La revolución en las regiones. Aproximaciones a las imágenes de la “Revolución del Cuzco” (1814-1815) y la guerra en los andes en la prensa sudamericana

 

Luis Daniel Morán Ramos(*)

 

 

Resumen

 

En el contexto de las conmemoraciones de los bicentenarios en América Latina, la celebración de la efeméride de la Revolución del Cuzco representa una ocasión importante para el análisis de los movimientos sociales desde la perspectiva regional. En ese sentido, esta investigación desarrolla una aproximación a las imágenes de la Revolución del Cusco en la prensa revolucionaria de Buenos Aires y sus respuestas e intercambios en la prensa realista de Lima y Santiago de Chile. Estudia los discursos que los revolucionarios rioplatenses forjaron y el apoyo propagandístico brindado a través de la prensa para lograr el apoyo de la población porteña, de las autoridades locales adyacentes al teatro de operaciones militares y en el soporte político a los rebeldes cusqueños para afianzar y propagar la revolución en los andes y minar la contrapropaganda realista. Esta guerra de propaganda y contrapropaganda entre Cusco, Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile generó una intensa polarización, antagonismo y pugnas por la construcción de una legitimidad política.

 

Palabras clave: Independencia; Cusco; Revolución popular; Historia regional; Prensa sudamericana.

 

 

The revolution in the regions. Approaches to the images of the "Cuzco Revolution" (1814-1815) and the war in the Andes in the South American press.

 

Abstract

 

In the context of the bicentennial commemorations in Latin America, the celebration of the anniversary of the Cuzco Revolution represents an important occasion for the analysis of social movements from a regional perspective. In this sense, this research develops an approach to the images of the Cusco Revolution in the revolutionary press of Buenos Aires and its responses and exchanges in the realistic press of Lima and Santiago de Chile. It studies the speeches that the revolutionaries from Rio de la Plata forged and the propaganda support provided through the press to obtain the support of the Buenos Aires population, of the local authorities adjacent to the theater of military operations and in the political support of the Cusco rebels to consolidate and propagate the revolution in the Andes and undermine the realistic counterpropaganda. This propaganda and counter-propaganda war between Cusco, Buenos Aires, Lima, and Santiago de Chile generated intense polarization, antagonism, and struggles for the construction of political legitimacy.

 

Key words: Independence; Cusco; Popular revolution; Regional history; South American press.


 

La revolución en las regiones. Aproximaciones a las imágenes de la “Revolución del Cuzco” (1814-1815) y la guerra en los Andes en la prensa sudamericana

 

Introducción

 

En agosto de 1814 se inició en la región de los andes un movimiento rebelde que, de haber triunfado, en palabras del historiador Jorge Basadre (1973), hubiera cambiado radicalmente el eje político del Perú y la configuración social a inicios del siglo XIX. La importancia de la “revolución del Cuzco” si bien ha sido revalorada últimamente por la historiografía, en relación a la conmemoración de su bicentenario, mantiene en buena medida su carácter local y regional, a veces, por motivaciones nacionalistas, soslayando sus ramificaciones extra-regionales (Ojeda, 2016; O`Phelan, 2016; Peralta 2016). Esta percepción tiene su origen, en cierta forma, en la visión centralista limeña que considera que el proceso de independencia peruano no podría haber empezado en las regiones con las luchas Tacna de 1811 y 1813, las de Huamanga y Huánuco de 1812 o las del Cuzco de 1814-1815, sino en 1821 y 1823 con la llegada de los ejércitos de San Martín y Simón Bolívar (Nieto, 2004; Bazán, 2017; Montoya; 2019). Imagen que guarda relación con los ambiguos y cambiantes intereses coyunturales de los poderes políticos de la capital y de la misma historiografía impregnada de esta visión que no concibe que un movimiento rebelde periférico (rural y regional) comandado por criollos, mestizos e indígenas fuera autónomo y relevante, y que diera origen a la lucha independentista en el Perú.

Recordemos que la sociedad colonial en el umbral de la independencia era sencillamente una sociedad fragmentada y fuertemente excluyente, en donde lo popular era asumido como peligroso y por ello las partes en conflictos, es decir, españoles y criollos, coincidían en evitar todo atisbo de autonomización de los sectores populares (Bonilla, 2020; Escanilla, 2014). La composición demográfica de esta sociedad conllevó al predominio numérico de los grupos indígenas, un porcentaje significativo de mestizos y la emergencia de negros libres y esclavos, así como las denominadas castas, en donde la población blanca y criolla constituía una poderosa minoría (Hunefeldt, 2010; Rojas, 2017). Ha sido esta minoría la que ha poseído el poder político y económico, aquella que ha forjado e internalizado un conjunto de barreras sociales -naturalizándolas a través de la religión católica- y ha marginado la participación directa y autónoma de los grupos populares (Morán y Pérez, 2020).

Desde aquella perspectiva, la historia de la independencia del Perú era fundamentalmente la historia de los líderes y caudillos militares extranjeros y del poder de sus ejércitos patriotas (Chust y Serrano, 2007; Chust y Rosas, 2017; Aljovin, 2014). Sin embargo, en estas últimas décadas, el pueblo como actor político clave en las guerras de independencia ha merecido la atención de la historiografía producida en América Latina. En el Perú esta tendencia ha ido aumentando, a pesar de representar más una labor individual que como parte de líneas de investigación institucionales (Espinoza, 2007, 2014; Guardia, 2010; Bazán, 2013, 2017; Morán y Aguirre, 2013; O’Phelan, 2016; Escanilla, 2014; Méndez, 2014; Rojas, 2017; Morán y Carcelén, 2018; Montoya, 2019; Bonilla, 2020; Morán, 2020; Morán y Pérez, 2020). Muy diferente a lo que acontece en Argentina, Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile o México en donde investigadores, universidades e instituciones han renovado la historiografía dando cuenta de una historia popular (Echeverri, 2018; Fradkin y Di Meglio, 2013; Di Meglio, 2007; Mata, 2008; Fradkin, 2008; Mallo y Telesca, 2010; Bonilla, 2010a,b; Thibaud, 2003; Bragoni y Mata, 2009; Chust y Frasquet, 2009; Pinto y Valdivia, 2009; Soux, 2010; Guardino, 2009; Van Young, 2006).

