Gerardo Roberto Martínez(*) y
Mirna Gloria Estela Cian(**)
Resumen
Diversos estudios señalan como aspecto relevante la condición pionera de
Entre Ríos en materia de colonización, que se remota a experiencias del primer
cuarto del siglo XIX. La Colonia Cerrito, en la argentina provincia de Entre
Ríos, fue creada en 1881, impulsada por las ideas imperantes en la época de
reemplazar la población nativa por población europea; a esta novel colonia
acudió un numeroso contingente de inmigrantes, entre los que se destacaron los
austro-itálicos. Con la mirada puesta en rescatar la historia y comprender la
geografía de un lugar determinado, es objetivo del presente artículo relatar la
historia de una familia inmigrante y su aporte al desarrollo del territorio,
recurriendo a la revisión bibliográfica sobre la historia de la colonización
entrerriana, de la propia colonización del Cerrito, a archivos históricos escolares
y a testimonios de descendientes de la familia Cian. La familia Cian es
representativa de las que arribaron a la zona en la misma fecha, las que
mantuvieron inicialmente sus pautas culturales, su religión e idioma, el
carácter endogámico de los matrimonios, aportando al desarrollo del territorio
en el cual se habían asentado.
Palabras clave: Entre Ríos; inmigración; colonización; pautas
culturales.
The immigrant contribution to the territorial construction of a colony
in Entre Ríos
Giuseppe Cian's family in Argentina
Abstract
Various studies point out as a relevant aspect the pioneering condition
of Entre Ríos in terms of colonization, which is remote from experiences of the
first quarter of the 19th century. The Colonia Cerrito, in the argentine
province of Entre Ríos, was created in 1881, driven by the prevailing ideas at
the time of replacing the native population with a European population; a large
contingent of immigrants came to this new colony, among which the Austro-Italics
stood out. With the aim of rescuing the history and understanding the geography
of a specific place, the objective of this article is to tell the story of an
immigrant family and its contribution to the development of the territory,
resorting to a bibliographic review on the history of the colonization of Entre
Ríos, of the colonization of Cerrito itself, to historical school archives and
to testimonies of descendants of the Cian family. The Cian family is
representative of those who arrived in the area on the same date, those who
initially maintained their cultural guidelines, their religion and language,
the endogamous nature of the marriages, contributing to the development of the
territory in which they had settled.
Keywords: Entre Ríos; immigration; colonization; cultural guidelines.
El aporte inmigrante a la construcción territorial de una colonia
entrerriana. La familia de Giuseppe Cian en Argentina[1]
Introducción
Como
sucedía en otras regiones de Argentina, todo espacio que la elite dominante no
tuviera bajo su dominio se lo consideraba “desierto”, de allí las denominaciones
de desierto a las regiones pampeanas, patagónicas, chaqueñas, incluso
entrerrianas. El planteo en torno a la "civilización" hecho por la
elite intelectual entrerriana y los sectores dirigentes no aparece como una
alternativa abstracta, sino como una instancia de transformación real del orden
social, ya que el "desierto entrerriano" no era un espacio totalmente
vacío, sino que se encontraba poblado por una sociedad de tipo
"pastoril" que era necesario transformar (Rodríguez & Flores, 2006; Mateo, 2017).
Efectivamente,
no estaba despoblado el territorio situado entre Punta Gorda (hoy Diamante) y
el arroyo Antonio Tomás, cuando en 1638 el gobernador Mendo de la Cueva y
Benavidez hizo merced de un campo de doce leguas sobre el río Paraná a los
nietos de Juan de Garay, con lo que puede inferirse que para esa época
comenzaron a asentarse las primeras poblaciones criollas en la zona. Este
territorio era poblado por la etnia de los chanás-timbúes (mocoretáes en el
departamento La Paz, timbúes en las islas del departamento Victoria, chanás en
las islas de las Lechiguanas y beguáes en las islas del Ibicuy), quienes
defendieron sus dominios de caza y pesca. En 1732 se registró un combate en las
cercanías del arroyo María Chico, donde las tropas españolas enviadas desde
Santa Fe fueron derrotadas por los aborígenes, pero estos no pudieron superar a
las fuerzas invasoras y fueron dominados definitivamente hacia 1750 (Troncoso de Furlán, 1987; Henchoz, 2013).
Diversos estudios señalan como aspecto relevante la
condición pionera de Entre Ríos en materia de colonización, mencionándose la
radicación de 50 colonos británicos dedicados al cultivo de trigo en la Calera
de Barquín, en el departamento Colón, por parte de la empresa británica River
Plate Agricultural Association en 1824. Por orden de Urquiza, el 1 de septiembre de 1853 fue establecida la
Primera Colonia Agrícola-Militar Las Conchas, con varias familias de soldados
alemanes que combatieron en la batalla de Caseros. En 1856 el gobierno de la
Confederación Argentina hizo una concesión de tierras para el establecimiento
de un grupo de colonos de Alemania; el mismo año se hizo una concesión para la
instalación de familias de Bélgica; en 1857 se estableció una escuela para los
hijos de los colonos (Reula, 1969). Fue
ese mismo 1857 cuando colonos provenientes del cantón del Valais (Suiza),
llegaron a Entre Ríos y, bajo el amparo del presidente Urquiza, formaron la
primera colonia agrícola cerca de su residencia –el Palacio San José– (Domínguez, 2005; Henchoz, 2013).
Puede
observarse como el proceso poblacional entrerriano se realzó hacia mediados del
siglo XIX con las diferentes políticas establecidas desde los gobiernos
provinciales, pudiéndose mencionar que el 13/05/1872 se sanciona la Ley de Ejidos,
que se perfecciona con la ley del 08/03/1875
(Lucero, 2007). Desde el ámbito nacional, cuando hacia la década de 1870
a la Argentina se le comenzó a adjudicar el rol de proveedor de productos
agropecuarios, comenzó a fomentarse la inmigración europea hacia el país que
comenzaba a organizarse (Henchoz, 2013).
Estos
inmigrantes llegaban como consecuencia de la publicidad que se realizaba sobre
el trabajo en los campos, las cosechas y la prosperidad, iniciándose un período
de profundas transformaciones económicas, culturales y sociales, como producto
de la llegada de miles de personas de distintos países europeos, sobre todo de
Italia y España; este es el periodo, que se extendió aproximadamente entre los
años 1880 a 1916, en que se considera a la Argentina como agroexportadora o del
crecimiento hacia afuera, la Argentina de la inmigración masiva, la Argentina
de la época de oro (para algunos).
En
Entre Ríos hacia 1876 se había puesto fin a la rebelión jordanista, último acto
del conflicto entre unitarios y federales en la República Argentina y entre
1875 y 1891 se crearon 141 colonias agrícolas. A finales del siglo XIX, en
dicha provincia se contabilizan 163 colonias, distribuidas en distintas
regiones, constituidas por familias de diversas nacionalidades (Mateo, 2017).
Conforme
a las ideas predominantes en la época, la formulación del proyecto agrario
entrerriano implicó la complementariedad de líneas argumentales en el discurso
de la elite dirigente, que se caracterizó por señalar la importancia de la
colonización, considerada el único instrumento capaz de doblegar los males que
engendraba el desierto entrerriano, ya que esta acción representaba la
posibilidad de poblar el territorio con inmigrantes europeos, considerando que
ellos resolverían naturalmente los problemas políticos y administrativos,
desarrollando los gérmenes de la riqueza, de sociabilidad y de moralidad
considerados necesarios para la construcción de una nación verdadera (Peyret, 1872), en consonancia con lo
planteado por Juan Bautista Alberdi, quien sostenía que la forma más fecunda y
útil para que la riqueza extranjera pudiera introducirse y aclimatarse en un
país nuevo, era la de una inmigración de población inteligente y trabajadora,
sin la cual la tierra, con todas sus ventajas de clima, irrigación,
temperatura, ríos, llanuras, plantas y animales útiles, se quedarían
eternamente pobres (Alberdi, 1852).
Enmarcado
en la ley 817/1876 de Inmigración y Colonización
(República Argentina. Congreso Nacional, 1876), sancionada durante la
presidencia de Nicolás Avellaneda,[2] la
colonización podía llevarse a cabo por la iniciativa de empresas, particulares
o el propio Estado nacional, provincial y municipal; fue una empresa privada,
La Colonizadora Argentina, la encargada de colonizar los campos de la Colonia
Cerrito, donde hacia la década de 1880 comenzaron a llegar inmigrantes
provenientes de una Europa en crisis.
