Concentración económica y agricultura familiar: hipótesis acerca de su evolución en el agro bonaerense a partir de un análisis regional

 

Gabriela Martínez Dougnac(*)

 

Introducción

Durante las últimas décadas el agro pampeano ha sufrido notorias transformaciones. Agriculturización de la pampa húmeda, mayor tecnificación, expansión productiva, son sólo algunos de los rasgos que resumen dichos procesos.

En estas notas intentaremos mostrar de qué manera estos cambios se enmarcan en una estructura que en los años 90 se definió a partir de dos fenómenos fundamentales y vinculados entre sí: la concentración económica y, su contratara, la desaparición de miles de pequeños establecimientos que, según palabras del entonces secretario de agricultura, resultaban “inviables” en un marco de desregulación y modernización económica.

Nuestro objetivo es entonces, a partir de un análisis histórico, exponer algunos de los problemas teóricos e interpretativos que plantea la identificación de los orígenes, modalidades e impacto de la concentración económica en el sector, intentando asimismo definir la vinculación entre estos procesos y la crisis reciente de la agricultura familiar. A tal efecto hemos tomado como objeto de estudio algunos de los partidos que conforman el noroeste agrícola de la provincia de Buenos Aires, considerando que el análisis de los procesos que han tenido lugar históricamente en este espacio permiten obtener conclusiones que -si bien no conviene generalizar hacia toda la región pampeana o a otras zonas bonaerenses- dan cuenta de fenómenos que se han extendido más allá de los aludidos partidos.

 

El punto de partida histórico: una estructura altamente concentrada

A partir de la incorporación de grandes extensiones de tierras a la producción primario exportadora después de la campaña militar que expulsa hacia regiones marginales a la antigua población indígena, Argentina se insertó en el mercado mundial contemporáneo como productora de alimentos. Tanto la inmigración europea en un país con extensos territorios despoblados, como la creciente inversión de capital desde las potencias imperialistas (sobre todo Inglaterra) serán factores decisivos en dicho proceso. En este marco, el latifundio de origen colonial y el desarrollo de una economía dependiente, constituyeron los condicionantes y limitantes dentro de los cuales se desarrollaría el capitalismo en el país, incluido el agrario.

Si bien la región pampeana ha sido definida por muchos de quienes resaltaron su especialización primario-exportadora como el granero del mundo, en la parte que ocupa el territorio bonaerense, aun en las actuales zonas predominantemente agrícolas, todavía al iniciarse el siglo XX la mayor parte de la tierra estaba dedicada casi exclusivamente a la actividad ganadera.

El noroeste de la provincia de Buenos Aires conformaba un espacio de rasgos económicos-productivos muy diferentes a aquellos que lo caracterizarían en décadas posteriores[1]. Los partidos bonaerenses como Pergamino, Rojas o Colón, que hoy se destacan por su excepcional capacidad agroecológica para la producción de oleaginosas y cereales, y por la extensión de su superficie cultivada, constituían hasta ya avanzado el siglo XX una extensísima zona de grandes estancias casi exclusivamente ganaderas[2].

Asimismo un segundo rasgo definía las condiciones de producción imperantes: el temprano predominio de la gran propiedad.

En lo que es actualmente el territorio ocupado por los mencionados partidos boanerenses, ya en la primera mitad del siglo XVII la corona española había otorgado mercedes de tierras a particulares. Así por ejemplo, para citar un caso que involucra a uno de los principales terratenientes beneficiados con tales dones, en 1626 el gobernador Don Esteban Dávila concede a Juan de Vergara un extenso terreno ubicado en el actual partido de Pergamino (denominado en aquel entonces Hermanas).

Más adelante, iniciado el siglo XVIII, nuevas mercedes reales concederán grandes extensiones, por servicios prestados a la corona, a los Capitanes Dn. Pedro López Osornio (1706), Dn. Domingo de Castro y Borda (1725), y Dn. José de Sosa (1733)[3]. Junto a otras concesiones estas sumaban un total de aproximadamente 67 leguas cuadradas (unas 160.000 hs) parte de las cuales se repartieron entre los mencionados beneficiarios en extensiones de 85.000 hs, 34.000 hs, y 17.000 hs respectivamente. De esta manera se originó un proceso de apropiación del suelo instaurando una modalidad que diseñaría desde sus orígenes y por mucho tiempo, una estructura agraria dominada por la gran propiedad y el latifundio. A lo largo de todo el período colonial, a partir de operaciones de compra y venta y de denuncias de terrenos realengos, las grandes extensiones siguieron dominando el espacio. Notorios integrantes de la elite colonial porteña se constituyeron en “propietarios” en la región: el Alcalde de Hermandad Don Diego Trillo (15.000 hs), José Lino de Echevarría (11.250 hs), Castro y Fernández (10.000 hs), Francisco Acevedo (7.500 hs), Isidro Fernández (7.500 hs), entre otros.

Más de un siglo después, y a pesar de subdivisiones operadas por venta y herencia, la tierra continúa concentrada en manos de grandes propietarios. Desde la Revolución de Independencia iniciada en 1810 las cesiones de tierra pública no hicieron más que consolidar aquel patrón tradicional de apropiación del suelo. Transcurridos algunas décadas, de un total de 138 propietarios registrados en 1890 en Pergamino, tan sólo 20 de ellos poseían un total de cerca de 125.000 has, en extensiones que en todos los casos superaban las 7.500 has. Entre los propietarios más importantes, muchos de ellos vinculados históricamente al poder del estado provincial y nacional, pueden mencionarse a Juan Anchorena con una estancia de 17.536 has, a Manuel A. Ocampo con 12.900 has, José Gregorio Lezama, con 11.350 has; Hamilton W. Langley con 10.800 has, Pedro Acevedo con 10.700 has, Fermín Ortiz Basualdo con 8.300 has y a la familia Grondona con 8.167 has.[4].

