Entre
la combatividad proletaria, el oportunismo de la patronal y las maniobras de la
burocracia. La huelga de los obreros de Acindar de 1970[1]
Ernesto J. Rodríguez[2]
Introducción
Cuatro marzos de la década del ´70 dejaron
una fuerte impronta en la historia de Villa Constitución. Dos de ellos fueron
objeto de varios estudios: la huelga de 1974 conocida como el Villazo y la
huelga de 1975, desencadenada después de la represión desatada sobre el pueblo
de Villa Constitución.[3]
Este trabajo constituye un aporte al
conocimiento de la huelga que los obreros de Acindar iniciaron a fines de 1969
y cuyo desenlace final se desarrolló, precisamente, en marzo de 1970.[4]
Y en relación con los dos procesos mencionados es que postulamos que el
conocimiento de esta huelga resulta imprescindible para comprender, en toda su
complejidad, tanto al Villazo como a la heroica e intransigente lucha de los
obreros que se extendió desde el 20 de marzo al 19 de mayo de 1975.
La huelga de 1970, coyunturalmente, significó
una derrota aplastante de los obreros de Acindar. Traicionados por los
dirigentes que estaban defendiendo mediante un plan de lucha, la forma en que
se resolvió el conflicto pareció tener solo costados negativos; generó
desconfianza en los obreros por la actividad sindical y, particularmente, en
sus dirigentes; fomentó la apatía, el desinterés y las salidas individualistas
en parte del grupo de obreros combativos que continuaron trabajando en la
empresa; permitió que la patronal pudiera realizar un avance agresivo sobre los
derechos de los trabajadores y, por último, provocó la desarticulación de la
organización sindical, el descabezamiento de la Comisión Directiva (CD) de la
UOM local, de la Comisión Interna (CI) y del Cuerpo de delegados, hecho que
permitió una nueva intervención de la seccional local y que inhibió la
convocatoria a las próximas elecciones para renovar la CD.
Las devastadoras consecuencias para el
movimiento obrero villense de la huelga de 1970 plantean una serie de
interrogantes: ¿Fue un conflicto genuino iniciado por los obreros como parte de
su lucha económica? ¿Fue un conflicto inducido por Acindar para despedir a los
obreros “indeseables”: delegados combativos, obreros enfermos, faltadores,
etc.? ¿Fue un conflicto aprovechado por la empresa para avanzar sobre los
derechos de los obreros y por la burocracia sindical para intervenir nuevamente
una seccional clave por la cantidad de cotizantes? ¿Cuál fue el contexto que
permitió la traición de algunos de los dirigentes? ¿Cuáles fueron las
consecuencias de esta huelga? ¿Cómo se modificó la relación de fuerzas entre la
patronal y los obreros’ y ¿Cómo se reconstituyó el movimiento obrero a pesar de
las condiciones adversas, desembocando en el Villazo y en la huelga de 1975’.
La respuesta a estos interrogantes la
obtuvimos del relevamiento de información aparecida en el diario El Norte de
San Nicolás y de las entrevistas efectuadas a obreros, delegados y miembros de
las Comisiones Interna y Directiva de la seccional local durante los años 1970
y 1974.
La huelga es la principal herramienta de la
lucha económica, espontánea e instintiva de los obreros. Pero la huelga por sí
sola no es revolucionaria[5]
ni garantiza la consecución de las reivindicaciones del proletariado, aún de
las más inmediatas y con objetivos limitados como, por ejemplo, la lucha por el
salario, por las condiciones de salubridad y seguridad. La huelga de protesta
tampoco asegura la reincorporación de los obreros activistas suspendidos o
despedidos por los patronos. Por último, la huelga no siempre permite que el
proletariado desarrolle la conciencia de clase para sí ni que coadyuve a
advertir los límites de la lucha sindical: lucha que es contra los efectos y no
contra las causas de las relaciones de producción capitalistas.
La huelga constituye una de las formas que
asumió la resistencia del proletariado a la explotación burguesa y que se
corresponde con una determinada etapa del desarrollo capitalista. En la zona de
Villa Constitución, esa resistencia, en el contexto del modelo agrario
exportador, estuvo liderada por el anarquismo, tal como se evidenció claramente
durante las huelgas de carreros de 1918/9 y las huelgas portuarias de 1928 y
1932. La historia de la Unión Obrera Metalúrgica (en adelante UOM) de Villa
Constitución estuvo signada desde sus inicios por rupturas y continuidades con
la experiencia anarquista. En efecto, treinta años más tarde, cuando Roberto
Nartallo resultó electo como secretario general de la UOMVC, la mayoría de los
nuevos operarios no tenían experiencia sindical, en gran medida debido a sus
lugares de procedencia: del campo, de los pueblos del interior del
departamento, de las islas aledañas, de las provincias económicamente más
pobres y atrasadas del país, principalmente de Entre Ríos; e inmigrantes. Por
lo tanto, a pesar de las importantes luchas lideradas por los anarquistas en
las primeras décadas del siglo XX en Villa Constitución y de que algunos
obreros que adscribían a las ideas anarquistas formaban parte de la Comisión
Directiva electa o de la Comisión Interna de Acindar, no puede establecerse una
línea de continuidad entre aquellas formas de organización y prácticas
sindicales con el incipiente movimiento obrero de Villa Constitución de la
década del ´50. Las nuevas prácticas sindicales surgieron fundamentalmente de
la propia experiencia y al influjo del peronismo.[6]
Pero también la historia de la UOMVC estuvo
marcada por una íntima ligazón con la de Acindar, empresa que en 1942 instaló
en Rosario su primera planta en el marco del proceso de industrialización por
sustitución de importaciones propiciado y protegido por el Estado. El grupo fundador de Acindar, encabezado
por los ingenieros Arturo Acevedo y José María
Aragón, aprovechó la coyuntura internacional producida por la Segunda Guerra
Mundial y decidieron la creación de la empresa para atender la demanda de un
mercado interno insatisfecho por la interrupción de las importaciones. También había
en esta decisión otro elemento seductor para garantizar un buen negocio: la
falta de hierro para la construcción había generado un notable incremento del precio de las barras para la
construcción, que pasaron, de 1939 y 1941, de 30 centavos a más de 3
pesos.
En 1951, Acindar
concluyó el montaje de la planta de Villa Constitución y, con el inicio de la
producción, se creó una subcomisión de la UOM Rosario compuesta por cinco
miembros para atender los problemas mas urgentes de fábrica y para realizar
tareas de afiliación. Esta filial de la UOM se encargaba de recibir los
reclamos de los obreros y transmitirlos a Rosario, de donde enviaban un
delegado a discutir esos reclamos con la patronal. En 1952, luego de superar la
cantidad de cotizantes requeridos por los estatutos de la UOM, se creó la
seccional local.”[7]
Una vez adquirida la autonomía con respecto a
la seccional Rosario, los afiliados metalúrgicos procedieron a la elección de
sus autoridades. La seccional contaba con 500 afiliados en condiciones de votar
–rápidamente, el numero de cotizantes aumentó a 1.000 como resultado de la
incorporación de los obreros pertenecientes a las nuevas secciones
inauguradas-, todos ellos pertenecientes a Acindar. En los comicios, Roberto
Nartallo resultó electo como secretario general, imprimiéndole a su praxis político
sindical un acendrado sesgo paternalista y caracterizada por el diálogo, la
negociación, la cordialidad y el establecimiento de un trato amistoso con la
empresa o con algunos de sus jefes, lo cual no implicó que cuando se produjeron
conflictos no los liderara con suma decisión y combatividad.
