Robinson Crusoe[1]

 

Christopher Hill

 

Aquellos que, como yo, se encontraron con Robinson Crusoe en una edición adaptada se sorprenden cuando leen la versión original. Da la impresión de que lleva mucho tiempo llegar al punto. Un relato de la primera parte de la vida del protagonista antes de que naufrague en su isla ocupa las primeras 50 páginas, más o menos una séptima parte de la Parte I. Es más, el original parece más una homilía protestante o fábula moral —una “parábola”, tal como la describe el Prefacio a la Parte II[2]— que las adaptaciones que la convirtieron en un cuento para niños tan popular.

Robinson Crusoe está caracterizado muy cuidadosamente en cuanto a lo social. Su padre era un inmigrante alemán al que le fue bien como comerciante en Hull y luego se retiró a la más gentil ciudad catedral de York, donde nació Robinson. Su hermano mayor se enroló en el ejército inglés y lo mataron. El padre de Robinson lo había preparado para las leyes: pero la cabeza del hijo “muy tempranamente se llenaba de divagaciones”. Su padre lo sermoneaba solemnemente sobre las ventajas de “estar en el medio”, “no expuesto a las miserias y dificultades, el trabajo y los sufrimientos de la parte mecánica de la humanidad, ni tampoco turbado por el orgullo, el lujo, la ambición y la envidia de la parte superior de la humanidad”.[3] Las desventuras posteriores de Robinson Crusoe se pueden considerar una serie de juicios providenciales que le sucedieron por su desobediencia y abandono de su vocación adecuada.[4] Éste, su “pecado original”[5], lo llevó al castigo y al arrepentimiento por su “imprudencia y su deseo inmoderado de ascender más rápido de lo que la naturaleza de la cuestión admitía”.[6] Crusoe terminó aceptando que se podía conseguir una mayor felicidad en conformidad con el “estado en el que Dios y la naturaleza me han puesto”.[7] A pesar de las constantes desviaciones,[8] el arrepentimiento llevó a su rescate y a un gran éxito mundano.

Robinson Crusoe parece un modelo de las virtudes protestantes y burguesas. En la isla, consiguió su supervivencia y prosperidad final gracias al trabajo duro y la autodisciplina, el ascetismo y el rechazo a la pérdida de tiempo.[9] Él respetaba el sábado como día no laborable, aunque en forma bastante intermitente.[10] Adquirió el hábito de pedir la bendición de Dios por la comida.[11] “No podía soportar la idea de la desnudez”, “aunque estaba totalmente solo”. Una de sus primeras acciones luego de rescatar a Viernes fue darle un par de calzoncillos de hilo.[12] Poco tiempo después de llegar a la isla, Crusoe hizo un balance de lo bueno y lo malo, ganancias y pérdidas, tal como había sido instruido el Perfecto comerciante inglés de Defoe (Complete English Tradesman).[13] Siguiendo la mejor tradición puritana, Robinson Crusoe llevó un diario que, al menos en parte, pretendía ser un diario espiritual y un balance como lo fue el diario de Pepys cuando lo comenzó. Cuando Crusoe rescata al capitán inglés de la muerte en manos de los amotinados, inmediatamente negocia que lo llevaran de regreso a Inglaterra “sin pagar pasaje”.[14]

Entonces, el protestantismo tradicional está acompañado por una moral comercial prudente: el espíritu del capitalismo de Max Weber. La concepción de Crusoe de la predestinación y la providencia parecen concordar con este modelo. Reconoce que Dios utiliza nuestras propias acciones para castigarnos por nuestros pecados. “Un decreto secreto dominante ...nos lleva rápidamente a ser los instrumentos de nuestra propia destrucción”. Y también, lo que parece ser una calamidad a veces jugará a nuestro favor.[15] La Providencia se expresa para Crusoe en “indicios secretos, o presiones de mi mente, para hacer o no hacer algo que se presenta”. Él “nunca dejó de obedecer” estos dictados secretos, aunque no podía dar cuenta de ellos.[16]

Si leemos a Robinson Crusoe con este enfoque, hay un punto de inflexión cuando nuestro héroe ha completado su segundo año en la isla. Comienza a darse cuenta de que, por la gracia de Dios, él puede encontrar un Paraíso dentro de sí mismo, mucho más feliz que la “vida perversa, maldita y abominable que llevé en la última parte de mis días”.[17] Pero, aparentemente, el tema moral —si es que Defoe originariamente tuvo intención de abordarlo— ahora ya no lo satisfacía. Cuando Robinson Crusoe “estaba por dar gracias a Dios por traerme a este lugar, ...algo me conmocionó al pensarlo. ¿Cómo puedes ser tan hipócrita”, dije, en forma audible, “como para simular estar agradecido por una situación que, no obstante los esfuerzos por estar contento con ella, preferirías rezar con todo el corazón por abandonarla?”[18] De modo que el tema moral es un poco intermitente. Tal vez Defoe, como sus lectores, tiende a interesarse tanto en el aquí y ahora de Robinson Crusoe que se olvida de las perspectivas más a largo plazo, o tal vez contempla otras. La Parte II quizás intenta recobrar el equilibrio moral y ésta puede ser una razón por la que es menos atrapante que la Parte I. Pero la Parte II aparentemente fue escrita como una ocurrencia tardía, en respuesta al éxito de la novela original. Su relato del retorno de Crusoe a su isla contiene muchos puntos de interés; pero luego de eso se convierte en una historia convencional de viajes y aventuras, un paseo narrativo por el mundo sin la concentración imaginativa intensa de la Parte I. En la isla, Crusoe está esencialmente a la defensiva, intentando defenderse de enemigos reales o imaginarios, como el protagonista de La madriguera de Kafka. Sus batallas con los indios tienen este propósito. La Parte II, en la que los comerciantes occidentales luchan continuamente contra los africanos y los asiáticos, no tiene aquella justificación; la interminable serie de compromisos y las victorias de la tecnología militar superior son mucho menos interesantes y, en última instancia, se tornan aburridas.

Karl Marx utilizó a Robinson Crusoe en su isla para ilustrar las diferencias entre la producción para el uso y la producción para el intercambio, entre el valor de uso y el valor de cambio. Crusoe se volvió crucial para las discusiones acerca de la división del trabajo, el individualismo y la acumulación primaria.[19] En respuesta a este enfoque, hubo en los últimos 20 años[20] un torrente de intentos de leer a Robinson Crusoe como una alegoría sistemática y coherente, ya sea religiosa o biográfica. Estos intentos me parecían forzados. Defoe era felizmente inocente de la exigencia que los críticos del siglo veinte tienen de una “narrativa coherente y formalmente sofisticada”.[21] Por supuesto que él usaba de vez en cuando la técnica de la alegoría y que en su “Serious Reflections during the Life and Surprising Adventures of Robinson Crusoe” (1720) esbozó todo tipo de intenciones alegóricas. Pero los desacuerdos de los comentaristas muestran lo difícil que resulta interpretar la novela como una alegoría deliberada y coherente; y me parece muy improbable que los comentarios de Defoe (o de Crusoe) en “Serious Reflections” sean parte de ese plan original. Su principal objetivo al escribir esta tercera parte (además de –probablemente– ganar un poco de dinero) fue defenderse del ataque de haber compuesto un mero romance tonto, “ficción y mentiras”.[22]

Cuento con la ventaja de llegar a Defoe desde el siglo XVII. No me sorprende —tal como ocurre con los críticos literarios modernos- que un hombre que fue educado para ser un ministro no conformista pudiera saber mucho de teología Calvinista. Por otra parte, con una aproximación desde el siglo XVII, no espero necesariamente que Defoe sea coherente en su pensamiento. Él no aprendió su teología de unos libros sino a través de una inmersión permanente en un ambiente cultural de Puritanismo en desintegración. Muchos de nosotros hoy tendríamos dificultades para interpretar una filosofía coherente de los fragmentos de Marx y Freud y Einstein que extraemos de los libros, los bares y la tele.

Entonces, tal vez no debamos estar demasiado contrariados por las ambigüedades de Defoe; sino que nos deberían llamar a la investigación. ¿Robinson Crusoe es una historia de moral puritana o no? ¿La gracia interior es todo lo que importa? ¿Debemos considerar a la conversión de Viernes como característica crucial de la regeneración de Crusoe?[23] ¿Qué tan importantes son las comodidades materiales de la civilización? El aristócrata ruso de la segunda parte, que rechazó el ofrecimiento de Crusoe de escapar del exilio porque podría sucumbir a las tentaciones de la vida en el mundo civilizado, podría tal vez verse como una frustración de la denuncia que hace de sí mismo Robinson Crusoe tratándose de hipócrita por dar gracias a Dios de haber hallado la gracia en una isla desierta. Pero el aristócrata no perdió la oportunidad de enviar a su hijo a enfrentar los peligros del gran mundo. ¿De qué lado está Defoe?

