Imperialismo y exclusión en Villa Constitución[1]
Graciela Aguirre y Diego Diz[2]
Las transformaciones que evidencia Villa Constitución en la década de los ´90 se enmarcan inexorablemente en el proceso de reestructuración capitalista mundial de los últimos treinta años.
El deterioro del perfil industrial que la definía como un polo de desarrollo hace cinco décadas; la disminución del nivel de vida promedio de la población, la paulatina desaparición de pequeñas y medianas empresas locales o su reconversión hacia la actividad eminentemente comercial, la privatización de principales empresas estatales, los elevados índices de desocupación y subocupación sumados a la constante emigración de los jóvenes hacia los centros capitalistas metropolitanos, son apenas algunos de los factores que demuestran la vinculación de la realidad local con la nueva organización del mundo globalizado.
En la actualidad, Villa Constitución se nos presenta como un espacio en vías de adecuación al imperativo globalizador para las economías tercermundistas: provisión de mercados cautivos para la especulación financiera con amplia disponibilidad de mano de obra barata.
La estructura social es una de las más afectadas por estas transformaciones, las cuales se profundizaron durante la década menemista. En este trabajo abordamos específicamente el estudio del aumento de la exclusión social en Villa Constitución y en localidades aledañas en el periodo antes mencionado.
A pesar de la ambigüedad que reviste el término “exclusión social” trabajaremos su redefinición bajo la mirada teórica del materialismo histórico, ya que consideramos útil la aplicación del mismo a los fines de nuestra investigación.
Abordar la condición del individuo que se encuentra privado de un empleo regular y de los beneficios de seguridad social, carecer de los bienes económicos mínimos para su subsistencia y desarrollo dentro de la sociedad capitalista moderna, nos vincula a uno de los aspectos más preocupante de la problemática social actual.
La exclusión social no es solo la condición de “pobreza” del individuo, concepto por otra parte ampliamente trabajado y abordado por otras disciplinas sociales como la antropología, la sociología, la psicología y la economía, sino que nos remite más bien a una construcción histórico económica del fenómeno que se enmarca en la explicación teórica de las contradicciones del modo de producción capitalista y sus relaciones antagónicas.
Por lo tanto el análisis del deterioro de la situación laboral y las condiciones de empleo en nuestra localidad será puesto de relieve en relación a otros aspectos convencionalmente observados para el estudio del tema como la falta de acceso a la vivienda, la educación y la salud.
Desde esta perspectiva teórica sostenemos que el aumento de la exclusión social en Villa Constitución durante la última década requiere una resignificación de la información existente para explicar el proceso a través del cual la sociedad villense se modificó tan agudamente.
De lo expuesto puede inferirse que la presente investigación no está destinada a complementar la información disponible sino a efectuar una relectura del tema desde la perspectiva propuesta ya que hasta ahora la cuantificación estadística caracteriza a la mayoría de los abordajes efectuados sobre la cuestión, realizando un recorte de la realidad social con el objeto de utilizarlos con fines políticos o periodísticos mas que la búsqueda de explicaciones integrales.
Entendemos que resulta imprescindible comenzar a trabajar en la aproximación a producciones de carácter teórico interpretativo, capaces de arrojar informes argumentativos de la actualidad villense, ya que la misma no sólo posee una influencia directa de su contexto histórico nacional e internacional.
Comúnmente el término globalización se asocia, entre otros, a términos tales como “mundialización”, trasnacionalisación”, “internacionalización”, “integración y homogeneización cultural”, “interdependencia”, “competitividad internacional”, “sociedad global”. Asimismo, se encuentra vinculado con una serie de fenómenos como el desarrollo masivo de la comunicación y los transportes, la universalización de la democracia, la caída del bloque soviético; la “desaparición” de los estados nacionales y la preponderancia de las empresas trasnacionales. Estos términos analizados independientemente distraen la atención de la problemática medular que encubren.[3]
La idea hegemónica que promueve la posibilidad de las interacciones a escala global a través de la frecuencia creciente de intercambios, encuentros y contactos oculta las dimensiones conflictivas del fenómeno como el ahondamiento de las desigualdades entre países, regiones y clases sociales; la cada vez más injusta distribución de la riqueza e incluso la redefinición de relaciones de poder y dominación a escala internacional.
