Primer peronismo en Córdoba: efectos políticos y
constitución subjetiva
Juan Manuel Reynares[1]
(CONICET / CEA UNC: juanmreynares@gmail.com)
“… y asipasamo la vida sin domisilio sin techo para
dormir siquiera tirado a la calle co una bola que la patean y la pisan asisomo
nosotros señora Eba Duarte de Perón me estraña que una peronista al fabor de
Perón y Ebita que rode por la calle como una bola y como un fulbo que lo patean
y no le tiene lastima de que se rompa o si piche y si se deja patear es por que
no tiene defensa ninguna asisomonosotro señora Ebita de Perón…”
Carta de una vecina de Monte Buey enviada a Eva Perón.[2]
Introducción
¿Cuáles
son los desplazamientos políticos que permiten, en 1949, que una mujer de
condiciones humildes y escasa educación formal se dirija al Estado nacional y
haga de su situación particular un objeto de discusión e intervención política?
Una persona que es como una bola, a la que no se la reconoce en sus condiciones
mínimas de humanidad, pero que asume su situación como extraña, ajena a ella y
necesaria entonces de ser transformada. Si se deja patear como a una pelota y
no como a una persona, es porque no tiene defensa alguna, porque no hay un
discurso político que le permita asumirse como una igual a los demás, a esos
mismos que la patean sin lástima de que se rompa o se pinche.
Sin
embargo, le está escribiendo a Eva Perón reclamando precisamente esa defensa
que le permitiría ciertas condiciones de reconocimiento social. En esa
escritura reside el efecto político por el que una persona exige que se la
trate como tal en el mismo momento en que toma la palabra de un discurso
oficial que debe preocuparse de las vejaciones que recibe. Esa mujer
suplicante no se vuelve sujeto meramente al absorber el discurso
peronista, sino precisamente al cuestionar su propia situación en función de la
interpelación de la justicia social del peronismo, y al mismo tiempo reclamar
por los alcances de ese relato político.
El
peronismo como fenómeno político debe ser estudiado atendiendo a su dimensión
simbólica y los efectos políticos que acarrea. Si bien existen aportes
investigativos en esa dirección a nivel nacional, en nuestro caso pretendemos
analizar el peronismo en Córdoba como un discurso politizador. Dicha
politización se expresó en la tematización pública de problemas particulares,
en la participación ciudadana de los mismos reclamantes y en el cuestionamiento
del discurso oficial para forzar sus alcances y llevar más allá sus posibles
efectos.
Para
ello, analizaremos sucintamente algunos aportes sobre la dimensión política del
peronismo en la compleja relación entre el discurso peronista estatal y los
actores sociales y políticos a los que interpeló. Luego discutiremos algunas
conclusiones sobre los estudios del peronismo en Córdoba, haciendo uso de una
noción amplia de politización que nos permitirá analizar misivas enviadas a
Perón, o de manera transitiva a las autoridades provinciales, observando allí
la emergencia de un sujeto político novedoso.
El marco de nuestra mirada
La
bibliografía de las ciencias sociales sobre el peronismo histórico es una de
las más vastas en la academia argentina, e incluso ha llamado la atención a no
pocos estudiosos extranjeros. Dentro de ese abanico, los estudios sobre la
constitución de este actor político se han detenido en las relaciones
establecidas entre el liderazgo político de Perón ubicado al interior del
aparato estatal y los sectores populares, teniendo como base de éstos últimos a
la clase obrera. La lectura de Germani[3] enfatizaba
el carácter disponible de las recientemente migradas masas de trabajadores del
interior, que fueron utilizadas como sustento social en el proyecto político de
Perón. Por su parte, Murmis-Portantiero[4]
notaban la capacidad de negociación de los actores obreros organizados durante
décadas previas, caracterizando la relación entre clase trabajadora y liderazgo
político como una interacción racional de ambas partes antes que una
manipulación. El papel jugado por Perón y los obreros organizados supone una
clave de lectura básica para comprender el lugar histórico del peronismo en la
historia argentina del siglo XX.
Por
su parte, Juan Carlos Torre[5] ha
intervenido en este debate desde una mirada más amplia. Su análisis abarca la
década del 30, con la emergencia de un actor sindical con características
particulares, la “vieja guardia”. La llamada ‘década infame’ fue un período en
que se registraron transformaciones estructurales que movilizaron y
fortalecieron el mundo del trabajo mientras que el orden político excluyó la
participación de ese actor social. Esta doble realidad en tensión generó la
complejidad del movimiento popular y obrero con el que se “encontró” Perón
hacia mediados de los 40. El conservadurismo y autoritarismo como rasgo central
del sistema político de los ’30 generó dificultades para cualquier
manifestación de la militancia obrera, obstaculizando la inclusión del actor
obrero organizado en el sistema político. Ello dificultó a su vez la
articulación política de nueva y vieja clase trabajadora en la organización de la
acción colectiva.
En
ese contexto, Torre caracteriza la intervención de Perón en 1943 como un
escenario de ruptura y cambio desde arriba, con intervención del Estado y la
aparición de una elite de nuevo tipo. De esta manera, el movimiento popular no
fue causa sino efecto de la iniciativa transformadora, quedando así subordinado
a las orientaciones de la nueva elite dirigente estatal. Sin embargo, el
alcance de las transformaciones propuestas por Perón trascendió el terreno de
la producción para alcanzar efectos políticos profundos, como la crisis de
deferencia,[6] un proceso de redefinición
de las jerarquías sociales y políticas que trajo aparejada la emergencia de
nuevos actores políticos en el escenario nacional, como así también una
redistribución de lealtades y solidaridades sociales. La respuesta hostil de
las clases dominantes, como también de sectores medios, provocó el
desplazamiento del Estado ―bajo la dirección de Perón― desde una
posición de arbitraje hacia la toma de partido favorable a los obreros.
Las
características específicas de la relación entre sistema político y sector
obrero durante la década del 30 generaron una fragmentación del sector obrero,
un dualismo entre movimiento obrero centralizado y moderno, y periferia
marginal no industrializada y arcaica. La intervención externa de Perón
permitió cohesionar esa fragmentación, generando al mismo tiempo una identidad
política obrera. En sí misma, la homogeneización de la clase obrera argentina
permitió la fortaleza y cierta autonomía de ese movimiento obrero como así
también su pervivencia luego de la caída del régimen peronista. El análisis de
Torre contrapone, en sus distancias y acercamientos, el papel jugado por el
liderazgo estatal peronista por un lado, y la organización y dinámicas propias
del movimiento obrero, por el otro.
La
crisis de octubre de 1945 y su resolución señalaron, en la lectura de Torre, el
giro peronista hacia las masas obreras. En ese mismo año se produjo un
acercamiento entre dos aspectos de la vida obrera que siempre habían estado
apartados: su participación electoral (antes radical o conservadora) y su
militancia sindical (previamente socialista o comunista). Ese proceso señala
“el papel decisivo que juega el agente de movilización estatal por sobre los
agentes directos en el proceso de unificación de las masas obreras como sujeto
político”[7].
