Género, sindicalismo y región en el origen y la consolidación del gremio textil en Chubut, 1956-1964

 

 

Gonzalo Pérez Álvarez(*)

 

Resumen

 

Este artículo explora la formación del gremio textil en Chubut, proceso que se desarrolló desde 1956, cuando comenzó una política nacional que incentivó la radicación de industrias en la Patagonia sur. Las fábricas instaladas fueron, en su mayoría, textiles sintéticas. Su traslado generaba escasos costos y garantizaba ganancias para los industriales, merced a la desgravación impositiva. Se generaron miles de puestos de trabajo, que dinamizaron la economía regional y conformaron un nuevo colectivo laboral: el de lxs trabajadorxs textiles de Patagonia. Entre otros rasgos de ese colectivo obrero, fue clave su mayoritaria composición femenina. Los procesos iniciales de organización sindical estuvieron marcados por dos elementos: el rol de dirección de las mujeres y la raigambre regional. Se rastrean las disputas desarrolladas, y cómo, para mediados de los ‘60, ese colectivo ya era representado por el sindicato nacional, con un perfil centralista y casi absoluta presencia masculina. Se exploran diversos ejes, relevantes para estudiar los colectivos obreros: entre ellos la dimensión sexo-generizada, los conflictos regionales y las tensiones entre representados y dirigencias.

 

Palabras clave: Género; Clase; Región; Conflicto; Patagonia.

 

 

Gender, unionism and region in the origin and the consolidation of the textile union in Chubut, 1956-1964

 

Abstract

 

This article explores the formation of the textile union in Chubut, a process that developed since 1956, when it began a national policy that encouraged the establishment of industries in the southern Patagonia. The factories installed were, for the most part, synthetic textiles. Their transfer generated low costs and guaranteed profits for industrialists, thanks to tax relief. Thousands of jobs were generated, which boosted the regional economy and formed a new labor collective: that of the textile workers of Patagonia. Among others features of this working group, its majority female composition was key. The initial processes of trade union organization were marked by two elements: the leadership role of women and the regional roots. The disputes that developed are traced, and how, by the mid-1960s, this labor collective was already represented by the national union, with a centralist profile and an almost absolute male presence. Several axes are explored, relevant to studying working groups: among them the sex-gendered dimension, regional conflicts and the tensions between representatives and leaderships.

 

Keywords: Gender; Class; Region; Conflict; Patagonia.

 


 

Género, sindicalismo y región en el origen y la consolidación del gremio textil en Chubut, 1956-1964[1]

 

Introducción

 

El sindicato textil en la Patagonia, al igual que a nivel nacional y de modo similar que la mayoría de las estructuras gremiales, parece cosa de varones. Las mujeres están, pero sólo a modo de acompañamiento, o para sumarse en las listas ocasionales en algún cargo menor, en general vinculado a alguna tarea administrativa o a la asistencia social. Pero, para las obreras, no existen espacios de relevancia en la mayoría de las direcciones sindicales.

Esto es lo que en las investigaciones sobre el movimiento obrero textil había detectado en mis estudios sobre las luchas obreras en Patagonia, originalmente centrados en la década de 1990 y los primeros años del siglo XXI (Pérez Álvarez, 2013), que luego amplíe a los años ‘80 (Pérez Álvarez, 2019) y algunos sucesos de los ‘70 (Pérez Álvarez, 2015a; Pérez Álvarez y Narváez, en prensa). La presencia de las mujeres era fundamental a nivel de las bases obreras, pero eso se ocultaba al observar las conducciones sindicales, las distintas listas que disputaban el sindicato, los delegados por fábrica y los voceros de los conflictos que se desarrollaban (roles que en su gran mayoría fueron acaparados por obreros varones).

Esa invisibilización del rol femenino en el movimiento obrero textil de la Patagonia también fue responsabilidad de mi enfoque como investigador de esos procesos: la escasa formación en los debates de género y la historia de las mujeres dificultaba dimensionar la importancia de su accionar. Esto era así pese a que existían trabajos que habían destacado la agencia femenina en este colectivo laboral, aunque fuese con un rol marcado por cierta heteronomía. Los trabajos de Gatica (2000 y 2009) sobre las obreras de la fábrica INTECO permitían, a quien se pusiese las gafas violetas (Varela, 2005; Lienas, 2013; Colombo, 2021), encontrar un activismo subterráneo imperceptible a nivel de la escena más pública y publicada.

Posteriormente fue Saso (2016; 2018 y 2019) quien señaló que un conflicto que para otra perspectiva (Pérez Álvarez, 2011) parecía limitado a las disputas base-dirigencia y la creciente tercerización y precarización laboral (Basualdo y Morales, 2014) en el parque industrial de Trelew, evidenciaba una problemática conectada con las relaciones sexo-generizadas de la clase obrera en Patagonia.

Además de los aportes de historiadoras que supieron ver el rol activo de quienes habían sido invisibilizadas, fue la marea feminista de los últimos años la que obligó a mirar la realidad con otra perspectiva. Ese proceso demandó asimilar un enfoque más certero, más científico, que hiciera observable lo que hasta allí a muchos se nos había escapado.

La pesquisa, como suele suceder, se inició por un hilo suelto, que permitía entrever la existencia de un relevante ovillo que era necesario desenredar. El historiador Mauricio Fernández Picolo me acercó un documento clave: el acta que institucionalizaba, por decisión de la conducción nacional de la Asociación Obrera Textil (AOT), la primera dirección sindical oficializada de ese sindicato en la Patagonia. El dato más interesante era que la encabezaba una mujer, y que también la mayoría de la conducción estaba integrada por obreras (Pérez Álvarez, 2020a, p. 81).

El segundo dato, fragmentario pero central, también lo acercaba ese importante historiador: su memoria registraba que al mismo tiempo existía otro sindicato textil, con sede en la ciudad de Puerto Madryn, de matriz regionalista (“patagónica”) y que, si su recuerdo no fallaba, era dirigido por otra mujer obrera. Sobre el mismo aún no había registros y, si mi relevamiento no es incompleto, este artículo es el primero que recupera parte de esa experiencia.

Para los años ‘70 el eje clave de mis indagaciones fueron algunas acciones obreras durante la dictadura (Pérez Álvarez, 2015b) y la significativa huelga de Guilford (Pérez Álvarez y Narváez, en prensa); esta última comenzó durante febrero de 1976 y finalizó con la irrupción de la última dictadura militar. Allí la dirección del sindicato textil fue parte del entramado represivo que atacó a lxs obrerxs en lucha, a quienes se acusó de ser parte de una ‘guerrilla fabril’, solicitando formalmente la declaración de ilegalidad de la huelga, el despido de lxs trabajadorxs y la persecución contra ellxs.

En ese proceso cumplieron un rol clave los hermanos Ayala (César y Horacio), interventores del sindicato. ¿De dónde habían surgido estos militantes que se ponían directamente al servicio de la dictadura? ¿Por qué asumían una postura aún más persecutoria de los reclamos obreros que los mismos empresarios de la planta en conflicto? ¿Cuál había sido la genealogía de semejante conducción sindical entre lxs textiles de Patagonia? ¿Qué había sucedido con las mujeres que otrora encabezaban el proceso de conformación de los sindicatos textiles en Patagonia?

Rastrear esas dinámicas me llevó a relevar los primeros años de conformación de la agremiación obrera entre lxs textiles de Patagonia. El período se inicia en 1956, cuando comenzó la implantación del proyecto de industrialización subsidiada al sur del paralelo 42 (Ibarra y Hernández, 2017; Schvarzer, 1987) y junto a ello se produjo la conformación del colectivo obrero textil. El final (provisorio) se ubicó en 1964, cuando la conducción nacional de la AOT intervino la AOT local, desplazando a las mujeres de su dirección e imponiendo a César Ayala, quien sería el perseguidor del movimiento obrero en 1976.

A continuación realizaré un breve repaso de algunos debates que considero necesario retomar en torno a las experiencias obreras que luego desarrollaré. Posteriormente despliego una narración de los principales hechos que marcaron ese proceso del colectivo obrero textil de la Patagonia, desde su conformación hasta la intervención de la AOT nacional, centrándome en una perspectiva que reconstruye y analiza el proceso de construcción institucional del sindicato. En ese camino el recorrido se enfoca en la dinámica regional, pero es evidente que la experiencia aquí recuperada brinda elementos de relevancia para revisar y complejizar la historia del sindicalismo textil a nivel nacional. Se cerrará con una serie de reflexiones, que buscan retomar los ejes del apartado metodológico y proponer elementos de una agenda de trabajo a futuro.

 

Referencias para pensar esta experiencia obrera

 

Considero clave la reflexión de Spivak (2003), acerca del error de las visiones que suponen a lxs oprimidxs como capaces de actuar y conocer plenamente por sí mismxs, sin que las múltiples formas de dominación les impidan, o limiten, formular su propia agencia. Ellxs están bombardeadxs por las ideas de la clase dominante que imponen, tergiversan o invisibilizan identidades. También lxs mismxs subalternxs suelen encubrir su identidad, camuflándola con alguna que parezca inofensiva para lxs poderosxs, a modo de velada resistencia (Scott, 2000). Ya se verá cómo esto se expresa en los posicionamientos del colectivo obrero aquí estudiado, obligando a una lectura no ingenua de lo que ellxs expresan.

