Visibilizar
para transformar: El Frente Nacional contra la Pobreza en la ciudad de Rosario
durante el Argentinazo de 2001
Martín Carranza(*)
Resumen
Durante las últimas tres
décadas del siglo XX argentino se fueron desarrollando una serie de dispositivos
que fueron claves para lograr potenciar nuevos modos de protesta, lucha y
resistencia que eclosionaron en las jornadas de Diciembre de 2001. Esos
dispositivos trastocaron a todos los actores tradicionales que hicieron del
debate cívico democrático su arena de combates, y a su vez generaron nuevas
formas de relacionarse con las vicisitudes que fue adquiriendo el sistema de
acumulación nacional a finales de la década del `90. El objetivo de este
trabajo es analizar el nacimiento de nuevos actores que relacionan la crisis
del sindicalismo tradicional y el surgimiento de nuevas formas de protesta con
el ocaso del orden neoliberal argentino, enfatizando las particularidades que
vivió uno de esos interpretes –el Frente Nacional contra la Pobreza- en la
ciudad de Rosario, centro neurálgico de las protestas que terminaron con el
gobierno de la Alianza en el año 2001.
Palabras clave: sindicalismo;
neoliberalismo; crisis orgánica; movimientos sociales.
Visibilize
to transform: The Frente Nacional contra la Pobreza in the city of Rosario
during the Argentinazo of 2001
Abstract
During
the last three decades of the Argentine XX century a series of devices were
developed that were key to achieve new ways of protest, struggle and resistance
that emerged in the days of December 2001. These devices upset all the
traditional actors who made the democratic civic debate their arena of
fighting, and in turn generated new ways of relating to the vicissitudes that the
system of national accumulation was acquiring at the end of the 90s. The
objective of this paper is to analyze the birth of new actors that relate the
crisis of traditional syndicalism and the emergence of new forms of protest
with the decline of the Argentine neoliberal order, emphasizing the
particularities lived by one of those interpreters - the Frente Nacional contra
la Pobreza - in the city of Rosario, center of the protests that ended with the
government of the Alianza party in the year 2001.
Keywords:
syndicalism; neoliberalism; organic crisis; social movements.
Visibilizar para
transformar: El Frente Nacional contra la Pobreza en la ciudad de Rosario
durante el Argentinazo de 2001
La
serie de imágenes que inundaron la conciencia colectiva de muchos argentinos
sobre las luctuosas jornadas del 19 y 20 de diciembre tenían (y tienen hoy) un
fuerte grado de historicidad que en muchos casos, aún no ha sido develado.
Junto con esto se ha prolongado también la acumulación de una serie de clichés
o “frases hechas” en directa relación con el discurso mediático masivo de
aquellos años, en donde se enfatizaban la noción de inevitabilidad de los
procesos políticos –elemento este, que se desarrolló con gran arraigo por medio
de dispositivos culturales que calaron hondo en un buen porcentaje de la
población a lo largo de la década menemista- y por ende, la exención de
responsabilidades a la hora de asumir los riesgos de aplicación de determinadas
medidas. En términos más prácticos la aplicación de los decretos y leyes que
favorecieron la liberalización económica, la flexibilización laboral, la
privatización de la mayoría de los órdenes del Estado, la individualización del
hombre como ciudadano, la subjetivación de las prácticas políticas, la
banalización del éxito y el falso emprendedurismo, entre otras cuestiones,
fueron analizadas en su conjunto como un límite inevitable y por sobre todo,
profundamente necesario para garantizar la meta de una sociedad más justa, y
con oportunidades para todos.
Este
trabajo se asienta sobre
el amplio espectro movilizatorio que nace del disenso a la reconversión
productiva que vivió el país desde 1976. Proceso, sin embargo, que caló mucho más hondo a lo
largo de todo el gobierno de Menem, alcanzando una enorme visibilidad durante
el breve gobierno de la Alianza. El eje de esta investigación pasará por
enmarcar a uno de los tantos actores que se desarrollaron al fragor de las
luchas contra la debacle sistema de 2001, en este caso el sujeto es el Frente
Nacional contra la Pobreza (Fre.Na.Po), una enorme y heterogénea multisectorial
que por medio de nuevas formas de lucha, delineó una frontera ante los
actores de poder hegemónicos de entonces, aglutinando para si un grandísimo
caudal político que escapará rápidamente de su órbita por las mismas dinámicas
que lo llevaron a ser el principal rival al orden neoliberal argentino previo
al estallido social de diciembre.
Ahora
bien, al momento de caracterizar el ciclo de protestas y revueltas que tuvieron
su punto más álgido tras la declaración de Estado de Sitio por parte del
presidente Fernando de la Rúa, existe una inclinación a generalizar lo
acontecido al ámbito nacional, haciendo énfasis a lo sumo, en lo que sucedió en
las inmediaciones de Plaza de Mayo, ampliando el radio de acción a los saqueos
acaecidos en el conurbano bonaerense. Esa imagen, la de las barricadas, los
enfrentamientos con la policía, y la feroz represión oficial en la Plaza de los
dos Congresos y en las inmediaciones de la Casa Rosada, junto a la ola de
saqueos a supermercados y comercios menores que se multiplicaron en la mayoría
de los distritos del Gran Buenos Aires, es y ha sido la visión que se impuso en
un conjunto importante de la población de nuestro país. En torno a esto hay dos
cuestiones que debemos tener en cuenta: en primer lugar el rol que ocupó la
televisión como correa de transmisión de las imágenes[1],
extendió una visión unívoca de los hechos como nunca antes se dio en la
historia Argentina. Un segundo punto, es la histórica imposición porteñocentrista de los acontecimientos,
apoyada en gran medida por los medios de comunicación, y legitimada por el
estilo centrípeto de la política nacional. Esta tendencia tiende a borrar las
particularidades regionales, y los determinantes que hicieron expandir – o no-
la resistencia al gobierno de la Alianza. A modo de ejemplo en San Genaro, a 100 km
de Rosario, y con menos de 12.000 habitantes las repercusiones de la crisis, en
términos de movilización y conflicto fueron prácticamente nulas. Sin embargo,
en la ciudad de Cañada de Gómez, a no más de 60 km, los sindicatos relacionados
con la industria del mueble, paralizaron la región durante todo el mes de
diciembre.[2]
Como vemos, en la misma provincia de Santa Fe convivieron una amalgama de
realidades claramente divergentes en donde fueron determinantes los grados de
integración de las distintas zonas al andamiaje productivo regional y nacional.
Basándome
en estas afirmaciones he decidido tratar de revisar el impacto de la crisis de
2001, en el principal centro urbano-económico de la provincia de Santa Fe, la
ciudad de Rosario. De esta manera, y con el mismo grado de importancia,
buscaremos dar respuesta a muchos de los interrogantes antes planteados sobre
el FRE.NA.PO su
grado de incidencia y participación en el ciclo de movilizaciones del nuevo
milenio. Para ello nos apoyamos en la idea del sociólogo Gerardo Aboy Carlés,
quien afirma que toda identidad sociopolítica se conforma mediante la
institución de una frontera política antagónica con respecto a otras.[3]
Por ende la conformación del FRE.NA.PO estaría sostenida por esa construcción
de otredades en el marco de la sociedad argentina neoliberal.
¿Por
qué Rosario? La contestación a esta interpelación se fundamenta en que Rosario
presenta una serie de especificidades relacionadas con su aparato productivo,
la concentración de distintos actores fuertemente movilizados, la presencia de
un complejo entramado socio-urbano, y un grado de independencia mucho mayor –
en relación a Capital Federal- que otras ciudades del interior. La reducción de
la escala de investigación está
atada a su vez a una hipótesis principal que se desprende de una investigación
llevada a cabo por el grupo PIMSA, encabezado por Nicolás Iñigo Carrera[4]
donde se arguye que la incidencia de políticas de liberalización económica en
el entramado social de una ciudad con un fuerte auge industrial, tal es el caso
de Rosario, produce distorsiones sociales agudas producto de los traumas que
trae aparejado el problema del desempleo “repentino”. A su vez esto afecta los
canales clásicos de movilización, permitiendo el nacimiento de otros medios de
resistencia ante la vacancia generada.
Desempolvando
respuestas: Las patas del ciempiés
En
los últimos años, y con el florecimiento de estudios sobre la temática de los nuevos movimientos sociales (NMS) en la
Argentina contemporánea se ha abierto el debate sobre cuál fue el momento
histórico preciso donde se puede comenzar a hilvanar el origen de este nuevo
paradigma. En términos genéricos, y siendo absolutamente simplistas las derivas
de estas posturas se podrían redondear en dos grandes encuadramientos: En
primer lugar una vertiente político-economicista que tiende a establecer el
quiebre en términos de presentación en sociedad de nuevos sujetos colectivos de
reacción y protesta con la hiperinflación de 1989, y la abrupta finalización
del gobierno del radical Raúl Alfonsín. Un segundo grupo que podríamos
encasillar como político-culturalista plantea que existen elementos que nos
permiten percibir una presencia clara de este nuevo movimientismo de
resistencia a la salida de la última dictadura militar, subproducto de los
efectos sociales que la misma engendró. Estas discusiones se inscriben en una
cuestión más amplia que tiene que ver con la supervivencia o no de cierta
matriz estadocéntrica. Para la
mayoría de los autores la sociedad que se instaura en los años `30, llega a su
fin en 1989. En consecuencia las políticas económicas de la dictadura habrían
llevado al llamado Estado Social que se afirmó en la década del `40 a una larga
fase de declive[5],
siendo la hiperinflación del bienio 1989-90 el último suspiro de un modelo de
desarrollo que al parecer llegaba a su fin. La concreción de un nuevo régimen
de acumulación durante la década siguiente parecía confirmar este planteo. Las dudas surgen a la
hora de determinar las distintas consecuencias que la realidad argentina toma
producto del rápido desmoronamiento de ese nuevo orden, en diciembre de 2001.
La salida de la convertibilidad, y las posturas políticas seguidas en la
historia argentina reciente nos llevan a discutir algunos puntos de esa supuesta
muerte del esquema social pre `89. Creo constatable la existencia de indicios
que nos permitirán sintetizar ambas propuestas analíticas en una periodización más vasta que tiene su
punto de partida en los debates y disputas ideológico-políticas de mediados de
la década del setenta, transitando por momentos bisagra como fueron, la
política de coacción social de los militares en el poder, los intentos del
alfonsinismo de capear la crisis desatada por el colapso de la arcas públicas a
la salida de proceso, la escalada hiperinflacionaria de finales de los ochenta,
los quiebres organizativos y las protestas en torno al neoliberalismo de los
noventa; finalmente el año 2001 como ruptura del consenso neoliberal y las
consecuencias que esto tendrá en los gobiernos de la Argentina
post-devaluación.
Las
perspectivas teóricas que analizan actores como el FRE.NA.PO se enmarcan en un
largo proceso compuesto por cuatro grandes esquemas de referencia:
1.
El
primero tiene que ver con la visión del FRE.NA.PO como producto de las nuevas
formas de sociabilidad, dentro de los llamados nuevos movimientos sociales (NMS).
2.
El
segundo relaciona al FRE.NA.PO con el más fiel representante de los movimientos
sociales en la Argentina neoliberal: las organizaciones de desocupados, más
conocidos como “piqueteros”.
3.
El
tercer punto pone en debate el auge del FRE.NA.PO en contraposición con la
crisis de las viejas estructuras de movilización, sobre todo el movimiento
obrero organizado.
4.
Por
último existe una postura que relaciona al FRE.NA.PO con las consecuencias más
generales que trajo consigo el desmantelamiento del Estado social-industrial
durante los `90, y su impacto en las distintas regiones del país.
En un principio el FRE.NA.PO fue
concebido como una instancia articuladora de las organizaciones del campo
popular con el doble objetivo de situar una agenda social y promover la unidad
de los sectores en lucha.[6]
Las patas del ciempiés que
sostuvieron al Frente en aquel 2001 provinieron fundamentalmente de tres
sectores:
·
El
por entonces Congreso de los Trabajadores Argentinos -CTA- nueva agrupación
sindical, separada de la CGT.
