Silvana Andrea Staltari(*)
Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar el cambio de la
estrategia sindical del Partido Comunista argentino a mediados del año 1946 y
cómo fue su aplicación en los gremios de mayor incidencia comunista. La
actuación del PC durante los dos primeros gobiernos peronistas fue estudiada
mayoritariamente en sus aspectos políticos dejando de lado el ámbito sindical.
Para reconstruir este último se analizó los órganos oficiales del Partido como Orientación y La Hora, y documentación
interna del Partido. El propósito es indagar la construcción del planteo
estratégico gremial partidario frente al triunfo de Juan Domingo Perón en las
elecciones de febrero de 1946 para aportar al conocimiento acerca de unas de
las principales corrientes ideológicas con inserción entre los trabajadores y
su deriva.
Palabras clave: Partido Comunista; sindicalismo;
estrategia; peronismo.
The Argentine Communist Party: its union approach in
the early years of the Peronist government (1946-1948)
Abstract
The objective of this work is to analyze the shift in
the trade union strategy of the Argentine Communist Party in mid-1946 and how
it was applied in the unions with highest communist incidence. The actions of
the Communist Party during the first two Peronist governments are studied
mainly in its political rather than its union aspects. As regards the latter
ones, official publications of the Communist Party such as Orientación and La Hora as well as
internal documents were analyzed. The purpose of this analysis is to look into
the set-up of union-party political strategy following Juan Domingo Peron´s
triumph in the February 1946 elections, to improve knowledge about one of the main
ideological trends that influenced workers and its drifting apart.
Keywords: Communist Party; syndicalism; strategy;
Peronism.
El Partido Comunista Argentino: su planteo sindical en los primeros años
del gobierno peronista (1946-1948)
Introducción
El
Partido Comunista de la Argentina (PC) desde sus orígenes tuvo como objetivo
constituirse en la dirección política de la clase obrera organizada para
incidir en la dinámica social. Fue a mediados de la década de 1920 que se
registró más firmemente una productiva experiencia de aquel trabajo, que
continuó en aumento a pesar de sus cambios estratégicos (Camarero,
2008). El PC logró consolidar su
presencia en el mundo del trabajo, principalmente industrial, promoviendo una
serie de organizaciones gremiales de base junto con una red de instituciones
socioculturales que lo convirtieron en una corriente de peso en aquellos
ámbitos hasta mediados de la década de 1940, cuando el peronismo termine
desplazándolo (Camarero, 2008; Camarero y Ceruso 2014; Ceruso, 2015).
Cuando se produjo el golpe de Estado de 1943 los comunistas se encontraban en su momento de mayor expansión en el movimiento
obrero, los sindicatos dirigidos por cuadros del Partido representaban
aproximadamente el 30% de los cotizantes de la Confederación General del
Trabajo (CGT), a la cual co-dirigieron. Bajo la estrategia política del
frente popular que sostenía el comunismo a nivel internacional desde 1935, el
PC utilizó las banderas de Democracia y Unidad para enmarcar las denuncias
sobre la represión y persecución a sus militantes y la lucha contra lo que
identificaron como fascismo a nivel nacional. También las emplearon para poder
articular estructuras y espacios de acción en el universo gremial frente a la
campaña anticomunista y las maniobras jurídico-administrativas con las cuales
los sindicatos con influencia comunista tuvieron que lidiar.
A este
ya complejo escenario se sumó la potencia
con la cual irrumpió la nueva dinámica relacional que se construía entre los
trabajadores y el sector encabezado por Juan D. Perón al amparo estatal
y que incluyó la satisfacción de demandas
sociales y salariales, la regulación de las relaciones laborales, tanto como el
control y la centralización del modelo gremial. La estrategia política frentista del PC, que incumbió alianzas
con sectores de la burguesía, el acuerdo
con los demás partidos, la campaña electoral en la Unión Democrática y su
discurso de corte reformista se encuentran más estudiados en comparación a su
actividad gremial del mismo período. Esta última contempló la estrategia sindical
que se caracterizó por los intentos de conformar un cambiante programa de
unidad (Ceruso y
Staltari, 2018). Luego de las elecciones de
febrero de 1946 que dieron el triunfo a Perón, el Partido se planteó llevar
adelante una nueva estrategia político-sindical que le permitiese contrarrestar
la continua pérdida de influencia en la clase trabajadora, tarea que permanece
insuficientemente explorada.
El
presente trabajo se propone estudiar el planteo
estratégico que el PC realizó en el mundo del trabajo industrial y cómo fue su
implementación en los primeros años del gobierno peronista. Para ello se
observó cuáles fueron los sectores que priorizaron, las tácticas utilizadas y
las estrategias empleadas, sopesando las modificaciones respecto del período
anterior. La intención es realizar un aporte a los estudios sobre el PC,
particularmente en este caso, en lo que respecta a su nueva posición política
frente al triunfo de Perón y al cambio de la línea sindical una vez realizado su
XI Congreso en agosto de 1946.
Los estudios académicos sobre el PC que abarcan el período 1946-1955
centran sus análisis mayoritariamente en el eje político, incluyendo las
relaciones con Moscú (Amaral 2008; Gilbert, 2007, 2009; Valobra, 2015, 2017;
Gurbanov y Rodríguez, 2008; Jáuregui, 2012) as{i como también atendiendo al rol
de los intelectuales y perspectiva de género, retrotrayendo temporalmente, en
la mayoría de los casos, la observación a 1943 (Acha 2006; Petra, 2017; Prado
Acosta, 2015; Norando, 2013, 2018). En ellos las explicaciones sobre los
posicionamientos y prácticas partidarias durante aquellos años
establecen la relación
comunismo-peronismo a través de un alejamiento-acercamiento y de una acción y
reacción, dejando fuera de la observación las particularidades del ámbito donde
más alcance tuvo la influencia comunista, el movimiento obrero industrial.
En este sentido creemos que la
posición política frente al peronismo estuvo determinada por el nuevo análisis
sobre aquel “fenómeno”, el nuevo contexto político y por la continuación de su
estrategia frentista; los tres factores redefinieron la línea sindical prevista
para recuperar los espacios perdidos en el movimiento obrero industrial
(Staltari, 2014). Del
mismo modo, los estudios del período que giran en torno a la relación sindicalismo-peronismo han relegado la
observación de las otras corrientes que actuaban en el ámbito sindical. Sin
embargo, tanto en las investigaciones que observaron el plano institucional de
la relación Estado, CGT y dirigencia sindical (Germani, 1974; Murmis y Portantiero, 2004; Di Tella, 2003; Torre,
1990; Doyon, 2006), como en las que agregaron los conflictos gremiales, la presencia comunista resulta evidente
(Durruty, 1969; Matsushita, 1986; Del Campo, 1983; Horowitz; 2004). En estos
últimos, se los referencia como destinatarios principales de los mecanismos
estatales represivos, mientras que en otros aparecen denunciados por el
gobierno como uno de los principales promotores de la conflictividad obrera (Nieto, 2018; Herrera, 2016;
Contreras, 2018; Schiavi, 2013).
