Las Teorías Marxistas de la Dependencia, aportes a los estudios sociales
críticos latinoamericanos
Ayelén Branca(*)
Resumen
Uno de los desafíos de los estudios sociales
latinoamericanos actuales es la recuperación de perspectivas de análisis
integrales e históricas. Ante la fragmentación de los programas de
investigación y la hiper-especialización de las producciones académicas, es
necesario retomar estudios donde se remita la acción política a factores
socio-económicos y donde se articulen fenómenos globales y locales. Las Teorías
Marxistas de la Dependencia (TMD), surgidas a finales de los 60, presentan
categorías y herramientas de análisis que otorgan centralidad a la dimensión
económico-estructural en una consideración del capitalismo como sistema global,
cuya dinámica conflictiva y contradictoria adopta modalidades particulares en
las diversas formaciones sociales. El concepto de dependencia se presenta
como una categoría histórico-estructural que aporta orientaciones
teórico-metodológicas para la construcción de análisis sociales e históricos
donde se reconstruya el vínculo orgánico entre la acción política, el Estado y
los procesos de acumulación de capital. En el presente trabajo ubicamos a las
TMD en la historia del pensamiento social latinoamericano y, al mismo tiempo,
analizamos sus aportes historiográficos. Para esto, recuperamos los estudios
sobre la dependencia desarrollados por Ruy Mauro Marini, Vânia Bambirra y Theotônio dos
Santos, principales representantes teóricos de las TMD.
Palabras Clave:
Dependencia; Historiografía latinoamericana, Teorías Marxistas de la
Dependencia.
Marxist Theories of
Dependency, contributions to Latin American critical social studies
Abstract
One of the challenges of contemporary Latin
American social studies is the recovery of holistic and historical analysis
perspectives. Because of the fragmentation of research programs and the
hyper-specialization of academic productions, it’s necessary to reuse studies
that combine global and local phenomena and in which political actions refer to
socio-economic factors. Marxist Theories of Dependency (MTDs), which emerged at
the end of the 1960’s, utilize analysis categories and analytical tools that
prioritize the economic-structural dimension considering capitalism as a global
system, whose conflictive and contradictory dynamics adopts particular forms
depending on the different social formations. The concept of dependency
is presented as a historical-structural category that provides
theoretical-methodological orientations for the construction of social and historical
analysis in which the organic relationship between political actions, the
state, and capital accumulation processes is reconstructed. In this article, we
locate MTDs in the history of Latin American social thought, and, at the same
time, we analyze their historiographic contributions. For this purpose, we
reuse the studies of dependency developed by Ruy Mauro Marini, Vânia Bambirra and Theotônio dos
Santos, main representatives of MTDs.
Keywords:
Dependency; Latin American historiography; Marxist Theories of Dependency.
Las Teorías
Marxistas de la Dependencia, aportes a los estudios sociales críticos
latinoamericanos
Introducción
Y,
si la idea no es algo gratuito, entonces, la forma- o las configuraciones
cambiantes- que haya asumido en el curso de su desarrollo constituye un
elemento firme del cual asirse para descubrir la realidad que las inspira. (Ruy
Mauro Marini)
Las
perspectivas desde las cuales se construyen los estudios sociales tienen un
peso ineludible en la interpretación respecto a nuestra realidad social. Una de
las grandes problemáticas que atraviesa al campo de las Ciencias Sociales en
general, y en particular a la Historia, es la pregunta por la articulación de
las múltiples dimensiones que integran (o desintegran) nuestros análisis (lo
económico, lo social, lo político, lo cultural e ideológico). Esta cuestión atraviesa
al campo de la epistemología y lo excede, desplazándonos desde un plano
ontológico -con la pregunta por la realidad social en sí misma- a uno político.
Pues, los estudios en torno a la realidad social son, de distintas maneras, un
modo de reproducirla o, por el contrario, de transformarla. No podemos
desconocer la dimensión performativa de los estudios sociales y el lugar de
los/as intelectuales en la constitución de nuestra realidad.
Podemos afirmar que desde la década de los 80 hasta
los albores del siglo XXI se ha producido en las Ciencias Sociales y el
pensamiento social latinoamericano un debilitamiento de los estudios sociales
con perspectivas integrales y holísticas que articulen perspectivas
estructurales (Ansaldi, 1991; Grimson, 2011; Malerba, 2010). Esta tendencia se
relacionó a fenómenos de diversos niveles que están interrelacionados. Entre
estos podemos mencionar a la llamada “crisis del marxismo” (Althusser,
1977/2008; Anderson, 1986), que se comenzó a desarrollar a mediados de los 70 y
se profundizó durante los 80 (Cortés, 2014). Fenómeno que, desde dentro y fuera
de las perspectivas marxistas, implicó en el plano teórico-epistemológico un debate
contra el llamado determinismo económico o economicismo. En este debate,
finalmente, cobraron relevancia los pensamientos posmodernos y
postestructuralistas ligados a “giros teóricos y metodológicos”, donde podemos
reconocer un proceso de revalorización del plano de lo simbólico como aspecto
instituyente de la realidad social (Grimson, 2011). Por otro lado, la
reestructuración capitalista neoliberal supuso un modelo civilizatorio que
involucra una dimensión ideológica en la que se proclama al capitalismo como
único destino posible y se impugna la vigencia de categorías como lucha de
clases sociales, explotación y revolución (Callinicos, 2011; Rivas Herrera,
2012 y Anderson, 1986). A la vez, en el marco de la academia, se ha
profundizado la hiperespecialización y fragmentación de los programas de
investigación que enclaustra a los análisis en ejes temáticos y técnicos
(Grimson, 2011).
Desde nuestro punto de vista, es necesario retomar
perspectivas que permitan mirar de manera integral la realidad social
atendiendo al modo en que los procesos de estatalidad se enlazan con las
necesidades globales de acumulación de capital, recuperando debates que
consideren las especificidades de las formaciones sociales latinoamericanas, en
donde se remita la acción política a factores socio-económicos y que articulen
escalas globales y locales.
La recuperación de la historia del pensamiento
social de América Latina (AL) y, en particular, de la historiografía
latinoamericana (es decir, las perspectivas desde las cuales se ha construido
el discurso sobre nuestra historia), se torna una tarea ineludible ya que nos
permite trazar líneas generales de análisis respecto a cuáles fueron las
tendencias de producción de conocimiento y pensamientos teórico-políticos;
vincular estas tendencias a los contextos históricos específicos y, desde aquí,
reflexionar sobre las perspectivas teórico metodológicas del amplio campo de
las Ciencias Sociales actuales.
Las Teorías Marxistas de la Dependencia (TMD) que
surgieron a finales de los 60, presentan categorías y herramientas de análisis
que otorgan centralidad a la dimensión económico estructural, en una
consideración del capitalismo como proceso global, cuya dinámica conflictiva y
contradictoria tiene modalidades diferenciales en las diversas formaciones
sociales. Este planteo involucra definiciones políticas, teóricas y
metodológicas cuyo análisis crítico puede darnos herramientas para formular el
problema de la articulación de las dimensiones de análisis y los distintos
niveles de abstracción que se conjugan en perspectivas que van desde dinámicas
estructurales y globales hacia particularidades históricas y locales.
En el presente trabajo ubicamos a las TMD en el
marco de la historia del pensamiento social latinoamericano y, al mismo tiempo,
buscamos reconocer algunos de los aportes de la categoría marxista de dependencia
para la historiografía y los estudios sociales de la región. En primer
lugar, siguiendo los estudios de Aguirre Rojas (2004), Grimson (2011) y Malerba
(2010) realizamos un acercamiento crítico sobre las perspectivas
historiográficas y, particularmente, los estudios sociales contemporáneos de
AL. A continuación, ubicamos a las TMD en el marco de la historia de los
estudios latinoamericanos. Finalmente, presentamos algunos de los aportes
teóricos-metodológicos de la categoría de dependencia desarrollada por
Ruy Mauro Marini, Theotônio dos Santos y Vânia Bambirra, principales referentes
de dicha teoría.
