Democracia y
libertad. El arco sindical no oficialista y los partidos unionistas. Tucumán,
1945-1946
Jessica Blanco(*)
Resumen
En este artículo estudiaré
los discursos y prácticas del arco sindical no oficialista de Tucumán.
Especialmente me centraré en un actor colectivo como fue la Federación Obrera
Provincial (FOP) de Tucumán, desde sus orígenes en agosto de 1945 hasta las
elecciones de febrero de 1946. Respecto de los primeros, prestaré atención a
las definiciones de democracia, ciudadanía y libertad, los ideales de
trabajador y sindicalista y su rol social y la relación entre los sindicatos y
el Estado. A nivel de las segundas, analizaré las relaciones entre los partidos
unionistas y la Federación (cuadros, redes sociales, espacios de encuentro y
roles en los mismos), así como las acciones sindicales promovidas por la FOP en
pos de constituirse en una representante legítima de los trabajadores.
Intentaré demostrar que el hacer de la FOP se encontró en sintonía con las
interpelaciones y acciones políticas unionistas, y funcionó para reafirmar, en
continuidad con las avanzadas izquierdistas sindicales de los años previos, una
identidad de “democracia y libertad” en clave liberal que apeló a los sujetos
como ciudadanos políticos, en contraposición a sus adversarios protoperonistas
que hablaron en el nuevo lenguaje de los derechos sociales (James, 2005). Aquí
tal vez radicó su mayor falencia e incapacidad para atraer a los trabajadores
sindical y políticamente.
Palabras
clave: sindicalismo; antiperonismo; liberalismo.
Democracy
and freedom. The not official union arch and the unionists’ parties. Tucumán,
1945-1946
Abstract
In
this article I will analyze the speeches and practices of the not official
union; specially of the collective actor as was the Provincial Laborer
Federation of Tucuman (PLF), from its beginnings in August of 1945 until the
February elections of 1946. Regarding to the first, I will pay attention to the
definitions of democracy, citizenship and freedom, and the ideals of the worker
and syndicalist and its social role and relationship between the union and the
State. Regarding to the second, I will analyze the relationships between the
unionists’ parties and the Federation (frames, social networks, meeting spaces
and roles in them), as well as the syndicalist actions promoted by the PLF in
order to become in a legitimate representative of the workers. I will try to
prove that the job of the PLF found itself in tune with the interpellations and
unionists’ political actions, and that it worked to reaffirm, in continuity
with the advanced syndicalist lefts of the previous years, an identity of
“democracy and freedom” in the liberal key that appealed to subjects and
political citizens, as opposed as to its pro-Peronists adversaries that spoke
in the new language of social rights (James, 2005). Here might lie its biggest
fallacy and incapacity to attract workers, union and politically.
Key Words: syndicalism; antiperonism; liberalism.
Democracia y libertad. El arco
sindical no oficialista y los partidos unionistas. Tucumán, 1945-1946*
Introducción
La
Unión Democrática (UD) fue una coalición de partidos políticos opositores a la
primera fórmula presidencial de Perón que contó con el apoyo del estudiantado y
parte del asociacionismo y los medios masivos de comunicación.
La
oposición política partidaria al gobierno militar (1943-1946) comenzó a tomar
forma desde mediados de 1945, con la convocatoria a elecciones del presidente
de facto Edelmiro Farrell y el levantamiento del estado de sitio. El entorno de
mayor efervescencia política estuvo motivado por un contexto internacional de
fin de la guerra mundial, con presos políticos ya liberados y con la
reorganización y expresión pública de los partidos políticos. Fue una apertura
obligada del gobierno que ya se venía presagiando desde comienzos de año y que
habilitó
…la disposición de
amplios sectores para manifestarse contra el régimen y proyectarse hacia la
configuración de una alianza antioficialista. De hecho, al margen de etiquetas
partidarias y fundamentalmente en los centros urbanos, extensos sectores de
clase media y alta comenzaron a organizarse en diferentes agrupaciones de
carácter civil.[que]…exaltaron tanto su hostilidad a las tendencias
autoritarias, clericales y nacionalistas del régimen como su disponibilidad
para el retorno de las prácticas democráticas en el ejercicio político (García
Sebastiani, 2005, p. 49).
Fue
este movimiento de la sociedad civil el que fomentó la organización
antioficialista partidaria. De todas maneras, las tratativas recién
cristalizaron a fines de ese año, con la alianza electoral de la Unión Cívica
Radical (UCR), el Partido Socialista (PS), el Partido Comunista (PC), el
Partido Demócrata Progresista (PDP) y una fracción del Partido Demócrata, en
defensa de los valores institucionales de un liberalismo democrático (García
Sebastiani, 2005, pp. 50, 25 y 27).
El
programa de la UD combinaba propuestas liberales pero intervencionistas
económica y socialmente, acorde al clima ideológico de posguerra. Así, estaban
presentes las propuestas de nacionalización de los servicios públicos, reforma
agraria y normativas de política laboral y educativa. Empero, y como veremos en
el trabajo, el acento discursivo estuvo puesto en la confrontación con el
gobierno militar en clave liberal democrática, ya que los unionistas plantearon
que las libertades políticas eran la base del retorno democrático. Asimismo, y
por influencia de socialistas y comunistas, los unionistas se esforzaron en
convencer que representaban la libertad, en contraposición al “nazifascismo
criollo” encarnado para ellos en Perón. Justamente, luego del triunfo de éste
algunos sectores minoritarios del radicalismo y el conservadurismo formularon
como autocrítica la preocupación secundaria por una política obrerista e
humanitaria y la no visualización de las problemáticas sociales bajo una nueva
perspectiva, en contraste con el candidato oficialista (García Sebastiani,
2005, pp. 66-68 y 72-73). En pocas palabras, los gritos a favor del tándem
libertad-democracia que venían desde la década anterior, no dejaron mucho lugar
a una justicia social susurrada tímidamente.
A
nivel de espacios de poder, los partidos opositores como la UCR y el PS tampoco
ofrecieron a los dirigentes sindicales una representación política propia, sino
que insistieron en que el movimiento obrero acompañara solo con el voto y
delegara su representación en la dirigencia política (Doyon, 2006, pp.
153-154).
Si
bien las alianzas de las elecciones presidenciales de 1946 eran policlasistas,
la UD fue asociada a los empresarios y a los grupos de intereses conservadores,
mientras que la imagen de Perón se identificaba al movimiento obrero, más allá
de la composición radical de las listas. Esta percepción fue confirmada en las
urnas, puesto que en términos sociológicos, las clases medias apoyaron a la UD
y el movimiento obrero organizado y los sectores trabajadores al oficialismo
(Doyon, 2006, pp. 180-181; García Sebastiani, 2005, pp. 74 y 185).
Al
respecto, en este trabajo me pregunto por la participación de las dirigencias
sindicales de Tucumán que no se sumaron al peronismo en formación -a las que
llamaré arco sindical no oficialista- en canales y alianzas políticas
conformadas para derrotar al candidato del gobierno en las elecciones de 1946.
En
cuanto al segundo actor de la relación, entre la historiografía sobre los
partidos contrarios al peronismo durante su etapa de conformación cabe
mencionar el ya clásico trabajo sobre radicales y socialistas de García
Sebastiani (2005), el intento de rearmado del radicalismo tucumano y sus
infructuosos contactos con el movimiento obrero que trabaja Lichtmajer (2016 y
2011), el derrotero de los sindicalistas socialistas y el PS del que da cuenta
Herrera (2016 y 2019), así como los “posicionamientos políticos” del PC entre
1945 y 1955 (Jaúregui, 2012; Gurbanov y Rodríguez, 2008). La propuesta
partidaria sindical del PC ha sido estudiada por Diego Ceruso y Silvana
Staltari (2018), mientras a nivel regional por Oscar Videla y Paulo Menotti
(2014) para Santa Fe; y por María Ullivarri (2010) y Esteban Piliponsky (2012),
para Tucumán, aunque en algunos casos solo hasta 1943.
En
estos estudios el foco está puesto en la vida partidaria o a lo sumo en los
dirigentes sindicales, pero como miembros de los partidos opositores a Perón.
Del otro lado, el arco sindical de tendencia izquierdista en su relación con
los partidos ha sido abordado por Ullivarri (2011), para Tucumán y Blanco
(2016) para Córdoba. En un trabajo que se concentra en el periodo de la Segunda
Guerra Mundial, Ullivarri (2011) se ocupa de indagar los vínculos entre
partidos, política y sindicatos, entre 1935 y 1943. Estudia la participación de
algunos actores sindicales, sobre todo de orientación comunista, en la
construcción de alianzas para el armado de frentes populares y en el apoyo de
candidaturas de partidos políticos.
Como
en otros puntos del país, la Segunda Guerra Mundial y la bandera del
antifascismo actuaron como un prisma a través del cual los sindicatos
defenderían valores considerados violentados, como la democracia y la libertad.
En Tucumán, esta prédica aunó a los sindicatos de la construcción, panaderos,
chauffers y de comercio con un sector de la UCR, el PS, la Federación
Universitaria de Tucumán (FUT) y dirigentes agrarios en la “Alianza Democrática”,
fundada en agosto de 1941. A fines de ese año el Sindicato de Resistencia de
Obreros Sastres conformó un “Comité Obrero Antinazi” abierto a los demás
gremios.
