Tucumán en el Mayo Argentino del ‘69[1]

 

Silvia G. Nassif(*)

(UNT – CONICET; nassifsilvia@gmail.com)

 

En 1968 el “Mayo Francés” se convirtió en un hito, no sólo para los franceses sino también para el resto del mundo, que divisaba en esa rebelión obrera y estudiantil un punto de referencia en un contexto internacional caracterizado por profundas transformaciones sociales, políticas e ideológicas. Aquella generación experimentaba aires de cambio y revolución: la revolución cubana, el heroísmo del pueblo vietnamita contra el invasor estadounidense que culminaría en su derrota, la revolución cultural china, entre otros sucesos importantes.

Un año después, grandes conmociones obreras y populares pusieron en jaque a la dictadura encabezada por el general Juan Carlos Onganía. El momento de mayor intensidad transcurrió en mayo del ’69 con los levantamientos populares en Corrientes, Rosario y Córdoba. Como en Francia, en la Argentina ya nada sería igual después de mayo de 1969.

Así, en la Argentina a partir del año 1969 comenzó una nueva etapa caracterizada por la erupción de verdaderos estallidos populares en distintas regiones del país. Las contradicciones inherentes al régimen se tensaron considerablemente: por un lado en la relación antagónica entre la lucha del campo popular y la política reaccionaria de la dictadura en lo económico, lo político y lo social; y por el otro, en los conflictos en el seno de las clases dominantes. El desarrollo de estas contradicciones generó una notable inestabilidad política que se reflejará a nivel nacional en el cambio de ministros y en el recambio de varios de los interventores provinciales.[2]

Estas manifestaciones fueron estudiadas minuciosamente en el caso de la provincia de Córdoba, tanto desde el campo académico, como así también desde las distintas organizaciones políticas de nuestro país. Aunque diversos autores destacan la magnitud de las protestas en Tucumán, éstas requieren ser más ampliamente investigadas en sus particularidades y efectos específicos en la historia regional.[3]

En Tucumán, luego de la primera etapa de protestas en los pueblos azucareros que resistieron contra la racionalización azucarera a partir del decreto Salimei, desde abril del ’69 se inició un nuevo ciclo de protestas con tres momentos culminantes: el primero entre abril y mayo de 1969; el segundo, durante el Tucumanazo de noviembre de 1970; y el último con el Segundo Tucumanazo o el “Quintazo” de junio de 1972.

El primer trabajo sobre esta temática corresponde al sociólogo Emilio Crenzel, quien remarca la existencia de un ciclo de lucha de calles, entre 1969 y 1972 que discurrió en la provincia “…a partir y paralelamente al ‘Cordobazo’...”.[4] Desde una perspectiva crítica a la política del gobierno nacional respecto a la política azucarera se encuentra el trabajo de Roberto Pucci, quien reconstruye algunas de las más importantes manifestaciones sociales ocurridas en Tucumán producto del cierre de los ingenios azucareros y del estado de caos generalizado en la provincia, indagando acerca de las causas históricas de dicha política, entre otras cuestiones.[5]

Junto a los autores mencionados que enfocan particularmente y subrayan el carácter agudo de los conflictos sociales en la provincia de esos años, otras posiciones tienden a minimizar la importancia de las protestas. Lo dicho anteriormente se manifiesta particularmente en el trabajo de Mark Alan Healey, quien señala que hacia mayo de 1969 la protesta popular había arribado de manera desarticulada y debilitada.[6]

En estas páginas procuramos reconstruir detalladamente uno de los tres momentos culminantes de la lucha popular ocurrida en abril-mayo de 1969. Afirmamos que los hechos ocurridos en Tucumán se encontraban en sintonía con el ciclo de protestas callejeras que transcurría en gran parte de la Argentina en mayo del ’69, pero con una distintiva singularidad, debido a que tres años antes, en agosto de 1966, la autodenominada “Revolución Argentina” había envestido contra la columna vertebral del aparato productivo de la provincia: la agro-industria azucarera, cerrando 11 de los 27 ingenios azucareros existentes. Así, la mayoría de los tucumanos se encontrarían en una profunda crisis estructural social, económica y política.

Respecto al debate sobre las protestas en la provincia, sugerimos como hipótesis: 1) Con la pueblada de abril de 1969 en la localidad de Villa Quinteros se desarrolló en Tucumán una nueva modalidad de la protesta, que tuvo su punto sobresaliente entre el 26 y el 30 de mayo. 2) En estos acontecimientos el movimiento obrero tuvo un rol destacado junto a los estudiantes y al campo popular, con la realización de actos relámpagos y barricadas, y a través de fuertes enfrentamientos con las fuerzas represivas de la dictadura. 3) Las protestas de abril-mayo del ’69 en Tucumán manifestaron de forma embrionaria algunos rasgos y características presentes en los levantamientos populares urbanos del período, que luego se desarrollarían durante los Tucumanazos de noviembre de 1970 y junio de 1972.

Lo señalado anteriormente tiene que ser entendido en un contexto en el que el movimiento obrero, después de tres años de resistencia, se encontraba con sus fuerzas numéricamente reducidas debido al éxodo forzoso ante la necesidad de buscar trabajo. De igual modo, afirmamos que esta circunstancia no impidió que dicho movimiento tuviera un rol protagónico durante las manifestaciones de 1969, como se evidenciará a lo largo del presente artículo. Para su elaboración se emplearon fuentes periodísticas nacionales y locales, además de la bibliografía consagrada al período.[7]

 

Contextualización histórica

 

El 28 de junio de 1966, Arturo Humberto Illia fue destituido de la presidencia de la Nación por quien había sido su comandante en Jefe del Ejército, el general Juan Carlos Onganía. Así comenzó una nueva dictadura en la Argentina, la cual se llamó a sí misma “Revolución Argentina”. En un primer momento prevaleció una situación de pasividad social, confusión e incluso ciertas expectativas en el régimen, a lo que contribuyó el planteo de Perón de “desensillar hasta que aclare”. A contracorriente de estas tendencias, desde el mismo día del golpe de Estado comenzaron a desarrollarse luchas de oposición e incipientes confluencias de sectores populares. Esas luchas y confluencias abonaron una acumulación de experiencia y organización que a través de los levantamientos populares posteriores perfilaban caminos y salidas políticas frente a la dictadura.

El 29 de julio de 1966, el régimen dictó el decreto-ley 16.912 con el cual suprimió la autonomía de las universidades nacionales. Esa misma noche la Policía Federal desalojó las facultades de la Universidad de Buenos Aires, episodio conocido como “la noche de los bastones largos”. Luego la dictadura prohibió las asociaciones estudiantiles. Estas medidas ocasionaron un gran descontento, particularmente en el movimiento estudiantil.

En Tucumán el gobernador Lázaro Barbieri (UCRI) era obligado a renunciar y asumió como interventor el general retirado Fernando Eugenio Aliaga García. Éste será uno de los tantos interventores que tendrá la provincia durante este período. Más tarde, el 21 de agosto de 1966, José Néstor Salimei -ministro de Economía de Onganía-, mediante decreto-ley 16.926, anunció el cierre y desmantelamiento de 7 ingenios tucumanos y la reducción de producción de azúcar. Dichas fábricas fueron intervenidas con el apoyo de la Gendarmería y de la Policía Federal.[8]

Finalmente, el cierre de 11 de los 27 ingenios azucareros existentes hasta 1966 ocasionó una verdadera catástrofe económica y social en Tucumán. En esta provincia el azúcar constituía la principal actividad económica, y era una de las agro-industrias más destacadas del país, tanto por el volumen de su producción como por la cantidad de mano de obra empleada.

La política de cierre de ingenios, desde agosto del mismo año, generó la resistencia por parte del pueblo, que se exteriorizó en sus primeras protestas con ollas populares y manifestaciones. Por eso, las fábricas debieron ser intervenidas con apoyo de las fuerzas represivas.

 

Los cierres de ingenios azucareros y la organización obrera

 

La organización sindical más importante era la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar (FOTIA), que nucleaba a obreros de fábrica y del surco. Desde el golpe de 1966, la Federación se encontraba intervenida por los funcionarios dictatoriales y por eso las luchas contra la “racionalización” azucarera del Onganiato recayeron principalmente en los sindicatos locales de cada ingenio, que fueron confluyendo a escala nacional con las corrientes sindicales opositoras, que se nuclearon en 1968 en la CGT de los Argentinos (CGTA). En mayo de 1969, se eligió una nueva Comisión Directiva. La misma señalaba las distintas dificultades que atravesaba la organización gremial: “…de los 38.000 afiliados que había en 1963, ahora sólo existen unos 5.000, [también] la falta de personería gremial y el congelamiento de los fondos sindicales y hasta el retiro del teléfono por falta de pago.”[9]

Hacia fines de febrero de 1969, los trabajadores de ingenios que habían sido cerrados constituyeron una Coordinadora Inter-Sindical de ingenios cerrados.[10]

Desde el cierre de los ingenios a partir de 1966, en el movimiento obrero se fue desarrollando una diferenciación entre los obreros que todavía poseían sus fuentes de trabajo y los que habían quedado desocupados. Los obreros ocupados vivían en una constante presión ya que, por miedo a perder su empleo, se veían compelidos a circunscribirse a sus labores y a alejarse en algunas oportunidades de las luchas, protagonizadas fundamentalmente por sus compañeros desocupados. Esta realidad objetiva se expresaría también en el movimiento sindical.

