Municipalidades en “todo el
territorio”. Desafíos en la conformación del Estado de Buenos Aires
Mariana
Canedo(*)
Resumen
Durante la década de 1850, los
gobiernos locales, provinciales y nacional fueron dirimiendo sus potestades en
el marco de la construcción de una nueva centralidad política. Las
constituciones y leyes específicas para organizar el régimen municipal en cada
provincia se sancionaron con relativa rapidez, pero la implementación de los
nuevos gobiernos locales tendió a ser morosa. En un contexto de enfrentamientos
políticos y bélicos con la Confederación Argentina, exiliados federales y
parcialidades indígenas, el gobierno del Estado de Buenos Aires impulsó un
proyecto de implementación extendida de municipalidades de campaña, y la
municipalidad de la ciudad. En este trabajo nuestro objetivo es profundizar el
conocimiento de las características del proyecto, a partir de considerar los
criterios concebidos para su implementación e identificar posibles
condicionantes en esos primeros años. Argumentamos que la intencionalidad del
gobierno hacia el proyecto de municipalidades fue afianzar la soberanía del
Estado de Buenos Aires interviniendo en la organización político-administrativa
del ámbito rural ante los desafíos de gobernar la campaña en una coyuntura
compleja.
Palabras clave: Municipalidades;
Estado de Buenos Aires; Territorio; Pueblos; Elecciones.
Municipalities
in “all the territory”. Challenges in the conformation of the Estado de Buenos
Aires
Abstract
During
the decade of 1850, the local, provincial and national governments were
dissolving their prerogatives within the framework of the construction of a new
political centrality. The constitutions and specific laws to organize the
municipal regime in each province were sanctioned with relative rapidity, but
the implementation of the new local governments tended to be weak. In a context
of political and warlike confrontations with the Confederación Argentina,
federal exiled and indigenous, the government of the Estado de Buenos Aires
impelled a project of extended implementation of rural municipalities, and the
municipality of the city. Our purpose is to deepen the knowledge of the
characteristics of the project, considering the criteria conceived its
implementation and to identify possible conditioners in those first years. We
argued that the intentionality of the government towards the project of
municipalities was to strengthen the sovereignty of the Estado de Buenos Aires
taking part in the political-administrative organization of the rural country
and the challenges to govern it in a complex conjuncture.
Keywords: Municipalities; Estado de
Buenos Aires; Territory; Towns; Elections.
Municipalidades en “todo el
territorio”. Desafíos en la conformación del Estado de Buenos Aires(**)
Durante
la década de 1850, las potestades de los gobiernos locales, provinciales y
nacional fueron dirimidas en el marco de la construcción de una nueva
centralidad política. En 1853, la Constitución de la Confederación Argentina
delegó a las provincias la organización de cada régimen municipal que, en los
años inmediatos, fue promulgado en las constituciones y leyes de esas
jurisdicciones (Ternavasio, 1991). Sin embargo, la implementación de las
municipalidades fue más dilatada: comenzó, mayoritariamente, por las ciudades
capitales de las provincias y fue gradual en los ámbitos rurales a partir de
1860.[1]
Los
estudios realizados sobre la supresión de los cabildos en ciudades y villas de
las provincias rioplatenses entre 1820 y 1838 permiten comprender la
complejidad de los entramados jurisdiccionales que produjeron esas decisiones y
reflexionar sobre los dilatados surgimientos de nuevos gobiernos municipales
décadas después (Tedeschi, 1993; Ternavasio, 2000; Chiaramonte, 2003;
Marchionni, 2008; Agüero, 2012; Molina, 2014; Barriera, 2016, Galimberti, 2018,
entre otros). Igualmente, para justipreciar los desafíos que implicó la promoción
de las municipalidades resulta pertinente considerar que junto con los cabildos
de 13 ciudades y 6 villas, existieron otras formas de gobierno comunal en los
“pueblos de españoles”, “pueblos de indios”, o las villas y ciudades que no
habían logrado instrumentar el autogobierno, entre otros cuerpos territoriales.[2]
En
el Estado de Buenos Aires –no integrante de la Confederación Argentina-, el
régimen municipal fue proclamado en su Constitución en 1854. Seis meses después
se sancionó una Ley de Municipalidades con una sección para la ciudad de Buenos
Aires y otra para las denominadas Municipalidades de Campaña. Cada apartado
tuvo sus propios antecedentes y expresó diseños institucionales diferentes para
la populosa capital y para los pueblos rurales (Aramburo, 2015; Canedo, 2018b).
Unas 45 municipalidades de campaña comenzaron a funcionar en los primeros meses
de 1856 y la municipalidad de la ciudad capital lo hizo a principios de abril.
La cantidad de casos y la simultaneidad propiciada en la implementación de las
municipalidades en el Estado de Buenos Aires constituyen características de un
proyecto ambicioso e inédito en la región que, además, se desenvolvió en un
contexto de enfrentamientos políticos y armados con la Confederación, exiliados
y parcialidades indígenas.[3]
Asimismo, los gobiernos municipales fueron implementados en comunidades con
diferentes trayectorias político-institucionales.
Pese
a la envergadura del proyecto, el consenso mayoritario que tuvo, y la cantidad
de personas que lo llevaron adelante, el conocimiento sobre la implementación y
el funcionamiento de las municipalidades es limitado y fragmentado.[4] El
objetivo del artículo es justipreciar las características del proyecto del
Estado de Buenos Aires para las municipalidades, a partir de considerar los
criterios concebidos para la implementación de las mismas en el ámbito rural e
identificar posibles condicionantes en esos primeros años.
Consideramos
que la implementación de los gobiernos municipales en las provincias tuvo
especificidades relacionadas con las configuraciones históricas regionales, las
dinámicas políticas y económicas de las décadas de 1850 y 1860 y las normativas
elaboradas por los gobiernos provinciales sobre cada régimen municipal.
Argumentamos que el caso de las municipalidades de campaña constituyó un
proyecto que buscó intervenir en la organización político-administrativa del
ámbito rural como uno de los caminos para afianzar la soberanía del Estado de
Buenos Aires. Esta intencionalidad plasmó las características del proyecto que
se fue perfilando en base a los desafíos de gobernar la campaña en una
coyuntura compleja, marcada por los debates y enfrentamientos armados con la
Confederación Argentina sobre la forma de organización del estado nacional y el
lugar que Buenos Aires ocuparía en esa construcción.[5]
En
el trabajo recorremos cuestiones vinculadas con la territorialidad en el Estado
de Buenos Aires, la dinámica poblacional en torno a la década de 1850, la
importancia otorgada a los pueblos y a la forma de la elección de los
municipales. Lo hacemos aunando fuentes diversas y avances logrados en trabajos
anteriores articulados ahora en pos de la intencionalidad, modalidades y
posibilidades del Estado de Buenos Aires para emprender un proyecto de tal
magnitud, en un contexto tan complejo.
