“El pasado de una ilusión”.
Sobre la necesidad del desarrollo
industrial en Argentina y Villa Constitución antes de la industrialización de
la zona.
Fragmentos del periódico villense La
Opinión (1942-1943)
A
inicios de la década del cuarenta es evidente para la prensa local de Villa
Constitución que el “progreso” de la localidad no puede vincularse ya más al
pasado agroexportador, sino que el destino del pueblo son las industrias,
ciertamente la paradoja es que a esas fechas no hay todavía siquiera indicios
de la instalación de las grandes industrias que se asentaran en los años
inmediatos. El catalizador del nuevo “clima de ideas” local debe
atribuirse a la presencia que impone el periódico La Opinión,[1]
mucho más concretamente la de su nuevo director: Doroteo Rípodas. Desde sus
páginas es posible seguir no solo las preocupaciones de los agentes locales por
lograr la radicación de cualquier tipo de industria que morigere la
incontenible desocupación local, sino también la evolución del pensamiento de
quien podemos considerar seguramente un intelectual pueblerino, en el sentido
de articulador de un contexto general donde la industrialización es ya parte de
la agenda nacional a las condiciones de defensa de los intereses de la
localidad.
Comité
Editorial
Historia
Regional
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Historia
ISP
Nº 3
* Una breve aclaración formal, los textos han sido
reproducidos sin cambios, de tal manera que conservan hasta los errores
tipográficos.
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“Iniciativas
para impulsar la industrialización
La
idea de promover la transformación industrial del país es tan merecedor de
atención y de simpatía que apenas si cabe, algunas veces formular observaciones
antes los hipotéticos desenvolvimientos que le imprimen los gestorías más
entusiastas. Por otra parte existe la propensión a dar como hecho cierto la
disponibilidad de distintos elementos que suponen los desarrollos industriales.
Existen desde luego, materias primas de transformación, no tan solo para
alimentas fábricas de tejidos y de calzados, como coadyuvantes de nuevas
industrias, pero no tenemos maquinarias, ni sus repuestos, ni tenemos tampoco
esa variedad de elementos que se denominan semi-manufacturados, o sean
artículos que se importan indispensablemente en todos los países industriales,
sea porque convienen más que los propios o ya porque son de una calidad
singular, pero que entran de manera imprescindible en la fabricación nacional.
Especialmente
en cuanto se refiere a la disponibilidad de materias primas, que para el común
de las personas sobran y descompletan en el país para la realización de un
programa de industrias nuevas, ha observarse que hay exagerado optimismo
ambiente al respecto. Es cierto que muchas muestras dicen hoy de progresos
nacionales hechos del bloqueo marítimo y del transporte dificultoso han
indicado que solo un 25% de la industria propia puede prescindir del exterior.
De aquí corresponde inferir que no es asunto simple echar las bases para otras
muestras de carácter permanente.
Por
otra parte, se cree que la promoción de un cambio de tanta trascendencia en
nuestra economía como reemplazar parte de la producción agrícola por
manufacturada o fabril depende preponderantemente del crédito barato, o sea a
muy bajo interés; error que fué reconocido en otros países, después de la
guerra de 1914-18, cuando se planteó el caso de no poder concurrir en igualdad
de precios en los mercados compradores de manufacturas.
No
es con crédito fácil que suele conducir a inflaciones que ponen fuera de
competencia a los fabricantes y que no sirve para abrir mercados con vallas
aduaneras o con gravámes [sic] de rendimiento fiscal, que ha de resolverse el
problema argentino de aquella transformación, y tampoco lo sería a favor del
fomento oficial bancario, como se supone también.
Este
conjunto de observaciones son sugeridas por el movimiento suscitado alrededor
del propósito de promover la industrialización. Legislaturas y concejos
deliberantes tratan la materia y se esfuerzan por cooperar en esa acción. Es
preciso, sin embargo, partir no tanto del deseo como de la realidad, cuya
lección suele ser costosa cuando no se la consulta cabalmente. Y la realidad es
que el futuro industrial argentino debe asentarse sobre factores de costo
manufacturero previamente estudiados para evitar fracasos comerciales y que no
habrá atracción de capitales particulares si no median pruebas de una
convincente producción capacitada para competir dentro y fuera del país. Lo
mejor que puede hacer el Estado es no estovar ese esfuerzo.” (La Opinión,
Villa Constitución, 10/07/1942)
“EL
PROBLEMA DEL TRIGO
(…)
Tiempo es, que así, de la misma forma en que se tratan estos vitales asuntos en
el órden internacional, comiensen [sic] nuestros hombres públicos a mirar con
idénticas inquietudes al interior del país.
