Neoliberalismo y
flexibilización laboral. El conflicto del ’91 en la planta de Acindar de Villa
Constitución. Sus efectos en la subjetividad de los trabajadores de base[1]
Valeria
Filippa(*)
(ISP Nº 3; filipkvr@yahoo.com.ar)
Introducción
A
inicios de la década de 1990, los trabajadores de Acindar fueron, como en la
década del ’70, la antesala de los ataques de la clase burguesa; ahora
enfrentando el proceso que se conoció como “reconversión productiva” o
“flexibilización laboral”, que desencadenó un
conflicto con repercusiones en los ámbitos local, regional y nacional. Dicho
conflicto laboral puso en juego un importante acervo político-cultural, un
conjunto de representaciones y valores cuya construcción nos remonta a las
luchas de los años 1974/75, los dos Villazos.
Con
la presente investigación de base buscamos dar cuenta del impacto de la avanzada
neoliberal sobre la identidad de clase, representaciones y valores, en suma,
sobre la subjetividad de los trabajadores de base de la planta de Acindar.
El
conflicto se planteó como la oportunidad de disciplinar a la clase obrera de la
región, fortalecer la hegemonía patronal dentro de las fábricas y la derrota
moral de los trabajadores.
En
otros estudios sobre el conflicto fueron abordadas la estrategia gremial de la
UOM local, la relación con la parte empresaria y los cambios en la organización
del trabajo realizados durante y después del conflicto. La memoria y la
experiencia particular de los trabajadores de Acindar fueron objeto de algunas
investigaciones que tuvieron como eje el rol y el desempeño del sindicato.
En
base a todos los estudios y las conclusiones a que arribaron, es que
pretendimos profundizar en la experiencia propia de los trabajadores, sus
recuerdos a veinte años del conflicto y, encontrar en sus relatos, esas huellas
de una identidad que supusimos aun latía, en tanto que portadores más o menos
conscientes de una tradición combativa.
Realizamos
entrevistas abiertas a trabajadores “de base” de Acindar que protagonizaron
aquella lucha. No pretendimos abarcar al conjunto de los metalúrgicos ni
seleccionar de antemano los entrevistados de acuerdo a si lograron regresar o
no a la fábrica transcurrida la lucha. Partimos de considerar trabajador de
base a aquél que no ocupó un lugar de dirección dentro de la estructura
gremial, y apelamos a las relaciones de amistad para llegar hasta algunos de
ellos. El análisis documental de artículos periodísticos del momento lo
utilizamos como complemento a las fuentes orales.
Abordamos
la subjetividad de los trabajadores mediante la Historia Oral; buscando en los
testimonios de los entrevistados, entre los recuerdos y olvidos, valoraciones y
anécdotas, rastros de una identidad a través del tiempo. Dimos un lugar central
a los que están “en la base” y no eligen posiciones de trascendencia pero que
son tan portadores y constructores de identidades y valoraciones como los “de
arriba”.
Acindar:
acero y represión
Promediando
la década del 40, en Villa Constitución comenzó a construirse la segunda planta
de la empresa Acindar Industria Argentina de Aceros S.R.L., formada en 1942 por
la asociación de la Acevedo y Shaw y la Compañía de Construcciones Civiles de
Aguirre y Aragón. Finalizada en 1951, la Planta Industrial A. Acevedo
produciría hierro redondo para la construcción a partir de la utilización de
chatarra local. Surgida de la necesidad de obtener insumos cuya importación se
vio restringida como producto de la Segunda Guerra Mundial. Alentada por la Ley
12.987/47, la Ley Savio, y utilizando equipos importados comenzó a producir uno
de los primeros laminadores privados del país.
Acindar
protagonizó desde sus inicios un importante crecimiento, favorecida por
subsidios directos e indirectos que se le otorgaron a cambio de futuros
proyectos de inversión[2],
que la llevó a captar enormes porciones del mercado interno, completar la
integración vertical (1978), crear empresas vinculadas a la siderurgia[3]
y absorber establecimientos industriales competidores[4].
Su trayectoria se caracterizó por la profunda vinculación con los gobiernos
democráticos y dictatoriales. Se benefició con protección arancelaria y tarifas
diferenciales, grandes inversiones en el marco de los regímenes de promoción
industrial (1974-1987), además de la transferencia al Estado de una deuda
externa superior a los 600 millones de dólares en 1982.
Acindar perteneció al grupo de empresarios industriales del
sector privado conocidos como “los capitanes de la industria”, quienes pujaban
por afianzar su posición en el mercado interno y conseguir del gobierno medidas
favorables[5].
Puntualmente Acindar obtuvo del régimen democrático sobrados beneficios: su
patrimonio neto creció un 190,3% entre 1980-1988, obteniendo además en 1987 el
8vo lugar en el ranking de ventas de empresas privadas[6].
La
otra cara del crecimiento del grupo empresario fueron la reducción de planteles
de obreros y el aumento de la productividad.
UOM
Villa: organización y lucha
La
seccional local del gremio metalúrgico (UOM) fue creada en 1952, poco después
que se pusiera en marcha la Planta Industrial A. Acevedo. El choque entre la
UOM nacional y la Comisión Directiva villense
llevaron a que entre 1967 y 1974 la seccional fuese intervenida y las elecciones
controladas desde arriba. Las reivindicaciones ignoradas de los obreros
metalúrgicos condujeron a su organización clandestina[7]
primero, y luego pública[8]
con el objetivo de recuperar el sindicato. Las luchas de 1970,1974 y1975
forjaron una identidad antiburócratica, combativa y
solidaria entre los metalúrgicos, así como un grupo de referentes sindicales
quienes fueron encarcelados, perseguidos y algunos asesinados por la última
dictadura y la complicidad de la patronal.
Los
hechos sucedidos durante los años ’70 estaban en sintonía con lo que ocurría a
nivel nacional. Los representantes del sindicalismo antiburocrático A. Tosco y R.
Salamanca estuvieron presentes en abril de 1974 en un Plenario de trabajadores
junto a los líderes metalúrgicos locales como Alberto Piccinini,
Pascual D’Errico, Ángel Porcu
y Luis Segovia entre otros.
Respecto
a la identidad de los metalúrgicos villenses en esos
años, uno de los protagonistas de las luchas y quien pertenece a la Comisión
Directiva actual, Juan Actis, afirmó: “...Todo el mundo lo votó a Perón, es
cierto. Pero en la fábrica, el Perón de la fábrica éramos nosotros, porque
éramos los que defendíamos sus intereses, sus derechos y los que les
conseguíamos las cosas”[9].
Luego
de la derrota en 1975 hasta 1982 la patronal de Acindar impuso el silencio
dentro de la fábrica. Fue un tiempo de resistencia desde las cárceles, el
exilio y las fábricas, hasta que en diciembre, con el retorno de sus dirigentes
emblemáticos resurgieron las fuerzas. Sobre este reencuentro, Jorge Winter
plantea que: “... significaba una doble toma de posiciones. Por un lado los
primeros (los antiguos dirigentes), que habían buscado su reinserción social al
amparo de sus familiares y allegados más directos con grandes dificultades, se
reconocieron nuevamente como portadores de una representatividad y una
experiencia que los comprometía a retomar la lucha. Por otro lado, los
trabajadores pudieron comprobar su fuerza a partir de asumir nuevamente su rol
protagónico y comprobar que entre ellos contaban con reservas suficientes como
para vencer el clima represivo cotidiano. Ese mutuo reconocimiento al interior
de sí mismos y en relación al colectivo redefinió las identidades y marcó el
fin del encapsulamiento defensivo en que se habían refugiado. Ambas partes,
entonces, se prepararon con cautela para avanzar en la recuperación de los
organismos representativos y para enfrentar las condiciones de trabajo al
interior de las empresas”[10].