Buscamos
contribuir a mejorar el conocimiento sobre la conformación de las primeras
municipalidades de campaña en su conjunto y, al mismo tiempo, profundizar
facetas del Estado de Buenos Aires en esos primeros años. De manera más
general, intentamos recuperar la complejidad política de los gobiernos
municipales y cuestionar la perspectiva de análisis que otorga cierta
naturalidad al devenir y organización de los mismos.
1. Construyendo el territorio en el Estado de Buenos
Aires
Una
característica singular en la implementación de las municipalidades de campaña
en el Estado de Buenos Aires fue, como hemos señalado, la amplitud territorial
de la propuesta al establecerse en su Constitución el “régimen municipal en
todo el territorio” (artículo 170). Sin embargo, la extensión del territorio en
cuestión era asunto de cuestionamientos, debates e intereses en pugna durante
esos años.
En
principio cabe considerar que la delimitación del territorio del Estado no
constituyó un tema menor en la Constitución. Los legisladores debatieron y
aprobaron en el texto constitucional que el territorio del estado soberano se
extendería ampliamente hacia el oeste, hasta “las faldas de las Cordilleras”, y
al sur, hacia la entrada de éstas en el mar (artículo 2).[6]
Como ha planteado Mariano Aramburo, estas discusiones sobre los límites del
territorio pueden leerse en clave de la proyección política que los
representantes en la Legislatura les otorgaron. Habían desplazado la cualidad
de provincia por la de Estado, afirmado su soberanía y, por lo tanto, la
separación de Buenos Aires de la Confederación Argentina. La proyección
política del territorio incluía el reconocimiento de un pasado y un presente
que los legisladores reivindicaban y formaba parte de los debates sobre la
conformación del estado nacional y el lugar que Buenos Aires podría ocupar en
él (Aramburo, 2019).
Sin
embargo, a mediados del siglo XIX, el fomento hacia las municipalidades se
mantuvo en una jurisdicción territorial del gobierno de Buenos Aires más
acotada que la expresada en la Constitución, aunque igualmente amplia y con
límites imprecisos.[7]
El “Poder Ejecutivo” fue quien quedó, según la Ley de Municipalidades, a cargo
“interinamente” de “la designación de los límites de cada Partido ó Municipio”
y quien determinaría dónde se establecerían las municipalidades de campaña
(artículo 58).[8]
La
construcción del territorio a nivel operativo se reveló más descentrada del
gobierno y la administración del Estado de Buenos Aires que lo especificado en
la normativa. Desde 1852, los gobiernos que se sucedieron coincidieron en
promover el “restablecimiento” del Departamento Topográfico, una institución
formada en la década de 1820 y nuevamente valorada por los contemporáneos como
“la más necesaria” y que buscaba instituirse como modelo para “la República”
(Garavaglia y Gautreau, 2011; Canedo, 2013; D'Agostino, 2014). Hubo tres proyectos propuestos por
las autoridades del Departamento que expresaron las prioridades de su agenda
por esos años: elaboración de una nueva Carta Topográfica de la provincia,
realización del plano de la ciudad de Buenos Aires y el “arreglo” de los
pueblos de la campaña. Las propuestas
pretendían materializar instrumentos útiles para las tareas del gobierno a
nivel local de la ciudad capital y los pueblos, a la vez que buscaban una mejor
apropiación simbólica del territorio en su conjunto por parte del estado (Pro
Ruiz, 2011; Canedo, 2013).
La
nueva Carta Topográfica sobre Buenos Aires se concretó recién en 1865. En ella
se incorporó los límites de los partidos, divisiones internas en el territorio
de la jurisdicción de Buenos Aires desde principios del siglo XVIII que habían
pasado a estar a cargo de los jueces de paz en 1821 (Garavaglia, 1999; Gelman,
2000; Yangilevich, 2017, entre otros). En 1854, eran 50 los partidos
establecidos, pero desde el Departamento Topográfico se expresaba la carencia
de información precisa sobre los límites de las jurisdicciones locales. Con el
aval del Valentín Alsina, ministro de gobierno por entonces, el Departamento
Topográfico acudió al “conocimiento práctico” de los jueces de paz, quienes a
su vez, convocaron a comisiones de vecinos para delimitarlos. El Departamento
Topográfico y el gobierno habían impulsado la delimitación precisa de los
partidos, pero los resultados fueron deudores en gran medida de las
predisposiciones, los tiempos y las formas de elaboración de la información de
los poderes locales. La provisionalidad en el establecimiento de los “Partidos
o Municipios” expresada en la Ley de Municipalidades pareciera una
manifestación de esta situación.
Unos
meses después, al avalar como senador la Ley de Municipalidades, Alsina
reconoció haber presentado un proyecto de “Municipalidades de partido o
departamento”. Había propuesto al gobernador una nueva división territorial
administrativa y el nombramiento en cada departamento de un “jefe político” o
“civil” que fuese “agente inmediato y dependiente del Poder Ejecutivo,
encargado y responsable de la tranquilidad de todo el departamento y único
conducto entre los municipios y los poderes Ejecutivos y Judicial.”[9] No
contamos con mayores detalles de la propuesta, pero Alsina pareciera referirse
al sistema en el que el gobierno del pueblo o ciudad integra al ámbito rural en
su propia jurisdicción y que fue el sistema que se consolidó en la provincia de
Buenos Aires. Sin embargo, según expresaba el propio Alsina en 1854, el
gobierno lo había juzgado no “adaptable en el día, por motivos de actualidad y
de sosiego público”.[10]
Este
tipo de ajuste de los límites o demarcaciones en la organización territorial
previo a cambios en los gobiernos locales, se ha planteado en variados lugares
y coyunturas (Morelli, 2007) El proceso estudiado para Buenos Aires expresaría
un intento paulatino por tender a consolidar la centralidad de los partidos,
acoplando a ellos las jurisdicciones electorales municipales en 1855 y las
eclesiásticas como se enunciaría en la Carta Topográfica de la década
siguiente. La conformación de los mismos resultó más lenta de lo proyectado y
se desenvolvió en el marco de la persistencia de la pluralidad de derechos en
terrenos de los pueblos y debates sobre la tierra pública (Canedo, 2015;
Barcos, 2019).
2. Municipalidades sin parámetros de población
Durante
el siglo XVIII, un progresivo aumento en la cantidad de comunidades
territoriales locales tuvo lugar en las fronteras hispanoamericanas, e incluyó
al litoral rioplatense en tanto parte de la frontera sur que articulaba al
complejo portuario rioplatense con la Capitanía General de Chile (Hünefeldt,
2000). Dentro de la monarquía hispánica, el reconocimiento de un sitio, pueblo
de españoles, pueblo de indios, villa o ciudad fue un proceso de consolidación
o ampliación de potestades que se encontraba inmerso en entramados de poder en
diferentes escalas. El reconocimiento por parte de la Corona, efectuado caso
por caso, presuponía una solicitud que actualizaba el vínculo súbdito-soberano.
La cantidad de población no fue un requisito en las consideraciones expresadas.