Precisamente, con el objetivo de proponer nuevas interpretaciones, este trabajo analiza las imágenes de la “Revolución del Cuzco” en los discursos de la prensa de Buenos Aires y su vinculación y representación en la prensa de Lima y Santiago de Chile. Específicamente, estudia las imágenes que los revolucionarios rioplatenses construyen de la revolución de 1814-1815 y el apoyo que buscan brindarle a través de un conjunto de discursos políticos que intentan influir en la población porteña, en las autoridades locales adyacentes al conflicto y en el ímpetu de los rebeldes con el objetivo de dominar la revolución en los andes y destruir el fuerte influjo de las armas españolas y el discurso político realista y fidelista. A su vez, la investigación contrasta toda esta información con la propaganda política desatada en los papeles públicos de Lima y Santiago de Chile, creándose así un clima cargado de debate y conflicto ideológico plasmado en la prensa de estas capitales divergentes (Morán, 2017a, b, 2013; Carozzi, 2011; González, 2008; Molina, 2009; Peralta, 2010, 2002; Goldman, 2008; Glave, 2008; Rosas, 2006; Guerra, 2003; Pérez, 2005; Martínez, 1985). Entonces, analizar las guerras de independencia desde esta perspectiva más amplia y comparada, o más específicamente conectada, nos permite romper con interpretaciones acotadas y la creencia en la nulidad de estos intentos para una mayor comprensión de una coyuntura bélica problemática, ambigua y compleja (Rodríguez, 2008; Lynch, 2009, 2010a, b; Bragoni, 2010, 2012; Pimenta, 2011; Halperín, 2014; O’phelan, 2014, 2016; Morán, 2013, 2018, 2019; Chust y Rosas, 2017).[1]

 

La libertad de América del Sur a través de la guerra en los Andes: de Castelli a San Martín

 

A partir de la revolución de Mayo de 1810, los rioplatenses consideraron la ruta del Alto Perú y los Andes como una de las más apropiadas para comenzar, desarrollar y propagar la ola revolucionaria y libertaria por toda América del Sur (Carozzi, 2011; Hamnett, 2000; Ternavasio, 2007). En esa línea, los ejércitos revolucionarios de Buenos Aires emprendieron su marcha hacia al norte encontrándose con múltiples obstáculos como los sucesos de Córdoba, Salta y Jujuy. La denominada primera expedición libertadora al mando del Ejército Auxiliar del Perú al Alto Perú fue comandada por Juan José Castelli en 1810 (Wasserman, 2011; Machi, 2016). La historia y las batallas desarrolladas desde aquel año marcan el punto de partida de una pertinaz insistencia de los bonaerenses por conquistar los Andes y el Perú de los Incas a través de las cordilleras contando con el apoyo de indios, mestizos y las castas de aquellos espacios. En otras palabras, las imágenes sobre el Cuzco y su revolución que veríamos después entre 1814 y 1816 en la prensa rioplatense no sería el primer impulso de los revolucionarios por contar con el apoyo de los líderes y poblaciones de los andes peruanos, sino más bien la culminación de una serie de intentos previos, muchos de ellos fallidos, por extender la revolución más allá de los límites del virreinato del Río de la Plata.

Desde Castelli hasta San Martín, el objetivo central de los revolucionarios estuvo en destruir el poder monárquico y español, y promover la independencia de toda América del Sur (Goldman, 2009). Para cumplir con esta empresa político-militar se desarrollaron diversas batallas entre 1810 y 1816, años en los cuales precisamente se produjeron las rebeliones de Huánuco de 1812 y la del Cuzco de 1814-1815. En 1810, Juan José Castelli al mando de los revolucionarios rioplatenses logró derrotar a las fuerzas realistas en la batalla de Suipacha, apoderándose así de determinados espacios del Alto Perú. En aquel contexto, La Gaceta de Lima, publicación oficial realista, proclamaba: “El alto Perú en lugar de libertad sufrirá cadenas humillantes, en vez de prosperidad, miseria; no tendrá otra paz que las revoluciones, ni más gloria que perder su antigua consideración.”[2] Al mismo tiempo, La Gaceta de Buenos Aires advertía claramente todo este intento de dominar los andes para conseguir la independencia de América:

 

Buenos Aires ha enseñado a la América lo que puede esperar de sí misma, si reunida sinceramente en la gran causa a que la situación política de la monarquía la ha conducido, obra con miras generosas, con una energía emprendedora, y con una firmeza en que se estrellan los débiles ataques, con que los agentes del antiguo gobierno resisten el examen de su conducta, y el término de la corrupción a que han vivido acostumbrados. Una ciudad abandonada a sí sola, hostilizada por Montevideo, amenazada por un ejército en Córdoba, invadida por el gobernador del Paraguay, condenada a un próximo exterminio por todos los jefes del Perú; agitada en su propio seno por un partido de oposición, que contaba entre sus sectarios la mayor parte de los europeos, y de los empleados, que abundan aquí más que en ninguna otra parte, triunfa sin embargo de todos estos obstáculos, y después de establecer radicalmente el orden interior y tranquilidad de sus habitantes, dirige expediciones, que salven a los pueblos hermanos de la opresión en que gimen, y que se les hace insoportable comparándola con la dignidad de que nosotros disfrutamos.[3]

 

Efectivamente, en palabras del periódico oficial revolucionario, Buenos Aires se convertía en 1810 en la capital de la revolución y el centro de todas las ofensivas militares contra las fuerzas realistas en América del Sur. La Gaceta de Buenos Aires sostiene el ambiente hostil y contrarrevolucionario de aquellos años de crisis y guerra, contexto en donde Buenos Aires no solo es atacada en todos los frentes, sino que sufre “agitada en su propio seno por un partido de oposición”. En otras palabras, la revolución se hace desde el interior y se extiende por las propias necesidades de la guerra y la política hacia otros actores políticos y otras latitudes, sean estas por afinidad o intereses o en franco y abierto conflicto. Esta beligerancia en prosa, se puede advertir claramente en la referencia exacta que realiza La Gaceta de Lima al sostener que el Alto Perú sufrirá cadenas humillantes y vivirá sin paz y en revolución a causa de los rioplatenses instalados allí desde la batalla de Suipacha.[4]