Por otra parte, producto de la incertidumbre reinante sobre el futuro de los ingenios que continuaban operando, los obreros ocupados eran a la vez conscientes de que en cualquier momento podían correr la misma suerte. Cuando prevalecía esta preocupación, los obreros ocupados se incorporaban a la lucha, empalmando con los ex obreros y demás sectores del campo popular afectados por los cierres. Esta potencial confluencia era una de las más temidas por los funcionarios del régimen que, llegado el caso, recurrían a la represión para contrarrestarla.

A principios de 1969, se habían hecho públicos algunos datos estadísticos del censo poblacional correspondiente al año anterior. Estos confirmaban la dramática percepción de los tucumanos sobre el proceso vivido desde los inicios de la “Revolución Argentina”: más de 140.000 personas habían abandonado la provincia a causa de la ausencia de fuentes de trabajo. Tucumán tenía el cruel mérito de contar con el índice de desocupación más elevado del país. Esta realidad se expresaba cotidianamente en el elevado aumento de la conflictividad social.[11]

 

La confluencia social anti-dictatorial. El caso de Bella Vista

 

Desde marzo de 1968, fue designado como interventor de la provincia Roberto Avellaneda, quien había sido miembro de los Cursillos de la Cristiandad junto a Juan Carlos Onganía. En Tucumán este proyecto incluía una política de “racionalización” económica, por la que se cerraban ingenios azucareros sin generar nuevas industrias que pudieran absorber la gran cantidad de obreros que pasaron a ocupar el lugar de “ex obreros”. El ingenio Bella Vista constituyó un caso testigo por la política de avasallamiento del régimen sobre los trabajadores y también por la defensa acérrima de las fuentes de trabajo por parte de los obreros y el pueblo.[12]

Esta resistencia impidió que la fábrica fuera clausurada por la dictadura. En efecto, la planta fabril continuaba en actividad pero con una producción muy por debajo de su capacidad y por eso una constante amenaza se cernía sobre su futuro. Por este motivo, a principios del año 1969 la movilización obrera y popular de la localidad proseguía.

Desde el decreto de Salimei, tanto en Bella Vista como en otros lugares se desarrollaron en los pueblos de ingenio agrupamientos originales denominados “Comisiones Pro-Defensa”. Las mismas reunían a obreros fabriles y del surco, campesinos cañeros, pequeños y medianos comerciantes, docentes, profesionales, estudiantes y empleados públicos. Es decir, a una diversidad de sectores sociales vinculados de una u otra forma al azúcar. Juntos conformaban en los hechos una organización policlasista, de articulación de distintas clases, capas y sectores populares oprimidos. Las Comisiones adquirieron un rol de centro coordinador de las protestas.

A principios de 1969, el 16 de enero, la Comisión Pro-Defensa de Bella Vista convocó a un acto en rechazo a la política azucarera del gobierno. En él participaron obreros, agricultores cañeros y distintas organizaciones de la provincia: la Agremiación Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP), la Federación Económica de Tucumán (FET) y la FOTIA.

Mientras tanto, en los claustros de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) se vivía un clima de desasosiego en pleno receso por vacaciones. Sobre el terreno institucional, ya marcado por la intervención dictatorial y el autoritarismo represivo en las casas de altos estudios, el rector interventor Ing. Rafael Paz ensayó ese verano la implementación de aranceles y cursillos de ingreso eliminatorios, acordes a la tónica de la política de “racionalización” sobre la educación superior impuesta por la “Revolución Argentina”. Las voces estudiantiles se manifestaron de inmediato en contra de estas medidas, denunciadas por “limitacionistas”.

En este contexto, la generalización del descontento con raíces sociales, económicas y políticas hizo confluir las luchas del movimiento obrero y las del movimiento estudiantil.

Por otro lado, un sector de curas, que adscribía a la corriente que se iba articulando en el “Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo”, comenzó a participar activamente de las manifestaciones sociales en Tucumán. Su accionar se expresaba en un creciente compromiso con las luchas populares y de cuestionamiento al orden constituido.

 

El ascenso de la lucha, de los pueblos a la Capital

 

Desde comienzos del año 1969 se realizaron importantes manifestaciones en la provincia. La Comisión Inter-Sindical de ingenios cerrados invitó a todos los trabajadores afectados por la política oficial a participar de un día de protesta el 13 de marzo de 1969. La Comisión Pro-Defensa de Bella Vista adhirió y planificó además para ese mismo día una marcha hacia la Capital de la provincia, a fin de entregar un petitorio al interventor Roberto Avellaneda. Los sindicatos de la FOTIA también se sumaron a esta protesta.

La perspectiva de realización de una marcha hacia la Capital tenía una gran trascendencia para los ex trabajadores de los ingenios cerrados. Allí residía material y simbólicamente el poder político de la provincia. En este sentido, San Miguel de Tucumán permitiría a aquellos nuevos desocupados –tiempo atrás obreros industriales– hacer visibles las miserias que vivían todos los días, penares que en el interior quedaban relegados.

Por eso las fuerzas del régimen entendieron rápidamente que debían tomar medidas para impedir lo resuelto por el pueblo de Bella Vista. Así, cinco días antes de la fecha establecida para la manifestación, procedieron a detener a los principales dirigentes de la Comisión Pro-Defensa de Bella Vista. No obstante, la población no se dejó amedrentar. El pueblo en su conjunto llenó la plazoleta principal, mientras otro grupo ocupó las vías del tren.

El Poder Ejecutivo Provincial consiguió finalmente la suspensión de la marcha, aunque de todos modos la Coordinadora Inter-Sindical de ingenios cerrados realizó el 13 de marzo una concentración en Bella Vista.[13]

El 17 de marzo de 1969, la Comisión Pro-Defensa de la localidad de Villa Quinteros se incorporó a la escalada de luchas con un acto en protesta por la falta de trabajo estable y para exigir al gobierno una solución definitiva a los problemas surgidos a partir del cierre, ocurrido tiempo atrás, del ingenio San Ramón, principal fuente de trabajo de dicha localidad. En esa manifestación participaron cerca de mil personas y finalizó cuando la policía disparó granadas contra la manifestación obrera. No obstante, los manifestantes ofrecieron resistencia y un grupo de trabajadores también en este caso ocupó las vías del tren.

Una semana después, los pobladores de Bella Vista insistieron con su propósito de realizar la marcha hacia San Miguel de Tucumán. El 26 de marzo salieron nuevamente a la calle y se lanzaron hacia la ruta dispuestos a marchar hacia la Capital. Partieron aproximadamente mil personas, reuniendo a obreros, comerciantes, mujeres, sacerdotes y pobladores en general. La composición de la caravana volvió a evidenciar la amplitud de la confluencia social, en una cabal muestra de la importancia de la industria azucarera para la supervivencia de ese pueblo y de las gravísimas consecuencias que para las grandes mayorías populares tenía la política de “racionalización” económica de la dictadura.

La movilización en curso generó tal presión política que, mientras la caravana se aproximaba a la Capital, el ministro de Economía tuvo que recibir en la Casa de Gobierno a la Comisión Pro-Defensa de Bella Vista.[14] Así, la provincia de Tucumán se encontraba asediada por manifestaciones, tanto en el interior de la provincia como en la ciudad Capital.

 

Abril de 1969: La pueblada de Villa Quinteros

 

A 67 kilómetros de la Capital de la provincia de Tucumán se encuentra ubicada la localidad de Villa Quinteros, uno de los tantos pueblos que se desarrolló al compás de la industria azucarera. El cierre del ingenio San Ramón, el 31 de agosto de 1967, llevó a 1.500 familias de obreros y empleados a la pobreza y al desempleo, amenazando la vida misma de la localidad. En 1969 aún continuaban sin fuentes estables de trabajo. Por esta razón, los pobladores venían efectuando constantes protestas, en varias oportunidades dispersadas por la policía.

Sin embargo, cuando el gobierno se propuso desmantelar lo que aún quedaba de la fábrica, el escenario cambió exponencialmente. Esta disposición emitida desde el Poder Central no resultaba azarosa. Por el contrario, era producto de una sistemática política tendiente a la destrucción de una parte considerable del aparato productivo de la provincia y a favor de la concentración monopólica de la industria azucarera.

