Políticas y resistencias territoriales:
la experiencia del Movimiento de Trabajadores Desocupados de San Francisco
Solano en la Argentina (1997-2004)
Pablo Vommaro(*)
Resumen
Entre las organizaciones sociales que
emergieron en la Argentina en los años noventa, las conformadas por
trabajadores desocupados se destacaron por sus propuestas productivas
alternativas en los lugares en los que desplegaban sus prácticas cotidianas y
por sus acciones públicas de protesta. A partir de este enfoque, el Movimiento
de Trabajadores Desocupados de San Francisco Solano se presenta como una de las
organizaciones más interesantes y desafiantes de la época. Surgido a mediados
de 1997, este movimiento aportó muchos de los elementos que configuraron la
agenda pública y la dinámica territorial del conflicto social de la segunda
mitad de lo que podemos denominar la larga década neoliberal en la Argentina
(1989-2001). En este artículo analizaremos algunas características singulares
que pueden identificar rasgos comunes y distintivos del MTD de Solano respecto
de otras organizaciones de trabajadores desocupados antes y después de la
denominada crisis del año 2001. El trabajo se basa en una síntesis de
investigaciones anteriores del autor de carácter cualitativo, que incluyeron entrevistas,
observaciones, relevamiento de documentos producidos por las organizaciones
sociales y de prensa gráfica local y nacional.
Palabras
claves: Movimiento
de Trabajadores Desocupados; territorio, corte de ruta.
Politics and territorial resistances:
the San Francisco Solano Unemployed Workers Movement experience´s in Argentina
(1997-2004)
Abstract
Among the
social organizations that emerged in Argentina in the 1990s, those made up of
unemployed workers stood out for their alternative productive proposals in the
places where they deployed their daily practices and for their public actions
of protest. From this approach, the San Francisco Solano Unemployed Workers
Movement is one of the most interesting and challenging organizations of the
period. The Movement emerged in mid-1997, it contributed many of the elements
that shaped the public agenda and the territorial dynamics of the social
conflict of the second half of that we can call the long neoliberal decade in
Argentina (1989-2001). In this paper, we will analyze some singular
characteristics that can identify common and distinctive features of Solano's
MTD with respect to other organizations of unemployed workers existing before
and after the so-called 2001 crisis. This paper is based on a synthesis of the
author's previous and qualitative research, that it included interviews,
observations, documents produced by social organizations and local and national
graphic media.
Key words: Unemployed
Workers Movement; territory; route interruption.
Políticas y resistencias territoriales: la experiencia del
Movimiento de Trabajadores Desocupados de San Francisco Solano en la Argentina
(1997-2004)
Presentación
Entre
las organizaciones sociales que emergieron en la Argentina en los años noventa,
las conformadas por trabajadores desocupados se destacaron por sus propuestas
productivas alternativas en los lugares en los que desplegaban sus prácticas
cotidianas y por sus acciones públicas de protesta. A partir de este enfoque,
el Movimiento de Trabajadores Desocupados de San Francisco Solano se presenta
como una de las organizaciones más interesantes y desafiantes de la época.
Surgido a mediados de 1997, este movimiento aportó muchos de los elementos que
configuraron la agenda pública y la dinámica territorial del conflicto social
de la segunda mitad de lo que podemos denominar la larga década neoliberal en
la Argentina (1989-2001).
En
este artículo analizaremos algunas características singulares que pueden
identificar rasgos comunes y distintivos del MTD de Solano respecto de otras
organizaciones de trabajadores desocupados existentes en la Argentina antes y
después de la denominada crisis del año 2001. Iniciamos nuestro trabajo en
1997, año de surgimiento de este MTD y lo concluimos en 2004, cuando se
producen tanto cambios en la coyuntura política con la consolidación del
kirchnerismo en el gobierno, como desplazamientos al interior de la
organización y en el denominado movimiento piquetero que hacen que el MTD se
reconfigure y se diluya su incidencia tanto en la agenda pública como en la
dinámica territorial.
Según
algunos autores consultados, el Movimiento de Trabajadores Desocupados de San
Francisco Solano (MTD de Solano), puede ubicarse dentro de la denominada
“vertiente autonomista”[1]
o “vertiente ligada a lo territorial”[2]
en el marco del llamado movimiento piquetero o de trabajadores desocupados. En
un trabajo más reciente, estos autores ubican al MTD de Solano entre los
movimientos en los que predomina una “lógica de acción territorial”, integrando
un espacio que denominan “de las nuevas izquierdas” en el que se privilegia “la
temporalidad de la problemática barrial”.[3]
La clasificación de Delamata nos permite ubicar al MTD de Solano como parte de
las “organizaciones forjadas a iniciativa de militantes políticos o sociales”.[4]
A
partir de estas caracterizaciones podemos acercarnos a nuestras claves de análisis
acerca de esta organización, que se constituyen a partir de las principales
hipótesis que orientan nuestro trabajo.
Por
un lado, sostenemos que el surgimiento de las organizaciones sociales en la
Argentina contemporánea (en particular del MTD de Solano) es parte de un
proceso de transformación de las modalidades de organización social de mediano
y largo plazo, cuyas características pueden rastrearse entre fines de los
sesenta y comienzos de los setenta, y que, como parte las mutaciones generales
del sistema capitalista, está anclado en lo territorial. En segundo lugar, el
despliegue de las organizaciones sociales con base territorial es posible
también por la conformación de procesos de organización y constitución de redes
sociales de carácter comunitario que perviven en un nivel molecular y
cotidiano. Por otra parte, las organizaciones sociales urbanas de base
territorial y comunitaria, entre las que ubicamos al MTD de Solano, expresan
configuraciones alternativas a las dominantes a nivel productivo, político y
subjetivo.
De
esta manera, pensamos que el MTD de Solano es una organización en la que se
expresa la lógica que denominamos político-social[5],
que está vinculada a lo territorial y comunitario y que entra en una tensión y
conflicto creciente con la lógica que llamamos político-partidaria, ligada al
estado y sus instituciones. Así, al rastrear el proceso de surgimiento del
Movimiento es necesario analizar, además de la coyuntura de creciente
movilización social que marcó los años 1996 y 1997 en la Argentina, procesos
territoriales y comunitarios de mediana y larga duración, más profundos y
permanentes.
Como
propusimos en trabajos anteriores[6],
estos procesos pueden remontarse a las tomas de tierras y los asentamientos
producidos en la zona a partir de agosto de 1981 y, más allá, a las
características de algunas organizaciones de base que actuaron allí a fines de
los años sesenta y comienzos de los setenta constituyendo una “territorialidad
obrera de carácter comunitario”.[7]
A
partir de estos elementos, podemos comprender que la dinámica basada en el
trabajo territorial y comunitario que predominó en el MTD de Solano luego de
2004 es más una continuidad y profundización de las características que
sustentaron al Movimiento desde sus inicios, que una ruptura con la dinámica de
movilización y protesta que aparecía más visible hasta los años 2002-2003.
Lo
dicho no desconoce que la vida de esta organización surgida formalmente a
mediados de 1997, está signada por rupturas, conflictos, tensiones y
contradicciones. Los diferentes momentos en el devenir del Movimiento, además,
están vinculados por un lado, con transformaciones en su dinámica interna; por
otro, con conflictos entre las organizaciones denominadas piqueteras; en tercer
lugar, con cambios en la coyuntura política más general y en el modo en que se
articula la relación entre el estado y dichas organizaciones.
Este
trabajo se basa en una síntesis de investigaciones anteriores del autor de
carácter cualitativo[8],
que incluyeron entrevistas, observaciones, relevamiento de documentos
producidos por las organizaciones sociales y de prensa gráfica local y
nacional.
El surgimiento del MTD de Solano
Si
bien las primeras ocupaciones y cortes de ruta luego de la restauración de la
democracia en la Argentina pueden rastrearse a comienzos de la década del
noventa, la denominación de “piquete” (y el nombre de “piqueteros” para los que
protagonizan el piquete) no apareció hasta los años 1996 y 1997. En junio de
1996 se produjo un corte de siete días de la Ruta Nacional 22 y la Ruta
Provincial 17, en las ciudades neuquinas de Cutral-Có y Plaza Huincul. Fue
organizado por los trabajadores de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) que
habían sido despedidos luego del proceso de privatización de la empresa. Al año
siguiente las ocupaciones de rutas se extendieron a las provincias de Salta
(ciudades de Gral. Mosconi y Tartagal) y Jujuy (ciudad de Libertador Gral. San
Martín o Ledesma). También fueron protagonizados por trabajadores despedidos de
la YPF privatizada.
Como
vemos, los primeros piquetes surgieron durante el desarrollo de la política
económica neoliberal llevada adelante por el gobierno de Carlos Menem y fueron
protagonizados por trabajadores despedidos de las empresas públicas
privatizadas. Si bien esos fueron años de crecimiento del PBI, también
aumentaron la pobreza, el desempleo y las desigualdades sociales.
En
los años posteriores esta forma de lucha -esta acción de protesta- fue tomada
por otros grupos. Entre ellos se destacan las organizaciones de trabajadores
desocupados, luego conocidas como “piqueteras”.
