la empresa minera
HIPASAM.[1] Esta
mina se dedicó a la extracción del hierro y fue la más grande de Latinoamérica.
La instalación de HIPASAM demandó
un largo proceso de conformación que fue marcado por los cambios de gobierno
que se dieron en la época y también por los diferentes organismos que siguieron
el proyecto, quedando finalmente en manos de la Dirección General de
Fabricaciones Militares (DGFM) por decreto 4045/69. Sin bien la empresa perteneció casi totalmente a Fabricaciones
Militares –el 80% de su capital correspondió a ese ente- y en menor medida
compartió su propiedad el Banco Nacional de Desarrollo y la provincia de Río
Negro.
Al instalarse la empresa, también
construyó el barrio de la misma para garantizar que el personal técnico al
instalarse en la región tuviera viviendas donde asentarse. Esto era importante
dado que en su gran mayoría los trabajadores de la empresa provenían de otras
provincias, principalmente Mendoza, San Juan, San Luis, entre otras. El impacto
en Sierra Grande fue inmediato, de los aproximadamente 600 habitantes con los
que contaba en 1969 se pasó a los aproximadamente 10.000 en
Por otra parte, el trabajo en la mina constituyó de
manera muy significativa la identidad de los trabajadores y sus familias, en
tanto la mayoría de los hombres del pueblo tienen, o han tenido una relación
cercana con el trabajo en la mina.
El cierre de HIPASAM
A fines de 1989 Carlos Menem, en
un acto de campaña presidencial, dio un discurso en la plaza principal de
Sierra Grande; en el mismo le prometió al pueblo minero que "la revolución
productiva iba a salir del socavón
de la mina de Hipasam". Ese
discurso quedó grabado en la memoria colectiva de Sierra Grande, porque tan
solo a dos años y medio de este discurso, el mismo Carlos Menem, decidió que el emprendimiento no era rentable ni
posible de privatizar y firmó el decreto de cierre. Con esta acción,
Menem estaba anunciando la nueva política que adoptaría el Estado dentro de
este nuevo ciclo económico: la ausencia del estado nacional en el yacimiento
ferrífero, para dar lugar a la llegada, muchos años después, a la multinacional
china MCC (Metallurgical Corporation of China Ltd) Minera Sierra Grande S.A.
El cierre y posterior
trasnacionalización no era excepcional, indicaba la profundización tanto en
Sierra Grande como en el resto del país del proceso de cierres de fábricas
nacionales y la entrada de las multinacionales, que se correspondía con las
medidas políticas y económicas impuestas por el gobierno de Menem, que tuvieron
como prioridad la entrada de los capitales extranjeros a nuestro país,
garantizando así la acumulación y reproducción del capital del bloque
empresarial dominante.
En 1991 HIPASAM cerró sus puertas
y dejó de producir. Tras su clausura productiva sólo se podía acceder a la
misma a partir de un emprendimiento provincial que realizaron ex mineros junto
con la provincia de Río Negro, una vez provincializada la empresa. El mismo
consistía en un recorrido turístico por las instalaciones, explicando el
proceso de producción que la mina realizaba años previos a su cierre.[3] Guiado
por sus ex trabajadores, año a año la mina recibía cientos de turistas que se
proponían “Viajar al centro de la tierra”.[4] Recién en 2006, una
multinacional china reactivo la producción y la mina volvió abrir sus puertas
en términos productivos.
Ahora bien, el proceso previo al
cierre y el cierre mismo de la empresa marcó la historia de los trabajadores y
sus familias, al punto que este hecho constituye una marca identitaria para todos los
serranos. Las vivencias en la mina, las amistades, las huelgas, y otras tantas
representaciones son parte de la memoria colectiva[5] de los ex trabajadores de
HIPASAM.
