REVISTA DE LIBROS

 

 

ARICÓ, José M.; Marx y América Latina, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010, 304 pp.

 

A pesar de la enorme producción existente referida al análisis de la obra de Marx, en sus múltiples dimensiones de la economía, la filosofía, la historia, la sociología o la política, la temática aún sigue siendo un campo fértil para la indagación. Ahora bien, todos aquellos que, en América Latina, se referenciaron en la tradición teórico-política habilitada por el gran pensador alemán experimentaron desde siempre una incomodidad por ciertas observaciones que éste plasmó respecto a la región. Más aún, advirtieron que esta última quedaba como una realidad soslayada o menospreciada en las primeras configuraciones del materialismo histórico. Si bien las consideraciones acerca del continente fueron asistemáticas, alcanzaron, no obstante, a expresarse en una cantidad de apuntes y artículos periodísticos. Entre ellos estuvieron el muy negativo perfil sobre la figura del libertador Simón Bolívar y el que de algún modo justificó la invasión norteamericana de México hacia 1848.

Varios de esos textos de Marx parecen hacer gala de un desinterés o falta de comprensión hacia procesos de enorme trascendencia histórica ocurridos en la primera mitad de siglo XIX, como lo fueron el de la independencia de las antiguas colonias iberoamericanas y la construcción de los nuevos Estados nacionales. En escritos posteriores de Marx y Engels hubo un cambio evidente de muchos de sus puntos de vista sobre las geografías extraeuropeas, sobre todo, incorporándose la dimensión de la explotación colonial e imperial, y reconociéndose la multiplicidad del movimiento emancipatorio. A partir de estas consideraciones, surgen dos preguntas inevitables: ¿cómo entender la pobre visión sobre América Latina que se desprende de algunos textos marxianos que efectivamente existieron?; ¿ella permite explicar las dificultades de su recepción e inicial despliegue en el continente?

Uno de los que formuló estos interrogantes e intentó responderlos con mayor ahínco y creatividad fue el intelectual socialista cordobés José Aricó. Ese abordaje cobró vida en un texto: Marx y América Latina. Publicado primeramente en Perú en 1980 y luego en México y Argentina en los años siguientes, el libro estuvo bastante tiempo agotado en sus versiones originales. Acaba de ser reeditado en nuestro país, manteniendo la presentación hecha por el intelectual peruano Carlos Franco y agregando un sólido estudio preliminar del historiador argentino Horacio Crespo. La obra continúa representando una meritoria contribución al estudio de Marx en una temática que cuenta con otros aportes: desde las antiguas compilaciones hechas por Pedro Scaron hasta las consideraciones de reconocidos intelectuales como Adolfo Sánchez Vázquez, Michael Löwy y Enrique Dussel, pasando por los más recientes estudios de Néstor Kohan y Arturo Chavola.

¿Puede leerse Marx y América Latina como una obra aislada o desconectada del resto de la producción y de las vicisitudes teórico-políticas de su autor? Sin duda que no. Cuando emprendió la labor de estas páginas, Aricó expresaba una militancia de más de treinta años en la izquierda político-intelectual, desplegada desde una formación autodidacta y con una precoz actuación en el Partido Comunista. En 1963 había sido expulsado de esa fuerza, tras el impulso que éste hiciera de Pasado y Presente, una revista de la nueva izquierda sesentista nutrida de concepciones gramscianas y guevaristas. Luego, la empresa intelectual de Aricó se canalizó en el mundo editorial, en donde proyectó la traducción y prologado de muchos textos clásicos y contemporáneos del marxismo, lo que se expresó en su dirección de los “Cuadernos de Pasado y Presente” y en la fundación de la editorial Siglo XXI en la Argentina. Fue en el exilio mexicano donde Aricó elaboró la mayoría de su obra publicada. Se propuso un ambicioso trabajo sobre el secular desarrollo de la izquierda latinoamericana, procurando desentrañar las particularidades de la difusión del socialismo en el continente (diagramada como la historia de un desencuentro), y el vínculo que aquí se constituyó con la experiencia de la II y la III Internacional.

Junto al libro que aquí comentamos, hacia aquellos años Aricó escribió lo que luego fueron Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano y La hipótesis de Justo. Su última obra, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina (1988) fue redactada ya en Argentina, cuando el autor había completado el pasaje teórico-político esbozado al final de su exilio: de un marxismo clásico articulado en torno a un horizonte revolucionario a un ideario de izquierda moderada en sintonía con un proyecto de raíz socialdemócrata. Antes de este último viraje, con la trayectoria que acabamos de reseñar, fue que Aricó propuso en su libro hoy reeditado una serie de pistas para entender la subestimación que se trasluce en ciertos textos de Marx sobre América Latina.

Aricó justificó su cometido como parte de un desafío por contrastar la validez del cuerpo teórico marxista en su indagación de las sociedades no típicamente burguesas. Desbarató el recurrente señalamiento del eurocentrismo positivista y cientificista que habría afectado al pensador alemán, más propio de la tradición socialdemócrata erigida en su nombre y acorde a la caricaturización levantada por liberales y nacional-populistas. Todo ello olvidaría que Marx, antes o después de sus escritos sobre el área, escribió muchos otros referidos a Irlanda, España, Rusia, China o Turquía, en donde pudo escapar a las miradas canonizadas por el “marxismo oficial” y logró ofrecer una serie de análisis complejos acerca del proceso de universalización capitalista, desigual y no unilineal, a cuyo análisis reclamaba incorporar las situaciones coloniales y dependientes.

Sobre la geografía específicamente latinoamericana, Aricó identificó en el fundador del socialismo científico, antes que un impedimento teórico, una prejuiciosa actitud política hegelianizante, que lo habría conducido a readquirir la noción de “pueblos sin historia”, mediante la cual las sociedades de esta zona tendían a ser consideradas como inmaduras, prolongaciones o repeticiones del camino europeo, de una interioridad inaprehensible dada la gelatinosidad de su tejido social, en suma, incapaces de participar autónomamente del devenir histórico. Bajo la sombra de Hegel, Marx habría leído los procesos independentistas como una realidad dominada por el Estado frente a la sociedad civil o, de otro modo, como la potenciación autoritaria sin contrapartida de la reacción europea y el bonapartismo dictatorial, tal como se refleja en su retrato de Bolívar de 1857-1858. Las formaciones nacionales eran visualizadas como puras construcciones estatales sobre un vacío institucional y la total ausencia de una voluntad popular.