Además el tipo de fuentes trabajadas genera otra inquietud… ¿Cuánto explicamos de un proceso desarrollado por sujetos subalternos cuando reproducimos las voces que quedaron registradas por los medios hegemónicos? Este es un problema que emerge a lo largo del artículo, y es importante exponerlo. La fuente clave es el registro sistemático del único diario por entonces existente en la región: el Jornada, propiedad de Luis Feldman Josín, quien además era una figura social de relevancia, un ‘notable’ (Binder, 2015 y Lionetti, 2013). Era portavoz de la propuesta industrialista, íntimamente relacionado con la Unión Industrial Patagónica (UIP).

Conociendo los límites y problemas de la fuente, se completaron datos recurriendo a otros recursos: un relevamiento sistemático de la bibliografía que podía aportar a comprender mejor estas dinámicas y, especialmente, una lectura ‘a contrapelo’ de las narrativas sostenidas por el medio de prensa. En ello ha sido clave la observación de las fotos como fuentes,[2] que en muchos casos ponían en tensión lo que el texto proponía como interpretación unívoca de lo sucedido. Especialmente, y como se observará, la fuente visual permitía hacer observable la dimensión sexo-generizada del colectivo obrero, algo que la escritura ocultaba de modo sistemático.

Las fotos se constituyen así en un recurso que evidencia el contraste entre lo que la prensa dice qué estaba sucediendo y lo que podemos observar en las ilustraciones que acompañan el texto. No incorporo aquí bibliografía específica sobre el uso de la fotografía para el análisis histórico (Arnheim, 1973; Kossoy, 1989; Silva, 1992), tarea que en el presente dossier formula el artículo de Alejandra Esponda (2021), pero resulta indudable que las imágenes presentadas pueden aportar muchos más elementos para comprender la especificidad de la experiencia sexo generizada de la clase obrera en Patagonia.

Es sabido que las mujeres fueron parte clave del nuevo proletariado fabril que se conformó durante las décadas del ‘50 y ‘60, en el marco de los proyectos desarrollistas (Sáenz, 2019; Pérez Álvarez, 2020b). Pero también lo habían sido en períodos previos, hasta en sectores supuestamente masculinizados como el petróleo (Ciselli, 2002; Andújar, 2016), o ya durante los años ‘70 en vialidad (Gatica, 2007). Aún más destacada fue su masiva presencia en tareas textiles o de ensamblaje. La feminización y desvalorización de la mayoría de las tareas organizadas en torno a la industria textil puede rastrearse en un conjunto de obras que atraviesan un amplio arco cronológico y de varias regiones del país (Norando, 2013; Ceruso, 2020; Norando y Scheinkman, 2011; Mitidieri, 2014, 2018).

En trabajos previos (Pérez Álvarez, 2018) he señalado que parte de la dirigencia sindical y los investigadores que trabajaron estos temas (Salazar, 1992), vieron la masiva inscripción femenina en los colectivos obreros industriales como una amenaza, porque supuestamente generaban debilidad debido a su escasa vocación de lucha. Se verá que esos mismos tópicos fueron difundidos en la experiencia aquí analizada. Mientras en Lobato (2004, 2007) se destacaba la visión masculina (y masculinizada) de que las mujeres sólo trabajaban por vivenciar una situación de vulnerabilidad y hasta encontrar al ‘hombre proveedor’ que las ‘cuidaría’, aquí se las señalaba como ‘culpables’ de proletarizarse con el único objetivo de saciar sus ‘lujos’.

En torno a esto, puede rastrearse cómo aparecen diferentes nociones de feminidad (Laitano y Nieto, 2019; Alías Lahittette, 2006) y masculinidad (Insausti y Peralta, 2018; Palermo, 2017; Caruso, 2016) construidas en la clase generizada (Brandolini, 2021; Andújar y D’Antonio, 2020; Varela, 2019). La centralidad de la generización y sexuación de la clase queda evidenciada en el recorrido institucional de lxs textilxs en la región, demostrando que el género es un factor explicativo clave de su accionar.

Es importante destacar que la aparente explosión del trabajo femenino en los ‘50 y ‘60 se relaciona con la invisibilización de las tareas laborales que ellas realizaban previamente (Benería, 1981). Al conocido ocultamiento de las labores domésticas y su no reconocimiento como trabajo (Andújar et al, 2013; Arruzza y Bhattacharya, 2020; Garazi, 2017), se sumaron artificios instrumentados desde el aparato estatal para encubrir la centralidad femenina (Wanderley, 2019).[3]

En el Censo Nacional de 1947[4] se aplicó un nuevo criterio para definir ocupación, que subrepresentaba el trabajo femenino (p. 88). Los censos de 1895 y 1914 registraron algunos oficios tradicionalmente feminizados (como costureras, cocineras o lavanderas; Hall, 2013) en un número considerado excesivo para los encargados de diagramar el censo. Desde ese año lxs censistas debían considerar esas tareas como parte de la labor doméstica o, si eran realizadas para terceros, en tanto ayuda ocasional, pero no como fuente de los recursos familiares. Así se naturalizaba el trabajo femenino, quitándole carácter de reivindicación laboral, al tiempo que se consolidaba el modelo de hombre proveedor; se reforzaba, en definitiva, el “patriarcado del salario” (Federici, 2018).

Esto consiguió que la proporción de mujeres en tareas laborales se derrumbase según el registro estadístico: en 1947 se consideraban trabajadoras al 22,5% de las mujeres en Chubut, en 1914[5] al 29,8 y en 1895[6] al 42,3%. No se trataba de un dato de la realidad, sino de un intencionado sesgo generizado en la forma de (no) registrar a las mujeres que trabajaban (Queirolo, 2020).

El trabajo de Klubock (1992) “muestra que tenemos que analizar la formación de clase usando términos de género”, describiendo cómo la conformación de cada nuevo núcleo proletario se realiza “influido por ideologías concretas y construcciones sociales y culturales de sexualidad”, en general agravando la desigual distribución de poder “entre hombres y mujeres” (p. 52). D’Antonio y Scheinkman (2015) evidencian que los abordajes de la clase desde una mirada renovada

 

cuestionaron por qué se debía subsumir la experiencia de las mujeres trabajadoras a la de sus compañeros varones, y propusieron analizar el lugar de trabajo de modo generizado, procurando revelar las especificidades que tienen las mujeres trabajadoras y junto a ello la singularidad de sus tareas (p. 10).

 

Para abrir estos senderos fueron centrales los aportes de Joan Scott (2008) quién demostró la necesidad de incorporar la categoría ‘género’ al análisis de los procesos, desvinculándolo del biologicismo asociado a la diferencia sexual y conectándolo con las relaciones de fuerzas sociales y las disputas de poder. Barrancos (2007) señala que hasta allí “la historia no se había percatado del significado crucial de las relaciones jerarquizadas entre varones y mujeres” (p. 11). En una perspectiva similar Lobato, Stolcke y Ullivarri (2019) destacan que incorporar el ‘género’ a nuestros estudios busca “categorizar un conjunto más amplio de problemas que incluye la división sexual del trabajo e inscribe las relaciones entre varones y mujeres en estructuras de poder” (p. 27).

Andújar y D’Antonio (2020) realizan un balance sobre los avances en la perspectiva de género dentro de la historia social reciente de Argentina. Retoman y profundizan aportes formulados por Andújar, quien señaló la importancia de visibilizar “un sector numeroso de la fuerza laboral que había permanecido invisible a los ojos de la mayoría de los historiadores” (Andújar, 2017, p. 44). Indica, como déficit, que

 

las producciones languidecen a medida que nos acercamos a la mitad de la centuria. Para el lapso correspondiente a las primeras presidencias peronistas, es la clase obrera masculina la que sigue concentrando el interés de una historiografía del trabajo que, por el momento, se mantiene escasamente permeable al género (p. 52).

 

El presente artículo se ubica, justamente, en el período que Andújar formula como el de mayores carencias: “Este languidecimiento es aún mayor respecto de los años posteriores al golpe de Estado de 1955. Tanto la segunda mitad de los años 1950 como las décadas de 1960 y 1970” (p. 53), implicando una falta de “problematización y enriquecimiento del concepto de clase”, porque no se consigue “poner en evidencia que las clases sociales son formadas por sujetos sexuados” (p. 55). Retomando la mirada de E. P. Thompson (1995),[7] Andújar aporta a una historiografía de género que logra “desencializar a las mujeres al sortear su reificación en el lugar de víctimas para ubicarlas como sujetos activos de su pasado” (p. 55).

Además se busca enfrentar otra ‘esencialización’ de muchas miradas historicistas y de ciertas perspectivas feministas: la que da por supuesto que la humanidad avanza hacia horizontes de mayor igualdad y libertad, y, por lo tanto, de menores grados de opresión. Esa ‘fe’ en el progreso, que tan oportunamente había enfrentado Walter Benjamin (2007), sigue permeando nuestro sentido común (Gramsci, 1997) y gran parte de nuestra historiografía.