La dictadura cerraba los ingenios a través de un planificado operativo a cargo de la Gendarmería y la Policía Federal, quienes no dudaban en reprimir cualquier atisbo de resistencia al cierre por parte de los trabajadores. Al concluir esta primera etapa, es decir luego de clausurar la fábrica, el régimen procedía al desmantelamiento de todos los medios de producción. En otras palabras, la dictadura necesitaba asegurarse e imponer la certeza de que nunca más se iba a producir en ese lugar, clausurando toda esperanza de recuperación de fuentes de trabajo y de vida.

Al advertir estas circunstancias, los pobladores de Villa Quinteros se propusieron evitar el desmantelamiento del ingenio San Ramón. Los lugareños decidieron aprovechar que Roberto Avellaneda tenía programada una gira por Concepción –distante aproximadamente a 13 kilómetros de Villa Quinteros–, para hacerle llegar personalmente los reclamos.[15]

Fue así que la mañana del 9 de abril de 1969, los ex obreros del ingenio San Ramón esperaron a la vera de la ruta 38 al interventor Roberto Avellaneda. Los manifestantes sumaban un total de 500 personas, familias enteras incluyendo mujeres y niños. Todo trascurría con total tranquilidad hasta que fueron abruptamente reprimidos por la Policía Provincial y la Federal. La jornada finalizó con un saldo de 21 pobladores heridos y 11 policías con lesiones varias. En esa oportunidad, para reprimir las fuerzas policiales utilizaron pistolas lanza gases, armas de fuego y garrotes. La población, en cambio, utilizó piedras arrojadas por medio de gomeras.

Finalmente, las fuerzas represivas rodearon a los manifestantes mediante un movimiento táctico de pinzas. Los combates siguieron dentro de la localidad y después de horas de enfrentamientos los policías ocuparon el pueblo de Villa Quinteros, destrozando todo lo que encontraban.[16]

Ahora bien, la magnitud de los hechos descriptos conduce a diversos interrogantes ¿Cuáles fueron las razones que ocasionaron tal grado de represión, y por qué participó la Policía Federal? Diferentes respuestas se proporcionaron en el momento mismo de los hechos.

La jefatura del Departamento Central de Policía, emitió un comunicado en el que justificaba su accionar represivo ya que “…los pobladores de esa villa habían intentado el secuestro del gobernador...”.[17] La policía afirmaba que la supuesta audiencia era un pretexto, puesto que los pobladores no habían utilizado los medios correctos para solicitarla: “…el propósito era, pues, sin ninguna duda, subversivo e implicaba desconocer la autoridad del gobierno provincial, sometiéndolo a un trato desconsiderado, mediante procedimientos delictuosos.”[18]

Un diario local destacó que los habitantes “…estaban armados de piedras y de hondas…”. Se apoyaba así en definitiva la versión dada por la policía pues, según sus dichos, desde el inicio los lugareños de Villa Quinteros mostraron una actitud no dialoguista al llevar “su armamento”.

Por su parte los pobladores también dieron su versión, que quedó documentada en una denuncia efectuada por los dirigentes ante el presidente del Colegio de Abogados, Ramón Area. En ella señalaban que el pueblo de Villa Quinteros “…con sus mujeres y sus niños al frente, en actitud (…) ordenada y pacífica, con el propósito de peticionar al señor gobernador de la provincia (…) fue en forma sorpresiva e insólita atacado bárbaramente por fuerzas policiales...”.[19]

Con respecto a la intensidad del accionar represivo, se debe considerar el objetivo dictatorial de cerrar el capítulo de desmantelamiento de las fábricas azucareras sin dejar abierta ninguna compuerta que implicara revertir esa decisión política. Así lo ponía de manifiesto la intervención de la Policía Federal. Por otra parte, es preciso tomar en cuenta que a principios de abril, se habían registrado sucesos fuera de lo común en el seno de la Policía Provincial. El comisario inspector Hugo Guillermo Tagmanini resultó sancionado con 20 días de arresto domiciliario, pero los motivos por los que quedó detenido no fueron aclarados. El semanario de la CGT de los Argentinos refirió dos versiones recogidas en la Jefatura de Policía sobre las razones del castigo. Una aludía a una desobediencia de Tagmanini en cumplir órdenes de sus superiores. La otra versión insistía en que habían sido sus reclamos por aumento de salario para el estamento inferior de la fuerza los que le valieron la sanción.[20]

De ese modo, la crisis que atravesaba la provincia alcanzaba a afectar a las propias instituciones encargadas de mantener el control de la sociedad.

La represión al pueblo de Villa Quinteros levantó una tempestad de protestas por toda la provincia. Al contario de los propósitos de los represores, generó un salto cualitativo en el proceso de ascenso de las movilizaciones populares en Tucumán. Al día siguiente de la represión y la pueblada, la Comisión Pro-Defensa de la localidad realizó un paro de actividades. Paralelamente, se extendió el repudio al accionar policial en vastos sectores populares. La solidaridad se expresó de distintas maneras, desde huelgas de hambre hasta la formulación de planes de lucha del movimiento obrero. La FUN, a través de un comunicado, se solidarizó con la localidad reprimida y con el movimiento obrero.[21]

En ese turbulento escenario, la Comisión Inter-Sindical de ingenios cerrados planificó para el día 18 de abril una marcha hacia la Capital de la provincia con el propósito de exigir soluciones definitivas para los trabajadores desocupados. El interventor de la provincia sintió la potencial amenaza de esa marcha y sus perspectivas. Como hemos señalado, las distintas iniciativas de marchas a la Capital de la provincia podían visibilizar los reclamos en el corazón de la provincia, lugar de residencia del poder económico, político y simbólico. Pero aún más, podían hacer confluir las diversas protestas del interior con las que se desarrollaban en la Capital.

Tomando la iniciativa Roberto Avellaneda organizó una seguidilla de reuniones con las poblaciones afectadas por el cierre de los ingenios. Así, el interventor pudo contener nuevamente la situación, pues el día 17 de abril la Comisión suspendió la manifestación.

A principios de mayo de 1969 el gobernador Avellaneda viajó a Buenos Aires para entrevistarse con el dictador Onganía. Al finalizar el encuentro un periodista le preguntó su opinión sobre la existencia de una crisis económica, social y espiritual en Tucumán. El interventor le respondió negativamente, afirmando que “…las manifestaciones las hace la gente por motivos que ellos juzgan necesarios, pero no son manifestaciones contra el gobierno.”[22] El semanario de la CGT de los Argentinos transcribió, no sin cierta ironía, declaraciones del mandatario: “…‘En Tucumán no hay problemas’ (…) ‘Hay sectores interesados en que Tucumán aparezca como el polvorín de la República’ afirmó el gobernante de 50.000 desocupados...”.[23]

No obstante las reflexiones del interventor, los hechos que estaban sucediendo en la provincia desmentían sus palabras: simultáneamente en Tucumán se multiplicaban los actos relámpagos y la zona de Villa Quinteros continuaba ocupada por las fuerzas represivas de la dictadura.[24] Sin lugar a dudas la alevosa intervención de la Policía de la Provincia y de la Federal en la represión del pueblo de Villa Quinteros fue un ejemplo de cuáles eran las “soluciones” que se brindaban desde el gobierno nacional y provincial al reclamo popular de medidas ante la falta de trabajo, producto del cierre de los ingenios por la “Revolución Argentina”.

Por otra parte, aquellas declaraciones de Avellaneda reflejaban la percepción, por parte de los funcionarios del régimen, acerca de la situación social y política que se incubaba bajos los pies de la dictadura. El temor al “polvorín” tucumano anticipaba el fenómeno que a escala nacional emergería con el Cordobazo frente al cual Onganía utilizó la misma metáfora.[25]

A modo de síntesis, se puede señalar que, ante la represión de las fuerzas de la dictadura, los pobladores de Villa Quinteros, bajo la dirección de los obreros, se defendieron y opusieron resistencia por alrededor de 7 horas constituyendo estos hechos el punto culminante, en abril de 1969, de la oleada de manifestaciones populares por fuentes de trabajo que se venía desarrollando. Se trató de un levantamiento urbano, una “pueblada”, como expresión de la máxima agudización de las contradicciones sociales por efecto de la política gubernamental de cierre del principal medio de subsistencia del pueblo.[26]

Estos levantamientos no emergen de una forma absolutamente espontánea. En los casos de Villa Quinteros y Bella Vista habían ocurrido intensas movilizaciones previas, con un creciente grado de toma de conciencia y de organización a través de las Comisiones Pro-Defensa que permitían el agrupamiento de vastos sectores de la población. La pueblada de Villa Quinteros estalló a partir de necesidades económicas. Los habitantes de esta localidad no se propusieron derrocar al gobierno pero en el desarrollo de la pueblada se bocetaron algunos elementos característicos de los grandes levantamientos llamados “azos”.