En un mismo proceso, los sectores obreros rompieron con los patrones de
representación política tradicionales y fueron reconocidos como miembros
plenos de la comunidad nacional gracias a la política de Perón. Ahora bien, al
recostarse necesariamente en la masa obrera recientemente peronizada, pero que
sin embargo conservaba restos de organización y presencia en el sistema
político, Perón dio paso a “una renegociación constante de su hegemonía sobre
las masas obreras; y esto lleva al régimen a recrear periódicamente sus
condiciones de origen. Entonces la palabra de Perón se desdobla y por la voz
desgarrada de Evita es revivido el clima de 1945 y se actualiza con toda su
fuerza primigenia la conflictualidad de los antagonismo sociales”[8].
Precisamente aquí observamos, con Torre, que la compleja relación del peronismo
y los sectores obreros ―y más en general populares― no se agota en
una posible manipulación o negociación, sino que es necesario tener en cuenta
las dinámicas políticas de representación e identificación, donde la dimensión
simbólica constitutiva de la vida social adquiere plena relevancia.
Otro
aporte en esta discusión sobre la caracterización del peronismo y la relación
entre el liderazgo estatal y los sectores populares, es el de Daniel James[9]
que hace hincapié en el “atractivo político e ideológico de Perón”.[10]
Al pensar esta atracción política del peronismo en los trabajadores,
James se detiene en su retórica, donde se redefine en clave social a la
ciudadanía. Otros factores de ese atractivo son la contraposición entre un
sistema político y sus valores formales, y la realidad de la desigualdad social
que volvía vana la declamación de esos principios como la libertad o el imperio
del derecho. En esa dimensión, el peronismo rechaza el postulado liberal de la
separación entre una esfera político – estatal, y otra económica – civil,
habilitando así a la inclusión de los obreros en la discusión de la cosa
pública[11].
Además, el peronismo se identificó con la defensa del desarrollo industrial, en
que la presencia y organización del sector trabajador se convertía así en punto
central.
Profundizando
el análisis, James considera que la intervención de Perón se realiza sobre
tópicos que ya tenían cierta visibilidad pública, dando así credibilidad a la
palabra del líder. Allí se agrega la cuestión de la retórica, que era
inmediata, concreta, “amable” a los oídos de los trabajadores. “La doctrina
peronista tomaba la conciencia, los hábitos, los estilos de vida y los valores
de la clase trabajadora tales como los encontraba y afirmaba su suficiencia y
su validez. Glorificaba lo cotidiano y lo común como base suficiente para la
rápida consecución de una sociedad justa”[12].
A
su vez, el autor se detiene en el “herético impacto social del peronismo”,
aludiendo al orgullo, el respeto propio y la dignidad que generó la
intervención del peronismo no sólo en la clase trabajadora, sino también en el
conjunto de la sociedad. El contraste obligado es la “década infame”, en que se
vivía la frustración y humillación profunda, frente a la cual la práctica
sindical era múltiple y fructífera, marcada por el socialismo y el anarquismo
todavía fuertes en el movimiento obrero (ateneos, clubes, bibliotecas). La
capacidad del peronismo de poner en una voz pública una multiplicidad de
experiencias privadas fue central, además de ser constituido desde una posición
ventajosa en el Estado, lo que incluyó la resemantización de términos hasta ese
momento despectivos, tales como descamisados, cabecitas negras, o
grasitas. La inclusión de prácticas novedosas en las manifestaciones
públicas, como así también la ocupación de espacios públicos sólo disponibles
hasta ese momento para las clases acomodadas, son factores simbólicos en que se
asentó el impacto social del sector obrero sobre la sociedad, a través de su
peronización.[13]
De
esta manera, la identidad política del sector obrero se constituyó en parte
por el accionar de Perón y en parte por su propia autonomía y
experiencia políticas. Ello permite comprender, en la lectura de James, la
ambivalencia del peronismo con respecto a ese legado social, ya que una vez en
el poder el peronismo intentó acotar esos impulsos propios del sector obrero, y
obturar el peligro de la subversión proletaria, promulgando una posible armonía
entre capital y trabajo mediante la participación del Estado ―peronista―.
Si bien la armonía venía dada por la identificación del interés nacional con el
del sector obrero, el Estado controló en gran medida a este actor político. Y
no lo hizo de manera autoritaria, sino más bien a través de un fino trabajo
ideológico, del que la resignificación política del 1° de mayo constituye un
ejemplo.
Los
análisis de Torre y James nos plantean que no es posible atender a la
complejidad del peronismo histórico si no abarcamos la dimensión política y
simbólica de su emergencia y consolidación, preguntándonos qué tipo de sujeto
político es el que surge en torno a su interpelación ideológica. Ante la
complejidad manifiesta del fenómeno peronista, lo que nos proponemos aquí es un
acercamiento en una doble clave a la emergencia del peronismo en la provincia
de Córdoba: desde una perspectiva político – discursiva, y a través de un
conjunto de fuentes que se circunscribe a misivas que distintas personas, sin
participar de manera protagónica en la vida política ya sea local o nacional,
enviaban a Perón o a Eva Perón.[14]
La importancia de nuestra intervención radica en la dimensión identitaria del
peronismo en escenarios subnacionales, su capacidad de promover interpelaciones
generando así un lazo afectivo y político entre la “gente de a pie”, representantes
particulares de la masa popular, y la figura de Perón encarnado al Estado,
alejándonos del entorno de Capital Federal y la provincia de Buenos Aires.
Las
investigaciones sobre la inserción peronista en el interior del país[15]
comenzaron a desarrollarse a fines del siglo pasado y estuvieron centradas en
la organización partidaria y la composición sociológica de la elite gobernante.
Sus conclusiones fueron, en grandes líneas, que el peronismo en los casos
subnacionales significó una continuidad de los sectores dominantes locales, ya
que se registró un desplazamiento de dirigentes partidarios conservadores hacia
la organización novedosa del peronismo en cada provincia. La centralización
geográfica y funcional que caracterizó a la organización nacional del peronismo
en la persona de su líder contribuyó en parte a esos resultados. De esta
manera, se ponían en cuestión aquellas tesis que consideraban que el peronismo
había promovido una serie de transformaciones significativas en la vida
política argentina.
Teniendo
en cuenta entonces tanto las interpretaciones de Torre y James, como las
investigaciones de César Tcach, nuestra contribución apunta a analizar los
efectos en la constitución de una subjetividad política en el interior del
país, más precisamente en Córdoba. Desplazamos así la atención de los procesos
institucionales y organizacionales en términos partidarios, para dar lugar a
una noción más amplia de la política y por ende del peronismo como fenómeno
politizador.
El peronismo en Córdoba: una mirada institucional
Tcach
ha analizado la emergencia del peronismo en Córdoba a partir de la conformación
del partido político que representó institucionalmente en la provincia a los
portavoces del peronismo nacional.[16]
En primer lugar, la relativa influencia de obreros como así de actividad
industrial en la provincia, incluso en la ciudad capital, no permite dar
asidero a las hipótesis sobre la influencia de los trabajadores industriales en
el peronismo cordobés. En cambio, la organización partidaria peronista en
Córdoba tuvo como actores principales a la UCR Junta Renovadora y a antiguos
exponentes del Partido Demócrata. Los primeros, sostenían un discurso
antiliberal y defendían valores nacionalistas y católicos, rayanos en la
intolerancia. Los segundos planteaban un relato conservador, y habían sido
condescendientes con el golpe del ’30 y los fraudes electorales posteriores.
