La mujer en los conflictos socioeconómicos en la Norpatagonia: una mirada desde la enseñanza de la historia regional

 

 

Miguel Ángel Jara(*) y Diego Alfredo Arangue(**)

 

 

Resumen

 

La cuestión regional ha sido un campo de disputas y de debates epistemológicos y metodológicos, tanto desde de la historia como desde la geografía. Hoy podríamos sostener que se ha consolidado como un ámbito de producción de conocimiento que ha virado el modo de comprender los procesos históricos en nuestro país: desde lo local/regional hacia lo nacional/global en estrecha relación. También es una perspectiva ausente en la enseñanza de la historia en la escuela secundaria, al menos en las provincias de Río Negro y de Neuquén. Generalmente la región de la Norpatagonia es enseñada en el marco de los procesos históricos iniciados en Buenos Aires, con una impronta de la historia nacional. La Norpatagonia posee características sociales, políticas, económicas y productivas propias que le dan una identidad como región, en el contexto del territorio argentino y mundial. Una de las actividades que ha generado conflictos ha sido la fruticultura, profundizados desde la implementación de las políticas neoliberales durante década de los años 1990. En este marco se ha configurado un escenario de movilización y protesta social, en el que la lucha de las mujeres tiene un papel protagónico que ha sido invisibilizado por los algunos relatos historiográficos. En este escrito presentaremos un caso: la lucha de las mujeres en la región frutícola del Alto Valle, con la intención de que se introduzca en la enseñanza de la historia de manera que posibilite pensar la historia desde las invisibilizadas. Para ellos, sin desconocer la importante producción de historia regional en nuestro país, tomaremos como referencia a historiadoras e historiadores de nuestra región: la Patagonia Argentina y, en especial, los aportes de una de sus referentes: la historiadora Susana Bandieri.

 

Palabras claves: Norpatagonia; historia; enseñanza; género; invisibilización

 

 

 

The woman in the socioeconomic conflicts in the Norpatagonia: a look from the teaching of the regional history

 

Abstract

 

The regional issue has been a field of disputes and epistemological and methodological debates, both from history and from geography. Today we could argue that it has consolidated as a field of knowledge production that has changed the way of understanding the historical processes in our country: from local / regional to national / global in close relationship. It is also an absent perspective in the teaching of history in secondary school, at least in the provinces of Río Negro and Neuquén. Generally the region of the Norpatagonia is taught within the framework of the historical processes initiated in Buenos Aires, with an imprint of the national history. The Norpatagonia has its own social, political, economic and productive characteristics that give it an identity as a region, in the context of the Argentine and world territory. One of the activities that has generated conflicts has been fruit growing, deepened since the implementation of neoliberal policies during the decade of the 1990s. Within this framework, a scenario of mobilization and social protest has been set up, in which the struggle of women has a leading role that has been made invisible by some historiographical stories. In this paper we will present a case: the struggle of women in the Alto Valle fruit region, with the intention that it be introduced into the teaching of history in a way that makes it possible to think about history from the invisible ones. For them, without ignoring the important production of regional history in our country, we will take as reference historians and historians of our region: Patagonia Argentina and, in particular, the contributions of one of its referents: the historian Susana Bandieri.

 

Keywords: Norpatagonia; history; teaching; gender; invisibilization.

 

 


 

 

La mujer en los conflictos socioeconómicos en la Norpatagonia: una mirada desde la enseñanza de la historia regional

 

La historia regional: una perspectiva para construir nuevas temporalidades

 

La tradición historiográfica ha configurado un modo de ver y relacionarse con el pasado. La historia de los grandes relatos, la historia total y la hegemonía de algunos paradigmas explicativos (funcionalismo/estructuralismo/marxismo) han perdido de vista las identidades sociohistórica de unas realidades concretas: las regiones. La construcción histórica de la región se ha ido definiendo desde las especificidades entre lo general y lo particular con énfasis en una perspectiva económica y no ha estado exenta de posicionamientos políticos entre el estado nacional y las jurisdicciones provinciales, fundamentalmente desde un punto de vista de la delimitación espacial de la región. Consideraciones que excluían la idea de pensar a la región como una construcción territorial con especificidades sociales, culturales, políticas y económicas propias que complejizaría la mirada sobre el proceso de la conformación del estado nacional. Cuestión que pone en tensión el relato de una historia nacional de corte homogénea.