Aunque
el contingente inmigratorio arribado a la provincia de Entre Ríos a fines del
siglo XIX fue netamente rural –de allí que se pasó de tener 14 pueblos en 1869
a 28 pueblos en 1895–, registrándose un incremento poblacional del 117,5%, fue
muy notable el incremento de la población rural.
Cuadro Nº 1: Población rural, urbana y total.
Censos 1869 y 1895
|
Rural |
Porcentaje |
Urbana |
Porcentaje |
Total |
1869 |
78.891 |
58,8 |
55.380 |
41,2 |
134.271 |
1895 |
190.781 |
65,3 |
101.238 |
34,7 |
292.019 |
Aumento absoluto |
111.890 |
70,9 |
45.858 |
29,1 |
157.748 |
Porcentaje |
141,8 |
|
82,8 |
|
|
Fuente: elaboración propia en base a
(República Argentina, 1898).
En el
mismo periodo, en el departamento Paraná, donde se ubica la Colonia Cerrito,
paso de 18.629 a 51.201 habitantes; este incremento de 32.572 pobladores
representó el 174,8%, número que la ubica por encima del incremento provincial.
Dentro
del distrito Antonio Tomás,[3] la
zona conocida con ese nombre registraba 2.483 habitantes y Cerrito 145
personas, en el distrito Tala[4] se
registraban en Cerrito 1.224 personas y en Tala 2.082 habitantes, dentro del
distrito María Grande, se censaron 1.371 personas; dentro de estos distritos se
encuentra la Colonia Cerrito.
Al
realizarse el censo de 1895, el 22% de la población entrerriana era extranjera,
donde se destacaban los italianos, que representaban casi el 7% del total.
Cuadro Nº 2: Población en Entre Ríos por
nacionalidad y sexo. Censo 1895
Nacionalidad |
Varones |
Mujeres |
Total |
Porcentaje |
Argentinos |
112.180 |
115.950 |
228.130 |
78,12 |
Italianos |
14.018 |
7.025 |
21.043 |
7,21 |
Españoles |
4.498 |
1.923 |
6.421 |
2,20 |
Franceses |
2.932 |
1.896 |
4.828 |
1,65 |
Austriacos |
1.248 |
941 |
2.189 |
0,75 |
Suizos |
1.268 |
866 |
2.134 |
0,73 |
Alemanes |
1.104 |
690 |
1.794 |
0,61 |
Ingleses |
441 |
219 |
660 |
0,23 |
Americanos |
7817 |
5370 |
13.187 |
4,52 |
Otros europeos |
6.451 |
5.125 |
11.576 |
3,96 |
Otras nacionalidades |
40 |
17 |
57 |
0,02 |
Total |
151.997 |
140.022 |
292.019 |
100,00 |
Fuente: elaboración propia en base a (República
Argentina, 1898).
Cuando
la sociedad La Colonizadora Argentina le compró al Banco Nacional en
Liquidación el campo llamado El Cerrito[5] el 30 de mayo de 1881 (Schroeder, c. 1938), estos campos tampoco
estaban despoblados, lo que es reconocido por el propio Banco Nacional, quien
exige a la empresa colonizadora el reconocimiento de siete lotes o
desmembraciones: 1.200 varas por 1.500 varas a Sebastián A. de Acosta,
compradas en 1835; 1.500 varas por 1.500 varas a Santos Ferreyra, escrituradas
en la misma época; en 1875 este mismo compró una legua de campo; misma
superficie y en el mismo año compró Ángel Donado; media legua compró en 1876
Saturnino Zavaleta; misma superficie y en el mismo año compró Enrique Wodrich;
Clemente Ferreyra compra una legua, que fue mensurada en 1880 (Schroeder, c.1938).
Se
menciona a Santiago Antonio Martínez como fundador del pueblo Antonio Tomás en
parte de un lote escriturado el 24 de febrero de 1835 en Villa Urquiza, por el
cual Diego Antonio Pombo le vendió a Sebastián A. de Acosta 1.200 varas de
frente por 1.500 varas sobre el arroyo Antonio Tomás. El 22 de noviembre de
1875 Enrique Vidal vendió a Santos Ferreyra una legua de campo, donde se indica
que limita hacia el este con la zanja que lo divide de Santiago Martínez (Schroeder, c. 1938; Martínez, 2017).
Como
ocurrió a lo largo de la historia, se puede constatar que hacia finales del
siglo XIX se respetaba el derecho de los poderosos, que contaban con papeles
que acreditaran propiedad, pero fundamentalmente, grandes extensiones de campo
y no la de los pequeños productores que, afincados en la tierra, la trabajaban
para sobrevivir. Si bien el 16 de abril de 1880 el gobierno de la provincia de
Entre Ríos[6]
sancionó una ley para entregar tierras, herramientas, semillas y ayudar a
instalar a los pobladores pobres, esta ley no parece haberse cumplido y muchos
pobladores criollos de escasos recursos fueron desalojados de sus tierras (Troncoso de Furlán, 1987; Martínez, 2019). Al
referirse al arribo de inmigrantes a los campos de El Cerrito, relata Schroeder
(c.1938) que:
Al llegar los primeros
colonos, los terrenos de la colonia estaban ocupados por pobladores criollos,
cuyas poblaciones se encontraban generalmente en las orillas de los arroyos,
por la cercanía de las aguadas necesarias para el uso doméstico, eran contados
los establecimientos, que contaban con un pozo de balde.
Cada poblador tenía su
tropilla de caballos con su yegua madrina, su tropita de vacas, entre ellas
algunas lecheras, algunos una majadita de ovejas, otros una tropa de bueyes,
que ocupaban para el acarreo de maderas, carbón, huesos y frutos al puerto o a
la ciudad, como de cierto modo estos campos estaban baldíos, cualquiera hacía
su rancho sin necesitar permiso alguno, cuidaba sus animales, uno u otro tenía
una quintita o chacrita, cercada de ramas, donde un poco de maíz para choclos,
plantaba batatas y plantas de tallo, según su expresión, es decir, melones,
sandías y zapallos, no faltaban tampoco, quienes más animosos, sembraban un
poco de trigo anchuelo, para proveerse de lo necesario para sus platos
favoritos: Locro y mazamorra.
Cuando en el año 1881 ‘La
Colonizadora Argentina’ compró el campo ‘El Cerrito’, inmediatamente dio la
orden de desalojo a los ocupantes del campo, pero este desalojo no tuvo lugar
hasta fines del año 1882, cuando ya los primeros colonos tenían maizales
sembrados.
Los ocupantes, que estaban en
condiciones pecuniarias para ello, adquirieron de la Sociedad fracciones de
campo de diferentes superficies, según el poder adquirente de cada uno, los
demás situados en el distrito Antonio Tomás, recuerdo entre ellos, los señores
Juan Gregorio y Fernando Martínez, (…), Paula P. de Martínez (pág. 11 y 12).
Pese a
tener el derecho a la tierra, por haber vivido y trabajado en la misma, quienes
tenían recursos –unos pocos–, fueron obligados a comprar algo que por derecho
consuetudinario era de ellos; quienes no tenían recursos, pese a tener el
derecho, fueron expulsados de una tierra que les pertenecía –así como antaño
les perteneció a los pueblos originarios–, siendo obligados a irse,
estableciéndose la mayoría en los campos de Curtiembre y quedándose otros
trabajando como peones de los recién llegados o como carreros (Troncoso de Furlán, 1987; Martínez, 2019).
Objetivos, materiales y métodos
Cuadra
y Beck (2021) sostienen que la historia
local ha sido un discurso escrito que, por el apego al lugar propio y por la
mayor facilidad de acceso a las fuentes, ha constituido, desde antiguo, una
corriente historiográfica de amplia difusión, aunque no siempre ha estado científicamente
abordada y, a veces, se ha planteado en exceso anecdótica o erudita, incluso
mítica. Durante el siglo XX, la historia local se expandió, tanto por el
interés del historiador de relatar el pasado del terruño natal, cuanto por la
esperanza de descubrir un hecho histórico, una peculiar tradición o la
existencia de personajes de cierta notoriedad; el
desafío de rescatar la historia y comprender la geografía del lugar que nos dio
cabida en este mundo, representa un noble acto de gratitud hacia la tierra, su
gente y su cultura, a la vez que significa construir lazos que perdurarán a
través de las generaciones.