Frente a la falta de estudios temáticos existente
es que resulta pertinente observar al PC como objeto de estudio específico y atender al cambio de su estrategia
sindical que sufrió una brusca modificación que implicó abandonar la declamada
independencia de sus sindicatos, proceder a su disolución y emprender una nueva
experiencia bajo el precepto táctico que denominaron “unidad desde
abajo”.[1]
Así,
en el nuevo contexto político, y aquí nuestra hipótesis, el PC modificó su
estrategia gremial con la intención de construir espacios de solidaridad
intergremial que pusieran en tensión la cada vez más firme identificación
política de los trabajadores con el peronismo, con sus dirigentes gremiales y
con la CGT. A través del análisis de documentos del Partido y de los órganos de
difusión El Patriota, La Hora y Orientación, se estructuraron los principales interrogantes en las
tres secciones del trabajo: en la primera, se desarrolla
el modo en el que el Partido proyectó la nueva estrategia gremial en su XI Congreso; en la
segunda se muestran las implicancias de llevar adelante aquella estrategia en
los sindicatos donde más presencia tenían y por último, se analiza cómo
caracterizó el PC las prácticas sindicales y relaciones institucionales entre
los años 1946-1948. El corte temporal obedece a los objetivos específicos del
trabajo, establecer el cambio de estrategia y las primeras acciones para
llevarlas a cabo. De la misma forma, entendemos que luego del año 1948 por los
cambios políticos y económicos se abre paso una nueva dinámica en las
relaciones sindicales y por lo tanto en las tácticas del PC.
El XI Congreso y el cambio estratégico en el plano
gremial
Desde mediados de
los años treinta, el PC organizó, condujo o codirigió con otras tendencias
importantes sindicatos como la Federación Obrera Nacional de la Construcción
(FONC), la Unión Obrera Textil (UOT), el Sindicato Obrero de la Industria
Metalúrgica (SOIM), la Federación Obrera de la Industria de la Carne (FOIC), el
Sindicato Único de Obreros de la Madera (SUOM) y la Federación Obrera del
Vestido (FOV). Estos fueron los sindicatos y federaciones que enfrentaron la embestida anticomunista que sostuvo y
profundizó el gobierno a partir del golpe de 1943. Desde un principio, el PC
identificó al gobierno con el nazi-fascismo y asumió la lucha antifascista que
los comunistas sostenían a nivel internacional, denunció el cierre de su diario
La Hora, la intervención de
sindicatos, clausuras de locales y la
detención de sus principales dirigentes gremiales (Del Campo, 1983, p. 181).[2]
Mientras Perón cobraba mayor relevancia como figura gubernamental, el Partido, en el plano político-sindical, caracterizó como demagógica, divisionista y corporativa la
política llevada adelante por la Secretaría de Trabajo y Previsión (STyP). El
PC enarboló un programa de unidad que no quedó estanco entre los años 1943-1946,
pues fue mutando su contenido, interpretación y aplicación conforme al
desarrollo político del país. En los primeros meses del gobierno militar se
buscó la unidad de todo el movimiento obrero organizado en una sola central, lo
que pronto se abandonó al concretarse el apoyo de algunos sindicatos al
gobierno. Hacia mediados de 1945, los comunistas comenzaron a discutir su
política sindical planteando un nuevo tipo de unidad con la conformación de una
Central Obrera Independiente. Sin embargo, en el discurso del PC persistió la
intención de establecer vasos comunicantes con los obreros identificados con el
peronismo, pero sosteniendo y defendiendo los gremios donde conservaba
influencia para contrarrestar la política
gubernamental de fortalecimiento y de creación de los llamados sindicatos
paralelos (Ceruso y Staltari, 2018).
La consecuencia del apoyo gubernamental, que
encerró la política de cooptación, concedió la representación gremial y
propició el crecimiento de aquellos sindicatos resultó evidente cuando se
produjo el levantamiento de las clausuras y las restricciones políticas entre
junio y finales de 1945. Cuando los sindicatos dirigidos por los comunistas
intentaron reorganizar su actividad denunciaron que las “restricciones
oficiales e ilegales” trababan el desarrollo de la dinámica gremial, factores
que se profundizaron luego de las elecciones de febrero de 1946.
Hasta que estas últimas se concretaron en la
prensa comunista se observan tres cuestiones principales: las advertencias
sobre el avance de los sindicatos “colaboracionistas”, las
denuncias sobre presiones para que sus filiales “se incorporen a la órbita de
influencia” de la STyP y los llamados a la unidad de la
comisión nacional Pro-Central Obrera Independiente.[3] Si
bien a fines de 1945 se inauguraron las sesiones de la Conferencia
Nacional pro Central Obrera Independiente y se proyectó el Congreso de la
Central para el mes de abril de 1946, tras las elecciones el PC cambió sus
perspectivas sobre el escenario político. El carácter minoritario de aquella
Central frente a la representación de fuerzas que la CGT tenía con el grueso de
los sindicatos industriales, de comercio y de servicios se ratificó con la
adhesión mayoritaria de los trabajadores a la candidatura de Perón.
Reconocido el triunfo peronista, el Partido inició un
debate donde se aprestaba a decidir si continuaba con su oposición abierta al
peronismo o si se daba un nuevo programa para contrarrestar el influjo de la
naciente fuerza en el movimiento obrero. La abierta oposición había fracasado,
pero lejos estuvieron de plantear el apoyo a un movimiento que, aún legitimado
por la mayoría de los asalariados, seguía siendo para el PC un conglomerado de
fuerzas sociales contradictorias que relegaba a los trabajadores a un lugar de
subordinación. Los cambios no fueron automáticos y los meses entre febrero y
julio-agosto fueron de transición. El Partido preparó su XI Congreso que
significó encarar análisis políticos, una nueva estrategia sindical y tareas de
organización que estuvieran en concordancia con el Frente de Liberación Social y
Nacional, en correlación a las instancias internacionales. A la
par que esperaba y observaba el planteo político de Perón al momento de su
asunción y cómo se iban desarrollando las relaciones de fuerza dentro del
movimiento obrero.
Cuando finalmente se
realizó el XI Congreso Nacional a mediados de agosto de
1946 el escenario político para evaluar las posibilidades de desarrollo de su
tarea en el movimiento obrero industrial estaba más claro. La debilidad de los
sindicatos bajo su influencia y su insuficiente presencia en las grandes
industrias fueron puntos importantes del análisis. La política de obturación de su representación gremial y de represión
a sus dirigentes sindicales y militantes en el período anterior habían sido
clave para tal situación, así como, según el PC, los errores cometidos en sus
prácticas sindicales.
Durante el desarrollo del Congreso los
principales dirigentes del Partido fundamentaron y explicaron los resultados de
las elecciones. El peronismo dejó de caracterizarse en clave de
fascismo, nazi-fascismo y nazi-peronismo y sus políticas como “demagogia
peroniana” y pasó a ser entendido como una fuerza
socialmente heterogénea, integrada por sectores progresistas y reaccionarios que,
por sus intereses contradictorios, se enfrentarían inevitablemente. Lo más
importante de aquella caracterización fue que la mayoría de la clase obrera apoyaba al peronismo y que ello se debía a
la existencia de un sector “nuevo de obreros” que sin experiencia política
previa se volcaron a realizar su experiencia con Perón. Según las
autocríticas realizadas por el líder máximo del PC, Victorio Codovilla, la
falta de comprensión de las características y necesidades de este último sector
social fue fundamental en los errores del Partido, junto con el abandono de las luchas por las reivindicaciones inmediatas
en los lugares de trabajo en pos de privilegiar la campaña electoral y
la subestimación de la influencia del peronismo en las masas trabajadoras.[4]
De los análisis de los posibles desarrollos políticos y económicos del
país, el Partido entendió que sus militantes debían acompañar el proceso de
adquisición de experiencia política de aquellos obreros que habían votado por
Perón. La táctica de apoyar lo positivo y denunciar lo negativo de las acciones
de gobierno evidenciaría sus contradicciones. Apuntalar, acompañar y
direccionar las luchas para presionar por la concreción de los intereses de la
clase obrera y de los sectores populares a través de la conformación de comité de luchas específicas fue la forma
con la que el PC proyectó la conformación del Frente de Liberación Social y Nacional, en concordancia
con su estrategia frentista
(Staltari, 2014). Se continuaba
así relegando las prácticas clasistas buscando un marcado colaboracionismo de
clase.
