“…Yo crecí
ahí, y ahí crié coraje”. Género, clase y experiencia: la huelga de
Confecciones Patagónicas (Trelew- Chubut, 1997)
Débora Natalia Saso(*)
Resumen
El presente trabajo se propone
analizar la huelga llevada adelante por un grupo de trabajadoras de
Confecciones Patagónicas -un taller textil tercerizado de la firma MATEPA
(Manufacturas Textiles Patagónicas)- entre febrero y mayo de 1997. La protesta
comprendió la toma y ocupación del edificio de MATEPA en demanda del pago de
sus haberes e indemnizaciones luego del cierre de la empresa. Si bien el
análisis se encuentra fijado en esta huelga en particular, la misma se enmarca
en el contexto más general de las relaciones sociales en la región y a nivel
nacional durante la década de 1990. En este período, la conflictividad social
creció teniendo lugar la confluencia de múltiples reclamos de parte de
trabajadores/as de diferentes sectores contra las políticas neoliberales. Por
otro lado, plantea algunos primeros interrogantes acerca de los significados
que las trabajadoras atribuyeron al conflicto en función de sus experiencias de
clase-género y su vinculación tanto dentro como fuera del ámbito de trabajo. En
este aspecto, se propone un abordaje de la clase obrera en tanto sujeto
colectivo desde la historia social, integrando asimismo el análisis acerca del
rol de las relaciones de género.
Palabras clave: género; clase
obrera; experiencia; conflictividad social.
“... I grew up there, and there I raised courage”.
Gender, class and experience: the strike of Confecciones Patagónicas (Trelew-
Chubut, 1997)
Abstract
The present work analyzes the
strike carried out by a group of female workers of Confecciones Patagónicas -an
outsourced textile workshop of the firm MATEPA (Manufacturas Textiles
Patagónicas)- between February and May of 1997. The protest included the taking
over and occupation of the MATEPA´s bulding, as a means to demand the payment
of their salaries and indemnities after the closing of the company. Although
the analysis focuses on this particular strike, it is framed in the general
context of social relations at regional and national level during the 1990s. In
this period social conflictivity intensified, leading to a confluence of
multiple claims from workers of different sectors against the neoliberal
policies. On the other hand, this work asks some preliminary questions about
the meanings that the workers attributed to the conflict based on their
class-gender experiences, and their
entailment within and outside the work enviroment. In this regard,
we propose to address the working class as a collective subject from the
perspective of social history, also integrating the analysis of the role of
gender relations.
Key words: gender; working class;
experience; social conflictivity.
“…Yo crecí ahí, y ahí crié coraje”. Género, clase y experiencia: la
huelga de Confecciones Patagónicas (Trelew- Chubut, 1997)
Introducción
El 17 de febrero de 1997 un grupo de trabajadoras tomó
la fábrica textil MATEPA (Manufacturas Textiles Patagónicas), situada en el
parque industrial instalado en las afueras de la ciudad de Trelew.
Con el título “La planta de MATEPA fue ocupada por las
obreras” y una pequeña fotografía de una bandera con la consigna “Hambre no!!,
Trabajo Sí…” un periódico local anunció al día siguiente en su tapa la noticia.
Las mujeres que decidieron realizar esta huelga que se
extendió durante más de tres meses, lo hicieron luego de numerosos reclamos
hacia la empresa, por el pago de sus indemnizaciones y meses de sueldo
adeudados, pero también por la promesa de una salida laboral alternativa.
Empleadas por un taller textil dependiente de MATEPA
denominado Confecciones Patagónicas, las obreras no tenían claridad respecto de
su situación contractual desde fines del año 1996, hasta que se produjo el
cierre de dicho taller en enero de 1997. En su mayoría eran mujeres que tenían
familias con hijas e hijos pequeños, que habitaban los barrios denominados
“periféricos” de la ciudad de Trelew, y que, como muchísimas trabajadoras,
dependían de su trabajo para mantener a sus familias, a veces junto a sus
parejas, y a veces como único sostén.
Desde esa denominada “periferia” de las barriadas
populares de Trelew[1], estas mujeres caminaron a diario para cumplir sus
turnos durante el tiempo que duró la toma de la fábrica, igual que como lo
habían hecho para dirigirse a sus puestos de trabajo. Este trabajo se ocupa de
ellas, de sus experiencias, las tensiones y conflictos que por su clase y por
su género dieron lugar y se plasmaron en esa huelga.
Situado en la perspectiva de la historia social
marxista y sus cruces con los estudios de género, se abordará esta experiencia
en la cual un grupo de mujeres trabajadoras construyeron sus propias demandas y
llevaron adelante prácticas políticas colectivas, formas de organización y de
lucha que, a su vez, entendemos atravesadas por la clase y el género. Es con
esa perspectiva teórica que este trabajo se enfoca en la reconstrucción de la
huelga, para luego plasmar algunos primeros esbozos respecto del análisis de
ésta, como una experiencia obrera y sexuada.
Para comenzar a explicar este conflicto, es necesario
situarlo en un contexto de resistencia hacia las políticas neoliberales
implementadas durante la década de 1990: ¿Qué implicaba ser trabajadora
textil en Trelew durante esos años?. Sin dudas es una pregunta que nos lleva a
analizar la situación de las trabajadoras de Confecciones Patagónicas, en tanto
integrantes de una clase obrera que no fue observadora pasiva de la pérdida de
sus derechos, sino que ante ello llevó adelante diferentes formas de lucha.
La segunda mitad de la década de
1990, en la que se desarrolló el conflicto a abordar en este trabajo, forma
parte del proceso de consolidación del modelo neoliberal en Argentina, que tuvo
lugar desde 1975-76 y se profundizó con los dos mandatos presidenciales
llevados a cabo por Carlos Menem, desde 1989 hasta 1999.
Según Alberto Bonnet, la crisis
hiperinflacionaria que puso fin al gobierno de Raúl Alfonsín fue una de las
bases sobre las cuales se asentó la reestructuración capitalista consolidada
por el gobierno neoliberal de Menem, pero también de la construcción de su
hegemonía durante los años posteriores en un proceso de recomposición del poder
del Estado a través del plan de convertibilidad desde 1991.[2]
La hiperinflación en esta
perspectiva, había implicado una “expropiación extraordinaria” masiva del
conjunto de la sociedad por parte de sectores minoritarios de grandes
capitalistas. Esto llevó a una “profunda modificación de las relaciones
económicas y sociales de fuerza en desmedro de los trabajadores, que impuso las
condiciones de posibilidad de la hegemonía menemista”.[3]
En esta misma línea de análisis,
pero con ciertos matices, Adrián Piva[4] caracteriza al acuerdo respecto de las medidas adoptadas
por el neoliberalismo en términos de “hegemonía débil”, ya que dependía de
mecanismos como la coerción hiperinflacionaria, la fragmentación de la clase
obrera y el aumento del desempleo y el subempleo, para generar consenso
respecto de la reproducción del capital. Según este autor, el rol del estado
fue fundamental en la implementación del programa neoliberal, pero sobre todo
en la capacidad de presentar el mismo como si fuera una salida de recomposición
para el conjunto social, y no sólo para el beneficio de los sectores más
concentrados del capital en general.
