Los “turcos” en
Rosario: inserción socioeconómica y ámbitos de sociabilidad
El presente trabajo es un avance sobre el
estudio de los inmigrantes árabes en Rosario desde una perspectiva
institucional. El problema de la inmigración y de los inmigrantes es tema
obligado cuando pretendemos dar cuenta del nacimiento de la Argentina moderna.
Asimismo el impacto migratorio en la región posee notable relevancia por lo que
significó la inmigración cuantitativa como cualitativamente. El desarrollo de
los distintos grupos étnicos, principalmente las corrientes más importantes por
su número – italiana y española- como otras tantas –rusa, yugoslava, judía,
alemana, japonesa, etc.-, contribuyeron a la construcción identitaria de la
ciudad. Rosario, portuaria y pampeana a la vez, se vincula tanto con Europa -y
otros continentes- como con los centro productivos agrícola-ganaderos de la
región pampeana. En este sentido como ciudad dinámica, Rosario transita un
proceso de crecimiento espontáneo y vertiginoso que protagonizan y al cual
contribuyen los distintos grupos étnicos. Dentro de este marco pretendemos
insertar nuestro estudio como parte de la historia de la ciudad, es decir
analizar a la inmigración árabe como a una de las corrientes que se incorpora a
la sociedad rosarina en un proceso de asimilación, que no impidió la
pervivencia de sus prácticas culturales, así también analizar cómo la continua
interacción entre el grupo y la sociedad receptora contribuyó a la efectiva
integración de los mismos en el espacio público de la ciudad.
A través de estas páginas nos ocupamos de los
inmigrantes árabes y sus descendientes abordando básicamente dos aspectos: la
inserción socioeconómica y los espacios de sociabilidad, aspectos que se
encuentran íntimamente vinculados.
En cuanto al primero nos referimos a la
actividad comercial del grupo y en especial a quienes luego de transitar por la
etapa de vendedores ambulantes instalaron negocios de venta al público al por
mayor en la zona céntrica de la ciudad. En el segundo nos remitimos a las
distintas instituciones conformadas por el grupo específicamente en el período
1945-1955. A través del análisis de las mismas se evidencia que las identidades
parciales -religiosas, regionales y nacionales-, de las cuales los inmigrantes
árabes son portadores, perviven en el nuevo lugar de residencia y se proyectan
en la creación de diversos ámbitos de sociabilidad, a saber: clubes, iglesias,
etc. A partir de esto último podemos considerar al inmigrante árabe como un
sujeto heterogéneo.
A modo de introducción a la temática en el
primer apartado nos aproximamos a las características de la inmigración árabe,
al comportamiento del grupo en su nuevo lugar de residencia y a la imagen que
construyen sobre el mismo la dirigencia argentina en distintos momentos
históricos.
Con respecto al sustento documental de este
estudio, principalmente nuestra apoyatura es la historia oral, a través del
análisis de las entrevistas realizadas a los protagonistas de esta historia.
Asimismo nos aproximamos a fuentes escritas como las actas y publicaciones
institucionales, entre otras.
Finalmente
es nuestro objetivo demostrar que el desarrollo institucional de la
colectividad árabe de Rosario en el período 1945-1955 se encuentra íntimamente
vinculado a la evolución socioeconómica de un importante y sólido grupo de
familias de origen árabe dedicadas al comercio mayorista en la zona céntrica de
la ciudad de Rosario.
El caso de la inmigración árabe
En el caso de la inmigración árabe,
sabemos que ésta comienza su llegada a nuestro país en la década del ‘70 del
siglo XIX y en forma masiva a partir de los ‘90, constituyendo por su número,
un importante grupo entre los inmigrantes de ultramar. En el traslado de este
contingente el mecanismo de la llamada “cadena migratoria”[2]
jugó un papel muy importante.
Dentro de este gran colectivo que implica
el pueblo árabe debemos establecer en su interior diferentes identidades
nacionales y religiosas que portan los recién llegados. A partir de aquella
fecha y hasta la segunda década del siglo XX se produce sobre todo el arribo de
cristianos[3]
-dentro de los cuales el grupo más importantes son los maronitas[4]
en su mayoría del Líbano, luego los ortodoxos (que crecerán en número y
organización a partir de 1910) y los melquitas[5]-;
también llegan, aunque en menor cantidad, musulmanes (entre los cuales ubicamos
a los drusos) y judíos. Desde 1920 a 1945, se incrementa el arribo de islámicos
aunque disminuye la cantidad total de migrantes respecto de los años anteriores
y aumenta la cantidad de los que retornan al lugar de origen (esta disminución
es compartida con el resto de los grupos étnicos). A partir de 1945, el flujo
migratorio de Siria y Líbano se mantiene estable ya que debido a la
inestabilidad política y a la desaceleración del crecimiento económico de la
Argentina, otros sitios se tornan más atractivos para instalarse.[6]
Con respecto al mismo grupo Bestene
argumenta que el hecho de que se los considere “turcos” u “otomanos” a los que
llegaron antes de la caída del imperio (los árabes junto con otros pueblos
-armenios, albaneses, griegos, etc.- se hallaban bajo dominio de Imperio Turco)
complica su recuento[7]. Por otra parte señala que
los retornos de los mismos son muy bajos en relación a otros grupos
inmigrantes, como también el hecho de que la mayoría de los migrantes turcos
eran de origen sirio o libanés. Otra cuestión que destaca es el alto índice de
masculinidad de este grupo en relación a los europeos, influyendo esto en el
comportamiento exogámico del grupo.
Respecto a la ubicación espacial, si bien
es cierto que el árabe se concentró en las provincias de Santa Fe y Buenos Aires,
también lo es el hecho de que son el grupo extranjero que más uniformemente se
ha distribuido en todo el país, llegando a superar hacia finales de siglo, en
la región del Noroeste (NO), Cuyo y Córdoba, a la totalidad de la población
extranjera.