Una mirada crítica sobre la historiografía
contemporánea
Recuperando el análisis de larga duración
desarrollado por Aguirre Rojas (2004) sobre la historia de la historiografía
podemos reconocer distintas etapas donde las perspectivas, el lugar de las
prácticas, las estructuras y las dimensiones, van tomando distintas
significaciones. En la modernidad, es decir en el “largo siglo XVI” (Braudel,
1970) que va aproximadamente desde el 1450 hasta 1650, es posible reconocer dos
grandes modelos en el discurso histórico. Por un lado, aquellas pretensiones de
una historia total, con un sentido único y posible de ser conocido: el modelo
de la Historia universal. Desde discursos apoyados en el cosmopolitismo
propio de la modernidad capitalista, se “intentan englobar en un sólo panorama
a todo ese conjunto de historias locales previas y van a concebir por vez
primera a la historia humana como unidad y, por lo tanto, como orgánica y
verdadera historia universal” (Aguirre Rojas, 2004, p. 24). Por otra parte, y
en reacción a estas pretensiones de universalidad y construcciones abstractas,
nos encontramos con un paradigma que, en base del modelo experimental de las
llamadas “Ciencias Naturales”, buscó construir una historia empirista y objetivista
(Aguirre Rojas, 2004). Son, finalmente, las perspectivas que se desprendieron
de la obra de Marx, las que nos otorgan elementos de análisis para
desenmascarar los fundamentos de estos discursos históricos desde una mirada
crítica.
El marxismo surgió en la segunda mitad del siglo
XIX en un momento ascendente de la modernidad burguesa y capitalista (Marx y
Engels, 1848/2000). Se origina, entonces, como una perspectiva crítica tanto
del discurso positivista del modelo empirista como del discurso universalista
(Aguirre Rojas, 2004). Desde este posicionamiento se erigió una propuesta
teórico metodológica propia, donde podemos ubicar el origen de la ciencia de
la historia:
Marx va a defender en
cambio un análisis crítico y riguroso de los “hechos empíricos comprobables”,
análisis qué mediante un proceso complejo de comparación, de generalización
epistemológica y de síntesis dialéctica vaya elaborando justamente esas
“abstracciones generales” o modelos globales de explicación y de interpretación
de dicha historia social de los hombres. (Aguirre Rojas, 2004, p. 32-33)
Desde su surgimiento, pueden identificarse diversas
tendencias en su interior que se fueron desarrollando con encuentros y
desencuentros hasta la actualidad. Aguirre Rojas (2004) distingue 4 etapas. Un
primer momento fundacional, desde 1848 a 1870, donde junto con el proyecto
crítico del marxismo original surgió una verdadera ciencia de la historia. Una
segunda etapa, aproximadamente desde 1870 hasta 1929, donde se configuró con
centro en Alemania la primera hegemonía historiográfica. Con el ascenso del
nazismo y la correspondiente crisis en el mundo germano parlante, el centro
hegemónico se desplazó a Francia, dando lugar a una tercera etapa que encontró
su fin con la revolución cultural abierta en 1968. Se presentó así la última
etapa que dura hasta nuestros días, donde no existe una única hegemonía, sino
que es un momento de diversificación y policentrismo en el descubrimiento de la
historiografía marxista.
Sin profundizar en la particularidad de cada una de
estas etapas, nos interesa destacar los efectos de la última etapa que se
prolongan hasta nuestros días. En este contexto, que comienza con la revolución
cultural del 1968 y se profundiza en los 70, tiene lugar la llamada “crisis del
marxismo”, cuyo es el texto
de Louis Althusser de 1977, titulado ¡Por fin la crisis del marxismo! (2008).
En el plano teórico-metodológico, esta “crisis” implica, entre otras cosas, críticas al mecanicismo económico o
economicismo que se dan desde dentro y fuera de las corrientes marxistas,
principalmente latinas, de la época (Cortés, 2014). Finalmente, y
particularmente en los 80, asumen relevancia los pensamientos posmodernos y
posestructuralistas, ligados a giros teórico-metodológicos donde asumen
preponderancias estudios basados en la dimensión de lo simbólico, político y
cultural (Callinicos, 1993/2011; Grimson, 2011).
¿Qué pasa, particularmente, en latinoamericana?
Recuperando la historización de Malerba (2010) podemos afirmar que en las décadas
de los 60-70 los estudios con perspectivas económicas y sociales, vinculadas a
estudios marxistas, tienen un peso específico, que se pierde a partir de los 80
cuando adquieren relevancia los estudios culturales y políticos. Siguiendo este
análisis, podemos reconocer una tendencia a la preponderancia de análisis que
sitúan el ámbito de lo superestructural (lo simbólico, ideológico, cultural y/o
político) como única esfera explicativa o como determinante de la realidad
social. Desde aquí nos posicionamos, no desde una perspectiva dogmática que
niega los aportes de la gran variedad de estudios contemporáneos, sino desde la
preocupación sobre la posibilidad de generar estudios críticos, donde pueda
analizarse la complejidad de la realidad social. En este sentido, junto con
Grimson, reconocemos que:
los diversos caminos que
recorrió la teoría social desde los años setenta y especialmente desde la
década de 1980 fueron una bocanada de aire fresco. La historicidad, el poder,
la subjetividad, la construcción y la deconstrucción abrieron nuevos horizontes
o reabrieron perspectivas con extensas tradiciones que hasta entonces habían
quedado desplazadas. Posibilitaron así nuevas conceptualizaciones y renovados
programas de investigación. (Grimson, 2011, p. 21)
Las nuevas perspectivas y temáticas que asumen
protagonismo constituyen también la riqueza del pensamiento para explicar
fenómenos novedosos del mundo contemporáneo. En este sentido, no reducimos
estas manifestaciones a desvíos a ser corregidos con una “vuelta” a
perspectivas previas, sino como emergentes históricos desde los cuales también
producimos conceptualizaciones. Lo que nos preocupa de estas tendencias es que
encontramos posiciones que, en la búsqueda de una crítica radical a la supuesta
perspectiva reduccionista del materialismo marxista o el llamado “economicismo”
y desde un supuesto antiesencialismo, sostienen que no hay correspondencia
entre los procesos materiales y simbólicos. Pero tal como muestra Grimson
(2011), en más de un caso se instituye la autonomía de lo simbólico como una
nueva teleología. De alguna manera los estudios sociales se dirigen,
finalmente, a perspectivas que presentan límites ontológicos, epistemológicos,
metodológicos y políticos. Ontológicos porque, muchas veces, caen en posturas
esencialistas en las que se ubica lo simbólico e ideológico como esfera
autónoma y, en última instancia, único determinante de la realidad (Grimson,
2011). Este determinismo es un problema a la hora de construir y evaluar los
estudios sociales, por lo que constituye también un problema epistemológico.
Desde esta perspectiva, se ha negado en nombre del “mecanicismo” los aportes de
toda la corriente teórica metodológica abierta con la obra de Marx (aquella
basada en el materialismo histórico) que, desde una perspectiva integral
de la realidad, permite realizar análisis sociales críticos respecto a las
estructuras y relaciones de poder que las atraviesan. Es difícil, así,
encontrar en las nuevas orientaciones de las Ciencias Sociales aportes
metodológicos orientados a estudios sociales críticos con miradas holísticas.
