1912:
“El Grito de Alcorta”. Las repercusiones en Pueblo Colazo (Cepeda)*
María de los Angeles Serra**
Introducción
A casi una década de cumplir su primer
centenario, el movimiento agrario que tuvo lugar en el centro de la llanura
pampeana argentina y que es mundialmente conocido con la denominación de “Grito
de Alcorta” y sus repercusiones en el distrito Cepeda,[1]
es el tema del cual nos ocupamos en el presente trabajo. Esta huelga agraria
iniciada a mediados del año 1912 y que se extendió por muchos pueblos del
ámbito rural, nos acerca a la tarea de realizar un trabajo de investigación
historiográfica en el marco de la historia regional.
Mucho se ha escrito acerca del
“Grito de Alcorta”, sus múltiples causas, manifestaciones y repercusiones en
toda la vasta zona maicera. A nuestro juicio, la obra más completa es la de
Plácido Grela. Si bien ésta contiene muchos datos, precisiones y hace hincapié
fundamentalmente en lo fáctico, resulta una buena alternativa para
compenetrarse y comprender el tema de la cuestión agraria en Alcorta y en su
zona de influencia. No obstante ello son numerosos los estudios sobre historia
social agraria debido a la importancia del agro Argentina y particularmente en
nuestra provincia, Santa Fe.
En cuanto a la búsqueda y
recolección de fuentes y demás bibliografía, cabe decir que la información
acerca de Alcorta, la cuestión agraria en el sur de Santa Fe y la inmigración
en dicha zona es abundante. No sucede lo mismo cuando se intenta rastrear la
historia de Cepeda para esa época, donde son escasos los documentos y la
bibliografía en existencia. Pero sí contamos con algunas fuentes dispersas, las
cuales hemos propuesto reunir, volcando en este trabajo los resultados de dicha
labor. Es necesario mencionar que una fuente de información relevante la
constituye el diario “La Capital”, de la ciudad de Rosario, que durante esa
conflictiva época se hizo eco de los aconteceres del mundo agrícola, tomando
partido abiertamente a favor de los chacareros arrendatarios. A través de sus
páginas, se pueden encontrar esas fuentes dispersas que hemos mencionado más
arriba.
A partir del trabajo
investigativo, se intenta analizar y describir el proceso que desencadenó las
jornadas de Alcorta y cómo repercutió en el distrito Cepeda. Nuestra hipótesis
de trabajo establece que la huelga de 1912 fue una expresión de la lucha de
clases. Así como en el centro urbano el capitalista burgués era el dueño de los
medios de producción y el obrero vendía su fuerza de trabajo, viéndose
expropiada la plusvalía; en el medio rural (periferia) sucedía en 1912 un
conflicto entre: Propietario terrateniente (que vivía de la renta de la tierra
que no explotaba). Campesino arrendatario (productor independiente que tomaba o
no personal asalariado) era quien realizaba la extracción de la plusvalía, a
otros o mediante la autoexplotación y hacia 1912 vivía en la más penosa de las
miserias).
Tanto la figura del terrateniente
como la del arrendatario eran las predominantes en el sur de la provincia de
Santa Fe, donde se produjo la mencionada huelga agraria. Es así como la lucha
de clases entre burguesía-proletariado (en el ámbito urbano) puede traspolarse
al medio rural, estableciendo el antagonismo terrateniente-arrendatario.
También hay que tener en cuenta que una forma específica de tenencia de la
tierra (arrendamiento) en el sur santafesino hacia principios del siglo XX,
produjo una forma específica de protesta: la huelga agraria, contra los abusos
cometidos por el terrateniente. Debemos aclarar que si bien el trabajo intenta
centrarse en el distrito Cepeda, el fenómeno va mucho más allá de los límites
político-geográficos, principalmente porque existen muchas cuestiones
transversales.
A continuación, se desarrolla el
contenido del presente trabajo, haciendo hincapié en el régimen agrario hacia
1912 (o sea, los arrendamientos y subarrendamientos de latifundios), la
situación de los chacareros del lugar (en su inmensa mayoría, inmigrantes), las
formas de coerción, la postura de terratenientes y latifundistas, los contratos
agrícolas, entre otros aspectos, y sin olvidar los contextos nacional y
provincial en los cuales se desarrolla la huelga agraria como recurso por parte
de la masa campesina (rural), recurso éste que en lo sucesivo sólo será
utilizado por la clase obrera urbana. En ese momento no se hablaba de
expropiaciones a terratenientes sino de un mejoramiento de las condiciones de
vida y de trabajo de los chacareros arrendatarios. Con esta primera
aproximación a la realidad agraria de Cepeda hacia 1912 y su inclusión en el
marco de la huelga rural generalizada, es nuestro objetivo que se analice el
proceso histórico de los pequeños poblados, que si bien diminutos en sus
dimensiones geográficas, también forman parte de la historia. Creemos
personalmente que este tipo de investigación historiográfica contribuye a
solidificar nuestra identidad y rescatar nuestro patrimonio cultural.
En 1912, año de la huelga,
Argentina ya había consolidado en décadas anteriores el estado Nacional,
llevado a cabo por la oligarquía terrateniente.[2]
Ésta implantó un modelo de capitalismo dependiente, donde el mercado de
exportación era vital para la economía argentina, de acuerdo con la División
Internacional del Trabajo, impulsada por Gran Bretaña normalmente denominado
“Proyecto Agrario Exportador”.
Los dogmas económicos liberales
dominantes desalentaron toda dirección o control de la estructura económica por
parte del Estado. Por ello, las autoridades nacionales y provinciales hicieron
muy poco para intervenir en los períodos de prosperidad económica de 1882-1889
y de 1904-1912. Al respecto afirma James Scobie que “el gobierno argentino
mostró muy poco interés duradero o eficiente por el desarrollo agrícola del
país. No adoptó una política racional de tierras antes que el dominio público
pasara a manos privadas. No estimuló la inmigración más allá de lo que fue el
producto natural de los períodos de prosperidad económica de 1882-1889 y
1904-1912 (años de prósperas cosechas). No ofreció atractivos ni oportunidades
a los inmigrantes para que se establecieran en la tierra. Y con su política
tarifaria favoreció a otros productos agrícolas y aún a productos
seudoindustriales, en detrimento del trigo y la harina. En este sentido, las
autoridades nacionales imitaron la actitud general de los intereses
terratenientes y ganaderos: los agricultores y los inmigrantes fueron aceptados
sólo como servidores que debían construir la grandeza de la Argentina. No
constituyeron la principal preocupación de la Nación”. [3]
El agricultor en Argentina tuvo
poco poder e influencia política. Sólo el gran terrateniente contaba con una
organización que lo representaba: la Sociedad Rural, que era una organización
ganadera y que tenía una preocupación periférica por la agricultura. Ésta no se
hacía eco de las demandas de los arrendatarios y otros trabajadores rurales
(como los peones).
Por otra parte, podría decirse
que el pequeño agricultor fue apolítico. El aislamiento y el analfabetismo
dificultaban la organización de una acción política ya que, por ejemplo, los
campesinos extranjeros no podían votar. Las pocas ocasiones en que hacía
escuchar su voz era resultado de una acción momentánea contra medidas o
impuestos injustos (sentido económico) y carecían de continuidad y fuerza como
para crear una organización permanente. La denominada “cuestión agraria” de 1912
fue el resultado de las dificultades acumuladas por las malas cosechas,
arriendos excesivos y pésima distribución de la tierra. Los problemas se
agravaron debido a una crisis, lo que sirvió para consolidar la posición de una
organización agrícola que perdura hasta nuestros días, la Federación Agraria
Argentina (FAA).
Retomando la temática de las
exportaciones de nuestro país, hay que destacar que el monopolio de la
comercialización exterior de cereales estaba en manos de las empresas
acopiadoras extranjeras (especulativas), como Bunge y Born, Dreyfus, Weil
Hermanos, Huni y Wormser, que absorbieron a las pequeñas firmas exportadoras.
Dichas empresas controlaban el mercado, fijando precios a su conveniencia.
También proporcionaban créditos a los acopiadores y comerciantes de campaña,
quienes a su vez entregaban créditos a los colonos y arrendatarios (como se
verá en el capítulo 2).
Inglaterra era la principal
compradora de trigo y otros cereales argentinos. A su vez nos proporcionaba el
grueso de los capitales, del transporte marítimo y ferrocarriles y productos
manufacturados. De 1900 a 1905, según cifras de la Junta de Comercio, Gran
Bretaña absorbió el 44% de las exportaciones argentinas de trigo. Alemania,
Bélgica y Holanda se repartieron el resto. Francia, España, Portugal y la
Península Escandinava no eran compradores permanentes.
En lo concerniente al contexto
provincial, cuando en 1912 el radicalismo accedió a la gobernación de Santa Fe
con la fórmula Manuel Menchaca y Ricardo Caballero,[4]
abandonó la revolución (pregonada en la campaña) como alternativa al orden
conservador. En definitiva, el conflicto agrario de 1912 estalló en momentos en
que ascendía al gobierno provincial por primera vez el radicalismo. Pero en el
plano nacional, el partido conservador controlaba el aparato político.
También en el terreno político,
hay que destacar al doctor Lisandro de la Torre, quien fundó la Liga del Sur,
que fundamentalmente se oponía a los desmanes del conservadorismo y a la
intromisión del imperialismo en la vida económica, social y política.[5]
Por otra parte, también es importante la situación personal de Lisandro de la
Torre, perteneciente a la clase de propietarios ricos, lo alineaba junto a los
terratenientes. Sin embargo, su actitud adoptada muestra preocupación por los
problemas sociales.[6]
La Liga del Sur (el antecedente
inmediato al Partido Demócrata Progresista) fue fundada en Rosario en 1908. Se
convirtió en el partido de la burguesía progresista, comercial (de Rosario),
campesinos ricos y alta clase media de la ciudad, para sostener los reclamos de
los productores del Litoral que tenían sus contradicciones con la oligarquía de
Buenos Aires.
Para la Liga del Sur, nacida en
el corazón de la Pampa Húmeda e integrada por pequeños y medianos productores
rurales, la cuestión agraria no podía sino ocupar un lugar privilegiado en su
programa y en su accionar político. Atacaba el nudo gordiano de la cuestión: la
propiedad de la tierra, proclamando: “la reforma agraria fundada en la
extinción de los latifundios centrales es una necesidad imperiosa”.[7]
Sostuvo De la Torre que la causa fundamental de la decadencia agrícola era el
régimen feudal imperante que determinaba que la mayoría de los colonos fueran
arrendatarios y muy pocos propietarios. Decía que: “el sistema de
arrendamientos valoriza la tierra para el terrateniente mientras que, con la
pequeña propiedad la tierra se valoriza para el agricultor (...) y se facilita
la organización y extensión del crédito agrícola”.
