Entre la combatividad proletaria, el oportunismo de la patronal y las maniobras de la burocracia. La huelga de los obreros de Acindar de 1970[1]

 

Ernesto J. Rodríguez[2]

 

Introducción

Cuatro marzos de la década del ´70 dejaron una fuerte impronta en la historia de Villa Constitución. Dos de ellos fueron objeto de varios estudios: la huelga de 1974 conocida como el Villazo y la huelga de 1975, desencadenada después de la represión desatada sobre el pueblo de Villa Constitución.[3]

Este trabajo constituye un aporte al conocimiento de la huelga que los obreros de Acindar iniciaron a fines de 1969 y cuyo desenlace final se desarrolló, precisamente, en marzo de 1970.[4] Y en relación con los dos procesos mencionados es que postulamos que el conocimiento de esta huelga resulta imprescindible para comprender, en toda su complejidad, tanto al Villazo como a la heroica e intransigente lucha de los obreros que se extendió desde el 20 de marzo al 19 de mayo de 1975.

La huelga de 1970, coyunturalmente, significó una derrota aplastante de los obreros de Acindar. Traicionados por los dirigentes que estaban defendiendo mediante un plan de lucha, la forma en que se resolvió el conflicto pareció tener solo costados negativos; generó desconfianza en los obreros por la actividad sindical y, particularmente, en sus dirigentes; fomentó la apatía, el desinterés y las salidas individualistas en parte del grupo de obreros combativos que continuaron trabajando en la empresa; permitió que la patronal pudiera realizar un avance agresivo sobre los derechos de los trabajadores y, por último, provocó la desarticulación de la organización sindical, el descabezamiento de la Comisión Directiva (CD) de la UOM local, de la Comisión Interna (CI) y del Cuerpo de delegados, hecho que permitió una nueva intervención de la seccional local y que inhibió la convocatoria a las próximas elecciones para renovar la CD.

Las devastadoras consecuencias para el movimiento obrero villense de la huelga de 1970 plantean una serie de interrogantes: ¿Fue un conflicto genuino iniciado por los obreros como parte de su lucha económica? ¿Fue un conflicto inducido por Acindar para despedir a los obreros “indeseables”: delegados combativos, obreros enfermos, faltadores, etc.? ¿Fue un conflicto aprovechado por la empresa para avanzar sobre los derechos de los obreros y por la burocracia sindical para intervenir nuevamente una seccional clave por la cantidad de cotizantes? ¿Cuál fue el contexto que permitió la traición de algunos de los dirigentes? ¿Cuáles fueron las consecuencias de esta huelga? ¿Cómo se modificó la relación de fuerzas entre la patronal y los obreros’ y ¿Cómo se reconstituyó el movimiento obrero a pesar de las condiciones adversas, desembocando en el Villazo y en la huelga de 1975’.

La respuesta a estos interrogantes la obtuvimos del relevamiento de información aparecida en el diario El Norte de San Nicolás y de las entrevistas efectuadas a obreros, delegados y miembros de las Comisiones Interna y Directiva de la seccional local durante los años 1970 y 1974.

 

Breve reseña de los antecedentes del conflicto

La huelga es la principal herramienta de la lucha económica, espontánea e instintiva de los obreros. Pero la huelga por sí sola no es revolucionaria[5] ni garantiza la consecución de las reivindicaciones del proletariado, aún de las más inmediatas y con objetivos limitados como, por ejemplo, la lucha por el salario, por las condiciones de salubridad y seguridad. La huelga de protesta tampoco asegura la reincorporación de los obreros activistas suspendidos o despedidos por los patronos. Por último, la huelga no siempre permite que el proletariado desarrolle la conciencia de clase para sí ni que coadyuve a advertir los límites de la lucha sindical: lucha que es contra los efectos y no contra las causas de las relaciones de producción capitalistas.

La huelga constituye una de las formas que asumió la resistencia del proletariado a la explotación burguesa y que se corresponde con una determinada etapa del desarrollo capitalista. En la zona de Villa Constitución, esa resistencia, en el contexto del modelo agrario exportador, estuvo liderada por el anarquismo, tal como se evidenció claramente durante las huelgas de carreros de 1918/9 y las huelgas portuarias de 1928 y 1932. La historia de la Unión Obrera Metalúrgica (en adelante UOM) de Villa Constitución estuvo signada desde sus inicios por rupturas y continuidades con la experiencia anarquista. En efecto, treinta años más tarde, cuando Roberto Nartallo resultó electo como secretario general de la UOMVC, la mayoría de los nuevos operarios no tenían experiencia sindical, en gran medida debido a sus lugares de procedencia: del campo, de los pueblos del interior del departamento, de las islas aledañas, de las provincias económicamente más pobres y atrasadas del país, principalmente de Entre Ríos; e inmigrantes. Por lo tanto, a pesar de las importantes luchas lideradas por los anarquistas en las primeras décadas del siglo XX en Villa Constitución y de que algunos obreros que adscribían a las ideas anarquistas formaban parte de la Comisión Directiva electa o de la Comisión Interna de Acindar, no puede establecerse una línea de continuidad entre aquellas formas de organización y prácticas sindicales con el incipiente movimiento obrero de Villa Constitución de la década del ´50. Las nuevas prácticas sindicales surgieron fundamentalmente de la propia experiencia y al influjo del peronismo.[6]

Pero también la historia de la UOMVC estuvo marcada por una íntima ligazón con la de Acindar, empresa que en 1942 instaló en Rosario su primera planta en el marco del proceso de industrialización por sustitución de importaciones propiciado y protegido por el Estado. El grupo fundador de Acindar, encabezado por los ingenieros Arturo Acevedo y José María Aragón, aprovechó la coyuntura internacional producida por la Segunda Guerra Mundial y decidieron la creación de la empresa para atender la demanda de un mercado interno insatisfecho por la interrupción de las importaciones. También había en esta decisión otro elemento seductor para garantizar un buen negocio: la falta de hierro para la construcción había generado un notable incremento del precio de las barras para la construcción, que pasaron, de 1939 y 1941, de 30 centavos a más de 3 pesos.

En 1951, Acindar concluyó el montaje de la planta de Villa Constitución y, con el inicio de la producción, se creó una subcomisión de la UOM Rosario compuesta por cinco miembros para atender los problemas mas urgentes de fábrica y para realizar tareas de afiliación. Esta filial de la UOM se encargaba de recibir los reclamos de los obreros y transmitirlos a Rosario, de donde enviaban un delegado a discutir esos reclamos con la patronal. En 1952, luego de superar la cantidad de cotizantes requeridos por los estatutos de la UOM, se creó la seccional local.”[7]

Una vez adquirida la autonomía con respecto a la seccional Rosario, los afiliados metalúrgicos procedieron a la elección de sus autoridades. La seccional contaba con 500 afiliados en condiciones de votar –rápidamente, el numero de cotizantes aumentó a 1.000 como resultado de la incorporación de los obreros pertenecientes a las nuevas secciones inauguradas-, todos ellos pertenecientes a Acindar. En los comicios, Roberto Nartallo resultó electo como secretario general, imprimiéndole a su praxis político sindical un acendrado sesgo paternalista y caracterizada por el diálogo, la negociación, la cordialidad y el establecimiento de un trato amistoso con la empresa o con algunos de sus jefes, lo cual no implicó que cuando se produjeron conflictos no los liderara con suma decisión y combatividad.