 

II

Robinson Crusoe dista mucho de ser un fanático protestante. Él elabora su propia versión de la religión natural[24] y encuentra que Viernes comprende fácilmente las verdades del Cristianismo cuando se las explican.[25] Viernes tiene la “honestidad auténtica y simple” así como el físico del buen salvaje.[26] Will Atkins, uno de los ingleses que Robinson Crusoe encontró en su regreso a la isla, se casó con una mujer pagana: su cuestionamiento simple pero astuto lo forzó a pensar mucho más seriamente acerca del Cristianismo que aceptaba formalmente.[27] Crusoe esperaba más piedad de “los salvajes, que eran caníbales” que de los monopolistas de la Compañía de las Indias Orientales.[28]

Crusoe es un ciudadano del mundo. Este punto se deja claro desde el principio de la novela. Este inglés puro era hijo de un inmigrante —ni siquiera de un inmigrante holandés o flamenco, como William III y los ancestros de Defoe, sino de un inmigrante alemán, como George I —y en efecto, de Bremen, rodeado de territorio Hanoveriano.[29] Por cierto, Defoe estaba haciendo una observación aquí. En The True-Born Englishman él se había burlado de aquellos que deseaban defender la pureza racial de los ingleses contra los inmigrantes extranjeros:

 

            Hemos sido la cloaca de Europa, el río donde ella

            vierte toda su progenie descastada como residuos.

 

También sentó una opinión cuando describió a los colonos españoles de la isla de Crusoe como mucho más tolerantes y mucho más civilizados en sus relaciones con los nativos que los descastados ingleses.[30]

Tal como señaló Charles Gildon, el crítico contemporáneo de Defoe, Robinson Crusoe aparentemente no diferenciaba mucho a protestantes de católicos. En Brasil estaba con la iglesia Romana y fue una reconsideración lo que lo persuadió de vender su plantación en Brasil en lugar de continuar su residencia allí, como había sido su primera intención.[31] Crusoe como soberano de su isla “permitía la libertad de conciencia en mis dominios”, a protestantes, papistas y paganos.[32] Curiosamente, fue un cura católico francés quien insistió para que los colonos ingleses se casaran con las mujeres indias con las que estaban viviendo y para que las mismas fueran bautizadas.[33] Dichas ceremonias parecen haber tenido poca importancia para Crusoe: nunca pensó en bautizar a Viernes, aunque este último llegó a ser “un Cristiano como pocos que yo haya visto en mi vida”.[34] El intento de Crusoe de honrar el sábado haciendo muescas en palitos para poder saber siempre en qué día de la semana estaba quedó en la nada: pronto perdió la cuenta. Aquí nuevamente este hecho superfluo debe estar señalando algo. Los protestantes radicales como Milton no le daban demasiada importancia a la observancia de determinadas fechas o estaciones ni a las ceremonias, aunque hubiesen afirmado que cualquier persona era suficientemente cura como para bautizar si surgiera la ocasión. Lo que Crusoe sí tenía era sentimientos fuertes contra el clericalismo, ya sea entre los paganos, los papistas o los protestantes.[35] “Las disputas ...acerca de ...necedades en las doctrinas o esquemas de iglesia-gobierno... nos resultaban perfectamente inútiles, así como, por lo que he visto, lo han sido para el resto del mundo”.[36] Crusoe somete la existencia del diablo a una crítica bastante racional.[37] Seguramente no es del todo inocente que Defoe muestre a Crusoe apabullado por la pregunta de Viernes acerca de por qué Dios permitió que el diablo existiera. “Al principio no sabía qué decir, entonces fingí no escucharlo;” y cuando esto no funcionó cambió de tema. “Fue una evidencia para mí, cómo las meras nociones de la naturaleza, guían a las criaturas razonables al conocimiento de un Dios, y a una veneración del ser supremo de Dios como consecuencia de nuestra naturaleza; sin embargo, sólo la divina revelación puede formar el conocimiento de Jesucristo”.[38]

Podríamos leer esto como un deísmo encubierto, o como una ingenuidad de Crusoe (e incluso de Defoe). Pero por cierto Defoe no era ingenuo en su teología. Su padre, como el de John Milton, lo había destinado al sacerdocio. Daniel había sido bien entrenado en la academia disidente de Newington Green; leyó a Baxter minuciosamente. Era lo suficientemente sofisticado teológicamente como para detectar el anti-trinitarismo de El Paraíso Perdido, que la mayoría de los críticos no observó en los siguientes 200 años y que algunos aún hoy se obstinan en negar. Las evidencias de la falta de solidez en la trinidad de Milton se han publicado sólo a partir de 1825, pero Defoe puede haber tenido acceso a las tradiciones orales. Seguramente leyó a Milton con mucho cuidado y atención,[39] y lo admiró mucho antes de que Addison le enseñara a sus lectores de The Spectator que Milton era un gran poeta. Defoe tenía 14 años cuando murió Milton.

De muchas formas Defoe es más un hombre de la ilustración que un protestante tradicional; el Profesor Watt señaló hace mucho tiempo que Defoe es un Puritanismo modificado en la dirección del secularismo. Las ideas son las mismas que las de los puritanos de principios y mediados del siglo diecisiete pero se sostienen con menor intensidad.[40] Ya no son las ideas de una guarnición sitiada o de tropas de choque: triunfantes frente a la adversidad, el puritanismo sucumbió luego del éxito. Robinson Crusoe apoya la opinión de los críticos de Weber que dicen que, al proponer la ética protestante como preparatoria del desarrollo del capitalismo, sacó mucha de su evidencia del puritanismo de fines del siglo diecisiete y hasta del siglo dieciocho. La preocupación de Weber era refutar a Marx —o tal vez más bien a los Marxistas reduccionistas de su tiempo que afirmaban la prioridad de la base económica sobre la superestructura ideológica de un modo que Marx siempre tuvo cuidado de no formular. Weber nunca pretendió haber producido una primera causa “religiosa” en lugar de una “económica”. Pero sí tendía a suponer que el “protestantismo” y el “Calvinismo” eran categorías eternas. Tawney —y muchos otros después de él- señaló que, a fines del siglo XVII, fue mayor la influencia del capitalismo en el Puritanismo que a la inversa. El Protestantismo, pensaba Tawney —y yo estoy de acuerdo— se desarrolló con y a consecuencia del surgimiento del capitalismo y no al revés. Defoe —y Robinson Crusoe— fueron productos de una sociedad capitalista establecida.

Si enfatizamos el propósito moral de Robinson Crusoe se lo podría leer como un tratado en favor de la tolerancia religiosa, en el conocido tema de su utilidad para el comercio. Pero no es esto lo que se plantea ahora (como lo hicieron los economistas del siglo diecisiete) porque la tolerancia atraería a los mercaderes y artesanos refugiados religiosos a Inglaterra sino que se plantea en base a la inutilidad de la persecución en un mundo en el que el comercio internacional se impone ante las divisiones religiosas. Así es que al ir a Brasil, Crusoe automáticamente adhiere al papismo aunque no lo dice hasta más adelante, como un pensamiento posterior ostensiblemente penitente. Un monasterio brasileño cuidó sus intereses financieros en su ausencia tan cuidadosamente como lo hizo su viuda protestante en Londres. Parece que su adhesión al papismo rindió muchos dividendos; pero esto señala otra dirección: para tener éxito en los negocios no se deben tener prejuicios religiosos. La mayores ganancias se obtendrían en el comercio con los papistas, al precio de cierta resignación de las convicciones. Como Robinson Crusoe muestra, el mundo del Caribe, con sus frecuentes naufragios y rescates de mar, llevó a una mezcla de nacionalidades y credos en la cual la intolerancia religiosa hubiese resultado como mínimo muy inconveniente. Una vez que los españoles ya no pudieron mantener el monopolio absoluto de toda el área, la tolerancia religiosa y el libre acceso al comercio fueron de la mano. Uno de los grandes sustentos de la intolerancia religiosa era el comercio de esclavos: los dueños de las plantaciones católicos querían los esclavos que proveían los ingleses y holandeses protestantes. Defoe da un discurso agitador a favor de la tolerancia religiosa al cura católico romano francés que le hizo decir a Crusoe que si “todos los miembros de su iglesia” tenían “la misma moderación, pronto todos serían protestantes”.[41] Para los salvajes paganos, las divisiones religiosas entre cristianos parecían extremadamente estúpidas; había muchas más cosas serias que unían a los comerciantes de la cristiandad occidental que las que los dividían.