Este autor también ha formulado algunas
hipótesis para tratar de explicar las causas de su distribución geográfica. Una
primera razón tendría que ver con que, al tratarse de una corriente de
inmigración tardía y no encontrando posibilidades de inserción en la región del
Litoral, se dirigen al Interior debido a que allí podrán desarrollar
ampliamente el comercio ante la falta de competencia de otros grupos
extranjeros encontrando una forma más rápida de ascenso social; otra razón
estaría dada por el importante papel que jugó en este grupo la “cadena
migratoria” -expresión de la solidaridad intraétnica- que una vez instalados en
la región atraían a familias o personas de la misma religión y/o región; y por
último, la búsqueda de un territorio similar al del lugar de origen hizo que
muchos de los que provenían de zonas rurales buscasen instalarse en poblaciones
pequeñas también. Sin embargo, comprobando que hacia 1914, el 57.4% de la
población árabe argentina reside en zonas urbanas (segundos después de los
españoles), ello determina entonces que todas estas pudieron haber sido las
causantes de la pareja distribución en todo el país.[8]
La imagen del inmigrante árabe como el
"turco comerciante" no es totalmente errónea, puesto que más de la
mitad de quienes arribaron a estas tierras se declararon comerciantes. A partir
de la década del ‘10 aumenta la cantidad de quienes se declaran como
jornaleros, seguramente debe haber influido el aumento de la competencia además
de la mala imagen que las autoridades argentinas tenían sobre los comerciantes
"turcos". Estos inmigrantes que en sus lugares de origen muchos eran
agricultores, jornaleros o artesanos, aquí se declararon comerciantes y se
dedicaron a esa tarea una vez establecidos, ello muestra la adaptabilidad al
lugar al que llegan.
Durante los años de la inmigración masiva
(y antes también) todos los intelectuales y políticos apuntaban a la difusión
de la inmigración blanca y europea, por lo tanto no eran estos inmigrantes de
Medio Oriente los esperados por los grupos dirigentes. En general, los
prejuicios que se tejieron a su alrededor tuvieron que ver con la dificultad
para aprender el idioma y por pertenecer a una cultura diferente a la
occidental. Según Juan A. Alsina -Director del Departamento de Migraciones
entre 1890 y 1910- se puede inferir claramente el rechazo a este inmigrante[9]
que es calificado de “exótico”. Parafraseando al mismo funcionario el
inmigrante árabe no se dedica a los trabajos agrícolas como tampoco se desempeña
como empleado urbano, más bien elige el trabajo de comerciante ambulante, no
produce, tiene dificultades con el idioma y no se aloja en el Hotel de
Inmigrantes donde se los puede controlar.
Hacia los años cuarenta -cuando en la
posguerra volvió a surgir el debate acerca de los posibles inmigrantes- los
“turcos” ya forman parte importante de la vida económica, social y política del
país. ¿Qué imagen se tenía entonces de ellos? Tengamos en cuenta que nos
hallamos en el período en el que todavía siguen arribando inmigrantes y en el
que ya existe tercera generación, el comercio sigue siendo la actividad
principal del grupo (con la que por otra parte se sienten muy a gusto), decae
el ambulante, también hay industriales, propietarios de tierras, profesionales,
políticos (ocupando un importante lugar) y pocos intelectuales (recién más a
partir de los años ‘50). Quien fuera Director del Departamento de Migraciones
entre 1945 y 1947, el antropólogo Santiago M. Peralta -preocupado por el tema
de la identidad nacional-[10],
propone la creación de un organismo que trabaje sobre el tema de la inmigración
y así poder sacar al pueblo argentino de la decadencia social, económica y
política en el que se halla sometido. Este funcionario tiene una visión más
positiva respecto del papel que tuvieron y que tienen estos inmigrantes en la
construcción de la nación argentina.
Para Peralta los árabes tienen la ventaja
de ser un pueblo y no una nación, de parecerse mucho al criollo, tienen la
facultad de adaptarse muy bien a la geografía argentina, se casan con
argentinas, no tienen conexiones comerciales en el extranjero, en fin, el árabe
es “...el hombre más adaptable de todos
cuantos inmigrantes han llegado a estas playas; quizás le iguale el español por
la herencia de sangre que posee”[11].
Pese a estas virtudes del árabe, la “raza” superior (al igual que para su
antecesor Alsina) sigue siendo el blanco europeo. Finalmente, como señala
Bestene “La imagen del inmigrante árabe
cambia porque cambia su situación en la sociedad receptora, no porque se lo
considere un grupo “racialmente apto” para poblar el país”.[12]
Con referencia al período de estudio que
nos ocupa quisiéramos recordar que durante el peronismo nos hallamos en la
etapa de menor ingreso de inmigrantes árabes a nuestro país. A pesar de ello,
las ideas de Peralta, las ideas de Eva Perón plasmadas en su libro Mensaje de amor al pueblo libanés de
1950, la visita en el mismo año del presidente del Líbano, las ventajas
obtenidas por los inmigrantes residentes y sus descendientes durante la
política mercadointernista, sumado a la conocida conexión entre descendientes
instalados en el NO y Cuyo con la dirigencia peronista, son indicios que
demuestran la fuerte presencia de los árabes en todo el territorio argentino
sustentada en su inserción socioeconómica y profesional.
Es una cuestión reconocida la inclinación de
los inmigrantes árabes hacia el comercio en la ciudad de Rosario. En este
apartado pretendemos mencionar a qué se dedicaba este grupo étnico colocando la
mirada en los comerciantes mayoristas de calle San Luis,[13]
donde estos inmigrantes y sus hijos/as ocuparon un lugar destacado -en cuanto a
su número como a la capacidad acumulativa que consiguieron-. Aún así es diverso
el campo de ocupación de este grupo en el ámbito comercial, a saber: el
comercio minorista en distintos barrios de la ciudad, aquellos que se
incorporaron al rubro de almacenes/comestibles –en general los de religión
islámica-, y los que no pudieron superar la etapa de vendedores ambulantes, o
de “changadores”[14]
en el puerto de nuestra ciudad.
