El movimiento estudiantil universitario santafesino en
los '60.
Espacios, redes, discursos y prácticas sociales
Nélida
Diburzi y Natalia Vega(*)
El presente
artículo se inscribe en una investigación más amplia que tiene por objetivo
indagar las posibles relaciones entre el movimiento estudiantil universitario
santafesino de la segunda mitad de los años sesenta y las organizaciones
político-militares que se gestaron en esa época. En esta instancia se analizan
las redes y espacios sociales que posibilitaron la construcción de sentimientos
de solidaridad y pertenencia y, de esa manera, favorecieron la organización y
movilización del estudiantado universitario en aquellos años.
La
pertinencia de este camino de indagación en relación al objetivo más amplio
arriba planteado viene dada por el supuesto que es factible que los vínculos
establecidos en un determinado momento faciliten nuevos tipos de acción y
organización colectivas en contextos diferentes. Organizaciones e individuos
que han desarrollado contactos a través de la participación común en un
movimiento determinado pueden más tarde utilizar estos lazos para promover
iniciativas reconducibles a otros tipos de movimientos[1].
Por otra
parte, como sostiene Laraña, esas redes y espacios sociales funcionan como
laboratorios para el desarrollo de nuevos códigos de comportamiento y
significación; en ellos se gestan otras formas de relación interpersonal y
estructuras de sentido, que pueden conducir a cuestionar lo instituido y llegar
a alcanzar un carácter alternativo, instituyente[2].
Por ello consideramos que un análisis de los discursos y las prácticas
construidos y sostenidos en el marco de esos espacios y redes sociales
estudiantiles, puede echar luz sobre las trayectorias y los caminos de pasaje
de ese tipo de militancia a otras, entre ellas, la insurgente.
Si
atendemos a su dimensión reticular, los movimientos sociales pueden ser
entendidos como un conjunto de redes de interacción informales entre una
pluralidad de individuos, grupos y organizaciones comprometidas en conflictos
de naturaleza política o cultural, sobre la base de una específica identidad
colectiva[3].
Asumiendo esta perspectiva analítica, en el presente trabajo se analizan los
espacios sociales, grupos y organizaciones que conformaban en la segunda mitad
de la década del sesenta ese conjunto de redes de interacción que constituía el
movimiento estudiantil universitario en la ciudad de Santa Fe. Esas redes son
un producto momentáneo, una configuración provisional de relaciones que
condicionan los desarrollos sucesivos de la acción colectiva y que se
reconstruye a partir de dicha acción; por lo tanto también se indaga en las
reconfiguraciones que amplían, reducen, segmentan y reagrupan las relaciones y
vínculos de los miembros del estudiantado movilizado alterando los aliados
potenciales, los interlocutores válidos, los oponentes e incluso las
motivaciones individuales y colectivas de la acción, así como también las
estructuras de sentido con las que se significa la realidad y el propio
accionar.[4]
Es a partir
de un trabajo anterior que analiza un conflicto estudiantil en la Facultad de
Ingeniería Química (FIQ) en el año 1965[5]
que pudimos realizar una primera reconstrucción de las redes y grupos que
interactuaban y se movilizaban en el ámbito estudiantil por aquel entonces, así
como también el centro de sus demandas y objetivos.[6]
Para esa
fecha, en la FIQ podemos distinguir dos ámbitos predominantes. Por un lado
aquel del que participaban los grupos estudiantiles de orientación católica,
nucleados mayoritariamente en torno al Ateneo Universitario – con más peso -, y
por otro, uno más “liberal”[7]
que aunaba a estudiantes de distintas filiaciones políticas, cuyo nexo era su
común participación en el Centro de Estudiantes de Ingeniería Química (CEIQ). A
partir del análisis de la dinámica del conflicto pudimos reconstruir los lazos
que unieron a estas agrupaciones entre sí y con otras de la misma facultad,
como también con la mayoría de los estudiantes de esa institución que dieron
una masiva respuesta positiva a las convocatorias y movilizaciones. También se
hicieron evidentes los vínculos con estudiantes y agrupaciones de otras
facultades de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) - brindaron su apoyo
los estudiantes del Instituto del Profesorado Básico, de la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales, e incluso esporádicamente hubo una protesta que
acercó a un grupo que firmaba como Juventud Universitaria Peronista (JUP);
además se vincularon con otros actores sociales – CGT local, partidos
políticos, Profesionales Egresados del Litoral (PEL)-[8].