Hacia
1987, la patronal de Acindar se preparó para avanzar hacia la reestructuración
laboral. En la seccional local, Piccinini volvió a
ganar las elecciones ampliamente. Se habían incorporado a la dinámica gremial
nuevos jóvenes. Tanto desde el gremio (tarea que asumió el Secretario Adjunto,
V. Paulon) como desde la Gerencia “realizaron tareas
de adoctrinamiento entre los operarios. Palabras como “reconversión”,
“flexibilidad”, “kan ban”, comenzaron a integrarse al
vocabulario cotidiano de los trabajadores”[11].
La
UOM villense participó en esos años de un seminario
internacional organizado por una ONG (TIE). Las conclusiones del mismo señalan cambios
a nivel de tradición sindical en lo que atañe a la UOM: “No podemos plantearnos
una estrategia de oposición total a la flexibilización puesto que es estéril,
tenemos que estudiar las mejores formas de negociar con las patronales
partiendo de dos premisas: no disminuir puestos de trabajo y no modificar
condiciones de trabajo. (...) Las empresas tienen una traba para introducir
nuevas tecnologías, sobre la cual nosotros debemos trabajar: necesitan el
consenso de los trabajadores. (...) Concientizar es nuestro trabajo, en la
fábrica con cada compañero, día a día, clarificando el significado pleno de la
flexibilidad”[12].
Preliminares
del conflicto
A
comienzos de 1989, la patronal impulsó cambios en las formas de trabajo en los
talleres (eliminación de los puestos fijos e incorporación de nuevas tareas a
los trabajadores), con el objetivo implícito de reducir los planteles. Las
primeras negociaciones resultaron infructuosas para la Gerencia. A esto se sumó
a partir de agosto de 1989 la suspensión por quince días de la totalidad de los
trabajadores (lockout) como forma de presionar al gobierno ante la quita de
subsidios. Entre marzo y junio de 1990 el sindicato se encontró negociando con
la patronal como respuesta a las presiones sistemáticas para introducir rebajas
salariales y para la aceptación individual de los Nuevos Métodos de Trabajo[13].
La
UOM lanzó una contrapropuesta que reconocía la necesidad de las modificaciones
a condición de consensuar el contenido y modalidad de implementación. Mientras
se desarrollaba un paro convocado por la UOM nacional, se produjeron incidentes
en el sector Patio de Palanquillas que terminó en un pedido de desafuero de
activistas gremiales. Sobre estos acontecimientos, resta desatacar dos
cuestiones. En primer lugar, en una asamblea general convocada luego del pedido
de desafuero gremial y ante la propuesta de un “grupo importante de
trabajadores” de tomar la fábrica, la dirigencia evitó esta medida proponiendo
otras bajo el argumento de no caer en provocaciones que terminen con una
intervención policial. En segundo lugar, como alternativa a la toma de fábrica
y para sorpresa de la empresa, la dirigencia de UOM y ASIMRA propusieron la
formación de una Comisión Técnica que garantizaría que los cambios solicitados
por la patronal se lleven adelante en el marco del consenso. La otra propuesta
aceptada también por la asamblea fue realizar una movilización pidiendo por la
reincorporación de los dirigentes enjuiciados.
Por
último, sobre la deuda salarial se resolvió aceptar el cobro entre agosto y
diciembre de 1990, el resto se abonaría en cuotas. La negociación a través de la
Comisión Técnica se realizaría taller por taller, y se aceptarían de manera
transitoria los ascensos, la nivelación de categorías y el plus por trabajo en
equipo. Por decisión de dicha Comisión, la misma se limitó a discutir la
propuesta de la patronal. En diciembre del ’90, la empresa cerró las
negociaciones con un 40% de los puestos de trabajo reconvertidos.
El
conflicto desde la voz de los trabajadores de base
Habiendo
sido esta nuestra primera aproximación a un proceso histórico con las
herramientas de la Historia Oral, resulta pertinente subrayar algunas ideas.
En
primer lugar, en cada entrevista no sólo emerge la subjetividad del
entrevistado sino también, y como parte constitutiva, la subjetividad del
entrevistador. De ese intercambio de valoraciones, motivaciones y sentimientos
resulta lo central de nuestro trabajo, la fuente oral. En esta línea, intentamos
a través de las preguntas bucear en la memoria de los trabajadores en busca de
significados, de valoraciones, de una manera de ser construida con el paso del
tiempo. Las entrevistas se realizaron en los hogares de los entrevistados, con
la presencia de algún familiar. Como parte del análisis posterior, consideramos
que esto no fue un obstáculo; la vivencia del conflicto había sido compartida
por la familia. Los entrevistados tenían interés en contar su punto de vista,
lo que recordaban y las preguntas actuaron como disparadores.
Los
entrevistados pertenecieron a diferentes sectores de Acindar. Uno de ellos
aceptó el retiro voluntario y el resto continuó trabajando en la fábrica hasta
que se jubilaron. Al momento del conflicto tenían entre 5 y 15 años de fábrica,
uno solamente tenía 35 años de trabajo en Acindar. Conservamos el anonimato de
todos los entrevistados por decisión nuestra ya que nos interesó reconstruir la
voz de los trabajadores.
En
segundo lugar, entre el momento en que comenzamos el diseño de esta
investigación a mediados del 2008, y el momento actual donde realizamos las
entrevistas, transcurrió un conflicto en una fábrica local, durante el cual
compartimos momentos de la lucha con los trabajadores y sus familias. Somos
conscientes que vimos allí similitudes con el conflicto del año 1991, las
cuales definimos en su momento como trágicas similitudes.
1.
El origen del conflicto: “... el dinero y los patrones son los que mandan”
Nuestros
entrevistados identificaron como causa del conflicto la necesidad de la empresa
de “sacarse de encima” a una porción de trabajadores para reducir costos.
Sobre
esto nos decía Enrique:
“Se
originó el conflicto porque Acindar se quiso sacar de encima, o echar digamos,
por causas distintas aproximadamente 600, 700. Y el gremio en su momento no
quiso. Hacíamos paro de 1 hora, media hora, 1 hora hasta que cuando fuimos a
entrar, no entraba más nadie y nos llegó a todos cartas documento por sabotaje,
nos habían echado a todos. Entonces ahí se puso una carpa; y bueno, tire y
afloje, vino Lorenzo Miguel y no sé si estuvo dos meses la carpa, no me acuerdo
bien, y llegaron a un acuerdo. Acindar decía que era por una crisis. Entonces
entramos pero bajo los términos que nos pagaban un porcentaje en tickets, que
en una palabra nos cagaron, ¡nos cagaron!, el gremio, todos. Y ahí se hizo la
famosa 060, una sección denigrante. A esa gente que Acindar quería echar la
mandó a la sección inventada esa, que no es denigrante pero les daban los
peores trabajos [...] Con el tiempo Acindar sacó a los 600 y más...”