En los ejemplares del diario “La
Capital” del año 1912 puede observarse claramente el impacto de la Liga del Sur
en las localidades rurales, agrupando a los arrendatarios en comités, asambleas
y otras reuniones.[8]
El mencionado diario tiene una página dedicada exclusivamente a los
acontecimientos que se registraban cotidianamente en cada uno de los comités
agrarios, entre ellos el de Cepeda (que será analizado en el capítulo 3). Esas
asambleas eran definidas como “importantes actos cívicos”, “reuniones
populares”, etc.
Para finalizar este apartado,
entraremos en la arena social. La provincia de Santa Fe tenía en 1912 una
población aproximada de 900.000 habitantes. Por sus características geográficas
y climatológicas, el ámbito santafesino era un lugar privilegiado para que se
integrara al proyecto agroexportador, fruto del desarrollo de un capitalismo
dependiente del país cuyo eje giraba en la estructura agraria, como vimos anteriormente.
Durante el año 1911 en nuestra provincia se cultivaron: trigo, 416.000
hectáreas; lino, 350.000 hectáreas; maíz, 1.100.000 hectáreas; maní, 12.000
hectáreas; avena, 13.088 hectáreas; cebada, 3.300 hectáreas.[9]
La ciudad de Rosario, la más
importante, contaba con 212.000 habitantes, y su puerto representaba más del
80% de las exportaciones totales de la provincia. Estaba vinculada al interior
mediante redes ferroviarias, que le permitía canalizar la producción hacia el
mercado internacional.
A nivel nacional, Rosario, Buenos
Aires y Bahía Blanca eran los principales puertos exportadores. Pronto Rosario
surgió como el principal puerto triguero. Pero las autoridades nacionales
tendían a favorecer la posición comercial predominante de Buenos Aires. Por
ello, se descuidó el dragado del canal del Paraná, y los barcos encallaban con
frecuencia frente a Rosario.
Primeramente hay que decir que
los extranjeros llegaron a la Argentina atraídos por los períodos de auge
económico agrícola de 1882-1889 y 1904-1912, tantos que para el censo del año
1914 casi la tercera parte de los 8.000.000 de habitantes de Argentina habían
nacido en el extranjero. Sin embargo, para estos inmigrantes llegados a nuestro
país con la esperanza de hallar un futuro mejor, la realidad argentina resultó
a menudo decepcionante. Téngase en cuenta que ocupaban la tierra, sin tener la
propiedad de la misma. El sujeto histórico más relevante para este trabajo es
la figura de ese inmigrante chacarero. Gracias a su fuerza de trabajo mal paga,
la Argentina cumplió el sueño del “granero del mundo”. Estos agricultores
engrandecieron al país pero no se beneficiaron con ese progreso.[10]
Puede realizarse una síntesis de
las características del inmigrante europeo del siguiente modo: sus lugares
natales proporcionaban muy pocas oportunidades de progreso económico, la
esperanza de acumular una pequeña fortuna en América y regresar para gozarla,
conocían la agricultura, pero eran analfabetos. Se mantenían fuera de la
cultura nacional debido al aislamiento rural. Solían tener sus propios clubes,
escuelas, periódicos; fundaron sociedades de ayuda mutua, entre otras.
El país de origen de estos
inmigrantes era mayoritariamente Italia. Antes de 1900 la masa de italianos que
llegó a la Argentina provenía principalmente de la Italia septentrional (el 55%
provenía de Lombardía, Piamonte, Venecia, Liguria y Emilia). Después de 1900,
la mayoría de ellos procedía del deprimido sur de la península itálica.
Una constante registrada era que
la mayoría de los inmigrantes masculinos en edad activa tenían antecedentes
agrícolas. No todos podían conseguir trabajo en el medio rural, por ello muchos
se hacinaban en conventillos en las ciudades, desde la década de 1880-90 en
adelante. Solían emplearse como ladrilleros, cargadores, estibadores,
albañiles, criadas, cocineros, vendedores ambulantes, mendigos, etc.
Por otra parte dentro de la masa
migratoria aumentó en forma notable después de 1890 la llamada de los
“trabajadores golondrinas”. Los objetivos del trabajador golondrina eran
distintos de los del colono con mentalidad de dueño. Generalmente era soltero,
sólo llegaba para ganar jornales. Su empleador únicamente lo alimentaba. Dormía
donde podía, en galpones generalmente. Luego de 4 ó 5 meses de trabajo
regresaba a su tierra natal. Estos golondrinas constituyeron la mano de obra
que carecía la Argentina para recoger las cosechas récord de trigo. En el año
1911, un censo italiano registraba 90.000 emigrantes a la Argentina,
temporariamente ausentes del seno de su familia.[11]
En el período 1904-1912 se
produjo un nuevo auge de la inmigración. Específicamente en el año 1912
entraron al país 323.403 inmigrantes, de los cuales 165.662 eran españoles y
80.583 italianos y el resto de distintas nacionalidades. De los inmigrantes
referidos 64.896 eran agricultores, 112.403 jornaleros y el resto de distintos
oficios.[12]
Muchos inmigrantes que para 1912 estaban radicados en la provincia de Santa Fe,
Córdoba y Buenos Aires tenían referencias o habían participado de las
sublevaciones campesinas de Francia, Italia o Irlanda. Luego la depresión
económica que comenzó en el año 1913 y el estallido de la Primera Guerra
Mundial al siguiente, redujeron la inmigración.
El desarrollo agrario iniciado en 1856 con el nombre de colonización fue impulsado y dirigido por grandes propietarios, empresas y el propio Estado, que ajustaron sus propias cuentas a expensas del poblamiento de tierras fiscales y de dominio privado. En este sentido, muchas empresas imperialistas extranjeras y terratenientes compraron tierras (a precio de regalo) con el falso argumento de colonizaciones que nunca llegaron a ser tales. Esta especulación contó con la complicidad del Estado.
Existe una esencial diferencia en los tipos
de colonización llevados a cabo en Estados Unidos y en nuestro país. Y de allí
los dispares resultados de las mismas. La colonización en Estados Unidos puede
calificarse de tipo progresista ya que se otorgaba tierras (en forma inmediata
y sin trabas) a los colonos.[13]
En cambio, la colonización en la Argentina fue una “aspiración frustrada”[14]
puesto que se tergiversó el sistema conservándose el nombre de “colonias”
aplicado al latifundio que, subdividido, eran arrendados a inmigrantes sin
tierra. El fenómeno de colonización con entrega gratuita de tierras en
propiedad al colono,[15]
fue un hecho aislado.
La colonización agrícola fue un
recurso empleado especialmente en la zona central de la provincia de Santa Fe.
Algunas colonias se establecieron alrededor de las estaciones ferroviarias;
otras, experimentaron un gran auge en la producción de trigo a partir de 1890
debido a la demanda exterior. Al respecto, las técnicas o conocimientos agrícolas
eran casi nulos.
Dice Plácido Grela que en nuestra
provincia la colonización se realizó con un fin meramente especulativo. De aquí
se desprende que el inmigrante fue primero colono y luego, a medida que
concluía el siglo XIX, chacarero arrendatario.
La mayoría de las colonias en
nuestra provincia fueron fundadas mediante la iniciativa privada. El distrito de
Alcorta, que estudiaremos más adelante como núcleo del movimiento huelguístico,
no registró colonias asentadas mediante el procedimiento descripto anteriormente,
lo mismo que Cepeda.
Régimen de tenencia de la tierra
El modelo agrario-exportador que
impulsó la oligarquía terrateniente argentina (en alianza con el imperialismo
inglés) luego del año 1880, tenía el objetivo de insertar a nuestro país en el
marco del capitalismo. Finalizada la “Conquista del Desierto”, los
ferrocarriles y los inmigrantes comenzaron a llegar masivamente a nuestro país.
Esto ya se ha dicho, pero sirve como aclaración en cuanto al tema de la
tenencia de la tierra en Argentina.
La propiedad privada de la tierra
se remonta desde la época de la colonia pero luego de 1880 su tenencia registró
algunas modificaciones. Después de la apropiación y expropiación de tierras del
indio y de su posterior venta a especuladores o terratenientes, se produjo un
proceso de acaparamiento de esas tierras por parte de la oligarquía, primando
la especulación.
La agricultura se desarrollo sin
el beneficio de amplias inversiones de capital por parte de la oligarquía.
Dicho capital se concentró en la cría de ganado vacuno y ovino. Principalmente,
las inversiones extranjeras (inglesas) apuntaron a los ferrocarriles, las
industrias incipientes y el comercio de exportación.
De 1881 a 1911 se produjo un
aumento notable en los valores de la tierra en un promedio de 218% en las
regiones cerealeras.[16]
Este alza en los precios, fundamentalmente en la década de 1890, provocó la
retención y concentración de las tierras por parte de los terratenientes. Si
las parcelas se subdividían, lo era sólo por herencia familiar, no por venta.
Aquí apareció nuevamente la capacidad de especulación de los propietarios, que
se mostraron dispuestos a obtener una renta a través del sistema de
arrendamiento.[17] Así fue
como la figura del colono propietario (ideal de la colonización) le dio paso a
la del chacarero arrendatario.
Podría decirse que el
terrateniente forma parte de una clase parasitaria que no participa
directamente del proceso productivo y gasta su renta fuera del agro, en
artículos suntuarios. Como ya se ha dicho, gran parte de esa renta no ingresa
al mercado interno.[18]
La oligarquía terrateniente
basaba su poder en la propiedad monopolista de la tierra. Establecía contratos
leoninos con sus arrendatarios: se imponía una sola cosecha, se impedía criar
cerdos y vacas (esto reducía la superficie cultivada), se restringía la
libertad individual y el derecho a percibir los frutos del propio trabajo.
Además, el arrendatario estaba obligado a pagar un elevado canon en dinero,
especie o mixto. No podía planificar la producción porque era el terrateniente
el que ordenaba los trabajos a realizar, autorizaba la máquina trilladora a
utilizar, obligaba a vender el producto de la cosecha donde le convenía al
propietario, etc.
El propietario siempre resultaba
beneficiado (ya que los gastos de la cosecha los afrontaba el chacarero),
cuando le convenía, desalojaba a sus arrendatarios y los arrojaba sin piedad a
los caminos, por los que deambulaban sin techo y sin comida.[19]
Bien dijo al respecto Bernard
Snow: “el secreto de la capacidad argentina para producir cereales baratos
reside en el bajo nivel de vida de quienes están vinculados a la agricultura”.
El arrendatario, al tener un
contrato de duración limitada (1 año generalmente) se veía desalentado para
realizar inversiones o mejoras en la tierra. Vivía en chacras[20]
donde el tipo de trabajo era familiar; se producía para el mercado y para el
consumo; poca tecnología en los medios de producción; aislamiento (vida exclusivamente
rural), entre otras características.