Susana Bandieri, en una entrevista realiza por María Cristina Bohn Martins sostiene que “La identidad nacional se asoció con el territorio y éste, a su vez, se convirtió en fundamento de la nación. Fue entonces que las fronteras -que son espacios abiertos, de alto dinamismo social y económico- se convirtieron en límites cerrados que definían la soberanía territorial del país”.[1]

La perspectiva desde la cual se ha construido a la región como concepto explicativo, ha virado de una lógica de modernización (progreso/crecimiento/desarrollo) -en la que la configuración territorial del estado ha estado vinculada al desarrollo capitalista y los requerimientos de un mercado organizado desde la división internacional del trabajo y la producción- a una visión no lineal, compleja y dinámica -en la que comprender las particularidades sociohistórica de la región contribuye a resignificar las relaciones temporales que el relato histórico ha construido en el vínculo del territorio nacional con los sub-territorios que lo constituyen-. Desde esta perspectiva la región cobra sentido como una unidad dinámica en constante construcción articulando dimensiones económicas, sociales, culturales y políticas concretas.

Abordar la historia regional, atendiendo al proceso de construcción como campo de conocimiento, implica revisar las periodizaciones tradicionales sujetas a los vaivenes de la historia nacional. Este desafío implica reconocer dimensiones específicas de la identidad, la territorialidad, la historicidad, a las y los sujetos, las instituciones, los aspectos naturales, culturales, entre otros, que son propios de la región. Como puede advertirse, se trata de pensar en la configuración compleja de un territorio para reivindicar su historia en y con otros procesos sociohistórico de espacio y tiempos diversos.

Como bien sabemos, el estudio de la región, desde una periodización clásica, estuvo estrechamente ligado a las políticas de provincialización (desde mediados del s. XX) o bien a la incorporación de la misma a los intereses del mercado nacional e internacional (desde fines del s. XIX). El ordenamiento jurídico y político ha sido la referencia para construir una historia regional con la pretensión de articularla al relato de la historia nación.

Proponemos estudiar la región patagónica desde sus procesos históricos recientes. Para el caso del Alto Valle de Río Negro y Neuquén, construir las periodizaciones ligadas a las actividades económicas, las relaciones sociales, la construcción de identidades, la inmigración y las prácticas políticas de cada época; orientadas por un concepto potente que permita comprender e interpretar los cambios, las permanencias y la simultaneidad-entre otras dimensiones de la temporalidad- en estructuras de larga y mediana duración.

En la historicidad del territorio encontramos huellas de tiempos diversos y marcas que aparecen como mojones de cambios y continuidades. En el caso particular de toda la región de la patagónica hemos aprendido el tiempo del avance y control de la frontera desde el estado nación (a partir de fines del s. XIX), negando la preexistencia de un territorio construido, habitado, transformado por los pueblos originarios. Somos, en el contexto del territorio argentino, espacios con historias parecidas, pero también diferentes, por ello nos parece sugestivo e interesante pensar a la región como un territorio indeterminado y dinámico, en este sentido abogamos por un concepto de región de pueda comprender la idea de que “El territorio puede ser relativo a un espacio vivido, así como a un sistema percibido en cuyo seno un sujeto se siente «en su casa». El territorio es sinónimo de apropiación, de subjetivación encerrada en sí misma. El territorio puede desterritorializarse, esto es, abrirse y emprender líneas de fuga e incluso desmoronarse y destruirse. La desterritorialización consistirá en un intento de recomposición de un territorio empeñado en un proceso de reterritorialización”.[2]

 

La enseñanza de la historia desde la perspectiva regional y de género

 

Pensar la enseñanza de la historia desde una perspectiva regional y de género es una opción epistemológica y política que, a nuestro criterio, ofrece posibilidades interesantes para vincularse con el conocimiento histórico atendiendo/construyendo a otras narrativas. Invita a preguntarse, por los modos en que el espacio, el tiempo y los/as protagonistas han sido construido ideológicamente; para desmontar las representaciones y subjetividades que la enseñanza de la historia tradicional ha naturalizado.