Para
los trabajadores era claro que la empresa no pasaba por una crisis, que si
tenía alguna pérdida era por hacer malos negocios. Una muestra de que a la
empresa le iba bien fue que la producción nunca paró, siempre tuvo ventas. No
obstante, las responsabilidades por momentos caían del lado de los obreros.
Jorge, nos decía:
“300,
400 personas eran las que se quería sacar de encima Acindar, más el gremio;
Acindar quería eliminar la parte del sindicato para lograr hacer ellos lo que
querían. Pero el fin ¿cuál era?, no se dio, porque el sindicato peleó el
conflicto, llevó tanto tiempo la gente afuera, paró toda la empresa; pero el
número de los que se fueron fue muy superior, eliminaron mucha gente [...] A la
fábrica lo único que le importaba era reducir el número de empleados, no le
importaba la mano calificada [...] Uno de adentro (yo no me pongo la camiseta
ni del patrón ni del obrero), en el medio veía cosas que no tenían que suceder
[...] En ese tiempo se le iba también la mano al obrero, no quería trabajar.
Había gente que no quería trabajar y Acindar quería limpiar a esa clase de
gente”.
Pero
ocurrió que “los que querían trabajar” fueron incluidos en la nueva Sección, la
de los que Acindar prescindía o quería prescindir, la 060[14],
la “sección denigrante”. Así como la acusación de sabotaje en las cartas
documento enviadas por la empresa alcanzaba al conjunto de los trabajadores; en
el grupo 060, las diferencias entre “vagos”, “conflictivos”, “buenos obreros”,
fueron borradas. Esto generó más incertidumbre y desconcierto entre aquellos
que, como Jorge, suponían estar inmunizados.
Las
particularidades de nuestras fuentes nos obligan a introducir ciertas
advertencias sobre las estrategias metodológicas. Por ejemplo, en una ocasión,
uno de los entrevistados nos pidió conversar un poco antes de grabar así las
respuestas salían “más pulidas”. Consideramos que debíamos acceder a ese
pedido, aun a sabiendas de que perderíamos la riqueza del relato espontáneo.
Tanto con el grabador apagado como encendido, el Negro –así nos pidió que lo
identifiquemos-, definió el conflicto:
“Para
mí, el responsable del desastre metalúrgico que hicieron viene de parte de
Martínez de Hoz, ahí empezaron a comprar las industrias chicas y cerrarlas; y
después nos trajeron acá a Villa la 060 que te mandaban a trabajar de cualquier
cosa, a hacer cualquier cosa, y se perdía todo porque la calidad del trabajo no
es la misma, las horas empleadas era el doble o más de lo que correspondía
hacer...”
En
una síntesis ajustada de 15 años, el Negro nos mostró la continuidad entre el
plan económico de la dictadura donde Martínez de Hoz ocupó el Ministerio de Economía,
la pérdida de empleos y la concentración económica de los años 80 y la
flexibilización laboral cuya expresión más dolorosa, en este caso, es la
categoría 060.
Otro
de los entrevistados, Gabriel, nos contaba sus recuerdos del origen del
conflicto:
“La
historia no arranca en el año 91. La historia arranca en el año 88 cuando
fábrica cambia el recibo de sueldo y lo divide en módulos; a su vez quiere
incorporar lo que se llaman Nuevos Métodos de Trabajo. Primero Acindar trató de
consensuar algunas cosas y después de imponerlas. Llegamos así hasta septiembre
del año 90, con Menem a la cabeza, fue uno de los promotores de incorporar al
salario los tickets canasta[15].
Pero eso fue tomado por Acindar de un modo completamente distinto. Ellos
tomaron sobre el 100% y restaron un 20% que lo incorporaron en tickets. Y el
reglamento de los tickets era sobre el sueldo y se tomó como una reducción de
salario. A su vez empiezan a aparecer cosas, empiezan a aparecer los aprietes
por parte de la empresa. En aquel tiempo el sindicato era muy fuerte, la
Comisión Interna prácticamente era, dentro de Acindar, era una palabra
respetable [...] Y llegamos al conflicto; siguen avanzando con los nuevos
métodos de trabajo, y la metodología y la metodología, que incorporarlo e
incorporarlo, y cambiar la prima de producción por este sistema [...] Bueno,
llegó el conflicto del año 91 y se desata porque un día Acindar lanza una lista
de 38 compañeros que no los quería más dentro de planta. Empiezan con carta
documento, intimando a la gente, acusando de que nosotros rompíamos máquinas,
que hacíamos sabotaje, y había muchos compañeros que estaban de vacaciones. Fue
una presión muy grande porque vos entrabas a trabajar y tenías a un compañero que
hoy no estaba y tenías que cubrirlo y si vos no lo cubrías en esa máquina, te
obligaban a cubrirlo, sino quedabas despedido...”
2.
Resistencia. Solidaridad
Los
aprietes y las presiones dentro de la planta se multiplicaban; el número de
trabajadores suspendidos y despedidos crecía desde febrero hasta que el 21 de
abril, Acindar cerró los portones y echó a todos a la calle. Hasta ahí, además
de la participación del gremio en las reuniones en la Secretaría de Trabajo de
la provincia y el Ministerio de Trabajo nacional, los obreros realizaban
asambleas alambrado mediante, paros de 2 horas por turno, se negaban a cubrir
puestos de compañeros suspendidos o despedidos[16];
realizaron movilizaciones multitudinarias y festivales solidarios junto a
diferentes gremios[17],
trabajadores de otras fábricas y talleres, vecinos, familiares, artistas, etc.
La comunidad de Villa estuvo presente, acompañando a los trabajadores, y ese
recuerdo sobrevive con una fuerte emoción y reconocimiento.
Cuando
el Negro nos hablaba (antes de grabar) sobre el conflicto y las medidas que
habían tomado los trabajadores mantuvo un mismo tono, sin emociones que
sobresalieran. Por ejemplo, sobre las asambleas, nos contó que él había estado
presente, que participaron siempre alrededor de 1000 personas y que se daban
discusiones (en las que él no intervenía) pero sin peleas duras. Al reiterar la
pregunta sobre las medidas de lucha, con el grabador encendido, nos dijo:
“Sinceramente
las asambleas eran multitudinarias pero se pasaba bien, se pasaba bien porque
por ahí se jugaba a las cartas, uno que hacía chistes, otro que cantaba por un
lado, entonces se iba haciendo llevadero; no era que estábamos todos con la
cara larga... sí, éramos optimistas, éramos optimistas, tan así que un hobby
era ir a buscar algunas adhesiones a la autopista; sí, se divertía... para
colmo vino Bazán, otros periodistas como José de Ser y eso, que eso era
chistoso y lo hacían pasar el día tranquilo a uno”
El
“desastre metalúrgico” vino después, cuando ya no tenían el mismo puesto de
trabajo ni los mismos compañeros; cuando las presiones para aceptar el retiro
voluntario se hicieron insoportables y entonces “ellos me habían llamado tres
veces para que yo me retirara, pero como yo les decía que me echaran y ellos no
me querían echar, me hicieron el sabotaje; y ahí vi que me iban a echar y no me
iban a dar un mango, iba a quedar como pampa en la vía, así que fui y pedí la
renuncia”.
Entendemos
que en las palabras del Negro, aparece la necesidad de rescatar algo positivo,
algo “chistoso”. El sabotaje, los aprietes, la incertidumbre, el desprecio,
todo eso ya es parte del pasado. Además, los momentos compartidos con sus
compañeros durante la lucha merecen trascender, sin duda, como algo positivo.