Después de cuatro mandatos consecutivos, en
1967 Roberto Nartallo renunció, junto con toda la Comisión Directiva, porque la
política instrumentada por el secretariado nacional “... chocaba contra
principios nuestros... todo lo que se recaudaba en Villa Constitución era
depositado directamente en el banco y de allí pasaba a Buenos Aires. En 1967
contábamos con 4000 afiliados y teníamos inquietudes lógicas: construir un
sanatorio, poseer un camping, tener obras y beneficios acordes con la
seccional. No estábamos de acuerdo con la centralización de los fondos en
Buenos Aires porque limitaba nuestras aspiraciones. Uno tenía que hacer
malabares para que le mandaran dinero para las necesidades más mínimas, por lo
cual resolvimos irnos todos, la comisión directiva renunció, quedando la
seccional acéfala. Por eso vino el primer interventor: Ángel Perelman”.[8]
La huelga de 1969-70 o de cómo una
herramienta puede servir tanto para la construcción como para la destrucción
La dimisión de las autoridades elegidas
democráticamente por los obreros metalúrgicos y la política instrumentada por
la intervención permitió a Acindar aumentar la tasa de explotación y que se
produjera un marcado deterioro de las condiciones de trabajo. Según la Comisión
de Lucha de 1970, desde aproximadamente 1968 los obreros sufrieron permanentes
atropellos por parte de Acindar. Esta empresa, amparada por la política
antiobrera del presidente Juan Carlos Onganía, congeló las primas y aumentó los
topes de producción a índices inalcanzables. Además, Acindar carecía de medidas
de seguridad laboral en sus plantas, perseguía a los operarios y embestía
contra los derechos de los obreros. La grave situación descripta condujo,
mediante la consulta a los obreros y delegados, a la elaboración de un amplio
pliego de reivindicaciones en el que se solicitaba un mínimo de 100 horas por
quincena y la disminución del ciclo nocturno de trabajo para los obreros de
tres turnos y; como temario general de fábrica, los obreros demandaron que
Acindar fijara topes de producción asequibles que no exigieran esfuerzos
extraordinarios. Además, demandaron que los obreros y los delegados fueran
respetados, terminando con la prepotencia de los jefes y encargados, así como
un aumento sustancial en las tarifas de niveles en todos los sectores de planta
y que los conceptos de calorías, trabajo peligroso y primas de producción se
pagaran al 100% cuando trabajaran horas extras y al 50% cuando fueran
suplementarias. También solicitaban que se admitiera a la seccional local de la
UOM como organismo fiscalizador del cumplimiento por parte de las empresas
contratistas de los convenios de trabajo y de los aportes correspondientes por
leyes sociales. En cuanto a las condiciones de seguridad y salubridad
existentes en la fábrica, los obreros reclamaban que Acindar extremara las
medidas de seguridad en toda la planta y que mejorara el ambiente en todos los
sectores en donde fuera requerido.[9]
Ante la rotunda negativa de Acindar a
satisfacer los reclamos de los obreros, aún cuando en el último ejercicio la
empresa había ganado $ 1.900.000.000, el cuerpo de delegados dispuso un quite
de colaboración que consistió en el corte de horas extras.[10]
En represalia, Acindar despidió a la Comisión
Interna y a 14 delegados, por lo cual los obreros tomaron la fábrica con apoyo
de personal administrativo, labrándose un acta ante escribano público en donde
se establecía que la toma no constituía una violación de la propiedad privada y
que los obreros que se retiraban de la fábrica no hacían abandono de trabajo.[11]
En una asamblea realizada en el Club Porvenir
Talleres el 7 de enero de 1970, los obreros reafirmaron su decisión de mantener
la paralización de las tareas y luchar hasta las últimas consecuencias por el
reintegro de los despedidos y por la aprobación de los temarios presentados.
Pero el Ministerio de Trabajo, mediante la aplicación de la conciliación
obligatoria, ordenó a las partes en conflicto el cese inmediato de todas las
medidas que interrumpían el trabajo o hubieran alterado las condiciones en que
se venía desarrollando con anterioridad al conflicto. La intervención del
Ministerio de Trabajo, analizada en una asamblea que se realizó el 10 de enero,
condujo a la reincorporación de los despedidos y a la formación de una Comisión
Paritaria para dilucidar el problema.[12]
Pero después de más de un mes de dilaciones y
engaños, sin que existieran pruebas contra los obreros, el Ministerio de
Trabajo permitió que Acindar efectivizara nuevamente los despidos. Este nuevo
embate de la patronal no amedrentó a los obreros, quienes el día 21 de febrero
decidieron la ocupación de la fábrica, medida que se cumplió hasta que la
empresa, mediante el concurso de fuerzas policiales, obligó a los obreros a
abandonar el establecimiento.[13]
Con el paso de los días, el conflicto tendía
a agravarse. El 23 de febrero, los obreros convocaron a un paro por 24 horas,
el cual tuvo un acatamiento del 100% entre los obreros y de un 90% entre el
personal administrativo. Por su parte, manteniendo una actitud irreconciliable,
Acindar comenzó a despachar telegramas conminando a los obreros a
reincorporarse a sus tareas bajo amenaza de ser declarados cesantes. A pesar de
esta clara actitud intimidatoria, Acindar no logró romper la unidad, la
solidaridad ni la convicción de los obreros de continuar tenazmente con la
lucha que estaban llevando adelante. El 2 de marzo, una nueva asamblea de más
de un millar de obreros decidió proseguir por tiempo indeterminado con la
huelga hasta que la empresa reincorporara a los obreros despedidos. En esa
asamblea se decidió aprobar el siguiente plan de lucha: 1- Declarar un paro por
24 horas en toda la seccional de Villa Constitución; 2- Extender la
paralización de las actividades a todos los sectores de la ciudad; 3- Emplazar
a la empresa para que reintegre a los despedidos; 4- Llamar a una nueva
asamblea para analizar la respuesta patronal y fijar el camino a seguir. Por
último, 5- Elección de una Comisión de Lucha permanentemente. Mientras tanto,
Acindar profundizaba las medidas intimidatorias enviando mil quinientos
telegramas colacionados para notificar al personal y a quienes eventualmente no
se presentaran a cumplir con las tareas habituales que al momento de recibirlos
quedarían automáticamente cesantes.[14]
Un nuevo paro de 24 horas fue convocado para
el 6 de marzo, solicitando los obreros la adhesión del Centro de Industria y
Comercio, la cual fue denegada pero que, sin embargo, el 90% de los negocios
existentes en el radio urbano de Villa Constitución cumplió con la medida por
expresa solicitud de grupos de activistas organizados por la Comisión de Lucha.