En este marco tiene lugar, al mismo tiempo, un
proceso de hiper-especialización y fragmentación de los programas de
investigación. Los estudios se disocian en ejes temáticos y técnicos de manera
tal que la pregunta por la articulación de las dimensiones de análisis queda
fácticamente vetada:
La historia epistemológica
de Occidente es en parte la historia de la esferización del mundo, de la
separación (sobre todo) de la economía como un universo poblado por
especialistas y expertos que determina los demás universos secundarios: la
política y la cultura (...) los modos en que pensamos la economía, la política,
las instituciones están relacionados necesariamente a estos sentidos comunes, a
estos hábitos que se han ido forjando a lo largo de la historia, y a lo largo
de los conflictos y de las maneras en que se fueron resolviendo. (Grimson,
2011, p. 39-41)
La fragmentación de los estudios científicos y la
ponderación de lo simbólico, cierran la posibilidad de análisis que muestren
las determinaciones de las configuraciones sociales. Se da, finalmente, una
esencialización de “lo cultural” que termina dividiendo y ponderando
“identidades auténticas”. Se cae en la “defensa” de “una cultura” o identidad
como un bien en sí mismo, reproduciendo la misma escisión que instala la propia
ideología neoliberal (Grimson, 2011). Así, la problemática epistemológica sobre
los fundamentos de los estudios sociales y la dimensión de análisis que
articulan, confluyen en una problemática política ante lo que se torna
relevante pensar en marcos teórico-metodológicos que nos permitan construir
lecturas de la realidad social que no estén fragmentadas ni caigan en
particularismos o en relativismos en los que “todo vale”.
Desde
nuestro punto de vista, es necesario- aún más en períodos de crisis como el
actual- retomar perspectivas que permitan mirar de manera integral la realidad
social. En ese sentido, más que nunca asumimos la máxima del materialismo
histórico como herramienta de análisis tanto teórico como
histórico-empírico para los estudios sociales e históricos. Para analizar los
fenómenos sociales regionales, reconocemos la necesidad de atender a cómo los
procesos de estatalidad se enlazan con las necesidades globales de acumulación
de capital, recuperando debates que consideren las especificidades de las
formaciones sociales latinoamericanas. Llegamos así a los aportes de los/as
teóricos/as marxistas de la dependencia. Pues, estos/as intelectuales recuperan
los aportes metodológicos del materialismo histórico y los análisis que se
desprende de la obra de Marx y otros/as clásicos/as como Engels y Lenin, para
pensar las particularidades de AL. A la vez que, la praxis política de sus
representantes, hace de la teoría una práctica revolucionaria:
Tal vez el mayor entre los
grandes paradigmas historiográficos contemporáneos, el marxismo floreció en
América Latina en la segunda mitad del siglo XX, alterando profundamente el
curso de la historiografía que entonces se practicaba en la región. Con su
difusión, se popularizó una nueva modalidad de escritura histórica de carácter
estructural, científica y objetiva que, superando la narrativa lineal de los
grandes individuos y hechos históricos, ambiciona ofrecer una visión global de
la formación histórica de los pueblos latinoamericanos, con énfasis en su
dimensión económica y social. (Malerba, 2010, p. 36)
La categoría de dependencia
ha funcionado como una categoría central, debatida por diferentes corrientes de
pensamiento con auge en el pensamiento social de AL de los 70. Sin embargo, tal
como sostiene Malerba, “lo que la inteligencia latinoamericana produjo de
“nuevo”, de genuino, fueron las teorías de la dependencia, abortadas con el
advenimiento del postestructuralismo, que negó cualquier función a la teoría”
(Malerba, 2010, p. 101). Así mismo, en la actualidad numerosos estudios -Amaral
(2006), Beigel (2006), Astarita (2010), Katz (2016 y 2018), Osorio (2016),
Svampa (2016), Sotelo Valencia (2020), Osorio (2016), entre otros/as- recuperan
estas teorías, resignificando su sentido en función de las transformaciones
históricas.
Un poco de historia, las Teorías (Marxistas) de la
Dependencia en el pensamiento social latinoamericano
los momentos de mayor creatividad de las ciencias sociales ocurrieron
precisamente cuando su conexión con las transformaciones sociales y crisis
históricas fue asumida lúcida y conscientemente. (Jorge Graciarena)
En la segunda mitad del
siglo XX, podemos reconocer un período de auge del pensamiento social
latinoamericano en el cual emergieron numerosas corrientes que intentaron dar
respuesta a las condiciones políticas, sociales y económicas particulares de
nuestra región. Es así que, a finales de los 60 y principios de los 70 surgieron
las llamadas teorías o corrientes de la dependencia, con gran relevancia
teórica y política para los estudios sociales latinoamericanos:
El "descubrimiento" de la dependencia es,
en efecto, la nota distintiva de los años sesenta y se proyecta fuertemente aún
en la década siguiente. La noción de dependencia es omnicomprensiva: abarca
todas las áreas en que puede fragmentarse lo social: economía, política,
cultura, fuerzas armadas, educación, ciencia, tecnología, etc., con una
capacidad de multiplicación casi infinita. Más allá de cualquier juicio, este
hecho es significativamente trascendente para un viraje sustancial en el campo
de las ciencias sociales (Ansaldi, 1991, p.17-18)
Los primeros intentos de
elaboración de las tesis sobre la dependencia surgieron en Brasil a principios
de la década del 60, de la mano de intelectuales y docentes de la Universidad
de Brasilia como André Gunder Frank, Victor Nunes Leal, Theotônio dos Santos, Vânia Bambirra y Ruy Mauro Marini; muchos/as de los/as
cuales fueron referentes de Política Operaria (POLOP), organización de
izquierda revolucionaria que buscó disputar las tesis sostenidas por el Partido
Comunista (PC) Brasilero (Martins, 2008). Fruto de los debates impulsados por
militantes e intelectuales de esta organización, es que surge una corriente
específicamente marxista. Fue en Chile donde estas tesis pudieron ser
sistematizadas y elaboradas de manera definitiva ya que el fecundo ambiente
político, académico y de discusión que se instaló, generó las condiciones para
que las TMD se desarrollen (Bambirra, 1977). Este contexto estuvo marcado tanto
por la disputa electoral de 1970, que abrió grandes debates al interior de la
izquierda y el movimiento popular, como por el hecho de que en Chile se
encontraban las sedes de la CEPAL y del Instituto Latinoamericano de
Planificación Económica y Social (ILPES). En estas instituciones trabajaron
Henrique Cardoso, Aníbal Quijano, Francisco Welffort, entre otros/as, quienes
hicieron grandes contribuciones a los estudios de la dependencia y con los
cuales los/as intelectuales dependentistas de tradición marxista, nucleados/as
en equipos de investigación del Centro de Estudios Socio Económicos (CESO),
entablaron profundos debates (Bambirra, 1977).
Cabe destacar, como afirma
Marini, que “a partir de allí la producción teórica latinoamericana va a
impactar, por su riqueza y su originalidad, a los grandes centros productores
de cultura en Europa y EEUU, revirtiendo el sentido de las corrientes de
pensamiento que habían prevalecido en el pasado” (Marini, 2012b, p. 138). Es
plausible rastrear cómo los estudios sobre la dependencia se extendieron a
diferentes puntos del globo. En el Caribe surgió la escuela caribeña de la
dependencia en lengua inglesa iniciada por Norman Girvan (1973). En África se
destacaron los estudios de Samir Amin (1974). En Asia, particularmente en
India, encontramos los estudios de Todaro (1977) y Bagchi (1982); y, en la obra
de Ngo Man Lan (1984) se puede ver la influencia en regiones particularmente
“subdesarrolladas” (Filipinas, Tailandia y el Sudeste Asiático en general). Por
otra parte, los estudios de la dependencia también repercutieron en
Estados Unidos como muestra Heraldo Muñoz (1979) y en la izquierda
socialdemócrata y revolucionaria europea (dos Santos, 2002).