La
resistencia de los trabajadores se expresó en las calles y luego, al
reingresar, cuando la patronal triunfante -recordemos las declaraciones de
López Aufranc al lanzar el lockout: “hay mil que no
vuelven más”[18]-,
avanzó sobre sus objetivos. Como nos dijo el Negro, durante muchos años ellos
habían trabajado en la misma máquina. Él sabía cómo manejarla y eso era su
trabajo; además la edad avanzada le impedía hacer esfuerzos físicos, lo cual
fue una de las tareas que le dieron al volver a la fábrica. Enrique, también
nos contaba sobre las presiones a aceptar la multiplicidad de tareas y de cómo
se resistía: “Yo como ser estaba en la parte de mantenimiento. Si no se me
rompía nada o no tenía nada roto para reparar, tenía que ir a colaborar con la
parte de producción y creo que nunca fui. Siempre se me rompía algo. Hacía mi
trabajo, que era para lo que ellos me pagaban, mi trabajo, que era
mantenimiento”.
En
los primeros días de abril comenzó la toma por fuera de la fábrica. Se instaló
una carpa y la olla popular en el ingreso peatonal a la planta. Ya eran
alrededor de 500 los suspendidos y 40 los despedidos, entre obreros de UOM y
supervisores de ASIMRA. La carpa fue el lugar de reunión, de unidad y allí
llegaban la solidaridad de los comerciantes y vecinos de la ciudad. Sobre esto,
así nos hablaron nuestros entrevistados:
“...
una situación muy fea, entonces que hizo, más que el gremio, la gente. La gente
se sintió muy dolida y salió a decirlo a la calle y mucha gente como el
comercio apoyó mucho... te puedo asegurar que la gente se dio cuenta de que era
todo planeado por Acindar [...] Fueron más de 6 meses de lucha donde lo que más
se notaba fue la colaboración de los comercios, de la gente de Villa, así fue
como se pudo llevar adelante, gracias a todo el esfuerzo que hizo una
comunidad.”
“La
solidaridad de Villa, y Metcon más todavía, fue muy
buena; porque es así: muere Acindar, muere Villa. También la municipalidad nos
ayudó con el tema del gas, la luz para que no la cortaran. La colaboración de
los almaceneros más chicos, de barrio, fue muy grande...”
3.
La flexibilización: “... y los compañeros iban quedando en el
camino...”
Al
preguntarles sobre qué había significado la flexibilización, nos dijeron: “...
y el hilo se corta por lo más delgado, que es la clase obrera. Ellos con la
flexibilización querían que el obrero además de su trabajo hiciera más cosas
para ir sacando puestos, achicando gastos...”.
“Acindar cuando dice de reducir gastos quiere decir sacar
mano de obra, nunca va a decir ‘nos vamos a bajar el sueldo los gerentes que
sacamos fortuna’ y no hablemos más profundo sobre los afanes que había. Y, como
te decía, mucha gente se fue porque se sintió usada, denigrada, y es cierto
eso, y el gremio se abrió de gamba como lo hace siempre. En las reuniones que
teníamos con los delegados y la Comisión Interna, me opuse siempre pero no me
dieron ni cinco... y empezaron a achicar puestos. Y uno de los promotores de la
flexibilización fue el papá de Messi, el jugador”.
Después
de 20 años de la lucha, uno de los entrevistados nos decía que “todavía no la
entendí [la flexibilización], porque para mí fue todo para atrás, no se
recuperó nada y se perdió todo. Hasta el día de hoy no la entiendo”. Estas
palabras ameritan que recordemos las ‘tareas de adoctrinamiento’ que habían
realizado tanto la patronal como el sindicato.
Para
ejemplificar esa realidad de que “fue todo para atrás”, Gabriel nos contaba:
“Después
se siguió adelante, se siguió trabajando. Fueron metiendo y metiendo presión
hasta que la UOM a nivel nacional intervino para que se subsanara el conflicto
entre comillas y ayudó a que la empresa pudiera flexibilizar más a la gente.
Entramos casi 800, 900 compañeros menos, porque la gente se fue; se fue yendo
después que ingresamos porque le hacían firmar un acuerdo que eran migajas
[...] Con el transcurso de los años uno se va dando cuenta a qué llevó esto: a
trabajar con menos gente, en distintos puestos, a flexibilizar. No eran nuevos
métodos de trabajo sino cómo se flexibilizaba más a la gente. Y hoy tenemos un
escalafón, o categorías entre comillas, donde la UOM a nivel nacional intervino
sacando manuales, o sea antes una persona tenía 10 tareas para hacer y hoy
tiene 50, 60 tareas para realizar. Si eso no es la flexibilización laboral,
¿qué es? Y la UOM a nivel nacional permitió todo, que no solo Acindar lo hizo
sino también las distintas empresas lo hicieron”.
Reingresar
a la planta con el acta-acuerdo[19]
en las manos, esa “salida más que honrosa” -producto de “la primer lucha
exitosa de los trabajadores contra la reconversión salvaje”- según las propias
palabras de Piccinini[20],
fue tan o más duro que el conflicto mismo. Lo que comenzaron a vivir dentro de
la fábrica, el ‘manoseo’, era la continuación del conflicto y al mismo tiempo
la derrota, el fin de la lucha heroica que habían protagonizado los trabajadores.
“El
malestar era general, una incertidumbre total porque... ¿qué pasaba?, ¿nos
quedamos afuera?, ¿nos dan otra oportunidad? Nadie sabía nada. Eso no es bueno.
Hay personas que no les importa ir a pintar cordones, pegar carteles o a
limpiar, no se... La molestia mía era que nunca dejé ese puesto y figuraba en
otro lado; mi recibo de sueldo nunca dijo que estaba en la 060. Entonces esas
cosas a mí no... Pero la jefatura me decía: ‘vos no te hagas problema, que
trabajo vas a tener; sacamos a uno y te ponemos a vos’. No, no. Prefería que
alguien que realmente lo necesitara estuviera en mi lugar y yo con el
acta-acuerdo me la rebuscaba, trabajaba afuera”
Jorge
estuvo alrededor de 1 año y medio suspendido, hasta que se terminó el plazo que
establecía el acta-acuerdo y se decidió a volver, como él mismo afirmó. “Y fue
otra pelea más. Mi sector no existía más... Y Acindar tenía ofertas para
trabajar en mantenimiento pero como una empresa, no en planta, eso lo charlamos
pero era mucho compromiso, no hubo acuerdo y no se hizo. Yo quería seguir en el
sector ese (terco) pero veía que desapareció. Y como yo siempre estuve en la
parte de reparaciones, quedaba la guardia pero como se había tercerizado todo, de reparación no quedaba nada. Entonces
me trataron de ubicar en un lado, en otro. Me mandaron al tren 1, al tren
Más
adelante, agregó: “No era nada gratificante para mi... viste es lindo trabajar
en lo que a uno le gusta pero bueno, había una familia para mantener, tuve que
agachar la cabeza y aceptar lo que tenía adelante. Veía también que el cambio
no me favoreció [...] estaba castigado, tenía que ir a trabajar a producción”.