En
consonancia con lo expuesto, es objetivo de este trabajo relatar la historia
del arribo y asentamiento de una familia inmigrante, dentro del contexto del
poblamiento de una colonia entrerriana, la Colonia Cerrito. La historia de
Giuseppe Cian y su familia es representativa de la situación que atravesaron
tantas familias que arribaron a la zona en la misma fecha y que constituyen los
antepasados de la mayoría de los actuales pobladores de la zona. Estas
familias, numerosas, rápidamente se expandieron por la zona; en el caso de los
descendientes de Cian, la tercera generación (bisnietos) reunía a 91 primos
hermanos. Cabe agregar que los autores son descendientes en cuarta generación
de Giuseppe y Rigina Cian, por lo que, a los objetivos antes mencionados, se
agrega el de interiorizarse sobre la historia de la propia familia, para
permitir cerrar interrogantes abiertos sobre la misma; se trata de una historia
local, que convierte a personas singulares, comunidades y pueblos en actores
históricos (Mateo, 2017).
En su
elaboración se recurrió a la revisión bibliográfica de estudios sobre la
historia de la colonización entrerriana, de la propia colonización del Cerrito,
a estudios sobre distintos aspectos de la inmigración y a testimonios de
descendientes de la familia Cian.
Los antecedentes de la inmigración
Desde
mediados del siglo XIX Europa era asolada por la miseria y muchos eran los que
deseaban partir hacia América, que en su imaginación era la "tierra
prometida". La gravedad de esta situación era especialmente delicada entre
los campesinos (Cortese, 2004; Lucero, 2007),
aunque Grossutti señala que
… los primeros viajes hacia
América … involucraron solo a los pequeños propietarios campesinos, los cuales
pueden juntar el dinero necesario para el viaje: cediendo, por ejemplo, la
tierra o vendiendo los bienes materiales que les habían quedado en la casa, y,
en el caso de los colonos y aparceros, vendiendo herramientas y animales (Grossutti, s/d).
Luego
del Congreso de Viena, celebrado entre el 18 de septiembre de 1814 al 9 de
junio de 1815 y convocado con el objetivo de restablecer las fronteras de
Europa tras la derrota de Napoleón Bonaparte, Austria recuperó todo el Tirol y
logró que se le otorgase posesión efectiva sobre el Véneto y la Lombardía al
norte de Italia. A partir de 1866 parte de la región friulana se integra al
Reino de Italia[7] y
parte queda bajo dominio austriaco, por este motivo, los inmigrantes
provenientes de la región de Friuli Venecia Gulia ingresaron a Argentina con
pasaporte austriaco; entre ellos se encontraban familias de origen eslavo y
familias de origen latino. Bizai sostiene que los eslovenos son los únicos que
se encuentran registrados con la nacionalidad austriaca, aunque reconoce que
los friulanos que ingresaron con pasaporte austriaco, prontamente se
identificaron como italianos (Bizai, 2006).
Apenas
iniciada la década de 1880, la inmigración adquirió un ritmo vertiginoso y el
precario puerto de Buenos Aires recibía a miles de europeos que se atrevían a
cruzar el océano Atlántico; entre esa fecha y 1910 se registró el ingreso de
35.000 austro-húngaros (Cibotti, 2000).
El 30
de mayo de 1881, La Colonizadora Argentina compró el campo llamado El Cerrito
al Banco Nacional en Liquidación, fundando en 1882 la colonia que llevara ese
nombre. Esta compañía mensuró en 1883 tres lotes destinados a colonización en
el distrito María Grande Segunda; esta colonia fue ampliada en 1.250 hectáreas
un año más tarde, ampliación conocida como “la media legua”[8] y donde se radicaron
mayormente los eslovenos, los cuales son mencionados como fundadores de esta
colonia y entre los cuales se nombra a José Cian (Cijan) (Schroeder, c.1938; Bizai, 2006). Las tres fracciones delineadas
del campo constituyeron el área definitiva de la colonia conformada por
aproximadamente 14.000 ha; Colonia Cerrito adoptó como fecha de fundación el 10
de mayo de 1882, ya que ese día el gobernador José Francisco Antelo promulgó
una ley que exhortaba a los inmigrantes europeos a que se instalaran en los
campos de la estancia El Cerrito (Entre Ríos
sobre rieles, 2010).
El 1
de marzo de 1882[9]
llegó el primer contingente de extranjeros en el vapor Golondrina a Puerto
Curtiembre; en el mismo año, pero el 2 de mayo llegan inmigrantes alemanes que
habían arribado al puerto de Buenos Aires en el vapor inglés Rose, proveniente
de Amberes (Bélgica) (Entre Ríos sobre rieles,
2010).
La primera corriente inmigratoria eslava arribada a
la provincia de Entre Ríos ocurrió ente 1879[10] y 1888,[11] con un componente netamente
rural. Por los problemas que debieron afrontar en el viaje, ubicación y
adaptación, esta fue una de las más castigadas que llegaran a suelo
entrerriano, estando constituida en su totalidad por familias provenientes de
Goriska Brda, región de Primorska, junto a la frontera italiana (Bizai, 2006). Dentro de la primera
inmigración, la segunda tanda cumplió un recorrido similar a la anterior: luego
de un viaje por mar de treinta a cuarenta días, se alojaron en el Hotel de la
Rotonda de Retiro, para luego viajar por vía fluvial a su destino entrerriano,
seguramente el puerto de Curtiembre, radicándose en “la media legua” de Colonia
Cerrito.
Para
los emigrantes, el viaje comenzaba en el momento en que partían de su pueblo
natal para dirigirse a los distintos puertos según la cercanía respecto a sus
lugares de origen y a las facilidades que las distintas compañías ofrecían; se
desplazaban en ferrocarril (desde mediados del siglo XIX) y, en algunos casos,
caminando. Partían mayoritariamente de los puertos de Génova, Trieste, Nápoles,
El Havre, Burdeos, Hamburgo y puertos españoles.
La
emigración masiva fue un gran negocio para las compañías de navegación, quienes
mantenían bajos costos de pasajes[12]
reduciendo la tripulación, sirviendo comida de escasa calidad, ofreciendo a los
emigrantes espacios reducidos y precarias condiciones de higiene a bordo; para
las compañías el objetivo era el de embarcar el mayor número de pasajeros, sin
respetar las disposiciones legales, incluso excedían el número de pasajeros
permitidos y los bajaban en puertos intermedios (sin sus consentimientos), para
que las autoridades portuarias no los descubriesen. El viaje se transformaba en
una pesadilla por las aglomeraciones, malos olores, exceso de frío o de calor,
según las estaciones (Montórfano, 2020).
En el
contexto de la crisis europea y seguramente atraídos por las promesas ofrecidas
por la Ley 817 de Inmigración y Colonización, por la cual el gobierno argentino
contrataba campesinos para poblar las colonias agrícolas recientemente creadas,
es que la familia Cian decide emigrar
(Grossutti, s/d). Federico Schroeder
(c.1938) relata que a principios de 1883 llegaron a la zona de Cerrito
los furlanos o friulanos[13]
–italianos y austriacos– y que en el año 1888 llegaron familias austriacas,
eslavas, que poblaron el lado este del segundo lote; esto hace suponer que la
familia Cian proviene de la región friulana, ya que por cercanía embarcaron en
el puerto de Génova en lugar de otros puertos europeos como Bremen o Hamburgo.
Ilustración 1: Ubicación de Vipolže, Kozana y Cerovo
Fuente: Elaboración propia, en base a Google Maps.
Scian
es un apellido muy común en Cordenons, comuna de la provincia de Pordenone, en
la región italiana de Friuli Venecia Giulia
(Grossutti, s/d), de allí seguramente derivan los apellidos Sciani,
Cian, Siam y Sian. Carlos César Bizai sostiene que el apellido Cian es una
italianización del apellido esloveno Cijan, que significa “gitano”, siendo este
originario de la región de Primorska, es decir del litoral esloveno, que va
desde el mar Adriático, pasando por la frontera con Italia, región de Friuli
Venecia Giulia. Se lo ubica en los pueblos Vipolže,[14] Cerovo[15] ó Kozana[16] (Ilustración Nº 1), lugar del cual provenían la gran
mayoría de los inmigrantes registrado en Entre Ríos, haciendo referencia
concreta a Juan Bautista y Julio Cian como pobladores de la Colonia 3 de
Febrero, posteriormente pueblo San Benito, en inmediaciones de la ciudad de
Paraná (Bizai, 2006; Bizai (Bizaj), 2019).