Según esta Comisión, los comerciantes los apoyaron porque reconocían que los
trabajadores fueron los que hicieron posible la grandeza de la zona. Agregaba
la Comisión de Lucha que el día 4 de marzo la policía detuvo por averiguación
de antecedentes a varios compañeros que estaban visitando los comercios, los
cuales fueron posteriormente liberados. Por otra parte, la empresa Acindar,
demostrando una vez más su furia antiobrera, lanzó despidos en masa para
debilitar al movimiento, pero lejos de intimidar a los obreros, esta actitud
confirmó que la férrea unidad de las bases continuaba intacta. La Comisión de
lucha enmarcaba el conflicto dentro de las luchas de sus hermanos de clase de
todo el país, cuya demostración cabal de combatividad la dieron los tucumanos
de Textil Escalada, los metalúrgicos de Necchi Argentina y los trabajadores de
Chocón Cerros Colorados.[15]
En este paro los obreros de Acindar no
estuvieron solos sino que recibieron la adhesión solidaria de la mayoría de los
trabajadores y del pueblo de Villa Constitución: los Textiles, Aceiteros,
Profesorado, Estudiantes, la Cooperativa de Luz y Fuerza, el transporte local,
así como el compromiso de la Unión Ferroviaria de colaborar ampliamente, la
solidaridad de los afiliados y cuerpo de delegados de Metcon y, en una asamblea
realizada en Maratón, los obreros de esta empresa decidieron por unanimidad paralizar
las tareas en apoyo a la lucha de los obreros de Acindar. Mientras tanto, por
no acatar el paro dispuesto por la UOM, fueron expulsados los dirigentes
Antonio Fernández, José Córdoba y Manuel Giménez.[16]
Este paro además de contar con un amplio
apoyo del comercio y la industria local -solo abrieron las farmacias de turno-
y de los trabajadores de la zona –se calculó que 5000 obreros paralizaron sus
actividades-, también introdujo otra novedad: una manifestación. Poco después
de la media mañana del 6 de marzo nutridos contingentes de trabajadores se
desplazaron por algunas calles céntricas de la ciudad en una manifestación que
fue denominada “del silencio”, la
cual fue interceptada por la policía sin que se registraran incidentes,
regresando los manifestantes a la sede gremial.[17]
Pero las instituciones del estado burgués
terminan defendiendo los intereses de clase de los capitalistas. El lunes 9 de
marzo, los obreros fueron citados a Santa Fe por Pedro Giardini, presidente del
Departamento Provincial de Trabajo, mientras que la secretaría de Trabajo
dispuso declarar nula la asamblea realizada el 2 de marzo en la que se había
decidido la continuación de las medidas de fuerza contra Acindar por violar la
UOM las normas legales que rigen la materia. Mientras tanto, las autoridades de
esta empresa decidieron la cesantía de todo el personal en conflicto y,
mediante avisos publicitarios, solicitó nuevos trabajadores, presentándose en
los primeros días solamente 50 rompehuelgas.[18]
El 12 de marzo se convocó a una nueva
asamblea con veedores del Departamento de Trabajo en el club Porvenir Talleres.
Más de un millar de trabajadores de Acindar concurrieron para decidir si se
reincorporaban a las tareas o continuaban con la huelga. Mediante el sufragio
secreto se realizó una lenta votación y escrutinio que arrojó los siguientes
resultados: 334 por la vuelta al trabajo y 667 votos por la continuación de la
huelga.[19]
A pesar de la intransigente lucha de los
obreros de Acindar por la reincorporación de los delegados despedidos, el 16 de
marzo, luego de la audiencia de conciliación realizada en el despacho de Pedro
Giardini se acordó que los 7 delegados despedidos, enfrentados con la empresa y
con la conducción burocrática de la seccional local, presentaran su renuncia. A
cambio, los delegados por los cuales los obreros mantenían la huelga recibieron
una indemnización doble que superaría los 2.500.000 pesos. Con respecto a los
obreros, la empresa se comprometía a abonar las quincenas perdidas, descontando
los días no trabajados en las subsiguientes.[20]
Según el acuerdo, los obreros debían presentarse a trabajar en el turno que
comenzaba a las 14 horas. Pero llegada esa hora, se advirtió un gran
ausentismo. Evidentemente, algunos obreros todavía ignoraban las alevosas
negociaciones que habían realizado sus líderes, ingenuamente continuaban
defendiéndolos y, por eso, no se presentaron a cumplir con sus obligaciones.
De cómo la burguesía puede apropiarse de la principal
arma de los trabajadores en su lucha económica contra ella
En los trabajadores de Villa Constitución, y
en particular para los de Acindar, la huelga de 1970 quedó registrada en su
imaginario como una derrota. Los obreros percibieron la solución del conflicto
como una traición de sus dirigentes. Esta sistematización de la experiencia se
debe a que mientras los obreros llevaron adelante una heroica e intransigente
huelga de protesta por la reincorporación de los delegados cesantes, estos
negociaron su renuncia a espaldas de los trabajadores, percibiendo a cambio una
indemnización muy superior a la que les correspondía.
Si convenimos en que los dirigentes
sindicales son los que les imprimen a las huelgas el carácter de “escuela de guerra”,
advertiremos claramente que para los obreros la huelga de 1970 representó una
derrota con variadas consecuencias sumamente negativas. Por un lado, porque los
dirigentes no solo no le imprimieron el carácter de escuela de guerra sino que
generaron en los obreros la convicción de que las huelgas en general y, en
particular, la huelga de 1970, constituían una herramienta manejada por los
dirigentes para obtener beneficios económicos personales a expensas del
sacrificio de los obreros. Así, la huelga de 1970, lejos de infundir con enorme
fuerza en los obreros la idea del socialismo, tal como afirmaba Lenin,
propiciaba la aparición y/o reafirmación de actitudes individualistas típicas e
inherentes al modo de producción capitalista que favorecían su reproducción. La
huelga debía enseñar a los obreros a comprender cuál era la fuerza de los
patronos y cuál la de los obreros y, además, debía contribuir a que los obreros
advirtieran el papel que representaban los capitalistas, el gobierno y las
leyes.[21]
Pero esta huelga no permitió que los obreros comprendieran la importancia de la
organización, de la unidad y de la lucha sino que, por el contrario, provocó la
desorganización y la fragmentación del movimiento obrero local, así como
actitudes de apatía y desconfianza hacia la lucha sindical.