Aquí,
aunque resultara muy extensa la transcripción de las entrevistas, preferimos
respetar los relatos porque precisamente en una determinada palabra o en una
anécdota, aparecía el proceso que ellos vivieron, donde sus ideas y
valoraciones iban cambiando. La flexibilización fue, como lo contó Jorge, volver
a los tiempos de los militares pero en plena democracia. Y lo que se estaba
castigando era la rebeldía no de un individuo sino de un conjunto de obreros.
Acindar quería poner fin a la voluntad de lucha de la clase obrera de Villa.
Eso quedaba claro.
Las
palabras de Jorge también nos llevan a reflexionar sobre la consciencia
histórica, que es social, arraigada en su memoria. Más allá de cuántos fueron
los trabajadores que como Jorge al momento del reingreso se plantaron, aparece
allí una distinción entre ‘ellos’ (los patrones y los militares) y ‘nosotros’(los
que resistimos, los castigados). La “época de los militares” es resignificada en la experiencia de la flexibilización. Se
volvía a aquella época donde el obrero tenía que agachar la cabeza, cerrar la
boca y cumplir las órdenes. Tras los dos años de haber elegido estar fuera de
planta, suspendido, desobedeciendo a la patronal, Jorge volvió. Acindar no pudo
en ese tiempo ‘someterlo’. Un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, infinitamente
desigual, quizás fue el último recurso para muchos trabajadores después del
acta-acuerdo.
Por
último, encontramos en estas palabras la riqueza que sólo la historia oral nos
permite descubrir. En los relatos, emergen los recuerdos construidos a partir
de deseos, de decisiones tomadas y acciones asumidas; la memoria y la
conciencia, lo individual y lo social amalgamados, en una subjetividad que
revela pasado y presente en un mismo instante. Segmentos de la historia que no
aparecen en las crónicas periodísticas ni en las versiones oficiales del
pasado.
4.
El desengaño: “... la gente confió en la leyenda”
Los
trabajadores metalúrgicos y su sindicato son, en gran parte, los constructores
de una identidad particular de la ciudad. Todos saben algo del Villazo, recuerdan algo, las enormes movilizaciones, la
solidaridad popular, la represión y los compañeros que dieron su vida.
Nuestros
entrevistados, en su mayoría, habían ingresado a la fábrica entre fines de los
años 70 y comienzos de los 80. Eran los que habían escuchado el relato de los Villazos y aguantaron la dictadura dentro de planta.
Aquellos
referentes de la lucha, Alberto Piccinini y Victorio Paulón, estaban nuevamente al frente en el 91. Sobre esto,
mientras nos contaba sobre la solidaridad durante el conflicto y su experiencia
del lado de los comerciantes -cuando fue el conflicto reciente de la
autopartista Paraná Metal[21]-,
Enrique nos decía:
“Cuando
fue el conflicto de Paraná Metal yo ya me había ido de Acindar y tenía un kiosco
y lo cerraba, pero Miguez[22]
no cerraba. Yo fui obrero y sé lo que es pasar por las circunstancias esas. Yo
creo que son también diferentes épocas. Si esto le hubiera pasado a Miguez en el año setenta y pico, no existiría más, lo
hubieran hecho volar con bomba y todo, no tengo la menor duda pero han cambiado
los tiempos, no es el gremio aguerrido que había antes, de la lucha fuerte
digamos. Y la gente vio que no era lo mismo [en el conflicto del 91] pero
quedaba la leyenda, entonces la gente confió en la leyenda, en un Paulón, un Piccinini... quedó la
leyenda de ellos, del setenta y pico, estuvieron presos. En el 74 fueron los
conflictos más grandes acá, el Villazo, pero
participó mucha gente de afuera. No estaba yo, entré en el
Los
tiempos habían cambiado. Los trabajadores metalúrgicos compartían una inmensa
confianza en esa leyenda, en sus referentes, los que “se comieron los años de
cárcel”. Pero la derrota impuesta con la represión, el asesinato y la
desaparición, dejó su secuela; así, la negociación que es definida como
perjudicial para el obrero, es vista al mismo tiempo como la única vía posible
en tiempos “democráticos”.
En
relación a ello, Jorge afirmaba que el sindicato había defendido todos los
puestos de trabajo, que enfrentó a Acindar pero que mirando ahora lo que pasó,
el sindicato no tendría que haber actuado como actuó: “sabiendo toda esa
historia del sindicato en Villa Constitución, por lo que había pasado, era
recordar todos esos malos momentos y no ponerse a la altura de las
circunstancias; yo creo que un buen diálogo lleva a un acuerdo”, tendría que
haber dialogado más, “pensar cuál era la necesidad de la empresa, que era la de
reducir planteles, que como yo lo he visto, había gente que estaba como rama
seca en una planta”.
V:
Ahora, como usted nos dijo, Acindar quería reducir personal, y eso fue lo que
pasó, la empresa redujo la cantidad de personal. Entonces, ¿el sindicato
retrocedió, o sea cedió ante la empresa, o no?
J:
Al sindicato no le quedaba otra, después de tres meses de lucha y la presión de
la gente que quería volver a trabajar sin importar que se firmaran tantos
papeles que eran, se decía, la sentencia de muerte entre comillas; pero bueno
la gente quería seguir trabajando. Creo que ya no se pudo sostener más esa
lucha, innecesaria para mí porque podría haberse encaminado de otra forma.
V:
¿Dialogando?
J:
Claro.
En
el transcurso de la entrevista, minutos después y a propósito de la asamblea
donde estuvo presente Lorenzo Miguel[23],
los sentimientos y los recuerdos tomaban otro camino: “Fue muy desagradable...
V:
¿Por qué? ¿Qué fue lo desagradable?
J:
Creo que escuchar los distintos oradores... que uno de tantos hoy no vive, dijo
algo muy real que era bueno ‘muchachos, ustedes si entran Acindar con el
tiempo, en muy poco tiempo, va a lograr lo que quiere y lo que yo les digo ahora
va a ocurrir’, que era: ‘ustedes entran a trabajar pero van a terminar sacando
más gente que la que pretendía’. Entonces esa persona que dijo la verdad,
estaba como oposición a Lorenzo Miguel, al acuerdo, a la empresa, le dieron una
paliza como para que tenga, ahí afuera.
V:
¿Se puede decir cómo se llamaba ese trabajador?
J:
Zárate, de apellido, Zárate. Era un tipo que veía más adelante que cualquiera
de nosotros. Y dijo la gran verdad y bueno... no les gustó mucho; no a los
obreros en sí, el obrero escuchaba. Y tuvo razón porque cuando entramos se
perdieron tantas conquistas, tantas... que una vez que estábamos adentro lo
fuimos viendo, conquistas de años... se fueron perdiendo. Y eso esa persona lo
había dicho clarito, que iba a suceder. [...] Vos fijate
que el que conoce un poco la historia de lo que ha pasado en los distintos
conflictos, después la gran represión que hubo, los muertos, se comentan muchas
cosas de Lorenzo Miguel, de las fuerzas armadas, de los Falcon
verde y había mafia por todos lados y uno no sabía dónde estaba parado. Y hubo
presión para decir vamos a gritar ‘viva, viva Lorenzo Miguel’, y ya estaba todo
cocinado desde hace un mes atrás. Y nosotros, bah, en el caso mío no tanto,
pero la gente en la carpa, los malos momentos, la angustia... cuando ya estaba
todo arreglado de antemano. El acuerdo se firma siempre antes.
V:
Pero se tenía que ratificar en la asamblea, ¿no?