Después del triunfo de los revolucionarios en Suipacha, los realistas conseguirían equiparar el desarrollo de la guerra derrotando a los revolucionarios en los campos de Guaqui en 1811. Sin embargo, sobre el particular, Bernardo de Monteagudo en Mártir o Libre apuntaría:

 

En vano los déspotas se miraban con semblante alegre después de las jornadas desgraciadas de Guaqui y Amiraya: ellos creyeron que el espíritu de LIBERTAD desaparecería al primer contraste… ¡Falsos calculadores!... Llegará un día en que pueda decirse por todas partes: al fin Goyeneche subió al cadalso, al fin Vigoret bajó al sepulcro, al fin Abascal expió sus crímenes: triunfó la América y se proclamó la LIBERTAD.[5]

 

Precisamente, las acciones y el triunfo de los revolucionarios en la batalla de Tucumán en septiembre de 1812 y la victoria en la batalla de Salta en febrero de 1813 demostrarían los augurios de Monteagudo. La Gaceta de Buenos Aires señaló en aquel contexto triunfalista rioplatense:

 

Celebremos compatriotas la gloria inmortal de los héroes de la patria: cantemos himnos al honor de las armas victoriosas, que comanda con tanto acierto el bravo, el invicto General D. Manuel Belgrano, este hijo predilecto de la patria: que sea eterna nuestra gratitud a los beneméritos oficiales, a los soldados, al Pueblo heroico de Tucumán, y a esa porción de ciudadanos ilustres, que arrancaron los laureles de la vil frente de los mercenarios del despotismo por salvar a su amada Patria del yugo ominoso de los tiranos… somos ya libres: el Perú espera con los brazos abiertos a sus libertadores. Nuestro ejército del norte avanza… nuestros recursos se aumentan y por todas partes se ven señales inequívocas de la protección, que dispensa el Ser Supremo a la causa santa de la libertad del Pueblo americano.[6]

 

La lucha en territorio rioplatense y el Alto Perú fue desarrollándose en un ambiente altamente complejo, difícil y cambiante; en donde los intereses de los actores políticos y los grupos de poder se manejaron en función a la propia dinámica de la guerra y las secuelas de la revolución (Roca, 2007, Soux, 2010; Morán, 2013). Mientras los porteños celebraban en 1810 la toma del Alto Perú en Suipacha, los realistas hacían lo mismo luego de su triunfo en Guaqui en 1811. Los bonaerenses recuperarían su ímpetu y la ola revolucionaria con las victorias en Tucumán (1812) y Salta (1813). En ese contexto, los discursos políticos de la prensa estuvieron enfrentados como lo estuvieron también los intereses políticos de los protagonistas.

Cómo veremos más adelante las noticias de los movimientos rebeldes de Huánuco y del Cuzco fueron objeto de propaganda y difusión. Y, más aún, una rebelión como la de Tacna de 1813, que tampoco ha concitado mucha atención por parte de la historiografía, también ocupó las páginas de la prensa de la época. Por ejemplo, La Gaceta del Gobierno de Lima diría de dicha rebelión: “La reincidente revolución en que ha incurrido este Pueblo, por una imprudente credulidad a ciertos malvados aventureros”, que “de acuerdo con otros” y “bajo la dirección del pérfido Belgrano”, han “revolucionado la Villa y partido de Tacna contra el legítimo gobierno, y en favor del intruso insurgente de Buenos Aires.”[7] La misma revolución del Cuzco de 1814-1815 fue calificada como una “escandalosa insurrección”[8] que bajo la dirección de “miserables gavillas de facciosos”, peligrosamente buscaron “adherirse a los inmorales corrompidos argentinos”.[9]

La vinculación entre los rebeldes de Tacna y el Cuzco y los revolucionarios porteños es evidente. No solo la figura de Castelli estuvo presente en el discurso político de la revolución, sino también la de Manuel Belgrano. En otras palabras, tanto para la prensa de Lima como la de Buenos Aires los movimientos rebeldes andinos demostrarían la persistencia y la relación entre todos estos actores sociales y los grupos políticos con la revolución (O’phelan, 2014; Glave, 2016; Escanilla, 2014; Morán, 2013; Wasserman, 2011). Específicamente, para el discurso político rioplatense estas insurrecciones en los andes peruanos formaban parte de aquella feliz revolución que ellos habían empezado en mayo de 1810 en Buenos Aires. Incluso, las guerras en el Alto Perú tomaron esta denominación: “Cada día es mayor el fuego de la revolución en la provincia de Cochabamba y demás pueblos que han mirado su glorioso ejemplo”,[10] y en las regiones del Perú, “el principio de nuestra gloriosa revolución” contra la tiranía.[11] El propio proceso de guerra y revolución en el Río de la Plata y los conflictos con los ejércitos realistas fueron advertidos por los periódicos e impresos de Buenos Aires. En octubre de 1812, El Grito del Sud sostenía:

 

Los instantes son muy preciosos para dejar perder un solo momento. La victoria del Tucumán, la restauración de Salta, la derrota, y tal vez muy en breve la completa disolución del ejército del mando del monstruo de Arequipa, todo nos brinda a revestirnos de energía, para sacar de ello todas las ventajas posibles, no solo contra los enemigos de nuestro sistema, sino con respecto a mejorar nuestra suerte, haciendo más estable y sólida nuestra libertad, la que con el mayor dolor se ve después de tres años de revolución, sacrificios y esfuerzos en todo género, destituida del más sólido fundamento de ella, cual es que este pueblo y los demás que se le han unido, conozcan sus derechos, y arrostre los mayores peligros por conservarlos intactos.[12]

 

Al igual que los movimientos rebeldes del Perú eran concebidos por los porteños como parte de su gloriosa revolución, a pesar de la enorme distancia geográfica, el desarrollo de la guerra en los campos de batalla rioplatenses y del Alto Perú formaban parte también de este ciclo y discurso integrador y revolucionario. En el contexto de la batalla de Salta en 1813, La Gaceta de Buenos Aires afirmaría: “La gloria, que han adquirido los vencedores en la memorable batalla de Salta prepara a su fama el lugar más distinguido en la historia de nuestra revolución”,[13] porque: “si un solo golpe ha bastado para postrar a vuestros pies el orgullo del ingrato, y desnaturalizado Goyeneche, otro bastará, para derribar al sanguinario Abascal, y poner fin a sus revolucionarios proyectos”.[14]