En el sur de la provincia de
Santa Fe, el arrendamiento era la forma más difundida de tenencia de la tierra.[21]
Para el año 1912, el 64% de los agricultores eran arrendatarios y el 36%,
propietarios. Aquí también se dio una conformación semifeudal de la tenencia de
la tierra, donde los arrendatarios no tenían derechos elementales y las
condiciones de trabajo y contratación eran impuestas por los propietarios de
las tierras (quienes contaban con el respaldo de las leyes y de los gobernantes
conservadores de la época).[22]
En síntesis, la huelga agraria de
1912 fue la rebelión de trabajadores de la tierra que, cansados de soportar
expoliaciones, mostraban su decisión de liberarse de las garras de la
oligarquía terrateniente.
Este apartado tiene el objeto de
describir brevemente la vida cotidiana del chacarero arrendatario, desde 1880
hasta 1912:[23]
Los campesinos sufrían penurias
morales y materiales: no contaban con ninguna protección legal en el aspecto
salarial, en las condiciones laborales, en la seguridad.
No existía libertad para comprar
semillas y vender los cereales cosechados, ni de elección de cultivos ni de
criar animales.
Los propietarios prohibían hacer
huelgas, y si éstas se concretaban, los arrendatarios eran reprimidos mediante
la policía adicta a la oligarquía (conocido era el comisario de Bigand,
Justiniano Moreno, que estaba al servicio de los terratenientes).
Los cortos plazos de los
contratos[24]
obligaba a los agricultores a un continuo deambular. Se estipulaba la entrega
de altos porcentajes (30 al 50%) de la producción, en granos sanos y secos al
propietario. Además, el arrendatario y su familia eran víctimas de desalojos y
la vida infrahumana por la falta de viviendas dignas. Como el Código Civil
establecía un año de contrato, los propietarios podían desalojar a sus
arrendatarios cuando les parecía. Recién la Ley Contractual Agraria Nº 11.170
(del año 1921) establecía cuatro años de contrato.
Dada la carencia de crédito
barato y la extendida práctica de la usura, los campesinos no podían prosperar
económicamente ya que en los ciclos de crisis se endeudaban.
Los caminos rurales nunca
recibieron la atención debida. Se observa que Argentina pasó de las sendas
coloniales a los ferrocarriles sin atravesar por el desarrollo intermedio de
las carreteras. No existía legislación nacional de caminos. El resultado de
esto fue que el chacarero se mantuvo aislado. Por ejemplo, las lluvias
torrenciales aislaban al campesino que no poseía caballo.
Existían múltiples calamidades
que con frecuencia debía enfrentar el chacarero en relación con la cosecha: los
vientos podían volcar las plantas, las lluvias podían mermar las cosechas, la
helada podía hacer que el grano careciera de valor, el granizo podía destrozar
las espigas. Además existían plagas vegetales como el abrojo, el cardo, el
sorgo de Alepo, el nabo de los linares, el chamico. Frecuentemente aparecían
plagas como las mangas de langostas (que eran tan inmensas que a veces llegaban
a oscurecer la luz solar); los chacareros se defendían construyendo tinglados,
barreras con chapas de cinc, zanjas con agua, etc.
El sistema de trabajo en las
chacras era familiar, estableciéndose una división mediante la cual cada
miembro de la familia realizaba una tarea más o menos específica. Las labores
que demandaban mayor fuerza física estaban destinadas a los hombres (laboreo de
la tierra: arar, sembrar, cosechar). El cuidado de los animales (vacunos,
porcinos) estaba a cargo de los niños. Las mujeres, por su parte, atendían la
casa, cuidaban las aves de corral, elaboraban alimentos. Sin embargo, durante
la época de la cosecha se veía el sentido de la cooperación ya que las mujeres
y los hijos mayores participaban junto a los hombres en la recolección de
cereales. La jornada de 18 horas era común durante las temporadas de siembra y
cosecha.
La cosecha de trigo y maíz estaba
compuesta por tres operaciones: la siega (cosecha), el emparvado (en el caso
del trigo) o troje (para el maíz) y la trilla. Si el chacarero no tenía una
familia numerosa, necesitaba ayuda exterior (esta mano de obra extrafamiliar
consistía en hombres adultos).[25]
Las técnicas agrícolas eran
atrasadas (debido a que la agricultura se había mantenido como apéndice de la
ganadería argentina durante mucho tiempo). Esta poca mecanización consistía en:
arado, rastra, bueyes y caballos. Esto requería una inversión de
aproximadamente 1200 pesos. Y un arrendatario podía obtener de 400 a 500 pesos
en 30 hectáreas.
Existían pocos conocimientos
científicos sobre la condición del suelo. Sólo se realizaba barbecho y rotación
de cultivos en algunas chacras.
Gran parte de la tierra era
trabajada con azadas o azadones, es decir, con elementos rudimentarios. De la
misma manera que la cosecha se realizaba a mano, con hoces, bolsas y canastos
de mimbre.
Las máquinas segadoras y
trilladoras eran propiedad de los comerciantes acopiadores. Ningún chacarero
poseía estas máquinas a causa de su elevadísimo precio, y por otra tanto
contrataban y pagaban por estos servicios. Por otra parte, el tractor hizo su
primera aparición en 1907, pero durante varios años no pudo competir con la
fuerza de trabajo animal.
La producción de cereales[26]
se diferenciaba según su destino: para el mercado (interno y externo) y para el
consumo propio o familiar.
La producción de alimentos para
el consumo propio se realizaba en forma artesanal, relacionada con el bagaje
cultural traído por los inmigrantes.
En la chacra, una lona era
suficiente para proteger de la lluvia a los cereales recolectados. Si se
producían grandes aguaceros, las lonas se pudrían. Así, los cereales
frecuentemente solían cubrirse de moho. Para almacenar y transportar cereales
se empleaban bolsas de arpillera, con capacidad para 70 kilos. Luego estas
bolsas eran cargadas en los vagones. La obtención de dichas bolsas (que eran
importadas y no estaban libres de impuestos) era una de las dificultades más
apremiantes. Cuando cada una de estas bolsas valía $ 0,17, los arrendatarios
debían pagar $ 1,80. Los ingleses ejercían el monopolio en la provisión de
arpilleras para la cosecha.
En las chacras casi no existían
graneros, por lo tanto el agricultor debía llevar lo antes posible su cosecha a
la estación local. Rosario estaba bien equipada con elevadores de granos y
depósitos. También existía en esta ciudad una Bolsa de Comercio donde se
realizaban considerables transacciones comerciales. En 1900, asegura Scobie,
todavía no existían depósitos en Buenos Aires, y el cereal debía ser cargado directamente
de los vagones a los barcos.
A consecuencia de la agricultura
extensiva, las casas de campo estaban dispersas. En la época en que 30
hectáreas era la unidad básica de cultivo, era preciso recorrer grandes
distancias para llegar a la casa de un vecino. Las viviendas eran sumamente
precarias debido a que debían ser levantadas al finalizar el contrato. Las
casas de chacra contaban con paredes de barro con paja de lino o pasto. El piso
era de tierra apisonada. Los techos eran de chapas de cinc, recubiertos con
paja de lino o con cañas y chalas. Existía un pozo de agua y un horno para
realizar el pan casero. Como se sabe, la huerta o jardín estaba casi prohibida
por los propietarios. Las instalaciones sanitarias eran desconocidas. La luz
diurna regía los horarios rurales ya que las velas y el querosene eran
costosos. La ropa era usada hasta quedar hecha jirones, remendándosela
sucesivamente.
Los chacareros inmigrantes
crearon sus propios clubes de canto, círculos de caza, sociedades de ayuda
mutua, escuelas. En muchos casos, el proceso de enseñanza de los niños se
realizaba en la lengua materna. Las bodas, los funerales y las fiestas
religiosas justificaban el largo viaje al pueblo o a la ciudad.
En cuanto al pueblo rural, tenía
un promedio de población de 2.000 habitantes, una calle principal sin
pavimentar, una plaza, pocas tiendas, algunas casas de adobe, una iglesia, y a
veces una escuela y una estación ferroviaria. No había médicos; el boticario
atendía las enfermedades graves. En estos pueblos no residían ganaderos, ni
abogados, ni políticos, ni banqueros. Es decir que el pueblo era un pequeño
núcleo destinado a atender las necesidades más elementales del campo.
En estos pueblos se instaló el
almacén de ramos generales, que se constituyó en el lugar de encuentro y
reunión de los hombres de campo. Era también fuente de información. Este lugar
funcionaba como proveedor de mercancías, comprador de productos y era además
banquero. Su origen se remonta a la época colonial (pulpería de gauchos).
“El Grito de Alcorta”
Para analizar el proceso que
desembocó en la coyuntura de la movilización y protesta agraria de 1912 en
Alcorta, consideramos conveniente comenzar con algunas generalizaciones.
El escenario del conflicto forma
parte de la llanura pampeana (clima templado húmedo, especial para el cultivo
de cereales). Desde principios del siglo XX esta zona sufrió una acelerada
expansión de las superficies destinadas al cultivo del maíz, como consecuencia
del aumento de ese producto en el mercado internacional, ya analizado en el
capítulo precedente. El Sur de Santa Fe, el Norte de Buenos Aires y el Sur de
Córdoba fue el área de influencia más importante del conflicto agrícola, donde
las precondiciones para ello eran análogas.
Alcorta era la zona agrícola más
rica y más importante de la provincia de Santa Fe, la que estaba habitada
aproximadamente por 2.000 agricultores, de los cuales la mayor parte eran
italianos y, en menor medida, españoles.
El denominado “Grito de Alcorta” consistió en una huelga o paralización de las tareas agrícolas de preparación y siembra de la tierra, medida que los arrendatarios tomaron con el fin de presionar sobre los terratenientes que los oprimían. La huelga se transformó en la estrategia por excelencia en todas las comunidades rurales de la época. Simplemente fue un símbolo de acción, unidad y solidaridad entre los chacareros que vivían miserablemente.
La explotación de las parcelas se
efectuaba bajo la forma del arrendamiento. Se abonaba un determinado canon en
especie o en dinero (alrededor del 38% de la cosecha neta, lo que en la
práctica significaba casi la mitad de la cosecha bruta). En el año 1911 se
perdió totalmente la cosecha de maíz. Los arrendatarios estaban endeudados con
las casas de comercio de campaña y éstas a su vez con mayoristas y bancos. (Por
ejemplo, la firma Bujarrabal, de Alcorta, era acreedora de los arrendatarios
por la suma de 300.000 pesos). A pesar de la pésima situación económica que
afectó a los arrendatarios, los propietarios no perdieron un solo centavo.