·
Un
heterogéneo actor que denominaremos como “nuevas organizaciones sociales”,
resultado del proceso de disgregación social descrito en los capítulos
anteriores.
·
Instituciones
antaño prestigiosas y con peso propio, que también penaron ante las reformas
neoliberales, entre las que se destacan: la Federación Agraria Argentina
(F.A.A.), la Asociación de Pequeños y Medianos Empresarios (APYME) y el
Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
Existe
un consenso mayoritario entre los autores que han trabajado a la CTA, sobre la directa
relación que hay entre los resultados del modelo económico del gobierno de
Menem y el nacimiento de la nueva central obrera. Sin embargo, siguiendo el
planteo de Enrique Andriotti Romanin, esa propuesta es algo simplista ya que
abrevia la cuestión a una acción-reacción de los sindicatos más desfavorecidos
por las reformas menemistas[7]
y los perjuicios de la racionalización de Estado. De ninguna manera vamos a
negar el impacto que tuvo el peronismo neoliberal en términos de modificación
de la estructura económica productiva, cosa que ya hemos mencionado. Lo que debemos enfatizar es que la conformación de la CTA va de la mano de un
proyecto más amplio, en donde entran en juego las resistencias al
neoliberalismo que se dan en el resto de Latinoamérica junto con el recorrido
del sindicalismo argentino, y los debates sobre el modelo social que se imponen
en la década del ´60 y del ´70. Es ineludible además, el significado histórico
que produjo la ruptura del lazo político-social entre el movimiento obrero y el
Partido Justicialista, situación que comenzó a operar a mediados de la década
del ´80. El comportamiento del sindicalismo ante las reformas de mercado
impulsadas por la administración Menem, estuvo determinada por el grado de
interrelación con el gobierno de turno. Más allá de padecer los altos costos
del desmantelamiento del Estado Social, muchos sindicatos siguieron fieles a
Menem por distintas cuestiones, entre las que se destacan dos: la primera tiene
que ver con la enorme capacidad de presión que ejerció a través de la
identificación colectiva de la cultura política del peronismo como herramienta
de cooptación y disciplinamiento de las bases. En un segundo plano la entrega
de dádivas y prebendas a ciertos dirigentes gremiales reacios a seguir
sosteniendo el plan de reformas, fue un punto con el cual Menem logró amalgamar
apoyos y someter rebeldes.
Resultado
del vacío y las disputas sindicales durante la primera presidencia de Menem
-sobre todo en el periodo 1991-1993-, y encabezado por la Asociación de
Trabajadores del Estado (ATE), comienza a consolidarse un nuevo modelo sindical
de resistencia; modelo que se presenta como el mejor contraejemplo para poner
en tela de juicio aquellas tesis generales que sólo ven en los `90 la
existencia de un sindicalismo en crisis dejando de lado ricas expresiones de
vigor y potencia de una parte del movimiento obrero organizado.[8]
Estas flamantes tendencias, pregonaran un tipo de demandas mucho más amplias
que las referidas al ámbito del trabajo (aunque las demandas referidas a este
son igualmente constantes), acompañadas por un combate en favor de mayor
autonomía sindical y la reivindicación de ciertos referentes y tradiciones
ideológicas del sindicalismo de los `70[9],
es en este punto donde radica lo novedoso de este modelo que comienza desandar
con el correr de los años de Menem. Concretamente
la CTA nace a principios de 1991, en parte producto de la desarticulación del
ideario peronista ocasionada por el abandono de su componente nacional-popular.[10]
Luego del triunfo menemista en las elecciones legislativas, el encuentro de 164
dirigentes sindicales en la localidad de Burzaco dio lugar al “Grito de
Burzaco” del 17 de diciembre. Con ATE y CTERA a la cabeza, este grupo se
oponían a las reformas neoliberales, vislumbrando las limitaciones de la CGT
para enfrentar el avance de los sectores hegemónicos. Convergieron allí
vertientes peronistas, social-cristianas, de izquierda y socialdemócratas.
Muchos de los participantes provenían de experiencias disidentes en el seno de
la CGT durante los años ochenta. Según Santiago Duhalde el modelo impuesto en
ATE desde 1984 sería el ejemplo a tomar por la nueva central obrera. El autor
lo resume en 6 puntos:
·
Democracia
hacia el interior del sindicato y la toma de decisiones, evitar la
burocratización y el verticalismo.
·
Autonomía
en relación al Estado, y a cualquier partido político.
·
Construcción
de poder alternativo, propio producto de la lucha por derechos sociales, y no
por manutención de un aparato estatal todopoderoso.
·
Políticas
que breguen por la transformación social, terminar con el sindicalismo
empresario característico de los `90.
·
Ética,
o en palabras de De Gennaro “vivir como se habla”, el sindicato no es un puesto
para enriquecimiento personal.
·
Hegemonía
que permita construir un frente que articule demandas sociales que integre a
desocupados, jubilados y a movimientos sociales y barriales.[11]
Este último punto es trascendental
en las lecturas de la CTA acerca de las posibilidades de derrotar al
neoliberalismo, y que tendrá en el FRE.NA.PO un ejemplo de lucha multisectorial
a mediados de 2001.
Según
la Real Academia Española, el piquete es un “Grupo de personas que, pacífica o
violentamente, intenta imponer o mantener una consigna de huelga”. Esta estrategia es típica del contexto
de la década menemista donde, sumado al auge de los mass media y de los formadores de opinión pública, se dio un
proceso de individualización de los problemas colectivos. Este argumento va de
la mano con lo ya dicho en torno al quiebre del frente sindical. Si en otros
momentos de la historia los sindicatos utilizaron ciertas metodologías de
protesta (toma de fábricas, saboteo de producción, paro de actividades totales,
movilizaciones masivas) que les sirvieron para satisfacer sus demandas, durante
la década del `90 estas maniobras resultan completamente insuficientes. Es por
ello que surgió el piquete como alternativa para captar la atención, y romper
la rutina de una sociedad que parecía haberse plegado a los dispositivos de pacificación social efectivizados
durante los años de Menem. El origen del movimiento piquetero se puede
sintetizar a partir de dos afluentes, por un lado
las acciones disruptivas, evanescentes y por momentos unificadoras de los
piquetes y puebladas del interior. Resultado de la nueva experiencia social
comunitaria vinculada con el colapso de las economías regionales y a la
privatización acelerada de las empresas del Estado. Por otro lado la acción
territorial y organizativa gestada en el conurbano bonaerense y ligada a las
lentas y profundas transformaciones del mundo popular, producto de un proceso
de desindustrialización y empobrecimiento creciente de la sociedad argentina
que arrancó en la década de los `70.[12] Si analizamos finamente nos encontramos con una
vertiente centrífuga de la cuestión,
producto del desarrollo peculiar del capitalismo vernáculo que provocó
traumáticas rupturas en los marcos locales y sociales de las ciudades del
interior, y en segundo lugar una vertiente centrípeta
vinculada a una tradición más añeja de la organización territorial que adaptó
sus prácticas a las consecuencias sociales del neoliberalismo, sobre todo en la
zonas periféricas de las grandes ciudad como Buenos Aires, Córdoba y Rosario.
En
esta coyuntura critica, al conjunto social que planteaba dura resistencia al
neoliberalismo argentino se sumarían un cúmulo de instituciones intermedias,
que en otros momentos habían gozado de prestigio y poder en la arena cívico-política.
Entre las más destacadas por número de afiliados e historia estaban: La
Federación Agraria, la Asociación de pequeños y medianos empresario (APYME) y
el Instituto movilizador de fondos cooperativos.
La
primera se destacó a principios de siglo XX en la lucha llevada a cabo por los
colonos agrícolas de la pampa húmeda. Lejos había quedado, sin embargo, la
vitalidad del Grito de Alcorta de 1912 momento fundante de la Federación. Entre
1992-93 el gobierno de Menem disolvió las juntas nacionales en materia
agrícola. Se privatizaron silos, elevadores de granos y terminales portuarias.
A raíz de esto, en julio de 1993 la Federación Agraria encabezó un “tractorazo”
en muchas ciudades del interior. De todas maneras la liquidación del sistema de
retenciones a la producción agrícola, la apertura económica que “facilitó” la
renovación tecnológica y el aumento de los precios internacionales de dos
productos fundamentales como el maíz y la soja, llevaron a una modificación en
la estructura y el perfil del agro argentino. Los cambios en la producción
estuvieron acompañados de transformaciones en la esfera de la organización de
la producción y en la naturaleza y características de los agentes económicos.
El productor tradicional fue reemplazado por un grupo heterogéneo de empresas,
de orígenes diversos (contratistas, empresas arrendatarias, propietarios con
equipos subutilizados, capitales financieros), con diversas formas jurídicas
(sociedades comerciales, uniones transitorias, fondos de inversión,
fideicomisos, etc.). Este sistema provocó un agrietamiento entre los pequeños
productores y los nuevos actores; al adoptar la Federación una política
histórica de prescindencia partidaria no sería de extrañar que hacia mediados
de 1998[13]
comiencen los primeros contactos entre los dirigentes gremiales de la CTA, y el
secretario general de la Federación Eduardo Buzzi.[14]
Los
otros dos actores -Apyme, y el Instituto movilizador de fondos cooperativos-
iniciaron sus contactos con dirigentes de la CTA y de la Federación Tierra y
Vivienda (FTV) hacia 1999 cuando se comenzaba a gestar el “movimiento de la
consulta popular” antecedente inmediato del FRENAPO. En cuanto al Instituto el
cambio en la matriz productiva, de un modelo empresarial-industrial a un modelo
empresarial-financiero, vació las bases del mismo. La concentración bancaria y
del capital financiero que se potenció a finales de menemismo generó una crisis
profunda en la organización del cooperativismo ya que la mayoría de los
pequeños acreedores decidieron volcar sus activos en bancos que les
garantizarán una mayor rentabilidad por la irrisorias tasas de interés
ofrecidas. En palabras de Edgardo Form, presidente del Instituto a finales de
los `90, “la situación era insostenible, por lo que había que generar un propuesta
concreta y fundada”[15]
de allí el pliego a las reivindicaciones sostenidas por el colectivo que
encabezaban la CTA, la CCC y la FTV. En relación a Apyme, la cuestión es bien
curiosa, la mayoría de los empresarios nucleados en las dos principales
entidades industriales (CGI y la UIA) bregaron por la aplicación de las
reformas neoliberales. Incluso en sectores de la pequeña industria el discurso
reformista había calado hondo. La cuestión es que esta reestructuración y
transferencia del ingreso manufacturero que se dio en la década del `90 desde
el trabajo al capital, también ocurrió dentro del empresariado, las pequeñas y
medianas empresas resultaron sumamente afectadas por la orientación que
adoptaron las distintas medidas políticas implementadas.[16]
Recrudecimiento del conflicto en el menemismo tardío
Denominamos
menemismo tardío al periodo iniciado
con la renuncia de Domingo Cavallo -hombre de fuerte prestigio en la comunidad
de negocios e incluso de gran popularidad entre ciertos sectores medios- el 26
de Julio de 1996, y su reemplazo por Roque Fernández, afiliado a la UCeDé[17],
en el Ministerio de Economía; y que finaliza con la entrega del mando
presidencial al radical Fernando De la Rúa el 10 de diciembre de 1999. Es allí
donde se comienzan a gestar una serie de cambios que incidirán en el modelo de
gestión que llevará a cabo la Alianza. De la misma manera esos últimos tres
años de la administración Menem presentarán ciertos rasgos de continuidad que
nos permiten ahondar en nuestra idea: la proliferación de casos de corrupción en
la función pública y en las empresas privatizadas, un comportamiento de la
economía por demás mediocre, el inicio de una profunda recesión producto del
descontrol de la finanzas federales y del déficit de las provincias, las
disputas del presidente con su partido ante los intentos aspirar a un tercer
mandato, el surgimiento de un arco opositor profundamente heterogéneo
concentrado solamente en el antimenemismo el cual impugnaba solo las cuestiones
normativas del régimen, menospreciando las consecuencias que dejaba el plan
económico. Finalmente y en íntima relación con esto último la multiplicación
exponencial de los índices de desempleo y pobreza, que se veían amplificados
por los proyectos de reajuste del Estado que se darían con el correr del último
trienio de la década. En término reales, para 1994 los beneficios de la privatización de empresas que habían ayudado al
exponencial crecimiento de las reservas internacionales, se habían evaporado.