Según
la base de protestas sociales producida por el Grupo de Estudios de Protesta
Social y Acción Colectiva[9]
la participación de las organizaciones sindicales fue perdiendo peso absoluto y
relativo en el escenario de la protesta social entre 1989 y 2003 en la
Argentina. A partir de la misma fuente, desagregando las protestas sindicales
por sector de actividad es posible reconocer, además, el contraste que se
produjo entre las acciones de protesta de los sindicatos de la educación,
administración pública y servicios frente a las del sector industrial. Este
último mostró, desde principios de la década del noventa, una menor
participación relativa en la protesta que la de los demás sectores, así como también
una disminución absoluta de la cantidad de protestas que realizó. Esto nos
permite ver no sólo el decrecimiento del protagonismo sindical en la
movilización social sino además que la reorientación de la fuerza de la
capacidad de movilización según la rama de actividad se vinculó con el impacto
de las transformaciones económicas más generales a las que nos hemos referido
anteriormente.[10]
A
medida que los conflictos de tipo sindical disminuían, crecían las acciones
protagonizadas por los trabajadores desocupados que se distinguían –en un
primer momento- por el piquete como modalidad de lucha principal. Entre 1997 y
2001 se registraron 2.340 cortes de ruta a nivel nacional (de los cuales 685
fueron en la provincia de Buenos Aires). Año a año el número aumentó
progresivamente. En 1997 hubo 140 cortes registrados (23 en Buenos Aires). En
1998 el número descendió a 51 (y 9). Volvió a subir en 1999, cuando se
produjeron 252 cortes de ruta (82 de los cuales fueron en la Prov. de Buenos Aires).
En 2000 y 2001 esta modalidad de protesta se utilizó 514 (119) y 1.383 (452)
veces respectivamente. Finalmente, en los seis primeros meses de 2002 hubo
1.609 ocupaciones de ruta documentadas.
Por
otra parte, si pensamos en el surgimiento de la nominación “piquetero” es
importante evitar naturalizaciones. Si bien ésta fue instituida desde los
medios masivos de comunicación (es decir como parte de las relaciones de
dominación, desde los espacios de construcción de consenso y hegemonía), luego
fue apropiada positivamente –afirmativamente- por las organizaciones sociales.
En un rápido proceso, sin duda contradictorio y con tensiones, los diferentes
movimientos resignificaron y redefinieron el término hasta convertirlo en un
símbolo de autoidentificación y una consigna de lucha. Resignificando el
estigma en emblema[11],
en casi todos los cortes de ruta podemos oír el grito de “piqueteros, carajo” como
consigna autoafirmativa.
Los significados del piquete
Presentado
el nacimiento del corte de ruta como formato o modalidad de protesta en la
Argentina contemporánea y su crecimiento a partir de la segunda mitad de la
década del noventa, expondremos algunos significados del mismo tanto para sus
protagonistas, como para la dinámica del conflicto social más general. La
difusión, el alcance y las potencialidades –incluso paradojales- del corte de
ruta llevaron a que Scribano defina esta acción de protesta como “tecnología”
caracterizada por rasgos de “indeterminación y fragmentación”.[12]
En
efecto, en nuestro análisis el piquete no es sólo un formato de protesta, una
herramienta de lucha o un mecanismo de interlocución o negociación con las
instituciones estatales en sus diferentes niveles. Es un momento y un
territorio –un tiempo y un espacio- que se construyen colectivamente, y en los
cuales se ponen en juego un conjunto de relaciones sociales, valores,
lenguajes, saberes, tradiciones y prácticas compartidas que requieren de un
acercamiento más detenido.
Manzano
y Triguboff[13]
proponen algunas características que distinguen según ellos a los piquetes de
fines de la década del noventa. Aunque ellos se centran en los producidos en la
zona de La Matanza (Ruta Nº 3, Isidro Casanova) que fueron protagonizados sobre
todo por la Corriente Clasista Combativa (CCC) y la Federación de Tierra,
Vivienda y Hábitat (FTV), nosotros coincidimos con el análisis que realizan y
pensamos que podemos extenderlos a otras experiencias, por ejemplo las de la zona
sur del Gran Buenos Aires.
Estos
rasgos comunes son:
•
constituyen actos fuertemente
ritualizados en los que es central marcar el inicio y la finalización;
•
organización espacial planificada,
tanto en la disposición interna, como en elección de la localización del sitio
en donde se realizaría el corte;
•
importancia de los referentes locales
(que según la organización de la que se trate pueden ser dirigentes, líderes o
referentes) en la organización del piquete;
•
especialización, división y
coordinación de tareas. Se organizan en diferentes grupos, áreas o comisiones.
Por ejemplo: los que se encargan de negociar con los funcionarios públicos; los
que garantizan el abastecimiento de comida y víveres; los que se ocupan de la
seguridad o la autodefensa (en general jóvenes); los que realizan el contacto
con la prensa; entre otros;
•
existencia de normas y sanciones que
son decididas y cumplidas colectivamente. Por ejemplo, la prohibición de la
ingesta de alcohol, el consumo de drogas, el hurto, el evitar posibles
conflictos entre organizaciones. En general, los grupos de seguridad o
autodefensa son los que velan por el cumplimiento de estas normas, pudiéndose
llegar a expulsar personas del piquete ante su infracción.
De
los puntos que mencionan estos autores nosotros resaltamos los vinculados a la
producción de tiempos y espacios propios de la organización (distintos y muchas
veces disruptivos respecto de los dominantes), la mística que se pone en juego
y las relaciones sociales que hacen posible el corte, pero que a la vez se
reconfiguran allí.
El piquete como forma social ocupación
Otro
aspecto que nos interesa resaltar de los trabajos de Manzano y Triguboff es su
comparación entre los piquetes y las tomas de tierra, que los llevan a asegurar
que “el piquete no constituye simplemente un bloqueo de ruta sino una ocupación
de ruta, cuya base es el modelo de ocupación de tierras”.[14]
Este es otro modo de establecer relaciones entre las experiencias de las tomas
de tierras y asentamientos que estudiamos en otros trabajos[15]
y la organización de trabajadores desocupados que presentamos aquí. También
podríamos avanzar por este camino en tender vínculos con las tomas de fábricas
de los sesenta y setenta y la experiencia de las Coordinadoras fabriles en el
Gran Buenos Aires.
En
efecto, durante el piquete también se está ocupando un espacio y
transformándolo, en ese acto cargado de significación -que es a su vez
expresión de un proceso anterior y prefigurador de nuevas relaciones-, en
territorio. Podríamos decir que el piquete construye territorio, seguramente de
manera más efímera que los asentamientos, pero no por eso menos significativa.
Esta
ocupación territorial puede convertirse en una ocupación de la ciudad en los
momentos en los que los cortes se generalizan o se realizan marchas hacia el
centro de la Ciudad de Buenos Aires (Plaza de Mayo, por ejemplo). Por ejemplo,
un titular del diario Crónica de octubre de 2001 decía “Miles de
desocupados y piqueteros llegan hoy al centro porteño”, como si arribasen a un
lugar que no les pertenece y en el cual no tienen demasiado que hacer. Este
discurso remarca la estigmatización que el sistema de dominación ciñe sobre
estos sujetos movilizados, que estarían fuera de lugar, lejos del sitio que les
fue asignado por el proceso de segregación urbano y en donde se los pretende
recluir.
Volviendo
a las propuestas de Manzano y Triguboff, podemos decir que las ocupaciones –las
tomas de tierras, los piquetes- constituyen una “forma social que implica una
serie de relaciones que, en el proceso a su vez, configuran nuevas relaciones”.[16]
Asimismo, estos autores construyen a las ocupaciones como una “forma social que
expresó actos ritualizados, categorías sociales para definir modos de
participación, técnicas de organización del espacio y las actividades, normas y
prohibiciones, y terminologías para definir la experiencia de los sujetos”.[17]
Coincidimos
con estos autores cuando plantean –para el caso de los piquetes, pero también
de las tomas de edificios que protagonizaron las asambleas barriales- que las
ocupaciones, en tanto forma social que expresa y configura relaciones sociales,
ponen en juego diferentes concepciones acerca de lo público y lo privado que
entran en tensión al desplegarse en la práctica. Incluso esto podría extenderse
a las ocupaciones de edificios públicos que realizaron algunas organizaciones
de trabajadores desocupados, como por el ejemplo el Movimiento Teresa Rodríguez
(MTR) al que perteneció el MTD de Solano en sus comienzos.
De
esta manera, la acción directa, las relaciones comunitarias que se expresan,
ponen en juego y reconfiguran, los símbolos, místicas y rituales, las
producciones de tiempos y territorios y las formas políticas alternativas, son
dimensiones que nos permiten entender estas ocupaciones -de tierras y de la
rutas- mucho más que como un “método legítimo para demandar al estado”.[18]
Entonces, la experiencia de las tomas de los años ochenta se proyecta en los
piquetes no sólo a través de la constitución de “procesos de demanda al estado”[19],
sino también a partir de los procesos de organización comunitaria, autogestión
y autoorganización territorialmente situados. Siguiendo, la forma social
ocupación está sostenida por el entramado de redes sociales de organización,
más que por una forma peculiar de interlocución con las instituciones estatales
que permitió obtener recursos.
