Algunas notas en torno a los aportes de la Historia Oral a la historiografía

 

Lucía Cristiá y Evangelina Tumini(*)

 

"El historiador ha demandado durante mucho tiempo lo imposible: ignorar el presente mientras se da cuenta del pasado... necesitamos reconocer que la historia que escribimos vale la pena al menos en parte por el lugar en el que hoy nos paramos". James Young, Entre la historia y la memoria...

 

Historia Social e Historia Oral.

Un acercamiento a Edward P. Thompson

Para adentrarnos en las problemáticas relacionadas con la historia oral resulta importante, a nuestro juicio, establecer un encuadre más general en el que liguemos dichas cuestiones a la denominada "historia social". Si bien ésta última contiene en sí misma un abanico de posibles interpretaciones, nos interesa retomar aquella proveniente de Raphael Samuel, según la cuál la historia social enfocaría temas muy presentes en el debate público y en consecuencia encendería las pasiones populares. Este tipo de práctica historiográfica se caracteriza, según el autor, por abocarse al estudio de la vida real, la gente común y corriente y sus prácticas cotidianas; en vez de analizar las abstracciones, las elites privilegiadas y los eventos sensacionales, temas éstos últimos característicos de la "historia académica". En síntesis, el efecto general de la nueva historia social fue, para Samuel, tanto la ampliación de las áreas de conocimiento como del tipo de fuentes a utilizar. Entre los nuevos campos abiertos al estudio histórico se encontrarían: el estudio de las familias, del parentesco, de la vida privada, de la cultura popular, de la mujer, de los oprimidos, etc., etc.. A su vez, la historia social se encargó de demostrar que una inmensa cantidad de documentos, hasta el momento desestimados, podían ser de gran utilidad.

Thompson, uno de los principales historiadores marxistas británicos, al que podríamos ubicar dentro de la "historia social" por el énfasis que puso en dotar de voz a aquellos actores tradicionalmente acallados por la historia oficial, arremetía contra la pretensión de construir una teoría histórica abstracta y contra las versiones economicistas del marxismo. Su análisis debe inscribirse dentro una historiografía marxista que se centró en el poder y las relaciones de él derivadas, en los estudios de lucha de clases, dando prioridad a la acción humana, a las experiencias y rebelión de las clases desposeídas y rechazando el determinismo base-superestructura. Así, Thompson se encuentra dentro de la rama "culturalista" o "humanista" del marxismo británico, conocida por no haber entrado en demasiados debates conceptuales.

Frente a quiénes consideraban que las clases desposeídas estaban condenadas a permanecer calladas y pasivas, Thompson insiste en su importancia en tanto ingredientes activos y significativos para el desarrollo histórico. Las vidas y las acciones de la multitud, del pueblo, de las clases desposeídas, constituyen, a su juicio, la verdadera substancia de la historia. En este sentido afirma en su prefacio a la Formación de la clase obrera en Inglaterra:

"Solo se recuerdan a los victoriosos... las vías muertas, las causas perdidas se olvidan. Trato de rescatar al pobre tejedor de medias, al tundidor ludita, al obsoleto tejedor en telar manual... Es posible que sus oficios artesanales y sus tradiciones manuales estuviesen muriendo. Es posible que su hostilidad hacia el nuevo industrialismo fuese retrógrada. Es posible que sus ideales comunitarios fuesen fantasías. Es posible que sus conspiraciones insurreccionales fuesen temerarias. Pero ellos vivieron en aquellos tiempos de agudos trastornos sociales, y nosotros no. Sus aspiraciones eran válidas en términos de su propia experiencia; y si fueron víctimas de la historia, siguen, al condenarse sus propias vidas, siendo víctimas."[1].

En Costumbres en común, Thompson concretiza este tipo de abordaje al reconstruir la cultura plebeya desde abajo, como una criatura de carne y hueso con su propia identidad, intereses y aspiraciones. En lo que respecta a las fuentes empleadas por el autor es importante destacar que si bien utiliza cartas de funcionarios del rey, decretos del gobierno, documentos del Estado y relatos de miembros de la gentry, estas no son las únicas. Con el objetivo de lograr una historia social que reconstruya las voces de los que durante tanto tiempo se mantuvieron acalladas, consulta panfletos, versos de miembros de oficios, coplas, leyendas, canciones, baladas, diarios, relatos y cartas anónimas. Afirma, a su vez, que las relaciones sociales se resisten al imperativo metodológico de cuantificar y, en lo que respecta específicamente a los motines, señala que las variables en juego son muchas y la evidencia con respecto a algunas es a menudo difícil de encontrar y cuantificar. En este sentido critica al reduccionismo económico por eliminar las complejidades de motivaciones y conductas, en definitiva, por eliminar la acción humana y su papel transformador en la historia. Las estadísticas nacionales, afirma, pueden ocultar sufrimientos localizados muy agudos.