Susana Bandieri, en la entrevista mencionada, sostiene que “un primer elemento a tener en cuenta es que la noción de historia regional contiene en sí misma las dos dimensiones -tiempo y espacio- que la caracterizan (…) la historia regional se relaciona básicamente con la geografía crítica y con la historia socio-económica, se preocupa por las persistencias y cambios en la larga duración y apunta a la comprensión de los procesos sociales que se estructuran en un tiempo y en un espacio particulares, atendiendo a la reconstrucción de las relaciones entre los sujetos sociales que marcan la especificidad de sus manifestaciones (…) esta perspectiva incorpora la variable espacial, entendiendo a la región como el resultado de un proceso de estructuración social que articula tiempo y espacio y condensa diferentes procesos sociales que implican el desarrollo de una territorialización de las relaciones histórico-sociales, una hipótesis a demostrar antes que una entidad previamente establecida”.[3]

Lo planteado por la historiadora es claro y contúndete. Se trata de una perspectiva que se complementa, a nuestro entender, con la idea planteada por Guattari y Rolnik (2006) citada más arriba. Enseñar historia regional desde una perspectiva crítica habilita al estudiantado y profesorado a interpelar los relatos construidos, desmontar representaciones y construir otras subjetividades. Un enfoque didáctico que contribuye a estas finalidades, puede ser el abordaje de problemas sociales candentes; a partir de un conflicto social que posibilite la construcción de esquemas conceptuales innovadores: crisis, intereses, actores y actoras, participación, lugares, identidades, dignidad, para poder arribar a una lectura interpretativa de cómo o de qué manera se han resulto los conflictos.

La innovación no debe confundirse con la invención. Un enfoque innovador en la enseñanza de la historia, a nuestro criterio, debería atender a por lo menos las siguientes cuestiones: procurar habilitar más a la pregunta que ha de ofrecer solo respuestas; desnaturalizar los modos construidos de pensar el tiempo y el espacio vivido, experimentado; desatar los nudos conceptuales de articulaciones forzadas; visibilizar a las otras y los otros que han sido protagonistas acallados/as. Se trata de innovar sobre lo que tenemos a mano, porque es el indicio de una nueva creación que está atenta a los problemas del presente, recreando el pasado, pero con los ojos puestos en el futuro.

En este caso, solo haremos referencia a una de las cuestiones señaladas: la perspectiva de género de manera que, junto a la historia regional reciente, se nutran para un marco explicativo crítico. Entendemos que abordar la enseñanza de la historia desde una perspectiva de género no sólo equivale a un posicionamiento epistemológico sino también a una actitud tanto ante nuestra vida como en nuestra tarea docente. Pensar y hacer un abordaje disciplinar desde la perspectiva de género nos abre la puerta para una posición más inclusiva ante la invisibilización de las mujeres, reconociendo la participación activa que han tenido y tienen en los procesos históricos.

No es pretensión, en este escrito, hacer un estado de la cuestión respecto del sistema patriarcal y de las diferencias genéricas; pero sí contextualizar desde que perspectiva utilizamos la categoría de género y como llegamos a ella para el abordaje de nuestro caso. Pensamos que la categoría de género expresa una relación de poder existente entre la producción y reproducción material de la sociedad y, al mismo tiempo, de la producción simbólica de la misma. Las relaciones de opresión en la sociedad no son de orden biológico (sexo), sino que son expresión de la complejidad de la misma que muestra una relación muy fina entre el progreso que se llevó adelante en los medios de existencia y en el domino de la naturaleza y, las variadas formas de relación entre los sexos para la reproducción social y de la especie.

En este sentido entendemos, como sostiene Joan Scott[4] en su ensayo, Género una categoría útil para su análisis histórico, que el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder y que se encuentran entrelazadas con los elementos culturales constituyentes del género, incluyendo los símbolos culturales, los conceptos normativos, las nociones políticas y referencias a instituciones y organizaciones y a las identidades subjetiva.