Era notoria, en el análisis de Tcach, la presencia de “factores tradicionales
en la constitución del peronismo mediterráneo… Esta preeminencia de la matriz
conservadora era producto de apoyos políticos e institucionales definidos:
caudillos y dirigentes del Partido Demócrata, dirigentes radicales de
extracción nacionalista y antiliberal, y la propia Iglesia a través,
fundamentalmente, de Acción Católica”[17].
El
único sector obrero que participó en términos institucionales de esa
organización fue el Partido Laborista. Este actor político sostuvo un discurso
autónomo y defensor de las instituciones democráticas, organizándose al modo
del laborismo inglés, como una expresión partidaria de los intereses obreros.[18]
Fue fruto de una estrategia de Perón de crear sindicatos paralelos para
desbancar la presencia de militantes comunistas y socialistas en agrupaciones
gremiales.[19]
Entre
el radicalismo renovador ―formado por los dirigentes de la UCR-JR y los
demócratas― y el sector obrero va a persistir una tensión en torno a la
representatividad del peronismo en la provincia. Los espacios legislativos y
ejecutivos fueron disputados de manera virulenta, llegando incluso a
registrarse un caso de represión de laboristas durante la asunción de la
fórmula compuesta por la UCR (JR) y el Partido Laborista, A. Auchter – R. Asís,
en mayo de 1946. Los Diputados provinciales del PL practicaron la oposición
legislativa en todos los temas referidos a la defensa de las libertades
públicas, la cuestión municipal[20] y
la centralización funcional de la autoridad en el Poder Ejecutivo. Hacia
mediados de 1946, la estrategia de Perón va a estar dirigida a debilitar el
laborismo a través de la división, creando el Partido Único de la Revolución
Nacional, de manera de restar importancia institucional también al sector
oficialista fuertemente centralizado en el gobernador Auchter. Finalmente con
la creación del Partido Peronista, el PL cede su autonomía estructural y
termina prácticamente disuelto. En esta clave, Tcach concluye que el peronismo
se organizó partidariamente de manera no democrática, centralizada y muchas
veces violenta y fraudulenta, dependiendo enteramente de la estrategia nacional.
Como
vemos, los estudios de la emergencia del peronismo en la provincia se han
enfocado con mayor atención en sus características institucionales y en la
constitución de su elite dirigencial. En términos generales, estos argumentos
giran en torno a la centralización geográfica y funcional de la autoridad en la
figura de Perón, en Córdoba entre 1945 y 1955, como también a la conformación
de elites gobernantes con dirigentes locales de extracción conservadora y
nacionalista. La concentración en Perón impidió cualquier intento de
institucionalización de los actores políticos que sostenían al peronismo en la
provincia, o del Partido Peronista una vez constituido. Esa escasa autonomía
local, sustentada por la continua intervención del partido, fue acompañada por
la escasa competencia de los electores de las Unidades Básicas, principal
organización territorial del peronismo, cuyo poder “se reducía, así, a los
confines de la micropolítica barrial”[21].
Si bien en 1952, sostienen Tcach y Philp, se amplió la “autonomía relativa de
los organismos de base del partido, se produjo una explícita redefinición de
sus funciones… las unidades básicas pasaron a ser definidas… como agrupaciones
de ciudadanos con fines asistenciales menores”[22],
lo que suponía así una obstaculización del debate político. De allí, que estas
instituciones se limitaron a “ser una aséptica correa de transmisión de las
políticas gubernamentales y desempeñar funciones asistenciales auxiliares del
Estado”[23].
Si bien se reconoce que la consolidación política del peronismo exigía y
estimulaba la participación popular, ésta no originó una politización
genuina, debido a su canalización e incapacidad de participar en la toma de
decisiones, generada por la concentración de la autoridad en el orden estatal.
De
esta manera, Tcach y Philp sostienen que la escasa autonomía geográfica y
funcional del peronismo cordobés, sumado al estrecho margen de acción de la
presencia territorial en lo referido a la apertura de espacios
institucionalizados de debate, sustentan la premisa de una despolitización
local. Al caracterizar a la actividad política exclusivamente como la
posibilidad de participar en la elección de autoridades partidarias,
deteniéndose al mismo tiempo en la constitución de la elite peronista en la
provincia y su organización institucional, estos análisis concluyen que el
peronismo no permitió la politización de los sectores populares. El proceso por
el cual el peronismo se organiza como actor político en la provincia de Córdoba
estaría enmarcado en la extensión de lealtades que se pueden observar en la
designación de autoridades o la ocupación de cargos administrativos en función
de la adscripción partidaria.[24]Allí
entonces se hace un uso canónico de la noción de ‘politización’, ya que se
comprende como el aumento de la influencia de un partido político en los
procesos de constitución de elites gubernamentales locales.[25]
La politización peronista en Córdoba
La
conclusión de Tcach y Philp sobre el efecto político que el peronismo trajo
aparejado en la provincia se sostiene entonces sobre una doble matriz
epistemológica, a la vez liberal e institucionalista. La política, en este
caso, implica una práctica que sólo se expresa en la discusión legislativa, o
en la ocupación de cargos de gestión estatal, en ambos casos bajo la mediación
exclusiva del partido político. La dimensión discursiva constitutiva del orden
social y los efectos simbólicos que la emergencia del peronismo puso en juego
son sistemáticamente relegados en el acercamiento institucionalista que realiza
Tcach. La atención a la enunciación ad litteram de los dirigentes del
radicalismo renovador, del Partido Demócrata o del PL, no permite acercarse a
la miríada de desplazamientos subjetivos que la irrupción del relato peronista
supuso en personas sin protagonismo público, en espacios locales. Allí, en
palabras de Barros, “la ruptura que provoca el peronismo es anterior y más
primordial que lo que la literatura entiende como politización”[26].
Es precisamente esa ruptura la que permite la radical inclusión de un sector de
la sociedad no contabilizado antes como partícipe legítimo del espacio público.
Ese desplazamiento sería entonces donde residiría la politización específica
del peronismo, mientras que “la colonización del Estado por parte de adeptos al
gobierno”[27] no es más que un fenómeno
verificable en todo acceso al gobierno.
Ahora
bien, esa ruptura como índice de la politización específica del peronismo es
posible de analizar en una trama discursiva diversa y compleja, que excede los
límites de los espacios público y privado, típicos de una mirada liberal. Esa
trama discursiva se inscribe en el cuestionamiento conflictivo de esas
fronteras, no sólo debido a los contenidos que podían ser considerados
públicos, sino también y de modo más importante, por las voces que son
consideradas participantes legítimas dentro de él. La politización, la afección
específicamente política del peronismo en los espacios subnacionales, se juega
más allá de las instituciones públicas liberales ―la discusión
legislativa y la ocupación de cargos ejecutivos―, en la misma
constitución simbólica de las fronteras de aquello que es tematizable, decible,
en términos públicos.[28]
En
esta trama discursiva densa y amplia se sitúan las misivas que pobladores
locales del interior de la provincia enviaban tanto a dirigentes
gubernamentales como al propio Perón, desde mediados hasta el final de la
década del ’40. Su análisis en la clave recién mencionada nos muestra una miríada
de efectos políticos subjetivantes. Estos pueden plantearse en las diversas
operaciones que los actores ponían en juego en su escritura, y que nos
permitirán discutir la noción de politización y los efectos que planteó el
discurso peronista.