Tanto en AL como en el
exterior, se generó una gran pluralidad de perspectivas al interior de las
llamadas teorías o corrientes de la dependencia. La lectura de diferentes
intelectuales como Beigel (2006), Amaral (2006), Sotelo Valencia (2003 y 2020),
Cueva (2007), Katz (2016), Astarita (2010), entre otros/as, muestran la
dificultad a la hora de sistematizar los diferentes pensamientos etiquetados
bajo el nombre de “teoría de la dependencia”. Katz
reconoce tres grandes grupos: 1. Marxista (Marini, dos Santos y Bambirra), 2.
Enfoque metrópoli-satélite (André Gunder Frank) y 3. La tesis del desarrollo
asociado dependiente (Fernando Henrique Cardoso) (Katz, 2016). Amaral por su
parte, diferencia las teorías marxistas (Bambirra, dos Santos, Marini) de las
weberianas (Cardoso y Faletto) (Amaral, 2006). En este mismo sentido, Sotelo
Valencia afirma que “Existen
dos corrientes de la teoría de la dependencia: una de origen
weberiano-keynesiano-funcionalista con ciertos insumos marxistas representada, grosso
modo, por Fernando Henrique Cardoso … y la otra enraizada en los
planteamientos y tesis fundamentales del marxismo” (2020, p. 84). Beigel reconoce
una larga lista de autoras/es (Osvaldo Sunkel, Enzo Faletto, Fernando Henrique
Cardoso, André Gunder Frank, Fernando Velazco Abad, Anibal Quijano, Ruy Mauro
Marini, Theotônio dos Santos, Vânia Bambirra, Celso Furtado, Franz Hikelammert,
entre otros/as) que se engloban bajo la amplia corriente de estudios sobre la
dependencia, con diferencias y disputas entre los/as mismos/as (Beigel, 2016).
En esta misma línea, Astarita muestra la “unidad y la divergencia” de lo que
denomina “corriente de la dependencia (CD)”, donde enumera a autores/as como
Gunder Frank, Cardoso, dos Santos, Marini, Amin y Mandel (Astarita, 2010). Por
su parte, el mismo dos Santos realiza una clasificación distinguiendo entre
cuatro corrientes en la escuela de la dependencia: a) La crítica o autocrítica
estructuralista de científicos/as sociales ligados/as a la CEPAL que descubren
los límites del proyecto de desarrollo nacional autónomo, como Oswaldo Sunkel,
Celso Furtado y Raúl Prebisch y Cardoso (aparece a veces identificado en la
siguiente corriente). b) Cardoso y Faletto, corriente “marxista ortodoxa” por
su aceptación del papel positivo del desarrollo capitalista y de la
imposibilidad o inutilidad del socialismo para alcanzar el desarrollo. c)
Corriente neo-marxista, donde se encontrarían dos Santos, Marini y Bambirra,
así como los/as demás investigadores/as del Centro de Estudios Socioeconómicos
de la Universidad de Chile (CESO). Y, d) Frank, quien representaría la
cristalización de la teoría de la dependencia fuera de las tradiciones
marxistas ortodoxas o neo-marxistas (dos Santos, 2002).
Las llamadas teorías marxistas de la
dependencia en las que identificamos a los trabajos de Marini, dos Santos y
Bambirra, se nutrieron de un amplio espectro de tradiciones y procesos
históricos. Podemos afirmar que los principales interlocutores de la época con
los cuales las TMD se enfrentaron son los Partidos Comunistas (PC)
latinoamericanos y la perspectiva teórico-estratégica de la CEPAL, a la que
estos adherían. En este sentido y a diferencia de quienes han sostenido que los
estudios de la dependencia son un subproducto del desarrollismo cepalino, las
TMD se presentaron como la base teórica de una nueva izquierda revolucionaria
que sur en AL:
Ella [la teoría de la
dependencia] tiene sus raíces en las concepciones que la nueva izquierda
elaboró para hacer frente a la ideología de los partidos comunistas. La CEPAL
sólo se convirtió en blanco en la medida en que los comunistas, que se habían
dedicado más a la historia que a la economía y la sociología, empezaron a
apoyarse en la tesis cepalinas del deterioro de las relaciones de cambio, del
dualismo estructural y de la viabilidad del desarrollo capitalista autónomo,
para sostener el principio de la revolución democrático-burguesa,
antiimperialista y antifeudal, que ellos habían heredado de la Tercera
Internacional. (Marini, 2012a, p. 60-61)
A diferencia de las
perspectivas estratégicas que se desprenden de las TMD, la línea hegemónica de
los PC latinoamericanos desde mediados de la década de los 50 asumieron una
orientación política de apoyo a los gobiernos capitalistas que impulsaron el
modelo desarrollista considerándolos como progresistas o democráticos (Löwy,
2014). La clave de dicho posicionamiento es la perspectiva etapista acerca de
la revolución, que supone un previo desarrollo nacional entendido como
industrialización. En este marco, la alianza entre el proletariado y la
supuesta burguesía nacional constituye uno de los núcleos de la perspectiva
asumida por los PC que tiene derivas políticas de peso acerca de las tareas del
movimiento popular. Estos planteos eminentemente políticos revisten una
mirada teórico-epistemológica sobre el carácter del desarrollo capitalista en
las formaciones sociales latinoamericanas y la configuración de las clases
sociales en las mismas. Se emplea el mismo modelo de desarrollo que el
utilizado para el caso de países capitalistas centrales que, además, supone la
tesis de la revolución por etapas:
los PC llegan a los años
cincuenta con esa visión de la revolución por etapas, reforzado por todo lo que
fue la experiencia del frente antifascista, de los pactos nacionales...eso
llevó inevitablemente a una política de colaboración de clases que se expresa
no solo en el plano político, sino también en el plano ideológico...pierden su
capacidad de elaboración, de comprensión de lo que es América Latina, su
economía, su desarrollo capitalista y, en verdad, pasan a adoptar una tesis
elaborada por la burguesía en la CEPAL. (Marini, 2012c, p. 184-187)
La CEPAL, una de las cinco
comisiones regionales de las Naciones Unidas, se creó a fines de los 40 para
aportar al “desarrollo económico” de la región. En este período el
modelo tradicional de la división internacional del trabajo (DIT) sucumbió tras
la crisis del capitalismo abierta por la Primera Guerra Mundial cristalizada en
la Gran Depresión de 1929. Comenzó en AL un proceso de sustitución de
importaciones caracterizado por un creciente desarrollo industrial donde el
Estado asumió un papel importante en materia de políticas económicas. Tal como
señala Ansaldi (1991) en la década de 1950 junto a Raúl Prebisch
(principal representante del pensamiento desarrollista), las problemáticas
abiertas por el agotamiento del sistema de sustitución de importaciones, la
insurgencia social (sobre todo campesina), la recomposición del capitalismo
mundial y la guerra fría, comenzaron a pensarse de un modo diferente; y así, a
buscarse otras soluciones posibles (Ansaldi, 1991). Los análisis de la CEPAL conjugaron entonces, una perspectiva
económico-teórica con una planificación político-estratégica que permitiría
alcanzar el desarrollo y, en su vertiente hegemónica, se constituyeron como
representantes de las Teorías del Desarrollo de AL. Desde esta perspectiva el
Estado cumple un rol central como agente de planificación y administración para
el desarrollo (Rodríguez, 1980; Prebisch,
1986). Esta misma orientación es la que asumieron otros/as teóricos/as
de la dependencia con quienes los/as intelectuales de las corrientes marxista
discutían directamente como Paul Singer, Cardoso y Falleto (Sotelo Valencia,
2020), así como teóricos cepalinos como Prebisch y Furtado, que también pueden
ser incluidos como parte del gran abanico de las corrientes de estudios sobre
la dependencia (dos Santos, 2002).