El 12
de enero de 1884 en el barco Sirio, proveniente de Génova, arribó al puerto de
Buenos Aires la familia Cian, registrados de nacionalidad austriaca y lugar de
nacimiento desconocido; según los registros del Centro de Estudios Migratorios
Latinoamericanos (CEMLA, 2020), fue la primera familia
Cian en llegar a la Argentina, posteriormente llegaron otros. En el período
1884-1949 figuran en el mencionado registro 39 personas de apellido Cian,
siendo la familia de Giuseppe Cian y otro inmigrante de nombre Francesco Cian,
arribado el 22 de noviembre de 1888, los únicos de nacionalidad austriaca; los
29 Cian restantes tienen nacionalidad italiana, a excepción de María Cian,
llegada el 1 de octubre de 1889, que se registró como alemana; Vittorio Cian,
que llegó el 1 de octubre de 1924, figura como español. Este último partió del
puerto de Santos, en tanto Anna e Isolina Cian lo hicieron desde Trieste,
siendo las únicas personas de apellido Cian que no embarcaron en Génova.
Esta
familia se trasladó a Entre Ríos, donde La Colonizadora Argentina entregó un
lote a Giuseppe Cian en el distrito María Grande II, en la zona conocida como
“la media legua”, donde se nombra a José Cian (Cijan) como uno de los fundadores (Bizai, 2006).
Cuadro Nº 3: Listado familia Cian arribados a
Buenos Aires el 12/01/1884
Apellido |
Nombre |
Edad |
Estado Civil |
Profesión |
Cian |
Lucia |
76 |
Viuda |
Agricultor |
Cian |
Giuseppe |
32 |
Casado |
Agricultor |
Cian |
Rigina |
30 |
Casada |
Agricultor |
Cian |
Teresa |
22 |
Soltera |
Jornalero |
Cian |
Lucia |
13 |
Soltera |
Agricultor |
Cian |
Masimilo |
10 |
Soltero |
Desconocida |
Cian |
Virginia |
9 |
Soltera |
Desconocida |
Cian |
Clemente |
7 |
Soltero |
Desconocida |
Cian |
Egidio |
4 |
Soltero |
Desconocida |
Fuente: (CEMLA, 2020).
En el
ingreso al país, a las mujeres casadas o viudas se las registraba con el
apellido de sus esposos, así la documentación de ingreso a Argentina de Lucía
Cian indica que ésta nació en Austria en 1808, pero el censo de 1895 sostiene
que nació en Italia en 1819; esta situación podría deberse a los cambios
territoriales ocurridos luego del Congreso de Viena. Respecto de su apellido,
la placa de mármol colocada sobre su tumba indica “Lucía B. de Cian”; fuentes
no confirmadas sostienen que el apellido podría ser Bernardi. Supuestamente
Lucía se casó con Cian, de quien en este caso se desconoce el nombre, con quien
tuvo hijos de nacionalidad austríaca: en 1852 nació Giuseppe (según el censo de
1895 fue en 1848); diez años más tarde, en 1862, lo hizo Teresa; es muy
probable que otros hermanos hayan nacido y decidido quedarse en su tierra
natal, de haber emigrado no se tiene conocimiento de esta situación. Lucía
perdió a su esposo antes de 1884, ya que al llegar a la Argentina era viuda.
Con
respecto al nacimiento de Lucía, si ésta hubiese nacido en 1808, hubiera tenido
a sus dos hijos a los 44 y 54 años, por lo que es más verosímil que haya nacido
en 1819, lo cual haría la edad de nacimiento de Giuseppe y Teresa, a los 33 y
43 años, respectivamente, habiendo llegado a Argentina con 65 años.
Giuseppe Cian se casó con Rigina Cian,[17]
quien pareciera ser su prima, nacida en 1854, de cuyo matrimonio nació Lucía el
7 de octubre de 1870, Masimilo en 1874 (por la fecha de nacimiento, éste fue
conocido por su nombre castellanizado de Emiliano[18]), Virginia en 1875,
Clemente (Clementino) en 1877, Egidio en 1880 y Ana en 1883; esta última según
el censo de 1895 tenía 12 años, con lo que debería haber nacido en Austria, pero
no está registrado su ingreso. Su acta de matrimonio con Félix Céparo, en 1899,
dice que tiene 16 años (confirma que nació en 1883) y es austríaca, por lo que
se infiere que es austriaca y no se registró su ingreso. A los seis hijos
nacidos en Austria, se sumaron dos hijos argentinos: Virginia (1886) y Elisa
(1888).
Entre
los inmigrantes eslovenos que arribaron a Colonia Cerrito, Bizai (2006) nombra a Ana, Emiliano, Clementino,
Emilio, José, Lucía, Maximiliano, María, Regina, Rosa; desconociendo las fuentes
en las que el autor se basa para hacer esta afirmación, puede suponerse que
Emiliano y Maximiliano sería la misma persona nombrada como Masimilo en su
ingreso a la Argentina, en tanto que Emilio podría tratarse de Egidio,
ignorándose quienes serían Rosa y María, aunque María de los Ángeles Cian (Cian, 2006) indica que Ana podría llamarse
María.
El barco Sirio
El
Sirio era un trasatlántico a vapor construido en astilleros escoceses y botado
el 26 de marzo de 1883. El 19 de junio de ese año partió hacia la que sería su
base, Génova, desde donde zarparía en su viaje inaugural el 15 de julio de
1883, el primero de los que serían en total 135 viajes regulares hacia Buenos
Aires, ya que siempre estuvo destinado a la misma ruta; comandaba la nave el
capitán Giuseppe Piccone, quien lo capitaneó durante todos sus viajes. La nave
podía cumplir su ruta en quince días –duración promedio del viaje– aunque era
habitual que tardara algo más, ya que –aunque no oficialmente–, se detenía
antes de cruzar el Atlántico, sobre las costas españolas para recoger
inmigrantes ilegales (Cortese, 2004). La
familia Cian habría embarcado en el Sirio cuando este realizaba su segundo
viaje a Buenos Aires.
Este
buque naufragó el 4 de agosto de 1906, a pocas millas de Cartagena, cuando se
aproximaba a las costas de Cabo de Palos, encallando con uno de los islotes del
llamado Bajo de las Hormigas, continuación submarina del cabo mencionado. El
comandante Piccone pensaba retirarse después de este viaje; al momento del
naufragio, un grupo de oficiales cortó los cabos de un bote y con el capitán
Piccone a bordo, se alejó del Sirio. La tripulación, por incapacidad de
controlar la situación o por cobardía, también abandonó al pasaje a su suerte (Cortese, 2004).
La radicación en Entre Ríos
Como
se expresara mas arriba, La Colonizadora Argentina entregó un lote a Giuseppe
Cian en la zona conocida como “la media legua”.
Según una disposición,[19] a
los primeros agricultores se les debía entregar una yunta de bueyes, un
caballo, una lechera con cría, un arado, la semilla necesaria del primer año y
la manutención hasta la primer cosecha de maíz, debiendo pagarse lo recibido
con la primer cosecha de maíz o trigo.
A los primeros colonos se les
vendió una concesión o sean 25 Hs. de terreno por familia, al precio de
Doscientos pesos fuertes la concesión o sea ocho pesos fuertes la hectárea,
pagaderos en tres años, además se entregaba a cada familia una concesión de
reserva, la que, una vez pagada la primera, se le vendía en doscientos
cincuenta pesos fuertes o sea a diez pesos fuertes la hectárea (Schroeder, c.1938, pág. 8).
Las primeras herramientas para
cultivar los terrenos, que fueron entregadas a los colonos por la
administración eran un arado de reja de ocho pulgadas, mas el yugo, cadena y un
par de coyundas para uncir una yunta de bueyes para cada familia y para cada
tres familias una rastra de madera con dientes de fierro de 2 x 3 metros (Schroeder, c. 1938, pág. 12).
Los
pobladores italianos, austriacos y franceses tuvieron menos dificultades que
otras nacionalidades, casi todos los austriacos entendían el idioma italiano,
permitiéndoles su idioma hacerse entender, aunque sea con dificultad, por el
paisano, lo que nos les era posible a los alemanes; además se trataba de
personas, en su mayoría campesinos que, si bien desconocían el método de
trabajo de agricultura de este país, conocían siquiera los trabajos de chacra en
general (Schroeder, c.1938). Menciona
Schroeder una anécdota de Giuseppe Cian, recordando el primer tiempo de su
estadía:
Habiendo recibido la yunta de
bueyes y el arado, que según compromisos nos debía entregar la Sociedad “La
colonizadora Argentina”, una tarde resolví ensayar la arada.
Después de uñir (sic) los
bueyes marché al lugar destinado a dar principio a la arada, acompañado de mis
hijos Lucía, Emiliano y Clementino.