Para introducirnos en el análisis del caso de
los comerciantes de origen árabe vale citar el relato de Héctor Zinni. “...En este Rosario de pobres y desconocidos,
no podía faltar aquel turquito que, con el género al hombro fundó la dinastía
de ricos y famosos de la calle San Luis: “Badruna, ¿queri comprar este corte de
mi flor? o ¿queri buen alcanfor para poder alejar enfermedad y dolor? Si no hay
blata, yo la fía, de beine a jabón de coco, y por si esto fuera boco, si no me
puede bagar, con turco buede casar ya que por oesté estoy loco...”.[15]
Iamame Cherife[16]
certifica haber visto cómo los inmigrantes árabes se dedicaban al comercio
ambulante, aunque sólo por un período de tiempo, cuando habían logrado acumular
“..una fortuna pequeña...” instalaban
un negocio, y afirma: “...toda esa gente
de calle San Luis empezó de abajo...”. Cuando le preguntamos a Iamame si
los árabes de religión islámica instalaron sus negocios en calle San Luis
responde que sólo uno o dos negocios correspondían a este sector. Según recuerda
“...mayormente tenían almacenes y ramos
generales (...) más bien lejos del centro...”.[17]
La prodigiosa memoria de Sobji Gulam[18]
nos brinda mayor información sobre los orígenes comerciales de los inmigrantes
árabes, en esencia su versión no difiere de la relatada por Iamame. De su
relato interpretamos que muchos de los connacionales que venían más tardíamente
pasaban a ser vendedores ambulantes gracias a la mercadería que les consignaban
aquellos que habían arribado en los años precedentes y habían logrado instalar
un local. Cuando Sobji llegó a Rosario -en el año 1926- existían dos
comerciantes cuyos negocios, orientados en la venta al por mayor, estaban
instalados en calle San Luis. Estos dos comerciantes, de apellido Gotri y
Sauan, eran oriundos de la ciudad de Alepo.
Durante estos años Sobji alquiló un negocio
que en sus comienzos no funcionó de la manera esperada, asimismo “...salía a la calle porque todos ambulantes
(...) yo tenía 18 años y tenía una clientela bárbara...”. Sobre los
clientes que logró conseguir manifiesta que se debió a la atención que les
brindaba. Cuando se refiere al comercio ambulante confiesa haberlo ejercido a
través de una bicicleta, “...llevaba
pedidos hasta la una de la noche...”. Uno de sus mayores orgullos es haber
sido el primer inmigrante árabe que en los años ‘30 pudo adquirir un automóvil,
“...un Ford T, modelo 1926, (que) se
arranca con manija, que se yo, para atender a la clientela, me fue bien gracias
a Dios...”. Según Don Sobji los inmigrantes árabes “...primero (se) hicieron ambulantes, después formaron un capitalcito y
pusieron negocio al por mayor ...”.[19]
Este testimonio confirma un considerable ascenso socioeconómico por parte de un
inmigrante sirio que a 4 años de estar en Rosario -y 7 en la Argentina- y con
sólo 21 años pudo adquirir un vehículo. Este es un ejemplo del proceso de
movilidad social y de inserción socioeconómica que transitaron la mayoría de
los inmigrantes árabes en Rosario.
Es posible citar ejemplos de familias de
origen árabe que comparten un proceso de inserción socioeconómica, una misma
esfera de actividad, formas de acumulación como también localizaciones urbanas
comunes; aunque en esta ocasión destacamos la zona céntrica porque sustenta
nuestro enfoque institucional. En este contexto notaremos cómo en ciertas zonas
de la ciudad y en determinados rubros predominan árabes de una región y de una
determinada religión. Sin embargo este esquema no es para nada homogéneo como
tampoco tenemos información suficiente como para plantear hipótesis acabadas
sobre esta cuestión. Sí podemos sostener que en el caso de los comerciantes de
calle San Luis es notorio el proceso de acumulación y posterior diversificación
en otros rubros a partir del comercio mayorista que muchos de ellos continúan
hasta la actualidad. Asimismo vale mencionar la existencia de casos en los que
sobresalen actividades empresarias no ligadas al comercio que posibilitaron
concentrar un significativo capital económico sustentado en una fuerte
movilidad social.[20]
Continuando con la inserción de los
inmigrantes árabes en el comercio analizaremos a los provenientes de Alepo de
acuerdo a la pertinencia según el objeto que hemos seleccionado. Entre un
número aproximado de 22 familias árabes oriundas de esta ciudad podemos
destacar que la mayoría se orientó al comercio mayorista de telas, mercería y/o
ropa en la zona de Calle San Luis. Por ejemplo el caso de Bachir Cobe “...el único distribuidor de tela Grafa
(...) tenía negocio en calle San Luis al 1700...”.[21]
Con respecto a los mayoristas de artículos de mercería sobresalen los de
apellido Kelzi y Ferrae, con un local instalado a la altura del 1500. Otro de
los casos es el de la familia Rahi que proveía tanto artículos de mercería como
indumentaria, en calle San Luis al 1700. Si bien la mayoría se ubicó en esta
zona y dentro del comercio mayorista, también existieron algunos alepinos que
se instalaron en distintos barrios de la ciudad y vendían por menor tanto
productos de mercería y/o indumentaria, “...eran
tiendas al por menor...”.[22]
Por ejemplo es el caso de la familia Abdo cuyo negocio estaba situado en
Catamarca y Alvear, y la familia Cuefati en Mendoza y Carriego, en el actual
barrio Azcuénaga, la familia Baraguid en barrio Arroyito[23]
y la familia Saal en barrio Refinería, entre otras.
Continuando con el mismo grupo vale resaltar
el caso de la familia Andalaf -con un local sito en Rioja a la altura del 1500-
que se destacó en la venta al por mayor de alfombras importadas de “...Medio Oriente y Persia...”.[24]
Otro rubro en el cual este grupo de
inmigrantes se ubicó es el de artículos de perfumería. Por ejemplo la familia
Casabchi, en San Luis al 1800, la familia Allal, en San Luis al 1700, y los
Addomíe –citados anteriormente- en la mencionada calle céntrica. Esta última
familia también proveía artículos de mercería. En cuanto al rubro del calzado
la familia Casis ha sido la única que se dedicó a la distribución al por mayor
de zapatos y zapatillas, “... estaban en
Mendoza al 1700...”.[25]
Si
bien la inserción comercial de los inmigrantes árabes no es homogénea –algunos
optaron por el comercio minorista, otros se ocuparon de la venta de
comestibles, muchos se ubicaron en distintos barrios de la ciudad- nos interesa
rescatar la correspondencia entre aquellos comerciantes mayoristas de calle San
Luis y su rol protagónico en las distintas instituciones que los nuclea.