En síntesis, el análisis thompsoniano logra magistralmente reconstruir la cultura plebeya a partir de su propia oralidad; si bien el tiempo transcurrido le impide al autor un diálogo directo y vivencial con los actores en cuestión, logra recuperar su propia voz a través de una fructífera ampliación de las bases documentales.

 

La experiencia de los History Workshops.

El preludio de la historia oral inglesa

Podríamos afirmar con Samuel que la historia oral inglesa no se inicia en 1971 con la "Oral History Society" sino que hunde sus raíces en la práctica de historiadores marxistas y comunistas como Christopher Hill, Eric Hobsbawm y Rodney Hilton que, junto a Edward P. Thompson, promueven el estudio del movimiento obrero. Este proyecto se materializa en la revista "Past and Present" y en los "History Workshops" vinculados directamente al compromiso político y desarrollados principalmente en ámbitos no académicos (asociaciones locales, bibliotecas, sindicatos y organizaciones barriales). Este es el movimiento que, a partir de la Segunda Guerra Mundial, en un intento por unir la práctica científica con la historia de los pueblos se alejó del estudio de las abstracciones habituales del mundo universitario. ¿De que manera lo hizo?, introduciendo las fuentes orales como documentos legítimos a la hora de construir la historia de los sectores oprimidos y en particular de los trabajadores, en una práctica que frecuentemente se alejaba del medio académico[2]. Fue a través del análisis de las víctimas de la modernización capitalista y sus experiencias como algunos historiadores de la talla de C. Hill y Edward P. Thompson se alejaron en 1956 de un Partido Comunista que, en nombre del progresismo histórico, pasaba por alto a los vencidos por la industrialización: artesanos y ludistas. Esta vuelta de los historiadores comunistas hacia una historia popular será retomada, a juicio de R. Samuel, por las investigaciones contemporáneas de historia oral. El objetivo principal de los "History Workshops" fue, en última instancia, "desprofesionalizar" y "democratizar" la historia, en palabras de R. Samuel:

"El Workshop comenzó como un ataque contra el sistema de exámenes y contra las humillaciones que imponía a los estudiantes adultos. Fue un intento de animar a los trabajadores y trabajadoras a escribir su propia historia, en lugar de dejar que se perdiera o de aprenderla de segunda o tercera mano; de ser productores, mas que consumidores; y de utilizar su experiencia y su conocimiento en la interpretación del pasado"[3].

La editorial de la revista History Workshop Journal, que comenzó a publicarse en 1976, se iniciaba con las siguientes palabras: "Pretendemos llevar las fronteras de la historia mas cerca de las vidas de las gentes" [4]

Según Josep Fontana, los redactores definían su "socialismo" como ni profético ni dogmático, sino como el que determinaba su preocupación por la gente del pasado, su vida y su trabajo, su pensamiento y su individualidad, al mismo tiempo que por las causas que conformaban su experiencia de clase:

"History Worshop quería ser algo mas que una buena revista de izquierdas destinada a un público especializado, sin caer tampoco en la trampa de convertirse en una revista de divulgación o, lo que es peor, de adoctrinamiento político. Quería ser un lugar donde colaborasen historiadores preocupados por los problemas de la sociedad actual -"politizados", para decirlo con la palabra que el historiador académico suele emplear para condenarlos, como si no fuera politización la defensa del orden establecido- y sectores del movimiento obrero y otros movimientos populares, como el feminismo, deseosos de enriquecer su comprensión del presente con los resultados de una investigación histórica en cuya elaboración participarían activamente"[5].

 

La historia oral inglesa.