De
esta manera, la relación entre las tomas y los piquetes y su análisis en tanto
forma social ocupación se constituye a partir de los rasgos productivos,
políticos y subjetivos que expresan.
El corte de ruta como momento de la
construcción territorial
Seleccionamos
una narración acerca del primer corte de ruta que reconoce haber protagonizado
el MTD de Solano para avanzar en nuestro análisis.
Luego
de varias idas y venidas al municipio y al Ministerio de Trabajo y de varios
días de espera sin respuesta favorable, comenzamos a organizarnos y llevar
nuestras exigencias de forma colectiva a través de la acción directa, llegamos
así a efectuar nuestro primer corte de ruta, el 11 de noviembre del 97 luego de
haber pasado un día y una noche frente al municipio manteniendo una olla
popular. Fue una acción coordinada con los compañeros del MTD de Varela. Los
compañeros sostenían un corte sobre la ruta provincial 36 y nosotros en Camino
General Belgrano y Doce de Octubre, obteniendo 120 planes trabajar y 150 bolsas
de alimentos, nuestra falta de experiencia hizo que pagáramos el saldo de 28
compañeros detenidos. Este hecho provocó en los vecinos del barrio una reacción
que llevó a juntarse de forma masiva, a organizar planes de luchas y así
arrancarle al gobiernos los magros subsidios que nos negaban.[20]
Este
breve párrafo permite mostrar algunos de los elementos que nos interesa
resaltar. Entre ellos: la organización colectiva, la acción directa, la
coordinación con otras organizaciones similares, la adhesión de los “vecinos
del barrio” que hace que la organización crezca. Claro que el estado tiene una
presencia insoslayable, tanto en la negociación (con el gobierno municipal,
provincial y nacional), como en la distribución de recursos (bolsones de
comida, subsidios, planes), y en la represión (28 detenidos). Sin embargo,
según nuestra investigación, la enunciación de la demanda y la negociación con
el estado no son las vías de análisis más fructíferas para interpretar estas
prácticas.
Así,
pensamos que a partir del corte de ruta –entendido como algo más que una forma
de lucha o protesta- podemos analizar varios aspectos de la organización que
constituye el MTD de Solano.
Proponemos
no concentrarnos sólo en el momento de la ocupación de la ruta (en su dimensión
visible o pública), sino dirigir nuestra mirada hacia los procesos más internos
del Movimiento. Ir “más allá del corte de ruta” para poder dimensionar esta
práctica en toda su extensión y complejidad.
En
primer lugar, recordar que el corte de ruta constituye una reactualización de
ciertas prácticas de los trabajadores en huelga de principios del siglo XX,
sobre todo anarquistas y sindicalistas revolucionarios, quienes se instalaban
en las puertas de las fábricas para impedir que los eventuales caneros o
rompehuelgas ingresaran a la planta para reemplazarlos mientras transcurría la
medida de fuerza. Estas manifestaciones recibieron el nombre de piquetes y
muchas veces fueron efectivos para lograr el éxito de la huelga obrera.
En
segundo lugar, en tanto acontecimiento, el corte de ruta puede ser leído como
uno de los momentos en los que el MTD se mide con el estado.[21]
Es decir, es una instancia de enfrentamiento abierto con el poder estatal.
Muchas veces, este enfrentamiento se desarrolla con violencia y aparece la
represión directa (que puede dejar un saldo trágico de muertos y heridos, como
sucedió el 26 de junio de 2002).
En
tercer término, esta instancia en la que la organización se enfrenta con el
estado es también el momento en el cual los medios de comunicación encuentran
una puerta para ingresar al Movimiento. Es decir, es el escenario en el cual la
construcción del MTD se hace visible para el poder, cobra exterioridad y puede
ser transmitida y -en cierta medida- aprehendida y mensurada por la lógica
estatal, como vimos, de alguna manera exterior a la organización territorial y
comunitaria.
Por
otra parte, la ocupación de la ruta es también un método de acción directa que
implica una reapropiación del espacio llamado público. Por un tiempo, los piqueteros
hacen suya la ruta e instituyen un entramado de relaciones y de modalidades
organizativas que crean tiempos y espacios reglados de acuerdo a pautas propias
del MTD.
En
algún punto, esta acción directa relega la importancia de la demanda como
constitutiva de la misma, aunque tiene una dimensión en donde aparece la
negociación con el estado. Sin embargo, esta negociación se produce sobre la
base de otros parámetros y funda una relación distinta de la de ciudadano
representado-funcionario representante. Aquí la negociación es directa, sin
mediaciones y lo primordial para que cese la ocupación es la satisfacción de
las exigencias –mediatas o inmediatas- que los piqueteros sostienen. En
muchas ocasiones la negociación se producía entre funcionarios estatales y
sujetos colectivos (la asamblea, por ejemplo), lo que dificultaba la
interlocución fundada sobre los principios liberales modernos de la delegación.
Así, esta acción directa, aún cuando incluya momentos de negociación con el
estado, crea espacios políticos disruptivos, alternativos.
En
los cortes de ruta los piqueteros se presentan, se expresan, hacen
visible su construcción, exigen, imponen, marcan los tiempos y espacios,
planifican, actúan.
En
una de las entrevistas, un miembro del MTD nos decía:
“del
gobierno nosotros nunca esperamos nada […] nosotros no negociamos, nosotros
exigimos que nos den lo que ellos tendrían que hacer siempre […] y cuando ellos
no cumplen, pasamos a la acción directa, que son los cortes de ruta, las
marchas, las tomas de edificios públicos… […] es una cagada negociar”
(entrevista a O., varón, septiembre de 2003).
En
quinto término, el corte de ruta tiene una dimensión económica y simbólica importante.
Interrumpe la circulación tanto de vehículos, como de mercaderías y de
personas. En una época en que ha cobrado tanta importancia el libre movimiento
de capitales y mercancías (incluida la fuerza de trabajo), esta práctica viene
a obstaculizar o impedir esta movilidad. Es decir, aparece reactualizando el
enfrentamiento y recordando que las organizaciones sociales poseen una gran
capacidad –potencia- de acción y una gran creatividad que pueden conmover -y
también quebrar, transformar- las relaciones económicas, sociales y políticas
dominantes. Un artículo que recogía testimonios de miembros del MTD señalaba:
“si antes se buscaba paralizar la producción, ahora, en el territorio se busca
interrumpir la libre circulación de las mercancías, con la misma intención de
golpear al capitalismo donde más le duele”.[22]
Un
sexto aspecto que marcamos, es que en todas las entrevistas se refiere el
momento del corte como una situación de “profunda libertad” (entrevista a R,
mujer, septiembre de 2003). Frases como “la ruta es nuestra”, “dominamos la
situación” y “allí hacemos valer nuestra fuerza” se repiten en cada
conversación sobre esta cuestión.
En
uno de los documentos del MTD se expresaba lo siguiente acerca del corte de
ruta: “el corte de ruta aloja un contenido emancipador. Allí los compañeros
tienen una cuota de poder y son respetados, incluso por la misma policía que en
los barrios los reprime”.[23]
Por
su parte, otro testimonio nos decía:
“el
corte es zona liberada, es el único lugar donde el milico no te basurea […] en
el corte de ruta vos controlás tu zona, pero creo que los compañeros sienten
que van recuperando parte de este poder a partir de la organización. No es sólo
el corte de ruta, es la organización lo que da fuerza. Por ejemplo, hoy los
compañeros que están haciendo el trabajo de señalización de las calles, ponen
las señalizaciones MTD, y una flechita que indica dónde está el galpón. Son
signos fuertes de contrapoder.”
Cada
corte es visto como una realización y un logro colectivos. Cada integrante del
MTD tiene su responsabilidad y su tarea específica asignada de antemano. Esta
acción no puede llevarse a cabo sin una organización colectiva y una presencia
que posibilita una ocupación efectiva del espacio territorializado.
Vemos
entonces que el corte de ruta es un momento que potencia la construcción de la
organización y, a la vez, es un acontecimiento subjetivante tanto individual
como colectivo.
Es,
también, una experiencia que incluye a toda la familia. Tal como sostiene
Manzano[24],
a la ruta llegan las familias enteras. Se instalan con una infraestructura que
varía según la duración estimada del corte. Como vimos, enseguida se comienzan
a dividir las tareas: la seguridad, el abastecimiento de cubiertas y leña, la
olla popular, el contacto con la prensa, las relaciones políticas para pedir
solidaridad. Todos tienen algo para hacer. Varones, mujeres, jóvenes y chicos
participan activamente del corte de ruta cooperando y compartiendo riesgos y
responsabilidades.
En
el corte de ruta se despliegan diversos aspectos de la vida individual y
colectiva. Durante el tiempo que dure el piquete la vida pasará por la ruta. El
sujeto (en forma similar a lo que sucedía con las ocupaciones de fábricas de
los sesenta, setenta y ochenta; en las tomas de tierras y los asentamientos de
los ochenta; y a lo que puede pasar con las fábricas recuperadas luego de 2001)
realiza su vida en el territorio de lucha colectivo. Al menos en ese lapso, la
satisfacción de las necesidades vitales pasarán por el colectivo. Además, su
comportamiento (tanto privado como público, con las reconfiguraciones de ambas
esferas que ya comentamos) también estará signado por las reglas elaboradas y
acordadas por la organización.