Después de cuatro mandatos consecutivos, en 1967 Roberto Nartallo renunció, junto con toda la Comisión Directiva, porque la política instrumentada por el secretariado nacional “... chocaba contra principios nuestros... todo lo que se recaudaba en Villa Constitución era depositado directamente en el banco y de allí pasaba a Buenos Aires. En 1967 contábamos con 4000 afiliados y teníamos inquietudes lógicas: construir un sanatorio, poseer un camping, tener obras y beneficios acordes con la seccional. No estábamos de acuerdo con la centralización de los fondos en Buenos Aires porque limitaba nuestras aspiraciones. Uno tenía que hacer malabares para que le mandaran dinero para las necesidades más mínimas, por lo cual resolvimos irnos todos, la comisión directiva renunció, quedando la seccional acéfala. Por eso vino el primer interventor: Ángel Perelman”.[8]

 

La huelga de 1969-70 o de cómo una herramienta puede servir tanto para la construcción como para la destrucción

La dimisión de las autoridades elegidas democráticamente por los obreros metalúrgicos y la política instrumentada por la intervención permitió a Acindar aumentar la tasa de explotación y que se produjera un marcado deterioro de las condiciones de trabajo. Según la Comisión de Lucha de 1970, desde aproximadamente 1968 los obreros sufrieron permanentes atropellos por parte de Acindar. Esta empresa, amparada por la política antiobrera del presidente Juan Carlos Onganía, congeló las primas y aumentó los topes de producción a índices inalcanzables. Además, Acindar carecía de medidas de seguridad laboral en sus plantas, perseguía a los operarios y embestía contra los derechos de los obreros. La grave situación descripta condujo, mediante la consulta a los obreros y delegados, a la elaboración de un amplio pliego de reivindicaciones en el que se solicitaba un mínimo de 100 horas por quincena y la disminución del ciclo nocturno de trabajo para los obreros de tres turnos y; como temario general de fábrica, los obreros demandaron que Acindar fijara topes de producción asequibles que no exigieran esfuerzos extraordinarios. Además, demandaron que los obreros y los delegados fueran respetados, terminando con la prepotencia de los jefes y encargados, así como un aumento sustancial en las tarifas de niveles en todos los sectores de planta y que los conceptos de calorías, trabajo peligroso y primas de producción se pagaran al 100% cuando trabajaran horas extras y al 50% cuando fueran suplementarias. También solicitaban que se admitiera a la seccional local de la UOM como organismo fiscalizador del cumplimiento por parte de las empresas contratistas de los convenios de trabajo y de los aportes correspondientes por leyes sociales. En cuanto a las condiciones de seguridad y salubridad existentes en la fábrica, los obreros reclamaban que Acindar extremara las medidas de seguridad en toda la planta y que mejorara el ambiente en todos los sectores en donde fuera requerido.[9]

Ante la rotunda negativa de Acindar a satisfacer los reclamos de los obreros, aún cuando en el último ejercicio la empresa había ganado $ 1.900.000.000, el cuerpo de delegados dispuso un quite de colaboración que consistió en el corte de horas extras.[10]

En represalia, Acindar despidió a la Comisión Interna y a 14 delegados, por lo cual los obreros tomaron la fábrica con apoyo de personal administrativo, labrándose un acta ante escribano público en donde se establecía que la toma no constituía una violación de la propiedad privada y que los obreros que se retiraban de la fábrica no hacían abandono de trabajo.[11]

En una asamblea realizada en el Club Porvenir Talleres el 7 de enero de 1970, los obreros reafirmaron su decisión de mantener la paralización de las tareas y luchar hasta las últimas consecuencias por el reintegro de los despedidos y por la aprobación de los temarios presentados. Pero el Ministerio de Trabajo, mediante la aplicación de la conciliación obligatoria, ordenó a las partes en conflicto el cese inmediato de todas las medidas que interrumpían el trabajo o hubieran alterado las condiciones en que se venía desarrollando con anterioridad al conflicto. La intervención del Ministerio de Trabajo, analizada en una asamblea que se realizó el 10 de enero, condujo a la reincorporación de los despedidos y a la formación de una Comisión Paritaria para dilucidar el problema.[12]

Pero después de más de un mes de dilaciones y engaños, sin que existieran pruebas contra los obreros, el Ministerio de Trabajo permitió que Acindar efectivizara nuevamente los despidos. Este nuevo embate de la patronal no amedrentó a los obreros, quienes el día 21 de febrero decidieron la ocupación de la fábrica, medida que se cumplió hasta que la empresa, mediante el concurso de fuerzas policiales, obligó a los obreros a abandonar el establecimiento.[13]

Con el paso de los días, el conflicto tendía a agravarse. El 23 de febrero, los obreros convocaron a un paro por 24 horas, el cual tuvo un acatamiento del 100% entre los obreros y de un 90% entre el personal administrativo. Por su parte, manteniendo una actitud irreconciliable, Acindar comenzó a despachar telegramas conminando a los obreros a reincorporarse a sus tareas bajo amenaza de ser declarados cesantes. A pesar de esta clara actitud intimidatoria, Acindar no logró romper la unidad, la solidaridad ni la convicción de los obreros de continuar tenazmente con la lucha que estaban llevando adelante. El 2 de marzo, una nueva asamblea de más de un millar de obreros decidió proseguir por tiempo indeterminado con la huelga hasta que la empresa reincorporara a los obreros despedidos. En esa asamblea se decidió aprobar el siguiente plan de lucha: 1- Declarar un paro por 24 horas en toda la seccional de Villa Constitución; 2- Extender la paralización de las actividades a todos los sectores de la ciudad; 3- Emplazar a la empresa para que reintegre a los despedidos; 4- Llamar a una nueva asamblea para analizar la respuesta patronal y fijar el camino a seguir. Por último, 5- Elección de una Comisión de Lucha permanentemente. Mientras tanto, Acindar profundizaba las medidas intimidatorias enviando mil quinientos telegramas colacionados para notificar al personal y a quienes eventualmente no se presentaran a cumplir con las tareas habituales que al momento de recibirlos quedarían automáticamente cesantes.[14]