A nivel nacional, un intento
infructuoso previo de coaliciones políticas entre partidos, como la de 1936 al
calor de los Frentes Populares, contó con el apoyo de la Confederación General
del Trabajo (CGT) y la Federación Universitaria Argentina. En 1940 estas se
sumaron a la difusión de las actividades de Acción Argentina, organización aliadófila
de tendencia liberal-socialista integrada por radicales, socialistas,
demoprogresistas y conservadores liberales (García Sebastiani, 2005, pp. 29 y
37; Bisso, 2011). En Tucumán, la socialista Unión General de Trabajadores de la
Industria Azucarera (UGTIA) también participó de Acción Argentina (Ullivarri,
2011, p. 141).
Ullivarri
recalca la efervescencia asociacionista y la cantidad de actos, movilizaciones
y mitines como espacios nodales de la vida política de esos años. El arco
sindical también se sumó en la defensa de la democracia en ocasión de la
posible intervención federal a Tucumán, concretada en febrero de 1943. Con
vistas a las elecciones presidenciales, estas experiencias conjuntas de
alianzas y solidaridades entre partidos y sindicatos llevaron a la conformación
de un “Comité Democrático Pro Organizador de la Unión Democrática”, aunque por
desavenencias partidarias la UD no pudo afirmarse en la provincia.
Este
trabajo resulta de gran valor como antecedente para repensar los problemas del sindicalismo
no oficialista durante los años formativos del peronismo en sus vinculaciones
con la UD, en un periodo pos golpe que impactó negativamente en los cuadros y
dinámicas gremiales, que paulatinamente fueron reconfigurándose bajo nuevos
registros.
En
concreto, dentro del arco sindical no oficialista, estudiaré los discursos y
prácticas de un actor colectivo como fue la Federación Obrera Provincial (FOP)
de Tucumán, desde sus orígenes en agosto de 1945 hasta las elecciones de
febrero de 1946. Respecto de los primeros, prestaré atención a las definiciones
de democracia, ciudadanía y libertad, los ideales de trabajador y sindicalista
y su rol social y la relación entre los sindicatos y el Estado que tuvieron
tanto la FOP como los partidos miembros de la UD. A nivel de las segundas,
analizaré las relaciones entre los partidos unionistas y la Federación
(cuadros, redes sociales, espacios de encuentro y roles en los mismos), así
como las acciones sindicales promovidas por la FOP en pos de constituirse en una
representante legítima de los trabajadores.
Intentaré
demostrar que el hacer del arco sindical no oficialista y de la FOP se encontró
en sintonía con las interpelaciones y acciones políticas unionistas, y funcionó
para reafirmar, en continuidad con las avanzadas izquierdistas sindicales de
los años previos, una identidad de “democracia y libertad” en clave liberal que
apeló a los sujetos como ciudadanos políticos, en contraposición a sus
adversarios protoperonistas que hablaron en el nuevo lenguaje de los derechos
sociales (James, 2005, pp. 29-32). Aquí tal vez radicó su mayor falencia e
incapacidad para atraer a los trabajadores sindical y políticamente.
Antecedentes
de la FOP y orígenes accidentados
Durante
la década de 1930 los vínculos los sindicatos y el Estado se intensificaron.
Con todo, el acercamiento tiene raíces pragmáticas: los primeros para subsistir
y ser considerados interlocutores válidos en las negociaciones con la patronal
y el segundo para evitar por las vías de la intervención y la concesión los
desbordes sociales (Doyon, 2006).
En
su tesis doctoral, Ullivarri (2010) estudió la trayectoria del movimiento
obrero en general, y del gremialismo en particular, entre 1930 y 1943. Según la
autora, en esta etapa los sindicatos se habrían forjado como un actor político
al calor de nuevas pautas de organización y conflicto, de negociación con el
Estado y de alianzas y solidaridades extraobreras. Ullivarri revela la
existencia, durante los años ‘30, de un mundo sindical heterogéneo, con
tensiones entre los partidos y organismos obreros, los dirigentes y las bases.
En este contexto convivirían gremios de larga trayectoria -algunos de
representación nacional-, con sindicatos femeninos, autónomos y de oficios
nucleados en centrales obreras integradas por sindicalistas, independientes,
socialistas, anarquistas y comunistas, bajo gobiernos radicales concurrencistas
que fueron receptivos a las demandas obreras y favorecieron la organización
sindical.
Es
en este contexto que a mediados de la década de 1930, el sector más
izquierdista del socialismo tucumano cristalizó una iniciativa partidaria de
organización gremial del mundo azucarero denominada UGTIA. En plena
conformación, para la defensa de los intereses de los trabajadores ésta
prefirió la vía negociadora a la huelga, fomentando vínculos con el
Departamento Provincial del Trabajo (DPT) del aperturista gobierno radical
concurrencista. A los pocos años, tuvo la competencia de la representación
local de la Confederación General del Trabajo (CGT) y de la Federación
Obrera de la Alimentación (FOA), federación nacional de raigambre comunista,
aunque luego las tres sufrieron la represión sindical del gobierno militar (Ullivarri, 2016, pp. 305-311; 2015,
p. 89).
A
tres meses del golpe de estado de 1943, la asunción de un nuevo director del
DPT, el dr. Carlos Aguilar, constituyó un giro en la política sindical
represiva del gobierno militar y fue el preludio de lo que luego haría Perón al
frente de ese organismo a nivel nacional. Abogado laboralista asociado a iniciativas
gremiales de inspiración católica, a principios de 1944 Aguilar comenzó la
tarea de reorganización de algunos sindicatos, como el de la construcción, y la
constitución de gremios bajo patrocinio estatal. En el ámbito azucarero, nos
encontramos con una refundación de la UGTIA en Famaillá,[1] retomando bajo otra lógica
la vinculación Estado-sindicato iniciada durante el radicalismo. Pero fue sobre la base de la
organización de numerosos sindicatos de obreros de la industria azucarera que
la ahora Delegación Regional de la Secretaría de Trabajo y Previsión (DRSTyP) a
mediados de ese año fomentó la constitución de una entidad de segundo grado, la
Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA), que luego se
convertiría en el brazo sindical del peronismo tucumano.[2] Esta
federación nucleaba a los obreros de la industria azucarera, actividad que
desde los años ’30 concentraba casi el 90% de la fuerza laboral de la
provincia, e involucraba tanto a trabajadores del ámbito rural como urbano.
Desde
principios de 1945, y en contraposición a la Comisión Auxiliar de la CGT, un
grupo de sindicatos denominados por la prensa como autónomos, promovió crear una
central obrera local “en pro de la unificación de los sindicatos libres [para]
bregar por la unidad y la libertad del movimiento obrero”,[3] lo que nos
está hablando de un movimiento de unificación gremial desde y por los
sindicatos mismos que se está posicionando contrario a otras modalidades de
hacer sindical, cercanas a la DRSTyP. Fruto de las conversaciones de 26
agrupaciones gremiales que a los días se redujeron a 11, fue el Comité de
Relaciones Intergremiales, compuesto por obreros de las salinas, de fábricas de
soda y bebidas sin alcohol, mozos, metalúrgicos, tranviarios, tintoreros,
panaderos, fideeros, pintores, luz y fuerza y conductores de coches de plaza y
anexos. El secretario general era el mozo Manuel Miuño. La línea ideológica
defendida por el Comité exaltaba genéricamente los valores de unidad y libertad
del movimiento obrero, aunque en su interior no había consenso unánime en los
pedidos por la normalidad constitucional del país y la libertad de los presos
políticos.[4] Fue
por esto que dos importantes gremios de trayectoria comunista, el de la
construcción y el del vestido (Ullivarri, 2011), que exigían el pronunciamiento
del organismo por la vuelta de la normalidad constitucional, estuvieron
ausentes. La sangría inicial de sindicatos comprometidos con la iniciativa y la
falta de lineamientos comunes, en parte quizá por esta falta de compromiso,
llevaron a que el Comité tuviera una corta vida de algunos meses. Fue disuelto
por inoperante y sospechado de responder a las directivas oficiales y
reemplazado por la FOP, conformada entre julio y agosto de ese año. A
diferencia de su antecesor y a manera de declaración de principios, la FOP
abogó por la normalización constitucional, la libertad de presos políticos y
sociales y por un movimiento obrero libre e independiente “sin ninguna
intervención ideológica ni política de elementos extraños ni del Estado” -más
precisamente la DRSTyP-, y dirigido exclusivamente por trabajadores. La
conformaron los sindicatos de la construcción, los obreros del vestido, de
fábricas de Dulce, Licores y Afines, los del Bosque de Taruca Pampa, los
“libres” del comercio y de algunos ingenios azucareros, gráficos, papeleros,
fideeros, tranviarios, metalúrgicos, pasteleros, madereros y operadores
cinematógrafos. La dirección estaba a cargo del secretario general de los
gráficos, el socialista Custodio Pérez, aunque también aparecían algunos
dirigentes vinculados al comunismo, como el constructor Pedro Suárez y los
mercantiles Julio Rivadeneira y Carlos Blanche. A nivel de sindicatos
participantes y cuadros, solo 3 sindicatos -de metalúrgicos, fideeros y
tranviarios- coincidían como miembros entre el Comité y la FOP, y únicamente el
fideero Gregorio Flores figuraba en instancias resolutivas de ambos organismos.[5]
En
definitiva, la transición del Comité a la FOP significó un mayor esfuerzo de
institucionalización, pero sobre todo de identificación ideológica en clave
liberal democrática y en participación de cuadros de los partidos
izquierdistas.