Noguera (2021) explora algunas derivas similares, preguntándose acerca de las narrativas construidas sobre los años ‘70 en Argentina y sus cruces con el género y las memorias. Esta investigadora destaca la necesidad de no soslayar “el carácter sexuado de las experiencias de las y los sujetos” (p. 2), sosteniendo que recuperar “la dimensión “política” del género –y, por tanto, su vinculación con el ejercicio del poder- es fundamental al momento de historiar las experiencias subjetivas de mujeres y varones” (p. 4). Para ello señala la centralidad de avanzar en “la exploración específica del mundo del trabajo con perspectiva de género”, sabiendo que existen “marcadas diferencias regionales, esto es, un mayor desarrollo de investigacio­nes en algunos lugares del país (generalmente grandes ciudades) y epocales” (p. 8).

La pesquisa que aquí expongo evidencia cómo en los años ‘50 e inicios de los ‘60 las mujeres obreras patagónicas habían conquistado lugares de dirección en el movimiento sindical chubutense, de los que luego fueron desalojadas y que hasta el presente no han podido recuperar. Dorothy Thompson alertaba, al analizar el impacto de la etapa victoriana, cómo “a una época de apertura y experimentación, en la que la gente parecía preparada para aceptar un amplio rango de ideas nuevas, le siguió una época de reacción, un norte más estrecho de expectativas y demandas” (p. 79). Una perspectiva semejante demuestra Nassif (2017), en sus estudios sobre el rol de las mujeres en Tucumán durante la década del ‘60.

La necesidad de visibilizar la agencia y el trabajo de las mujeres se hace aún más necesario en Patagonia, enfrentando otro sentido común: el que ubica a este territorio, difícil de habitar por su clima, distancias y carencias, como una “tierra de hombres” (Haurie, 2016). Esta perspectiva fue reforzada por las representaciones del cine (Escobar, 2011) y la literatura (Salguero, 2011; Goicochea, 2013), donde las mujeres o no aparecen o tienden a ser presentadas en tanto víctimas necesitadas de protección. Nuñez y Michel (2019) señalan el vínculo entre la conquista militar del territorio patagónico y el ocultamiento de la agencia femenina.[8]

Es cierto que Patagonia es la región que tuvo los mayores índices de masculinidad en Argentina (Cuadra, 2004), pero ese dato de la realidad sirvió como una herramienta para ocultar el rol de las mujeres en el trabajo y la conflictividad social de esta región a lo largo de su historia ‘moderna’ (Ciselli, 2004; Bascopé, 2011; Andújar, 2014; Binder, 2014). Ise y Lobo (2021) revisan esa historicidad y la importancia de incorporar la noción de género, para no “invisibilizar a las mujeres como sujeto político” (p. 21).

Por último señalo seis trabajos que han sido relevantes para ubicar la experiencia obrera de este colectivo laboral. El aporte de Schiavi (2013) fue central para situar la historia de la AOT y su modelo sindical, así como las contribuciones de Basualdo (2016, 2019) sobre la agencia obrera en las fábricas textiles, las dinámicas represivas y las propuestas sindicales en disputa. Los trabajos de Dawyd (2020), Gorza (2020) y Lenguita (2020) ofrecieron datos y lecturas importantes para construir el contexto epocal, y el libro de Nari (2005) brindó elementos claves en términos conceptuales.

 

Antes de la sindicalización: 1956-1958

 

El impacto de la política de promoción industrial para Patagonia se concentró en el noreste de Chubut (la región al sur del paralelo 42 más cercana a Buenos Aires: unos 1400 km de distancia). Se integran allí los departamentos administrativos de Gaiman, Rawson y Biedma, núcleo histórico de la colonización galesa (Jones, 1966) que arribó a este territorio en 1865 transformando su dinámica. Allí se ubican las ciudades de Trelew y Puerto Madryn, separadas entre sí por unos 60 kilómetros, centros receptores de la inversión industrial. La gran extensión patagónica siguió sumida en la producción ganadera ovina, en decadencia desde la década del ‘50 (Beinstein, 1993).

En el período ‘56-58 se comenzó a conformar un nuevo colectivo obrero: el de lxs textiles de Patagonia. Todavía no se registra sindicalización, pero empezaron a expresarse indicios de actividad gremial, generalmente vinculada a defender los intereses de los empresarios con inversiones en la región. Son los años del inicio de la industrialización regional (Rougier, 2007 y 2016) y la dinámica de oposición entre quienes radicaban fábricas en Patagonia al abrigo de los subsidios estatales, y los que atacaban ese proyecto por considerar que generaba privilegios para ciertos empresarios.[9]

En enero de 1956 fueron intervenidos los sindicatos de Chubut, a través de la ocupación de la CGT (Confederación General del Trabajo) de Trelew y Comodoro Rivadavia por parte de la dictadura. En ese marco, la FECH (Federación Empresaria del Chubut) planteó la necesidad de políticas de promoción regional y algunos empresarios textiles se entrevistaron con el interventor militar Sidders, solicitando apoyo estatal para realizar inversiones.

En abril fueron intervenidas las seccionales Madryn y Trelew de la Unión Ferroviaria (UF), que habían generado algunos hechos de resistencia contra el golpe de 1955 (Pérez Álvarez, 2021). Hasta esa fecha se trataba del gremio más importante, tanto por la cantidad de afiliados como por su historia y capacidad organizativa. Esa posición de ser el gremio estratégico (Womack, 2007) en lo regional pasaría a ser ocupada por el sindicato textil, en especial desde que en 1961 el gobierno de Frondizi clausuró el Ferrocarril Central del Chubut (inaugurado en 1886, y que hasta esa fecha funcionó como la herramienta articuladora del territorio; Pérez Álvarez, 2015a).

Cuadro de texto: Ilustración 1 - Visita de Framini a la fábrica "Las Margaritas", observando, junto a empresarios, funcionarios y una supervisora, el trabajo de una obreraA fines de junio se conoció el decreto-ley que otorgaba franquicias de importación al sur del paralelo 42, comenzando la instalación de plantas textiles en la región. A los pocos días se aprobó el estatuto que regiría en las nuevas provincias patagónicas (Perren y Pérez Álvarez, 2011), por el cual se convocaba la asamblea constituyente provincial (Gatica y Pérez Álvarez, 2012). Ambos procesos no eran coincidentes por mero azar: se trataba del intento del Estado de incorporar la Patagonia al nuevo ordenamiento nacional, en el marco de la retórica de soberanía, integración y desarrollo (Ruffini, 2007; Ruffini y Blacha, 2013). Es evidente el sesgo autoritario del proyecto, tanto por su origen dictatorial como por la escasa o nula participación de la población regional en los proyectos formulados (Bandieri, 2005).

En noviembre ya estaba funcionando la primera textil en Puerto Madryn: “Las Margaritas” era un taller de confección de camisas que empleaba 60 mujeres. Si bien todavía no se conocen en profundidad las características de las plantas textiles en Patagonia, ni las condiciones de trabajo que allí reinaban, se pueden aportar algunos datos iniciales para lo cual las fotografías brindan indicios. En el período aquí abordado se observan fábricas instaladas precariamente en galpones del casco urbano de las ciudades, con escasa tecnificación, más cercanas a un modelo de manufactura en el cual la máquina se subordinaba al oficio de las operarias. Eso empezó a modificarse a mediados de los ‘60 y tuvo un nuevo salto en los ‘70: allí se asistió a una mayor tecnificación y al traslado de las plantas hacia los parques industriales que por entonces eran conformados. Al mismo tiempo se avanzaba en una mayor integración de personal masculino, en especial a cargo de la maquinaria más moderna o de los cargos de supervisión. Las primeras que incorporaron esos avances tecnológicos fueron Cualicron y Tycora, de capitales estadounidenses.

Esa industrialización que se impulsaba en Patagonia era parte de la política de seguridad nacional diagramada por las fuerzas armadas (Villegas, 1969): el diario regional informó que se perseguiría el sabotaje fabril, al tiempo que el dictador Rojas anunció la instalación de la base aeronaval de Trelew (Fernández Picolo et. al., 2014).

En 1957 se expresó la interna empresarial entre quienes planteaban que las franquicias eran ilegales y aquellos que las defendían. En su visita a Trelew el dictador Aramburu sostuvo que las franquicias eran “un hecho definitivo” (Jornada, 18/2/57, p. 1). A finales de junio se conformó la Comisión en Defensa de las Franquicias, emitiendo una solicitada titulada “Los patagónicos al pueblo de la Nación”, que hacía eje en “poblar el enorme desierto”, como medida que “asegura la soberanía sobre el suelo”, y pidiéndole “al pueblo de la Nación, que tenga paciencia y espere el fruto del experimento” (Jornada, 22/7/57, p. 3).

A fines de febrero de 1958 se realizaron las primeras elecciones a gobernador de Chubut. En el marco de la proscripción del peronismo, fue elegido Jorge Galina de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). El gobierno relevó las fábricas instaladas en Trelew y Madryn: ya había 616 obrerxs ocupadxs, en 27 plantas (Jornada, 8/3/58, p. 4).

Cuadro de texto: Ilustración 2 - El trabajo femenino en una de las primeras plantas de Puerto MadrynEn mayo se produjo la primera acción relevada que expresa cierto grado de autonomía obrera: el gobernador fue abordado por un grupo de obrerxs durante un acto, expresándole su reclamo por el futuro de las industrias y el atraso salarial que sufrían (Jornada, 19/5/58, p. 4).