Un nuevo paro de 24 horas fue convocado para el 6 de marzo, solicitando los obreros la adhesión del Centro de Industria y Comercio, la cual fue denegada pero que, sin embargo, el 90% de los negocios existentes en el radio urbano de Villa Constitución cumplió con la medida por expresa solicitud de grupos de activistas organizados por la Comisión de Lucha. Según esta Comisión, los comerciantes los apoyaron porque reconocían que los trabajadores fueron los que hicieron posible la grandeza de la zona. Agregaba la Comisión de Lucha que el día 4 de marzo la policía detuvo por averiguación de antecedentes a varios compañeros que estaban visitando los comercios, los cuales fueron posteriormente liberados. Por otra parte, la empresa Acindar, demostrando una vez más su furia antiobrera, lanzó despidos en masa para debilitar al movimiento, pero lejos de intimidar a los obreros, esta actitud confirmó que la férrea unidad de las bases continuaba intacta. La Comisión de lucha enmarcaba el conflicto dentro de las luchas de sus hermanos de clase de todo el país, cuya demostración cabal de combatividad la dieron los tucumanos de Textil Escalada, los metalúrgicos de Necchi Argentina y los trabajadores de Chocón Cerros Colorados.[15]

En este paro los obreros de Acindar no estuvieron solos sino que recibieron la adhesión solidaria de la mayoría de los trabajadores y del pueblo de Villa Constitución: los Textiles, Aceiteros, Profesorado, Estudiantes, la Cooperativa de Luz y Fuerza, el transporte local, así como el compromiso de la Unión Ferroviaria de colaborar ampliamente, la solidaridad de los afiliados y cuerpo de delegados de Metcon y, en una asamblea realizada en Maratón, los obreros de esta empresa decidieron por unanimidad paralizar las tareas en apoyo a la lucha de los obreros de Acindar. Mientras tanto, por no acatar el paro dispuesto por la UOM, fueron expulsados los dirigentes Antonio Fernández, José Córdoba y Manuel Giménez.[16]

Este paro además de contar con un amplio apoyo del comercio y la industria local -solo abrieron las farmacias de turno- y de los trabajadores de la zona –se calculó que 5000 obreros paralizaron sus actividades-, también introdujo otra novedad: una manifestación. Poco después de la media mañana del 6 de marzo nutridos contingentes de trabajadores se desplazaron por algunas calles céntricas de la ciudad en una manifestación que fue denominada “del silencio”, la cual fue interceptada por la policía sin que se registraran incidentes, regresando los manifestantes a la sede gremial.[17]

Pero las instituciones del estado burgués terminan defendiendo los intereses de clase de los capitalistas. El lunes 9 de marzo, los obreros fueron citados a Santa Fe por Pedro Giardini, presidente del Departamento Provincial de Trabajo, mientras que la secretaría de Trabajo dispuso declarar nula la asamblea realizada el 2 de marzo en la que se había decidido la continuación de las medidas de fuerza contra Acindar por violar la UOM las normas legales que rigen la materia. Mientras tanto, las autoridades de esta empresa decidieron la cesantía de todo el personal en conflicto y, mediante avisos publicitarios, solicitó nuevos trabajadores, presentándose en los primeros días solamente 50 rompehuelgas.[18]

El 12 de marzo se convocó a una nueva asamblea con veedores del Departamento de Trabajo en el club Porvenir Talleres. Más de un millar de trabajadores de Acindar concurrieron para decidir si se reincorporaban a las tareas o continuaban con la huelga. Mediante el sufragio secreto se realizó una lenta votación y escrutinio que arrojó los siguientes resultados: 334 por la vuelta al trabajo y 667 votos por la continuación de la huelga.[19]

A pesar de la intransigente lucha de los obreros de Acindar por la reincorporación de los delegados despedidos, el 16 de marzo, luego de la audiencia de conciliación realizada en el despacho de Pedro Giardini se acordó que los 7 delegados despedidos, enfrentados con la empresa y con la conducción burocrática de la seccional local, presentaran su renuncia. A cambio, los delegados por los cuales los obreros mantenían la huelga recibieron una indemnización doble que superaría los 2.500.000 pesos. Con respecto a los obreros, la empresa se comprometía a abonar las quincenas perdidas, descontando los días no trabajados en las subsiguientes.[20] Según el acuerdo, los obreros debían presentarse a trabajar en el turno que comenzaba a las 14 horas. Pero llegada esa hora, se advirtió un gran ausentismo. Evidentemente, algunos obreros todavía ignoraban las alevosas negociaciones que habían realizado sus líderes, ingenuamente continuaban defendiéndolos y, por eso, no se presentaron a cumplir con sus obligaciones.

 

De cómo la burguesía puede apropiarse de la principal arma de los trabajadores en su lucha económica contra ella

En los trabajadores de Villa Constitución, y en particular para los de Acindar, la huelga de 1970 quedó registrada en su imaginario como una derrota. Los obreros percibieron la solución del conflicto como una traición de sus dirigentes. Esta sistematización de la experiencia se debe a que mientras los obreros llevaron adelante una heroica e intransigente huelga de protesta por la reincorporación de los delegados cesantes, estos negociaron su renuncia a espaldas de los trabajadores, percibiendo a cambio una indemnización muy superior a la que les correspondía.

Si convenimos en que los dirigentes sindicales son los que les imprimen a las huelgas el carácter de “escuela de guerra”, advertiremos claramente que para los obreros la huelga de 1970 representó una derrota con variadas consecuencias sumamente negativas. Por un lado, porque los dirigentes no solo no le imprimieron el carácter de escuela de guerra sino que generaron en los obreros la convicción de que las huelgas en general y, en particular, la huelga de 1970, constituían una herramienta manejada por los dirigentes para obtener beneficios económicos personales a expensas del sacrificio de los obreros. Así, la huelga de 1970, lejos de infundir con enorme fuerza en los obreros la idea del socialismo, tal como afirmaba Lenin, propiciaba la aparición y/o reafirmación de actitudes individualistas típicas e inherentes al modo de producción capitalista que favorecían su reproducción. La huelga debía enseñar a los obreros a comprender cuál era la fuerza de los patronos y cuál la de los obreros y, además, debía contribuir a que los obreros advirtieran el papel que representaban los capitalistas, el gobierno y las leyes.[21] Pero esta huelga no permitió que los obreros comprendieran la importancia de la organización, de la unidad y de la lucha sino que, por el contrario, provocó la desorganización y la fragmentación del movimiento obrero local, así como actitudes de apatía y desconfianza hacia la lucha sindical.