Pero en relación a las huelgas y el cierre
específicamente, todavía quedan heridas por cerrar. El 21 de Septiembre de 1991
fue el día de la última marcha que realizaron las familias de los ex mineros en
Sierra Grande previo al cierre de la misma. En aquellos días, una comisión de
mineros de Sierra Grande viajó a Buenos Aires a pedir que no se cierre el
yacimiento ya que eso implicaría un alto costo social para los serranos, dado
que la mina siempre fue la principal fuente de trabajo en el pueblo. Mientras los
mineros se apostaron afuera de la Casa Rosada y recorrieron medios nacionales
para visibilizar el conflicto, sus mujeres e hijos mantenían los cortes de ruta
en la ruta Nacional N° 3.[6]
“Nuestra retaguardia está acá en la ruta 3, y nuestra punta de lanza está allá
en Buenos Aires gestionado ante quien se deba”.[7]
Un proceso de vaciamiento de la empresa, que los
mineros venían percibiendo desde fines de los 80, sumado a la crisis nacional
que vivió el país en la década del 90 donde centenares de emprendimientos
productivos cerraron sus puertas producto de las privatizaciones y la entrada
de los capitales internacionales, contextualizaron el fin de la mina. El
argumento central estaba puesto en los costos de la extracción, el hierro en
Sierra Grande significaba un alto costo que el Estado decía no poder afrontar,
ya que la competencia internacional ponía a Brasil como el productor más óptimo
para el mercado mundial. En términos económicos, el hierro de Sierra Grande
dejaba de ser competitivo y perdía la posibilidad de la comercialización ante
el brasileño, ya que el mismo, a menor costo, conquistaba a los compradores
internacionales.
En términos políticos, con el cierre de HIPASAM en
1991 el estado nacional preparaba el escenario para la venta del yacimiento en
años posteriores y eliminaba la contención nacional al trabajo en mina –y con
ella decenas de reivindicaciones sociales- dejando, con su ausencia, la
posibilidad de instalaciones mineras multinacionales en la región con
desconocimientos totales de leyes de trabajo, convenios colectivos, seguridad
social y ambiental, etc. A su vez, el cierre tuvo implicancias sociales
gravísimas en la localidad: muchos trabajadores tras el cierre volvieron a sus
provincias de origen, los que se quedaron sufrieron el abandono y lidiaron con
las pocas posibilidades laborales a las que podían acceder en Sierra Grande.
Otra vez como con su apertura, tras el cierre de HIPASAM el impacto demográfico
fue inmediato, Sierra Grande paso de 15.000 a 7000 habitantes en pocos años.
Un gran porcentaje de trabajadores comenzaron a
realizar trabajos en localidades cercanas de las provincias de Neuquén y
Chubut, dejando a sus familias en el pueblo, y regresando cada quince días.
Estamos hablando de trabajadores con 40 años promedio que se especializaron
desde muy jóvenes en el trabajo en mina y sus mayores conocimientos y
experiencias tienen que ver con la labor de un minero.[8] Este perfil de trabajador
fue el que tuvo que lidiar con todas las exigencias de la nueva coyuntura y
salir a buscar un trabajo, muchas veces lejos de su familia.
En palabras de Carlos Álvarez[9]: “El
cierre de la mina fue en su momento la muerte de Sierra. Por lo menos hubiesen
concientizando a la gente del cierre, para darles oportunidades a los trabajadores
de iniciarse dentro de otro ámbito. El sistema del capitalismo ¿Qué hizo? No me
importa lo que el obrero haga, total con la indemnización ¿qué iba hacer?,
invertir en algo que después va a volver todo a mi bolsillo.
De los 800, 400 pusimos o un
kiosco o una verdulería y empezamos a hacer algo que no sabíamos hacer. Nos
jodian con el fiado, y terminábamos cerrando. Además a la mayoría nos sacan con
una edad en la cual nos era difícil volver a insertarnos en el ámbito laboral”.
El pasado que no cesa: “la marcha de hierro”
Recientemente se llevó a cabo en Sierra Grande “La
marcha de hierro” para recordar los 25 años de la última huelga en la empresa
HIPASAM, y a partir de la observación de cómo se fue desarrollando la misma,
buscamos indagar que representa para muchos de los que participaron en la misma
“el cierre”. La misma fue impulsada por familiares de ex mineros,
fundamentalmente mujeres e hijas y miembros de la comisión de ex mineros de
HIPASAM.
Paralela a la misma, en esos días se estaba llevando a
cabo una protesta en la mina, porque los mineros de la multinacional china MCC
minera Sierra Grande se encontraban reclamando mejores condiciones salariales y
de seguridad. Los mineros de hoy estaban viviendo en el presente situaciones
laborales muy parecidas a las que vivenciaron los mineros de ayer. El conflicto
social en esos días formaba parte del pasado y del presente.