A la vez, desde la perspectiva de los sectores populares, la pueblada de Villa Quinteros mostró un avance en el proceso de unidad de las luchas diseminadas por toda la provincia. En ello tuvo fundamental importancia la organización de los ex obreros de ingenios a través de la Comisión Inter-Sindical de ingenios cerrados y su accionar junto a las Comisiones Pro-Defensa que agrupaban a distintos sectores afectados por la política de “racionalización” económica y la represión ejercida por la dictadura. Asimismo, en perspectiva histórica, la pueblada de Villa Quinteros constituyó la antesala en el desarrollo de masivas protestas populares, que fueron adquiriendo ribetes cada vez más explosivos hasta iniciar una etapa superior con los levantamientos de mayo del ’69. En la provincia el escenario principal se trasladaría a San Miguel de Tucumán. Esas manifestaciones formarían parte del proceso que, con los grandes levantamientos populares de Corrientes, Rosario y Córdoba, adquiriría relevancia nacional.

 

Mayo de 1969:

El polvorín estalla, de Córdoba a toda la Argentina

 

En el marco de la explosiva situación social en gran parte del territorio argentino, específicamente en Tucumán el gobierno provincial constituyó a principios de mayo una “Comisión de Emergencia” que contaría con un presupuesto de 40 millones de pesos.[27] Ya habían transcurridos tres años desde el cierre de los ingenios ¿Qué fue lo que cambió para que el Poder Ejecutivo de la Provincia decidiera crear la Comisión? La respuesta a este interrogante se haya intrínsecamente relacionada al desarrollo de la conflictividad social, tanto en la provincia de Tucumán, como en gran parte de la Argentina.

Así, el 13 de mayo en ex ingenio Amalia –intervenido por el decreto de 1966– se vivieron momentos de elevada tensión cuando los obreros decidieron ocupar la fábrica para evitar su desmantelamiento. Todavía estaba fresca en la memoria del interventor Avellaneda la repercusión a nivel nacional que había tenido la represión en Villa Quinteros, difundida a través de los principales medios de comunicación del país. Ahora la nueva situación creada en el ex ingenio Amalia motivó al gobernador a recibir a los representantes del sindicato y de la empresa para negociar.[28]

Por su parte, para el movimiento estudiantil tucumano, mayo sería también un mes de intensas agitaciones. Como es sabido, los acontecimientos sucedidos en Corrientes fueron el detonante del “mayo argentino del ‘69”. Allí, la política “racionalizadora” de la dictadura intentó privatizar los comedores universitarios. Ante estos propósitos los estudiantes con el apoyo de la CGT correntina organizaron manifestaciones. El 15 de mayo de 1969 se produjo un salto cualitativo en la magnitud de la protesta cuando las fuerzas represivas asesinaron a Juan José Cabral, estudiante de 4º año de la carrera de Medicina. Los acontecimientos de Corrientes repercutieron a lo largo y a lo ancho de la Argentina. En Tucumán, dos días después de la lucha del ex ingenio Amalia, los actos de repudio por el asesinato de Cabral no se hicieron esperar.

A posteriori, el asesinato por la policía en Rosario del estudiante Adolfo Ramón Bello, partícipe de una manifestación estudiantil, inauguraba un primer estallido de protesta popular en la ciudad de Rosario, entre el 17 y el 23, que agregaba nuevo combustible a los fuegos estudiantiles tucumanos.[29] La misma tarde del 17 de mayo, al tomar conocimiento del asesinato del joven, los estudiantes llevaron a cabo una asamblea en la sede central de la Universidad de Tucumán. Esa asamblea tuvo especial relevancia, ya que en ella los estudiantes decidieron crear una Comisión Coordinadora Universitaria que sirviese como organizadora del conjunto de los estudiantes.[30]

A nivel nacional, la Federación Universitaria Argentina dio a conocer un “plan de lucha” en protesta por los sucesos de Corrientes y Rosario. El objetivo era preparar al conjunto de los estudiantes para confluir el 21 de mayo en una huelga nacional universitaria. Los estudiantes tucumanos la acataron ampliamente. Incluso participaron de ella secundarios que ocuparon las calles del centro de la ciudad.[31] Los actos relámpago se multiplicaron por distintos puntos del centro de la ciudad, desorientando a la policía. Los jóvenes convocaban a los sectores populares a “…‘pronunciarse activamente junto a los estudiantes’, como lo hicieron los trabajadores de Villa Quinteros que concurrieron a actos estudiantiles a manifestar la adhesión obrera.”[32]

El examen de esta huelga nacional universitaria, en los prolegómenos del Cordobazo, permite apreciar cambios notables en la lucha del movimiento estudiantil tucumano, atendiendo a su composición, a la intensidad de la represión desatada y en las solidaridades y apoyos que cosechó el movimiento. En primer lugar, un nuevo afluente se hizo presente, los estudiantes secundarios. En segundo lugar, se produjo un endurecimiento de la represión con la intervención de la Gendarmería Nacional, que dejó un saldo de 20 jóvenes heridos. Finalmente, se profundizó en la práctica la unidad obrero-estudiantil: en los años anteriores habían sido en general los estudiantes los que participaban apoyando las protestas obreras; en este nuevo período de auge de la lucha popular la solidaridad también partía del movimiento obrero, como lo demostraron los trabajadores de Villa Quinteros en los actos estudiantiles. Frente a los asesinatos de Cabral y Bello, las organizaciones obreras se solidarizaron con los estudiantes.[33]

Esta confluencia obrera-estudiantil y popular cuyo desencadenante fue la protesta estudiantil, revelaba una particular profundidad en las características de las luchas anti-dictatoriales, en las que se perfilaba un protagonismo obrero no sólo en la lucha de calles sino también en la articulación de la unidad anti-dictatorial.

En el día de la huelga nacional universitaria proseguían los enfrentamientos en la ciudad de Rosario, que fue declarada “zona de emergencia” bajo mando militar.[34] Las movilizaciones de carácter masivo y popular que se fueron desarrollando en Corrientes, Rosario y Córdoba tenían entonces un correlato y manifestación particular en Tucumán. Desde 1966 a partir de un proceso sinuoso, los sectores populares tucumanos se mancomunaban contra el enemigo común: la política “racionalizadora” de la dictadura, con resonante impacto en las fuentes de trabajo y en la universidad, y su carácter intrínsecamente represivo.

 

El crecimiento de la protesta en la Capital tucumana

 

En este escenario de turbulentas protestas populares, la CGT de los Argentinos y la CGT de Azopardo convocaron a una huelga nacional para el viernes 30 de mayo.

En Tucumán, a partir del día 26, los ritmos de la protesta se fueron intensificando. Por este motivo, resulta necesario realizar una reconstrucción pormenorizada de los acontecimientos ocurridos entre el 26 y el 30 de mayo, con picos de auge de la lucha el día 28 en vísperas de la explosión cordobesa, cuando se realizó el acto obrero estudiantil en la FOTIA, y el 30, día de la huelga obrera nacional. A través de ese proceso de luchas los sectores populares tucumanos formaban parte integrante del ciclo del “mayo argentino del ‘69”. A la vez que sus luchas emergían de la realidad particular de la provincia, profundamente afectada por la política dictatorial. Con el cierre de ingenios, tres años antes, había comenzado la resistencia, con despareja intensidad, con el protagonismo de la clase obrera y la participación de los distintos sectores de la sociedad afectados.

El 26 de mayo a la tarde en la parroquia San Gerardo se efectuó una misa por los estudiantes asesinados en Corrientes y Rosario. Una significativa cantidad de jóvenes no lograron ingresar.[35] Después de la ceremonia, más de dos mil personas partieron hacia la plaza Independencia en una manifestación de silencio. La policía fue al encuentro de la marcha, reprimiéndola con palos y gases. Los estudiantes lograron escapar gracias a la solidaridad de los vecinos que los cobijaron en sus casas. Ese involucramiento por parte de la población ante el accionar represivo de la policía constituye, además de una muestra de solidaridad, un reflejo del amplio arco opositor que se conformó en los hechos frente a la dictadura; un comportamiento que se repetiría a lo largo de las manifestaciones de todo este período histórico.

Ese mismo día 26, la policía tomó por asalto la sede de la FOTIA, arrojando gases hacia al interior del edificio. El violento accionar de las fuerzas represivas puso de manifiesto la amenaza que significaba para el régimen que el movimiento obrero interviniera activamente en las protestas en curso. Si bien esa sede era utilizada muchas veces por los manifestantes como refugio para evitar ser apresados y/o golpeados por la policía, en esa oportunidad la maniobra policial apuntaba a evitar que los trabajadores azucareros participaran de la huelga obrera nacional programada para el 30 de mayo, y confluyera con el movimiento estudiantil.

El mismo día, el presidente y el vice-presidente de la FET fueron atacados por la policía. El primero, José Chebaia, sufrió un infarto.[36] Aunque las fuerzas dictatoriales arremetían fundamentalmente contra obreros y estudiantes, también su accionar represivo alcanzaba hasta sectores del empresariado tucumano, perjudicados por la política de Onganía a favor de los grandes monopolios extranjeros y en detrimento de la pequeña y mediana burguesía nacional.