En efecto, siempre ha habido algo paradójico en el anticatolicismo en Inglaterra. Aquellos caballeros que denunciaban al papismo en voz alta en la Casa de los Comunes y que pedían el cumplimiento de las leyes contra los recusantes vivían en términos amistosos con sus vecinos católicos, se casaban con ellos y protegían sus relaciones. Hasta Milton, que era un antipapista acérrimo, tuvo una relación personal cordial con un cardenal cuando estuvo en Roma, protegió al nieto papista de Edmund Spenser y tuvo una relación “muy cercana” con el papista William Joyner luego de la restauración. El anicatolicismo muchas veces fue una forma de atacar el absolutismo. Se tornó activo cuando los Estuardos estuvieron en el trono y el poderío internacional de Francia o España parecía amenazar la seguridad de Inglaterra. Es por ello que fue mínimo en la década de 1650 y después de 1688, y especialmente luego de que la ley de Colonización finalmente excluyera a los católicos de la sucesión en el trono inglés. Una vez que la sucesión hanoveriana estuvo asegurada, la tolerancia que existía en la práctica en la sociedad cerrada de la comunidad del condado se pudo extender sin peligro a toda la comunidad comercial internacional.

 

III

Desde Marx en adelante se ha escrito mucho sobre Defoe como economista, como precursor de Adam Smith. La frase “la riqueza de las naciones” aparece por lo menos 33 veces en los escritos de Defoe, según se ha calculado.[42] Robinson Crusoe atacaba al monopolio de la Compañía de las Indias Orientales, que podía condenar a un hombre sin escucharlo una vez que había sido acusado injustamente de piratería. Sus acusadores eran tanto los jueces, para cuyos arbitrarios fallos no había apelación, como los ejecutantes. Este monopolio generaba la misma inseguridad para los comerciantes legales que los “salvajes”.[43]

Tal vez más importante sea la claridad de algunos de los conceptos de Defoe. “Todo lo que podía utilizar, era todo lo que tenía valor”, observó Crusoe. “No sufrí no tener más maíz que plantar, porque no lo quería” [es decir, no lo necesitaba]; y hacía la comparación con el mundo al que retornó, en el cual “los hombres de trabajo gastaban sus fuerzas en la lucha diaria para mantener la fuerza vital que utilizaban para trabajar, ...viviendo sólo para trabajar y trabajando sólo para vivir” para producir riquezas que los ricos luego derrochaban “en viles excesos o placeres vacuos”. En la isla, todo el dinero y el oro de Crusoe no tenía valor. “Lo hubiese cedido todo por tres o cuatro pares de zapatos y medias ingleses”.[44] Defoe había aprendido mucho de Locke (o sus predecesores) acerca de la teoría del valor del trabajo;[45] y de Harrington (y del mundo que lo rodeaba) acerca de la influencia de la economía en la política. (“La revolución del comercio trajo una revolución en la naturaleza misma de las cosas. ...Ahora vemos que la nobleza y la antigua aristocracia, en casi todas partes, ha vendido sus propiedades y el pueblo y los comerciantes las han comprado: de modo que ahora la aristocracia es más rica que la nobleza y los comerciantes son los más ricos de todos”).[46]

A pesar de su propia práctica comercial sin éxito, Defoe escribió libros populares y exitosos como The Complete English Tradesman. “El comercio”, escribió allí, “no se debe ejercer como una ocupación liviana; se llama negocio [business]* muy apropiadamente porque se trata de una ocupación de por vida; ...sólo lo que deberían llamarse las obligaciones necesarias de la vida deberían intervenir y hasta ellas deberían estar limitadas para no perjudicar los negocios”. Los hombres no deberían “estar tan pendientes de sus obligaciones religiosas como para descuidar las ocasiones y temporadas apropiadas del negocio”. Defoe discute los casos de conciencia tales como los que podría afrontar un comerciante religioso.[47] Él estaba a favor de salarios altos y de un comercio más libre en el convencimiento de que la superioridad industrial de Inglaterra le permitiría obtener una ventaja sobre todas las otras naciones.[48]

De muchas maneras Robinson Crusoe, un libro sobre la vida en una isla desierta, es una glorificación de la tecnología europea occidental. Es gracias a las herramientas y mercancías que Crusoe salva del naufragio que él puede no sólo sobrevivir sino también prosperar, tomando la herencia de siglos de civilización.[49] Pero en el proceso tiene que dominar muchas técnicas nuevas; la división del trabajo y la diversidad de las destrezas adquiridas, señala, sin duda habrían alivianado este trabajo. “Lo que podría ser hecho con muy pocas herramientas y ayuda era una labor ardua y requería un tiempo prodigioso cuando se lo hace solo y a mano.[50] “Creo que pocas personas han pensado sobre ...la extraña cantidad de pequeñas cosas necesarias para proveer, producir, curar, aderezar y terminar este solo pedazo de pan”.[51] Así como el hombre en el estado de naturaleza de Hobbes trae consigo muchas de las presunciones de la sociedad burguesa,[52] Robinson Crusoe tiene en su isla mucho del equipamiento de capital y más del amoblamiento mental de la burguesía inglesa del siglo dieciocho. Las agudas críticas a China en las partes II y III, aunque sin duda motivadas por lo que Defoe consideraba una adulación excesiva del arte y la cultura chinas que estaba de moda, derivan en última instancia de un desprecio por la inferioridad tecnológica y, por lo tanto, militar de China con respecto a Europa occidental.[53]

Desde este punto de vista Robinson Crusoe podría leerse como un tratado en favor del imperialismo europeo occidental en su fase de principios del siglo dieciocho. Crusoe toma posesión de la isla como su propiedad.[54] Trae con él capital y destrezas técnicas, pero hasta la aparición de Viernes parece que le falta fuerza de trabajo para desarrollarlos y obtener las mayores ventajas. La Parte II describe la solución mucho más efectiva desarrollada por los sucesores de Crusoe en la isla. Se redujo a los indios, primero a través de la derrota militar, luego haciéndolos morir de hambre, para que acepten la posición de trabajadores subordinados o de pequeños propietarios de tierra que producían bajo supervisión. Crusoe compara este comportamiento brutal con su propio comportamiento con Viernes, a quien había “instruido... en los principios racionales de la vida”. Sus sucesores no los habían “civilizado ni los habían reducido utilizando la gentileza y la argumentación afectuosa” y, por lo tanto, “nunca ellos los habrían asistido y ni peleado por ellos como lo hizo mi hombre Viernes”.[55] Dos enfoques de la colonización, cada uno con sus propias ventajas y sus desventajas.

 

IV

Los comentaristas del Defoe tardío tal vez no toman en cuenta suficientemente su radicalismo anterior. Él participó en la rebelión de Monmouth en 1685, el último episodio de la Revolución Inglesa democrática: al igual que Milton 25 años antes, tuvo suerte de escapar de la muerte como traidor. Defoe fue un fiel adepto de la Revolución de 1688 y de William III. Su carrera posterior no evidencia coherencia política, pero ¿quién la tuvo en ese período? La decepción del radicalismo whig con los acuerdos posteriores a la Revolución fue profunda. Algunos, como Wildman, continuaron conspirando sin éxito contra el régimen;[56] otros, como Ferguson, se tornaron jacobitas. El Legion's Memorial (1701) de Defoe fue muy radical en su apelación al pueblo contra el Parlamento, y The Shortest Way with the Dissenters (1702) lo metió en serios problemas. Aquí él señaló, irónicamente, lo que se leía como una posición tory extrema de intolerancia: los disidentes deberían ser proscriptos y sus predicadores colgados. El panfleto escandalizó tanto a whigs como a tories y Defoe fue condenado al cepo.

Parece que decidió de allí en adelante -a diferencia de Milton después de 1660- que no había esperanzas de una solución radical para Inglaterra en el futuro próximo. “He visto el fondo de todos los partidos”, escribió en palabras que recuerdan al análisis de Sir Lewis Namier de la década del 1760; “el fondo de todas sus falsedades y el fondo de su sinceridad y, como dijo el predicador que todo era vanidad e irritación del espíritu, yo digo de ellos: todo es mero espectáculo por fuera e hipocresía abominable de todo partido, en todos los tiempos, bajo todos los gobiernos, en cada cambio de gobierno; cuando están AFUERA para poder estar ADENTRO y para evitar quedar AFUERA; cada secta, cada partido y casi cada persona que conocemos, han sido más o menos culpables, por lo que he visto, de esta acusación general, a saber, que su interés gobierna sus principios”.[57]

Entonces - quizás protestando demasiado- siguió la práctica universal y vendió su pluma a Harley, un hombre de centro. Pero Defoe conservó muchos de los principios —o prejuicios— de sus días de juventud. En The Poor Man’s Plea (1698), en nombre de “nosotros la plebe”, denunciaba el espíritu de las leyes promovidas por las sociedades voluntarias para la reforma de los modales, que favorecían a una clase. “El hombre que lleva un anillo de oro y atuendos vistosos puede jurar ante la justicia o insultarla; puede rodar hasta su casa por las calles y nadie lo notará; pero si un hombre pobre se emborracha o maldice seguro va al cepo sin remedio”.[58] Resulta especialmente interesante la actitud cambiante de Defoe respecto de “el populacho”. En Legion’s Memorial advierte al Parlamento que “ustedes no están por encima de los resentimientos de la gente”. Cuando fue enviado al cepo por The Shortest Way with the Dissenters él, como Lilburne dos generaciones antes, fue considerado un mártir por el pueblo. Pero hubo una actitud más ambivalente en el Hymn to the Mob de 1708. Lutero, Calvino, Knox y Cranmer eran hijos del populacho.