En
efecto, colocar la mirada en la ocupación de los inmigrantes árabes y sus
descendientes -que se origina desde comienzos del siglo XX- tiene como fin dar
un sustento y fundamento a la capacidad de este grupo de conformar
instituciones en el período 1945-1955, que coincide con el período de gobierno
peronista. Evidentemente la ampliación del mercado interno y el mayor poder
adquisitivo de la clase obrera benefició a los comerciantes de calle San Luis
que pudieron acrecentar el proceso de acumulación que quizás había comenzado en
los años anteriores. La política redistributiva peronista en beneficio de los
trabajadores y en alianza con la burguesía nacional benefició a innumerables
familias de origen árabe.
Al igual que en los
demás grupos migratorios, el asociacionismo constituyó un aspecto importante en
la reproducción del grupo étnico árabe como así también contribuyó en la
consolidación de la colectividad dentro de los cánones normativos y sociales de
Rosario. Según la clasificación de Jorge Bestene las asociaciones pueden ser
divididas en distintos tipos: según su procedencia local, religiosa, las
regionales restringidas, las regionales amplias y las panárabes.[26]
De manera diferente a lo ocurrido en Buenos Aires -donde dejan de funcionar
muchas de las instituciones representativas de la colectividad árabe- en
Rosario en el período 1945-1955 surgen nuevas instituciones y se consolidan
otras.
Sobre la base de las
particularidades de la inmigración árabe en cada región para clasificar a las
asociaciones que se constituyeron en la ciudad desde el Centenario distinguimos
a las religiosas, las nacionales y las panárabes; en estas últimas incluimos
por lo menos tres subtipos: culturales, educativas y profesionales. En las de
tipo religiosas situamos a las dos iglesias San Jorge, la ortodoxa por un lado
y la católica melquita por el otro, y a la Sociedad Unión Islámica (S.U.I.). En
las que denominamos nacionales[27]
ubicamos a el Club Social Argentino Sirio (C.S.A.S.) y a la Sociedad Libanesa
de Rosario (S.L.R.).[28]
Entre las panárabes y en el subtipo educativa incluimos a la Escuela Árabe de
Rosario; en las del subtipo cultural a la Sociedad Juventud Árabe, entre otras;
y en el subtipo profesional el Círculo Argentino Árabe de Profesionales de Rosario
(C.P.A.A.R.).
A continuación
daremos cuenta de cómo a través de las instituciones que sobresalen en el
período estudiado se evidencia la diversidad del sujeto inmigrante árabe debido
a que cada una responde a una parcialidad del sujeto en cuestión, a saber:
religiosa, regional y/o nacional, como también en algunos casos son expresión
del panarabismo.[29]
Recurrimos a una de nuestras entrevistadas,[30]
cuando (aludiendo a los años en que se conformaron las instituciones árabes
importantes así como así también donde se lograron concretar algunos proyectos
relacionados a ellas) destaca que fue una época de esplendor de la colectividad
árabe, “...era otra época...”,
evidentemente se refiere básicamente a la cuestión económica, de hecho dice que
“..había más dinero...”.[31]
En este sentido es posible articular el bienestar económico con toda una gama
de actividades sociales y culturales que se desarrollaron en el período
estudiado, y que continuaron -casi todas- hasta el presente. El nivel socioeconómico
de un número importante de familias de la colectividad árabe permitía la
organización de reuniones sociales que se realizaban en salones de hoteles como
en restaurantes de categoría de la ciudad.[32]
Así como también invirtió en actividades culturales tales como obras teatrales,
la invitación a orquestas, la presencia de artistas con espectáculos
orientales, la visita de escritores y periodistas para tratar problemas
relacionados con el mundo árabe, entre otros eventos. Cuando Nelly se refirió a
aquellos tiempos lo relacionó directamente con el comercio de calle San Luis,
es decir con una importante cantidad de negocios que pertenecían a los miembros
de la colectividad árabe.[33]
El proceso de acumulación que en algunas
décadas fue invertido en la instalación de negocios y en la compra de
propiedades también se proyectó en las construcciones edilicias de las
nacientes instituciones o en algunas de las preexistentes que alcanzan a
materializar la concreción de un nuevo edificio propio. En estos nuevos
espacios los inmigrantes árabes y sus hijos/as organizaban diversas actividades
con el fin de mantener sus costumbres y con el objetivo de ampliar el ámbito de
sociabilidad existente -continuando con el proceso de inserción en la sociedad
que los/las recibió-;[34]
de esta manera por un lado reforzaban el status obtenido y por otro alimentaban
una identidad en permanente construcción.
1- Los espacios
de sociabilidad de los árabes cristianos
Desde lo averiguado hasta el momento uno de
los primeros espacios de sociabilidad han sido las casas y locales utilizados
por ejemplo para celebrar “la santa liturgia”.[35]
Las reuniones de quienes profesaban la ortodoxia datan de los años 1912/4.
Según lo explica el Exarca Michel Saba “...un
grupo de personas sirias libanesas, (...) se reunieron encabezadas por Fanos
Abdelmalek, Jorge Juan, y Gabriel Juan, (...) formaron entonces una Comisión
Directiva, e invitaron a sacerdotes de Buenos Aires para celebrar la misa con
los ritos bizantinos ortodoxos...”.[36]
El primer templo funcionó en Paraguay y San Juan, en una casa de familia
reformada para ser utilizada con tal fin.