Por otra parte, que la huelga sea la principal herramienta de lucha de los trabajadores no implica que siempre sea conveniente y mucho menos oportuna. Los sindicatos, y las huelgas impulsadas por ellos, pueden constituirse coyunturalmente -al ser parte integrante de la sociedad capitalista[22]- en una herramienta al servicio de la burguesía. Al respecto, Lenin señala que: “en momentos de crisis, los patronos pueden provocar en forma premeditada las huelgas, porque a veces les conviene suspender temporalmente el trabajo. Las huelgas sólo pueden tener éxito cuando los obreros poseen ya suficiente conciencia, cuando saben elegir el momento para declararlas y presentar reivindicaciones, cuando mantienen contacto con los socialistas y reciben de ellos volantes y folletos”.[23]

Por lo expuesto anteriormente, no sorprende que los obreros hayan sistematizado la experiencia de la huelga de 1970 como una maniobra que sirvió para el enriquecimiento de los dirigentes a expensas de los esfuerzos, de los riesgos de despido y de la disminuir de los salarios de los trabajadores. El enriquecimiento de varios de esos dirigentes claudicantes queda evidenciado en que se convirtieron, con posterioridad al conflicto, en parte de la pequeña burguesía local. Cabría destacar como excepción a José Giusti, quien negó siempre haber recibido tan abultada indemnización y a Orlando Sacristani, quien habría donado la indemnización extra a su partido, Vanguardia Comunista, para el financiamiento de otros conflictos obreros.[24]

Las consecuencias de este conflicto para la praxis política del movimiento obrero local fueron, como dijéramos, devastadoras. Provocó la desmovilización de los trabajadores, la apatía y desconfianza hacia el sindicalismo y sus dirigentes. También quebró la unidad, la asociación y la solidaridad de los trabajadores, generando salidas individualistas. Alberto Piccinini, futuro secretario general de la seccional local de la UOM señala al respecto: “Tenía un desaliento muy grande, estaba muy dolido por como había terminado el conflicto. Adopté una actitud muy material e individualista, estaba desilusionado de la actividad sindical. Tenía dos trabajos, además de trabajar en Acindar era cobrador del Club Náutico. Me dediqué a los dos trabajos, a una salida individualista, estaba muy dolorido y entonces busqué el individualismo. Me acuerdo que hice extras durante todo el año y me pude comprar un auto, un Fiat 600”.[25]

Alberto Piccinini también hace referencia a la sensación de frustración que sentía por la derrota de la huelga, a su decepción y las de los otros trabajadores, al desánimo y escepticismo del conjunto, a los rumores sobre la deshonestidad y traición de los dirigentes que renunciaron, a la descalificación y mala imagen de los venales dirigentes sindicales, a la desmovilización generalizada y a la deserción de algunos militantes: “Después de la derrota de la huelga del ´70, en la fabrica comenzaron a circular expresiones que descalificaban a los compañeros que habían cobrado la indemnización, la gente hablaba mal de algunos compañeros. Decían: “Ahí están los luchadores combativos, después se van por la plata”. Yo creo que con los compañeros Giusti y Sacristani eso fue injusto, ellos tuvieron que aceptar la posición de la mayoría. En realidad la lucha se había perdido y no todos los compañeros eran responsables. Ante la defección de los dirigentes cundió el desaliento y en el mes subsiguiente se empezaron a ir otros compañeros, a los pocos días se fue Rivero y después dos o tres delegados más. Ante la derrota solicitaron cobrar la indemnización e irse. Ahí se fueron alrededor de 15 de los compañeros más comprometidos y representativos. A mi me llamaron de la oficina de Personal aproximadamente al mes para ofrecerme la indemnización, me pagaban una cifra superior. Pero como yo ya había escuchado la opinión de la gente “Al final, luchan y se van por plata”, no acepté. Yo creo que si la fábrica quería, me hubiera echado. Sin lugar a dudas que la fábrica pensó igual que yo en ese momento: que nunca más me iba a dedicar a la actividad sindical. Yo no tenía intención de volver a ser delegado. Entonces dije, nunca más me meto en política ni en el sindicato, medio que estaba frustrado y no acepté siquiera la reelección como delegado y como yo en mi foja de servicio era un obrero responsable, cumplidor, no faltaba; habrán pensado que me habían derrotado. Sin lugar a dudas que si me hubieran agarrado a los dos o tres días del conflicto, capaz que con la guardia baja, desilusionado, terminaba yéndome”.[26]

Pero no terminan allí las consecuencias negativas de la derrota de la huelga del ´70. De las palabras de Piccinini puede inferirse que la empresa aprovechó o fue quien generó el conflicto para desprenderse del personal “indeseable”. Por esto último, Victorio Paulón caracterizó a esta huelga contra la empresa y la burocracia como “uno de los tradicionales conflictos que generaba Acindar para limpiar comisiones internas y delegados combativos, faltadores, enfermos, etc..”[27]

Solucionado el conflicto, el secretario general Ricardo Gómez renunció y la seccional fue intervenida. Por esto, el conflicto también puede interpretarse como una táctica de la burocracia nacional de la UOM con el objeto de no convocar a elecciones e intervenir nuevamente esta importante seccional con el objeto de privar a los afiliados locales de reivindicaciones tales como un sanatorio, ambulancias, camping y evitar los históricos reclamos por la centralización de los fondos sindicales y por los descuentos de leyes sociales que nunca eran reinvertidos de acuerdo a los aportes que los afiliados locales realizaban.

La derrota de la huelga también condujo a un aumento de la prepotencia de los directivos de la fábrica Acindar, a la pérdida de conquistas de los obreros, al aumento de la explotación y de la opresión y a la persecución de todo intento de organización sindical independiente, combativa o clasista. Es por esto que la reorganización del movimiento obrero de Villa Constitución debió tener, en un principio, un carácter secreto y clandestino. Pero como toda lucha, la huelga de 1970 dejará, por la propia dinámica que encierra el enfrentamiento social, nuevas enseñanzas que permitirán ir reconstruyendo y superando los niveles organizativos, los métodos de lucha y el crecimiento cualitativo de la conciencia de clase.