 

Nuestro populacho aún persigue la reforma

Y pocas veces ha estado equivocado hasta ahora.

 

Porque ahora el populacho de la iglesia y el rey agitan a los disidentes. Defoe piensa que el populacho, ha perdido su poder creativo; sus principales objetivos han sido asegurados con la victoria del gobierno parlamentario sobre el absolutismo y se ha tornado ahora inconstante, sin sentido, destructivo; sus agitaciones sólo pueden ser útiles a los objetivos de los jacobitas. Defoe prefiere los prejuicios de un Parlamento corrupto a los de aquellos aún más comprables del populacho londinense, que pronto estarían vociferando a favor de Sacheverell y contra la Revolución de 1688. “Estos nuevos dictadores de las calles” deben ser controlados, “y si la persuasión no lo logra, el cadalso lo hará”.[59] En 1724 publicó The Great Law of Subordination, que trataba del insufrible comportamiento de la servidumbre.

Exagerando un poco podríamos ver al Defoe radical como un sobreviviente aislado: su barco se había averiado y si alguno de sus camaradas había sobrevivido él había perdido todo contacto. Él tuvo que arreglárselas con lo que había podido salvar del naufragio. Su aislamiento personal fue en parte por su propia culpa, pero existían razones sociales para la impotencia política de los ex-radicales. Los acuerdos de 1688 habían establecido el gobierno de un Parlamento corrupto, que representaba a los propietarios y que gobernaba una sociedad corrupta: ésta es la época de The Beggars' Opera, Gulliver’s Travels, Jonathan Wild y de Whigs and Hunters de Edward Thompson. Sin embargo, ¿qué otra alternativa había? Dado el analfabetismo de la mayoría de la población y su dependencia en cuanto a ideas políticas de sus terratenientes, empleadores y sacerdotes, no había posibilidades de instituir una democracia real. Aun si el sufragio masculino se hubiese instaurado por milagro, es mucho más probable que hubiese llevado a una restauración de los Estuardos más que a una sociedad justa e igualitaria. Defoe pensaba que el mantenimiento de los acuerdos de la revolución de 1688 y de la sucesión hanoveriana de 1714 eran necesarios para impedir una restauración del absolutismo y de la tiranía clerical: sólo así se podría preservar una Inglaterra en la que los hombres comunes pudieran ocuparse de sus asuntos libremente. La aristocracia era un demonio en esta sociedad, ya que los oficiales de los caballeros eran una molestia para las lonas a bordo del barco;[60] pero cualquier otra alternativa al gobierno de la aristocracia sería peor.

Seguramente no carece de ironía el hecho de que sólo uno de los últimos libros de Defoe en el cual aparecen ideas verdaderamente radicales sea A General History of the Robberies and Murders Of the most notorious pyrates, publicado cinco años después de Robinson Crusoe. El futuro pirata Capitán Misson aprendió de sus observaciones en Roma “que toda la religión no era más que un freno para las mentes de los más débiles, que los más sabios sólo aparentaban respetar”. Se volvió un “perfecto deísta” gracias a un “lascivo sacerdote” que le había señalado que la Biblia era contradictoria y que los milagros del Nuevo Testamento eran incompatibles con la razón. Aquí aparece una inesperada nota Miltónica: Dios nos dio la razón para utilizarla para nuestra felicidad presente y futura, y todo lo que se contraponga a ello...debe ser falso. “Todos los hombres nacen libres, y tienen tanto derecho a su sustento como al aire que respiran”. La monarquía existe para defender la desigualdad. El comercio de esclavos “nunca podría ser bueno a los ojos de la justicia divina”. Los cristianos que “vendían a hombres como si fuesen bestias ...probaron que su religión no era más que una mueca”. El Capitán Misson liberaba a los esclavos capturados y los alentaba a sumarse a su tripulación, en términos de igualdad. Los oficiales eran electos y cuando la tripulación fundó una colonia en Madagascar, sus tesoros y ganado se dividieron en partes iguales. La llamaron Libertalia, pero no era, como se sugirió algunas veces, una utopía comunista: la tierra era de propiedad privada y el poder supremo estaba investido en un hombre, aunque éste debía elegirse cada tres años. Pero con sus ecos de Milton y Winstanley así como de Locke y los deístas contemporáneos, ésta fue una producción muy notable para Defoe. También probablemente lo fuera que los nativos, en un ataque no provocado, destruyeran Libertalia antes de que sus teorías se pudieran probar en la práctica.[61]

En la misma obra History nos encontramos con personajes con conciencia de clase como el liberado Capitán Mary Read, que pensaba que los piratas eran moralmente preferibles a aquellos que “están ahora engañando a las viudas y huérfanos y oprimiendo a sus vecinos pobres que no tienen dinero para obtener justicia”; y el Capitán Bellamy, que se negaba a “ser gobernado por leyes que los ricos han establecido para su propia seguridad... Roban a los pobres con la anuencia de la ley y nosotros saqueamos a los ricos bajo la protección de nuestro propio coraje”. No veía la utilidad de aquellos que “cuelgan su fe del alcahuete del sacerdote ...que no practica ni cree en lo que le mete en la cabeza de alcornoque a los estúpidos a los que predica”. El tema de los piratas como el “castigo de dios a los tiranos y avaros y como los valientes defensores de la libertad” tal vez merezca más investigación.[62] Sabemos que Defoe había mantenido muchas conversaciones con ex piratas;[63] y sabemos también que entre los soldados rasos del ejército inglés que capturaron Jamaica en 1655 había muchos radicales. Algunos soldados permanecieron en la isla, que se convirtió en la base principal de los piratas. Más ex radicales emigraron a las Indias Occidentales luego de la derrota de la Revolución inglesa en 1660. Debían existir pocas ocupaciones alternativas allí para quienes odiaban la esclavitud.

Entonces Defoe se encontró siendo un radical en una sociedad en la que no había alternativa al gobierno corrupto de un Parlamento aristócrata; en la que las urgencias del Puritanismo revolucionario se habían diluido para adaptarse a una vida pecaminosa en un mundo comercial. ¿A qué propósitos iba a dedicar su “vitalidad plebeya”?[64] Las novelas parecen haber sido su respuesta —que estuvo lejos de ser una respuesta escapista— pero que le permitió retirarse de la vida política, en la que había estado entrampado hasta ese momento. Pero sospecho que al elegir un medio diferente de comunicación no abandonó su deseo de predicar más que Milton cuando fue “expulsado de la iglesia por los prelados”. “Predicar sermones es hablar a pocas personas”, observó Defoe; “imprimir libros es hablar a todo el mundo”.[65] Es una de las maravillas de la nueva tecnología. En Robinson Crusoe Defoe realmente le hablaba a todo el mundo, aunque lo que decía a menudo era muy ambiguo.

 

V

Entonces, ¿dónde estamos? Nuestro primer problema es diferenciar a Defoe de Robinson Crusoe. Defoe pretende ser sólo el editor, no el autor, de Robinson Crusoe, así como de Moll Flanders y Roxana. Los comentaristas de Paradise Lost han establecido una distinción recientemente entre John Milton y el narrador de la épica. Tengan o no razón al hacer esto, ciertamente no estaríamos haciendo justicia a Defoe si le atribuimos todas las ingenuidades de Crusoe. Ya he sugerido uno o dos ejemplos. La actitud de Crusoe con respecto al esclavismo, el canibalismo y el racismo está plagada de ambigüedades. El contraste entre el tratamiento que Crusoe da a Viernes y la actitud mucho más brutal de sus sucesores hacia los indios no puede ser accidental. Crusoe cree en su misión civilizadora, en la carga del hombre blanco. Establece excelentes relaciones con Viernes y su padre. También lo hacen los españoles que lo sucedieron en la isla. Son los desclasados ingleses los que tratan mal a los nativos. Crusoe, en alianza con los españoles, hace mucho para mejorar la situación de los indios conquistados en su retorno a la isla. En sus viajes siguientes, está muy consternado por “la masacre de Madagascar”, en la que la superioridad militar occidental se utiliza para barrer con un poblado y sus habitantes en represalia por el asesinato de un inglés que había intentado violar a una muchacha nativa.[66] La tecnología europea superior que Defoe apoyaba calurosamente podía otorgarle poder a brutos borrachos: El cristianismo, cuya expansión le parecía tan deseable, también se tornó un arma de doble filo. Podía civilizar a los nativos, también podía ser, según aprendió Crusoe, un medio para inculcar disciplina en el trabajo, para beneficio de quienes lo introducían.

