De la permanencia de los fantasmas de la historia reciente o por qué reseñar críticamente un libro que ya tiene cinco años

 

Luciana Seminara*

 

“No hay un instante que no pueda ser el cráter del Infierno.

No hay un instante que no pueda ser el agua del Paraíso.

No hay un instante que no esté cargado como un arma.”

J. L. Borges, en Los Conjurados, 1985.

 

Ciertamente creemos que el nuevo siglo trae consigo un revivir de las discusiones que hacen a nuestra propia historia reciente. A casi treinta años del último golpe de Estado pareciera que los debates, que por momentos se creían cerrados, cobran mayor impulso y vigencia. Entonces la historia oral, los recuerdos personales y las historias de vida, serán la materia prima de una particular forma de acceso a ese pasado próximo.

En este sentido nos proponemos hacer una breve reseña y crítica del libro “La creencia y la pasión. Privado, público y político en la Izquierda revolucionaria”[1] de María Matilde Ollier.

El libro se divide en cinco capítulos centrales, una conclusión general y un anexo metodológico, es un trabajo de investigación que basa sus hipótesis y afirmaciones en entrevistas realizadas a 23 militantes de distintas organizaciones que protagonizaron el escenario político y social de la Argentina en los años 60 y 70’s.

La socióloga argentina María Matilde Ollier, escribe y publica este libro en el ocaso de los años noventa (1998), luego de haber transitado problemáticas afines ya en los años 80 (Orden, poder y violencia, El fenómeno insurreccional). Este no es un dato menor a la hora de introducirnos en las problemáticas que se plantean a lo largo del escrito, ya que como se verá responden mas a una perspectiva que se gesta al calor del retorno de la democracia alfonsinista que a un dialogo abierto con los trabajos que se han elaborado desde la perspectiva de la Historia Reciente en la última década.

A través de la selección de las entrevistas y la aplicación de la historia comparada en las “historias de vida” Ollier presenta los ejes y las hipótesis que se intentarán comprobar a lo largo de cada capítulo.

En relación a lo metodológico la autora realiza un Anexo donde intenta explicitar los mecanismos utilizados para trabajar con “historias de vida”. En este sentido Ollier refiere a cuatro niveles: 1) representatividad de la muestra; 2) confiabilidad de las entrevistas, 3) comparabilidad de los resultados de las entrevistas, 4) subjetividad y manipulación de los resultados.

En principio tal explicitación trae un problema difícil de resolver: ¿se corresponden los resultados del trabajo con los objetivos fijados desde el marco conceptual y metodológico?

En relación a la representatividad de la muestra, es decir la tensión que se establece entre universo y muestra, Ollier afirma “En las investigaciones basadas en historias de vida es virtualmente imposible trabajar con muestras estrictamente representativas”.[2] Pese a hacer esta aclaración la autora llega a conclusiones y generalidades que intenta corroborar con la muestra por ella seleccionada. Es decir confunde el universo y la muestra, esto se evidencia claramente desde un principio; todos y cada uno de los entrevistados son tomados como referentes de la IR (izquierda revolucionaria), lo cual nos lleva a preguntarnos si esta generalidad (la IR) es suficiente para dar cuenta de las distintas experiencias organizativas vividas por los y las militantes de los 60´ y 70´s. Desde nuestro punto de vista en el Anexo se evidencian algunos de los puntos claves sobre los que nos basaremos a la hora de afirmar que la autora parte de presupuestos a la hora de concebir el sentido y los marcos de la investigación. Es decir la muestra es entendida como la confirmación de lo que debería ser una hipótesis: la IR.

Un problema que desde nuestra perspectiva es importante de tener en cuenta a la hora de trabajar con historia oral es la referencialidad del presente tanto por parte de los entrevistados como del investigador. Es decir, no se trata de encontrar la explicación desde el presente hacia el pasado; sino de hacer inteligible ese pasado más allá de las reflexiones que inevitablemente se harán desde el presente. Contrariamente a esta forma de trabajar con las entrevistas, Ollier señala: “La mayoría de ellos (los entrevistados) enfrentó estas entrevistas con gran apertura personal; para mí, ésa fue una señal visible de cuanto habían cambiado”.[3]

Apuntamos esta nota por la relevancia que tendrá el cambio de opinión de los entrevistados en la comprobación de las hipótesis planteadas por la autora, fundamentalmente en aquellas que hacen referencia al enfrentamiento armado y la ruptura con la “ideología de la IR”.