Éstos aumentaron los arriendos indiscriminadamente hasta sobrepasar el 50%. No
obstante las ganancias que arrojó la cosecha de 1912, la situación de los
arrendatarios seguía siendo desesperante. A todo ello se sumo, el alza de los
precios de las bolsas de arpilleras (para almacenar) y de los fletes; la
disminución del precio internacional del maíz; la falta de crédito accesible y
barato; y que ni el gobierno ni los propietarios se ocuparon de la situación de
los agricultores.
Además de éstas, existían otras
causas sociales y políticas más profundas, como la mala distribución de
tierras, el latifundio y la pésima colonización llevada a cabo con el objetivo
de beneficiar a la oligarquía y a las empresas imperialistas.
Compenetrándonos en la huelga
propiamente dicha, distinguiremos los siguientes actores sociales que tomaron
parte en el conflicto agrario:[27]
1. Agricultores arrendatarios:
Frente a la crisis de 1912 comenzaron a solicitar rebajas en los porcentajes de
los arrendamientos en especie y algunas libertades, como de contratación para
poder disponer de márgenes mayores de la cosecha. Estos chacareros eran de
origen italiano en su mayoría, algunos españoles y, en menor medida, de otras
nacionalidades europeas.
2. Propietarios terratenientes:
Dueños de grandes extensiones de tierra de la región pampeana, que habían
obtenido por donación o compras efectuadas al Estado. La intransigencia de este
sector se basaba en la existencia de leyes nacionales y provinciales que
garantizaban el derecho de propiedad y la inviolabilidad de las cláusulas
contractuales libremente pactadas.
Ambos sectores (arrendatarios y
propietarios terratenientes) fueron los que jugaron los roles más
significativos.
3. Intermediarios
colonizadores: Arrendaban tierras en dinero y luego se ocupaban de
subarrendar a los agricultores.
4. Comerciantes de ramos
generales: Se ubicaban en centros poblados, próximos a las estaciones
ferroviarias. Proveían de adelantos a los agricultores, por lo general a través
de créditos anuales, prendando la cosecha como garantía de pago. Estos
comerciantes eran también el eslabón que unía al agricultor con las grandes
empresas exportadoras de cereales. Aparecieron como aliados de los
agricultores, a quienes no responsabilizaban de la crisis a pesar de las
abultadas sumas que les adeudaban. Con esa crisis, estaba comprometida la
devolución de los adelantos hechos.
5. Exportadores de cereales:
El comercio de granos se hallaba dominado por estas empresas monopólicas, que
controlaban esa actividad (fijando precios, controlando además la circulación:
ferrocarriles, puertos, barcos). Se destacaron Bunge y Born, Dreyfus y Cía.,
Weil Hnos.
6. Peones agrícolas: Eran
requeridos en el período de recolección, en el momento en que la mayoría de los
arrendatarios utilizaba mano de obra extrafamiliar. Este sector no participó
del conflicto, debido a que se trataba de trabajadores migrantes y por el
período en que se desarrolló el conflicto (siembra).
7. Empresas de transporte:
No tuvieron mayor incidencia en el conflicto. La red de comunicaciones era
abundante en esta zona maicera.
8. Propietarios de máquinas
cosechadoras y desgranadoras: No tuvieron mayor incidencia en el conflicto
agrario. Contrataban para las cosechas directamente con los agricultores, y a veces
con los comerciantes y acopiadores de granos.
Además de éstos, se pueden
distinguir otros actores sociales que formaron parte de este proceso:
1. Sociedad Rural de Rosario:
Representaba los intereses de grandes propietarios vinculados a la agricultura
y a la ganadería, principalmente. Detectó las causas del malestar agrícola en
los años de malas cosechas y en la huelga de ferrocarriles que paralizó las
exportaciones, y “la negligencia y poca dedicación del campesino”. Nada dijeron
acerca de la forma de tenencia de la tierra. Si bien en un primer momento no
hicieron nada para solucionar el conflicto (intransigencia), estos propietarios
resolvieron soluciones individuales con sus respectivos arrendatarios.
2. Comisión de propietarios:
Al comenzar el conflicto, mantenía buenas relaciones con el gobierno
provincial, al que presionó para que tomara medidas que condujeran a frenar el
movimiento agrario.
3. El Estado provincial:
Acababa de ganar la primera magistratura provincial el Partido Radical con la
fórmula Menchaca-Caballero. En un primer momento, adoptó una posición de no
compromiso con ningún sector en especial. No tuvo una actitud decidida a favor
de los agricultores, quizás porque este sector no constituía una verdadera
clientela electoral por su carácter de mayoría extranjera. Más tarde, el
gobierno de Santa Fe formó una comisión (integrada por el vicegobernador
Ricardo Caballero, el acaudalado terrateniente Toribio Sánchez y el intendente
de Rosario, Daniel Infante) dirigida a los efectos de hallarle solución a la
huelga, pero sin afectar los intereses de las partes en litigio: agricultores y
terratenientes. Los dirigentes de la UCR que llegaron al gobierno de Santa Fe,
lo hicieron sin un programa concreto en materia agraria, capaz de cambiar el sistema
de arrendamientos, propiciando la entrega de tierras a quienes las trabajaban.
4. El Estado Nacional: Se
mantuvo aparentemente en una actitud más o menos neutral. Pero estaba
influenciado por la oligarquía terrateniente. El Ministro de Agricultura de la
Nación afirmó, más tarde, que la huelga era obra de elementos extraños a los
agricultores.
5.Partido Socialista: Con
el dirigente y diputado Juan B. Justo a la cabeza, sostenía que el conflicto
debía solucionarse mediante el acuerdo de las partes.[28]
6. La Liga del Sur: Con
Lisandro de la Torre (su fundador) a la cabeza, sostenía el carácter accidental
del conflicto y confiaba que en el fututo nuevas cosechas llevarían a la
desaparición de la crisis. Se declaró a favor de que los propietarios
concedieran mejoras a los agricultores. También condenó la acción de los trusts
que habían invadido nuestro país, como contrarios a los intereses de los
trabajadores.
7. La prensa: Fue testigo
directo del conflicto y reconocía como legítimos los reclamos de los
arrendatarios. El conflicto agrícola ocupó un espacio significativo en los
diarios. Ese espacio fue disminuyendo a medida que se producían los arreglos
parciales. Es de destacar que toda la prensa del país se hizo eco de la huelga
(especialmente los diarios “La Capital”, “La Nación” y “La Prensa”).
Los
acontecimientos fundamentales que constituyeron el núcleo de este conflicto
histórico ocurrieron en Bigand y en Alcorta. Los agricultores comenzaron a
realizar reuniones que tenían el objeto de considerar los problemas comunes y
de intercambiar ideas en torno a la situación que los afectaba. Esas reuniones
se realizaban generalmente de noche para evitar que los terratenientes
descubrieran el movimiento que se estaba gestando. Pero pronto dichas reuniones
tomaron estado público.
Fue en Bigand donde se realizó la
primera asamblea pública de agricultores el día 15 de junio de 1912, con el
objeto de evaluar sus derechos, los valores reales de producción y otros
problemas relacionados con los arrendamientos. Se reunieron cerca de 1.000
personas en la plaza del pueblo, y se resolvió dirigir un petitorio a cada
propietario (pidiendo libertad de trillar con la máquina que más conviniera al
agricultor, que cesaran los desalojos y que se hicieran nuevos contratos) y
darles un plazo de 15 días para que contesten, y de no obtenerse una respuesta
favorable, declarar una huelga por tiempo indeterminado paralizando todas las
tareas de labranza. Luego se conformó una comisión de huelga que convocó a una
nueva asamblea a realizarse en la localidad vecina de Alcorta.
Mientras tanto, la Sociedad
Italiana, la Iglesia y la casa del comerciante Ángel Bujarrabal fueron los
lugares más frecuentados por los agricultores de Alcorta para debatir acerca de
su delicada situación. El día 25 de junio en la sala de la Sociedad Italiana se
pronunció el “grito” que luego se prolongó a los pueblos de las provincias de
Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos. Concurrieron a dicha asamblea alrededor de
2.000 personas de esa localidad y de distritos vecinos, que llegaron en
sulkies. Tomaron la palabra los dirigentes Francisco Bulzani[29]
y Luis Fontana y el doctor Francisco Netri.[30]
El primero de ellos pronunció las siguientes palabras: “No hemos podido pagar
nuestras deudas y el comercio, salvo honrosas excepciones, nos niega la libreta
(...) Esto no puede continuar así. Tenemos que ponerle punto final (...) caso
contrario se producirá el éxodo campesino (...) Los propietarios se muestran reacios
a considerar nuestras reclamaciones y demandas (...) Creen que lo que nosotros
pedimos no se ajusta a la realidad. Pero si hoy sonríen por nuestra protesta,
pueda que mañana se pongan serios cuando comprendan que la huelga es una
realidad”. Por su parte, el abogado Francisco Netri fue convocado en su
carácter de asesor. Con su asesoramiento, valga la redundancia, se redactó un
nuevo contrato de arrendamiento. En ese proyecto de contrato se acordaban las
siguientes condiciones básicas: 1) Contrato de arrendamiento escrito y por un
plazo mínimo de 4 años. 2) Abonar el 25% de la producción bruta. 3) Libertad
absoluta de: trillar y desgranar con la máquina que el arrendatario disponga,
vender y comprar donde más le convenga. 4) Libertad para criar animales y
cultivar una huerta. Derecho a disponer gratuitamente del 6% del área total de
la tierra, destinada al pastoreo de animales. 5) Inembargabilidad de los útiles
de labranza y de semillas. 6) Suspensión de desalojos y compromiso de no tomar
represalias por la actitud de resistencia de los agricultores en esta
emergencia.
De aquí se desprende que los
arrendatarios no cuestionaban las relaciones de producción dominantes ni el
régimen de propiedad. Sólo intentaron acrecentar su participación en el ingreso
agrícola.
Cabe agregar que cuando estalló
el descontento popular en Alcorta, ya se habían constituido ligas agrarias
(como la Liga Agraria de La Pampa, la Liga Agraria de Bahía Blanca) y
comisiones en distintos pueblos de la región cerealera (como ya hemos visto).
Podría decirse que hubo un movimiento nacional de agricultores (aquí se observa
el carácter de clase que tuvo la huelga).
La huelga se propagó de pueblo a
pueblo sin que nada ni nadie pueda contener el aluvión campesino[31].
Los terratenientes creyeron que se trataba de una esporádica reacción campesina
que no tardaría en esfumarse. Estimaban que la huelga era obra de los
agitadores y confiaban en que las medidas represivas y los desalojos harían
desaparecer la huelga.