En este sentido, fueron varios los interrogantes que
surgieron a la hora de pensar y de participar en la marcha: ¿Por qué los ex
mineros eligieron recordar la fecha de la última huelga, es decir, la huelga
previa al cierre de la mina, y no otra fecha? ¿Qué sentidos estarían puestos en
esa fecha? ¿Qué querían hacer visible en las calles de Sierra Grande? ¿Qué
elementos del pasado traen al presente y que significado les dan a los mismos?
A partir de la participación en la marcha, de
entrevistas a integrantes en la misma, del análisis a periódicos y archivos
sindicales en relación a las huelgas previas al cierre de HIPASAM, intentaremos
respondernos algunos interrogantes.
La marcha no comenzó puntual. Varias cosas previstas
se fueron cancelando a último momento. El punto de concentración fue el
gimnasio “Buta Mahuida”[10], lugar
donde en 1991 se llevaron adelante decenas de asambleas entre mineros y vecinos
para reclamar el no cierre de HIPASAM. Muchos mineros llegaron solos, otros con
sus familias. La gran mayoría llevó a este encuentro un símbolo de aquella
época: mamelucos, cascos, remeras, gorras. Todos estos habían sido usados por
ellos en sus épocas de trabajo en la mina.
Los ex mineros no encabezaron la marcha. Fueron sus
compañeras e hijas quienes fueron al frente en todo el recorrido de la misma.
Ellos se ubicaron al medio o atrás.
Es muy significativa la participación de las mujeres,
porque en esta marcha, como en las últimas marchas de la década del 90 fueron
ellas quienes mantenían los cortes de ruta mientras sus esposos cortaban los
accesos a la mina o se dirigían a la capital provincial a realizar los
reclamos. A diferencia de manifestaciones anteriores al cierre de la empresa,
como en los 70 u en los 80, las mujeres en 1991 tomaron un rol protagónico en
las jornadas previas al cierre. Fueron ellas quienes se involucraron de forma
activa en todas las actividades que se relacionaban para defender la fuente de
trabajo de sus maridos. Su rol político, fue analizado por algunos medios de la
época como un rol instintivo y de naturaleza[11], sin embargo las mujeres
salieron de sus casas y cortaron la ruta, y en el transcurso de lo que duró el
conflicto su rol político fue crucial para mantener y sostener las medidas de
fuerza y organización.
En esta oportunidad, como en 1991, son ellas las que
se ponen al frente. Cabe preguntarnos entonces, ¿Por qué los mineros no
encabezan la marcha? ¿Por qué no toman la palabra y se camuflan entre otros ex
trabajadores que van al interior de la misma?
Tomamos entonces, el estudio de Ludmila Da Silva
Catela, sobre los límites y los silencios en las entrevistas a los familiares
de desaparecidos políticos.[12] Este
estudio es sumamente importante para ayudarnos a repensar estos interrogantes.
La crisis de la década del 90 en nuestro país marcó
profundamente la historia de muchas familias que se quedaron desocupadas
producto a los cierres de las empresas. En el caso de HIPASAM, su cierre fue
progresivo. Ya a fines de los ochenta, el estado nacional dejo de enviar fondos
para mantener las máquinas y de pagar de a poco los sueldos de los mineros que
no optaban por los retiros voluntarios, entre otras políticas de vaciamiento.
Ir a trabajar pasaba a ser una cuestión opcional. En este sentido, aquellos
mineros que se quedaban en sus casas, eran catalogados como los “vagos que no
quieren trabajar”.
Este cambio de vida al interior de las familias
mineras generó ciertos conflictos, muchos de los cuales, concluyeron con la
separación de varios matrimonios. El minero de HIPASAM cargo con ese estigma
por mucho tiempo, sumado a los que ya arrastraba antes del cierre de la
empresa. Y es que tras las detenciones políticas en 1975 luego de la toma de la
mina, circuló por mucho tiempo la idea de que a los que se llevaron en aquel
momento fue por “guerrilleros” o “comunistas”.[13] Esa estigmatización sirvió
por mucho tiempo, y todavía opera con cierta legitimidad, para silenciar la
experiencia de lucha de los mineros, tanto en la década del 70, como en los 90.
Borrar esas historias, y traerlas al presente para el día de Sierra Grande, o
para algún acto patrio, forman parte de las propuestas políticas oficiales
actuales. Las luchas, las huelgas, la resistencia, el sindicato, para el
discurso oficial son parte del pasado. En la actualidad los empresarios chinos,
argumentan que ellos en su país desconocen la organización sindical, y amenazan
a los actuales mineros con el “fantasma del cierre”.