El CEIQ se
constituía como el eje de uno de esos ámbitos arriba mencionados; espacio de
relaciones con peculiares características, uno de los elementos más distintivos
era su vocación laica, no confesional. En él participaban estudiantes con
orientación socialista, comunista y también radical. Al decir de uno de los
entrevistados, tenían un planteo de unidad, en donde las energías estaban
puestas en la competencia con el Ateneo y no en disputas internas. Formaba
parte de redes sociales densas e incluso -a diferencia del otro espacio- se
articulaba orgánicamente a nivel nacional ya que era miembro de la Federación Universitaria
Argentina (FUA).
En el
ámbito de orientación católica[9]
una de las instituciones más representativas era el Colegio Mayor Universitario
(CMU), que se constituyó para esta época en una estructura que facilitaba
recursos organizativos, nexos, y en la cual circulaban discursos habilitantes
para la acción colectiva estudiantil. El mismo, según uno de los entrevistados[10],
era dirigido por un sacerdote - rector designado por el arzobispado y una
especie de consejo de dirección. Pertenecían al CMU varias residencias
estudiantiles que –separadamente- albergaban tanto varones como mujeres. Cada
una de ellas tenía un encargado de casa, de comedor, es decir, existían tareas
distribuidas entre los residentes. Otro entrevistado dice que éste se presentaba
como una opción “comunitaria”. A partir de la convivencia diaria, los vínculos
entre sus miembros se volvían más sólidos, desarrollándose importantes lazos
afectivos entre ellos que en buena parte compensaban la dilución del vínculo
con la familia; lazos que fueron un fuerte estímulo para la participación en
acciones colectivas. Al respecto uno de los actores manifiesta: “Lo que pasa es
que esta organización, que todavía sigue, digamos, tiene las circunstancias de
vida, de convivencia; hay 12 o 15 que viven en una casa todo el día y es
bastante natural que cuando hay cierta organización, esos 5 o 6 de esos se
reúnan por ahí a analizar un tema, además de chacotear todo el día, más cuando
se estaba comprometido, y que en ese momento la realidad obligaba a
comprometerse.” “Entonces esta institución que siempre... comprometida, porque
nació comprometida, pero con la iglesia ¿nocierto?, con los jóvenes, y después
se fue comprometiendo más... y la posición era... no como institución, porque
acá el hombre vivía libremente, pero los que estaban adentro era medio que sí o
sí tomábamos una posición, o sea... Y bueno como acá los dirigentes que
conocíamos, que veíamos que eran buena gente, incluso era buen estudiante,
mucha gente se adhería, ¿no cierto?...” ”...los dirigentes de nuestra época
eran casi los mejores estudiantes, en su momento. Entonces no tenías mucho a
dónde ir, te convocaban…”
Con
respecto a los discursos que circularon en este ámbito se reconoce la
influencia del Concilio Vaticano II y poco después la de las Conferencias
Episcopales de Puebla y Medellín. Al decir de Donatello[11]
los cambios institucionales que se dieron a partir de la década del sesenta en
el catolicismo posibilitaron las bases éticas para distintos movimientos
sociales que intentaban luchar por un cambio social radical. Los estudiantes
serán habilitados a participar desde un discurso cristiano que irá poniendo el
acento cada vez más en la reflexión - acción, en el compromiso con el cambio
social y en la opción por los pobres. Un entrevistado que residió en el Colegio
manifiesta que él llega al cuestionamiento social por el tema religioso y que
lo religioso “...entendiéndolo seriamente lleva al compromiso social, al
primero que está al lado y luego a todos los que están al lado; y de todos los
que están al lado, los más necesitados.” Y también dice que al entrar al
Colegio “...las charlas en general sí, tenían una dimensión de lo social.”