No todas las comunidades alcanzaron las mismas prerrogativas: las potestades
vinculadas con el autogobierno, es decir la posibilidad de elección de sus
propias autoridades, estaban asociadas a villas, ciudades y pueblos de indios y
fueron las más restringidas en el siglo XVIII (Rojas, 2002; Hespanha, 2005;
Gayol, 2007).
En
la jurisdicción del cabildo de Buenos Aires, los “pueblos de españoles”
constituyeron un ramillete de unos treinta asentamientos que en los primeros
años del siglo XIX no habían alcanzado la condición de villa, aunque algunos lo
habían solicitado infructuosamente.[11]
Asimismo, aunque en 1819 el pueblo de San Nicolás de los Arroyos fue reconocido
como ciudad por la contribución de su población en enfrentamientos armados en
la década de 1810, no llegó a modificar su forma de gobierno. La excepción en
Buenos Aires, lo constituyó la temprana villa de Luján (1755) cuyo cabildo
funcionó con enfrentamientos jurisdiccionales con el de Buenos Aires hasta que
ambos fueron suprimidos en 1821 (Taranto, 2017).
A
partir del siglo XIX, la población comenzó a ser un parámetro considerado con
frecuencia por los gobiernos para la organización de las comunidades locales en
Hispanoamérica.[12]
Sin embargo, en Buenos Aires se continuó sin criterios mínimos o máximos de
habitantes al implementarse las municipalidades de campaña en los pueblos y
ciudades mientras estuvo vigente la Ley de Municipalidades de 1854.[13]
Nos detendremos en algunas características propias de la población de Buenos
Aires vinculadas con esta decisión.
a. La población
en la campaña en la década de 1850
En
la jurisdicción de Buenos Aires, la década de 1850 se destacó por ser la de
mayor presencia relativa de población en el ámbito rural (65%), en relación con
la de la populosa ciudad capital. Recordemos que desde su proceso de
conformación hacia fines del siglo XVI, la ciudad-puerto de Buenos Aires se
destacó por consolidar un grupo poblacional mayor que el resto de su
jurisdicción o campaña. Los pobladores de la campaña superaron por primera vez
a los de la ciudad hacia la década de 1820, como consecuencia del mayor ritmo
de crecimiento producido fundamentalmente por los asentamientos de migrantes de
zonas cercanas incrementado a fines del siglo XVIII (Garavaglia, 2009). La
ciudad siguió siendo el gran polo de atracción poblacional y económico, pero el
ritmo de su crecimiento superó al de la campaña recién durante la década de
1860, en parte por la influencia del aumento de la migrantes trasatlánticos
(Mateo, 2012). Resulta así que, según las estimaciones de 1854/1855, el 65% de
la población en la jurisdicción del gobierno de Buenos Aires se encontraba en
zonas rurales (180.257 personas registradas), mientras en la ciudad fueron
92.709 habitantes. Tras la década de 1850, la población de la campaña continuó
superando proporcionalmente a la de la ciudad durante el siglo XIX, aunque en
forma paulatinamente menor.[14]
Asimismo,
durante la década de 1850 la densidad poblacional en la campaña aumentó. Los
avances territoriales de parcialidades indígenas en zonas de frontera que
motivados por sus propias agencias, las dinámicas de confederación o
fragmentación de los liderazgos indígenas, y el establecimiento de alianzas con
diferentes grupos de la Confederación Argentina o del Estado de Buenos Aires,
limitaron la superficie controlada por el gobierno de Buenos Aires durante el
gobierno de Juan Manuel de Rosas (de Jong, 2007 y 2009). En consecuencia, hacia
1854 la densidad poblacional de la campaña bajo jurisdicción del gobierno del
Estado de Buenos Aires aumento a 1,97 hab/km2, casi duplicando a las anteriores
estimaciones.[15]
El
predominio de la población rural era una característica compartida entre las
provincias a mediados del siglo XIX, y lo había sido en los siglos anteriores
en la mayoría de las jurisdicciones. Sin embargo, el ritmo de crecimiento y la
cantidad de pobladores en estos territorios de frontera otorgaban un rasgo
particular a la jurisdicción de Buenos Aires, que junto con la dinámica propia
de la militarización, potenciaban el desafío de gobernar la población de la
campaña para las autoridades del Estado de Buenos Aires (Canciani, 2017;
Garavaglia, 2015).
b.
Heterogeneidad en los partidos de la campaña
La
población de Buenos Aires presentaba una distribución heterogénea en la
campaña. Si la consideramos por partido, en base a los recuentos poblacionales
que junto con la información de los límites presentaron los jueces de paz en
1854, tenemos el siguiente panorama:
Cuadro 1. Distribución de
la población de la campaña por partido. Buenos Aires, 1854
POBLACION |
PARTIDOS |
DENOMINACION |
+ 9000 |
1 |
Villa Luján |
8000-8999 |
2 |
Villa de Mercedes.
San Nicolás de los Arroyos (ciudad) |
7000-7999 |
2 |
San Isidro. Quilmes |
6000-6999 |
2 |
Lobos. Chivilcoy |
5000-5999 |
4 |
Azul. San José de
Flores. Dolores. Pilar |
4000-4999 |
7 |
Barracas al Sud.
Cañuelas. Chascomús. Magdalena. Navarro. Pergamino. San Vicente |
3000-3999 |
6 |
Monte. Veinticinco
de Mayo. Ranchos. San Fernando. Morón. San Pedro |
2000-2999 |
11 |
Arrecifes. Baradero.
Ensenada. Exaltación de la Cruz. Fortín de Areco. Lobería. Matanza. Pila.
Salto. San Antonio de Areco. Tandil |
1000-1999 |
10 |
Ajó. Bragado. Las
Flores. Patagones. Rojas. San Andrés de Giles. Tordillo. Tuyú. Vecino. Zárate |
-1000 |
5 |
Bahía Blanca.
Federación. Las Conchas. Saladillo. Tapalqué |
Total |
50 |
|
Fuente: Elaboración personal en base a recuentos
poblaciones, REPBA, 1854, tablas varias
Para
sintetizar el panorama de conjunto puede agruparse a los 50 partidos de 1854 en
tres tercios aproximados: 18 partidos con más de 4000 pobladores (36% del
total), 17 partidos entre 2000 y 3999 personas (34%) y 15 casos (30%) que
tenían menos de 2000 personas (dentro de estos últimos 15 partidos solo 5
registraron menos de 1000 habitantes). La cantidad de pobladores por partido no
fue un criterio incorporado en Buenos Aires para establecer una municipalidad
según la Ley de 1854, pero de haberlo sido la restricción hubiese alcanzado a
pocos partidos.