Por lo tanto, al gobierno solo le quedaba como método para sustentar el sistema
económico el flujo constante de deuda, acompañada de una nueva oleada de
desregulaciones que incidirán problemáticamente en el alicaído aparato
productivo. No sería de extrañar que en este contexto las bondades conquistadas
por Menem en un principio, comenzarán lentamente a esfumarse, reinaugurando los
conflictos después de varios años de letanía.
El
proceso de reformas en la provincia de Santa Fe, y puntualmente en la ciudad de
Rosario, estuvo signado por la inestabilidad que le acarreaba la transferencia
de la responsabilidad y obligaciones otrora a cargo del Estado Nacional, hacia
los organismos públicos locales. En un proceso no mayor a 5 años (1990-1995) el
Estado provincial debió asumir el control de una serie de dependencias claves para
el funcionamiento de tejido social como el sistema educativo, el sistema de
salud pública y asistencia social, y el autofinanciamiento del sistema de
seguridad, hiriendo gravemente a las arcas públicas de la provincia. De todos
modos, la supervivencia y manejo de estas carteras se dio gracias a un motivo
fundamental que tenía que ver con la identificación partidaria de la provincia
de Santa Fe con el gobierno nacional. El gobernador electo en 1991, el ex
corredor automovilístico y empresario Carlos Reutemann, era amigo íntimo del presidente
Carlos Menem. A sabiendas de que el distrito santafesino era clave en términos
electorales, Menem se preocupó por enviar a tiempo las partidas presupuestarias
correspondientes al nuevo sistema de co-participación presupuestaria
implementado bajo su gestión. Rosario por su parte, sostuvo su estado de
cuentas, gracias la buena relación entre el intendente Héctor Cavallero
perteneciente al Partido Socialista Popular y el gobernador Reutemann. Los
giros de las partidas en tiempo y forma, y el cumplimiento de ciertos proyectos
de obra pública básica y asistencia social que se gestaron durante la gestión
de Cavallero son un síntoma de ese convenio político. En términos estrictamente
económicos, la integración de la región del Gran Rosario a los cambios que
conllevó la apertura comercial produjo rupturas significativas, que gracias a
la capacidad adaptativa de la zona, se sintieron con menor nocividad que otros
enclaves del país. Durante la primera mitad de la década menemista, los
sectores industriales asistieron a un auge y diversificación productiva, en
parte vinculado con las nuevas líneas de financiamiento, y en parte a la
adopción de perfiles industriales multisectoriales. Esto produjo un incremento
sostenido del PBI industrial de la provincia, superando incluso a sectores en
apogeo durante el periodo, como el comercial y el de servicios.[18]
El crecimiento estuvo sostenido en primer lugar por la nueva industria
automotriz a partir de la instalación de plantas de Toyota y General Motors en
la región metropolitana rosarina. En segundo lugar el sector aceitero vivió una
época de expansión, a raíz de la diversificación del cultivo de soja en la
zona, el fácil financiamiento externo y la mejora exponencial de los precios
internacionales. La creación del MERCOSUR en 1991, dotó a la ciudad de Rosario
de un reaseguro en materia económica, al reafirmar su condición de
ciudad-puerto, en íntima relación con los polos industriales recién mencionados
(sumado al despegue que vivieron la industria alimenticia, del plástico y de
maquinaria agrícola). En contrapartida al
crecimiento industrial, se dio un fuerte avance en la concentración oligopólica
del capital. Un menor número de agentes industriales-financieros controlaban
prácticamente toda la producción de punta. Esto llevó al cierre de cientos de
establecimientos considerados deficitarios, provocando una caída del empleo
manufacturero superior al 30%. El declive fue más pronunciado en aquellos
núcleos de producción que no contaban con demasiada capacidad de lobby
empresarial, en su mayoría PyMES atadas al clásico modelo sustitutivo de
importaciones, y algunos sectores económicos que vivían una coyuntura crítica,
tal es el caso de la industria frigorífica y las empresas del Estado (algunas
de las cuales ya habían padecido la racionalización de la Dictadura del periodo
de 1976-83), como el transporte ferroviario, la metalurgia e YPF. Al estar gran
parte de estas industrias en las zonas de la periferia, los progresivos cierres
y quiebras, expandieron el fantasma del desempleo en muchas de las barriadas de
la ciudad.
Estas
políticas potencian el largo proceso de re-configuración identitaria en
términos de estrategias de resistencia y supervivencia de los actores
involucrados. Concretamente se vivifica la conformación de múltiples
organizaciones piqueteras en distintos lugares del país. Estos marcos
organizativos pueden ser divididos en dos etapas graduales, interpretadas como
sucesivas olas de movilización que vuelven visible e instalan la cuestión piquetera en la escena política
nacional. Un primer momento se inicia en los “legendarios” cortes y puebladas
de Neuquén, Salta y Jujuy entre 1996 y 1997. Estos conflictos representan el
punto inicial en el cual una nueva identidad -los piqueteros- una nueva forma
de protesta -el corte de ruta-, una nueva modalidad organizativa -la asamblea-
y un nuevo tipo de demanda -el trabajo- quedan definitivamente asociados,
originando una importante transformación en los repertorios de movilización de
la sociedad argentina. [19]
Una segunda etapa tendrá como epicentro al eje territorial de las grandes
ciudades. A finales de los ´80 van a surgir muchas de las organizaciones que
cobrarán perceptibilidad en el ámbito de movilización nacional desde 1996 en
adelante. En ese orden aparecen la Federación Tierra Vivienda y Hábitat (FTV)
dirigida por el ex concejal peronista, y dirigente territorial Luis D'elía (las
primeras células de esta organización nacen del proyecto El Tambo en 1987, en
las inmediaciones de Ciudad Evita y La Matanza), esta será la estructura
piquetera más grande, y tendrá una relación de mutua dependencia con la CTA. En
1994 se conforma la Corriente Clasista y Combativa (C.C.C) como brazo social
del Partido Comunista Revolucionario (PCR). En 1995 el FREPASO -Frente País
Solidario, encuadrado en la estructura del Frente Grande que se escindió del
peronismo, y aglutino a diversos partidos en disconformidad con las políticas
de la administración Menem-, la CTA, la CCC, el Partido Obrero (PO), y el
Partido del Trabajo y el Pueblo (PTP) organizaron una primera comisión de
desocupados en La Matanza.[20]
En 1996 días antes de la primera pueblada en Cutral-Co, barriadas del conurbano
establecieron las primeras ollas populares. El 6 de septiembre de 1996 la
mayoría de las organizaciones territoriales de la zona sur del conurbano
dispusieron una “marcha contra el hambre, la represión y la desocupación” hasta
Plaza de Mayo, considerado este como el debut del movimiento de desocupados. El
“piquetero” atrajo rápidamente la atención -de los medios y del sistema
político- por su fuerza expresiva, como lo describimos antes, representaba una
alternativa para aquellos a los cuales una definición, como la de desocupados,
les resultaba intolerable, la posibilidad de transmutar su identidad les
quitaba el estigma que significaba haber perdido el trabajo, logrando un nuevo
motivo de “dignidad”.[21]
Entre
1997 y 1999 se terminaron de delinear los ámbitos de acción, y las pujas
internas del movimiento piquetero. Las demandas por trabajo fueron suplantadas
por el sostenimiento y exigencias de planes de subsistencia que tenían sus
antecedente en las famosas cajas P.A.N (Plan Alimentario Nacional) durante el
gobierno de Alfonsín. A mediados de los `90 y al darse un incremento sostenido
en las tasas de desempleo, el Estado nacional y las provincias fortalecieron
diversos programas de asistencia social, gracias al manejo discrecional de las
cajas del tesoro público. Estos programas carecían de regulación, siendo
recurrente el uso de dirigentes de segunda línea o punteros como intermediarios, en estrecha relación con la
estructura del partido justicialista -sobre todo en el conurbano bonaerense-,
algo que Javier Auyero denominó “redes de solución de problemas”. [22]
Las organizaciones sociales lucharon por romper esta lógica de funcionamiento,
lo que provocó rupturas internas en su seno. Por un lado, quedaron aquellas
organizaciones que propiciaban la formación de un frente multisectorial que
incluya a todos los perjudicados por el modelo neoliberal, aquí se encontrarán
las estructuras más grandes y con llegada nacional, como la Federación Tierra y
Vivienda, y la Corriente Clasista y Combativa. Del otro lado, se situarán los
críticos del modelo asistencialista estatal, donde predominaban organizaciones autónomas como los distintos Movimientos
de Trabajadores Desocupados (MTD) que funcionaban en el gran Buenos Aires, y
las fuerzas de la izquierda intransigente nucleadas en torno al Movimiento
Socialista de los Trabajadores (MST) y el Partido Obrero (PO) que aún no habían
logrado arraigo entre las organizaciones piqueteras.
Si
bien el impacto de la recesión iniciado en el menemismo tardío, trajo consigo
consecuencias sociales importantes, el gobierno municipal rosarino estableció y
potenció una serie de estrategias de gestión que le permitieron sortear muchos
aspectos del desequilibrio recesivo. Este “nuevo modelo de gestión pública”[23]
se basó en algunos de los pilares ideológicos que llevaron al Partido
Socialista Popular a ganar la intendencia de Rosario en 1991: transparencia
administrativa, focalización de la cuestión social, planes de obra pública y
recuperación del patrimonio ciudadano, etc. Entre las reformas impulsadas por
Binner que hacen a nuestra idea están:
·
La
reforma del Estado municipal, que asumió la forma de descentralización
administrativa. Se erigió un centro municipal distrital para atender los
problemas en las barriadas.
·
La
reforma del sistema de atención primaria de salud, mejoró sustancialmente el
funcionamiento de los hospitales y centros asistenciales públicos.
·
El
programa CRECER: La antesala de este programa (creado en 1997) fueron algunos
jardines maternales, el programa materno infantil de la Nación denominado
Promin y los Centros de Desarrollo Infantil (CDI) que nacieron en conexión con
Unicef y el Banco Mundial, cuando el intendente era Cavallero. Ofrecían
asistencia nutricional y pedagógica a más de 20 mil familias de hogares
vulnerables (unos 5 mil chicos de 2 a 5 años). Y más de 700 mujeres, bajo la
figura de "voluntarias", trabajaban diariamente ad-honórem durante
cuatro horas, ayudando con la comida y la limpieza.
·
El
Plan Estratégico Rosario (P.E.R) implementado en 1998, busco ser la respuesta
concreta al creciente problema productivo que representaban varios años de
estancamiento macro. A través de un análisis de la estructura económica de la
ciudad y la región, se diagramaron proyectos que permitan aprovechar algunas de
las potencialidades que en materia de desarrollo productivo ofrecía la ciudad.
De allí la importancia del puerto, el nuevo rol de la ciudad durante el
MERCOSUR, y la potencialidad de las iniciativas público-privadas, en detrimento
de lo exclusivamente privado.
·
El
programa Rosario Hábitat, destinado a erradicar los asentamientos irregulares,
y los graves problemas de acceso a viviendas dignas en la ciudad.