Advertimos
el rol de los sacerdotes católicos que como consejeros, orientadores,
organizadores, canales de circulación del discurso postconciliar, se
constituyeron en actores relevantes en la configuración de redes sociales en el
ámbito cristiano.
Muy
vinculado a la estructura del Colegio Mayor estaba el Ateneo Universitario,
agrupación estudiantil que nucleaba a estudiantes de las distintas facultades
de la UNL y que por lo mismo generaba una amplia red de interrelaciones y un
importante canal de comunicación del estudiantado santafesino. Uno de los
entrevistados alude a esta vinculación
“...teníamos charlas en el Colegio de miembros del Ateneo Universitario,
que nos invitaban a participar en la acción que yo no participaba... en
principio no participaba, solamente estaba en la parte de, sí, de acción
religiosa, evangelización.” Preguntado acerca de si había ateneístas en el
Colegio responde “Sí, había ateneístas, incluso había compañeros míos que ya
entraron conmigo al Colegio (esto fue en el año 1965) y ya, ya, ya... se
interesaban.” Y otro dice “...el Ateneo se nutría de la gente... digamos,
estaba, había una simbiosis bastante importante con la gente del Colegio...”
Con
respecto a los vínculos del Ateneo con la Iglesia resulta significativo que un
residente del Colegio, y a la vez ateneísta, interrogado acerca de ellos
exprese “...sí, no a la iglesia oficial, digamos, pero incluso el grupo
dirigente celebraba misas, me acuerdo, los domingos... con un sacerdote que nos
orientaba... gente también que yo no la conocía mucho, pero también había
proveniente de la Acción Católica, o católicos... algunos ligados a la
Democracia Cristiana.”
En el
ámbito cristiano se multiplicaban los vínculos, las relaciones y los contactos
entre individuos y grupos; este ámbito se constituía en un articulador de redes
sociales densas de las que participaba un número importante del estudiantado
universitario de la ciudad de Santa Fe. A partir de la reconstrucción y el
análisis de las trayectorias individuales de nuestros entrevistados podemos
identificar pertenencias dobles así como también casos de pasaje de un grupo u
organización a otro, siempre manteniéndose dentro de ese ámbito cristiano. Por
ejemplo, pertenecer a la juventud de la Democracia Cristiana y a la vez
participar del movimiento estudiantil de la Universidad Católica; iniciarse en
prácticas de catequesis barrial en el marco de la Acción Católica, pasando
luego a la acción estudiantil reivindicativa desde la pertenencia al Ateneo;
comenzar en grupos juveniles católicos que realizaban tareas sociales en
barrios marginales y continuar, también desde el Ateneo, en el movimiento
estudiantil. Más tarde, en estos tres casos, se llegará a la opción por el
peronismo. Estas trayectorias nos revelan elecciones comunes, aunque lo que las
motive muestre diferencias.
El análisis
de las trayectorias nos permite, además, ver cómo las decisiones de los actores
con respecto a con quiénes entablar relaciones de cooperación y de intercambio,
o bien de oposición y conflicto estructuran, en alguna medida, las redes de las
que esos actores forman parte[12].
Observamos por ende que las redes sociales no sólo son precondición de la
acción, sino también producto de múltiples elecciones individuales y colectivas
de actores movilizados.
Las redes
tejidas en esos ámbitos diferenciados – el cristiano y el no confesional -
confluían en una multiplicidad de lugares físicos, relaciones y actividades
comunes: aulas, residencias estudiantiles de la Universidad, el comedor
universitario – lugar privilegiado de reunión, discusión y vinculación-, bares,
asambleas estudiantiles, espectáculos, bailes, conferencias, que posibilitaron
un sentimiento de pertenencia común, una identidad estudiantil. Identidad que
se verá reforzada durante los largos meses del “Conflicto en Química”, en el
cual vemos involucrarse a agrupaciones de diferentes facultades de la UNL que
logran el apoyo de actores extrauniversitarios.