Es preciso entonces “pensar en relaciones” para no sólo pensar al género como una categoría analítica, sino como una realidad cultural, donde conviven relaciones de propiedad, de producción y reproducción, de sexualidad. El género es una categoría social que se impone sobre un cuerpo sexuado y su uso enfatiza un sistema de relaciones de poder.[5]

Llegados a este punto nos parece importante poder pensar en la relación existente entre lo público y lo privado, y en qué lugar se ubica a las mujeres en esta relación. Históricamente las mujeres han sido relegadas al ámbito de lo privado, argumentado en algunos casos desde el orden de lo biológico y en otros del orden a las capacidades. Si nos remitimos al planteo que hace Hannah Arendt respecto de la política como elemento del espacio público nos encontraremos con que ese espacio público se encuentra dominado por los hombres, siendo un espacio de libertad y virtuosismo: “es el campo en el que la libertad es una realidad mundana, expresable en palabras que se pueden oír, en hechos que se pueden ver y en acontecimientos sobre los que se habla, a los que se recuerda y convierte en narraciones antes de que, por último, se incorporen al gran libro de relatos de la historia humana”.[6] Es el espacio en el que los hombres han dominado la escena de lo público-político desde el advenimiento de la polis griega.

Contrariamente a esto encontramos a las mujeres ocupando el espacio de lo privado, el ámbito del oikos (en palabras de Arendt), en el que la mujer tiene la obligación de atender lo doméstico sin ninguna posibilidad de participación en la escena pública. Pero si bien las mujeres fueron excluidas de la esfera pública oficial desde el momento de su conformación, simultáneamente han constituido espacios públicos alternativos, de organización que luchan por los derechos civiles y políticos, o reivindicaciones de género, entre otras. Tomando los aportes que realizan desde una perspectiva feminista, podemos decir que el espacio público como lugar de disputa, no son tanto las individualidades sino más bien los grupos quienes los protagonizan. Por ello, es necesario concebir que existen diversos públicos en competencia, algunos subordinados y otros hegemónicos que constituyen, a su vez, espacios públicos alternativos.[7]

En este marco pensar en abordar la historia de las mujeres partiendo desde la categoría de género nos obliga a repensarnos ya que la inclusión de las mujeres en la historia implica necesariamente la redefinición y ampliación de nociones tradicionales del significado histórico, de modo que abarque la experiencia personal y subjetiva lo mismo que las actividades públicas y políticas.[8]

 

La lucha de las mujeres en la región del Alto Valle

 

En consonancia con lo esbozado brevemente en los párrafos precedentes, no ofrecemos una propuesta acabada, una secuencia didáctica; sino pistas para tomar decisiones. Inscribimos estas ideas en los contextos de las políticas económicas y sociales impuestas por las lógicas del neoliberalismo en la argentina de los años 1990, para comprender uno de los tantos modos en que las mujeres han intervenidos en los procesos históricos.

La década del 90 en la argentina significó la consolidación del régimen de acumulación financiera que se encontraba vigente desde el comienzo de la última dictadura militar en marzo de 1976. Efectivamente la última dictadura afectó drásticamente los pilares sobre los que se había desarrollado, no sin traumas ni conflictos, la industrialización de la economía argentina desde 1930. En efecto la política de valorización financiera llevada adelante por la dictadura inicia un proceso de desindustrialización que afecta a la ISI (industrialización por sustitución de importaciones) y resulta funcional al disciplinamiento social emprendido sobre el conjunto de la sociedad y, en particular sobre los trabajadores/as industriales, en el marco del Terrorismo de Estado.[9]

Estas políticas tienen como consecuencias la apertura a las importaciones, quedando el desarrollo industrial subordinado al pago de los compromisos financieros que emanan del endeudamiento externo. El gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989), ante la situación descripta anteriormente, se encuentra muy condicionado en términos económicos debido a la herencia recibida de la dictadura, llegando al punto de no poder sostener la finalización de su gobierno debido al proceso de hiperinflación, el descontento social y la postura intransigente de la oposición.

El primer gobierno del peronista Carlos Saúl Menem (1989-1994) promueve un plan económico de carácter liberal/conservador asentado en la promoción de la apertura económica -alejándose de esa forma de los principios sociales del peronismo-, combinando el auge del consumo producido por el ingreso de capitales extranjeros y el aumento de la deuda externa. En un primer momento el freno a la inflación y el auge del consumo generó cierta expectativa en la sociedad, pero el proyecto neoliberal del menemismo traía asociado profundas transformaciones que calarían muy hondo en la sociedad argentina.

