Significados y
discursos en
la educación media y superior en Argentina
María
Eugenia Rodríguez(*)
Introducción
La
búsqueda de explicaciones que nos permitan entender la crítica situación en que
se halla hoy la educación en Argentina es una tarea infinita.
En
este artículo se hace un recorte de esa búsqueda a partir del desarrollo
histórico de la educación superior y media desde el nacimiento del sistema
educativo hasta el presente. Esta mirada sobre el desarrollo de las
universidades, de la educación superior no universitaria y de la educación
media muestra el rumbo que toma en nuestro país el proceso de
profesionalización, ascendente durante el siglo XIX y descendente en el siglo
XX. Esta observación desencadena en una nueva inquietud, respecto de cuál sea
la razón de dicho descenso y cómo evoluciona la educación media y superior a la
par de esto. Entonces, se hace necesario analizar como variable lo
ideológico-político en el discurso educativo histórico, con el propósito de
entender la compleja trama de intereses y razones que arman y desarman el
sistema provocando ese juego tan complejo que es la práctica pedagógica.
I. Situado el surgimiento del Sistema Educativo Formal argentino en el
período de sanción de la Ley de Educación Nº 1420 (1884), nos encontramos con
el siguiente cuadro de situación:
·
Una escuela primaria
oxigenada con el impulso de la obra sarmientina, pero cuya distribución a lo
largo y a lo ancho del país distaba mucho de ser equitativa, por lo cual,
coexistían las nuevas metodologías positivistas con el modelo de enseñanza
colonial en las regiones alejadas de las urbes;
·
Una escuela secundaria que
ajustó sus aspiraciones a ser casi exclusivamente el escalón de estudios
preparatorios para la Universidad, con lo cual limitaba en las posibilidades de
ingreso a aquellos que no pertenecían a determinados sectores sociales
poderosos. A esta situación responden los colegios existentes al comenzar la
década del ochenta: el Monserrat (que depende de la Universidad de Córdoba), el
Colegio Nacional creado por Mitre y sus réplicas provincianas, y algunos
establecimientos privados.
·
Una Universidad que
actuaba como vía de acceso para la función pública (Ministerios, cargos
públicos...)
Entre
estos dos últimos niveles, podemos marcar diversas relaciones, producto del
desarrollo que cada uno siguió en el curso de la historia. Una breve
descripción paralela y por periodos de dichos desarrollos nos permitirá el
análisis posterior:
·
1880-1945
-
Subsisten en la Educación Media los
Colegios nacionales fruto de la acción de Mitre, y hacia 1890, por iniciativa
de Pellegrini, se funda la primera Escuela de Comercio en la Capital Federal.
Años después, aparecerá la primera Escuela Industrial de la Nación bajo la
dirección de O. Krause (1897). Hacia 1930 un 36 % de los establecimientos
secundarios se orientan a la modalidad bachiller, un 27 % son normales, un 10 %
comerciales y un 7 % técnicos[1]
-
Además de las Universidades de Córdoba y Buenos Aires, cuyas creaciones datan
de épocas anteriores, se sumará a la Educación
Superior la creación de la Universidad de La Plata en 1905, de neto corte
positivista por lo cual rige de derecho la
Ley de especialidad, para la formación de profesionales. Hacia 1940 la
formación del Magisterio recibe un nuevo impulso merced a la implementación de
un segundo ciclo (no secundario) de carácter profesional.[2]
1945-1960
-
En el nivel medio es significativo
el crecimiento de la enseñanza técnica; se organizan las escuelas-fábrica que
combinan estudios y trabajo, formando operarios. Las escuelas industriales se
dedican, por su parte, a la formación de técnico[3].
Hacia 1950 los establecimientos de educación técnica alcanzan un 21 % del
total, los normales un 19%, los bachilleres un 24 % y los comerciales un 16 %.[4]
-
En la educación Superior, mientras
tanto, es significativa la creación de la Universidad Obrera Nacional,
destinada a formar ingenieros de fábrica.
1960-1980
-
En esta época, la idea de educación como inversión reemplaza la concepción de
educación como un derecho del hombre, dados los cambios económicos y políticos
que se viven a nivel mundial. Se funda en esta época el CONET, y crece a un
ritmo acelerado la enseñanza privada. El gobierno de facto del ’66 adhiere a la
siguiente idea: “el éxito obtenido por la educación técnica es que se adapta a
las necesidades de la empresa”[5].
