De la Calidad Educativa, a la Descapitalización del Conocimiento Histórico

 

Rosa Di Franco[1]

 

Durante la década de los ‘90 mucho se ha hablado de la “modernización” del Estado. Poco se ha explicado que esta modernización en realidad significó la deslegitimización total del Estado propulsor del desarrollo y del Estado constructor de la sociedad.

Mientras se produce este desdibujamiento del Estado, desde el Ministerio de Educación; se maneja un discurso político distante de la realidad que produce un abismo entre política y sociedad; y que utiliza como palabras mágicas: calidad, eficiencia cuando el Estado no sirve de nexo entre la acción política concreta; la reflexión social, acerca del ¿cómo, por qué y para qué?; para quienes con respecto al sentido de la calidad y en primer lugar el planteo acerca de qué escuela tenemos y qué escuela queremos como posible. Esto determina que la brecha entre expectativas y logros se ensancha a un extremo en que la autoconfianza se fractura y la realidad se hace más irreal. Trataremos de explicar las causales de este estado de situación, con respecto en este caso al conocimiento, y al conocimiento histórico; que denominamos de descapitalización, frente a la tan mentada calidad educativa producto de “la modernización del Estado”; que ha llevado a identificar a la madre de don José de San Martín, como de “doña Logia Lautaro”.

Si fue olvido debe preocuparnos. Si fue una broma nuestra preocupación como docentes debe ir en aumento. La enseñanza de la historia requiere de un compromiso: ¿desde qué lugar enseñamos? Lo que implica un compromiso con la realidad y con el criterio de verdad, que debe construirse desde el aula, y que debe ser contrastable y discutible.

No hay comprensión del presente sin la Historia. La memoria es el presente del pasado, para ella necesitamos de un análisis global, coherente de lo micro a lo macro y viceversa. Debemos armar el contexto y no tener en cuenta tan sólo el hecho aislado.

La historia debe brindar una cosmovisión de la vida, de la sociedad y toda opción históricagráfica es ética. No tenemos conciencia histórica, ni tampoco conciencia social. La Historia no es sólo el pasado. Vivimos un presente en que el pasado está incluido en él y tanto el presente como el pasado tenemos que hacerlo inteligible. Significativo en esa relación dialéctica pasado – presente y viceversa, así enseñamos la forma de gobierno entre los egipcios o el proceso de la actual globalización. Es allí donde encontraremos, mediante la comparación el análisis de las constantes, las diferencias y similitudes, lo que le otorga la especificidad al conocimiento histórico y le otorga el carácter científico.

Con la crisis del Estado de Bienestar se ha creado una nueva forma de dependencia, la fragmentación social y cultural. Esta situación ha creado un clima social de incertidumbre e inseguridades dentro del campo docente a nivel intelectual y laboral, pérdida de entusiasmo, ante un cuadro tan incierto y móvil.

Se ha producido también una desvalorización del trabajo docente. Si bien somos profesionales o intelectuales, lo que hacemos en el aula es trabajo (Jaumé – Martínez Bonafé “Trabajar la escuela”). Desarrollamos un trabajo productivo de “enseñar” y lo vendemos a cambio de un salario. Es un trabajo cualificado.

Existe un discurso oficial acerca de la autonomía Institucional y la autonomía profesional, eminentemente hipócrita que nos entrampa en sus contradicciones. Enmascara la realidad con una creciente descualificación laboral. Con el planteo de la Reforma Curricular, declara la responsabilidad individual profesional como una de las claves de la Reforma, cuando en realidad, el profesor es un simple ejecutor técnico de paquetes instructivos.

En las actuales condiciones de trabajo, la descualificación laboral, se expresa en la tendencia creciente a la parcelación de tareas, rutinización, superespecialización, jerarquización, separación entre concepción y ejecución, y por lo tanto a la pérdida de control. No hemos participado ni en la elaboración del diseño curricular ni en los Contenidos ni en la Estructura de los mismos. Se ha producido una descualificación laboral. Así el docente se encuentra separado del conocimiento; lleva a la asunción ideológica de la taylorización, “liberado” de la responsabilidad de pensar el contenido del Curriculum.