En la zona referida, la ganadería concentrada en estancias de extensas superficies se basaba principalmente en el uso de pasturas naturales, lo cual es ratificado por el censo de 1908 al señalar que el cultivo de alfalfa era casi inexistente, concentrando las explotaciones de más de 1000 hectáreas cerca del 70% de los vacunos criados[5].

Así se fue configurando una campaña en la cual, desde sus orígenes coloniales y hasta muy entrado el siglo XX, la ganadería ocupó la inmensa mayoría del territorio coexistiendo con una agricultura que, aunque todavía muy limitada, involucrada una parte significativa de la población: los agricultores campesinos, mayoritariamente productores no propietarios, arrendatarios o aparceros establecidos en terrenos de las grandes estancias. Ese es el caso, por ejemplo, del establecimiento "Fontezuelas", propiedad de descendientes de la familia Anchorena cuya superficie era de aproximadamente 14.200 has. En sus terrenos se hallaban pobladas dos colonias, La Lucila y San Jorge, de 4.400 y 2.700 has. respectivamente. En cada una de ellas trabajaban en condición de arrendatarios unos 35 agricultores y sus familias dedicados fundamentalmente a la producción de maíz y lino.[6]

Todavía hacia 1910, si tomamos en cuenta la superficie operada por cinco de los más importantes propietarios de Pergamino (Ocampo, Ortiz Basualdo, Urquiza Anchorena, Dávila y Echagüe), se contabilizan unas 70.000 hectáreas concentradas en sus manos.

Al cerrarse el siglo XIX una serie de cambios impuestos por la demanda externa favorecieron el desarrollo de la agricultura, induciendo un considerable aumento en la cantidad de tierras pampeanas dedicadas a este uso, en condiciones en las cuales la apropiación privada del suelo en grandes extensiones resultó previa a su puesta en producción[7].

Esta forma de control del suelo, en momentos en que millares de inmigrantes europeos comenzaban a llegar al país, determinó que éstos debieran insertarse en una estructura productiva altamente concentrada, y que, salvo pocas excepciones, los excluyó del acceso a la propiedad. De este modo, la masa de productores directos, el nuevo campesinado pampeano, debió instalarse en los campos predominantemente en calidad de arrendatarios y aparceros, lo que los obligó a soportar la carga de pesadas rentas y obligaciones, en muchos casos con el objeto tan sólo de reproducir su existencia.

El punto de partida entonces de la expansión agrícola pampeana, y la estructura de la propiedad del suelo en la cual se asentó, se caracterizó desde sus orígenes por altos índices de concentración; debiendo remarcarse que esa concentración del principal medio de producción no derivó de procesos vinculados al desarrollo del capital sino que fue resultado de una historia anterior de apropiación latifundista desarrollada y consolidada a partir de una estructura precapitalista.

De esta manera el capitalismo en el agro pampeano y la inserción de Argentina en el mercado mundial contemporáneo como exportadora de productos agrícolo-ganaderos se desenvolvió condicionado por esa herencia, todo lo cual, por su parte, se enmarcó en la creciente presencia del imperialismo en la articulación y control de la economía nacional.

 

Agricultura familiar y concentración capitalista

El significativo peso de la agricultura familiar es una constante de la producción agrícola pampeana. Todavía hacia 1950 más de la mitad de la producción agrícola de la región era fruto del trabajo familiar. Al mismo tiempo ese predominio se asentaba en una masa de chacareros que no se subordinaban sólo y mayoritariamente al capital usurario o al control de los acopiadores, sino que lo hacían principalmente a los grandes propietarios de tierras que detentaban a su vez una altísima cuota del poder político –pesada hererencia de un modo de producción anterior- y que percibían así gruesas “rentas” en condiciones en que una masa de productores directos no propietarios del suelo se vieron compelidos a soportar las obligaciones que aquellos les imponían.

Al respecto señalábamos en trabajos anteriores que en ese período la “renta” a la cual aludimos, parecería estar muy lejos de constituir una ganancia extraordinaria por sobre la ganancia normal del productor.[8] No siendo el campesino propietario de la tierra que trabajaba, y en gran medida sin controlar totalmente sus condiciones de producción, debía disponer de una parte variable de su producto para pagar el canon de arriendo al terrateniente, resultando la magnitud de ésta la que determinaba centralmente –más allá de las necesidades familiares- el aumento del trabajo familiar (además de la presión del capital comercial, usurario, etc.). Era pues el nivel de la renta lo que determinaba el excedente y no al revés. Esa "renta" entonces –en sentido estricto un arriendo- no constituía en este tipo de casos “un excedente por encima de la ganancia”[9].

Teniendo en cuenta la estructura en la cual se insertaban las explotaciones campesinas, esa pesada “renta” terrateniente se irá constituyendo, y así permanecería por varias décadas, como una de las trabas principales que dificultaron procesos de acumulación sistemática de capital en las unidades productivas familiares, y en muchos casos aún su simple reproducción.[10]

Es cierto que las posibilidades de reproducción ampliada y el nivel de ingresos de los chacareros, arrendatarios en su mayoría, no estaban exentas de oscilar en función de los precios internacionales de los granos, sin embargo también es evidente que fueron las condiciones descriptas las que determinaron en mayor medida aquellas posibilidades[11].

