Zeballos: En viaje hacia la Argentina moderna... Un discurso científico, pedagógico y propagandístico

 

Gisela Galassi y Julieta López*

 

Hacia 1923, en un momento en que la experiencia de la modernidad periférica conmovía al mundo intelectual y se yuxtaponían: aceleración y angustia, tradicionalismo y espíritu renovador, criollismo y vanguardia[1], Estanislao Zeballos se embarca nuevamente en un viaje a dos destinos clásicos entre los intelectuales argentinos: Estados Unidos y Europa. Liverpool, Inglaterra se convierte en el destino final de su itinerario de viaje y de su vida. Dejaba atrás, una vida y una obra en la que demostró una auténtica pasión por los desplazamientos reales y simbólicos. El viaje aquel significaba una vigorosa lección de optimismo -para un Zeballos gravemente enfermo- y como lo afirmó La Prensa,[2] resultaba la más adecuada definición de su carácter y de su acción creadora.

Medio siglo antes había iniciado su polisémica literatura, con la novela Zálide o el amor de los salvajes (1886), para luego introducirse de lleno en los relatos del viaje. Zeballos cumpliría adecuadamente con las reglas clásicas del género de la literatura de viajes: exploraciones o largas visitas, tanto en nuestro país cómo fuera de él, seguidas luego de respectivos libros o artículos. En 1904 en un tiempo en que la vanguardia intelectual huye del localismo y ama los gestos cosmopolitas, siguiendo el camino de prestigiosos hombres públicos argentinos, Zeballos decide realizar un viaje al Viejo Mundo que luego testimoniará en un apartado de su célebre Revista de Derecho, Historia y Letras[3], en él señalaba en 1905 cuáles eran a su entender, las tipificaciones que se pueden hacer de los viajeros: “El viajero (...) ¿qué se propone? ¿Estudiar o simplemente ver? Los viajeros pueden ser clasificados en dos grupos: los errantes por mera curiosidad á la vez que atienden a su salud ó que matan el tiempo; y los que estudian.” (p. 464)

Zeballos situándose dentro de la categoría de los “estudiosos”, referencia una imagen de viajero asociada al rol intelectual. Es que Zeballos no solo viaja, sino que siguiendo el camino de prestigiosos hombres públicos argentinos, encuentra tempranamente interés en dejar un testimonio, un legado de las impresiones que fue construyendo en su devenir viajero. Así surgió su necesidad, tópico de la modernidad, de no solo viajar sino de escribir sobre lo viajado. En este sentido viajar, escribir y leer se presentan como una trilogía que abre un amplio campo de relaciones de diferentes articulaciones: viajar es escribir, escribir es viajar, viajar es leer o leer es viajar. (Dubois: 1981:158). El discurso organizado que nace de las experiencias del viaje va a llegar también a diferentes públicos, públicos que cambian con el tiempo, los espacios y las circunstancias pero que siempre serán susceptibles de ser impactados por la narración viajera.

Estos relatos han dado origen a diferentes tipos de investigaciones; así los trabajos eruditos sobre la literatura de viaje han sido “celebratorios” recapitulando las hazañas de excéntricos, intrépidos o científicos esforzados. En otros casos son documentales, es decir se apoyan en los relatos de viajes como fuentes de información sobre los lugares, pueblos y épocas que estudian. (Pratt: 1997:32).

Siguiendo una línea iniciada en los últimos años desde las ciencias sociales; este trabajo se aboca a realizar una mirada crítica de la literatura de viajeros, se busca expresamente evitar el análisis erudito de los libros de viaje considerados a partir de su tratamiento como fuentes históricas primarias. Deteniéndonos en el análisis del contenido del relato, en las razones y formas de su publicación nos interesa indagar cuáles son los objetos de conocimiento elegidos por la mirada del viajero y el modo en que estos objetos son: descriptos, analizados y relacionados en la narración. Explorar por tanto, la mirada con que Zeballos relata, observa, y vivencia el destino de sus experiencias de viaje.

 

Un ilustre viajero

Estanislao Zeballos fue uno de los más prominentes hombres de ciencia y promotores de la cultura científica argentina de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Nacido en Rosario a mediados de la década del 50 en el seno de una respetada familia santafesina, el joven Zeballos fue promovido por la elite de su provincia a cursar estudios dentro del prestigioso Colegio Nacional. Ingresa luego en la recién creada Facultad de Ingeniería y en Derecho, de la Universidad de Buenos Aires. Con la finalidad de promover el avance de la ciencia funda la Sociedad de Estímulo Científico, más tarde denomina Sociedad Científica Argentina. Se relacionara allí con distintos viajeros y científicos muy vinculados con el proceso de construcción del Estado Nacional, hombres como: Moyano, Fontana, Lista, Fieldberg y Moreno, entre otros.[4] En 1879 junto a estos hombres, Zeballos dará forma a otra expresión institucional el “Instituto Geográfico Argentino”. A través de los boletines de estas instituciones -en el caso de la Sociedad Científica redactados por el propio Zeballos- se formará el discurso y la definición del paradigma científico de las siguientes décadas en el país. Aunando estas diferentes experiencias y expectativas, entre los años 1870 y 1880 Zeballos apoya distintas exploraciones[5] e intensifica sus propios viajes de investigación a distintas zonas del país, entre ellas la norpatagonia.

Hombre de actividad multifacética se desempeñó simultáneamente como periodista, académico, etnólogo, legislador, ministro, profesor, jurisconsulto y diplomático, llegando a ocupar puestos claves en distintas administraciones de gobierno, constituyéndose en una buena síntesis del hombre moderno de fines del siglo XIX y comienzos del XX argentino (Fernández –Navarro: 2002).

Zeballos se constituyó en un hombre paradigmático que utilizó magistralmente distintos canales legítimos de ascenso que le permitieron posicionarse, no a partir de un linaje familiar sino mediante la articulación de distintas esferas: su trabajo periodístico sobre todo en La Prensa, su papel dentro de la Sociedad Científica, su actividad como consultor, su rol político. Esto a su vez le permitió estructurar una densa red de relaciones sociales estimuladas a partir de espacios comunes de sociabilidad y de experiencia social y generacional.