Sin embargo, ese consenso fue
negativo y generó esta hegemonía débil, ya que:
"...la dinámica de la
acumulación impidió la constitución de mecanismos institucionales de
canalización del conflicto de los asalariados que permitieran la
internalización del antagonismo obrero en una lógica reformista de las
concesiones y presentar así el interés particular de la burguesía como interés
general en una forma de Estado estable".[5]
La implementación y consolidación
de este modelo neoliberal implicó el avance de la gran burguesía sobre las
condiciones de vida de los trabajadores y las trabajadoras. Si bien la primera
ley al respecto fue aprobada posteriormente, la flexibilización laboral fue uno
de los aspectos centrales de este avance durante el menemismo, e incluyó una
serie de reformas parciales que implicaron la restricción de derechos laborales
tales como la indemnización, o implicaron la extensión en los períodos de
prueba y la implementación de contratos “basura” por tiempo determinado, es
decir, la precarización y sobreexplotación laboral.[6]
Esta política de eliminación o
restricción de conquistas laborales formó parte de un proceso cuyo objetivo
principal era debilitar el poder de negociación de la clase trabajadora para
aumentar la tasa de ganancia capitalista. Implementado desde el rodrigazo
(1975), durante la dictadura (1976-1983) y profundizado por el menemismo
(1989-1998), este proceso resultó en una transferencia de ingresos del salario
a la ganancia, obtenida a partir de un consenso generado por la desocupación
masiva.[7]
La reestructuración del estado
fue otro de los aspectos que acompañó este conjunto de reformas, e implicó el
despido y los recortes salariales de los empleados y empleadas en la
administración pública y en las empresas públicas que fueron privatizadas.
Estas reformas de “primera generación”, como las de “segunda generación (por
ejemplo, la reforma judicial o la desregulación de las obras sociales), no
implicaron, como plantea Julio Gambina[8], una
“reducción” o un “achicamiento del estado”, sino una funcionalidad diferente en
el mismo, cuyo presupuesto creció, pero fue utilizado en gran parte para el pago
de intereses de deuda externa entre otros gastos, recortando aquellos
destinados a salud, educación y seguridad social.
Si bien no
se trata de una relación de causa-efecto, estas políticas no fueron
implementadas sin resistencia por parte de la clase trabajadora ocupada y
desocupada durante este período, en el cual, como señalan Nicolás Iñigo Carrera
y María Celia Cotarelo[9], se desarrolló un “ciclo de
rebelión”, cuyo inicio fijan en 1993 con el hito marcado por el motín
desarrollado en Santiago del Estero, y que tuvo su culminación -o síntesis- en
la “insurrección espontánea” de diciembre de 2001. Las intensas movilizaciones
llevadas adelante durante esos momentos, lo son en tanto combinan precisamente
elementos de espontaneidad y formas sistemáticas de lucha en las que diferentes
sectores fueron conformando una fuerza social popular, que impugnaba aspectos
centrales del proyecto neoliberal.
Del mismo
modo, Gonzalo Pérez Álvarez[10] retoma este análisis para
estudiar la situación en el Noreste de la provincia de Chubut, señalando que
las protestas y luchas llevadas adelante por la clase obrera en la región,
forman parte de un proceso nacional que se caracterizó por el avance del
programa del capital financiero y el desarrollo de un ciclo de rebelión que
luego se sintetizó en las jornadas de diciembre de 2001 y las posteriores
protestas y movilizaciones durante 2002.
Un aspecto
importante que analiza este autor es la inserción de la región patagónica en el
marco de las relaciones de producción capitalistas a nivel nacional a través de
un modelo de “polos de desarrollo”, por el cual el estado implementó una
política de promoción industrial que planteó la apertura de fábricas en las
principales ciudades de la región durante los años setenta.
La ciudad
de Trelew fue en este primer período uno de esos denominados polos, ya que en
la misma se instalaron numerosas fábricas en las que se incorporó a trabajar un
sector importante de la población.
Nos
remitimos en este aspecto también a otro estudio realizado por Gatica, López,
Monedero y Pérez Álvarez[11], en el cual se especifican y problematizan los datos acerca del desarrollo
económico y social de la región a través de este plan y las implicancias
posteriores de su interrupción basadas en el cierre de fábricas y la pérdida de
puestos de trabajo.
El presente
trabajo es deudor de estos últimos estudios, los cuales abordan la historia
regional desde una noción de totalidad que plantea superar la fragmentación y
proponen una mirada en la que las problemáticas históricas y sociales de la
región patagónica pueden ser explicadas a partir de su inserción en el plano
nacional.
La huelga de las trabajadoras de Confecciones Patagónicas
I. El contexto de la
protesta y los pasos previos:
La huelga que llevaron adelante estas mujeres, implicó la
toma de la planta MATEPA y, como se mencionó anteriormente, la misma no
constituyó un hecho aislado, sino que se inscribe y puede comprenderse a partir
del contexto generalizado que caracterizó a la década de 1990 en Argentina.
Durante la etapa del gobierno menemista, las condiciones
de vida de la clase obrera y el pueblo fueron empeorando en la medida que
aumentó la desocupación tras el cierre de fábricas y las privatizaciones de los
principales servicios y bienes públicos.
En Chubut, según un informe difundido por la CGT Regional
del Valle de Chubut, a principios de 1997 ya había 31.211 personas desocupadas,
lo cual representaba un índice del 21,21%, ubicando a la provincia en el
séptimo lugar en el país, y el primer lugar en la Patagonia.[12] En la ciudad de
Trelew, en 1971 se había instalado un Parque Industrial que nucleaba numerosas
empresas del sector textil sintético y lanero principalmente. En esos años,
dichas empresas se vieron beneficiadas por políticas estatales de promoción
industrial, ligadas al plan de polos de desarrollo.