La estrategia sindical que los comunistas elaboraron en el Congreso partió,
como se dijo, de la situación de debilidad
de su representación gremial, situación que se profundizó tras el triunfo de
Perón principalmente en dos aspectos. Por un lado, los proyectos de convenios
colectivos presentados durante los meses de febrero a junio por los sindicatos
donde se encontraban, ahora en minoría o sin reconocimiento oficial, perdían
peso en las negociaciones con la patronal.[5]
Por otro lado, ya para mediados de 1946 el primer paso del cambio de la
política sindical de los comunistas había fracasado. La intención de lograr la
unificación desde la Central
Obrera y Sindical Independiente con el trabajo de la Comisión Unitaria Central a través de la constitución de comisiones
mixtas que lograsen acuerdos intersindicales en condiciones de igualdad había encontrado
la negativa sistemática de los sindicatos reconocidos oficialmente. Frente a
este escenario, la resolución del mes de julio de la CGT exhortando a
todas las organizaciones obreras a incorporarse a ella fue el marco donde encarar rápidamente la estrategia de la línea unitaria y
abarcar las dificultades en las cuales el PC, su dirigencia sindical y
militancia gremial se encontraron.[6]
Según se analizó en el XI Congreso, sumarse a los
sindicatos oficialmente reconocidos, implicaba, primero, trabajar por
garantizar y fortalecer su presencia en plantas industriales, recomendándose
especialmente las áreas de la alimentación, textiles, metalurgia y los sectores
del transporte; segundo, se podía establecer un contacto cotidiano con los
trabajadores peronistas a través de impulsar desde las organizaciones de base
las luchas por las reivindicaciones inmediatas. En tercer lugar, en aquel
trabajo se lograría contrarrestar la influencia del peronismo y recuperar los
espacios perdidos.
Del mismo modo se definió cuáles deberían ser las tácticas en pos de implementar la estrategia sindical, cómo debían
organizarse las tareas en las grandes fábricas y el modo en que podían
distribuirse los recursos partidarios. Como punto de partida los militantes comunistas
debían “ser miembros de la organización sindical de cada fábrica o industria y
luchar en la defensa de los intereses obreros, sean quienes fueren los que
dirigen la organización”.[7]
Para ello se aconsejó reformular las tareas de los militantes activos en la
estructura celular de empresas y de los comités de barrios fortalecer y crear una serie de
organizaciones intermedias, como las que llevaban adelante las mujeres del
Partido, que en cooperación interviniesen en los conflictos laborales montando
redes de solidaridad (Valobra, 2005, p. 75-82). Las células de fábrica y
comités fueron proyectados como los organismos fundamentales, políticos y
operativos para llevar adelante la estrategia comunista. Así el PC se volcó a
recuperar viejas tácticas que datan desde sus orígenes para emplearlas en un
nuevo contexto.
De la misma manera que se hizo a mediados de la década
del veinte, se señaló que se debía estudiar el funcionamiento de las grandes
empresas y la composición y particularidades de los trabajadores en base al
tipo de relación que se establecía entre ellos, las especialidades, la
calificación y experiencia fabril, sindical y gremial (Camarero, 2007, p. 65-124). En
cada lugar productivo, el trabajo debía organizarse a través de los miembros de
la célula que debía reunirse periódicamente antes o después de la jornada
laboral estableciendo contacto con los militantes de otras secciones y turnos.
Cada célula debía atender a los conflictos cotidianos proyectando los programas
de lucha junto a los obreros de cada sección para reforzar la actividad
sindical. En este punto se reclamó que “las células comunistas,
por otra parte, no debe ni puede suplantar al sindicato”.[8]
Esto resultaba importante para no generar conflictos y romper los puentes que
buscaban crear.
Es
decir, la organización celular que desde mediados de la década del veinte
y treinta fue la táctica que le permitió a los comunistas implantarse en los
ámbitos industriales, expandir su influencia y promover el paso a modernas
formas de organización, ahora se volvía a plantear con nuevos objetivos en un
contexto claramente diferente
(Camarero, 2007, p. 347-348). En aquellos
momentos, su implementación se daba en un “terreno fértil” sin que
existiesen organizaciones sindicales robustas ni corrientes
políticas con presencia sólida en la industria (Ceruso, 2015, p. 42). En cambio,
ahora, la estructura celular se ofrecía como un “repertorio
organizacional” (Tilly, 1995; Tarrow, 1995) que brindaba la posibilidad
de aprovechar las ventajas de la clandestinidad en un momento en donde los
comunistas debían abrir nuevamente surcos en los espacios perdidos y ocupados
por una corriente política novedosa, con firme voluntad organizativa, que
contaba con el apoyo estatal e impulsaba desde su dirigencia una campaña
abiertamente anticomunista. Esa doble condición, de refugio frente a la
represión y de táctica para recuperar influencia, fueron los motivos por los
cuales el PC convirtió a la célula, nuevamente, en el centro de gravedad
de su trabajo sindical.[9]
El trato cotidiano entre obreros comunistas y obreros peronistas se debía
reforzar con los elementos de difusión, la prensa partidaria y la
elaboración de periódicos de empresas y volantes de fábricas que contaran con
financiamiento propio. En todas estas tareas el comité de barrio, formados a
partir de la ubicación de las grandes empresas se volvía una estructura
fundamental. Estos asumían el rol de enlace entre las células y el Partido
porque debían tener trato directo con los comités locales, con las direcciones
provinciales, que a su vez, a través de delegados debían mantener reuniones
regulares con la dirigencia Partidaria y realizar tareas de tipo
político-pedagógicas.[10]
Cada
comité de barrio debía reformular su composición con cuadros políticos del
Partido y militantes miembros de las células de empresa, en un número que
permitiese apuntalar, vigilar y mantener un estrecho vínculo con estas y las
células de calle o de bloqueo. Por último, la importancia de la divulgación de
la prensa partidaria dentro y en los alrededores de las fábricas resultaba
clave para poder establecer el acercamiento con los obreros peronistas,
realizar una tarea pedagógica y de seguimiento a las luchas por las
reivindicaciones económicas como las salariales y las políticas-sociales como
las realizadas por la defensa de las libertades democráticas y la legislación
obrera.[11] Los errores y el balance no evitaron las críticas
internas de sectores que intentaron ir más allá de aquellas problemáticas
analizadas por la dirigencia partidaria. La expulsión tanto de la célula
ferroviaria del barrio porteño de Barracas como del grupo de intelectuales
donde se desatacaron Rodolfo Puiggrós y Eduardo Astesano luego de la discusión
del Congreso reafirmaron la voluntad monolítica de la dirección (Acha 2006, p. 93-105). Así se
consolidó aún más una dirección partidaria rígida y
burocrática representada por Codovilla, Gerónimo Arnedo Álvarez y Rodolfo
Ghioldi que si bien no fue monolítica en cuanto a su visión sobre el peronismo,
siendo el último el más renuente a cambiar la mirada sobre el nuevo gobierno
(Amaral, 2008) lo cierto es que llevaron adelante la aplicación de la línea
incluso frente a la visión de los líderes del Partido sobre el abandono de los
sindicatos (Nadra, 1989, p. 115).