Sin embargo, estos argumentos en el discurso de la prensa porteña se modificarían con el descalabro militar que sufrirían sus fuerzas entre fines de 1813 y 1815. Las derrotas sucesivas de los revolucionarios en Vilcapugio, Ayouma y Viluma en el Alto Perú y el sofocamiento de los movimientos rebeldes en Cuzco, la reconquista realista de Chile en la batalla de Rancagua y el regreso del absolutismo de Fernando VII, crearían un ambiente incierto en el imaginario político rioplatense. Se produjo un ciclo de derrotas de los revolucionarios; una reafirmación de la autoridad realista y la misma revolución parecía perecer al compás de la evolución de los acontecimientos. Sobre la batalla de Vilcapugio la prensa de Buenos Aires informaría: “El General Belgrano… ha tenido una acción sangrienta con el ejército enemigo, de la que no puede dar una idea exacta”,[15] más adelante, sostendría “no sabemos que después de la jornada de Vilcapugio haya habido una variación notable en los ejércitos beligerantes”,[16] para terminar reconociendo: “El ejército del Alto Perú ha sufrido un destrozo considerable en el campo de Vilcapugio.”[17] Más aún, La Gaceta como parte de la guerra de propaganda, contrapropaganda e incluso desinformación para atenuar los daños, anunciaba una revolución en Arequipa, en la región de los andes y de agitaciones en la misma capital del virreinato del Perú: “No son solo los Pueblos de la Costa los que ansían por la libertad e independencia: el Cuzco, Huamanga, todas las Ciudades, y hasta el mismo Lima clama por sacudir el yugo de la tiranía”.[18]

Esta efervescencia revolucionaria no pudo evitar que las fuerzas porteñas volvieran a ser derrotadas en la batalla de Ayouma. Las informaciones que la prensa de Buenos Aires brindó de aquel acontecimiento lo único que demostró fue la manipulación que los revolucionarios hacían del discurso político en contextos opuestos a sus intereses. Por ejemplo, el periódico Los Amigos de la Patria y la Juventud, advirtió en 1815: “durante las guerras civiles o de revolución es, sobre todo, cuando los ánimos, en mayor exaltación, hacen a cada individuo capaz de mayores empresas.”[19] No obstante, a fines de 1814 el testimonio de La Gaceta de Lima fue contundente al atacar por todos los frentes en lo que se refiere a la guerra de propaganda: “La suerte de Chile servirá de ejemplo no solo a los delirantes cusqueños, sino también a los orgullosos porteños.”[20] Esta advertencia permite inferir que el proceso de guerra y revolución tanto en Lima como en Buenos Aires, Santiago de Chile y el Alto Perú no se circunscribió a un espacio local o regional, sino que abarcó un área geográfica mucho más amplia y altamente conflictiva de América del Sur (Wasserman, 2011; O’phelan, 2014; Machi, 2016; Morán, 2017b, 2019).

 

Las imágenes de la “Revolución del Cuzco” en la prensa sudamericana

 

En la segunda mitad de 1814, y en el contexto de las guerras de independencia en América del Sur, se produjeron dos acontecimientos relevantes que explican, en parte, el comportamiento político de los grupos de poder: la revolución del Cuzco y la reconquista de Chile. El movimiento cuzqueño liderado por Mateo Pumacahua y los hermanos Angulo emergió en el virreinato peruano como la mayor amenaza interna de insurrección social desde la insurreción de Túpac Amaru II (1780-1781), debido a que logró extenderse hasta Arequipa, La Paz y Huamanga. Incluso, logró establecer contactos con los revolucionarios del Río de la Plata (Fisher, 2000, p. 196-199; Aparicio, 2001, p. 125-150). Jorge Basadre (1973, p. 146) interpreta que, de haber triunfado este movimiento, desarrollado entre el 3 de agosto de 1814 y el 25 de marzo de 1815, “habría surgido un Perú nacional, sin interferencia desde afuera y con una base mestiza, indígena, criolla y provinciana”. En otras palabras, un Perú de todas las sangres y en donde la preeminencia política dejaría de estar únicamente en la capital centralista de Lima; aunque no se descarta que hubiéramos transitado del centralismo de Lima al centralismo de Cusco, y de la preeminencia de los españoles blancos a la preeminencia de los mestizos, aunque difícilmente criolla o indígena.

Esta insurrección alentó en la prensa de Buenos Aires la ilusión de contrarrestar el dominio militar establecido por los realistas en el Alto Perú y el sur andino después de las batallas de Vilcapugio y Ayouma, y la esperanza de recomponer las fuerzas patriotas para hacer frente nuevamente a los ejércitos españoles. En septiembre de 1814, La Gaceta de Buenos Aires puntualizaba el complejo ambiente y de oposición hacia el accionar militar y político de las tropas de Pezuela en los pueblos del Alto Perú y la decisión de la Provincia del Cuzco de apoyar la revolución: “El hecho ha causado diferentes sensaciones en el Ejército de Pezuela: terror en este y demás jefes Europeos; aliento, entusiasmo en la oficialidad americana: y deseos de imitar a sus compatriotas en aquellos de mediana capacidad.”[21] Este efecto pudo percibirse cuando el periódico indicó: “Arequipa se movió igualmente que el Cuzco”,[22] y, a fines de noviembre, advertía: “Asombran los progresos del Cuzco, y ellos ya son tan indudables como seguros. Pezuela se ve cada día más apurado”.[23]

La creación de todo este clima favorable debido a la insurrección del Cuzco se mantuvo aún en 1815, El Independiente sostenía que ahora era Lima el último “enemigo que nos queda por vencer”,[24] y, el propio periódico, difundía la ocupación de Arequipa por los revolucionarios cuzqueños: “Hay en esta capital dos Gacetas recibidas desde Coquimbo por la vía de Mendoza, en que consta la toma de Arequipa por las tropas Patriotas del Cuzco.”[25] La Gaceta de Buenos Aires insistió en la influencia de la revolución porteña en los Andes cuando afirmó que estos sucesos de guerra eran: “un testimonio auténtico de la revolución que existe en los Pueblos del alto Perú, y especialmente en la Capital del Cuzco e Intendencia de Arequipa”.[26]