Durante la década de 1990, esas políticas de promoción
industrial fueron interrumpidas, lo cual produjo una caída en las actividades,
hasta llegar al cierre de muchas de las empresas instaladas en la ciudad y la
región. Según un informe realizado por el gobierno provincial, y publicado en
febrero de 1997, de las 46 fábricas que se habían instalado durante la década
de los años '70, sólo quedaban 25. De los 5400 trabajadores y trabajadoras que
ocuparan, ya para ese momento sólo quedaban 1764.[13]
Una de las
empresas situadas en el Parque Industrial, desde la década de 1970, era MATEPA
(Manufacturas Textiles Patagónicas). Dicha empresa era parte del rubro textil
sintético, y se dedicaba a la fabricación de telas para la posterior confección
de indumentaria. Contaba con un directorio radicado en la ciudad de Buenos Aires,
y su titular era la empresaria Analía Inocenti, aunque el mismo estaba
compuesto por otros accionistas, siendo el socio mayoritario Simón Ripp.
El trabajo
de la confección, se realizaba en otro espacio dependiente de MATEPA, un taller
denominado Confecciones Patagónicas, de posterior instalación, no en el Parque
Industrial, sino en un espacio situado en el predio urbano de la ciudad de
Trelew.
MATEPA
fabricaba entonces las telas y empleaba a mayoría de obreros varones.
Confecciones Patagónicas, por su parte, realizaba la tarea de confección de
prendas y empleaba a mayoría de trabajadoras mujeres, cuyo número llegaba a
alrededor de 112 empleadas.
Esa
división del trabajo no parece casual, sino que corresponde a una división
basada en el género y en las habilidades que se supone tienen las mujeres para
la costura y los varones para otros trabajos más “pesados”. Pero incluso más
calificados, porque, además, la empresa que tenía empleados en relación de
dependencia era MATEPA. Confecciones Patagónicas, en cambio, era un taller, que
trabajaba de manera tercerizada, nombrado incluso como “cooperativa” en
distintas fuentes, aunque las mujeres trabajaran de igual modo para un jefe, con
un régimen de trabajo y horarios preestablecidos, en los que ellas no tenían
ningún tipo de decisión. Es decir, su trabajo era precarizado, puesto que se
encontraba desprovisto de formalidad y por tanto de derechos para las
trabajadoras.
Debido a
esta relación entre MATEPA y Confecciones Patagónicas, el conflicto que
posteriormente fuera llevado adelante por las obreras de Confecciones
Patagónicas, no puede explicarse sin ligarlo al conflicto de los obreros de
MATEPA.
Desde fines
de 1996, ambas empresas tenían irregularidades con el pago de los salarios y en
la situación de los trabajadores y las trabajadoras. En el caso de MATEPA,
primero comenzaron las suspensiones, hasta llegar a los despidos definitivos de
casi la totalidad de los empleados. La empresa había despedido a 34
trabajadores en noviembre de 1996, y mantenía con suspensiones a los restantes
empleados con un 82% de sus salarios. Ya en enero de 1997 no se habían pagado
el sueldo de diciembre, aguinaldo y vacaciones.
La titular
Analía Inocenti, propuso a los trabajadores que aceptaran una licencia sin goce
de haberes, o ser despedidos y luego reincorporados en marzo. Pero
posteriormente a esa propuesta, el 7 de enero de 1997, comunicó los despidos de
otros 29 trabajadores.
A partir de
esta situación, las trabajadoras de Confecciones Patagónicas y los trabajadores
de MATEPA comenzaron a realizar asambleas conjuntas, y llevaron adelante
medidas de protesta, entre ellas, movilizaciones por las calles de Trelew y
Rawson.
El 13 de
enero movilizaron a Rawson, donde les recibió Lorenzo Soriano, quien por
entonces ocupaba el cargo de ministro de Producción de la provincia.
En esa
instancia, Soriano les informó acerca de la venta fraudulenta de la empresa a
una firma uruguaya. Dicha venta, según el gobierno provincial, no podía
realizarse debido a que existía un convenio firmado entre la empresa y el
gobierno que lo prohibía. Además, era una fábrica a la que se le había otorgado
un crédito del Fondo Financiero Permanente (FFP)[14], del cual
adeudaba cuotas. Esta situación agravaba aún más el conflicto, e implicaba para
el gobierno, una mayor preocupación que la situación de las trabajadoras y los
trabajadores.
Las
trabajadoras, por su parte, denunciaron la irregularidad de su situación
laboral, puesto que desde julio de 1996 no se les había renovado el contrato, y
los despidos fueron comunicados de forma verbal y no formalmente por escrito.
El
Subsecretario de Trabajo, Luciano Vernetti reconoció la condición laboral de
las mujeres y consideró válido el monto total de lo reclamado tanto por ellas
como por los trabajadores de MATEPA.
El día 15
los trabajadores y trabajadoras realizaron una nueva movilización, esta vez,
hacia el municipio de Trelew, cortando las calles donde se encuentra ubicado e
ingresando al edificio. En dicha instancia dialogaron con el entonces
intendente de Trelew, Gustavo Di Benedetto, y realizaron un petitorio que
incluía una reunión con el gobernador Maestro y ayuda alimentaria por parte del
municipio de Trelew.
Por su
parte, el ministro Soriano informó ese día, sobre la convocatoria a una reunión
a la empresaria Analía Inocenti, junto a la Secretaría de Industria,
integrantes del Comité Ejecutivo del Fondo Financiero Permanente, asesores
legales y representantes de los sindicatos.
El 16 la
empresaria se reunió con alrededor de 60 obreros y obreras de MATEPA y
Confecciones Patagónicas en la sede de la Asociación Obrera Textil (AOT). Allí
expresaron reclamos y duras críticas hacia ella, fundadas en la gravedad de la
situación. El 19 tras enterarse de que, además, el gobierno realizaría
denuncias penales hacia la empresa por la venta de la misma, los obreros y
obreras realizaron una asamblea en la que definieron convocar a una nueva
movilización y nombraron una comisión compuesta por los delegados de MATEPA,
obreros, obreras y representantes sindicales, para reunirse posteriormente con
el intendente de Trelew.
Por otro
lado, las trabajadoras de Confecciones Patagónicas se presentaron en la empresa
MATEPA para cobrar sus aguinaldos adeudados, según lo prometido anteriormente
por Inocenti; sin embargo, esa promesa fue incumplida.
El 22 de
enero los obreros de MATEPA y las obreras de Confecciones Patagónicas, junto a
dirigentes de SETIA y AOT, tuvieron una reunión con el gobernador Maestro en el
municipio de Trelew, en la cual solicitaron una fuente de trabajo alternativa
para las personas despedidas de ambas empresas.
Previo a la
reunión, los trabajadores y las trabajadoras se habían movilizado por las
calles de Trelew, realizando la quema simbólica de un féretro y una muñeca de
papel que representaban respectivamente a MATEPA y a Analía Inocenti,
acompañado de una persona vestida de negro con la inscripción “FFP”,
representando a la muerte.