Es mérito de Crusoe (y de Defoe) el ver y describir claramente las dos caras de la colonización occidental, su brutal explotación y tiranía así como su papel “civilizador”. Después de todo es la época de la Burbuja del Mar del Sur: nunca los comerciantes y especuladores ingleses se habían enriquecido tan rápidamente saqueando al resto del mundo.[67] En el viaje comercial inicial de Crusoe al África occidental había producido ganancias de un 700%.[68] Trajo consigo algunas ganancias de la isla cuando volvió a Europa; pero la mayor parte de su riqueza efectiva provenía de su porción de renta de una plantación esclava en Brasil, administrada durante su ausencia en parte por un monasterio brasileño. Crusoe no vio brutalidad alguna en los métodos por los cuales se producían sus ganancias: sus lectores podrían también pasarlo por alto.

¿Cuál era la actitud de Crusoe frente a la esclavitud? Antes de su viaje a la isla había vendido a su “muchacho Xury”, que le había ayudado a escapar de la esclavitud en Salee. Crusoe era “muy reacio a vender la libertad del pobre muchacho, que me había ayudado tan fielmente a procurar la mía”, y sólo aceptó luego de que el comprador le prometió liberar a Xury en diez años si se convertía al cristianismo y luego de que Xury mismo aceptara el trato.[69] Esto contrasta muy marcadamente con el trato dispensado a Viernes, que culmina con un entierro con honores cuando murió en altamar. Pero Crusoe compró un esclavo en su plantación en Brasil, y no tuvo problema de participar en un viaje para traer esclavos del África occidental a Brasil.[70] Luego expresó su desacuerdo con esto, pero no por su objeción a la trata de esclavos; sino porque debía haber comprado sus esclavos “de aquellos cuyo negocio consiste en buscarlos”.[71] La primera palabra que le enseñó a Viernes fue “Amo”.[72] Los ociosos ingleses que lo sucedieron en la isla planearon un raid de esclavización “para que se encarguen de hacer la parte laboriosa del trabajo”. Crusoe deploraba su ociosidad, pero pensaba que este sistema en particular “no era tan ridículo”.[73] Parecía imposible enseñarle disciplina de trabajo a los indios en forma masiva sin recurrir a la coerción.[74]

Es así de claro que Crusoe no desaprobaba la esclavitud como institución. Su horror total por la práctica del canibalismo al principio le hizo dar gracias a Dios porque “fui distinguido de estas espantosas criaturas”.[75] Durante mucho tiempo planeó “destruir a algunos de estos monstruos en su cruel y sanguinario entretenimiento”.[76] Pero en una reflexión más madura se dio cuenta de que “esta gente no lo hace como un crimen; no está en contra de sus propias conciencias reprobar o reprochar estas conductas” y, por lo tanto, él no tenía autoridad “para ser juez o verdugo de estos hombres como criminales”. “¿Cómo sabría yo lo que Dios mismo juzgaría en este caso particular?” ya que Dios ha decidido dejarlos sin el beneficio de las enseñanzas cristianas. Atacarlos sin haber mediado provocación “justificaría la conducta de los españoles, en todas sus barbaridades practicadas en América, donde destruyeron a millones de estas personas que ...eran muy inocentes frente a los españoles. “El haberlos desarraigado se considera aberrante y detestable, aun entre los españoles mismos en este momento”.[77] De modo que Crusoe abandonó la idea de castigar a los indios y limitó sus planes a capturar “dos o tres salvajes ...para convertirlos en esclavos para mí, para que hagan todo lo que yo les indique”.[78]

Aquí Defoe está participando de un modo muy interesante en una discusión que se había planteado durante algún tiempo. La conquista y sojuzgamiento de salvajes paganos había estado justificada por las prácticas incivilizadas como el canibalismo; el reflejo de Crusoe aceptaba esto. Pero cuando le dio mayor consideración rechazó el argumento por el cual las personas deben ser castigadas por acciones que les parecen naturales.[79] Esto minó mucho la teoría por la cual se habían justificado la conquista y sojuzgamiento iniciales de los indios americanos —y de los irlandeses[80]. Defoe subrayó el punto sugiriendo gratuitamente más de una vez que si los europeos se muriesen de hambre podrían justificadamente recurrir al canibalismo, aunque tal vez no deberían “pedir una bendición por esa carne”.[81]

Sin embargo, Crusoe parece haber dado por sentada la inferioridad cultural de los indios americanos, y su relación infantil con los europeos superiores a quienes debían llamar Amos. Pero dentro de estos límites vivió felizmente junto a Viernes y le dio mucha satisfacción enseñarle inglés, técnicas occidentales y los rudimentos del cristianismo. Deploró el racismo provocativamente belicoso de sus sucesores ingleses en la isla y las atrocidades como la masacre de Madagascar, que describe con total franqueza. “Pensé qué triste era la vida cuando nos vemos siempre obligados a matar a nuestros semejantes para preservarnos”.[82] Lindos sentimientos; ¿pero cómo se condicen con la esclavitud como institución y con la ocupación europea de América?

Algunas de estas ambigüedades, tal como he sugerido, sin duda eran producto de la situación histórica del momento en que Defoe escribía; es posible que él no haya sido consciente de ellas.[83] Con respecto a la esclavitud se contradecía y hacía contradecir a Robinson Crusoe. En The Reformation of Manners (1702) había atacado a aquellos que “intercambian baratijas por las almas de los hombres”, y en 1724 su Capitán Misson dijo que “comerciar con los de la propia especie no era cristiano”[84]. Pero en todas las demás obras Defoe aceptaba al comercio de esclavos como “el comercio más útil y rentable ...del comercio general de la nación”, sólo pidiendo que los esclavos no sean tratados más duramente de lo económicamente necesario.[85]

El punto de partida de Defoe puede haber sido que “el sabio creador nos ha mostrado en forma evidente que ha diseñado al mundo para el comercio”.[86] En 1719, el año de Robinson Crusoe, publicó A Historical Account of the Voyages and Adventures of Sir Walter Raleigh, abogando por la colonización de la zona del Orinoco en la que estaba la isla de Crusoe;[87] y en Serious Reflections Crusoe sugirió el subyugamiento forzoso de las “naciones bárbaras e idólatras del mundo”. Esto sería algo muy diferente de la práctica “impía y no cristiana” de forzar a los cristianos a aceptar determinada versión de la religión cristiana que sea diferente de la de ellos. Pero luego de delinear una estrategia detallada para conquistar y cristianizar el Japón, Crusoe brinda argumentos a favor y en contra y deja abierta la cuestión.[88]

Tal vez Defoe no estaba decidido al respecto. La esclavitud es mala en sí misma y a la vez necesaria para la prosperidad y grandeza de Inglaterra. La conquista europea aportó a la riqueza del mundo al forzar a los “salvajes” a trabajar, ya sea como esclavos o en condiciones de vil explotación. Podemos ver las consecuencias. Defoe vio algunas de ellas, aunque es difícil precisar cuántas. Pero en el momento en que escribió todavía era posible un poco de optimismo, no importa cuán falaz resultara ser. Tal vez el momento más revelador viene en la Parte 11 cuando Crusoe está abatido pero impotente ante la masacre de Madagascar y sólo puede disociarse de ella. Es uno de los pocos momentos de su carrera en los que no asumió toda la responsabilidad por lo que estaba pasando. Lo que Defoe intentaba transmitir exactamente queda por dilucidar.

Entonces, aunque Defoe y Crusoe tienen mucho en común, podemos sospechar que Defoe estaba más consciente de las ambigüedades y contradicciones en las actitudes de Crusoe que lo que los comentaristas han admitido nunca. Por ejemplo, la esperanza de Viernes de que Crusoe fuera a su país y “enseñase a los hombres salvajes a ser buenos, sobrios y mansos”. Según Crusoe esto era “algo que nunca había pensado, ni intentado ni deseado”.[89] Es un ataque evidente a la renuencia de los protestantes ingleses a hacerse cargo del trabajo misionero entre los pueblos nativos, aunque esto había figurado a menudo en los prospectos de las compañías comerciales del siglo diecisiete. La falta de interés en el proselitismo en la época de Defoe es realmente asombrosa comparada con el fervor de los movimientos misioneros de fines del siglo diecinueve. Como los indios no podían ser culpables de su inferioridad cultural (que todos los observadores del siglo dieciocho daban por sentada) parecería obvio que enseñarles por lo menos los rudimentos del cristianismo debería haber sido el deber de los ingleses que los reducían para trabajar. Pero entonces hubiesen sido trabajadores menos dóciles. La Sociedad para la Propagación de los Evangelios misma tenía plantaciones en las Indias Occidentales y no permitía que el cristianismo se enseñara a sus esclavos, no vaya a ser que tuvieran ideas que estuvieran por encima de su situación social. Yo me temo que el Calvinismo (y ese libro racista, el Viejo Testamento) tienen una gran responsabilidad aquí. Hasta Milton pensaba que la “pesada maldición” de que sean “sirvientes de los sirvientes” había recaído en toda la “raza viciosa” de los descendientes de Ham (Paraíso Perdido XII, 101-5).