El
discurso del peronismo generó la politización del espacio local cordobés desde
el momento en que su enunciación generó una interpelación performativa en que
diversos actores sociales, no institucionalizados, o con una precaria
organización, pretendieron incidir en el espacio público, transformando su
propia interpretación de los gobiernos pasados, y presentándose, ya en el acto
mismo de la escritura, en la figura de ciudadanos que reclamaban derechos. De
esta manera, si bien no podemos desconocer los rasgos antiliberales y
autoritarios de la práctica institucional partidaria peronista en Córdoba, la
enunciación peronista y el efecto de las políticas públicas que implementó
generaron vastos efectos de subjetivación por fuera de los espacios institucionalizados.
Una
noción amplia de politización, centrada en la constitución de sujetos políticos
novedosos a partir de la constitución de comunidades de litigio, nos permite
comprender los efectos políticos del peronismo en Córdoba. Las misivas enviadas
al Estado encarnado en la figura de Perón, planteaban una contradicción entre
lo real, aquello que les sucedía efectivamente, y lo formal, aquello que se
volvía posible a partir del relato y la práctica estatal del peronismo, y lo
transformaban en un lugar desde el cual el sujeto político podía constituir su
capacidad de demanda y participación ―alternativa a la versión propia de
la ciudadanía liberal― en la definición de lo público. Es en la creación
de esa comunidad de litigio que hay subjetivación, es decir, emergencia de
sujetos políticos. El mundo común que allí emerge no es el mero incremento de
derechos ni la ampliación de lealtades partidarias. Lejos de ello, se
constituye a partir de la práctica política en que esa pertenencia común se realiza a través de la
polémica, por el conflicto en torno a
la interpretación de un discurso estatal que habilitaba la continua
politización de condiciones antes naturalizadas de vida.
I
En
una carta dirigida al Ministro de Educación de la Provincia, un grupo de
vecinos del departamento de Río Seco demandaban la instalación de una escuela en
la zona, de manera tal que los niños no debieran viajar largas distancias para
educarse.[29] Allí, ellos planteaban:
“Esta
grave situación creada a los niños y también a los sanos sentimientos de
padres, que deseamos que nuestros hijos lleguen a tener los más elementales
conocimientos, no es de ahora, sino de muchos años que venimos clamando por
la Escuelita, pero Gobiernos que más se ocupaban de la politiquería y hasta
pensabamos que por bajas y dañinas intenciones, siempre postergaron darle
solución a nuestras súplicas, que las consideramos por demás razonables,
ya que los de hoy son niños, mañana serán hombres y si no saben leer ni
escribir siquiera, los considerarán unos entes cualquiera conforme los
tiempos que estamos viviendo y que cada día vamos hacia una mayor y mejor
civilización.
El
actual gobierno que se ha distinguido por la atención prestada a los problemas
de índole educacional para que la niñez que es la esperanza del futuro, reciba
un cabal y bien orientada educación, por ello es que creemos que en esta
oportunidad se hará realisar nuestros anhelos,…”[30]
En
este caso podemos observar que los vecinos se organizaban y demandaban al
Estado a partir de un movimiento doble y sucesivo. Por un lado, señalaban una
diferencia temporal significativa en lo que se refiere a las posibilidades de
reclamar al Estado de manera efectiva, entre gobiernos pasados y el actual. Por
el otro, tomaban la palabra oficial y sus acciones en otros ámbitos para
reclamar en nombre de su particularidad. En esa distancia entre lo que les
sucedía y lo que el Estado hacía y decía, los pobladores no se detenían en la
contradicción, sino que en ella planteaban el carácter razonable de su
reclamo y se inscribían como partícipes válidos del espacio público.[31]
La misiva señala así un primer desplazamiento, el de los padres que piden al
Estado que se los trate al igual que se lo ha hecho con otros, y por lo tanto
se los reconozca como ciudadanos. Un segundo desplazamiento viene dado por el
contenido de la demanda, ya que sólo la educación señalaba la diferencia entre
unos entes cualquiera y personas civilizadas.
Deteniéndonos
entonces en las demandas de los vecinos, los fines asistenciales menores,
o las funciones auxiliares del Estado, lejos de ser marginales o propios
de una micropolítica barrial, conllevan un fructífero proceso de
identificación política. A través de estas prácticas, se producía una
resignificación profunda de aquello que era tematizable desde el Estado, como
así también de quienes se organizaban para incidir efectivamente en ese ámbito.
Planteaban un desplazamiento de los límites del espacio público en un doble
movimiento. En primer lugar, los hombres y mujeres “de a pie” se incluían
activamente tanto en la demanda más allá de lo dicho por el relato
oficial del peronismo como en la re-significación temporal de la posibilidad de
participación. En un segundo lugar, se presentaban con una voz propia
como voz legitimada por, y a partir de, la emergencia del peronismo.
Esos
sujetos-ciudadanos que disputan los alcances del espacio público interpretan al
mismo tiempo la cronología política reciente. La capacidad de
interpretar rupturas históricas en la emergencia del peronismo se vuelve
explícita sólo como indicador de nuevas posibilidades de tematización política.
Siempre hay una cierta reinterpretación de los tiempos que ahora habilitan a
escribir, y a pedir por situaciones antes no consideradas dentro del terreno de
lo público, que no eran prerrogativa del Estado.
Por
lo tanto, la politización que trae aparejada el peronismo como discurso
apropiado y reapropiado de manera compleja por los diversos actores “de a pie”
en el contexto de la provincia de Córdoba, acarrea una tercera dimensión,
temporal o cronológica. No sólo se inscriben nuevas demandas y novedosos
portadores de una voz pasible de ser pública, sino que también se delinean
periodizaciones específicas sobre lo que era posible realizar antes de la
llegada de Perón al gobierno nacional, y luego de su asunción.