En
cada agrupamiento por población, hay partidos con diferentes ubicaciones,
dimensiones, procesos de conformación, orientaciones productivas y
vinculaciones mercantiles. Se pueden describir algunas tendencias, aunque
presentan excepciones. Por ejemplo, no resulta sorprendente que los partidos
con menor población se encontraran en zonas de fronteras o que fueran de
reciente conformación. Sin embargo, la baja población del partido ribereño de
las Conchas o de San Andrés de Giles en la zona oeste de la campaña, ambos
conformados en el siglo XVIII, matizan la afirmación. A su vez, presentan
bastante población relativa Chivilcoy, pese a su recientemente conformación, o
el partido de Azul que se encontraba en zona de frontera. Igualmente, esta
distribución se modificó rápidamente en algunos partidos relativamente
populosos cercanos a la ciudad de Buenos Aires: Quilmes y, luego, San Isidro
fueron divididos para generar nuevas jurisdicciones a pedido de grupos de
vecinos.
Una
última observación, todavía abierta, se vincula con los tres partidos con mayor
población en 1854 que presentaban algún tipo de distinción, aunque vinculadas a
coyunturas diferentes: el atributo “villa” propio de antiguo régimen en Villa
de Luján (1755), y en Villa Mercedes (1854), cuyo significado no nos resulta
claro, aunque podría vincularse a la renovación buscada por el gobierno del
Estado de Buenos Aires hacia este pueblo con manifiesta adhesión federal, que
lo llevó a modificar su denominación, y San Nicolás de los Arroyos, había sido
nombrado ciudad en 1819, un reconocimiento “patriótico” posrevolucionario
(Marquiegui, 1990; Canedo, 2000; Barcos, 2013).
La
no consideración de parámetros poblacionales para la implementación de las municipalidades
de campaña llevó a que no se establecieran jerarquías políticas internas entre
los pueblos (aún el que incorporaba villa a su nombre o era considerado
ciudad). A la vez, propició una organización municipal con la misma cantidad de
integrantes (cuatro municipales titulares y dos suplentes) presididos por el
juez de paz. Al respecto, señalamos dos cuestiones que ameritan ser
profundizadas. Por un lado, que para 1858, la legislatura habilitó la
duplicación de municipales y suplentes para San Nicolás de los Arroyos,
generando una organización interna inédita para la campaña. Por otro, que la
cantidad de población siguió siendo considerada al momento de nombrar alcaldes
y tenientes alcaldes que contribuían con las funciones de los jueces de paz
(Barral y Fradkin, 2005). Los gobiernos municipales tendieron a mantener que el
nombramiento anual que se realizaba de estos vecinos, que era potestad de la
municipalidad, correspondiera a la propuesta de cada juez (Canedo, 2019a).
3. Pueblos para municipalidades
Desde
mediados del siglo XVIII, los pueblos en la jurisdicción de Buenos Aires fueron
incrementando su número en forma paulatina, sin responder a políticas de
fundación como sucedió en jurisdicciones cercanas en algunas coyunturas.[16]
Algunos fueron impulsados por vecinos destacados del lugar, otros se conformaron
de manera espontánea por ocupantes en tierra realenga, varios estuvieron
asociados a la dinámica comercial fluvial o terrestre, y algunos pocos tuvieron
la promoción de un virrey. Como hemos señalado, otro fue el camino transitado
por los dos pueblos de indios que tras varias disputas por las características
de la población, el terreno y la jurisdicción de sus autoridades pasaron a ser
considerados pueblos de españoles a principios del siglo XIX (De Paula y
Gutiérrez, 1999; Barral y Fradkin, 2005; Canedo, 2016).
Al
debatir como senador la Ley de Municipalidades, Valentín Alsina expresaba
limitaciones generales del proyecto: “población corta, dispersada en desiertos
y régimen municipal, eso es una especie de contrasentido. Este régimen requiere
necesariamente y presupone la existencia de masas de familias más o menos
fijas, más o menos agrupadas en pequeñas superficies”.[17]
La oratoria del político finalizaría fomentando la aprobación del proyecto y
valorando la importancia de contar con municipalidades, pero la presencia de un
pueblo o una población relativamente concentrada, fue una condición ineludible
para la implementación de las municipalidades de campaña.[18]
En
febrero de 1855, siendo Alsina ministro de gobierno, se convocó a las primeras
elecciones de municipales y por decreto se consideraron tres posibles
situaciones: donde hubiera un “pueblo”, las municipalidades se instalarían; en
los partidos donde no lo hubiese, seguirían funcionando -o se formarían- las
“comisiones municipales”; una tercera alternativa consistía en que los
municipales electos se prestaran a “una residencia común”, experiencia que no
se emprendió.[19]
Las
comisiones municipales fueron formas transitorias de gobierno local promovidas
por el gobierno a principios de 1854. Cada juez de paz fue el encargado de
conformar “una Comisión encargada de atender a todas las necesidades del
Partido” eligiendo “cinco o más habitantes del Partido, incluyendo dos
extranjeros”, que debían ser avalados por el gobierno. La propuesta de las
comisiones antecedió unos meses a la sanción de la Constitución del Estado de
Buenos Aires y la Ley de Municipalidades, y se consideró una manera de ir
preparando “los elementos indispensables, para la pronta y fácil ejecución de
la ley”.[20]
Las
comisiones fueron instrumentadas en distintos partidos y duraron más de lo
originariamente previsto: por lo menos dos años en los casos en que dieron paso
a las municipalidades en 1856 y bastante más en los partidos en que no había
pueblo, se encontraban en zona de frontera o donde surgieron dificultades
políticas para el gobierno. Un ejemplo de buen funcionamiento institucional
alcanzado por estas comisiones es el de San Nicolás de los Arroyos, ciudad
populosa, como hemos señalado, ubicada en el extremo norte del Estado. Las
actas de la misma permiten apreciar el cumplimiento del objetivo propuesta y
cierta continuidad con la implementación de la municipalidad en dinámica e
integrantes. En el otro extremo, el juez de paz de Vecino, partido poco poblado
y ubicado en la frontera, argumentaba en 1855 que “los individuos que pudieran
desempeñar” los cargos de “la benéfica institución de la municipalidad” eran
contados en el partido y permanecían “en él corto tiempo que los tienen sus
negocios”. Esta situación había empeorado con la “invasión de indios”, pero
creía “que dejando pasar un poco de tiempo, el vecindario volvería al Partido
en pos de la confianza que ciertamente inspira nuestro respetable Ejército de
Operaciones en la frontera, sería entonces oportuno preceder a reconstruir la
Comisión Municipal”. Alsina calificará de “poderosos” los motivos señalados y
solicitaba al juez de paz que instruyera “al Gobierno cuando considera haber
llegado tal oportunidad.”[21]
Las
amplias atribuciones asignadas a las comisiones municipales y la organización
interna de sus integrantes llevaron en algunos casos, como señalamos, a que se
asemejaran a las de las municipalidades de campaña. Sin embargo, la centralidad
que tuvo en ellas el juez de paz, y por su intermedio el gobierno, las
diferenció de la legitimidad y representación buscada para los municipales
elegidos por los vecinos.[22]
Para mediados del siglo XIX, la conformación de los
pueblos en Buenos Aires dependía de múltiples variables. En La Matanza, un
partido relativamente cercano a la ciudad de Buenos Aires y de poblamiento
temprano, la ausencia de pueblo resultó una dificultad en el sentido expresado
por Alsina (Contente, 2015). Si bien se estimaban 2444 personas en el partido
en 1854, al realizarse las primeras elecciones municipales la falta de
agrupamiento poblacional se puso en evidencia.