Luego
del corte vendrán las instancias de reflexión, crítica y balance. Esto se hará
en diferentes espacios como: asambleas, plenarios, talleres de educación
popular, charlas informales. Allí se producirán nuevos saberes que servirán
tanto para el próximo corte como para la vida interna del Movimiento.
De
esta manera, el corte de ruta aparece aquí con una doble significación. Por un
lado, es continuidad de un trabajo cotidiano intenso. Es una expresión más de
la construcción y la lucha del MTD. Por el otro, es un acontecimiento fundante
en el que se construyen subjetividades y se consolida el proyecto colectivo.
Es,
también, un elemento que produce una sensación de pertenencia –identificación-
muy profunda. Es por esta acción directa que los integrantes de los MTDs
recibieron el nombre -y se llaman a sí mismos- piqueteros. Allí gritan
la consigna “piqueteros, carajo!”. En ese momento portan el palo y la capucha,
ambos elementos señalados como importantes en la sentimiento de pertenencia[25]
del MTD y la identificación colectiva.
Además,
el corte es uno de los espacios privilegiados en los que se despliega lo que en
trabajos anteriores denominamos la política con el cuerpo o política de cuerpo
presente (Vommaro, 2010 y 2015). De esta práctica es imposible participar si no
se está presente. El corte no representa. Sus protagonistas son los que están
de cuerpo presente en la ruta. Al respecto, Zibechi manifiesta que “el piquete
es el desenfado del cuerpo, el triunfo del cuerpo liberado y desenvuelto”.[26]
Esta
presencia no es sólo de los miembros del MTD. El corte de ruta es también una
instancia de encuentro con otras organizaciones y con el conjunto de los
sujetos sociales en conflicto. Este momento de articulación y confluencia de
las diversas organizaciones sociales que se produce en el piquete tiene
importantes significaciones que pudimos descubrir en nuestro trabajo de campo y
que pocas veces se tienen en cuenta.
El
despliegue de sentidos propios del MTD que se produce en el piquete puede
evidenciarse, por ejemplo, en la siguiente frase: “los cortes de ruta para este
sistema son un delito, son ilegales, pero para nosotros son legítimos. Este es
un cambio fundamental que tuvimos que hacer como organización”. Nuevamente nos
encontramos discutiendo las nociones de legalidad, legitimidad y derecho y sus
significados para las experiencias de organizaciones que estudiamos.
Acerca
del uso del palo y la capucha, que además de ser elementos de seguridad o
autodefensa se constituyeron en símbolos de identificación, podemos citar a
otro miembro del MTD que expresó:
“para
mí, cuando te ponés la capucha es como que sos otro tipo, pero no un tipo
violento o un tipo malo, sino otra persona. Una persona nueva, como que sentís
una sensación de libertad, de muchas cosas que vos tenés contenidas. Y en el
momento que vas a hacer la acción del corte pasan muchas cosas buenísimas,
tenés que estar atento a todo lo que vos tenés, adónde vas a poner las ruedas,
quién es el compañero que lleva los trapos, el que lleva la antorcha. Está
bien, lo preparás, lo hablás dos o tres días antes. Pero en el momento tenés
que tratar de que no te falle nada, porque si te falla te pueden atropellar. Y
si no te falla, vos ponerte delante de los coches y hacerlos parar y que
vuelvan. Es muy lindo. La primera vez en el Puente Pueyrredón fue muy buena.
Los primeros en cortar el tránsito fuimos los de Solano. Fuimos por una
reivindicación que era ¡basta de represión!. O cuando se cortó la autopista.
Esa sensación de estar ahí en ese momento, que cortaste y vinieron todos los
medios, estábamos en todos lados. Estábamos protestando y que se sienta, que
están sintiendo el poder del pueblo y la fuerza” (entrevista a V., varón, julio
de 2004).
Vemos
aquí el fuerte contenido místico que tiene el corte de ruta para la
organización y sobre todo para sus miembros más jóvenes.
Antes
de concluir esta sección referiremos un último elemento que nos parece
importante para comprender los múltiples significados del corte de ruta. Se
trata del ya mencionado enfrentamiento con la policía que se produce, más o
menos directamente, durante la ocupación.
En
el ámbito territorial del sur del Gran Buenos Aires muchas veces la policía, y
el puntero político, son las representaciones más visibles y cotidianas de la
presencia estatal en lo cotidiano. Por otra parte, a las represiones policiales
emprendidas contra los cortes de ruta y la protesta social en general, en los
barrios se agregan el hostigamiento y persecución permanente a los y las
jóvenes. Dentro del proceso más general de criminalización y judicialización de
la protesta social, la criminalización de las juventudes se hace
particularmente evidente en los barrios populares, a lo que se suma la
discriminación y estigmatización por su pertenencia social o su lugar de
residencia.
Aquí
cobra importancia nuevamente la marcada la presencia de los y las jóvenes en el
área de seguridad de los piquetes. Al ser parte de esta última, los jóvenes
conforman la primera fila o cordón, y quedan enfrentados directamente –en
sentido literal- con la policía. De esta forma, coincidimos con Pérez, García y
Vázquez quienes sostienen que:
“la
participación en los piquetes subvierte esa relación de sometimiento
individualizado, generando un espacio de reconocimiento donde confrontación e
integración al colectivo se conjugan: ‘al milico que tenés enfrente (…) le
decís `yuta puta´. Le decís en la cara que es un hijo de puta. Eso te da un
sentido de integración’ (MTD Aníbal Verón, 2003: 29). Así, (…) el sentido de
pertenencia a este colectivo permite expresar el rechazo y el antagonismo con
la policía y los punteros de un modo que resulta imposible desde la
individualidad en la vida cotidiana de los barrios populares.”[27]
De
esta manera, la acción directa de la ocupación de la ruta es el espacio de una
producción subjetiva y política a partir de la cual resulta posible identificar
y reconocer en la policía un adversario político. Esto permite la construcción
interpretativa de ésta a partir de la posibilidad de reconocerla como
antagonista, es decir, de politizar este vínculo opresivo cotidiano.
Una
frase presente en el libro que elaboró el MTD de Solano junto al Colectivo
Situaciones en 2002 nos parece adecuada para terminar este apartado.
“Estar
en la ruta es lo que se ve, y aparece como si ahí estuviera todo, pero la lucha
es fundamentalmente todo lo anterior que veníamos haciendo. En realidad si
salíamos a la ruta era porque ya estábamos organizados.”
Surgimiento del MTD de San Francisco
Solano
El
MTD de Solano se inició en este barrio a mediados de 1997. El día exacto en el
que sus miembros recuerdan su fundación es el 8 de agosto. En esta jornada
realizaron la primera asamblea constitutiva integrada por unas treinta
personas. En esos momentos iniciales, muchos de sus fundadores estaban ligados
al Movimiento Teresa Rodríguez (MTR, con desarrollo territorial en F. Varela) y
en el marco de esta organización realizaron el primer corte de ruta.
En
ese entonces el MTD se nucleaba alrededor de la parroquia Nuestra Señora de las
Lágrimas, conducida por el sacerdote Alberto Spagnuolo. Esta iglesia dependía
del obispado de Quilmes (cuyo obispo era Jorge Novak, quien tuvo una posición
de apoyo a los organismos de Derechos Humanos frente a la última dictadura
militar argentina).
El
lugar de la iglesia en la organización social y política del barrio fue
significativo al menos desde el proceso de tomas de tierras que se desarrolló a
partir de agosto de 1981, cuando las Comunidades Eclesiales de Base impulsaron
la creación de asentamientos en las tierras ocupadas. El papel del obispado de
Quilmes y del sacerdote Raúl Berardo fue importante en esta experiencia[28].
Uno de los barrios más importantes surgidos de este proceso fue San Martín,
donde años más tarde nació el MTD, también vinculado a la experiencia
eclesiástica.
Sin
embargo, casi veinte años más tarde las cosas habían cambiado. Cuando el
obispado de Quilmes se enteró de que la parroquia de Spagnuolo servía como sede
de una organización social que estaba comenzando un nuevo proceso de lucha
intentó abortar la iniciativa.
Primero
convocó al sacerdote Spagnuolo para exigirle que cesara su trabajo con el
incipiente MTD. Como Spagnuolo no aceptó la orden, el obispado optó por el uso
de la fuerza directa. La parroquia fue finalmente desalojada por la Policía de
la Provincia de Buenos Aires y los desocupados expulsados de su seno. El
sacerdote, que optó por continuar su trabajo en el MTD a pesar de la oposición
institucional de la iglesia, fue suspendido en sus funciones eclesiásticas.
Ante
la violenta expulsión que habían sufrido, los integrantes del flamante
Movimiento decidieron acampar en la plaza que estaba frente a la parroquia.
Finalmente, consiguieron que el municipio les dé los materiales para la
construcción de veinte casas con la condición de que encuentren un terreno y
levanten el campamento en ese espacio público. Pronto lograron instalarse en un
lote grande, a pocas cuadras de allí, que ofreció un miembro del Movimiento
entusiasmado a partir del alejamiento de la iglesia que se había producido.