Si bien, en mi patria había
trabajado de agricultor, era con otra clase de herramientas, por lo tanto no me
podía dar cuenta del arado recibido.
Empecé, pero no había
probabilidad de que la reja entrara en la tierra, inútil era, que hacía todo el
peso posible sobre el arado, ya desanimado, voleé el arado y dije a mis hijos:
Si el suelo de este país es tan duro que ni la reja del arado entra, nos
moriremos de hambre todos.
Mi hija Lucía disparó llorando
hacia nuestro rancho, para dar la mala noticia a su madre y a su abuela;
mientras tanto llegó un vecino, don Santiago Castiglioni,[20] el cual, viendo la pretura
en que me encontraba, arregló el arado, y di principio a la labor, la que iba
tan bien, que recién a la tardecita, volví con mis hijos a nuestra vivienda.
Aquí encontré desconsolados a
mi madre, mi esposa y mi hija, por la mala noticia que esta última había
traído, desconsuelo que pronto cambió en alegría, cuando les conté el buen
resultado obtenido con mi primer arada, gracias al vecino Castiglioni.
Verdaderamente no estaban
equivocados los paisanos criollos, cuando nos trataban de gringos zonzos, pero
faltaría de ver, que papel harían ellos, al encontrarse en un país extraño, sin
conocer las costumbres ni sus métodos de trabajar, por mas rutinarios que sean
y lo peor de todo, no comprender lo que a uno le dicen, por no conocer el
idioma. (pág. 48 y 49).
Como
la mayoría de los inmigrantes llegados a la zona, venían a quedarse y a hacer
del lugar elegido un territorio agradable para vivir. Conforme a sus
convicciones religiosas, Giuseppe Cian se preocupó para que la comunidad
pudiera tener un lugar donde expresar y celebrar su fe cristiana, así integró
la comisión directiva que atendió a la construcción de la capilla San Antonio,
en el pueblo General Paz,[21]
cuya piedra inaugural se colocó el 15 de noviembre de 1892, siendo inaugurada
el 13 de junio de 1893[22] (Schroeder, c.1938). Este pueblo se encontraba
aproximadamente a una legua al oeste del campo que le habían entregado; allí se
creó en 1886 la Escuela Nº 45 José María Paz
(Schroeder, c.1938), donde seguramente estudiaron los hijos de Giuseppe
y Rigina, ya que la Escuela Nº 1 Gobernador Antelo, luego Escuela Nº 70 Blas
Parera,[23] que
se encontraba más cercana, al sur del campo de su propiedad, fue creada entre
1911-1912[24] (Martínez, 2016).
Lucía
B. de Cian, la madre de Giuseppe, falleció el 24 de diciembre de 1897, Rigina
Cian falleció el 14 de abril de 1912, a la edad de 67 años, su esposo Giuseppe
el 10 de septiembre de 1927 a la edad de 79 años, sus restos descansan en el
cementerio de General Paz, en un sector que Bizai (2006) denomina Sector Esloveno. Este cementerio se encuentra
cercano a la capilla de San Antonio en la que Giuseppe colaborara en su
construcción.
Schroeder (c.1938) menciona que para 1932,
cincuentenario de la fundación de Colonia Cerrito, Lucía e hijos, Clementino,
Egidio y Emiliano Cian eran poseedores de lotes en el distrito María Grande
Segunda. Asimismo, menciona que muchos pobladores se ausentaron
… de la colonia, unos
definitivamente, otros, al agrandarse sus familias, han comprado o arrendado
terrenos linderos de la colonia, dando lugar así, que los pobladores que
quedaban, pudieron ensanchar sus propiedades, adquiriendo los terrenos que se
desocupaban (Schroeder, c.1938, pág. 20).
A
excepción de la información de llegada a Argentina, de Teresa Cian no se tiene
otra información; incluso en la anécdota de la arada de Giuseppe, no se la
nombra como presente. Se han recogido testimonios que relatan historias de
inmigrantes de la misma época, que al llegar a Buenos Aires perdieron a uno de
sus integrantes, desconociéndose si con Teresa sucedió algo similar. Otros
testimonios también afirman que Giuseppe Cian llegó a Argentina con un hermano
que se radicó en la zona de Mones Cazón,[25] versión que no pudo ser
confirmada.
Los hijos de Giuseppe y Rigina
Es
tradición en algunas familias ponerle al primer hijo el nombre del padre y a la
primera hija el nombre de la madre, esta costumbre existió entre la familia
Cian, donde el nombre Lucía y José se repite en varias generaciones. Otra
costumbre era la de poner apodos, que con el paso del tiempo reemplazaban al
nombre de origen, haciéndose marca identitaria y dificultando su búsqueda en
los registros al no conocerse el nombre de pila.
Lucía
Cian se casó con Cancio Anacleto Martínez el 1 de septiembre de 1891, de cuyo
matrimonio nacieron siete hijos: Paula, casada con Benjamín Martínez; Juan
Cancio, casado con Eufemia Blanca Manuela Villanueva; Rufina, quien se casó con
Carlos Reula; Amada, casada con José Cian;[26] Lucía, que contrajo
matrimonio con Umberto Emilio "Bicho Colorado" Varisco; Anacleto
“Kety”, quien se casó con María Ermelinda Minchiotti; Anselmo, casado con Rosa
Varisco; Armando Ramon se casó con Ana Menghi; José Apolonio “Polo”, casado con
Hermenegilda Menghi y Petrona, quien se casó con Higinio Podversich. Lucía Cian
falleció el 23 de febrero de 1956, sus restos descansan junto a los de su
esposo Anacleto, a quien sobrevivió 39 años, en el cementerio de General Paz,
cercana a la capilla de San Antonio en la que su padre colaborara en su
construcción.
Emiliano contrajo matrimonio con Carolina Princich
el 30 de septiembre de 1893, siendo los padres de once hijos: José, casado con
Amada Martínez; Eduardo, quien se casó con Ana María Varisco (Ilustración Nº
2); María Matilde Regina, casada con José Arduino; Emiliano “Lucho”, que
contrajo matrimonio con Matilde Ruiz Moreno; María Margarita, que falleció
soltera; Juan Ricardo, casado con Catalina Ghibaudo; Pedro Marcos, quien se
casó con Victoria Pelser; Marcos Raimundo, que lo hizo con Nilda Varini; Luís
Lorenzo “Lencho” se casó con Josefa Velázquez y en segundas nupcias con
Francisca Magdalena Pérez; Valentín Ruperto “Valengo” se casó con Delia Rosa
Varisco,[27]
quien murió a escaso tiempo del matrimonio, casándose posteriormente con Blanca
Pérez. Julio Antonio, hijo menor de Emiliano y Carolina, falleció en un
accidente a los 10 años.
Emiliano,
quien se dedicó a la agricultura, compró su primer campo, de 232 hectáreas, a
Ramón Corominas el 3 de agosto de 1921 en María Grande Segunda Norte, entre El
Pingo y Alcaraz, al que denominó Los Naranjos; el 2 de marzo de 1922, a la
misma persona le compró 315 hectáreas y el 13 de noviembre de 1930 adquiere 666
hectáreas a la sociedad Stagnaro y Solari,[28] llegando a tener 1.213 ha.
Conforme a las costumbres de la época, cuando un hijo varón se casaba, llevaba
a su esposa a vivir a la casa paterna, lo que generaba problemas de
convivencia; para resolver esta situación, Emiliano entregó a cada hijo que se
casaba 105 hectáreas, instalando en cada parcela un molino de viento para
extraer agua del subsuelo, los que aún siguen en funcionamiento (Cian, 2006). Falleció el 10 de septiembre de
1927 a los 79 años.
De
Virginia Cian, nacida en 1875, no hay mayor información. Ésta, al momento de
realizarse el censo de 1895 debería tener 20 años, no registrándose en el grupo
familiar de Giuseppe, aunque sí figura la hija Virginia, nacida en Argentina en
1885; tampoco es mencionada en la anécdota de la arada, cuando sí nombran a
otros hijos. En el registro de bautismo de Emiliano Cian (hijo de Emiliano Cian
y Carolina Princich), realizado el 22 de abril de 1900 en la parroquia Nuestra
Señora de la Merced de Cerrito, figura Virginia como madrina, pudiendo
inferirse que se trata de la nacida en Europa, que en ese momento tendría 25
años, porque la otra Virginia solo tendría 14 años y en aquella época los
padrinos tenían que ser adultos, por las dudas debieran socorrer al ahijado. Se
presume que murió soltera, pero no se puede confirmar.