II
La
expansión del discurso peronista a lo largo del país permitió, para los
sectores populares, la concreción del Estado como agente unitario, es decir,
considerado de manera integral como aparato institucional.[32]
De manera significativa, el Estado nacional se constituyó para una variedad de
expresiones particulares, en una identificación casi personal con las figuras
de Perón y Eva. Ello puede observarse en una serie de misivas en que se le
demandaba a Perón o Eva la resolución de situaciones de índole particular, como
lo eran las solicitudes de divorcio, o la tenencia de los hijos.[33]
La actividad de esa escritura, dirigida a recibir atención pública, reubicaba a
los sujetos que se embarcaban en ella como partes legítimas de la comunidad. La
interpelación del discurso peronista permitía así la inscripción de estos sujetos
novedosos en el marco de una serie de demandas que de otra manera estaban
acotadas al círculo de la vida privada. La misma posibilidad de realizar esta
trasgresión ―ya que así la vivían los autores de las misivas― surge
al considerar la figura del ‘Presidente’ cercana a la de ‘Padre’:
“Apreciados
señores me perdonan que tomado el abuso de dirigir esta nota abatido por
mi soledad quero aserles saber de mi triste vida esto yo lo hago porque paramiuste
no es un precidente sino un padre de los Argentinos y la Señora Evita una Madre
pura y argentina que después de Dios arreglan todas las cosas mal echas del
Paiz como ningun otro precidente lo iso… y ahora le dire mi
eselenticimoPrecidente de que me a una oportunidad de ser nuevamente casado con
una Señorita de novleonrrades y que si yo pudiera conseguir por medio de
usted o de su Señora esposa el divorcio pronto lo aria para avrigar mi casa
que se encuentra desamparada… yo como dije en otras notas soi peronista y estoi
afiliado al partido peronista…”[34]
A
esta nota se le sumaba el pedido de su hijo, quien planteaba que:
“…
mui señor mio comunico a usted que todas las suplicas que ase mi padre es con
toda justa razon porque ya estamos cansado de vivir solos usted save que una
casa que no hai mujer es una casa mui triste… y juntamente pedirle si puede
también aserme un servicio de ayudarme de mandarme un fulgito y un Braguero ya
que lo molestamo en algo lo molesto tambien es esto porque soierniado… disculpe
la imprudencia que asemos la confiansa como en un padre después de Dios y así
aconsejare ami padre no deje nunca de ser partidario de quien nos haiga ayudado…”[35]
Estas
notas llegadas a Perón o Eva desconocían la separación de competencias
estatales. El Estado nacional se volvía presente para los sectores populares
como un actor integral en la persona del Presidente o de su esposa. Aun así, el
mismo hecho de escribir la misiva y continuar con el reclamo ―en varias
ocasiones los sujetos aluden a misivas previas sobre las que no recibían
respuestas― refiere a un ciudadano activo que inscribe su caso particular
en un intento de reformulación del espacio público. La afiliación peronista del
que escribe y demanda supone una contraparte implícita, ya que alude a aquello
que está al alcance del sujeto para asegurarse la satisfacción de su demanda.[36]
La
incidencia del discurso peronista en la escritura de las misivas planteaba una
politización profusa, cuya verificación precisa salir de los límites
epistemológicos que plantean los presupuestos políticos liberales. Si bien no
se realizaba en el ámbito de la esfera pública tradicional, el ámbito
legislativo, y si bien no se reconocían características típicas del ciudadano
liberal ―es decir, la división tripartita de poderes y su propia
consideración como titular de derechos― existía una subjetivación
política significativa.[37]
De
esta manera, la inclusión de problemáticas personales como una demanda política
permite observar la emergencia de una subjetividad novedosa, en que el
peronismo como discurso estatal habilita nuevas inscripciones públicas y nuevas
voces legítimas. La politización se observa así en la disputa por los límites
de lo público y lo tematizable por el Estado encarnado en la figura de
Perón.[38]
Se despliega tanto la inscripción del que escribe y se considera así ciudadano
de un Estado, como en éste último que se vuelve visible en la persona y
capacidad de decisión de Perón. Emerge de esta manera un ciudadano como sujeto
activo de una comunidad que le reconoce voz para incidir en los límites de lo
público. En estas misivas, aquellos sujetos que se dirigen a las instancias
gubernamentales con diversas demandas, desde el mismo momento de la escritura
se arrogan la posibilidad y capacidad de ser contados como iguales al interior
de un Estado, en calidad de ciudadanos.
En
este sentido recuperamos la intervención de Fitzpatrick, quien analiza cartas
enviadas a funcionarios soviéticos durante la década de 1930, en un contexto de
Estado totalitario, e introduce una distinción entre remitentes suplicantes
y ciudadanos.[39]
Los primeros se personificaban como víctimas que presentaban motivos personales
a una autoridad figurada como un padre benevolente, donde no se invocaban
derechos sino que pedían justicia y piedad como parte de una relación
clientelar. Allí se incluían, por caso, los mensajes que se dirigían al “Padre
Stalin”. Por su parte, los sujetos ciudadanos actuaban, o pretendían
hacerlo, con cierto interés público utilizando el lenguaje de los derechos,
donde se encontraba implícito el derecho a expresarse y ser escuchado, “y
estaban dispuestos a recordarles [a las autoridades del gobierno] las promesas
de la revolución”.[40]
Ahora
bien, ¿hasta qué punto es posible distinguir nítidamente esta clasificación? En
primer lugar, la caracterización del remitente ciudadano hace pie sobre la
definición liberal canónica, cuyos presupuestos estamos aquí intentando
comprender en una perspectiva más amplia sobre la política y la constitución de
sujetos políticos. En las cartas a Perón, Eva, o las autoridades provinciales
como prolongación del liderazgo nacional, la misma actividad de la escritura
implicaba el reclamo de derechos además de la presuposición de poder expresarse
y ser escuchados. Por ello, aún si los que escribían lo hacían desde una
caracterización personal, enfatizando su desdicha y su carencia, se dirigían a
Perón para transformar esa situación, que dejaba entonces de ser natural o
meramente aceptada. En suma, un suplicante nunca puede ser un mero
suplicante. Es necesario considerar la capacidad dislocatoria de la inscripción
de una voz en el espacio público a través de la misiva dirigida al
representante del Estado, en la figura de Presidente / Padre, o Evita / Madre.
El Estado nacional se vuelve actor indisoluble a partir de la interpelación del
discurso peronista que motiva una redistribución de las prerrogativas de los
que son contados como parte en la sociedad. De allí que la escritura de estas
misivas sean un índice del potencial politizador, y constructor de una
subjetividad ciudadana, del peronismo.
En
un sentido similar, aún aquellos que escribían a partir de una situación
particular o personal, reafirmaban su condición de víctima. Ahora bien
esa victimización sólo se volvía posible en el marco de un discurso que los
incluía de manera radical en el repertorio de lo injusto. Al
resignificarse públicamente una situación como injusta, un vecino asume la
capacidad de calificarse como víctima de una vejación cuya reivindicación requiere
la participación estatal para volverla justa. La palabra del Presidente / Padre
como figura representativa e integral del Estado al que se dirigen ―o
bien a sus portavoces, a quienes se les extiende la capacidad
resolutoria― es la condición misma de su inclusión como ciudadanos. Ahora
bien, este último movimiento no implica sólo que se consideren titulares de
derechos, sino que supone la propia actividad de los sujetos al presuponer la
prerrogativa de ser considerados partícipes novedosos de un mundo común abierto
a la redefinición.
En
este caso, la constitución de una subjetividad política peronista se ubica
entre dos instancias sólo distinguibles analíticamente. Por un lado, un
discurso que subvierte una distribución diferencial de prerrogativas, de
relaciones de mera subordinación, e introduce así la posibilidad de
transformarlas en “sedes de antagonismos”[41].
Toda subjetividad que cuestione la subordinación como opresión necesita un
exterior discursivo, constituido por cierto discurso, como lo hace aquí el
relato peronista, que interpele y desplace los sentidos sedimentados de la
relación social. Por otro lado, ese mismo sujeto emerge en la presunción de
arrogarse la capacidad igual a todos de discutir esa misma relación. El
peronismo desarrolla su potencial politizador a partir de la interpelación que
constituye en su propia enunciación un daño sobre el que se sostiene la
sociedad.[42] La performatividad de
este daño habilita a la problematización de situaciones antes consideradas
inevitables, pero dicho proceso precisa de un sujeto que se vuelve tal en el
acto de arrogarse la titularidad de ese daño. Las víctimas se erigen así en una
parte válida más de la sociedad, dirigiéndose al Poder Ejecutivo Nacional en
pos de la transformación de sus experiencias personales.