En las primeras elecciones de 1855, Joaquín
Mardariaz, uno de los vecinos elegido como municipal, se excusó por no poder
desempeñar “funciones tan vitales para la Patria y la moral del Distrito” que
los “vecinos del Partido tuvieron a bien honrarlo con su voto”. Con
anterioridad, “deseoso de ser útil”, había aceptado el nombramiento propuesto
por el juez de paz saliente para ser miembro de la Comisión Municipal
provisoria hasta las elecciones. Sin embargo, argumentaba que “nuevos arreglos
económicos” en la chacra que tenía con sus hermanos lo obligaban a residir en
la capital. Igualmente, manifestaba que estaría dispuesto a prestar los servicios
que se le exigieran,
cuando se tratare de llevar a efecto la idea
progresista de formar un centro de población en el partido referido.
Entretanto, no descubro el objeto de la institución municipal ni considero útil
una corporación cuyos deberes no están deslindados y cuya permanencia no puede
más que ser inerte, desde como ya he dicho falta un centro de población[23]
La
limitación parece haber sido compartida, ya que en mayo de 1857 el juez de paz
de La Matanza manifestaba al gobierno no tener información para presentar el
presupuesto local, por haberse “instalado recién la Municipalidad en este
Partido”.[24]
4. Municipales electos por los vecinos
La implementación del régimen municipal
constituyó una cuestión central en la organización interna del Estado de Buenos
Aires que, ante las elecciones municipales movilizó a diferentes sectores
sociales y políticos. Cada
municipalidad de campaña incluía al juez de paz como presidente, nombrado
anualmente por el gobierno a partir de una terna, y a cuatro municipales y dos
suplentes elegidos en forma directa por los vecinos de cada partido que duraban
dos años en sus funciones.[25]
Las nuevas formas de gobierno local lograron legitimidad a través de las
elecciones de los municipales, como venía sucediendo en la mayoría de los
cargos desde las décadas posrevolucionarias (Ternavasio, 2002 y 2004;
Garavaglia, 2005; Sábato, 2014; Galimberti, 2018; Canedo, 2019b; González
Lopardo, 2019). A partir de su establecimiento, las municipalidades con su
carácter corporativo pasaron a ser quienes presentaban al gobierno las ternas
para la designación del siguiente juez de paz, siguiendo la normativa vigente.[26]
La terna se elaboraba por la pluralidad de votos de los cuatro municipales y el
juez de paz el último domingo de octubre, como las Actas de sesiones de las
municipalidades muestran (Canedo, 2019a).
En
1855, las primeras elecciones de municipales fueron convocadas en simultáneo
para toda la campaña, pero aprobadas por etapas.[27]
Primero, lo fueron 38 de las elecciones realizadas en marzo, que aumentaron a
43 con las aprobadas de mayo, tras una nueva realización para los casos
pendientes. Como hemos analizado en otra ocasión, los resultados incluyeron
tensiones y conflictos socio-políticos puestos de manifiestos en algunos
pueblos a partir de una variedad de prácticas políticas (Canedo, 2019b).
También, evidenciaron estrategias de los jueces de paz y otras autoridades del
gobierno del Estado de Buenos Aires para orientar el “resultado de esta
elección que debe ser completamente de hombres nuestros” expresión que el juez
de paz del partido de Cañuelas manifestaba haber tenido “el honor de oír de
boca del Gobierno”.[28]
En estos últimos casos, la detección de hombres y listas que habían tenido una
participación política en el gobierno anterior de Juan Manuel de Rosas o se los
consideraba adherentes a grupos federales llevó a suprimir actos electorales y
a anular otros. No se realizaron nuevas elecciones entre mayo y diciembre de
1855, en un contexto de conflictos o amenazas de avances de algunas
parcialidades indígenas, a la vez que de grupos federales exiliados, en el
marco de discusiones y enfrentamientos con la Confederación Argentina (Scobie,
1964). A mediados de diciembre se realizaron las votaciones que habían quedado
pendientes: aquellos partidos con elecciones “seriamente reclamadas y
protestadas” (es decir, con claras adhesiones y manifestaciones federales, como
San Antonio de Areco y Villa de Mercedes). También, se programaron las de
partidos ubicados en zonas de frontera, como Bahía Blanca y Carmen de
Patagones, y las elecciones parciales para cubrir las renuncias de algunos
vecinos electos.[29]
Ante
el pedido de ratificación de todas las elecciones para municipales realizadas durante
el año 1855, Alsina hizo hincapié a los jueces de paz sobre la aceptación de
excusaciones solo con “motivos legales y justificados”. Es más, en una
notificación al juez del partido de Ensenada, el
ministro de gobierno observaba:
Que por regla general, si el Gobierno admitiese
excusaciones fundadas en la incapacidad de los electos; en falta de salud, en
proyectos de ausencia, en perjuicios que traigan a los electos el ejercicio del
cargo, en no residir estos en pueblos, y en otras causas análogas que el
Gobierno observa con extrañeza se están alegando en varios Partidos, resultaría
que es totalmente imposible que haya municipalidades en la Campaña…[30]
Los argumentos esgrimidos por los municipales
electos eran similares a los expresados por algunos vecinos al ser nombrados
jueces de paz por esos años y en décadas anteriores, y con anterioridad por los
Alcaldes de la Santa Hermandad. Sin embargo, Alsina subrayaba que de darse esa
situación “no haría honor a las virtudes cívicas de sus vecinos, que sería
tanto más sorprendente, cuanto que se ha asegurado siempre que la Campaña
deseaba vivamente tenerla”. Señalaba que la Ley de Municipalidades había
permitido el acceso a ese “deseo” y puesto “en manos de los vecinos de cada Partido,
el cuidado y manejo de sus intereses”. Estas elecciones de municipales
constituían las primeras experiencias generales de elección de autoridades
locales por parte de los vecinos de la campaña.
Alsina finalizaba enfatizando que resultaba “más
notable esa indiferencia o retraimiento de los electos a prestar un servicio
que no es a favor del Gobierno ni de nadie, sino única y exclusivamente a favor
del Partido y por consiguiente a favor de los intereses particulares de los
mismos electos”. La intervención del gobierno en las disputas electorales puede
matizar esa afirmación, pero el argumento buscaba que cada juez de paz apelara
al “patriotismo” para que no quedaran “burladas las justas esperanzas del
Partido al elegirlos”.[31]
En este sentido, una práctica recurrente fue que los
vecinos votados, aceptaran o se excusaran, agradecían a los restantes, y
expresaban en términos de “patria” o “país”, un compromiso territorializado o
de comunidad local que se sostenía a través del tiempo. Así, Pedro Funes desde
Fortín de Areco aceptaba el cargo en diciembre de 1855 en base a que “siempre
me han acompañado los sentimientos de ser útil al País donde vivo, y tengo mi
familia, y son los mismos que hoy poseo”.[32]
En la primera experiencia de elecciones municipales en su conjunto fueron unos
270 vecinos de la campaña los que terminar aceptando el cargo de municipal (no
rentado) para el que habían sido elegidos.