Este lote estaba ubicado sobre la calle 891 y se constituyó en el galpón
y principal referencia del MTD en el barrio por muchos años.
Este
hecho hizo crecer al MTD y fortalecer su confianza. Eran capaces de lograr lo
que se proponían y ya tenían un lugar propio en el cual instalarse. Además, el
hecho de establecerse fuera del ámbito de la iglesia hizo que se acercaran
nuevos vecinos que desconfiaban de esa institución.
A
inicios de 2001 la organización se dividió entre quienes se fueron a trabajar
con el MTR y quienes continuaron organizados en el MTD de Solano. Según varios
testimonios, esta separación respondió sobre todo a diferentes concepciones
acerca de la construcción territorial, los modos de relacionarse con el estado
en sus diferentes instancias, los formatos de lucha y la organización interna,
entre otras divergencias.
Las formas organizativas
A
comienzos de 2004, el MTD Solano estaba integrado por unas seiscientas personas
organizadas en seis barrios: San Martín, La Florida y Monteverde
(Solano), La Sarita y IAPI (Bernal) y Berazategui.
A
su vez, en cada barrio funcionaban diferentes áreas, algunas de las
cuales eran: administración, seguridad, relaciones políticas, capacitación,
formación y educación popular, salud, compras comunitarias, derechos humanos,
prensa, economía (finanzas del MTD), administración (trámites ante el
ministerio, etc.) y talleres productivos.
El
órgano máximo de toma de decisiones de la organización era la asamblea,
la cual se desarrollaba en diferentes instancias. En cada barrio se reunía
periódicamente una asamblea de todos los miembros del MTD que tomaba las
decisiones y designaba algunos delegados para que llevasen las resoluciones a
la mesa general. Esta mesa general estaba integrada por los delegados
y delegadas de cada barrio y por los delegados de las áreas de trabajo.
La
participación en las asambleas era muy valorada por los miembros del MTD. Todos
los entrevistados refirieron éste como uno de los criterios importantes a la
hora de definir la pertenencia de una persona al Movimiento.
En
cada asamblea se votaba el orden del día y se elegía un coordinador para que la
moderase. Se buscaba siempre llegar a acuerdos colectivos. El consenso se
privilegiaba por sobre la votación. Algunas de las resoluciones más importantes
se volcaban en un afiche que se colgaba en las paredes del lugar en el que se
desarrolló la asamblea.
La
asistencia a las asambleas era en general alta. Por ejemplo, las asambleas que
presenciamos del barrio San Martín contaron con entre cincuenta y cinco y
ochenta participantes, sobre un total de poco más de cien miembros que tenía el
MTD en este barrio. Como dijimos, la reunión se realizaba en el galpón u
otro espacio colectivo que el MTD tuviese en cada barrio.
Además,
en cada barrio funcionaba una mesa barrial que integraba a los delegados
de la asamblea del barrio y a los delegados de las áreas y los grupos de
trabajo que existen en la zona.
Por
último, se realizaban plenarios generales abiertos a todos los barrios
del MTD. Se intentaba que estos plenarios fuesen mensuales. Funcionaban como un
espacio de encuentro para los seis barrios del Movimiento. Allí se discutían
tanto temas coyunturales, como problemáticas más de fondo relacionadas con la
construcción de la organización.
Como
veremos más adelante, además de la asamblea, uno de los espacios más valorados
en el MTD eran los talleres productivos. Estos eran emprendimientos comunitarios,
autogestionados, que producían diferentes bienes que eran utilizados en el
Movimiento o intercambiados en otros circuitos.
En
2004, los talleres productivos que se encontraban funcionando eran: panadería,
huerta integral y granja, artesanías en cuero, educación popular, salud
(farmacia comunitaria), alimentos (comedor), albañilería, tejido y confección
de prendas, biblioteca, talleres de reflexión, apoyo escolar y murga.
En
cada taller productivo se conformaba un grupo de personas más o menos estable
que decidía acerca de las cuestiones cotidianas. En general, lo producido se
volcaba hacia el interior del Movimiento, vendiéndolo al costo a los
compañeros. Se constituyó así una incipiente economía alternativa basada y
organizada a partir de valores no-capitalistas.
Como
ampliaremos más abajo, además de atender a una necesidad material, el taller
productivo contiene una dimensión política y organizativa fundamental. También
subjetiva ya que permite el establecimiento de relaciones laborales de cooperación,
donde el compañerismo, la solidaridad y el trabajo compartido priman por sobre
la competencia y el individualismo.
Por
otra parte, cada integrante del MTD que tenía un plan social (en general
Jefas y Jefes de Hogar, Barrios Bonaerenses o algún otro) tenía la obligación
de trabajar al menos cuatro horas diarias en tareas que se decidían en la
asamblea del barrio. Así, la organización utilizaba la obligatoriedad de la
contraprestación, que era requisito para ser beneficiario de un plan
social, para fortalecer el trabajo comunitario que impulsaba. La mayoría
trabajaba en alguno de los talleres productivos o en las áreas mencionadas. La
participación en estos espacios obedecía a criterios que combinaban las
necesidades colectivas con las capacidades y los deseos individuales.
Lo territorial y lo comunitario en el
MTD de Solano
Trabajo
es todo lo que produzca bienes materiales y vida (salud, educación, etc.) (entrevista a V., varón, julio de 2004)
Como
dijimos, la construcción territorial es un elemento constitutivo del MTD de
Solano.[29]
Al respecto, uno de los entrevistados nos refería lo siguiente:
“El
elemento de Solano, el nombre es un símbolo muy fuerte. Por ejemplo, el tema de
Teresa Rodríguez. Cuando antes nos llamábamos así, a mí me parecía como que el
nombre de una persona, incluso Aníbal Verón, como que no se notaba demasiado…
nos vamos olvidando de quiénes eran, que sé yo, se pierden. A nosotros nos fue
bastante sencillo no llamarnos más Teresa Rodríguez [se refiere a un cambio de
nombre en el año 2001 que coincidió con la separación entre el MTD de Solano y
el MTR]. Lo mismo sucedió con la Aníbal Verón [se refiere a la separación con
los MTDs Aníbal Verón en septiembre de 2003]. Si nos tenemos que llamar de otra
manera o repensar un nombre para el MTD de Solano nos costaría mucho más, es un
símbolo muy fuerte” (entrevista a R., mujer, septiembre de 2003).
En
los trabajos de autores como Maristella Svampa (sola y en coautoría con
Sebastián Pereyra) y Denis Merklen, encontramos una lectura de los últimos
veinte años de la historia argentina enfocada en buena medida desde los cambios
que se produjeron a nivel de la sociedad y sus organizaciones, tomando en
cuenta la dimensión territorial como elemento explicativo de algunas
transformaciones. Estos autores han realizado esfuerzos por comprender las
características actuales de lo social superando por un lado las miradas
coyunturales, estado-céntricas y orientadas por las teorías
anglo-sajonas-norteamericanas y europeas, y por otro, acercándose a la vida
cotidiana de las organizaciones, a sus proyectos, sus tradiciones, sus formas
de organización, levantando la mirada por sobre las manifestaciones de
visibilidad (la protesta) y yendo hacia el trabajo y la producción desplegadas
a nivel comunitario, territorial, cotidiano, que constituyen sus rasgos
significativos.
En
el caso de la primera autora destacamos, entre otras cosas su estudio de la
tradición peronista para comprender algunos rasgos de las organizaciones
sociales denominadas piqueteras y la llamada de atención que realiza acerca de
lo territorial como elemento distintivo de ciertas organizaciones como el MTD
de Solano.[30]
Merklen[31],
por su parte, es uno de los primeros que subrayó el lugar explicativo que
podrían tener los procesos de tomas de tierras y asentamientos en la definición
de las características de las organizaciones sociales del conurbano bonaerense.
De
acuerdo con nuestra investigación creemos que la dimensión territorial (la
construcción de formas organizativas a partir de redes sociales ancladas y
constituidas a partir del territorio) puede ser uno de los elementos que
permita analizar las continuidades y rupturas en las formas de organización a
nivel local o barrial al menos en los últimos treinta años. De esta manera,
podríamos profundizar un estudio de mediana duración que identifique y amplíe
los vínculos entre las formas organizativas de los primeros setenta, la
experiencia de las tomas y los asentamientos de comienzos de los ochenta y las
organizaciones de desocupados de mediados de los noventa.
Lo
social confluye con lo organizacional. Como ya mencionamos y profundizaremos
más adelante, podemos plantear la existencia de redes organizativas -redes
intersubjetivas, redes interpersonales, redes sociales- que, desde lo
territorial en un sentido amplio, mantienen un nivel de organización barrial
mínimo, no visible, que puede condensarse o concentrarse -hacerse visible- en
determinados momentos en los cuales confluyen otros factores. Estas redes están
constituidas por relaciones de confianza, solidaridad y afinidad diversas como:
parentesco, vecindad, amistad, fe religiosa, convicciones políticas, entre
otras y están sostenidas en prácticas que pueden ser más o menos visibles desde
el exterior de las mismas. De esta manera, las redes territoriales mantienen la
organización más allá de, o en paralelo a, las condiciones políticas
coyunturales inmediatas.