El Padre Michel arribó a nuestra ciudad,
desde Capital Federal, en diciembre de 1949, cuando se inauguró el templo
ortodoxo San Jorge de Rosario situado en calle Italia 1143/45. En el marco de
la comunidad ortodoxa de nuestra ciudad hubo sacerdotes que precedieron al
padre Michel, entre estos podemos nombrar a los padres Jorge Haddad y Zacarías
Dora. Vale decir que estos dos apellidos pueden ser reconocidos en las
diferentes instituciones de la colectividad árabe de Rosario (en la Sociedad
Libanesa y en el Club Social Argentino Sirio posteriormente). Durante los años
que no hubo sacerdotes instalados en la ciudad -como el de los dos casos
mencionados- asistieron a dicho templo aquellos pertenecientes a la misma rama
del cristianismo oriental residentes en las ciudades de Córdoba y Paraná, con
el fin de celebrar misa periódicamente y satisfacer las demandas de la
comunidad ortodoxa, básicamente árabe, de Rosario.
Los cristianos melquitas, originarios de
Siria y básicamente provenientes de la ciudad de Alepo, se reunieron desde 1923
con el fin de conmemorar la liturgia con el rito bizantino. Años más tarde
-aproximadamente en el año ‘34- conformaron una especie de asociación que
denominaron “los hijos de Alepo”. Esta especie de sociedad funcionaba en la
parroquia melkita San Jorge, actualmente cita en calle Moreno 1020. Según el
testimonio del Padre Ibrahim Saleme “...ellos
fueron prácticamente los que hicieron la iglesia...”.[37]
Entre los apellidos se evidencian los siguientes: Sauan, Cobe y Creer. Nuestro
informante agrega otros que también fueron muy importantes en los orígenes de
dicha comunidad, a saber: Guarde, Badra, Addomieh y Soso. Vale resaltar que
según su visión en esta agrupación primaba el ser de Alepo más que la
pertenencia al rito melquita.
A
mediados de la década del ’40 arriba a Rosario un nuevo cura párroco, el padre
Atanasio Farah, proveniente del Líbano, que conducirá a la comunidad melquita
por más de tres décadas. Durante estos años se conforman distintas comisiones,
grupos, tanto de jóvenes, damas y caballeros que si bien se vinculan con las
actividades parroquiales estaban íntimamente ligados a prácticas que
alimentaban la pervivencia de las costumbres de estos inmigrantes y sus
descendientes.
Dos
cuestiones nos interesa resaltar. Por un lado que las familias pioneras en la
conformación de estas instituciones se encuentran íntimamente ligadas a
importantes comercios mayoristas de calle San Luis. Por otro lado es evidente
el crecimiento institucional en el período estudiado, que se evidencia en la
creación de comisiones, la venida y permanencia de sacerdotes, la inauguración
edilicia del templo -en el caso de los árabes ortodoxos-, entre otras.
El Club Social
Argentino Sirio (C.S.A.S.), se constituyó en 1946. Como anticipáramos los de
este origen se habían reunido desde la primera década del siglo alrededor de
espacios ligados a la práctica religiosa, aunque estas reuniones no eran
exclusivamente para celebrar la liturgia. De hecho lo hemos constatado en los
alepinos melquitas cuando constituyeron una especie de sociedad a la que denominaron
“los hijos de Alepo”.
Continuando con la misma institución en las
primeras actas del C.S.A.S. se menciona “...el
club Sauan...”[38] aludiendo que a partir de este se
obtendrán las direcciones de familias sirias con la finalidad de invitarlas a
asociarse en la nueva entidad. La familia mencionada es la que facilita el
segundo local donde reside el club, el primero había sido prestado por la
familia Creer. Estos comentarios nos permiten considerar los antecedentes
institucionales y fundamentalmente las redes sociales que sustentaron al
naciente club, tanto como las posibilidades materiales de los inmigrantes y sus
descendientes para solventar el nuevo emprendimiento.
Desde nuestra visión los objetivos del
C.S.A.S. y las actividades que pusieron en práctica demuestran el comienzo de
una nueva etapa en el ámbito del asociacionismo del grupo étnico árabe[39].
Entre los ejemplos que dan cuenta de esta afirmación podemos resaltar el
fútbol, en el marco de la actividad deportiva.[40]
En segundo lugar la magnitud de las fiestas que se organizaron -teniendo en
cuenta también en dónde se realizaban y a los grupos musicales y artistas
invitados que no se circunscribían a espectáculos árabes-[41]
expresan no sólo la presencia de una primera generación de argentinos/as, hijos
de inmigrantes árabes, sino que hablan de las posibilidades económicas del
grupo, que les permite afrontar el costo de la vida institucional como de la
vida social generada por aquella. Además es visible el proceso de integración
de estas familias a partir de la práctica de un abanico de actividades que
exceden a las exclusivamente relacionadas con su cultura de origen.
Lo arriba explicitado no lleva a concluir que
es a partir del espacio institucional desde donde la comunidad árabe se
proyectó para hacer efectivo su proceso de integración en la sociedad rosarina,
hecho que constituyó siempre una necesidad para estos hombres y mujeres. Las
mismas entidades por ellos creadas, que los contuvieron y reafirmaron su
identidad, sirvieron de vehículo para que junto a otras instituciones -de
carácter étnico y/o las nativas-participaran en el espacio público de la ciudad.[42]
Dentro de las instituciones que responden a
la variable nacional podemos ubicar a la Sociedad de Damas Sirias (S.D.S.) que
también puede ser inscripta en esta década de florecimiento institucional de la
colectividad árabe de Rosario. Según lo testimonia Nelly Farcuh de David, quien
fuera secretaria de la sociedad, y que se constituyó el 2 de julio de 1948.
Entre los objetivos que se propusieron estas mujeres -aproximadamente un número
de 20, entre las cuales las había casadas como solteras, por lo tanto jóvenes y
no tan jóvenes- comenta que “...en
principio (...) no fue ni la parte de caridad, más bien fue la parte social,
porque había que reunir a las señoras para que (...) tuvieran un punto de
contacto entre ellas sino se limitaba a las familias (...) pero así mucha gente
que no éramos parientes, así nos empezamos a reunir ...”.[43]
Los primeros encuentros fueron en las casas de ellas mismas hasta que años más
tarde la Iglesia Ortodoxa les concedió dos habitaciones de la sede parroquial.
Con respecto al período de tiempo de actuación institucional Nelly manifiesta
que perduró hasta la década del ‘90. La interrupción se debió a situaciones
particulares de cada una de estas mujeres, y fundamentalmente de sus
conductoras, que obstaculizaron la continuación de las actividades de la
Sociedad.