 

28 de mayo: Acto obrero-estudiantil en la FOTIA

 

Precisamente, la CGTA programó en Tucumán una concentración obrero-estudiantil para el día 28 de mayo, en la sede de la FOTIA.[37] En la madrugada de ese día se podían apreciar barricadas por las zonas vecinas a la sede central de la universidad. En otro sector de la ciudad, en la confluencia de av. Avellaneda y Mendoza, ardían múltiples fogatas.

En la sede central de la UNT, alrededor de un millar de estudiantes bajo la conducción de la Coordinadora levantaron la consigna de tomar en sus manos la dirección de la universidad. Esta resolución era más una aspiración de poder que un objetivo inmediato. Sin embargo, permite precisar tanto el alto grado de disconformidad del movimiento estudiantil hacia la dictadura y sus funcionarios en la universidad, como la generalización de un propósito consciente y compartido de transformación de esas circunstancias. Más concretamente, la masiva asamblea decidió apoyar activamente la huelga obrera nacional del 30 de mayo.

Finalmente, en la tarde del 28 de mayo se realizó el acto obrero-estudiantil organizado en el edificio de la FOTIA. El objetivo principal era reclamar una solución a los problemas sociales y económicos que atravesaban los trabajadores y expresar el rechazo a la represión policial.

Un análisis pormenorizado de aquel acto, de su composición y del contenido de los discursos de sus oradores, permite comprender mejor cómo se corporizó en aquel tiempo la confluencia obrera-estudiantil y popular y cómo se expresaba en la subjetividad de sus dirigentes. En aquella jornada de lucha hubo diecisiete personas disertantes. Ocho de ellos eran obreros, cinco eran estudiantes y cuatro representantes de otros sectores sociales.[38]

No es casual que, de los ocho representantes del movimiento obrero, cinco fuesen dirigentes de los proletarios industriales del azúcar: Andrés Álvero, de la Confederación General de Trabajadores Azucareros; Ángel Basualdo, secretario general de la FOTIA; Leandro Fote, representante del ex sindicato del ingenio San José y de la Comisión Inter-Sindical de ingenios cerrados; Benito Romano, de la CGTA y portavoz también de la Comisión Inter-Sindical; y Miguel Soria, secretario general del ingenio Concepción. Una muestra más del peso e importancia de los obreros azucareros en el seno del movimiento sindical y de su intensa participación en los acontecimientos de mayo de 1969, a pesar del exilio obligado de muchos de ellos en búsqueda de fuentes de trabajo. Por otra parte, se expresaron en el acto dos obreros ferroviarios, sector que se encontraba asediado por la política de “racionalización” de los ferrocarriles y los masivos despidos del personal. Ellos eran Ángel Manfredi (que además era estudiante de Filosofía y Letras) y Pedro Gutiérrez. Por todo lo expuesto, no se puede minimizar la participación del movimiento obrero en las jornadas de mayo en Tucumán, ni reducir éstas a una “mera estudiantina”. Por el contrario, fue un pico de la lucha popular que, con antecedentes en las luchas obreras de la provincia, condensó la confluencia social antes reseñada.

A partir de los oradores resulta posible identificar algunas de las corrientes operantes en el seno del movimiento obrero. Allí se expresaron diversas tendencias del peronismo, desde Ángel Basualdo, que representaba a un sector de jerarcas sindicales más proclives al diálogo con los funcionarios de la dictadura, alejándose de los postulados del programa reformista del peronismo, hasta el dirigente peronista Benito Romano quien, producto de los cambios que se generaban a nivel nacional y de la propia lucha contra el régimen, había ido radicalizando sus posiciones hacia posturas más combativas, con algunos acercamientos con las corrientes de izquierda. A la vez, también estuvieron presentes las tendencias de la izquierda, como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT- El Combatiente), el Partido Comunista Revolucionario (PCR) y el Partido Comunista Argentino (PCA), expresadas a través de las figuras de Leandro Fote, Miguel Soria, Ángel Manfredi y Pedro Gutiérrez.

Por parte del movimiento estudiantil, hicieron uso de la palabra representantes de distintas organizaciones de masas: Carlos Kirschbaum habló por la Federación Universitaria del Norte (FUN). También fue oradora Rosa Nassif por la Junta Representativa de la FUA, la única mujer entre 17 personas. Además, habló Carlos Abrehu por la Liga de Estudiantes Humanistas. Finalmente, estuvieron Héctor Marteau y Heraldo Salvatierra. Los oradores también expresaban a algunas de las corrientes políticas existentes en el movimiento estudiantil.[39]

Por otro lado, también hablaron dirigentes de gremios que participaron activamente en las luchas del período: Francisco Isauro Arancibia, del gremio de ATEP, Julio Bulacio, de la Unión de Cañeros Independientes de Tucumán (UCIT) y Oscar Castrelos, que era periodista. También habló Luis Salas Correa por el Bloque Peronista de Agrupaciones Sindicales.

Así se concretaba en los hechos y a través de las voces que se hacían presentes en el acto la unidad obrero-estudiantil, y se ponía de manifiesto la relevancia del movimiento obrero como aglutinador.

De las diecisiete personas mencionadas, seis fueron asesinados o desaparecidos durante la última dictadura militar. Miguel Soria fue detenido-desaparecido el 9 de marzo de 1976. El líder de ATEP, Francisco Isauro Arancibia, fue asesinado el mismo 24 de marzo de 1976 en la sede del gremio ubicado en Congreso 295. Benito Romano, fue detenido-desaparecido el 14 de abril de 1976. Ángel Vicente Manfredi fue detenido-desaparecido el 8 de agosto de 1976 en el ingenio Concepción. Heraldo Salvatierra fue secuestrado el 31 de agosto de 1976. El mismo destino tuvo Leandro Fote que fue secuestrado el 2 de diciembre de 1976 en Buenos Aires.[40]

Al concluir el acto se resolvió realizar una marcha hacia la plaza Independencia. La columna de manifestantes pudo dar una vuelta alrededor de la plaza. La policía no intervino y los estudiantes terminaron ocupando un radio de 15 manzanas.[41] En ese mismo momento, estallaron importantes conflictos en la Banda del Río Salí, población aledaña a la Capital, donde los habitantes detuvieron a un tren de pasajeros procedente de Córdoba.[42]

Esa noche del 28 de mayo arribaron a Tucumán más efectivos de la Gendarmería para reforzar a las fuerzas locales y, a partir de la cero hora del día 29, el gobierno nacional dispuso la vigencia de Consejos de Guerra Especiales en todo el país, invocando para ello la supuesta existencia de un “plan subversivo”. La dictadura, surcada por contradicciones internas, palpaba la agudeza alcanzada por el conflicto social. Quienes habían depuesto a un presidente violando el orden constitucional invadían las provincias con el argumento de detener la “subversión” del orden.

En las esferas policiales se sucedían cambios súbitos, que reflejaban conflictos internos, como se señaló luego de la pueblada de Villa Quinteros. Así Horacio Tarcus sostiene que el día 26, después de la misa en conmemoración de los estudiantes asesinados, una parte de los policías se habría negado a reprimir y por ello fueron detenidos. Emilio Crenzel, por su parte, afirma que durante la noche del día 28 después del acto en la FOTIA la policía se encontraba acuartelada.[43] Efectivamente, en ese momento los manifestantes llegaban a la plaza Independencia sin ser detenidos por las fuerzas represivas y construyeron las barricadas libremente.

En un comunicado, el interventor Avellaneda afirmaba que el centro de la Capital de Tucumán había sido escenario de diversos desmanes, pero los mismos no habían sido efectuados por estudiantes.[44] En realidad, éstas constituyeron verdaderas manifestaciones populares en oposición a la dictadura, que surgieron de un escenario de crisis en la que se encontraba sumida la provincia; crisis que se expresaba en el ámbito del trabajo con el cierre de los ingenios, la desocupación, la inestabilidad laboral, los bajos salarios, y en la universidad, con la intervención militar y las intenciones de aplicar planes de ajustes en la UNT. Estas constituían, sin lugar a dudas, las causas estructurales que subyacían a las protestas.

De esta manera, un día antes de los acontecimientos ocurridos en Córdoba conocidos como el “Cordobazo”, los estudiantes tucumanos, resueltos a desconocer la autoridad de la intervención dictatorial sobre la universidad, empalmaron junto al movimiento obrero en un acto masivo. La jornada del día 28 finalizó con la ocupación de una parte importante del centro de la ciudad con barricadas. Mientras tanto, la dictadura inauguraba los Consejos de Guerra y enviaba refuerzos represivos a las provincias. Así en Tucumán, en vísperas del Cordobazo, se esbozaban de modo embrionario los elementos característicos de los levantamientos llamados “azos”.[45]

 

30 de mayo de 1969: la huelga en Tucumán

 

Mientras se desarrollaba el Cordobazo, en el resto del país el movimiento obrero se preparaba para el paro nacional programado para el 30 de mayo por las dos centrales obreras.[46]

Ante los acontecimientos cordobeses, el gobierno nacional debía evitar a toda costa que las protestas se desarrollaran con una magnitud similar en el resto del país, en particular en aquellas provincias en las que venían sucediéndose previamente significativas manifestaciones populares. De allí el mencionado traslado de tropas de la Gendarmería Nacional a Tucumán y la formación de Consejos de Guerra desde la hora cero del día 29.[47]

De todas formas, pese a las medidas represivas, la huelga nacional se llevó a cabo. Al paro convocado por la clase obrera se plegaron en Tucumán diversos sectores populares: el movimiento estudiantil, las capas medias y los pequeños y medianos comerciantes.