En verdad, este descubrimiento de la revitalización de ciertas categorías de matriz hegelianas en Marx que, tras ser abandonadas por él, habrían vuelto a germinar en su mirada sobre Latinoamérica, no puede olvidarse que ya había sido anticipado por otros autores, aunque es cierto que posiblemente ninguno como el intelectual cordobés haya sacado tantas conclusiones de ello. Sobre todo, para abastecer una reflexión incisiva acerca del significado y la autonomía de lo político en la obra marxiana.

Algunas conclusiones muy generales. El valor de ésta y de otras obras de Aricó puede ser todavía rescatado en su aspecto metodológico. Por su indagación no dogmática del marxismo, que reafirmaba la necesidad de la constante puesta a prueba de sus formulaciones, al tiempo que se pronunciaba a favor de la recomposición teórica y política del mismo y del combate por el socialismo (al menos, hasta el momento de redactar estas páginas, pues luego esto sufrió una significativa mutación). Y por su enfoque, que retomó viejos y nuevos aportes en las ciencias sociales, en especial, contribuyendo a expandir el campo de la historia intelectual. Nos referimos a su propuesta de lectura contextual de los escritos, más allá del mero ejercicio filológico. Quizás, Aricó no aportó sustantivamente al examen de las prácticas, las luchas o las formas de organización del movimiento obrero y socialista, pero su análisis de las ideas marxistas situado en su precisa temporalidad y exacta espacialidad (encontrando sus fuentes, conexiones o derivas), expresa una inestimable contribución del autor a la investigación de la historia de las izquierdas en América Latina.

 

Por Hernán Camarero

(CONICET-UBA; hercamarero@gmail.com)

 

 

 

COSSE, Isabella; Pareja, sexualidad y familia en los años sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010, 257 páginas.

 

El libro de Isabella Cosse Pareja, sexualidad y familia en los años sesenta se inscribe en la corriente de los estudios de género e historiografía de la familia, donde se le otorga y reconoce al ámbito doméstico un papel activo en el cambio histórico. Este trabajo constituye un aporte que nos permite develar por medio de las conductas cotidianas comportamientos sociales normativos y apreciar sus rupturas y continuidades en épocas de cambio social. El trabajo se circunscribe al modelo de domesticidad (p. 13) que se articula especialmente en Buenos Aires y se identifica con la clase media en ascenso.

A lo largo de cuatro capítulos la autora desarrolla diferentes temáticas, tales como las normas sociales del noviazgo, la sexualidad prematrimonial y sus diferentes concepciones, el matrimonio como institución social y los modelos de maternidad y paternidad en la historia reciente. El principal interrogante de la obra son los cuestionamientos a los valores familiares en una época que -para la autora- se caracterizó por tener profundas transformaciones políticas, sociales y culturales. Este proceso comienza en los años 50, cuando la autora describe las pautas familiares de dicha década; los 60 son definidos en la obra como una época donde se produce un trastocamiento de los valores reinantes, es decir cuando “se amalgamó lo nuevo y lo viejo” y caracteriza como discreta la revolución cultural que se vive en los 60. Cosse fundamenta dicha afirmación en que si bien estas nuevas connotaciones afectaron las prácticas cotidianas de las relaciones entre varones y mujeres y entre padres e hijos, por otra parte, “reafirmaron la importancia de la nuclearidad, la pauta heterosexual y la estabilidad de la pareja como marco ideal para la crianza de los hijos.”(p. 19)

Cosse hace un interesante cruce con la categoría de clase en cada una de sus conclusiones, lo cual puede verse a lo largo del libro. A su vez, la elaboración en clave generacional es de gran riqueza para el trabajo. La autora rescata que los cambios que se producen en la década del sesenta (la píldora anticonceptiva, las comunidades hippies, las consignas del Mayo francés) atraviesan sobre todo a la juventud y la colocan en rebeldía con respecto a los mandatos familiares. Por lo tanto los jóvenes se transformarán en los principales actores en este escenario de quiebres y elaborarán distintas formas de contestación. De esta manera, ellos marcarán una ruptura con la supuesta normalidad social reinante que signó la vida de sus padres. A su vez, la autora aclara que va a analizar los cambios de esta juventud, cómo se constituye la pareja y la formación de la familia, cuestiones claves a esa edad e hitos de la edad adulta. Por lo tanto, establece que estudiará los marcos sociales de lo que sería considerado correcto, lo cual está determinado por el tiempo histórico.

Las fuentes utilizadas para el trabajo fueron revistas de época, programas radiofónicos, comedias televisivas, manuales de sexología y crianza, estadísticas, ensayos y memorias. Cosse admite haber recurrido a la historia oral y haberse acercado al período por medio de la voz de los y las protagonistas aunque parecería no ser la fuente principal. Si bien la autora hace un pormenorizado estudio del período a través de las fuentes seleccionadas, pudimos notar que los testimonios de las protagonistas no adquieren relevancia en el análisis del trabajo. El acercamiento a estas testimoniantes en tanto mujeres podría haber permitido registrar historias de vida íntegras e ingresar en el ámbito de lo privado, aspecto que no aparece reflejado en las fuentes convencionales y que sólo proporciona la historia oral. Esto le hubiese permitido a la autora ingresar en el campo de la experiencia diaria, en el cual todas compartimos el hecho de ser mujeres y reaccionamos como tales.