La
elección de los municipales que componían el cuerpo colegiado de las
municipalidades de campaña por parte de los vecinos fue una condición para el
funcionamiento de los gobiernos municipales. El gobierno, tanto como los grupos
disidentes, concentraron en estas prácticas políticas esfuerzos para lograr que
la composición resultante fuese afín a sus intereses. Si bien en un debate
legislativo a mediados de 1855 se consideró la
posibilidad de que fuese el gobierno (en el sentido de poder ejecutivo) quien
nombrara a los integrantes de las primeras municipalidades, en vez de efectuar
elecciones directas, la postura fue rechazada en la sesión.[33]
Las
municipalidades buscaron ser implementadas en todo el territorio de manera
simultánea, aunque quedaban pendientes algunas elecciones que no lograron
realizarse y se sumaron aquellas convocatorias parciales que completaban los
elencos municipales ante excusaciones aceptadas.[34]
No fue una única fecha -la estipulada del 27 de enero- pero aún entre nuevos
enfrentamientos ante los avances de los federales exiliados, en los primeros
meses de 1856 se implementaron gran parte de las municipalidades de campaña y
en abril, la de la ciudad capital.
Los resultados de las elecciones y los
movimientos políticos en torno a ellos también expresaron una territorialidad
para la implementación de las municipalidades. Esta estaba vinculada con el
control –todavía en disputa con las parcialidades indígenas y grupos de
federales- de quienes gobernaban el gobierno del Estado de Buenos Aires en el
marco de debates y enfrentamientos por la construcción del estado nacional. Los
partidos ubicados en zonas de frontera y aquellos en los que la adhesión al
gobierno parecía no haber sido predominante (en algunas oportunidades, los
casos se superponían), tuvieron oportunos retrasos o importantes postergaciones
para el cambio de forma de gobierno. Mientras tanto en las zonas de frontera
los jueces de paz instrumentaron las comisiones municipales, eligiendo ellos
los vecinos que lo acompañarían; en algunas zonas conflictivas, se buscó el momento
más oportuno para realizar las elecciones pendientes y conformar las
municipalidades de campaña.[35]
Conclusiones
Al
considerar la implementación de las municipalidades de campaña como proyecto
del Estado de Buenos Aires, hemos podido señalar características del mismo, a
la vez que conocer políticas del nuevo estado proclamado soberano eclipsadas
ante la coyuntura de múltiples enfrentamientos y debates. En este sentido, la
perspectiva facilitó la apreciación de modalidades y limitaciones para
concretar el proyecto, aun en un contexto de enfrentamientos con parcialidades
indígenas y con la Confederación Argentina y exiliados federales en torno a la
organización del estado nacional y el lugar de Buenos Aires en él.
La
extensión del proyecto fue una de sus características distintivas de la
implementación de las municipalidades pese a la coyuntura de debates y
tensiones sobre el territorio en el Estado de Buenos Aires, vinculada a su
proyección política, la situación de las fronteras, el ordenamiento territorial
y la tierra pública. El aprovechamiento de la organización existente fue importante
para esta ambiciosa territorialidad: se contaba con partidos conformados,
pueblos que ya existían, y jueces de paz designados por las autoridades del
gobierno para impulsar las elecciones y la implementación del nuevo gobierno en
cada lugar. Aunque, al mismo tiempo, se hicieron evidente ciertas
restricciones: los límites jurisdiccionales de los partidos estaban en proceso
de demarcación por parte de las autoridades locales, no había pueblos en todos
los partidos y los que había tenían trayectorias socio-institucionales diversas
con muy escasas experiencias de elección directa de sus autoridades locales.
Los jueces de paz pasaron a ser elegidos a partir de una terna propuesta por
los integrantes de cada municipalidad. Esta última situación fue relativizada
al otorgarle un carácter optativo para el gobierno a partir de 1858.
La
ausencia de parámetros poblacionales para la instalación de las municipalidades
también se puede relacionar con la extensión del proyecto. Durante la década de
1850, la población en la campaña se incrementó de tal manera que llegó a
constituir el 65% del Estado de Buenos Aires, que, en un territorio limitado
por los avances de las parcialidades indígenas, aumentó la densidad
poblacional. Estas situaciones complejizaban el desafío perenne de gobernar la
campaña.
Si
bien la población fue una variable frecuente de ordenamiento territorial
durante el siglo XIX, no hubo mínimos establecidos en Buenos Aires. Pese a la
heterogeneidad poblacional en los partidos, pareciera que tampoco hubiese
tenido demasiado sentido establecer parámetros: el 70% de los 50 partidos de
1854 tenía más de 2000 personas, y 90% más de 1000. Tampoco se señaló un límite
para los electores, aun en las elecciones parciales ante la renuncia de algún
municipal, cuando más bajaba la cantidad de concurrentes. Por otro lado, en
estos primeros años no se planteó una organización o cantidad de municipales
diferente según la población de cada partido, situación que se generó en 1858
para el caso de San Nicolás de los Arroyos.
A
diferencia del siglo XVIII, en que se diferenciaba entre pueblo de indios,
pueblo de españoles, villas o ciudades en relación a las prerrogativas de cada
organización, la categoría pueblo utilizada en la normativa de mediados del
siglo XIX, pareciera presentarse más abarcadora e incluir a la populosa ciudad
de San Nicolás de los Arroyos, las denominadas villas de Luján y de Mercedes,
tanto como los pequeños o recientes asentamientos poblacionales. Podría
pensarse que esta tendencia se sustentó en la homogeneidad de funciones y
derechos estipulados para las municipalidades en los pueblos.
La
relativa simultaneidad de la implementación de las municipalidades fue otra
característica del proyecto. Si bien hubo una fecha establecida por el gobierno
para la instalación de las municipalidades de campaña -27 de enero de 1856- que
tuvo unos meses de variaciones según los casos, fueron las elecciones las que
otorgaron esa característica. A la vez, las elecciones también condicionaron el
establecimiento de los nuevos gobiernos locales. El proceso electoral otorgó un
rasgo distintivo a los gobiernos municipales en esta etapa de conformación
republicana, ya que con la excepción temprana de una villa y las experiencias
acotadas de los dos pueblos de indios, prácticamente se pasó de pueblos que
tuvieron restringida la potestad de elegir a sus propios gobernantes locales a
la elección de los cuatro municipales y dos suplentes que se renovaban
anualmente por mitades. Aún con ciertos ajustes ante coyunturas de
enfrentamientos, esta práctica sostuvo cierta simultaneidad en el proceso de
implementación y renovación de los municipales.