En los suelos de la región pampeana las condiciones de capitalización de los chacareros se asociaron en gran medida a transformaciones bastante recientes, estando el desarrollo de una agricultura familiar relativamente capitalizada y mecanizada, y la extensión de una capa de campesinos ricos, estrechamente vinculadas a los procesos de propietarización de dichos productores. Al respecto, la política agraria del peronismo no resultaría ajena a dichos procesos, ya que no sólo deben tenerse en cuenta las medidas referidas específicamente al sector (congelamiento y rebaja de arredamientos rurales, extensión del crédito agrario, política de expropiación y colonización de tierras, etc.), sino también aquellas que implicaron condiciones favorables en general para la capitalización de la economía argentina. Más allá del señalamiento de otros factores relevantes, vale resaltar que los procesos referidos no pueden desvincularse de otros cambios estructurales profundos. A fines de los ‘40 se abriría una nueva etapa, vinculada a un período que podrìa definirse como de un segundo impulso del capitalismo en la Argentina –expansión capitalista asociada sobre todo a la dinámica del mercado interno y el desarrollo de la industria nacional- que en el campo, y en particular en la región pampeana, se vincula con la crisis del viejo arrendamiento y con la consecución “plena” de lo que Boglich denominara las "libertades capitalistas". Lo cual favorecería la posibilidad de ciertas capas de agricultores familiares de acumular capital de manera más o menos sistemática, al operarse un proceso de remoción de varias de las trabas que obstaculizaban, en un sentido más amplio, la capitalización del sector, a partir también de una correlación de fuerzas menos desfavorable para los chacareros pampeanos.

Si bien no se ha cuantificado totalmente el impacto de estas medidas existe cierta coincidencia, apoyada en las estadísticas agropecuarias y reafirmada en algunos trabajos recientes sobre el período, en indicar que a partir de ellas se desarrolla, debido a una mayor capacidad de ahorrar y generar excedentes, un proceso de propietarización de los campesinos pampeanos, sobre todo por vía de compra privada de tierras pero también a través de entregas mediante planes de colonización. Es así que en 1960 se censan en la provincia de Buenos Aires no màs de un 25% de explotaciones agrarias bajo arriendo, mientras que en 1947 este número superaba el 60%[12]. El lento proceso de mecanización y tecnificación de la agricultura que se inicia a partir de los años 50 sólo puede entenderse a partir de estas transformaciones[13]. Por otra parte, la propiedad del suelo se potencia a su vez como instrumento favorable para el acceso al crédito, que se convierte en el período aludido -sobre todo el estatal pero también el otorgado por empresas privadas- en uno de los factores que impulsarán la mecanización de las tareas agrícolas.

Asi, en gran medida los promotores de dichos cambios fueron los agricultores familiares ahora propietarios, que han consolidado, exentos del peso de la renta, una mayor capacidad de ahorro, razón por la cual la maquinización del agro pampeano se vinculará fundamentalmente, en esa primer etapa, al incremento de las inversiones de capital por hectárea en las explotaciones chicas y medianas[14].

Por otro lado, ya al iniciarse la década del 70 los cambios descriptos irán impulsando un creciente despoblamiento de las áreas rurales, puesto que entre el campesinado más pobre tanto la falta de ocupación como la imposibilidad de comprar o tomar más tierra para ser trabajada por la familia provocará el éxodo hacia los centros urbanos[15], proceso que con nuevas modalidades se revitalizará como veremos a partir de la política económica de la última dictadura militar y sobre todo, durante el menemismo, como consecuencia del llamado Plan de Convertibilidad.

Acerca de este aumento en la intensidad del despoblamiento del campo a partir de 1976, observábamos algunos años atrás que -entendiendo que la migración pareció afectar sobre todo a las explotaciones más pequeñas (subfamiliares y minifundios)- las causas estarían vinculadas a la falta de tierra y a la imposibilidad, por lo tanto, de incorporar a la explotación toda la mano de obra familiar. Por otro lado debería mencionarse también en los estratos chicos la aparición de una capa de rentistas pobres, que al no disponer de los medios adecuados para poner en funcionamiento sus propiedades se ven obligados a cederlas, permaneciendo o no en ellas, todo lo cual concuerda con anteriores observaciones acerca del predominio, entre las explotaciones de menor tamaño, de las que ceden tierra. [16] La posibilidad de esta forma de resistir tanto a la cada vez más precaria subsistencia -sobreviviendo a duras penas en la explotación-, o a la obligación de desprenderse totalmente de la tierra buscando otros recursos, está asociada, a diferencia de poblaciones campesinas de otras regiones, a la propiedad de una porción de tierra de precios y niveles de renta relativamente altos,[17] lo cual no impidió sin embargo que en los ‘90 más de un cuarto de los pobres rurales –tanto campesinos como asalariados rurales- se encontraran en la región pampeana.[18]

Se iban abriendo así las puertas de un mundo en el cual el desarrollo del capital dejaría su impronta de manera más notoria, con las consabidas consecuencias que esto implica. Así, la disminución del número de establecimientos, sobre todo de carácter familiar, rasgo que identificaba estructuras agrarias de desarrollos más modernos, se hace evidente en la región pampeana mucho antes de la década del 90.