En cada capítulo, la autora hace deslizar el tema en cuestión a lo largo de casi tres décadas, es decir, de 1950 a 1976. De esta manera, Cosse nos muestra las rupturas y continuidades en los mandatos sociales, atravesado todo esto bajo la lupa de las variantes de género y clase. Por ejemplo en el primer capítulo analiza las pautas del cortejo entre el varón y la mujer desde que se conocen hasta que forman pareja, analiza los cambios en la normatividad social de 1950 a 1975. En el segundo capítulo, centra su foco en la sexualidad, inicia el tema con un interrogante: ¿existió una revolución sexual en la Argentina? A lo largo del mismo tratará de mostrarnos que dicha revolución fue discreta por medio de un análisis minucioso en el cual analiza la normatividad sexual en el noviazgo y en el cortejo. Llegará a la conclusión que existieron cambios que mostraban la legitimación de nuevos patrones de conducta que impugnaron el modelo sexual instituido en los 50. Es decir, a partir de los 60 existió un reconocimiento del sexo en el marco de la preparación para el matrimonio y como un aspecto importante a ser probado en el noviazgo “como expresión del amor y prueba del cortejo” (p. 71). Todos estos cambios -sostiene la autora- estuvieron vinculados con la juventud, esto daría la sensación de que ellos estaban creando un nuevo paradigma sexual.

Sin embargo, es ahí donde notamos el primer nudo problemático del trabajo. Cosse sostiene que determinadas persistencias como la pauta heterosexual, las desigualdades de género y la importancia otorgada a la sexualidad unida a la afectividad nos darían indicio de una revolución discreta en los 60, a pesar de que la doble moral fue conmovida y aparecieron nuevos patrones de conducta (p. 88). Consideramos que dicha afirmación oculta la importancia de algunos cambios que se estaban produciendo en la década del 60. Por otra parte, la referencia a la heterosexualidad nos induce a repensar que la homosexualidad no formaba parte de las temáticas tratadas por el imaginario colectivo, consideramos que esto se debió a que constituyen paradigmas tratados en décadas más recientes. El segundo nudo problemático lo notamos al tratar la temática del matrimonio. En primer lugar, la manera que liga la crisis que atraviesa el modelo conyugal y el nuevo rol de las mujeres disparan interrogantes que no consideramos que resuelva en la obra. La autora propone que en el 60 entra en crisis no la validez del matrimonio sino un modelo conyugal: el doméstico. Entrelaza esta afirmación con el nuevo modelo de mujer capaz de tener independencia laboral, que rechaza su condición de ama de casa y valoriza la realización extra doméstica, donde el límite de las innovaciones estuvo dado por la fuerza del mandato materno. Este modelo se encuadraría a la clase media con capital cultural ya que las obreras trabajaban para sobrellevar los problemas económicos. Esta reflexión nos genera interrogantes: entonces ¿estos cambios de pareja estarían dados por el hecho de que las mujeres adoptaron un nuevo rol? ¿Cómo explicar entonces las uniones más libres y concepciones de hijos extramatrimoniales en las clases populares a partir de un factor de índole económico? ¿Este era un proceso sólo de las clases con mayor capital cultural?

Al hablar de parejas, tratará un estilo de pareja específico: la pareja militante. Al analizar el tema Cosse sitúa este episodio a principios de los años 70, y aquí hay un problema de orden histórico. La militancia revolucionaria data de la década del 60, es entonces cuando comienzan a ocurrir los primeros intentos guerrilleros en nuestro país, más asociados al foco rural copiado del modelo cubano (Uturuncos, Taco Ralo, Ejército Guerrillero del Pueblo, El grupo Bengochea). Si bien la participación femenina en estos primeros intentos era escasa y estuvo marcada por fuertes diferencias sexistas -asociadas al ideario guevarista- no puede negarse su presencia. A su vez, cuando la autora relata las vías de ingreso de las mujeres a la militancia revolucionaria, sólo menciona aquella como “pareja de” y coloca de este modo a las mujeres en un lugar de subordinación no reconociéndolas como sujetos activos independientes y con desarrollo político propio por fuera de su vida amorosa. Por último, se omite citar material pertinente al tema, trabajos pioneros que si bien no se encuadran en la perspectiva de género, abrieron camino e instalaron el tema de las mujeres militantes.

En el último capítulo Cosse trabaja con los discursos de los expertos en psicología y de los medios de comunicación sobre la maternidad y la paternidad entre los años 1950 y 1975. Su hipótesis es que en los sesenta hubo una reconfiguración y reafirmación del mandato maternal que hizo crecer las tensiones entre los deberes maternales y el trabajo femenino extradoméstico. En consecuencia, en la década del 60 la maternidad con dedicación plena se había convertido en un tema polémico puesto que comenzaban a aparecer incompatibilidades entre la realización personal y la maternidad. La autora sostiene que incluso para comienzos de los ‘70 el consenso social colocaba a la maternidad en el centro de la condición femenina, haciéndolo extensivo a la izquierda revolucionaria -peronista y no peronista- puesto que para ella estas experiencias habrían politizado el mandato materno. En este sentido señala que el PRT-ERP tomo ejemplo la mujer vietnamita y consideraba que los hijos eran el futuro de la revolución, mientras que la Agrupación Evita promovió el modelo cubano, es decir, creó instituciones para el cuidado de los hijos (p. 176).

Coincidimos en que la maternidad en las organizaciones revolucionarias setentistas muchas veces fue usada con fines políticos o las mismas mujeres recurrieron a estrategias de socialización de la maternidad para sortear las desigualdades de género que se le planteaban con los compañeros varones. Sin embargo, consideramos que estas estrategias nos están mostrando cuestiones aún más complejas. En primer lugar, el hecho de considerar la maternidad como parte de la vida militante fue algo propio de un discurso de época. En segundo lugar, el analizar el mandato materno en las organizaciones armadas y las relaciones intergenéricas para el cuidado de los hijos redefiniría el ámbito de lo doméstico y nos permitiría ver las múltiples relaciones de poder que se entrecruzan en la familia. Es decir, ver en profundidad las estrategias femeninas para entenderlas como grupo subordinado, estudiar las estrategias de resistencia y la relación entre los sexos. Por otra parte, sería enriquecedor analizar e indagar sobre si estos nuevos comportamientos sociales y culturales de los 60 tuvieron repercusión en el ámbito de la militancia revolucionaria. Incluso, investigar si esto les habría permitido a las mujeres asumir otra postura con respecto al poder o si estas nuevas pautas culturales de las militantes (como bregar por una socialización en la crianza y la participación de las mujeres en frentes armados) fue producto de la práctica cotidiana o de la incidencia de cambios culturales sesentistas.