A la descualificación del sujeto que enseña debemos agregar que la calidad de la educación está atravesada por un fenómeno que es el de la devaluación del conocimiento histórico que comienza a expresarse a comienzos de los años ‘70. La política de Terrorismo de Estado, genera omisiones, exclusiones, silencios imperdonables: una amnesia.

El discurso de la dictadura con sus verdades también fue fundamentalista y destruyó los valores sociales.

 

El objeto epistémico queda mutilado

En los ‘90, con el repliegue total del Estado, y la sanción de la Ley Federal de Educación, se van pergueñando los CBC (Contenidos Básicos Comunes), a cargo de “especialistas”, sin la participación desde abajo, es decir sin la intervención de los docentes, verdaderos artífices del proceso de enseñanza – aprendizaje.

Los Contenidos Básicos Comunes de la EGB (Enseñanza General Básica) y la Polimodal, así como algunos libros de textos, ponen de manifiesto fundamentalmente en temas de la realidad contemporánea, una abierta intencionalidad política de no explicar, para no entender por ejemplo, La Globalización. Cuando consideramos que el primer reto intelectual de la docencia y su principal compromiso es explicar las características de los cambios que se están produciendo en la realidad contemporánea.

Insisto en plantear, con respecto a la actual currícula, que por un lado se llega a una superabundancia de contenidos, por el otro, a un verdadero vacío, llegando a la desvalorización total de la Historia, y en algunos casos casi, a su desaparición total. Lo fundamental es desde qué lugar, desde qué posición van a ser planteados esos contenidos. En su enunciación aparecen desideologizados, sino se hace una lectura minuciosa y reflexiva. Está plagado de “Verdades profundas”, que no son ciertas. Produce la imposición de estándares en los contenidos curriculares que son también patrones culturales. Esto provocará deficiencias curriculares dado que no se brindan oportunidades para la reflexión sistemática de parte de los alumnos.

Los contenidos están llenos de exclusiones, por ejemplo: Asia ni los “imprescindibles países africanos” aparecen. No aparecen las categorías de análisis como clase social, capital financiero, procesos de acumulación, tipos, reestructuración, desestructuración, concentración, recesión, crisis, poder, Estado, etc.

Los pueblos necesitan inventar héroes, nosotros los tenemos sin artificio en la figura de San Martín. Parecería que muy poco saben nuestros jóvenes alumnos acerca de este prócer que confunden a doña Eulogia Lautaro como la madre de San Martín. Muchas encuestas se han hecho cercana al 17 de agosto para verificar qué saben nuestros alumnos y el resultado fue muy poco a casi nada.

 

¿Y la calidad educativa?

La calidad educativa está atravesada por una descapitalización del conocimiento y también el conocimiento histórico que como consecuencia de la recomposición del sistema económico mundial y la globalización de las comunicaciones inducen a una acelerada desterritorización con lo que se hace muy difícil mantener una identidad estable, asociada al territorio en que se vive y a la nación de pertenencia.

Se produce una rápida absolescencia de identidades y a una porosidad de los imaginarios.

Produce una transfiguración cultural. “La modernidad en el subdesarrollo se embriaga con amnesia”[2]. Produce la pérdida de referentes colectivos. La apertura a lo exógeno le hace desentenderse de su pasado y de la unión con sus propias raíces históricas. Falta de memoria y de conciencia histórica.

Así el alumno encuentra conceptualmente desarmado para enfrentarse a la comprensión del mundo que le ha tocado vivir y mucho más para enfrentarse a su transformación.

La función de la enseñanza de la Historia su responsabilidad y compromiso es organizar la memoria colectiva; diferenciarla de la Historia oficial.

La escuela del año 2.000, exige un irreverente ejercicio de imaginación y optimismo. A eso apostamos, a la creación e imaginación de los docentes. Para ello necesitamos de un perfeccionamiento continuo en la formación científica del profesor.

De allí que sea también necesario dotar a los alumnos, futuros docentes de una muy buena preparación científica y teórica.

Debemos oponer a la adaptación quejosa y catártica una desadaptación creativa.

 

Notas



[1] Profesora de Historia. Instituto Superior del Profesorado Nº 3. Docente en Institutos de Educación Superior y Media.

[2] HOPENHAYN, Martín; Ni Apocalípticos ni Integrados; ed. F.C.E., pág. 63.