Ya para ese
momento se comenzaba a barajar la posibilidad de que el gobierno provincial
comprara prendas a la empresa, con el objetivo de utilizar ese dinero para el
pago de las indemnizaciones. Esa resolución, concretada muchos meses después de
iniciado el conflicto, fue parcial, ya que sólo permitió que los trabajadores y
las trabajadoras cobraran una parte y no la totalidad de lo que la empresa les
debía.
El
gobernador Maestro, reconoció que: “la situación central por la cual MATEPA
está mal; es porque no puede vender su producción” y que, en ese contexto,
estaba dispuesto a “hacer un esfuerzo”, “dentro de parámetros lógicos” para
solucionar la situación, pero se debía contar además con “buena voluntad” de
parte de la empresa.[15] Algunas de las trabajadoras de Confecciones
Patagónicas, según la prensa planteaban lo siguiente:
“… nosotros
nos ocupamos de trabajar y los que saben se ocuparán de un mayor control, a ver
qué es lo que va a ser de nosotras. Simplemente queremos trabajar.
…el otro
día el señor intendente nos decía que tenemos que cuidar el trabajo. El trabajo
lo cuidamos, lo que pasa es que no nos pagan. ¿Sabe cómo se cuida el trabajo?
Trabajando sábado a la tarde simple, el domingo simple, eso es cuidar el
trabajo. Hasta a la noche las mujeres trabajaban y eso que está prohibido por ley”.[16]
II.
La toma y ocupación de MATEPA:
El 17 de
febrero las obreras de Confecciones Patagónicas tomaron la planta de MATEPA, en
reclamo del pago de sus indemnizaciones y sueldos adeudados y por una salida
laboral alternativa. También reclamaron la presencia del gobernador Carlos
Maestro y del ministro de Gobierno, Trabajo y Justicia, José Luis Lizurume. La
titular del directorio Analía Inocenti realizó una denuncia por usurpación, la
cual fue desestimada.
Los
principales dirigentes de la CGT regional asumieron ese día de manera la
representación sindical de las trabajadoras, debido a que un sector del cuerpo
de delegados de la AOT se negaba a hacerlo, con el argumento de que las mismas
carecían de un contrato que las ligara a la empresa. La toma y ocupación de
MATEPA fue un hecho discutido por este sector que planteaba que la misma
perjudicaría a los trabajadores de dicha empresa en sus negociaciones, y que
generó una división interna en el sindicato que se profundizó a partir de la
vinculación de su delegado normalizador, Sergio Cardoso con las trabajadoras.
La
empresaria Inocenti puso como condición para el pago, el desalojo de las
instalaciones de la planta. Las trabajadoras, por el contrario, decidieron en
asamblea que la toma continuaría hasta que se efectivizara el pago. Una de las
mujeres que se encontraban tomando la fábrica, Rosa Carrasco, declaró lo
siguiente: “nos quedaremos aquí hasta que paguen y que haya novedades respecto
de las fuentes de trabajo que ofreció el gobernador Carlos Maestro; “…vamos a
mantenernos acá hasta las últimas consecuencias y nos jugaremos el todo por el
todo”.[17]
La toma
comenzó con efectivos policiales custodiando las instalaciones de la planta, y
durante los primeros días las trabajadoras se encontraron sin posibilidades de
ingresar al baño, sin calefacción y con una sola garrafa de gas.[18] A esto se sumaba el aislamiento y la sospecha de que
esta medida, lejos de ser una decisión legítima de parte de las trabajadoras,
constituía una “maniobra”, que perjudicaba a los trabajadores de MATEPA en
cuanto imposibilitaba el cobro de sus indemnizaciones.
El día 20
de febrero, los obreros despedidos de MATEPA tomaron la sede de AOT y
desalojaron al delegado normalizador, Sergio Cardoso acusándolo de ser responsable
de la toma de MATEPA.
Jorge
Reinoso, en representación de los trabajadores despedidos declaró: “hemos
decidido tomar el gremio porque no nos sentimos identificados ni representados
por la actual conducción”.[19]
En un
comunicado que realizaron los obreros al respecto de la conducción de la AOT,
plantearon:
“…vemos
perplejos la actitud equívoca de estos tres títeres dirigentes gremiales por
estas turbias maniobras contra los propios intereses de los afiliados, que ante
un hecho nuevo que no calificamos y que es de conocimiento público perjudica
los intereses de sus representados...” “Repudiamos enérgicamente a quienes
legalmente tienen la obligación de defendernos y no lo hacen, como no lo han
hecho nunca”.[20]
Plantearon
además que se los había traicionado, puesto que el día anterior debían haber
estado negociando su indemnización con Analía Inocenti, pero no pudieron
hacerlo a raíz de la toma de la planta.
Por su
parte, la CGT se reunió ese mismo día para analizar el apoyo a las obreras y
profundizar la campaña de concientización sobre los perjuicios que traería la
ley de flexibilización laboral contra los trabajadores.
El 24 de
febrero un grupo de 20 delegados de distintas fábricas del Parque Industrial,
manifestó su apoyo a los trabajadores que se encontraban tomando la sede de
AOT.
Respaldaron
de igual modo el pedido de renuncia a los dirigentes,
“…por haber
incurrido en traición a los sagrados intereses de la AOT y sus afiliados con
sus actos temerarios” (…) Promoviendo, incitando y llevando a cabo la toma de
las instalaciones de la fuente de trabajo de tres delegados gremiales, por
trabajadores ajenos a nuestra Asociación Sindical, dejando de lado los
principios básicos y elementales de un dirigente gremial, que es bregar pura y
exclusivamente por sus representados legalmente”.[21]
Los
“trabajadores ajenos” a los que se refería el comunicado, eran las obreras de
Confecciones Patagónicas, con quienes ya a partir de esos momentos, no habría
más contactos ni ningún tipo de coordinación, pese a ser una lucha que
involucraba a ambos sectores.
La toma de
la AOT duró casi un mes, hasta que Vicente Raudino, representante de la
conducción nacional del sindicato viajó hacia la delegación de Trelew y comenzó
un proceso de “normalización” de la misma. Proceso que se terminó de cerrar
posteriormente con las elecciones realizadas en enero de 1998, en las que se
consagró ganadora una lista opositora integrada por delegados de MATEPA y de
otras fábricas, la cual se sostiene al frente del sindicato hasta la
actualidad.
El conflicto de MATEPA fue una visagra, luego de este
proceso se instaló un modelo sindical en la AOT regional que, ante la caída del
Parque Industrial planteó como respuesta el reclamo de las indemnizaciones por
los despidos, apoyó a los empresarios en su pedido de prórroga a la promoción
industrial, y no se opuso firmemente a la tercerización y precarización
laboral, aspecto que se evidenció en su actitud frente al conflicto de las
trabajadoras de Confecciones Patagónicas.