Por medio de la obra de Isabella Cosse pudimos entender que los comportamientos sociales y los roles genéricos en la década del 60 y 70 estaban en transición. Consideramos -al igual que la autora- que esta es una década clave, de profundos cambios donde se produce una amalgama entre lo nuevo y lo viejo que dará origen a nuevas prácticas en el ámbito doméstico y que tendrá repercusión sobre la actitud que adoptarán las mujeres en sus actividades públicas. Por ende, este cambio de comportamientos sociales modificará a las mujeres, desde lo personal, lo político y lo colectivo, constituyendo una nueva identidad relacionada con los códigos culturales de su tiempo y su sociedad.

Cabe aclarar que una lectura en clave genérica de la historia reciente nos proporciona la posibilidad de incidir sobre esa memoria social que está en plena construcción, con la finalidad que grupos sociales -en este caso las mujeres- puedan redefinir sus identidades personales y políticas, individuales y colectivas. En consecuencia, una revisión crítica de los años 60 y 70 comienza a ser proporcionada por los estudios de género y la historiografía de familia, la cual nos permite enriquecer la comprensión del período, abriendo nuevos interrogantes y nuevas interpretaciones sobre cuestiones que parecían ya resueltas. De esta manera, se complejizará el conocimiento de nuestro pasado mostrándonos las experiencias de mujeres y varones en toda su diversidad y de una manera mucho más real.

 

Por Paola Martínez

(UNLu; fioriopaola@hotmail.com)

 

 

 

BASUALDO, Eduardo; Sistema político y modelo de acumulación. Tres ensayos sobre la argentina actual, Cara o Ceca, Buenos Aires, 2011, 220 p.

 

Este libro está integrado por tres ensayos, los primeros dos son trabajos publicados en años anteriores, aunque con agregados y correcciones que refuerzan el contenido de los mismos, y el tercero es un trabajo inédito. Sin embargo, el cuerpo conceptual que cada uno utiliza es similar, y los ejes temáticos correspondientes a cada uno de los ensayos los articulan de manera común. El primer escrito es parte de un estudio realizado por el autor dentro un grupo de trabajo de CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales) sobre los sectores dominantes en América Latina, entre los años 2005 y 2010. El segundo ensayo fue publicado por la Universidad Nacional de Quilmes a mediados de 2001; el tercero como dijimos es inédito.

El propósito de cada uno de estos trabajos es aprehender la naturaleza de los procesos analizados, y saber diferenciarlos de los hechos circunstanciales. En este sentido, según el autor, se pretende plasmar la metodología de Antonio Gramsci: “En el estudio de una estructura hay que distinguir los movimientos orgánicos (relativamente permanentes) de los movimientos que se pueden llamar de coyuntura (y se presentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales)”.

En el primer ensayo, “La autonomía relativa de la economía argentina durante la hegemonía neoliberal a nivel internacional”, el autor comienza su análisis desde fines de 1970 cuando se impulsó dicha hegemonía internacional, hasta la crisis que la pone en jaque en Argentina, en el año 2002. Este trabajo da cuenta que el neoliberalismo no es una reproducción del mismo proceso a nivel mundial, sino que tiene sus diferencias -flexibilidad del neoliberalismo- en los países dependientes, y toma como caso paradigmático a la Argentina. Si bien el inicio de esta hegemonía coincide con el cambio en el patrón de acumulación de capital en Argentina, es decir de uno respaldado por la sustitución de importaciones a otro sustentado en la valorización financiera, el autor discute con las visiones que minimizan la importancia que asumen las fracciones de las burguesías internas, por en el control que detentan sobre el Estado, condicionando las políticas de la dictadura militar cómo la de los posteriores gobiernos constitucionales. Basualdo nota que el modelo de acumulación en la Argentina es definido constantemente por la hegemonía política que adquiere una fracción interna de la burguesía. Así, la oligarquía diversificada logra la valorización financiera en el exterior del capital excedente, arrebatado a la clase trabajadora por un “bloque de poder” en alianza con el capital financiero y los militares. Esta fracción del capital local está en constante pugna por la tasa de interés con los organismos internacionales de crédito, que forman parte del “bloque de poder”, y de los cuales es deudor, primero los bancos y posteriormente los fondos de inversión y pensión. Pugna en la que el Estado argentino no mostró grados de parcialidad, priorizando alianzas con la burguesía local, y permitiendo el endeudamiento privado externo, a través de la estatización de la deuda privada anterior, y del endeudamiento externo del Estado. Mediante este control sobre el Estado se sustento del patrón de acumulación del capital en Argentina y la valorización financiera mediante el endeudamiento externo de las grandes firmas locales.