Hacia 1975 las escuelas de modalidad bachiller han llegado a constituir el
36,5% del total de establecimientos medios, la modalidad técnica llega la 27 %,
la comercial al 33,1 % y el resto son escuelas normales.[6]
-
Acorde a esta nueva concepción de educación, el Banco Interamericano de
Desarrollo centra su ayuda en el sector universitario, creándose el CAFADE (Comisión
Nacional de Administración del Fondo de Apoyo al Desarrollo Económico). Se
crearán Universidades privadas como la Pontificia Universidad Católica, la
Universidad del Salvador, del Norte, y otras, llegando a un número de 32 en
1982.
El
gobierno de facto del ’66 interviene y vacía las Universidades nacionales, al
tiempo que impulsa las carreras cortas. El legítimo reclamo de elevar la
formación docente al nivel terciario es conseguido en 1971.
·
1980-1990
-
En la educación media, la matrícula
se orienta con mayor fuerza hacia la modalidad bachiller. “Los rasgos distintivos son el estancamiento relativo de
la modalidad técnico-industrial y la
estabilización,
aunque a niveles cuantitativamente más elevados, de la modalidad comercial”[7]
-
En esta década, la población en situación de educación secundaria en nuestro
país asciende al 74 % de la población total, mientras que a la educación superior ingresa el 41%.[8]
1990 en adelante
-
La educación para un modelo de
inestabilidad como el que se ha instalado en los planos económico y social
ofrece como opción la de una educación polimodal.
-
Con respecto a la educación superior estatal, Argentina “posee una matrícula
total equivalente a dos tercios de la brasileña, pero gasta sólo un octavo de
lo que Brasil en su educación superior”[9].
-
La educación superior universitaria y no universitaria privada asciende
notablemente en número y en oferta de cursos, postgrados, maestrías, carreras
cortas y de grado.
Como se puede observar en el paralelo trazado por
periodos, el desarrollo de los niveles medio y superior se muestra por momentos
articulado (por ejemplo, cuando el nivel medio asume, respondiendo a intereses
parciales y elitistas, la tarea de ser una preparatoria para la universidad) y
por momentos adquiere visos de competencia (por ejemplo, cuando el nivel medio
despliega como función otorgar títulos con salida laboral efectiva).
Así,
al analizar la relación entre los niveles medio y superior en los diferentes
períodos marcados se ve cómo hacia 1880 no es objeto de discusión la función
que debe cumplir el nivel medio, ni la función de formación especializada que
ofrece la positivista universidad de la época. Sólo cuando la elite dominante
advierte el ascenso económico de otros sectores sociales surge la necesidad
política de diversificar la propuesta educativa de nivel medio ofreciendo otras
modalidades como la educación técnica y de oficios.
Pero
la incidencia de este atisbo “profesionalizante” del nivel medio es, hasta
aproximadamente 1930, mínima (sólo el 7 % de la matrícula se inclina hacia lo
técnico), por lo cual, la formación profesional sigue siendo propiedad
indiscutida de la universidad[10]
y sigue representando el éxito social reservado para algunos sectores
privilegiados. La profesionalización de los estudios, en ascenso histórico,
encuentra en esta ideología positivista su momento de mayor importancia.
Diferente
es el panorama a mediados del siglo XX cuando, merced al avance de la
orientación técnica y de las orientaciones “comercial” y “normal” el nivel
medio parece “profesionalizarse” otorgando títulos que prometían una pronta
aceptación en el mundo del trabajo. En la práctica, operarios (egresados de las
escuelas-fábrica), técnicos (de escuelas industriales) e ingenieros (de la
Universidad Obrera Nacional), se encontrarán en la pugna por un puesto de
trabajo.
Hacia
1960 las ideas desarrollistas de ‘la educación como inversión’ impulsan tanto
al nivel medio como al superior (crece, por ejemplo, el número de
establecimientos privados secundarios y universitarios). Pero el golpe del ’66
vaciará las universidades y mantendrá la “profesionalización” del nivel medio,
con sus títulos ‘comercial’, ‘técnico’ y ‘normal’.