Las miradas de Raphael Samuel y Paul Thompson

Fueron precisamente las cuestiones antes mencionadas las que movilizaron a aquellos historiadores que desde los años '60 fomentaron la utilización de "fuentes orales"[6]. Resumiendo, como dice R. Samuel:

"La historia oral ha perseguido el proyecto constitutivo de la historia social inglesa de recuperar The voice of the past... Si cada piedra de un campo, cada ladrillo de una casa, tienen una historia, resulta evidente que tal historia no puede hacerse desde un despacho, sino sobre el terreno."[7]

La historia oral que surge relacionada a la Oral History Society se identifica, a juicio de nuestro autor, con una técnica sin proponer un modo particular del conocimiento. Este tipo de historia debería producir más bien efectos críticos y transformadores sobre la práctica historiográfica, dejando de lado aquella concepción según la cuál su función sería la de llenar los baches de la historia escrita. En este punto Jan Vansina acuerda con Samuel al afirmar que la relación entre las fuentes escritas y las orales,

"... no es semejante a la de la diva y su suplente en la ópera: cuando la estrella no puede cantar se le concede una oportunidad a ésta, es decir, cuando la escritura no existe se acude a la tradición. Esto es una concepción errónea. Las fuentes orales ayudan a corregir otras perspectivas de la misma forma que las otras perspectivas la corrigen a ella."[8]

Concluyendo, para R. Samuel la riqueza de la historia oral radicaría en su aptitud para explicar lo "familiar" pero siempre en función de las estructuras. En este sentido es que nos previene de no caer en trabajos de corte empirista, para evitarlo resulta imprescindible confrontar todo tipo de archivos. Lo subjetivo, lo cualitativo serían entonces los datos más importantes que nos brinda este tipo de abordaje, datos al mismo tiempo inseparables de cualquier discurso que el historiador debe necesariamente examinar:

"El reto no está en sustituir un mito nacional por uno local o en buscar refugio en lo familiar, sino en apoyarse en lo subjetivo, en sus discursos y prácticas, para plantear nuevas cuestiones sobre las estructuras."[9]

Paul Thompson, otro de los pioneros de la historia oral en Gran Bretaña, apostó, al igual que R. Samuel[10], a que las fuentes orales sirviesen para reconstruir la historia popular. En última instancia, esta documentación no redundaría, a juicio del autor, en otro tipo de historia sino más bien en aquella que además de otras fuentes consulta las orales. Ahora bien, ¿en qué terrenos resulta más significativa su interpretación?, aquí Paul Thompson es claro y nos responde que en las áreas de la vida cotidiana y la familia, mientras que su utilización resulta compleja y un tanto dificultosa a la hora de reconstruir hechos históricos. Así lo relataba en relación a sus comienzos en la investigación:

"Yo quería saber que significaba en esa época ser hijo o padre, en diferentes grupos sociales; como se conocían y cortejaban los jóvenes; como vivían después de casarse; como conseguían colocación y cambiaban de empleo; que sentían acerca del trabajo; como veían a sus jefes y a sus compañeros de labores..."[11]

Para reconstruir la historia popular el método más adecuado es, para Paul Thompson el de las entrevistas que posibilitan un acercamiento hacia las "historias de vida" de la gente común. Ahora bien, no debemos dejar de destacar que las tareas requeridas por la historia oral deben ser, a juicio de nuestro autor, realizadas por profesionales pues la técnica de la entrevista no puede ser abordada por personas carentes de capacitación. Por otra parte es importante señalar que, al igual que R. Samuel, Paul Thompson considera que la historia oral lleva implícita una idea de democratización. En este sentido, el compromiso sería indisociable de la práctica historiográfica en sí misma, razón esta última por la que se considera a la historia oral promovida por este autor más como un movimiento que como un método. Otro motivo que explica esta caracterización es que a raíz del mismo se obtiene, no solo un cumulo de información sino, y aquí radica la novedad, perspectivas, interpretaciones y puntos de vista de hombres, mujeres y niños, comunes y corrientes, hasta el momento mal representados. En palabras del propio autor:

"... la historia oral ciertamente puede ser un instrumento para transformar el contenido y el objeto de la historia. Puede ser utilizada para transformar el enfoque de la historia en sí misma y abrir nuevas áreas de investigación; puede romper barreras entre generaciones, entre las instituciones educativas y el resto de la sociedad; y en el proceso de escribir la historia -bien en libros, museos, radio, o películas- puede colocar a aquellas gentes que hicieron historia, a través de sus propias palabras, en un lugar central."[12]

 