Por último, la implementación de
una descentralización de la partida presupuestaria, denominada “presupuesto
participativo”. El cual, en términos de la administración Binner, buscaba
“Implementar un mecanismo de participación que incorpore el debate, el acuerdo
y el voto ciudadano, como herramientas que permitan destinar una parte del
Presupuesto Municipal a la realización de propuestas y proyectos que las
personas consideren necesarios para su Distrito”.[24]
De todas formas hacia finales de
los `90 se fue conformando un nuevo frente social compuesto por grupos de los
denominados “nuevos pobres” agrupados en su mayoría en asociaciones vecinales,
como la de los barrios Santa Lucía, Empalme graneros, Tablada y Las Flores, con
poca inserción en la trama partidaria o sindical. Estos últimos tendrán mucho
que ver con el tejido organizativo de base, sobre la que se asentaron algunos
de los movimientos sociales componentes del FRE.NA.PO. Hacia finales de 1998 se
había conformado el primer Movimiento de Desocupados, localizado en las
inmediaciones del Barrio Santa Lucía en la zona oeste de la ciudad, de allí
saldrán los primeros cuadros que compondrían las delegaciones locales de la
CCC. Por su parte la FTV, comenzó a trabajar a finales de 1999 en la
organización “los chicos del pueblo”, un proyecto de integración
socio-comunitaria que tenían sus orígenes en los proyectos de asistencia del
plan CRECER implementado por la municipalidad.
El
Frente Nacional contra la pobreza en la ciudad de Rosario
En
una entrevista realizada, uno de los principales referentes políticos que
tendrá el FRE.NA.PO en Rosario, afirmaba que la represión llevada a cabo en el
puente General Belgrano, que une Corrientes con Chaco, el 17 de Diciembre de
1999 fue uno de los grandes detonantes para la reactivación de las marchas en
contra del sistema económico. Ese día dos jóvenes llamados Francisco Escobar y
Mauro Ojeda, de 18 y 25 años respectivamente, fueron asesinados por la
gendarmería nacional en medio de una feroz represión. El 20 de Diciembre, la
CTA junto con las organizaciones sociales Federación Tierra Vivienda y Hábitat,
y la Corriente Clasista y Combativa organizaron el primer paro nacional con
movilización contra el gobierno de De la Rúa. En palabras de nuestro
entrevistado, el gobierno mostraba “una identidad de clase bien definida,
similar al menemismo”.[25]
Las expectativas generadas en los perdedores
de los años de Menem se esfumaron rápidamente.
El 6 de Mayo de 2000 las
delegaciones rosarinas de la CGT oficial, el MTA de Hugo Moyano y la CTA junto
con las organizaciones sociales aliadas, realizaron el primer paro general al
gobierno de De la Rúa en contra de la ratificación de la ley de flexibilización
laboral, y la firma del pacto fiscal entre el Estado y las provincias, las
organizaciones antes mencionadas marcharon hacia el centro de la ciudad,
concentrándose en Plaza San Martín. Lo relevante es que a la cabeza de esa
movilización se encontraban los sindicatos de empleados públicos, junto con la
CCC y la FTV en detrimento de los grupos pertenecientes a la CGT.
El
23 de Junio de 2000 los delegados de la CTA y los referentes de las
organizaciones sociales se reunieron en un “Congreso extraordinario” donde
delimitaron un nuevo plan de lucha.[26]
Allí por primera vez se planteó la realización de una consulta popular, previa
recolección de firmas, con el objetivo de instaurar un seguro de empleo y
formación costeado desde el Estado. Para la recolección de firmas se diagramó
una movilización denominada “Marcha Grande” desde el interior del país. Al
igual que la Marcha Federal de 1994, esta marcha fue considerada por los ex
miembros del FRE.NA.PO, como momento catalizador. En palabras de Víctor
Mendibil, secretario general de la Federación de Trabajadores Judiciales “El
FRE.NA.PO está directamente vinculado a la Marcha Grande, aquella participación
masiva generó muchos militantes nuevos”.[27]
Allí no solo se plantearon problemas de agenda político-social, sino que
comenzaron a contornearse las redes de alianzas que compondrán la multisectorial.
En el acto frente al Congreso además de las ya mencionadas CTA, FTV, CCC, y el
MTA cegetista, se encontraban representantes del movimiento de Derechos Humanos
de la talla de Adolfo Pérez Esquivel, Hebe de Bonafini, Nora Cortiñas y Estela
de Carlotto, miembros del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), algunos
dirigentes aliancistas díscolos como Jorge Rivas y Elisa Carrió, y de otras
fuerzas como Alicia Castro, Alfredo Bravo; Raúl Castells, militante del MAS y
principal referente del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados
(MIJD). La marcha salió de Rosario el 26 de Julio de 2000. La elección de la
ciudad de origen no era azarosa. Rosario presentaba para el segundo semestre un
alza significativa del índice de desocupación que bordeaba ya el 16%, uno de
los más altos del país junto con el de Mar del Plata.[28]
Mientras
los núcleos de resistencia contra el gobierno se reorganizaban y se hacían más
mayoritarios, De la Rúa anunciaba de manera rimbombante la aplicación del canje
de deuda, más conocido como “Megacanje” el 18 de Diciembre de 2000. En paralelo
se daban -a modo de anticipo de lo que ocurriría en 2001- enfrentamientos entre
la policía y un grupo de vecinos en Travesía y Juan José Paso en zona noroeste,
tras desmadrarse la organización del reparto de bolsones de alimentos
programado por el gobierno provincial y el municipio.[29]
Estas situaciones mostraban como el tejido de contención hilvanado por el
socialismo-popular en Rosario comenzaba a romperse al prolongarse la recesión
iniciada en 1997. Así la crisis parecía volverse sistémica y de a poco,
empezaba a golpear a aquellos sectores que se habían adaptado mejor a más de 10
años de reformas neoliberales.
2001:
El descenso a los infiernos en la capital del desempleo
Como
prolegómeno de los graves problemas sociales que se vivirán durante todo el año
2001, el día 8 de Enero, los grupos de trabajo barrial agrupados en la vecinal
Santa Lucía y las palmeras, relacionados con la Corriente Clasista y Combativa,
organizaron un corte de calle en la sede local de la gerencia de empleo del
Ministerio de Trabajo de la Nación, en el centro de la ciudad.[30]
Los manifestantes solicitaban la expansión del sistema de cobertura de
asistencia social para desocupados, y la recuperación de aquellos planes que
habían sido dados de baja por el gobierno provincial. En primer lugar, y como
elemento importante para nuestra investigación, vemos que la primera
manifestación del año fue llevada a cabo por organizaciones sociales de
desocupados. Las estructuras formales que representaban a los trabajadores
registrados estaban en un momento de débil capacidad organizativa, y deliberaban
la implementación de un escueto plan de lucha para ese año.[31]
Por ello no es de extrañar que a la vanguardia contra la crisis aparezcan los
movimientos de desocupados. En un segundo punto, los enormes problemas fiscales
que durante el primer año de la Alianza no se lograron resolver, comenzaban a
repercutir en los recursos presupuestarios que el Estado Nacional debía enviar
a las provincias y municipios, impidiendo la aplicación de estrategias que
eviten la proliferación de problemas sociales generados por la falta de empleo.
Este último aspecto se volvería cada mes más común con el correr del año, y
sería uno de los grandes detonantes para entender los estallidos de diciembre.
Por
directrices de la CCC, distintas agrupaciones barriales rosarinas conformaron
la Mesa Coordinadora Social, encargada de elevar los reclamos por subsidios y
bolsones de comida al municipio, esta organización surgió por la influencia del
recién nacido Foro Social Mundial, reunido a finales de enero en la ciudad de
Porto Alegre como oposición sistemática ante las ideas hegemonizantes de la
globalización capitalista y sus consecuencias, se identificaban como la
alteridad del conocido Foro de negocios de Davos, y sostenían que el
neoliberalismo como sistema había fracasado.[32]
A finales del mes de Febrero un grupo de vecinos del barrio 25 de Mayo realizó
un piquete en la zona de Boulevard Oroño y Garibaldi reclamando la finalización
de obras pluviales que eviten la abnegación que traían consigo las tormentas
estivales.[33]
Se observa como las modalidades elegidas por las organizaciones de desocupados
se expandían incluso a sectores con escasa capacidad de movilización. Asimismo
vemos cómo las estrategias que la municipalidad asumió como paliativo a la
recesión, eran sobrepasadas por el aumento considerable de los llamados
“perdedores” del modelo. La incapacidad de dar respuestas a las demandas
focalizadas potenciará los niveles de conflictividad social. El último día de
Febrero se cerraba con una fuerte movilización de unas 40 organizaciones
barriales encabezadas por la CCC y la FTV denominada “Marcha por Pan, Trabajo y
Dignidad”.[34]
La consigna evidenciaba el acuciante problema de la subsistencia enfatizando
las dificultades de las barriadas para conseguir alimentos, en parte por la
inacción del estado municipal para afrontar los problemas sociales, y en parte
por un mercado laboral que, según Daniel Taleb -dirigente rosarino de la CCC-
en declaraciones a un matutino, tenía a más de 150.000 personas desempleadas en
la ciudad.
El
mes de marzo es considerado por muchos analistas y académicos el comienzo del
fin para el gobierno de la Alianza, para sostener esto es necesario tener en
cuenta dos cuestiones de franca importancia: el fracaso de la gestión Machinea
para contener el agujero fiscal-financiero, el cambio del contexto
internacional y las dificultades para hacer aprobar en el congreso las medidas
políticas e institucionales comprometidas en el memorándum de entendimiento que
daba lugar al blindaje financiero. En segundo lugar, con el correr del mes los
actores más movilizados intensificaron las protestas, sobre todo a partir de la
sanción por parte del sucesor de Machinea, el radical liberal Ricardo López
Murphy -quien asumió el 5 de Marzo tras fracasar las negociaciones para el
arribo de Domingo Cavallo al palacio de Hacienda- de la llamada “Ley de Déficit
Cero”, aprobada por decreto presidencial el 16 de Marzo. La misma fue anunciada
por el nuevo equipo económico -en su mayoría compuesto por economistas del
ultraliberal FIEL. López Murphy proclamó: “un
severo programa de ajuste fiscal por 2.000 millones de pesos, que incluía
recortes de fondos en las áreas de salud y educación, entre otras, recortes en
jubilaciones por 127 millones y postergación en el pago de las mismas,
anulación de pensiones y becas estudiantiles, achique y recorte en los
programas sanitarios por 50 millones, un aumento del IVA del 15 al 21 % para
espectáculos culturales, fútbol, teatro y cine, eliminación de subsidios a
productores rurales de siete provincias por 180 millones, despido de 40.000
empleados públicos, flexibilización laboral, recortes en las indemnizaciones
por despido, privatización de las casas de juego y de parte del Banco Nación”.[35]
Tras
los anuncios de López Murphy el viernes 16, una multiplicidad de actores de la
ciudad manifestaron su repudio ante los recortes presupuestarios -desde los
representantes del episcopado local, hasta las organizaciones de desocupados-,
el MTA de Moyano, junto con la CTA, y las organizaciones de desocupados aliadas
decretaron paro de 36 horas y movilización para el 21 de Marzo. Incluso en una
editorial del diario La Capital, se
hacía manifiesto el “fin de la Alianza” como coalición política: “El peor de los escenarios ﴾el menos imaginable) desde el 10 de diciembre
de 1999 se presenta con toda la fuerza. Aquella coalición que se ofrecía como
superadora del `modelo menemista` no hizo otra cosa que dilapidar como un
gastador compulsivo todo el capital político conseguido tras una década de
desguace del Estado, aumento abrupto del desempleo, corrupción y frivolidad. La
ley de flexibilización laboral, la reducción de salarios y los impuestazos
fueron haciendo crecer el malhumor social por una cuestión de estricta y
pulimentada lógica: la Alianza había roto el contrato social con sus votantes”.[36]
Tanto el Intendente Binner, como el Gobernador Reutemann repudiaron las nuevas
medidas, y desde su lugar criticaron fuertemente al Ministro de Economía, quien
viéndose acorralado, renunció el lunes 19 de Marzo. Al otro día, el sueño de De
la Rúa y de la comunidad de negocios finalmente se cumplía, el personaje
principal de la década neoliberal, Domingo Cavallo, volvía al palacio de
Hacienda.