Una dispersión similar a sus tareas aparece en la obra de Zeballos. Escribe artículos periodísticos, trabajos de carácter etnográfico y descriptivos, obras de derecho público y privado y textos sobre los temas más diversos. Entre ellos, la narración de sus experiencias de campo y relatos de viaje ocupan un lugar singular. En tal sentido, buena parte de su bibliografía se corresponde con una literatura de viajes condensada en su mayor obra: “Descripción amena de la república argentina”[6], pero además en una serie de escritos en la que trasunta explícita e implícitamente su adhesión a la causa de la ciencia típica del siglo XIX. Textos que, careciendo de la densidad de sus mayores obras de viaje[7], dan cuenta de sus presupuestos más profundos: la concepción del espacio, la legitimación del tiempo, la organización de la imagen del otro y de lo otro.

De este modo, nuestra propuesta intentará dar cuenta -a partir del análisis de estos escritos marginales- de la mirada de Zeballos y su confrontación con los cambios y pervivencias que se efectúan en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, así como también el impacto del discurso científico y positivista que el autor no solamente incorpora sino que además prolonga en su mirada sobre el espacio y las gentes que se trasforman durante estas particulares décadas.

Los relatos escogidos para nuestro análisis[8], tienen la particularidad de formar parte de una revista: la Revista Derecho, Historia y Letras, donde los textos de viaje, no pueden dejar de ser analizados sino dentro del marco del propósito global de la publicación y de su contexto de producción.

 

Scribere est agere. El pensamiento de los “espíritus selectos”

En el año 1898 Estanislao Zeballos funda la renombrada Revista Derecho, Historia y Letras. Siguiendo el lema Scribere est agere el primer número de la misma aparece en el mes de Febrero, bajo la dirección del mismo Zeballos y como secretario de redacción, Francisco J. Muñiz. De aparición cuatrimestral, se compone de 76 extensos volúmenes que se desarrollan en forma continuada a través de más de dos décadas de la vida nacional. Cada uno de ellos, se encuentran dividido en tres partes, una primera compuesta por alrededor de 30 artículos de muy variada temática, luego un apartado dedicado a los escritos de Zeballos, cuya materia sobresaliente es el derecho y la política internacional, y por último los apuntes biográficos. Fruto del esfuerzo individual del autor quien la conserva pese a los avatares de su vida pública; la revista deja de publicarse con la muerte de Zeballos en 1923.

La emergencia de esta publicación se produce dentro de un clima político contextualizado en la experiencia de la segunda presidencia de Roca. Desde el punto de vista personal Zeballos se ha convertido en un opositor del presidente, crítico agudo de su política exterior, rechaza los Pactos de Mayo de (1902) con Chile; así como también su política interna y el paternalismo presidencial llegando a presentar además un programa de reconstrucción nacional, con las siguientes bases: moralización administrativa, reorganización de la vida política de los partidos y fortalecimiento de las autonomías provinciales. De este modo, encuentra en el clima de casi una proscripción política, el momento oportuno para iniciar un procedimiento editorial de este tipo.

En la introducción de la Revista se enuncia el propósito, los objetivos, así como también a quiénes esta dirigida. Sólo escriben en ella, según expresa el propio Zeballos, “los elegidos”, es decir los personajes partícipes de su densa red de relaciones entrecruzadas de solidaridades de clase, filiaciones políticas, afinidades ideológicas y perspectivas políticas. Esta red de clubes y asociaciones (filantrópicas, civiles, profesionales y culturales), entre las que podemos situar a esta publicación, fue cualquier cosa menos accesible a cualquiera. Por el contrario era la arena, el lugar de entrenamiento y finalmente, la base de poder de un estrato de hombres burgueses que se veían a sí mismos como la “clase universal” y se preparaban para afirmar su aptitud para el gobierno (Freiser: 1994: 88)

En este sentido la Revista representa un espacio que Zeballos sólo abre a sus pares y a ellos mismos la dirige enunciándolos como los “espíritus selectos” capaces de comprender las metas perseguidas por el modelo hegemónico imperante. Así afirma: ”Consideramos un deber y un honor ofrecer estas páginas a todos los espíritus selectos que contribuyen a la civilización argentina y americana con una brillante y severa devoción a las letras” (...) en sus páginas no hallaran hospitalidad las disertaciones frías sin ideales y sin forma” Tomo I (p. 5)

Definidos los límites de inclusión de los colaboradores de la Revista, Zeballos traza el marco de temas que permiten observar casi fotográficamente los lineamientos teóricos e ideológicos del programa oligárquico. De este modo, con la intención de diagnosticar los males que aquejan a la nación y encontrarles solución, así como emprender una saludable revisión de conceptos y valores; el autor intenta a partir de la publicación de la Revista influir en los destinos de la Patria y en el bienestar de la comunidad que nos cobija con sus emblemas, para servirlas y honrarlas ”(...) no es por tanto infundado decir que esta Revista es también instrumento de adelanto público y de gobierno! ¡Caen, pues, en atmósfera intelectual propia, como simientes sanas en fecunda tierra, las observaciones del viajero, concebidas con amor y con anhelos patrióticos!” Tomo 18 (p. 360).

Tal proyecto entonces, se referenciará en una serie de colaboradores que iban desde hombres públicos, políticos e intelectuales, hasta los científicos más importantes del país, en muchos casos provenientes de distintos niveles generacionales. Los nombres de Domingo F. Sarmiento, Nicolás Avellaneda, Pedro Goyena, Francisco P. Moreno, Carlos Octavio Bunge, Carlos Pellegrini, Valentín Alsina, Carlos Ibarguren, José Ingenieros, Miguel Cané, Luis María Drago, R. Fragueiro, Miguel Unamuno, Roberto J. Payró, Ricardo Monner Sans, Adolfo Saldías, Victorino De la Plaza, Exequiel Ramos Mejía, Rodolfo Rivarola, Florentino Ameghino, Víctor Mercante, José Figueroa Alcorta, Alfredo J. Ferreira, Francisco J. Muñiz, Amadeo Jacques, entre otros, recorren las sucesivas secciones de la Revista. Estos colaboradores mantenían, en palabras de Zeballos, solidaridad patriótica de vistas y acaso comunidad de criterios científicos; por otra parte la filiación ideológica, aunque amplia de los colaboradores, representaba la coherencia de sus aspiraciones.