La caída del muro de Berlín y del bloque soviético, el avance del desarrollo tecnológico y el aumento del flujo de capitales especulativos da vía libre a los EE.UU e Inglaterra (de la mano de Ronald Reagan y Margaret Thatcher), a impulsar una política de reducción del gasto estatal (gasto público) y el freno redistribucionista con el claro objetivo de favorecer las ganancias de los sectores del empresariado financiero; esto es un elemento central en esta etapa de política económica del capitalismo. El crecimiento y movilidad del capital financiero será el componente central de la globalización neoliberal condicionando de esta forma el accionar de los gobiernos latinoamericanos. La forma que adopta el estado neoliberal en esta etapa se caracteriza por la reducción del accionar intervencionista del Estado y el achicamiento del mismo partiendo de la óptica de que el estado es un aparato que, lejos de impulsar el desarrollo, lo obstruye y lo frena.[10]

Partiendo de este nudo ideológico la década del 90 y, sobre todo los gobiernos de Carlos Menem, se caracterizaron por llevar a delante lo que se denominó “la reforma estructural del Estado”. Según palabras del ex Ministro de Obras Públicas, Roberto Dromi, “nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado”.[11] Esta reforma tiene como objeto la venta y privatización de las empresas públicas y con ello, la reducción del número de empleados del Estado mediante el mecanismo del retiro voluntario o bien por el cierre de dependencias estatales. También el desmantelamiento de las políticas públicas del Estado se lleva adelante por medio de la reducción del gasto público en vivienda, salud, educación y seguridad social realizando reformas estructurales que alinean a la argentina con las políticas emanadas del denominado consenso de Washington.

Esta política afecta notablemente a muchas de las regiones productivas de nuestro país y, en particular, a aquellas que no se encuentran el área central de concentración de la producción exportable como lo es la zona centro y de la pampa húmeda. La retracción económica que sufren las regiones productivas obliga a muchos productores a tener que deshacerse de sus tierras debido a los bajos precios que reciben por sus productos, a los altos costos de producción y a la concentración de la tierra. En este contexto de crisis de las economías regionales se van construyendo núcleos de resistencia a las políticas neoliberales y el Alto valle de Rio Negro y Neuquén no es la excepción en este sentido.

Los núcleos de resistencia se fueron constituyendo a partir de los movimientos sociales de mujeres, pueblos originarios, desocupados, etc. que no solamente cuestionaban las políticas neoliberales sino también el sistema de partidos. El caso que nos ocupa se encuentra relacionado con la lucha de las mujeres en la región frutícola del Alto Valle y, en particular con las mujeres chacareras organizadas en el Movimiento de Mujeres en Lucha de Río Negro (en adelante MMLRN).

Como decíamos en párrafos anteriores las políticas económicas neoliberales afectaron a las economías regionales y, en particular a aquellas en las cuales sus producciones se encontraban vinculadas al comercio internacional. En nuestra región, el Alto Valle del Río Negro y Neuquén, la fruticultura fue uno de los motores de la economía regional desde principios del s. XX teniendo su auge en la década de 1960. Este auge comenzó a declinar a “partir de los años ’80 cuando los sectores chacareros[12] pierden progresivamente su protagonismo histórico y su posición de fuerza en el circuito y se articulan subordinadamente al sector industrial o desaparecen ante la imposibilidad de contrarrestar los efectos de la concentración económica de grandes empresas, con creciente participación de capitales transnacionales”.[13]

En este contexto el conflicto social comienza a profundizarse. La retracción económica y el avance de la concentración de la tierra en manos de las grandes empresas frutícolas, hacen que los/as chacareros/as comiencen a sentir la presión que llevan adelante las entidades bancarias con las ejecuciones hipotecarias de las chacras como forma de cobrar los créditos que los/as productores/as no pueden pagar.