Cabe
aclarar que, excepto el caso del dirigente del Sindicato del Vestido, el
socialista Manuel Fernández,[6]
ninguno de los nombres de estos nucleamientos no oficialistas coinciden con los
de los protagonistas de la primavera asociativa sindical que menciona Ullivarri
(2011), lo que nos hace pensar del efecto de la represión militar en términos
de hiatos y pérdidas experienciales y de trayectorias en el ámbito sindical.
La
mayoría de esos gremios había participado de la concentración obrera organizada
por la CGT local en ocasión de la visita de Perón, en febrero de ese año.[7]
Estas presencias pueden pensarse por la coyuntura de incertidumbre, presión y
expectativa ante la visita del entonces hombre fuerte del gobierno y futuro
presidente constitucional, que simultáneamente era vicepresidente, ministro de
guerra y secretario de trabajo. Distinto es el caso de la huelga de octubre de
1945 que luego veremos, en la que se evidenciaron diferencias entre las bases y
las dirigencias y la heterogeneidad de posturas en el movimiento obrero
(Piliponsky, 2014).
Cabe
contextualizar que en varios puntos del país se estaba produciendo el armado
más orgánico del movimiento sindical opositor, a través de centrales obreras y
organización de congresos, en parte por la reactivación permitida a los
partidos políticos y el regreso de exiliados políticos. De hecho, las
iniciativas locales como la FOP y algunos “libres” formaron parte de un intento
de creación de una “Central Obrera Independiente” a nivel nacional, promovida
por los partidos izquierdistas y diferenciada de la CGT.[8] En términos políticos, las principales banderas
izadas por el movimiento obrero no oficialista fueron, como mencioné recién, el
levantamiento del estado de sitio y la normalización institucional, la libertad
de expresión y reunión exenta de actos intimidatorios y la defensa de la
enseñanza laica. A nivel sindical, la aplicación de medidas efectivas contra el
encarecimiento del costo de vida, y una dirección gremial de trabajadores para
la defensa de sus intereses.[9]
Si
bien, y a diferencia de la experiencia del Comité, desde sus comienzos la FOP
manifestó un conjunto de ideas marco que exigió que sus sindicatos adheridos
compartieran, el anuncio reiterado de mitines y congresos provinciales que
nunca se concretaron nos hablan de dificultades para afianzarse en el campo
sindical. No obstante, hubo dos manifestaciones masivas que le sirvieron a la
entidad para sentar posición política y ganar visibilidad sindical: la primera,
la huelga promovida por la FOTIA por la liberación de Perón, en octubre de
1945; la segunda, un paro sectorial que derivó en huelga general entre
noviembre y diciembre de ese mismo año.[10]
En
busca de la legitimación de espacios en el campo sindical
El paro político del 16, 17 y 18 de
octubre de 1945 en Tucumán
La
renuncia forzada de Perón a todos sus cargos a principios de octubre de 1945,
motivada por la polarización política y la oposición militar que sufría dentro
del gobierno, trajo intranquilidad al ámbito sindical, pues se temía peligrar
las conquistas alcanzadas. Fueron días de profunda crisis en el gobierno
nacional: cambios en el gabinete, continuidad del estado de sitio y derogación
del decreto de disolución de los partidos políticos.
Ante
estos hechos, la FOTIA declaró la huelga de los obreros de los ingenios para el
16 de octubre a la tarde, en reclamo de la liberación del hasta hace poco
hombre fuerte del gobierno militar. Así, se adelantó en sentido contrario a la
disposición de prudencia de la CGT ante el conflicto intragubernamental (Doyon,
2006, pp. 168-169). La huelga local se extendió al 17, y contó con el apoyo de
otros sindicatos, como los ferroviarios, carboneros, bodegueros, cerámicos,
ladrilleros y anexos, lecheros, municipales, del automotor, un sector de los
albañiles, madereros y los empleados de comercio, con columnas movilizadas
desde el interior provincial. Por el contrario, la FOA (de orientación
comunista y que nucleaba a los sindicatos azucareros “libres”, no adheridos a
la FOTIA), la FOP y sus sindicatos adheridos (madereros, fideeros, tranviarios,
gráficos, obreros del vestido y “libres” de comercio) más grupos de obreros
“libres” de algunos ingenios (La Florida y Nueva Baviera) se pronunciaron en
contra. Por parte de los sindicatos, el rechazo se fundamentaba en el argumento
que la medida tenía carácter extragremial y que perjudicaría los intereses
obreros. Los comunicados de las centrales obreras FOP y FOA eran contundentes
respecto a los calificativos asignados al paro, a los dirigentes sindicales que
lo propiciaban y a los trabajadores que se sumaban. Para ambas era una huelga
nazi, una maniobra totalitaria con intenciones políticas, ajena a los intereses
de los “auténticos” obreros, que eran los “obreros conscientes, honestos y
patriotas” a los que apelaban. Por ende, quienes la apoyaron caían en la caracterización
de masa ignorante y al servicio del nazismo, o sea, de intereses extranjeros
oscuros. En cuanto a los dirigentes, la FOP catalogaba a los de la CGT y FOTIA
como extraños al movimiento sindical y a los últimos como “agentes provocadores
nazis” y elementos “descalificados” del movimiento obrero, es decir, como
actores al servicio de intereses foráneos ineptos para la defensa de los
trabajadores.
Por
su parte, la FOA afirmaba que ninguna organización que se preciara de seria
apoyaba la huelga. Por su parte, los partidos que luego conformaron la UD
diferenciaron una política obrera responsable y con trabajadores “auténticos” o
“legítimos” y otra demagógica, de la que eran víctimas obreros ingenuos y
sumisos que habían sido engañados. En consonancia con las centrales obreras
opositoras, la UCR y los partidos izquierdistas hicieron hincapié en que la
huelga no fue una reacción espontánea de los “auténticos” trabajadores, sino
que se trataba de “bandas armadas y ebrias” organizadas por el oficialismo.[11]
El boomerang de la huelga general
de fines de 1945
Desde su fundación, la
FOP no tuvo oportunidades relevantes de pronunciarse a favor y utilizar la
huelga como método de reivindicación obrera, si bien sindicatos miembros como
los fideeros, los mozos y los metalúrgicos protagonizaron conflictos.[12] Al
respecto, su posición disentía de la de la UGTIA, que, en un contexto poco
afable para el sindicalismo no oficialista, defendía el derecho a huelga como
herramienta fundamental de un gremialismo “libre” y para el respeto de los
derechos de los trabajadores.[13] De
todas maneras, y como vimos recién, la FOP sí diferenció el paro movilizado por
intereses políticos de los sindicales. En este sentido, la confusión de motivaciones
en el conflicto bodeguero que devino huelga general sería su primera prueba de
fuego, de la que no saldría indemne.
En
efecto, a mediados de noviembre de 1945 el Sindicato Unión Obreros Bodegueros
comenzó una huelga por tiempo indeterminado ante la negativa de la bodega
Trapiche de reincorporar al trabajador César Leppen, a pesar de que según los
diversos actores la empresa habría cumplido con la indemnización. Cabe aclarar
que este sindicato formaba parte de las organizaciones gremiales creadas al
calor de la DRSTyP.[14] El
sindicato recibió adhesiones de varios de sus pares, que incluso se sumaron
solidariamente a la medida de fuerza. Tanto la Comisión Auxiliar de la CGT como
la FOP intercedieron ante la bodega para la resolución del conflicto. La última
había logrado que se incorporara a Leppen a otra bodega, con el reconocimiento
de la antigüedad, pero esta solución fue desestimada porque la DRSTyP prometió
conseguir la reincorporación en Trapiche. Así, en un clima de intransigencia,
al final del mes se llegó a la huelga general, de la que participaron casi
medio centenar de gremios, muchos miembros de la FOP, que también fue al paro.
Sin embargo, uno de los sindicatos que decidió no apoyar la medida fue el de
mozos, perteneciente a la FOP, argumentando que antes había que agotar otros
recursos y que el despido de Leppen era ajeno al sentimiento sindical. El paro
general duró cuatro días, del 29 de noviembre al 2 de diciembre, congregó a la
casi totalidad de los sindicatos capitalinos (Piliponsky, 2014, p. 130) e
incluyó enfrentamientos entre algunos huelguistas y vecinos y trabajadores que
no se plegaron a la medida y actos de vandalismo tolerados por la intervención
federal. Asimismo, un mitín en el que los dirigentes sindicales, entre ellos
Custodio Pérez, valoraron la unidad gremial y pidieron a los huelguistas no
cometer desmanes. El conflicto finalizó por la intermediación del subsecretario
de la STyP, Héctor Russo.[15]
No
obstante, durante el transcurso del conflicto y apenas terminado, la FOP y el
PC emitieron sendos comunicados en los que concluían que el esfuerzo obrero en
la huelga había sido inútil y que ésta había sido utilizada políticamente por
elementos ajenos al “movimiento sindical auténtico” para generar violencia.