Con estas bases programáticas,
el PC encaró el nuevo período, pero el sostenimiento y el éxito o fracaso de
las mismas no dependió solamente de la mera formulación, intención, ni
del trabajo de sus militantes, los cambios operados en el movimiento obrero y
en las corrientes que en él actuaron son un factor importante de observación.
Por ello, para evitar la subestimación o el
sobredimensionamiento de la acción comunista en las dinámicas gremiales resulta
necesario analizar lo ocurrido con los sindicatos donde tenían históricamente
presencia y así apreciar el contexto en dónde llevaron adelante su estrategia
sindical.
La nueva estrategia y la superestructura sindical
El trabajo hacia el interior de los sindicatos proyectado en el XI Congreso comenzó a partir del mes de
mayo con la reorganización de los sindicatos. En
este punto las acciones llevadas a cabo dependieron si los comunistas se
encontraron al frente de direcciones gremiales o si compartían
las mismas con otras corrientes. En los primeros casos como en la FOIC, la UOT,
el SOIM, la Federación Obrero de la Alimentación (FOA), la FONC y la FOV el
proceso de disolución de los sindicatos por ellos conducidos y su integración a
los oficialmente reconocidos incumbió, en algunos, intentos fallidos por lograr
la unificación a través de la fusión en posiciones de igualdad. En los
segundos, los comunistas abandonaron los sindicatos en los que estaban para
sumarse a los oficiales como en las ramas de la madera y el calzado.
La primera reorganización llevada a cabo por
el PC fue en el sector de la carne, rama emblemática para los comunistas por su
trayectoria y el peso que supieron conseguir cuando a mediados de los años
veinte a las asociaciones por oficio de los anarquistas se opusieron sus
diversas formas de organización hasta que finalmente en 1930 se conformó la FOIC
(Camarero,
2007, pp. 347-348; Lobato, 2001, p. 180-242; Ceruso, 2015, p. 12). Este trabajo fue impulsado principalmente en la zona de
Berisso, Avellaneda, Zárate y Rosario por dos de los que llegarán a ser
destacados dirigentes del Partido, Gerónimo Arnedo Álvarez y José Peter.
Dieciséis años después la FOIC decidió su disolución muy debilitada frente a una
Federación de Sindicatos Obreros de la Industria de
la Carne y Afines (FSOICA) que consiguió el reconocimiento legal por parte del
gobierno en marzo de 1946, luego de una medida
de fuerza en la cual la Federación comunista intervino “sin reservas”
tanto en “la ayuda económica, como en la creación de un clima de concordia que
permita aunar esfuerzos”.[12]
La FSOICA fue el resultado de
un proceso que se puede remontar a principios de la década del cuarenta cuando
comenzó a crecer la disconformidad hacia la dirigencia comunista y la
multiplicación de sindicatos autónomos de planta fundados por anarquistas,
socialistas y sindicalistas que
dejaban de cotizar en la FOIC (Di
Tella, 2013, p.327-344). A esto se sumó que a partir
del golpe de 1943 la Federación fue clausurada y Peter junto a otros dirigentes
fueron recurrentemente encarcelados. En este período, los cuatro sindicatos
autónomos de Avellaneda conducidos por anarquistas, entre ellos Lucas
Domínguez, trabajaron junto al autónomo de Berisso de Cipriano Reyes y el sindicalista de Zárate para continuar
las actividades; estos dirigentes fueron denunciaron por la FOIC por “entreguismo”[13].
Estos fueron
los años en que se consiguieron algunas de las demandas históricas del sector a
la par que se construyó, si bien con oscilaciones, la alianza entre el sector
liderado por Reyes y Perón. Cuando la FOIC intentó volver a sus actividades,
una vez levantada su clausura el 30 de julio de 1945, los comunistas
denunciaron la destrucción de la organización básica de los frigoríficos
reemplazada por “elementos peronianos” protegidos en su “acción
antidemocrática”[14]. De
este cuadro de situación a la conformación en octubre
de la Federación de Sindicatos Autónomos de la Industria de la Carne y al mes,
ya sin el “Autónomos” pero con más sindicatos y con Reyes como Secretario
General, quedarán pocos meses (Contreras,
2018, p. 55-79).
La clara pérdida de representación de la FOIC no dejó
espacio para ningún tipo de negociación, pasadas las elecciones entre abril y
mayo de 1946, con el reconocimiento legal dado a la FSOICA, comenzaron a
discutir su disolución. En el acto del 2 de junio, Peter y Salvador de Aquila,
secretario de la Alimentación, aclararon que la decisión era para “facilitar la
completa unidad sindical de los trabajadores de los frigoríficos” con la
intención de crear “condiciones de lucha a través de una sólida organización,
libre de toda intromisión extraña, combativa y disciplinada, democrática en sus
formas orgánicas”. La resolución general constó de siete puntos donde la
independencia y la unidad tanto del gremio cárnico como del movimiento obrero
en una sola central fueron los ejes principales.[15]
La experiencia del gremio metalúrgico resulta
similar al de la carne, el sindicato comunista, el SOIM, llevaba años de
desgaste al momento de su disolución, factor que influyó en la decisión de no
intentar la unificación. Aunque por la proporción de afiliación de ningún modo
puede calificarse como un gran sindicato, sí fue una gran experiencia del tipo
de organización que los comunistas llevaron adelante durante la década del
treinta. El SOIM se disolvió en los primeros días de julio de 1946 aceptando
que “la Unión Obrera Metalúrgica se levanta poderoso y tiende a agrupar la
totalidad del gremio” (UOM),[16]
Este último surgido en abril de 1943 a partir que el ferroviario José Domenech
incentivó el descontento hacia los comunistas en el SOIM por un conflicto
originado en 1942 (Gurbanov y Rodríguez, 2008).
Al igual que en el caso de la carne, el
crecimiento de la UOM se desarrolló mientras el SOIM permaneció clausurado y
sus dirigentes detenidos (Di Tella, 2003, p. 300-306). Si bien en marzo de 1946
los dos sindicatos formaron comisiones mixtas en un conflicto en Rosario, el
SOIM no insistió en unificaciones en pie de igualdad, en el comunicado de su
disolución puede leerse que el que “durante tantos años fue el defensor de los
derechos e intereses de los obreros metalúrgicos, ha cumplido una etapa” y al
sumarse a la UOM peticiona que esta “vele por el cumplimiento de los estatutos
y por el excelente control administrativo”.[17] Ni en el
caso de la carne ni en el gremio metalúrgico los comunistas contaron con las
condiciones o posiciones que pudieran hacer valer a la hora de negociar, estas tempranas
experiencias a modo de ensayo condicionaron las discusiones del XI Congreso y
las tácticas sindicales posteriores.