A partir de allí se inició una dinámica organizativa específicamente sindical. El sábado 24 de mayo, “Obreros de fábricas se aúnan para defender las industrias” (Jornada, p. 5) en el Salón San David, de la colectividad galesa. Se conformó una comisión “mixta, de trabajadores varones y mujeres”, pero sólo se nombra a tres varones que viajaron a Madryn para sumar esa localidad al movimiento. Allí se formó otra comisión, con Alberto Bordenave, Luis Waisman “y las señoritas Edmée Barroso y Herminia García”.[10] Se registró una concurrencia que el diario calificó como “extraordinaria”, convocando otra reunión en el “Molino de Oro”, de Trelew, para “elegir las autoridades definitivas del organismo obrero que persigue la defensa de la industria por las franquicias” (Jornada, 27/5/58, p. 8).

La reunión se realizó el miércoles 28 de mayo por la noche, decidiendo el viaje a la Capital Federal de dos obreros para visitar “autoridades, legisladores y al gremio textil” (Jornada, 14/6/58, p. 2). Días después un grupo de cuatro trabajadores (varones) se entrevistaron con el vicegobernador Scocco,[11] destacando que “la delegación será acrecentada por representantes del sexo femenino, ya que consideran que es necesario que también participe la mujer en esta campaña, pues el porcentaje de ellas que trabaja en las fábricas es muy grande” (Jornada, 18/6/58, p. 5). Esa comisión, integrada por “las señoritas Elba Cooper, Edmée Barroso y los señores Alberto Bordenave, Osvaldo Alizari, Gómez y Larroudé” (Jornada, 23/7/58, p. 8), no consiguió su objetivo de ser recibida por Frondizi en Buenos Aires.

El 15 de agosto se convocó la paralización de actividades en Puerto Madryn contra una resolución que dificultaba el ingreso de materia prima para las industrias: fue impulsada por los empresarios y respaldada por el incipiente movimiento obrero textil. En Trelew lxs obrerxs marcharon al municipio y decidieron enviar otra delegación obrera a Buenos Aires.

Entre fines de agosto y septiembre empezó el armado de un sindicato textil en Patagonia: el efímero ‘Sindicato de Obreros Textiles y Afines’. Ante ello viajaron dos dirigentes de la AOT, Vicente López y Antonio Cirer, quienes declararon que “Los obreros textiles del norte no estamos contra el paralelo 42” (Jornada, 18/9/58, p. 4). Su recorrida abortó el proceso organizativo y profundizó la ofensiva contra la radicación de industrias en Patagonia. La prensa regional resaltó el supuesto riesgo de la soberanía argentina sobre el territorio por el freno a las inversiones, agitando el fantasma de una secesión: “si poblamos el sur, no habrá nunca peligro de secesión. Si mantenemos el desierto, el peligro quedará flotando permanentemente” (Jornada, 8/10/58, p. 5).

Al iniciarse noviembre se conformó la UIP, nucleando las empresas instaladas al amparo de la promoción. Durante todo el período eran constantes los llamados a nuevo personal en las fábricas, con avisos generizados y por edad (por ejemplo, convocando “costureras”, “overlockistas” o “aprendizas”, desde “14 años en adelante”). Por su parte las convocatorias a “varones” eran en roles de maestranza, electricidad, reparaciones, etc. (reconociéndoles así su oficio, algo no valorizado para el personal femenino). No se registran convocatorias a capataces o supervisores, reclutamiento que seguramente se realizaba por medios de carácter más reservado, ni se especificaban las condiciones de los empleos ofrecidos. En ese marco de constante incremento del personal textil, ya se hacía evidente la demanda de formalizar la agremiación obrera.

 

¿Un sindicato para los empresarios o para las obreras?: 1959-1961

 

Que la dinámica de organización obrera regional se consolidara desde 1959 no parece casualidad: la lucha en el frigorífico Lisandro de la Torre (Salas, 2015) y la profundización del enfrentamiento contra el gobierno de Frondizi en varios planos (Munck, 1987; Pis Diez, 2018) había modificado el marco social. Tampoco creo que fuese fortuito que las mujeres cumpliesen en ese proceso un rol central: la obtención de su ciudadanía política (Valobra, 2018) incentivaba, por entonces, su creciente participación en diversos ámbitos de la sociedad.[12]

El 11 de enero se reunieron delegadxs de 13 fábricas de Trelew, apoyando la demanda empresaria de mayores facilidades para importar materia prima. Del mismo debate también emergió, como conclusión, la necesidad de conformar un sindicato obrero. Luego se publicó una solicitada de la Asamblea de Obreros Textiles de la Zona del Valle Inferior y Puerto Madryn, la UIP y la Comisión en Defensa de las Franquicias, titulada “El sur defiende su industria” (Jornada, 15/1/59 p. 3). Ese día se anunció la formación del gremio textil, con un acto que se realizaría el 7 de febrero.

Cuadro de texto: Ilustración 3- Jornada, 10/2/59, p. 5Allí se hicieron evidentes las líneas de confrontación al interior del colectivo obrero, en general, y de lxs textiles en particular. Para la misma fecha[13] la CGT convocó una asamblea, con la presencia de Tereñes, enviado por la conducción nacional; reunieron unxs 50 obrerxs, con varios dirigentes locales. El interventor atacó a lxs textiles (sosteniendo que “su actitud estaba muy equivocada, ya que intentaban formar un sindicato patronal”) y exigió formalizar la CGT local e impedir la creación de un gremio textil por fuera de la AOT. Señaló que los patrones ‘del sur’ eran contrabandistas y que hacían trabajar de noche a las mujeres. Suárez, de La Fraternidad, sostuvo que lxs textiles rompían la unidad porque “no trabajaban por necesidad, sobre todo las mujeres que eran las más, quienes sólo se ocupaban para obtener ingresos para sus lujos”.[14] Finalmente se votó una comisión para formalizar la CGT local, integrada únicamente por varones, como lo ilustra la foto (Jornada, 10/2/59, p. 5-8).

No hay registros sobre lo sucedido en la asamblea textil, pero a los pocos días un grupo de textiles se entrevistó con el gobernador Galina. Varias plantas estaban paralizadas por falta de materia prima, y lxs empleadxs veían peligrar su fuente de trabajo. Obrerxs de Ifet, en Trelew, se movilizaron al diario, protestando por esa situación, que implicaba una fuerte rebaja de sus salarios. Eran 60 trabajadorxs, que previamente habían sido recibidxs por el intendente: si bien la reseña periodística habla de “obreros”, la foto que ilustra la noticia muestra un grupo de 4 mujeres (Jornada, 21/3/59, p. 5).

Cuadro de texto: Ilustración Jornada, 21/3/59, p. 5Al siguiente mes un grupo de obreras de Madryn marcharon reclamando “que se cumpla la ley”, representando a 5 plantas (Las Margaritas, Kemmeney, Toldi, Portrémoli y Del Golfo). Planteaban que: “mientras obreros norteños hacen huelgas para no trabajar, nosotros pedimos materia prima para engrandecimiento nacional. Saludan a V.E. Por comisión directiva: Ana E. de Ibarra, presidenta; Edmée Barroso, secretaria”. Completaban la delegación otras veinte trabajadoras (Jornada, 25/4/59, p. 5). Es la primera ocasión en que se publica lo que sería la comisión directiva del Sindicato Textil de la 4- J Patagonia (en adelante STP),[15] encabezado por Ana de Ibarra.

Scocco asistió a un acto en Madryn por el 1º de mayo, con alrededor de 500 obrerxs textiles. Allí Ibarra fue la oradora central, y afirmó: “las relaciones entre nosotras y las empresas industriales, es absolutamente armónica” (Jornada, 2/5/59, p. 2). La CGT local reconoció, tras varios meses, al STP: Ibarra agradeció el hecho, remarcando que “Este sindicato luchará por los derechos obreros en procura del bienestar de la Patagonia y el engrandecimiento de la Nación” (Jornada, 8/6/59, p.8). De todas maneras las disputas continuarían, y la CGT nacional constantemente enfrentó la formación de sindicatos ‘paralelos’, que tuviesen una perspectiva regionalista en Patagonia.[16]

Durante agosto, el STP consiguió un aumento salarial para lxs textiles de Madryn, donde se asentaba su sede. Continuaron las protestas por la vigencia de los convenios, y el reclamo del pago de salario familiar, vacaciones, aguinaldo y otras leyes que no se respetaban en Patagonia. Una delegación obrera se reunió con Galina, integrada por Otero (CGT), e Ibarra, Berta Ojeda, Nelly Perales y Andrés Roftun (todxs ellxs por el STP[17]).

Comenzaba el debate sobre la necesidad de construir un gremio textil “unido y fuerte”, que superase las divisiones por región o ciudad (Jornada, 24/8/59, p. 7). Esto se expresó tras una reunión en el Ministerio de Trabajo, donde asistieron textiles de distintas ciudades de Patagonia reclamando el cumplimiento de los convenios laborales. No se respetaban vacaciones, licencias por enfermedad, aguinaldo, convenios de productividad, etc. Eran frecuentes las sanciones, y hasta despidos, sufridos por las trabajadoras embarazadas: ocultar la condición de gravidez era un recurso habitual para intentar sortear esos ataques patronales.