Culparon a la CGT y a la FOTIA por promover un paro general que a los días
abandonaron al lograr éste la solidaridad de los trabajadores y no poder
convertirlo en un movimiento político. Coincidían en la evaluación los
sindicatos afines de tranviarios, mozos y obreros “libres” del ingenio La
Florida.
Por
su parte, la UCR recién se pronunció el 1 de diciembre, posicionándose
externamente al conflicto. Subrayó el cariz violento que tomó la huelga,
interpretándola como un acto político orquestado por la STyP y parte de un plan
nacional de demostración de fuerzas con fines intimidatorios.[16]
El
problema es que la FOP, y muchos de sus gremios adheridos, estuvieron
involucrados en las gestiones y acciones reivindicativas hasta el fin mismo de
la huelga general. En la crónica periodística resulta confusa la cabal
participación y responsabilidad de cada actor en el proceso reivindicativo, la
real motivación del conflicto y su abrupto final, pero es indudable que la FOP
votó por la huelga general y formó parte de ella, no obstante el rechazo a su
propuesta de solución, y estuvo al lado de la FOTIA y la CGT. La FOP quedó
envuelta en un conflicto que adquirió los ribetes violentos que criticaba de
sus adversarios sindicales. La defensora de la “liberación de los trabajadores
por los trabajadores mismos”, se involucró en una huelga general de varios días
que utilizó como disparador un caso como varios otros antes, y hasta último
momento compartió espacios con los denominados por ella elementos
descalificados oficialistas. En la vorágine de los acontecimientos queda en
claro que la imagen de la FOP salió lesionada del conflicto, al punto que el
mismo PC, el partido con vinculaciones más orgánicas con la central, llamó a
los trabajadores a distinguir responsabilidades y necesitó salir a aclarar ante
propios y extraños que la FOP era una organización independiente y democrática.[17]
La
decisión de compromiso de la FOP con la huelga fue tomada en medio de un clima
en el que otros actores sentaron una posición más esclarecida de la situación.
En efecto, el PS de Tucumán hizo una premonitoria lectura varios días antes del
estallido general, acerca de la promoción intencionada del paro por parte de la
cartera de Trabajo, y la utilización del caso como excusa y al sindicato
oficialista como punta de lanza. Advirtió a los sindicatos no oficialistas:
Los sindicatos
responsables y libre [sic] deben recapacitar serenamente sobre esta huelga y
determinar su posición sin la nefasta y corruptora influencia de la Secretaría
de Trabajo y Previsión, que con fines electoralistas propicia ahora la
acelerada constitución de nuevos sindicatos y emplaza en términos imperativos y
perentorios a los empleadores para que aumente el sueldo a empleados y obreros.[18]
¿Cómo
siguió el accionar sindical de la FOP luego del paso en falso en esta huelga
general?
Hasta
las elecciones de febrero de 1946, que es hasta donde llega este trabajo, la
FOP no volvió a involucrarse en primera línea como en noviembre-diciembre. En
enero de 1946, precedido de paros focalizados, se produjo un movimiento
huelguístico general de los ingenios azucareros en demanda de aumento salarial,
rotación de trabajo con fines distributivos y aguinaldo -este último reclamo
común con otras partes del país-. Luego de algunos días la FOTIA decidió que el
paro se levantara pero mantendría una huelga potencial hasta que se abonaran
los aguinaldos. De todas maneras, y en un clima de huelga general en todo el
país, el paro continuó por disidencias contra los dirigentes sindicales o por
desconocimiento de la resolución.[19]
En
enero de 1946, la FOP emitió un comunicado en el que apoyaba a los trabajadores
en sus reivindicaciones, a contracorriente del oficialismo y reafirmando la
independencia sindical, pero les aconsejaba el trato directo con los
empleadores para llegar a acuerdos, evitando a la CGT y a la FOTIA, vistas más
como representantes de la STyP que de los trabajadores. La FOP colocaba a la
huelga como última alternativa de acción, dada la presión del gobierno sobre
los dirigentes sindicales para que el paro finalmente fracasara, como en el
caso Leppen. Por eso la central se comprometía sindicalmente a exigir el pago
del aguinaldo por la vía de la discusión con los empleadores y la exigencia al
gobierno para el cumplimiento del decreto, pero no por la huelga. Esta
declaración de la FOP constituye un justificativo constante de su accionar en
ocasión de la huelga general de fines de 1945. La menciona como ejemplo de la
utilización de ese medio reivindicativo como instrumento político extragremial,
pero tergiversando su responsabilidad en ella, puesto que “la FOP denunció a su
tiempo esa maniobra”. Es por ello que ahora no apoyaba el paro como medio
legítimo de protesta, optando por el trato directo entre las partes.[20]
Esto, más la inclinación a evitar la mediación de la DRSTyP, significaba
desconocer el formato de negociaciones laborales inaugurado por Perón (Doyon,
2006, p. 113), para justamente evitar la intervención de unas autoridades de
las que se desconfiaba.
Por
su parte, la Comisión Unitaria del ingenio Nueva Baviera, bajo promoción
comunista, convocó a los obreros de fábrica y cerco a nuclearse en una
organización gremial “auténtica, libre, sana, sin ingerencias (sic) extrañas y
sin aventureros que quieran utilizar al gremio de obreros azucareros como
escalera para sus ambiciones políticas” en clara alusión a los dirigentes de la
FOTIA que conformaban el flamante Partido Laborista (PL) de Tucumán. La huelga
continuó solamente en el ingenio La Florida, donde se produjeron actos de
violencia -que incluyeron tener que besar un retrato de Perón- contra obreros
del sindicato de Obreros Libres de ese ingenio, contrario al sindicato adherido
a la FOTIA bajo la conducción de Rómulo Chirino. Estas coacciones merecieron la
reprobación de parte del arco sindical no oficialista integrado por la FOP, los
madereros, la Asociación de Empleados Libres de Comercio (perteneciente a la
FOP) y la FOA, que realizó una denuncia por empleo de torturas, como así
también del PC y de la FUT.[21]
Empero, y a diferencia del caso Leppen, el socialismo y el radicalismo locales
prefirieron no pronunciarse (Cf. Piliponsky, 2014, p. 142).
A
tono con la postura socialista nacional, la FOP también se posicionó contraria
a los aumentos salariales que perjudicaban al consumidor, como con los aumentos
del pan o el azúcar, responsabilizando al gobierno de esto. En consecuencia, desautorizó
la huelga de sus sindicatos si se basaba en esta lógica.[22] Lo
anterior nos está hablando de que la huelga general por el caso Leppen
constituyó un punto de inflexión en la consideración de la FOP del paro como
herramienta efectiva de protesta proletaria, pero probablemente la
consideración de la misma sería diferente si su reputación sindical no hubiera
quedado lesionada, como las aclaraciones del PC dejan entrever. Por ello
también significó un quiebre en su corta historia sindical, de la que parece no
pudo recuperarse. De hecho, a principios de 1946 el PC, su principal sostenedor
partidario, seguía insistiendo en que era necesario fortalecer la FOP.[23]
No
existen estudios específicos sobre el sindicalismo tucumano no oficialista
posterior a las elecciones de 1946, pero es probable que la FOP haya perdido
representación con el correr de los meses. Recién en abril de 1947, algunos
sindicatos no oficialistas de la primera hora fundaron el Comité de Relaciones
Intersindicales Provincial, conformado por mozos, panaderos, pintores,
metalúrgicos, tintoreros, tranviarios, obreros de fábricas de soda y bebidas
sin alcohol, de la construcción y de fábricas de dulce, licores y afines
(Piliponsky citado en Lichtmajer, 2011, pp. 77 y 88). Solo los metalúrgicos y
los tranviarios marcan una línea de continuidad como miembros tanto del Comité
de Relaciones Gremiales de 1945, la FOP y el Comité de 1947. Si pensamos en el
vínculo sindicalismo-comunismo que aparece claramente en las dinámicas de
acción de la FOC, ciertas ausencias de 1947 tal vez puedan explicarse por la
táctica de crítica constructiva y de democratización de los sindicatos peronistas
por dentro adoptada por el PC argentino luego del triunfo de Perón (Staltari,
2014, pp. 16-19), táctica que cabe aclarar no fue acatada por todos los
dirigentes sindicalistas comunistas (Blanco, 2016).
Respecto
de la UGTIA, Rubinstein (2006, p. 35) afirma que durante la etapa peronista fue
desarticulada y sus cuadros perseguidos.
Los
partidos políticos unionistas y el arco sindical no oficialista
La
UD en Tucumán
Retomando
lo presentado en la introducción, desde mediados de 1945, entre los diversos
partidos políticos opositores se accionaron los encuentros en pos de una
alianza que, en defensa “del régimen constitucional y las leyes”, evitara el
triunfo de Perón en las urnas.