Sin embargo, esta concepción encuentra sus límites
cuando, pasado el período de optimismo de la década de los 50, AL entró en un
período de estancamiento económico, crisis políticas e institucionales marcado
por radicales movimientos sociales y la conciencia de la necesidad de modificar
la estructura social, aparejado a sucesivos golpes de estado y fuertes crisis
ideológicas (dos Santos, 1969).
Por su parte, el advenimiento de las luchas por la
liberación nacional iniciado en el período de posguerra y desplegadas en la
periferia capitalista, puso en cuestión muchos presupuestos de la perspectiva
preponderante en los PC de la región. Luego de la segunda guerra mundial, el
boom económico de los países imperialistas aumenta cualitativamente la brecha
con los países periféricos, generando el agotamiento de los ensayos de
desarrollo dependiente, lo cual repercute en las expresiones políticas de estos
modelos. Más allá del debate historiográfico acerca de los factores que
convergen en el éxito del proceso, la Revolución Cubana (1959) se destacó entre
el conjunto de movimientos emancipatorios como momento de quiebre en la tradición
de izquierda y revolucionaria del continente. La naturaleza antiimperialista de
la revolución puso en jaque la idea de “atraso” como nota distintiva de
nuestras sociedades, a la vez que propuso un nuevo esquema interpretativo de
las clases sociales que complejizó las visiones estancas en relación al
problema de la existencia de una burguesía nacional y su papel en los procesos
revolucionarios. Además de poner al socialismo como un horizonte político de
cara al movimiento popular, en el terreno intelectual inauguró un período de
florecimiento de las perspectivas latinoamericanas que se proponen elaborar
categorías de análisis propias para pensar la especificidad de la región.
Afirmó Agustín Cueva que las nuevas ciencias sociales latinoamericanas entraron
en los 70 en una “época de oro” en la que “por primera vez dejan de ser una
caja de resonancia de lo que se dice en Europa o EEUU” (Cueva, 2008, p.190).
Las TMD surgieron, en este marco, como una propuesta teórico-metodológica para
pensar y reformular el problema del “subdesarrollo” de las sociedades
latinoamericanas desde una perspectiva que recupera el materialismo histórico.
La categoría marxista de la dependencia, aportes
historiográficos
Con la categoría de dependencia Ruy Mauro
Marini, Vânia Bambirra y Theotônio dos
Santos, intentaron retomar el método planteado por Marx para pensar las
particularidades regionales de AL como resultado de la estructuración del
capitalismo como sistema económico internacional. Desde esta perspectiva, se
buscó suplir tanto el dualismo-estructural cepalino como el etapismo de la
posición hegemónica del PC, perspectivas según las cuales el mundo queda
temporal y espacialmente escindido en dos. Frente a las concepciones cepalinas
de centro/periferias y ante las perspectivas que veían a las formaciones
sociales latinoamericanas como sociedades precapitalistas en donde aún se
debían dar revoluciones burguesas, los/as teóricos/as de la dependencia han
sostenido que las particularidades de cada región son expresiones diferenciadas
dentro de un mismo proceso histórico, el capitalismo. Las periferias no
estaban a la espera de la llegada del capitalismo y su consecuente proceso de
desarrollo, sino que los antagonismos propios entre estas regiones han sido el
resultado del modo en que se dio el proceso de expansión capitalista a nivel
mundial, siendo la dependencia tanto consecuencia como condición de dicho
proceso. La dependencia remite, entonces, a una serie de mecanismos
característicos de determinado modo de producción (y circulación) que asume
diferentes complejizaciones y particularidades en las distintas fases del
desarrollo capitalista. En este sentido, puede ser recuperada como una categoría
histórica para estudiar el modo en que las formaciones latinoamericanas se
van configurando y transformando.
Esta
concepción de la dependencia fue
desarrollada tanto por Ruy Mauro Marini, como por Theotônio dos Santos y Vânia Bambirra, quienes trabajaron en
conjunto realizando, cada uno/a, sus aportes específicos. Marini, en el período
de 1973-1979 se focalizó en un análisis de la obra de Marx, específicamente El Capital, Tomo III y Teoría del valor,
aportando elementos fundamentales desde una mirada crítica de la economía
política como las categorías de superexplotación
y subimperialismo. Dos Santos
realizó múltiples análisis económicos y sociales que permiten pensar el
desarrollo histórico de la dependencia en distintas etapas (1974), profundizó
en el tema de las características de la dependencia
y el imperialismo con el predominio de las empresas multinacionales
(1978/2011 y 1979/2015a) y el desarrollo científico-tecnológico (1979/2015b).
Además, es de relevancia su síntesis del devenir histórico y de los debates en
torno a las teorías de la dependencia en Balances
y perspectivas (2002). Bambirra en sus dos obras fundamentales, El capitalismo dependiente (1972/1974) y
La anticrítica (1977) aportó
interesantes análisis teóricos-metodológicos donde se explicita la perspectiva
epistemológica que está por detrás de la categoría misma de dependencia y los
estudios que de ésta se desprenden. Al mismo, tiempo ofrece una tipología para
analizar los casos particulares de las condiciones de dependencia en los países
de AL en distintos momentos históricos (Bambirra, 1974).
Estos/as
tres referentes teóricos y políticos realizaron aportes relevantes a los
estudios sociales de AL que exceden a la propia categoría de dependencia, como puede verse en su
vasta obra que va desde análisis coyunturales a estudios teóricos y
metodológicos. La obra completa de dos Santos (2015) compilada por María del
Carmen del Valle Rivera y Sergio Javier Jasso Villazul, contiene 4 tomos que
organizan artículos y estudios de diversas épocas donde se tematizan múltiples
temáticas como el desarrollo, la democracia y el socialismo; la economía
política de la ciencia y la tecnología; las crisis y la dependencia; el sistema
mundial y el imperialismo. Lo que da cuenta de la diversidad de aportes
producidos en toda su trayectoria, en la que nunca abandonó la teoría de la
dependencia, sino que la transformó de manera dialéctica, entendiendo que es
una categoría que se adapta al devenir histórico del capitalismo en AL.
Ruy
Mauro Marini también produjo una gran cantidad de estudios. Es de destacar, la Dialéctica de la Dependencia (1973), escrito fundamental del
período en que Marini desarrolló su teoría económico política, al que se le
añaden otros artículos en los que el autor continuó con el tratamiento
sistemático del tema, Plusvalía extraordinaria y acumulación de capital y
El ciclo del capital en la economía dependiente (ambos de 1979). Datan
de esta época los análisis de la coyuntura chilena y el devenir del proceso de
lucha y del gobierno de la Unidad Popular, que están reunidos bajo el título El
reformismo y la contrarrevolución. Estudios sobre Chile (1976), donde se
despliegan las particularidades específicas de un país dependiente en un
análisis coyuntural que incluye dimensiones políticas, ideológicas y sociales.
En la Antología realizada por Martins (2008), América latina
dependencia y globalización, encontramos obras centrales respecto a su
teoría de la dependencia, así como desarrollos más tardíos donde incorpora
conceptos como el de globalización (1997)
y estudios sobre el pensamiento y sociología latinoamericana (1994).