Desde
ya, el proceso de constitución de estas redes está determinado no sólo por
elementos propios de la dinámica local, sino que, a la vez, estos elementos
están constituidos a partir de características específicas del sistema social
dominante. Reiterando algunos planteos ya formulados, podemos conceptualizar
esto diciendo que la organización social es algo permanente o propio de los
territorios y que lo que caracteriza a un momento histórico determinado es el
modo en que se (re) constituye o (re) significa esa organización y el grado de
la misma que puede ser difusa o concentrada.
Así,
el MTD de Solano es una organización que surgió desde el territorio. El barrio
es mucho más que un espacio físico o geográfico. Es también mucho más que un
escenario. Es un lugar a partir del cual se despliega un entramado de
relaciones sociales que constituyen el movimiento. Allí se desarrolla la vida y
la producción, el enfrentamiento y la creación. Es una situación. Un espacio de
identificación y pertenencia a partir del cual se construyen subjetividades
otras.
La
importancia de lo territorial puede abordarse desde varias perspectivas. Una de
las hipótesis generales de nuestro trabajo es que a partir de las
transformaciones del sistema capitalista y de los procesos de trabajo y
producción en la Argentina y el mundo en los últimos años, se consolida un
proceso que tiende a la confluencia entre espacio de producción (anteriormente
la fábrica) y espacio de reproducción (barrio, territorio). Es decir, el lugar
del trabajo y la producción se difunde integralmente por todas las esferas de
la vida del sujeto y la sociedad. Así, el tiempo y el espacio de trabajo
confluyen con el tiempo y el espacio de la vida. Este proceso de cambio en el
mediano plazo que permite hablar de reversibilidad de las esferas productiva y
reproductiva, nos obliga, entonces, a resituar la importancia del territorio en
la constitución de las organizaciones sociales.
Por
otra parte, el proceso de tomas de tierras y construcción de asentamientos que
se desarrolló a comienzos de los años ochenta en la zona es uno de los
elementos constitutivos del MTD de Solano y del lugar que adquiere en el mismo
lo territorial. El barrio San Martín (donde se conformó el MTD en 1997 y uno de
los que más desarrollo tuvo) se constituyó como asentamiento a partir de estas
tomas.[32]
Un
integrante del MTD nos contaba: “Siempre nos pareció el tema de… incluso
estuvimos unos cuantos años en una toma de tierras que hubo en La Sarita y de
ahí vinimos para Solano. Siempre nos pareció que el tema de la toma de tierras,
el tema del trabajo comunitario, el tema de trabajar desde el lugar” (entrevista
a R., mujer, septiembre de 2003).
Otro
de los entrevistados expresó:
“[…]
el MTD se consolida cuando damos fuertes luchas zonales y en el barrio, no
cuando empezamos con otros movimientos las luchas en el Ministerio o en tal
corte, sino cuando tocamos la fibra sensible de las tierras del barrio que
estaban en poder del Municipio habiendo tanta necesidad de vivienda. Cuando
dimos con un eje propio que en el barrio era sentido, creció el Movimiento,
tuvo la fuerza para ganar esa reivindicación y podemos decir que ahí
fertilizaron un poco las raíces y ya era el momento de la primer consolidación
en serio. También ahí se acercaron compañeros en el barrio, y había algunos que
se juntaban para algunas luchas pero el tema de tocar los intereses más
inmediatos y más concretos del barrio, problemas que estaban irresueltos por
años en este barrio y que los del MTD en las asambleas abiertas y en la
apertura a los problemas que plantearan los vecinos más allá de nuestro eje
concreto que podía ser la lucha de los Planes como eje articulador de la lucha,
fue donde más nos potenciamos; ahí ya Carlos se engancha, al tiempo Marcelo.
Mucho de lo que es hoy el MTD tuvo que ver con los compañeros más firmes que se
consolidaron con el movimiento en esa lucha que echó raíces acá en el barrio”
(entrevista a Je., varón, diciembre de 2002).
En
tercer término, y reiterando cuestiones ya tratadas, planteamos que el
territorio -lo local, lo barrial- no se presenta como algo preconstituido o
previo, sino como un espacio a construir. Es más una apuesta, una perspectiva,
que un dato de la realidad anterior al proceso de lucha y organización social.
Es decir, que, al menos en este caso, lo territorial no tiene que ver con el
lugar de nacimiento, el gentilicio o las raíces, sino con la experiencia que se
despliega en lo cotidiano. Es algo que va creciendo, se va construyendo, a
medida que se fortalece el proceso organizativo. Esta construcción está signada
por acontecimientos, conflictos y antagonismos; y constituida, también, por
costumbres en común que conforman el hábitat, el lugar común para vivir. El
significado del territorio es, además de físico-geográfico, simbólico y
político.[33]
Por
último, la construcción territorial del MTD de Solano –en tanto reapropiación,
resignificación y recreación del espacio habitado- produce relaciones que
contrarrestan los procesos de exclusión social y fragmentación territorial que,
para la Región Metropolitana de Buenos Aires, remarca entre otros[34].
Asimismo, P. Marcuse propone que la organización del espacio urbano en la
actualidad deriva en una ciudad fraccionada[35].
En ella se construyen muros no sólo físicos, sino también sociales, surgidos no
tanto de diferentes estilos de vida o necesidades espaciales, sino de
“posiciones en una jerarquía de poder y riqueza en la cual algunos deciden y
otros sufren las decisiones”.[36]
La
disposición espacial de la ciudad en el capitalismo actual y sus
significaciones sociales fueron explicadas por Liernur en estos términos:
“En
lugar de la trama abierta característica de la metrópolis simmeliana [de
principios del siglo XX] nos ofrece contenedores de diverso tipo, separados
claramente unos de otros por función y por constitución social. Los ghettos
pobres de los más miserables o los generados por las políticas oficiales de
vivienda, pero también los ghettos ricos, los shopping malls, las ciudades
empresariales, se estructuran para evitar el contacto, la mezcla, el conflicto,
la aventura y el encuentro con lo diferente. Son condensaciones de iguales,
separadas radicalmente de otras condensaciones similares. En las metrópolis
actuales la diferencia es eliminada y con ello tiende a desaparecer el choque
característico de la metrópolis simmeliana.”[37]
La
práctica político-social de Solano revierte estas tendencias hacia la
fragmentación, la separación y la concepción del territorio en tanto
segregación o reclusión. El territorio instituido por el Movimiento es
integrador, componedor, está poblado de relaciones sociales que conforman la
potencia que fortalece la organización. No es un espacio de aislamiento, sino
de realización del proyecto colectivo.
Por
otra parte, como vimos en el apartado acerca del significado del corte de ruta,
la construcción territorial del MTD –expresada por ejemplo en la ocupación de
la ruta- debilita también las tendencias a la ghettificación y la
homogenización de las grandes ciudades que señalaba Liernur.[38]
En los piquetes –y aún más en las marchas y manifestaciones- los integrantes de
la organización ocupan la ciudad y los espacios de circulación que les están
vedados o restringidos según las lógicas dominantes.
Es
en el territorio, además, donde se despliegan los mecanismos de construcción de
comunidad, es decir, de institución de lo común espacialmente situado. Poner de
relieve lo común no significa intentar homogeneizar al Movimiento o borrar las
diferencias que le son inherentes y constitutivas. Al contrario, una de las
mayores riquezas del MTD de Solano es poder trabajar a partir de las
diferencias, de la diversidad intentando construir lo común. Es decir, volver
potencia lo heterogéneo, lo múltiple, lo diverso, evitando que la diferencia se
transforme en desigualdad.
Una
de las entrevistadas nos decía lo siguiente sobre esta cuestión:
“las
diferencias creo que existen, negarlas me parece que sería algo que no nos
enriquece. La búsqueda es que estas diferencias sean algo para enriquecer y no
para separar, y que las diferencias no sean desigualdades. Creo que ahí está un
poco la idea. Igual, creo que es una búsqueda, creo que de prejuicios estamos
hechos y las diferencias son muchas en todo. […] Es eso, ir construyendo desde
la diferencia como algo positivo y no como algo que se vea como desigualdad”
(entrevista a M., mujer, septiembre de 2004).
Otro
agregaba:
“Así
se echa por la borda la idea de que multiplicidad es dispersión, que es
necesario crear la herramienta que aglutine a toda la masa proletaria para
emancipar los pueblos. O sea, que es necesario rosquear para hegemonizar y
ganar la revolución. Eso para nosotros es mentira” (entrevista a Je., varón,
noviembre de 2004).
La
construcción de comunidad permite que la diversidad que caracteriza al
territorio, que las diferentes situaciones individuales y que la violencia que
domina la vida barrial se transformen en capacidades creadoras al organizarse
en un proyecto colectivo, comunitario. Si el poder (el estado, el capital)
separa, diferencia, clasifica, divide; el MTD se propone reunir, integrar,
componer, igualar. La alegría y lo afectivo desempeñaron un rol importante en
estos procesos.