A
principios de noviembre de 1945, la Junta de Coordinación Democrática, con sede
en Buenos Aires, se contactó con las autoridades de la UCR y el PC de Tucumán
con el objetivo de “unir a las fuerzas que sustentan ideales de democracia y
libertad para oponer en la lucha electoral un frente único a las fuerzas
reaccionarias”. La propuesta fue recibida con más entusiasmo por el segundo que
por la primera.[24] Fue
recién a mediados de noviembre de 1945, con el Partido Laborista también en
conformación, que la UCR nacional decidió sumarse a la UD.[25] Mientras
la UD constituyó una coalición mayormente partidaria, que contó con el apoyo de
satélites civiles dentro de la esfera pública; el PL de Tucumán en gran parte
fue producto de la efervescencia triunfalista posterior al 17 de octubre. En
Tucumán el partido contó con una composición eminentemente obrera, puesto que
los dirigentes sindicales de la FOTIA, bancarios, ferroviarios, de comercio y
otros tuvieron un papel protagónico en su conformación, más allá de la
invitación de algunos adherentes al PL a la clase media.[26]
Al
igual que en otros espacios provinciales y, sin entrar en acuerdos respecto de
las candidaturas provinciales, los unionistas fueron con candidatos propios en
todos los cargos electivos. Así, el PS llevó como candidato a gobernador al dr.
Felipe Alberto Villagra y la UCR Comité Nacional a Eudoro Aráoz. Acorde a su
propuesta de llevar listas mixtas entre los partidos de la UD, el PC se sumó a
la candidatura radical, lo mismo que el PDP.[27] En
Tucumán, la alianza oficialista alcanzó el mayor porcentaje de votos de todo el
país: 70,6%. Cabe aclarar, como veremos luego, que en el triunfo de la fórmula
laborista fue fundamental el compromiso puesto en acción (y en listas de
candidatos) de la dirigencia de la FOTIA (Rubinstein, 2006, pp. 58 y 63-64).
Esta
vinculación entre política y actividad gremial, tan cara a la historia del
peronismo, nos lleva a preguntarnos acerca de tópicos no tan trasuntados en la
trayectoria de la UD, fuera de la genérica apelación a la política social a
seguir en su propuesta de campaña, al tiempo que los nexos que entablaron los
sindicalistas no oficialistas con la alianza electoral opositora a Perón. Al
respecto, ¿Qué concepción de los trabajadores y del rol de los sindicatos y su
relación con el Estado tenía la UD? ¿Cómo se tradujo en su agenda?¿Qué espacios
ocuparon los partidos políticos aliados en la dinámica gremial? A la inversa,
¿qué representación tuvieron los dirigentes sindicales durante los diversos
actos que nuclearon a los sectores antiperonistas, en la campaña y en las
listas de candidatos? Dado que la UD fue una alianza que se definió
identitariamente y desarrolló fundamentalmente en oposición al peronismo en
ciernes, será necesario contraponer ambos discursos y posturas.
Libertad, democracia, trabajadores
y sindicatos
Durante
estos años el radicalismo se encontraba debilitado y dividido entre una
fracción mayoritaria sospechada de favorecer los intereses empresarios, la
unionista, y otra marginal y más cercana al accionar social del gobierno, los
intransigentes. Hasta noviembre de 1945, el unionismo evitó definirse respecto
de la problemática obrera y, cuando lo hizo, luego de las jornadas de octubre,
fue desde una mirada paternalista y distante de las realidades obreras. En
enero de 1946 un documento emitido por todo el partido mitigó esta postura
(Lichtmajer, 2011, pp. 71-73). No obstante, sus acusaciones a la demagogia gubernamental
y su discurso a favor del orden ubicaron a la UCR en una posición cercana a los
intereses patronales (Lichtmajer, 2016, p. 110), reactualizando una sospecha de
colaboración con los industriales de la que el partido nunca se había podido
despojar.
Desde
su fundación, tanto el PC como el PS se reconocieron como partidos de los
trabajadores y de base eminentemente obrera, características que ante la
competencia del peronismo no fueron lo suficientemente resaltadas en lo
discursivo, y como veremos más adelante, en el caso del segundo tampoco muy
expresadas en las listas electorales. A tono con el clima antifascista del
contexto bélico y lo que veían como la encarnación local del nazismo, ambos
partidos aliancistas locales en cambio hicieron hincapié en las doctrinas
claras basadas en la libertad, los programas definidos, las ideas progresistas
que decían sostener y lo democráticos que eran. En la defensa de la democracia
y la libertad producían una escisión apelativa de las esferas política y
económica-social, tal como marca James (2005, pp. 29-30). Así, para el
resguardo de las instituciones democráticas la lógica liberal, sobre todo del
socialismo, apelaba al ciudadano, mientras que para el ejercicio de la libertad
sindical al trabajador consciente, que parecían no poder coincidir en una misma
persona. Por otro lado, recalcaban la necesidad de interpretar la realidad
nacional de acuerdo a la mundial, que se abría a la cooperación y el
intercambio internacional luego del fin de la guerra, a diferencia del “obtuso
nacionalismo” del gobierno militar.[28]
Por
su parte, en plena campaña electoral, en Tucumán Perón calificaba el 17 de
octubre como la toma de la Bastilla local y afirmaba que
…iniciamos también
una nueva revolución tras una nueva cultura, una nueva libertad y una nueva
democracia. Una nueva cultura, la cultura de nuestra casa, una nueva cultura
social, accesible a los pobres, a los ricos, a los poderosos y a los desamparados.
Una libertad del pueblo de llegar al gobierno sin impedimentos de clase; y una
nueva democracia sin fraude, mentiras ni oligarquías y no cerrada a los
trabajadores del país. Libertad absoluta en base a la libertad económica de los
pobres. No somos enemigos de nadie, sí amigos de los pobres que son los que más
necesitan.[29]
Aquí
Perón también habla de libertad y de democracia, como sus oponentes, pero en un
nuevo registro que integra pobres, ricos, poderosos, desamparados, trabajadores
y clases en el pueblo, y que mezcla democracia, revolución, libertad y cultura
social. La mejora económica y la posibilidad de una cultura integral para todos
sería la base de la libertad de ser elegido, algo que en la historia argentina,
a pesar de la irrupción del radicalismo, seguía “cerrada a los trabajadores del
país” y reservada a unos pocos acomodados. Lo anterior contribuiría a una nueva
democracia, transparente y libre de impedimentos de clase.
Los
innegables avances en materia social y laboral logrados desde la STyP del
gobierno militar habían conducido a los partidos integrantes de la UD a
incorporar el mantenimiento y afianzamiento de los mismos en las agendas de
campaña. Si bien no se dudaba de la legitimidad de los derechos, sí se
reprochaban sus características, ya que según los unionistas habían sido
conseguidos no por la lucha sino por la concesión desde arriba, lo que
constituía una justicia social ilusoria.[30] En
definitiva, era un tema instalado en la campaña electoral como derecho, pero
entre los unionistas y los peronistas diferían la interpelación y el
vocabulario utilizado.
Estas
diferencias de acentos, registros disímiles y tensiones latentes de clase eran
percibidas por los dirigentes sindicales peronistas, que aducían en el
adversario la intelectualidad, en contraposición a “la honradez de los
verdaderos obreristas” del laborismo. Más clara aún es la alocución del
socialista obrero convertido al peronismo Albino Vischi, sobre la molestia
social por los crecientes espacios de la voz popular:
…el mismo Alem, después de la
revolución del 90, había sido tildado por el capitalismo como “caudillo de la
chusma” y el ex presidente Irigoyen como “mazorquero de segunda agua”. Dijo que
a Perón ahora se lo tilda como jefe de un movimiento de “descamisados”, de
gente ignorante, a pesar que esa misma gente era calificada cuando respondía al
radicalismo o al conservadorismo como “pueblo consciente”, a lo que debía
agregarse ahora otros calificativos asignados a los laboristas, tales como
candombe, chusma, nazismo indígena y otros.[31]
Otra
disputa relacionada se dio por el significante pueblo. Así, en los grupos
vinculados a los países aliados y los partidos luego integrantes de la UD
pueblo era identificado como un colectivo pensante y asociado con los derechos
políticos, es decir, con una ciudadanía consciente y activa, que deseaba
“retornar al régimen de la Constitución y de la Ley”. Sería opuesto a la
incivilidad y la demagogia en la que desde su perspectiva había caído parte de
la población, que parecía no formar parte de ese pueblo, sino constituir las
masas, a secas.[32] La
apelación peronista a pueblo es más amplia, pues considera derechos políticos,
económicos y sociales. Si bien incluye, al igual que sus adversarios, a las
“masas -clases para el PC- obreras/trabajadoras”, cabe aclarar que en el caso
peronista la masa trabajadora tiene al principio cierta connotación de
pasividad que durante el proceso eleccionario se pierde, al integrarse al
“pueblo”.[33] Por
último, otro tópico en común de las plataformas fue el del derecho al voto
femenino.