La revista no solo cumple con la grata obligación de propagar la producción de estos renombrados hombres públicos y de ciencia sino que encuentra fundamentalmente en ella un medio eficaz de difusión de los trabajos escritos por el propio Zeballos. En cada tomo de la misma se encuentran no menos de seis trabajos de su autoría, resultando finalmente el autor que mayor cantidad de artículos publica, articulando de manera admirable distintas esferas de su vida pública, representando simbólica y materialmente su heterogénea vida, y permitiendo al mismo tiempo fortalecer su imagen de hombre público y funcionario especializado.

Si bien buena parte de sus textos se encuentran dedicados al derecho internacional, la historia o la educación, también se permite editar otra serie de textos, más ecléctica en lo temático pero orgánica en lo programático. Entre ellos se destacan algunos escritos en los que Zeballos decide nuevamente explorar la escritura de sus experiencias de viaje.

 

Del silencio del desierto al eco de las ciudades

La extensa bibliografía de Zeballos da cuenta de su esfuerzo en pos de legitimar el avance del estado centralizado, así los temas centrales de sus obras de viaje mayores giran en torno de la transformación del espacio, el avance de la civilización y el progreso, la definición de la frontera y los límites espaciales y sociales simbolizados por ésta, la idea del desierto y el vacío experimentada a partir de la negación del “otro” representado por los indígenas. Sin embargo, en los escritos que seleccionamos para focalizar nuestro análisis, sin apartarse de la escritura canónica impuesta por el autor, avanzan en otra línea de relato más libre y heterodoxa. En ellos, Zeballos se ha corrido del lugar de expedicionario del desierto, ya no se perciben encuentros perturbadores con otras culturas, ya no está como tema omnipresente la extensión y prolongación de la frontera, y aparecen nuevos “otros” ahora no simplemente contenidos en la antinomia de la civilización y la barbarie. Hacia principios de siglo, Zeballos veía concretadas las campañas de exterminio, a las que instaba cuando en 1878 a pedido del presidente Julio A. Roca, escribió La conquista de 15.000 leguas, destinada a convencer al Congreso Nacional de la necesidad de solventar económicamente la Campaña al Desierto.

La estrategia de narración de Zeballos en estos textos es la de centrarse ahora, sin más, en las ciudades, lugar de residencia de los cambios, representantes a comienzos del siglo XX del verdadero centro de la civilización, sedes del progreso y el paradigma de la urbanización capitalista. Zeballos recorre y describe, en el relato varias ciudades, muchas de ellas europeas, específicamente italianas, y particularmente una nueva ciudad argentina, fundada sobre los cimientos de la organización y consolidación del estado nacional: Bahía Blanca.

Sobre el juego de las comparaciones, para resaltar el análisis de esta faceta poco transitada de los relatos de viaje de Zeballos, elegimos para desarrollar en este trabajo las ciudades pintadas por Zeballos: Génova, Roma y Chiusi entre las italianas y Bahía Blanca como el paradigma argentino. En especial este ejercicio comparativo se basa tanto en los elementos susceptibles de ser analizados en la similitud como en los elementos sobre los cuales se establece la desemejanza. Zeballos nos traza un fresco de ambos espacios en Notas de viaje y Bahía Blanca.[9]

 

Bahía Blanca: “La Gran Metrópoli”

Zeballos inicia su relato remontándose a un hecho muy preciso de nuestra historia, la guerra del Paraguay. No hay de ella un recuerdo vago y ligero, sino una memoria muy viva y latente del estado de precariedad en la que se encontraba la Argentina cuando esta estalló, tanto por la falta de recursos como por la indefensión militar. Situación, que inevitablemente llevó al gobierno a endeudarse extraordinariamente con el Banco de Londres y Río de la Plata. Memoria muy viva pero también aleccionadora que busca conmover a su público mostrando que ante el endeudamiento extremo o el peligro de muerte, solo queda un camino: una digna posición militar. Ahora si ese pasado es vergonzante Zeballos se detiene en un presente que ha revertido la situación. Es justamente aquello que se ha modificado pero que ha pasado inadvertido para algunos gobernantes, lo que explica la descripción de esa nueva ciudad argentina que es Bahía Blanca.

Según explica Zeballos: “el doctor Rocha me replicó vagamente ¿por qué no estudia algún lugar próximo a la Ensenada?” (p.604). La invitación de Rocha, es la excusa de Zeballos para lanzarse a un nuevo viaje al sur, esta vez bastante diferente a los emprendidos años antes. El incentivo político, para la realización de un viaje a un lugar dentro de los márgenes de la República, se refuerza por el hecho, de que el mismo se realiza a un lugar ya conocido y estudiado por Zeballos. El viaje tendría como finalidad confirmar la idea a priori que tiene sobre Bahía Blanca como la “gran metrópoli”, ciudad destinada a ser la capital de la provincia. Así el viaje de Zeballos, procura ofrecer a partir de su particular descripción de Bahía Blanca, nada menos que, una propuesta para la organización eficaz de la gestión estatal, porque aunque para este momento no sea un agente del estado en ejercicio continúa pensando que una de sus formas de contribuir al engrandecimiento del Estado, es a través del estudio detenido y específico que permita comparaciones a partir de las cuales es posible conocer pero sobre todo aprender.

Si Zeballos es el hombre elegido para realizar este viaje utilitario y pedagógico, es porque para este momento ya puede reconocerse y presentarse como un observador experimentado, dejando en su discurso huellas que testimonian sus innumerables viajes y sus dotes de científico que sabe de cartografía, topografía y todas las técnicas de la mensura territorial.