Otros acercamientos a la historia oral

La corriente francesa, a diferencia de la inglesa, hace hincapié en que los relatos de vida que devienen de las encuestas servirían para adentrarse en las relaciones, normas y procesos que estructuran y mantienen de alguna manera la vida social. Un enfoque cualitativo les permite adentrarse en las realidades a estudiar y en este sentido se alejan de aquella estructura rígida de encuestas destinadas a comprobar hipótesis. En última instancia esta corriente, a la que se conoce como etno-sociológica, intenta a través de lo que Bertaux denomina "método de saturación" encontrar las regularidades que rigen el funcionamiento de la sociedad. Esta línea interpretativa se vincula con la alemana ya que ambas comparten el mismo método de trabajo. Lutz Niethammer, su principal exponente, considera que la única forma de proceder es mediante una cantidad considerable de relatos de vida para ver si ciertas pautas de comportamiento, consideradas "subjetivas", se repiten en un momento concreto del tiempo. Su aporte más relevante tiene que ver con la reincorporación del concepto de "experiencia" thompsoniano a la hora de sentar las bases de una historia socio-cultural del pasado inmediato. Dicho concepto le permite al autor en cuestión explicar los juicios de valor y las estructuras de pensamiento en relación a la percepción de un conjunto de condiciones estructurales y acontecimientos históricos.

En Italia, y también en Francia, existe otra línea de interpretación, conocida como hermenéutica. Ésta pone el acento en la significación de los hechos más que en los hechos en sí mismos. El desciframiento de los textos ocupa entonces el lugar central. Entre aquellos que adhieren a la historia oral concebida en este sentido encontramos a Alessandro Portelli, Luisa Passerini, Ronald Grele y Marie Francoise Chanfrault-Duchet. En palabras del primero de ellos:

"La importancia de las fuentes orales consiste no tanto en su observación de los hechos, sino en su desviación de ellos, en cuanto permite que la imaginación, el simbolismo y el deseo emerjan. Y estos pueden ser tan importantes como narraciones factualmente ciertas."[13]

En una entrevista realizada por Dora Schwarztein y Mirta Lobato, Portelli señala que los relatos le interesan en tanto relatos imaginarios, esto es, como expresión de la subjetividad más que como documentos históricos tradicionales. En este sentido resulta interesante su metodología de análisis que implica considerar a las fuentes orales como narraciones. Frente a quienes se preocupan por demostrar que dichas fuentes pueden ser tratadas de igual modo que los tradicionales documentos escritos, Portelli afirma: "Yo plantee que esos relatos eran creíbles y auténticos como documentos pero que cuando no lo eran, eran aún más interesantes"[14]. Así, para él y la corriente hermenéutica en general, el eje es el análisis y la interpretación aunque reconocen la existencia de un problema más clásicamente historiográfico: la credibilidad y la verificación histórica. Al mismo tiempo, esta vertiente permite pensar a las distorsiones de la memoria como fortalezas y no como debilidades; el mal recordar, las ausencias, los cambios en el tiempo, la narración construida, deben posibilitar el explicarnos cómo la gente dio sentido a su pasado. A esto se refiere el autor al señalar que:

"Así me plantee el problema sobre qué pasa entre la experiencia (la vivencia) y la memoria, el relato y la imaginación. Me interesé sobre cómo esos relatos equivocados, parcialmente imaginarios, eran el resultado de una elaboración cultural colectiva; eran una creencia popular."[15]

Todo esto nos conduce hacia otra problemática: la relación entre historia y memoria y el papel del historiador a la hora de acercar ambas instancias en el marco de una verdadera comprensión historiográfica. En este sentido, nos preguntamos:

 

¿Qué lugar ocupan la memoria y

las voces de los testigos directos en la historia?

La respuesta a este crucial interrogante no ha sido unívoca dentro del campo historiográfico. Por el contrario, ha generado amplios debates. Muchos profesionales han considerado a la historia -aquello que sucedió- como una categoría claramente diferente de la de memoria -recuerdo de lo que sucedió-. Desde esta perspectiva, la memoria no ocuparía lugar alguno en la escritura de la historia. Sin embargo, la mirada de otros historiadores deja entrever que dicha distinción es excesivamente forzada. Para Saul Friedländer[16] esta división resulta artificial al no dejar espacio para recuperar las voces de los sobrevivientes.

Siguiendo esta última línea de análisis consideramos que, para el estudio de ciertos períodos, recurrir a las voces de los testigos directos no constituye una mera elección metodológica sino que se convierte en una necesidad. En la introducción a su Nazi Germany and the Jews, Friedländer deja claramente asentado que la comprensión histórica de esa época es imposible mientras no se tengan en cuenta también las voces de las víctimas. Su aprehensión o errónea aprehensión de los eventos nos permite entender más profundamente por qué y cómo respondieron del modo en que lo hicieron a los sucesos que se fueron desarrollando. En suma, su percepción de los hechos constituye una parte muy importante de la realidad histórica ya que nos revela un tipo de comprensión único, propio de quienes han conocido los hechos tanto directamente como a cierta distancia.