En cambio si se la considera como “el proceso histórico de despliegue espacial del capitalismo por encima de las fronteras”,[4] la globalización resulta a nuestro criterio asimilable a la categoría de “imperialismo” [5] ya que su finalidad remite a la necesidad de expansión internacional del capital por sobreacumulación y la consecuente reducción de la rentabilidad de las inversiones en sus países de origen.
La característica más sobresaliente del imperialismo es la aparición del capital financiero como producto de la fusión del capital bancario y el industrial y su propagación a una escala global. La exportación de capital reemplaza la exportación de mercancías adquiriendo excepcional importancia la formación de asociaciones internacionales monopólicas que participan del reparto del mundo.
Este incremento acelerado de capital contribuye a su vez a la consolidación de una elite económica financiera que tiende una extensa red de relaciones de dependencia entre los países y monopoliza la distribución general de los medios de producción conforme a sus propios intereses. De este modo los beneficios del negocio financiero global quedan fuertemente concentrados en un grupo reducido de grandes operadores en las economías más desarrolladas.
Desde esta perspectiva, dentro de la lógica del capital, consideramos que el proceso denominado “globalización” constituye la fase actual de reestructuración del sistema capitalista llevada a cabo en los años setenta a partir la crisis de los “modelos de economía cerrada”[6].
La globalización es una estrategia capitalista en la lucha de clases, es la búsqueda de una solución al agotamiento del modelo del estado benefactor. Este estado implicaba un pacto social basado en una síntesis de técnicas keynesianas de control del ciclo económico y de gestión del salario indirecto mediante seguros sociales y servicios públicos, un modo de acumulación sustentado en el consumo masivo y en el pleno empleo.[7]
Con la liberación de servicios, mercancías, dinero y capital se propone una renovación sistemática del proceso de reproducción capitalista a través de la creación de condiciones para el desplazamiento del capital trasnacional, la desarticulación del estado social con la consecuente conciliación de clases que implicaba, la organización de nuevos procesos de trabajo con la implementación de tecnología y el desplazamiento del reparto social del ingreso a favor del capital.
Vinculada directamente con la deformación conceptual inherente al término “globalización”, el intento de comprender la exclusión social permite simultáneamente develar una serie de consideraciones conceptuales que pretenden encubrir el problema.
Entender la pobreza como la condición de “carencia de las necesidades básicas para la subsistencia” de un individuo, o conformarnos con definir “exclusión social” como “la falta de empleo regular y de los beneficios sociales básicos” resulta limitado a la hora de brindar una explicación de la problemática abordada.
Por ello, entendemos que para comenzar a romper con la idea de destino inevitable y la sensación de perpetuidad que se inculca desde los centros hegemónicos del poder económico, debemos empezar a llamar las cosas por su nombre.
La situación de un individuo que se encuentra excluido, es decir, fuera de los beneficios de la sociedad moderna, es una condición inherente y absolutamente necesaria del desarrollo capitalista, por tanto si comprendemos la globalización como “ la fase superior del imperialismo”[8] corresponde interpretar la exclusión social con la categoría de “ejército industrial de reserva”, por tratarse de la “ superpoblación obrera que es producto de la acumulación de riquezas, actuando justamente como la palanca de dicha acumulación”.[9]
Desde esta perspectiva, el ejército industrial de reserva proporciona el material humano dispuesto siempre a ser explotado en la medida que el capital lo requiera, actuando como elemento de presión sobre la masa de ocupados, obligándolos a soportar más dócilmente el peso que el capitalista les impone.