Según relatos familiares, Clementino Cian mantuvo
una relación prematrimonial con María De Angelis; cuando esta quedo embarazada,
su padre no quiso que su hija se casara con Clementino y le dio su apellido a
Clemente, a la sazón hijo mayor de Clementino, quien posteriormente se casó con
María Strada el 26 de agosto de 1898, siendo los padres de diez hijos: José
María “Lota”, casado con María Matilde Benedetich; Rosa Pabla, casada con
Florencio Simón “Lorenzo” Benedetich; Paula Rosa, que contrajo matrimonio con
Luis Benedetich; Ana, quien se casó con Cayetano Furlán; Juan Bautista
"Catara” o “Bati", que se casó con Antonia Emilia Céparo; José
Clementino “Tino”, casado con Carolina María Céparo; María Magdalena, fallecida
a corta edad; Octavio Jorge, quien se casó con Rosalia Delia Varisco; Carlos
Tomás contrajo matrimonio con María Mancini; Regina Petrona “Pochocha” se casó
con Oscar Ruiz Moreno, y Alberto “Beto”, casado con Ana Justina Monzón.
Clemente De Ángelis se crio con los Cian o sea con sus hermanos de padre.
Clementino Cian falleció el 18 de marzo de 1951 y está sepultado en el cementerio
de General Paz.
Egidio,
conocido como "Elgidio", se casó con Genoveva Josefa Tomassini hacia
1904 (Troncoso de Furlán, 2014), siendo
los padres de cinco hijos: José “Cheso”, casado con Luisa Rosa Céparo; Martín
Celedonio, quien se casó con Angela Pocay; Santiago Asunción “Yaco” se casó con
Juana Felipa Varisco; Antonio Cándido contrajo matrimonio con Edelmira
Bianchini y María Regina Paula lo hizo con Ángel R. Valle.
Hacia
la década de 1930, Egidio Cian era propietario de una
trilladora Clayton y Shuttleworth, en buen estado de servicio, que había sido
adquirida en 1887 por Carlos Céparo[29] y Julián Goyena (Schroeder, c.1938). Falleció el 12 de abril
de 1943, estando sepultado junto a su esposa, sus padres y su abuela en el
cementerio de General Paz.
Ana
Cian contrajo matrimonio el 23 de septiembre de 1899, a los 16 años, con Félix
Céparo; fueron los padres de seis hijos: Juan Carlos, María Elena, Juan
Bautista, Ana Casilda, Mercedes Paula, Humberto Fructuoso, quien se casó con
Ana Cecilia Rabbia y Agustín Félix, casado con María Elena Martínez.
María
Virginia Cian se casó con Simón Cabaña el 25 de agosto de 1905, siendo los
padres de cuatro hijos: María Nicanora, Esteban Romualdo, Emiliano Simón y José
Agustín.
Isabel
Cian se casó con Pablo Juan Varisco el 26 de julio de 1920. Isabel, conocida
como "Liya", según varios testimonios no tuvo hijos, aunque su
esposo, siendo soltero, había criado a dos varones quienes conservaron su
apellido de nacimiento. Al fallecer sus padres, hermanos y esposo, Isabel era
recibida en casa de sus sobrinos, permaneciendo alrededor 20 a 30 días en cada
familia, inclusive más, hasta que su sobrino Clementino “Tino”, quién vivía en
el campo paterno, se ocupó de ella hasta su muerte, cuya fecha se desconoce. Se
encuentra sepultada en el cementerio de General Paz.
Comentarios
Sostiene
Cibotti (2000) que, en rasgos generales,
el comportamiento de los inmigrantes fue preponderantemente endogámico, es
decir que tendieron a casarse con personas de su misma nacionalidad; esta
característica se confirma entre la familia Cian, donde de los siete hijos que
se tienen registros, solo dos se casaron con nativos: Lucía, quien se casó con
Martínez, descendiente de integrantes del grupo español liderado por Juan de
Salazar y Espinoza, que en 1537 fundara Asunción, en tanto Virginia, una de las
hijas argentinas, lo hizo con Cabañas,[30] descendiente de pobladores
que vivían en la zona de María Chico ya en la primera mitad del siglo XIX. El
resto de los hijos lo hizo endogámicamente: Emiliano y Egidio lo hicieron con
austriacas, en tanto Clementino, Ana e Isabel con italianos, inclusive la
relación prematrimonial de Clementino fue con una mujer de este origen.
Aunque
se sostiene que aquellos inmigrantes que vinieron a través del sistema de
inmigración en cadena –es decir que llegaban atraídos por el llamado de un
familiar o amigo que había emigrado antes–, mantuvieron lazos más constantes
con la comunidad de origen y establecieron aquí redes de sociabilidad cultural
entre grupos familiares consolidados a través del matrimonio entre sus miembros (Cibotti, 2000), este rasgo endogámico lo
mantuvieron los inmigrantes austro-itálicos radicados en Entre Ríos, inclusive
hasta la segunda generación. De los 36 nietos de Giuseppe y Rigina Cian de los
que se posee registro, 21 lo hicieron con descendientes de italianos y 5 con
descendientes de austriacos; solamente 9 lo hicieron con criollos y uno solo
contrajo matrimonio con una descendiente de ruso-germanos, a pesar de la
importancia de esta comunidad inmigrante, donde la aldea Santa María –fundada
en 1887 por ruso-germanos[31]– es
vecina a la Colonia Cerrito. Es importante destacar que incluso se casaban con
parientes: seis descendientes de Cian se casaron con descendientes de Varisco
(hermanos o primos), tres hijos de Clementino Cian y María Strada matrimoniaron
con hijos de Luís Benedetich y Catalina Bizai, Amada Martínez lo hizo con su
primo hermano José Cian.
La
estrategia política de inmigración masiva, que se había pensado proveniente de
Europa del norte, con el objetivo de eliminar la raíz criolla / indígena, donde
a través del “crisol de razas” surgiría un tipo humano único y más perfecto: el
hombre del futuro (Cibotti, 2000; Mateo, 2017)
se sustentaban en las tres leyes de la genética y sus teorías, postuladas por
el naturalista austriaco Gregor Mendel entre los años 1865 y 1866.
Esta
estrategia política de traer inmigrantes para "el crisol de razas"
fracasó, ya que no sucedió tal lo esperado, dando lugar a un pluralismo
cultural. El inmigrante trabajó y vivió socialmente con su comunidad, la
sociabilidad estuvo circunscripta al propio grupo étnico, para evolucionar
lentamente a un relacionamiento intergrupal, que pareciera ser característico
de los germanos y eslavos (Mari, 2016). A
pesar de las dificultades a las que se enfrentaron: el desarraigo, el idioma,
las adversidades climáticas, trabajaron en unión con otros inmigrantes
“gringos”, ocupándose de aspectos como la religión, la educación, la vida
social que se expresaba en grandes reuniones en casamientos, eventos
mortuorios, fiestas patrias o patronales religiosas, generando cambios en la
zona que significaron progreso económico para las primeras generaciones.
Los
ámbitos de vinculación colectiva que se organizaron bajo formas institucionales
fueron derivadas de necesidades de asociación vinculadas a necesidades mas
espirituales que materiales, de allí se destaca la participación que tuvieron
en cooperadoras escolares, bibliotecas populares, iglesias y capillas. Fue recién
en 1925 que se fundó La Mutua Cerritense,[32] una sociedad agrícola de
ayuda mutua, en tanto que la Cooperativa Tambera y Granjera Colonia Cerrito
Ltda. se formó en 1944, para asistirse recíprocamente y defender intereses
comunes.
La
mayor visibilidad de los inmigrantes frente a la población criolla, amén del
apoyo estatal, derivaba en parte de su dinamismo y tenía una explicación que
excedía sus aptitudes culturales. La mayoría de estos inmigrantes había dejado
atrás una situación muy precaria en sus países de origen y el apremio por
revertirla en el nuevo destino hizo que desplegaran una intensa actividad en
cada uno de sus oficios o emprendimientos, amén de la posibilidad que se
ofrecía a los pobladores recién llegados de ser dueños de la tierra que
cultivaban (Mateo, 2017); aunque
consiguieron sus objetivos en plazos relativamente breves, sus ritmos de
trabajo se mantuvieron constantes y fueron emulados por sus descendientes (Mari, 2016).