En tres zonas de la provincia se registraron importantes enfrentamientos entre los huelguistas y las fuerzas represivas: Tafí Viejo, la Capital y la Banda del Río Salí. La huelga fue total, a excepción del personal de la administración pública y de los bancos.

Una agudeza particular adquirieron las protestas llevadas a cabo en los Talleres Ferroviarios de Tafí Viejo, ubicados a 12 kilómetros de la Capital de la provincia.[48] Esa mañana, en la Unión Ferroviaria se realizó una asamblea obrero-estudiantil. Se encontraban presentes delegados de la Coordinadora Universitaria, dirigentes sindicales y un nutrido contingente de trabajadores. Según declararon los huelguistas el paro tuvo un acatamiento del 97%. Fueron a la huelga 2.920 trabajadores sobre un total de 3.000.[49] Se generaron choques entre la Gendarmería y los pobladores que querían evitar la llegada de personal ferroviario desde la Capital.

Otra área de conflicto se desarrolló en la Capital de Tucumán. Desde la madrugada, grupos de trabajadores levantaron barricadas en diferentes puntos estratégicos de la ciudad. Paralelamente, estudiantes y obreros marcharon hasta los Tribunales. Mientras tanto, un numeroso grupo de universitarios se mantuvieron en el patio de la sede central de la universidad.

En la Banda del Río Salí, distante pocos kilómetros de la Capital, más de mil personas cortaron durante la tarde el tránsito en el acceso a las rutas por medio de fogatas. También construyeron barricadas a pocos metros del puente Lucas Córdoba, una de las vías de ingreso más importantes a San Miguel de Tucumán.[50] Si confluían las distintas manifestaciones de la provincia, la situación social podía volverse explosiva e incontrolable para las fuerzas dictatoriales, el estallido del “polvorín” tan temido por Avellaneda. Por eso sobre el puente Lucas Córdoba se asentó una dotación importante de policías con la orden de impedir, costará lo que costará, el paso de los manifestantes hacia la ciudad. Los huelguistas colocaron barricadas y amenazaron emprender la marcha, pero finalmente fueron disuadidos por la presencia del batallón policial.

La jornada terminó con un número total de ocho heridos y varias personas detenidas. También murió ese día el obrero Ángel Rosario Rearte, en un episodio confuso.[51]

Al día siguiente, la CGT regional declaraba que la huelga se había cumplido en forma total y exitosa en todo el territorio provincial y registraba el gran apoyo recibido por diversos sectores populares, entre los que se destacaban los estudiantes.[52]

En la huelga del 30 de mayo, los sindicatos y las centrales convocaron e impulsaron las luchas obreras. De todas maneras, como señala Alejandro Schneider respecto a los levantamientos de aquellos años: “Si bien las movilizaciones fueron planificadas por distintos gremios, no sucedió lo mismo con los actos insurreccionales. Todos los líderes sindicales quedaron desbordados por sus bases. En este sentido, mayo de 1969 abrió una nueva etapa en las formas de oposición de la clase trabajadora; donde el empleo de la violencia (tanto guerrillera como popular) se convirtió en algo frecuente.”[53] En Tucumán también la dirección de la FOTIA encabezada por Ángel Basualdo fue desbordada por los combates obreros y populares.

A nivel nacional, con el Cordobazo y la escalada de levantamientos populares previos y posteriores se manifestaba también el resquebrajabamiento del régimen dictatorial. Circulaban diversos rumores. El semanario Primera Plana refería la existencia de “…versiones de que, una vez dominada la agitación, el cambio del Gobierno será total: Lanusse sustituiría al actual Presidente.”[54] Desde entonces el proceso de los levantamientos urbanos en el interior del país contribuiría a agudizar la disputa interna dentro de las Fuerzas Armadas. En realidad a partir de los sucesos de mayo de 1969 el gobierno de Onganía resultó gravemente debilitado y debió realizar cambios en el gabinete ministerial. El principal artífice del plan económico, Krieger Vasena, fue depuesto. Un año después el propio Onganía sería destituido inaugurando el interregno de Roberto Levingston hasta la asunción de Alejandro Lanusse en marzo de 1971.

La conmoción provocada por la lucha obrera y popular en gran parte de la Argentina, tuvo su expresión en Tucumán con la presentación de la renuncia el 5 de junio del interventor Roberto Avellaneda.[55] Aunque la misma Sociedad Rural de la provincia pidió por nota al presidente de la Nación que no lo removieran de sus funciones, los días de Avellaneda estaban contados.[56]

 

Consideraciones finales

 

En la provincia de Tucumán las medidas de lucha impulsadas en aquellos meses por las organizaciones obreras y estudiantiles desataron manifestaciones populares espontáneas, a la vez que se fueron desarrollando nuevos rasgos y elementos políticos y organizativos en el seno del movimiento obrero y del estudiantil.

Los enfrentamientos en abril de 1969 en Villa Quinteros constituían por una parte el resultado de un largo recorrido de luchas obreras a partir del cierre de los ingenios azucareros en agosto de 1966 e implicaron también un salto cualitativo en la protesta popular de la provincia: la confrontación entre los pobladores y las fuerzas represivas adquirió el carácter de una “pueblada”, con intensas repercusiones en la Capital tucumana. Esta pueblada inauguró en la provincia esa modalidad de la protesta.

En mayo del ’69, en el contexto de los sucesos de Corrientes, Rosario y Córdoba, se esbozaron también en San Miguel de Tucumán, de manera incipiente y fugaz, algunos elementos propios de esos alzamientos populares denominados “azos”. Particularmente, se verificó la confluencia obrera-estudiantil con la realización del acto en la sede de la FOTIA el 28 de mayo y la posterior huelga obrera del 30 de mayo.

En el caso del movimiento estudiantil, nuevas formas organizativas como la Coordinadora Universitaria lograron una unidad muy amplia, confluyendo con la mayoría de las conducciones de los centros de estudiantes, la FUN y la FUA, y pudieron coordinar con la CGT de los Argentinos la realización del acto obrero-estudiantil del 28 de mayo.

Como hemos señalado al comienzo de este artículo los sucesos del mayo tucumano del ’69 deben comprenderse tomando en cuenta los tres años de resistencia del movimiento obrero azucarero contra el cierre de los ingenios y su incidencia profunda en el desarrollo del movimiento popular antidictatorial. Esta particularidad del proceso tucumano otorga un significado especial a la pueblada de Villa Quinteros y sus repercusiones inmediatas en la confluencia obrera-estudiantil, hechos que constituyeron así una bisagra con relación a los posteriores levantamientos de noviembre de 1970 (el Tucumanazo) y de junio de 1972 (el Quintazo).

Luego de abril de 1969, el centro de las protestas se traslada a la Capital tucumana, con un visible protagonismo del movimiento estudiantil y de sectores asalariados urbanos y un menguado papel del proletariado azucarero, diezmado por la desocupación y el éxodo forzoso. Sin embargo estos rasgos no deben opacar los elementos de continuidad de la protesta obrera y popular en una provincia pequeña en el que lo rural y lo urbano y sus manifestaciones sociales se encuentran íntimamente interconectados en un espacio reducido. En ella se manifiestan rasgos comunes a la región del noroeste argentino. Por otra parte en Tucumán se presentaron los resultados más nefastos de las políticas presuntamente “modernizadoras” y “eficientistas”, que de la mano del capital extranjero impuso el Onganiato y que constituyeron el factor fundamental de la lucha obrera tucumana desde 1966. Es este contexto histórico el que encuadra la interconexión de ambos períodos en el desarrollo del movimiento antidictatorial de 1966 a 1973.

 

 

RESUMEN

 

Tucumán en el Mayo Argentino del ‘69

 

En mayo de 1969, en el contexto de la autodenominada “Revolución Argentina”, transcurrió un ciclo de protesta que recorrió el país en oposición a esta dictadura. En Tucumán, las principales causas que motivaron los conflictos fueron el cierre de 11 de los 27 ingenios azucareros tucumanos y la intervención de las universidades. Este trabajo se propone estudiar lo ocurrido durante ese período en la provincia y contribuir al conocimiento de esta historia reciente, a partir de la reconstrucción y análisis de la nueva modalidad de protesta puesta de manifiesto en la pueblada en Villa Quinteros en abril de 1969 y que tuvo un auge entre el 26 y el 30 de mayo, en paralelo al Cordobazo.