Ya entrada la década del ochenta, la modalidad bachiller cobrará nuevo impulso mientras se estanca la orientación técnica. La impresión es que los sectores medios se vuelcan nuevamente hacia los bachilleratos por considerarlos el clásico medio de ascenso social y de acceso al poder (asociado con los estudios superiores). Esto va a desencadenar el aumento de la matrícula universitaria en la década de los ’90. Esta demanda obligará al nivel universitario a diversificar la oferta para cubrir todo el espectro social. Se percibe aquí la entrada de la universidad en la competencia por los cursos y carreras cortas, lo que “secundariza” este nivel en el intento de justificar su presencia social. A diferencia de lo que sucede en el resto del mundo, aquí las universidades centran su actividad en la formación de profesionales. Con la crisis que se percibe en esta función, producto de las políticas neoliberales que provocan una cada vez mayor devaluación de credenciales, las expectativas han pasado ahora a la formación de excelencia en los postgrados. Mientras tanto, los estudios terciarios de formación docente sufren las oleadas de la reestructuración del nivel medio a lo que se suma la desjerarquización de sus títulos.
II. El cuadro reseñado hasta
aquí se puede dibujar como un camino de ascenso y descenso del proceso de
formación profesional. El rumbo ascendente se ve expresado en los últimos
veinte años del siglo XIX, cuando existe una clara aunque discutible asignación
de las tareas propias de cada nivel de enseñanza: primaria obligatoria:
alfabetizar; secundaria: orientar según modalidad a cada sector social;
superior: formar profesionales y dirigentes.
Desde
comienzos de este siglo ese proceso parece haber tomado un rumbo descendente
que se vuelve patente cuando la escuela media comienza a ser, para una gran
masa social, la opción profesionalizante con
promesa de salida laboral. Este camino desemboca en un presente donde, ya
instalado definitivamente el lenguaje económico de la oferta y la demanda, los estudios superiores diversifican sus
propuestas llegando a desdibujar sus perfiles específicos, pero sin haber llegado a definir un nuevo rostro.
En consecuencia, la sociedad desconfía de la formación que ofrecen. En este
contexto, la formación superior no universitaria sufre un franco proceso de
destrucción.
Desde
luego, en esta partida juegan variables que condicionan en cada caso la
estructura educativa: la política, la economía y la ideología del sistema
vigente. A partir de esto, se plantea una posibilidad de análisis en el
siguiente punto.
Por
un lado, los sectores tradicionales que siguen en la disputa por retener el
poder, ahora asociados a la ideología imperialista y caracterizados, en cuanto
a su concepción de educación, por Puiggrós (1980): “Una condición fundamental para que el discurso pedagógico de las clases
dominantes en el capitalismo (la burguesía en el capitalismo avanzado y las
oligarquías nacionales en el capitalismo tardío dependiente) fuera hegemónico
ha sido la articulación de discursos pedagógicos diversos, dando una dirección
única a los procesos de reproducción social (...) el ejemplo más claro lo
constituye la alusión a la escuela como mecanismo apto para la movilidad
social, lo cual recoge una interpelación popular, pero incluyéndola en un
sistema en el que mistifica la solución y, por lo tanto, la subordina a las
necesidades de las clases dominantes.”[12]
En
contraposición con este discurso, aparecen en este siglo nuevos actores
sociales que, comprometidos con otros intereses e ideologías, pugnan por
cambiar el orden establecido, revalorizando el saber popular, que se definirá como un saber “inspirado ya sea en líneas teóricas de resonancias marxistas o enfoques
culturalistas, surgido de una interpretación en la cual se destaca la
importancia de las respuestas populares a determinados problemas vitales
(vivienda, salud, producción, etc) y se postula la necesidad de reivindicar el
carácter legítimo de ese saber y su valor como conocimiento adecuado a las
condiciones de la región”[13]
Por supuesto que la confrontación entre ambos
discursos no es tan sencilla ni es una operación matemática; por el contrario,
se entrecruzan cuestiones que complejizan el proceso. Por ejemplo, los sectores
populares que van a articular en su discurso los ‘saberes’ y reclamos de los
grupos desprotegidos, al conseguir el ansiado espacio político suelen “moverse”
como diría Paulo Freire, al lugar de dominadores, confundiendo aún más la
práctica pedagógica.
En
el hilo histórico desarrollado, podemos observar que la función del sistema de
enseñanza superior es netamente profesionalizante mientras la estructura
política-social requiere el mantenimiento del orden establecido. Esto se da
acompañado de una franca diferenciación del rol que juega la educación
secundaria como preparatoria para aquélla.
Cuando
el orden socio-económico-político no aparece como una estructura acabada sino
que se presenta como un frente de discusión y cuestionamientos alternativos, la
educación superior, así como la media, juegan el papel de “fusibles” del
sistema: allí donde hace falta desviar, o modificar el pensamiento popular, la
educación es el instrumento elegido por los gobiernos.