Durante los años previos a la toma, es importante
destacar que existieron distintas corrientes político-sindicales que disputaron
la dirección del conjunto de los trabajadores y trabajadoras textiles, y que
plantearon modelos sindicales alternativos al de las las fracciones del
peronismo que luego devinieron hegemónicas en la AOT. Estas corrientes
alternativas tuvieron presencia durante la década de 1980 y, provenientes de
una fuerte militancia de izquierda inserta en distintas fábricas (MATEPA era
una de ellas), fueron desplazadas hacia los primeros años de la década de 1990.
Hacia fines
de los años ´90 y en particular en el año del conflicto de MATEPA, esas
corrientes habían sido totalmente desarticuladas y sus principales dirigentes,
despedidos.[22]
En este
contexto, la huelga de las trabajadoras de Confecciones Patagónicas se
desarrollaría sin contar con el apoyo sindical. Transcurridos 15 días de la
toma de la fábrica, las trabajadoras realizaron un comunicado de prensa en el
que responsabilizaban al gobierno provincial por haber abandonado las
negociaciones con la empresaria Analía Inocenti, y criticaban a la CGT por
haberse “borrado” inmediatamente después de haber asumido su representación.
Declararon que,
“… la
decisión de la toma de la planta se adoptó luego de dilatadas reuniones con
esta empresaria y funcionarios del gobierno, que dejaron como saldo mentiras
constantes, falsas expectativas de trabajo e indiferencia hacia nuestro
problema (…) a 15 días de la toma, dejaron de lado el circo y las negociaciones
y, aparentemente, se despreocuparon del angustiante momento por el que
atravesamos (…) prueba de ello es que nunca se acercaron los funcionarios de
turno, buscando alguna vía de solución para que podamos cobrar lo que se nos adeuda”.[23]
A casi dos
meses de iniciada la ocupación, el 15 de abril, las trabajadoras de
Confecciones Patagónicas acercaron sus reclamos al gobernador Maestro, mientras
éste visitaba la fábrica Textil Windsor para formalizar el otorgamiento de un
crédito a esa empresa. El día 17, presentaron ante el intendente de Trelew un
listado con 50 mujeres para recibir ayuda social y anunciaron que se reunirían
con el gobernador y con el Secretario de Desarrollo Social de la Nación.
A fines del
mes de abril, los trabajadores de MATEPA también reclamaron reuniones con el
gobernador, y plantearon ante los medios de comunicación que no existía
predisposición por parte de la empresa, cuyo “juego perverso” consistía en
dividir a los trabajadores, mientras que, el gobierno provincial estaba
involucrado por el crédito otorgado a la empresa por el Fondo Financiero
Permanente.[24] Un hecho importante que se produjo durante el
desarrollo de la toma de MATEPA fue el acto por el Día Internacional del
Trabajador allí realizado el 1° de mayo de 1997.
En la
ciudad de Trelew se convocaron dos actos, uno organizado por la Comisión de
lucha contra la desocupación “8 de septiembre” en el centro de la ciudad
(Fontana y San Martín), y el otro, convocado por la Federación Universitaria
Patagónica (FUP)[25], la
Asociación de Trabajadores de la Educación de Chubut (ATECH)[26], la
Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y los Centros de Estudiantes de las
facultades de Humanidades, Ciencias Naturales y Ciencias Económicas de la
Universidad Nacional de la Patagonia, sede Trelew. Este
último, se realizó en el edificio de MATEPA, en solidaridad con las
trabajadoras de Confecciones Patagónicas. Hernán Góngora, presidente entonces
de la FUP, declaró ante la prensa: “…Nos pareció el lugar más simbólico, donde
se produce la lucha más representativa hoy de Trelew” (…) “La convocatoria es
para todos los trabajadores, desocupados, universitarios y para todos aquellos
que se quieran solidarizar con las compañeras de MATEPA”.[27]
Por su
parte, Nery Elsa Gerez, una de las trabajadoras dijo: “las mujeres desocupadas
de Confecciones Patagónicas son el símbolo de la desocupación”, y agregó que no
había “nada que festejar, porque la desocupación es muy grande en Trelew”. Pese
a ello, aclaró que aun así mantenían fe y esperanza en que iban a poder
solucionar su situación, y respecto a los sectores que habían realizado el
acto, planteó: “fueron los únicos que se acordaron de nosotras”.[28]
Las
preocupaciones de Nery, como las del conjunto de las trabajadoras de
Confecciones Patagónicas estaban fundadas en la situación general registrada en
la ciudad de Trelew, con una gran cantidad de conflictos de todo tipo generados
por la pérdida estrepitosa de fuentes de trabajo y el deterioro en las
condiciones de vida del conjunto del pueblo.
1997 fue un
año en el que no se realizaron actos por el 1° de mayo convocados otros
sindicatos que no fueran los mencionados. No hubo festejos ni convocatorias
oficiales, y en un medio de comunicación como el diario Jornada, se hablaba del
“Día del Trabajo”, como si el trabajo en sí mismo estuviera desligado de los
sujetos que lo realizan, como una conmemoración absolutamente vaciada de
sentido, o, peor aún, provista de un sentido que pretendía borrar la historia
de la clase obrera a nivel mundial, en la que los mártires de Chicago no debían
ser otra cosa que olvidados.
Al respecto
de este tema, Hernán Góngora, uno de los asistentes y convocantes al acto
realizado en la fábrica, lo recuerda actualmente de la siguiente forma:
“…estaba
tan metido todo ese discurso neoliberal, que nadie festejaba el 1° de mayo, te
juro. Los sindicatos no festejaban el 1° de mayo.
Entonces,
nosotros impulsamos festejarlo ahí, porque era el proceso de lucha más
importante en ese momento. Y era un proceso raro para la época, después se
tomaron un montón de fábricas, se recuperaron y todo eso, pero para esa época
era rarísimo eso. Y había sido una cosa legítima de ellas, de hacerlo.
Entonces, nosotros, estudiantes impulsando el acto del 1° de mayo, era raro”.[29]
Más allá de
que haya existido otro acto, sí es importante ver que forma parte del clima de
la época, el hecho de que esta fecha no haya tenido demasiada importancia en la
ciudad, y forma parte de la crisis por la que se encontraba atravesando la
población, en correlato con muchas situaciones similares a lo largo y ancho de
la Argentina.
Hubo otros
sectores que expresaron públicamente la solidaridad, como la Comisión de
Desocupados Mar y Valle. Una integrante de dicha comisión, Eufemia Fernández,
manifestó la solidaridad y apoyo hacia los obreros y obreras de MATEPA y
Confecciones Patagónicas, y el repudio a “todos los traidores de los obreros y
obreras”. Planteó además que, de no existir posibilidades de continuar con el
trabajo en las fábricas, una solución posible debería ser la conformación de
cooperativas en manos de los trabajadores y trabajadoras, “… el gobierno de la
provincia debería expropiar las fábricas cerradas y dar créditos a los obreros
para poner en funcionamiento las plantas”.[30]
Pese a
estas expresiones, la toma no contó con un gran respaldo y se sostuvo por el
esfuerzo de las trabajadoras, pese a la oposición de los sectores que la
consideraban una medida perjudicial para las negociaciones de los trabajadores
de MATEPA.