J:
En la asamblea que se hizo cuando vino Lorenzo Miguel: ‘hagan esto y punto’;
sí, sí, así fue, no hay otra... Tal es así que cuando Zárate menciona lo de
esos papeles que teníamos que firmar, bueno... pasó lo que pasó, le pegaron...
Ah, te iba a decir esto de Zárate, que él como otros, creo que eran siete en
total, porque no le convenía ni a la empresa ni al sindicato, en común acuerdo,
no entraban a trabajar nunca más en Acindar, los echaron directamente... por
decir la verdad, porque robaba, por lo que fuera, no conozco todos los casos
puntuales [...] Y pasó lo que dijo Zárate cuando estuvo Lorenzo Miguel, van a
entrar a trabajar todos pero con el tiempo se van a dar cuenta de que con el
tiempo van a echar a más gente, y es cierto, porque son despidos
encubiertos...”
Nuestras
impresiones después de realizada la entrevista a Jorge eran confusas, así como
también expresaba él esa mezcla temporal, de reelaboraciones del pasado y sus
representaciones y actitudes. La historia de la UOM-Villa, la lucha de sus
padres, el ‘Picci corazón’[24],
la “sentencia de muerte” y una de las caras de la represión de los años 70,
Lorenzo Miguel. Todo junto, sobre la ruta, del otro lado del alambrado.
La
presión para decir ‘viva Lorenzo Miguel’, presente en los recuerdos de Jorge y
Gabriel, provenía de arriba del palco, donde estaban los dirigentes. Los que
“estaban abajo” sintieron el dolor de tener que decirlo, tuvieron que
“consensuar”.
Para
Gabriel, la presencia de Lorenzo Miguel fue un gran dolor y parte de una
mentira; ese hombre no venía a arreglar el conflicto sino a flexibilizar: “A
los que estábamos abajo, nos tuvieron que decir que por favor coreáramos el
nombre de Lorenzo Miguel, ‘del compañero Lorenzo’. Te puedo asegurar que nos
dolió tanto porque no lo queríamos ni adentro del palco ni que estuviera en
Villa Constitución después de tanto daño que había hecho para Villa. Tuvimos que
consensuar entre todos ese día de la asamblea que se hizo en la Plaza; que hoy
por hoy no tenemos más Plaza de la Constitución como era antes, con el palco
para poder hablar. Eso es algo que se perdió también dentro de Villa
Constitución. Ahí se podía hacer una asamblea o si se quería también hacer una
reunión”.
5.
Identidades
Después
del conflicto muchas cosas cambiaron: se trabajaba más por menos salario, con
menos compañeros, en puestos diferentes. Algunos se cruzaban dentro de planta
con sus ex compañeros pero ya no compartían la cotidianeidad de las horas de
trabajo. Gabriel nos mostró la profundidad de las transformaciones en el
conjunto de los que reingresaron y a nivel personal:
“La
relación adentro... eh empezó a... la gente que tenía muchos años empezó a
tener vergüenza de ser trabajador de Acindar... esto te lo voy a decir ahora
¿estás grabando?, la vergüenza de trabajar en Acindar, eso te lo puedo
asegurar; algo que nos dolió a todos, después de años de trabajo la gente mayor
que dijo ‘no puede ser lo que hicieron’... y eso le dolió a mucha gente:
reducción salarial, presión, trabajar más con menos gente y a su vez, esa era
la idea, dividir a la gente. Pero la gente no se dividió, se unió más, se hizo
más fuerte, lo que se llegó a lograr fue que la gente se preocupara más por su
salud y empezaron a aparecer reclamos por la calidad del trabajo. Porque antes
la gente no le daba bolilla, trabajaba continuamente sin tener en cuenta los
riesgos que podía llegar a tener, por tener la camiseta, y eso se perdió, eso
se-per-dió y la gente se fue muy dolida. Hoy escuchás a la gente que estuvo en el conflicto y te puedo
asegurar que no quieren saber más nada, es una mala palabra Acindar”
Más
adelante, con la emoción en la garganta luego de que nos contara sobre la
solidaridad del pueblo de Villa, porque fue con esa colaboración “como se pudo
llevar adelante [el conflicto], gracias a todo el esfuerzo que hizo la
comunidad”, nos volvió a hablar sobre las marcas que dejó el conflicto:
“Lo
que te puedo decir de todo esto es que cambié mucho mi forma de pensar dentro
de fábrica y no solamente yo sino... por momentos me ocultaba cuando venía una
visita; me daba vergüenza trabajar en fábrica, te puedo asegurar porque después
de haber vivido eso... mucha gente lo tomó de esa forma. Y bueno, el tema
laboral, aquella persona que trabajaba en Acindar se sentían orgullosos, no
solamente orgullosos de trabajar en fábrica sino que se tenía un respeto por el
trabajo, se tenía lo que se llama cultura del trabajo. La persona trabajaba,
trabajaba su hijo alrededor del papá y sus propios compañeros ayudaban a que
ese hijo no se accidentara, ¡qué mejor! Acindar se hizo grande gracias a que
las familias, el padre, el hijo, un primo ingresaban dentro de los sectores,
eso... lo que te puedo decir es que... eh... te voy a decir algo fundamental,
que es esto lo más importante: todos los que trabajábamos ahí teníamos una
cultura del trabajo que hoy se perdió, hoy realmente no existe. Hoy por hoy los
chicos no tienen la menor idea de lo que es el trabajo, no les importa, son más
mercenarios que otra cosa [...] Se perdió mucho esa familia que había dentro de
Acindar, que se reunía no solamente dentro de fábrica sino también afuera.
Todos los sectores se juntaban a comer, se hacían las fiestas de los
trabajadores. Pero lo que más, más me duele es como se perdió la cultura del
trabajo que hoy por hoy dentro de Acindar no existe”.
Cuatro
elementos cargados de emociones: “ponerse la camiseta”, la cultura del trabajo,
la bronca hacia Lorenzo Miguel y el palco de la Plaza de la Constitución; todos
representan una síntesis que daba cuerpo a la identidad del trabajador
metalúrgico de Villa. Por un lado, se manifiesta la construcción ideológica del
peronismo hecha carne en la clase obrera argentina: el patrón y el obrero
juntos para que el país sea grande. Por otro, la lucha y el protagonismo de los
obreros, su combatividad expresada desde los años del Villazo,
la apropiación de un espacio público desde donde su palabra es hegemónica,
conmueve y moviliza al conjunto de la comunidad. Elementos que ya no están o
dejaron de ser lo que eran, que fueron borrados por el plan de Martínez de Hoz,
Acindar y la flexibilización.
Por
último, tras cada experiencia que conmociona se suelen sacar lecciones, algunas
veces para trasmitirlas a otros, para que no se repitan: “Y lo más importante
en esto es que la gente no se olvide de lo que pasó; que hubo muchos errores de
la parte gremial pero me parece que el principal responsable de esto fue el
gobierno, fue la misma empresa. Acindar quiso ser como la aleccionadora, la que
arrancaba para producir esto y que esto sea reflejo para el resto de las
empresas. Si este conflicto le salía bien, el resto de las empresas iba a tomar
la misma metodología, o sea, reducción de personal, flexibilización laboral,
menos salario, y de esa forma conseguir una mayor explotación hacia la gente.
Villa Constitución no se tiene que olvidar...”