En las circunstancias actuales de intensificación de la acumulación y concentración del capital, según lo abordado hasta aquí, la influencia de este ejército adquiere mayor incidencia en el proceso de sobreexplotación de los hombres, ya que al ser cada vez más los que sobran, la posibilidad de coacción se sobredimensiona hasta el extremo de jugar con la propia existencia de la humanidad, en un círculo vicioso que parece no encontrar limitaciones.
Al mismo tiempo, cabe analizar la composición de la masa de excluidos, ya que de la heterogeneidad que la caracteriza, se deducen las capacidades para replantear lucha contra la opresión capitalista.
En primer lugar, podemos establecer que en la diversidad de condiciones se destaca la capa de desocupados “capacitados”[10], es decir aquellas personas que en edad de trabajar no desempeñan una actividad remunerada por no encontrar espacio para realizarla; otro grupo importante lo constituyen los “incapacitados”[11] para el mundo del trabajo, ya sea por su falta de calificación con respecto a los adelantos tecnológicos o por su edad, constituyéndose en el “núcleo duro” de la desocupación por las escasas posibilidades de reinserción.[12]
Junto a ellos avanza una masa inerte comprendida por sus hijos que deberán crecer con las limitaciones de la inmovilidad que les genera ya su condición de oprimidos estructurales. La herencia de una situación de exclusión permanente por los padecimientos de la miseria y la falta de acceso a las necesidades de subsistencia básicas, perpetúa las desigualdades históricas y acrecienta la pérdida de su dignidad como seres humanos.
Esta es la capa cuyo incremento más preocupa en particular, porque es la que se ha multiplicado y profundizado en los últimos diez años en nuestro país.
La violenta regresividad de la distribución del ingreso en nuestro país elimina a sectores de la población que en épocas anteriores lograron equilibrar la relación de clases en la sociedad argentina.
La polarización y atomización social son fenómenos asociados a la problemática planteada, ya que el aumento de la desigualdad está estrechamente ligado, por un lado, al nivel de desocupación que soportan los sectores más bajos y, por el otro, al intenso deterioro de los salarios durante la última década.
Según datos del Indec, a mediados de la década del ´70, la décima parte más rica de la población ganaba en promedio 8 veces más que la más pobre; en 1991, esa diferencia era de 15 veces y hacia fines 1998, se había incrementado a 25 veces.[13]
En la década del ´60 el país tenía un 12% de pobres y un 3% de indigencia.[14]
Treinta años más tarde estos porcentajes se incrementaron considerablemente. Para el año 2001 se estima que la pobreza en el orden nacional alcanza el 35%. Es decir que 1 de cada 3 argentinos vive bajo la línea de pobreza [15] y alrededor del 10% de la población está bajo la línea de indigencia[16]. De mantenerse esta tendencia el desarrollo de nuestro país sería inviable.
La situación en nuestra provincia es aún más grave ya que los santafesinos tienen un ingreso un 11% inferior al promedio nacional y un 17,5% por debajo del valor de una canasta familiar “muy básica” estipulada en 855 pesos respecto a los 960 del promedio nacional.[17]
Si se considera el indicador de pobreza universal reconocido por las Naciones Unidas de un dólar diario para sobrevivir, Santa Fe posee un 5,5% de su población en tales condiciones, quedando sólo un paso atrás que Buenos Aires. Además otros parámetros revelan la gravedad de la situación: Santa Fe posee tasas de mortalidad infantil tres veces superiores a Singapur, con niveles del 57% por sobre Cuba.[18]
En el ámbito local la realidad no es más alentadora. Actualmente Villa Constitución presenta un índice de pobreza elevado que alcanza el 15 % de la población con necesidades básicas insatisfechas.[19] Por otra parte, el 45 % de las familias tiene ingresos inferiores a 500 pesos al mes y el 15% percibe menos de 200 pesos. Además el 2.6 % de la población no alcanza el nivel mínimo de subsistencia.[20]
Si se combinan los elevados índices de desocupación y subocupación que registra nuestra ciudad con las últimas cifras manifestadas, el problema de la exclusión se sobredimensiona considerablemente, teniendo en cuenta que el modelo reproduce la crisis constantemente. A la fecha, luego de casi 4 años de recesión económica, los conflictos se han incrementado al punto que varias empresas que trabajaban para Acindar han debido cerrar sus puertas o se encuentran al borde de la cesación de pagos por la falta de productividad. Al mismo tiempo, la contención social que proporcionaba un importante número de planes de empleo o subsidios para jefes de familias hasta el año 1999, se vio disminuida por el recorte realizado por gobierno nacional y provincial.