Por otra parte, que la huelga sea la
principal herramienta de lucha de los trabajadores no implica que siempre sea
conveniente y mucho menos oportuna. Los sindicatos, y las huelgas impulsadas
por ellos, pueden constituirse coyunturalmente -al ser parte integrante de la
sociedad capitalista[22]-
en una herramienta al servicio de la burguesía. Al respecto, Lenin señala que:
“en momentos de crisis, los patronos pueden provocar en forma premeditada las
huelgas, porque a veces les conviene suspender temporalmente el trabajo. Las
huelgas sólo pueden tener éxito cuando los obreros poseen ya suficiente
conciencia, cuando saben elegir el momento para declararlas y presentar
reivindicaciones, cuando mantienen contacto con los socialistas y reciben de
ellos volantes y folletos”.[23]
Por lo expuesto anteriormente, no sorprende
que los obreros hayan sistematizado la experiencia de la huelga de 1970 como
una maniobra que sirvió para el enriquecimiento de los dirigentes a expensas de
los esfuerzos, de los riesgos de despido y de la disminuir de los salarios de
los trabajadores. El enriquecimiento de varios de esos dirigentes claudicantes
queda evidenciado en que se convirtieron, con posterioridad al conflicto, en
parte de la pequeña burguesía local. Cabría destacar como excepción a José
Giusti, quien negó siempre haber recibido tan abultada indemnización y a
Orlando Sacristani, quien habría donado la indemnización extra a su partido,
Vanguardia Comunista, para el financiamiento de otros conflictos obreros.[24]
Las consecuencias de este conflicto para la
praxis política del movimiento obrero local fueron, como dijéramos,
devastadoras. Provocó la desmovilización de los trabajadores, la apatía y
desconfianza hacia el sindicalismo y sus dirigentes. También quebró la unidad,
la asociación y la solidaridad de los trabajadores, generando salidas
individualistas. Alberto Piccinini, futuro secretario general de la seccional
local de la UOM señala al respecto: “Tenía un desaliento muy grande, estaba muy
dolido por como había terminado el conflicto. Adopté una actitud muy material e
individualista, estaba desilusionado de la actividad sindical. Tenía dos
trabajos, además de trabajar en Acindar era cobrador del Club Náutico. Me
dediqué a los dos trabajos, a una salida individualista, estaba muy dolorido y
entonces busqué el individualismo. Me acuerdo que hice extras durante todo el
año y me pude comprar un auto, un Fiat 600”.[25]
Alberto Piccinini también hace referencia a
la sensación de frustración que sentía por la derrota de la huelga, a su
decepción y las de los otros trabajadores, al desánimo y escepticismo del
conjunto, a los rumores sobre la deshonestidad y traición de los dirigentes que
renunciaron, a la descalificación y mala imagen de los venales dirigentes
sindicales, a la desmovilización generalizada y a la deserción de algunos
militantes: “Después de la derrota de la huelga del ´70, en la fabrica
comenzaron a circular expresiones que descalificaban a los compañeros que
habían cobrado la indemnización, la gente hablaba mal de algunos compañeros.
Decían: “Ahí están los luchadores combativos, después se van por la plata”. Yo
creo que con los compañeros Giusti y Sacristani eso fue injusto, ellos tuvieron
que aceptar la posición de la mayoría. En realidad la lucha se había perdido y
no todos los compañeros eran responsables. Ante la defección de los dirigentes
cundió el desaliento y en el mes subsiguiente se empezaron a ir otros
compañeros, a los pocos días se fue Rivero y después dos o tres delegados más.
Ante la derrota solicitaron cobrar la indemnización e irse. Ahí se fueron
alrededor de 15 de los compañeros más comprometidos y representativos. A mi me
llamaron de la oficina de Personal aproximadamente al mes para ofrecerme la
indemnización, me pagaban una cifra superior. Pero como yo ya había escuchado
la opinión de la gente “Al final, luchan y se van por plata”, no acepté. Yo
creo que si la fábrica quería, me hubiera echado. Sin lugar a dudas que la
fábrica pensó igual que yo en ese momento: que nunca más me iba a dedicar a la
actividad sindical. Yo no tenía intención de volver a ser delegado. Entonces
dije, nunca más me meto en política ni en el sindicato, medio que estaba
frustrado y no acepté siquiera la reelección como delegado y como yo en mi foja
de servicio era un obrero responsable, cumplidor, no faltaba; habrán pensado
que me habían derrotado. Sin lugar a dudas que si me hubieran agarrado a los
dos o tres días del conflicto, capaz que con la guardia baja, desilusionado,
terminaba yéndome”.[26]
Pero no terminan allí las consecuencias
negativas de la derrota de la huelga del ´70. De las palabras de Piccinini
puede inferirse que la empresa aprovechó o fue quien generó el conflicto para
desprenderse del personal “indeseable”. Por esto último, Victorio Paulón
caracterizó a esta huelga contra la empresa y la burocracia como “uno de los
tradicionales conflictos que generaba Acindar para limpiar comisiones internas
y delegados combativos, faltadores, enfermos, etc..”[27]
Solucionado el conflicto, el secretario
general Ricardo Gómez renunció y la seccional fue intervenida. Por esto, el
conflicto también puede interpretarse como una táctica de la burocracia
nacional de la UOM con el objeto de no convocar a elecciones e intervenir
nuevamente esta importante seccional con el objeto de privar a los afiliados
locales de reivindicaciones tales como un sanatorio, ambulancias, camping y
evitar los históricos reclamos por la centralización de los fondos sindicales y
por los descuentos de leyes sociales que nunca eran reinvertidos de acuerdo a
los aportes que los afiliados locales realizaban.
La derrota de la huelga también condujo a un
aumento de la prepotencia de los directivos de la fábrica Acindar, a la pérdida
de conquistas de los obreros, al aumento de la explotación y de la opresión y a
la persecución de todo intento de organización sindical independiente,
combativa o clasista. Es por esto que la reorganización del movimiento obrero
de Villa Constitución debió tener, en un principio, un carácter secreto y
clandestino. Pero como toda lucha, la huelga de 1970 dejará, por la propia
dinámica que encierra el enfrentamiento social, nuevas enseñanzas que
permitirán ir reconstruyendo y superando los niveles organizativos, los métodos
de lucha y el crecimiento cualitativo de la conciencia de clase.
Durante el desarrollo de la huelga comenzó a
organizarse un grupo secreto y clandestino impulsado por Orlando Sacristani,
militante de Vanguardia Comunista y miembro de la Comisión Interna renunciante.