Teniendo en cuenta que el objetivo no es reconstruir lo que "verdaderamente sucedió" sino lo que el testigo comprendió de los eventos que presenció, creemos que lo que debiera interesar a aquel que hace historia oral es el relato en sí mismo. No está en juego la veracidad de lo que relata sino como aquel que es entrevistado construye su experiencia en un momento determinado de su vida y la reelabora en función de algo que dispara ese proceso de reconstrucción (la entrevista). Entonces, siempre tenemos un relato construido en tiempo presente, el cual nunca da cuenta de lo que sucedió sino, en todo caso, de como aquello que sucedió sigue sucediendo.

 

Resistencias y aportes de la historia oral.

Hacia una práctica comprometida...

Si bien en los años '60 la historia oral fue revalorizada, junto con otras metodologías cualitativas, no debemos dejar de mencionar las fuertes resistencias que generó desde el momento de su nacimiento. Sus mayores opositores se cuentan entre aquellos historiadores practicantes de una disciplina pretendidamente objetiva y aséptica. La "subjetividad" reinante en las fuentes orales imposibilitaría su inclusión en un lugar de igualdad junto a los tradicionales documentos escritos. Si bien algunos de los miembros de la Academia avalan el uso de la tan cuestionada historia oral, juzgan que esto es aconsejable solo para el estudio de aquellas áreas que carecen de otro tipo de archivos. Según Gwyn Prins los historiadores de la vieja generación que ocupan cátedras son fuertemente reacios a la introducción de nuevos métodos:

"Los historiadores viven en sociedades que cuentan con la palabra escrita y, como muchos de sus habitantes, tienden a considerar inconscientemente la palabra hablada con desprecio. Es el corolario de nuestro orgullo por la escritura, y de nuestro respeto por la palabra escrita."[17]

Aquellos profesionales obsesionados por la documentación, se interesan en sus fuentes por tres cualidades que no posee la información oral: la precisión formal, la precisión cronológica y el hecho de que deja huellas fijas. La memoria humana aparece, para los críticos de la historia oral, como un filtro a la hora de reconstruir los hechos tal cual ocurrieron. Sin embargo, las "fallas" de la memoria, las equivocaciones y los silencios deben entenderse como portadores de un significado. Como dijimos más arriba, la reconstrucción de los hechos no sería en última instancia el principal aporte de este tipo de abordaje sino, más bien, la interpretación acerca de cómo la gente común y corriente significa su pasado y su presente.

Así, la tan criticada subjetividad de las fuentes y de la historia oral no se nos presenta como un problema a resolver, sino por el contrario, como toda una arena de posibilidades. Nos resulta imprescindible a la hora de recuperar las vivencias propias de aquellos sectores que de otra forma no tendrían cabida en la historia. Creemos que a los efectos de desarrollar una práctica comprometida socialmente, las fuentes orales tienen mucho material para proporcionarnos. Así mismo, consideramos que su puesta en práctica no debería reducirse a llenar los baches de los documentos escritos. Sin embargo, vale aclarar que no por esto le negamos importancia a las fuentes escritas, es más, toda vez que el historiador abocado al estudio de un proceso histórico concreto cuente con ambos recursos, su análisis será tanto más rico. Ahora bien, no debemos dejar de señalar que detrás de la pretendida "objetividad" de muchos historiadores subyace un claro posicionamiento político. ¿Qué queremos decir con esto? que es tan subjetiva la historia oral como la pretendidamente neutral. Entonces, si la subjetividad reina tanto en las fuentes orales como en las escritas, ¿por qué jerarquizarlas?. En última instancia la tarea del historiador será evaluarlas con los mismos parámetros.

En suma -oponiéndonos a quienes pretenden reconstruir los hechos tal cual ocurrieron, de manera "objetiva" y "neutral"- estamos convencidas de que la historia es por definición subjetiva. Mientras que muchos profesionales se abocan al estudio de un pasado congelado en el tiempo sin considerar siquiera la posibilidad de abordar la actualidad, por nuestra parte creemos que el presente al condicionarnos nos compromete. Y el cúmulo de experiencias que devienen de las entrevistas a los testigos directos de determinados procesos históricos, resulta sumamente rico a la hora de ensayar una explicación histórica más amplia de nuestro presente.