Vânia
Bambirra también produjo análisis y estudios de orden político y
teórico-metodológico donde aportó elementos económicos y sociológicos, siempre
en el marco de una teoría y epistemología marxista. Llama la atención la falta
de material disponible en librerías, bibliotecas y/o repositorios virtuales
sobre esta autora, así como la falta de recopilaciones y antologías de su obra.
Además de sus aportes específicos sobre la dependencia, realizó interesantes
análisis históricos y políticos como Diez
años de insurrección en América Latina (1971) y La revolución cubana. una
reinterpretación (1973). En esta línea, es importante reconocer sus aportes
respecto a debates estratégicos al interior de la izquierda revolucionaria, lo
que se expresa en trabajos como La estrategia y táctica
socialista: de Marx y Engels a Lenin (1980-1981), de co-autoría con dos Santos y A teoria marxista da transição e a prática
socialista (1993).
Nos
detenemos ahora en algunas de las obras de estos/as autores/as a fin de extraer
los aportes que han realizado al campo de la historiografía y a los estudios
sociales críticos de y sobre AL, desde sus estudios sobre la dependencia.
La dialéctica de la dependencia. Ruy Mauro
Marini
Marini ubicó el origen del capitalismo dependiente
en el desarrollo del modelo exportador de materias primas gestado en AL una vez
alcanzada la independencia formal en el marco de la Revolución Industrial en
Europa. A partir de estos dos fenómenos interrelacionados, AL se insertó en el
mercado mundial desde una posición subordinada que condicionó las relaciones
sociales de producción. La Revolución Industrial dio lugar a la DIT, en la que
el rol que asumieron en el mercado mundial las economías dependientes permitió
que la gran industria se desarrolle. Mientras países de industrialización y
tecnología avanzada se convirtieron en centros de acumulación de capital,
países proveedores de mano de obra, recursos naturales baratos, con tecnología
atrasada y producción industrial de productos de bajo valor agregado, transfieren
el valor producido a los centros capitalistas. Así, se reconoce un doble papel
de AL en la expansión de la gran industria, primero como proveedora de materias
primas que cubrían las exigencias de la expansión de la producción en los
centros capitalistas y, luego, como proveedora de productos industriales de
bajo valor agregado que, manteniendo los bienes-salarios de los países
centrales a bajo costo, permite reducir el valor de la fuerza de trabajo. La
reducción de los bienes-salarios, junto al aumento de la productividad ha
permitido a los centros aumentar la plusvalía relativa (Marini, 2008a). De esta
forma, la dependencia latinoamericana se explica a partir de las
contradicciones de la producción capitalista en general y del modo en que AL se
ha insertado en la dinámica del comercio internacional.
Desde una perspectiva
dialéctica y sin pretensiones de postular una teoría general, a partir del
análisis de los mecanismos característicos de determinado modo de producción (y
circulación) Marini desarrolló la categoría de dependencia como una “relación
de subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo marco las
relaciones de producción de las naciones subordinadas son modificadas o
recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia” (Marini,
2008a). Comprender en profundidad este concepto de dependencia, obliga a volver
a la teoría de valor de Marx, específicamente la configuración de la ley del
valor en el ámbito de la circulación de capitales desarrollada en el tomo III
de El Capital (2009b). Aquí se presenta la relación de dependencia como uno de
los mecanismos que contrarresta la caída tendencial de la tasa de ganancia en
el capitalismo central. Retomando esta idea Marini explicó el intercambio
desigual y la transferencia de valor a los centros capitalistas desde una
perspectiva que complejizó la concepción cepalina de la desigualdad en el
intercambio basada en el tipo de bienes producidos ya que integró en el
análisis de la transferencia de valor, la fijación de los precios de mercado y
los precios de producción de mercancías. Además, mostró que la transferencia de
valor tiene como consecuencia la interrupción del ciclo de valorización del
capital a escala local porque parte del valor producido en AL no puede ser acumulado
en la economía local. Lo que sería saldado por los capitalistas de países
dependientes en el plano de la producción:
Lo que aparece claramente, pues, es que las
naciones desfavorecidas por el intercambio desigual no buscan tanto corregir el
desequilibrio entre los precios y el valor de sus mercancías exportadas (lo que
implicaría un esfuerzo redoblado para aumentar la capacidad productiva del
trabajo), sino más bien compensar la pérdida de ingresos generados por el
comercio internacional, recurriendo a una mayor explotación del trabajador.
(Marini, 2008a, p. 123)
La “mayor explotación del trabajador” es lo que
Marini denominó “superexplotación”, que puede definirse como el pago de la
fuerza de trabajo por debajo de su valor, el cual está representado por el
costo de reproducción de la fuerza de trabajo y constituye una característica
estructural del capitalismo dependiente (Marini, 2008a). Esta categoría, uno de
los aportes centrales de Marini, fue foco de numerosas críticas, algunas de las
cuales señalan un determinismo económico en los estudios de las sociedades y
clases (Cueva, 2007). Reconocemos que en La dialéctica de la dependencia
Marini no profundiza sobre las condiciones sociales y políticas que explican la
pertinencia de la categoría de superexplotación y, el modo en que caracterizó a
las clases sociales, particularmente a los/as trabajadores/as, parece remitirse
estrictamente a condicionantes estructurales. Sin embargo, ante esta
interpretación, es importante recuperar los señalamientos del propio autor
respecto a la metodología y objetivos de la investigación. Marini afirmó que en
La dialéctica no buscó analizar la totalidad de la realidad social
latinoamericana sino las condiciones estructurales en las que se inscribe la
lucha de clases (Marini, 2008b). En este sentido, sostuvo que la dimensión
estructural es sólo un momento del análisis y reconoció que “las implicaciones
de la superexplotación trascienden el plano del análisis económico y deben ser
estudiadas también desde el punto de vista sociológico y político” (Marini,
2008b, p. 163-164). El análisis de las condiciones estructurales es, en el
materialismo, un momento clave para el estudio de la realidad social, lo que no
implica que esta dimensión determine de forma mecánica el resto de los aspectos
constitutivos de aquella.
La recuperación del materialismo dialéctico para
los estudios de AL y la categoría de dependencia desarrollada por
Marini, otorgan elementos tanto para pensar en una economía política propia de
AL, como para reconstruir la historia contemporánea de la región desde una
perspectiva holística donde los niveles estructurales se entrelazan con fenómenos
sociales e ideológicos.
Dependencia e imperialismo. Theotônio dos Santos
Dos Santos aportó elementos generales para pensar
la dependencia como categoría histórica-estructural. Tal como
afirmó su compañera, Bambirra, “El esfuerzo de conceptualización general fue
realizado en el trabajo sobre La crítica de la teoría del desarrollo y las
relaciones de dependencia en América Latina, de Theotônio dos Santos”
(Bambirra, 1974, p. 8). En términos generales dos Santos sostuvo que la
dependencia está fundada en un compromiso, una situación condicionante, entre
los intereses que mueven las estructuras internas de los países dependientes y
las del gran capital internacional. Profundizando esta perspectiva, en su obra Imperialismo
y Dependencia (1978/2011) mostró que las relaciones de dependencia se dan
por el hecho de que monopolios tecnológicos, financieros y comerciales
capitalistas dirigen la economía mundial estructurando relaciones
internacionales que han impulsado a la propia expansión monopólica y la DIT,
donde las formaciones estructurales internas de ciertos países (dependientes)
han asimilado los condicionamientos del sistema mundial y los han redefinido
sin romper con los intereses del capital monopólico.