La formación de dicha institución precede a
la Comisión de Damas Ortodoxas -que data de 1951-, a la comisión de Damas de la
iglesia Melquita San Jorge[44]
y a la Comisión de Damas del C.S.A.S. –que se constituyó en 1972-; aunque las
damas de la S. U. I. quizás sí precedieron a las Damas Sirias.[45]
Asimismo deseamos hacer un corte basándonos en la variable religiosa, por lo
tanto se sostiene que la S.D.S fue fundante en cuanto a la conducción femenina
y a las actividades realizadas por las mujeres árabes cristianas.
Otro elemento distintivo a resaltar, es que
nunca se inscribieron en alguna institución de la colectividad árabe de Rosario
a pesar de las propuestas recibidas. Esto se relaciona fundamentalmente con los
intentos del C.S.A.S. por cooptar a la sociedad, proponiéndoles el trabajo en
el marco de este último. Las señoras rechazaron la propuesta básicamente porque
no querían perder su independencia además consideraban que la Sociedad tenía
objetivos precisos que no correspondían con los del Club -deportes, juego,
etc.-. Esto no debe ser interpretado como una cuestión conflictiva, de hecho no
impidió que las Damas Sirias colaboraran con la compra de la sede de dicha
institución, y a la vez que los socios del mismo -y sus señoras e hijas-
disfrutaran de las actividades que las Damas Sirias organizaban periódicamente.[46]
Desde nuestro análisis interpretamos que si
bien la institución que lideraban nuestras entrevistadas era netamente femenina
sus actividades integraban tanto a las familias de la colectividad como a
personas no pertenecientes a la misma. Decimos esto porque dejando de lado las
despedidas de solteras -que sí implicaban sólo a las mujeres hijas de sirias y
de religión cristiana-, las obras de teatros -protagonizadas por jóvenes de la
colectividad-, los espectáculos, las películas árabes traídas desde Buenos
Aires y la organización de cenas iban más allá de la sociabilidad al interior
del grupo étnico extendiéndose a otras familias y amistades. Es muy gráfico lo
que manifiesta Chabela[47]
sobre esto último, “...fíjate que los que
no eran (de la colectividad) también les llamaba la atención...”,[48]
refiriéndose a las actividades que organizaba la institución que ella misma
conducía.
3. El asociacionismo como expresión
de la “arabidad”
Finalmente queremos aludir a la enseñanza del
idioma árabe que se centralizó en la Escuela Árabe de Rosario. Desde nuestra
perspectiva de análisis esta institución puede ser ubicada dentro de las
panárabes, porque en ella se expresa una especie de síntesis donde la arabidad
intenta subsumir a las demás variables que manifiestan la diversidad del
inmigrante en cuestión. Antes de continuar vale decir que la arabidad es
entendida como “...un idioma, costumbres,
un espacio y una historia en común tanto para aquéllos de origen sirio, libanés
y palestino, como para los cristianos y los islámicos, es el concepto más
amplio que los comprende en su totalidad...”.[49]
En este sentido la construcción de una identidad más abarcadora, que contiene a
las parcialidades consideradas nos permite hablar de la existencia de una
“colectividad árabe” en la cual incluimos a todos los hombres y mujeres que
conforman las instituciones analizadas. Si bien aquellas que ponen énfasis en
el ser árabe por encima de lo regional, local y religioso surgen con
posterioridad al período estudiado, la Escuela Árabe prácticamente desde sus
orígenes logra nuclear a los inmigrantes árabes superando las distinciones
internas con el fin de difundir la cultura árabe a través de la enseñanza del
idioma.
Obviamente que lo dicho en el párrafo
precedente está totalmente relacionada con que la lengua aprendida en este
ámbito educativo es la hablada en todo el mundo árabe, por lo tanto es un
instrumento cultural fundamental que comparten todos los inmigrantes y sus
descendientes. Asimismo es necesario resaltar que esta posibilidad también se
encuentra ligada a la postura de su conductora, la Profesora Iamame Cherife.
Porque en sus comienzos la escuela nació del seno de la S.U.I., una institución
básicamente religiosa musulmana. Por lo tanto la escuela al independizarse como
institución -a fines de la década del ‘50- consolidó aquel proyecto original[50]
de la enseñanza del idioma para todos los hijos/as de inmigrantes árabes sin
distinción religiosa. Con el transcurrir de los años son los argentinos en un
número cada vez más importante quienes se interesaron por aprender el idioma
árabe, y a quienes la escuela abrió sus puertas sin distinción étnica ni
religiosa[51]. La disposición e interés
en el aprendizaje del idioma por parte de los rosarinos posibilitó el
sostenimiento de la mencionada institución.
En la misma dirección es pertinente asociar
la construcción y fortalecimiento de la variable central con relación al papel
jugado por la enseñanza del idioma que opera como instrumento de reproducción
ideológica. Este es el vehículo que permite a los alumnos acercarse a la
historia, la geografía, la literatura y la religión de este pueblo y de esta
manera se preserva el vínculo entre los descendientes de inmigrantes árabes con
respecto a la cultura de sus progenitores. A la vez desde este ámbito educativo
se estrechan canales, cada vez más fluidos, entre la colectividad árabe y los
habitantes de Rosario en general.[52]
Conclusión
A través de estas páginas nos acercamos desde
una perspectiva institucional a los inmigrantes árabes y sus descendientes y
nos remitimos tanto a su inserción socioeconómica como a los espacios de
sociabilidad, elementos que se encuentran íntimamente vinculados porque el
crecimiento institucional de la colectividad árabe de Rosario se fundamenta en
la posibilidad de movilidad social y ascenso socioeconómico de un grupo
importante de inmigrantes y sus descendientes dedicados básicamente al comercio
mayorista con negocios de venta al público en el centro de la ciudad.
Por otra parte avanzamos sobre la diversidad
del sujeto en cuestión que se torna evidente en las distintas instituciones que
conforman la colectividad árabe. En cada una de ellas predomina una de las
variables que subsume a las restantes. Asimismo, es notable que entre estos
espacios y quienes participan activamente en ellos, existen canales de
comunicación y superposición de actividades, y son las mismas familias las que
colaboran y conducen varias instituciones a la vez.