En otros casos los sindicatos comunistas continuaron su
actividad llevando adelante reuniones de delegados y negociaciones de convenios
directamente con la patronal o como hizo la UOT conjuntamente con la Asociación
Obrera Textil (AOT) en el mes de junio de 1946 para negociar en la rama de la
seda. Esta última organizada hacia octubre de 1945 cuando, clausurada la UOT de
la calle Entre Ríos, de influencia comunista, los socialistas, que habían formado una nueva UOT con sede en la calle
Independencia, rompieron relaciones con la CGT (Schiavi, 2013, p. 35-65). El PC
había logrado la dirección de la UOT hacia mediados de la década del treinta
con un trabajo que implicó una notable y eficaz combinación de pericia
organizativa, repertorios de base y la apelación a la fuerza de trabajo
femenina, mayoritaria en el gremio (Camarero, 2008; Ceruso, 2015; Norando,
2018).
Durante el primer semestre de 1946 la UOT
comunista trabajó en apoyo y solidaridad, movilizando a los delegados de otras
empresas, en los conflictos de las fábricas más importantes de la rama como
Alpargatas y Sudamtex cuyas comisiones internas pertenecían a la AOT. En este
caso, como se dijo en el XI Congreso, se priorizó el trabajo celular ya que
durante el conflicto fue la célula de Parque Chas la encargada de la
organización de colectas para los trabajadores de Sudamtex[18].
Sin embargo, el trabajo conjunto no dio el
resultado esperado por los dirigentes gremiales comunistas; una vez concluidos
los conflictos, sin lograr el acuerdo de unión en condiciones de igualdad ni
con la AOT ni con la UOT socialista, en la asamblea del día 6 de julio la UOT
de la calle Constitución resolvió su disolución. En el comunicado se establece
que el objetivo fue el “de facilitar el proceso de unificación gremial y
contribuir a forjar esa unidad en las actuales circunstancias, ingresando cada
uno en las organizaciones gremiales existentes de acuerdo a lo que decidan la
mayoría de los obreros de cada establecimiento textil”. Se aconsejó el ingreso
a la AOT y la constitución de comisiones internas y de delegados “que sean la
expresión fiel de la voluntad de los obreros” y que “practiquen la democracia
sindical y sean incorruptibles cuando se trate de defender los derechos y
reivindicaciones de los obreros y los principios de clase de los sindicatos
obreros frente a quien sea”.[19]
En los mismos meses, el dirigente comunista
Juan Lapichino, Secretario General de la FOA propuso comenzar las negociaciones
para obtener mejoras laborales y la campaña de unificación del gremio. La Federación incluía a una gran cantidad de
gremios del sector productivo, siendo el de la carne el que le brindó más peso.
Aunque con la existencia de otros sindicatos de orientación sindicalista y anarquista que fueron
creciendo en la década anterior, el predominio comunista se mantuvo hasta el
golpe de 1943. Una vez acaecido este último las divisiones ocurridas dentro de
los sindicatos del sector se profundizaron como el caso de la carne, panaderos
y aceiteros; serán estos los que aparecerán como los sindicatos “oficiales” con
el activo acompañamiento de la STyP (Di Tella, 2013, p. 327-329; Camarero y
Ceruso, 2014). Este punto resultó decisivo en la disolución de la FOA, que se
confirmó en la asamblea de delegados del día 21 de julio de 1946 y fundamentó
la decisión porque “otros organismos sindicales representantes de los
trabajadores de nuestra industria actúan respaldados en su reconocimiento
gremial obtenido ante los organismos del Estado hecho este que determina que
los trabajadores afluyan a esas entidades”.[20]
En la rama de la construcción, el más
importante caso de presencia comunista, los dirigentes gremiales del Partido
tampoco pudieron hacer valer sus años de experiencia gremial (Camarero, y
Ceruso, 2014). Siendo uno de los gremios más importante por la cantidad de
adherentes y por las estructuras de organización tanto el Sindicato Único de la
Construcción de la Capital Federal y pueblos circunvecinos (S.O. de la
Construcción) como la Federación Obrera Nacional de la Construcción (FONC)
mantuvieron el predominio comunista, pese a las divisiones que como en los
otros gremios se acentuaron luego del golpe de 1943. El S.O. de la Construcción
sufrió la clausura de sus locales, mientras la Unión de Obreros de la
Construcción (U.O. de la C. futura U.O.C.R.A) surgía en septiembre de 1943
promovida por los socialistas, con pocos adherentes en relación a los que
mantuvo la FONC (Di Tella, 2013, p.323-324).
Durante los primeros meses de 1946 desde la
FONC y desde el S. O. de la Construcción se realizaron denuncias sobre el
accionar de la U.O. de la C. por las negociaciones que llevaba adelante y por
su negativa a la unificación o trabajo conjunto.[21] En el
comunicado del 10 de junio la FONC denunció que “desde su mismo origen la U.O.
de la Construcción contradice en su actividad sindical, premisas irrenunciables
del movimiento obrero independiente. Y desviada de sus funciones ordinarias por
los compromisos políticos adquiridos, se coloca en pugna con los intereses del
gremio”, apuntando a los dirigentes del gremio que cumplen “funciones delegadas
por una repartición pública” y que anuncian “como propias las actividades de
los sindicatos adheridos a esta Federación”.[22]
Al igual que en los otros casos, la falta del
marco legal para que funcione tanto el sindicato como la Federación fue
denunciada, uno de los principales dirigentes de la FONC, Rubens Iscaro advirtió
que al no conceder la personería jurídica ni al S.O. de la Construcción ni a la
FONC, que contando con “20.000 cotizantes por mes, con 100 filiales en todo el
país” se violaba la ley porque “de acuerdo con al artículo 9 del decreto sobre
Régimen Legal de las Asociaciones Profesionales Obreras, corresponde concederle
la personaría gremial, al mismo tiempo, cumplir el artículo 10 del mismo
decreto, retirándole la personería gremial a la Unión Obrera de la
Construcción”.[23]
Frente a esta situación una vez emitido el
llamado de la CGT a la unidad y realizado el XI Congreso del PC, el S.O de la
Construcción en la Asamblea General del 15 de agosto decidió la disolución
“después de agotar todos los recursos, en las gestiones realizadas para lograr
la unificación de nuestro gremio y la existencia de UN SOLO sindicato que
agrupe A LA TOTALIDAD de los trabajadores de la construcción”[24].
La resolución de la asamblea advertía sobre los posibles problemas burocráticos
que podrían enfrentar los militantes comunistas al momento de ingresar en los
sindicatos oficiales.
La experiencia de la rama del vestido resulta
similar al textil por la diversidad de actividades, las divisiones entre las
corrientes ideológicas-políticas y la existencia de varios sindicatos. La
Federación Obrera del Vestido (FOV) sufrió divisiones a principios de 1943
cuando se creó el Sindicato de Obreros Sastres, Costureras y Afines (SOSCA),
que se agregó a la ya existente Unión de Cortadores de Confección (UCC). Estas
dos últimas entidades, afines al gobierno, se unirán hacia 1945 formando la
Federación Obrera Nacional de la Industria del Vestido y Afines (FONIVA),
mientras que la FOV perdería representación (Di Tella, 2013, pp. 370-372). Sin
embargo, el predominio comunista en el sector se mantuvo recalando en la
Confederación General Obrera del Vestido (CGOV) y la FOV.