Cuadro de texto: Ilustración 5- Jornada, 1/9/59, p. 3Se realizó una importante asamblea textil en Trelew, cuyas fotos evidencian la presencia femenina (tanto en la conducción, donde sólo hay un varón y la que habla es Ana Ibarra, como entre el ‘público’ fotografiado: todas son mujeres); el diario, pese a ello, tituló “Obreros Textiles celebran asamblea” (Jornada, 1/9/59, p.3). También hubo reuniones en Madryn con empresarios, exigiendo el respeto a las normas de trabajo.

Durante el final de 1959 se profundizó el enfrentamiento empresarial; ante una nueva embestida de la UIA contra las franquicias, la UIP y el diario Jornada volvieron a agitar la posibilidad de un movimiento secesionista. En ese marco se realizó otra asamblea textil para formar el gremio textil en Trelew: se nombró a “la señora de Nudelman” como delegada, impulsando un agrupamiento alternativo al dirigido por Ibarra (Jornada, 7/9/59, p. 4).[18]

La CGT regional le dirigió un memorial a Frondizi reivindicando la promoción industrial (por entonces atacada por el ministro de hacienda, Álvaro Alsogaray). Destacaban la necesidad de promover “la capacitación del aborigen”, “defender los intereses nacionales” y poblar con “sus familias esos lugares inhóspitos”, prometiendo que “en la Patagonia la palabra huelga es casi desconocida” (Jornada, 23/9/59, p. 3). Por segunda vez aparece, en los posicionamientos de colectivos obreros de la región, la ‘oferta’ de que en Patagonia el capital tendría a su disposición cuerpos obrerxs menos rebeldes que en las grandes ciudades.

La alianza entre empresarios, ‘notables’ locales y dirigencia sindical (en especial la que encabezaba Ibarra) se expresó en una serie de actos en defensa del régimen promocional. Fueron oradores Otero, Ibarra, Koslovsky (por la UIP) y el director de Jornada, Feldman Josín, como presidente de la “Comisión en Defensa de las Franquicias”. Esa comisión también se formó en Madryn, donde Ibarra sostuvo: “no tratamos de defender a los industriales sino que nos defendemos nosotros mismos, que sin los industriales no hay industrias y sin ellas no hay trabajo” (Jornada, 5/10/59, p. 5).

Cuadro de texto: Ilustración 6- Jornada, 1/10/59, p. 1La foto del acto en Trelew muestra una plaza con masiva presencia obrera (entre ellas muchas mujeres), y en la nota se reseña que una bandera sostenía “Los obreros por el mantenimiento de sus fábricas”. Josín planteó que “las obreras presentes en el acto no quieren volver al rancho dejado en Telsen, en Paso de Indios, en Las Plumas o en cualquier otro lugar; rancho que no ofrece sino miseria, abandono y una vida sin variantes” (Jornada, 5/10/59, p. 4).[19] Otero alertó que de no poblarse Patagonia se corría el mismo riesgo que con las Malvinas. En el palco estuvieron el gobernador Galina, el vice Scocco y varios diputados nacionales de la UCRI.

En ese marco se expresó una ruptura al interior del STP. Un grupo de delegadxs acusó a Ibarra de “desconocer la comisión y digitar otra”, con el fin de “dividir a los trabajadores” (Jornada, 22/10/59, p. 3); firmado por Carlos Twaites,[20] Edmée Barroso y otras obreras. No parece coincidencia que en noviembre, por primera vez, se expresó que el sindicato textil formado en Trelew era parte de la AOT. El viernes 6 se realizó una asamblea del STP, convocada por Ibarra. Asistieron unas 150 obreras (en femenino en la nota) con delegadas de todas las plantas, a excepción de “Las Margaritas” (Barroso y Twaites eran delegadxs de esa fábrica). Se ratificó a Ibarra y se eligió nueva comisión directiva, desplazando a lxs opositorxs.

Esto profundizó la disputa. Al otro día se publicaron dos comunicados: el primero de la “Comisión Obrera pro-defensa del paralelo 42”, que expulsaba a Ibarra por “haber cometido la peor de las traiciones denunciando policialmente a miembros de la comisión”, sindicándola de “elemento al servicio de la patronal y elemento policial”. La otra expresión era de Ibarra, culpando a lxs integrantes de la otra fracción de haber vendido bonos falsos (Jornada, 11/11/59, p. 9).

La AOT se consolidaba en Trelew, con un perfil de mayor enfrentamiento con los empresarios. Nudelman denunció las “reiteradas maniobras realizadas por los industriales inescrupulosos”, y alertaba a lxs obrerxs que “no deben firmar ningún documento, renuncia al trabajo suspensiones, etc., sin antes consultar al sindicato” (Jornada, 20/11/59, p. 5).

“Obreros del norte contra obreros del sur”, fue el título dado por Jornada a lo que calificaban como un nuevo ataque a las franquicias, comparándolo con la guerra de secesión de Estados Unidos (Jornada, 15/12/59, p. 4). En este caso un grupo de obrerxs de Buenos Aires se había manifestado en contra del régimen promocional. Jornada señala que la AOT estaba detrás de la iniciativa, en alianza con la UIA para sostener los núcleos tradicionales del movimiento obrero. Empezaban los embates contra la AOT en la región, que se profundizaron durante 1960.

Jornada y algunos empresarios reclamaban “considerar muy detalladamente la conducta de algunos dirigentes de la Asociación Obrera Textil Trelew”. Nudelman fue acusada de apoyar a la AOT contra las industrias en el sur, denunciando la decisión de agrupar a lxs obrerxs de Trelew en un sindicato distinto al que dirigía Ibarra (Jornada, 8/1/60, p. 3).

El diario, alineándose en la disputa sindical, destacaba la obra del STP, que repartía ajuares para bebes, zapatillas, frazadas, mantas, pullovers y medias. Las donaciones eran de Cualicrom y Las Margaritas. Por su lado la AOT Trelew convocó una serie de eventos para recaudar fondos en beneficio “de los hermanos chilenos en desgracia”.[21] En junio se emitió la resolución por la cual la AOT nacional creó su seccional Trelew, dirigida por Eva Nudelman, e integrada por siete mujeres y tres varones. Así se legalizaba la comisión provisoria, transformándola en ‘ejecutiva’.

El STP difundió un proyecto de ley para solucionar el aprovisionamiento de materia prima. La propuesta destacaba el esfuerzo de los industriales que invertían en Patagonia, exigiendo diez años de promoción garantizada. En septiembre se realizó una asamblea en Madryn, con presencia de “una nutrida delegación de dirigentes y funcionarios de Trelew”. Empezaba la ofensiva contra el STP, con presencia de Otero por la CGT, dirigentes de gastronómicos, La Fraternidad, portuarios, comercio y Nudelman por lxs textiles. Se informó que Ibarra no podía participar por carecer de personería; la dirigente de la AOT denunció que los industriales tenían materia prima a disposición, y que no la usaban para generar despidos y presionar al gobierno, llamando “a nuclear fuerzas en ese organismo sindical” (Jornada, 10/9/60, p. 6).

En asamblea el STP resolvió mantener su autonomía y a Ibarra como su autoridad. Además eligieron delegadas en Cualicrom y Surimpor. La disputa por la representación sindical de lxs textiles continuaba, y mientras el STP anunciaba la obtención del reconocimiento gremial,[22] Nudelman pasaba a ser parte de la mesa directiva de la CGT.[23]

Cuadro de texto: Ilustración 7- Jornada, 9/3/61, p. 7En el año 1961 se registra la constante publicación de avisos clasificados que seguían solicitando “operarias y aprendizas” para las plantas que abrían sus puertas, en medio de la disputa sindical que la AOT parecía empezar a definir a su favor. La búsqueda de un sindicato regionalista era ahogada, y al mismo tiempo se iniciaba el desplazamiento de las obreras en roles de dirección: durante la reunión por la aplicación del convenio textil en Patagonia, Nudelman ya era la única mujer presente entre siete varones (Jornada, 9/3/61, p. 7). El enfrentamiento regionalista era real, pero puede sospecharse que en gran medida se utilizó desde la AOT nacional como una buena excusa para barrer a las mujeres de los espacios de dirección.

Durante el debate con los empresarios, la conducción de la AOT reclamó el derecho a designar delegadxs por planta; los industriales aceptaron, pero exigiendo que esos cargos fueran desempeñados “con responsabilidad”. Jornada informó que: “En una reciente asamblea textil de Trelew, una parte de la barra vivó a Perón e insistió en slogan del régimen”. La CGT y la AOT ratificaron su no definición política, afirmando que sufrían presiones de “los ‘62’, los ‘32’, los ‘19’, MUCS, etc.” (Jornada, 7/4/61, p. 5). Era evidente el interés de esa dirigencia por presentarse como ‘inofensiva’ y desideologizada; también parecía claro que la AOT, cuando comenzaba a definir la pulseada sindical, rápidamente dejaba atrás su perfil un poco más confrontativo que el del STP.

Ese sindicato ya restringía su accionar a iniciativas de corte mutualista, financiadas por algunas empresas. Así inauguró una guardería en Cualicron y realizó agasajos y premios para las trabajadoras (eligiendo, por ejemplo, “la reina textil”).[24]

En el acto por el 1º de mayo ocurrió un hecho singular: fue orador un dirigente nacional de la AOT (su secretario de organización), y no su secretaría general. Héctor Peluso destacó la juventud del gremio en la región, señalando que necesitaba el apoyo de dirigentes como Framini (Jornada, 2/5/61, p. 12). Al otro día la AOT de Trelew lanzó una campaña hacia los mil afiliados, único camino, según Peluso, para asegurar los servicios médicos.