Durante el desarrollo de la huelga comenzó a organizarse un grupo secreto y clandestino impulsado por Orlando Sacristani, militante de Vanguardia Comunista y miembro de la Comisión Interna renunciante. Recuerda Piccinini que “en las primeras entrevistas no le di mucha bola a Sacristani y él después de un tiempo empezó a venir, pasó un tiempo en que nos vimos algunas veces en forma aislada porque yo ya no quería saber nada”.[28] Después de su defección, Sacristani continuó participando por un tiempo de esas reuniones y, con el objeto de capacitar sindicalmente a los obreros, los contactó con las abogadas de su partido Mireya Rojo y María Dal Dosso. “Así surgió en plena huelga del 70 -conflicto creado entre la patronal y la burocracia- el Grupo de Obreros de Acindar (GODA) y el papel que desarrolló fue fundamentalmente de denuncia de los atropellos de la patronal. El GODA apunta a un modelo de acumulación paulatino pero progresivo tendiendo a su consolidación a largo plazo. La experiencia recogida de la huelga de 1970 permitió al GODA advertir que ni las condiciones objetivas ni las relaciones de fuerza eran favorables para un trabajo de superficie. Después, el GODA se planteó internamente ir agrandando al grupo y trasladar la experiencia a las otras empresas. Con este propósito, hacia el año 1972, se formó el Grupo de Obreros Combativos del Acero (GOCA) coincidiendo con el ingreso a la fábrica de una gran cantidad de compañeros jóvenes que no habían sufrido la derrota de la huelga del 70; por ejemplo, Alberto Tumbetta, Miguel A. Lobotti y yo”.[29] Al definirse como “combativo” el grupo aludía al carácter antiburocrático y antipatronal de su lucha, distanciándose del verticalismo vandorista pero también evidenciando una actitud política tendiente a identificarse con las corrientes más radicalizadas que se enfrentaban duramente contra la dictadura militar.

Posteriormente, hacia 1973, como herramienta para la recuperación de la seccional se creó el Movimiento de Renovación Sindical (MRS) y el primer paso de los objetivos que se fijaron fue ganar la elección de delegados de Acindar -en las elecciones el MRS obtuvo el 60 % del cuerpo de delegados-. El interventor Trejo convocó a la Junta de delegados para elegir la Comisión Interna (CI). “Para todo esto, los del MRS habíamos preparado todo, detalle por detalle: quienes iban a ser propuestos, quien iba a ser presidente de mesa, quien iba a proponer a los candidatos suplentes en caso de que faltara. Habíamos tomado hasta el último recaudo para que no se cometiera fraude”.[30] Ya ganada la CI se inició un proceso acelerado de luchas reivindicativas elevándose temarios en casi todas las secciones. Mediante la aplicación de medidas de fuerza -quite de colaboración, trabajo a reglamento- se obtuvieron una serie de reivindicaciones: calorías, trabajo peligroso, categorías, terminar con la prepotencia de los jefes y encargados y lograr que los obreros fueran respetados. Debido a estos logros, el MRS y la CI alcanzaron una gran representatividad dentro de Acindar. Este ejemplo trascendió a las demás fábricas. Así fueron sumándose al MRS obreros de otras fábricas. Entre otros, de Metcon se incorporaron Carballada, Dante Manzano, Alcaraz y de Marathon Luis Segovia y Pablo Alvarez.

La experiencia democrática en la seccional local de la UOM había sido excepcional con posterioridad a la dimisión de Roberto Nartayo, predominando las intervenciones y las autoridades designadas por la burocracia nacional más que las normalizaciones, las prácticas democráticas y las autoridades elegidas por los afiliados de la seccional. Estas alternancias entre intervenciones duraderas y efímeras conducciones elegidas democráticamente coadyuvó, por un lado, a la subestimación de las prácticas democráticas y del Estado de derecho y a cierta tolerancia de las prácticas violentas mientras que, por otro lado, las intervenciones provocaron un notorio malestar y enfrentamiento con la burocracia nacional de la UOM liderada por Lorenzo Miguel. Este enfrentamiento tiene dos vertientes. La primera se debe a que los afiliados de la UOM local acusaban al secretariado Nacional de la UOM de intervenir la seccional local para privar a los afiliados de los servicios más elementales. Los metalúrgicos de Villa consideraban que la burocracia hacía un uso discrecional de los fondos recaudados en la seccional y que el presupuesto que giraba el secretariado nacional no era proporcional al importante aporte realizado por los afiliados locales. Con más de 4000 cotizantes en la década del ´70, los aportes sindicales y por cuota social eran considerables y el secretariado nacional giraba montos irrisorios que únicamente permitían costear dos médicos (para alrededor de 10 mil personas) que otorgaban solo 10 turnos diarios. Obviamente, un servicio de salud tan deplorable obligaba a los afiliados locales a que en casos de enfermedades más complejas, de gravedad o urgencias, fueran derivados a otros nosocomios de la UOM que se encontraban en Rosario o Capital. En esas ocasiones, los afiliados de Villa advertían que la burocracia derivaba cuantiosos fondos a las seccionales mencionadas que gozaban de óptimos servicios de salud y recreación mientras que en Villa carecían hasta de lo indispensable. En segundo lugar, los afiliados locales también equiparan la relación de la UOM con las seccionales del Interior a los enfrentamientos entre unitarios y federales que ensangrentaron a nuestro país en la primera mitad del siglo XIX. Así, las intervenciones son vistas como parte del proceso de centralización y concentración del poder en Buenos Aires. Por ello, desde los incipientes gérmenes de reorganización a partir del GODA los objetivos de los metalúrgicos de Villa Constitución eran la recuperación y normalización del sindicato, su democratización y la elección de las autoridades locales por sus afiliados. Por eso no es de extrañar que previendo las elecciones que se realizarían al año siguiente, en el mes marzo de l973 la CI organizara una asamblea frente a la sede sindical demandando que se fije una fecha definitiva para la normalización de la seccional mediante elecciones democráticas. Tampoco resulta sorprendente que otra de las reivindicaciones solicitadas fuera la construcción de un policlínico en Villa Constitución y que los interventores dieran explicaciones sobre el destino de los descuentos por cuota sindical y de los aportes por obra social (ley 18.610).

El MRS había abandonado en gran parte el accionar secreto y clandestino que caracterizó al GODA y al GOCA. Pero los obreros que se oponían a la intervención advertían que era necesario profundizar aún más la transparencia de sus actividades para alcanzar la trascendencia, notoriedad pública y presencia política que requiere la participación en las elecciones. El MRS había llegado a su meta y la organización surgida durante la huelga del ´70 necesitaba una nueva adecuación: surge así la “Agrupación 7 de septiembre lista Marrón”. Pero la burocracia temerosa de perder una seccional tan importante vuelve a realizar maniobras tendientes a ahogar los sueños democráticos de los metalúrgicos villenses. En noviembre de 1973, el secretariado nacional de la UOM convocó a elecciones para normalizar sus seccionales, entre ellas, la de Villa Constitución. Pero el interventor Osvaldo Trejo se “ausentó” de la ciudad, por lo cual no pudo llamar a congreso de delegados para elegir la junta electoral –tal como establece el Estatuto de la UOM- y ni siquiera se realizaron las elecciones para renovar los delegados cuyos mandatos habían caducado. La trampa estaba tendida. El 9 de enero de 1974 el secretariado nacional de la UOM publicó en los principales diarios del país una solicitada en la que se convocaba a elecciones de Comisión Directiva y delegados al colegio electoral, las cuales se efectuarían entre el 4 y el 9 de marzo. Villa Constitución ahora estaba excluida de la lista de seccionales a normalizar. En febrero se hicieron los reclamos a las autoridades pertinentes -Ministro de Trabajo, Dirección de Asociaciones Profesionales y la UOM-. Lorenzo Miguel “sancionó” al interventor Trejo por su “negligencia” y designó como delegados normalizadores a Lorenzo Osvaldo Oddone y a Jorge Ramón Fernández y justificó que Villa Constitución fuera excluida de la convocatoria a elecciones para la normalización de la seccional “porque no existían condiciones debido a que el gremio se encontraba dividido y no se podía sacar una lista única”[31]. Ya estaban dadas las condiciones de otro conflicto, la huelga de los metalúrgicos de Villa que se desarrolló entre el 7 y el 16 de marzo de 1974, pero esto ya forma parte de otra historia, la del “Villazo”. Pero a pesar de la continuidad evidente del Villazo con el conflicto de 1970, algunos factores habían cambiado: los dirigentes ya no eran los mismos, ni tampoco el gobierno y algunas leyes, asimismo las relaciones con las tendencias políticas habían variado, así como el contexto histórico y como éste se vivía en Villa Constitución, con un evidente desfasaje con respecto al resto del país, etc.