“En
realidad, cuando yo vine al asentamiento hace mucho tiempo, por acá, me llamaba
una cosa la atención y después cuando vine a la parroquia también me llamaba
bastante la atención. Era la cuestión de la alegría que había. Allá en Capital,
el tema de la pobreza es como que vuelve violenta a la persona, allá era así, y
acá me llamaba la atención que en el medio de la pobreza haya esa capacidad de
reírse, me pareció como asombroso, me pareció, incluso tan cerquita y la
diferencia me pareció como grande. Bueno, era una cosa que me llamaba la
atención. Y después, no sé, las compañeras eran muy entregadas, tanto en lo que
sería brindarse hacia lo que es otra compañera como el brindarse a la lucha
misma y eso, que sé yo, por las cosas que yo conocí, por donde estuve, me
parecieron buenas, pero que en un lugar se esté haciendo eso, trabajando de esa
manera, es otra de las cosas que me llevaron acá.” (entrevista a R., mujer,
septiembre de 2003).
Notemos
que en una entrevista realizada en 2003, R. sigue refiriendo al Barrio San
Martín como “el asentamiento”, sin duda aludiendo al proceso de tomas de 1981.
Ella no participó de la experiencia de los ochenta (llegó a la zona luego de
1997), pero la mención del barrio como asentamiento permanece en su relato,
expresando una presencia de este proceso de organización social en la memoria
colectiva y constituyéndose en uno de los emergentes que evidencian las
continuidades y relaciones que estudiamos.
Volviendo
a lo anterior, ya mencionamos que los procesos de construcción de espacios
comunitarios basados en el territorio fueron estudiados por algunos autores
como Virno[39]
a partir de la noción de espacio o esfera pública no estatal. A partir de estas
elaboraciones, interpretamos los procesos de organización social que estudiamos
poniendo énfasis en su base territorial y comunitaria. Así también, manteniendo
una perspectiva socio-histórica, distinguimos la constitución de redes
organizativas a nivel local, territorial, que, si bien se nutren de otras
experiencias de organización, adquieren formas particulares que surgen de
procesos ligados a elementos profundos que se producen en el territorio
concreto y específico en el que se despliega este Movimiento. Estas redes
capilares tienen la capacidad de ser a la vez difusas y concentradas. Es decir,
son invisibles –de difícil percepción- en muchos momentos, y se hacen visibles
y concentradas cuando la situación lo requiere (cierta composición o situación
local, la necesidad de trabajo, el desalojo de la parroquia, por ejemplo).
Podríamos
referirnos a algunos elementos de carácter permanente que se despliegan y
actualizan en una coyuntura específica. Redes organizativas territoriales
relativamente invariantes que contienen potencias que se despliegan ante
determinadas situaciones contingentes produciendo un acontecimiento que se
expresa también en el terreno político y genera -o fortalece- la constitución
de una comunidad dentro la propia dinámica política.
La
construcción comunitaria también se asentaba sobre la transformación de
cuestiones que eran consideradas del ámbito de lo privado en problemáticas de
carácter público que se comparten en los espacios comunes y compartidos.
Por
otra parte, el territorio era en el MTD también espacio de producción tanto
material como inmaterial o simbólica. Quizá el lugar en donde más plenamente
confluyeron estas dos dimensiones de la producción haya sido el del taller
productivo cuyo desarrollo fue uno de los desafíos que afrontó este movimiento.
Allí se desplegaron lógicas de autogestión y autovaloración del trabajo que
hemos analizado en textos anteriores.[40]
Podemos
concluir este artículo haciendo nuestras las palabras de Svampa y Pereyra[41]
y colocando al MTD de Solano junto a las organizaciones que generaron “día a
día, entre la ruta y el barrio, prácticas novedosas y disruptivas, nuevas
formas de subjetivación y de recreación de los lazos sociales”.
Bibliografía
BADIOU, Alain; Movimiento social y representación política.
Instituto de Estudios y Formación de la CTA, Buenos Aires, 2000.
CICCOLELLA, Pablo; “Globalización y dualización en la Región
Metropolitana de Buenos Aires. Grandes inversiones y reestructuración
socioterritorial en los años noventa”, en Revista Eure, Vol. XXV Nº 76,
Santiago de Chile, diciembre 1999. pp. 5-27.
DELAMATA, Gabriela y ARMESTO, Melchor; “Construyendo
pluralismo territorial. Las organizaciones de desocupados del Gran Buenos Aires
en la perspectiva de sus bases sociales”, en DELAMATA, Gabriela (comp.); Ciudadanía
y territorio. Espacio Editorial, Buenos Aires, 2005.
DELAMATA, Gabriela. “Las organizaciones de desocupados del
Gran Buenos Aires y la (s) crisis”, en SCHUSTER, F., NAISHTAT, F.;
NARDACCHIONE, G. y PEREYRA, S.; Tomar la palabra. Estudios sobre protesta
social y acción colectiva en la Argentina contemporánea. Prometeo,
Buenos Aires, 2005.
GEPSAC. Transformaciones de la protesta social en
Argentina 1989-2003. Instituto de Investigaciones Gino Germani,
Buenos Aires, 2006.
JELIN, Elizabeth; “Exclusión, memorias y luchas políticas”,
en Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en
tiempos de globalización. CLACSO, Buenos Aires, 2001.
LIERNUR, Jorge; “Sobre la actualidad del concepto simmeliano
de Metrópolis”. Ponencia presentada en el Coloquio internacional: el pensamiento precursor de Gerog Simmel. Goethe-Institut,
Buenos Aires, mayo de 2002.
MANZANO, Valeria y TRIGUBOFF, Matías; “La trama política de
las ocupaciones de espacios públicos y privados: un estudio en asambleas y
organizaciones de desocupados”, Ponencia presentada en el I Congreso Nacional sobre Protesta Social,
Acción Colectiva y Movimientos Sociales, UNQ-UBA, Buenos Aires, 2009.
MANZANO, Valeria; “Desempleo, piquetes y acción estatal en
Argentina: análisis antropológico de la configuración de un campo de relaciones
sociales y políticas”. Ponencia presentada en la VI Reunión de Antropología del Mercosur. Montevideo, octubre de
2005.
MANZANO, Valeria; “Piqueteros y beneficiarios: modalidades
de acción sociopolítica y proceso de construcción identitaria”. Ponencia
presentada en el VI Congreso Nacional
de ASET. Buenos Aires, agosto de 2003.
MARCUSE, Paul; “No caos, pero muros: Posmodernismo y la
ciudad fraccionada”, en WATSON, S. y GIBSON, K.; Postmodern Cities and Spaces.
Blackwell, Oxford, 1995.
MERKLEN, Denis; “Un pobre es un pobre. La sociabilidad en el
barrio; entre las condiciones y las prácticas”, en Margen, Nº 26,
Buenos Aires, invierno de 2002.
MERKLEN, Denis; Pobres
ciudadanos. Gorla, Buenos Aires, 2005.
MTD de Solano y Colectivo Situaciones; La hipótesis 891. Más allá de
los piquetes. Buenos Aires: Ed. De mano en mano, 2002.
OTERO, A.; Representaciones sociales sobre el trabajo:
un estudio de caso con jóvenes del conurbano bonaerense participantes del
Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús. Tesis de Maestría.
FLACSO. Buenos Aires, 2006.
PÉREZ, Germán, GARCÍA, Analía y VÁZQUEZ, Melina; “Poner el
cuerpo. Sobre los significados de la Masacre del Puente Pueyrredón” en Revista
Ciencias Sociales, Nº 67, UBA, Buenos Aires, 2007.
REGUILLO, Rossana; Emergencia de culturas juveniles.
Estrategias del desencanto. Norma, Buenos Aires, Norma, 2000.
SCHUSTER, Federico; “Izquierda política y movimientos
sociales en la Argentina contemporánea”, en La nueva izquierda
latinoamericana: orígenes y trayectorias futuras. Norma, Buenos
Aires, 2004.
SCRIBANO, Adrián; “Acciones colectivas, movimientos y
protesta social: preguntas y desafíos”, en Conflicto Social, Nº 2, Año 1,
Buenos Aires, junio de 2009. pp. 86-117.
SVAMPA, Maristella y PEREYRA, Sebastián; Entre
la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras.
Biblos, Buenos Aires, 2003.
SVAMPA, Maristella; La sociedad excluyente. Taurus,
Buenos Aires, 2005.
VIRNO, Paolo; Gramática de la multitud.
Traducción de E. Sadier, Buenos Aires, 2002, Mimeo.
VOMMARO, Pablo y DAZA, Arley; “Jóvenes en territorio.
Política y espacialidad colectiva en barrios del sur del Gran Buenos Aires
entre los años ochenta y la actualidad”, en VÁZQUEZ, Melina, VOMMARO, Pablo; NÚÑEZ,
Pedro y BLANCO, Rafael (comps); Militancias juveniles en la Argentina
democrática. Trayectorias, espacios y figuras de activismo. Imago
Mundi, Buenos Aires, 2017. Pp. 105-132.
VOMMARO, Pablo; “Acerca de una experiencia de organización
social: las tomas de tierras y los asentamientos de 1981 en Solano”, en Revista
de Historia Bonaerense. Año XIII, Nº 31. Diciembre de 2006.
Instituto y Archivo Histórico Municipal de Morón, 2006. pp. 53-61.