III
Un
sujeto político se reconoce en un discurso que lo interpela, pero hace de ese
reconocimiento una práctica que excede la mera escucha. Hay allí una toma de
la palabra que señala la imposible delimitación a priori del alcance
del discurso interpelante. Un conjunto de vecinos de Salto Oriental en la
capital cordobesa, que se denominaban a sí mismos como trabajadores, comunicaban
al Gobernador provincial sobre la fragilidad de su situación.[43]
Una empresa constructora había comprado los terrenos en que habían levantado
sus ranchos años atrás y los iban a desalojar, “haciendo uso de derechos que
puedan acordarles las leyes”. Ante ello, es el carácter de la ley lo que se
vuelve objeto de discusión política por parte de estos vecinos.
“Entendemos,
como repetidas veces lo ha dicho el Excelentísimo Señor Presidente de la
Nación, General Juan Domingo Perón, y cuya opinión comparte V. E., que la fría
letra de la ley, cuando ha de perjudicar a los humildes, habrá que atenuarla
para que sus efectos no sirvan para desgracia y dolor sino para felicidad y
tranquilidad más que todo de esas personas que viven de su trabajo honesto y
que siempre son un puntal en el progreso y bienestar del suelo que habitan…”[44]
En
este caso, la resolución de un asunto particular toma un cariz netamente
político al dirigirse a la autoridad en pos de una reinterpretación de la “fría
letra” de la ley, para beneficio de una parte de la sociedad, aquella que vive
honestamente de su trabajo. Los dichos de Perón, que se vuelven extensivos al
gobernador provincial, son la superficie de inscripción de esta demanda, que a
su vez se refuerza por la propia actividad demandante de una parte ahora
provista de una voz pública novedosa. Esa reinterpretación no admite al Derecho
como elemento neutral, sino más bien como una literalidad siempre dispuesta a
una relectura política, que posee beneficiarios y perjudicados. El peronismo
como discurso politizador habilitaba a este sujeto, ahora puntal del desarrollo
nacional, a considerarse digno de incidir en la disputa. Ese desplazamiento de
una parte como sujeto es uno de los efectos subjetivos más relevantes de
un fenómeno de politización.[45]
No hay allí una mera prolongación de lealtades partidarias, sino una irrupción
que obliga a la reconsideración de los límites, la composición y la
jerarquización de la comunidad política. Ello les permite a estos vecinos a
dirigirse a la autoridad constituida, exigiendo que la palabra peronista los
involucre, arrogándose una condición antes desconocida, la de exigir una
reinterpretación de la letra de la ley. Allí se encuentra la politización, en
la radical inclusión de una parte social en la disputa por los sentidos
públicos.
Cuando
los sujetos políticos dan sentido a su demanda tomándole la palabra a los que
enuncian el discurso oficial, se insertan en estos mismos marcos de sentido,
pero se permiten ir más allá, ubicándose en las fracturas, o en los silencios,
de esos relatos públicos. En este mismo sentido, Jeremy Straughn,[46]
en el caso de cartas de ciudadanos en la Alemania Oriental, analiza un modo de
enunciación, la disputa consensuada [consentfulcontention],
que toma la forma de una toma de la palabra oficial, pero al mismo tiempo
introduce demandas al Estado, sin por ello configurarse como críticos
opositores.[47] Existen modalidades en
que los sujetos se apropiaban de lo proclamado por el Estado para trascenderlo
e instalar allí sus demandas, rechazando esquemas explicativos que suponen o
bien una total subordinación al Estado, o bien la resistencia frontal y
absolutamente exterior a él.
Los
trabajadores que resistían el desalojo estaban, al apuntar su caso, marcando
una falla del Estado, pero lo hacían asumiendo como válidas la misma
enunciación de Perón. Es en ese desplazamiento donde es posible notar, una vez
más, la emergencia de un sujeto, que no sólo hacía uso del potencial político
de la palabra oficial, sino que se verificaba en el mismo señalamiento de su
carencia. Aun cuando Straughn no deja de reconocer ciertos rastros de
individualismo estratégico en sus análisis, aquí rescatamos que un sujeto no
requiere una distancia absoluta con la institución, estatal en este caso, para
constituirse, sino que es en la discusión de sus límites, en la arrogación de
un derecho ya reconocido a otros, donde puede emerger. Antes que la resistencia
frontal, o la manipulación completa, la complejidad de un proceso político como
el peronismo debe encontrarse en la dinámica de subjetivación que habilitaba.
Algunas notas para concluir
Entre
las múltiples intervenciones que se han preguntado por el peronismo, hemos
destacado la importancia de enfatizar su dimensión política. En ella se
observa, con terminología variada, la tensión entre un actor estatal que
permite la entrada de nuevos sujetos a la política, pero intenta de diversas
maneras regular su injerencia. En el caso de las provincias, la pregunta por
los efectos políticos del peronismo se encuentra relegada por el relevante
análisis sobre su organización partidaria y la caracterización de sus elites
dirigentes. Nuestra mirada ha intentado así cuestionar el potencial político en
sentido amplio del peronismo en una provincia, Córdoba, a partir del estudio de
cartas y notas que constituyen, por así decirlo, una literalidad “desde abajo”.
La
politización que hemos encontrado allí supone un proceso complejo en que, más
allá de una organización partidaria que incide de diversas maneras en un espacio
público institucionalizado, se verifica la emergencia de una subjetividad
novedosa. El discurso peronista en Córdoba habilitó a una variedad de
incursiones públicas, mediante notas y misivas enviadas a Perón, Eva o las
autoridades provinciales, de individuos o colectivos que no participaban de
manera protagónica de la vida pública.
Analizando
este corpus observamos el modo en que esta inscripción en el espacio público
implica una redefinición de las temáticas problematizadas por la presencia del
Estado, y sobre todo, quiénes son las partes involucradas en la posibilidad de
definir lo común de una comunidad. El reparto de prerrogativas y
funciones dentro de una sociedad está sujeto a una disputa contingente, en que
los discursos políticos son reapropiados por aquellos que en esta misma
operación asumen la posibilidad de ser voces legítimas de lo público.
Así,
en el intersticio entre la progresiva disponibilidad y credibilidad de un
discurso estatal, y la actividad ciudadana que con él se realiza, emerge un
sujeto popular. Su carácter ambiguo permite comprender el hecho de que surge a
la sombra de un relato específico, que enuncia Perón y se sedimenta en
sucesivas legislaciones y aparatos institucionales. Al mismo tiempo, esa
emergencia se escapa de una absoluta determinación heterónoma, ya que la misma
inscripción de estos ciudadanos permite redefinir los límites del espacio
público, como así también los tiempos con que se redefine la posibilidad de
demandar al Estado.
RESUMEN
Primer peronismo en Córdoba: efectos políticos y
constitución subjetiva
Este trabajo pretende analizar la identidad política peronista en
Córdoba durante el primer gobierno de Perón a través de un corpus compuesto por
solicitudes enviadas al gobierno provincial y nacionaldesde diversos puntos de
la provincia, por individuos o agrupacionessin una participación política
predominante.La bibliografía especializada sobre el peronismo cordobés,
enfocada en su dinámica partidaria, sostieneque la concentración geográfica y
funcional de la autoridad en Perón, supuso la reducción del intercambio
institucional y la obstaculización de elecciones internas, lo que motivó una
despolitización del debate en el espacio local. Procuramosintervenir en esta
discusión, profundizando en las dinámicas identitarias que podemos rastrear en
las expresiones de aquellos actores que se presentaban como meros ciudadanos. Sostendremos
que la irrupción del discurso peronista en el espacio público local implicó la
resignificación de prácticas políticas y la posibilidad de incluir nuevas
demandas, más allá de la institucionalidad de los partidos o la Legislatura
provincial. Ello nos permite apuntar que la emergencia del peronismo en Córdoba
motivó una amplia politización local.