Por otra parte, es interesante ver como en la
actualidad el discurso dominante entra en conflicto con el pasado, que se hace
visible en el presente a partir del recuerdo y se convierte en una amenaza. En
este sentido, podemos asociar esa estigmatización que se fue construyendo en el
transcurso de los últimos cuarenta años en Sierra Grande con la actitud de los
ex mineros de no tomar la palabra al recordar los 25 años de la última huelga,
o no encabezar la marcha.
Son muchos los trabajos de historia reciente que
retoman la concepción de recuerdo en Benjamin para mostrar como en el presente,
el mismo forma parte de una acción disruptiva.[14] El recuerdo apunta a
desmembrar las imágenes del pasado que conserva la memoria. Recordar la última
huelga de los mineros antes del cierre de la mina, es una acción que opera en
el presente de forma disruptiva; porque nos obliga a repensar acerca de la
acción de aquellos días, y resignificar el accionar de los mineros y sus
familias y lo que significó para ellos la defensa de la fuente de trabajo. Y
recordar a su vez, desde la mirada femenina cobra otro sentido disruptor a la
vez; porque como sostiene Elizabeth Jelin las voces de las mujeres cuentan
historias diferentes, y de esta manera se introduce una pluralidad de puntos de
vista. Esta perspectiva implica también el reconocimiento y legitimación de
otras experiencias además de las dominantes.[15]
Los elementos del pasado
Como mencionamos mas arriba al llegar a la marcha
muchos ex mineros y sus familias llevaron a la misma objetos característicos
del trabajo en mina: cascos de seguridad, linternas, gorras, remeras,
mamelucos, como forma de identificación de alguna manera con lo que son y con
lo que fueron. Muchos de ellos llevaron a la marcha parte de la indumentaria
con la que iban a trabajar a la empresa. Los mamelucos verdes, las camisas y
los cascos son los elementos del pasado más significativos que podemos
registrar. Y no solo los llevan puestos los ex mineros, sino también varias
mujeres. En relación a esto, cabe preguntarnos ¿Qué significado les dan a los
mismos?
Entendemos que hay una clara intensión de querer traer
al presente elementos del pasado, para mostrar quienes fueron y quienes son.
Esos elementos han estado guardados y conservados en sus casas, y lo siguen
estando. Salen a la luz, son mostrados al resto de la sociedad, salen de sus
lugares de conservación para hacerse visibles. En este sentido, como plantea
Michael Pollak[16],
entendemos que hay una memoria subterránea que emerge, a partir de sacar a la
luz esos recuerdos celosamente guardados. Esos elementos materiales conservan
historias, vivencias, silencios, que hacen a la construcción, en perpetuo
movimiento, de la identidad de los mineros.
En relación a esa memoria que emerge, es interesante
volver a plantearnos el interrogante que Maurice Halbwachs arroja en “La memoria colectiva”: ¿No es paradójico pretender
conservar el pasado en el presente e introducir el presente en el pasado, si no
son dos zonas de un mismo ámbito y si el grupo, en la medida en que entra en sí
mismo y toma consciencia de sí al recordar, aislándose de los demás, no
tendiera a encerrarse en una forma relativamente inmóvil? Para Halbwachs, estos
grupos son víctimas de una ilusión cuando creen que las semejanzas prevalecen
sobre las diferencias, pero les es imposible darse cuenta, ya que la imagen de
antaño que se hacían de sí mismo se ha transformado lentamente. Lo esencial es
que los rasgos que los distinguen de los otros subsistan y estén impregnados en
todo su contenido.[17]
Esos rasgos subsisten pero están
atravesados de historicidad. Por eso, es importante problematizar esos rasgos
del pasado y las significaciones que generan en el presente.
Otros elementos del pasado,
además de aquellos que llevaron los ex mineros y sus familias a la marcha son
los que nos fuimos cruzando cuando hicimos el recorrido. Uno de los más
significativos fue el “monumento al minero”.
El monumento al minero, lo cruzamos a mitad del recorrido de la marcha. El mismo se
encuentra en diagonal al hospital de Sierra Grande, camino a la entrada de la
mina. Por ese lugar pasaban todos los días los mineros cuando iban a trabajar.