Ahora
bien, en el contacto directo con la clase trabajadora y acorde con sus
tradiciones, las posiciones del PS y el PC difirieron sustancialmente. De la
mano de los antiguos dirigentes Felipe Alberto Villagra y Emilio López, el
primero consolidó la línea justista conciliadora de clases y tuteladora de los
trabajadores, y se lamentó por la actualidad de un gremialismo dirigido por el
gobierno militar “…que desnaturaliza los fines sindicales, convirtiendo a los
trabajadores en un rebaño mercenario y mendicante, que tiene que rendir su
aplauso a los tiranos para conseguir una falsa justicia social.”[34]
Empero, cabe aclarar que tanto el socialismo como el peronismo resaltaban la
necesidad de elevación cultural de los trabajadores para tener libertad de
elección y que así pudieran contribuir al país.[35]
El segundo insinuó una
autocrítica al reconocer que los trabajadores, sobre todo los azucareros,
habían sido conquistados por el peronismo. Tardíamente y para revertir esta
situación, los cuadros comunistas a la vez dirigentes gremiales como Ricardo
Madueño y Armindo Barboza exigían “militar en el campo sindical, con mayor
preocupación, y estudiar y resolver los problemas de la clase obrera”, para así
ganar las direcciones de las organizaciones y expulsar a los “elementos
traidores”.[36] En
parte por ello se explica la reactivación del trabajo gremial comunista en los
ingenios iniciado a principios de la década, con los arriba mencionados
sindicatos de obreros “libres” de ingenios y de comercio.
Representación política no
oficialista en los gremios
Los
debates acerca de la intervención política de los gremios se instalaron a
partir de octubre-noviembre, con la liberación de Perón luego de las jornadas
de octubre y el llamado a elecciones presidenciales. ¿Pero cuáles fueron los
contactos orgánicos de los partidos políticos con los sindicatos, sobre todo de
los izquierdistas que formaban parte de la UD y que tenían trayectoria en esa
área?
Como
mencioné, el sector unionista del radicalismo estaba asociado a los
industriales azucareros y tenía una prédica distante de las realidades obreras.
Mayores fueron los inconvenientes en la vinculación concreta con los obreros, a
pesar de que Lichtmajer (2011, p. 75) afirma que fueron los radicales,
socialistas y comunistas los que promovieron un acercamiento a la FOP y que “el
radicalismo encontró en la FOP una interlocutora con la cual ensayar un
acercamiento al mundo del trabajo…”, acercamiento que se tradujo en el apoyo de
la central a la UD. El ensayo y acercamiento, más la actitud de exterioridad de
la UCR ante la huelga general protagonizada por la FOP, y su silencio ante los
hechos de violencia del que fueron objeto obreros azucareros opositores al
gobierno dan cuenta de un encuentro no tan deseado de la UCR con el movimiento
obrero.
Anteriormente
hice alusión a los orígenes socialistas de la UGTIA, que al parecer resurgió
promovida por el gobierno militar. Sin embargo, en el bienio estudiado se
posicionó afín a la prédica liberal democrática unionista y fue defensora de la
huelga como medida reinvindicativa en defensa de los intereses de los
trabajadores.
Por el
lado del PC, y de la mano de la FOA, desde agosto de 1945 surgieron los
sindicatos “libres” de obreros de fábrica y comisiones unitarias en ingenios
como La Fronterita, La Florida, Trinidad, Lastenia, San Pablo, Guzmán, Nueva
Baviera y en Monte Bello, con la idea de reconquistar los sindicatos de la
FOTIA. Estos sindicatos estaban adheridos a la FOP al tiempo que a la FOA.
Antes de su conformación sindical, los obreros disconformes con el sindicato
oficialista fueron patrocinados por el abogado y presidente de la Federación
Socialista Tucumana, el doctor Felipe Alberto Villagra, y posteriormente
contaron con el asesoramiento jurídico de la oficina jurídica de la Junta
Interpartidaria de la Unidad Democrática, que el mismo Villagra integraba y que
nucleaba a radicales, socialistas y comunistas.[37] Esta
orientación en forma de saber profesional o técnico era común entre las elites
de diversa tendencia ideológica (socialistas pero también católicas), que
brindaban su tiempo y erudición al movimiento obrero organizado, a manera de
extensión de la mano altruista hacia el desfavorecido cultural.[38]
Desde la
permitida reorganización de los partidos políticos, estamos ante una
intervención de los partidos izquierdistas dentro de la arena sindical que
tiene nexos con la alianza opositora. La conformación de estos sindicatos se
presentó como una respuesta a la actuación pro oficialista de los dirigentes
gremiales de FOTIA y a su posterior participación política en el PL local y
nacional, es decir, a lo que se consideraba como una participación política
alimentada por ambiciones personales en desmedro de los intereses sindicales
propiamente dichos.
Espacio de las fuerzas sindicales
en los partidos políticos y en la UD
Hacia el bienio
1944-1945, el plexo autodenominado “democrático”, constituido por los partidos
comunista, socialista, socialista obrero, radical, demócrata nacional, diversas
entidades sindicales “libres” y de obreros “antinazis”, y por asociaciones
civiles y sociales como la FUT y la Sociedad Argentina de Escritores, cultivaba
la sociabilidad democrática y lazos político-sociales en diversos encuentros,
mitines y actos públicos que pretendían dar visibilidad, fortaleza, unión y
sentido de pertenencia por una misma causa, al tiempo que se estaba
constituyendo y definiendo en espejo invertido con el naciente peronismo, en
constitución también.
De todas
maneras, desde un tiempo antes y por la influencia de los acontecimientos
internacionales, algunos grupos civiles se manifestaron en defensa de la
democracia que veían encarnaban los países aliados. Los primeros acercamientos
comenzaron en agosto de 1944, con los homenajes a Francia por la liberación de
París de las tropas alemanas, y continuaron con la rendición alemana en la
guerra y el triunfo final de los aliados. Cabe aclarar que estas ocasiones de
festejos internacionales congregaron a un núcleo selecto de personalidades de
la cultura y la sociedad tucumana y a asociaciones directamente interpeladas en
la motivación de la celebración, como la Junta de la Victoria, la Sociedad
Francesa, el Comité de Gaulle, el Instituto Angloargentino y simpatizantes de
la causa de las Naciones Unidas. Estos eventos tuvieron en común el canto del
Himno nacional con la Marsellesa, en la búsqueda de una unión simbólica de la
patria con los valores liberales democráticos, identificados en una tradición
comenzada en la Revolución de mayo y continuada con la Constitución alberdiana,
al tiempo que opuesta a lo que ellos consideraban una dominación despótica y
tutelar presente a ambos lados del Atlántico.[39] Así,
el ideario antifascista logró aunar a partidos y grupos con tradiciones disímiles.
Los festejos por la
rendición alemana y la victoria aliada presentaron varias novedades respecto
del cónclave “democrático”: en términos programáticos, se comenzaba a exigir
elecciones libres, en las que una unidad democrática derrotaría al gobierno de
facto. A nivel de apoyos, sumaron la adhesión de entidades patronales y
sindicales, como el Centro Unión Comercial de Tucumán, la UGTIA de los ingenios
Amalia y Nueva Baviera, sindicatos de obreros tranviarios y del Vestido. El
acto homenaje por la prensa libre, organizado por gran parte del arco
mencionado, en ocasión del violento enfrentamiento con manifestantes peronistas
en la sede del diario Crítica de
Buenos Aires, también tuvo la adhesión de los Obreros Libres del ingenio San
Pablo, de orientación comunista. Con el correr de los meses, la tímida y
marginal participación sindical logró mayor protagonismo, manifestado en el
derecho a la palabra. Así lo vemos en la inauguración de la sede del PC local,
en septiembre de 1945, donde se habían colgado letreros que fijaban la postura
del partido respecto de la libertad política y sindical, la unidad de las
fuerzas democráticas y la inflación. En la ocasión, hablaron representantes del
Comité de Unidad Democrática de Obreros Antinazis y de la FOA.[40]
Ya en plena campaña electoral, el
acto más resonante fue el “Mitín de la libertad”, organizado para el 18 de
diciembre por la Junta Interpartidaria de Unidad Democrática de Tucumán. Ahí se
volvió a realizar un diagnóstico sobre la situación de los sindicatos de la
provincia, organizados y movilizados para apoyar la candidatura de Perón, con
dirigentes gremiales apuntalados por la policía y la DRTyP, y una oposición
coaccionada vía cesantías, como en el caso de la industria azucarera. El evento
fue publicitado radialmente a través de “La Voz de la Ciudadanía” en la que
hablaron referentes de todos los partidos políticos autodenominados
democráticos. Uno de los siete oradores fue el obrero gráfico Custodio Pérez,
cuadro socialista y secretario de la FOP. El mitín recibió
adhesiones de diversas organizaciones obreras (los denominados “libres” y
“democráticos” de diversas áreas), estudiantiles y culturales, que tuvieron la
palabra junto con los dirigentes nacionales y locales de la UCR, el PC y el PS.