Palabras clave: peronismo
– Córdoba - sujeto político - espacio local
ABSTRACT
First peronism in
Córdoba: political effects and subjective constitution
This paper analyses the
political identity of peronism in Córdoba, during the first period of Peron’s
government, through a corpus made of requests sent to the provincial and
national state from various points of the province by individuals or
associations without a prevailing political participation. The specialized
bibliography on peronism from Córdoba, focused on its party dynamics, holds that
the geographic and functional concentration of the authority on Perón, implied
the reduction of the institutional debate and introduced difficulties in the
internal elections, which motivated a de-politicization of the debate in the
local space. We intend to take part in this discussion, delving in the identity
dynamics that we can locate in the expressions of those actors that introduced
themselves as mere citizens or residents. We will maintain that the emergence
of the peronist discourse in the local public space implied the re-significance
of political practices and the possibility to include new demands, beyond
parties and the state legislative body. This allows us to point out that the
appearance of peronism in Córdoba motivated a broad local politicization.
Key Words: peronism
– Córdoba - political subject - local space
Recibido: 26/02/2014
Evaluado: 20/05/2014
Version final:
01/08/2014
Notas
[1] Becario de posgrado tipo II, CONICET - Centro de
Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba. Este trabajo muestra parte
de los resultados de mi participación en el Proyecto de Investigación PICT (N°
1988-2008) titulado “La constitución de identidad peronista en el
primer peronismo. Una mirada ‘desde abajo’ a través de archivos y documentos no
tradicionales”, dirigido por la Dra. Mercedes Barros.
[2] Archivo de Gobierno de la Provincia, 1948, Solicitudes
Diversas, Tomo I, folios 564 y 565.
[3] GERMANI Gino; Política y Sociedad en una época de
transición; Paidos; Bs. As., 1969.
[4] MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos; Estudios
sobre los orígenes del peronismo; Siglo XXI, Bs. As., 1974.
[5] TORRE, Juan Carlos; “Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo”. En Desarrollo
Económico; Bs. As., 1989, Vol. 28, N° 112.
[6] La crisis de deferencia es una noción ampliamente
trabajada por el historiador inglés E. P. Thompson y que retoma Torre (TORRE,
Juan Carlos; “Interpretando (una vez
más) los orígenes del peronismo”. En Desarrollo Económico;
Bs. As., 1989, Vol. 28, N° 112, nota al pie N° 6). En nuestra perspectiva la
crisis de deferencia alude a la ruptura de la articulación diferencial de un
orden político y social determinado. Supone entonces desplazamientos y
resignificaciones sobre los lugares considerados apropiados dentro de una
distribución específica de funciones y prerrogativas.
[7] TORRE, Juan Carlos; “Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo”. En Desarrollo
Económico; Bs. As., 1989, Vol. 28, N° 112, p. 30.
[8] Ibídem, p.
31.
[9] JAMES, Daniel; Resistencia e integración: El peronismo y la
clase trabajadora argentina, 1946-1976; Siglo Veintiuno; Bs. As., 2010.
[10] Éste analiza en profundidad la experiencia de los
trabajadores en la época posterior al golpe de estado de septiembre de 1955 por
el que fue derrocado J. D. Perón. Sin embargo, al estudiar la década peronista
del 45 al 55, se detiene en su incidencia en la sindicalización, la
organización gremial y el crecimiento del sector trabajador en la economía
nacional.
[11] JAMES, Daniel; op.
cit.;, p. 30.
[12] Ibídem, p.
37.
[13] Ibídem, p.
49.
[14] Aquí agregamos algunas notas enviadas a autoridades
provinciales que dejan traslucir las relaciones simbólicas que establecían
entre Perón o Eva, o más en general el peronismo como movimiento político, y
los remitentes.
[15] MACOR, Dario y TCACH, César (Eds.); La
invención del peronismo en el interior del país; Universidad Nacional del Litoral;
Santa Fe, 2003.
[16] TCACH, César; Sabattinismo y peronismo: partidos políticos
en Córdoba (1943 – 1955); Biblos,
Bs. As., 2006.
[17] Ibídem, p.
92.
[18] Ibídem, pp.
100 - 104.
[19] El proceso estuvo signado por la presencia estatal
estableciendo un estatuto modelo para la organización de sindicatos, y por el
rechazo a cualquier relato extranjerizante y la defensa de los valores
nacionales, lo que suponía rechazar a comunistas y socialistas de hecho de
estos nuevos sindicatos.
[20] El mayor caudal de votos del PL en la capital
cordobesa aseguraba que la intendencia de Córdoba quedaría en manos de un
laborista. Sin embargo el gobernador electo A. Auchter nunca hizo efectivo ese
acuerdo y ocupó la intendencia Pío Giraudi, su protegido (TCACH, César; op.
cit., p. 118).
[21] TCACH, César y PHILP, Marta; “Estado y Partido
peronista: una interpretación”, en TCACH, César (coord.) Córdoba Bicentenaria. Claves de su historia contemporánea. CEA, Córdoba, 2010, p. 267.
[22] Ibídem, p.
268.
[23] MACOR, Darío y TCACH, César (Eds.); op.
cit., p. 53.
[24] Tcach considera que “la matriz conservadora del
peronismo cordobés… operó [en alguna medida, en función de los resultados de la
investigación] en detrimento de la Legislatura y de los partidos como medios de
articulación de intereses” (TCACH, César; op. cit., p. 92). Así, al
caracterizar la UCR JR en su Asamblea constitutiva, se remarca el hecho de que
su líder, Argentino Auchter, fue elegido presidente por aclamación, y decidió
asimismo el resto de la mesa directiva. Así, Tcach plantea que “la cooptación
vertical ejercida por un notable sustituía los mecanismos democráticos de
elección de autoridades” (TCACH, César; op. cit., p. 93). La práctica
política del peronismo supuso una extensión de lealtades, que al mismo tiempo
atentó contra la independencia de actores políticos locales. La práctica
peronista fue caracterizada por la captación, la cooptación vertical, desde las
agencias estatales dominadas por la adscripción peronista. En el caso del
Partido Laborista, es notoria la dirección del análisis de Tcach, al plantear
que “su capacidad para operar autónomamente encontraba en Perón un límite
insoslayable” (TCACH, César; op. cit., p. 108).
[25] BARROS, Sebastián; “Peronismo y politización
Identidades políticas en la emergencia del peronismo en la Patagonia Central”. Trabajo presentado en las
3as Jornadas de Historia de la Patagonia,
Universidad Nacional del Comahue, Bariloche, 2008.
[26] Ibídem, p.
8.
[27] Ibídem, p.
8.