Vale decir entonces que si bien resulta indudable que durante la presidencia de Menem, y sobre todo a partir de la implementación del Plan de Convertibilidad, se han desarrollado y acelerado notorios procesos de concentración económica que han tenido como contratacara en el sector agrario la desaparición de miles de pequeños establecimientos, entendemos que dichos procesos se han iniciado, aunque más lentamente, con anterioridad, haciéndose sobre todo evidentes ya como resultado de la política económica de la última dictadura militar, tal cual muestran tanto las fuentes estadísticas como distintos trabajos de campo realizados durante esa época[19].

Esto significa que junto con la capitalización de una cantidad importante de productores familiares y con la tecnificación de la producción agrícola, a medida que avanzaban dichos procesos se avanzaba lentamente también sobre el camino de la disminución del número de explotaciones (proceso que veremos afectaba sobre todo a los campesinos de menos recursos), sobre el empobrecimiento y endeudamiento de los chacareros medianos, sobre el aumento de la superficie media de las explotaciones. En este caso la concentración económica, que se detecta en el dominio de la tierra comparando algunas cifras censales de finales de los años 50 con las de 1990, se hace aún más evidente a partir de los registros de producción, y entendemos son resultado en gran medida del desarrollo del capital. Recién a partir de esos años iniciales, y todavía con bastante lentitud si se compara con países de capitalismo de desarrollo anterior y más maduro, puede afirmarse que se avanza en un desarrollo en el cual se dan con mayor plenitud las condiciones propias de la concentración capitalista[20].

Paralelamente en el agro pampeano, donde todavía hacia finales de los años 80 resalta el peso de la agricultura familiar (más del 60% de las unidades censadas en 1988), sabemos que las unidades de tipo campesina han ido desapareciendo. Mientras que por ejemplo en 1950, en la zona cerealera del norte bonaerense, estas daban cuenta de más del 50% de la producción agrícola, en 1988 no superarían el 35%.[21] Esto muestra que si bien el peso de la producción familiar es todavía muy importante en la década del 80, ésta ha ido sin embargo retrocediendo paulatinamente.

 

Cuadro 1. Pergamino. Evolución del número de explotaciones, 1960-1999.

 

Años

EAPs

Evolución

%

Superficie media (has.)

1960

2685

-497

-15,6

105

1969

2575

-110

-4

110

1974

2211

-364

-14,1

131

1988

1605

-606

-27,4

178

1999

1217

-388

-24,2

230

 

Fuente: Censos Nacionales Agropecuarios

 

Cuadro 2. Pergamino. Cantidad y superficie de las explotaciones predominantemente de base familiar (hasta 100 has.), 1960-1999.

 

Años

EAPs

%

Superficie

(has.)

%

1960

2051

76,4

93086

33,2

1988

879

54,8

38594,6

13,5

1999

590

48,5

26875

9,6

 

Fuente: Censos Nacionales Agropecuarios

 

Como se observa en los cuadros 1 y 2, estos procesos pueden detectarse a partir de la información censal referida a la evolución de las explotaciones en la zona estudiada entre 1960 y 1999. Comparando las cifras de los Censos Nacionales Agropecuarios vemos cómo la disminución del número de establecimientos se inicia, luego de un primer descenso abrupto, gradual y lentamente antes de 1990, pero sobre todo cómo a partir de estos últimos años, y en alguna medida después de la segunda mitad de 1970, el número de explotaciones, principalmente las de menos de 100 hectáreas, comienzan a desaparecer de manera mucho más acelerada.

 

Concentración económica y crisis social durante los ‘90:

la lucha por la subsistencia[22]

En Pergamino, jurisdicción para la cual se poseen datos a partir del censo experimental realizado por el INDEC, entre 1988 y 1999 se detecta una disminución del 24% en el número de explotaciones agrarias del partido.

Procesos similares se hicieron evidentes en toda la zona y, contradiciendo los pronósticos de algunos trabajos recientes, con efectos más marcados que en otras regiones de mayor y más antiguo desarrollo del capital[23].

En el mismo período, 1988-1999, la desaparición de unidades productivas afectó de manera mucho más notoria a los establecimientos con extensiones menores a 100 hectáreas -vale decir a aquellos que pueden ser defindos en función de la utilización de fuerza de trabajo como familiares[24]- ya que entre éstos el número de productores bajó más de un 36%.

Por otra parte, si extendemos el análisis al lapso comprendido entre 1960 y 1999 se observa un descenso del 54,6% de todas las explotaciones, incrementándose notablemente a su vez la superficie media de los establecimientos censados (de 105 hs a 230 hs), mientras que la cantidad de explotaciones de hasta 100 hectáreas descendió algo más de un 70% (desaparecieron 1.461 Eaps.).

Vemos entonces que la disminución de unidades productivas no fue uniforme en todos los estratos, afectando mayormente a aquellos representados por los productores familiares.

La contracara de este proceso, la concentración económica, se detecta también en las fuentes estadísticas -aunque con cifras que tienden a ocultar la magnitud de dichos fenómenos- al analizar la información referida a los estratos de mayor superficie. En el período considerado las explotaciones de más de 1000 hectáreas pasaron de disponer el 19,8% de la tierra al 30%.

 

Cuadro 3. Pergamino, 1988-1999. Cantidad y superficie de las explotaciones agropecuarias, según escala de extensión.