Ambos
sectores, tanto las trabajadoras de Confecciones Patagónicas como los
trabajadores de MATEPA, lograron cobrar parte de sus indemnizaciones, tras la
compra que realizó el gobierno provincial de prendas a la empresa, ya que los
fondos obtenidos fueron destinados al pago de al menos una parte de lo que se
les debía.
Sin
embargo, fue un proceso extenso en el que las fragmentaciones sólo beneficiaron
a la patronal en perjuicio de los trabajadores y las trabajadoras.
Experiencia, género e historia: la clase obrera no es
sólo masculina[31]
Este trabajo se inscribe en el campo de la historia
social puesto que su objetivo central es analizar el conflicto de las
trabajadoras de Confecciones Patagónicas partiendo de comprenderlas en base a
su propia agencia en tanto sujetos. De tal modo, su enfoque es tributario de la
perspectiva de la historia social marxista británica, en particular de las
nociones planteadas por E.P. Thompson[32] en torno a la
clase y la experiencia, complejizadas a partir de la perspectiva de género.
La clase obrera no nació según este autor, solamente como
producto de los cambios en la estructura económica, sino que “se hizo a sí
misma tanto como la hicieron otros”[33], en la medida en que desarrolló una conciencia de clase
y construyó tradiciones políticas propias, anteriores aun a la propia
Revolución Industrial. Por supuesto que, según esta perspectiva, las
condiciones materiales de existencia son fundamentales, pero no menos que los
modos en que los sujetos experimentan histórica, social y culturalmente dichas
condiciones.
En cuanto a la experiencia como la define Thompson “...
incluye la respuesta mental y emocional, ya sea de un individuo o un grupo
social, a una pluralidad de acontecimientos relacionados entre sí o a muchas
repeticiones del mismo tipo de acontecimiento (...)”, la cual da lugar al
desarrollo de la conciencia social en tanto que constituye el punto de partida
para la elaboración intelectual y sistematización que se cristaliza en dicha
conciencia social”.[34]
En este sentido, existe lo que llama un “diálogo” entre
el ser y la conciencia social, de modo que “... la conciencia, bajo la forma
que sea -como cultura no autoconsciente, como mito, como ciencia, como ley o
como ideología articulada- ejerce a su vez una acción retroactiva sobre el ser:
del mismo modo que el ser es pensado, el pensamiento es vivido; los seres
humanos, dentro de ciertos límites, pueden vivir las expectativas sociales o
sexuales que las categorías conceptuales dominantes les imponen”.[35]
Estas mismas expectativas obviamente no son ahistóricas,
por lo tanto, son resignificadas y redefinidas en función de las prácticas
sociales y experiencias, que a su vez entendemos como experiencias sexuadas,
atravesadas por relaciones específicas que tienen que ver con el género y la
clase.
Pero la clase obrera no es un sujeto desprovisto de
género, y su experiencia no es la misma si se trata de varones o mujeres,
heterosexuales o disidentes.
Por otro lado, tal como plantea Catherine
Hall[36], se puede suponer que la identidad es significada de
manera diferente por hombres y mujeres acorde con las jerarquías y la división
sexual imbricadas en las relaciones de género. Del mismo modo, Andrea Andújar
señala a la noción thompsoniana de experiencia como un modo de estudiar a la
clase obrera en base a la agencia de los sujetos que la componen, pero teniendo
en cuenta que esa experiencia no se encuentra desprovista de tensiones
relativas a las “implicancias de la diferencia sexual”.[37]
A su vez, este enfoque se
relaciona con las nociones básicas desarrolladas por Gisela Bock en torno a la
significación histórica de la categoría de género, según la cual toda historia
de las mujeres y del género es en sí misma historia social, teniendo en cuenta
el carácter relacional e histórico del sexo y el género.[38]
En esta visión, el género refiere
a “un conjunto complejo de relaciones y procesos” que interviene en el plano de
realidades culturales específicas, implicando además un estudio de las relaciones
“entre” y “dentro” de los sexos, teniendo en cuenta que las nociones de
“hombre” o “mujer” no aluden a términos homogéneos.[39] En este sentido, el análisis propuesto por
este trabajo se basa de igual modo en las nociones planteadas por Andrea
Andújar respecto de la heterogeneidad que caracteriza a las mujeres como sujeto
colectivo, plasmada en los “entrecruzamientos” de las pertenencias de clase y
étnicas respecto de las construcciones sociales en torno al género y los
modelos establecidos de masculinidad y feminidad.[40]
Y dado que se trata de una
historia que reflexiona e indaga acerca de las relaciones sociales y por tanto
la agencia de los sujetos en la dinámica de dichas relaciones, es que este
aporte resulta fundamental para analizar las diferentes acciones llevadas a
cabo por los sujetos en los que se basa este trabajo.
El análisis del rol de las
mujeres y sobre todo de las relaciones de género no es en este sentido un
“capítulo aparte” de la “historia” (de los hombres), sino que es un elemento
constitutivo de ésta, y resulta fundamental para analizar la experiencia de las
trabajadoras de Confecciones Patagónicas, en tanto mujeres que llevaron
adelante acciones de protesta en las que pusieron en juego su pertenencia a la
clase obrera y tensaron, o en ocasiones también reafirmaron, los roles
tradicionales de género.
“Mujer bonita es la que lucha”: la mirada de tres
trabajadoras
Las obreras
textiles que se desempeñaban en el taller Confecciones Patagónicas, son el
principal sujeto del estudio, y a partir de sus testimonios analizados desde la
perspectiva de la Historia Oral, es posible comprender de una mejor manera el
proceso de lucha que ellas protagonizaron.
La toma,
como se mencionó anteriormente, duró aproximadamente tres meses; de alrededor
de 112 mujeres que trabajaban en Confecciones Patagónicas, unas 60 llevaron
adelante la toma de la fábrica MATEPA. Se dividieron en turnos para sostener la
ocupación del edificio, y conformaron una comisión reducida encargada de
realizar las tareas de prensa y difusión del conflicto, de representar al
conjunto en las negociaciones con el gobierno y la patronal y de recorrer
negocios locales en busca de donaciones de alimentos y artículos de primera
necesidad.
Isabel fue
una de las mujeres que formaron parte de la comisión; oriunda del Dique
Florentino Ameghino, provincia de Chubut, vive desde muy pequeña en Trelew.