Apiladas
en los puertos y playas de almacenamiento, millones de bolsas de trigo están
sufriendo la acción inexorable del tiempo, a la espera de que el ansiado
amanecer de la paz abra nuevamente los mercados del extranjero para embarcar
una vez libre el mar de los peligros de la guerra.
Y
así continuaremos viviendo siempre, con la esperanza puesta en el comercio
exterior, mientras que con un sentido más profundo del patriotismo y del saber
bastante a si mismo, ya se podrían haber establecido mercado de consumo dentro
de los límites de la nación permitiendo así la resolución de tantos problemas
económicos que aquejan al país, dejando que los productores y consumidores
salgan a la superficie. ¿De qué manera podrían establecerse los mercados
internos de consumo?, más fácilmente de lo que se piensa. Para los que
concurrieron hace unas semanas a escuchar una conferencia pronunciada en un
teatro local, esto no es una novedad, para los demás diremos: Cuenta la
República Argentina con una de las fuentes minera más rica del mundo.
Pero
no se explotan porque son precisos grandes capitales a ese fin, y las empresas
argentinas no están dispuestas a esas inversiones. Pero indiferentes como
siempre esta [ilegible] llegue algún extranjero, extraigan de nuestro suelo
esas riquezas por medio de la financiación de capitales extraños y continuemos
siempre vegetando y robusteciendo las arcas de los demás, cuando el mismo
gobierno podría hacerse cargo de esa explotación.
Supongamos
que se impulsara la maquinaria que favoreciera la industria minera argentina.
Los obreros, bien remunerados por consiguiente, tendrían que reponer las
energías dejadas en las galería a muchos metros de la superficie terráquea,
consumiendo, más pan, más carne, azúcar, vino, etc.
De
la zona triguera tendría que enviárseles parte de la producción, la que sería
pagada en los mismos mercados que se implantarán con el dinero ganado por esos
miles de obreros que hoy se mantienen paralizados y atravesando por angustiosas
situaciones.
De
esta manera, podrían establecerse en forma práctica y beneficiosa para la
nación entera, los mercados internos de consumo en la Argentina, para terminar
de una vez con el hambres y la desnutrición que en tanto hogares argentinos se
ha enseñoreado ante la apatía de los que con discursos creen componerlo todo o
ante los sarcásticos argumentos de esos pulpos que olvidados de sus obreros que
caen en la zafra, el yerbal o el quebrachal, víctimas de la impotencia en que
los colocan los misérrimos salarios que perciben sin poder llegar hasta el
mostrador de carne y del pan para criar sus hijos como Dios manda. En medio de
este drama el trigo continua pudriéndose aguardando “que se termine la guerra”
para mandarlo fuera.
Hagamos
del país un detenido examén [sic] interno. Obremos como esas abnegadas amas de
casa, que antes de mirar por encima del tapial, lo que sucede en lo del vecino,
viven sacrificadas y dedicadas a sus hijos, ya que ellos son frutos de su carne
y está en su deber el ampararlos contra todos.
Una
vez que se haya terminado con el pauperismo que azota tantas zonas del país,
muchas más de la imaginable, estaremos recién en condiciones eficientes y
podremos rendir más para socorrer y ayudar a quienes consideremos justo y
necesario que sean merecedores de nuestro amparo. Mientras tanto, preparemos al
país para convertirlo en lo que soñó Alberti en su mocedad, cuando dijo
sabiamente “Gobernar es poblar”. Demás esta decir que para poblar habrá que
limpiar el terreno de malezas, de hambre y de enfermedades.
Llegará
también el día, en que cuando nos visite algún amigo del mundo, le hagamos
recorrer orgullosos no sólo la populosa ciudad de Buenos Aires, donde las
necesidades pueden aparentarse muy bien en la casi totalidad de los casos, sinó
[sic] hasta los últimos rincones de las provincias argentinas que hoy están
sufriendo estoicamente los estragos del hambre, frente a la superabundancia de
las cosechas que se tiran.