 

Conclusión

Que las tres huelgas más importantes de la década del ´70 se hayan desarrollado durante los meses de marzo no fue evidentemente una casualidad. En efecto, los conflictos fueron generados por la patronal y/o la burocracia sindical entre diciembre y enero -que coincidían con el periodo de vacaciones de la mayoría de los obreros de las fábricas- y detonaban avasalladoramente en marzo, cuando el conjunto de los obreros retornaba a la actividad. De esto se puede inferir, por un lado, que los conflictos fueron generados por las patronales o la burocracia. Que los obreros reaccionen convocando a huelgas que, como dice Engels, van en detrimento de ellos mismos y en donde la inutilidad de esta medida resulta palmaria se relaciona con el hecho de que ellos deben protestar contra las arbitrariedades, porque deben declarar que ellos, en cuanto seres humanos, no tienen por qué ajustarse a la situación, sino que ésta debe guiarse de acuerdo a ellos, a los seres humanos; porque su silencio sería un reconocimiento del derecho de la burguesía a explotar a los obreros durante los periodos de buenos negocios y a dejarlos morir de hambre en épocas malas[32]. Pero Lenin llamaba la atención al respecto señalando que las huelgas sólo pueden tener éxito cuando los obreros eligen el momento más conveniente -para ellos y no para la burguesía- para declararlas y presentar reivindicaciones. En este sentido consideramos que la evaluación de la derrota de la huelga de 1970 debe supeditarse a la gravitación que ejerció sobre el movimiento obrero de Villa Constitución; es decir, la huelga de 1970 significó coyunturalmente una derrota del movimiento obrero porque no contribuyó a la acumulación de un poder obrero popular, no modificó las relaciones de fuerza a favor de los obreros, no obtuvo reivindicaciones y no generó en los obreros una toma de conciencia de clase para sí. Las consecuencias de la huelga de 1970 nos permiten caracterizarla como una devastadora derrota inmediata del movimiento obrero villense.

Pero para comprender cabalmente esta derrota debemos considerar otros factores, por ejemplo, el contexto histórico nacional e internacional. Si bien a esta huelga se la puede inscribir en una etapa de auge de masas –cordobazo, rosariazos, revolución cubana, la lucha de Che en Bolivia, etc.-, estos hechos pasaron inadvertidos para el conjunto de los trabajadores villenses y solo hubo una valoración retrospectiva de esos procesos -desde aproximadamente fines de 1973- cuando parte de los obreros entablaron relaciones -además de Vanguardia Comunista- con otras tendencias políticas de izquierda, en particular PRT, ORPO, Montoneros y PST. También podemos afirmar que no existía en los obreros una conciencia generalizada de clase para sí -aunque algunos de sus dirigentes adhirieran a partidos de izquierda como el Comunista, Vanguardia Comunista o Socialismo Democrático- fundamentalmente porque la mayoría de los trabajadores estaban imbuidos de prácticas ligadas al sindicalismo de adscripción peronista. Por último, la reconstitución del movimiento obrero estuvo ligada, por un lado, al ingreso de jóvenes obreros que no habían sufrido la derrota de la década del ´70 y que contaban, por lo tanto, con una doble ventaja frente a los obreros viejos: no desconfiaban de la actividad sindical ni tenían la impronta peronista; Acindar ya no era solamente la empresa que les había dado trabajo y la posibilidad de mejorar sustancialmente sus condiciones de vida sino que, imbuidos por el contexto de auge de masas, contemplaban la posibilidad de realizar otro tipo de praxis político gremial diferenciada del peronismo. Por el otro, las relaciones que establecieron estos obreros con los partidos de izquierda mencionados más arriba permitió que desarrollaran su conciencia de clase contribuyendo a la lucha que realizaban por sus necesidades esenciales -el contacto con las tendencias permitió a los obreros desarrollar nuevas y más apropiadas tácticas de lucha: asambleas generales y permanentes; tomas de fábrica y retención de personal jerárquico, con concentración de los mismos en el subsuelo de la oficina de personal; formación de piquetes de autodefensa y control de entrada y salida de la fábrica, con responsable por piquete y por turnos; construcción de barricadas internas, con vagones ferroviarios, tarimas, etc. que cortaban una tras otra las calles internas de la fabrica; ubicación de tambores de combustibles (nafta) en lugares específicos, con compañeros responsables en forma exclusiva de los mismos; control del sistema eléctrico de la planta y responsable de los mismos; control de sirena, con responsable exclusivo y manejo de códigos de toque para llamado a asamblea por los trabajadores; prohibición a todos los compañeros de tomar bebidas alcohólicas; formación de una comisión de compañeros encargada de contactarse con otros gremios y demás fuerzas sociales y políticas de la ciudad y de la zona; formación de una comisión de compañeros de permanencia externa de fábrica (local de la marrón) que garantizara y tomara contacto con otras zonas del país, para informar y recibir apoyo solidario; formación de piquetes externos de compañeros movilizados para recorrer y chequear la seguridad de las viviendas de los principales dirigentes; formación de la comisión de solidaridad y apoyo conformado por un gran número de compañeros de los trabajadores-. Además, las relaciones que los trabajadores establecieron con las tendencias políticas de izquierda contribuyeron a la organización de los obreros, poniendo a su disposición libros, folletos y periódicos. Asimismo, el contacto de los obreros con dirigentes políticos de nivel nacional de cada una de esas tendencias políticas fortaleció la formación teórica, política e histórica de los obreros, contribuyendo, además, a que los obreros tomaran conciencia del verdadero objetivo de la lucha y de que la lucha de la clase obrera es una lucha sindical pero también política: que la clase obrera no puede luchar por su emancipación sin tratar de influir en los asuntos del Estado, en la dirección del Estado y en la promulgación de las leyes.[33]

 

Notas



[1] Este trabajo constituye un avance de investigación de mi tesis de licenciatura en preparación: “Lucha económica, lucha política. Las relaciones entre la lista Marrón y las tendencias políticas en el marco del Villazo y la represión posterior.” Universidad Nacional de Luján. Parte de mismo fue expuesta como ponencia en las III Jornadas de "Nuevos aportes a la investigación histórica". Historia y militancia: ¿una relación antagónica?, Buenos Aires, 27 y 28 de octubre de 2000. UBA.