 

Escala de extensión

1988

1999

Variación

88-89

has

EAPs

EAPs

% EAPs

% Superficie

Hasta 5

50

31

-38.0

-44.0

5.1 - 10

59

33

-44.1

-45.4

10.1 - 25

150

89

-40.7

-42.7

25.1 - 50

277

195

-29.6

-28.9

50.1 - 100

343

242

-29.4

-29.1

100.1 - 200

330

250

-24.2

-23.6

200.1 - 500

289

245

-15.2

-11.8

500.1 - 1000

71

84

18.3

 19.1

1000.1 - 2500

31

43

38.7

 42.4

Más de 2500

5

5

0

 3.8

Total

1605

1217

-24.2

-1.9

 

Fuentes: CNA 88 y Censo Agropecuario Experimental 1999, resultados preliminares.

 

Durante los años 90, en un agro marcado por el impacto de las políticas neoliberales-conservadoras y de ajuste estructural, la base familiar y chacarera de los productores agropecuarios absorvió todo el impacto de su falta de escala, operando con costos superiores a los medios y percibiendo precios por sus productos frecuentemente menores a los estipulados formalmente por el mercado en virtud de su cuasi nula capacidad de negociación frente a acopiadores y exportadores.

Además de la rentabilidad decreciente, la falta de financiamiento y el peso de las deudas financieras arrastradas por años y la consiguiente descapitalización, determinaron, sobre todo durante los últimos años de la década, una dfícil lucha ya no por asegurar un nivel de ingresos sino por mantener la continuidad y subsistencia familiar y de la unidad productiva de un gran número de agricultores[25].

Al respecto podría mencionarse el ejemplo de los partidos agrícolas del sur de Santa Fe, donde se concentran algunas de las mejores tierras de la región. Si bien en esa zona pueden considerarse las 200 has. como una escala “viable” para la explotación familiar, más del 60% de los productores subssitían en superficies por debajo de este límite. Esto significó que durante los años 90, de acuerdo a los datos obtenidos a partir de entrevistas que involucran a unos 150 productores de la zona, el 33% de la tierra de los establecimientos de hasta 50 has se cediera para ser explotado en unidades mayores, vendiéndose asimismo el 14% de la superficie involucrada en ese estrato. Este fue a su vez el mecanismo, principalmente la toma de tierras, mediante el cual las explotaciones mayores en la región aumentaron aún más su escala, dándose entonces los procesos de concentración económica sobre todo en los porcentajes de producción.[26]

También los datos del último Censo Nacional Agropecuario demuestran que durante los ‘90 los casos de acumulación de capital más allá del punto de equilibrio económico de las explotaciones (la simple reproducción de las condiciones de producción) constituyeron a escala social relativas excepciones. En ese período desaparecieron más del 30% de las explotaciones agropecuarias de las provincias que conforman la región pampeana[27]. Estas condiciones afectaron incluso a la capa superior de los chacareros, que aunque registraba un grado mayor de capitalización previa –en máquinas, tierra y capital de trabajo- cercana al estrato de las pequeñas y medianas empresas capitalistas, tuvo dificultades (de capital y dotación de fuerza de trabajo familiar) para ampliar su escala productiva. Así, los fenómenos de capitalización entre las explotaciones familiares mayores se redujeron sustancialmente en relación a la generalmente baja proporción de este tipo de situaciones de pasaje del estadio chacarero al plenamente capitalista. Y lo mismo podría decirse respecto a los casos de acumulación correspondientes a procesos de capitalización de explotaciones familiares medias que sin perder su condición definitoria consolidan su perfil económico incrementando la dotación de maquinaria, instalaciones y/o tierra.

De esta manera, el proceso de descomposición de las explotaciones familiares se aceleró sobre todo a partir de la imposibilidad de una gran cantidad de productores de este tipo de alcanzar la reproducción simple de sus unidades, es decir la reproducción de medios de producción, insumos y fuerza de trabajo consumidas en el proceso productivo, llevando a la ruina a miles de campesinos. Inversamente, la vía de la capitalización y reproducción ampliada en los estratos medios y ricos involucró una cantidad de casos numéricamente mucho menos significativos.

O sea que el proceso de concentración económica e incremento de las escalas productivas agudizado por la política de convertibilidad, desregulación y apertura comercial tuvo entre sus principales consecuencias la elevación a niveles históricamente desconocidos en el país y la región de los casos de reproducción incompleta de las explotaciones familiares.

Estos fenómenos, propios de las leyes tendenciales del desarrollo capitalista en el agro, se desenvuelven finalmente más allá de ciertos factores que puedan condicionarlos, acelerarlos, o aun contrarrestarlos, y explican que en unos diez años desapareciera en las pampas un tercio de las explotaciones agrarias, porcentaje que se eleva considerablemente, tal cual ocurriera en décadas anteriores, si tomáramos sólo las unidades de menor superficie[28].

El cuadro económico social resultó finalmente catastrófico, aumentando la pobreza y el éxodo rural, la pluriactividad “forzada”, las asimetrías en la distribución del ingreso agrario, y la subordinación de los productores al capital fiananciero expresada en intereses usurarios y en la transferencia de activos por deudas.

Así, las reiteradas manifestaciones de protestas, paros, y diversas acciones colectivas orientadas a expresar los reclamos y descontento de aquellos sectores del agro más perjudicados por las políticas públicas y el plan de convertibilidad “fueron en gran medida las respuestas a la ‘paradoja’ de la expansión capitalista del agro pampeano asociada a las políticas de ajuste estrucutral, que se presentó restringiendo las posibilidades de reproducción y de acumulación de la gran mayoría de los pequeños y medianos agricultores campesinos”[29].