De los diez oradores, solo Rodolfo Aráoz Alfaro y Ricardo Madueño (obrero
azucarero y miembro de la FOA), ambos del PC, se refirieron al vínculo de los
trabajadores con Perón, criticando una política social calificada de demagógica[41] y
apoyada por
una importante fuerza de
trabajadores, que, reclutada con engaños y promesas entre las capas menos
esclarecidas de la clase obrera, está siendo usada por el nazismo como fuerza
de choque contra las instituciones democráticas, contra sus sindicatos libres,
contra la intelectualidad y la Universidad y contra el orden institucional (…)
Desconfiemos de las soluciones obreras planeadas por decreto, de las soluciones
milagrosas, del curanderismo político, de los “padres de los pobres” del
movimiento obrero.[42]
Por último, este mismo
arco prodemocrático integrado por la Junta Interpartidaria de la Unión Democrática,
dirigentes de los partidos radical, comunista, socialista y demócrata
progresista, delegaciones universitarias, estudiantiles y de los sindicatos
compartió un acto de unidad obrero-estudiantil en la Universidad Nacional de
Tucumán. Hablaron cuatro representantes estudiantiles y dos gremiales, el
comunista Carlos Blanche y el socialista Custodio Pérez. A veinte días de las
elecciones, el énfasis estuvo puesto en la tradición de unidad
obrero-estudiantil cuyos inicios remitían a la Reforma Universitaria y en el
ataque al continuismo representado en el “naziperonismo”.[43]
Los
pocos espacios comunes que se pueden identificar dan cuenta de vacíos, de una
participación tangencial del movimiento obrero no oficialista en las
actividades organizadas por el arco prodemocrático, con una injerencia que se
acentúa en la recta final del proceso electoral. Si bien es cierto que el
movimiento obrero no oficialista no formaba parte formal de la alianza, cabe
reconocer que no tuvo los mismos espacios que otras entidades satélites de la
UD, como las organizaciones estudiantiles.
En
referencia al número y características de quienes accedieron a candidaturas del
lado unionista, en las nóminas de candidatos del radicalismo solo pude
identificar dos abogados, a pesar de que los órganos directivos del partido en
esos años tenían un claro perfil profesional y empresarial (Lichtmajer, 2016,
pp. 86 y 92).
Estadísticamente,
en 1946 a nivel nacional el PS declaraba que el 68% de sus miembros eran
obreros y empleados, contra 11 % de estudiantes, 8% de profesionales y 11% de
comerciantes (Herrera, 2016, p. XXI), porcentajes que en absoluto se
trasladaban a la listas electorales. Por caso, en las nóminas de candidatos a
legisladores nacionales y provinciales por el PS la gran mayoría eran
universitarios, muchos de ellos de reciente afiliación, como los doctores
Francisco Cuenya, Julio César Saleme, José Galante, Fernando Torres, Mauricio
Kirschbaum y el profesor Lázaro Barbieri, además del candidato a gobernador y
antiguo dirigente, el abogado Villagra. No obstante, también aparecían
dirigentes vinculados al ámbito gremial como el ferroviario Emilio López y el
gráfico Custodio Pérez.[44]
Entre
los candidatos del PC figuraban personalidades de la cultura como el periodista
y secretario general del partido en Tucumán, Miguel Hynes O’ Connor, los
escritores Pedro Estrella y Julio Víctor Posse y profesionales como Fernando
Nadra, aunque, en comparación con la UCR y el PS, sobresalía el número de los
cuadros de extracción obrera como los madereros Armindo Barboza y Manuel Rojas,
los mercantiles Carlos Blanche y Julio Rivadeneira, el obrero de la
construcción Alberto Juan Galiano y el azucarero Ricardo Madueño.[45]
Del
otro lado, tanto el Partido Laborista como una fracción de la UCR, la UCR
irigoyenista Junta Renovadora, apoyaron la fórmula Perón-Quijano, aunque fueron
con listas separadas de gobernador y legisladores. En la nómina laborista
aparecen numerosos miembros de la Junta Central de Tucumán del Partido
Laborista, como el vicepresidente del partido y delegado en Tucumán de la CGT
Nerio Rodríguez, los dirigentes azucareros Celestino Valdez y Juan Alvarez, el
ferroviario Julio Mirandou, el mercantil Albino Vischi y el bancario Isauro
Silva, además del titular de la DRSTyP, el dr. José Roberto Sarraute.[46] De
acuerdo con Horaiki (2016, pp. 757-759), de sus veintinueve diputados
provinciales electos, diez eran de extracción obrera, mientras en la Cámara de
Senadores ocho de dieciocho, una cifra significativa de representación
descriptiva (Pitkin, 1985).
Consideraciones
finales
El
universo sindical tucumano estaba organizado en una red de sindicatos de
diversas orientaciones ideológicas nucleados en federaciones, no obstante la
agremiación en el principal sector productivo de la provincia, el azucarero, se
encontraba prácticamente vacante. Al igual que en las otras provincias, los
dirigentes sindicales comunistas y algunos socialistas se alinearon en
oposición al naciente peronismo, en la FOP, en la UGTIA y en los sindicatos
“libres” y “democráticos”.
La
corta trayectoria sindical de la FOP fue dificultosa, aunque su temprana
definición de principios la ayudó en términos identitarios a la alineación
inequívoca con el plexo prodemocrático que se estaba conformando.
Esta
alineación sufrió un traspié en la huelga general desencadenada por el caso
Leppen, porque la FOP se vio envuelta en un conflicto con móviles que
consideraba repudiables. La central obrera local no tenía una posición unívoca
respecto del paro como herramienta del movimiento obrero. A diferencia de la
UGTIA y los sindicatos “libres” y “democráticos” de inclinación comunista,
apoyaba la huelga si constituía un instrumento reivindicativo para la defensa
de derechos laborales, pero la defenestraba si era dirigida por “elementos
extraños” al movimiento obrero y utilizada por intereses políticos, como en
octubre de 1945. Sin embargo, con el caso Leppen, sus dirigentes -de extracción
socialista y comunista- se vieron protagonizando una huelga con ribetes
violentos y participando en mitines junto a la CGT y la FOTIA, los “elementos
extraños” dependientes de la DRSTyP. Desde ese momento la FOP perdió
completamente la tibia consideración del PS y la UCR y espacios dentro del
espectro sindical. Los reiterados pedidos del PC, su puntal partidario, de
fortalecer la central y su aclaración de que era independiente y democrática,
pueden pensarse como indicios de ese ostracismo.
La
UD y el laborismo conformaron alianzas interclasistas, integradas por distintos
partidos políticos (radical, socialista, comunista y demócrata progresista en
la UD y la UCR irigoyenista Junta Renovadora y el laborismo en la fórmula que
llevó a Perón), que apelaron a y reconocieron como legítimos los nuevos
derechos sociales. Empero, a nivel representativo las alianzas difirieron, con
una marcada presencia en el peronismo de dirigentes sindicales en las listas
legislativas nacionales y provinciales. Es decir que en el último la
interpelación se tradujo en la representación descriptiva de sectores que la
política antes vedaba.
La
adopción de un vocabulario similar y una mirada afín respecto de la relación
entre los sindicatos y la política acercó al arco sindical no oficialista con
el unionismo, una cercanía que, excepto con el PC, se limitó al gesto y no se
tradujo en la ocupación ni representación de espacios. En este sentido, las
dirigencias sindicales que apoyaron a la UD fueron convidados de piedra de una
alianza partidaria que en realidad los tuvo como satélites prescindentes.
Golpe
de estado de 1943 de por medio, represión y reconfiguración gremial, la
gimnasia asociativa y los aceitados vínculos entre partidos y sindicatos que
muestra Ullivarri para antes de 1943 en el frente antifascista-unionista solo
se recrean, bajo otra lógica, en la alianza oficialista. En la UD de 1945-1946
el nexo más fuerte entre partido y ámbito sindical se produjo a través del PC.
Fuera de éste, los ámbitos de sociabilidad y cuadros compartidos con los demás
miembros de la UD fueron excepcionales. También los apoyos mutuos en sus
esferas específicas de acción. Sí coincidieron, en cambio, en la defensa de los
conceptos de libertad y democracia en clave liberal, y en las consideraciones
acerca del ideal de trabajador y de dirigente sindical.
Al
respecto, en el trabajo vimos el apoyo del arco sindical no oficialista a la
prédica política liberal unionista, que siguió apelando al ciudadano y al
obrero consciente y que poco se ajustó al vocabulario inaugurado por Perón, con
una novedosa interpelación más en clave social a los
trabajadores/pobres/pueblo. Dignificación del trabajo, humanización del
capital, justicia social, liberación de la masa trabajadora, revolución social,
antioligarquía, formaban parte de la batería terminológica peronista
preelectoral, que se contraponía a la prédica unionista. Ésta también utilizaba
términos como justicia social, pero enfatizaba los legados del liberalismo
político basados en la libertad y la democracia, que parecieron distantes en
comparación con las alocuciones directas y los interlocutores claros de Perón.
Como
afirma Andrés Bisso (2005, pp. 251-252), la interpelación antifascista,
civilista y democrática, que funcionó como una efectiva fuerza movilizadora y
de presión entre la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, en las
elecciones de 1946 siguió apelando a un ciudadano ideal con el que la mayoría
de los votantes ya no se sintió identificado.
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Recepción: 15/05/19
Evaluado: 19/07/2019
Versión Final: 27/08/2019
(*) Profesora, Licenciada y Doctora en Historia (Universidad Nacional de Córdoba). Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Docente concursada en Escuela de Historia de la UNC. E-mail: jessieblanco@yahoo.com.ar ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8200-0992
* Agradezco los comentarios de los/as evaluadores/as.
[1] La Gaceta, Tucumán, 20 de marzo de 1944, p. 9. Sin embargo, entre los integrantes de su comisión directiva aparece Eudoro o Eduardo Delgado, que según Ullivarri además representaba a una opositora CGT. Cf. Ullivarri, 2016, p. 314.