El segundo ensayo, “Modelo de acumulación y sistema político en la Argentina. Notas sobre el transformismo argentino durante la valorización financiera” analiza los cambios de la superestructura de la sociedad argentina. Siendo que estos se articulan con las transformaciones estructurales, posibilitando la consolidación del nuevo patrón de acumulación del capital. Así, el autor se propone analizar la hegemonía política desde el inicio de la democracia hasta el año 2003, para dar respuesta a cómo fue posible el avance de la concentración del ingreso y la exclusión social, y a su vez detentar el control político y social de los sectores populares. Agotada la represión dictatorial, los sectores dominantes avanzaron en la redefinición del sistema político, sobre el impedimento de la organización de los sectores subalternos. Deshaciendo su capacidad de cuestionamiento, ya no mediante la represión y el aniquilamiento, si no a través de la integración de las conducciones políticas y sociales, sin otorgarles solución a las necesidades de los representados. Esta problemática es abordada desde el concepto gramsciano de transformismo que se refiere a la hegemonía política sustentada en la cooptación de los dirigentes sin responder a las necesidades de las bases, y permite comprender la naturaleza de los gobiernos constitucionales hasta el 2002. Sin embargo, para el autor, el concepto gramsciano de transformismo adquiere particularidades distintas en el análisis de la realidad argentina como el sujeto que genera la ideología que hace posible la dominación, los sujetos sociales que ponen en marcha al transformismo, y los factores materiales que asumen un papel decisivo en la conformación del sistema político. En este sentido, la incidencia que alcanzan los sectores dominantes en la definición de políticas estatales, los negocios que realizan con el sistema político, y la integración de las conducciones populares, les permite consolidar la valorización financiera del capital mediante el transformismo argentino en las distintas etapas de los gobiernos democráticos. Así, durante el alfonsinismo, la vinculación entre el partido radical, grupos empresarios locales y algunos conglomerados extranjeros constituye el comienzo del transformismo en Argentina. Comienza aquí también la “absorción gradual, pero continua” de los intelectuales orgánicos de los distintos sectores populares, imposibilitando su movilización. Las transformaciones que se venían dando en el sistema político y en la sociedad civil se institucionalizaron en el “Pacto de Olivos” y se consolidaron con la reforma constitucional que permitía la reelección de Menem, la reformulación de la Corte Suprema de Justicia y la convertibilidad. Así, los dos partidos mayoritarios del sistema político representativo se pusieron al servicio del sistema de dominación sustentado en la valorización financiera, que tiene como interlocutor privilegiado a la fracción local de los sectores dominantes con capacidad de lobby. La última etapa en que este sistema político detenta la hegemonía es el gobierno de la Alianza, donde concluirá con una crisis del transformismo junto con la propia del modelo de acumulación.

El último ensayo, “La pugna social para definir el tipo de hegemonía política y un nuevo patrón de acumulación de capital (de 2002 a la actualidad)” se refiere a inquietudes que son propias del presente. Siendo que el patrón de acumulación se ha agotado, el autor se pregunta qué tipo de proceso político, social y económico se transita en la actualidad en Argentina. Y como última pregunta, si este ciclo de gobiernos kirchneristas forman parte de un intento gatopartidista que impone las mismas inequidades propias de la valorización financiera o, por el contrario, se inscribe en las tradiciones latinoamericanas que implican una ruptura con el orden establecido, teniendo en cuenta las restricciones estructurales propias del sistema. El autor dirá, que estos años tratan de un periodo de lucha política y social por definir un nuevo patrón de acumulación de capital, donde el gobierno convalida el liderazgo de la fracción del capital que ejercía la hegemonía política, los grupos económicos locales. Así profundiza el enfrentamiento con el FMI, y con las empresas privatizadas, omitiendo juicios sobre la participación central que tienen los grupos locales en el desarrollo de la valorización financiera. Mientras que, por otro lado, se le otorga beneficios y derechos sociales y políticos a los diversos sectores subalternos. Asumiendo, de esta manera, el intento de restablecer la hegemonía clásica, en contraste con la propia del transformismo argentino. Ambos tipos de hegemonía convivieron durante la gestión de Néstor Kirchner, y los primeros meses de la gestión de Cristina Fernández, hasta el conflicto con las patronales agropecuarias por la resolución 125. Momento en el que el gobierno termina de consolidar la hegemonía clásica, siendo un triunfo político para los sectores populares y una derrota para la fracción del capital que detentó la hegemonía durante la valorización financiera, a pesar de la nulidad del decreto. Luego de un análisis sobre la hegemonía política y las fracciones del capital predominantes, las herencias y rupturas con la valorización financiera, la expansión de la economía real y los conflictos en la construcción de un gobierno popular, Basualdo afirma que, el kirchnerismo se constituye como gobierno en las antípodas del menemismo, enfrentando al bloque de poder que sustentaba la valorización financiera en los ´90. A pesar de que promueve a la fracción predominante del capital extranjero, al impulsar la reindustrialización del país, al igual que el peronismo original. De esta manera, la autonomía estatal y el enfrentamiento con el bloque de poder hegemónico hasta el momento, muestran el desafío de los gobiernos nacionales y populares, que es, desarticular el bloque de poder determinado por la valorización financiera, consolidando un tipo de Estado diferente con inclusión social. Así, Basualdo dirá, la problemática popular se mantiene dentro de lineamientos diferentes a la problemática clasista, ya que no se plantea una sociedad sin clases como primer paso hacia la revolución social, sino que en principio se propone la instauración de un régimen específico dentro del orden capitalista, y por lo tanto dentro del orden clasista.

 

Por Gerónimo Aguilar

(UNR; geronimoaguilar4@gmail.com)

 

 

 

POJASI, Alejandro Ubaldo; Cabildos y Revoluciones. 1809 Chuquisaca y La Paz 1810. Buenos Aires y Salta del Tucumán, Hanne Editorial, Salta, 2010, 200 pp.

 

Este libro trata de unir las ideas y propósitos de las revoluciones altoperuanas de 1809 con el pronunciamiento de mayo de 1810 en Buenos Aires y la primera adhesión a la misma del Cabildo de Salta del Tucumán. La obra se compone de seis capítulos, conclusiones, y apéndice documental y está prologado por Mario Passo.

El texto se inicia con relatos históricos que refieren al medio geográfico y el eje político. La creación del Virreinato del Perú que comprendía dos grandes regiones, la de Lima del Bajo Perú y la provincias del Sur llamadas Alto Perú, “Lima y Buenos Aires nacen opuestas y antagónicas en los márgenes de los dos océanos; Pacífico y Atlántico”, señala el autor.

Al hacer referencia a las revoluciones de Chuquisaca, La Paz y Buenos Aires, describe la primera llamada ciudad de La Plata que se asentaba en el ejido geográfico de Charcas, cuyo segundo nombre fue Chuquisaca, hoy rebautizada Sucre en homenaje a quien le diera la libertad a Bolivia. Esta ciudad está ubicada a casi 120 kilómetros de Potosí, que con el Cerro Rico fue centro de extracción de plata. Funcionó allí la Casa de la Moneda explotando con la llamada “mita minera” a la mano de obra indígena. Los signos de esclavitud y muerte fueron materia de todos los días durante casi trecientos años en lo que fue el centro económico más importante de la colonia.