En la narración de sus desplazamientos, no hace referencia alguna a la vida urbana, sus costumbres, ni personajes; su mirada logra apartar todo aquello que obstruye el foco de su mirada: esa sucesión de puertos naturales. Fiel a la doctrina positivista que impregnó tanto a él como a su clase, deposita toda su confianza en estas obras, que contribuirían a la unificación y unidad a la vez que concretarían la extraordinaria proeza de sacar al país del atraso y situarlo en la senda del progreso indefinido.

La forma que utiliza para describir los puertos; las costas, la profundidad de las aguas, la clase de vientos de la zona; es claramente técnica, imprimiendo un canon científico a su mirada a través de la cual continúa abonando su carrera, demostrando sus méritos intelectuales de científico reputado. Así el autor decide recorrer este territorio en busca de elementos de diferenciación, pero no se contenta con exponerlos, sino que sobre el diagnóstico elabora una serie de estrategias.

El itinerario concluye, en el mismo sitio donde se interrumpe la cadena de puertos de Bahía Blanca, el puerto militar: Así lo expresa Zeballos: “por último, en Punta Alta, al este del puerto comercial se perfila y lo que en el porvenir se llamará con fundamento el Portsmouth de La República Argentina, el primer puerto militar de sur América y por el largo dique de carena el primero hasta hoy de ambas América.” (p. 606)

La transformación del espacio que testimonia Bahía Blanca y que a su vez busca resaltar Zeballos, lo ha conducido a cambiar de procedimientos en sus viajes. Aquellos viajes de exploración que realizaba en la década del ’70, llevando como objetos su cámara, el rémington e instrumentos de medición topográfica (de los cuales gustaba traer cráneos para sus colecciones) han quedado en su memoria. El avance de la ciencia, la obra misma, ha querido que Zeballos, en este viaje solicite: “para no improvisar, ni trasmitir impresiones ligeras”, una entrevista con el ingeniero italiano Luis Luiggi, quién habría intervenido en la construcción del puerto militar. Es entonces a partir de las respuestas obtenidas, que está en condiciones de ofrecer los datos sobre la concepción y construcción de la obra; observando que: ”depende de estas obras la defensa de la nación que necesariamente preocupan a los argentinos estudiosos y previsores” (p. 606)

Estableciéndose al mismo tiempo como “observador experimentado” y “ciudadano vigilante de los intereses vitales de la Argentina”. Tal como afirma Graciela Silvestri (1999:245), la retórica de la Patria se enlaza con la retórica de la ciencia, reunidas en un personaje digno de Julio Verne: él mismo.

Recordemos, que si bien el viaje de Zeballos, tenía el propósito de confirmar su idea sobre Bahía Blanca como base indicada para crear una gran metrópoli y compensar “la absorción asombrosa de Buenos Aires”, es sintomático, que destine toda la última parte del relato para reivindicar la forma de vida en el puerto militar, sede además de la armada. Zeballos rescata la evidencia de la presencia del Estado Nacional, en uno de sus elementos definitorios de su concreción y fortalecimiento: las fuerzas armadas.[10] Ante la debilidad, aún manifiesta, de la presencia estatal, la resalta precisamente donde estaba ausente. Además como señala Paredes (2002:7) el autor quiere destacar el reconocimiento que se debe prestar al Estado a partir de sus rasgos de diferenciación: eficacia y subordinación a un sistema de normas impersonales impuestas por la autoridad jurídica y política. “la cultura e inteligencia, laboriosidad y buen sentido que en todas partes advertí hacen honor al ejército. Es una realidad confortante el hecho de sorprender aquel grupo de servidores del país (...) sometidos a las reglas severas de la administración, del orden y del trabajo, cuando la desorganización y el desbarate son enfermedades crónicas del país” (p. 625)

Estos párrafos muestran a Zeballos no adhiriendo a valores nuevos, sino a un discurso en el que estos se han profundizado. Es el diagnóstico de una sociedad en la que aparece la “indiferencia cívica”, “el desgobierno”, “la ineficacia de la ley”, lo que inquieta y preocupa, pero al mismo tiempo conduce a Zeballos a convertir este texto puntualmente y la Revista misma, en un medio para contribuir a la disciplina y a la resistencia. En tal sentido, y afirmando aún más lo señalado por Zeballos, los objetivos de la Revista propuestos en su introducción eran: contribuir a vigorizar las nociones del derecho y el deber en el hogar, en la educación, en la administración de justicia, en el funcionamiento administrativo, etc.

Ahora bien, en el texto dedicado a Bahía Blanca Zeballos auna tanto el costado “positivo” y “benéfico” de sus propuestas de orden y progreso como también los límites de este modelo. Tales límites para Zeballos pueden ser fácilmente ejemplicados con los conflictos e intereses de la urbanización argentina del cambio de siglo. ¿Es qué acaso las ciudades, pensadas como emblemas del progreso, han demostrado ser lo contrario? Resulta evidente que, el progreso material de la ciudad, como afirma Silvestri (1999: 267), no ha garantizado la formación de las virtudes cívicas que tan insistentemente perseguía la tradición política liberal.

En este sentido en particular se percibe, que al ponderar el “orden” militar, en tanto ejercicio de control y coerción pero también de la eficiencia y de la eficacia, Zeballos está manifestando, hacia principios de siglo, su preocupación y temor por los cambios acelerados experimentados en la sociedad argentina, transformaciones que se originan como consecuencia del proceso general de inmigración masiva y urbanización[11]. Temiendo el desorden social y sintiendo la amenaza a la identidad argentina, Zeballos ira acentuando sus rasgos conservadores y por tanto su discurso nacionalista, esto lo llevará décadas más tarde a formar parte de la Liga Patriótica Argentina.

El viaje a la ciudad de Bahía Blanca y el relato de esa experiencia se convierte, por lo tanto, en la excusa de Zeballos para desarrollar un discurso en el que expresa implícitamente su oposición y resistencia al régimen político del cual ha formado parte. Para comprender desde que lugar Zeballos ha construido su relato de viaje, es preciso considerar que son pocos los viajeros modernos que han realizado su relato durante el discurrir de su experiencia de viaje. El viajero elabora sus escritos en su lugar de identidad y pertenencia, desde un presente espacial y temporal, sobre un pasado centrado en un espacio que ya esta ausente y del cual ofrece una representación. De este modo, si lo más importante y destacable para Zeballos de aquel viaje a Bahía Blanca era la forma de vida en el puerto militar, en realidad lo que se vislumbra es a Zeballos narrando desde un presente (principios de siglo), y un lugar (Buenos Aires), en el que solo percibe “desorden” y de allí la necesidad de reivindicar “el orden”.