Asimismo,
esta forma de elección de los integrantes de las municipalidades generó también
una territorialidad específica vinculada con la forma de gobierno local. En
esta se diferenciaba entre partidos con municipalidades de campaña con sus
integrantes votados por los vecinos y con la prerrogativa de presentar la terna
al gobierno para la elección del juez de paz, y las comisiones municipales en
los partidos de frontera o con situaciones conflictivas cuyos integrantes eran
elegidos por los jueces de paz que nombraba el gobierno. A este panorama de
gobiernos locales, se le agrega la municipalidad de la ciudad de Buenos Aires
con una dinámica institucional propia. Este último rasgo de la implementación
de las municipalidades, sí implicó modificaciones que las precedieron y en las
que el gobierno y distintos grupos de vecinos parecieran haber focalizado sus
intereses.
Una
vez que las municipalidades comenzaron a funcionar fueron estableciendo relaciones
institucionales fluidas, no carentes de conflictos, con el gobierno. También,
se formularon distintas modificaciones relacionadas con los gobiernos locales
que tuvieron variado éxito, poniendo de manifiesto el papel activo de los
elencos municipales, las comunidades locales y algunas redes políticas de mayor
alcance, cuyos impactos se encuentran pendientes de mayores análisis. De alguna
manera, Valentín Alsina, cuya incidencia en el proceso de implementación de las
municipalidades fue indudable, había sintetizado lo que parecía el objetivo del
gobierno en estos primeros años de estado soberano: “Por ahora, lo importante
es tener Municipalidades”.[36]
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Fuentes
Archivo
Histórico de San Nicolás de los Arroyos, Actas
de Acuerdos de la Comisión Municipal, 1852-1854 y Acuerdos del Cuerpo Municipal,
tomo 1.
Archivo
Histórico de San Isidro, Actas de
Acuerdos del Cuerpo Municipal, tomo 1.
Diario
de Sesiones de la Cámara de Diputados del Estado de Buenos Aires, Actas de
sesiones de 1855, Buenos Aires, Imprenta Americana, 1856.
Diario
de Sesiones de la Cámara de Senadores del Estado de Buenos Aires, Actas de
sesiones de 1854, Buenos Aires, Imprenta Americana, 1855.
Registro
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(1854), decretos de 9 de febrero, 11 de abril, 22 de noviembre de 1855, Buenos
Aires, Imprenta de Mayo, 1856.
Registro
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Archivo
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Aires, Sala X, 28-9-3 (11986), 28-8-7 (11452), 28-7-5 (10113), 28-10-5 (13051,
13066, 13069).
Recepción: 20/02/2020
Evaluado: 21/04/2020
Versión Final: 08/05/2020
(*) Investigadora Independiente (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Profesora Titular Historia Americana (colonial) y Directora del Grupo de Investigación en Historia Rural Rioplatense (Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata). Argentina. E-mail: mcanedo@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8368-7909
(**) Agradezco los comentarios de las y/o los evaluadores/as anónimos.
[1] La excepción más notable correspondió a la pujante villa de Rosario (provincia de Santa Fe), convertida en puerto de la Confederación en la década de 1850, cuya municipalidad comenzó a funcionar antes que la de la capital de la provincia (Barriera, 2010; De los Ríos, 2017). Entre las primeras experiencias o intentos de implementación de municipalidades rurales puede consultarse el caso de Corrientes (Buckbinder, 2010), Mendosa (Sanjurjo, 2004), Santa Fe (De los Rios, 2013), además de trabajos del presente dossier.
[2] Hay distintos ejemplos de la variedad de gobiernos locales que coexistieron en los siglos XVIII y XIX (Boixadós y Staricco, 2017; Canedo, 2016; Tell, 2019, entre otros). Para otras zonas de Hispanoamérica destacamos las “rochelas”, los “sitios de libres de todos colores”, o los pueblos de afrodescendientes (Sánchez Mejía, 2015; Morelli, 2015, entre otros).
[3] No es el objetivo del trabajo detenernos sobre la incidencia de los enfrentamientos y la militarización en estos años de un fenómeno con características estructurantes en el Río de la Plata. Algunas contribuciones sobre este complejo tema (Rabinovich, 2012; Garavaglia, 2015; Canciani, 2017, Barcos, 2017, entre otros).
[4] Las municipalidades en el Estado de Buenos Aires han sido abordadas desde la normativa y las discusiones en las Cámaras Legislativas (Heras, 1949; Aramburo, 2015; Canedo, 2018b); a partir de la incidencia de sus presupuestos (Garavaglia, 2015; Canedo, 2018a), cuestiones vinculadas con la implementación de las municipalidades de campaña como las elecciones de 1855 o las relaciones entre jueces de paz y municipales electos en los primeros años (Canedo, 2019a y b) y una primera caracterización de los elencos municipales (Paredes, 1995) También, hay aportes complementarios de estudios de caso (Garavaglia, 2009; Birocco, 2009; Salaberry, 2009; González Lopardo, 2019, entre otros).
[5] Sobre la gobernabilidad, la justicia, el bandolerismo, la política en el ámbito rural de Buenos Aires existe una prolífera producción desde la historia política y la llamada “nueva historia del derecho” (Bechis, 1998; Garavaglia, 1999; Gelman, 2000; Salvatore, 2018; Fradkin, 2014; Míguez, 2010; Yanguilevich, 2107, entre otros).
[6] Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados del Estado de Buenos Aires (en adelante Diputados), Actas de la sesiones 23 de abril de 1854, Buenos Aires, Imprenta Americana, 1855.
[7] Los cambios políticos y económicos en la primera mitad del siglo XIX en la jurisdicción de Buenos Aires descentraron el peso que el territorio tenía en torno al Río de la Plata y al norte de la jurisdicción, ambos vinculados con la dinámica minera e incorporaron expansiones y retrocesos hacia el oeste y el sur agrario de la campaña, en disputa y acuerdos con las parcialidades indígenas.
[8] En la actualidad, las constituciones provinciales no suelen ser precisas en relación a los límites y ubicaciones territoriales, pero a diferencia de lo señalado para 1854 suelen delegar a los poderes legislativos la definición de estos temas.
[9] Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores del Estado de Buenos Aires (en adelante, Senadores), Actas de la sesiones 7 de octubre de 1854, Buenos Aires, Imprenta Americana, 1855, p. 434.
[10] Senadores, p. 434 Hemos señalado en otra oportunidad que el alcance jurisdiccional de varias municipalidades pareciera estar vinculado en la práctica fundamentalmente con el pueblo durante los primeros años de funcionamientos, mientras que en la figura del juez de paz se desplegaba el alcance mayor del partido (Canedo, 2019a).
[11] Formados en el siglo XVII, los pueblos de indios de Santa Cruz de los Quilmes y Santiago de Baradero fueron convertidos en pueblos de españoles a principios del siglo XIX, tras cuestionamientos hacia sus prerrogativas de gobierno, justicia y territorio (Santilli, 2012; Canedo y González, 2019). En ellos tampoco se había podido sostener la elección de sus propios gobernantes “indios” como representantes de la comunidad pese a litigar por dicha prerrogativa, como sucedió en pueblos de indios de otras jurisdicciones.