En la Villa de la Plata funcionó por Cédula Real, dictada en Valladolid en 1559, la Audiencia de Charcas, como tribunal de justicia, con asistencia de los Oidores y en 1609 se fundó el Arzobispado de La Plata. Los jesuitas además crearon a Universidad en 1624 y desde 1776 la Academia Carolina. Los estudios de derecho fueron tan prestigiosos que acudían a estudiar personas todo el mundo. En esta Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier estudiaron los hombres que participaron en la revoluciones como Mariano Moreno, Juan José Paso, Juan José Castelli, Bernardo Monteagudo, Narciso Laprida, José Mariano Serrano, José Manuel Mercado, José Ignacio Gorriti, muchos diputados de Buenos Aires, Tucumán, Salta, Jujuy, entre otras localidades. Según el autor esta casa de estudios alcanzó rango, honor y prestigio como la de Salamanca en Europa.

El capítulo II se refiere a los antecedentes y causas revolucionarias desde el S. XVIII al XIX, con las primeras resistencias indígenas como las de los Diaguitas con Juan Calchaquí que levantó a su pueblo en la intendencia de Salta del Tucumán a partir de 1536 por varias décadas, para frenar la entrada de Diego de Almagro al territorio, y los levantamientos de los Comuneros en Asunción del Paraguay en 1721.

Señala además como otras causas a la revolución de las Colonias Norteamericanas de 1776, el levantamiento de Tupac Amaru de 1780-1781, la revolución industrial, la revolución francesa de 1789, las invasiones inglesas de 1806 y 1807 en el Río de la Plata y la invasión napoleónica a España de 1808. Marcando que las ideas que se generaron en los intelectuales de América darán como resultado los movimientos del Alto Perú y Buenos Aires.

El tercer apartado trata la revolución en la Audiencia de Charcas planteando que también hubo situaciones anteriores de agitaciones desde 1782 y 1785 entre criollos, mestizos y peninsulares que marcaron el clima de clamor para conseguir nuevos mercados, y la aparición de pasquines subversivos. En 1809, el enviado de la Junta de Sevilla, José Manuel Goyeneche trajo a Chuquisaca pliegos desde Brasil en los cuales se ofrecía establecer el protectorado de Carlota Joaquina (hermana de Fernando VII) y el esposo el príncipe regente Juan VI. El emisario contó con el apoyo del gobernador. El 25 de mayo Pizarro fue informado de la insurrección de la Audiencia y sus aliados y ordenó el arresto de todos los rebeldes.

El autor trata este tema dando cuenta de las opiniones de varios autores como Antonio Díaz Villamil, Valentín Abecia Valdivieso y Charles Arnade. Este último en su Dramática insurgencia de Bolivia, relata que el arresto de Zudañez y los gritos que profirió mientras lo conducían “ciudadanos me llevan en arresto para ahorcarme” impulsó al populacho a salir a las calles. Para Charles Arnade ese fue el inicio de la revolución de 1809.

El capítulo IV da cuenta del fracaso de este estallido, y la decisión de un grupo de vecinos de la Paz, encabezados por un gran grupo de criollos, que resolvieron lanzarse a la revuelta el día 16 de julio cuando se celebraba la tradicional fiesta y procesión de la Virgen del Carmen. El 24 de julio se formó una Junta Tuitiva del Gobierno de la Ciudad compuesta de quince miembros encabezados por Pedro Domingo Murillo, que fue a la vez Jefe de Armas. Los miembros de la Junta emitieron una proclama, cuya autenticidad está cuestionada, según los autores. Sobre Murillo existen entre los investigadores grandes adversarios, a la par que defensores. Sin embargo, quien más ha investigado sobre su figura es Arturo Costa de la Torre quien destaca sus grandes condiciones de líder del movimiento y un relato pormenorizado de las condiciones en que sufrió la cárcel junto a otros rebeldes y luego la sentencia a muerte que le dictaron.

Este capítulo aborda la trama desde que llegó José Manuel Goyeneche del Bajo Perú con un gran ejército a La Paz para reprimir el movimiento y que terminó con las vidas de los miembros de la Junta.

La sección V aborda la discusión sobre la revolución en 1810 y los Cabildos abiertos en Buenos Aires haciendo énfasis en que en las proclamas siempre aparecía el espíritu de mayo de 1809 del Alto Perú. Los pronunciamientos del pueblo chuquisaqueño y del paceño alentarán la rebelión en las Provincias Unidas, y la destitución del Virrey Cisneros tienen que ver con las órdenes de ejecución hacia los líderes de La Paz.

El autor destaca la cruel represión de Murillo y los suyos y como caló hondo en el corazón de los porteños que decidieron debatir en cabildo abierto. La votación por la cesación del virrey fue de 164 votos, en contra 61 y no votaron 26 de los presentes. El resultado fue la conformación de la Primera Junta, con Cornelio Saavedra como Presidente. Se procedió a tomar juramento a todos los miembros. Llegaban a Buenos Aires los ecos del triunfo de los revolucionarios de Quito, que al mismo tiempo se rebelaban contra el poder español.

Este libro va mostrando en reiteradas oportunidades, acerca de los temas que aborda, las diversas opiniones de autores argentinos y bolivianos como Vicente Fidel López, Guillermo Elordi, Emilio Corbiere, Susana Simián de Molinas, Rodolfo Puiggrós, Teresa Cadena de Essling, Ricardo Callet Bois, el Coronel Emilio Bidondo, Miguel Solá, Manuel Lizondo Borda, Elías Vacaflor Dorakis, Jorge Enrique Deniri, Edgar Acevedo, Ricardo Levene y Raúl Bazán. Con sus puntos de vista Alejandro Pojasi va presentando los distintos análisis históricos que revelan la práctica historiografía de la temática.

El capítulo VI va mostrando las adhesiones de los Cabildos principales y subalternos a la causa porteña. El 19 de junio de 1810 el autor lo toma como el día más importante para la revolución, ya que el pronunciamiento de total apoyo llega desde el Cabildo de Salta del Tucumán, mientras el ejército español estaba muy cerca comandado por el General Nieto en Cotagaita. El Gobernador, aún español, cuando se entera ordena la prisión del Alcalde, el Síndico Procurador y los abogados y la de los capitulares. Uno de ellos escapa y llega en 8 días a Buenos Aires con la proclama de adhesión a la Junta, quien destituye al anterior Gobernador y nombra a Feliciano Chiclana en ese mismo cargo y también como Intendente. Otros Cabildos del interior van haciendo llegar la adhesión a Buenos Aires, entre otros el de Corrientes y el de Jujuy.