Ese monumento fue trasladado al lugar donde se encuentra en la actualidad,
producto a una gestión impulsada por los ex mineros hace unos años atrás. En el
recorrido de la marcha, uno de ellos Isabelino “Tolín” Sayueque me comentó como
hicieron para trasladarlo ya que siempre estuvo cercano a la entrada de la
mina. Fue refaccionado, y trasladado a donde se encuentra hoy. Ahora “se ve” me
decía Tolín. Desde el cierre de la mina en 1991 hasta el 2006, cuando los
chinos reactivan la producción, el mismo permaneció abandonado cercano a la
entrada de la mina. Solo los mineros que trabajaron allí, lo veían cuando
entraban a la empresa. Hace unos años, por iniciativa de los ex mineros, ese
monumento fue trasladado más al centro de la localidad. Ahora no solo lo pueden
visualizar aquellos que entran a la mina, sino cualquier persona que recorra el
perímetro urbano de Sierra Grande. Entendemos que hay una intención de querer
“que se vea”, que se reconozca parte de esa historia, que en Sierra Grande esté
visible la experiencia de los mineros. El mismo representa el abrazo de los
mineros, el compañerismo. Y está hecho del mineral que ellos extraían: el
hierro.
La marcha se inició en el Gimnasio Buta Mahuida y
finalizó en la plaza central del pueblo. En principio, se pensó en el
transcurso de la misma dirigirse hacía boca mina, dado que en ese mismo momento
los actuales mineros de la multinacional china MCC se encontraban hace varios
días en huelga. Pero se resolvió enviar saludos de solidaridad únicamente y no
desvirtuar el objetivo de esta convocatoria específica.
Para cerrar la jornada, la hija de un ex minero contó
a los presentes la importancia tanto para ella como para su familia de llevar
adelante esta marcha. Ningún minero tomo la palabra. Dos profesores de historia
elaboraron un discurso e invitaron a todos a re-pensar aquellas jornadas de
lucha.
¿El final de la marcha?
¿Qué cosas se “cerraron” con el cierre de HIPASAM?
¿Qué cosas todavía quedan abiertas? Para respondernos estos interrogantes
quizás sea necesario re-pensar en relación a que significó y significa todavía
aquellas jornadas previas al cierre de la empresa en 1991. Qué significó y
significa para los ex mineros y sus familias y qué significó y significa para
la Historia y la Historiografía las huelgas y el cierre de la empresa HIPASAM.
Por más que la “marcha de hierro” haya finalizado ese
mismo día, creemos que si a 25 años se siguen re-significando estos episodios,
es necesario desde nuestro rol de historiadores e historiadoras re-pensar en
relación aquellos acontecimientos.
Como plantea Jelín[18], en periodos
posdictatoriales las demandas sociales para que las instituciones estatales
actúen de maneras específicas en cuestiones ligadas al pasado –comisiones
investigadoras, juicios a los responsables de la represión, medidas
administrativas de re-integro de trabajadores despedidos o políticas de
reparación económica – se conjugan con políticas de memorialización, ancladas
en reconocimientos simbólicos y de iniciativa de transmisión hacia el futuro:
fechas de conmemoración, marcas territoriales, museos, archivos. El desarrollo
de estos procesos en diversos niveles – institucional, simbólico, subjetivo –
pone de manifiesto que las demandas y las políticas de memorialización son
también parte de las demandas de “verdad” y “justicia”.
La lucha por la memoria en Sierra Grande es una lucha
viva y en conflicto, entre el pasado, el presente y sus interpretaciones. Los
mineros y sus familias luego de la “marcha de hierro” vuelven a sus casas, pero
seguro no son los mismos luego de este acontecimiento. Entre los que vuelven a
sus casas esta un vecino, ex minero, Don Mamani.
Don Mamani fue quien más elementos del pasado llevó a
la marcha: prácticamente fue vestido en su totalidad con los elementos de
trabajo de mina previo a 1991: mameluco, botas, casco de seguridad, linterna.
¿En que libro de historia se relata la experiencia de Don Mamani? Ese
interrogante surge a partir de imaginarnos como sería su vuelta al hogar.