En
otras palabras, cuando en este siglo aparecen discursos alternativos, los
gobiernos cuya intención es mantener la ideología dominante, pautan con celo el
papel de cada nivel de enseñanza y mantienen a la universidad en su perfil profesionalizador.
La tarea de formación de profesionales es, entre
aquellas que pueden asumir los estudios superiores, la menos comprometida ya que apunta a la reproducción de una
especialización del saber y no a la producción de conocimiento.
Atendiendo
a lo señalado en los párrafos anteriores, podríamos conjeturar que cuando los
gobiernos nacen del discurso alternativo, del discurso de cambio social, del
discurso popular, los estudios superiores deberían ser quienes producen el
saber y el conocer que permita transformar la realidad, reafirmando esto una
real apertura democrática.[14]
Pero
la realidad nos habla de otra situación. De una estructura democrática donde
los estudios superiores no atienden a esa función primordial señalada arriba.
Hoy la universidad no cumple una función socialmente significativa: ha perdido
significación en cuanto a las posibilidades laborales de los titulados, ha
perdido significado desde el punto de vista político “a partir de la derrota de los
movimientos revolucionarios” cuyos actores eran estudiantes, y ha perdido “funciones desde el punto de vista específico
del conocimiento, a partir del deterioro de la calidad académica producida en
el marco de la masificación de las instituciones”[15]
En
este sentido, los estudios superiores se mantienen, o bien en una postura
acrítica (de apropiación no cuestionadora del cúmulo de conocimientos científico-tecnológicos
provenientes de los países desarrollados) que, por ende, reafirma un orden
político y cultural establecido; o bien en una postura de aislamiento, cerrando
los ojos a ese cúmulo de conocimientos, con lo cual a su pesar también entran en
un círculo de dependencia, por la puerta del atraso.
Esta
situación difícil de superar lo es aún más si tenemos en cuenta que la herencia
positivista sigue instalada en los ámbitos académicos donde debería producirse
el conocimiento.
V.
A modo de conclusión
Que
la educación en la Argentina actual llegue a ser un real agente de
democratización es una tarea que todos debemos compartir, pero difícilmente se
haga realidad si los estudios superiores no replantean su lugar en el espacio
socio-cultural.
El
somero panorama presentado en estas páginas hace evidente que, cuando el
discurso político ha sido el de “conservar el orden establecido” las
universidades se han mantenido en la función menos comprometida de formar
profesionales. En momentos históricos donde el discurso ha provenido de
sectores populares la universidad ha alcanzado un impulso reformador, aunque no
transformador. Hoy en día, se pliega al discurso económico y maneja la
oferta-demanda variando sus propuestas hacia la nueva “moda de la capacitación”.
Ese
descenso histórico que se observa en los estudios superiores remite a la
cuestión más profunda de los discursos ideológicos que condicionan el mayor o
menor compromiso social de los estudios de nivel superior y confirma la
necesidad de que los estudios superiores se ubiquen en ese lugar de productores
del saber y del conocimiento, como los únicos capaces de hacerlo, desde los
ámbitos universitarios y desde los Institutos de Formación, que a diario
construyen el saber de las escuelas
con todo lo que ello significa.
El
desafío en esta época de crisis y cambio para todo el nivel de enseñanza
superior, es re-pensar el modo de llegar a ser verdaderos agentes de
democratización.
Significados y discursos en
la educación media y superior en Argentina
El análisis de algunos aspectos ideológicos y
políticos que atraviesan el discurso educativo histórico, permite entender la
compleja trama de intereses y razones que arman y desarman el sistema
provocando ese juego complejo que es la práctica pedagógica. En este artículo,
se trabaja sobre la idea de que, en aquellos momentos históricos en los que el
orden socio-económico no se presenta como una estructura acabada o monolítica
sino que se constituye en un frente de discusión y discursos enfrentados (entre
políticas dominantes y alternativas populares), la educación superior y la ex
-media cumplen el rol de “fusibles” del sistema político, construyendo opciones
educativas que desvíen o modifiquen el pensamiento popular en función de una
política de gobierno predeterminada.
Palabras clave: discurso educativo - educación superior - alternativa popular-
opciones educativo-políticas
ABSTRACT
Meanings and Discourses in High School and College
Education in Argentina
The
analysis of some ideological and political aspects that go through the
historical educational discourse lets us understand the complex web of
interests and reasons that do up and undo the system resulting in that complex
game called the pedagogic practice. This article is based on the idea that, in
those historical moments when the socio-economic aspects do not appear as a
finished or monolithic structure but are established as topics of argument and
confronted discourses –between the leading politics and the popular
alternatives- college and high school education act as “fuses” of the political
system. In this way, they frame educational alternatives that can diverge or
modify popular ideas to suit predetermined governmental policies.