Con
el trigo, con el maíz, la carne, el azúcar y tantos otros productos nacionales
se pueden resolver los serios problemas de la subsistencia del pueblo, sin
desatender los compromisos de la exportación aún en épocas normales.” (La Opinión, Villa Constitución, 10/07/1942)
“Día
de la Industria
(…)
Industrializar el país es hoy la palabra de órden y el compromiso de
capitalistas y gobernantes, tienen que cumplir en esta etapa de nuestra
nacionalidad, para cumplir el sueño que vislumbraron nuestros antepasados,
primero para seguir el ritmo del progreso de los tiempos y luego para dar vida
permanente y fecunda en todos los aspectos sociales, proporcionando trabajo
promisor y honesto a nuestros obreros en talleres y fábricas que transforman
los productos y los manufacturan.” (La Opinión, Villa Constitución,
04/09/1942)
“El
Problema del Carburante Nacional
El
Presidente de la República deber resolverlo pese a todas las trabas de la baja
política de los saboteadores
“LA
OPINION” bregará porque se instale en Villa la primera fábrica
SOBREN
MATERIAS PRIMAS – SOBRAN MATERIALES PARA INSTALARLAS Y FALTA EL PRODUCTO EN EL
PAIS
Vuelve
a actualizarse el problema del carburante nacional, ante el clamor argentino,
por la falta de alcohol, hasta para las pequeñas necesidades del pueblo. No hay
alcohol y el poco que se consigue, está fuera del alcance de los consumidores,
pues es un artículo imposible de ser adquirido por las clases trabajadoras,
dadas las maniobras especulativas de los productores que lo han elevado de
precio hasta el punto de que no es posible obtenerlo a menos que un peso el
litro.
Soben
los productos básicos para su elaboración, hasta el punto de que el Gobierno
después de invertir miles de millones de pesos, en nuestras cosechas,
sin poder darle destino, ha ordenado su destrucción, destinándolos para
combustible, quemando nuestra riqueza, que debió ser industrializada,
si se hubiera utilizado en la elaboración de productos que hoy nos son de
imprescindible necesidad hasta constituir un problema de todos los tiempos, un
problema que debe resolverse pese a las trabas de la baja política de los
saboteadores antiargentinos.
Con
lo que se hubiera salvado en gran parte la citada erogación, contrariamente al
resultado obtenido.
El
Presidente de la Nación, debe decidirse frente a las combinaciones de los
antipatriotas y de los antieconomistas y timoratos que ante el primer
obstáculo, de que será difícil encontrar maquinarias, de que es imposible que
nosotros los argentinos seamos capaces de hacer progresar nuestras industrias,
y de un sinnúmero de expresiones semejantes, han retardado un problema, que hoy
ha llegado al extremo de ser considerado primordial, para nuestra propia
seguridad nacional.
Hay
que liquidar parte del pesado engranaje de nuestra administración, que ha
creado toda una gama de impuestos fiscales, a cuyo frente actúan
funcionarios inteligentes, que desconocedores de las verdaderas necesidades de
la economía del pueblo argentino en todas las manifestaciones de la producción,
obsesionados por la política fiscalista, distribuída [sic] por las
distintas reparticiones, que pujan por imponer su fiscalización, traban sin
advertirlo en mucho casos todo propósito bien intencionado.
Entre
ellas se encuentra la política de centralización de cambios, por ejemplo, que
crea un pesado engranaje de trámites, a veces atentatoria para las
manifestaciones de la pequeña industria, que debe ir cerrando las puertas a sus
propósitos; para dar paso a las grandes combinaciones de capitales que no
siempre actúan en favor de nuestros intereses, para crear luego situaciones,
que por imperativas debemos resolverlas, mediante improvisaciones, sistema que
parece haberse entronizado entre nosotros, lo que con razón, explotan quienes
nos tildan de incapaces.” (La Opinión, Villa Constitución, 26/02/1943)
“Es
un deber de los poderes públicos distribuir el trabajo
La
instalación de la primera Destilería Nacional, debe serlo en Villa
Constitución, por numerosos factores de los que en parte ya nos hemos ocupado.
En
primer lugar está ubicada sobre el Río Paraná, una de las maravillas del mundo,
vía importante de comunicaciones a económicas y rápidas, que conecta a casi
todo el país.
Llegan
hasta ella caminos carreteros pavimentados y otros de vías en serio, que
conducen la producción de la zona tributaria, una de las más abundantes del
país y en especial del maíz, verdadera riqueza nacional siguiéndole en órden,
la inmensa producción de papas, también de importancia, entre las primeras del
país.