Primero fue empleada administrativa, y luego se comenzó a desempeñar como
trabajadora textil, en diferentes fábricas del Parque Industrial. Luego de la
toma de MATEPA, comenzó a trabajar en un hotel y, en la actualidad es dirigente
del gremio gastronómico. En su relato, la toma fue un proceso en el cual, la mayor
enseñanza fue la de aprender a luchar:
“Nosotros
sabíamos llorar nada más. No sabíamos cómo reclamar ni nada. La necesidad nos
hizo que hiciéramos asambleas, que en realidad uno después se da cuenta de que
nosotros lo que hacíamos eran asambleas.
… Nosotros
dijimos no, ¿qué vamos a hacer? Vamos a tomar la fábrica. De hecho, fue una
cosa que fue en el momento. Dijimos bueno, formemos una comisión, así que
formamos una comisión de 6 personas”.[41]
Carmen,
quien hasta hoy mantiene una relación de amistad con Isabel, también formó
parte de la toma. Nació en Chile, pero desde joven reside en Trelew; trabajó
también en el rubro textil, siendo Inteco[42] una de las empresas en las que se desempeñó
durante más tiempo, hasta comenzar a trabajar en Confecciones Patagónicas y
luego en otras empresas textiles, algunas conformadas bajo la figura de
cooperativas. En la actualidad, se encuentra jubilada.
La toma desde
su perspectiva, no sólo fue un proceso que marcó el reclamo por lo que les
correspondía, sino que implicó, además, su empoderamiento:
“Teníamos
coraje. Como ser yo crecí ahí, y ahí crié coraje. Vi la realidad de la mujer, y
así luchamos todas. Yo con mi marido que estaba imposibilitado, tenía que
trabajar, tenía a mi hija que estaba estudiando, los chicos más grandes que
tenían su casa tampoco tenían trabajo, no podían ayudarnos. Era la realidad
esa, no es como ahora, que todas tenemos un sueldo. Yo me jubilé con mi
trabajo”.[43]
Liliana,
nació en la localidad de Gaiman, Chubut, pero reside hace más de 30 años en
Trelew. De profesión costurera, trabajó en las empresas textiles Modecraft,
Cirsa y Dos Muñecos en Trelew, y en Del Estero en Gaiman. Luego de la toma,
siguió realizando trabajos de costura en su domicilio, hasta que en 2003
comenzó a desempeñarse como trabajadora municipal. En su caso, recuerda la toma como un proceso mucho más
“armónico”:
“Se hacían muchas reuniones y se dialogaba mucho. Se
pedían audiencias, y se respetaban. De esa manera nos manejábamos, siempre se
hicieron las cosas con mucho respeto. Con gritos, insultos no íbamos a llegar a
nada. Nosotros sabíamos que teníamos que tener paciencia”.[44]
Sin
embargo, coincide con Isabel y Carmen en que la toma era la única opción que
tenían para poder hacer visibles y lograr concretar sus reclamos: “La decisión salió de las mujeres. Éramos casi todas
puras mujeres, y lo hicimos porque no había otra solución. Fue una medida de
fuerza para ser escuchadas, era la última instancia que teníamos”.[45]
Provenientes de distintos lugares, estas mujeres
adoptaron a la ciudad de Trelew como su lugar de residencia, ciudad en la que
fueron trabajadoras textiles durante buena parte de sus vidas. Resta seguir
conociendo y profundizando en la experiencia de muchas más mujeres que
protagonizaron, como Isabel, Carmen y Liliana, la toma de MATEPA.
La Historia Oral, como se
mencionó al principio de este apartado, es una herramienta que nos permitirá
analizar los testimonios, partiendo del interés, como señala Portelli, por
comprender "...no sólo los hechos, sino lo que éstos significaron para
quien los vivió y los relata; no sólo respecto de lo que las personas han
hecho; sino sobre lo que querían hacer, lo que creían hacer, o lo que creían
haber hecho; sobre las motivaciones; sus reflexiones, sus juicios y
racionalizaciones".[46]
En este sentido, la experiencia de las trabajadoras de
Confecciones Patagónicas no da cuenta sólo de “lo que pasó”, sino que nos
permite avanzar en la comprensión de los hechos, del porqué de los mismos, pero
fundamentalmente, de los sujetos que los llevaron adelante.
“Esta
historia continuará”: conclusiones parciales de un trayecto a seguir
Las trabajadoras de Confecciones Patagónicas, tomaron
la decisión de ocupar una fábrica, porque consideraban que era legítimo y a la
vez necesario llevar adelante toda acción que estuviese a su alcance en defensa
de su hogar, de sus hijos e hijas.
Lucharon
por sus familias, en una doble mirada que las
ponía en un lugar tradicional de “mujeres”,
“madres”, “esposas”, “cuidadoras”,
pero al mismo tiempo las ubicaba en un lugar diferente en la medida que
las
impulsaba a romper con la posición de
“víctimas”, “pasivas”, para ocupar el
sitio que les correspondía en el espacio público, en la
calle, en la fábrica.
Lucharon, por lo que consideraban que era “justo”, sus
indemnizaciones y el reconocimiento como trabajadoras textiles, pues así se
definían a sí mismas pese a no ser consideradas como tales por aspectos
“formales”. Es, entonces, conocer y comprender su agencia lo que motiva e incentiva
este trabajo, aún parcial e incompleto.
Por otro lado, este artículo intenta contribuir a la
construcción de una historia regional en tanto alternativa analítica para
reflexionar acerca de las problemáticas históricas locales y su interrelación con
el plano nacional, la cual, complejizada a partir de las nociones de clase y
género, busca abonar a un conocimiento capaz de recuperar las experiencias
diversas y de repensar a la historia de la clase obrera como una historia no
solamente masculina.
Planteamos entonces, una perspectiva que consideramos,
debe articularse en tanto herramienta de disputa ideológica contra la misoginia
y el androcentrismo en todas las ciencias, y en particular en la historia como
ciencia social, pero sin perder de vista tampoco, como dijera Karl Marx, que la
lucha de clases es el “motor” de la misma. Sin perder de vista, el horizonte de
la lucha contra toda explotación y opresión.
Bibliografía
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Recepción: 05/02/2018
Evaluado: 08/05/2018
Versión Final: 19/06/2018
(*) Estudiante avanzada de la carrera Licenciatura en Historia, Universidad Nacional de la Patagonia, Argentina. E-mail: debora.saso06@gmail.com
[1] Sobre la configuración de la ciudad de Trelew, su planificación y transformaciones históricas y sociales, ver: IBARRA, H. "Trelew. Exclusión, inclusión y conflicto social". En: BLANCO, P. [et.al.] (coord.) Pensar la ciudad y el territorio en Patagonia desde una perspectiva latinoamericana. Relaciones de poder, conflictos y resistencias, Mandala libros, Trelew, 2015.