Detectamos entonces la aceleración y profundización de dos procesos propios del desarrollo del capital e imbrincados entre sí: la concentración económica y la descomposición de la producción campesina, aunque, tal cual hemos señalado, éstos toman en la región formas propias, que dan cuenta en gran medida de rasgos específicos de la economía argentina.[30]

 

Conclusiones

En primer lugar cabría señalar y reafirmar que no sólo ha sido significativo históricamente el peso del campesinado -con las características particulares que mostró antes de la segunda mitad del siglo XX- y de la agricultura familiar en las zonas cerealeras de la región pampeana, sino que aún en la actualidad, a pesar de su creciente descomposición, ésta se encuentra muy lejos de poder considerarse como irrelevante.

Asimismo hemos señalado que en el agro pampeano los procesos de concentración económica no se inician a partir de la política económica de Menen, aun cuando como consecuencia de la misma se acelerarán y profundizarán de manera extraordinaria, dando por resultado una de las crisis sociales agrarias más profundas del siglo XX.

La naturaleza de estos procesos difiere de aquellos que caracterizaron la modalidad original de apropiación del suelo en la región, que no se vinculaban al desarrollo del capital sino que habían sido resultado de un modo de producción anterior.

Después de 1960 se hace evidente que los problemas de reproducción de la agricultura familiar comienzan a acentuarse, a pesar de ciertas coyunturas de precios favorables, acelerándose y profundizándose dicho proceso en la zona pampeana sobre todo a partir de 1990, aún de manera más notoria que en otras regiones y con un impacto mayor ya que estamos hablando de una economía que en los últimos años no sólo no ha dejado de expulsar productores del campo sino que es cada vez más incapaz de absorverlos en otras producciones. Así, a los procesos propios del desarrollo capitalista se agregaron en nuestro país particulares condiciones negativas, asociadas a la implementación de los denominados planes de ajuste estructural, profundizados a partir de 1991.[31]

Entendemos que persistencia, readaptación y descomposición del campesinado son rasgos que hacen a la evolución histórica del capitalismo, a su naturaleza. Por lo tanto, si bien se ha confirmado en el período estudiado la desaparición de un número cada vez mayor de explotaciones familiares -considerada sobre todo en términos históricos de larga duración-, tal fenómeno no debe ocultar que este tipo de unidades, y las clases que involucran, constituyen también uno de los sujetos sociales característicos del capitalismo agrario. Aun en constante retroceso -como puede detectarse a partir de la cantidad de población que involucra y de su peso decreciente en el monto total de la producción agraria- los agricultores y productores familiares han desarrollado estrategias de readaptación frente a una serie de condiciones desfavorables.

Por otro lado, justamente en países como Argentina, de desarrollo más trabado y condicionados por el carácter dependiente de su economía, aunque el peso del campesinado y de las explotaciones familiares capitalizadas es mayor, más nefasto ha sido el impacto de las políticas neoliberales sobre la agricultura familiar. La falta total de mecanismos de protección y de medidas de política agraria que tiendan a limitar los efectos de la concentración económica, ha significado un grado mayor de desaparición de pequeñas explotaciones. La extensión de las luchas agrarias en la región pampeana en los años 90 –paros, tractorazos, cortes de rutas, etc.- no es ajena a estos procesos.

 

RESUMEN

 

Concentración económica y agricultura familiar: hipótesis acerca de su evolución en el agro bonaerense a partir de un análisis regional

 

En las décadas más recientes se han operado en la producción agraria pampena notables transformaciones. Dichos cambios, profundizados sobre todo durante los años 90, deben entenderse fundamentalmente a partir de dos procesos esenciales, consecuencias del desarrollo del capitalismo: la concentración económica y la crisis de la producción familiar, expresada esta última en la desaparición de un número importante de establecimientos. En este artículo intentaremos detectar los orígenes y evolución de los mencionados procesos analizando la historia de una estructura agraria que muestra ya desde sus inicios marcados índices de concentración de sus principales recursos (especialmente la tierra), señalando de qué manera esta concentración inicial no se ha vinculado, como en el caso anteriormente citado, al desarrollo del capital sino que había resultado de un modo de producción anterior. Asimismo se analiza cómo los procesos modernos de concentración económica y crisis no se inician a partir de la política económica de Menem, aun cuando como consecuencia de la misma se acelerarán y profundizarán de manera extraordinaria, dando por resultado una de las crisis sociales agrarias más profundas del siglo XX.

 

Palabras clave: capitalismo agrario pampeano - concentración económica - agricultura familiar

 

ABSTRACT

 

Economic concentration and family agriculture: hypothesis about their evolution in the Buenos Aires agriculture from a regional analysis perspective

 

In the most recent decades there have been noticeable transformations in the Pampean agrarian production. Those changes, which especially deepened during the ‘90s, should be understood fundamentally through two essential processes, resulting from the development of capitalism: economic concentration and crisis in family production, the latter being expressed by the disappearance of an important number of units. In this article we will try to detect the origins and evolution of the above mentioned processes, analyzing the history of an agrarian structure which shows, since its beginning, distinct rates of concentration of its main resources (especially land), signaling in which way this initial concentration has not been linked, as in the previously mentioned case, to capital development, but has been the result of a previous mode of production. Likewise, we will analyze how the modern porcesses of economic concentration and crisis do not start with Menem’s economic policy, even when, as  a consequence of this policy, those porcesses will extraordinarily accelerate and deepen, leading to one of the most acute agrarian social crises of the 20th century.