Es nuestra tarea como historiadores e historiadoras
alcanzar esa “justicia” que nos planteaba Benjamin en las tesis de filosofía de
la historia, “en el futuro la justicia la alcanzamos si logramos redimir a
todos los muertos de la historia que han sido doblemente asesinados, porque han
sido por un lado derrotados, y por otro lado, han sido disueltos sus
testimonios”.[19]
Si el enemigo vence, sostenía Benjamin, ni siquiera
los muertos estarán seguros porque sus testimonios también desaparecerán. Por
eso la lucha por quien escribe la historia es una lucha política; estamos
hablando de la posibilidad de una justicia real donde todos los grandes
vencidos tengan la posibilidad de reconciliarse con su propia historia.
Todo testimonio sobre esa
experiencia pone en juego no solamente la memoria, sino también una reflexión
sobre sí. Es por esto que los testimonios deben ser considerados como
verdaderos instrumentos de reconstrucción de la identidad, y no solamente como
relatos factuales, limitados a una función informativa.[20] En este sentido, estar a la
altura de los compromisos políticos e históricos que el presente demanda, es
una condición ineludible para comprender.
A modo de conclusión
Al comienzo de este trabajo nos surgieron una serie de
interrogantes que se fueron presentando en relación a la marcha que realizaron
los ex mineros de HIPASAM para recordar los 25 años de la última huelga que
realizaron antes del cierre de la mina en 1991.
En función a la misma, nos propusimos interpretar que
sentidos estaban puestos en esa fecha, porqué la elegían, qué querían hacer
visible, entre otros interrogantes.
Este trabajo nos llevó a empatizar con la propuesta de
Jelin en relación a las fechas conmemorativas del pasado. La autora sostiene
que las fechas y los aniversarios son coyunturas de activación de la memoria[21]. Para
Jelin, los hechos se reordenan, se desordenan esquemas existentes, aparecen las
voces de nuevas y viejas generaciones que preguntan, relatan, crean espacios
intersubjetivos, comparten claves de lo vivido, lo escuchado o lo omitido. En
el plano simbólico se tornan más visibles, cuando las memorias de los
diferentes actores sociales se actualizan y se vuelven presente.
En la medida en que hay diferentes interpretaciones
sociales del pasado, las fechas de conmemoraciones públicas están sujetas a
conflictos y debates. ¿Qué fecha conmemorar? O mejor dicho ¿Quién quiere
conmemorar qué? Pocas veces hay consenso social sobre esto.
Sostenemos que las memorias son espacios de conflicto,
y en este sentido creemos que esas coyunturas de activación que menciona Jelin,
son políticas, y a su vez, son un campo de batalla en el que se disputan, el
sentido histórico de los acontecimientos. Es importante batallar contra los
sentidos impuestos, hacer visibles esas historias acalladas.
Hemos hablado en este trabajo de memorias, siempre en
plural, memorias con historias atravesadas por múltiples temporalidades.
Memorias que surgen como recuerdos, como silencios o como huellas en momentos
históricos específicos en función de los escenarios y las luchas sociales de
cada coyuntura. Los sentidos del pasado y sus memorias se convierten, entonces,
en el objeto mismo de luchas sociales y políticas.[22]
También sostenemos que los contextos del presente que posibilitan re-pensar el pasado, a su vez
nos abren la posibilidad de trazar nociones temporales, significaciones e
interpretaciones del pasado distintas a las que han predominado en los estudios
sobre el accionar de la clase obrera en los 70 y los 90. Es decir, los
testimonios rompen con la linealidad funcional de la ciencia y los sentidos ya
establecidos, abriendo la posibilidad de re-significar los acontecimientos y el
rol que jugaron los trabajadores en el pasado. Es fundamental el aporte en este
sentido de la historia oral, también para revisar las nociones temporales que
se han construido en la historiografía para el estudio propio de la clase
obrera. Es para nosotros fundamental, analizar esta historiografía y ponerla en
dialogo con los estudios de memoria, para ver como las múltiples temporalidades
de los testimonios[23] nos
posibilitan romper con esos sentidos establecidos que condujeron, como en el
caso de Sierra Grande, a la estigmatización y al cierre de discusiones político-académicas.
En el caso de la “marcha de hierro” a 25 años del
cierre de HIPASAM, vemos que son los protagonistas quienes quieren ser parte de
la narrativa histórica. Esas historias que eligieron contar no son solo aportes
a la academia. Esas historias son a su vez, la necesidad de un colectivo de
visibilizar su experiencia y de resignificarla. Porque si bien la mina cerró en
1991 y con ella “se cerraron” muchas historias, hoy, a 25 años de aquellos
días, hay recuerdos que salen a la luz para irrumpir en el presente, voces que
no quieren seguir contando la misma historia, memorias que resisten a ser
cerradas.