Recuerda Piccinini que “en las primeras entrevistas no le di mucha bola a
Sacristani y él después de un tiempo empezó a venir, pasó un tiempo en que nos
vimos algunas veces en forma aislada porque yo ya no quería saber nada”.[28]
Después de su defección, Sacristani continuó participando por un tiempo de esas
reuniones y, con el objeto de capacitar sindicalmente a los obreros, los
contactó con las abogadas de su partido Mireya Rojo y María Dal Dosso. “Así
surgió en plena huelga del 70 -conflicto creado entre la patronal y la
burocracia- el Grupo de Obreros de Acindar (GODA) y el papel que desarrolló fue
fundamentalmente de denuncia de los atropellos de la patronal. El GODA apunta a
un modelo de acumulación paulatino pero progresivo tendiendo a su consolidación
a largo plazo. La experiencia recogida de la huelga de 1970 permitió al GODA
advertir que ni las condiciones objetivas ni las relaciones de fuerza eran
favorables para un trabajo de superficie. Después, el GODA se planteó
internamente ir agrandando al grupo y trasladar la experiencia a las otras
empresas. Con este propósito, hacia el año 1972, se formó el Grupo de Obreros
Combativos del Acero (GOCA) coincidiendo con el ingreso a la fábrica de una
gran cantidad de compañeros jóvenes que no habían sufrido la derrota de la
huelga del 70; por ejemplo, Alberto Tumbetta, Miguel A. Lobotti y yo”.[29]
Al definirse como “combativo” el grupo aludía al carácter antiburocrático y
antipatronal de su lucha, distanciándose del verticalismo vandorista pero
también evidenciando una actitud política tendiente a identificarse con las
corrientes más radicalizadas que se enfrentaban duramente contra la dictadura
militar.
Posteriormente, hacia 1973, como herramienta
para la recuperación de la seccional se creó el Movimiento de Renovación
Sindical (MRS) y el primer paso de los objetivos que se fijaron fue ganar la
elección de delegados de Acindar -en las elecciones el MRS obtuvo el 60 % del
cuerpo de delegados-. El interventor Trejo convocó a la Junta de delegados para
elegir la Comisión Interna (CI). “Para todo esto, los del MRS habíamos
preparado todo, detalle por detalle: quienes iban a ser propuestos, quien iba a
ser presidente de mesa, quien iba a proponer a los candidatos suplentes en caso
de que faltara. Habíamos tomado hasta el último recaudo para que no se
cometiera fraude”.[30]
Ya ganada la CI se inició un proceso acelerado de luchas reivindicativas
elevándose temarios en casi todas las secciones. Mediante la aplicación de
medidas de fuerza -quite de colaboración, trabajo a reglamento- se obtuvieron
una serie de reivindicaciones: calorías, trabajo peligroso, categorías,
terminar con la prepotencia de los jefes y encargados y lograr que los obreros
fueran respetados. Debido a estos logros, el MRS y la CI alcanzaron una gran
representatividad dentro de Acindar. Este ejemplo trascendió a las demás
fábricas. Así fueron sumándose al MRS obreros de otras fábricas. Entre otros,
de Metcon se incorporaron Carballada, Dante Manzano, Alcaraz y de Marathon Luis
Segovia y Pablo Alvarez.
La experiencia democrática en la seccional
local de la UOM había sido excepcional con posterioridad a la dimisión de
Roberto Nartayo, predominando las intervenciones y las autoridades designadas
por la burocracia nacional más que las normalizaciones, las prácticas
democráticas y las autoridades elegidas por los afiliados de la seccional.
Estas alternancias entre intervenciones duraderas y efímeras conducciones
elegidas democráticamente coadyuvó, por un lado, a la subestimación de las
prácticas democráticas y del Estado de derecho y a cierta tolerancia de las
prácticas violentas mientras que, por otro lado, las intervenciones provocaron
un notorio malestar y enfrentamiento con la burocracia nacional de la UOM
liderada por Lorenzo Miguel. Este enfrentamiento tiene dos vertientes. La
primera se debe a que los afiliados de la UOM local acusaban al secretariado
Nacional de la UOM de intervenir la seccional local para privar a los afiliados
de los servicios más elementales. Los metalúrgicos de Villa consideraban que la
burocracia hacía un uso discrecional de los fondos recaudados en la seccional y
que el presupuesto que giraba el secretariado nacional no era proporcional al
importante aporte realizado por los afiliados locales. Con más de 4000
cotizantes en la década del ´70, los aportes sindicales y por cuota social eran
considerables y el secretariado nacional giraba montos irrisorios que
únicamente permitían costear dos médicos (para alrededor de 10 mil personas)
que otorgaban solo 10 turnos diarios. Obviamente, un servicio de salud tan
deplorable obligaba a los afiliados locales a que en casos de enfermedades más
complejas, de gravedad o urgencias, fueran derivados a otros nosocomios de la
UOM que se encontraban en Rosario o Capital. En esas ocasiones, los afiliados
de Villa advertían que la burocracia derivaba cuantiosos fondos a las
seccionales mencionadas que gozaban de óptimos servicios de salud y recreación
mientras que en Villa carecían hasta de lo indispensable. En segundo lugar, los
afiliados locales también equiparan la relación de la UOM con las seccionales
del Interior a los enfrentamientos entre unitarios y federales que
ensangrentaron a nuestro país en la primera mitad del siglo XIX. Así, las
intervenciones son vistas como parte del proceso de centralización y
concentración del poder en Buenos Aires. Por ello, desde los incipientes
gérmenes de reorganización a partir del GODA los objetivos de los metalúrgicos
de Villa Constitución eran la recuperación y normalización del sindicato, su
democratización y la elección de las autoridades locales por sus afiliados. Por
eso no es de extrañar que previendo las elecciones que se realizarían al año
siguiente, en el mes marzo de l973 la CI organizara una asamblea frente a la
sede sindical demandando que se fije una fecha definitiva para la normalización
de la seccional mediante elecciones democráticas. Tampoco resulta sorprendente
que otra de las reivindicaciones solicitadas fuera la construcción de un
policlínico en Villa Constitución y que los interventores dieran explicaciones
sobre el destino de los descuentos por cuota sindical y de los aportes por obra
social (ley 18.610).
El MRS había abandonado en gran parte el
accionar secreto y clandestino que caracterizó al GODA y al GOCA. Pero los
obreros que se oponían a la intervención advertían que era necesario
profundizar aún más la transparencia de sus actividades para alcanzar la
trascendencia, notoriedad pública y presencia política que requiere la
participación en las elecciones. El MRS había llegado a su meta y la
organización surgida durante la huelga del ´70 necesitaba una nueva adecuación:
surge así la “Agrupación 7 de septiembre lista Marrón”. Pero la burocracia
temerosa de perder una seccional tan importante vuelve a realizar maniobras
tendientes a ahogar los sueños democráticos de los metalúrgicos villenses. En
noviembre de 1973, el secretariado nacional de la UOM convocó a elecciones para
normalizar sus seccionales, entre ellas, la de Villa Constitución. Pero el
interventor Osvaldo Trejo se “ausentó” de la ciudad, por lo cual no pudo llamar
a congreso de delegados para elegir la junta electoral –tal como establece el
Estatuto de la UOM- y ni siquiera se realizaron las elecciones para renovar los
delegados cuyos mandatos habían caducado. La trampa estaba tendida. El 9 de
enero de 1974 el secretariado nacional de la UOM publicó en los principales
diarios del país una solicitada en la que se convocaba a elecciones de Comisión
Directiva y delegados al colegio electoral, las cuales se efectuarían entre el
4 y el 9 de marzo. Villa Constitución ahora estaba excluida de la lista de seccionales
a normalizar. En febrero se hicieron los reclamos a las autoridades pertinentes
-Ministro de Trabajo, Dirección de Asociaciones Profesionales y la UOM-.