[2] Profesor del ISP Nº 3 “Eduardo Lafferriere” de Villa Constitución. Alumno de la Licenciatura de Historia, UNLu.

[3] Véase, entre otros trabajos, la compilación realizada por Videla, Oscar y Rodríguez, Ernesto. El Villazo. La experiencia de una ciudad y su movimiento obrero. Tomo 1. Villa Constitución, Revista de Historia Regional-Libros, 1999; Paulón, Victorio. “Experiencia y guía para la praxis política”, mimeo, s/f; Actis, Juan. “Las luchas de los obreros metalúrgicos y del pueblo de Villa Constitución. 1970-1975”. Mimeo, s/f; López, María y Novillo, Marcela. “El movimiento obrero en Villa Constitución. 1974-1974. La configuración de un frente de masas en marzo de 1974”. Villa Constitución, ISP Nº 3. Seminario de Integración y Síntesis dirigido por E. Rodríguez, Mimeo, 1996; Rodríguez, Ernesto y Gómez, Carlos. “Las luchas obreras en Villa Constitución desde la FORA a la Marrón”. Villa Constitución., mimeo, 1987; Andújar, Andrea. “Combates y experiencias: las luchas obreras en Villa Constitución. 1974-1975”. Mimeo, s/f; Rodríguez, Ernesto. “La época de los quilombos”. Villa Constitución, mimeo, 2000; Rodríguez, Ernesto. “Villa Constitución, marzo de 1975. Un hito”. Luján, mimeo, 1989; Autores Varios. Un siglo de luchas. Historia del movimiento obrero argentino. Bs As, Antídoto, 1988; Schulman, José E. Tito Martin. El Villazo y la verdadera historia de Acindar. Villa Constitución, HG Producciones, 1996; Andújar, Andrea. “Combates y experiencias: las luchas obreras en Villa constitución (1974-1975)”, En: Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política. Bs As, Asociación de Estudios de Cultura y Sociedad, Vol. 3, Nº 6, Abril, 1998; Andújar, Andrea. “El sindicalismo combativo: Las luchas de la clase obrera de Villa Constitución (1974-1975)”, En: Berrotaran, Patricia y Pozzi, Pablo (comp.). Estudios inconformistas sobre la clase obrera argentina. 1955-1989. Bs. As., La Letra Buena, 1994; Cangiano, María Cecilia. “Reviewing the Past and Inventing the present. The Steelworkers of Villa Constitución and Menemismo, 1989-1992” En: Brennan, James (Ed.). Peronism and Argentina. Wilmington, Scholary Resources Inc., 1998; Cangiano, María Cecilia. “Pensando a los trabajadores: la historiografía obrera contemporánea argentina entre el dogmatismo y la innovación”. En: Boletín del Instituto de Historia Argentina y americana “Emilio Ravignani”. Tercera serie, Nº 8, 2do semestre, 1999; “La lucha por la democracia Sindical en la UOM de Villa constitución”, En Winter, Jorge y Balech, Mercedes. Hechos y protagonistas de las luchas obreras argentinas. Año II, Nº 7, Bs As, Experiencia, 1985; Rodríguez, Ernesto y Gómez, Carlos. “Las luchas obreras en Villa Consttución, 1970-1976”, Villa Constitución, mimeo, 1987; Rodríguez, Ernesto. “La lista Marrón y el PRT-ERP. La lucha sindical y la lucha política en el imaginario de los sobrevivientes”. Mimeo, 1996; Santella, Agustín. “Violencia política y radicalización obrera. El operativo de marzo de 1975 en Villa Constitución (Argentina)”. Ponencia presentada en el XXII Congreso Asociación Latinoamericana de Sociología; Andújar, Andrea. “El sindicalismo combativo: las luchas de la clase obrera de Villa Constitución (1974-1975). Tesis de Licenciatura, UBA, 1995; Cangiano, María Cecilia. “El lenguaje de clase de los 70: el sentido político de una lucha obrera. La experiencia de los trabajadores metalúrgicos de Acindar. Villa constitución (1969-76)”, mimeo; Santella, Agustín. "Primer ensayo de unificación operativa de la fuerza social genocida contra la clase obrera. El operativo Villa Constitución de marzo de 1975". Informe Final de Beca UBACyT (1998-2000), dirección de Inés Izaguirre, UBA, 2000.

[4] El último de los cuatro marzos comenzó con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 cuando los militares derrocaron a las autoridades constituidas instaurando una sangrienta dictadura. En Villa Constitución, se evidenció durante el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” un fuerte proceso de concentración horizontal en Acindar -la empresa más importante de la ciudad-, cuyo hito más sobresaliente lo constituyó la construcción de la Planta Integral; Acindar también experimentó un notorio proceso de oligopolización y concentración por absorción de un número importante de empresas que constituían su competencia; También Acindar contrajo un marcado endeudamiento externo -cuyo monto ascendía un cuarto de la deuda externa privada-, deuda que fue nacionalizada, en 1981, merced a la gestión de Alfredo Martínez de Hoz -Ex presidente de Acindar y ministro de Economía- y Domingo Cavallo -Presidente del Banco Central-. Durante este periodo aumentó considerablemente la producción y la productividad de Acindar y, simultáneamente, la explotación de los obreros, la tasa de plusvalía, la pérdida de derechos laborales y la transferencia de riqueza hacia los sectores más concentrados de la economía. Por último, resulta necesario resaltar un cambio cualitativo en la metodología represiva: la desaparición forzada de personas.