[12] Igualmente, las Ordenanzas de Intendentes (1782) hacen referencias a “villas populosas de españoles” y “Poblaciones grandes de Españoles” para especificar la organización de las mismas. Posiblemente, sean las consideraciones estipuladas en la “Constitución Política de la Monarquía Española” (1812) las que más han sido valoradas por la historiografía al señalar que habría ayuntamiento en los pueblos que por sí o con su comarca llegaran a mil habitantes y en “los pueblos que no le tengan, y en que convenga que haya” (Salinas, 1996; Annino, 1995).
[13] La ley de Municipalidades de 1854 (núm. 35) estuvo vigente por varias décadas. Tuvo modificaciones puntuales ya durante el Estado de Buenos Aires. En 1865 se aprobó una ley específica para la municipalidad de la ciudad de Buenos Aires (no. 467), pero la sección correspondiente a la campaña continuó en uso. En el proyecto de ley de municipalidades de 1876, se elaboró una propuesta para el régimen municipal de la provincia de Buenos Aires (la ciudad y “las demás municipalidades”) que terminó siendo vetado. Fue con la ley de las municipalidades en 1886, cuando se dejó de considerarse la de 1854 para la campaña, treinta años después del comienzo de su implementación (Recalde, 2009).
[14] En los recuentos poblacionales se estima que los habitantes en la campaña habrían conformado el 45% de la población de la jurisdicción de Buenos Aires (campaña y ciudad) en 1815, 48.5% en 1838, 66% en 1854/1855, y disminuido en la incidencia en 1869 con 62%, 60% en 1881, 58% en 1895 y 56.7% en 1914 (Mateo, 2012, p. 82).
[15] Esa densidad también superó a las estimaciones posteriores. Como resultado del aumento de población pero también de una mayor expansión territorial hacia el sur y el oeste, se ha calculado 1.64 habitante por km2 en 1881 (Mateo, 2012, p. 81).
[16] Entre algunos ejemplos posibles, se encuentran los impulsos de gobernadores en Chile en la década de 1740 y hacia 1780, o la política de fundación entablada por el Marqués de Sobremonte como intendente gobernador de Córdoba en zona de frontera (Urbina Burgos y Lorenzo, 1978; Rustán, 2015, entre otros). Para fines del siglo XVIII se estiman unos treinta pueblos en Buenos Aires, y más de cuarenta en las primeras décadas del siglo XIX. No se limitaba la existencia de más de un pueblo por partido, pero la tendencia fue que cuando un nuevo pueblo se consolidaba, pedía la separación y conformar una nueva jurisdicción territorial. Un ejemplo lo constituyen Belgrano y San Martín en el partido de San Isidro hacia fines de la década de 1850. Actas Municipales de San Isidro, tomo 1, sesiones varias.
[17] Senadores, p. 435.
[18] Contamos con pocas estimaciones de la población en los pueblos. El Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires (en adelante, REPBA) presentó entre sus cuadros una estimación de la población en los “pueblos” (93.134 personas, 18% del total registrado), limitada por faltar información de varios casos. Allí se aclaraba que bajo la denominación de población “urbana” se incluía “casi siempre la de los suburbios de los pueblos, que a veces comprenden pequeñas granjas inmediatas.” (REPBA, p. 89). También se ponía de manifiesto la presencia de población “militar o de frontera” y discrimina la “población fluvial” (REPBA, Tabla 10, pp. 76-79).
[19] Decreto del 22 de noviembre de 1855, Registro Oficial del Gobierno de Buenos Aires, (en adelante, ROGBA) pp. 137-146.
[20] Archivo Histórico de San Nicolás de los Arroyos, Actas de Acuerdos de la Comisión Municipal, 1852-1854 y Acuerdos del Cuerpo Municipal (en adelante, Actas San Nicolás), tomo 1, folios 1-3.
[21] Archivo General de la Nación (en adelante, AGN), Archivo del ministro de gobierno del Estado de Buenos Aires (en adelante MGEBA), Sala X, 28-10-5, 13069.
[22] El funcionamiento de las comisiones fue dispar en la práctica, dependiendo del fomento del juez de paz y la situación del partido (Canedo, 2018b). Las funciones de las comisiones, en Actas San Nicolás, tomo 1.
[23] AGN, MGEBA, Sala X, 28-7-5, 10113.
[24] AGN, MGEBA, Sala X, 28-10-12, 13587.
[25] En Buenos Aires no hubo un presidente o integrante “nato” en las municipalidades de campaña, como sucedió en otros lugares con el cura, comandante o médico del lugar. Cuando el cura o, en menor medida, un vecino con grado militar integró el cuerpo municipal, lo hizo a partir de ser votado en tanto vecino del lugar. (Actas San Isidro, tomo I, 1856) En otro sentido, el ministro de gobierno se constituyó a partir de la ley de 1854 en presidente nato de la municipalidad de la ciudad capital.
[26] En septiembre de 1858, se modificó en la Ley de Municipalidades la sujeción del gobierno a las ternas. Según señalaba el senador Portela Portela –ex ministro de gobierno y propulsor de las comisiones municipales a principios de 1854- las ternas a veces no generaban “toda la confianza que el Gobierno deber tener en un Juez de Paz” (ROBA, 1858, p. 84).
[27] Los decretos de las convocatorias realizadas por el gobierno no son precisos sobre la cantidad de casos que querían abarcar (se hace referencia a “la frontera”). Calculamos, en principio, la existencia de 50 partidos en 1854 aunque, como se expresó, el número fue en aumento. ROGBA, 22/11/1855, pp. 139-146.
[28] AGN, MGEBA, X, 28-6-14, 9631.
[29] ROGBA, 22/11/1855, pp. 139-146.
[30] AGN, MGEBA, X, 28- 9-3, 11986.
[31] AGN, MGEBA, X, 28-9-3, 11986.
[32] AGN, MGEBA, X, 28-10-5, 13051.
[33] Diputados, 16/05/1855, p. 31.
[34] Estas elecciones “parciales” se producían en cualquier momento del año producto de las renuncias que iban surgiendo en cada municipalidad. Una vez que se avisaba al gobierno de la renuncia, la nueva convocatoria se realizaba a la semana o los quince días, con mucha menor concurrencia de votantes que a las elecciones anuales de renovación por mitades de los elencos municipales estipuladas en forma regular para el primer domingo de noviembre.
[35] En este sentido el caso del partido de Tandil resulta interesante para profundizar. Allí, el juez de paz designó a los integrantes de la comisión municipal en 1855, pese a haberse realizado la elección de municipales y sin convocar a los votados. En nota al gobierno, fundamentó la decisión en la “desolación” en que había quedado el pueblo por el reciente malón indígena y la premura necesaria en esa coyuntura (Bjerg, 2004).
[36] Senadores, 7/10/ 1854, p. 434.