Sobre esta situación vale la pena plantearse un estudio más profundo, particularmente sobre las condiciones subjetivas y objetivas que genera para la organización de una nueva resistencia enriquecida por la experiencia social que promueve la reconstrucción de los lazos de solidaridad perdidos.
Al respecto, resulta significativa la movilización de casi la totalidad de las organizaciones intermedias, entre otras, los sindicatos obreros, el Centro Comercial e Industrial, la Iglesia, los gremios docentes, la unión de remiseros locales; que junto al municipio vienen promoviendo alternativas de lucha contra el modelo que genera la crisis recesiva antes expuesta.[21]
Las nuevas modalidades de lucha ponen de manifiesto la heterogeneidad de la masa de excluidos a que hicimos referencia al principio, encendiendo una luz de esperanza para nuevas formas de resistencia organizada contra la opresión del capital.
A pesar de las dificultades encontradas para efectuar una medición concreta de la exclusión en nuestra ciudad, consideramos interesante presentar un panorama -aunque resulte en principio incompleto- de los datos disponibles.
Teniendo en cuenta aspectos de carencia básicas que son contemplados como indicadores del deterioro de la calidad de vida general, el diagnóstico quedaría representado de la siguiente manera:
El 5% de la población registra la falta de la vivienda como N.B.I.
El 10% de la población total vive en condiciones de hacinamiento.
El 72% de la población propietaria al menos de la vivienda que ocupa.
Sin embargo, la problemática abre un campo de investigaciones a futuro, ya que según los datos obtenidos queda una franja importante (13%) de la población sin relevar.
Asimismo entendemos que convendría apuntar al estudio de la evolución de las nuevas tendencias de acceso a una vivienda digna en relación con el incremento de la desocupación y la significativa caída de los salarios. Al respecto se han verificado prácticas de hacinamiento al producirse el retorno a la propiedad de los padres o parientes directos, de los grupos familiares constituidos independientemente, como la tendencia a “usurpar” propiedades del Estado o en situación de abandono.
Otro dato interesante es la aparición de nuevos conglomerados en terrenos fiscales tanto en zonas marginales como urbanas, que combinan situaciones de riesgo por la precariedad e inestabilidad de las condiciones.
Para el año 2000, el 28% de la población de Villa Constitución no posee cobertura de salud. Éste índice se incrementó en 7 puntos desde el año 1991, lo que refuerza la hipótesis planteada.
Si bien no existen valores de medición del deterioro real del servicio en la localidad, entendemos que nuestra realidad no escapa a la tendencia nacional de perjuicio sobre la masa más comprometida, ya que el conflicto se agudizó porque los que carecen de obra social son los que más necesitan de dicha asistencia al tratarse del segmento de desocupados y trabajadores en negro.
Esta es la capa de la población que no cuenta con recursos para solventar la medicina particular y por lo general, aún no esta “entrenada” en el aprovechamiento del servicio de salud pública.
En este ámbito, también proporciona interesantes perfiles de investigación a futuro ya que con la pérdida de afiliados, sumado a la disminución de los ingresos y a la reducción de los aportes patronales por la precarización laboral, se produjo el desfinanciamiento de las obras sociales, las cuales se ven obligadas a reconocer cada vez menos prestaciones y menos cantidad de medicamentos.