Lorenzo Miguel “sancionó” al interventor Trejo por su “negligencia” y designó
como delegados normalizadores a Lorenzo Osvaldo Oddone y a Jorge Ramón
Fernández y justificó que Villa Constitución fuera excluida de la convocatoria
a elecciones para la normalización de la seccional “porque no existían
condiciones debido a que el gremio se encontraba dividido y no se podía sacar
una lista única”[31]. Ya estaban dadas las
condiciones de otro conflicto, la huelga de los metalúrgicos de Villa que se
desarrolló entre el 7 y el 16 de marzo de 1974, pero esto ya forma parte de
otra historia, la del “Villazo”. Pero a pesar de la continuidad evidente del
Villazo con el conflicto de 1970, algunos factores habían cambiado: los
dirigentes ya no eran los mismos, ni tampoco el gobierno y algunas leyes,
asimismo las relaciones con las tendencias políticas habían variado, así como
el contexto histórico y como éste se vivía en Villa Constitución, con un
evidente desfasaje con respecto al resto del país, etc.
Que
las tres huelgas más importantes de la década del ´70 se hayan desarrollado
durante los meses de marzo no fue evidentemente una casualidad. En efecto, los
conflictos fueron generados por la patronal y/o la burocracia sindical entre
diciembre y enero -que coincidían con el periodo de vacaciones de la mayoría de
los obreros de las fábricas- y detonaban avasalladoramente en marzo, cuando el
conjunto de los obreros retornaba a la actividad. De esto se puede inferir, por
un lado, que los conflictos fueron generados por las patronales o la
burocracia. Que los obreros reaccionen convocando a huelgas que, como dice
Engels, van en detrimento de ellos mismos y en donde la inutilidad de esta
medida resulta palmaria se relaciona con el hecho de que ellos deben protestar contra las arbitrariedades, porque deben declarar que
ellos, en cuanto seres humanos, no tienen por qué ajustarse a la situación,
sino que ésta debe guiarse de acuerdo a ellos, a los seres humanos; porque su
silencio sería un reconocimiento del derecho de la burguesía a explotar a los
obreros durante los periodos de buenos negocios y a dejarlos morir de hambre en
épocas malas[32]. Pero Lenin llamaba la
atención al respecto señalando que las huelgas sólo pueden tener éxito cuando los
obreros eligen el momento más conveniente -para ellos y no para la burguesía-
para declararlas y presentar reivindicaciones. En este sentido consideramos que
la evaluación de la derrota de la huelga de 1970 debe supeditarse a la
gravitación que ejerció sobre el movimiento obrero de Villa Constitución; es
decir, la huelga de 1970 significó coyunturalmente una derrota del movimiento
obrero porque no contribuyó a la acumulación de un poder obrero popular, no
modificó las relaciones de fuerza a favor de los obreros, no obtuvo
reivindicaciones y no generó en los obreros una toma de conciencia de clase
para sí. Las consecuencias de la huelga de 1970 nos
permiten caracterizarla como una devastadora derrota inmediata del movimiento
obrero villense.
Pero
para comprender cabalmente esta derrota debemos considerar otros factores, por
ejemplo, el contexto histórico nacional e internacional. Si bien a esta huelga
se la puede inscribir en una etapa de auge de masas –cordobazo, rosariazos,
revolución cubana, la lucha de Che en Bolivia, etc.-, estos hechos pasaron
inadvertidos para el conjunto de los trabajadores villenses y solo hubo una
valoración retrospectiva de esos procesos -desde aproximadamente fines de 1973-
cuando parte de los obreros entablaron relaciones -además de Vanguardia
Comunista- con otras tendencias políticas de izquierda, en particular PRT,
ORPO, Montoneros y PST. También podemos afirmar que no existía en los obreros
una conciencia generalizada de clase para sí -aunque algunos de sus dirigentes
adhirieran a partidos de izquierda como el Comunista, Vanguardia Comunista o
Socialismo Democrático- fundamentalmente porque la mayoría de los trabajadores
estaban imbuidos de prácticas ligadas al sindicalismo de adscripción peronista.
Por último, la reconstitución del movimiento obrero estuvo ligada, por un lado,
al ingreso de jóvenes obreros que no habían sufrido la derrota de la década del
´70 y que contaban, por lo tanto, con una doble ventaja frente a los obreros
viejos: no desconfiaban de la actividad sindical ni tenían la impronta
peronista; Acindar ya no era solamente la empresa que les había dado trabajo y
la posibilidad de mejorar sustancialmente sus condiciones de vida sino que,
imbuidos por el contexto de auge de masas, contemplaban la posibilidad de
realizar otro tipo de praxis político gremial diferenciada del peronismo. Por
el otro, las relaciones que establecieron estos obreros con los partidos de
izquierda mencionados más arriba permitió que desarrollaran su conciencia de
clase contribuyendo a la lucha que realizaban por sus necesidades esenciales
-el contacto con las tendencias permitió a los obreros desarrollar nuevas y más
apropiadas tácticas de lucha: asambleas generales y permanentes; tomas de fábrica
y retención de personal jerárquico, con concentración de los mismos en el
subsuelo de la oficina de personal; formación de piquetes de autodefensa y
control de entrada y salida de la fábrica, con responsable por piquete y por
turnos; construcción de barricadas internas, con vagones ferroviarios, tarimas,
etc. que cortaban una tras otra las calles internas de la fabrica; ubicación de
tambores de combustibles (nafta) en lugares específicos, con compañeros
responsables en forma exclusiva de los mismos; control del sistema eléctrico de
la planta y responsable de los mismos; control de sirena, con responsable
exclusivo y manejo de códigos de toque para llamado a asamblea por los
trabajadores; prohibición a todos los compañeros de tomar bebidas alcohólicas;
formación de una comisión de compañeros encargada de contactarse con otros
gremios y demás fuerzas sociales y políticas de la ciudad y de la zona; formación
de una comisión de compañeros de permanencia externa de fábrica (local de la
marrón) que garantizara y tomara contacto con otras zonas del país, para
informar y recibir apoyo solidario; formación de piquetes externos de
compañeros movilizados para recorrer y chequear la seguridad de las viviendas
de los principales dirigentes; formación de la comisión de solidaridad y apoyo
conformado por un gran número de compañeros de los trabajadores-. Además, las
relaciones que los trabajadores establecieron con las tendencias políticas de
izquierda contribuyeron a la organización de los
obreros, poniendo a su disposición libros, folletos y periódicos. Asimismo, el
contacto de los obreros con dirigentes políticos de nivel nacional de cada una
de esas tendencias políticas fortaleció la formación teórica, política e
histórica de los obreros, contribuyendo, además, a que los obreros tomaran
conciencia del verdadero objetivo de la lucha y de que la lucha de la clase
obrera es una lucha sindical pero también política: que la clase obrera no
puede luchar por su emancipación sin tratar de influir en los asuntos del
Estado, en la dirección del Estado y en la promulgación de las leyes.[33]
Notas
[1] Este trabajo constituye un avance de investigación de mi tesis de licenciatura en preparación: “Lucha económica, lucha política. Las relaciones entre la lista Marrón y las tendencias políticas en el marco del Villazo y la represión posterior.” Universidad Nacional de Luján. Parte de mismo fue expuesta como ponencia en las III Jornadas de "Nuevos aportes a la investigación histórica". Historia y militancia: ¿una relación antagónica?, Buenos Aires, 27 y 28 de octubre de 2000. UBA.