Durante el fin de 1961 se desarrolló la huelga ferroviaria contra el plan Larkin (Ortega, 2010) que culminó con la clausura del tren local: no hubo protestas de relevancia donde lxs textiles participasen. Se emitieron nuevos decretos prorrogando la promoción industrial[25] y Peluso poco a poco avanzó en el control de la AOT regional, desplazando la anterior centralidad de Nudelman.

En la huelga nacional de octubre se destacó que el gremio textil “pese a ser de reciente formación marca rumbo dentro de las organizaciones gremiales. La adhesión al paro por parte de la Asociación Obrera Textil fue total en todos los establecimientos”, y “en algunas fábricas los mismos obreros formaron piquetes de huelga” (Jornada, 7/10/61, p. 4).

 

Del sindicato regional y femenino a la intervención de la AOT: 1962-1964

 

Al iniciarse 1962 la AOT creó una delegación en Puerto Madryn, avanzando contra el STP. La misma dependía de la seccional Trelew, estaba dirigido por Anita de Roca, e integrado por otras nueve mujeres y dos varones. Como respuesta el STP renovó su conducción, que seguía encabezada por Ibarra y con amplia mayoría femenina.

Durante noviembre y diciembre se profundizaron los problemas en las plantas, por el vencimiento de las franquicias y la falta de materia prima que esto generaba. Hubo suspensiones y despidos, ante lo cual la AOT (representada por Nudelman y Marta Brunialtti, secretaria general en Comodoro Rivadavia) se reunieron con la UIP: destacaron que muchas de las obreras eran madres a cargo de sus hogares. Por su parte, la única nueva noticia relacionada al STP en el resto de 1962 fue su participación en la cena de fin de año realizada por la UIP en Trelew. Allí también estuvo la dirigencia de la CGT y la AOT (incluido Peluso), así como el gabinete provincial.

En marzo de 1963 se resolvió la unificación del gremio textil en la región. Se reunieron Eva Nudelman, Carrizo (CGT Comodoro Rivadavia), Lía de Ferrari (ATE), Echarri (portuarios) y el director del Departamento Provincial del Trabajo. Allí se presentó Ana Ibarra y

 

una delegación de cuatro compañeras pertenecientes al ex Sindicato Textil y Confección de la Patagonia, quién expresó que renunciaba a la conducción del sindicato paralelo por la unidad del gremio, a fin de evitar que los patronos sigan abusando y violando los derechos del convenio, para así facilitar que la Asociación Obrera Textil haga llegar los beneficios del gremio. (Jornada, 4/3/63, p. 5).

 

Carrizo convocó a afiliarse al único gremio reconocido, dirigido por “Andrés Framini en el orden nacional y la compañera Nudelman en el orden local” (Jornada, 4/3/63, p. 5).

La ofensiva del sindicato nacional había coronado su éxito en derrotar el intento regionalista; ahora continuaba su ataque, buscando el desplazamiento de las mujeres que ejercían cargos de dirección. Como ya lo vimos hasta allí todos los sindicatos textiles de Chubut eran conducidos por mujeres. Aquí la correlación entre los géneros empezó a cambiar velozmente: la nueva filial Madryn fue integrada por siete varones y solo una mujer, quien tenía a su cargo el feminizado rol de “asistencia social”.

Una de las preguntas que este trabajo abre, es si la clave del ataque de la dirección sindical nacional se concentraba en lo regional o en el enfrentamiento contra las mujeres. A modo de hipótesis considero que el problema era la doble herejía: ese proyecto regionalista era propugnado por cuerpos femeninos, que solo por eso ya se constituían como irreverentemente subversivas y, por lo tanto, como inviables de ser incluidas en un ‘acuerdo’ o ‘negociación’. La ofensiva tomó la forma de una evidente revancha de género: las mujeres, que habían osado construir un proyecto sindical alternativo al que los varones habían formulado desde Buenos Aires, debían ser desplazadas de todo rol de relevancia, desde ese momento y para siempre.

En futuros avances será relevante analizar si este proceso se dio en paralelo con una masculinización de los sindicatos en general, con una reafirmación del rol ‘privado’ que debería reimponerse sobre las mujeres en el marco del nuevo ciclo autoritario que se implantaba en el país, o con acciones de defensa de las élites locales y nacionales ante lo que se observaba como un amenazante despertar de la agencia femenina durante esos agitados años ‘60.

Desde la AOT se continuaron desarrollando algunas acciones contra las suspensiones y cierres de empresas, así como la participación en una huelga general convocada durante mayo de 1963. Pero en general su protagonismo se limitó a pronunciamientos y gestiones. El gremio local tenía la constante presencia de Peluso, en lo que se iba transformando en una intervención de hecho.

Las disputas por el régimen promocional llevaron al gobierno nacional a reemplazar las franquicias de importación por subsidios impositivos. En septiembre Héctor Peluso y Narciso Ángel (UF) fueron nombrados por la CGT central para normalizar (otra vez) la filial cegetista local. La CGT regional quedó, efímeramente, dirigida por Lía Ferrari y secundada por Eva Nudelman.

Cuadro de texto: Ilustración 8 – Jornada, 16/11/63, p. 9aA mediados de noviembre la AOT central intervino a la seccional local, sin ningún aviso previo en lo formal. La resolución, firmada por Framini, fue tapa del diario y generó un gran impacto regional. Se enviaron, como interventores, al dirigente de Chaco, Juan de Díaz Otero, y a Fernando Cardoso, de Buenos Aires. La CGT local se expresó a favor de la AOT regional, enfocando el conflicto en la disputa de “la rama textil porteña contra la rama textil del nylon en el interior” (Jornada, 15/11/63, p. 1).

Los enviados de la AOT nacional y un pequeño grupo de delegadxs alegaban que el mandato de Nudelman estaba vencido, y que Cardoso formaría una nueva comisión local. La editorial de Jornada, al igual que la CGT, ubicó este conflicto en la línea de choque entre los industriales “del Norte” y aquellos que tenían inversiones en Patagonia.

Cuadro de texto: Ilustración 9 – Jornada, 16/11/63, p. 9bLa AOT Trelew convocó una asamblea en el club Independiente: fue masiva y mayoritariamente femenina, con más de quinientxs obrerxs, “considerándose la más numerosa de todas las realizadas en Trelew”. Estuvo Cardoso, Otero y algunos de sus adherentes, como César Ayala, por entonces delegado de la AOT en Rawson. Mientras el interventor acusaba a Nudelman de autoritarismo, las delegadas destacaban el buen funcionamiento sindical. Cardoso insistió con la escasa afiliación, y Nudelman contestó que eso se debía a la falta de apoyo de la AOT, y lo acusó de exigir a las obreras que no fueran a la asamblea. Ante la negativa de Cardoso varias trabajadoras indicaron “es verdad lo que dice nuestra compañera Nudelman”. Otra voz acusó “Lo que usted quiere es que se lleven las fábricas al norte”. Una obrera afirmó “Romero[26] está en contra de nosotros”, ante lo cual Cardoso amenazó: “El desacato a un miembro del Consejo Directivo y la difamación, según el artículo 54, pueden dar lugar a la intervención”; la obrera respondió “¿Me van a intervenir también a mí?” (Jornada, 16/11/63, p. 9).

Ayala exigía “Seamos orgánicos”, recalcando: “Ustedes se encuentran en rebeldía porque desacatan una resolución del Consejo”. Sandín, adjunto de la AOT local, mocionó rechazar la intervención y convocar a elecciones de inmediato; tras eso, Cardoso y otros quince asistentes se retiraron de la asamblea, que aceptó por unanimidad la propuesta de la dirigencia local.

El interventor nacional emitió un comunicado donde expresó un “saludo fraterno del Consejo directivo y de todos los trabajadores textiles del Norte”, llamando a “no dejarse engañar por las maniobras confusionistas” y a defender “este lejano rincón de la Patria”. La ajenidad con la que se refería a la región que venía a intervenir era evidente: un ‘discurso de conquista’, similar al que hemos reseñado como sintomático en las políticas que el Estado nacional ha ido imponiendo sobre Patagonia (López, 2013; Pérez Álvarez, 2016).

A los pocos días el gobierno provincial convocó a Cardoso a una reunión formal y la CGT local dejaba atrás su postura de enfrentamiento, legitimando ahora la intervención. De inmediato comenzaron a prestarse los servicios sindicales de la AOT, especialmente la atención en el Instituto Médico del Sur. Pero también continuaban algunas acciones de resistencia: las obreras de Interlana se movilizaron para protestar contra la suspensión laboral, expresando que “al señor César Ayala no le reconocemos autoridad para representarnos” (Jornada, 5/12/63, p. 1).

En enero de 1964 se realizaron las elecciones nacionales de la AOT, que dictaminaron la reelección de Framini, sobre la lista celeste. En la zona, lxs opositorxs a la intervención convocaron a votar en blanco, al tiempo que obreros de Cualicron marcharon en Madryn porque se les adeudaba el aguinaldo y los jornales de diciembre. Cardoso afirmó que también había deudas en varias plantas de Trelew, pero no se impulsaron acciones en las calles.