Es a partir de estas situaciones aparece en escena, en el año 1999, una nueva actora social que se extiende desde la provincia de La Pampa, Buenos Aires, Santa Fe, Formosa hasta la provincia de Río Negro y Neuquén y, se lo reconoce como el Movimiento de Mujeres en Lucha (MML). El caso de nuestra región el origen del MMLRN se encuentra vinculado a la necesidad de evitar los remates de las chacras y con ello defender la unidad de producción que desde hace años viene sosteniendo la economía familiar. Como sostiene Alicia González: “Son en general chacareras -jefas de una explotación o esposas de chacareros-, con más de cincuenta años de edad, que viven en sus chacras, con parcelas de entre 10 y 20 ha. Asumen un papel protagónico en la defensa de sus propiedades endeudadas, función que tradicionalmente es asignado a los varones. Si bien algunas tienen cierta trayectoria en cargos directivos o militancia política, la mayoría de ellas no ha participado activamente hasta ese momento en acciones políticas o sociales”.[14]

Es interesante pensar que el MMLRN irrumpe en la escena pública a partir de enfrentar un hecho que para “el chacarero”, para el hombre, era un asunto de la escena privada, de lo íntimo y de lo doméstico, de lo que sólo “se habla en casa” y que se resuelve en “la familia”. El hecho de ser mujeres las que hacen público las condiciones de producción, el endeudamiento y los remates, las ubica en un papel de actoras sociales que van construyendo una identidad propia que comienza a surgir en la lucha contra el neoliberalismo y por la defensa de sus propiedades. Esta identidad no sólo se construye en relación a la resistencia de un modelo económico sino también en relación a confrontar con los mandatos sociales que las ubicaba hacia el interior de la casa y de la chacra. No se plantea como un movimiento de mujeres feminista pero sí toma, de los Encuentros Nacionales de Mujeres, formas organizativas que lo hacen más horizontal en sus decisiones.

Las mujeres en lucha ocupan un lugar protagónico en la década del 90 en la región. Aparecen como dijimos anteriormente en la escena pública en momento de crisis profunda del sector frutícola. En este sentido es interesante retomar uno de los aspectos que aporta Joan Scott para analizar desde la historia, las relaciones sociales que distinguen los sexos y, que se encuentra con las nociones políticas y, referencias a instituciones y organizaciones. En este sentido una de las líneas de trabajo que se puede se encuentra relacionada con la prensa escrita y, en particular cuál es el tratamiento que le otorga al MMLRN. Este es un punto muy interesante, ya que en términos generales los diarios de la época hablan de “los productores” como sujeto social que intervienen en detener los remates hipotecarios… “Un grupo de productores, junto a legisladores y Mujeres en Lucha cantaron el himno y evitaron que el martillero público reciba las ofertas”[15], al mismo tiempo son los “grupo(s) de productores en cada sucursal del Banco Nación de la región le dieron el marco al reclamo que ayer pusieron en marcha y que busca que la entidad revise las deudas que mantiene el sector”.[16] En estos casos la mirada sobre las mujeres es una mirada que las coloca en un segundo plano, subordinada a las acciones de “los chacareros o productores”, cuando en realidad fueron ellas las que pusieron el cuerpo ante la investida judicial en defensa de la fuente de producción y trabajo. En la prensa ellas no son las protagonistas centrales de los reclamos, no son consideradas productoras sino que son las que acompañan a los productores en sus reclamos.

A medida que el MMLRN fue cobrando cierta autonomía la prensa las fue mencionando pero en ningún momento les otorga el rol de productoras sino construye una mirada subjetiva respecto del papel que ocupan en relación a la producción y a la defensa de la tierra. Sí existe desde el propio MMLRN una mirada que se encuentra anclada a la producción y a la tierra, muchas de ellas se hacen cargo de su origen de productoras y su relación con la producción de la fruticultura en el Alto Valle y, así lo hacen notar en las presentaciones de proyectos a los municipios de la región, “nosotras, las mujeres chacareras comprometidas con el campo y con el futuro de nuestros hijos y del país, queremos desde lo más cercano, el municipio, generar políticas de cambio y por eso es necesario un espacio desde lo gubernamental para lograrlo” y, así poder “(…) elaborar políticas basadas en una agricultura campesina y familiar y en una soberanía alimentaria que priorice la producción local para mercados locales y nacionales”.[17]