 

Las ciudades italianas: entre el progreso y el atraso

Debajo del elocuente epígrafe: “Diario íntimo, escrito para mi madre”, Zeballos comienza su narración en el apartado “Notas de Viaje” consagrado a su periplo por Italia. A pesar de está dedicatoria explícita, y del carácter introspectivo que Zeballos quiere inferir con la nota, él mismo tiene muy poco de íntimo y está dirigido como veremos explícitamente a otros destinatarios. Pues como todo escritor lo hizo pensando inevitablemente en ese otro, al que potencialmente pudiera interesar con sus ideas.

Zeballos comienza su narración señalando el cambio de carácter en que ha devenido su viaje y da cuenta nuevamente como lo privado y lo público se entrelazan de manera particular. “Nuestro plan de viaje privado y de reposo comienza á estar en peligro. Génova resulta una ciudad muy vinculada a Buenos Aires, y á cada instante hallo las pruebas de que una considerable parte de ambas poblaciones se conoce y se comunica íntimamente(...) apenas aparecí en las calles fui reconocido” (p.109)

Es este reconocimiento que señala, lo que trasforma su viaje de descanso privado en un viaje inevitablemente público. Así el cúmulo de experiencias que recogiera en sus diversas actividades profesionales y su prolongado protagonismo en la esfera pública que le permitieron cimentar distintos tipos de relaciones, no quedaron escindidos de su comportamiento en el ámbito privado. Zeballos abunda en las citas que indican este reconocimiento permanente por algunos personajes italianos que, vinculados de diversa manera con Argentina, lo distinguen en las calles de la ciudad como un personaje “ilustre”.

A su vez Zeballos indica en sus desplazamientos a aquellos que él reconoce, todos emparentados con la función burocrática[12] en la que se ha desempeñado, la cuál ha sido la coronación de sus versátiles talentos. Zeballos por lo tanto, en la mirada dirigida a estos otros se reconoce a sí mismo. El conjunto de personas e instituciones que estructuran todo el relato, instrumentalmente utilizados como el espejo que devuelve la imagen de un hombre “notorio”, en quienes piensa como reales destinatarios de sus relatos, son sus compañeros en la vida pública, la comunidad de pares que comparten el ambiente intelectual de la época.

La vinculación que Zeballos establece de Génova con Buenos Aires, va más allá de los vínculos humanos que se tejen entre ambas ciudades. La mirada de la ciudad sobrecoge a Zeballos, como una imagen acabada una especie de fotografía que lo impacta con su marca, por las similitudes que él percibe entre la celeridad de los cambios urbanos de la metrópoli italiana y la argentina. Esta mirada esta cargada de una buena dosis de admiración y también de preocupación por la celeridad de los cambios. La comparación con la urbe del Plata que dejaba atrás “la gran aldea” y daba cuenta de un extraordinario cambio en el paisaje urbano se vuelve por tanto inevitable y ejemplificadora del progreso argentino: “La ciudad se trasforma; la vieja vía Julia, es hoy la ancha vía XX settembre, abierta en el macizo, como la Avenida de Mayo, que desciende de la plaza Deferrari y está edificada lujosamente. Se suceden sobre ella los palacios, de frentes bajos cubiertos por anchos y elegantes portales, lujosamente decorados, con cielorrasos de grafito y pisos de mosaico”. (p. 108)

Las ciudades modernas con sus lujos y comodidades, encierran además graves peligros como: la indiferenciación, el perderse entre la masa urbana de gentes, donde la estratificación social y la imagen excluyente y elitista que esta denota, no se manifiesta, o lo que es peor, no importa: “a lo largo de aquellos suntuosos pórticos desfila gran parte de la población de Génova; y es posible que allí pase desapercibido un argentino medianamente notable” más adelante agrega: “bajo los ojos y los dirijo á la muchedumbre que se refugia, formando dos corrientes encontradas...” (p. 108-109)

En la mirada de Zeballos sobre la ciudad, un problema urbano emergente es la muchedumbre, la multitud, considerada como un fenómeno social peligroso, y que tiene una repercusión claramente política, pudiendo alterar el orden social. La aparición de ese desorden esta asociado con la inmigración, la cual ejerció en la sociedad argentina transformaciones que fueron insospechadas.

Zeballos, como muchos de sus contemporáneos desde Sarmiento a Ramos Mejía, manifestaban duras críticas hacia la calidad de la inmigración y una desconfianza creciente en la integración. Los inmigrantes eran necesarios para alcanzar los ideales de la modernidad y el progreso, pero por otro lado podían obstaculizar y detener la tarea de quiénes querían gobernar e imponer el control. La inmigración estaba ya produciendo distintos focos de conflictos sociales, la cual implicaba un amplio espectro de situaciones: enfrentamientos políticos ideológicos, problemas de vivienda, condiciones de salubridad e higiene. Los replanteos de la tesis acerca del progreso social frente a las nuevas condiciones observables desde las últimas décadas del siglo XIX, calificadas bajo la denominación de la cuestión social y dieron origen al grupo de los llamados “reformadores liberales”.[13]

Zeballos desplaza rápidamente estos temores, o mejor dicho pretende marginarlos en función de un “reconocimiento” de un puente tendido sobre la identidad, volviendo al recordar a las personas que lo reconocieron en la ciudad con un: “Salud!, Ilustre doctor Zeballo! (...) quién es este hombre de cara tan conocido para nosotros? La imagen nos transporta luego a Buenos Aires, á la esquina de las calles de la Florida y de Viamonte...” (p. 109)

Más adelante Zeballos se detiene nuevamente en la conducta de la gente, pero no ya la de la gente en general, sino de sus compatriotas en particular. Zeballos -a pesar de lo que podría esperarse de alguien de su clase y prestigio- se queja constantemente y emprende locuaces críticas hacia sus compatriotas viajeros que se dejan llevan por el lujo y la ostentación.