La policía y el ejército estaban
al servicio de la oligarquía. Por ello, los dirigentes eran llevados a la
comisaría, a la cárcel o a la Jefatura de Policía de Rosario. Sin embargo,
frente a la represión policíaca los agricultores permanecieron unidos. Por las
noches visitaban chacra por chacra, aleccionando a agricultores sobre la
huelga.
Hacia agosto comenzó a declinar
la intensidad del movimiento huelguístico en la zona de Alcorta, debido a que
los propietarios aceptaron las propuestas de los agricultores. Algunos
propietarios de la zona eran: Zavaletta Hnos. y Cía., Florencio Miranda,
Traverso Hnos., Felipe Madariaga, la casa cerealista Genoud, Benvenuto y
Martelli y Cía., Prats e hijos y Cía., Manuel Rodeiro, etc. Ya a fines de
agosto la mayor parte de los campesinos había normalizado sus tareas.
Poco después, los agricultores
iniciaron gestiones tendientes a crear un organismo que los representara. Así,
como producto de una asamblea de delegados de numerosas localidades, el 15 de
agosto de 1912 nació la Federación Agraria Argentina (FAA), una de las
instituciones agrícolas que perdura hasta nuestros días.[32]
Implicó la creación de una comisión directiva y un periódico (el Boletín
Oficial). Tenía como objeto “contribuir al movimiento de la organización y
mejoramiento material y moral de los agricultores”, proyectando su accionar en
el plano nacional. Se preocupó además del tema de los créditos a chacareros e
impulsó el movimiento cooperativo,[33]
pero no buscaba la revolución social (que implicaba la reforma agraria). La
sede central de esta institución era Rosario y, tras un breve mandato de
Antonio Noguera (su primer presidente), asumió la conducción Francisco Netri.
Más tarde, surgieron filiales de la FAA en todo el país y cooperativas de
comercialización agrícola.
De la masa de agricultores
huelguistas emergieron algunos líderes y dirigentes, como Francisco Bulzani de
Alcorta, quien fue el principal gestor de esta lucha agraria. También se
destacaron Luis Fontana, Damián Arfinetti, Luis Bó, Francisco Mena, Ramón Alés,
entre otros tantos, y no prosigo la lista porque demandaría tantos folios y mi
objetivo no es enumerar nombres.[34]
También tuvieron destacada actuación los clérigos del pueblo, como los hermanos
Pascual y José Netri, y de algunos maestros rurales. Es necesario destacar el
papel de la Iglesia durante el conflicto y rebelión campesina. A nivel de los
pequeños pueblos y localidades rurales, los sacerdotes, curas párrocos y demás
religiosos mostraron un incondicional apoyo a los justos reclamos de los
campesinos. Los propietarios terratenientes utilizaban a los sacerdotes para
que, mediante sus sermones, contuvieran las protestas sociales de los
arrendatarios, procurando que se conformaran con su precaria forma de vida
(tomándolo como algo natural) y contener de este modo las protestas y el
descontento masivo. Pero la mayoría de los sacerdotes rurales apoyaron
incondicionalmente a los chacareros arrendatarios, aportando ideas, cediendo
las instalaciones de la Iglesia como lugar de reunión sin que los
terratenientes tomaran conocimiento de estos hechos.
En cuanto al aspecto ideológico,
abundaban los agricultores socialistas y anarquistas. Entre los primeros se
ubicaron el ya citado Bulzani en Alcorta y Ramón Ita y Francisco Gutiérrez en
Santa Teresa. Entre los segundos, Francisco Capdevila de Máximo Paz y los
hermanos Mena en Firmat. También hubo líderes vinculados al radicalismo, como
Luis Fontana de Bigand. También hubo agricultores afiliados a la Liga del Sur,
la FORA y otros que no militaban en ninguna fracción política.
A ellos se sumaron los
comerciantes locales que apoyaron esta causa. Entre ellos sobresalió la figura
de Ángel Bujarrabal,[35]
dueño de la casa de comercio instalada en Alcorta, quien alentó la declaración
de huelga y colaboró facilitando el sótano de su negocio para realizar
reuniones, así como también dinero.
Antes de finalizar el capítulo,
creemos preciso agregar que las asambleas contaron con la presencia de hombres,
mujeres y niños. Entre las esposas de chacareros se destacó la presencia de
María Robotti de Bulzani, esposa de Francisco Bulzani. Su chacra fue el centro
de aquellas reuniones en las que se discutían problemas relacionados con la
crisis de 1912.[36]
Como ya se dijo, el fin del
conflicto se produjo cuando los propietarios aceptaron en líneas generales las
propuestas de sus arrendatarios. Al respecto el Boletín Oficial (órgano de la
FAA), decía: “La huelga agraria ha tenido la virtud de levantar a más de
100.000 colonos en Santa Fe, primero, y sucesivamente en Buenos Aires, Córdoba,
Entre Ríos y La Pampa, puede decirse que está terminando después de tres meses
ininterrumpidos de sacrificios, heroicamente soportados por los cultivadores de
la tierra”.
Sin embargo, los acuerdos que se
lograron fueron precarios, frágiles. Ello provocó la persistencia de focos de
movilización y huelgas a lo largo de las décadas de 1910 y 1920. Es decir que
ese acuerdo sólo fue una alternativa transitoria y circunstancial. Concluido el
conflicto de 1912 (motivado por los elevados alquileres), que sólo palió a corto
plazo la situación de la gran masa arrendataria, se observa que las tensiones
continuaron latentes y estallaron, por ejemplo en 1913, 1917, 1919, 1921.
Finalmente, puede decirse que los arrendatarios no planificaron ni elaboraron
un proyecto alternativo.
“El distrito de Cepeda y las repercusiones del Grito de Alcorta”
Breve reseña: surgimiento y evolución del pueblo de Cepeda hasta 1912
Consideramos pertinente para el caso remontarnos brevemente a los orígenes del pueblo con el objeto de comprender la coyuntura de 1912 en Cepeda.
El pequeño pueblo de Cepeda se
encuentra situado en el extremo sur de la provincia de Santa Fe, en el
departamento Constitución. A la llegada de los españoles en el siglo XVI, esta
región estaba habitada por indígenas pertenecientes a la cultura de los
chaná-timbúes, encontrándose en un estado de civilización de tipo paleolítico,
siendo nómades por excelencia (dedicándose a la recolección, la caza y la
pesca). Además, estaban regidos por una organización clánica. Los primeros
habitantes recibieron el azote de las incursiones de los indios pampas.
El actual distrito de Cepeda
estaba ubicado en el campo Colazo, propiedad de Cándida Camino de Colazo, que
en 1880 dividió sus tierras entre los herederos Valentín Colazo, Cándido
Colazo, Severo Aguirre y Elisa Colazo de Ruíz.[37]
El pueblo de Cepeda fue fundado
por doña Cándida Camino de Colazo (dueña aún de grandes extensiones de
tierras), que en el año 1902 donó una cantidad de terreno para tal efecto. Por
su parte, los vecinos del lugar (una veintena de ellos, aproximadamente), a
manera de agradecimiento a la donante de los lotes, bautizaron el lugar con el
apellido del marido de la misma: lo llamaron Pueblo Colazo y el ferrocarril
(Central Argentino, en funcionamiento desde 1890) colocó el nombre de Cepeda a
la estación, en conmemoración de la batalla que sostuvieron Urquiza y Mitre.
Las primeras edificaciones eran de
cinc, muy precarias, nucleándose alrededor de la estación del ferrocarril. Los
primeros habitantes fueron: Bonifacio Navarro, Nemesio Rosas, Anastasio Herrera
y el doctor Emilio Alexander. En sus comienzos, el pueblo carecía de comercio,
esto lo compensaba una carreta que cada tres meses llegaba de Rosario a tales
efectos. A medida que fue pasando el tiempo, algunos de sus pobladores se
llegaban hasta San Nicolás a efectuar sus compras, generalmente en jardinera o
a lomo de caballo.
En el año 1907 se crearon las
autoridades comunales[38];
en 1910 la escuela primaria y en 1911 el Juzgado de Paz y Registro Civil.
Recién en el año 1971, el
Superior Gobierno de la Provincia de Santa Fe accedió a modificar la
denominación de Pueblo Colazo, por el actual “Cepeda”.
Por estar este pueblo dentro de
la pampa húmeda, las características de su suelo eran óptimas para la
producción agrícola (maíz, trigo).
Es importante aclarar que la
delimitación de la región varía con el período histórico. De este modo,
observando un plano del año 1906 donde se ubica la jurisdicción del latifundio
Colazo, se desprende que: Jurisdicción de Colazo: Norte: arroyo Pavón,
Cañada de Cabral y la jurisdicción de Santa Teresa o sea propiedad de Magari.
Nordeste: límite nordeste del terreno de Bernal o sea jurisdicción de Godoy.
Sur: límite al sudeste de los terrenos de Bernal, Sívori y otros y de parte del
de Andreu. Sudoeste: propiedad de Castagnino, Rueda, Peyrano, Lucero o sea
jurisdicción de Peyrano.[39]
Con el paso del tiempo y la
descomposición de los grandes latifundios en Cepeda (debido a que el tamaño de
la propiedad de la tierra es histórico), los límites del distrito Cepeda hoy
son: al Norte el distrito de La Vanguardia y el departamento Rosario. Al Sur,
los distritos de Sargento Cabral y J. B. Molina. Al Este los distritos de Godoy
y J. B. Molina. Al Oeste, los distritos de La Vanguardia, Santa Teresa y
Sargento Cabral.
Las repercusiones del “Grito de
Alcorta” en Pueblo Colazo (Cepeda)
La amplitud de la temática y la
carencia de estudios profundos acerca de la misma, reduce este aporte a la
exposición de inferencias y explicación de procesos históricos con el objeto de
contribuir a la toma de conciencia histórica al respecto.
En primer lugar, Cepeda (o Pueblo
Colazo para 1912) no aparece en los mapas históricos consultados acerca del
conflicto agrícola originado en Alcorta, de lo que se deduce que no tuvo una de
las movilizaciones agrícolas más importantes. Sin embargo, y al respecto dice
Plácido Grela que “el día 14 de julio de 1912 delegados del gobierno provincial
se reunieron en el local de la Sociedad Barrio Calzada con delegados de los
agricultores, quienes expusieron su crítica situación económico-social”. Dice
Grela que entre los representantes de los campesinos había delegados de Cepeda,
sin explicitar más datos.
El distrito que comprendía Cepeda
estaba inserto, como ya se dijo, en un latifundio propiedad de doña Cándida
Camino de Colazo. Teniendo en cuenta un plano del año 1906, era a su vez uno de
los latifundios más pequeños. Por lo tanto, se infiere que el número de
arrendatarios (que trabajaban alrededor de 30 hectáreas) era menor que en el
distrito de Alcorta.