Otro aspecto a trabajar en próximos relevamientos es el deterioro del servicio en el hospital local, ya que la clase media “empobrecida” desplazó a los indigentes al carecer éstos de medios para movilizarse y para solventar las prestaciones mínimas exigidas como colaboración.
Esta disminución de los servicios, sumada al deterioro de las condiciones sanitarias de los más pobres, ha incrementado el número de enfermedades epidémicas, debido en la mayoría de los casos a problemas de higiene, humedad y temperatura dentro de las viviendas.
Del mismo tenor resulta la preocupación por el aumento de la mortalidad infantil detectado a nivel departamental: Por cada 1000 nacidos vivos se pasó de una tasa en 1990 de 10.1 al 18.1 en 1998. Fuente: Ipec Anuario estadístico 1999.
También resulta interesante resaltar que existe un organismo con financiamiento local para hacer frente a las nuevas demandas de salud de la población al hospital público.
Este organismo SAMCO se subvenciona básicamente con el cobro, por parte del municipio dentro de las tasas por servicio, de una contribución fija y obligatoria, a esto debemos sumarles el arancelamiento de las consultas, los servicios de emergencia, laboratorio y prácticas médicas simples.
Esto último refleja a las claras la desvinculación por parte de la provincia así como también de la nación y su traspaso a la población toda.
Por falta de tiempo, no hemos podido construir una base de datos de importancia a la hora de analizar este aspecto de la problemática en la región. No obstante, de lo recogido, podemos inferir que en general ésta no aparece como una necesidad sin satisfacción, ya que vimos que el nivel de escolaridad se ha mantenido estable en la última década.
Esta permanencia, en parte se explica porque la educación sigue siendo considerada como una herramienta válida la hora de aspirar a la movilidad social. Por otra parte, el perfil asistencialista que han adquirido los establecimientos educativos con el funcionamiento de comedores escolares, ha contribuido a la escolarización. La escuela adquiere así un nuevo rol social con posibilidades de presentarse como un amplio espacio de encuentro y colaboración comunitaria.
En el ámbito local, el 31% de la población tiene estudios secundarios completos, y el 9% cuenta con especialización terciaria o universitaria, por el aprovechamiento de los centros de estudios cercanos de Rosario y San Nicolás.
Sin embargo, no podemos tomar estas referencias como parámetros de no exclusión, ya que es muy común que muchos hogares que cuentan con niños escolarizados y adultos con un buen nivel de instrucción, estén viviendo con ingresos por debajo de la línea de pobreza.
En cuanto al campo de búsqueda de nuevos datos, podemos incluir la relevancia del fenómeno de delegación de responsabilidades del poder estatal nacional y provincial hacia el ámbito municipal, ya que una parte importante de la ayuda para el mantenimiento y reparación edilicia que reciben los establecimientos educativos de la ciudad, se financia con los fondos del FAE (fondo de asistencia educativa) que se obtiene del 1% de la recaudación municipal anual.
Habiendo aplicado el marco teórico del materialismo histórico para el análisis de la realidad de nuestro país, con el objetivo de hallar una explicación integral al proceso de transformación de la realidad local, podemos establecer que la intensificación de la exclusión social se concreta como condición del incremento de la explotación capitalista en la región.
Este hecho adquiere mayor relevancia si se lo estudia a partir de la complejidad de aspectos que integran el proceso de reestructuración capitalista mundial en los últimos treinta años, detectando que el mismo no solo se plasmó en la redefinición del rol de la ciudad; si no que además actuó modificando la estructura social mediante diferentes mecanismos que modificaron su economía.
A partir de la reinterpretación de la globalización con la categoría de análisis del imperialismo, y la consecuente aceptación de la exclusión social como su contrapartida dentro de la dinámica del capital; observamos que dicho proceso se pone de manifiesto en la transformación del mundo del trabajo, donde han aparecido importantes elementos que demuestran que las problemáticas de la exclusión y la desocupación van de la mano. Aunque en cifras concretas los resultados expuestos corresponden a un avance de investigación, consideramos que nuestro aporte al conocimiento de la problemática planteada está centrado en el cambio de la perspectiva teórica.