[2] BONNET, Alberto La hegemonía menemista. El neoconservadurismo en Argentina, 1989-2001, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2008.
[3] Ibídem, p.195.
[4] PIVA, Adrián “Algunas hipótesis sobre la relación entre modo de acumulación y hegemonía débil en Argentina (1989-2001)”. En: VILLANUEVA E. y MASETTI A. (comps.) Movimientos sociales y acción colectiva en la Argentina de hoy, Prometeo, Buenos Aires, 2007.
[5] Ídem.
[6] BONNET, A. La hegemonía menemista... op., cit.
[7] GAMBINA, Julio "La crisis y su impacto en el empleo". En: BORÓN, GAMBINA y MINSBURG (comps.) Tiempos violentos. Neoliberalismo, globalización y desigualdad en América Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2004.
[8] Idem.
[9] IÑIGO CARRERA, Nicolás y COTARELO, María Celia "Génesis y desarrollo de la insurrección espontánea de diciembre de 2001 en Argentina". En: CAETANO, Gerardo (comp.) Sujetos sociales y nuevas formas de protesta en la historia reciente de América Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2006.
[10] PÉREZ ÁLVAREZ, Gonzalo Patagonia, conflictividad social y neoliberalismo. El noreste de Chubut (1990-2005), Imago Mundi, Buenos Aires, 2013.
[11] GATICA, LÓPEZ, MONEDERO, PÉREZ ÁLVAREZ Patagonia, desarrollo y neoliberalismo Imago Mundi, Buenos Aires, 2005.
[12] Jornada, Chubut, 03/01/1997.
[13] Jornada, Chubut, 16/02/1997.
[14] Se trata del organismo provincial creado en 1994 para otorgar créditos para desarrollo productivo, a partir de recursos provenientes de la privatización de YPF. Ver: PÉREZ ÁLVAREZ, G.; Patagonia, conflictividad social y...., op. cit., p.111.
[15] Jornada, Chubut, 23/01/1997.
[16] El Chubut, Chubut, 23/01/1997.
[17] Jornada, Chubut, 18/02/1997.
[18] Jornada, Chubut, 19/02/1997.
[19] Jornada, Chubut, 21/02/1997.
[20] Jornada, Chubut, 21/02/1997.
[21] Jornada, Chubut, 24/02/1997.
[22] Sobre este tema se plantea brevemente una reflexión general, puesto que las corrientes políticas-sindicales y las organizaciones que tuvieron injerencia en los años previos y durante la huelga, constituyen aspectos importantes a continuar explorando en la investigación en curso, de la cual este artículo es un fragmento. Para profundizar este análisis, ver: PÉREZ ÁLVAREZ, G.; “Experiencia obrera, construcciones sindicales y organizaciones políticas de la clase obrera: los trabajadores de la Patagonia Argentina durante la década del ‘80”. En: Revista Historia Actual Online. N° 37, Área de Historia Contemporánea. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Cádiz; 2015, pp. 53-68, Cádiz, España; y GUTIÉRREZ, M. Neoliberalismo, sindicatos y experiencia obrera-textil en el Noreste del Chubut. El caso de los trabajadores/as de “Del Estero S.A.”. (1989-1999). Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional de la Patagonia, Trelew, 2013.
[23] Jornada, Chubut, 05/03/1997.
[24] Jornada, Chubut, 29/04/1997.
[25] La FUP es la federación que nuclea a los centros de estudiantes de la Universidad Nacional de la Patagonia. En el año 1997, ésta era conducida por la lista “celeste”, que representaba a la agrupación de izquierda CEPA (Corriente Estudiantil Popular Antiimperialista).
[26] ATECH es el sindicato docente más importante de Chubut. En la actualidad forma parte de la CTA de los Trabajadores. Su secretario general en ese momento, Gustavo Monesterolo, realizó una intervención en el acto.
[27] Jornada, Chubut, 02/05/1997.
[28] Jornada, Chubut, 02/05/1997.
[29] Entrevista realizada por la autora a Hernán Góngora, en el mes de octubre de 2016.
[30] Jornada, Chubut, 16/01/1997.
[31] La decisión de construir este apartado de manera diferenciada respecto del anterior en el que se describe la huelga, obedece a un motivo formal de redacción, ya que, de amalgamar ambas partes del texto el resultado sería un apartado excesivamente extenso. Si bien es correcto integrar la perspectiva teórica de manera entrelazada en el análisis empírico, esta decisión de forma no implica que el contenido de ambos apartados se encuentre desconectados y que uno pueda ser explicable sin el otro.
[32] THOMPSON, Edward; La formación de la clase obrera en Inglaterra, Crítica, Barcelona, 1989.
[33] Ibídem, p. 204.
[34] THOMPSON, Edward; Miseria de la teoría, Crítica, Barcelona, 1981, p. 12.
[35] Ibídem, p. 14.
[36] HALL, Catherine; “La historia de Samuel y Jemima: Género y Cultura de la clase trabajadora en la Inglaterra del siglo XIX” Revista Mora -versión on line- Vol. 19 (N° 2); 2013; Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
[37] ANDÚJAR, Andrea; Rutas argentinas hasta el fin: mujeres, política y piquetes, 1996-2001 Luxemburg, Buenos Aires, 2014.
[38] BOCK, Gisela; “La historia de las mujeres y la historia del género: Aspectos de un debate internacional”, Historia Social (9); 1991; España: Universidad de Valencia, Instituto de Historia Social, pp. 55-77.
[39] Ibídem.
[40] ANDÚJAR, A.; Rutas argentinas hasta el fin…, op., cit., p. 21.
[41] Entrevista realizada por la autora a Isabel, el 28 de marzo de 2011.
[42] Inteco fue una de las fábricas “modelo” del Parque Industrial hasta su cierre. Se instaló en la ciudad en la década de 1970 y su producción estaba destinada a la marca de ropa femenina “Etam”. Respecto de la historia de las trabajadoras de esta fábrica, ver la investigación realizada por: GATICA, Mónica; Industrialización, Proletarización y subproletarización. ¿Una nueva identidad para la mujer en Trelew? Informe final. UNPSJB, Secretaría de Ciencia y Técnica, Trelew, 2000.
[43] Entrevista realizada por la autora a Carmen e Isabel, el 19 de junio de 2015.
[44] Entrevista realizada por la autora a Liliana, el 12 de mayo de 2017.
[45] Entrevista realizada por la autora a Liliana, el 12 de mayo de 2017.
[46] PORTELLI, Alessandro; Historias orales: narración, imaginación y diálogo, Prohistoria Ediciones, La Plata, 2016.