Pero los agricultores de la época
tenían reclamos comunes, por este motivo se solidarizaron con los huelguistas
de Alcorta. El elevado alquiler que debían pagar los arrendatarios y la
ausencia de una legislación agraria eran una constante en toda esta región
agrícola. Cepeda no fue la excepción.[40]
También puede inferirse que a
medida que nos alejamos del núcleo (centro) de Alcorta, la huelga perdía
intensidad. A su vez, dicha huelga careció de destacada relevancia en los
pequeños poblados (como Cepeda, que contaba con un número no demasiado importante
de arrendatarios) y viceversa. Pero igualmente, pocos o muchos, los
arrendatarios levantaron las banderas de la huelga como muestra de solidaridad
y como propia reivindicación.
El diario “La Capital”,
haciéndose eco de los problemas agrícolas y de las asambleas públicas que se
establecieron en diferentes pueblos del sur de la provincia de Santa Fe,
publicaba los detalles de las reuniones. Y en ocasión de instalarse un comité
de la Liga del Sur en “Pueblo Colazo”, el ya citado diario escribió[41]
la siguiente columna: “Comité de Colazo”: Complementando nuestra información de
ayer sobre la instalación de este centro, damos a continuación las autoridades
proclamadas en la importante y entusiasta reunión aludida, de acuerdo con la
siguiente acta: “En el Pueblo Colazo, a los 29 días del mes de febrero de 1912,
reunidos en asamblea pública los que firman la presente, con el objeto de
constituir un comité de la Liga del Sur, se procedió a nombrar la comisión
directiva, la que resultó por unanimidad de votos, en la forma siguiente”:
Presidentes honorarios: dr. Lisandro de la Torre y señor Cornelio Casablanca.
Presidente: don Pedro Caminos; Vicepresidente: don (sic) Isabel Tisera;
Tesorero: don Adolfo Arias. Secretario: don Pedro Medina; Vocales: Irineo
Caminos, Fabio Caminos, Pedro Leiva, Juan Ruíz, Santiago Galeano, Anastasio
Herrera, Carmen Farías, Mariano Acuña, Ítalo Benedetti, Demetrio Garzón,
Demetrio Gauna, Pedro Sixto Caminos, Miguel González, Benito Galeano, Felipe
Castellanos, Nemesio Castellanos, Hermenegildo Arellano, Eliseo Chirino,
Alejandro Díaz, Fermín Ludueña, Favio Loyola, Honorio Villarreal, Daniel
González, Bruno Galeano, Rómulo Herrera, Mateo Herrera (siguen las firmas).[42]
Otros elementos hallados en el
diario “La Capital” dan cuenta de los objetivos de las asambleas llevadas a
cabo en Cepeda. El fin de éstas era discutir la forma de secundar a los
huelguistas de otros puntos y evaluar el pliego de condiciones que presentarán
a los dueños de los campos[43].
Se observa que los arrendatarios enviaron notas a los propietarios pidiendo una
rebaja en los alquileres. Sin embargo, en un primer momento, la intransigencia
de los terratenientes hizo que las respuestas se demoraran. Pero poco a poco,
comenzaron a sucederse los arreglos entre propietarios y arrendatarios.
El ya citado diario también hace
referencia a la presencia de delegados agrícolas en la asamblea constitutiva de
la FAA, reunida el 1º de agosto de 1912, en el salón de la Sociedad Italiana
Giuseppe Garibaldi (en la ciudad de Rosario).[44]
El delegado representante de Cepeda fue el señor Juan Doglia.
Como finalización del momento
conflictivo, los arrendatarios pronto pactaron las nuevas condiciones laborales
con los propietarios. Pero éstos no fueron sino arreglos parciales. En el diario
“La Capital” existe una copia de un nuevo contrato de arrendamiento pactado
entre el propietario y arrendatarios de Cepeda: “El señor Manuel Anzoategui,
propietario de Cepeda, ha arreglado con una parte de los colonos bajo las
siguientes bases: “Los colonos reconocen que el campo que trabajan es de
primera clase y que pagarán el tanto por ciento, como lo paguen los demás
colonos, una vez terminado el conflicto agrario, por los campos que se
reconozcan de la misma categoría. El mínimun no podrá bajar del 25% en troja o
parva. Podrán vender su cosecha al mejor postor. Libertad de criar aves y demás
animales domésticos, de acuerdo con sus propias necesidades. 6% para pastoreo.
Libertad de transferir el contrato a personas honestas y responsables. Los contratos
anteriores fueron anulados y se firmó el nuevo con todos los requisitos que
manda la ley. Cualquier divergencia (dice el propietario aludido) que se
llegara a originar, será sometida al arbitraje de agricultores de la localidad,
con excepción de personas sectarias, socialistas, etc.”[45]
El mismo diario menciona otro
conflicto que encontró una solución: “El Sr. Eduardo Pierce, de Cepeda, arregló
con sus colonos al 43%, en parva y troja, del resultado de sus cosechas, siendo
libre la venta del cereal. También quedaron arreglados los colonos que
alquilaban en dinero, con una notable rebaja. Los contratos son por dos años.
Hoy volverán los colonos al trabajo”.[46]
Finalmente, se publica lo
siguiente: “Esta región ha pagado también su tributo a la huelga agraria pero
felizmente se ha solucionado para bien y satisfacción de todos, viéndose ya que
los campos se preparan para la nueva cosecha”.[47]
·
Las dimensiones territoriales del
distrito: el latifundio donde se ubicaba la localidad de Alcorta era
más abarcativo (geográficamente hablando) que el de Cepeda.
·
La intensidad de la huelga y el nivel de
adhesión a la misma: al existir mayor número de
arrendatarios en Alcorta, la huelga aquí produjo una movilización de mayor
dimensión en convocatoria. En Cepeda, se observa la adhesión a la misma en
nombre de la solidaridad para con los arrendatarios hermanos, haciendo causa
común con ellos.
·
El grado de movilización: en
Alcorta se dio un mayor acatamiento, por las razones ya expuestas
anteriormente. Pero en Cepeda también tuvieron lugar movilizaciones a nivel
local y reuniones populares en las cuales se discutía la forma de expresar el
descontento hacia los propietarios.
·
Las características de la población: mayor
número de habitantes en la localidad de Alcorta y su zona de influencia. Tanto
aquí como en Cepeda la población estaba compuesta mayoritariamente por
inmigrantes, en especial de procedencia europea (italianos y españoles).
·
Las características del arrendamiento: tanto
en Alcorta como en Cepeda, los contratos entre arrendatarios y propietarios
eran de carácter leonino. Las condiciones pactadas perjudicaban enormemente al
agricultor, que estaba sumido en la más triste y cruel de las miserias (humana
y material).
·
La presencia de líderes agrarios: Teniendo
en cuenta la cantidad de población en una y otra localidad, es posible aseverar
que Alcorta vio surgir mayor número de líderes. No es tan sólo una cuestión
numérica. Cepeda también tuvo sus líderes agrarios; el más importante fue Pedro
Camino, pero su influencia no abarcó más que el ámbito de su pueblo de origen.
·
El grado de influencia de las ideas
políticas y de la Liga del Sur: en ambas localidades se formaron
comités populares afiliados a la Liga del Sur, que contaba con el aval de
Lisandro de la Torre. En la localidad de Alcorta se observa el arraigo de las
ideologías socialistas y anarquistas, principalmente.
·
El peso del poder de la Iglesia: en
Alcorta, la Iglesia estuvo al lado de los reclamos de justicia de los
arrendatarios desde el primer momento. Colaboró prestando las instalaciones de
las capillas y dinero. No hay registro de movimientos religiosos en apoyo a los
campesinos de Cepeda.
·
Las características peculiares del
propietario terrateniente: cada uno de los arrendatarios pactó
nuevas condiciones (precarias) de trabajo, con lo que la huelga fue finalmente
levantada. Esto sucedió tanto en Alcorta como en Cepeda, aunque con diferentes
matices en cada caso.
Conclusión
Con el presente trabajo de investigación
histórica, esperamos proporcionar aportes significativos para comenzar la
reconstrucción de los cimientos de nuestra invalorable, rica y a veces
involuntariamente ignorada historia local.
En este caso, se intentó acercar
algunos aportes sobre la huelga agraria de 1912 en el distrito Cepeda,
partiendo para ello de un marco geográfico definido (regional) más amplio, lo
que aporta variados elementos para la aproximación al análisis de la coyuntura
del conflicto agrícola de 1912 en Cepeda.
En primer lugar, el “Grito de
Alcorta” significó el estallido de una crisis que cuestionó masivamente el
sistema de arrendamiento vigente. Fue una denuncia de la explotación que hacían
los terratenientes a través de los contratos leoninos y la injusta
participación de los arrendatarios en los ingresos agrícolas. Por ello, se dice
que la huelga tuvo un origen económico, ya que los excesivos porcentajes de
alquileres que debían pagar los arrendatarios fue el motivo principal de dicha
huelga. Cabe agregar que se ponía de manifiesto la existencia de una estructura
en la que se beneficiaban además del terrateniente, el gran capital financiero.
Se manifiesta que los campesinos luchaban contra esa oligarquía terrateniente
que había llevado a cabo (en los años previos) un fuerte proceso de
valorización de la tierra que condicionaba el acceso a la propiedad, en el
marco del proyecto agroexportador. Su organización se asentaba en el predominio
del arrendamiento basado en elevados cánones de renta y contratos leoninos.
Además, el negativo año agrícola de 1911 preparó el estallido: con el fracaso
de las cosechas debido a las sequías, se produjo un grave endeudamiento entre
los arrendatarios.
Hacia 1912 predominaba este
sistema semifeudal de explotación de la tierra. Los grandes latifundistas se
servían del trabajo sin descanso y así los agricultores veían negados sus
derechos. Asimismo, no existían leyes que protegieran a estos agricultores.
Es así como puede observarse que
el movimiento no cuestionaba las relaciones de producción dominantes y
específicamente al régimen de propiedad, ni al latifundio, sino que se
pretendía acrecentar la participación de los agricultores, de modo que les
permitiera disponer más libremente de la tierra que arrendaban y del producto
de su trabajo, eliminando las trabas que los terratenientes les colocaban en el
marco de relaciones de producción “capitalistas”, con el objeto de lograr una
mayor participación en el excedente generado a partir de su propio trabajo. No
se hablaba en aquellos días de reforma agraria ni de revolución social.
El arrendamiento era sinónimo de
explotación, resabio feudal (en una sociedad que se decía “moderna”), que
formaba parte de un proyecto nacional oligárquico vinculado al capitalismo
inglés. La propiedad de la tierra no le pertenecía al hombre que la trabajaba:
Hay que tener en cuenta el mal sistema de colonización agrícola en la región,
que consolidó el latifundio.