Tales consideraciones se ven reforzadas si se observa la relación existente con el aumento de la tendencia hacia la concentración y centralización del capital en la economía local. Muestra de ello, es la atenuación de su perfil eminentemente productivo y comercial y la definición de un nuevo rol como mercado de mano de obra barata para la prestación de servicios, dentro de un espacio regional todavía en vías de conformación.
Asimismo, si se analiza la realidad desde la perspectiva de la consolidación de un Estado neoliberal al servicio de los intereses del capital financiero trasnacional, observamos que tuvo una influencia en la región dada la desregulación económica y la desarticulación de la red de servicios sociales que antes se garantizaban desde el ámbito nacional. Estos cambios implicaron una redefinición del rol del estado municipal, que se vió obligado a asumir cada vez más responsabilidades sociales, para las que no se encuentra ni económica, ni políticamente capacitado para enfrentar.
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[1] El presente trabajo es la reelaboración de un fragmento de la investigación “Imperialismo y exclusión en Villa Constitución” presentada en el Seminario de Historia Regional, Profesorado de Historia: Villa Constitución, ISP Nº 3 “Eduardo Lafferriere”, 2001.
[2] Profesores de Historia. Egresados del ISP N° 3.
[3] Schuldt, Jurgen “Falacias y alternativas en torno a la globalización”. En Seminario Globalización: aspectos económicos, culturales y éticos. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1997.
[4] Vilas, Carlos M. “¿Globalización o Imperialismo?” En Revista Canto Maestro Nº 10, Bs. As., CTERA, 2000.
[5] Lenin, Vladimir. Imperialismo fase superior del capitalismo. Bs. As., Agora, 2000. P. 65.
[6] Martín, Jorge. “Modelos de desarrollo: modos de acumulación del sistema capitalista mundial y construcción del espacio”. En Revista Historia Regional Nº 17, Villa Constitución, ISP Nº 3, 1999.
[7] Ibídem.
[8] Antognazzi, Irma. “Analizando conceptos ....”, op. cit.
[9] Marx, Karl. “El capital”, México D.F., F.C.E., 1973.
[10] Ibídem.
[11] Ibídem.
[12] En nuestro país este sector está mayoritariamente compuesto por obreros expulsados del sector industrial reconvertido. Se trata de personas de más de 40 años que por su edad y su calificación difícilmente podrían volver a ser empleados en el sector. En general se prefiere a los más jóvenes por su veloz adaptación a los imperativos de explotación actual.
[13] Montenegro, Maximiliano. “Desigualdad” en Suplemento Cash Diario Página 12 del 13-12-98 P. 3.
[14] Montenegro, Maximiliano, “Los pobres de la Alianza” en Suplemento Cash Diario Página 12 del 04-04-01 P. 3.
[15] Línea de pobreza: Corresponden a la línea de indigencia más el valor de un conjunto de bienes y servicios no alimenticios consumidos por los hogares.
[16] Se considera indigente: valor de la canasta de alimentos correspondiente a bienes que cubren la necesidades nutricionales a un costo mínimo.
[17] Lanfranco, Guillermo Suplemento Rosario 12 del 26-09-99.
[18] Lanfranco, Guillermo. Suplemento Rosario 12 del 06-06-99.
[19] Plan Estratégico para el desarrollo de Villa Constitución. Concejo Económico Social de Villa Constitución.2001.
[20] Ibídem.
[21] En el transcurso de los últimos dos meses se han efectuado importantes manifestaciones: paro total de actividades productivas y comerciales con marchas y movilizaciones por toda la ciudad; apagón y marcha de antorchas y constitución de una comisión, para enfrentar la crisis mencionada.