[28]MORALES, Virginia y REYNARES, Juan Manuel; “La política
y el espacio público: Constitución discursiva y potencial emancipatorio”, Pensamento
Plural, Universidade Federal de Pelotas, 2010, N° 7. Dar lugar al
fenómeno de la politización en estos términos supone una serie de presupuestos
ontológicos y epistemológicos cuyo desarrollo, aunque somero, excede los
límites de este trabajo. La teoría política del discurso, sobre la base de los
trabajos de LACLAU, Ernesto y MOUFFE, Chantal; Hegemonía y Estrategia socialista; FCE, Bs. As., 2004 y LACLAU
Ernesto; Nuevas reflexiones sobre la
revolución de nuestro tiempo; Tiempo
Nuevo, Bs. As., 2000, en el marco de una serie de contribuciones de la teoría
política contemporánea post-estructuralista (Derrida, Rancière, Lacan)
constituye el horizonte epistémico en que se sitúa esta investigación. La
politización, en este registro, supone la definición de identidades políticas
en entornos de sentido nunca clausurados en su totalidad. Antes que presentar a
los actores políticos como el mero reflejo en la dinámica institucional –
partidaria de sujetos sociales ya plenamente constituidos, nuestro punto de
partida es la concepción discursiva de lo social. Ello implica que las diversas
identidades sociales se constituyen a partir de un proceso contingente y
conflictivo de articulación y sobredeterminación al interior de un conjunto
relacional de elementos, donde se vuelve imposible distinguir los hechos
de los sentidos que se le imputan. De este modo, siempre nos referimos a
las identidades como constitutivamente abiertas, sin un contenido positivo a
priori, definiéndose semánticamente en las relaciones que establecen entre sí.
[29] En el Archivo General de la Nación (AGN), más
específicamente en el Archivo de la Secretaría Legal y Técnica, existen varios
casos similares a éste. Véase Legajo 002, Inic. N° 7782; Leg.001, Inic. 7577;
Leg. 003, Inic. 14894; Leg.027, Inic.14753; Leg.004, Inic. 14882.
[30] Archivo de Gobierno de la Provincia [AGP], 1948, Jefatura
Política Departamental de Río Seco, Tomo 19, f. 581. Cursivas agregadas.
[31] La participación organizada de los vecinos era notoria
además, en el levantamiento de censos de la población en edad escolar para
justificar los pedidos, y en el ofrecimiento de edificios particulares para
instalar provisoriamente las aulas y las viviendas de los maestros.
[32] ACHA, Omar; “Sociedad civil y sociedad política en el
primer peronismo”, en Desarrollo Económico, Bs. As.,
2004, vol. 44, N° 174, pp. 202-203.
[33] Para otros casos con características similares, ver
AGP, 1949, Solicitudes Diversas, Tomo 13, Expediente 74954; AGP, 1949,
Solicitudes Diversas, Tomo 13, Expediente 64626; AGP, 1949, Tomo 6, Solicitudes
Diversas, Expediente 62988.
[34]AGP, 1949, Solicitudes Diversas, Tomo 6, Expediente N°
74845. Cursivas agregadas.
[35] Ibídem. Cursivas agregadas.
[36] Si bien esta nota puede remarcar la heteronomía de la
identificación de estos sujetos populares, debemos detenernos en el hecho de la
propia escritura, como marca de actividad ciudadana. Los efectos subjetivantes
de la politización que trae aparejada el peronismo se observan así en sucesivas
dimensiones: la ciudadanización de los que demandan, y la inclusión de nuevos
pedidos en un espacio antes vedado para ello. Sólo apuntamos, además, la
dimensión del cálculo: los que escriben aseguran el apoyo electoral para
garantizar que se escuchara su demanda.
[37] La respuesta estatal, como en muchos otros casos,
sostenía la división institucional de los poderes: “No siendo de competencia de
este Ministerio lo solicitado, notifíquese al recurrente que debe dirigirse
ante la autoridad Judicial correspondiente”.
[38] La figura de Perón permite alejarse de la
consideración personalista que se reconoce en lecturas superficiales del
fenómeno peronista. Perón como presidente y padre de los argentinos vuelve
presente el Estado, yendo más allá de su propia persona. El pedido excesivo
demuestra que no es a Perón a quien se solicita, sino a un Estado que se
presenta por primera vez como actor unitario, y al mismo tiempo disponible a
las demandas de sectores populares.
[39] FITZPATRICK,
Sheila; “Supplicants and citizens: Public Letter – writing in Soviet Russia in
the 1930s” en Revista Slavic Review;
2006, N° 55.
[40] FITZPATRICK, Sheila;
“Supplicants and citizens: Public Letter – writing in Soviet Russia in the
1930s” en Revista Slavic Review;
2006, N° 55, p. 104.
[41] LACLAU, Ernesto y MOUFFE, Chantal; Hegemonía y Estrategia socialista; FCE,
Bs. As., 2004, p. 196.
[42] Esta noción de daño la retomamos de RANCIÈRE, Jacques;
El
desacuerdo. Filosofía y política; Nueva Visión, Bs. As., 2010. Existe
una distorsión radical, insalvable entre la desigualdad propia de la relación
social y la igualdad de los seres sociales como seres parlantes. Esa distorsión
es actualizada como daño (en este caso Rancière juega con la doble acepción del
término francés tort, como distorsión y también como daño) en el momento
de la subjetivación. Lo que agregamos aquí es la posibilidad de considerar el
potencial político de un discurso estatal, en este caso el peronista, para
erigir la posibilidad de actualización del daño, ya que desplaza la mera
división funcional de las relaciones sociales, introduciendo el locus de un
antagonismo y habilitando la emergencia del sujeto en la arrogancia de la
igualdad al problematizar su situación.
[43] Se registran otros casos similares en: AGP, 1949,
Solicitudes Diversas, Tomo 9, Expediente N° 71327; AGP, 1948, Solicitudes
Diversas, Tomo 10, Expediente N° 58993; AGP, 1949, Solicitudes Diversas, Tomo
1, Expediente N° 62919.
[44] AGP, 1949, Solicitudes Diversas, Tomo 9, Expediente N°
73016. Cursivas agregadas.
[45] Cuando hablamos de parte, nos referimos a la
noción de part en el vocabulario de la obra de J. Rancière, que difiere
de la parte civil, o partie, aquella que se arroga la igualdad en la
capacidad de todos por su mismo carácter de ser parlante, para debatir sobre lo
que debe ser incluido en lo común de la comunidad. En este caso de análisis,
nos interesa observar los desplazamientos que se verifican entre un discurso
ruptural heterónomo y la actividad emancipatoria autónoma de cada uno de los
sujetos politizados. Precisamente los efectos subjetivantes del peronismo se
deben registrar en el entrecruzamiento de estas dos dimensiones, donde radican
tanto el potencial como los límites de este fenómeno.
[46] STRAUGHN, Jeremy;
“‘Taking the State as its Word’: The arts of consentful contention in the
German Democratic Republic”, en The
American Journal of Sociology; 2005, Vol. 110, N° 6.
[47] El autor considera a la disputa consensuada como “un
género de compromiso político en que el que reclama encarna el personaje de un
ciudadano obediente, mientras protesta acciones o políticas específicas del
Estado”, por lo que “... no presume ni consentimiento absoluto, ni resistencia
perpetua de parte de la mayoría de los ciudadanos” (STRAUGHN, Jeremy;
“‘TakingtheState as its Word’: Thearts of consentfulcontention in the German
DemocraticRepublic”, en The American
Journal of Sociology; 2005, Vol. 110, N° 6, p. 1601). De más está marcar
las diferencias, en lo que al respeto de los derechos civiles se refiere, entre
la RDA y la Argentina bajo los gobiernos peronistas.