“Vea Ud. este pañuelo de mano! (...) hacemos dos docenas para la señorita de...precio 1200 liras la docena. Observen Vds este mantel de Thé. Es precioso. Solamente vale 1000 liras. Lo ha ordenado el señor... de Buenos Aires. Un señor que en sus comienzos comía sin manteles (..) Ah! ¿ y estas sábanas de 500 liras? cada una (...) son para el senador de... que vive en Buenos Aires y antes dormía en un catre arribeño. ¿qué opina Ud. de ellas?- que nadie podrá dormir cómodamente con tales sábanas y me parece un vulgar rastacuerismo ordenarlas!” (P.110)

En un momento de agudas tensiones provocabas no solo la inmigración, sino también porque las nuevas elites políticas que asociadas al roquismo parecían desplazar a los viejos grupos dirigentes. Esto se traducía en acusaciones de materialismo y de perdida de ideales. El viejo orden social parecía perturbado, al mismo tiempo que las pautas referenciales de la vieja sociedad patricia se desarmaban, el fuerte componente extranjero de este proceso parecía conducir inevitablemente hacia una disgregación social -vivida como tal por quienes se sentían los legítimos padres de la Patria- (Romero: 1976). La crítica por tanto, no se dirigía hacia el fabricante laborioso, y menos a aún al trabajador abnegado, sino hacia el consumidor ocioso y compulsivo de esos lujos:

“pero fabricante ud con su talento y con estas maravillas de aguja, hace perder la cabeza a viajeros que carecen de sentido común y del sentido del dinero (...) saberse dominar es un consejo de oro para los viajeros.(...)Las jóvenes obreras que hacen esos vaporosos pañuelos de 120 liras, para los sudamericanos y no ganan un franco por día (...) esas obras están rasgadas con lágrimas inocentes y cada puntada leve de aguja parece remeter una angustia...” (p. 112). Con estos vaivenes angustiosos a la vez que crítica a sus colegas del viaje, jerarquiza el valor del trabajo, considerado como un puntal indispensable del progreso social.

Mientras Italia parecía haber perdido el rumbo en el progreso indefinido, la pujante Argentina parecía estar en muchas mejores condiciones, Zeballos transcribe las palabras de un joven y dedicado italiano que ejemplifica claramente estas percepciones: “eccelenza... me dice, quiero irme a Buenos Aires en Génova todo el mundo habla de Buenos Aires y todo el mundo recibe dinero de allí. Lléveme, soy inteligente, activo y honrado, aquí no hay porvenir porque no corre dinero” (p. 112)

Dejando atrás Génova, sus desplazamientos por Roma no nos remiten a referencias o perfiles urbanos, de planos, perspectivas del paisaje, y de topografías naturales. No se detiene en la descripción extensa y minuciosa de la ciudad, de sus calles, de sus palacios; por el contrario plasma de modo diferente el espacio. Aquí siguiendo a Sarlo, (1988:16) la ciudad para Zeballos es más que un concepto demográfico o urbanístico, se convierte en una categoría ideológica y un mundo de valores a partir del cual referenciar la descripción.

Su visita a Roma, es nuevamente una enumeración cualitativa y cuantitativa de lugares ilustres; la universidad, la Associazone della stampa italiana, el círculo de Prensa, instituciones todas que, según Zeballos, lo invitan en calidad de destacado hombre público. Este rol de “visitante ilustre”, define y coloca a Zeballos en el lugar de entrevistado, donde su condición de ex hombre de Estado lo convierte en el sujeto indicado para hablar sobre asuntos argentinos. El abordaje general y hasta podríamos decir superficial de temas tan diversos, como economía, asuntos militares, inmigración, etc., le permite presentarse y legitimarse como un talentoso intelectual, que reclama durante sus disertaciones, ciertos objetos -libros y mapas argentinos- para presentarlos como prueba fehaciente de sus afirmaciones. La carencia de estos elementos se trasforma en compromiso en dotar a la Associazone de una colección de libros y mapas. Así Zeballos se mostrará comprometido con la difusión del saber y la cultura. Incluso en su percepción de que nada puede dejarse librado al azar, no teme colocarse en los campos más insólitos, como el de hasta poder disertar sobre el juego de ajedrez en Argentina. Zeballos cierra el círculo de sus dotes excepcionales expresando: “Estoy sorprendido por la facilidad con que puedo expresarme en Italiano aún cuando nunca tuve maestro de este idioma (...). Me han preguntado hoy los colegas cómo he aprendido esta eufónica lengua, y he dicho que si no tuve maestros he tenido escuela. Ella ha estado sucesivamente en el teatro y en la lectura” (p.116)

De Roma su viaje continúa y finalmente concluye en el polo opuesto, una localidad de la Toscana, en Chiusi, “pequeña, apenas visitable”. La pequeñez de la ciudad y su escaso cosmopolitismo conduce a Zeballos encauzar su mirada hacia otros rumbos: la medición del tiempo y la historia, de los que también sacara provecho para reivindicar su posición de erudito y hombre de ciencias. “He calculado que diez años apenas serían suficientes para estudiar con proyecto este interesantísimo país: para recorrer un solo museo, el de esculturas del Vaticano, por ejemplo deteniéndose un minuto delante de cada objeto, se necesitarían cuatrocientas diez y seis horas. O sea diez y siete días; y para estudiar durante quince minutos, en termino cuatrocientos sesenta y cuatro medio, cada obra, lo cual sería un examen ligero, que supone vasta erudición, se requieren doscientos cincuenta y cinco días, y no menos de cinco años para juzgar artística y científicamente todas las colecciones del palacio- ciudad. Dedúzcase así, pues, el provecho que obtienen los caminantes del viaje circular”. (p. 464)