Si la elección de con quienes
aliarse estructura las redes, también lo hace la de los oponentes. Entonces
importa ver a quienes las agrupaciones estudiantiles visualizaban como
adversarios. Para el momento, lo fueron los profesores, las autoridades
universitarias, también la policía a la que en ocasiones éstas recurrían y en
última instancia, por las significaciones que construye el estudiantado, el
enemigo es el imperialismo y todo lo que lo encarne. El ataque al plan de
estudios vigente se hacía porque alargaba la carrera, porque había materias que
operaban como examen de ingreso encubierto, porque el régimen de enseñanza
presentaba falencias (hasta aquí no diferirían demasiado de las tradicionales
demandas o reivindicaciones gremiales estudiantiles) pero el plan de estudios
era cuestionado fundamentalmente porque no preparaba profesionales acordes a
las “reales necesidades del país” y porque el tiempo que demandaba el estudio
dificultaba conocer y conectarse con la realidad social; en definitiva porque
era “cientificista” y como tal aparecía ligado a los intereses extranjeros,
norteamericanos en particular, resultando así la expresión en la universidad
del “imperialismo yanqui”. Los oponentes de “carne y hueso", las autoridades
y los docentes, se veían entonces como funcionales al imperialismo. A partir
del golpe militar de 1966 la encarnación de ese imperialismo en el imaginario
estudiantil serán prioritariamente las Fuerzas Armadas “...no solamente el
antiimperialismo en contra de los yankis, sino también contra de la guardia
pretoriana; o sea el tema del ejército, el de la guardia pretoriana del
imperialismo...”. En esta afirmación de uno de los entrevistados se vislumbra
el desplazamiento del eje del conflicto y de los oponentes; a la vez, esa
apelación a la lucha antiimperialista les permitió significar las pasadas
acciones colectivas con las nuevas desde una perspectiva de continuidad.
Consideramos que el 66 fue un punto
de inflexión para el movimiento estudiantil observable también en los cambios
en la configuración de las redes, en las prácticas y en los discursos. Un caso
que ilustra algunos aspectos de esta reconfiguración es la huelga de hambre de
los estudiantes de la Universidad Católica de Santa Fe en 1968. Uno de los
entrevistados participantes en ella reconoce una influencia de una huelga
similar en Córdoba[13].
Este conflicto se inició a raíz del aumento de los aranceles y de una
imposición de reinscripción que obligaba a aceptar condiciones impuestas por la
Universidad. Como lo expresa el mismo entrevistado, “...dentro de las
reivindicaciones las dos primeras eran universitarias: que se quite el arancel,
que renuncie la doctora Serra y las
otras ocho eran de todo, ¿viste?. En contra del imperialismo, hasta que no
caiga el capitalismo...”. El lugar elegido para permanecer durante el conflicto
había sido la Iglesia de los padres jesuitas; al ser desalojados- incluso con
intervención policial- fue el Colegio Mayor Universitario, en la figura del
padre Leyendeker, quien albergó en una de las residencias a los huelguistas.
Allí asistieron en muestra de apoyo “...estudiantes, gremios, políticos, de
todo hubo.”[14] Resulta interesante para
ver la posible articulación de redes más amplias, la participación en el
conflicto del padre Paoli (mencionada por Donatello[15])
quien fuera precursor de la Juventud Demócrata Cristiana en Santa Fe y
organizador de una cooperativa de hacheros - Fortín Olmos- en el norte de la
provincia.
El conflicto intensificó los
vínculos entre el estudiantado de las distintas facultades de la Universidad
Católica que, además, se va a relacionar con el de la Universidad estatal.
Estas reconfiguraciones de las redes se ponen de manifiesto en prácticas
características de la época, en particular, los actos relámpago. “Mirá nosotros
teníamos, te decía yo, articulación con la, de la Católica con Ateneo, entonces
lo que llamábamos en esa época los actos relámpagos... eran aparecer de pronto
en un lado. Entonces, a nosotros nos llamaban en la Católica, a la Católica nos
llamaban y juntábamos todo lo que podíamos... por ejemplo a las tres
exactamente a las tres de la tarde nos encontramos en Don Bosco, en la curva de
Don Bosco. Entonces, a las tres menos cuarto, de a dos, tipo pareja, tipo
suelto, caminamos por los alrededores ¿nocierto?. Cosa de no levantar la
sospecha a las tres de la tarde; se escuchaba un petardo y todos corríamos,
hacíamos un acto ahí muy rápido antes que llegara la cana.” Y con respecto a
los objetivos “...en contra de la dictadura, evidentemente, políticos totales.