 

Palabras clave: dictadura military – obreros - agro-industria azucarera – estudiantes - protestas populares

 

 

ABSTRACT

 

Tucumán during the "Argentine May" of 1969

 

In May 1969, in the context of the so-called "Revolución Argentina", a series of protests swept the country in opposition to this dictatorship. In Tucuman, the main grounds for the conflict were the closure of 11 of the 27 sugar mills and the intervention of the universities. This work aims to study what happened during this period in the province and contribute to the knowledge of this recent history, from the reconstruction and analysis of the new form of protest highlighted in the town in Villa Quinteros in April 1969, which had his peak between 26 and 30 May, in parallel to Cordobazo.

 

Key words: military dictatorship – workers - agro-sugar industry – student – protests

 

 

Recibido: 09/06/2012

Evaluado: 13/09/2012

Version final: 02/04/2013

 

 

Notas



[1] Se agradece especialmente los comentarios y sugerencias de las evaluadoras de la revista Historia Regional.

(*) Profesora y Licenciada en Historia (UN Tucumán). Instituto de Investigaciones Históricas “Dr. Ramón Leoni Pinto”, UNT, Becaria CONICET.

[2] En este sentido, como sostienen BALVE, Beba y BALVE, Beatriz, “Mayo de 1969 es la expresión de la agudización de las contradicciones de clases.” BALVE, Beba y BALVE, Beatriz, El ‘69. Huelga política de masas. Rosariazo-Cordobazo-Rosariazo, Bs. As., Razón y Revolución CICSO, 2006, p. 207.

[3] Existe una extensa bibliografía respecto al Cordobazo; utilizamos como apoyo conceptual para esta investigación principalmente, aparte de la obra de las hermanas Balve; BRENNAN, James y GORDILLO, Mónica, Córdoba rebelde. El cordobazo, el clasismo y la movilización social, Bs. As., De la Campana, 2008. FIERRO, Ricardo, “El Cordobazo”, La trama de una Argentina Antagónica, Bs. As., Agora, 2006. TARCUS, Horacio, “Un mayo caliente: El Cordobazo”, en Todo es Historia, Nº 382, Bs. As., mayo 1999, pp. 8-27.

[4] CRENZEL, Emilio, A. El Tucumanazo, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 1997, p. 6. Desde un ángulo de análisis similar, los trabajos de Rubén Kotler proporcionan una valiosa cantidad de testimonios de los protagonistas de esa época. KOTLER, Rubén, “El Tucumanazo, los Tucumanazos 1969- 1972. Memorias enfrentadas: entre lo colectivo y lo individual”, ponencia en XIº Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán, 2007.

[5] PUCCI, Roberto, Historia de la destrucción de una provincia. Tucumán 1966, Bs. As., Ediciones del Pago Chico, 2007.

[6] Cabe destacar que los datos proporcionados por el autor respecto a las manifestaciones en Tucumán en el año ’69 resultan imprecisos e insuficientes. Así afirma: “La protesta de mayo de 1969 fue desencadenada por una marcha de los obreros del cerrado ingenio Bella Vista…”. En primer lugar, aunque el mencionado ingenio había sido intervenido por el decreto de Salimei en 1966, en 1969 continuaba produciendo. En segundo lugar, a lo largo de su análisis no menciona a la pueblada de grandes proporciones ocurrida en abril de ese año en la localidad de Villa Quinteros, acontecimiento que tendría importantes consecuencias en el desarrollo de los levantamientos posteriores. Ver HEALEY, Mark Alan, “El interior en disputa: proyectos de desarrollo y movimientos de protesta en las regiones extrapampeanas”, en JAMES, D. (coord.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Bs. As., Sudamericana, 2007, p. 208.

[7] Este trabajo forma parte de una investigación más amplia centrada en el movimiento obrero tucumano entre 1966 y 1973 y reconstruye con el mayor detalle posible los sucesos de abril-mayo de 1969 en Tucumán procurando bucear en sus particularidades. Posteriormente elaboramos una reconstrucción de carácter general de los levantamientos populares tucumanos en NASSIF, Silvia, Tucumanazos. Una huella histórica de luchas populares 1969-1972, Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 2012.

[8] PUCCI, Roberto, op. cit.; p. 19. Sobre la agro-industria puede consultarse también: BRAVO, Ma. Celia y CAMPI, Daniel, “Aproximación a la historia de Tucumán en el siglo XX. Una propuesta de interpretación”, ORQUERA, F. (coord.) Ese Ardiente Jardín de la República. Formación y desarticulación de un “campo” cultural: Tucumán, 1880-1975, Córdoba, Alción, 2010. DELICH, Francisco, Tierra y conciencia campesina en Tucumán, Bs. As., Signos, 1970. MERCADO, Lucía, Santa Lucía de Tucumán: La Base, Bs. As., ed. de la autora, 2006. MURMIS, Miguel y WAISMAN, Carlos, “Monoproducción agroindustrial, crisis y clase obrera, la industria azucarera tucumana”, en Revista Latinoamericana de Sociología, Nº 1, Bs. As., abril 1969, pp. 344-383. SIGAL, Silvia, “Crisis y conciencia obrera: la industria azucarera tucumana”, en Revista Latinoamericana de Sociología, Nº 2, Bs. As., julio 1969.

[9] La Gaceta, 8 de mayo de 1969.

[10] En ella participaban los sindicatos de Amalia, Esperanza, San José, San Antonio, Santa Ana, Mercedes, Santa Lucía, Los Ralos y San Ramón.

[11] La Gaceta, 28 de enero de 1969.

[12] Este ingenio había sido una de las fábricas intervenidas por el decreto 16.926. Ésta constituía la fuente de trabajo más importante de la población, que contaba con más de 20.000 habitantes. Ella está situada a 25 kilómetros al sudeste de la ciudad Capital de la provincia, en el Departamento de Leales. De la actividad de la fábrica dependían 832 obreros y 899 cañeros. Ver SELSER, Gregorio, El Onganiato, Tomos I y II, Bs. As., Carlos Samonta, 1973, p. 123.

[13] Paralelamente al acto principal de esa localidad, también se desarrollaron actos relámpago en la Capital y el ex ingenio Amalia en apoyo a los reclamos. La Gaceta, 12 de marzo de 1969.

[14] En esa oportunidad los representantes consiguieron el pago de salarios atrasados al personal del ingenio a “…condición de que la población deponga toda actitud de presión y se restablezca la normalidad…”. La Gaceta, 27 de marzo de 1969.

[15] Se puede ver el registro periodístico de estos acontecimientos en: La Gaceta, La Nación, Primera Plana y el Semanario de la CGT de los Argentinos. Consultar también PUCCI, Roberto, op. cit., pp. 194-196.

[16] “…daba la sensación de una ciudad ocupada…”. La Gaceta, 10 de abril de 1969.

[17] La Gaceta, 11 de abril de 1969.

[18] En el diario La Nación de Buenos Aires apareció la misma explicación con más detalles. La Nación, 11 de abril de 1969.

[19] La Gaceta, 10 de abril de 1969.

[20] “…el personal de la policía tucumana está trabajando a desgano.” CGT de los Argentinos, 24 de abril de 1969.

[21] Allí sostenían: “…damos nuestro apoyo militante efectivizado en la confluencia de nuestras luchas, en la unidad obrero-estudiantil.” Órgano de la Federación Universitaria del Norte, ¡Aquí está la FUN!, Nº 1, 23 de abril 1969.

[22] La Prensa, 2 de mayo de 1969.

[23] CGT de los Argentinos, 8 de mayo de 1969.

[24] “…100 policías armados patrullaban Villa Quinteros, sus 5.000 habitantes viven como si estuvieran en un campo de concentración.” CGT de los Argentinos, 24 de abril de 1969.

[25] Posteriormente, el 4 de junio Onganía se dirigió a todo el país por radio y televisión, afirmando: “Los trágicos hecho de Córdoba responden al accionar de una fuerza extremista organizada para el estallido de la insurrección urbana (…) Comenzaron en Córdoba con una manifestación estudiantil. Producida la víctima, la simpatía que despierta la juventud tronchada fue la mecha que arrimaron al polvorín largamente preparado…”. La Nación, 5 de junio de 1969.

[26] Para conceptualizar los “azos” empleamos la obra colectiva de BALVE, Beba y otros, Lucha de calles, lucha de clases, Bs. As., La Rosa Blindada, 1973. Así también utilizamos la investigación realizada por LAUFER, Rubén y SPIGUEL, Claudio, “Las ‘puebladas’ argentinas a partir del ‘santiagueñazo’ de 1993. Tradición histórica y nuevas formas de lucha”, en LÓPEZ MAYA, Margarita, Lucha popular, democracia, neoliberalismo: protesta popular en América Latina en los años de ajuste, Caracas, Universidad Central de Venezuela/Nueva Sociedad, 1999, pp.15-43.

[27] La Gaceta, 5 de mayo de 1969.

[28] La Gaceta, 14 de mayo de 1969.