Key words: educational discourse
- college education - popular alternative - educational and political choices
Notas
(*) María Eugenia Rodríguez. Profesora en Filosofía, Psicología y Pedagogía, egresada del Instituto Nacional de Enseñanza Superior de San Nicolás. Licenciada en Educación (UnQui). Diploma de especialización en Gestión de las Instituciones Educativas (FLACSO). Maestrando en la Carrera de Maestría en Docencia Universitaria (UTN). Se desempeña como profesora en el Instituto Superior de Profesorado Nº 3 de Villa Constitución y en diversas escuelas medias de la zona.
[1] LLOMOVATTE, S. “Educación media y trabajo en Argentina”, EN: Propuesta Educativa Nº 3/4. FLACSO, Agosto de 1990. p 63 y ss.
[2] Al respecto se puede consultar el texto de Solari, Historia de la Educación Argentina.
[3] HILLERT, Flora; PASO, L Y OTROS. El sistema educativo argentino: antecedentes, formación y crisis. Cartago, Bs As, 1996, p 157.
[4] LLOMOVATTE, S. “Educación media y trabajo en Argentina”. EN: Propuesta Educativa 3 / 4, FLACSO, Noviembre de 1990. p. 64.
[5] HILLERT, F., op. cit. p. 163. Noviembre de 1970, discurso oficial en el acto de intervención del CONET.
[6] LLOMOVATTE, S., op. cit.. p. 63.
[7] Ibídem. Hacia 1984 la modalidad Bachiller alcanzaba a un 42 %, la modalidad comercial un 33,2 % y la modalidad técnica un 22,6 %, mostrando esta última que no había tenido un crecimiento desde la década anterior.
[8] BRUNNER, J. “Educación superior en América Latina durante la década de los ‘80”, EN: Propuesta Educativa Nº 10, FLACSO, Bs. As.. julio de 1994.
[9] Ibídem.
[10] Exceptuando la formación del magisterio.
[11] Respecto a qué entendemos
por una tarea y una práctica educativas ideologizadas, referimos aquí palabras
de Encarnación Sobrino (1987) donde aparece esta cuestión, vista desde la relación de la educación con su entorno: “...la
educación se encuentra vinculada con la estructura social (clases, grupos) y
con la estructura económica de la sociedad (fuerzas productivas, relaciones técnicas
de producción, relaciones de distribución, de intercambio, de consumo). Un
tejido sutil de interdependencias se establece entre los procesos educativos
concretos y aspectos tales como: el peso socioeconómico de determinados grupos;
el mayor o menor desarrollo de las fuerzas productivas; las necesidades
técnicas para la reproducción y la ampliación del sistema productivo, e,
incluso, para la eliminación de algunos de sus sectores. Este juego de
interrelaciones permite interpretar la educación como un producto del
entrecruzamiento de las diversas instancias o niveles de la sociedad dentro de
la cual el estado interviene como mediador”.
...Y vista desde lo intrínseco: “La posesión de los conocimientos en diversos grados hace posible que los que salen del sistema educativo se ubiquen, en los procesos de producción y de distribución, unos en posiciones dominantes y otros en posiciones subordinadas... El sistema favorece, por las justificaciones que él suministra, las diferencias de rango que produce y por la mentalidad jerárquica que difunde, la estructura desigualitaria de las relaciones sociales... y de la superioridad del trabajo intelectual sobre el trabajo manual...”. SOBRINO, Encarnación. Las ideologías pedagógicas. Humanitas, Bs As, 1987. p. 39 y 52.
[12] PUIGGROS, Adriana. Imperialismo y educación en América Latina. Nueva Imagen, México, 1980. Primera parte, p. 51, Postcriptum, p. 231.
[13] TEDESCO, Juan C. El desafío educativo: calidad y democracia. Grupo Editor Latinoamericano, Bs As, 1987. p. 31.
[14] Ibídem. La función de la universidad como productora del conocimiento tiene que ver con el concepto “fundante” de dicha institución: “la universidad era un lugar donde se desarrollaban actividades socialmente significativas, ya sea desde el punto de vista del proceso de crecimiento económico como desde la perspectiva del cambio social revolucionario”.
[15] Ibídem. p. 53.