De esta manera las mujeres organizadas en el MMLRN van construyendo una identidad en la lucha que es paralela a la de los productores hombres que tiene una impronta propia de la mujer chacarera y poniendo de manifiesto una redefinición de las relaciones de poder: las relaciones de género. Pasar a formar parte de la escena pública pone en tensión lo simbólico y las representaciones construidas alrededor de las productoras del MMLRN. Lucy de Cornelis, fundadora del movimiento MML de La Pampa, afirma categóricamente que: “Los dirigentes rurales nos odian, nos odian los hombres, nos tienen un desprecio. El otro día me invitaron a Coninagro, Federación Agraria, y entonces la gente empezó a gritar: ’que hable Lucy, que hable Lucy’ y ‘¿a dónde pararon el remate ustedes?, ¡caraduras!’. Y el tipo, entonces me tuvo que nombrar, lo que había hecho yo: ‘cómo Lucy que tuvo salir un día a defender, que tendría que estar hoy en su casa’ los productores nos odian”.[18] Relato que pone de manifiesto las tensiones existentes entre los y las chacareras, protagonistas de las luchas contra el neoliberalismo en la región.

El camino de la construcción de la identidad y las tensiones que esta provoca entre las relaciones de género es un camino muy interesante para pensar en el desarrollo de una historia regional que incluya las acciones y protagonismo de las mujeres. Un caso que pone en evidencia modos y prácticas diferentes de defender derechos, torcer decisiones políticas y resguardar la producción, el trabajo y la dignidad.

 

Puntos para seguir pensando

 

Como anticipáramos, la historia regional desde la perspectiva que sostenemos no está presente en la enseñanza y escasamente se la aborda en la formación del profesorado[19] y la perspectiva de género, si bien se adopta -en algunos casos- como enfoque, no es objeto de formación ni estudio. Consideramos que la historia regional y el género como perspectivas teóricas deberían ocupar un lugar central en la formación tanto del profesorado como en la escuela, ello aventuraría construcciones metodológicas para abordarla desde enfoques didácticos sólidos, fundamentados y renovados en la enseñanza.

La región entendida como un espacio construido socialmente, de carácter indeterminado y dinámico habilita a la configuración de tiempos y espacios que no son contemplados en los relatos de la historia de corte nacional. Se trata de una perspectiva que considera la complejidad de los procesos sociohistórico y territoriales en simultaneidad, entretejiendo un entramado de una nueva racionalidad que incorpore otros relatos, otras fuentes, otros/as protagonistas y otras escalas espaciales y temporales.

Consideramos que partir del estudio de caso, como estrategia de enseñanza, posibilita establecer relaciones temporales y espaciales distintas a las tradicionales. El caso MMLRN entrama una complejidad que puede abordarse desde conceptos claves tales como: conflictos sociales candentes, producción, identidad, participación política, espacio público, desterritorialización y reterritorialización, simultaneidad, cambios y permanencias, entre otros que sean oportunos para desarmar la trama de los conflictos epocales.

 

En perspectiva de complejizar el estudio y la enseñanza de la historia regional, desde la perspectiva de género, pueden seleccionarse otros casos y establecer comparaciones (diacrónicas/sincrónicas) de manera que se visibilice el protagonismo de los/as otros/as ausentes en los relatos históricos, se puedan construir otras periodizaciones y establecer relaciones multicausal, atentos a la simultaneidad de los fenómenos sociales en diversos espacios. Sostenemos que identificar un problema es una de las estrategias didáctica más potentes para problematizar la dinámica de la realidad social, en la medida que ofrezca oportunidades de preguntarse más que buscar respuestas ya construidas.

 

Bibliografía

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Recepción: 01/09/2018

Evaluado: 06/11/2018

Versión Final: 13/11/2018

 

 

 



(*) Profesor en Historia, Especialista en Investigación Educativa, Magister en Investigación en Didáctica de las Ciencias Sociales y Doctor en Didáctica de las Ciencias Sociales. Profesor Regular Adjunto en el área de la didáctica de las ciencias sociales, Profesorado en Historia de la Facultad de Humanidades y en el Profesorado en Educación Inicial en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Comahue. Argentina. E-mail: mianjara@gmail.com

(**) Profesor en Historia y Especialista en Didáctica de las Ciencias Sociales -mención Historia- por la Universidad Nacional del Comahue. Docente de escuelas medias de Río Negro y Neuquén. Docente del ISFD Nº5 “Maestro Carlos Fuentealba”, Plottier, Neuquén, y del IFDC General Roca-Fiske Menuco, Río Negro. Argentina. E-mail: diego.arangue@gmail.com

[1] BOHN MARTINS, Maria Cristina; “A história regional e a historiograa Argentina: entrevista com Susana Bandieri”; en História Unisinos, N° 13, 1; 2009, p. 98.