Lo mencionado en el párrafo anterior conlleva
a plantear el problema de la arabidad. La variable del “ser árabe” es capaz de
contener e integrar a las demás, superando las diferencias relacionadas a la
nacionalidad, a la religión como a los regionalismos. En ella se identifican
todos los que conforman la colectividad árabe, es decir que la misma opera como
un elemento de contención hacia el interior del grupo, versus la conflictividad
o la diferencia que surgen a partir de las identidades parciales.
Si bien de esta manera el grupo se consolida
como tal, esta identidad es a la vez construida por fuera del grupo. Es la
sociedad rosarina la que identifica como parte de sí misma a los árabes -o más
comúnmente denominados “turcos”-, a los cuales directamente se los vincula con
el comercio de la calle San Luis. Desde nuestra perspectiva creemos que el
fortalecimiento de la variable étnica -que se expresó en distintas
instituciones- contribuyó tanto a la consolidación del grupo como al proceso de
integración del mismo en la sociedad que los recibió.
Finalmente, la consolidación del grupo de la
que hablamos en los párrafos precedentes nos remite a los dos aspectos
abordados: la inserción socioeconómica y los ámbitos de sociabilidad de los
inmigrantes árabes. Por lo tanto sostenemos que el desarrollo del grupo a
través del avance institucional se fundamenta en la evolución socioeconómica
del mismo a través de un proceso de acumulación desde la actividad comercial.
Notas
[1] Profesora de Historia. Docente de EGB3 y Polimodal. Adscripta al Seminario General (Escuela de Historia. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario).
[2] El concepto proviene de los estudios migratorios desarrollados en las últimas décadas, originados en el ámbito académico norteamericano y luego extendido a los estudios de otras áreas tanto expulsoras como receptoras, y que se encuadra en la perspectiva de análisis del pluralismo cultural. En esta se destaca el historiador norteamericano Samuel Baily, que se inspira en la nueva historia étnica e incorpora para los estudios migratorios además del concepto mencionado el de pautas matrimoniales y residenciales. Ver Devoto, Fernando; Movimientos migratorios: historiografía y problemas; CEAL, Bs. As., 1991.
[3] Entre los cristianos existía una fuerte subdivisión entre católicos, es decir aquellos que reconocen al Papa como máxima autoridad, y los ortodoxos que no reconocen al Papa con la jerarquía citada y en cambio consideran a los patriarcas de las distintas sedes (Antioquía, Alejandría, Constantinopla, Jerusalem, etc.)
[4] La denominación de maronitas proviene de Marón, santo del siglo IV, son cristianos de Siria y Líbano que ingresan a la iglesia Católica conservando sus propios ritos. Su jefe eclesiástico ostenta la dignidad de Patriarca de Antioquía y mantienen su liturgia en árabe.
[5] La denominación de Melquita proviene de Malek, en el idioma árabe “rey”. Los melkitas eran ortodoxos pero desde los inicios del siglo XVIII comienzan a tener diferencias. Aproximadamente en 1780 se separan de la iglesia ortodoxa y se unen bajo la dirección de Roma.
[6] Bestene, “La inmigración sirio-libanesa en la Argentina. Una aproximación”, EN: Estudios Migratorios Latinoamericanos; CEMLA, Bs. As., Nº 9, agosto de 1988.
[7] Bestene, Jorge O.; op. cit., 1988, p. 244-246.
[8] Ibid., p. 255-256.
[9] Los análisis basados en los escritos de Alsina y de Peralta trabajados en este apartado, fueron extraídos del artículo de J. O. Bestene; “Dos imágenes del inmigrante árabe: Juan A. Alsina y Santiago Peralta”, EN: Estudios Migratorios Latinoamericanos, CEMLA, Nº 36, Bs. As. , 1997.
[10] Autor de La acción del pueblo judío en la Argentina (1943) y de La acción del pueblo árabe en la Argentina (1946).
[11] Peralta, S. M.; La acción del pueblo árabe en la Argentina, Bs. As., 1943, p. 313, citado por J. O. Bestene; op. cit., 1997, p. 298.
[12] Bestene, J. O.; op. cit., 1997, p. 301.
[13] Cuando hacemos referencia al comercio mayorista de calle San Luis nos referimos a un radio que abarca San Luis desde Moreno hasta Laprida (incluyendo las calles perpendiculares) y la zona de San Martín desde Córdoba hasta 9 de Julio.
[14] Entrevista Nº 7; a Antuán Habelrih, Rosario, marzo de 2002, p. 60.
[15] H. Zinni; “Un Rosario de pobres y desconocidos”, La Capital, 7/10/98.
[16] Iamame es hija de inmigrantes sirios islámicos, es Profesora y traductora de idioma árabe y conduce la enseñanza del idioma en la Escuela Árabe de Rosario desde sus comienzos (1945). Entrevista Nº 6, Rosario, marzo de 2002.
[17] Ibid.; p. 57.
[18] Sobji es de nacionalidad siria, proveniente de la ciudad de Alepo, arribó a Rosario a mediados de los años ’20. Fue un destacado comerciante de calle San Luis y sobresalió en la colectividad por su labor en la parroquia Melquita San Jorge como en otras actividades culturales que trascendían esta institución. Entrevista Nº 2, Rosario, abril de 1999.
[19] Entrevista Nº 2; op. cit., p. 23.
[20] Nos referimos a los Yunes y Cura, de origen sirio y libanés, respectivamente. Sin embargo en el caso del primero seguramente la primera actividad estuvo ligada al comercio, pero los hijos de este inmigrante se orientaron al transporte urbano de larga distancia.
[21] Entrevista Nº 7; op. cit., p. 59.
[22] Ibídem.
[23] Tenemos información sobre una destacada cantidad de familias árabes en este barrio orientadas al comercio minorista de ropa.
[24] Entrevista N° 7, op. cit., p. 59.
[25] Ibídem.