Finalmente, y tras una importante tarea de afiliación buscando garantizar la victoria oficialista, se convocó a elecciones en la AOT de Trelew para el 6 y 7 de mayo. Firmaban la resolución Framini y Peluso, y la comisión electoral estuvo directamente a cargo del cuestionado secretario de interior Manuel Romero. Desde el 7 de abril se instalaron en la zona Romero y J. Manzorro, integrantes de la AOT nacional: en una burda maniobra informaron que la presentación de listas se realizaría de manera presencial en la AOT de Capital Federal, Solís 765/73, pese a que la comisión electoral estaba residiendo en Trelew. Quienes defendían la anterior gestión local se presentaron como lista “Celeste”, encabezados por Marciano Ruiz, Juan Sandín y Julio Villarreal,[27] buscando “llevar auténticos trabajadores patagónicos a la conducción del gremio textil” (Jornada, 13/4/64, p. 9). Como se observa, las mujeres ya no encabezaban listas, ni siquiera entre lxs opositorxs. La revancha de género parecía cumplir su objetivo, inclusive entre quienes disentían con la conducción nacional.

Cuadro de texto: Ilustración 10 – Jornada, 13/5/64, p. 7.Como parte de la campaña, Cardoso anunció la ampliación de los servicios médicos, incluyendo odontología, radiología y otras especialidades. Como una señal más de la centralidad asignada por la conducción de la AOT a esta campaña, visitó la zona Framini. El dirigente nacional encabezó un acto en el club Independiente, centrado en su rol como figura política del peronismo: prometió que 1964 sería el año del regreso de Perón y exigió que las conducciones provinciales peronistas se subordinasen a las ‘nacionales’. Luego se dirigió a lxs textilxs César Ayala, quien habló en favor de la unidad obrera, llamando a votar la lista emanada de la intervención, que él encabezaba.

Finalmente se impuso la lista “Verde”:[28] la AOT difundió una foto de lxs integrantes de ambas listas, en la que se observan diez varones parados y tres mujeres sentadas. La ilustración 10 fue acompañada de un comunicado: sostenía que así se completaba el proceso de reorganización iniciado por la intervención, impulsando ahora la estabilidad de las fuentes laborales, la afiliación y la asistencia social (Jornada, 13/5/64, p. 7). Era evidente el nuevo rol de subordinación asignado a las obreras y el perfil cada vez más verticalista que asumiría el sindicato textil, desde ahora enrolado en la perspectiva de la conducción nacional. Ayala seguiría en la dirección sindical por años, denunciando a parte de sus afiliadxs como ‘subversivos’ (Perucca y Castro, 2016; Fernández Picolo y Rivera, 2009).

Cuadro de texto: Ilustración 11 – Jornada, 16/5/64, p. 1.Ayala y un grupo de textiles de la planta “Rostas”, visitaron la sede del diario anunciando un acuerdo en el conflicto que allí se vivenciaba. Las obreras habían votado ocupar la fábrica contra los despidos, pero la dirección sindical negoció el pago de un 50% de los salarios durante la clausura por falta de materia prima. En el acuerdo intervino el gobernador provincial, con el compromiso sindical de no realizar nuevas acciones de protesta. Ayala aseguró que no se ocuparía ninguna planta: en la foto se ven dieciocho personas, quinces obreras mujeres, Ayala (en el centro) y otros dos varones (Jornada, 16/5/64, p. 1).

La AOT reivindicó el rol “absolutamente pasivo” del personal de Rostas y Emka, llamando a que siguieran “desoyendo toda provocación” (Jornada, 16/5/64, p. 16). Además del evidente perfil demarcado por la nueva conducción, era claro que existían voces disidentes que proponían una estrategia sindical diferente, esxs que “provocaban” según la denuncia de la dirigencia nacida de la intervención nacional.

Esa perspectiva se evidenció durante junio, cuando fue ocupada la fábrica Surlon por parte de su personal, debido al atraso salarial. La AOT intervino, logrando el compromiso de la empresa de pagar la deuda y destacando que la acción “no tenía ninguna vinculación con el plan de lucha de la CGT, siendo un conflicto eminentemente local” (Jornada, 2/6/64, p. 9).

A los pocos días Framini firmó la resolución por la cual ‘aprueba’ las elecciones realizadas en Trelew: se completaba en ese gesto, a 1400 kilómetros de la región, el proceso de imposición del sindicato nacional sobre la dinámica obrera local, que implicó desplazar el protagonismo femenino (que la dinámica obrera había impulsado desde sus bases), el carácter regionalista de sus propuestas, y una perspectiva que si bien estaba lejos de ser ‘combativa’ (de hecho existían rasgos propatronales en las posiciones de los agrupamientos locales), sí parecía expresar un genuino proceso de acumulación de experiencias de ese joven colectivo obrero. La intervención sofocó esa perspectiva, imponiendo un modelo verticalista, centralista,[29] estrictamente masculinizado y sin espacio para las decisiones autónomas del colectivo obrero.

 

Algunas reflexiones finales

 

La Patagonia es una tierra de hombres, de fuertes, un no lugar para las débiles mujeres, que ‘se gastan todo en lujos’. La industria también debía ser un ámbito de varones: la industrialización, que construiría una Patagonia integrada y desarrollada, completando la conquista militar de otrora y consolidando la soberanía nacional, era una tarea de hombres, de aquellos que forjaron la patria en estos ‘lejanos rincones’.

Esas parecían ser las narrativas ‘lógicas’ para el proceso industrializador. Sin embargo, la historia suele discurrir por lugares no previstos por quienes planificaban el futuro y, como el agua en las grandes tormentas, retoma los cauces que habían parecido abandonados. Las mujeres ocuparon esos puestos de trabajo, siendo el factor clave de la industrialización regional. Y fueron también las hacedoras centrales de las experiencias obreras que transformaron a ese colectivo laboral en parte de la clase obrera y de la dinámica de organización sindical.

En pocos años, y de la mano de esas obreras, lxs textilxs de la Patagonia conformaron sus estructuras organizativas, desarrollaron luchas por sus fuentes de trabajo, participaron en acciones nacionales y, ya para 1961, ‘marcaban el rumbo’ de los enfrentamientos. Se hace evidente la errada mirada de quienes suponían (o suponen) que la presencia femenina en los colectivos obreros o los sindicatos, implica debilidad.

La dinámica del colectivo textil de Patagonia había gestado organizaciones sindicales de raigambre regional y con discurso ‘regionalista’, dirigidas por mujeres. Durante años, todas las delegaciones sindicales de lxs textiles de Chubut (y durante una etapa también la CGT regional) fueron conducidas por obreras.

La reacción de las estructuras sindicales nacionales contra este proceso fue evidente. El enfrentamiento a la posibilidad de un sindicato con perspectiva regional se vincula a la oposición que el Estado central siempre impuso contra cualquier intento de pensar algún margen de autonomía regional (Vezub, 2014; Lublin, 2017; Williams, 2014). Las estructuras sindicales tradicionales coincidían en pensar a la Patagonia como tierra de conquista, y para consolidarla las mujeres tenían que ser desplazadas de las conducciones. La herejía era doble: mujeres conduciendo y planteando una perspectiva propia; la ofensiva tomó la forma de una evidente revancha de género. El modelo sindical debía ser el nacional: masculinizado, centralista y verticalista. No había lugar para alternativas. Menos aún para mujeres en espacios de dirección.

La disputa se desarrolló a través de varios años, hasta que la AOT central logró imponerse durante 1964. Uno de los argumentos para sostener su ataque fue la perspectiva ‘propatronal’ que habrían tenido esas conducciones regionalistas, en especial el STP. Es interesante repensar esto, especialmente desde la mirada de Ibarra y su reivindicación de la estrategia sindical de defender las industrias como única opción para sostener las fuentes laborales en Patagonia. Es lo que en trabajos previos he observado como un condicionante estructural que los polos de desarrollo suelen imponer a los colectivos laborales que se conforman a su abrigo. De hecho las nuevas conducciones sostuvieron ese acompañamiento a ‘sus’ patronales, hasta el punto de denunciar a lxs obrerxs que se rebelaban, imputándolos como ‘subversivos’ e integrantes de una ‘guerrilla fabril’.

Son muchos más los aspectos que la experiencia obrera recuperada ofrece para la reflexión y, especialmente, para la profundización de abordajes. Recuperar las historias de vida de aquellas mujeres que llegaban desde la zona rural de la meseta patagónica (a las que se refería Feldman Josín en un discurso) y que pasaban a trabajar en industrias, es una tarea que debe ser afrontada. Rastrear esa experiencia generizada, las relaciones sociales tejidas entre esas obreras, su vida cotidiana. Pensar los vínculos que se construyeron en ese colectivo laboral, que es por un lado tan heterogéneo (conviven orígenes mapuches, galeses, chilenos, italianos, españoles, etc.), pero a la vez muy similar (la mayoría son mujeres, jóvenes, con escasa experiencia industrial o urbana, con historias de vida semejantes), y donde esa situación no implicaba, per se, ni debilidad ni fortaleza. Conocer y caracterizar las diversas corrientes obreras que se disputaban la conducción, aquí solo nombradas ocasionalmente o señaladas como aquellas que generaban ‘presiones’ o ‘provocaban’.