El primer objetivo de los
huelguistas fue, entonces, lograr contratos de arrendamiento más justos y por
tiempo razonable y alcanzar mejores condiciones de trabajo. También es posible
observar que la huelga fue llevada a cabo por auténticos trabajadores agrícolas
(es aquí donde se puede observar claramente la conciencia de clase). Décadas
más tarde surgió otro objetivo: el acceso a la propiedad privada de la tierra
por parte de pequeños y medianos agricultores.
La significación del movimiento
fue tal, que surgió la FAA (organización de defensa de intereses de chacareros
pequeños y medianos). En cuanto a las condiciones pactadas por los
arrendatarios, hay que decir que sólo se solucionó momentáneamente el problema
mediante la reducción de la renta pero dejaron incólume las bases de la
agricultura de exportación. Es decir que no se afectó a las grandes compañías
monopólicas ni se crearon las condiciones para un sistema crediticio accesible
y barato, ni el reparto de tierras (mediante la reforma agraria).
El arma utilizada para la defensa
de la dignidad del chacarero y su emancipación contra los abusos de los que era
víctima, era la lucha organizada. La huelga, específicamente, es un recurso
utilizado más frecuentemente por los obreros urbanos, pero que para 1912 fue
empleado por los arrendatarios de la vasta zona maicera de nuestro país.
Por último, hay que agregar que
el “Grito de Alcorta” fue una demostración de la lucha de clases; es decir, la
lucha de los campesinos (quienes, como hemos visto, tenían conciencia de su
clase), mediante la acción organizada, contra la oligarquía, aliada a los
capitales extranjeros, en detrimento del progreso nacional.
Finalmente, no se realizó una
reforma agraria. Y las consecuencias de esto perduran hasta hoy. En 1912 sólo
se produjo un triunfo parcial de los agricultores arrendatarios.
En cuanto a la temática del
distrito Cepeda, expresamos aquí la satisfacción por el pequeño aporte que
creemos estar realizando. Agradecemos profundamente el valioso tiempo que han
ofrecido los habitantes de Cepeda que han sido consultados y esperamos que el
presente trabajo sea el puntapié inicial para futuras investigaciones de este
tenor.
* El presente trabajo es producto de una investigación realizada en el marco del Seminario de Historia Regional, Profesorado de Historia, ISP Nº 3 “Eduardo Lafferriere”, Villa Constitución, durante 2001.
** Profesora de Historia, graduada en el ISP N° 3.
[1] Cabe agregar el profundo valor histórico que pudiera tener esta investigación dentro del distrito Cepeda, ya que no existen trabajos publicados en lo referente a la cuestión agraria en el año 1912 en el citado pueblo. Por lo tanto, estimamos que esta investigación colaborará con el enriquecimiento del patrimonio cultural, de la memoria colectiva y de la historia local en un pequeño poblado que hoy cuenta con más o menos 520 habitantes.
[2] El origen y desarrollo histórico de la oligarquía terrateniente se remonta a la entrega de las tierras que pertenecían a la Corona Española, en la época colonial; en la apropiación de la tierra pública después de 1810; en la compra a precio vil a los pequeños y medianos productores. Entonces el saqueo de la tierra es fundamentalmente el origen de la propiedad oligárquica en nuestro país. Este sector muestra un perfil bastante definido: generalmente se dedica a trabajar en forma extensiva, con pequeñas inversiones de capital en el campo, tradicionalmente dedicado a la ganadería; cuando las circunstancias se dieron arrendó sus tierras, las entregó en aparcería o estableció otras formas contractuales que le permitieron así extraer la renta. Tuvo y tiene un enorme peso económico y político, sus intereses se han entrelazado estrechamente con los monopolios extranjeros y el capital intermediario, especialmente el financiero. Percibe una enorme masa de valor potencialmente reinvertible, bajo la forma de renta; sumas cuyo destino han sido cuentas en bancos extranjeros, especulación financiera o gastos suntuarios. Esa renta, que es una parte de la plusvalía generada por la clase que trabaja, se la apropia una clase como la terrateniente que no invierte en el proceso de producción social: se apropia, entonces, de una parte importante del esfuerzo de la clase que trabaja. EN: Adrogué, Osvaldo y otros. Seminario: la cuestión agraria en Argentina (lo nuevo y lo viejo en los regímenes de propiedad, tenencia y renta de la tierra), El Ateneo, Bs. As., 1985. pp 82, 83, 84, 140. Hay que realizar una diferenciación entre los terratenientes de Bs. As. y los de Santa Fe. El terrateniente porteño se caracterizó por no subdividir su propiedad; en cambio, el santafesino vendió a los inmigrantes una parte de sus tierras a fin de aumentar, por proximidad a las zonas cultivadas, el valor del resto. EN: Scobie, James, Revolución en las pampas: Historia Social del trigo argentino: 1860-1910, Solar, Bs. As., 1968.
[3] Scobie, James, Op. cit.
[4] En marzo de 1912 se produjeron elecciones en la provincia de Santa Fe. Si bien por ser una elección provincial no se aplicó la Ley Sáenz Peña (de sufragio secreto, universal y obligatorio) el clima general de espectativa que esta generó contribuyó a que el radicalismo se impusiera a sus dos adversarios: los “Acuerdistas” (conservadores) y la Liga del Sur. Por escaso margen de votos, la Unión Cívica Radical llegó a la gobernación provincial con el mencionado binomio Menchaca-Caballero, convirtiéndose en el primer gobierno radical en nuestro país.
[5] Grela, Plácido, El Grito de Alcorta (historia de la rebelión campesina de 1912), Tierra Nuestra, Rosario, 1958.
[6] Molinas, Ricardo F. y Barberis, Santiago F., El Partido Demócrata Progresista, CEAL, Bs. As., 1983. P. 17.
[7] Molinas, Ricardo F. y Barberis, Santiago F., Op. cit., pp. 111 y 112.
[8] Algunos comités importantes aliados a la Liga del Sur, en nuestra provincia fueron: Alcorta, Bigand, Gálvez, Rosario, Arroyo Seco, Rueda, Godoy, Santa Teresa, Cepeda. Existió una infinidad de asambleas rurales que no vienen al caso enumerarlas. EN: Diario La Capital, de marzo a agosto de 1912.
[9] Tomado de: Anuario Oficial de la República Argentina (1911).
[10] Scobie, James, op. cit.
[11] Scobie, James, op. cit.
[12] Grela, Plácido, op. cit.
[13] Cabe agregar que existen países que, teniendo similares recursos naturales en calidad y cantidad, hoy nos superan ampliamente. Por ejemplo, el ya citado caso de Estados Unidos. La diferencia fundamental fue, sin lugar a dudas, el tipo de desarrollo agrario de uno y otro país, progresista en el caso norteamericano (farmer) y profundamente retrógrado por la presencia oligárquica en el nuestro (que había atado sus negocios al imperialismo inglés). EN: Adrogué, Osvaldo, op. cit., p. 85. La “Conquista del Oeste” y la “Conquista del Desierto” significan ambas el despojo del indígena. En un caso ello daría lugar al desarrollo de las formas más avanzadas de la producción social, en el otro sirvió a la consolidación del latifundio retardatario. La conquista del territorio indio aquí fue llevada a cabo por un ejército de línea organizado por el Estado, prácticamente en una sola operación militar; en el caso de los Estados Unidos fueron los propios y verdaderos colonos quienes (contando el fusil entre sus enseres) fueron efectuando el avance hacia el Oeste, avance que revestía carácter de ocupación económica, productiva y que se efectuaba de modo paulatino. En nuestro país, la propiedad latifundista implicaba la no propiedad de las mayorías, en beneficio de la oligarquía. EN: Ockier, María Cristina, Propiedad y renta del suelo: la especificidad del Alto Valle del Río Negro, Cuadernos del Programa Interdisciplinario de Estudios Agrarios, Bs. As., 1996.
[14] Grela, Plácido, op. cit.
[15] Bajo el término “colono” se engloban sujetos sociales tan diferentes como aparceros, estancieros, arrendatarios, etc. EN: Ockier, María Cristina, op. cit.
[16] Scobie, James, op. cit.
[17] El régimen de arrendamientos es el clásico por el cual se desarrolla la forma de tenencia y explotación de la tierra en el sistema capitalista. El productor arrendatario le paga al terrateniente la renta de la tierra, manteniendo de esa manera a una clase parasitaria que no participa directamente del proceso productivo y que se gasta parte de esa renta fuera del agro, que entonces no ingresa a la circulación de mercancías y de capital en el mercado interno. El arrendatario, al tener un contrato de duración limitada se ve desalentado para realizar inversiones de capital fijo y mejoras permanentes en la tierra como puede hacerlo el productor que es propietario. De este modo, se favorece a la oligarquía terrateniente, que mediante el mantenimiento de su poder basado en la propiedad de la tierra y por la rotación que los terratenientes utilizaban para ganadería y los contratos leoninos que imponían a los arrendatarios que incluso preveían la devolución de las tierras alfalfadas, para ser usufructuadas por el terrateniente para su producción ganadera sin haber arriesgado ningún capital. La figura del arrendatario tiene mayor importancia en la pampa húmeda que en el total nacional (no se explicitan porcentajes). Se produjo un desarrollo de las fuerzas productivas en el agro a pesar de que esta forma de tenencia es la más atrasada. EN: Adrogué, Osvaldo, op. cit., pp. 69, 91 y 93.
[18] Adrogué, Osvaldo, op. cit.
[19] Un breve ejemplo donde se detalla las ganancias y los
gastos de un arrendatario inmediatamente antes de 1912 puede servir de
ilustración. Esta realizada sobre una familia de chacareros que trabajaba
cuarenta cuadras y pagaba el 40% embolsado:
Un peón para
arada y siembra y carpida de maíz; tres meses y medio de trabajo
a $45 por mes importan
.........................................................................................................
$ 157,50
Ropas para la
familia...............................................................................................................
$ 200
Herrería: afilada
de rejas, composturas varias, rastras y
carro................................................ $ 120
Repuestos,
elementos de pastoreo y otros gastos imprevistos.................
............... ............... $ 50
Semilla: 2.000
kilos a $4 el qq ................................................................................................
$ 800(*)
Maíz consumo para
caballos 1.000 kilos (cantidad ínfima para mantener
los caballos de
julio a septiembre)
........................................................................................
..$ 35
Potrero que debe
pagar, 4 cuadras a $40 cada una
................................................................. $ 160
Gasto total de la
explotación al año
.....................................................................................
$ 1.522.50
GASTOS DE COSECHA
Bolsas, palos de
troje, canastos y alambres
......................................................................... $
75
Junta de 3.000
bolsas a $0,50 cada una
................................................................................