No fue un inglés protestante sino el cura católico romano francés quien se preocupó por la conversión. “En lo que a mí respecta”, admitió Robinson Crusoe, “yo no había albergado mucho este pensamiento en mi corazón antes, y creo que no debería haber pensado en ello; porque veía a estos salvajes como esclavos, personas que si teníamos un trabajo para darles, se lo hubiésemos dado a hacer o a las que hubiésemos transportado a cualquier otra parte del mundo”.[90] Defoe está claramente distanciándose de Crusoe aquí y está marcando dos cosas. Primero, que los indios se consideraban más bienes que personas. Esto es coherente con el hecho de que Crusoe se llevó a Viernes consigo a Europa, sin consultarlo, aunque esto significara que el padre de Viernes quedase en la estacada y sin ninguna información sobre la suerte de su hijo. Segundo, que la conversión parecía superflua y hasta un poco tonta. Crusoe era mordaz en su crítica de la “conversión en masa” de los chinos al cristianismo por los católicos.[91] Era el retorno estadístico lo que importaba, sugiere Defoe, no el bienestar de las almas individuales. El cura que hablaba tan elocuentemente acerca de la conversión de los indios también se comprometía a quedarse en la isla para servirles. Pero Robinson Crusoe lo convenció de lo contrario: de hecho se fue en la siguiente embarcación. La ironía no puede haber sido inocente por parte de Defoe. Robinson Crusoe lentamente, en base a la experiencia, llegó a ver que el cristianismo podría ser útil para disciplinar a los trabajadores.[92] Si mi análisis es correcto, Defoe nuevamente está tomando las dos posiciones.

Yo comparé la venta que Crusoe hace de Xury como esclavo y su aceptación de Viernes como compañero, aunque fuera un compañero de status inferior. En la soledad de su madriguera kafkiana, donde estaba aterrorizado por los de su propia especie no menos que por los animales salvajes, Crusoe anhelaba la compañía y conversación humanas. Viernes era la respuesta a ese anhelo: nunca podría ser un mero bien. Viernes es la respuesta de Crusoe (¿y de Defoe?) al racismo y la explotación del hombre por el hombre; sin embargo, todo el episodio idealiza el papel histórico del colonialismo como sistema que impone la disciplina del trabajo en el interés de la explotación.

Defoe no está sólo glorificando al comercio, la colonización y la difusión de los logros tecnológicos del capitalismo. Hay un elemento de esto, pero está tan plagado de contradicciones y complejidades que no podemos estar tan seguros de cuál es su posición. Tampoco está escribiendo un tratado puritano. Crusoe vacilaba en su énfasis en la divina providencia. Por momentos parecía que “Dios había milagrosamente hecho crecer este grano” para alimentarlo; pero su “gratitud religiosa a la providencia de Dios” se debilitaba cuando se encontraba una explicación natural.[93] Crusoe hasta cuestiona la justicia de la providencia divina en el punto crucial que hemos estado considerando, en esconder el conocimiento necesario para la salvación “de tantos millones de almas” que bien podrían “darle un uso mucho mejor que el que le dimos nosotros”.[94] Y si consideramos la historia más que lo que nos dice Crusoe, notamos que “el muchacho loco e incoherente, como se llama a sí mismo”, no es castigado sino que es recompensado muy generosamente luego de todos sus viajes. Hasta es dudoso si alguna vez se arrepiente coherentemente —al menos este punto no arroja la claridad necesaria como para que lo considerásemos un tratado moral— pero al final resulta mucho más beneficiado que si hubiese seguido los deseos de su padre.[95]

Los “fuertes impulsos” de Crusoe derivan de la misma tradición puritana que los “movimientos vigorizantes” que llevaron al Sansón de Milton a matar a la aristocracia y a los sacerdotes filisteos. A algunos comentaristas del siglo veinte les resulta difícil aceptar que Milton consideraba a la aristocracia y a los sacerdotes ingleses como enemigos de Dios y que era su deber religioso odiarlos, que él estaba en guerra con ellos tal como Sansón estaba en guerra con sus equivalentes filisteos. Ellos argumentan que debemos distinguir claramente a Milton de Sansón. Como Milton estaba escribiendo una obra de teatro por supuesto que esto es posible; si Defoe hubiese escrito Samson Agonisles, yo estaría convencido de ello. Pero Robinson Crusoe es medio siglo más vieja que Samson Agonistes. Defoe ya no esperaba la victoria de la causa de Dios sobre la tierra en el sentido en que lo esperaba Milton. Ahora muchas cosas que se solían atribuir a la providencia tenían segundas causas como explicación. Al menos una de las “providencias” de Crusoe parece haber sido una mera coincidencia.[96] El sentido del pecado ha perdido su poder sobre aquellos que hablan de él. Crusoe sigue olvidándose de si realmente se ha arrepentido o no tal como se olvida de apuntar el Sábado.

Entonces creo que debemos mantener la mente abierta acerca del grado de conciencia de Defoe respecto de las contradicciones en Robinson Crusoe: pueden haber sido su forma de transmitir un mensaje. El Profesor Watt indudablemente tiene razón al advertirnos que a menudo vemos una ironía exquisita en Defoe sólo porque nuestras presunciones han cambiado: Defoe pone sentimientos en sus personajes, bocas que nos parecen deliciosa y agudamente ingenuas con las que intentaba edificarnos.[97] Tal vez la historia ha sido gentil con él. Pero cuando creemos en Defoe a pie juntillas a través de Crusoe o Moll Flanders debemos recordar que el autor de The Shortest Way with the Dissenters no siempre opinó de la forma más directa y obvia, especialmente cuando estas opiniones eran impopulares o riesgosas.

Arnold Kettle habla de “dos tipos de realismo”.

 

Por un lado hay un agudo realismo de aceptación —lo que uno generalmente asocia con muchos de los personajes de C.P. Snow que son realistas en el sentido de que se saben ubicar. Por otro lado, el realismo más peligroso y excitante de la potencialidad —el realismo que involucra la capacidad de ver las fuerzas internas que operan en una determinada situación. El primero guía a Defoe hacia su indisputado poder de registrar la superficie de su mundo tal como es. El segundo pone vitalidad en su libro haciéndonos ver ese mundo en términos tanto de sus deficiencias como de sus posibilidades humanas.[98]

 

El Profesor Kettle utiliza dos citas de del Diario del gobernador Bradford para ilustrar “el cambio dentro del puritanismo de la tradición alegórica a la realista” que

 

está vinculada con el éxito material creciente de la burguesía. Como los acaudalados puritanos ahora estaban bastante en control de la situación, su interés en la conciencia y en la moralidad se tornó mucho más práctico, más relacionado con la acción, menos interior y más hacia afuera; un interés en el aquí y ahora más que en el futuro; por lo tanto, en términos literarios, más realista.[99]

 

VI

Unos 30 años atrás escribí sobre la tendencia literaria a aislar al héroe o heroína de la sociedad, dejando que resuelva su salvación a solas con Dios. Entonces sugerí que esto era algo específicamente puritano, que vincula Paradise Lost, Paradise Regained y Samson Agonistes con The Pilgrim's Progress y Clarissa Harlowe así como con Defoe.[100] Ahora pienso que esta perspectiva era muy corta, y que el énfasis en el puritanismo era demasiado restrictivo. En el Dr. Faustus y Tamburlaine de Marlowe, en Hamlet, Lear, Richard II de Shakespeare y en muchas otras obras de la época de Elizabeth y Jacobo, el héroe individual está en algún sentido aislado aun en sus debates con otros; y pienso que se debería seguir la tradición hacia adelante hasta los grandes individualistas románticos. Pero de todas ellas tal vez Robinson Crusoe siga siendo la obra más pura en su forma. En todas las otras el héroe se involucra en un diálogo, a menos que supongamos que Satán en Paradise Regained representa una parte de la personalidad del Hijo de Dios, que el debate es totalmente interior. Las novelas de Richardson son un diálogo conducido por medio de la correspondencia. La mayor parte del tiempo Crusoe habla consigo mismo, ocasionalmente con Dios. Pero aún pienso que era correcto conectar la situación de Robinson Crusoe con el surgimiento del individualismo, de una mayor autoconciencia.