[5] En un primer momento, las huelgas fueron consideradas tanto por Marx como por Engels como instrumentos revolucionarios. Engels expresaba que “la historia de las huelgas de los obreros ingleses es una larga serie de derrotas, interrumpidas por algunos triunfos. Las huelgas contribuyen a aumentar el odio y el rencor de los obreros contra la clase poseyente. Así, en tiempos de agitación extraordinaria, la violencia desatada por los obreros contra los patronos, las fábricas, las máquinas o los carneros no hace más que anunciar que la guerra social está declarada y se lleva a cabo abiertamente. Asimismo, las huelgas constituyen la “escuela militar de los obreros en la que se preparan para la gran lucha que es inevitable”. Marx, C y Engels, F. La Sagrada Familia - La situación de la clase obrera en Inglaterra. Barcelona, Crítica Grijalbo, 1978. Passim. Pp. 463 a 489. Marx considera a las huelgas como una verdadera guerra civil en la que se van uniendo y desarrollando todos los elementos para la batalla futura y en donde los obreros se unen, se constituyen en clase para sí. Pero Marx también advirtió sobre las limitaciones de las huelgas, las cuales podían convertirse en mecanismos rutinarios utilizados por coaliciones relativamente conservadoras y con objetivos limitados, como la lucha por el salario. Por su parte, el líder anarquista Bakunin consideraba a las huelgas como un entrenamiento que conduciría a la huelga general revolucionaria.

[6] Conversación con Antonio Ginessi, Villa Constitución, 26 de julio de 2000 y entrevista con Roberto Nartallo, Villa Constitución, 1986.

[7] Entrevista con Roberto Nartallo, Villa Constitución, 1986. Nartallo fue el primer secretario general de la UOM Villa Constitución, estuvo al frente del sindicato durante 4 periodos consecutivos entre 1952 y 1967.

[8] Ibid.

[9] El Norte, San Nicolás, 4 de marzo de 1970.

[10] Ibid.

[11] El Norte, San Nicolás, 8 de enero de 1970.

[12] El Norte, San Nicolás, 11 de enero de 1970.

[13] El Norte, San Nicolás, 22 de enero de 1970.

[14] El Norte, San Nicolás, 24 de febrero, 3 y 4 de marzo de 1970.

[15] El Norte, San Nicolás, 5 y 6 de marzo de 1970.

[16] El Norte, San Nicolás, 6 de marzo de 1970.

[17] El Norte, San Nicolás, 7 y 8 de marzo de 1970.

[18] Mientras esto sucedía en Villa Constitución, la UOM nacional había convocado a elecciones de Comisión Directiva en sus seccionales. En San Nicolás triunfó la lista “Verde”. Esta lista única encabezada por José Ignacio Rucci obtuvo 2553 votos, registrándose 60 en blanco y 2 anulados. Evidentemente, debido al conflicto, en Villa Constitución no se realizaron elecciones. El Norte, San Nicolás, 12 de marzo de 1970.

[19] El Norte, San Nicolás, 13 de marzo de 1970.

[20] El Norte, San Nicolás, 17 de marzo de 1970.

[21] Lenin también hace referencia a que la lucha sindical es la escuela que ayuda a comprender la importancia de la organización, de la unidad y de la lucha. Asimismo, permite conocer el rostro del Estado burgués, instrumento de la explotación. Entre patronos y obreros existe una lucha constante por el salario. Al obrero le resulta imposible luchar él solo contra el patrono, el obrero aislado se convierte en un hombre absolutamente desvalido frente al capitalista. Las huelgas enseñan a los obreros a unirse, les hacen ver que sólo unidos pueden sostener la lucha contra los capitalistas, les enseñan a pensar en la lucha de toda la clase obrera contra toda la clase patronal y contra el gobierno autocrático y policíaco. Por eso los socialistas llaman a las huelgas “escuela de guerra”, escuela en la que los obreros aprenden a librar la guerra contra sus enemigos por la emancipación de todo el pueblo, de todos los trabajadores, del yugo de los funcionarios y del yugo del capital. Pero la “escuela de guerra” no es la guerra misma. Lenin, V.I. Lucha sindical y lucha política. Bs As, Anteo, 1961. Passim, p. 61 a 73.

[22] Según Antonio Gramsci, “los sindicatos de oficios, las cámaras del trabajo, las federaciones industriales, la Confederación General del Trabajo, constituyen el tipo de organización proletaria específica del periodo de historia dominado por el capital. En cierto sentido se puede sostener que son parte integrante de la sociedad capitalista, y tienen una función que es inherente al régimen de propiedad privada. La naturaleza esencial del sindicato es competitiva, no comunista. El sindicato no puede ser instrumento de renovación radical de la sociedad: puede ofrecer al proletariado expertos burócratas, técnicos capaces en cuestiones industriales de índole general, pero no puede ser la base del poder proletario. El sindicato no ofrece ninguna posibilidad de selección de individualidades proletarias capaces y dignas de dirigir la sociedad, no se puede lograr de él los cuadros en que se encarnen el impulso vital, el ritmo de progreso de la sociedad comunista”. Gramsci, Antonio. Escritos políticos (1917-1933). Bs As, Cuadernos de Pasado y Presente Nº 54, 1981. pp. 98-99.

[23] Lenin. op. cit. Passim, pp. 61 a 73. Otros de los factores que inciden en el éxito de las huelgas, infundiendo la idea del socialismo entre los obreros o que, por el contrario, favorezcan los intereses de la burguesía podemos mencionar: la formación teórica política de sus dirigentes y principales activistas y militantes, así como las relaciones que se establecen con las tendencias políticas socialistas; la importancia estratégica en la economía capitalista de la industria en que ese sindicato desarrolla su actividad; las relaciones de fuerza y la capacidad de negociación de los sindicatos; el contexto histórico en que se desarrollan las huelgas -etapa de auge o de reflujo de masas-; el tipo de burguesía a la que se enfrentaron los obreros -pequeña burguesía, gran burguesía, burguesía internacional o multinacional- y las características del Estado burgués.

[24] Orlando Sacristán reconoció haber cobrado una indemnización superior a la que correspondía. Pedro Ricardo Gómez asegura que el monto de las indemnizaciones era de aproximadamente 3.000.000 de pesos. Entrevistas con Orlando Sacristán, Rosario, 12/02/01; Ildo Brabante, Villa Constitución, 25/01/01 y Pedro Ricardo Gómez, Empalme, 01/12/00, 09/01/01 y 23/08/01.

[25] Entrevista con Alberto Piccinini, Villa Constitución, 27 de febrero de 1996.

[26] Ibid.

[27] Entrevista con Victorio Paulón, Villa Constitución, 22 de noviembre de l995.

[28] Entrevista con Alberto Piccinini, Villa Constitución, 27 de febrero de 1996.

[29] Entrevista con Juan Actis, Villa Constitución, 23 de agosto de 1994.

[30] Ibid.

[31] Extraído del informe del Comité de Lucha de marzo de l974 reproducido en Winter, Jorge. "La lucha por la democracia sindical en la UOM de Villa Constitución". Hechos y protagonistas de las luchas obreras argentinas, Año 2, Nº 7, Bs As, Experiencia, 1985.

[32] Engels, F. op. cit. p. 469.

[33] Lenin. op. cit. p. 41 a 43.