[26] Bestene, J. O.; “La inmigración sirio-libanesa en la Argentina. Una aproximación”; EN: Estudios Migratorios Latinoamericanos, CEMLA, Nº 9, Bs. As., agosto de 1988, p. 264. El autor se basa para esta tipología y los ejemplos que brinda de cada una de ellas en L. Abdehrraman, El Adalid Rioplatense, s/d, p. 161-163.
[27] La Sociedad de Damas Sirias (S.D.S.) correspondería a este tipo, pero como esta sociedad no poseía una institución, en el sentido material, sumado a otras cuestiones, no la incorporamos junto a las citadas.
[28] En su fundamento se constituyó como sociedad de beneficencia, es decir que podría incluirse dentro de la clasificación de las mutualistas, pero el recorrido institucional de la misma y nuestra perspectiva de análisis nos permiten incluirlas dentro de las entidades que representan el ser nacional.
[29] A lo largo del trabajo utilizamos el concepto “variable étnica”, o “variable central” o “la arabidad” para aludir a la representación más amplia que subsume las parcialidades religiosas, regionales y nacionales. Entre las instituciones que abordamos en el presente trabajo sólo la Escuela Árabe es posible ubicar dentro del tipo panarabista.
[30] Entrevista Nº 5, Nelly Farcuh de David, Rosario, febrero de 2002. Nelly es hija de inmigrantes sirios provenientes de la ciudad de Homs y ocupó un rol protagónico en la Sociedad de Damas Sirias que comenzó a funcionar en 1948.
[31] Cuando le preguntamos a Nelly Farcuh sobre cuando termina la etapa más brillante de la colectividad, según su vivencia y visión, considera que a fines de la década del ‘60. Entrevista Nº 5; op. cit., p. 40-41.
[32] Entre otros nuestra entrevistada nombra el Hotel Riviera, Saboy Hotel y el Restaurant Mercurio.
[33] Entrevista Nº 5; op. cit., p. 42.
[34] En este período debemos destacar la presencia de una primera generación de argentinos y en muchos casos el nacimiento de nietos de inmigrantes árabes.
[35] Nos referimos a la misa de rito oriental. Además aclaramos que las casas de familias de los inmigrantes árabes constituían importantes espacios donde se realizaban reuniones con el fin de compartir una cena, fumar el arguile (objeto que contiene tabaco y agua, su uso es compartido), jugar cartas, etc..
[36] Ex. M. Saba; Hombres para la historia, s/d., p. 3.
[37] Entrevista Nº 1, p. 3; Rosario, junio de 1999. El P. Ibrahim es cura párroco de la iglesia Melkita San Jorge desde comienzos de los ’80. Es originario de Marmarita, Siria, y pertenence a la congregación paulista de curas misioneros que tiene su sede en la República de Líbano.
[38] Acta del C.S.A.S., Rosario, 21/08/46, p. 27. Debemos advertir que parte de esta acta se tornó ilegible por lo tanto no podemos ser contundentes en la información que brindamos. Con respecto a la familia Sauan nos hemos referido con anterioridad pero queremos resaltar el peso económico y social de la misma; pionera en el comercio mayorista de calle San Luis, e igualmente en la conformación de la comisión que dio origen a la iglesia melquita San Jorge.
[39] En Acta del C.S.A.S, p. 1, 10 y 13.
[40] En Rev. Aniversario del C.S.A.S. 17 de agosto de 1946-17 de agosto de 1996, Rosario, 1996, p. 3-4.
[41] Vale citar algunos ejemplos, a saber: la visita del cantor Garam Cheba, que actuó tanto en el Círculo de Obreros como también en la sede social del Club Sirio; “...el dinner danzante...” que se realizó en el Club Español y en el cual participó “ el conjunto oriental de Habib Tauil...” -además de otros artistas invitados-; finalmente podemos mencionar “...el festival de la canción oriental...” en el cual actuó “...el cantor Salim Ambran y su conjunto orquestal...”. En Rev. Aniversario...; op. cit., p. 3.
[42] El problema de la integración, constituyó una de las hipótesis en la investigación precedente, en esta instancia por cuestiones de espacio no abordamos esta cuestión aunque nos remitimos a ella.
[43] Entrevista Nº 5; op. cit., p. 37.
[44] Creemos que algunos grupos se organizan en la década del ‘50 pero no tenemos datos rigurosos. Sabemos de algunas denominaciones de grupos de mujeres como “las hijas de María”, “las damas de caridad” y posteriormente “la liga de madres”.
[45] Esta conjetura se sustenta en la información que nos brindó la Prof. Iamame. En la década del ‘40 existían comisiones de Damas y jóvenes –de mujeres y de hombres-, en Entrevista Nº 6; op. cit., p. 55.
[46] Entrevista Nº 5; op. cit., p. 39.
[47] Isabel Farrud de Yunes (Chabela) fue la fundadora y presidenta de la S. D. S. desde sus comienzos. Entrevista Nº 4, Rosario, febrero de 2002.
[48] Entrevista Nº 4; op. cit., p. 49.
[49] Lingiardi, Gisela y Habelrih, Georgina; Inserción de los inmigrantes árabes y sus descendientes en la sociedad rosarina desde los espacios institucionales (1945-1955), Rosario, año 2002. Mimeo. Escuela de Historia. Facultad de Humanidades y Artes. UNR.
[50] Aquí nos referimos a Mohamed Baccar, uno de los iniciadores de la escuela, que sostenía que la misma debía recibir a descendientes árabes cristianos e islámicos, pero no todos los que conformaban la S.U.I. compartían esta idea. Es por ello que si bien la escuela se independiza de la Sociedad mencionada, recupera uno de sus proyectos originales a través de la conducción de la Prof. Iamame Cherife.
[51] Iamame afirma que la presencia de argentinos descendientes de otros grupos étnicos y practicantes de distintos cultos acontece aproximadamente a fines de la década del ‘60. Entrevista Nº 6; op. cit., p. 58.
[52] Como mencionamos anteriormente el problema de la integración de los inmigrantes árabes y sus descendientes desde la proyección institucional no es abordado en el presente estudio. Sobre ello avanzamos en un trabajo anterior (Lingiardi-Habelrih, op. cit., p. 83-95).