[29] Los sucesos de Rosario constituyeron el precedente para un segundo levantamiento popular, con mayor participación obrera en septiembre de 1969 que es conocido como el Rosariazo en sentido estricto.

[30] Allí estaban representadas la totalidad de las organizaciones del movimiento estudiantil: la FUN, la Liga de Estudiantes Humanistas, el Centro de Estudiantes de la Universidad Tecnológica y un representante del sector de estudiantes no agrupados. La Federación Universitaria del Norte agrupaba a los centros estudiantiles. En su seno se expresaban las diferentes corrientes y agrupaciones: el AUDAP-FAUDI, el AUN, el PRT en sus dos vertientes, el MUR, el MNR, Franja Morada e independientes.

[31] “…las porras del orden cosecharon una veintena de colegiales heridos; chicos de 13 ó 14 años, en su mayoría, que abandonaron las escuelas secundarias para sumarse a la huelga que paralizaba la Universidad.” Primera Plana, 27 de mayo de 1969.

[32] La Gaceta, 22 de mayo de 1969.

[33] La FOTIA en una declaración condenaba la represión, en tanto advertía que con ella “…se puede sofocar momentáneamente los movimientos populares pero no se dará solución a las causas que los originan.” La Gaceta, 25 de mayo de 1969.

[34] Allí las luchas iban adquiriendo el carácter de un proceso pre-insurreccional. Para Beba y Beatriz Balve a partir de lo sucedido en esta ciudad “…se inicia la era de la revolución con iniciativa proletaria.” Balve, B. y Balve, B.; op. cit., 2006, p. 124.

[35] La Gaceta, 27 de mayo de 1969.

[36] Cabe señalar que José Chebaia resultó detenido-desaparecido el mismo 24 de marzo de 1976, día del siguiente golpe de Estado.

[37] La CGTA convocaba “…a la clase trabajadora, ‘a la ejemplar y heroica juventud estudiosa y al pueblo todo de Tucumán’…” La Gaceta, 27 de mayo de 1969.

[38] Resulta necesario realizar al lector una advertencia metodológica. Incluimos en el análisis la sumatoria de todas las listas de los oradores publicadas en la prensa, aunque no coincidan exactamente entre sí. Decidimos utilizar este criterio ya que entendemos que todos fueron parte del proceso de organización y concreción del evento. Al respecto cabe advertir que uno de los oradores mencionados en la lista era Julio Juárez. Sin embargo, todavía no se pudo precisar con exactitud quién era, dada la fragmentación y la escasez de las fuentes disponibles. De todas maneras, es posible que haya sido un dirigente de la Comisión Inter-Sindical de ingenios cerrados ya que, dos años después, aparecerá el mismo nombre en un acto en representación de dicha organización en el diario La Gaceta del 24 de febrero de 1972.

[39] Allí se expresaron el Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI), el Humanismo, la Acción Socialista Nacional (escisión del AUN) y la Agrupación Revolucionaria de Estudiantes Socialistas (ARDES), ligados al Movimiento de Liberación Nacional.

[40] Los casos de Miguel Soria, Benito Romano, Ángel Vicente Manfredi y de Leandro Fote se encuentran mencionados en el Informe elaborado por la Comisión Bicameral Investigadora de las violaciones de los Derechos Humanos en la provincia de Tucumán, 1974-1983, 1991, pp. 2872, 276, 277, 281. Respecto el asesinato de Francisco Isauro Arancibia ver Secretaría de Derechos Humanos, Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, Víctimas de desaparición forzada y ejecución sumaria 24/03/1976 - 10/12/1983, en http://www.derhuman.jus.gov.ar/anm/inicio.html, consultado el 5 de diciembre de 2011. También ROSENZVAIG, Eduardo, La oruga sobre el pizarrón. Francisco Isauro Arancibia, maestro, Bs. As., Ediciones del Pensamiento Nacional, 2003. Sobre Heraldo Salvatierra ver Grupo Fahrenheit. Listado de detenidos-desaparecidos en Argentina, en http://www.desaparecidos.org/GrupoF/des/fecha.html, consultado el 5 de diciembre de 2011.

[41] Emilio Crenzel sostiene que en el curso de estas manifestaciones participaron alrededor de 4.000 personas. CRENZEL, E.; op. cit. p. 151.

[42] La Gaceta, 29 de mayo de 1969.

[43] TARCUS, Horacio, “Un mayo caliente: El Cordobazo”, en Todo es Historia, Nº 382, Bs. As., mayo 1999, p. 27. CRENZEL, E., op. cit. p. 67.

[44] La Prensa, 29 de mayo de 1969.

[45] El 29 de mayo estalló en Córdoba el “polvorín” tan temido por el régimen. Allí el movimiento obrero y el movimiento estudiantil se adueñaron de una parte considerable de la ciudad. Se trató de un levantamiento con características pre-insurreccionales, bautizado por todos como el “Cordobazo”. Éste constituyó el epicentro y el momento más elevado de las protestas que se desarrollaban en distintas regiones del país y que socavaron los cimientos del poder en el que se sostenía la dictadura de Onganía.

[46] En Tucumán numerosos gremios adhirieron públicamente: la FOTIA, FEIA, los trabajadores del ex ingenio Amalia, obreros ferroviarios, de la industria de la madera, vitivinícolas, cerveceros, de la alimentación, mecánicos, del algodón, ladrilleros, cerámicos, del pan, del jabón. También participaron ATEP, APEM, los trabajadores de la UNT, empleados del ministerio de Educación, municipales, trabajadores de correos y telecomunicaciones y de artes gráficas. Por otra parte, la impulsaron distintos partidos y agrupaciones políticas y adhirieron además el Colegio de Abogados y el Círculo Odontológico.

[47] La editorial de La Nación reflejaba las posiciones dictatoriales al definir al paro como el “ejercicio de terrorismo”. Señalaba que las protestas ocurridas en Tucumán, Corrientes, Salta, Rosario y Córdoba demostraban: “…la certeza de que existe una planificación subversiva para la jornada (…) y ese ejercicio no apunta más que a la promoción del caos.” Así, una vez más, se utilizaba “la subversión” como pretexto para legitimar la represión e impedir que se expresaran los sectores populares asfixiados por el plan económico “racionalizador” y la ausencia de garantías democráticas. La Nación, 30 de mayo de 1969.

[48] El desarrollo y crecimiento de esa ciudad estuvo ligado a los Talleres, que se instalaron a principios del siglo XX y llegaron a ser en la década del ’50 los más grandes de Sudamérica, con más de 5.500 trabajadores cuando fueron nacionalizados por el gobierno peronista. Tafí Viejo, en la primera mitad del siglo XX, de una villa de veraneo se había transformado en una verdadera ciudad obrera. Sin embargo, bajo la presidencia de Arturo Frondizi comenzaron los planes “racionalizadores” de desguace del ferrocarril, con la destrucción de parte del material ferroviario y con el despido de importantes contingentes obreros. Esa política fue profundizada por la “Revolución Argentina”, topándose con la resistencia y la lucha por parte de los trabajadores ferroviarios y del pueblo de Tafí Viejo. Finalmente los Talleres fueron cerrados en la siguiente dictadura, en julio de 1980. Luego, sufrirían distintos avatares: bajo la presidencia de Raúl Alfonsín fueron reabiertos para ser nuevamente cerrados en 1996 por el genocida gobernador de Tucumán, Antonio Domingo Bussi, en el marco de las privatizaciones menemistas. En la actualidad, pese a las distintas promesas de los gobiernos nacional y provincial, los pobladores de Tafí Viejo continúan esperando su reapertura.

[49] La Nación, 31 de mayo de 1969.

[50] La huelga también se cumplió en otros lugares del interior de la provincia. En Bella Vista se manifestaron 2.000 personas.

[51] Al respecto, en los medios de comunicación circularon versiones disímiles, dirigidas a desacreditar las protestas. En un primer momento se dijo que Rearte había sido interceptado por “revoltosos” cuando iba en motocicleta camino a su trabajo en el ingenio Concepción. La Prensa, 30 de mayo de 1969. Otra versión afirmó que el obrero habría fallecido al estrellarse contra los obstáculos colocados por los manifestantes en el puesto policial. La Gaceta, 1 de junio de 1969.

[52] La central obrera afirmaba que las jornadas de lucha eran “…producto de un largo padecimiento, del cual nuestra provincia en todos sus sectores es testigo (…) lo ocurrido tiene toda la forma de un plebiscito en el que ‘el pueblo dijo basta’.”La Gaceta, 2 de junio de 1969.

[53] SCHNEIDER, Alejandro, Los compañeros. Trabajadores, Izquierda y Peronismo 1955-1973, Bs. As., Imago Mundi, 2006, p. 306.

[54] Primera Plana, 3 de junio de 1969.

[55] También presentaron su renuncia los interventores de Salta, Santa Fe y Entre Ríos.

[56] La Gaceta, 13 de junio de 1969.