 

Key words: Pampean agrarian capitalism – economic concentration – family agriculture

 

Notas



(*) Coordinadora del Programa Interdisciplinario de Estudios Agrarios y Agroindustriales (PIEA-CIEA). Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social, Fac. de Ciencias Económicas, UBA. Directora del Proyecto Ubacyt: Historia económico-social de la soja en la Argentina, 1970-2000.

E-mail: piea@interlink.com.ar

[1] Elegimos esta zona como punto de partida de nuestras reflexiones pues constituye, junto con los partidos limítrofes de Santa Fe, el núcleo de la pampa cerealera donde históricamente más se ha subdividido la propiedad del suelo y se ha desarrollado la producción “chacarera”.

[2] Es así que en 1908, de acuerdo a los datos del Censo Agropecuario, sabemos que tan sólo el 25% de la tierra de la zona se encontraba cultivada, mientras que en 1914 esta cifra llegaría a casi el 40%.

[3] Gran parte de la historia de la temprana apropiación de la tierra en la región aparece registrada en el muy exhaustivo y casi desconocido trabajo del historiador local Pedro López Godoy (López Godoy. Historia de la propiedad y primeros pobladores del partido de Pergamino, II tomos, Pergamino, 1973). Otra referencia en Giménez Colodrero. Historia de Pergamino hasta 1895. Historia de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1945.

[4] Archivo de Catastro y Geodesia del Ministerio de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires, 1890. En Boveri, S.; Losada, F.; y Secreto, C. La propiedad de la tierra en Pergamino desde la Colonia hasta fines del siglo XIX. Primeras Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales, BsAs, 1999.

[5] Censo Nacional Agropecuario, 1908

[6] Restaino, Rafael. Historia del Partido de Pergamino. El pan de aquí, Pergamino, 1995, p.110.

[7] En 1914, en momentos en que cerca del 40% de la superficie de los partidos de la zona se encontraba bajo la propiedad de terratenientes que poseían extensiones de más de 1000 has siendo éstos apenas el 1% de los “productores” censados -mientras el otro 60% tenía acceso tan sólo al 25% de la tierra- la mayoría de los agricultores (el 62%) no era propietaria del suelo que trabajaba.

[8] Sobre este punto ver: Azcuy Ameghino, Eduardo. “Renta y arriendo. Problemas de economía e historia”. En: Azcuy Ameghino, Eduardo; Trincheras en la Historia. Imago Mundi, Bs. As., 2004.

[9] Marx hace referencia a la existencia de una renta que deviene de la propiedad territorial y que es pagada por un arrendatario que no es "un capitalista" o que su explotación no reviste esa naturaleza, absorviendo el canon que paga al terrateniente "su propio trabajo sobrante" además de "una parte del salario normal que en otras condiciones percibiría por la misma cantidad de trabajo", expropiándole también el propietario "su pequeño capital, incorporado a la tierra casi siempre por obra de su propio trabajo". Marx. C.; El Capital. Libro III. FCE, Mexico, 1965. p. 583.

[10] Considerando el desarrollo económico de diferentes unidades productivas el desnivel en la tasa de ganancia puede ocurrir como resultado de la persistencia de trabas de origen precapitalista –esta sería en lo esencial la naturaleza de la renta terrateniente a la cual aludimos-, además de limitaciones impuestas por el carácter dependiente de la economía en general-. Analizando el proceso de nivelación de la tasa de ganancia en las diversas esferas de la producción capitalista Marx había observado: “esta propia nivelación choca contra grandes obstáculos, cuando numerosas y masivas esferas de la producción que no se explotan del modo capitalista (por ejemplo la agricultura explotada por pequeños campesinos) se interpolan entre las empresas capitalistas y se concatenan con ellas”. Marx, C. El capital. III, p.248.

[11] Estas condiciones a las que aludimos se desenvolvieron asimismo y paralelamente con los inicios del desarrollo de relaciones de producción modernas, trabadas en gran medida por la estructura a la cual hacíamos referencia, pero que lentamente se irán extendiendo a lo largo del siglo XX.

[12] Según Censos Nacionales Agropecuarios 1947 y 1960.

[13] En la región pampeana en 1950 el 8% de las labores agrícolas se realizaban con tracción mecánica, en 1955 el 40%, en 1955 más del 50%. Ver Tort, M.I.; Mendizábal, N. “La fuerza de tracción en la Agricultura Argentina: maquinaria agrícola y Estructura Agraria, el caso de las Zonas Cerealeras Pampeanas” EN: Tecnología y Empleo en el Agro. El caso argentino. Recopilación de ensayos; Bs. As., 1980.

[14] Si en 1960, en la zona de influencia de la EEA de Pergamino, el rendimiento por hectárea de los predios de más de 200 has. hubieses sido similar al de las explotaciones de menor extensión, su producción habría aumentado en un 50%.

[15] Ver al respecto Diagnóstico Socio-económico de la zona de influencia de la Estación Experimental Regional Agropecuaria de Pergamino. INTA, EEA Pergamino. 1972.

[16] Martínez Dougnac, Gabriela. Trabajo asalariado y familiar en la zona agrícola del norte. Cuadernos del PIEA n°4, Bs.As., 1998.

[17] El precio actual aproximado de la hectárea en Pergamino es de u$s 4.800.