Estas características representan aspectos estructurales
que configuran el capitalismo dependiente, pero entendiendo a la dependencia
como categoría histórica dos Santos también brindó un análisis para
reconocer distintos modos de dependencia correspondientes a diferentes fases de
su desarrollo. Éstas no corresponden necesariamente a un desarrollo lineal y
mucho menos “evolutivo”. Desde una perspectiva marxista, estas “fases” se
presentan como momentos estructurales más concretos que “la dependencia”, pero
luego es posible continuar con análisis más específicos donde podemos reconocer
que estas fases coexisten en una misma formación social donde incluso conviven
varias formas de un mismo modo de producción, que se articulan de manera
compleja y que guardan temporalidades propias. De este modo el problema de la
periodización fue presentado, no desde la perspectiva de la búsqueda de un
proceso evolutivo sino para ubicar los momentos de cambios y transiciones, las
“etapas” pueden coexistir en las mismas formaciones sociales (Bambirra, 1977).
En primer lugar, dos Santos habla de una dependencia
colonial, donde se creó la estructura interna de los países
dependientes. La hegemonía de los capitales comerciales y financieros exigía la
importación de materia prima, lo que generó en regiones dependientes una
estructura interna basada en la gran propiedad de la tierra y el trabajo
esclavo o servil para la producción y la exportación. La dependencia para este
autor comenzó ya en el período colonial, a diferencia de Marini (2008a) que sostenía
que la dependencia es una relación económica establecida entre países
formalmente independientes. Lo que intentó mostrar dos Santos es que en el
proceso colonial se comenzó a estructurar la dependencia, al mismo tiempo que
éste necesitó configurar poderes internos para sostenerse, algo que Marini
igualmente no desconoce.
Con el período de la Revolución Industrial
empezaría una segunda fase de dependencia que dos Santos consideró como tecnológica-financiera,
caracterizada por la conformación de un aparato agro-minero exportador en los
países dependientes y motorizado por capitales extranjeros que necesitaban
materia prima para su desarrollo industrial. Se configuró, entonces, una
estructura interna en los países dependientes basada en la hegemonía de las
oligarquías rurales y comerciales vinculadas al gran capital internacional que
controlaban el sector de infraestructura, el financiero y, a veces, mediante
una economía de enclave, la propia producción agrícola o minera. Por último,
dos Santos hablaba de una fase tecnológica-industrial que se estructuró
en la posguerra, luego de grandes desarrollos científicos-tecnológicos en los
centros y que fue seguida de la extensión de corporaciones multinacionales que
transferían tecnologías industriales relativamente obsoletas para impulsar la
industrialización de los países periféricos.
Desde su formulación, dos Santos buscó explicar los
efectos de la expansión imperialista en la región:
El estudio del desarrollo
del capitalismo en los centros hegemónicos dio origen a la teoría del
colonialismo y del imperialismo. El estudio del desarrollo de nuestros
países debe dar origen a la teoría de la dependencia (...) las leyes que rigen
el desarrollo de los países subdesarrollados son específicas y como tales
deben ser estudiadas como leyes del desarrollo de los países capitalistas
dependientes y sus distintas formas tipológicas. En este caso, por tanto, no se
trata de "aplicar" conceptos genéricos a particulares, sino de
redefinir conceptos universales según algunas situaciones específicas. El
resultado es un nuevo concepto (dos Santos, 2011, p. 365)
En este sentido buscó comprender la dependencia y
estudiar sus mecanismos y legalidad histórica, lo que consideró que no fue
estudiado por ninguna de las teorías clásicas del imperialismo, al mismo tiempo
que buscó superar la idea de dependencia como una cuestión estrictamente externa.
Dos Santos sostuvo que en última instancia la dependencia es una situación
condicionante de las estructuras internas de los países de AL:
Enfocar la dependencia como
una condición que configura cierto tipo de estructuras internas, significa
tomar el desarrollo como un fenómeno histórico mundial; como resultado de la
formación, expansión y consolidación del sistema capitalista. Tal perspectiva implica
la necesidad de integrar, en una sola historia, la perspectiva de la expansión
capitalista en los países hoy desarrollados y sus resultados en los países por
él afectados. Pero no se trata de tomar estos resultados como simples
"efectos" del desarrollo capitalista, sino como su parte integrante y
determinante (dos Santos, 2011, p. 356-357)
El capitalismo dependiente. Vânia
Bambirra
Bambirra realizó aportes significativos en lo que
corresponde a esclarecer la metodología de análisis y epistemología que han
sostenido los diferentes estudios marxistas de la dependencia y desarrolló una tipología
para pensar las particularidades de las formaciones sociales dependientes.
Recuperando los análisis de dos Santos, como ya adelantamos, Bambirra explicó
por qué la categoría de dependencia es una categoría histórico-estructural:
La utilizamos con el objeto de adecuar la metodología creada por Marx al
enfrentamiento de estudios de la problemática de las sociedades dependientes
latinoamericanas sea, tratar de explicar las leyes de movimiento de estructuras
específicas, históricamente condicionadas. Es por esto que creemos que la
expresión histórico-estructural es adecuada, porque el nivel de análisis que
pretendemos desarrollar, si bien como hemos señalado no se limita a ningún país
en particular, se sitúa en un nivel mucho más concreto que el nivel del
análisis sumamente abstracto realizado por Marx El Capital. (Bambirra,
1974, p. 10-11)
De esta forma la autora explicitó el nivel de
abstracción y alcance explicativo de esta categoría y al mismo tiempo aportó
claves teórico metodológicas importantes para pensar el modo en que se deben
estructurar los estudios sociales, enfrentándose a las críticas que señalaban
de economicistas a las TMD (Cueva, 2007):
El análisis
de clases es, en primer lugar, un análisis de la estructura económica -para ser
más inteligibles y rigurosos (a Agustín Cueva le gusta el rigor): un análisis
de la estructura y desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de
producción. Luego, un análisis de su movimiento, vale decir, de la lucha de
clases, y, en seguida, un análisis de sus manifestaciones superestructurales,
esto es las ideologías, instituciones, cultura, etcétera. Analizar la
dependencia solamente al nivel de las manifestaciones tangibles de la lucha de
clases, o prescindir de ésta y limitarse al nivel puramente del sistema
productivo, sólo se justifica como momentos de la investigación que necesitan
enseguida ser integrados en una perspectiva más amplia y totalizadora. Por lo
general esta perspectiva totalizadora fue lograda en múltiples trabajos sobre
la dependencia, aunque es obvio que los diversos autores hayan privilegiado en
algunas investigaciones parciales algunos aspectos del fenómeno. De ahí proviene
el riesgo de ligereza analítica si se consideran partes y no el conjunto de la
obra de un autor (Bambirra, 1977, p. 44).
Desde esta perspectiva donde los niveles de
análisis se delimitan con claridad a fin de poder arribar a estudios
estructurales e integrales, se esclarece las particularidades de la categoría
de dependencia. Una categoría que, en tanto explica una fase y modo
particular en la que se desarrolla el capitalismo tiene un grado menor de
abstracción que la categoría misma de capitalismo desarrollado por Marx.
Pero, como categoría general, es decir cómo situación condicionante (dos
Santos) o como dialéctica propia del capitalismo en AL (Marini),
representa un grado de abstracción mayor a los análisis concretos de cada
momento histórico y cada territorio que, por su parte, están condicionados
tanto por la dinámica del capitalismo como por la dependencia, por lo que
comparten características en tanto capitalismos dependientes. Con un
análisis crítico -dividir los niveles de análisis para comprender los fenómenos
en su totalidad- se superan las limitaciones de la ciencia oficial donde se
encuentran los análisis desarrollistas que buscaban encontrar en ella la
explicación de un fenómeno externo y coactivo de la situación
latinoamericana (Bambirra, 1974).