Al igual que en el caso textil durante los
primeros meses de 1946 las dos entidades del gremio del vestido acompañarán las
negociaciones y la huelga del 3 de abril promovidas por la FONIVA.[25]
Para los meses de mayo y junio tanto la FOV como la CGOV, sin haber conseguido
los reconocimientos legales del gobierno, comenzaron a deliberar en asambleas
de todos los sindicatos que las componían la posibilidad de la unificación. Las
resoluciones fueron presentadas a la FONIVA y al Sindicato de Obreros Sastres,
Costureras y Afines de la calle Maipú, junto con una lista de representantes
delegados de casas del sector, recibiendo la negativa de los sindicatos
oficiales.[26]
Al no conseguir la unificación en pie de igualdad, la CGOV decidió su
disolución en el mes de julio y la FOV el 4 de septiembre. En el comunicado de
la primera se establece que se llega a la resolución porque la existencia de
distintas entidades “trae como consecuencia el debilitamiento orgánico frente a
la patronal”, aconsejando a “todas las organizaciones adheridas a esta Central
Obrera y Sindicatos Autónomos del Vestido a adherirse a la FONIVA”,[27]
La tarea de unificación resultó más difícil
en los gremios en los cuales los comunistas o no pertenecían a la dirección o
la compartían con los socialistas, anarquistas y sindicalistas y en donde tenían incidencia en ramas, pero no en
federaciones o confederaciones. En ellos los militantes del Partido tuvieron no
sólo la oposición del sindicato reconocidos oficialmente, como en los casos
anteriores, sino que se encontraron con la negativa de las otras corrientes que
integraban el gremio. En tales condiciones los comunistas o forzaron
disoluciones parciales como en el caso de la madera o abandonaron el sindicato
para sumarse al oficialmente reconocido como en el gremio del calzado.
El gremio de la madera fue un sector en
disputa continua entre sindicalistas,
anarquistas, socialistas y comunistas. Si bien el PC no logró monopolizar la
dirección del sindicato hasta entrados los años cuarenta, mantuvo una presencia
importante frente a la dirigencia sindicalista
y al trotskista Mateo Fossa. Luego del golpe de 1943, como sucedió con otros
gremios, al existente Sindicato Único de Obreros de la Madera y Afines
(SUOMyA), se sumó la Unión de Obreros de la Madera (UOMad) en 1943 patrocinado
por Domenech y a fines de 1944 se agregó la Unión Obrera de la Industria de la
Madera (UOIM) incentivado por la S.T.yP. El último fue el que creció
rápidamente al amparo de la legalidad gubernamental (Di Tella, 2013, p. 180).
También fue al cual el dirigente comunista Vicente Marischi reclamó
insistentemente la unificación. Pero en este caso, los comunistas no sólo se
encontraron con la negativa del UOIM sino también de los obreros pertenecientes
a la FORA nucleados en la “Agrupación Orientación Sindical”. En tales
condiciones los comunistas iniciaron la disolución, después de lograr la
expulsión de los anarquistas, quienes “refundaron” el disuelto sindicato
mientras los militantes del PC se sumaron a la UOIM.[28]
La experiencia en el gremio del calzado no
fue una disolución parcial como en la madera sino que los comunistas
abandonaron el sindicato y se sumaron a los socialistas y sindicalistas en el Sindicato Obrero de la Industria del Calzado.
Durante la década del veinte, los comunistas tenían una posición de debilidad
frente a los socialistas dentro del Sindicato de Obreros del Calzado (SOC)
fundado en 1916 con el nombre Unión General de Obreros del Calzado. El PC no
logró tener una fuerte presencia, salvo en el sindicato de la provincia de
Córdoba que se encontraba dirigido por Pedro Magallanes hacia mediados de los
años cuarenta.
Luego del golpe de Estado de 1943 según Di
Tella “el gremio no pudo ser doblegado, forzando al gobierno a crear uno
paralelo, la Unión de Obreros de la Industria del Calzado, fundado en la muy
tardía fecha de enero de 1946” (Di Tella, 2013, pp. 170-172). Sobre la situación Antonio Forte, militante y
dirigente comunista, denunció los intentos divisionistas que llevaba adelante
la STyP quien “ha formado un sindicato a cuyo frente ponen a sujetos que han
estado siempre contra los intereses de los trabajadores”, insistiendo en la
organización desde los lugares de trabajo “EN LA NECESIDAD DE APOYAR Y
CONTRIBUIR AL FORTALECIEMINTO DE NUESTRO SINDICATO LIBRE E INDEPENDIENTE”,[29]
Si bien en los meses de junio y julio la prensa señala las mejoras conseguidas
en el convenio del Sindicato O. de la I. Del Calzado para agosto, una vez
realizado el XI Congreso y establecida la estrategia sindical, los comunistas
aparecen en la oficialista Unión Obreros de la Industria del Calzado (UOIC).[30]
Con notas firmadas por los “obreros comunistas del calzado” se reconoció el
buen funcionamiento de la vida orgánica del sindicato cristalizada en la
realización de asambleas y en la confección del pliego de peticiones presentado
a la patronal.
Mientras se desarrollaron estas disoluciones
el PC puso el acento en las formas de estructuración, organización y
las dinámicas internas de aquellos sindicatos a los cuales sus militantes se
sumaron. Una vez en ellos resultaron importantes las relaciones
institucionales, es decir cómo se desenvolvían las actividades entre sindicatos
y entre éstos y una CGT cada vez “más complacientes a las necesidades políticas
oficiales” (Doyon, 2006, p. 232). En este punto las ideas de independencia y
unidad con las cuales todos los sindicatos comunistas se disolvieron se
volvieron banderas de defensa y lucha frente a los problemas que el Partido
denunció.
Desarrollo orgánico de los sindicatos y las relaciones institucionales
Los comunistas tuvieron escasas posibilidades de acción
en lo que concierne a la reorganización de las superestructuras institucionales
de los sindicatos. Su línea política se redujo así a tareas tanto “pedagógicas”
como de seguimiento, vigilancia y de denuncias de las irregularidades que
fueron surgiendo. En este punto, en la segunda mitad del año 1946 el PC comenzó
a criticar el accionar de las dirigencias sindicales
por su falta de independencia, pero también el de la CGT por promover un doble
discurso de unificación y anticomunismo que se materializó en la puesta en
marcha por parte de las direcciones gremiales de “maniobras antiobreras”.[31]
Tempranamente se denunció a las dirigencias sindicales
por impedir la incorporación de los trabajadores comunistas, como en el caso de
la construcción y sastres; por guardar silencio o promover los despidos a los
trabajadores comunistas, como en la rama del caucho en Good Year y en el gremio
textil, en Alpargatas; por propiciar transados regionales, como en el caso del
transporte y por expulsarlos del sindicato como se registró en metalúrgicos,
tranviarios y calzado. Las expulsiones de los quince trabajadores comunistas en
el gremio del calzado, a mediados de junio de 1947, realizada por el
interventor Formica que declaró justificando esa decisión “somos anticomunistas
porque estamos con la democracia, la libertad y la justicia” es un ejemplo
ilustrativo de tales maniobras.[32]
Las editoriales donde se advirtió el desvío
en el cumplimiento de las normas sindicales por parte de la CGT comenzaron a
ser corrientes en el diario La Hora y
el semanario Orientación a partir de
septiembre de 1946 y se incrementaron a mediados de 1947. Sobre las
diversas acciones de la Central el PC señaló que: “en
la actualidad es un hecho visible que la independencia sindical intenta
ser, pese a la oposición de los obreros agremiados, prácticamente anulada.