Cabe
mencionar que, desde el punto de vista económico, el período de crecimiento y
generación de riquezas vivido hacia finales del siglo XIX y principios del XX,
se ve favorecido por la utilización de trilladoras a vapor y diversas
herramientas que agilizan las tareas rurales. Concluye en estos años la era del
campesino labriego que, con arados a mancera, pico, pala, azada, son
protagonistas del milagro agrícola argentino, iniciándose una nueva etapa,
donde son los gringos, con su capacidad de trabajo y su adaptabilidad a nuevos
escenarios y nuevas tecnologías, los que multiplicaron las colonias e hicieron
de la Argentina el granero del mundo. Como se mencionara anteriormente, fue en
1887 que Céparo y Goyena adquirieron la trilladora que luego comprara Egidio
Cian, sumándose al proceso de modernización tecnológica de la época. Estos
rasgos los caracterizaron como "gringos", en oposición a los “rusos”,
denominación con la que se referenciaba a los inmigrantes de origen germano
provenientes de las orillas del Volga ruso.
La
conservación de los rasgos culturales incluía el idioma, debiendo resaltarse
que hablaban italiano, furlano y quizás otro dialecto, el cual se transmitió en
las primeras generaciones, testimoniándose que Isabel Cian, hija menor de
Giuseppe y Rigina, le enseñaba el idioma a los hijos de Octavio, sus sobrinos
nietos, aunque este rápidamente se perdió.
El
denominador común que tenían los inmigrantes era su afición al trabajo, aunque
cada grupo mantuvo diferencialmente sus costumbres de origen. Los rusos-germanos,
habitantes de aldeas, mantuvieron por más tiempo sus costumbres, constituyendo
comunidades más cerradas, logrando incluso y luego de una serie de conflictos
con los gobiernos provincial y nacional, la implementación de un doble turno
escolar en el cual a la mañana las clases se impartían en castellano y a la
tarde en alemán (Lucero, 2007); en tanto
que los hijos de los primeros italianos rápidamente se confundieron con los
criollos, adoptando costumbres típicas argentinas, dejando el dialecto de sus
padres, incorporando el refranero tradicional y vistiendo a la usanza criolla.
Conforme
a las pautas culturales de estas familias, no eran bien vistas situaciones como
la de embarazos prematrimoniales, como tampoco los hijos extra matrimoniales,
incluso el hecho de ser madre soltera. Estas relaciones llevaban a una
sexualidad sobrecargada de creencias y prohibiciones, convirtiéndose en fuente
de angustia por los amarres mentales heredados de imposiciones culturales,
donde el ser cultural es formado por quienes lo han educado; si haces esto,
serás esto: “Si tienes relaciones prematrimoniales, te convertirás en una puta”
(Jodorwsky & Costa, 2011). “Esa mujer
quedará para los turcos” era una frase muy escuchada, que reflejaba la
represión sexual a la que se sometía a las mujeres, a la vez que cargaba sobre
otro (los turcos[33]),
el estigma de ser malas personas, promiscuas.
En
este aspecto se diferenciaban de las mujeres criollas, quienes tenían otra
manera de enfrentar estas cuestiones y donde era natural tener hijos y criarlos
solas. En las familias inmigrantes, para salvar “el honor familiar”, ocultando
embarazos, abortos, terminaban casando a las mujeres con hombres viudos o mucho
mayores que ellas, lo que era parte de ese mundo de costumbres sociales.
Las
penurias sufridas en sus lugares de origen, motivó en los inmigrantes la
necesidad de guardar en el periodo de “vacas gordas” para cuando llegaran las
“vacas flacas”, generando una cultura del ahorro que, en ocasiones, era
confundida con tacañería. Este ahorro no era solamente en dinero, sino también
en alimentos, de allí la costumbre de faenar cerdos en invierno, elaborando
embutidos y fiambres; hacer dulces, conservas, encurtidos con productos
hortícolas y frutas.
Esa supuesta “tacañería”, que era ejercida hacia el
interior de la propia familia, quedaba desmentida en las grandes fiestas
comunitarias que se realizaban (casamientos, fiestas patronales), donde se
invitaba a decenas de personas a compartir el momento, con cargo al dueño de
casa (Ilustración Nº 2). Esto mismo era visualizado en momentos dolorosos, como
la muerte de un familiar, donde asistían al velorio –que se realizaba en la
casa del fallecido– familiares y amigos desde lejanas distancias y a los cuales
había que atender, acudiendo a carnear un animal para asar y dar de comer a los
dolientes.
Ilustración 2: Casamiento de Eduardo Cian y Ana
María Varisco. Año 1921
Fuente: Fotografía cedida por Mirna Cian, nieta del matrimonio
Cian-Varisco.
Conclusiones
La
familia de Giuseppe y Rigina Cian es representativa del grupo de inmigrantes
provenientes del norte de la península itálica que, por razones de las
divisiones políticas de la época, podían pertenecer al Reino de Italia o al
Imperio Austrohúngaro y que, en Colonia Cerrito mantuvieron su identidad más
allá del pasaporte de ingreso, conservando sus usos y costumbres, su religión,
su idioma, el carácter endogámico de los matrimonios. Debe reconocerse, sin
embargo, que su integración fue más rápida que la de los ruso-germanos, que
mantuvieron sus costumbres e idioma durante más tiempo que los primeros; esto
puede estar motivado en que el origen latino de la lengua hablada por los
primeros haya contribuido a que más rápidamente se asimilaran al castellano. Es
también notable el intento de mantener el ideal de una familia monógama y
respetuosa de las normas sociales de la época, por lo cual las relaciones
extramatrimoniales quedaban ocultas, como así también los embarazos
prematrimoniales.
Es
probable que el origen de la familia Cian sea eslavo, como el de otras familias
arribadas hacia la misma época, pero que habitaban la región del Friuli Venecia
Giulia y estaban perfectamente integradas con otros habitantes de origen
latino; por los cambios ocurridos en Europa, descendientes de estos inmigrantes
se consideraron en su momento de procedencia yugoeslava (Troncoso de Furlán, 1987). Bizai sostiene que los eslovenos
rápidamente se identificaron con esta nacionalidad, en tanto los friulanos lo
hicieron como italianos, sin embargo, no se encontraron registros donde la
familia Cian se identificara como eslovena, sino que figuran con nacionalidad
italiano o austriaca, incluso la misma persona.
La
familia Cian y sus descendientes gozaron de un cierto prestigio en la comunidad
y si bien es justo reconocer el trabajo y el aporte que ellos –y el conjunto de
los inmigrantes– hicieron a la construcción de los territorios, de las
localidades, su aporte a la riqueza provincial y nacional, no debe olvidarse
que quienes vinieron no encontraron estas tierras despobladas. Muchos autores
mencionan como fundadores de Colonia Cerrito solamente a las familias de inmigrantes,
olvidando que hubo otras familias: los Martínez, los Latorre, los Pérez, los
Ramírez, los Santa Cruz y tanto otros que poblaban el territorio antes que
llegara la empresa colonizadora, antes que llegaran los inmigrantes; tampoco
deben olvidarse a los mocoretáes, pueblo originario que habitaba la región
antes de la llegada de los españoles.
Descendientes
de Giuseppe y Rigina Cian se encuentran hoy habitando en la provincia de Entre
Ríos, pero muchos de ellos se encuentran a lo largo y ancho de la Argentina,
incluso fuera de ella, como también se encuentran distribuidos los
descendientes de tantos otros inmigrantes que debieron abandonar el terruño en
el cual nacieron, por no poder quedarse en el mismo a continuar produciendo
riqueza que les permitiera seguir soñando juntos un futuro mejor para la
comunidad que integraban.
Sostiene
Henchoz (2013) que los hijos de los
primeros inmigrantes que llegaron para formar las colonias agrícolas en
Argentina ya no tuvieron las mismas posibilidades de acceso a la tierra, por lo
que no les quedó otra alternativa que convertirse en arrendatarios; apenas
medio siglo más tarde de la llegada de aquellos inmigrantes, sus nietos ya no
encontraban espacio para continuar soñando y construyendo un presente y un
futuro para ellos y sus hijos y, al igual que sus abuelos, se vieron obligados
a buscar otros lugares, algunos con la suerte de poder continuar trabajando en
algo que les gustaba, otros, en cambio, viéndose obligados a trabajar en algo
que no querían pero que lo necesitaban para alimentar a sus familias.
Las
políticas pensadas desde afuera del territorio para ser implementadas en los
mismos, no contemplaban los sueños de sus habitantes, pero los errores
cometidos en un momento histórico, no obliga a continuar repitiéndolos. La
familia de Giuseppe y Rigina Cian, como otros tantos inmigrantes que dejaron su
país para habitar una tierra extranjera en busca de un mejor porvenir,
trabajaron a la par con la gente del lugar, de las cuales aprendieron idioma,
costumbres, formas de laboreo; entremezclando saberes generaron cambios en el
lugar donde se radicaron, donde su impronta es notable en materia comunitaria
social, religiosa, educativa, mostrando que lo que se hace no vale por el
tiempo que dura, sino por las huellas que deja.