En esta línea, la autora recuperó la noción general
de dependencia para bajar a niveles de abstracción más concretos, ofreciendo
una tipología desde donde reconocer algunas características propias de
los diferentes países de AL en un “estudio de las manifestaciones históricas
específicas del proceso de cambio de las estructuras dependientes que se forman
en el continente” (Bambirra, 1974, p. 7). Desde una perspectiva marxista, la
tipología presentada por Bambirra analiza "etapas", "fases"
o "transformaciones" dentro de la dependencia. La autora puso el eje de análisis en la posguerra (aquí se
iniciaría una fase específica del proceso de integración de las sociedades
dependientes al sistema capitalista monopolista) y reconoce dos tipos de
estructuras sobre las cuales se dio el proceso de industrialización; “1.
Estructuras diversificadas, en las cuales aún predomina el sector primario-
exportador, existiendo, sin embargo, ya un proceso de industrialización en
expansión. 2. Estructuras primario - exportadoras, cuyo sector secundario
estaba compuesto aún casi exclusivamente por industrias artesanales” (Bambirra,
1974, p. 23). De esta forma se distinguen tres “tipos” de países: Grupo A, los
que iniciaron su proceso de industrialización antes de la segunda posguerra
(1945) como Argentina, México, Brasil, Chile, Uruguay y Colombia (los dos
primeros, desde finales del siglo XIX, con un nuevo impulso en el contexto de
la Primera Guerra Mundial); Grupo B, aquellos que lo hicieron después de la
posguerra, vinculados al proceso de expansión e integración de Estados Unidos
como Perú, Venezuela, Ecuador, Costa Rica, Guatemala, Bolivia, El Salvador,
Panamá, Nicaragua, Honduras, República Dominicana. Y, un tercer grupo de países
que en esa época (1972) aún no habían comenzado a industrializarse como Haití y
Paraguay (Bambirra, 1974). Lo importante de esta caracterización, más allá de
las especificidades históricas y debates que puedan abrirse sobre la misma, es
la particularidad que asume la dependencia cuando el proceso de
industrialización se desarrolla específicamente por la intervención de
capitales extranjeros, particularmente estadounidenses.
Desde estos análisis Bambirra mostró las
especificidades de las sociedades latinoamericanas, buscando realizar un
estudio científico que encuentre en los factores condicionantes no sólo un
punto de partida, sino también un objeto de investigación (Bambirra, 1974).
Consideraciones Finales
En los diversos aportes de Marini, Bambirra y dos
Santos sobre la categoría de dependencia, podemos encontrar elementos de
análisis teóricos y metodológicos que consideramos de gran relevancia para
abordar estudios históricos que integren el contexto global y local y que
incorporen aspectos económicos, sociales y políticos donde se articulen análisis
estructurales y coyunturales.
El recorrido por la historia y propuesta teórica de
los estudios sobre la dependencia, nos presenta una perspectiva crítica
e integral, donde se conjugan distintos niveles de abstracción y dimensiones de
análisis. Desde niveles más abstractos y estructurales que nos permiten una
caracterización global, como la de capitalismo, aparece de la noción de capitalismo
dependiente, desde donde podemos reconocer particularidades regionales
sobre las que se pueden ir agregando estudios más concretos donde caracterizar
las especificidades de las distintas formaciones sociales. Además, desde la
formulación de la dependencia como una categoría histórico-estructural se
formula una perspectiva que supera las limitaciones teórico-políticas del
etapismo asumido por los PC de la época, foco de crítica del llamado “marxismo”
en aquel contexto.
En primer lugar, no podemos dejar de reconocer los
aportes específicos de los estudios de Ruy Mauro Marini quien, desde plano de
abstracción superior, se detiene a explicitar la dinámica económico política
que caracteriza al capitalismo dependiente. Lo que brinda, finalmente elementos
para comprender las formaciones sociales de AL, como puede verse en sus
estudios sobre Chile (1976), donde se conjugan elementos políticos, ideológicos
y económicos para analizar las dinámicas sociales en un contexto histórico
determinado. En segundo lugar, como podemos ver con los aportes de dos Santos,
la categoría de dependencia adquiere una dimensión histórica, desde la cual
se puede pensar las trasformaciones en el modo de producción de AL, brindando
una periodización general desde donde comprender los procesos históricos y
actuales de nuestras sociedades. Por su parte, la tipología desarrollada
por Bambirra y sus análisis epistemológicos respecto a la categoría de dependencia¸
nos muestra el modo en que, desde una perspectiva que recupera niveles
estructurales y globales, se pueden ir conjugando análisis más concretos desde
donde comprender las particularidades sin dejar de lado una visión integral de
la realidad. Así, recuperar la dependencia como una categoría
histórica-estructural, no implica, necesariamente caer en perspectivas
mecanicistas o economicistas, por el contrario, los análisis de estos/as
autores/as muestran la posibilidad de articular dimensiones de análisis de tal
manera que se comprendan las particularidades regionales y estatales a la luz
de los procesos de acumulación global del capital donde, además, los fenómenos
internos y externos se conjugan para complejizar los estudios.
Si atendemos a la necesidad de recuperar
perspectivas historiográficas y estudios sociales que articulen, desde una
mirada crítica e integral, la historia económica, social, política y cultural,
encontramos en las TMD aportes sumamente significativos desde donde se pueden
comprender las particularidades de las distintas formaciones sociales de los
países de la región. Desde la recuperación del materialismo histórico planteado
por Marx, los/as teóricos/as marxistas de la dependencia brindaron herramientas
para pensar las estructuras que se configuran en la región y el modo en que
estas se van desenvolviendo a lo largo de la historia, en función de
transformaciones y fenómenos locales y globales.
El enfoque teórico-metodológico original de las TMD
tiene su punto nodal en la categoría de dependencia que se
configura como un foco de irradiación de debates y análisis en el ámbito de los
estudios sociales, económico-políticos e históricos latinoamericanas de los
60-70 que son actualmente revisitados. Como puede verse en los debates y
perspectivas presentadas por Amaral (2006), Astarita (2010), Beigel (2006), Katz (2016), Luce (2018), Osorio (2016),
Sotelo Valencia (2020), Svampa (2016), entre otros/as referentes intelectuales
de la región. La “vuelta” a esta prolífica etapa del pensamiento
latinoamericano en nuestro tiempo es clave en la medida en que nos brinda
elementos para reconsiderar el papel de la dimensión estructural y el carácter
global y asimétrico del capitalismo. Ante el contexto de crisis neoliberal es
necesario construir enfoques teórico-políticos que partan del reconocimiento de
la naturaleza expansiva de la producción capitalista y sus consecuencias sobre
los pueblos. Tarea ante la cual se torna eminente recuperar perspectivas
críticas, donde desde análisis integrales se comprenda la complejidad de las
dinámicas sociales, políticas y económicas propias de AL en el marco del
capitalismo a nivel global. La categoría de dependencia no deja de
brindarnos elementos para caracterizar la economía política latinoamericana
actual, atravesada por la reestructuración neoliberal, la financiarización del
capital y reprimarización de la economía, dinámica donde la relación de
dependencia no hace más que profundizarse y complejizarse.
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Recibido: 15/07/2020
Evaluado: 20/08/2020
Versión Final: 01/09/2020
(*) Profesora en Filosofía, Doctoranda de Estudios Sociales de América Latina (Universidad Nacional de Córdoba). Becaria doctoral (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Adscripta Economía política I y II (Universidad Nacional de Córdoba). Argentina. E-mail: ayelen.branca@mi.unc.edu.ar ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8197-9227