Zeballos da cuenta de un tiempo medido, racionalizado y verificable que solo un especialista puede reglamentar y medir como programa y como proyecto. Demostrando un criterio de eficacia y superioridad técnica que desarrolla como función legitimadora; medir, ordenar y clasificar constituyen un aspecto más dentro del utillaje variado de sus conocimientos técnicos. Un hombre poseedor de tales talentos y capacidades no necesita por tanto asesores que lo guíen en sus desplazamientos: “El guía es útil topográficamente en los monumentos inmersos como laberintos donde uno se pierde; pero una vez orientados, estorban y vale más hacerlos callar ó verificar sus dichos“ (p. 465)

Adentrándose en el análisis de la ciudad, Zeballos le molesta la poca atención que los argentinos depositan en Chiusi, por la compra de billetes circulares de ferrocarril. Con su compra la autonomía de la persona desaparece y se substituye por el interés y el criterio de lucro de las agencias de transportes. Un Zeballos cuidadoso del ahorro, induce nuevamente, al viajero instruido a no dejarse tentar por los viajes circulares, que solo consiguen efectuar erogaciones mayores, e impiden el conocimiento de lugares como Chiusi. Ha revisado con su curiosidad viajera los registros de museos y de hoteles y rara vez ha leído nombres argentinos en lugares apartados de los viajes circulares, de nuevo sus dotes de Maestro: “Pocos, muy pocos van a Sicilia, encanto de los sabios, de liberatos y de monarcas, donde vive la Grecia de los tiempos heroicos, a cuyas reliquias ha dedicado un viandante eminente, Hannoteaux, páginas preciosas en su libro del año pasado. La Paix Latine...” (p. 466)

La cita a un hombre de ciencias pretende demostrar, su enciclopedismo y su avidez de lecturas, informando además acerca de la última bibliografía, dando cuenta de una totalidad de saberes más deseados que sabidos. Esta es una operación más, entre otras, que funciona como una instancia legitimadora que le permite cobijarse en la elite cultural, social y política de la época.

Influido por el positivismo francés, sobre todo en la importancia capital que le concede a la ciencia y el papel que ésta debería cumplir en la búsqueda del bienestar humano, Zeballos evidencia en los párrafos que siguen una concepción de progreso entendido como un desarrollo gradual y lineal de la humanidad de acuerdo con el esquema comteano: Chiussi, (...) como un nido de águilas contiene también las huellas parlantes y perdurables de las evoluciones sociales: los etruscos, los romanos, la iglesia católica, la edad media y la Italia moderna, viven allí revelados por reliquias preciosas y por energías que están lejos de sospechar los que tienen un concepto equivocado de la fuerza vital y económica del reino amigo.“ (p. 467)

Es notable en este sentido como en toda la obra se encuentran en forma casi continua, claras alusiones a la doctrina positivista, o versiones más o menos personales de la misma, pero en ningún momento encontramos una referencia directa.

Sin embargo, tal progreso parece estar amenazado por la misma muchedumbre que lo asfixiaba en Génova, esa muchedumbre urbana y peligrosa aún presente en una pequeña localidad de la Toscana. “Nos miran con extrañeza (...) toscanos de manos en los bolsillos y trajes abigarrados y de dudosa higiene. La muchedumbre que así espera al tren es idéntica a la que vemos a lo largo de las estaciones argentinas, cuyos curiosos son también italianos en mayoría.” (p.468)

Zeballos cierra su relato describiendo cómo mientras realizaba una excursión campestre, cerca del palacio de la ciudad, se acerca a un joven italiano a quién pregunta si por casualidad no conoce a una persona que no halla venido de la República Argentina, el joven contesta afirmativamente, él mismo es de Buenos Aires, dialogan y en el joven reconoce a Zeballos por ser lector ávido de los avisos de La Prensa. El reconocimiento final al Dr. Zeballos no ya de un erudito, sino de un hombre mismo del vulgo en un perdido paisaje montañoso.

Estanislao Zeballos realiza uno de los viajes más clásicos e idiosincráticos de los intelectuales de fines del siglo XIX y principios del XX, el viejo mundo y particularmente Italia. Las ciudades italianas de Génova, Roma y Chiusi, le sirven para realizar uno de los gestos más clásicos entre los intelectuales de su época, estudiar las realidades ajenas como espejo y contraste de la propia, y como advertencia del porvenir nacional. En este sentido la mirada esta cargada de una buena dosis de admiración, expectación y preocupación por la celeridad de los cambios: En Italia como en Argentina se hace presente un fenómeno disruptor del orden social, la muchedumbre. Disruptora de un orden que no solo no contempla las barreras sociales, sino que corre el peligro de avanzar sobre la propia identidad argentina. La mirada del sujeto Zeballos se distancia desde un principio del goce superficial del que solo mira, no es un viajero en busca del ocio, que recorre y observa los lugares sino que es una figura pública, que revalida esta posición a través de estos desplazamientos. Predominan en su análisis las marcas que demuestran que es un personaje conocido y al mismo tiempo recibido con gran hospitalidad por diversos interlocutores e instituciones. Y esto solo porque ha sido nada menos y nada más que un hombre de estado, un científico, un hombre de letras.

 

Notas para un cierre

En estos escritos Zeballos, deposita su mirada en el escenario urbano, contemporáneamente con los sucesos que hacen de la ciudad y particularmente de Buenos Aires el centro de una cultura cosmopolita. Hacia el Centenario, la ciudad y más aún las metrópolis se constituyeron en el lugar natural de la cultura moderna y su rasgo característico y definitorio fue precisamente el cosmopolitismo.