Posee
un gran Elevador Terminal, tal como lo ilustramos, que cuesta aproximadamente
el erario nacional $ 8.000.000, que aún no se ha habilitado, tiene vías
ferroviarias, que convergen de una zona que produce más de 2.000.000 de
toneladas de cereales, con tarifas económicas sobre otros puertos vecinos y
también tiene un puerto llamado de Cabotaje; de aguas profundas, parte ya
construído con galpones y el resto de obras en ejecución, con presupuesto de
las mismas por el corriente año por $ 150.000 pesos y para los subsiguientes
hasta terminar por más de $ 500.000, con lo que totalizarán una inversión de
casi tres millones de pesos.
Ambas
obras de aliento, aún no reditúan el erario nacional, están gravitando
seriamente sobre la economía del país y es necesario coordinarlas con la
instalación de la Destilería Nacional, con lo que se salvarán las
inversiones, que de inmediato producirá las suficientes utilidades, para
restituir el total del capital a las arcas fiscales.
Si
todas estas atinadas observaciones no son suficientes, hay algo que el P.E.
debe tener en cuenta es el problema de la desocupación, que en ninguna
parte como entre nosotros se presenta en forma más marcada, ya que ninguna
industria, ni otra manifestación de trabajo se realiza, exceptuando el pequeño
movimiento portuario, que sólo representa el 15 % del normal en los actuales
momentos y que no será resuelta, como dijimos en nuestro número anterior aún en
el día que llegue la normalización de los mismos.” (La Opinión, Villa
Constitución, 26/02/1943)
“(…)
Nos referimos al problema del combustible líquido, el carburante y derivados
entre los cuales se encuentra la nafta, el alcohol, etc. La nafta es realmente
un problema de todos los tiempos, un problema de Estado y más aún, es de
seguridad nacional.
El
P. E. Nacional, con criterio patriótico, debe resolver este gran problema,
hasta convertir a nuestro país, en abastecedor permanente de los países
limítrofes hermanos, después de atender las necesidades del consumo interno y
de mantener las reservas mínimas indispensables, para ponernos a cubierto de
cualquier contingencia eventual, propias de la misma explotación, elaboración,
etc., y aún de las halagadoras tentaciones de ofertas extrañas que sin duda se
presentarán en épocas de bonanzas y para ello solo será menester, aprovechar
industrializando las grandes reservas que la naturaleza pródiga nos suministra,
pese a que sea indispensable invertir sumas importantes en la instalación de
costosas plantas industriales, que crearán trabajo permanente para millares de
obreros, que se sentirán reconfortados y seguros de nuestra nacionalidad que
obstentarán [sic] orgullosos, porque ellos elaborarán la grandeza de nuestra
economía nacional, hasta llegar a la independencia total, libre de actuales
asechanzas y lejos de la dependencia en que viven, sujetos a las fluctuaciones
de días de bonanza y otros de verdadera miseria como ocurre en la actualidad.” (La
Opinión, Villa Constitución, 26/02/1943)
“(…)
tenemos un factor más importante aún entre nosotros… Nuestro pueblo tiene un
gravísimo problema en sus entrañas: la desocupación. Y no se crea, como se dice
mal por ahí, que sea debido a la paralización de las actividades portuarias de
exportación e importación solamente.
No.
Villa Constitución tiene el problema de la desocupación, aunque el puerto
trabaje normalmente, por propio crecimiento vegetativo y por los factores de la
mecanización, que permite una mayor producción, con un mínimo lógico de
asalariados, problema que se agudizará en breve con la máxima mecanización de
sus actuales elementos de trabajo, en el orden de la exportación que acarreará
un grave problema de índole social al que todos los gobiernos nacional y
provincial, estarán obligados a prestarle la máxima atención, para su solución
integral.” (La Opinión, Villa Constitución, 26/02/1943)
“Repatriación
de Deuda Externa
Ha
sido recibida con gran satisfacción, la anunciada operación de reparación de
parte de la deuda externa del país, por un valor de 500 millones de pesos de
los títulos argentinos en el mercado inglés.