El énfasis en el individuo aislado también podría ayudar a explicar la ausencia de sexo en la novela. El autor de Moll Flanders y Roxana no era inconsciente de la existencia y el poder del sexo. Tampoco era “puritanamente” pudoroso. Podría ser por respeto por las convenciones de la época el no discutir el problema en relación con Crusoe en la isla. Pero las mujeres no tuvieron un papel para nada significativo en su vida tal como se relata en la novela. Se casa superficialmente en una sola oración al final de la Parte I; su esposa es de igual manera asesinada sin mayor ceremonia en la misma oración. No podría haber sido más irrelevante a los fines de la novela. ¿Y que quería Defoe con esos casamientos en la Parte II en los que insistía el sacerdote francés? Él no puede haber esperado que creamos que esos tres forajidos que tomaron mujeres indias para convivir serían todos constantes con ellas, y que ninguno de los españoles estaría interesado. El Profesor Watt sugiere que para Defoe el sexo es una mercancía más que una relación humana. Como no hay intercambio en la isla de Crusoe, no hay utilidad para las mercancías. Cuando los ingleses vinieron a seleccionar sus compañeras indias, la elección del primer hombre no recayó en la muchacha más hermosa sino en la “más sencilla y mayor de las cinco”. Porque “esperaban colaboración en las tareas y en los negocios, tanto como cualquier otra cosa; y ella probó ser la mejor esposa del grupo”.[101] La cruda metáfora comercial subyace al hecho de que una mujer es una fuente de fuerza laboral aún más que una gratificación sexual. Crusoe nos dice que desde Brasil, “además de otros suministros, envié siete mujeres”; y prometió “enviar algunas mujeres de Inglaterra, con un buen cargamento de artículos de primera necesidad”.[102] El casamiento formal en el que insistía el sacerdote francés sólo confirmaba la relación económica que ya existía por derecho propio. Defoe sin duda compartía el escepticismo protestante radical acerca de la importancia de las meras ceremonias. La compañía y el solaz que Milton (y muchos otros protestantes radicales) consideraban esencial al matrimonio, Robinson Crusoe los encontraba en Viernes —que sin embargo era un alumno y un público más que un compañero.[103] “Dos paraísos en uno/Vivir solo en el Paraíso”. Crusoe llega muy cerca de lo mejor de ambos mundos.

Finalmente, algunas palabras sobre el estilo de Defoe. Él escribió que “el lenguaje fácil, sencillo y familiar es la excelencia de todo escrito, cualquiera sea la materia o las personas a quienes va dirigido lo que escribimos o decimos”. “Un estilo o lenguaje perfecto” es “aquél en el que cuando un hombre habla a quinientas personas, todas con capacidades comunes y variadas, es comprendido por todos ellos, en el mismo sentido en el que el orador quería ser comprendido”.[104] Ahora ya casi se ha convertido en un lugar común rastrear la evolución de la prosa en inglés coloquial desde Bunyan y las autobiografías espirituales a los panfletos del interregno de los Levellers y los Diggers, tal vez hasta los sermones puritanos y los tratados de Marprelate. Pero la cuestión de las influencias y las fuentes es muy complicada. Las Lettres Provinciales de Pascal fueron traducidas al inglés en 1658, y su inexpresivo estilo narrativo empleado por una supuesta alma simple que elogia a los jesuitas por haber abolido el cristianismo efectivamente, por cierto llamó la atención de los folletistas de la post-restauración. El denominador común entre Pascal y los Levellers es que ambos estaban involucrados en la controversia, ambos querían apelar al hombre común contra el establishment, y entonces ambos tenían que ser simples, directos y mordaces.

Podríamos reflexionar un poco más sobre el papel de las academias disidentes en la evolución de prosas como la de Defoe. Su enseñanza se hacía en lengua vernácula y estaba orientada a materias modernas. Los que asistían eran, como Defoe mismo, muchachos de clase media que no habían ido a una universidad. Brindaban una alternativa cultural que dio a hombres como Defoe una gran confianza en sí mismos y les dio seguridad. Cuando hablaba en Legion, sabía que era tan bien educado en enseñanzas útiles como aquellos a quienes atacaba. Cuando se burlaba del inglés legítimo se estaba mofando de las pretensiones de los aristócratas que decían haber venido con el Conquistador pero no tenían nada más que decir.

 

Ellos derivan de algún soldado francés

Que con el bastardo normando llegó...

La riqueza, sea cual fuere su origen, en Inglaterra hace

Lores de los mecánicos, caballeros de los calaveras:

La antigüedad y el nacimiento son inútiles aquí;

Es la impudicia y el dinero lo que te convierte en un par...

Éstos son los héroes que desprecian a los holandeses,

Y denuestan tanto a los extranjeros recién llegados,

Olvidándose que ellos mismos provienen

De la raza más canalla que haya vivido.

 

El estilo de Defoe tiene conciencia de clase en su modo de evitar los latinismos. Bunyan no estaba avergonzado por el hecho de que no podía, “con Poncio Pilato, hablar hebreo, griego y latín”.[105] Defoe no ignoraba el latín, pero observaba que la educación en Oxford o Cambridge tenía un efecto pernicioso en el estilo de la prosa ya que hacía que los hombres piensen en latín.[106] Aquí hay un patriotismo lingüístico tan ardiente como el de Milton y que va aún más allá. La prosa de Defoe, se nos dice, “contiene una proporción más alta de palabras de origen anglosajón que la de cualquier otro escritor conocido, con la significativa excepción de Bunyan”.[107] Nuevamente, es el público al que Bunyan y Defoe apelaban —pequeños comerciantes, artesanos y terratenientes y sus esposas— lo que resulta decisivo. Muchos de ellos estaban acostumbrados al estilo simple del sermón puritano y a la prosa de los artesanos que Sprat citaba como modelo en su History of the Royal Society of London. Ninguno de ellos sería útil para las alusiones clásicas que los académicos y caballeros se ufanaban por reconocer. Asociarían la cultura latina con la clase gobernante que los excluía de las universidades.

Hay un patrón curioso en la carrera de Defoe. Después de muchos años de comenzar “proyectos” sin éxito había tenido que ganarse la vida y pagar sus deudas por medio de un dudoso periodismo político. La comunicación con su público que adquirió a través de una investigación de prueba y error con los consumidores de este periodismo le permitió abordar uno de los proyectos más exitosos de todos los tiempos; inventó la novela, para satisfacer y desarrollar la demanda de un público que leía ficción y que crecería en forma consistente durante los próximos dos siglos y medio. Finalmente aquí encontró una salida satisfactoria para su don más notable, su capacidad shakespeareana de entrar y disfrutar de las más diversas personalidades —Robinson Crusoe y el sacerdote francés, Moll Flanders y el Capitán Misson.

Comenzó con los diálogos dramáticos en The Family Instructor (1717) y otras obras didácticas similares, tal como Richardson comenzó con Letters written for Particular Friends. Pero la personificación se encarnó, tal como había ocurrido en Paradise Regained y The Pilgrim's Progress. En las novelas Defoe pudo liberarse de la censura dogmática y bastante convencional que se sentía obligado a adoptar cuando moralizaba.

Las ambigüedades, perplejidades y dudas ya no eran tentaciones por las cuales quedar catalogado: se podían expresar en seres humanos vivientes y a cada uno de ellos se le podía permitir desarrollar toda la potencialidad de su ser. Excepto un párrafo o dos de introducción o conclusión, los hombres y mujeres eran su propia justificación. Esto estaba llevando al principio de la tolerancia —necesario para la grandeza comercial de Inglaterra— a su conclusión lógica.

Aunque Defoe no escribía para el teatro, su uso de la prosa para contar historias que no tenían un propósito directamente moral o alegórico le parecía a Gildon una falta bastante sorprendente con respecto a la desconfianza puritana por la ficción. También le pareció así a Defoe al principio, pero afortunadamente su sentido de la generosidad de Dios se sobrepuso a sus escrúpulos. Entonces la revolución democrática, vencida en política, triunfó en la novela.

 

TRADUCCION AL ESPAÑOL: Gabriela Wolochwianski

 

Notas



[1] Publicado originalmente EN: History Workshop. A journal of socialist historians, N° 10, Autumn 1980, Oxford. Traducción al Español de Gabriela Wolochwianski. Proofreading: Marcelo Costa.

[2] D. Defoe, The Life and Adventure of Robinson Crusoe (Oxford, 1840), Parte II. p. 7. Todas las referencias subsiguientes son de esta edición.

[3] I, p.3. Para el elogio de Defoe del “estado medio” ver The Complete English Tradesman (1841), II, pp. 89-90: primera edición de 1727.

[4] I, pp. 2, 15, 232.

[5] I, pp. 231-2.

[6] I, pp. 44-6.

[7] I, pp. 199, 231.2.

[8] I, pp. 8-9, 15-16, 44, 95, 103-6, 111-14, 133-5, 155-7, 185, 189, 194.

[9] II, p. 325, I. pp. 67-8: compárese con la ociosidad y el libertinaje de estos sucesores ingleses en las islas, II, pp. 85-6. El Profesor Weimann señala que Crusoe todavía tenía rum después de 24 años (Danie1 Defoe: Eine Einführung in das Romanwerk, Halle, Saale, 1962, p.60; comparar con pp. 62, 95).

[10] I, pp. 75, 85, 123.

[11] I, p. 108.

[12] I, pp. 158, 247.

[13] I, pp. 77-8; Defoe, The Complete English Tradesman II, p.121. Los regalos anuales por caridad formaban parte del balance del Comerciante.

[14] I, p.305.

[15] I, pp. 14, 73, 215, 236, 301-2, 327, 362.