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ALVAREZ, CARLOS. Entrevista realizada en Julio 2009 en la ciudad de Sierra Grande,
Provincia de Río Negro, Argentina.
Entrevistadora: Natalí Narváez
Recepción: 20/04/2018
Evaluado: 29/05/2018
Versión Final: 12/06/2018
(*) Profesora en Historia, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, Sede Trelew. Maestranda en Historia y Memoria, Universidad Nacional de La Plata. Argentina. E-mail: ananoduerme14@gmail.com
[1] HIPASAM; Hierro Patagónico Sociedad Anónima.
[2] NARVÁEZ, Natalí, “Conflicto social y estrategias de resistencia. Las experiencias de los mineros de HIPASAM en Sierra Grande Río Negro (1973-1975)”, en: Revista TESTIMONIOS, N° 4, 2015, 05, pp. 21-45. Disponible en: http://testimonios.historiaoralargentina.org/download/n4/testimonios04.pdf
[3] NARVÁEZ, Natalí, Cuento chino minado de conflictos: ¿Problemas de comunicación idiomática o intereses millonarios afectados? Las disputas económicas entre la empresa china MCC Minera Sierra Grande S.A, el estado y los mineros. Ponencia presentada en el XI Congreso Chileno Argentino de estudios históricos e integración cultural, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco Trelew, 26 y 27 de Noviembre de 2015..
[4] El emprendimiento turístico de los ex mineros de HIPARSA fue conocido nacionalmente con el nombre “Viaje al centro de la Tierra”. El nombre de la excursión fue tomado de la novela de Julio Verne (1864), en donde un profesor de mineralogía junto a su sobrino emprenden un viaje al interior de un volcán marcado en un pergamino. Los ex mineros tratan de recuperar el espíritu novelesco e intentan ser de alguna manera ellos quienes guíen a los turistas en ese viaje al interior del socavón, mostrándoles y contándoles un poco de la historia de la mina; de SU historia. Este emprendimiento fue muy importante para los ex mineros que se quedaron en Sierra Grande, porque la mayoría luego del cierre en 1991 volvieron a sus provincias de origen.
[5] HALBWACHS, Maurice. La memoria colectiva. Prensas Universitarias de Zaragoza. Zaragoza, 2005 [1950]. Tomamos el concepto “memoria colectiva” de Maurice Halbwachs, porque entendemos que en el caso de los mineros de HIPASAM el cierre de la empresa generó marcas sociales, que no están cerradas, y que por el contrario, reaparecen en momentos específicos como los 25 años de la última huelga. Es en estos momentos, en los que el pasado es reconstruido con imágenes, lenguaje y códigos comunes específicos de este grupo.
[6] En el diario Página 12 del 20 de Septiembre de 1991 informaron sobre la marcha que salió desde Sierra Grande: “Una delegación de trabajadores de HIPASAM, y pobladores de la localidad rionegrina de Sierra Grande –sede del yacimiento minero virtualmente paralizado desde junio último- se movilizarán a la Capital Federal el lunes para reclamar frente a la Casa Rosada la reapertura del establecimiento que sustenta la actividad económica de los 15.000 habitantes de la zona. El propio intendente calificó de alarmante el cuadro conformado por obreros que no perciben sueldos desde hace dos meses, El estado de protesta de la población se exterioriza en estos días con cortes periódicos de la ruta nacional N°3 por parte de las “Madres de Sierra Grande”. La amenaza consiste en interrumpir el tránsito las 24hs junto con el recientemente constituido movimiento estudiantil de la región. Alumnos primarios y secundarios preparan además, una marcha de antorchas en respaldo del “estado de emergencia social”.
[7] Diario Página 12, Buenos Aires, 25/09/1991. Este medio replica la expresión de los medios de comunicación locales, que según ellos, ante la llegada de medios nacionales a la zona se vieron animosos de resaltar esta resistencia de la lucha.