VOMMARO, Pablo; “El trabajo territorial y comunitario en las
organizaciones de trabajadores desocupados: el caso del MTD de Solano”, en PEREYRA,
S., PÉREZ, G. y SCHUSTER, F. (editores); La Huella Piquetera. Avatares de las
organizaciones de desocupados después de 2001. Al Margen, La Plata,
2008. pp. 335-364.
VOMMARO, Pablo; “Territorio, subjetividades y producción
social: un acercamiento a algunas modalidades de organización de la producción
en el capitalismo contemporáneo”, en SCHNEIDER, A. (comp); Trabajadores. Un análisis
sobre el accionar de la clase obrera Argentina en la segunda mitad del siglo XX.
Herramienta, Buenos Aires, 2009.
VOMMARO, Pablo; Juventudes y políticas en la Argentina y en
América Latina. Tendencias, conflictos y desafíos. Grupo Editor
Universitario, Buenos Aires, 2015.
VOMMARO, Pablo; Política, territorio y comunidad: las
organizaciones sociales urbanas en la zona sur del Gran Buenos Aires
(1970-2000). Tesis de Doctorado. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad
de Buenos Aires, Buenos Aires, 2010.
ZIBECHI, Raúl; Genealogía de la Revuelta. Argentina:
sociedad en movimiento; Nordan, Montevideo, 2003.
Recepción: 13/03/2018
Evaluado: 21/05/2018
Versión Final: 26/06/2018
(*) Doctor en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Profesor de las Facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires. Argentina. E-mail: pvommaro@gmail.com
[1] SCHUSTER, Federico; “Izquierda política y movimientos sociales en la Argentina contemporánea”, en La nueva izquierda latinoamericana: orígenes y trayectorias futuras. Norma, Buenos Aires, 2004.
[2] SVAMPA, Maristella y PEREYRA, Sebastián; Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras. Biblos, Buenos Aires, 2003.
[3] Ibídem.
[4] DELAMATA, Gabriela. “Las organizaciones de desocupados del Gran Buenos Aires y la (s) crisis”, en SCHUSTER, F., NAISHTAT, F.; NARDACCHIONE, G. y PEREYRA, S.; Tomar la palabra. Estudios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina contemporánea. Prometeo, Buenos Aires, 2005, p. 369.
[5] VOMMARO, Pablo; “Acerca de una experiencia de organización social: las tomas de tierras y los asentamientos de 1981 en Solano”, en Revista de Historia Bonaerense. Año XIII, Nº 31. Diciembre de 2006. Instituto y Archivo Histórico Municipal de Morón, 2006. pp. 53-61 y VOMMARO, Pablo; Política, territorio y comunidad: las organizaciones sociales urbanas en la zona sur del Gran Buenos Aires (1970-2000). Tesis de Doctorado. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2010.
[6] Ibidem.
[7] ZIBECHI, Raúl; Genealogía de la Revuelta. Argentina: sociedad en movimiento; Nordan, Montevideo, 2003.
[8] Idem y VOMMARO, Pablo; Juventudes y políticas en la Argentina y en América Latina. Tendencias, conflictos y desafíos. Grupo Editor Universitario, Buenos Aires, 2015.
[9] GEPSAC. Transformaciones de la protesta social en Argentina 1989-2003. Instituto de Investigaciones Gino Germani, Buenos Aires, 2006.
[10] Ibidem, pp. 36-41.
[11] REGUILLO, Rossana; Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto. Norma, Buenos Aires, Norma, 2000.
[12] SCRIBANO, Adrián; “Acciones colectivas, movimientos y protesta social: preguntas y desafíos”, en Conflicto Social, Nº 2, Año 1, Buenos Aires, junio de 2009, pp. 103-104.
[13] MANZANO, Valeria y TRIGUBOFF, Matías; “La trama política de las ocupaciones de espacios públicos y privados: un estudio en asambleas y organizaciones de desocupados”, Ponencia presentada en el I Congreso Nacional sobre Protesta Social, Acción Colectiva y Movimientos Sociales, UNQ-UBA, Buenos Aires, 2009, p. 6.
[14] Ibidem.
[15] VOMMARO, Pablo. “Acerca de una experiencia de organización social…”, op. cit.; VOMMARO, Pablo y DAZA, Arley; “Jóvenes en territorio. Política y espacialidad colectiva en barrios del sur del Gran Buenos Aires entre los años ochenta y la actualidad”, en VÁZQUEZ, Melina, VOMMARO, Pablo; NÚÑEZ, Pedro y BLANCO, Rafael (comps); Militancias juveniles en la Argentina democrática. Trayectorias, espacios y figuras de activismo. Imago Mundi, Buenos Aires, 2017, pp. 105-132 y VOMMARO, Pablo; “El trabajo territorial y comunitario en las organizaciones de trabajadores desocupados: el caso del MTD de Solano”, en PEREYRA, S., PÉREZ, G. y SCHUSTER, F. (editores); La Huella Piquetera. Avatares de las organizaciones de desocupados después de 2001. Al Margen, La Plata, 2008, pp. 335-364.
[16] Ibidem. p. 7.
[17] Ibidem. p. 13.
[18] Ibidem. p. 7.
[19] Ibidem. p. 13.
[20] Selección de un artículo tomado de la página web el MTD, www.solano.mtd.org.ar, y del cuadernillo “Trabajo, dignidad y cambio social”, publicado por los MTDs de Solano, Lanús y Alte. Brown en 2002.
[21] BADIOU, Alain; Movimiento social y representación política. Instituto de Estudios y Formación de la CTA, Buenos Aires, 2000, pp. 31-32.
[22] Dossier “El derecho a existir”, Revista En Marcha, 2002.
[23] Trabajo, dignidad y cambio social”, p. 10.
[24] MANZANO, Valeria; “Desempleo, piquetes y acción estatal en Argentina: análisis antropológico de la configuración de un campo de relaciones sociales y políticas”. Ponencia presentada en la VI Reunión de Antropología del Mercosur. Montevideo, octubre de 2005.
[25] JELIN, Elizabeth; “Exclusión, memorias y luchas políticas”, en Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización. CLACSO, Buenos Aires, 2001, p. 94.
[26] ZIBECHI, R.; Genealogía de la Revuelta…, op. cit., p. 142.
[27] PÉREZ, Germán, GARCÍA, Analía y VÁZQUEZ, Melina; “Poner el cuerpo. Sobre los significados de la Masacre del Puente Pueyrredón” en Revista Ciencias Sociales, Nº 67, UBA, Buenos Aires, 2007, p. 36-37.
[28] VOMMARO, P.; Política, territorio y comunidad…, op. cit. y VOMMARO, P. y DAZA, A. “Jóvenes en territorio…”, op. cit.
[29] SVAMPA, M. y PEREYRA, S.; Entre la ruta…, op. cit. y MERKLEN, Denis; “Un pobre es un pobre. La sociabilidad en el barrio; entre las condiciones y las prácticas”, en Margen, Nº 26, Buenos Aires, invierno de 2002.
[30] SVAMPA, M. y PEREYRA, S.; Entre la ruta…, op. cit. y SVAMPA, Maristella; La sociedad excluyente, Taurus, Buenos Aires, 2005.
[31] MERKLEN, D.; “Un pobre es un pobre…”, op. cit. y MERKLEN, Denis; Pobres ciudadanos, Gorla, Buenos Aires, 2005.
[32] VOMMARO, P., Política, territorio y comunidad…, op. cit.
[33] DELAMATA, Gabriela y ARMESTO, Melchor; “Construyendo pluralismo territorial. Las organizaciones de desocupados del Gran Buenos Aires en la perspectiva de sus bases sociales”, en DELAMATA, Gabriela (comp.); Ciudadanía y territorio. Espacio Editorial, Buenos Aires, 2005, p. 149.
[34] CICCOLELLA, Pablo; “Globalización y dualización en la Región Metropolitana de Buenos Aires. Grandes inversiones y reestructuración socioterritorial en los años noventa”, en Revista Eure, Vol. XXV Nº 76, Santiago de Chile, diciembre 1999. pp. 5-27.
[35] MARCUSE, Paul; “No caos, pero muros: Posmodernismo y la ciudad fraccionada”, en WATSON, S. y GIBSON, K.; Postmodern Cities and Spaces. Blackwell, Oxford, 1995, p. 244.
[36] Ibidem.
[37] LIERNUR, Jorge; “Sobre la actualidad del concepto simmeliano de Metrópolis”. Ponencia presentada en el Coloquio internacional: el pensamiento precursor de Gerog Simmel. Goethe-Institut, Buenos Aires, mayo de 2002, p. 12.
[38] Ibidem.
[39] VIRNO, Paolo; Gramática de la multitud. Traducción de E. Sadier, Buenos Aires, 2002, Mimeo.
[40] VOMMARO, Pablo; “Territorio, subjetividades y producción social: un acercamiento a algunas modalidades de organización de la producción en el capitalismo contemporáneo”, en SCHNEIDER, A. (comp); Trabajadores. Un análisis sobre el accionar de la clase obrera Argentina en la segunda mitad del siglo XX. Herramienta, Buenos Aires, 2009.
[41] SVAMPA, M. y PEREYRA, S.; Entre la ruta…, op. cit.