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Recibido: 18/12/2020
Evaluado: 28/04/2021
Versión Final: 18/05/2021
(*) Ingeniero agrónomo (Universidad Nacional de La Plata). Magister en Desarrollo Social (Universidad Nacional del Nordeste. UNNE). Doctor en Geografía (UNNE). Jefe de la Agencia de Extensión Rural INTA San Martín -Chaco-). Argentina. E-mail: martinez.gerardo@inta.gob.ar ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5804-6437
(**) Profesora en enseñanza primaria (Instituto de Formación Docente Continua de Villa Regina - Río Negro). Argentina. E-mail: pulu1808@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8812-4272
[1] A quienes aportaron tiempo y memoria para reconstruir una parte de la historia, entre ellas queremos mencionar a descendientes de las familias Cian, Varisco, Arduino, Rabbia, Menghi, Sólia, Podversich y a tantos otros que la memoria perdió sus nombres, pero no sus testimonios. A María de los Ángeles Cian, por los aportes escritos con motivo del centenario de la ciudad de Hasenkamp. A Belkis Céparo, quien siendo directora de la Escuela Nº 70 Blas Parera, facilitó el acceso al archivo histórico de la misma; agradecimiento extensivo al conjunto de docentes de dicha institución. A Aníbal Justo González Comas, creador de los blogs Familias de Paraná e Historia de San Benito – Entre Ríos.
[2] Ejerció su mandato presidencial entre el 12 de octubre de 1874 y el 12 de octubre de 1880.
[3] Comprendía Antonio Tomás, Brugo, Cerrito, Hernandarias y San Martín (Puerto Curtiembre).
[4] Comprendía Colina, Cerrito, Crespo, Moreno, Nueva, San Juan, Santa María, Tala y Villa Urquiza.
[5] El campo El Cerrito estaba ubicado en los departamentos Paraná (distritos Tala, Antonio Tomás y María Grande II) y La Paz (distrito Alcaraz II) (Schroeder, c. 1938).
[6] José Francisco Antelo fue gobernador de Entre Ríos entre el 1 de mayo de 1879 y el 1 de mayo de 1883.
[7] El Reino de Italia (en italiano: Regno d'Italia) fue el nombre asumido el 17 de marzo de 1861 por el Estado surgido tras la unificación nacional italiana (1848-1870) liderada por Víctor Manuel II que se coronó Rey de Italia en 1861; existió hasta 1946.
[8] Una legua de campo corresponde a 2.500 hectáreas.
[9] En ese momento era presidente Alejo Julio Argentino Roca, dos veces presidente de la Nación Argentina, entre 1880 y 1886 y entre 1898 y 1904 quien prometió "administración y paz", bajo el establecimiento de una política capitalista.
[10] Proveniente de la misma región del Friuli, un año antes habían llegado a colonia Resistencia (Chaco) inmigrantes que se identificaron como italianos.
[11] Entre las presidencias de Nicolas Avellaneda y Miguel Ángel Juárez Celman y las gobernaciones de José Antelo, Eduardo Racedo y Clemente Basavilbaso. Juárez Celman promovió la venta de pasajes subsidiados, multiplicando las oficinas información en las capitales del norte de Europa para atraer inmigrantes de esas zonas y equilibrar el ingreso de italianos (Cibotti, 2000).
[12] Únicamente quienes viajaban en segunda o tercera clase aseguraban su condición de inmigrantes y estaban bajo la protección de la Ley de Inmigración (Cibotti, 2000).
[13] La denominación Friuli es la más utilizada y deriva del italiano, en tanto Friul es una expresión que proviene del friulano o furlano.
[14] Pueblo disperso en el municipio inferior de Brda en la región litoral de Eslovenia, en la frontera con Italia.
[15] Municipio del distrito de Krupina en la región de Banská Bystrica, Eslovenia.
[16] Aldea en el municipio de Brda en la región litoral de Eslovenia.
[17] El acta de matrimonio Nº 31 (p. 384 del Libro de Matrimonios de la Parroquia de Gobernador Racedo), donde consta el casamiento de Pablo Juan Varisco con Isabel Cian, dice que esta es hija de José Cian y Regina Cian de Cian (https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:QL9F-GT3R).
[18] Las listas de desembarco en el puerto de Buenos Aires eran confeccionadas por las compañías de navegación. “Hasta 1914, las planillas se completaban a mano, indistintamente en español, italiano, francés, inglés o alemán, mezclando a veces los idiomas (sobre todo en lo que se refiere a la transcripción del nombre del pasajero). Son comunes, por lo tanto, problemas de interpretación de nombres, apellidos y también de profesiones” (Grossutti, s/d, p. 22).
[19] La Ley 817 del año 1876, llamada de inmigración y colonización, o “Ley Avellaneda”, establecía que a los colonos que fueran a poblar tierras se les daba una serie de beneficios tales como víveres, habitación, animales de labor y de cría, semillas, útiles de trabajo, etc., por lo menos durante un año.
[20] Comerciante nacido en Entre Ríos aproximadamente en 1855, casado hacia 1885 con Adela Basualdo, nacida en Santa Fe alrededor de 1860.
[21] Fundado en 1882, entre otros, por José Gregorat y Antonio Tomasini (Bizai, 2006), ambos austriacos.
[22] La Diócesis de Paraná estaba a cargo de su segundo obispo, José María Gelabert y Crespo, especialmente conocido por su lucha contra el establecimiento del registro civil.
[23] La Escuela Nº 70, ubicada en el paraje hoy denominado Arroyo Corralito, era conocida como la Escuela de Tablas, nombrada así por los materiales con que estaba construida, también era conocida como la Escuela de Miró, ya que este tenía un almacén grande en la zona, ubicado donde actualmente funciona una planta elaboradora de productos lácteos. Nicolás Cardiello fue el padrino de la escuela, este tenía una gran amistad con la familia y estuvo casado en segundas nupcias con Paula Pérez, cuando enviudó de Anacleto Martínez. Paula es una de las personas citadas por Schroeder (c.1938) como pobladora antes de la formación de la Colonia Cerrito.
[24] Prócoro Crespo era el gobernador en ese momento (01/10/1910 al 01/10/1914).
[25] Localidad del partido de Pehuajó, provincia de Buenos Aires.
[26] Hijo mayor de Emiliano Cian y Carolina Princich; José y Amada eran primos hermanos y debieron solicitar dispensa canónica para contraer matrimonio (https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:939X-HH7H-D?i=257&cc=1974185).
[27] Delia Rosa Varisco estaba embarazada al casarse y falleció aparentemente de una infección o una embolia en octubre de 1942 (cuando cursaba el quinto mes de gestación), al mes de contraer matrimonio y antes de dar a luz, durante mucho tiempo se ocultó y/o le hicieron ocultar el embarazo. Se encuentra sepultada en el cementerio de Hasenkamp; a los pocos días de ser colocada en un nicho, su tumba fue profanada para robarle anillo, aros y cadena de oro, alhajas con las que había sido sepultada (Testimonio de Rosendo Pablo Cian).
[28] Casa comercial dedicada en principio al acopio de cereales, fue fundada en 1889 en Puerto Curtiembre por Juan Stagnaro (italiano) y Juan Solari (argentino). Al trasladarse a Gobernador Racedo (hoy Cerrito) en 1892, incorporó almacén de ramos generales, corralón de materiales de construcción, venta de maquinarias agrícolas, taller mecánico y herrería (Schroeder, c. 1938).
[29] Casado con María Martini, fueron los padres de Félix Céparo, el esposo de Ana Cian.
[30] Hijo de Clara Cabañas, lavandera, quien tuvo al menos otros tres hijos, criándolos sola y dándoles su apellido.
[31] En 1895 registraba 306 habitantes.
[32] En representación de esta institución, el Dr. Domingo Borsotti participó el 4 de noviembre de 1933 de una Asamblea que nombró una comisión y que junto al gobierno provincial promovió una nueva asamblea en 1934, en lo que se conoce como los orígenes de la Federación de Cooperativas de Entre Ríos (CAUR, 2018).
[33] Se designaba como “turcos” a inmigrantes de origen sirio-libanés, quienes ingresaban a Argentina con pasaporte del Imperio Otomano; comúnmente se designaban al comercio.