Yo te digo que nos han pegado muchos cagazos, la cosa se iba poniendo más
espesa.”
A partir de los dichos de este
entrevistado se puede observar la clandestinización de la acción colectiva
debido a la clausura del espacio político democrático; se da un cambio en la
estructura de oportunidades políticas. Advertimos que a pesar de que ese cambio
eleva los costes de la acción estudiantil, ésta se sostiene e incluso se
intensifica durante el período dictatorial lo cual nos lleva a relativizar la
noción de que “los movimientos sociales se forman - o intensifican su accionar-
cuando lo ciudadanos corrientes, a veces animados por líderes, responden a cambios
en las oportunidades que reducen los costes de la acción colectiva, descubren
aliados potenciales y muestran en qué son vulnerables las elites y las
autoridades”[16]
El cambio en la estructura de
oportunidades políticas va a conducir a modificaciones en los repertorios de
acción y discursivos. Así como los actos relámpago, otras innovaciones son
observables: el enfrentamiento directo con la policía se torna más abierto y
frecuente, desarrollándose estrategias adecuadas para ello - uso de bolitas
para reducir la operatividad de la caballería y de bombas molotov como recurso
de “autodefensa”[17]-; la confidencialidad en
la circulación de la información; la clandestinización de las reuniones. En el
plano discursivo la legitimación de la violencia como medio de acceso al poder
es uno de los elementos más significativos. La legitimación de la violencia no
se inicia con el golpe sino que ya podíamos advertirla en el año 1965 durante
el Conflicto en Química.[18]
Lo que se va abriendo camino progresivamente en el seno de las agrupaciones
estudiantiles es la discusión en torno a la lucha armada con el fin de tomar el
poder del Estado y operar desde él el cambio social. Y esto será tanto en las
agrupaciones provenientes del ámbito cristiano como en aquellas que se van
constituyendo de clara filiación marxista.[19]
Es notorio, también, que tanto unas como otras, pese a nutrirse de corrientes
de pensamiento distintas, coincidan en ciertas concepciones como por ejemplo la
de una sociedad y un hombre nuevos, lo que implicaba para ambas, la
construcción del socialismo.
Son
recurrentes las referencias de
los entrevistados a las experiencias revolucionarias y progresistas en
el plano
internacional: “...nosotros soñábamos que, con la
toma del poder, no sólo que
soñábamos sino que pensábamos que sabíamos
lo que íbamos a hacer con el poder
en ese momento... Claro que lo que pasa es que si vos te ubicás
en el tiempo
histórico, en la década del ‘60, ‘70,
tenías... en África, no sé, había veinte
socialismos distintos; veníamos del ‘68 de Francia que
era, no había que pedir
lo importante sino lo imposible, acá en América Latina
teníamos... a Velasco
Alvarado en Perú... después estuvo Allende en Chile,
bueno Castro en Cuba...”; “...teníamos el cura guerrillero... Camilo
Torres, Camilo Torres. Teníamos la experiencia del Che Guevara, yo por ejemplo
cuando estaba en la escuela de Guadalupe y hacíamos campamentos con los chicos
más grandes leíamos el diario del Che Guevara. Un poco para ver la experiencia
de un guerrillero. Estaba todo efervescente, entonces hubo gente por ahí que
optó por la guerrilla ¿no? Y gente que no optó por la guerrilla.”; “No se
olviden que en esa época en el mundo existía un campo socialista que con todas
las contradicciones que podía haber tenido, existía y además estaba en
avance... y que nosotros estábamos en ese camino, ese era el pensamiento que
había... que impulsaba mucho a la acción porque era sumamente optimista ¿no es
cierto?.” En alguna medida estas referencias, en el plano discursivo, estarían
operando como legitimantes de la opción revolucionaria; como plantea Tcach[20],
factores derivados del contexto internacional, contribuían a reforzar el
prestigio de las opciones violentas.