Por último, señalo que el artículo evidencia el error que subyace a las miradas que piensan al trabajo femenino, o a las mujeres en roles de ‘jefas de hogar’, como algo novedoso. Queda claro, asimismo, que no hay linealidad histórica de progreso o mejoras para ningún colectivo subalterno, oprimido o explotado, menos aún para las mujeres. En épocas surcadas por la conmocionante marea feminista, en medio de los actuales debates en torno a la clase, el género y los sindicatos (Goren y Prieto, 2020; Varela, 2020), siempre debe recordarse que cada posición conquistada por la lucha del pasado está en permanente peligro en el presente y de cara al futuro, que a cada época de avance le puede seguir una de reacción, y que, parafraseando a Benjamin: ‘Ni siquiera nuestras muertas estarán seguras si el enemigo vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer’.

 

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Fuentes periodísticas:

 

Diario Jornada, diversas ediciones entre 1956 y 1964. Trelew: Chubut.

 

 

Recepción: 31/03/2021

Evaluado: 11/05/2021

Versión Final: 03/06/2021

 

 



(*) Doctor en Historia (Universidad Nacional de La Plata). Investigador y Director Concursado del Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales (Universidad Nacional de la Patagonia. UNP, Chubut / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Docente-investigador (UNP), Argentina. E-mail gperezalvarez@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3324-6328

[1] Este artículo fue elaborado en el marco de un proceso de elaboración y debate colectivo, que se sintetizó en el presente dossier. No hubiese sido posible sin los aportes y reflexiones compartidos con las coordinadoras del mismo y con el resto de autorxs que formaron parte de este proceso. Mi mayor agradecimiento a su compromiso y generosidad, así como a lxs evaluadorxs anónimxs, generosxs y precisxs en sus observaciones. Como es obvio, los déficits que el artículo sigue presentando son plena responsabilidad del autor.

[2] Recién desde 1959 el diario Jornada comenzó a incorporar fotos en algunas de las notas publicadas.

[3] En ese texto analiza los conceptos de “segregación ocupacional horizontal” (que evidencia la asignación de las mujeres a ciertas ocupaciones), y el de “segregación ocupacional vertical” (referido a la presencia femenina en los niveles menos valorizados de cada actividad). Esto se observará en las referencias a las convocatorias de personal femenino para tareas de aprendizas o costureras. Viano (2014) retoma esas reflexiones, destacando la producción de Danièle Kergoat quien observa cómo se construyó una “división sexual del trabajo” que asigna “las mujeres a la esfera reproductiva”, estableciendo “el principio de separación (hay trabajos de hombres y trabajos de mujeres) y el principio jerárquico (un trabajo de hombre ‘vale’ más que un trabajo de mujer)” (p. 56).

[4] Presidencia de la Nación, Ministerio de Asuntos Técnicos, IV Censo General de la Nación, Buenos Aires. Tomo I (parte 1 y parte 2), Tomo II y Tomo III.

[5] Presidencia de la Nación, Ministerio de Asuntos Técnicos, III Censo General de la Nación, Buenos Aires.

[6] Presidencia de la Nación, Ministerio de Asuntos Técnicos, II Censo General de la Nación, Buenos Aires.

[7] En su célebre capítulo sobre “La venta de esposas”, el historiador británico advertía que “Interpretar la historia de las mujeres como una historia de victimización no mitigada, como si todo lo anterior a 1970 fuera prehistoria femenina, puede ser útil para entablar buenas polémicas. Pero no puede decirse que sea elogioso para las mujeres” (p. 513), convocándonos a demostrar que “las mujeres no eran los sujetos pasivos de la historia” (p. 514).

[8] Referencia que se vincula con algunas de las reflexiones planteadas por el ‘ecofeminismo’ (Mies y Shiva, 1998; Puleo, 2011).

[9] Sobre los enfrentamientos empresariales en el marco de los proyectos de industrialización subsidiada para Patagonia, ver Pérez Álvarez, 2017 y Gutiérrez, 2019.

[10] Siempre que nombra a una mujer, el diario regional reseña si se trata de una “señora” (en cuyo caso figura su apellido “de casada”) o una “señorita”. Como bien nos señaló una de las evaluaciones recibidas, esto no se trataba de un “capricho” del diario. En verdad los discursos sobre el “prestigio” y el honor de las trabajadoras se entrelazaba con el rol político y social de la fábrica y de sus propietarios, y se modificaba de acuerdo al origen y el estado civil de quienes allí trabajaban.

[11] Quien fue un relevante promotor de la propuesta de los polos de desarrollo (Scocco, 1969).

[12] Más allá de que las luchas por la ciudadanía social (en especial las vinculadas al ámbito laboral) son obviamente previas a la obtención de la ciudadanía política (Nari, 2005; Barrancos, 2007).

[13] La reunión de la CGT se realizó a las 19 horas en el salón “Molino de Oro”. La asamblea textil en el Teatro Español a las 19.30; la distancia que separaba ambas reuniones era de unas pocas cuadras.

[14] Se trata de dos posturas aparentemente contrapuestas pero convergentes: uno de los dirigentes presentaba a las mujeres como explotadas a las que se debía “cuidar” (Nari, 2005). El otro las “acusaba” de realizar una tarea asalariada con el único objetivo de acceder a “lujos”, y no para garantizar el sustento de ellas y sus familias. En ambos casos se les negaba su rol de trabajadoras con agencia y subjetividad política.

[15] Aunque en ocasiones es nombrado como “Sindicato de Obreros Textiles de la Patagonia”, en ciertos casos “Patagonia” es reemplazado por “Madryn” y en otros se suma “y confecciones”.

[16] Proyectos parecidos he reseñado en los sindicatos relacionados con actividades pesqueras (Pérez Álvarez, 2020c) y entre los estibadores. En todos los casos se impusieron los sindicatos nacionales, excepto en Luz y Fuerza, que consiguió sostener su estructura ‘patagónica’ (ver https://luzyfuerzapatagonia.com/ ).

[17] Que aquí fue denominado como “de Puerto Madryn”; Jornada, 20/8/59, p. 4.

[18] Resolución que causó sorpresa, en especial porque la asamblea fue convocada por el STP y dirigida por Ibarra. Al poco tiempo también se produjo una ruptura en el STP de Madryn.

[19] Si bien aún se debe construir más conocimiento sobre el proceso, este planteo de Josín refiere a que muchas mujeres que ocuparon puestos en la industria textil provenían de pequeños pueblos (de carácter rural o semirural) de la meseta patagónica. El proceso de industrialización en Patagonia se dio en paralelo con una dinámica de urbanización, proletarización y migración intrarregional (Pérez Álvarez, 2018), con una relevante presencia de mujeres jóvenes. No es claro si ese componente era el fundamental, el mayoritario o si fue uno más entre otros aportes. En trabajos posteriores se buscará avanzar en mayores precisiones, construyendo fuentes orales.

[20] En ocasiones aparece nombrado como Thaites.

[21] Jornada, 5/3/60, p. 3. En Chile se produjo un terremoto el 22 de mayo de 1960, con epicentro en la ciudad de Valdivia. Sobre la presencia de obrerxs chilenxs en la región, y su relevante papel en los procesos organizativos, Gatica, 2013; Gatica y Pérez Álvarez, 2014.

[22] Según su gacetilla fueron asentados como “Sindicato Obrero Industria Textil y Confecciones de la Patagonia - SOITCP”, con sede en la ciudad de Puerto Madryn.

[23] También integrada por Enrique Paredes (UOCRA), Alcides Zabala (comercio), Segundo Malvarez (gastronómicos) y Gilberto Hughes (Unión Ferroviaria).

[24] El director de Cualicron, Kosterlitz, destacaba que las obreras se desempeñaban mejor cuando estaban ‘tranquilas’ por el cuidado de sus hijos. Fue elegida “reina” una joven trabajadora de 15 años, María Regués. Vemos que mientras se imponía la masculinización de los liderazgos sindicales en la AOT, el otro gremio trasladaba su actividad a roles feminizados, como la “asistencia social” o los vínculos con estereotipos de belleza (Lobato, Damilakou y Tornay, 2004; Crespo, 2005).

[25] Firmado por Frondizi, y cuyo inicio era “Visto que la Patagonia Argentina, después de su incorporación definitiva a la geografía política del país como consecuencia de la conquista del desierto” (Jornada, 16/8/61, p. 8).

[26] Se refería al secretario de interior del consejo directivo nacional de la AOT, nombrado como Manuel F. Romero en las crónicas relevadas.

[27] También integraban esa lista Samuel Morán, Kemel Loscar, Domingo López, Rosa Arroqui, Santiago Roberts, Juan Tudela, Desiderio Blanco, Concepción Curiqueo y Juana Morales.

[28] Encabezada por César Ayala, Mario Francisco García (adjunto), Nicolás Noel Coronel (tesorero), Edmée Barroso (organización), Herminia García (acción social), Sucinda Acuña (prensa y propaganda) y Antonio Montini, Elsa Nehiual, Hilda Sepúlveda, Arturo Williams e Hilda Leguizamón como vocales.

[29] Que quizás también podría denominarse “porteño-céntrico”, ya que fundamentalmente se ordenaba a partir del poder concentrado en los dirigentes asentados en la Capital Federal del país, sede la dirección nacional del sindicato, de la CGT y de las diversas instituciones claves del aparato estatal.