Siguiendo este análisis el autor asevera que el triunfo de Suipacha, en Tupiza fue alcanzable debido a que las tropas patrias cochabambinas dieron una dura derrota en Aroma a los españoles, “asegurando una geografía estratégica”.

El aporte significativo del libro son los argumentos que demuestran que todas las situaciones separatistas para con el poder español, se han dado desde el interior de las provincias del virreinato, contrariamente a como lo expresan numerosos autores, que toman como centro el puerto de Buenos Aires.

Para Pojasi la historia de Bolivia y Argentina estuvo centrada en la unidad de ambos países durante la lucha emancipadora de 1809-1810 que se reflejan en la primera versión del Himno Nacional Argentino de Vicente López y Planes (párrafo que hoy no se canta)

Se conmueven del Inca las tumbas

y en sus huesos revive el ardor

lo que ve renovado en sus hijos

de la Patria el antiguo esplendor”.

Como último apartado del libro se incluye un Anexo sobre Genealogía y descendencia de los integrantes de la Primera Junta de Mayo.

El autor con esta obra presentada en el Año del Bicentenario, trata de rescatar a la revolución de Chuquisaca, justo un año antes, como sentenciadora del 25 de mayo de 1810, último día virreinal para esta región.

 

Por Alejandra Leporini

(ISP Nº 3; aleporini@hotmail.com)

 

 

 

KAPLÁN, Marta, Judíos en Formosa. Una historia centenaria (1909-2009), Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Formosa, Formosa, Colección Cultura N° 8, 2009, 396 pp.

 

El libro de Marta Kaplán es el resultado de un exhaustivo trabajo de búsqueda, recopilación y selección de fuentes con la finalidad de brindar un aporte a la construcción de la identidad cultural formoseña, conformada históricamente por una gran variedad de grupos sociales y étnicos, valorando constantemente el legado de la comunidad judía. Su historia personal, ligada fuertemente a su origen religioso y étnico, tiene un peso fundamental a la hora de realizar apreciaciones, ya que por ejemplo, al inicio de la obra relata los orígenes de su familia y de cómo esta llegó a establecerse en Formosa, al tiempo que también cuenta cómo otras familias cercanas a su entorno social se instalan en los distintos pueblos de “la línea” como expresa la autora, refiriéndose a los inicios de la organización del espacio geográfico formoseño a principios del siglo XX.

En cuanto a la metodología de trabajo se observa una completa investigación bibliográfica, así como variadas e interesantes entrevistas personales a los descendientes directos de quienes integraron la corriente inmigratoria del siglo XX que arribó a la Argentina, particularmente la judía, la cual se estableció en Formosa. Podemos afirmar que la autora privilegia la oralidad para acceder a testimonios de incalculable valor que enriquecen su estudio. A través de los veinte capítulos, analiza los más variados aspectos que han caracterizado y marcado la vida cotidiana de la colectividad judía formoseña, sus penurias, sus sentimientos, sus actividades más destacadas, sus aportes, su proceso de integración en la sociedad local.

En la primera parte del libro se refiere al grupo étnico judío en general, el cual ha atravesado diversas y peculiares circunstancias socio-históricas. Como sabemos el judío históricamente aparece en situación de inferioridad, amenazado por variadas formas de discriminación. Esto generó entre ellos distintas estrategias de protección, por ejemplo mediante la vida cooperativista, desarrollando asimismo una fuerte identidad. Además analiza cómo los judíos establecen relaciones interétnicas, con inmigrantes de otro origen, una vez asentados en territorio formoseño. En cuanto a los distintos grupos étnicos judíos la autora menciona que los dos más conocidos y mayoritarios son los sefaradíes y los ashkenazíes, quienes emigraron a la provincia en cuestión, provenientes los primeros fundamentalmente de Europa Central. Luego Kaplán elabora un relato histórico acerca de las razones por las cuales el pueblo judío experimenta la necesidad de abandonar su hogar. Aquí hace un análisis de situación en cuanto al contexto histórico-político de Europa Central, su atraso tecnológico y económico de principios del siglo XX, la explotación de los campesinos, las persecuciones político-religiosas, entre otras dificultades por las cuales tuvieron que atravesar y que los impulsaron a emigrar.

En cuanto a las actividades económicas que practicaban los judíos inmigrantes la autora menciona en primer lugar al comercio (labor al que se dedicaba su padre), ya que algunos instalaban su propio negocio y otros se convertían en vendedores ambulantes, indicando de este modo que no todos corrieron la misma suerte. Hasta 1930 hablamos de la época de proliferación del comercio, mientras que desde esa década hasta 1950 estamos en presencia del período algodonero que produjo una nueva oleada inmigratoria. Kaplán ilustra el trabajo de los judíos a través de los testimonios de formoseños que recuerdan las actividades de sus padres y abuelos, también mediante la publicidad de la época, documentos comerciales, fotografías, entre otros.

Kaplán también dedica varios capítulos al análisis del aspecto cultural, social y religioso, describiendo las particularidades de las tres instituciones fundamentales en la vida de todo judío: escuela, sinagoga y cementerio. Asimismo, brinda una minuciosa descripción de costumbres, rituales, creencias religiosas, cancioneros populares y mitos, además de analizar el tiempo libre y eventos tales como bodas, bailes, carnavales y reuniones familiares, juegos, celebraciones y acontecimientos religiosos (bautismo, día del perdón), todo ello basado fundamentalmente en el testimonio oral. Particularmente ofrece algunos capítulos a la reconstrucción de la vida cotidiana de la familia judía destacando el rol de la mujer dentro de ella, quien además de encargarse de las tareas domésticas y crianza de hijos, trabajaba atendiendo negocios mientras el hombre trabajaba en fábricas o actividades relacionadas al campo. También encontramos destacada información y testimonios acerca del desarrollo de la ciencia por parte de los judíos, médicos, docentes (la mayoría, mujeres), artistas, políticos, entre otros, todas situaciones avaladas por el recuerdo de familiares. Por supuesto que además dedica un capítulo a la discriminación y racismo en Argentina, del cual los judíos fueron víctimas. A través del relato de casos particulares, se expresan dolorosas vivencias de un grupo étnico.