La lucha armada es justificada
también por razones estratégicas; un entrevistado refiere a discusiones en
torno a esto: “Miren la cosa es muy simple; en la toma del poder los que tienen
el poder están armados, nosotros que pretendemos tomar el poder si no nos
armamos nunca vamos a poder tomar el poder. De ahí que si nosotros queremos tomar
el poder debemos organizarnos militarmente.” Otro expresa “Esos tres gobiernos
militares que fueron del ‘66 prácticamente al ‘73, al 14 de marzo del '73, que
fueron las elecciones fue generando una idea de que generalmente el poder era
muy fuerte, que el poder estaba apoyado por Estados Unidos; incluso Estados
Unidos formaba militar e ideológicamente al poder.... todos esos grupos que
empezaban a tener conciencia que el poder militar había que destruirlo con otro
poder militar...”
Otro de los entrevistados explica la
opción por la lucha armada como generada por la convicción de la endeblez de
las instituciones democráticas y su carácter formal[21].
“Había de alguna manera experiencias, ustedes piensen en el '55 y si uno se
remonta más lejos en el año '30. Pero fundamentalmente en esa época se hablaba
del '55, cuando voltean al peronismo del '55, después cuando lo voltean a
Frondizi, después cuando lo voltean a Illia, o sea, apostar a una salida
electoral y democrática no era... fácil de entender...”. Es interesante
observar la coincidencia con “la lógica del partisano”, hipótesis sobre la
violencia que Tcach[22]
menciona, según la cual las organizaciones armadas de los '70 serían el
corolario de un ciclo de larga duración de subversión institucional iniciado
con el golpe de Uriburu en 1930.
En los términos en que Hilb[23]
diferencia tipos de violencia, la que circula en los discursos analizados se
aproxima a lo que la autora llama violencia instrumental - medio para un fin -.
Lo que nos preguntamos es si la autora está acertada cuando afirma que, salvo
raras excepciones, el fin de la acción violenta de los grupos revolucionarios
no es la restitución de la posibilidad de la política.
La importancia que adquiere en las
motivaciones del accionar estudiantil la resistencia a la dictadura extiende
ese accionar hacia los “frentes” barrial y sindical; esto ampliará las redes de
interacción al intensificar los contactos entre el movimiento estudiantil -
sean sus miembros del signo que fueren- y diversos sindicatos “combativos”,
actores del mundo del trabajo y sectores marginales de la sociedad. Estos
vínculos posibilitarán nuevas acciones: reuniones en locales sindicales, apoyo
activo a huelgas obreras, trabajo social en villas, entre otras. En las
significaciones construidas por el estudiantado, la unidad obrero estudiantil
juega un rol fundamental en pos de la construcción de una nueva sociedad. En el
caso de las agrupaciones estudiantiles que provenían del espacio cristiano,
esta valoración del ámbito obrero y popular ayuda a explicar los pasajes de
muchos actores hacia el peronismo, alimentando la creciente orientación hacia
la izquierda política. Anteriormente señalábamos una trayectoria típica que,
partiendo de algún grupo juvenil católico - Acción Católica, Juventud Demócrata
Cristiana, grupos juveniles de colegios secundarios católicos- lleva a una
participación en el movimiento estudiantil desde el Ateneo Universitario o,
intentando acercarse al mismo, como es el caso de estudiantes de la Universidad
Católica, desemboca, individual, pero también colectivamente, en una activa
militancia en el peronismo.
Para dar cuenta de estos pasajes
también es importante entender al espacio cristiano como estructurante de
concepciones que a la vez que habilitan el tránsito arriba señalado, constriñen
otras opciones. Al preguntarle a un entrevistado residente del CMU, ateneísta y
que reconoce la preeminencia de “lo religioso” en su vida personal, por qué la
opción por el peronismo manifiesta: “Eso viene natural, porque primero, en
general, la base, la base mayoritaria de los jóvenes que yo conocí eran
cristianos, o de la Democracia Cristiana, o de agrupaciones cristianas o de la
Acción Católica. De por sí la educación de esa gente siempre, no es marxista;
es una educación humanista, trascendente, mientras que si vos ubicás la
educación marxista es una educación materialista, no trascendente. ¿Qué pasa?