En estas informaciones no solamente podemos darnos cuenta de manejo político del discurso referente a la revolución del Cuzco, sino, además, la vinculación que la prensa porteña sugería del éxito de estas acciones con el poder militar y político de los patriotas de Buenos Aires. Ello fue señalado con mayor amplitud por El Redactor de la Asamblea en enero de 1815: “Este era el extremo que tocábamos a principios del año anterior y después que las derrotas de Vilcapugio y Ayouma hicieron vanas las victorias del Tucumán y Salta. El vencedor marchaba desde el oeste hacia nosotros.” Más aún, afirmaba el periódico, “volvió el turno de la incertidumbre y del conflicto… pero felizmente… la revolución de la provincia del Cuzco y otras del Alto Perú, abren una nueva escena que va a ser fecunda en resultados.”[27] Sin embargo, estas esperanzas no se materializaron, porque la revolución del Cuzco si bien pudo desarrollarse por gran parte del virreinato y mantener conexiones con el Alto Perú y los revolucionarios porteños, fue derrotada por el ejército del Rey (Bonilla, 2010b; Machi, 2016, p. 483-484).

La propaganda periodística que desató en Lima el desarrollo de esta revolución contrasta con el discurso de la prensa de Buenos Aires. Para La Gaceta de Lima este movimiento buscaba “el abominable trastorno del sistema civil” y era conducido por “ese miserable puñado de tumultuarios” y “gavillas sediciosas”,[28] las cuales estaban asociadas “a los corrompidos argentinos” y “la criminal ciudad de Buenos Aires.”[29] Por su parte, El Pensador del Perú insistió en los planes facciosos de los rebeldes del Cuzco y en el fuerte influjo persuasivo de sus discursos contra la autoridad monárquica: “En el Cuzco, como en todas las otras capitales y pueblos conmovidos, en que se levantaron altares y templos al despotismo disfrazado con el usurpado ropaje de la cándida virtud, fueron la ambición y un refinado egoísmo los que plantaron la fatal semilla de la miseria y la infelicidad.”[30] En palabras del Investigador este comportamiento demostraría:

 

los infundados y escandalosos motivos, de los que apoyan sus detestables designios para enarbolar el estandarte de insurrección. Demuestra su ignorancia… su obstinación criminal. ¡Hijos ingratos y alevosos!… Sublevándose a millares, tanto en el alto como en el bajo Perú, contra su rey y legitimas autoridades, y cometiendo los crímenes más horrorosos y sangrientos, de que es capaz el pueblo más bárbaro de África, cuando se entrega a la desesperación y al estrago.[31]

 

Esta idea de los pueblos seducidos por los caudillos revolucionarios fue recurrente en la prensa de la época y también en los sermones y cartas pastorales de los curas (Morán y Calderón, 2014). En Arequipa, Luis Gonzaga de la Encina afirmaba que “el fuego de la discordia” y “la revolución” había prendido en el Cuzco a partir de las “falsas doctrinas que los insurgentes… procuraron esparcir con palabras seductoras.” Por ello, el obispo pidió urgentemente, que a través de los sermones y las pastorales, se buscará persuadir a los feligreses para deponer las armas, respetar la religión y jurar fidelidad a la autoridad monárquica en América (BNP, 1815, p. 57-60). Igualmente, Matías Terrazas señalaría que, en el ciclo revolucionario, el desenlace de los acontecimientos, la lucha contra los revolucionarios, la libertad del monarca y la propia independencia de España y América dependía de la providencia y la sacrificada tarea persuasiva y doctrinaria de las autoridades religiosas (1815, p. 8-10). En esa misma perspectiva, el discurso político del Semanario, a fines de 1814, incidiría en todas estas premisas de los caudillos, la independencia quimérica, el delirio de los pueblos alucinados del Cuzco y su relación con los planes sediciosos de los porteños:

 

Mientras la Fidelísima Lima conserve su unión, fidelidad y patriotismo, no tiene que temer de los facciosos. Nada pueden los delirios de los hombres sin costumbres, que alucinando a los pueblos con promesas de felicidad disfrazan su ambición y perfidia bajo la máscara de una independencia quimérica, que ha hecho correr arroyos de lágrimas y sangre. Los promovedores de las rebeliones están palpando el disgusto que experimentan los pueblos, y la repugnancia que oponen en continuar sacrificándose por bienes aparentes que jamás conseguirán. Los porteños, en quienes cifraban su esperanza los sediciosos del Cuzco están divididos entre sí: conocen la impotencia de sus esfuerzos, y que la muerte les espera siempre que midan sus débiles armas con las del valiente ejército del rey. El general Ramírez se aproxima al Cuzco, y el fierro y el fuego reducirán a su deber a los que han resistido a la imperiosa voz de la humanidad y de la razón.[32]

 

Estos discursos contra los revolucionarios del Cuzco y su vinculación con los rioplatenses circularon paralelamente con las noticias de la reconquista de Chile por parte del general realista Osorio en la batalla de Rancagua en octubre de 1814. Este último triunfo fue un segundo golpe de gracia a los planes de los revolucionarios rioplatenses en su objetivo de mantener la iniciativa y ofensiva militar. La prensa de Lima abarrotó sus páginas con estas informaciones. Por ejemplo, El Investigador del Perú, en un artículo comunicado, puso en conocimiento “la noticia de la toma de Chile por las tropas del rey.”[33] Y, el mismo periódico, reconstruyó -retóricamente- el ambiente que ocasionó esta victoria en la capital virreinal:

 

Ayer ha tenido esta fidelísima ciudad la satisfacción imponderable de ver entrar por sus puertas nueve banderas tomadas a los facciosos de Chile. La conmoción y el júbilo que se veía pintado en los semblantes del numeroso concurso que cruzaba los lugares públicos, manifestaba el entusiasmo que siempre inflamó los nobles corazones de estos generosos habitantes contra los perturbadores de la paz, de la tranquilidad y del orden.  No se saciaban de mirar por las calles el gaje de su triunfo; y corrían presurosos a verle de nuevo en la casa capitular. Estos trofeos obtenidos tan gloriosamente en la villa de Rancagua, van a ser colocados en el templo, donde al mismo que dará testimonio de nuestro reconocimiento al Dios de las batallas, serán un monumento que eternice la ignominia de los enemigos de la patria, juntamente con la gloria de Abascal y de Osorio.[34]