[8] En la época del funcionamiento de HIPASAM, todos los trabajadores que ingresaban a realizar trabajos en mina sabían que allí “hacían carrera”, es decir, se especializaban en un oficio y el mismo le permitía ir creciendo laboralmente en un sector específico de la producción hasta jubilarse como “perforista” “conductor de Kiruna”, etc. Esa persona especializada en un oficio, a la hora de conseguir trabajo se veía limitado porque justamente esta especialización que para trabajar en la empresa de HIPASAM le generaba perfeccionamiento y ascensos, le era un limitante en otros puestos de trabajo en el mercado por fuera del trabajo en mina. Esta “especialización” se fue perdiendo con el ingreso de las multinacionales al país. En el caso de la mina de HIPASAM, cuando fue reactivada en 2006 por los chinos, todas las “especializaciones” desaparecieron. Esto incrementó la precarización laboral, pero muchos mineros al tener la experiencia de sus padres como trabajadores en mina, optan por “hacer el oficio” y luego migrar a las mineras de Neuquén o Santa Cruz, donde las condiciones laborales son un poco mejor que las de Sierra Grande.
[9]ALVAREZ, CARLOS. Entrevista realizada en Julio 2009 en la ciudad de Sierra Grande, Provincia de Río Negro, Argentina. Entrevistadora: Natalí Narváez.
[10] Buta Mahuida en mapuche su significado es Sierra Grande.
[11] El diario Página 12, en su edición de domingo saca
una nota el 29 de Septiembre de 1991 que la titula “El llamado de la especie: la pueblada de las mujeres de Sierra Grande”.
En la nota realizada por el corresponsal Rubén Furman dice “El llamado de la
especie se ha impuesto, ahora que todo o casi todo parecía perdido” y a lo
largo del desarrollo de la misma, este medio nacional, lejos de hacer
referencia a la pueblada misma que anunciaba su título, describe una serie de
anécdotas sobre mujeres que participaron efectivamente en los cortes de ruta y
las acciones políticas de aquellos días, pero remarcando su instinto maternal y
natural que las llevó y las lleva a resistir y rebuscárselas ahora que los
maridos, “cabezas de familias”, “sostén de hogar” quedaron sin trabajo.
Inclusive, se toma en cuenta para el desarrollo de esta nota, la opinión de una
especialista: Marta Rubajo (como dice el artículo; la única psicóloga del
pueblo). La licenciada aporta desde su formación que “el conflicto de la
empresa se traslado a las casas; pero además las mujeres vieron como su rol de
ama de casa cambia, perdieron contención”.
A partir de este episodio encuentra cierta lógica en la forma en la que reaccionaron las mujeres los días de los conflictos en 1991: “la defensa de los lazos familiares, vinculados a la tierra donde nacieron sus hijos, y el rechazo de la inestabilidad laboral (que también llevaría a la disgregación familiar) se materializaron en valores comunitarios fuertes, no destructivos, que emergieron como una alternativa ante la destrucción que plantea el conflicto”
[12] DA SILVA CATELA, Ludmila. “De eso no se habla. Cuestiones metodológicas sobre los silencios en entrevistas a Familiares de desaparecidos políticos”; en Historia, Antropología y fuentes orales; Barcelona; Nº 24, 2000, pp. 69-75.
[13] NARVÁEZ, Natalí, “Conflicto social y estrategia de resistencia…”, op. cit..
[14] BENJAMIN, Walter. Poesía y capitalismo. Iluminaciones II. Taurus, Buenos Aires, 1999.
[15] JELIN, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Siglo Veintiuno de España Editores. Madrid, 2002, p. 111.
[16] POLLAK, Michael. Memoria, silencio y olvido. La construcción social de identidades frente a las situaciones límite. Al Margen Editorial. La Plata, 2006, p. 22.
[17] HALBWACHS, Maurice. La memoria colectiva, op. cit., p. 219.
[18] JELIN, Elizabeth. La lucha por el pasado. Cómo construimos la memoria social, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2018.
[19] BENJAMIN, Walter: Tesis de filosofía de la historia, 1955. Disponible en: http://homepage.mac.com/eeskenazi/benjamin.html
[20] POLLAK, Michael. Memoria, olvido, silencio…, op. cit., p. 55.
[21] JELIN, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. op. cit., p. 111.
[22] JELIN, Elizabeth. La lucha por el pasado…, op. cit..
[23] JELIN, Elizabeth “Las múltiples temporalidades del testimonio: el pasado vivido y sus legados presentes”, en: Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, Nº 1, marzo 2014, pp. 140-163.