Luego
del paro por 36 horas de las organizaciones sociales y sindicales disidentes, y
de la multitudinaria marcha del 24 de Marzo. El lunes 26 nacía de manera
efectiva el denominado Frente Nacional contra la Pobreza, a través de la
presentación de un documento fundacional. La consigna y principal leitmotiv de
esta nueva experiencia de lucha social sería: “Ningún hogar pobre en la Argentina”, en el mismo se llamaba a toda
la población a participar de una consulta popular, justificada por: “más de treinta y cinco meses de recesión
ininterrumpida, que han puesto en situación de colapso el cuadro social de
nuestro país y en un contexto donde el endeudamiento externo pone al borde de
la cesación de pagos a la economía nacional, resulta por demás evidente el
fracaso del modelo neoliberal en la tarea de organizar nuestra sociedad. Las
consecuencias de este proceso de crisis quedan a la luz: 14 millones de pobres,
7 millones de personas con problemas de empleo, desindustrialización y quiebra
de decenas de miles de pequeñas y medianas empresas, urbanas y rurales y la
parálisis expresa del mercado interno de demanda masiva. Frente a este cuadro
de situación, de creciente concentración de la riqueza, se plantea como
prioritario una redistribución progresiva del ingreso. En este sentido el
Movimiento por la Consulta Popular propone la instrumentación Seguro de Empleo
y Formación de 380 pesos para jefes y jefas de familia desocupados y el
establecimiento de una asignación universal de 60 pesos por hijo, que garantice
que ningún hogar argentino viva en condiciones de pobreza”.[37]
Se impugnaba la democracia del
momento, como elemento que ponía coto a la verdadera práctica democrática
garantizada por el ejercicio de la voluntad popular directa: “La consulta popular es la estrategia que hemos optado
para que los argentinos podamos resolver la crisis de una manera diferente de
la que nos quieren imponer como única alternativa los sectores de poder.
Proponemos el ejercicio masivo de la democracia directa garantizando la
manifestación autónoma y organizada de la propia comunidad a través de la
realización de una consulta popular a nivel nacional. Sólo profundizando el
proceso de democratización es que podremos poner límite a las prácticas de los
sectores dominantes”.[38]
La masividad de este nuevo
agrupamiento estuvo dada por los firmantes del nuevo Frente Nacional, compuesto
por una diversidad de actores que como dijimos fueron confluyendo desde
mediados de la década del `90. El documento fue elaborado por una Junta
Promotora Nacional (JPN) integrada por: “los
diputados nacionales Alfredo Bravo, Jorge Rivas, Elisa Carrió, Marcela
Bordenave (…); el padre Luis Farinello, los dirigentes de la Central de
Trabajadores Argentinos (CTA) Víctor De Gennaro, Claudio Lozano, Marta Maffei,
Víctor Mendibil, Luis D´elía, Alberto Pichinini (…); los dirigentes de APYME (Asamblea
de Pequeños y Medianos Empresarios) Francisco Dos Reis y Germán Lima (…);
Floreal Gorini , Edgardo Form y Carlos Heller del Instituto Movilizador de
Fondos Cooperativos (…); Eduardo Buzzi, de la Federación Agraria Argentina;
Estela de Carlotto y Rosa Roisinblit, por Abuelas de Plaza de Mayo; Laura Conte
y Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; el pastor José De
Luca por el MEDH (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos); Adolfo Pérez
Esquivel por el SERPAJ (Servicio Paz y Justicia), Horacio Verbitsky, en
representación del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales); los obispos
metodistas Federico Pagura y Aldo Echegoyen; la hermana Marta Pelloni; el
rabino Daniel Goldman, de la Comunidad Bet El; Antonio Forte, por la Mesa Coordinadora
Nacional de Jubilados y Pensionados; Miguel Gazzera, del Sindicato de Fideeros
y Fortunato Mallimaci, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA”.[39]
La
JPN del FRE.NA.PO decidió como fecha para recolectar los avales para realizar
la consulta, el 13 de Julio de 2001. Lo particular
del caso rosarino, es que la JPN estuvo exenta de representantes de los
partidos mayoritarios, ni el peronismo, ni el socialismo popular apoyaron la
medida, o se manifestaron siquiera en referencia, solo el diario El Ciudadano hizo una breve nota sobre
la conformación del movimiento por la consulta popular. En la entrevista ya
citada, el dirigente de FRE.NA.PO local, Carlos Del Frade manifestó en torno a
esto que: “El contacto con la dirigencia política
de acá era prácticamente nulo, por ahí con algunos funcionarios del socialismo
de Rosario se podía dialogar, pero ellos estaban en otra. Nosotros enfatizamos
el contenido de la militancia social, por eso teníamos lazos tan fuertes con la
Federación Agraria y la CTA, el IMFC, los gremios de la docencia, porque te
repito a nosotros nos importaba lo que pasaba con las chicas y chicos en los
barrios”.[40]
Mientras
las luchas sociales iban in crescendo,
las expectativas generadas en los sectores otrora beneficiados por las
políticas del Ministro Cavallo se licuaron rápidamente. En sintonía, los
indicadores económicos no parecían ser optimistas para la región del sur
santafecino. A la caída de la producción fabril en la región, durante el primer
semestre de 2001, cercana al 3%, se sumaba la crisis de la industria agroindustrial,
y la disminución en la producción ganadera-lechera por la crisis de aftosa que
se apoderó del campo argentino desde finales del año 2000. Ante estas
dificultades, la impericia y falta de recursos, la represión como medida de
prueba ante las constantes movilizaciones comenzó a transformarse en la táctica
a utilizar por los funcionarios municipales y provinciales. El 1º de Junio
vecinos de Villa Banana, San Francisquito y Bella Vista apoyados por nueve
comunidades cristianas de la zona sur se congregaron frente a las puertas del
Centro Municipal de Distrito Oeste, en Felipe Moré. Allí, como una forma de
hacer oír sus reclamos, interrumpieron el tránsito de vehículos. El recorte de
planes de trabajo y la falta de participación de las organizaciones comunitarias
en la elaboración de los planes de asistencia fueron sus banderas. La respuesta
oficial fue una fuerte represión por parte de la policía.[41]
Más allá de estas respuestas oficiales, la vanguardia de la lucha seguía
pasando por la capacidad de movilización, que de manera continua, demostraban
las organizaciones de desocupados de la ciudad. El paro general lanzado por el
MTA, y la CTA el 8 de junio, evidenció este aspecto. Los diarios de la ciudad
reflejaron que el éxito de la medida fue garantizado por los cortes de ruta
llevados a cabo por la CCC y la FTV, que interrumpieron el tránsito de la
ciudad, y de los accesos a las localidades del Gran Rosario, como Capitán
Bermúdez, Granadero Baigorria y Fray Luis Beltrán.[42]
De
Julio a Diciembre
A
partir de Julio se inicia la última etapa del gobierno de la Alianza. Como
dicen Pucciarelli y Castellani: “Con la concreción
del `Deficit Cero` se aclararon las confusiones anteriores, y se produjo de
modo cada vez más nítido una división de aguas entre los dos frentes en
conflicto. Mientras los movimientos sociales, gremios estatales y las centrales
obreras disidentes rechazan el nuevo programa y articulaban planes de
resistencia que terminaron por arrastrar a la totalidad de las organizaciones
populares. El frente empresario se abroquelo en defensa de gobierno y de la
nueva ley de deficit”.[43]
En este contexto profundamente
conflictivo, el 13 de julio de 2001 la JPN del FRE.NA.PO presentó en sociedad
la consulta popular en el anfiteatro de la Asociación de Trabajadores del Estado,
y determinó la realización de la misma para el día 10 de diciembre. Se convocó
a la sociedad a tomar las calles, avalando el pliego para sumarse a la medida
de fuerza convocada por las dos CGT, para el 19, la sexta huelga en 19 meses de
gobierno aliancista. El día de la medida la encuesta permanente de hogares
(EPH) del INDEC, difundió los índices de desempleo. En Rosario la tasa era del
20,2% (el segundo número más alto de la historia detrás del 20,9% de 1995) superando
por cuatro puntos la media nacional, ubicándose levemente por debajo del “líder” en esta materia, el distrito de
Catamarca (22,3%). El sector manufacturero fue el más golpeado, en la región
del conurbano rosarino los números eran dramáticos: en Pérez el desempleo era
del 38,1%, en Puerto San Martín del 40%, Capitán Bermúdez registraba una tasa
de 33,3% y Villa Gobernador Gálvez del 19,2%.[44]
Paradójicamente esta crisis retroalimentaba las bases de sustentación de las
organizaciones de desocupados que componían el FRE.NA.PO. Asimismo, desde otra
perspectiva vemos cómo el trauma de la desocupación llegaba a áreas productivas
de reciente desarrollo como las aceiteras de la zona ribereña del Gran Rosario.
El
7 de Agosto en la concentración principal por el día de San Cayetano[45]
ante más de 50.000 personas los dirigentes del FRE.NA.PO nacional, decidieron
convocar a una marcha de carácter federal que recorrería 82 ciudades del país
en diez días. La “Marcha Nacional contra la Pobreza” -tal fue el nombre
adoptado- comenzó el 11 de Septiembre de 2001 frente al Congreso Nacional,
desde allí partieron las denominadas “7 columnas” que llegaron a las ciudades
de Puerto Iguazú, Clorinda, La Quiaca, San Miguel de Tucumán, Bariloche y
Comodoro Rivadavia. La columna Río Paraná pasó por Rosario el día 12. La
caravana, conformada por más de veinte vehículos, recorrió diversos puntos de
la ciudad y concluyó su trayecto en el microcentro. A la marcha se sumaron la
Federación de Tierra y Vivienda de la Central de los Trabajadores Argentinos ﴾CTA﴿, la Corriente
Clasista y Combativa ﴾CCC﴿, la Federación Agraria Argentina ﴾FAA﴿, la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios ﴾Apyme﴿, Amsafe y el
Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC). La movilización fue
engrosada con más colectivos, vehículos utilitarios y autos particulares, todos
vestidos con afiches de las organizaciones convocantes y banderas de los
barrios Santa Lucía, La Cerámica y Las Flores, entre otros. Luego se marchó a
pie hasta la plaza 25 de Mayo, frente a la Municipalidad, donde se realizó un
acto que congregó a unas dos mil personas.[46]
El 21 de septiembre, la Marcha llego a plaza de mayo, donde casi 100mil
personas esperaban expectantes ante los discursos de D'elía (FTV), Alderete
(CCC) y De Gennaro (ATE-CTA). Fue el momento de mayor relevancia del FRE.NA.PO
como sujeto de la política nacional, la cobertura mediática fue total,
relegando incluso al tema del momento -el atentado terrorista al centro mundial
de comercio de Manhattan el 11 de septiembre- a un segundo plano. En su
discurso De Gennaro reprendió al gobierno a “no tener miedo en reglamentar la
consulta popular”, de lo contrario se diagramaría “un plan sistemático de lucha
para construir un gran paro nacional para cambiar el país”.[47]
Lo cierto es que la activación de resistencia de los elementos del campo
popular, ya estaban en plena eclosión. La aún mayor degradación de los niveles
de subsistencia de la población, que llegarán a su cenit en diciembre, volverá
más incontrolable e impredecible la reacción popular.