$1.500
Manutención de la
peonada
..................................................................................................
$ 400
Desgrane y bolsa
de arrendamiento y semilla:
67.000 kilos a
$0,50 el qq. ....................................................................................................
$ 335
Total
.....................................................................................................................................
$2.310.00
Total general:
Costo total de la cosecha:
.............................................................................
$3.832.50
PRODUCTO – VENTA
Venta de 93.000
kilos a $3,50 el qq.
...................................................................................
$3.255.00
Pérdida
.............................................................................................................................. .. $ 577.50
Extraído de Grela, Plácido, Op. cit. (*) En texto original figura 80, obvio error tipográfico.
[20] Una chacra es una unidad productiva familiar de más o menos 50 hectáreas. EN: Castellanos, Julio O., Desaparición de la chacra en el distrito Cepeda, III Congreso de los Pueblos de la Provincia de Santa Fe, Asociación Amigos del Archivo General de la Provincia, Santa Fe, 1988.
[21] En 1910-11 en Santa Fe, de 14.265 explotaciones agrícolas, 5.523 eran trabajadas por sus propietarios; 7.360 por arrendatarios y 1.382 por aparceros. EN: Molinas, Ricardo F. y Barberis, Santiago F., op. cit., p. 14.
[22] Para finalizar este apartado, aclararemos que el acceso a la propiedad de la tierra por parte del inmigrante tuvo lugar en la década de 1920 y hasta 1930, cuando el crack financiero de Estados Unidos incidió en la economía argentina, limitando así el poder de compra. También la época del peronismo muchos inmigrantes se hicieron propietarios.
[23] Lo fáctico de este apartado se debe al simple objetivo de dar a conocer brevemente las condiciones de vida del arrendatario durante el período mencionado.
[24] He aquí un extracto de un contrato de arrendamiento,
vigente en el año 1912:
“Entre los
señores ... por una parte y el señor ... por la otra han convenido lo
siguiente:
Artículo 1º) Los señores ... subarriendan al señor ... por el término de un año a contar desde el primero de junio de 1912 un lote de campo compuesto de 100 hectáreas más o menos de la colonia denominada Copacabana, situada en la Estación Bombal. Art. 2) El señor ... destinará este terreno puramente para agricultura (...). Art. 3) El señor ... pagará a los señores ... por el arrendamiento el 45% del producto total de lo que coseche trillado y embolsado libre de todo gasto a elegir del producto cosechado. (...). Art. 5) El señor ... se obliga a trillar y desgranar los cereales de su cosecha con las máquinas de los señores ... o con las que estos señores autoricen y comprar a los mismos señores las bolsas vacías para el embolse de los cereales. Art. 6) El señor no podrá disponer en forma alguna de los productos que coseche sin antes haber retirado los señores ... las partes que les corresponda por arrendamiento y haberles pagado lo que les adeudare. (...). Art. 8) El señor ... se obliga a trabajar bien la tierra, sembrando semillas de buena calidad y en cantidad suficiente. (...) Todas las semillas, antes de ser sembradas, serán inspeccionadas por el Administrador del Establecimiento, quien podrá desechar y prohibir que sea sembrada la que no esté en condiciones. (...). Art.10) El señor ... no podrá tener más de cuatro cerdos, de los cuales entregará a los señores ... uno anualmente del peso de 120 kilos más o menos, en el mes de julio. Art. 11) El señor ... (...) no podrá hacer trabajar esa tierra con medieros sin consentimiento por escrito. Art. 12) La falta de cumplimiento de parte de los señores ... a lo estipulado en este contrato le obliga a pagar los daños y perjuicios a que dé lugar, teniendo derecho, además, los señores ... para declarar rescindido este contrato, sin tener necesidad de recurrir a tribunales y pudiendo tomar posesión de la tierra subarrendada y disponer de ella en la forma que más convenga. Art. 13) Estando conformes ambas partes, firmamos dos ejemplares de un tenor y para un solo efecto”. Extraído de: Grela, Plácido, Op. cit.
[25] Las estadísticas no reflejan el número exacto de trabajadores accidentales, contratados por cosecha. EN: Adrogué, Osvaldo, op. cit., p. 69.
[26] La producción de trigo se difundió con rapidez luego de 1890. La demanda exterior de trigo era estable. Pero hacía 1910 había concluido ese período de expansión. EN: Scobie, James, op. cit.
[27] Siguiendo los lineamientos trazados en: Albaizeta, María Elena, Alcorta: la primera huelga agraria de América Latina, Colección Nuestra Historia, Nº 5, Ediciones AMSAFE, Santa Fe, 1997.
[28] El diputado socialista Juan B. Justo participó a favor de los agricultores de Santa Fe. Proponía como solución la subdivisión del latifundio. Estudió minuciosamente los problemas campesinos, aconsejó a los chacareros que se unan y formen entidades colectivas. Consideró justa la rebelión de los campesinos de 1912 y visitó localidades de las provincias de Santa Fe y Córdoba. Conociendo el estado de miseria en que se debatía la clase campesina, dijo: “Yo saludo este movimiento iniciado en Santa Fe, como un acontecimiento trascendental en la política argentina. No me cabe duda de que esta agitación, a la que yo he de contribuir en cuanto alcancen mis fuerzas, va a conducir a transformar el aspecto de la política nacional”. EN: Grela, Plácido, op. cit.
[29] Francisco Bulzani llegó a Alcorta a comienzos del siglo XX y levantó su chacra en la colonia “La Sepultura”, latifundio extenso que empezaba en Alcorta y concluía en Bigand, que pertenecía a Piombo y Devoto. Subarrendaba la firma Genoud, Benvenutto y Martelli. En dicho latifundio vivía la mayor parte de los agricultores que participaron en la huelga agraria. Fue maestro rural. Había leído las obras de Carlos Marx. Bulzani y otros marxistas pensaban que era necesario darles créditos a los agricultores, fomentar el cooperativismo y promover la pequeña propiedad de la tierra para evitar que continuara desarrollándose el latifundio y acabar con la explotación de los agricultores. Finalmente, Bulzani murió en Córdoba, pobre y olvidado. EN: Grela, Plácido, op. cit.
[30] Francisco Netri: de origen italiano, se graduó de abogado en la Universidad de Nápoles. Llegó a nuestro país en el año 1897. En la ciudad de Rosario estableció sus oficinas que fueron frecuentadas por arrendatarios de la zona maicera. Asesoró a los agricultores al iniciarse el conflicto a instancias de sus hermanos Pascual y José Netri, curas párrocos de Máximo Paz y Alcorta respectivamente (quienes levantaron la bandera de la redención agraria, enfervorizando a los colonos con sus sermones). Francisco Netri se trasladó a las distintas localidades donde se cuestionaban las condiciones del arrendamiento, interviniendo personalmente en muchas asambleas, tomando la palabra. Para él, los campesinos debían asociarse pacíficamente. Esta intensa actividad que desarrolló a favor de los arrendatarios fue vista con desprecio por los terratenientes. Netri fue presidente de la FAA hasta que en 1916 cayó asesinado en Rosario. El ejecutor del crimen fue un matón a sueldo, debido a una instigación de los grupos oligárquicos. EN: Grela, Plácido, op. cit.
[31] Grela, Plácido, op. cit., p. 310.
[32] La oligarquía se alarmó cuando tuvo noticias de que los arrendatarios se iban a reunir para tratar el tema de la fundación de un organismo gremial agrario. No pudo evitar que casi toda la prensa, aún aquella que obedecía a los designios de esta clase dominante, estuviera abiertamente a favor de la iniciativa de los agricultores. EN: Grela, Plácido, op. cit., p. 419. El Diario “La Capital” (1/8/1912) declaraba: “Desde ayer comenzaron a llegar colonos (A Rosario) de diferentes distritos de la provincia de Santa Fe, para asistir a la gran asamblea que hoy celebrarán con el objeto de dejar constituída la Asociación Agrícola de Colonos (...)La asamblea será presidida por el Dr. Francisco Netri”.
[33] Sin embargo, las cooperativas agrícolas de difundieron con suma lentitud en esta época.
[34] Para hallar más nombres de dirigentes y líderes de los respectivos pueblos en medio de la huelga, recomendamos consultar a: Grela, Plácido, op. cit.
[35] Ángel Eugenio Bujarrabal solventó la huelga económica de 1912. Era dueño de una casa de comercio en Alcorta. Declarado socialista, solía reunirse con los dirigentes Alfredo Palacios, Mario Bravo, Daniel Infante. Era suscriptor del diario socialista “La Vanguardia”. Era lector de Carlos Marx. Opinaba que la huelga era la única forma de liberarse de la explotación terrateniente. El plan huelguístico fue elaborado por él. En el año 1921 se trasladó a Córdoba, donde falleció en 1923. EN: Grela, Plácido, op. cit.
[36] Otras mujeres destacadas (y a modo ilustrativo las detallo) fueron: Rosa de Gilarducci, María de Caporalini, María Rosa de Fontana, Cecilia de Bó, Rosa de Gasparini, Palmira Mena de Debiasse, Jacinta de Mena, Petrona de Barba, entre otras tantas. Para mayor detalle de las mismas, consultar a: Grela, Plácido, op. cit.
[37] Los mencionados nombres actualmente denominan calles del pueblo de Cepeda.
[38] Pedro Camino fue el primer presidente de la Comisión de Fomento (anterior a la comuna) en el año 1907.
[39] La demarcación de esta jurisdicción aparece en el expediente Nº 232 del libro 6º de la Sección Agricultura e Instrucción Pública del Ministerio de Gobierno, Agricultura, Culto e Instrucción Pública de la Provincia de Santa Fe, año 1906. Firmado por el gobernador Mariano Candioti.
[40] Se sabe que los arrendatarios pagaban el 48% (a veces 50%) de alquiler. Los terratenientes, presionados por la huelga agraria, finalmente aceptaron una rebaja hasta del 33%.
[41] Diario “La Capital”, Rosario, 2 de marzo de 1912, p. 7.
[42] Si bien ya hemos aclarado en varias oportunidades que nuestra intención no es transcribir nombres, aquí hemos visto la necesidad de citar decenas de nombres en tanto la presencia de algunos de ellos parece repetirse con quiénes han sido los gestores y participantes de la huelga agraria en Cepeda. Para más datos, consultar Diario La Capital, Rosario, 2 de marzo de 1912.
[43] Diario La Capital, Rosario, 13 de julio de 1912.
[44] Grela, Plácido, op. cit.
[45] Diario La Capital, Rosario, 27 de julio de 1912.
[46] Diario La Capital, Rosario, 4 de agosto e 1912.
[47] Diario La Capital, Rosario, 14 de agosto de 1912.