Operación
de gran envergadura económica es la anunciada por el gobierno de la Nación, ya
que con ella se cancela la deuda nacional ante la banca inglesa en casi el 65%
de la misma, con el considerable beneficio para el crédito nacional, ya que en
adelante esa inmensa deuda, devengará intereses a tenedores de títulos dentro
del país, beneficiado [sic] al capital nacional en 20 millones de pesos por
aquél concepto, que lógicamente no saldrán de nuestro territorio, dejando da
gravitar en los saldos de pagos anuales, además de producirse algo mucho más
importante que es precisamente dar movimiento a grandes cantidades de dineros
que siendo argentino, está congelado en el extranjero, sin devengar interés
alguno y producido por la balanza favorable de pagos, por razón de las mayores
exportaciones nuestras frente a las reducidas posibilidades de compras en el
extranjero, por causas emergentes de la contienda como ser la paralización de
cierta industrias o manufacturas y de bodegas en otros casos.
El
crédito argentino por otra parte, se tonifica en forma positiva ya que el país
jamás dejó de cumplir, ni aún en los peores momentos de su historia económica
sus compromisos que en este caso de repatriación ha sido excelentemente
reconocido, en todos los ambientes bursátiles del mundo, como índice de
prosperidad financiera de la Nación y en particular por la firma decisión del
gobierno que cumple así con parte de los propósitos enunciados al hacerse cargo
de la cosa pública.
Como
argentinos, desde nuestra modesta esfera consignamos complacidos esta
significativa circunstancia de la marcha económica y financiera que desde todo
punto de vista es ventajoso para nosotros.
Consecuentemente
con este vasto programa aprovechamos para decirlo, anhelamos que se arbitren
todas las posibilidades de la industria del país que sin muchas existencias de
algunas maquinarias para dar forma, por ejemplo al problema imponderable entre
muchos para el gobierno por intermedio de sus organismos responsables o
creándolos, construya las fábricas anunciadas, de destilación de alcohol
carburante, aprovechando los saldos de las cosechas de maíz, que liquidará la
actual angustia producida por la falta suficiente de nuestro petróleo, que
aunque mañana lo tengamos para cubrir las necesidades, debemos mantener las
reservas de explotación para el futuro.
El
país entero espera de la acción del gobierno las indispensables decisiones, que
traerán aparejadas ventajas de incuestionable valor social, que permitirá
proporcionar trabajo a millares de argentinos, que hoy permanecen con los
brazos cruzados y en el orden de la seguridad del país, habremos resuelto el
grave problema del combustible líquido, que atenta la propia seguridad del
mismo a merced hoy de sus escasas posibilidades y se habrán resuelto al mismo
tiempo un centenar de industrias afines con los sobrantes de la propia
industrialización, del principal producto a emplearse, el maíz.” (La Opinión,
Villa Constitución, 24/09/1943)
[1] La Opinión, surgido en 1941 es dirigido inicialmente por Anselmo P. Oyola. Este había sido hasta 1939 director de La Semana, y luego fue por muy poco tiempo un polémico juez de paz de Villa Constitución vinculado al radicalismo concordancista. Desde enero de 1942, la dirección del semanario es ejercida por Doroteo Rípodas, expectable político local vinculado al Presidente Comunal José Luzuriaga, gerente de la oficina local de la casa exportadora Louis Dreyfuss, con un fuerte compromiso con las escuelas pública de la localidad y de algunos de los clubes deportivos (en particular el Tiro Federal). La Opinión tiene, en general, ocho páginas (en ocasiones algunas más). No obstante, su subtítulo, "Periódico Departamental Independiente", es evidente su vinculación con las vertientes del concordancismo; es que fue creado con explícitas funciones coyunturales: sostener la gestión y posterior campaña reeleccionista de Luzuriaga. Ya durante la gestión de Rípodas, asume un tono más medido en lo político, asumiéndose como defensor de las instituciones y consecuente con la “imparcialidad” y el espíritu de "objetividad" que supone un periodismo “serio”. La colección completa del periódico se encuentra en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional en la ciudad de Buenos. Rípodas había nacido en la cercana ciudad de San Nicolás en 1896 y muere en 1958 en Rosario. Llega a Villa Constitución más o menos en 1932 desde Necochea, allí alquilaba campos (La Dulce) donde producía cereales, ya militaba en el radicalismo por lo que había estado preso en una fecha indeterminada. Si bien solo había terminado la primaria había generado una fuerte formación autodidacta. Junto con su familia se mudan a Rosario en 1945 aunque sigue manteniendo vínculos económicos y familiares en la localidad. Entrevistas a Sergio Rípodas (hijo de Doroteo) realizadas en Rosario por Diego Diz (05/08/2019) y Diego Diz y Oscar Videla (10/08/2019).