Corrobora cuando afirmamos el hecho de que son varios los sindicatos que, con
diversos pretextos, han sido intervenidos por la dirección de la central obrera
sin que haya miras de que puedan recuperar, en un plazo prudencial, su
normalidad orgánica y administrativa”.[33]
A la suma de las intervenciones de los gremios de la
construcción, la UOIC, el Sindicato Obreros Telefónicos, el sindicato de Good
Year, la UOT y el SUPA, se denunció también que se estaba poniendo en marcha
otro mecanismo de anulación de la independencia sindical “que se refiere a la
intromisión patronal, so pretexto del cobro de la cotización directamente del
jornal, tarea que, por la razón lógica de la vida y lucha del sindicato, debe
ser privativa de los cuadros de la organización destinados a tal fin”.[34]
Completó el cuadro de denuncias sobre el desvío de las normas sindicales los
apoyos por parte de la Central a las declaraciones de ilegalidad de huelgas y
la falta de realización de un Congreso Nacional de la CGT desde 1943.
En el plano institucional, y más específicamente en el
que concierne a la central obrera, cuando la CGT impulsó la realización del
Congreso en septiembre de 1947, los comunistas advirtieron que la forma de
“convocatoria del congreso y la confección del temario debieron ser hechos por
el Comité Central Confederal como lo establecen los estatutos y no simplemente
por su dirección restringida”, aunque saludaron que se invitase a los
sindicatos autónomos.[35]
El PC analizó los puntos más importantes del temario
advirtiendo que la puesta en cuestión del derecho a huelga y las formas que se
proponían para aumentar la productividad por parte de dirigentes de la CGT
tenía que ser discutidas y defendida por los obreros en el Congreso. Una vez
concluido el mismo el saldo para los comunistas fue positivo, ya que se habría
evidenciado el desacuerdo entre los trabajadores y los dirigentes que asumieron
la “representación patronal” como Aurelio Hernández y Antonio Valerga, por la
silbatina recibida, y el apoyo a los “que plantearon los problemas y las
reivindicaciones concretas de los trabajadores” especialmente los delegados
provinciales de Córdoba, Chaco y Salta.
El mayor éxito del Congreso fue el haber forzado a emitir
la resolución sobre el deber de la C.G.T. de “prestar apoyo y solidaridad a
todas las luchas huelguísticas de los trabajadores de la ciudad y el campo”,
deber que el PC denunció que no se estaba cumpliendo.[36] La renuncia del Secretario
General de la CGT, Hernández apareció como una victoria de los trabajadores,
que hicieron evidente su disgusto sobre los discursos oficiales en el Congreso
de la Central que proponían aumentar la producción a costa del esfuerzo obrero.
A esto último se sumó la imposibilidad del dirigente de evitar el desarrollo de
nuevos conflictos.
Ahora bien, la forma de elección del reemplazante del
Secretario General de la Central, la continuidad de otros dirigentes dentro de
la misma y la clausura de sindicatos rurales y de la Unión Obrera Local de Mar
del Plata evidenció para los comunistas, en los primeros meses del año 1948 “la
tendencia de ciertas esferas oficiales a corporativizar el movimiento obrero e
impedir sus luchas”. Según declaró el PC la necesidad de sometimiento de la
actividad sindical llevada adelante por el accionar de los dirigentes de la CGT
respondía a los intereses del capital y del gobierno, por primera vez nombrado
directamente.[37]
El hecho que esta situación tuviese éxito se debía, según
se explicó desde el Partido, a las maniobras para mantener la división del
movimiento obrero, donde la campaña anticomunista llevada adelante por el
gobierno, los medios de comunicación oficiales y las políticas de la CGT
cumplían un rol importante. A partir de 1949 se observará un recrudecimiento de
la campaña anticomunista que llevarán al propio PC a denunciar su “utilización”
con el objetivo de desacreditación a dirigentes y trabajadores que no se
dejaban presionar por el gobierno. En esta situación, el Partido llevó adelante
nuevas discusiones, reajustes en sus tácticas dentro de los sindicatos y en las
organizaciones de planta, que marcaran la política sindical de los siguientes
años de los militantes comunistas.[38]
Conclusiones
La
propuesta del presente trabajo fue observar el
planteo estratégico que el PC desarrolló en el mundo del trabajo industrial luego del triunfo de Perón en las
elecciones de febrero de 1946. Bajo la continuación de su estrategia
política de frente popular mantenida desde 1935, los comunistas pasaron
de sostener la independencia de sus
sindicatos en el período que abarcó el golpe de Estado de 1943 a disolverlos y
comenzar lo que denominaron “unidad desde abajo”.
Las transformaciones operadas
dentro del movimiento obrero en el período 1943-1946 con el crecimiento y
fortalecimiento de un vínculo novedoso entre dirigentes sindicales y un nuevo
líder político reacomodó las tendencias que actuaban en el sindicalismo
nacional. Las consecuencias de la centralización y la regulación de las
relaciones laborales por parte del Estado, la satisfacción de demandas sociales
y salariales, la represión sufrida por los sindicatos dirigidos por los
comunistas, el surgimiento de nuevas organizaciones fortalecidas desde el
reconocimiento estatal, el abandono de la prescindencia política por parte de
la CGT y el apoyo a la candidatura de Perón, configuraron un escenario complejo
que estableció los límites y posibilidades de acción del PC luego de las
elecciones.
Al observar cómo fue su implementación en los primeros años,
se puedo establecer que, si bien el cambio de la línea sindical se fundamentó con
su contenido metodológico y programático en el XI Congreso en agosto de 1946,
la disolución de los sindicatos con influencia comunista comenzó en los meses
anteriores. Las maniobras conjuntas de los sindicatos reconocidos de manera
oficial y el gobierno nacional para continuar con el debilitamiento de los
dirigidos por los comunistas, aún los de mayor peso, dejándolos fuera del marco
legal de actuación y de representación en las negociaciones de convenios a la
par que se realizaban desde la CGT los pedidos de unificación resultaron
exitosos.
Los sectores que el PC priorizó trabajar
fueron los mismos que en la década del treinta supieron
tener la dirección o co-dirección de los
sindicatos o federaciones, al que agregaron los sectores del transporte. Como se demostró, la “unidad desde abajo”
supuso que los comunistas integrasen los sindicatos mayoritarios y oficialmente
reconocidos abandonando o disolviendo los existentes con anterioridad. En
algunos casos como el de la carne y metalúrgicos se disolvieron al principio
del período sin pretender establecer condiciones, consecuencia de la debilidad
en la que se encontraban tanto la FOIC como el SOIM. Los casos de la FONC,
UOT, FOV y la FOA que intentaron sin éxito seguir con las acciones sindicales y
lograr la unificación en pie de igualdad demuestran que, en realidad, la
debilidad fue la condición general en la
que se encontraron todos los sindicatos de
influencia comunista, conjugación de la política de represión y obturación de
su actividad que se dio desde el gobierno y de la elección de los trabajadores.