Desde un principio la autora plantea los ejes por los cuales se supone se desarrollará su investigación. En este sentido afirma que intentará rastrear la formación de la identidad política de los “sobrevivientes de la Izquierda Revolucionaria” en tres dimensiones: la privada, la pública y la política, y cómo estas intervienen en el proceso de “radicalización” tanto ideológica como política de los entrevistados que son protagonistas de la historia argentina de las décadas del 60 y 70.

El primer capítulo se basa principalmente en especificar que es la Izquierda Revolucionaria (IR) y cuáles son los sentidos que adquieren las “categorías” de: identidad política, “radicalización ideológica” y “radicalización política” y cómo estas pueden ser aprehensibles en el interjuego de las esferas de lo privado, lo público y lo político.

En principio debemos hacer una aclaración en cuanto al uso de IR como un conjunto homogéneo de grupos, organizaciones, y partidos que se definen como “quienes creen en la violencia como un medio para la transformación socialista, ya sea mediante la lucha armada o a través de la vía insurreccional”.[4]

Pese a hacer alguna referencia a la existencia de diferencias tácticas o estratégicas entre los diversos grupos, la autora termina por englobar, en función de sus objetivos, a todo el campo de las organizaciones de izquierda en un mismo objeto de estudio: la IR. Si bien creemos que el uso de la violencia es un aspecto compartido en la diversidad de las organizaciones existentes, no es un elemento suficiente como para poder asimilarlas en un mismo corpus teórico y práctico. Es decir el uso de distintas formas de la lucha armada no da cuenta del sentido con que se orienta ese uso ni la variedad de interpretaciones que surgen tanto dentro de una misma organización como entre uno y otro sector de la izquierda.

Al tomar el ejercicio de la violencia como elemento constitutivo de determinada forma de identidad política, la autora termina por reducir o subordinar los aspectos políticos a la militarización, haciendo de un todo preexistente (la IR) el lugar de constitución de las partes (las distintas estrategias y sentidos de la política).

Hecha esta primera crítica es necesario profundizarla en otros sentidos, ya que como se expresara mas arriba la hipótesis mas relevante del trabajo de Ollier se centra en tratar de demostrar que a partir de la articulación de las distintas esferas (vida privada, vida pública y vida política) se pueden explicar los distintos niveles de radicalización experimentados por los “sobrevivientes” y a través de ellos de la IR en su conjunto.

La autora ubica dos estadios de formación de la identidad política revolucionaria. El primero lo denomina “etapa temprana”, que a su vez tiene dos momentos, el primero comprende el conjunto de valores e imágenes aprendidos por los “sobrevivientes” en la vida privada, pública y política y se expresa en una “vocación de intervención en el espacio público”, el segundo momento se presenta cuando los sobrevivientes sufren un proceso de radicalización de ese universo político- ideológico. El segundo estadio o “etapa revolucionaria” es, en términos de la autora, la instancia donde ese conjunto de valores e imágenes aprendidos en la primera etapa se encuentra “desdibujado e inmerso en el universo ideológico político, que es socialista, de izquierda y o marxista (para ponerlo en términos amplios), y la práctica política es la adhesión a alguna estrategia violenta de toma del poder”.[5] En síntesis la primera etapa es la de “radicalización ideológica” que no encuentra una continuidad en la práctica y la segunda es el proceso de “radicalización política” que se traduce en el “ingreso” a la IR, o dicho en otros términos el “sobreviviente” que pasa a “ser miembro de un partido que lucha por la toma del Estado”.[6]

Como vemos la crítica expresada en relación a la vaguedad del término IR continúa teniendo relevancia ya que no sólo es el objeto de abordaje si no que es un punto de llegada de un proceso mas general o social. En este sentido utiliza una entrevista más (la número 24) que de hecho no corrobora la hipótesis planteada, es decir un “sobreviviente” que experimenta el proceso de “radicalización ideológica” pero nunca ingresa al segundo estadio.

Es decir la IR aparece como una instancia, a nuestro entender preconcebida, que trastoca el proceso de radicalización ideológica, que pudo haber sido vivido por muchos sectores de la sociedad argentina, y marca el inicio de otro proceso “radicalización política” (ser parte de una organización político- militar), que es al mismo tiempo lo constitutivo de la IR.

En un intento por rastrear las vivencias de los “sobrevivientes” la autora comienza por una descripción de la vida familiar y pública (lo que vendría a constituir ese background sobre el que se arraiga la primera etapa de radicalización ideológica).