 

 

RESUMEN

 

Algunas notas en torno a los aportes de la Historia Oral a la historiografía

 

El propósito de este trabajo es analizar los aportes de la Historia Oral a la explicación histórica. Para ello hemos realizado un breve recorrido alrededor de las distintas vertientes que conforman la Historia Oral. En este sentido, nos resultó imprescindible establecer un encuadre más general en el que ligamos dichas cuestiones a la denominada Historia Social. Tomando como punto de partida la ampliación de las áreas de conocimiento y del tipo de fuentes presentes en las distintas ramas de la Historia Oral, así como en las obras de Raphael Samuel y Edward Paul Thompson, consideramos fundamental recurrir a este tipo de abordaje a la hora de hacer Historia Reciente. En suma, creemos que nos permite acercarnos al estudio de la cultura popular, la gente común y corriente, sus prácticas cotidianas y sus particulares subjetividades.

 

Palabras clave: experiencias – subjetividad – oralidad - relato - compromiso

 

 

ABSTRACT

 

Some comments upon the contributions of Oral History to the historiography

 

The purpose of this paper is to analyze the contributions of Oral History to the historical explanation. In order to do that, we have made a brief research around the different currents that conform Oral History. In this sense, we thought it was imperative to establish a more general context in which we linked those problems to the so-called Social History. Considering the expansion of knowledge areas and the types of sources -contained in the different branches of Oral History and in Raphael Samuel’s and Edward Paul Thompson’s works- we think it fundamental to appeal to this special approach whenever we deal with Recent History. To summarize, we believe this particular view of history open doors to the study of popular culture, common people, their daily habits and their own subjectivity.

 

Key words: experiences – subjectivity- orality - narrative - compromise

 

Notas



(*)Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Humanidades y Artes, Carrera de Historia

[1] Thompson, Edward P.; La formación de la clase obrera en Inglaterra, Crítica, Barcelona, 1989, Prefacio a la primera edición.

[2] Viano, Cristina y Aguila, Gabriela; "Las voces del conflicto: en defensa de la Historia Oral", EN: Godoy, Cristina (comp.), Historiografía y Memoria colectiva, Miño y Dávila, Bs. As., 2002, pp. 245.

[3] Samuel, Raphael (ed.), Historia popular y teoría socialista, Critica, Barcelona, 1984, pp. 7.

[4] Ibídem, pp. 8.

[5] Fontana, Josep, “Prólogo”; en: Ibídem, pp. 9.

[6] Sin embargo, es importante destacar que el primer centro de historia oral se fundó en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Este centro, con sede en la Universidad de Columbia, se dedicaba principalmente a realizar entrevistas a personalidades políticas de la vida norteamericana y a sistematizarlas en un archivo. Sus propósitos se acercaban a los más convencionales, la práctica de entrevistar era percibida cómo una técnica y desde una perspectiva de tipo archivístico y empírico. Si bien en un primer momento el objetivo de quienes llevaban adelante esta tarea era recoger las voces de los grandes hombres, hacia los años '60 la historia oral norteamericana se había modificado en un intento por recuperar voces más variadas complejizando sus procedimientos.

[7] Samuel, R., "Desprofesionalizar la historia", Debats, Nº 10, diciembre de 1984, EN: Schwarzstein, Dora (comp.); La historia oral,, CEAL, 1991, pp. 112 y 116.

[8] Palabras de Vansina, Jan, EN: Prins, Gwyn, "Historia oral", EN: Burke, Peter (ed.), Formas de hacer historia, Alianza, Madrid, 1996, pp. 146-147.

[9] Samuel, R., op. cit., pp. 117.

[10] Ver Samuel. R., "Historia popular, historia del pueblo", en Samuel, R. (ed.), op. cit., pp. 15-47.

[11] Thompson, Paul, "Historia de vida y análisis del cambio social", EN: Aceves Lozano, J. (comp.), Historia Oral, Universidad Autónoma Metropolitana, 1993, pp. 120.

[12] Thompson, Paul, EN: Folguera, Pilar; Cómo se hace historia oral, Eudema, Madrid, 1994, pp. 7 y 8.

[13] Fraser, Ronald, "La historia Oral como historia desde abajo", EN: Revista Ayer, Nº 12, Marcial Pons, España, 1993, pp.82.

[14] Portelli, Alessandro, "El pasado debe pensarse en términos Éticos. Una conversación con Alessandro Portelli", EN: Entrepasados, Año IX, número 17, Fines de 1999, p.129.

[15] Ibídem, p. 128.

[16] Historiador alemán abocado al estudio del Holocausto.

[17] Prins, Gwyn, op. cit., pp. 147.