 

Esta reconquista fue fundamental para destruir no solamente los proyectos de los insurgentes chilenos, sino además también para romper los contactos que tenían con los revolucionarios de Buenos Aires.[35] Estos “enemigos de la patria” o “gavilla insurgente” fueron derrotados acabando así con cuatro años de tiranía y despotismo.[36] En palabras de La Gaceta de Lima aquella guerra injusta, despótica y arbitraría sostenida por los insurgentes de Chile marcaba su fin inmediato[37]. Incluso, el periódico oficial hizo evidente la vinculación e influencia de estos acontecimientos con la revolución del Cuzco y el del Río de la Plata: “Las convulsiones de América que tantos estragos han causado, no tardan ya en desaparecer… La suerte de Chile servirá de ejemplo no solo a los delirantes cusqueños, sino también a los orgullosos porteños.”[38] Más aún, incidía La Gaceta: “Chile, o más bien su gobierno intruso, procedía servilmente confederado con Buenos Aires”.[39] La importancia de los acontecimientos de Rancagua había sido advertida por la propia prensa porteña en 1815 cuando señalaban las cuantiosas pérdidas económicas y el rompimiento de la seguridad de la población y el propio gobierno: “esta nueva desgracia ha dado un golpe mortal a nuestro giro, ha disminuido nuestras rentas y ha desprendido un eslabón más de la cadena que formaba nuestra seguridad”.[40]

Obviamente, luego de la reconquista de Chile por las armas del Rey, la prensa de Santiago asumiría la misma tendencia política que la de Lima. Cabe resaltar que sus apreciaciones sobre la insurgencia del Cuzco denotaban una serie de circunstancias sin sentido y llena de errores en la agenda de los rebeldes cusqueños ante el regreso del absolutismo de Fernando y el fin de la revolución porteña: “y cuando en fin, los miserables restos de los revolucionarios de Buenos Aires estaban a punto de desaparecer para siempre, entonces es cuando la ciudad del Cuzco levanta el estandarte de la insurrección y anarquía”.[41] En otras palabras, para La Gaceta del Gobierno de Chile el desvarío y la insurrección del Cuzco no tenían asidero en aquel contexto de reconquista realista y el retorno del Rey. Más aún, ante los desastrosos reveses de los rioplatenses en los campos de batalla del Alto Perú y el virreinato del Río de la Plata. Por ello, en diversos discursos La Gaceta de Chile vaticinaba la derrota cuzqueña y la reinstalación del poder monárquico en esta parte de América del Sur:

 

La insurrección del Cuzco del 3 de Agosto ¿quién no ve que no debe traer consecuencias, ni ser de larga duración? Ese motín tendrá el mismo suceso que tantos otros abortados en esa tumultuosa Ciudad. Los valientes Cochabambinos, la aguerrida división del Brigadier Pezuela que caminaban contra ella la redujeran bien presto; sino lo han logrado ya. La razón los recursos, el numero de tropas, la pericia, el ardor marcial, la confianza en los jefes todo conspira a sostener y hacer invencibles nuestras armas, y a restituir a toda la América meridional a su feliz primer estado.[42]

 

Efectivamente, el poder realista, materializado en los recursos materiales disponibles, la superioridad numérica de la tropa y la experiencia de los jefes y oficiales, así como las propias contradicciones internas de los rebeldes del Cuzco, terminaron sucumbiendo ante el poderío español. Por ejemplo, la misma Gaceta al informar sobre la influencia de la revolución del Cuzco en Arequipa señaló:

 

El rebelde Cacique de Chinchero salió 12 leguas de la ciudad a batirse con el general Ramírez enviado por el general Pezuela para subyugar los pueblos revolucionados del Perú. Tupacamahua [Pumacahua] conociendo su debilidad no se atrevió a medir sus fuerzas con las tropas tantas veces vencedoras de los Castelis, y Belgranos; y sin presentar batalla se puso en precipitada fuga hacia la ciudad del Cuzco.[43]

 

En la prensa examinada se deduce que la insurrección del Cuzco siempre estuvo vinculada a la de Buenos Aires y al trabajo de guerra previo de Castelli y Belgrano, quienes representaban las figuras revolucionarias más emblemáticas y que tantas críticas generaban en la prensa realista. En mayo de 1815, cuando la revolución cusqueña ya había sido sofocada, La Gaceta del Gobierno de Chile sostenía el triunfo total de las fuerzas realistas sobre los rebeldes del Cuzco y los revolucionarios de Buenos Aires. La Gaceta enfatizó en la pacificación del Cuzco y divulgó como corolario el ambiente local de la capital ante las noticias de estos acontecimientos: “Las voces de Viva El Rey se oían resonar en las bocas de los grandes y pequeños, las torres, templos y casas se iluminaron… hombres y mujeres paseaban las plazas y calles y continuaban en sus casas con músicas… en honor del soberano, y sus victoriosas armas”.[44]

Indudablemente, las victorias realistas sobre los revolucionarios en Cuzco y Chile no hicieron más que fortalecer los triunfos que ya habían obtenido en Vilcapugio y Ayouma. No obstante, el epílogo de esta lucha en el Alto Perú llegaría a fines de noviembre de 1815 cuando nuevamente las tropas del rey derrotaron a los rioplatenses en la batalla de Viluma o Sipesipe. Este enfrentamiento significó para los porteños la pérdida definitiva del Alto Perú y, a su vez, el dominio total de los realistas sobre el territorio. Al respecto, La Gaceta de Lima, reproduciendo el parte del general Pezuela, subrayó: “acaba de ser destruido el segundo ejército que durante mi mando han opuesto los rebeldes de Buenos Aires a las armas del Rey; y tan completamente, que me atreviera a afirmar que jamás presentarán otro en el Perú.”[45] El triunfo en Viluma fue muy celebrado en Lima y la propia Gaceta publicó la arenga que el clérigo José Joaquín de Larriva dedicara al virrey Abascal y su lucha contrarrevolucionaria:

 

Sí: de V. E. son todas las victorias obtenidas en estas vastas regiones sobre los enemigos de la patria, V. E. fue quien triunfó en Guaqui, en Vilcapugio, en Ayouma y en Rancagua: y V. E. es también quien acaba de triunfar en los campos de Viluma… todo, todo es debido a las luces de V. E. y a su vastos talentos. V. E. es el resorte que obrando en todas distancias y en todas direcciones, pone en movimiento a toda la fuerza armada de estos reinos; y como el centro común de donde el ardor guerrero y la disciplina militar parten a manera de rayos a todos los puntos de la gran circunferencia de la América del Sur.[46]

 

El discurso de Larriva sobre la labor de Abascal en su lucha contrarrevolucionaria es contundente: la disciplina militar y el triunfo sobre los enemigos de la patria en los campos de batalla demuestran para él, la fuerza realista en América y la estrategia eficiente del virrey, catalogado como uno de los baluartes de la defensa de la monarquía en tierras americanas. Además, la propagación de la arenga en medios impresos y especialmente en la Gaceta oficial corrobora la importancia del discurso político en la guerra de propaganda conjuntamente con la guerra armada. Se gana no solamente con las armas y la estrategia militar, sino también con los impresos y el discurso ideológico que a través de ellos se hacen circular en un contexto altamente politizado como el de los tiempos de las guerras de independencia.

A pesar de todo este ciclo de triunfos realistas sobre los revolucionarios, el impacto de la revolución del Cusco y la guerra en el espacio andino volvió hacerse presente en los debates en la prensa rioplatense en el contexto del Congreso de Tucumán. La discusión política en los impresos se circunscribió a la forma de gobierno que debía establecerse en las Provincias Unidas del Río de la Plata. Precisamente, en El Censor y La Crónica Argentina de 1816, este debate se hace evidente ante la inminente y luego proclamada independencia de aquellos territorios. Por ejemplo, Manuel Belgrano sostenía en El Censor:

 

He sido testigo de las sesiones en que la misma soberanía ha discutido acerca de la forma de gobierno con que se ha de regir la nación, y he oído discurrir sabiamente en favor de la monarquía constitucional, reconociendo la legitimidad de la representación soberana en la casa de los Incas, y situando el asiento del trono en el Cuzco, tanto, que me parece se realizará este pensamiento tan racional, tan noble y justo, con que aseguraremos la loza del sepulcro de los tiranos.[47]

 

Por su parte, Martín Güemes incidía en el mismo argumento: “restablecida muy en breve la dinastía de los Incas, veamos sentado en el trono y antigua corte del Cuzco al legítimo sucesor de la corona.”[48] En otras palabras, el Cuzco y su dinastía eran tomadas como referentes, como la ciudad capital y los legítimos herederos, postulando el establecimiento de una monarquía incaica. Otra vez el Cuzco era el centro de los debates y de los discursos políticos de los rioplatenses a pesar de la terrible y sangrienta derrota cuzqueña en 1815. La imagen del Cuzco como la ciudad para forjar legitimidad política vinculada a una forma de gobierno monárquico constitucional respondió a los mismos intereses divergentes de los grupos de poder asentados en el Congreso de Tucumán en 1816. Por ello, La Crónica Argentina en septiembre de 1816 criticó fuertemente esta propuesta de una monarquía incaica señalándola como inoportuna, imposible de establecerse y un acto terrible como el de “clavarles un puñal en el corazón” a los patriotas rioplatenses.[49]

En conclusión, la importancia de la revolución del Cuzco en el escenario de la guerra desde la región estuvo presente en el discurso y en el imaginario político de los revolucionarios porteños y en la agenda de los propios grupos de poder que buscaron acabar con dicho movimiento de insurrección desatada en los Andes del Sur.

 

A manera de epílogo: una revolución regional en el centro de una revolución continental

 

Doscientos años después de la denominada revolución del Cuzco, la historiografía de la independencia de América Latina viene replanteando y revalorando la participación popular activa en el ciclo revolucionario independentista (Peralta, 2016; Chust y Rosas, 2017; Morán, 2020). En esa perspectiva, y tomando como marco de referencia la insurgencia del Cuzco de 1814-1815, este trabajo ha mostrado una visión amplia de los movimientos políticos ocurridos en diversas latitudes de América del Sur como Lima, Buenos Aires, el Alto Perú y Santiago de Chile, a partir del estudio de la prensa. Obviamente, la revolución del Cuzco ocasionó un fuerte impacto en los diversos escenarios por donde se difundieron las noticias de su desarrollo. Los periódicos de esta coyuntura se enfrascaron en un fuerte debate y una guerra de propaganda que puso de manifiesto también la realidad de los intereses políticos de los diversos grupos de poder.

A la guerra de opinión se sumó evidentemente la guerra en carne y hueso con muertos y heridos. De todo este proceso de guerra ideológica y militar, se construyeron diferentes imágenes de la revolución, de los revolucionarios o contrarrevolucionarios y de la propia guerra. Las vinculaciones y las relaciones entre los grupos de poder y los actores políticos estuvieron a la orden del día en el debate de la prensa. Se hizo evidente, así, cómo la revolución del Cuzco estuvo presente en estos espacios y en estos soportes de comunicación política. Y dicho escenario como todo el proceso de la guerra supuso una abierta guerra de opinión y lucha periodística a gran escala. Lima contra Buenos Aires, Buenos Aires a favor de los rebeldes del Cuzco, Buenos Aires solitaria ante los ataques realistas del Alto Perú entre 1810-1816 y la reconquista española de Chile en 1814. La prensa jugó en ese sentido un papel fundamental porque fue el vehículo por donde se difundieron y circularon los discursos políticos y con ello los intereses de los grupos de poder y de las capitales políticas enfrentadas.