Ollier sostiene que “el tipo de imagen política y los valores que se aprenden en los ámbitos privados y públicos, durante la infancia y la adolescencia, se vinculan- más allá de los propios procesos personales de percepción y selección-, por un lado, a la cultura política del país en el cual han crecido y por el otro, al grado de penetración de la política en sus vidas privadas y públicas.”[7]

En líneas generales los entrevistados se desarrollan en un ambiente atravesado por la convivencia de elementos de la sociedad tradicional/ sociedad moderna que es lo que caracteriza a la “cultura política argentina” de los 50 y 60´s. Así el ambiente familiar aparece para la autora signado por dos elementos que dan características originales al proceso de modernización: la inmigración y las separaciones conyugales, esta impronta se refleja en la discontinuidad, la diversidad cultural, el desarraigo y desarticulación familiar. Estos núcleos familiares que muchas veces no son la “clásica” familia padres/ hijos da lugar a la aparición de la “familia ampliada” (tíos, primos, abuelos, etc.) que será muchas veces importante para la formación de la identidad política.

Si bien existen variaciones “lo mas común es encontrar una escasa tradición familiar tanto geográfica como histórica y la fuerte irregularidad de las situaciones familiares.”[8] Existe para la autora un fuerte eclecticismo ideológico en las familias de los “sobrevivientes” que encuentra su contracara en la alta politización que las atraviesa.

Ahora bien, la utilización de categorías como tradicional/ moderno para tratar de explicar el “clima político” de los primeros años de la segunda mitad del siglo nos lleva inevitablemente a pensar que la sociedad se halla inmersa en la dicotomía autoritarismo/ democracia, elemento que a nuestro entender no da cuenta de las transformaciones en las que la sociedad argentina se estaba insertando. En todo caso nos parece que es una perspectiva totalizante que en realidad esconde las dinámicas que adquiere la lucha de clases en toda Latinoamérica en general y en la Argentina en particular. En el mejor de los casos refiere a la “salida” democrática que se gestará en el 83 pero no explica las realidades vivenciadas por los protagonistas que distan mucho de poder ser aprehendidas en esa falsa dicotomía.

Por otro lado si recordamos que la autora intenta eslabonar los procesos de “aprendizaje político revolucionario” por los que los “sobrevivientes” han atravesado para explicar la impronta de la IR articulándolos con la “cultura política del país”, no es un detalle menor entender la dinámica político- social en términos de esas dicotomías.

El libro se encuentra, de hecho, plagado de antagonismos como autoritarismo/ democracia, amigo/ enemigo, liberación/ dependencia, peronismo/ antiperonismo, que si bien forman parte de la cosmovisión que desde el presente puede tenerse de este pasado próximo, no son herramientas que nos permitan dar cuenta del proceso de confrontación y lucha armada vivido en la Argentina en los 60´ y 70´.

Tratar de comprender el surgimiento de la lucha armada en la Argentina desde la matriz autoritarismo/ democracia nos lleva inevitablemente a tergiversar los procesos históricos y la significación que éstos tuvieron para los protagonistas.

Es más pareciera que para la autora el problema radica en el “espiral de violencia” que ni la IR ni el Estado (democrático o autoritario) tuvieron el interés de erradicar de la sociedad argentina,[9] como si el uso de la violencia fuera un elemento ajeno o nuevo a la confrontación de intereses y por otro lado como si la política no fuera entre otras cosas confrontación de intereses.

Para terminar es interesante remarcar que el libro presenta muchas referencias a los “indicios” que se presentaron para la IR para abandonar la lucha armada y volverse a una disputa institucionalizada o democrática. Es decir revertir la supuesta subordinación de la política a la violencia. Estos indicios serían la supremacía de poderío militar por parte de la FFAA (derrota militar) y las críticas no escuchadas de los militantes de la IR que recuperan de su background los valores de democracia y libertad (derrota ideológica).

En este sentido creemos que la perspectiva de Ollier, que de hecho sostiene todo el trabajo, supone que los indicadores para una reapertura democrática se evidencian ya antes del golpe de Estado de marzo del 76’. Esta perspectiva tiene como corolario abonar a la “teoría de los dos demonios” que el Nunca más vino a imponer sobre la sociedad argentina.

Es en esta clave donde el trabajo de Ollier debe ser repensado, a la luz de los aportes y revisión del clima de ideas que impregnó de hecho las primeras investigaciones elaboradas al calor de la reapertura democrática.

 

Notas

 



* Auxiliar alumna de la cátedra de Historia Argentina II, Facultad de Humanidades y Artes, UNR.

[1] Ollier, María Matilde; La creencia y la pasión. Privado, público y político en la izquierda revolucionaria, Ariel, Bs. As., 1998.

[2] Ibíd. p. 262

[3] Ibíd. p. 265

[4] Ibíd. p. 17

[5] Ibid p. 21

[6] Ibíd. p. 21

[7] Ibíd. p. 85

[8] Ibíd. p. 53

[9] Por lo menos hasta 1983.