[18] Murmis, Miguel. Pobreza rural: datos recientes y diversidad de situaciones ocupacionales. PROINDER, BsAs, 1995.

[19] Si bien la política Menemista no deja dudas acerca de sus resultados en este sentido y en cuanto a la magnitud de los cambios señalados, es a partir de la última dictadura cuando el tránsito en aquella dirección comienza a hacerse evidente, cuando a la concentración propia del desarrollo del capital se le sumen las consecuencias de las políticas de ajuste, de desarticulación de los mecanismos estatales de contención, el desempleo creciente, etc. Por otro lado el significado del golpe militar de 1976 no sólo es económico sino y principalmente político, sobre todo si tenemos en cuenta el impacto que significó en la desarticulación de las organizaciones políticas, gremiales, sociales, en las que se concentraba la representación popular, más el encarcelamiento y asesinato de numerosos dirigentes, etc. En fin, al explicar las condiciones que favorecen el predominio de las políticas neoliberales en los 90 en nuestro país, no puede dejar de tenerse en cuenta el establecimiento de una nueva correlación de fuerzas desfavorable a los sectores populares, vinculada también a una nueva situación y correlación de fuerzas en el ámbito internacional.

[20] “La acumulación, que, bajo el régimen de la propiedad privada, es la concentración del capital en pocas manos, constituye siempre una consecuencia necesaria, si se deja a los capitales seguir su curso natural, y es precisamente la competencia la que da rienda suelta a este impulso natural de los capitales”.

“...la ganancia del capital es proporcional a la magnitud de éste. Presciendiendo... de la competencia deliberada, un capital grande se acumula, por tanto, proporcinalmente a su magnitud, con mayor rapidez que otro pequeño...”. Marx, Karl. Manuscritos económicos filosóficos, 1948. En Marx, C. y Engels, F.. Escritos económicos varios. Grijalbo, México, 1966. P. 45.

[21] Esta afirmación surge de tener en cuenta la escala de extensión (hasta 200 has) y la superficie cultivada por explotación agropecuaria.

[22] El desarrollo de este punto se realizó a partir del trabajo de investigación correspondiente a un proyecto Ubacyt acerca de los cambios en las formas de producción agrícolas entre 1950 y 2000, integrado también por Eduardo Azcuy Ameghino, María Isabel Tort y José B. Pizarro. Algunas conclusiones aquí expuestas han sido presentadas para su discusión en el VI Congreso de la Asociacion Latinoamericana de Sociologia Rural, Porto Alegre, 2002.

[23] Osvaldo Barsky señalaba una desaparición mayor de unidades productivas en USA. Sin embargo, “durante la vigencia del Plan de Convertibilidad habría desaparecido un 25% de los establecimientos de la región agrícola del norte de la provincia de Buenos Aires. Cabe señalar que en el mismo período en el estado de Iowa, la eliminación de farms alcanzó el 5,9%” (Eduardo Azcuy Ameghino. La conflictividad agraria en Argentina: gremios, movimientos y protestas sociales. 1991-1999. Tesis de Maestría, 2000, Mimeo).

[24] Martínez Dougnac, Gabriela. Trabajo asalariado y familiar... op.cit. Azcuy Ameghino, Eduardo. The permanent hired workers in a district of the agricultural heart at the Argentine Humid Pampa. X World Congress of Rural Sociology. IRSA, Río de Janeiro, 2000.

[25] La pluriactividad por ejemplo aparece en este contexto de crisis, enmarcada también en la difícil situación que plantea una creciente desocupación en el sector, como una estrategia tendiente a lograr la supervivencia. Neiman, Guillermo, Bardomás, Silvia y Jiménez, D. Continuidad y cambio en las explotaciones familiares pampeanas. El caso de la pluriactividad en la provincia de Bs. As. Primeras. Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales, UBA, 1999.

[26] Cloquell, Silvia; Albanesi, Roxana; De Nicola, Mónica; Preda, Graciela; Propersi, Patricia; González, C. Transformaciones en el área agrícola del sur de Santa Fe: Los cambios locales en la dinámica económica, social y cultural. Su importancia para la construcción de estrategias. Segundas Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales. Buenos Aires, 2001.

[27] INDEC. Censo Nacional Agropecuario 2002. Resultados provisionales.

[28] Hemos visto que, mientras según datos censales, entre 1960 y 1999 desaparecen en Pergamino el 60% de las Eaps, si tomamos las que ocupan una superficie de hasta 100 has -o sea aquellas explotaciones de base familiar- se puede concluir que la desaparicion afectó a un 70% de las Eaps, reduciéndose la superficie abarcada por esta clase de explotaciones del 33% al 9,6% de la superficie del partido.

[29] Azcuy Ameghino, E.; Martinez Dougnac, G.; Tort, M. I. Evolución reciente de la agricultura familiar en la región pampeana: Las nuevas condiciones de reproducción. VI Congreso de la Asociacion Latinoamericana de Sociologia Rural, Porto Alegre, 2002.

[30] Por ejemplo, en el marco de una economía dependiente, la tardía tecnificación del sector agrario, el atraso relativo de ciertas producciones, la baja intensidad de la inversión de capital, etc.

[31] En sentido opuesto, valoramos la importancia de los diversos subsidios agrícolas que se aplican en los países de capitalismo avanzado como uno de los factores que contribuyen, aun en el marco de la crisis estructural y apenas como un paliativo, a prolongar la vigencia de las explotaciones familiares.