En
medio de un contexto hiperrecesivo, el fracaso rotundo de la Alianza para
sostener las promesas de campaña, hundieron a un porcentaje importante del
electorado en un profundo escepticismo en los días previos a las elecciones de
medio término. Para los dirigentes del FRE.NA.PO, las elecciones fueron la
oportunidad para poner sobre la mesa, los temas de agenda que la mayoría de los
partidos ignoraba. Si bien a mediados de año, se iniciaron diálogos para
conformar un frente electoral entre las organizaciones del FRE.NA.PO y el Polo
Social que encabezaba el Padre Luis Farinello, las reticencias de muchas
organizaciones de presentarse a elecciones en una coyuntura, como vimos, de
amplio descrédito impidieron se concreté la iniciativa. Hay que tener en
cuenta, además, que en su carta de presentación, la JPN del FRE.NA.PO criticaba
con dureza las capacidades de la democracia representativa de entonces, por
acotar los ámbitos de acción de lo que denominaban “poder popular”. La
viabilidad de una estrategia electoral en términos frentistas estaba por ende,
descartada. En Rosario la disociación entre organizaciones sociales y los
partidos era total, como plantea Carlos Del Frade:
“las elecciones para nosotros fueron un elemento más para tratar de poner la
agenda social en la centralidad del debate. No teníamos objetivos electorales,
por lo menos en ese momento específico. Los reclamos y reivindicaciones fueron
sostenidas por algunos partidos de izquierda, pero no hubo eco en los partidos
mayoritarios”.[48]
Gordillo sostiene que esta opción política despreocupada en torno a las
elecciones legislativas de octubre, pudo ser aprovechada por el FRE.NA.PO de
otra manera, ya que se podría haber articulado alguna forma organizada de voto
negativo o de abstención.[49]
Lamentablemente para la gran
mayoría de la dirigencia política, el resultado de los comicios fue el anticipo
de ese espeso clima. La provincia de Santa Fe registró los índices de
abstención, votos impugnados y en blanco más alta de todos los distritos del
país. El 28,6% decidió sufragar en blanco, mientras que el nulo llegó al 11,2%.[50]
En números los votos nulos y en blanco duplicaron a la lista más votada del
Partido Justicialista, quien fue el virtual ganador en la provincia. En Rosario
el llamado “voto bronca” fue un mazazo: en ninguna seccional resultó menor al
32% (entre blancos, impugnados y anulados) y el promedio general, cercano al
35%. La elección de concejales de octubre de 2001, fue la primera desde el
retorno a la democracia en que ningún concejal sacó más de 100.000 votos (los
antecedentes más cercanos muestran, por ejemplo, a Sergio Liberati, triunfador
en 1999, con 203.000 sufragios, y a Bonfatti-Boasso, en el `97, con 124.000).
Mónica Fein por entonces Secretaria de Salud Pública, quien fue cómo candidata
del Partido Socialista, estuvo muy lejos de estos registros (cerca de 50.000
votos), la performance más lánguida de un candidato oficialista también desde
la recuperación de las urnas en la ciudad.[51]
Cómo dice Juan Carlos Torre: “En las elecciones
legislativas de octubre de 2001 la crisis de representación partidaria tuvo su
manifestación más expresiva y esta, a su vez, fue el ominoso prólogo de la
terminación abrupta de la presidencia de Fernando de la Rúa”.[52]
En términos regionales aquellos candidatos que habían manifestado simpatía por
la Alianza, o compuesto la misma en 1999, lograron sortear esa crisis de
representación endilgando la derrota en sus distritos más a una disconformidad
con el gobierno nacional, que una impugnación de las gestiones locales. El
Secretario de Gobierno de Rosario Antonio Bonfatti planteaba días después de la
derrota electoral de su partido en la ciudad: “Hay
que tener en cuenta que el 50 por ciento de los votantes expresó su bronca
contra el gobierno nacional a través del voto nulo y blanco, o directamente no
fue a votar. Todos esos votos antes iban a la Alianza, pero ahora fueron
canalizados por la izquierda en todo el país”.[53] También candidatos de la oposición decidieron
priorizar la causalidad en los errores de la administración nacional, ante el
descontento electoral. Raúl Lamberto, dirigente del PJ, y Juan José Giani del
Frente Grande expresaron ideas similares a las del oficialismo municipal. Al respecto Lamberto declaró:
“no creo que se haya castigado a la Intendencia, por el contrario, el sublema
de Binner fue el más votado; la imagen del intendente es muy alta. Pero
claro, la administración debe dar respuesta a innumerables situaciones que
exceden a su competencia: salud pública, alimentación y trabajo en general”.[54] En ese sentido, Giani fue aún más duro con el
gobierno de De la Rúa, sentenciando que evidentemente “hubo un voto castigo a
la Alianza del que Rosario no quedó inmune. Los votos que no fueron a la
Alianza los captó el ARI y el voto negativo”.[55]
Este contexto de conflictividad general
se presentaba entonces como una importante oportunidad política para el
vertiginoso crecimiento y visibilidad pública del FRE.NA.PO. La oposición
política a De la Rúa parecía no asimilar el golpe de las elecciones
legislativas, los sindicatos estaban enfrascados en una lucha por los nuevos
liderazgos que saldrían tras la reunificación de la CGT, gestada a fines de
octubre. Ante este panorama era claro que el nuevo protagonismo social pasaría
esta vez, por fuera del radio de los partidos políticos y los sindicatos.[56]
Las elecciones no solo fueron una derrota electoral para De la Rúa significaron
además la confirmación para los agentes financieros internacionales que la
inestabilidad económica, se había trasladado al aspecto político. Ante un
panorama tan “irregular” para los
mercados, a mediados del penúltimo mes del año, muchos de los acreedores y
fondos de inversión comenzaron lentamente a mover sus remesas de ganancia hacia
lugares con “mejores condiciones”. Poco a poco el BCRA perdía las reservas que
la especulación financiera le había garantizado durante varios años. Ante la
grave crisis la JPN del FRE.NA.PO decidió posponer la consulta popular para los
días 13, 14 y 15 de diciembre.
Las
respuestas de las fuerzas de seguridad ante los cortes programados por las
organizaciones que componían el frente el día 20 de Noviembre, fueron un
preludio de lo que pasaría semanas después. En Av. Perón y Felipe Moré la policía
irrumpió el corte que llevaban a cabo la CCC, Izquierda Unida y el Polo Obrero,
junto con las barriales cristianas que trabajaban con el padre Joaquín Núñez en
la zona de Villa Banana, reprimiendo duramente con gases y balas de goma,
deteniendo además a una decena de personas.[57]
El 29 de noviembre el riesgo país llegó a 3200 puntos, el más alto del mundo
por entonces. Ante los rumores de default, durante la noche del viernes 30
Cavallo diagramó un sistema de restricción de retiro de depósitos bancarios que
fue popularmente bautizado como “corralito”, el cual entró en vigencia el lunes
3 de diciembre mediante decreto 1570/2001. En el mismo se determinaba el retiro
de activos bancarios no mayores a la suma de $250. Según el Ministro Cavallo el
objetivo final de la medida llevaría a la población a bancarizar sus activos, y
a utilizar los medios de pago magnéticos, evitando las corridas de las cajas de
ahorro de los bancos. Lo cierto es que la medida apuntaba a garantizar un
mínimo salvataje a los bancos que aún no habían fugado sus activos al exterior,
con la premisa de que esto haría retornar a aquellos que ya habían fugado. El
fracaso de esta medida desencadenó el último ciclo de protestas, que darían
muerte al gobierno de De la Rúa, dando inicio a un proceso de disgregación
social, disolución del poder institucional, y finalmente lo que Pucciarelli y
Castellani denominan “crisis orgánica”,[58]
que solo será resuelta por la capacidad de funcionamiento del régimen político
en términos corporativos.
El
descontento popular por el corralito financiero fue aprovechado por el
FRE.NA.PO para fogonear la consulta que se haría desde el día 13. El 1º de diciembre
se instaló en la peatonal Córdoba de Rosario, en la intersección con San
Martín, una radio comunitaria explicando a los transeúntes la votación que se
llevaría a cabo. La medida fue acompañada por una movilización de los
trabajadores del hipermercado Tigre (posteriormente centro cultural La Toma).[59]
La crisis de circulante que causó el corralito hizo que muchos ciudadanos
perdieran los ingresos diarios por trabajos temporales o “changas”, debido a
que sus eventuales empleadores tampoco contaban con dinero extra, haciendo
depender a miles de familias de los programas de asistencia económica que
brindaba el Estado, los cuales habían sido suspendidos en la primer semana de
diciembre. Esto causó un incremento inusitado por aquellos días del reciclado
de basura, o “cirujeo”. Los límites de estas precarias estrategias de
supervivencia explican también los saqueos de los días posteriores.
En
esta vorágine el día 12, la Cámara de Actividades Mercantiles (CAME) convocó a
un apagón de consumo con movilización a Plaza de Mayo incluida, solicitando el
fin del corralito y la implementación de un plan de emergencia económica.
Sorpresivamente se sumaron a la concentración un heterogéneo grupo compuesto
por industriales, ahorristas, referentes de la CGT y la CTA, organizaciones
sociales y piqueteros. La Bolsa de Comercio de Rosario recibió un escrache con
pintadas en la fachada, que continuó con ataques hacia las sucursales de los
bancos Río y Citibank del centro de la ciudad.[60]
Allí se pudo ver a los referentes del FRE.NA.PO repartiendo volantes para
incentivar la consulta del día siguiente. Otro punto destacado de la marcha fue
la utilización por parte de algunos concurrentes de ollas y sartenes de cocina,
que eran golpeadas con cucharones o palos de madera, nacía en todo el país el
famoso “cacerolazo”. Ese mismo día el Ministerio de Trabajo publicaba los
índices de desocupación. La tasa de desempleo en el aglomerado Rosario alcanzó
para entonces el 22,8% la cifra más alta de la serie histórica que arranca en
1974.[61]
El 13 de diciembre se iniciaba la consulta popular con nueve zonas de votación,
384 urnas fijas y 102 urnas móviles[62]
distribuidas en las instituciones adherentes a la propuesta. Al finalizar esa
jornada, en cercanías del barrio empalme graneros, se dieron incidentes entre
vecinos y comerciantes ante el intento de los primeros de saquear algunos
depósitos de la zona. La represión policial instantánea logró dispersar a las
más de 400 personas que se agolparon frente a los comercios.[63]
Rosario era el primer distrito del país donde se registraban saqueos, al igual
que en 1989, la génesis de la explosión social se ubicaba allí.
El
día 15 de diciembre finalizó la consulta popular del FRE.NA.PO, Rosario se
consolidó como el tercer distrito (detrás de Capital Federal y de provincia de
Buenos Aires) en importancia de votos de lo que De Gennaro definió como un “urnazo”. Más de 3.000.000 de personas
habían votado en una consulta no vinculante. La perspectiva de una construcción
colectiva a largo plazo, y que sea alternativa a los modelos dominantes,
parecía ser viable a través del FRE.NA.PO como eje articulador. Pero ¿Porque no
se dio finalmente esa construcción? La respuesta no puede ser unidireccional,
pero es insoslayable que la rebelión social que se desató en la mayoría del país
a partir del 16 es una respuesta estructural para este interrogante. La
expansión de la revuelta por parte de lo que Merklen llama “pobres ciudadanos”
en busca de comida y artículos para pasar las festividades de fin de año -según
el historiador Raúl Fradkin, diciembre aglutino un combo perfecto para el
estallido social que inició con la sanción del corralito, y en el que tuvo una
poderosa incidencia el sintagma popular que en Argentina representa la Navidad
y el Año Nuevo. Para él en la década menemista se consolidaron una serie de
valores y marcas sociales características que incidieron fuertemente en las
mentalidades de un amplio sector de la población. Al individualismo exacerbado
y la frivolidad desmedida, el culto excesivo a la materialidad consumista (que
determina quién está adentro, y quien está fuera de la nueva sociedad de
consumo) permeó en la conciencia popular, elemento que se cuantificaba en el
periodo festivo de fin de año, característico en nuestro país por reuniones
familiares amplias, donde los dones y contradones en términos materiales se
habían vuelto un sello de la sociedad neoliberal-, a propósito de esto en una
nota del diario El Ciudadano de
Rosario, en medio de los saqueos al autoservicio “Sur” de Necochea al 1800, una
vecina le gritaba a los cronistas: “queremos comida, nada más, los villeros
tenemos derecho a un Navidad”.[64]
Ya
desde el 16 de diciembre todas las zonas del Gran Rosario habían registrado
incidentes por intentos de saqueos. Ante la inacción de la administración
nacional, funcionarios municipales y provinciales decidieron conformar un
comité de crisis, el cual organizó el reparto de unas 40mil cajas de comida en
los centros comunitarios de la ciudad. Eso no impidió, sin embargo la
generalización de las protestas en toda la geografía de la provincia. En
Firmat, Cañada de Gómez y Casilda movimientos de desocupados tomaban las rutas
y accesos a las localidades[65],
registrándose algunos saqueos en la ciudad de Casilda. El 18 la delegación
regional de la CCC marchó junto a 3000 personas a la Municipalidad solicitando
se declare la emergencia alimentaria, el secretario de promoción social Miguel
Zamarini garantizo se repartirían las cajas de alimentos acordadas, pero para
ello necesitaban el control en los barrios por parte de las organizaciones de
desocupados, cuestión imposible al estado de cosas.