La celeridad de los cambios y sus peligros establecen una particular relación entre el sujeto del relato y el mundo observado: una sociedad envuelta en profundas transformaciones. Zeballos se enviste en un papel no sólo de observador participante sino de narrador/actor que construye una trama, un discurso, un relato en donde el itinerario es el propio protagonista y como consecuencia, los lugares, las personas y los temas desarrollados tienen por función desplegar una imagen del mundo. (Carrizo Rueda 2002: 2)

Así, Bahía Blanca es esgrimida por Zeballos para testimoniar la nueva función que debía cumplir el ejército: como guardián del orden y manifestación de la presencia del Estado, luego de haber superado satisfactoriamente su prueba anterior de eliminar la “barbarie”. El puerto militar de la ciudad se muestra como la representación material más elocuente de ese Estado recién fundado que busca consolidarse. Pero también la emergencia de la ciudad, mejor dicho lo que Zeballos resalta en ella, da cuenta de un escenario trasformado, en aras de la ciencia y del progreso; resignificando su dominio simbólico de un espacio, que ha sido disciplinado. De este modo, a Zeballos no le interesa tanto el recorrido, en su descripción y relato, en tanto tales, sino que su significación es otorgada en tanto y en cuento pueden ser integradas a un dominio simbólico del espacio. (Fernández et. al 2001). Las ciudades italianas se convierten así, en el escenario adecuado desde donde difunde su conocimiento, a un público” prestigioso”, que a su vez le permite proyectarse aún nuevo auditorio, los distinguidos miembros de la elite a la que pertenece.

El espacio narrativo que Zeballos construye a través de distintos elementos conforman una trama destinada a convencer al público, al lector de las acertadas de sus enunciaciones, de su conocimiento, de su erudición. Las representaciones que construye no eran ineludibles sino que estaban condicionadas por una determinada coyuntura histórica e ideológica y por determinadas relaciones de poder y de privilegio.

 

Bibliografía

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Notas

 



* Alumnas de la Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, UNR. Miembros del Proyecto de Investigación: “El viajero oficial de la Argentina moderna. Espacio, Tiempo e Imagen en Estanislao Zeballos” (PID-SECYT, UNR).

[1] SARLO, Beatriz, (1988): Una Modernidad periférica, Buenos Aires 1920 y 1930, Nueva Visión, Buenos Aires, p. 15.

[2] La Prensa, 2 de Noviembre de 1923, p. 10.

[3] ZEBALLOS, Estanislao. “Notas de Viaje” En: Revista Derecho, Historia y Letras, Peuser, Buenos Aires, Marzo- Junio 1905.

[4] En este sentido como señala Babini (1986); Zeballos no sólo fue uno de los promotores de la creación de la institución, sino uno de sus miembros iniciales más activos y autor de muchas de las iniciativas de la “Sociedad” en sus primeros años de vida. Desde sus comienzos la Sociedad se constituyó en la única tribuna científica con que contaba el país y el único centro de consulta de los gobiernos de la nación y de las provincias.

[5] Zeballos apoya distintas exploraciones entre ellas la realización de un viaje a la Patagonia que efectuó Francisco Moreno, atravesándola de océano a océano, desde Carmen de Patagones hasta Valdivia, costeándose el río Negro y el Limay y examinando el lago Nahuel Huapi. En 1876 realiza una exploración con Reid y Moreno una “Excursión orillando el Río Matanzas”. En este mismo año acompaña a su hermano el teniente Federico Zeballos y a un fotógrafo, con los instrumentos indispensables para levantar una carta de los territorios recorridos e inicia su primer viaje importante a la norpatagonia.

[6] ZEBALLOS, Estanislao, Descripción Amena de la República Argentina. Tomo 1. Viaje al país de los araucanos, Buenos Aires, 1881. Tomo 2. La región del Trigo, Buenos Aires, 1883. Tomo 3. A través de las cabañas, Peuser, Buenos Aires, 1887

[7] Callvucurá y la dinastía de los Piedras (1884) y Painé y la dinastía de los Zorros (1886).

[8] ZEBALLOS, Estanislao, “Bahía Blanca” En: Revista Derecho, Historia y Letras. Tomo 10, Julio - Octubre de 1901.

 ZEBALLOS, Estanislao, “Notas de Viaje” En: Revista Derecho, Historia y Letras. Tomo 21, Marzo - Junio de 1905.

[9] En nuestro análisis seguiremos la heterodoxa descripción realizada por Zeballos al tomar como eje a la ciudad.

[10]En 1901 fueron aprobadas distintas leyes con la finalidad de modernizar el ejército argentino, de hacerlo más eficiente y alejarlo de las luchas políticas para orientarlo hacia sus funciones de defensa nacional. Pablo Ricchieri por entonces Ministro de Guerra llevará adelante transformaciones profundas entre ellas, la más recordada y trascendente será la Ley del servicio militar obligatorio que será aprobada por el parlamento, tras seis meses de durísimos debates, el 11 de Diciembre de 1901. La “Ley Ricchieri” permitió una profunda reorganización del ejército y la modernización de su armamento. Se adquirieron los campos de instrucción como Campo de Mayo; Campo Gral. Belgrano en Salta; Campo Gral Paz en Córdoba; Campo Los Andes en Mendoza; Paracao en Entre Ríos, entre otros.

[11] Estos elementos, junto con el temor al movimiento obrero y sus ideas, y el ejemplo de la Revolución Rusa llevaron, en la década del 20, a los sectores de poder aunque formados en una ideología liberal, a incorporar rasgos cada vez más conservadores. Zeballos, de este modo, encontrará en la Liga Patriótica que tenía como misión “colaborar en el mantenimiento del orden y fortalecer los sentimientos del alma nacional”, la expresión más profundas de sus ideas.

[12] Destacado jurisconsulto, Zeballos fue Ministro de Relaciones Exteriores durante la presidencia de Juárez Celman. Regresó a ese cargo en 1891, cuando era presidente Carlos Pellegrini. A la par de esta actividad como estadista y canciller, se mantuvo como periodista -fue redactor de El Colegial, El Mensajero- su labor más destacada en este ámbito fue en La Prensa de la cual fue su director.

[13] Quienes elaboraron diversas propuestas que apuntaban a la sanción de un programa moderado de reforma social que, respetando los fundamentos ideológicos liberales que guiaban a la vida política argentina, actuara sobre los preocupantes síntomas del conflicto social. La más importante fue el proyecto de Código de Trabajo impulsado por el ministro Joaquín V. González en 1904. Sobre esta temática ver: ZIMMERMANN, Eduardo, “Los intelectuales, las ciencias sociales y el reformismo liberal: Argentina 1890- 1916”, En: Desarrollo Económico Nº 124, Vol. 31, Enero. Marzo 1992.