[2] Profesor del ISP Nº 3 “Eduardo Lafferriere” de Villa Constitución. Alumno de la Licenciatura de Historia, UNLu.
[3] Véase, entre otros trabajos, la compilación realizada por Videla, Oscar y Rodríguez, Ernesto. El Villazo. La experiencia de una ciudad y su movimiento obrero. Tomo 1. Villa Constitución, Revista de Historia Regional-Libros, 1999; Paulón, Victorio. “Experiencia y guía para la praxis política”, mimeo, s/f; Actis, Juan. “Las luchas de los obreros metalúrgicos y del pueblo de Villa Constitución. 1970-1975”. Mimeo, s/f; López, María y Novillo, Marcela. “El movimiento obrero en Villa Constitución. 1974-1974. La configuración de un frente de masas en marzo de 1974”. Villa Constitución, ISP Nº 3. Seminario de Integración y Síntesis dirigido por E. Rodríguez, Mimeo, 1996; Rodríguez, Ernesto y Gómez, Carlos. “Las luchas obreras en Villa Constitución desde la FORA a la Marrón”. Villa Constitución., mimeo, 1987; Andújar, Andrea. “Combates y experiencias: las luchas obreras en Villa Constitución. 1974-1975”. Mimeo, s/f; Rodríguez, Ernesto. “La época de los quilombos”. Villa Constitución, mimeo, 2000; Rodríguez, Ernesto. “Villa Constitución, marzo de 1975. Un hito”. Luján, mimeo, 1989; Autores Varios. Un siglo de luchas. Historia del movimiento obrero argentino. Bs As, Antídoto, 1988; Schulman, José E. Tito Martin. El Villazo y la verdadera historia de Acindar. Villa Constitución, HG Producciones, 1996; Andújar, Andrea. “Combates y experiencias: las luchas obreras en Villa constitución (1974-1975)”, En: Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política. Bs As, Asociación de Estudios de Cultura y Sociedad, Vol. 3, Nº 6, Abril, 1998; Andújar, Andrea. “El sindicalismo combativo: Las luchas de la clase obrera de Villa Constitución (1974-1975)”, En: Berrotaran, Patricia y Pozzi, Pablo (comp.). Estudios inconformistas sobre la clase obrera argentina. 1955-1989. Bs. As., La Letra Buena, 1994; Cangiano, María Cecilia. “Reviewing the Past and Inventing the present. The Steelworkers of Villa Constitución and Menemismo, 1989-1992” En: Brennan, James (Ed.). Peronism and Argentina. Wilmington, Scholary Resources Inc., 1998; Cangiano, María Cecilia. “Pensando a los trabajadores: la historiografía obrera contemporánea argentina entre el dogmatismo y la innovación”. En: Boletín del Instituto de Historia Argentina y americana “Emilio Ravignani”. Tercera serie, Nº 8, 2do semestre, 1999; “La lucha por la democracia Sindical en la UOM de Villa constitución”, En Winter, Jorge y Balech, Mercedes. Hechos y protagonistas de las luchas obreras argentinas. Año II, Nº 7, Bs As, Experiencia, 1985; Rodríguez, Ernesto y Gómez, Carlos. “Las luchas obreras en Villa Consttución, 1970-1976”, Villa Constitución, mimeo, 1987; Rodríguez, Ernesto. “La lista Marrón y el PRT-ERP. La lucha sindical y la lucha política en el imaginario de los sobrevivientes”. Mimeo, 1996; Santella, Agustín. “Violencia política y radicalización obrera. El operativo de marzo de 1975 en Villa Constitución (Argentina)”. Ponencia presentada en el XXII Congreso Asociación Latinoamericana de Sociología; Andújar, Andrea. “El sindicalismo combativo: las luchas de la clase obrera de Villa Constitución (1974-1975). Tesis de Licenciatura, UBA, 1995; Cangiano, María Cecilia. “El lenguaje de clase de los 70: el sentido político de una lucha obrera. La experiencia de los trabajadores metalúrgicos de Acindar. Villa constitución (1969-76)”, mimeo; Santella, Agustín. "Primer ensayo de unificación operativa de la fuerza social genocida contra la clase obrera. El operativo Villa Constitución de marzo de 1975". Informe Final de Beca UBACyT (1998-2000), dirección de Inés Izaguirre, UBA, 2000.
[4] El último de los cuatro marzos comenzó con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 cuando los militares derrocaron a las autoridades constituidas instaurando una sangrienta dictadura. En Villa Constitución, se evidenció durante el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” un fuerte proceso de concentración horizontal en Acindar -la empresa más importante de la ciudad-, cuyo hito más sobresaliente lo constituyó la construcción de la Planta Integral; Acindar también experimentó un notorio proceso de oligopolización y concentración por absorción de un número importante de empresas que constituían su competencia; También Acindar contrajo un marcado endeudamiento externo -cuyo monto ascendía un cuarto de la deuda externa privada-, deuda que fue nacionalizada, en 1981, merced a la gestión de Alfredo Martínez de Hoz -Ex presidente de Acindar y ministro de Economía- y Domingo Cavallo -Presidente del Banco Central-. Durante este periodo aumentó considerablemente la producción y la productividad de Acindar y, simultáneamente, la explotación de los obreros, la tasa de plusvalía, la pérdida de derechos laborales y la transferencia de riqueza hacia los sectores más concentrados de la economía. Por último, resulta necesario resaltar un cambio cualitativo en la metodología represiva: la desaparición forzada de personas.