Conclusiones
De
los estudios realizados sobre el conflicto del año 1991 resultaron diferentes
lecturas. Una de ellas, que encontramos al inicio de la investigación, nos
transmitió el recuerdo de una lucha muy dura, rodeada de solidaridad, dirigida
por una seccional antiburocrática y combativa, que debió modificar su
estrategia confrontativa y optar por la negociación
presionada por los nuevos tiempos. Una lucha que resultó en “una salida más que
honrosa” o un “empate relativo”[25].
La
otra lectura, plasmada en la investigación de S. Velásquez, mostró también una
lucha heroica de los trabajadores y el pueblo de Villa Constitución, pero con
un balance diferente sobre la dirigencia gremial y los resultados de la misma.
El autor afirma que tanto la empresa como el sindicato utilizaron el conflicto
para eliminar una camada de trabajadores que eran oposición a los dirigentes
del momento; es decir, Acindar logró reducir los planteles con la complicidad
del sindicato de los metalúrgicos[26].
A
partir de esto, nuestro interés en conocer esa lucha y su impacto en los
trabajadores de base suponía encontrar esas voces, con nuevas preguntas, y
reconstruir una porción de la historia reciente de la ciudad a través de una
memoria diferente, la de “los de abajo”.
Los
antecedentes que expusimos, sobre la trayectoria y los vínculos de la patronal
de Acindar -conformada por la familia Acevedo y los personajes nefastos que la
acompañaron como Martínez de Hoz, López Aufranc,
Jorge Videla (abogado, hijo del genocida), Carlos Leone (Vicepresidente de la
firma), Carlos Roldán (promotor de los 2000 despidos en la Ford de Pacheco en
1985)-, no dejan para nosotros lugar al diálogo ni la negociación, voluntad
expresada con esmero por parte de la dirección del sindicato metalúrgico. Las
millonarias ganancias de la patronal, conseguidas sobre la explotación y el
genocidio, son argumento suficiente. No había crisis ni pérdidas, querían
mantener la rentabilidad; mientras con una mano golpeaban la mesa del gobierno
para exigir más subsidios, con la otra apretaban el cuello a los trabajadores.
Respecto
a las valoraciones y prácticas que se pusieron en juego -constitutivas de la
subjetividad de los trabajadores villenses-, aquellas
habían sido forjadas en los tiempos de la lucha por los derechos sociales y
laborales que Perón había otorgado a la clase obrera y en las luchas clasistas
de los 70. El peronismo enseñó a la mayoría de la población argentina, con
fuego, astucia y justos derechos, la necesaria colaboración del obrero con el
patrón. La defensa del trabajo se mezclaba (y se mezcla) con ese “ponerse la
camiseta y a trabajar”. En tiempos malos, el trabajador debía colaborar más, por
ejemplo “trabajar 8 horas y cobrar
Sobre
esa configuración identitaria golpeó el plan neoliberal. Y, tras la
flexibilización impuesta hace 20 años, encontramos en los trabajadores de base
entrevistados todo aquello, así como también emociones profundas: indignación,
bronca y desilusión. Lejos de una lucha exitosa contra la reconversión
productiva, los trabajadores significaron el conflicto como una estafa, un
desastre, una situación terrible, donde todo fue para atrás, donde se perdió
todo. Los trabajadores, portadores de una tradición combativa setentista, pelearon, hicieron paros, sacaron el conflicto
a la calle, bloquearon los portones, profundizaron la solidaridad con el pueblo,
levantaron carpas y compartieron los guisos de la olla popular, pero no
triunfaron.
La
ofensiva neoliberal sobre las formas de trabajo y, a su vez, sobre la
subjetividad de los trabajadores de base de Acindar, produjo fuertes
cuestionamientos que afectaron de manera negativa la tradición construida desde
el primer Villazo. El orgullo de ser trabajador de
Acindar se trastocó en angustia y vergüenza. Tuvieron que “agachar la cabeza” y
vitorear a uno de los cómplices de la represión del año ’75. La patronal
genocida de Acindar logró lo que quería. Los trabajadores, no.
De
nuestra parte, esperamos haber podido reflejar lo más fielmente posible la
memoria de los trabajadores. Sentimos la indignación, el agradecimiento y la tristeza.
Y, por último, ansiamos que este trabajo, apenas un granito de arena, aporte
para seguir cuestionando y producir grietas, para no conformarnos y volver a
construir, desde la solidaridad, fuerzas que desde abajo pongan en el lugar que
corresponde a los de arriba y sus colaboradores.
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Fuentes:
Diario El Norte,
de enero a mayo de 1991.
Entrevistas realizadas a trabajadores de base de
Acindar, protagonistas del conflicto.
RESUMEN
Neoliberalismo
y flexibilización laboral. El conflicto del ’91 en la planta de Acindar de Villa Constitución. Sus efectos en la
subjetividad de los trabajadores de base
El presente trabajo aborda los efectos del conflicto
laboral producido en 1991, en la planta de Acindar de
la ciudad de Villa Constitución, sobre la subjetividad de los trabajadores de
base. La avanzada neoliberal de los años 90 tuvo entre sus objetivos destruir
los restos de una identidad obrera, combativa y solidaria, conformada en las
luchas de las décadas de 1960-1970, y liquidar las conquistas que habían
sobrevivido a la dictadura genocida. La patronal heredera de Martínez de Hoz
llevó adelante el conflicto del año 91 para aleccionar a los trabajadores de Acindar y de la región. El mismo conmocionó tanto al
conjunto de la población como, y especialmente, a dirigentes sindicales y
trabajadores de base, portadores más o menos conscientes de una tradición de
lucha fundada en los Villazos.
Palabras
clave: trabajador de base – subjetividad – Acindar - flexibilización laboral - conflicto laboral de
1991
ABSTRACT
Neoliberalism and labor flexibility. The conflict of
’91 at the plant in Villa Constitución Acindar. Their effects on the subjectivity of the base
workers
This paper discusses the
effects of the labor dispute occurred in 1991, Acindar
plant in the city of Villa Constitución, on the
subjectivity of the base workers. The neoliberal art of the 90 had among its
objectives destroy the remains of a worker identity, militant and solidarity,
formed in the struggles of the decades of 1960-1970, and liquidate the gains
that had survived the genocidal dictatorship. The management inherited of
Martinez de Hoz carried out the conflict of the year
91 to instruct workers Acindar and the region. The
same so shocked the whole population, and especially, union leaders and base
workers, carryers more or less aware of a tradition
of struggle based on the Villazos.
Key words: base
worker – subjectivity – Acindar - labor flexibility -
labor dispute of 1991
Recibido:
29/02/2012
Aprobado:
13/03/2012
Versión final:
14/04/2012
Notas
[1] El
presente artículo es una reelaboración de la investigación “Neoliberalismo y
flexibilización laboral. El conflicto del ’91 en la planta de Acindar de Villa
Constitución. Sus efectos en la subjetividad de los trabajadores de base”
presentada en el Seminario de Historia Regional, Profesorado de Historia; Villa
Constitución, ISP Nº 3 Eduardo Lafferriere, 2011.
(*) Profesora de Historia, egresada en 2011 del ISP Nº 3; e-mail: filipkvr@yahoo.com.ar
[2] AZPIAZU,
Daniel, BASUALDO Eduardo y KULFAS, Matías; La
industria siderúrgica en Argentina y Brasil durante las últimas décadas; CEFS-FETIA-CTA;
Bs. As., 2007.