En esta investigación se ha podido sostener la insistencia rioplatense de conquistar los Andes para consolidar la revolución y, por lo tanto, conseguir la independencia de América del Sur. Esta fue una premisa recurrente a lo largo de todo el proceso revolucionario hasta que asumió la dirección San Martín. Por ello, la asociación de los rebeldes del Perú, sean estos de Tacna, Huánuco o el Cuzco con los rioplatenses no fue nada nuevo en 1814 y 1815, sino que fue el resultado de todo un amplio conjunto de intereses políticos en lucha por construir legitimidad política, incluso desde la revolución de Buenos Aires en 1810. En ese sentido, es importante advertir que este contraste de los discursos políticos evidencia además las disensiones y fracturas políticas entre los mismos revolucionarios (entonces no se puede afirmar de manera absoluta la existencia de un pensamiento de mayo) y al interior de las propias fuerzas realistas (ni una unanimidad completa).

El proceso de la guerra que hemos mostrado en los diversos espacios regionales y a través de la prensa permite sostener una diversidad de intereses como tendencias políticas existentes que van desde una repulsa a la revolución en los defensores de la monarquía española, los revolucionarios rioplatenses y su apuesta por la independencia y además sectores donde la autonomía política (varias veces ni con Lima ni con Buenos Aires) era una forma de sobrellevar los vaivenes de aquella coyuntura sumamente compleja. Los movimientos sociales abordados en esta investigación corroboran nuestros argumentos y evidencian además la importancia de un estudio de historia comparada y conectada en los tiempos de las guerras de independencia en América del Sur.

 

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El Investigador del Perú, Lima, 1813-1814.

El Pensador del Perú, Lima, 1814-1815.

La Gaceta de Buenos Aires, Buenos Aires, 1810-1816.

Martin o Libre, Buenos Aires, 1812.

El Grito del Sud, Buenos Aires, 1812.

El Redactor de la Asamblea, Buenos Aires, 1815.

El Independiente, Buenos Aires, 1815.

Los Amigos de la Patria y la Juventud, Buenos Aires, 1815.

La Crónica Argentina, Buenos Aires, 1816.

El Censor, Buenos Aires, 1816.

La Gaceta del Gobierno de Chile, Santiago, 1814-1815.

 

Sermones y manuscritos

 

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Recibido: 21/08/2020

Evaluado: 02/12/2020

Versión Final: 23/02/2021

 



(*)  Doctor en Historia (Universidad de Buenos Aires), Magister en Historia (Universidad Nacional de San Martín). Argentina. Licenciado en Historia (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Perú. Docente Investigador Renacyt (Universidad San Ignacio de Loyola). Perú. Email: lmoran@usil.edu.pe ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8244-5390

[1] Para una análisis sistemático y comparado del concepto de independencia en esta coyuntura, puede consultarse el trabajo de Morán, 2018. En dicha investigación el autor desarrolla el concepto en un contexto de guerra desde tres acepciones: a) la independencia como forma de gobierno y la relación de las capitales americanas con España; b) la independencia en las disputas políticas internas; y c) el contraste del concepto: de una soñada o absoluta independencia. Estos significados de independencia nos permiten contextualizar mejor algunos argumentos desarrollados aquí.

[2] La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 30, 20/02/1811.

[3] La Gaceta de Buenos Aires, Buenos Aires, N° 21, 25/10/1810.

[4] La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 30, 20/ 02/1811.

[5] Martín o Libre. Buenos Aires, Nº 7, 11/05/1812.

[6] Extraordinaria Ministerial de Buenos Aires, Buenos Aires, 13/10/1812.

[7] La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 99, 20/11/1813.

[8] La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 26, 8/10/1814.

[9] La Gaceta Extraordinaria del Gobierno de Lima, Lima, 4/11/1814.

[10] La Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires, N° 12, 26/06/1812.

[11] La Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires, N° 35, 4/12/1812.

[12] El Grito del Sud, Buenos Aires, N° 15, 20/10/1812.

[13] La Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires, Nº 52, 7/04/1813.

[14] La Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires, Nº 49, 17/ 03/1813.

[15] Ministerial Extraordinaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 21/10/1813.

[16] La Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires, Nº 77, 3/11/1813.

[17] La Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires, Nº 81, 1/12/1813.

[18] La Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires, Nº 80, 24/11/1813.

[19] Los Amigos de la Patria y la Juventud, Buenos Aires, N° 2, 15/12/1815.

[20] La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 38, 19/11/1814.

[21] La Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires, Nº 122, 22/09/1814.

[22] La Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires, Nº 123, 28/09/1814.

[23] La Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires, Nº 131, 30/11/1814.

[24] El Independiente, Buenos Aires, N° 1, 10/01/1815.

[25] El Independiente, Buenos Aires, N° 10, 13/03/1815.

[26] La Gaceta del Gobierno, Buenos Aires, N° 6, 15/03/1815.

[27] El Redactor de la Asamblea, Buenos Aires, N° 24, 30/01/1815.

[28] La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 15, 31/08/1814.

[29] La Gaceta Extraordinaria del Gobierno de Lima, Lima, 4/11/1814.

[30] El Pensador del Perú, Lima, N° 3, 1815.

[31] El Investigador del Perú, Lima, N° 133, 11/11/1814.

[32] El Semanario, Lima, N° 21, 25/11/1814.

[33] El Investigador del Perú, Lima, N° 123, 1/11/1814.

[34] El Investigador del Perú, Lima, N° 130, 8/11/1814.

[35] El Pensador del Perú, Lima, Nº 3, 1815.

[36] El Investigador del Perú, Lima, N° 134, 12/11/1814; y La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 34, 5/11/1814.

[37] La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 36, 12/11/1814.

[38] La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 38, 19/11/1814.

[39] La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 44, 17/12/1814.

[40] El Redactor de la Asamblea, Buenos Aires, N° 24, 30/01/1815. 

[41] La Gaceta Extraordinaria del Gobierno de Chile, Santiago, 19/12/1814.

[42] La Gaceta del Gobierno de Chile, Santiago, 29/12/1814.

[43] La Gaceta del Gobierno de Chile, Santiago, N° 12, 2/02/1815.

[44] La Gaceta del Gobierno de Chile, Santiago, N° 28, 25/05/1815.

[45] La Gaceta Extraordinaria del Gobierno de Lima, Lima, 23/12/1815.

[46] La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, N° 1, 5/01/1816.

[47] El Censor, Buenos Aires, N° 55, 12/09/1816.

[48] El Censor, Buenos Aires, N° 55, 12/09/1816.

[49] La Crónica, Argentina, Buenos Aires, N° 17, 22/09/1816.