[5] En un primer momento, las huelgas fueron consideradas tanto por Marx como por Engels como instrumentos revolucionarios. Engels expresaba que “la historia de las huelgas de los obreros ingleses es una larga serie de derrotas, interrumpidas por algunos triunfos. Las huelgas contribuyen a aumentar el odio y el rencor de los obreros contra la clase poseyente. Así, en tiempos de agitación extraordinaria, la violencia desatada por los obreros contra los patronos, las fábricas, las máquinas o los carneros no hace más que anunciar que la guerra social está declarada y se lleva a cabo abiertamente. Asimismo, las huelgas constituyen la “escuela militar de los obreros en la que se preparan para la gran lucha que es inevitable”. Marx, C y Engels, F. La Sagrada Familia - La situación de la clase obrera en Inglaterra. Barcelona, Crítica Grijalbo, 1978. Passim. Pp. 463 a 489. Marx considera a las huelgas como una verdadera guerra civil en la que se van uniendo y desarrollando todos los elementos para la batalla futura y en donde los obreros se unen, se constituyen en clase para sí. Pero Marx también advirtió sobre las limitaciones de las huelgas, las cuales podían convertirse en mecanismos rutinarios utilizados por coaliciones relativamente conservadoras y con objetivos limitados, como la lucha por el salario. Por su parte, el líder anarquista Bakunin consideraba a las huelgas como un entrenamiento que conduciría a la huelga general revolucionaria.
[6] Conversación con Antonio Ginessi, Villa Constitución, 26 de julio de 2000 y entrevista con Roberto Nartallo, Villa Constitución, 1986.
[7] Entrevista con Roberto Nartallo, Villa Constitución, 1986. Nartallo fue el primer secretario general de la UOM Villa Constitución, estuvo al frente del sindicato durante 4 periodos consecutivos entre 1952 y 1967.
[8] Ibid.
[9] El Norte, San Nicolás, 4 de marzo de 1970.
[10] Ibid.
[11] El Norte, San Nicolás, 8 de enero de 1970.
[12] El Norte, San Nicolás, 11 de enero de 1970.
[13] El Norte, San Nicolás, 22 de enero de 1970.
[14] El Norte, San Nicolás, 24 de febrero, 3 y 4 de marzo de 1970.
[15] El Norte, San Nicolás, 5 y 6 de marzo de 1970.
[16] El Norte, San Nicolás, 6 de marzo de 1970.
[17] El Norte, San Nicolás, 7 y 8 de marzo de 1970.
[18] Mientras esto sucedía en Villa Constitución, la UOM nacional había convocado a elecciones de Comisión Directiva en sus seccionales. En San Nicolás triunfó la lista “Verde”. Esta lista única encabezada por José Ignacio Rucci obtuvo 2553 votos, registrándose 60 en blanco y 2 anulados. Evidentemente, debido al conflicto, en Villa Constitución no se realizaron elecciones. El Norte, San Nicolás, 12 de marzo de 1970.
[19] El Norte, San Nicolás, 13 de marzo de 1970.
[20] El Norte, San Nicolás, 17 de marzo de 1970.
[21] Lenin también hace referencia a que la lucha sindical es la escuela que ayuda a comprender la importancia de la organización, de la unidad y de la lucha. Asimismo, permite conocer el rostro del Estado burgués, instrumento de la explotación. Entre patronos y obreros existe una lucha constante por el salario. Al obrero le resulta imposible luchar él solo contra el patrono, el obrero aislado se convierte en un hombre absolutamente desvalido frente al capitalista. Las huelgas enseñan a los obreros a unirse, les hacen ver que sólo unidos pueden sostener la lucha contra los capitalistas, les enseñan a pensar en la lucha de toda la clase obrera contra toda la clase patronal y contra el gobierno autocrático y policíaco. Por eso los socialistas llaman a las huelgas “escuela de guerra”, escuela en la que los obreros aprenden a librar la guerra contra sus enemigos por la emancipación de todo el pueblo, de todos los trabajadores, del yugo de los funcionarios y del yugo del capital. Pero la “escuela de guerra” no es la guerra misma. Lenin, V.I. Lucha sindical y lucha política. Bs As, Anteo, 1961. Passim, p. 61 a 73.
[22] Según Antonio Gramsci, “los sindicatos de oficios, las cámaras del trabajo, las federaciones industriales, la Confederación General del Trabajo, constituyen el tipo de organización proletaria específica del periodo de historia dominado por el capital. En cierto sentido se puede sostener que son parte integrante de la sociedad capitalista, y tienen una función que es inherente al régimen de propiedad privada. La naturaleza esencial del sindicato es competitiva, no comunista. El sindicato no puede ser instrumento de renovación radical de la sociedad: puede ofrecer al proletariado expertos burócratas, técnicos capaces en cuestiones industriales de índole general, pero no puede ser la base del poder proletario. El sindicato no ofrece ninguna posibilidad de selección de individualidades proletarias capaces y dignas de dirigir la sociedad, no se puede lograr de él los cuadros en que se encarnen el impulso vital, el ritmo de progreso de la sociedad comunista”. Gramsci, Antonio. Escritos políticos (1917-1933). Bs As, Cuadernos de Pasado y Presente Nº 54, 1981. pp. 98-99.
[23] Lenin. op. cit. Passim, pp. 61 a 73. Otros de los factores que inciden en el éxito de las huelgas, infundiendo la idea del socialismo entre los obreros o que, por el contrario, favorezcan los intereses de la burguesía podemos mencionar: la formación teórica política de sus dirigentes y principales activistas y militantes, así como las relaciones que se establecen con las tendencias políticas socialistas; la importancia estratégica en la economía capitalista de la industria en que ese sindicato desarrolla su actividad; las relaciones de fuerza y la capacidad de negociación de los sindicatos; el contexto histórico en que se desarrollan las huelgas -etapa de auge o de reflujo de masas-; el tipo de burguesía a la que se enfrentaron los obreros -pequeña burguesía, gran burguesía, burguesía internacional o multinacional- y las características del Estado burgués.
[24] Orlando Sacristán reconoció haber cobrado una indemnización superior a la que correspondía. Pedro Ricardo Gómez asegura que el monto de las indemnizaciones era de aproximadamente 3.000.000 de pesos. Entrevistas con Orlando Sacristán, Rosario, 12/02/01; Ildo Brabante, Villa Constitución, 25/01/01 y Pedro Ricardo Gómez, Empalme, 01/12/00, 09/01/01 y 23/08/01.
[25] Entrevista con Alberto Piccinini, Villa Constitución, 27 de febrero de 1996.
[26] Ibid.
[27] Entrevista con Victorio Paulón, Villa Constitución, 22 de noviembre de l995.
[28] Entrevista con Alberto Piccinini, Villa Constitución, 27 de febrero de 1996.
[29] Entrevista con Juan Actis, Villa Constitución, 23 de agosto de 1994.
[30] Ibid.
[31] Extraído del informe del Comité de Lucha de marzo de l974 reproducido en Winter, Jorge. "La lucha por la democracia sindical en la UOM de Villa Constitución". Hechos y protagonistas de las luchas obreras argentinas, Año 2, Nº 7, Bs As, Experiencia, 1985.
[32] Engels, F. op. cit. p. 469.
[33] Lenin. op. cit. p. 41 a 43.