Los saqueos del día 19 de diciembre
de 2001 en Rosario hicieron parecer a las jornadas de mayo del `89 como un
problema menor. Desde la mañana se registraron incidentes, sobre todo en zona
sur y zona oeste. Al mediodía un supermercado de Arijón al 1500, y otro en San
Martín al 6000 fueron saqueados por grupos de vecinos del barrio. Hacía la
tarde en Presidente Perón y Matienzo, el supermercado “La Reina” fue saqueado
por vecinos de Villa Banana, junto con otra sucursal en Gutenberg y Pasco.
Antes de que caiga el sol, un súper “Beppo” en Juan Manuel de Rosas y Ayolas
fue arrasado. En zona norte, en Casiano Casas al 1200 se registraron tiroteos
entre la policía, dueños de comercios y vecinos. Por la noche continuaron los
saqueos en diversas zonas de la ciudad, concentrándose en la zona sur, y en la
localidad lindante de Villa Gobernador Gálvez. Durante la medianoche grupos de
vecinos realizaron piquetes en los accesos sur de Av. Circunvalación, saqueando
los camiones con comida que ingresaban a la ciudad. La represión policial fue
impiadosa, y estuvo acompañada por maniobras de vecinos que optaron por la
autodefensa a través del uso de armas de fuego.[66]
El saldo del primer día de saqueos generales fue de 4 personas fallecidas, 200
heridos y 120 detenidos.[67]
Los
saqueos fueron de algún modo un telón de fondo de la escena política, y en la
noche del miércoles 19 los trastornos económicos, sociales y políticos se
fundieron en uno solo, provocando un resquebrajamiento institucional.[68]
La crisis orgánica provocó la renuncia de De la Rúa a las 19:52 horas del 20 de
diciembre. Durante toda la jornada se registraron frente a la casa rosada y
zonas aledañas enfrentamientos entre grupos que se convocaron de forma
espontánea, y algunos otros más organizados, con las fuerzas de seguridad. Las
imágenes llegaron prácticamente a todos los hogares del país, como nunca antes,
debido al auge de la televisión. El impacto y la crudeza del conflicto entre
manifestantes y la policía, generó un desprestigio aún mayor en la figura de
los dirigentes políticos de entonces. Las centrales sindicales observaron
anodinas el suceder de los hechos sin saber a ciencia cierta de que se trataba
toda esa revuelta. Ni siquiera las estructuras de la CTA, y los movimientos
sociales y piqueteros lograron ponerse al frente de la movilización. Cómo
señala Antonio Gramsci “la historia de los grupos sociales subalternos es
necesariamente disgregada y episódica, cualquier tendencia a la unificación
aunque sea a niveles provisionales se rompe constantemente por la iniciativa de
los grupos dirigentes”.[69]
Aunque los dirigentes del FRE.NA.PO sostuvieron a posteriori que nunca
intentaron ponerse al frente de las protestas, el hecho de que en los barrios
pobres de las ciudades muchas de sus bases hayan participado activamente de los
saqueos, indica el grado de disociación que se había producido entre un
conjunto importante de la población de diverso origen social y cualquier figura
de autoridad. Los métodos de lucha que los movimientos sociales venían
implementando como modos de resistencia al neoliberalismo, fueron totalmente
insuficientes ante tamaña crisis de subsistencia. Los intentos de los referentes
sociales por negociar con los supermercados, comercios y con el mismo gobierno
la entrega de ayuda alimenticia era un paso que la población de los barrios no
estaba dispuesto a dar. En está “impaciencia” y en el fracaso de los referentes
barriales se encontraba también una explicación de los saqueos.
Los
días 21 y 22 la situación en los barrios continuó siendo tensa. Si bien hubo
una disminución de los actos de rapiña, saqueo o vandalismo esto en realidad se
debió a dos cuestiones: en primer lugar el gobierno de la provincia solicitó al
presidente provisional Ramón Puerta el envío de tropas de Gendarmería, que
junto al accionar de la policía santafesina, militarizaron los barrios. Los 5
muertos que se habían producido por la represión, infundieron temor en las
barriadas, disminuyendo así los desbordes. En segundo lugar, el comité de
crisis duplicó la asistencia alimentaria, estableciendo patrones de
distribución mucho más organizados. Represión y asistencialismo de emergencia
fue el combo utilizado por la dirigencia política para contener la revuelta
social.
El
argentinazo de diciembre dejaba en
Rosario 8 muertos: Ricardo Villalba (16 años), Rubén Pereyra (20 años),
Alejandro Pacini (15 años), Yanina García (18 años), Graciela Acosta (35 años),
Walter Campos (16 años), Juan Delgado (28 años), Claudio Lepratti (35 años).
Eran en su mayoría jóvenes desempleados y mujeres, que cómo vimos fueron
quienes tomaron las riendas de sus hogares ante la pobreza y la desocupación
(también a la hora de los saqueos ya que esperaban tener un trato más
benevolente por parte de los dueños de supermercados y de las fuerzas de
seguridad).
Tras
varias idas y vueltas, y ante la incapacidad de asumir los costos de la crisis
política, las distintas fuerzas -a excepción de la izquierda- llegaron a un
acuerdo programático, y a la conformación de un gobierno de coalición con el PJ
como principal lugarteniente. El 2 de enero de 2002, el justicialista Eduardo
Duhalde se consagraba por voto de la asamblea legislativa según la dictaba la Ley
de Acefalía. Lo que las urnas le habían prohibido en 1999, la crisis social se
lo daba dos años después. Luego de 15 días de rebelión social, la política era
salvada por la política, y su gran capacidad de percepción del descontento
general. El comportamiento corporativo de las clases dirigentes fue un
salvavidas autogestado, que socorrió a la mayoría de los dirigentes de perecer
ante el abismo abierto por la crisis de diciembre. Tanto Binner como Reutemann
lograron sortear el cimbronazo político utilizando a De la Rúa y a la Alianza
como chivos expiatorios.
Algunas
conclusiones: El FRENAPO, 2001... y Después?
El
5 de enero la devaluación aprobada por la Cámara de Diputados generó nuevos
brotes de violencia y movilizaciones, la moneda se depreció en cuestión de
horas a razón de un 40%, la convertibilidad, una de las madres de la crisis de
2001, llegaba a su fin. Entre enero y julio Argentina rompió todos los récords
negativos en materia social. El 57,5% de los argentinos, lo que sumaba
20.815.000 habitantes de entonces, vivía en hogares pobres. Y de ese total,
9.955.000 eran indigentes.[70]
El 21,5% de la población activa estaba desocupada. La tasa se traducía en la
existencia de 3.038.000 personas sin un puesto de trabajo. Ante este panorama
podríamos preguntarnos ¿Por qué logró Duhalde sobrevivir a la crisis? Según el
historiador y sociólogo Juan Carlos Torre, hacía finales de 1943 el por
entonces Coronel Juan Domingo Perón, sorprendió a los sindicatos al hacerles
una propuesta novedosa.[71]
Desde la dirección de la Secretaria de Trabajo y Previsión, Perón invitaba a
los líderes sindicales a negociar los términos de una alianza que le traería
éxitos políticos, a posteriori
contundentes. Sería profundamente ingenuo y profesionalmente irresponsable
afirmar que la invitación de Duhalde a los líderes del FRE.NA.PO 59 años
después, es idéntica a la lógica que usó Perón para ganarse la confianza de los
líderes sindicales. Sin embargo, en esa lógica se puede leer una novedad que
había estado ausente durante los dos años de la Alianza. La misma tiene directa
relación con las distintas variables que el ahora presidente tuvo que manejar
desde la intendencia de Lomas de Zamora, distrito “caliente” del conurbano bonaerense. La experiencia que le
significó las políticas de negociación y asistencia que supo articular su
esposa Hilda Duhalde, a través de las llamadas “manzaneras”, y la misma
capacidad que Duhalde demostró a la hora de relacionarse con los punteros
barriales, le otorgaron ciertos manejos de la realpolitik que parecían estar ausentes en De la Rúa. Por ello no
sería extraño que ante cada tropiezo económico, rápidamente el presidente
dividiera su frente de oposición, llamando a los referentes de dicho frente a
parlamentar. El 30 de enero de 2002, Duhalde se reunió con la plana mayor de la
dirigencia social, que el día previo había organizado una ruidosa movilización
a Plaza de Mayo exigiendo se apliquen las iniciativas votadas en la consulta
popular del FRE.NA.PO. Haciendo gala de su particular genio a la hora de
disuadir, Duhalde afirmó que si no estuviera al frente del Ejecutivo "tal
vez estaría en un piquete o con una cacerola". Rápidamente ese
acercamiento produjo quiebres irremediables en las estructuras del FRE.NA.PO,
mientras que la CTA, la CCC y la FTV no veían con malos ojos el manejo de
recursos del Estado, las vertientes políticas anti PJ y los componentes más
combativos del Frente consideraban que estas “dádivas” eran todavía
insuficientes, debiendo aplicarse el tan mentado shock redistributivo.
El
traumático final de la experiencia del FRE.NA.PO estuvo regido por la actitud
tomada ante la masacre en Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002, que causó
la muerte de los militantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de
Guernica, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. El silencio de los sectores
más mediadores ante la represión selectiva que efectuó el gobierno nacional,
dirigida hacia las facciones autónomas y de izquierda del movimiento piquetero
determinaron la ruptura definitiva entre las estructuras del Frente Nacional
contra la Pobreza. En ese sentido, apoyando está hipótesis Carlos Del Frade
afirma: “El cierre definitivo del Fre.Na.Po se dio
a partir de lo que fue el impacto del Kosteki y Santillán en Puente Pueyrredón.
El gobierno de Duhalde convocó a elecciones anticipadas, y eso medio nos jugó
en contra. Incluso Duhalde propone contactarse con nosotros en aquellos días
con la idea supuestamente de tomar consignas del Fre.Na.Po”.[72] En paralelo durante el segundo semestre del año la
economía rompería con casi cuatro años de estancamiento, la buena gestión de
Roberto Lavagna en la renegociación de la deuda externa, junto con la mejora
sustancial en los términos de intercambio producidos por el boom de los commodities (soja) permitieron el
nacimiento de un proceso gradual de retorno a los viejos canales de negociación
y movilización colectiva, a partir del crecimiento de empleo registrado.[73]El
apuntalamiento de esta tendencia durante el año 2003 sentaría las bases para la
formación, durante el gobierno del justicialista Néstor Kirchner, de lo que
Etchemendy y Collier llaman “neocorporativismo segmentado” restableciendo a los
líderes sindicales como interlocutores cruciales del gobierno y las asociaciones
empresarias en negociaciones salariales a nivel de cúpulas, incrementando la
capacidad de movilización y las prerrogativas institucionales de los sindicatos
y ayudando a grandes porciones de los trabajadores del sector formal a recomponer
su nivel de salarios.