Cuando esa formación básica y cristiana, humanista, trascendente quiere canalizar
a través de un partido, de alguna manera progresista, no encuentra otra cosa en
esa década que el peronismo... y el grupo juvenil que era progresista, que no
era peronista, era marxista. Entonces no había muchas opciones a dónde ir.
Entonces la que mayor sintonía te daba por más que era hijo de peronista, pero
por ejemplo yo soy hijo de radicales de toda la vida. Es decir, yo en el año
'55, cuando yo tenía 9 años, me acuerdo que dábamos vuelta a la plaza con el
Cristo vence, cuando cayó Perón. Yo me acuerdo de eso porque mis padres me
llevaban.” Y continúa “...el peronismo con sencillas expresiones de izquierda y
de derecha tuvo sus conflictos con la Iglesia, pero nunca tuvo problema en
declararse cristiano y popular...”.
A lo largo del trabajo observamos, a
través del análisis de la configuración y reconfiguración de redes sociales,
cómo se va radicalizando el estudiantado movilizado. Radicalización que se hace
visible en el deslizamiento de los ejes del conflicto, en el desarrollo de
nuevos códigos de comportamiento y significación, en la gestación de otras
formas de relación interpersonal y grupal, en la intensificación de los
vínculos con actores sociales y políticos extrauniversitarios. Crecientemente
lo instituido va siendo cuestionado, emergiendo una contracultura política que
contendrá en su seno los gérmenes de la militancia insurgente.
El movimiento
estudiantil universitario santafesino en los '60. Espacios, redes, discursos y
prácticas sociales
Este artículo analiza las redes y espacios sociales
que posibilitaron la construcción de sentimientos de solidaridad y pertenencia
y, de esa manera, favorecieron la organización y movilización del estudiantado
universitario santafesino en la segunda mitad de los años sesenta.
Entendemos que, además, dichas redes y espacios
funcionaron como laboratorios para el desarrollo de formas de relación
interpersonal y estructuras de sentido que condujeron a cuestionar lo
instituido alcanzando un carácter alternativo, instituyente. Por ello es que
abordamos discursos y prácticas construidos y sostenidos por el estudiantado
movilizado en esos años, tratando de indagar acerca de las trayectorias y
caminos de pasaje de la militancia estudiantil a otras, entre ellas, la
insurgente.
Palabras clave: Movimiento Estudiantil - Redes Sociales - Espacios Sociales -
Construcciones Discursivas - Prácticas Sociales
The university student movement from Santa Fe
province during the 60s. Spaces, networks, speeches and social practices
This paper
analyzes the social networks and spaces which made it possible the construction
of feelings of solidarity and belonging
and, so, favored the organization and demonstration of the university students
from Santa Fe province in the second half of the sixties.
We
understand that these networks and spaces also operated as laboratories for the
development of interpersonal relationships and sense structures which led to
question what had been established, achieving an alternative, institute-like
nature. That is why we deal with speeches and practices built and supported by
the mobilized groups of students during those years, trying to enquiry about
their passage from the student activism to others, being among them the insurgent
movement.
Key words: Student Movement
- Social Networks - Social Spaces – Discursive
Constructions - Social Practices
Notas
(*) Docentes del Departamento de Historia e integrantes del equipo de investigación en el Proyecto CAI+D 2002 “Historia Social y Sociología Histórica: explicandos y modos de argumentación". Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral. Nélida Diburzi - rdroa@fiqus.unl.edu.ar¸ Natalia Vega - nvega@fiqus.unl.edu.ar
[1] DIANI, Mario. “Las redes de los movimientos: una perspectiva de análisis”, EN: IBARRA, Pedro y TEJERINA, Benjamín, eds.; Los movimientos sociales. Transformaciones políticas y cambio cultural. Trotta, Madrid, 1998. p. 247.
[2] SABUCEDO, José; GROSSI, Javier y FERNÁNDEZ, Concepción. “Los movimientos sociales y la creación de un sentido común alternativo”; EN: IBARRA, Pedro y TEJERINA, Benjamín, op. cit. p. 172
[3] DIANI, Mario; op. cit. p. 244.