[2] GUATTARI, Féliz y ROLNIK, Suely; Micropolítica. Cartografías del deseo. Traficantes de Sueños, Madrid, 2006, p. 372.

[3] BOHN MARTINS, M. C.; “A história regional..., op. cit., p. 99.

[4] Historiadora Feminista norteamericana.

[5] Para ampliar sobre la temática se puede consultar el trabajo de ARANGUE, Diego; “La historia reciente presente desde la perspectiva de género en la formación del profesorado”. En: JARA, Miguel Ángel y FUNES, Graciela (Comp.) Didáctica de las ciencias sociales en la formación del profesorado: perspectivas y enfoques actuales. UNCo. Cipolletti, 2016.

[6] Citada por DI PEGO, Anabella; “Pensando el espacio público desde Hannah Arendt. Un diálogo con las perspectivas feministas”, en Question, N° 1, 11; 2006, p. 2.

[7] Idem.

[8] SCOTT, Joan; “El género: Una categoría útil para el análisis histórico”. En: LAMAS, Marta (compiladora) El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. PUEG, México, 1996.

[9] SIRLIN, Ezequiel; “La última dictadura: genocidio, desindustrialización y recurso de la guerra (1976-1983)”. En: DE LUQUE, Susana y otros; Pasados presentes: política, economía y conflicto social en la historia argentina contemporánea. Dialektik Editora. Buenos Aires, 2008, p. 369.

[10] FILADORO, Ariel; “Los noventa: del éxito al fracaso… ¿de quién?” En: DE LUQUE, Susana y otros; Pasados presentes: política, economía y conflicto social en la historia argentina contemporánea. Dialektik Editora, Buenos Aires, 2008, p.467.

[11]Conferencia de prensa realizada por el presidente Carlos Menem y el ministro Roberto Dromi. Disponible en: <https://www.youtube.com/watch?v=aGQ5itDWnJI>. [Consulta: 05/08/2018].

[12] Se denomina chacarero a un productor familiar que en las etapas iniciales de la explotación frutícola se constituyó́ en la fuerza de trabajo necesaria para el desarrollo y expansión de su unidad productiva -chacra- y, a la vez en el actor social y político “protagónico”. “La consideración de los chacareros como productores familiares... corresponde al tipo farmer que incorpora trabajo asalariado –no familiar- en las unidades de producción”. BARBOSA CAVALCANTI, Josefa y SALETE BENDINI, Mónica; “Hacia una configuración de trabajadores agrarios en la fruticultura de exportación de Brasil y Argentina”. En: GIARRACA, Norma (compiladora) ¿Una nueva ruralidad en América Latina? CLACSO, Buenos Aires, 2001, p. 341.

[13] GONZÁLEZ, Alicia; “Mujeres productoras y representaciones sociales. Movimiento de mujeres en lucha de Río Negro y Neuquén”, en Pilquen, Sección Ciencias Sociales, Nº 11; 2009, p. 2.

[14] Idem, p. 3.

[15] Disponible en: <https://www.rionegro.com.ar/region/volvieron-a-impedir-el-remate-de-chacras-en-rio-colorado-BQRN_455589>. [Consulta: 01/08/2018].

[16] Disponible en: <https://www.rionegro.com.ar/region/de-la-chacra-a-las-puertas-del-bna-GKHRN010808190810191>. [Consulta: 01/08/2018].

[17] Disponible en: <https://www.rionegro.com.ar/region/planteo-de-mujeres-en-lucha-de-roca-DWHRN0502261726403[Consulta: 01/08/2018].

[18]Arrizabalaga, Dolores. “«Los dirigentes rurales nos odian»: más de 20 años del Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha”. Disponible en: <http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/07/08/los-dirigentes-rurales-nos-odian-mas-de-20-anos-del-movimiento-de-mujeres-agropecuarias-en-lucha/>. [Consulta: 03/08/2018].

[19] En el marco de un plan de estudios de 29 asignaturas, la historia regional es una asignatura optativa (Plan de estudios del profesorado en historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Comahue).