[16] I, pp. 207-8, 225, 274, 299, 345; pp. 4-5, 57-8, 66, 119, 199, 331. Este punto está muy destacado en las Serias reflexiones durante la vida y las sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe (Serious Reflections during the Life and Surprising Adventures of Robinson Crusoe) (1720) de Defoe, capítulo 5 (Acerca de escuchar la voz de la providencia) y en Una visión del mundo de los ángeles (A Vision of the Angelic World), pp. 47-57. Me referiré a este trabajo en adelante como III.

[17] I, pp. 132-4.

[18] 17 I, pp. 134-5; cf. 160-1.

[19] Karl Marx, Capital (ed. Dona Torr, 1946), pp. 47-50; Grundrisse (Penguin ed., 1973), pp. 83-4.

[20] Ver especialmente M.E.Novak, Economics and the Fiction of Daniel Defoe (California University Press, 1962) y Defoe and the Nature of Man (Oxford University Press, 1963); G.A. Starr, Defoe and Spiritual Autobiography (Princeton University Press, 1965) y Defoe and Casuistry (Princeton University Press, 1971); J.P.Hunter, The Reluctant Pilgrim (Baltimore, 1966), J.J.Richetti, Defoe's Narratives: Situations and Structures (Oxford University Press, 1957). D. Brooks. Numbers and Patterns in the Eighteenth Century Novel (1973) ofrece una interpretación numerológica. Ninguno de éstos se puede comparar en interés con las páginas de E.M.W. Tillyard sobre Defoe en The Epic Strain in the English Novel (1958).

[21] P. Rogers, Robinson Crusoe (1979); p:53.

[22] C. Gildon, The Life and Strange Surprising Adventures of Mr D ...De F. ..of London, Hosier (1719), p. 47.

[23] Starr, Defoe and Spiritual Autobiography. p. 125.

[24] I, p. 108.

[25] I, pp. 248-9, 258-9.

[26] I, pp. 244, 254. Por buenos salvajes ver A New Voyage Round the World (Oxford, 1840), pp. 121-2: primera edición 1725.

[27] II, pp. 162-7; comparar p. 37.

[28] II, pp. 262-3. Para la oposición de Defoe al monopolio de la Compañía de las Indias Orientales ver debajo.

[29] I, p. l. Oliver Cromwell en 1656-7 tenía la aspiración de anexar Bremen.

[30] II. p. 87.

[31] I, pp. 343-4, 363. Comparar con Gildon, p. 41.

[32] I, p. 288. II, p. 177.

[33] II, pp. 128. 132-6, 156-8.

[34] I, p. 263.

[35] I, pp. 258-9; comparar con II p. 180.

[36] I, pp. 263-4.

[37] I, pp. 183-4.

[38] I, pp. 260-1.

[39] Compárese con mi Milton and the English Revolution (1977), p. 294. Milton vivió los últimos 11 años de su vida a unos cientos de metros de la casa del padre de Defoe.

[40] Ian Watt. The Rise of the Novel (1957), capítulo 3.

[41] II. pp. 156-8. Para la impaciencia de Defoe con el fanatismo religioso ver The Consolidator (Oxford. 1840). p. 296.

[42] Junjiro Amakawa “Defoe as an Economist” Kwansei Gakuin University Annual Studies, XV (1966). pp.101-26, y p.103 en particular.

[43] Amakawa. p. 104.

[44] I. pp. 67, 153, 229; II. p. 80.

[45] Ver John Locke, Dos Tratados sobre el Gobierno (ed. P. Laslett. Cambridge 1960), pp. 304-320.

[46] Defoe. A Plan of the English Commerce (Oxford 1928), pp. 36-8; primera edición 1728.

* N. de la T. En inglés “business” viene del inglés antiguo “bisignes”: ocupación. El juego de palabras es similar en español cuando se considera la etimología de la palabra “negocio” (negación del ocio).

[47] The Complete English Tradesman, pp. 33-4; comparar con P. Earle. The World of Defoe (1976). pp. 295-6.

[48] Amakawa p.107 en particular.

[49] I, p. 74; comparar con Weimann, p. 62.

[50] I, pp. 124-7, 136.

[51] I pp. 139-41; comparar con pp. 144-5.

[52] T. Hobbes. Leviathan (1651); comparar con C.B. Macpherson. The Political Theory of Possessive lndividualism (Oxford, 1962) capítulo II.

[53] II, pp. 272-9; III, pp. 133-49.

[54] I, p. 366 en particular.

[55] II. p. 64; A Plan of the English Commerce, pp. xi. 260. 268-770.

[56] Para Wildman, ver Maurice Ashley, John Wildman (1947).

[57] Citado en Weimann. p.107.

[58] Ed.H.Morley, The Earlier Life and Chief Earlier Works of Daniel Defoe (1889), p. 167.

[59] Ver Alick West. The Mountain in the Sunlight. (1958) pp. 67-73.

[60] I, p. 17.

[61] Los artículos del Capitán Roberts, otro pirata, sirvieron para repartir premios a la tripulación; cada pirata tenía un voto “en las cuestiones del momento”. (A General History ...of the pyrates, ed. M.Schonhorn, 1972. pp. 211, 384-437). Es preciso destacar que Libertalia fue conquistada por enemigos externos: no colapsó porque sus instituciones fueran contrarias al Calvinismo o a la naturaleza humana burguesa. (Algunos comentaristas que tratan de establecer una alegoría en Robinson Crusoe lo han argüido). Si Defoe hubiese sido un ideólogo del individualismo capitalista temprano, en efecto esto hubiese constituido una estrategia obvia.

[62] A General History ...of the pyrates. pp. 153-9, 585-8.

[63] A General History ...of the pyrates, pp. xxx-xxxi.

[64] Weimann. pp. 82-3.

[65] Defoe. The Storm(1704), citado por Walt, p. 107.

[66] II, capítulo 9.

[67] Weimann p. 54; comparar con pp. 62, 95.

[68] I, p. 19; comparar con Weimann, pp. 70-1, 74-5, 89.

[69] I, p. 39.

[70] I, pp. 43, 45.

[71] I, p. 232.

[72] I, p. 245; comparar con p. 254.

[73] II. p.73.

[74] Comparar con II, pp. 118-20.

[75] I, p. 196; comparar con p. 218.

[76] I, p.200.

[77] I, pp. 200-4, 257; comparar con pp. 277-8.

[78] I, pp. 237-8.

[79] Comparar con II, p. 63. Tanto como para confundir más el asunto, Crusoe parece aceptar este argumento en III, pp. 247-8.

[80] Comparar con el excelente libro de de Nicholas Canny, The Elizabethan Conquest of lreland (1978).

[81] I, pp. 222-3, II, p. 182, III, pp. 40, 132. Defoe retomó este punto en muchas otras obras: ver Novak, Defoe And the Nature of Man, pp. 44-5, 65, 67, 71-2.

[82] II, p. 249.

[83] A.Kettle, An lntroduction to the English Novel (1951), I, pp. 21-3, 55-62; Weimann, capítulo II.

[84] A General History of the ...Pyrates, pp. 403-4; Earle (1973), pp. 68, 70. Earle cita un pasaje emotivo de Christian Directory de Baxter contra la esclavización de los africanos (p. 67).

[85] Citado por F.H.Ellis en su Introducción a Twentieth Century lnterpretations of Robinson Crusoe (Englewood Cliffs, 1969), p. 6.

[86] A General History of Trade, No. 1 (Agosto 1713), p. 10, citado por Novak Defoe and the Nature of Man, pp. 7-8.

[87] Novak, Economics And the Fiction of Daniel Defoe, p. 36.

[88] III, pp. 253-6, 264-70.

[89] 88 I, p. 271.

[90] II, pp. 139-40.

[91] II, p. 265.

[92] II, p. 64, 142, 171, 177.

[93] I, p. 92.

[94] I, pp. 248-9.

[95] Comparar con Weimann, pp. 55-6. Es interesante que Gildon hizo este comentario en el año en que apareció Robinson Crusoe (pp. 2, 31-2).

[96] I, p. 92, comparar con II, pp. 9-10.

[97] Wau, pp. 115-36.

[98] Kettle, lntroduction. p. 207; “Precursores de Defoe: El Puritanismo y el Surgimiento de la Novela”, en On the Novel (ed. B.S. Benedicz, 1971).

[99] Kettle, lntroduction, p. 211.

[100] En mi Puritanism and Revolution (ed. Panther), pp. 364-6.

[101] II, pp. 82-3.

[102] I, p. 366.

[103] Wau, pp. 70-2.

[104] Defoe, The Complete English Tradesman, I, p. 19. Tal vez no sea el ejemplo más feliz de un “estilo perfecto”.

[105] J. Bunyan, A Few Sighs from Hell (1658), en Works (ed. G. Offor, 1860), II, p. 695.

[106] Defoe, The Complete English Gentleman (ed. K.D. Büllbring, 1895), pp. 197-9.

[107] Watt, p. 106. Para las asociaciones radicales del saxonismo lingüístico ver “The Norman Yoke” (El yugo normando) en mi Puritanism and Revolution, Panther ed.), pp. 79-80.