[2] La Gaceta, Tucumán, 05 de marzo de 1944, p. 9; 12 de marzo de 1944, p. 5; 13 de marzo de 1944, p. 7; 28 de abril de 1944, p. 3. Sobre el accionar de Aguilar al frente del DPT y de la luego denominada DRSTyP y su participación en la sindicalización azucarera puede consultarse Rubinstein, 2006, pp. 47-52; Gutiérrez y Rubinstein, 2012, pp. 279-308; Ullivarri, 2016, pp. 312-319.
[3] La Gaceta, Tucumán, 30 de abril de 1945, p. 11.
[4] La Gaceta, Tucumán, 01, 16 y 30 de abril de 1945, pp. 5, 8 y 11, respectivamente. Cf. Lichtmajer, 2011, p. 87.
[5] La Gaceta, Tucumán, 16 de abril de 1945, p. 8; 26 de julio de 1945, p. 10; 29 de julio de 1945, p. 10; 09 de agosto de 1945, p. 11, 14 de septiembre de 1945, p. 9.
[6] La Gaceta, Tucumán, 07 de noviembre de 1945, p. 5; Ullivarri, 2011, p. 153.
[7] Véanse los sindicatos agrupados en la plaza Alberdi en La Gaceta, Tucumán, 27 de febrero de 1945, p. 5.
[8] La Gaceta, Tucumán, 18 de diciembre de
1945, p. 7. Herrera, 2016, p. 46. Para el caso de Córdoba véase La Gaceta, Tucumán, 05 de agosto de
1945, p. 2. Sobre las centrales y nucleamientos sindicales alternativos a la
CGT consúltese Contreras, 2017. Puntualmente sobre la Central Obrera
Independiente Ceruso-Staltari, 2018, pp. 124-126.
A nivel internacional, la idea del “sindicalismo libre” se relacionaba con el modelo sindical norteamericano, enfocado en la defensa salarial de los trabajadores disociada de cualquier transformación estructural del sistema capitalista (Basualdo, 2013, p. 280). En este caso, las categorías nativas “libre” e “independiente”, aluden a la conformación de un espectro sindical opositor a la influencia oficialista en el ámbito gremial.
[9] La Gaceta, Tucumán, 14 de septiembre de 1945, p. 9; 18 de diciembre de 1945, p. 9.
[10] Ambas huelgas fueron analizadas por Piliponsky (2014) de acuerdo al uso estratégico dado a estas por los sectores oficialistas y opositores del movimiento obrero tucumano. La perspectiva analítica que aquí se elige, sobre todo para el caso del paro bodeguero devenido en general, es la de entender la intervención o no de la FOP y sus socios partidarios de la UD de acuerdo a sus concepciones de lo sindical y en consideración de los intereses políticos en juego.
[11] La Gaceta, Tucumán, 16, 17, 18, 19 y 26 de octubre de 1945, p. 7; 30 de octubre de 1945, p. 1.
[12] La Gaceta, Tucumán, 13 de agosto de 1945, p. 7; 17 de agosto de 1945, p. 9; 27 de octubre de 1945, p. 7.
[13] La Gaceta, Tucumán, 24 de marzo de 1945, p. 6; 10 de abril de 1945, p. 6; 27 de abril de 1945, p. 5.
[14] La Gaceta, Tucumán, 25 de marzo de 1944, p. 5.
[15] La Gaceta, Tucumán, 16 y 21 de noviembre de 1945, p. 6; 24 de noviembre de 1945, p. 5, 25 de noviembre de 1945, p. 12; 30 de noviembre de 1945, p. 5; 01 de diciembre de 1945, p. 5; 02 de diciembre de 1945, p. 6.
[16] La Gaceta, Tucumán, 02, 03 y 04 de diciembre de 1945, p. 7, 5 y 13, respectivamente; 15 de enero de 1946, p. 4. Cf. Lichtmajer, 2011, p. 75.
[17] La Gaceta, Tucumán, 01 de diciembre de 1945, p. 5.
[18] La Gaceta, Tucumán, 24 de noviembre de 1945, p. 5.
[19] La Gaceta, Tucumán, 15 de enero de 1946, p. 4, 16 de enero de 1946, p. 6; 17 de enero de 1946, p. 4.
[20] La Gaceta, Tucumán, 15 de enero de 1946, p. 4. La prédica de la FOP sobre el trato directo entre trabajadores y empleadores, para evitar la intervención de un organismo considerado moralmente ilegítimo como la DRSTyP, fue aplicada por algunos de sus sindicatos adheridos, como los metalúrgicos. La Gaceta, 8 de febrero de 1946, p. 7.
[21] La Gaceta, Tucumán, 09 y 11 de enero de 1946, p. 7; 15 de enero de 1946, p. 4; 17 de enero de 1946, p. 7, 24 de enero de 1946, p. 5 y 27 y 29 de enero de 1946, p. 7.
[22] La Gaceta, Tucumán, 02 de febrero de 1946, p. 7.
[23] La Gaceta, Tucumán, 06 y 28 de enero de 1946, p. 5 y 6, respectivamente.
[24] La Gaceta, Tucumán, 07 de noviembre de 1945, p. 6
[25] La Gaceta, Tucumán, 14 de noviembre de 1945, p. 1.
[26] La Gaceta, Tucumán, 16 de noviembre de 1945, p. 5. Junta Central del Partido Laborista de Tucumán en La Gaceta, Tucumán, 22 de diciembre de 1945, p. 3.
[27] La Gaceta, Tucumán, 04 de febrero de 1946, p. 6.
[28] La Gaceta, Tucumán, 26 de agosto de 1945, p. 7; 9 de septiembre de 1945, p. 6.
[29] La Gaceta, Tucumán, 30 de diciembre de 1945, p. 5.
[30] La Gaceta, Tucumán, 09 de septiembre de 1945, p. 6 y 16 de noviembre de 1945, p. 5.
[31] La Gaceta, Tucumán, 13 de febrero de 1946, p. 6.
[32] Algunos ejemplos de estos usos en La Gaceta, Tucumán, 28 y 31 de agosto de 1944, p. 6 y 4; 19 de julio de 1945, p. 5; 14 de agosto de 1945, p. 5; 09 de septiembre de 1945, p. 6; 23 de octubre de 1945, p. 2.
[33] Ejemplos en La Gaceta, Tucumán, 09 de septiembre de 1945, p. 6; 01 de marzo de 1945, pp. 6 y 7; 11 de febrero de 1946, p. 7; 30 de diciembre de 1945, p. 5.
[34] La Gaceta, Tucumán, 09 de septiembre de 1945, p. 6 y 31 de diciembre de 1945, p. 7. Sobre la relación de la Federación Socialista Tucumana con el mundo del trabajo véase Blanco, 2018.
[35] El Surco, órgano oficial de la Unión General de Trabajadores de la Industria Azucarera, número 1, octubre de 1936, pp. 1 y 4; La Gaceta, Tucumán, 01 de marzo de 1945, p. 6; 30 de diciembre de 1945, p. 5.
[36] La Gaceta, Tucumán, 04 de noviembre de 1945, p. 3; 28 de enero de 1946, p. 6.
[37] La Gaceta, Tucumán, 29 de julio de 1945, p. 10; 26 de noviembre de 1945, p. 8; 29 de noviembre de 1945, p. 9 y 10 de diciembre de 1945, p. 5, 28 de enero de 1946, p. 6; 03 y 07 de febrero de 1946, pp. 7 y 9.
[38] Cabe aclarar que este señalamiento apunta a la consideración que tenían algunas elites de los sectores populares como sujetos limitados, lo que de ninguna manera niega la resignificación de prácticas tutelares y paternalistas por parte de los trabajadores en términos de derechos. Un ejemplo de esto en Lichtmajer, Gutiérrez y Santos Lepera, 2016.
[39] La Gaceta, Tucumán, 31 de agosto de 1944, pp. 4 y 7. Como afirma Bisso (2001), la tradición liberal legitimada en mayo de 1810 como punto de origen fue central en la prédica antifascista y luego unionista, aunque esta fecha también fue disputada simbólicamente en su significación patriótica por sectores en las antípodas ideológicas, como los católicos integralistas de Acción Católica. Blanco, 2008, pp. 114 y 158.
[40] La Gaceta, Tucumán, 09 de mayo de 1945, p. 7; 12 de mayo de 1945, p. 6; 14 de agosto de 1945, p. 5; 18 de agosto de 1945, p. 9 y 10 de septiembre de 1945, p. 9.
[41] La Gaceta, Tucumán, 09 de diciembre de 1945, p. 5; 13 de diciembre de 1945, p. 7; 16 de diciembre de 1945, p. 11; 19 de diciembre de 1945, p. 4.
[42] Palabras de Aráoz Alfaro en La Gaceta, Tucumán, 19 de diciembre de 1945, p. 5.
[43] La Gaceta, Tucumán, 04 de febrero de 1946, p. 5.
[44] La Gaceta, Tucumán, 26 de agosto de 1945 y 17 de enero de 1946, p.7.
[45] La Gaceta, Tucumán, 17 de enero de 1946, p. 7 y 24 de febrero de 1946, p. 6.
[46] La Gaceta, Tucumán, 14 de enero de 1946, p. 5 y 24 de febrero de 1946, p. 6.