El tercer tipo de caso fue el de la madera y calzado donde los comunistas al
compartir direcciones tuvieron o que forzar disoluciones que terminaron siendo
parciales o abandonaron el sindicato.
En todos los casos, las resoluciones en las
cuales se basaron las disoluciones apelaron a la necesidad de la independencia
y a la unidad para conformar organizaciones que tuviesen la fuerza suficiente
para encarar las luchas por las reivindicaciones inmediatas, tarea en la cual
los militantes del PC debían incidir activamente. Esto fundamentó el
objetivo de la estrategia sindical: la construcción desde las bases de espacios
que pusieran en tensión la identificación de los trabajadores con el peronismo
y especialmente la representación de los dirigentes gremiales y de la C.G.T que
se identificaran con la fuerza política gobernante. De allí la importancia dada
en el Congreso a las tácticas de organización y a los elementos de trabajo con
las bases, la prensa, las células y los organismos políticos y operativos: los
comités de barrio.
Por último, al observar cómo el PC analizó las prácticas sindicales y relaciones institucionales entre
los sindicatos y la CGT se puede determinar que las críticas al desarrollo
orgánico de la vida gremial comenzaron de inmediato. Aquí las banderas de Unión
e Independencia sindical resultaron claves para el discurso comunista. La
primera se relacionó con lo que se denunció en la prensa partidaria como la
campaña anticomunista, que se materializó en un abanico de acciones contra los
trabajadores comunistas dentro de los sindicatos y que se profundizó a partir
de 1947 con medidas como la expulsión en el gremio del calzado. Pero además, y
aquí la segunda bandera que entra en juego, la existencia de la campaña
anticomunista por un lado acredita la presencia de ellos en la dinámica
sindical y, por otro, permite vislumbrar la puesta en marcha de su estrategia
de “unidad por las bases” de modo tal que al gobierno les permitió colocarlos
como los impulsadores de los conflictos obreros e implementar los “mecanismos
de disciplinamiento” que se fueron imponiendo a medida que llegaba a su fin el
período de bonanza económica, como las intervenciones de los sindicatos y la
declaración de ilegalidad de algunas huelgas.
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Recibido: 07/02/2019
Evaluado: 28/07/2019
Versión Final: 08/09/2019
(*) Profesora de Historia (Instituto Superior Joaquín V. González), Licenciada en Historia (Universidad Nacional Tres de Febrero), Magister en Historia (Universidad Nacional Tres de Febrero), Doctoranda de la Universidad de Buenos Aires con mención en Historia (Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires). Docente Universidad Nacional de Lanús; Profesora de Historia (Escuela Técnica N° 4 República del Líbano y Escuela de la Paz). Argentina. E-mail: silvanastal@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4030-7387
[1] Orientación, Buenos Aires, 10 de julio de 1946.
[2] El 21 de junio ocurrió la entrevista de los dirigentes de la CGT Nº 2 con el ministro del interior Alberto Gilbert y las detenciones de los dirigentes sindicales comunistas.
[3] El Patriota, Buenos Aires, 20 de julio de 1945.
[4] Partido Comunista, República Argentina, Comité Ejecutivo. XI Congreso Nacional Ordinario, días 14, 15, 16,17 y 18 de agosto 1946, Raíces políticas de los errores y debilidades que tuvo el Partido en el desarrollo de su actividad durante el período de la dictadura militar-fascista”, pp. 3-5.
[5] La Hora, Buenos Aires, 11 de enero de 1946. La Hora, Buenos Aires, 06 de abril de 1946. Orientación, Buenos Aires, 22 de mayo de 1946. En enero la Federación Obrero de la Alimentación presentó a diferentes empresas pedidos de aumento de sueldo y aguinaldo. En mayo la UOT elaboró el convenio de la seda. En la rama de la construcción presentaron en abril y mayo pliego de condiciones. La Hora, Buenos Aires, 01 mayo de 1946.
[6] Orientación, Buenos Aires, 27 de febrero y 13 de marzo de 1946 y 10 de julio de 1946.
[7] Partido Comunista Argentino, Comité Ejecutivo. XI Congreso..., pp. 17.
[8] Partido Comunista Argentino, Comité Ejecutivo. XI Congreso…, p. 14.
[9] M. Duverger (1957, pp. 60-66) describió a las células como creación del Partido Comunista Ruso impulsadas luego por la III Internacional como centro de gravedad del trabajo político, pero no para conquistar votos sino como instrumento de agitación, propaganda y organización.
[10] Partido Comunista Argentino, Comité Ejecutivo. XI Congreso…, pp. 5, 6 y 11.
[11] Ibídem, pp. 13 y 14.
[12] La Hora, Buenos Aires, 16, 19 y 24 de marzo de 1946.
[13] El Patriota, Buenos Aires, 28 de abril de 1945.
[14] Orientación, Buenos Aires, 07 de noviembre de 1945.
[15] Orientación, 3 de junio de 1946.
[16] La Hora, 11 de junio de 1946.
[17] La Hora, 11 de junio de 1946.
[18] Orientación, 15 de mayo de 1946. La Hora, 8 de junio de 1946.
[19] Orientación, Buenos Aires, 07 de julio de 1946.
[20] Orientación, Buenos Aires, 31 de agosto de 1946.
[21] La Hora, Buenos Aires, 11 de abril de 1946.
[22] La Hora, Buenos Aires, 10 de junio de 1946.
[23] La Hora, Buenos Aires, 30 de junio de 1946.
[24] Orientación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1946.
[25] Orientación, Buenos Aires, 27 de marzo y 10 de abril de 1946.
[26] La Hora, Buenos Aires, 10 y 14 de julio de 1946. Orientación, Buenos Aires, 26 de junio de 1946.
[27] La Hora, Buenos Aires, 01 de agosto y 6 de septiembre de 1946.
[28] Orientación, Buenos Aires, 14 de agosto, 16 de octubre, 12 de diciembre de 1946 y 8, 22 de enero y 6, 13 de agosto de 1947.
[29] Orientación, Buenos Aires, 13 de febrero de 1946. (mayúsculas en original).
[30] La Hora, Buenos Aires, 07 de julio de 1946.
[31] Orientación, Buenos Aires, 20 y 27 de noviembre de 1946. En algunos casos eran los mismos dirigentes de la CGT en sus sindicatos.
[32] Orientación, Buenos Aires, 12 de junio de 1946 (Alpargatas), 04 de septiembre de 1946 (caucho), 11 de septiembre de 1946 (tranviarios), 11 de diciembre de 1946 (IMPA); 12 de diciembre de 1946 y 04 de junio de 1947 (Ferroviarios), 18 de diciembre 1946 (construcción) de 1946 y 23 de abril de 1947 (Sindicatos de Obreros Sastres, Costureras y Afines). Orientación, Buenos Aires, 11 de febrero de 1948 (corporación del transporte). Orientación, Buenos Aires, 11 de junio de 1947 (Calzado) .
[33] Orientación, Buenos Aires, 02 de abril de 1947.
[34] Ídem.
[35] Orientación, Buenos Aires, 10 de septiembre de 1947.
[36] Orientación, Buenos Aires, 22 de octubre de 1947.
[37] Orientación, Buenos Aires, 08 de diciembre de 1947 y 8 y 21 de enero de 1948.
[38] Orientación, Buenos Aires, 29 de octubre de 1947.