En
la región del Gran Rosario, la coyuntura post-devaluación estuvo acompañada por
un sostenido ritmo de protestas, focalizado en la conformación de múltiples
asambleas barriales en toda la ciudad. Las asambleas abrieron un espacio de
sociabilidad alternativo al construido bajo las premisas del neoliberalismo, en
el cual se revalorizaba la condición de vecino
por sobre las pertenencias o simpatías partidarias. No había negación de la
política, pero sí de los políticos, y particularmente de la idea de delegación.[74]
La recomposición de ciertos lineamientos políticos a partir del intento neo
estatista de Duhalde, y sobre todo en 2003, con las elecciones presidenciales,
donde los porcentajes de participación se recuperaron en relación a Octubre de
2001, significaron el final de los proyectos asamblearios. A esto debe sumarse
el talento demostrado por las clases dirigentes rosarinas para negociar con
Reutemann la llegada de asistencia alimentaria, que se cuadriplicó entre los
meses de febrero y julio. Esto fue habilitado por dos motivos ineludibles: En
primer lugar los recursos drenados por Nación posibilitaron a la municipalidad
oxigenar sus arcas y así reorganizar los proyectos de contención que el
gobierno socialista había diagramado desde finales de los ´90, sobre todo el
plan CRECER, y el Plan Estratégico Rosario (PER). En segundo lugar, y
directamente relacionado con lo anterior, Duhalde a sabiendas que tras la masacre
de Puente Pueyrredón sus chances políticas estaban extintas, trato de acomodar
su estructura hacia algún candidato del justicialismo que se oponga con éxito a
Menem. Es por ello que maximizo los niveles de coparticipación hacía aquellas
provincias políticamente leales y electoralmente importantes como Córdoba y
Santa Fe. Desde el segundo semestre de 2002 los indicadores económicos
provinciales mostraron mejoras significativas. A modo de ejemplo, la tasa de
desempleo para finales de 2002 había pasado del 23% tras la devaluación de
inicios de año, al 18%. La misma seguiría bajando al ritmo del crecimiento
económico de los años kirchneristas.
El panorama que se abre en 2003
deja algunos debates aún no zanjados. ¿Por qué el FRE.NA.PO no logró
rearticular, o sacar provecho de los 3.000.0000 de votos obtenidos en 2001?
¿Qué lecturas hicieron inicialmente del gobierno de Kirchner? ¿Incidieron esas
lecturas en las formas de agrupamiento posteriores a 2003? ¿Cómo funcionaron
esas dinámicas a nivel regional? Estos interrogantes nos muestran que los
senderos tomados por las organizaciones sociales nacidas al calor de las
reformas del Estado que se dieron durante las últimas tres décadas del siglo XX
en nuestro país, no se bifurcan, sino que por el contrario, se ramifican y
yuxtaponen. Los sectores que se destacaron durante Diciembre de 2001, y que en
parte constituyeron la base del FRE.NA.PO no desaparecerán, algunos se
disolvieran en diversos partidos políticos, progresistas, reformistas, y de la
izquierda combativa. Una importante mayoría decidirá sumarse al proyecto
político del peronismo kirchnerista. Por último algunos grupos continuaran
resistiendo, utilizando todos los medios aprehendidos durante años de trabajosa
militancia. Diciembre de 2001 puede ser visto, según la lente de quien lo
observe, como un punto de llegada, el final de un camino de lucha por
visibilizar las profundas desigualdades sociales que la reconfiguración
colectiva de la sociedad argentina venía mostrando. Pero también puede ser
considerado como un punto de partida para entender las nuevas dinámicas
comunitarias que nacen al calor del kirchnerismo, y de las que el mismo
proyecto kirchnerista será parte. Del entendimiento de esta doble dinámica, de
estos senderos que se ramifican, es que saldrán nuevos interrogantes,
explicaciones y un mejor entendimiento de las enormes vicisitudes -y traumas-
que los últimos años de la historia Argentina nos plantea.
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Recepción: 09/01/2018
Evaluado: 29/05/2018
Versión Final: 07/08/2018
(*) Profesor de Historia (Universidad Nacional de Rosario). Auxiliar de 2da categoría de la cátedra Historia de Europa I de la Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario. Argentina. E-mail: martincarranza70@gmail.com.
[1] FRADKIN, Raúl. Cosecharas tu siembra. Notas sobre la rebelión popular Argentina. Prometeo. Buenos Aires. 2002, p. 57.
[2] VIANO, Cristina y ARMIDA, Marisa. “Rebelión y nuevo protagonismo social”. En: ÁGUILA, Gabriela y VIDELA, Oscar (Coords.) El tiempo presente. Prohistoria. Diario La Capital. Rosario. 2006, p. 29.
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[9] ANDRIOTTI ROMANIN, E., Creencias, …, op. cit, p. 4.
[10] ABOY CARLÈS, G., Las dos fronteras…., op. cit., p. 22.
[11] DUHALDE, Santiago…., op cit., pp. 8-10.
[12] SVAMPA, Maristella y PEREYRA, Sebastián. Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras. Biblos. Buenos Aires. 2003, p. 17.
[13] DEL FRADE, Carlos. Crónicas del Frenapo: el sueño colectivo inconcluso. La lucha por la igualdad y la riqueza. Buenos Aires. CTA Ediciones. 2011, p. 165.
[14] Entrevista a Carlos Del Frade, Rosario, 08/05/2017 realizada por el autor.
[15] DEL FRADE, C., Crónicas …, op. cit., p. 159.
[16] SCHORR, Martín. Industria y nación. Poder económico, neoliberalismo y alternativas de reindustrialización en la Argentina contemporánea, Buenos Aires, Edhasa, p. 39.
[17] Unión del Centro Democrático. Partido fundado por Álvaro Alsogaray en 1982, de tendencia liberal-conservadora, establecería un fuerte vínculo con el peronismo menemista tras el viraje emprendido por Menem en 1989.
[18] ALONSO, Luciano. “La dinámica económica y las reformas estructurales”. En ÁGUILA, Gabriela. (Comp.) De los cordones industriales a la integración de eje Mercosur (1940-2005). Prohistoria. Diario La Capital. 2006, p. 129.
[19] SVAMPA, M. y PEREYRA, S., Entre la ruta…., op. cit., p. 23.
[20] Ídem, p. 38.
[21] Ídem, p. 32.
[22] LEVITSKY, Steven. La Transformación del Justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista 1983-1999. Buenos Aires. Siglo XXI. 2005, p. 264.
[23] Ídem, p. 154.
[24] IGLESIAS, Esteban. “Transformaciones de las identidades políticas. Origen y mutación de la Corriente Clasista y Combativa en la ciudad de Rosario (2000‐2010)”. En Trabajo y Sociedad, Nº 19, Invierno 2012, Santiago del Estero, Argentina, p. 157. Disponible en: <http://www.scielo.org.ar/pdf/tys/n19/n19a09.pdf > Consulta [16/02/2017]
[25] Entrevista a Carlos Del Frade, Rosario, 08/05/2017 realizada por el autor.
[26] DEL FRADE, C., Crónicas …,, op. cit., p. 65.
[27] Idem, p. 79.
[28] La Capital, Rosario 27/07/2000.
[29] La Capital, Rosario 19/12/2000.
[30] El Ciudadano, Rosario 09/01/2001.
[31] La Capital, Rosario 04/01/2001.
[32] DEL FRADE, C., Crónicas …, op. cit. p. 113.
[33] El Ciudadano, Rosario 20/02/2001.
[34] El Ciudadano, Rosario 28/02/2001.
[35] Clarín, Buenos Aires 17/03/2001.
[36] La Capital, Rosario 18/03/2001.
[37] Documento fundacional del Frente Nacional contra la Pobreza, p. 2.
[38] Documento fundacional del Frente Nacional contra la Pobreza, p. 3.
[39] Documento fundacional del Frente Nacional contra la Pobreza, p. 1.
[40] Entrevista a Carlos Del Frade, Rosario, 08/05/2017 realizada por el autor.
[41] El Ciudadano, Rosario 02/06/2001.
[42] La Capital, Rosario 09/09/2001.
[43] CASTELLANI, Ana y PUCCIARELLI, Alfredo. “Introducción. Los años de la Alianza. Transformación de la crisis de acumulación en crisis orgánica”. En PUCCIARELLI, Alfredo; CASTELLANI, Ana (coords.) Los años de la Alianza. La crisis del orden neoliberal. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2014, p. 23
[44] El Ciudadano, Rosario 20/07/2001.
[45] En nuestro país a diferencia de otros la fiesta está regida por la realización de enormes movilizaciones hacia las iglesias de las principales ciudades. La particularidad pasa por las oraciones clamando por “paz, pan y trabajo”. La festividad del año 2001 estuvo signada por el choque simbólico entre una realidad que ofrecía nulas oportunidades en el mercado laboral (y que para peor tendía a engrosar día a día las filas de la desocupación) y el tamaño de la movilización llevada a cabo.
[46] La Capital, Rosario 13/09/2001.
[47] La Capital, Rosario 22/09/2001.
[48] Entrevista a Carlos Del Frade, Rosario, 08/05/2017 realizada por el autor.
[49] GORDILLO, Mónica. Piquetes y Cacerolas. El Argentinazo de 2001. Buenos Aires. 2010, p. 170.
[50] La Capital, Rosario /10/2001.
[51] La Capital, Rosario 21/10/2001.
[52] TORRE, Juan Carlos. “Los huérfanos de la política de partidos Sobre los alcances y la naturaleza de la crisis de representación partidaria”. En Desarrollo Económico, Vol. 42, No. 168 (Jan. - Mar., 2003), p. 653. Disponible en: http://www.cienciapoliticacbc.com.ar/wp-content/uploads/2017/03/Los-huerfanos-de-la-politica-de-partidos-Torre.pdf Consultado [12/03/2017]
[53] La Capital, Rosario 21/10/2001.
[54] La Capital, Rosario 21/10/2001.
[55] La Capital, Rosario 21/10/2001.
[56] VIANO, C. y ARMIDA, M., “Rebelión y nuevo protagonismo…”, op. cit., p. 14.
[57] El Ciudadano, Rosario 21/11/2001.
[58] CASTELLANI, A. y PUCCIARELLI, A., “Introducción…”, op. cit., p. 27.
[59] El Ciudadano, Rosario 01/12/2001.
[60] El Ciudadano, Rosario 13/12/2001.
[61] La Capital, Rosario 13/12/2001.
[62] El Ciudadano, Rosario 14/12/2001.
[63] FRADKIN, R., Cosecharas…, op. cit., p. 22.
[64] El Ciudadano, Rosario 20/12/2001.
[65] VIANO, C. y ARMIDA, M., “Rebelión y nuevo protagonismo…”, op. cit., pp. 18-20;
[66] El Ciudadano, Rosario 20/12/2001.
[67] La Capital, Rosario 20/12/2001.
[68] FRADKIN, R., Cosecharas…, op. cit., p. 37.
[69] GRAMSCI, Antonio. Antología (Selección), traducción y notas de Manuel Sacristán. México. Siglo XXI. 1992. En FRADKIN, R., Cosecharas…, op. cit., p. 72.
[70] Clarín, Buenos Aires. 01/02/2003.
[71] TORRE, Juan Carlos. La vieja guardia sindical y Perón. Sudamericana. Buenos Aires, 1991, pp. 55-71.
[72] Entrevista a Carlos Del Frade, Rosario, 08/05/2017 realizada por el autor.
[73] SENEN, Cecilia y MEDWID, Bárbara. “Resurgimiento del conflicto laboral en la argentina post devaluación. Un estudio en el sector aceitero”. Dirección de Estudios de Relaciones del Trabajo de la Subsecretaría de Programación Técnica y Estudios Laborales (SSPTyEL) del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. pp84-85; Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/pdf/argu/v20n54/v20n54a4.pdf> Consulta: [10/01/2017]
[74] VIANO, C. y ARMIDA, M., “Rebelión y nuevo protagonismo…”, op. cit., p. 40.