[4] El trabajo se ha realizado consultado fundamentalmente el diario El Litoral y a través de Entrevistas a siete personas que fueron estudiantes universitarios durante la segunda mitad de la década del sesenta y principios de la del setenta. Cinco de ellos asistieron a la Facultad de Ingeniería Química- UNL, uno al Instituto del Profesorado Básico – UNL y el otro a la Universidad Católica de Santa Fe.
[5] El denominado “Conflicto en Química” que se inicia en el mes de marzo de 1965 enfrentará durante varios meses al estudiantado de esa casa de altos estudios con sus docentes y autoridades. Culminará en el mes de junio con la renuncia masiva de la mayoría de los docentes y jefes de trabajos prácticos.
[6] Cabe destacar que la elección de la FIQ como uno de los ejes fundamentales del análisis no es una decisión arbitraria. La fuerte presencia que muchos de los actores del movimiento estudiantil de esa casa de estudios tendrán en las organizaciones político-militares de fines de la década nos condujo a prestarle central atención atento a nuestro objetivo más amplio: reconstruir los vínculos entre el movimiento estudiantil universitario y esas organizaciones insurreccionales.
[7] Al decir de dos entrevistados.
[8] Vinculación observada en el comunicado de prensa de la CGT, delegación Santa Fe - El Litoral 15 de junio de 1965- y en el comunicado de los Profesionales Egresados del Litoral - El Litoral, 29 de junio de 1965-.
[9] Ámbito que privilegiamos en este trabajo porque en él observamos trayectorias y líneas de pasaje hacia organizaciones político militares, pero también por las limitaciones de las fuentes disponibles al momento.
[10] Este entrevistado era residente del CMU en la época.
[11] DONATELLO, Luis. “Religión y política: las redes sociales del catolicismo post-conciliar y los Montoneros (1966-1973)", EN: Estudios Sociales. Revista universitaria semestral. UNL, Santa Fe, 2003. Año XIII, Nº 24. P.90.
[12] DIANI, Mario, op. cit.
[13] Seguramente la referencia corresponde a la huelga realizada en la parroquia Cristo Obrero, en 1966, contra la intervención de las universidades impuesta por el gobierno de Onganía citada por DONATELLO, Luis, op. cit. p.97.
[14] Al decir del entrevistado que participó de ella.
[15] DONATELLO, Luis, op.cit. p. 95.
[16] TARROW, Sidney. El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Alianza, Madrid, 1997. p. 49.
[17] En estos términos define la utilización de las bombas molotov un entrevistado.
[18] En los comunicados de las agrupaciones estudiantiles leemos: “Nosotros no estamos en contra de la violencia en cuanto esta sea la última instancia de peticiones desoídas, pero sí criticamos la violencia aislada y alejada de los objetivos que nos hemos propuesto" El Litoral, 27 de Abril de 1965. ; un repudio a “...cualquier hecho de violencia aislada... - lo cual- no implica que no fuera utilizada cuando todas las instancias legales estuvieran agotadas." El Litoral, 28 de Abril de 1965.
[19]Advertimos una reconfiguración de aquel ámbito no confesional en el que se inscribía el CEIQ con la aparición de agrupaciones de una “nueva izquierda” entre ellas la Agrupación Resistencia Estudiantil - adherida a la Tendencia Antiimperialista Revolucionaria en el plano nacional- Poder Obrero, entre otras que mencionan los entrevistados.
[20] TCACH, César. “Heterodoxo diccionario de consignas orales” EN: TCACH, César; HILB, Claudia; MORANDINI, Norma y QUIROGA, Hugo. La política en consignas. Memorias de los setenta. Homo Sapiens, Rosario, 2003. pp. 71-72
[21]Aunque en esta cita el entrevistado se refiere al período '73-'76 en el desarrollo de la entrevista podemos advertir que lo hace extensivo a los años '60, en particular a partir del '66.
[22] TCACH, César y otros, op. cit. p. 69.
[23] HILB, Claudia. “La responsabilidad como legado” EN: TCACH, op. cit. pp. 104, 107.