[3] ACINFER
(1955), MISIPA (1960-61), ARMETAL, ACINPLAST, INDAPE y MARATHON (1962-63).
[4] Empresas
Genaro Grasso S.A., Gurmendi S.A. y Santa Rosa S.A.
(1981); y años después, Navarro S.A. y Tamet S.A.
[5] RAPOPORT,
Mario; Historia económica, política y
social de
[6] JABBAZ,
Marcela; Modernización social o
flexibilidad salarial. Impacto selectivo de un cambio organizacional en una
empresa siderúrgica argentina; CEAL; Bs. As., 1996; p. 29.
[7] GODA
(Grupo de Obreros de Acindar) y, más tarde, GOCA (Grupo de Obreros Combativos
de Acindar), organizados luego de marzo de 1970.
[8] MRS
(Movimiento de Recuperación Sindical) entre 1971-1972, y Movimiento Metalúrgico
7 de Septiembre- Lista Marrón, organizada frente a las elecciones de delegados
de fábrica en 1973.
[9] PROSPITI,
Agustín y RODRÍGUEZ, Ernesto; “El Plenario de 1974. Lucha sindical y lucha
política en el contexto del Villazo”. En: PASQUALI,
Laura y VIDELA, Oscar (Comps.); El contenido de los conflictos. Formas de la lucha sociopolítica en la
historia argentina reciente, 1966-1996; Quinta Pata & Camino y Sección
Historia. ISP Nº 3; Villa Constitución, 2010; p. 113.
[10] WINTER,
Jorge; La clase obrera de Villa
Constitución: subjetividad, estrategias de resistencia y organización sindical;
Reunir; Buenos Aires, 2010, p. 185.
[11] JABBAZ, M. op.
cit.
[12] JABBAZ, M. op.
cit.
[13] Se
despidió personal que luego fue reincorporado pero se abrió el registro de
retiros voluntarios. Acindar quitó del salario de bolsillo un 20% extra que
pagaba por encima del convenio, para trocarlos por tickets canasta. Los sindicatos
rechazaron los tickets, pero la quita salarial no se revirtió y se acumuló una
enorme deuda que permitiría a la patronal presionar para conseguir la
flexibilidad salarial. Por otro lado, en junio del ’90 Acindar reemplazó al
Gerente “participativo” y quien ocupó su lugar fue uno de los responsables de
los despidos en
[14] La
transición hacia los nuevos métodos de trabajo, implicó “tres movimientos de
personal paralelos”: 1) retiros voluntarios; 2) desplazamiento de personal
hacia el grupo 060; y 3) movilidad interna entre actividades. El grupo 060 iba
a desaparecer “una vez concluido el proceso de ajuste del plantel de personal”.
JABBAZ, M.; op. cit. pp. 118-120.
[15] Los
tickets canasta eran vales que se canjeaban por alimentos en determinados
comercios. Durante los años 90 se extendieron a los sectores público y privado.
[16] Desde el
principio, los trabajadores se negaron a hacer las tareas que no les
correspondían. Era parte de sus conquistas históricas que la empresa respetara
el puesto de trabajo. El día 10 de abril en una asamblea conjunta de UOM y
ASIMRA, resolvieron: “no cubrir los puestos de los trabajadores suspendidos y
despedidos; y realizar paros de 1 hora por cada hora de trabajo (...) Además,
se confirmó que el paro de actividad para concurrir a la movilización que se
hará el próximo viernes, será a partir de las 9,30 hasta las
[17] Desde
comienzos del mes de marzo, funcionaba
[18] Diario Página/12, 23 de abril de 1991.
[19] El día 9
de mayo, se firmó un acta-acuerdo que establecía: la retractación de los
despidos pero se mantenía el registro de retiros voluntarios; los trabajadores
suspendidos, de manera rotativa, reingresarían a medida que aumentara la
producción; se completaría el pago a los suspendidos con un subsidio; se
mantuvo el compromiso de participación del gremio en la discusión de los Nuevos
Métodos de Trabajo; se detuvieron las acciones legales; y se comprometieron a
180 días de paz social. Luego de firmado el acuerdo, el conflicto se extendió
hasta el 22 de mayo porque la empresa pretendía agregar cláusulas que
perjudicaban a los trabajadores. VELÁSQUEZ, Sergio; Impacto de las políticas neoliberales en la ciudad de Villa
Constitución durante la década de 1990. La flexibilización laboral en el marco
de la empresa Acindar. El papel del sindicato local
durante el conflicto de 1991; Seminario de Historia Regional, Sección
Historia, ISP Nº 3; Villa Constitución, Santa Fe, 2008.
[20]
Declaraciones de Alberto Piccinini citadas en:
JABBAZ, M. op. cit., p. 202.
[21] El
conflicto en la autopartista Paraná Metal se inició en diciembre de 2008. Desde
ese momento hasta la actualidad el conflicto pasó por momentos de lucha y de
reflujo. El primer momento de lucha y acción directa iniciado en diciembre de
2008, se cerró el 23 de enero de 2009 con la firma de un acta-acuerdo.
[22] Comerciante local, dueño de una red de supermercados. Inició su actividad en el rubro hace alrededor de 20 años. Hoy es uno de los supermercadistas más importante de la ciudad.
[23] El día
viernes 12 de mayo regresaron con el acta-acuerdo los dirigentes de UOM (A. Piccinini) y ASIMRA (M. Pieretti).
“Montaron un tinglado entre la carpa principal y la entrada de la fábrica para
realizar una Asamblea General. Allí estuvieron los dirigentes de UOM y ASIMRA,
con la participación directa de Lorenzo Miguel. A la asamblea concurrieron
todos los trabajadores con sus familias, alrededor de 5.000 personas. Al cabo
de 2 horas de discusión con amplia participación, sólo 6 manos se levantaron en
contra del acuerdo”. JABBAZ, M; op. cit. pp. 202.
[24] “El slogan
«Pichi Corazón!» es emblema del carácter personal y emocional de su liderazgo.
Tocaba el corazón y los sentimientos de los trabajadores. Varios testimonios
apuntan que los obreros seguían a Piccinini porque lo
conocían personalmente y tenían confianza en él”. CANGIANO, María Cecilia;
“Pichi corazón”. En: RODRÍGUEZ, Ernesto y VIDELA, Oscar (comps.);
El Villazo; La
experiencia de una ciudad y su movimiento obrero; Revista Historia
Regional- Libros. Sección Historia, ISP Nº 3; Villa Constitución, 1999; T.I; pp.
125.
[25] GINIGER,
Nuria y PIERETTI, Miguel; “Sinfonía en sí mayor. La lucha contra el laboratorio
neoliberal de Villa Constitución”; THEOMAI;
2010; Nº 22; pp. 86-100.
[26] “Cabe
acotar que luego de este profundo desengaño que sufrieron los obreros en su conjunto,
el sindicato local jamás volvió a contar con la adhesión de sus bases, tal cual
sucedía en la década del 70 y aun en la del 80, lo que se vivió luego del
conflicto fue una aguda burocratización de la conducción sindical...” VELÁSQUEZ,
S.; op. cit. p. 38.
[27] Propuesta
llevada por la dirigencia gremial de UOM a la reunión en el Ministerio de
Trabajo de la Nación, el 27 de febrero de 1991. JABBAZ, M. op. cit. p. 171.