Para finalizar, es notorio destacar la férrea identidad del grupo judío formoseño. La cotidianeidad fue compleja, pero finalmente lograron integrarse a la sociedad local. Tal es así que la autora indagó y escribió sobre aspectos que aparecen invisibles a simple vista: el dolor, los amores, la miseria, el abandono, la historia de las mujeres, las relaciones humanas, la discriminación. Como contribución general, Kaplán se propuso rescatar la memoria del pasado, tal vez olvidado por falta de transmisión o por simples silencios. Su obra constituye un destacado aporte a la construcción de la identidad regional, caracterizada por su rigor científico, su pasión por la investigación y su aporte a la historia argentina.

 

Por Carina Luna (ISP Nº 3; carinaluna26@homail.com) y
María de los Angeles Serra (ISP Nº 3; mdlaserra@hotmail.com)

 

 

TORRE, Claudia, El otro desierto de la nación argentina. Antología de narrativa expedicionaria, Editorial Universidad de Quilmes, Bernal, 2011, pp. 387.

 

Las narraciones sobre el desierto argentino en el siglo XIX “como una caja de resonancias” han dejado una estela de sonidos discordantes y ásperos que pudieron borrar la fascinación de lo humano. En la antología El otro desierto de la Nación Argentina, libro que integra la colección en homenaje a Oscar Terán, Claudia Torre propone una selección de documentos decimonónicos sobre la Conquista del Desierto que le permiten recuperar el espacio como una configuración topográfica donde los indios organizaron y comprendieron su mundo, los gauchos pusieron al descubierto la soledad y la “barbarie” y el progreso vislumbró la necesidad de expandir las expectativas “civilizatorias”.

Precisamente, en el estudio preliminar, la autora nos introduce en esa geografía exterior y su conceptualización a partir de la Generación del ‘37, grupo intelectual que construyó una red de saberes y que ocupó un lugar medular en el proceso de construcción del Estado nación. Torre refiere al juego contradictorio de palabras, interpretaciones y acciones de los hombres de entonces, que concibieron la necesidad de poblar un desierto habitado y la necesidad de grabar con la pluma sus experiencias tanto por demanda de terceros o por impulso personal, develando en los relatos la impronta colonizadora del siglo XVI. La autora comenta que la narrativa expedicionaria, de carácter fragmentario y resultado de la doble pulsión - experiencia y escritura -, fue tejiendo un corpus de diversos géneros literarios escritos en clave de epopeya patriótica que dan cuenta de la trascendencia del mundo de “los otros” y del desierto como un espacio cargado de claras connotaciones políticas, económicas y sociales.

Si bien los relatos expedicionarios se extienden desde el siglo XVI y alcanzan su particular impresión a lo largo del diecinueve, los textos escogidos por Torre están vinculados específicamente a la Expedición al Río Negro de 1879, promovida y liderada por Julio Argentino Roca, y a la puesta en práctica de un proyecto para el país, en miras al futuro y a su inserción en el mundo. En efecto, sin evitar la tirantez de su significado, la lectura de las narrativas exigen no sólo la reflexión contextual sino además, despejar la ambigüedad de ese espacio otro y su configuración cargada de imágenes que reflejan el inverso de la sociedad moderna, en términos foulcaultiano, aún “dominada por una sorda sacralización.”

Las fuentes que componen la antología están integradas en cuatro apartados: “La previa”, “La imaginación del desierto”, “En viaje” y “Melancolía castrense de la frontera.” En la primera parte Torres reúne algunas páginas del político y escritor chileno Santiago Arcos, en cuyos apuntes examina la cuestión de Indios desde dos perspectivas interrelacionadas: como límite y modo de dominación; continúan escritos de Álvaro Barros, militar que se atribuye el conocimiento histórico y los estudios prácticos para realizar un análisis crítico sobre la situación imperante; siguen observaciones de viaje que en calidad de científico efectúa el especialista en límites Francisco Moreno y finaliza con notas de las excursiones realizadas a la Patagonia austral por el militar y explorador Ramón Lista.

El segundo punto, “La imaginación del desierto”, se centra en documentos oficiales de Estanislao Zeballos y Julio Argentino Roca. Los datos históricos y las indagaciones científicas sobre la cuestión de fronteras que realiza el político rosarino, al igual que los escritos de los autores anteriormente señalados, constituyen el marco informativo utilizado por los integrantes de la expedición y al mismo tiempo contribuyen a construir “la necesidad del acontecimiento.” Por tal motivo, Zeballos pone los originales a disposición del gobierno considerando que “los altos intereses de la Nación” en tales circunstancias, deben superar las diferencias políticas. En tal sentido, la autora completa la sección con el mensaje y proyecto sobre la traslación de la frontera sur que Roca envía al Congreso de la Nación.

Seguidamente, Torre propone diversas narraciones escritas por los hombres que participan en el acontecimiento y dan cuenta de la cotidianeidad de sus experiencias. La empírica de los sujetos históricos, entre ellos Julio A. Roca, Eduardo Racedo, Eduardo Gutiérrez, Conrado Villegas, le otorga a los relatos la “veracidad” de los hechos del aquí y ahora, y legitiman el “gran paso adelante” en la historia del país.

La antología culmina con cuatro relatos autobiográficos escritos con posterioridad. Los autores, Ignacio Fotheringham, José Daza, Guillermo Pechmann y Manuel Prado, muestran claramente como hombres de campaña, que no pueden dejar de recordar las marcas de su experiencia y conservan en la escritura la conquista pretérita.

En definitiva, Torre pone a disposición del lector un valiosísimo corpus testimonial compuesto por cartas, apuntes y diarios de viajes, estudios topográficos, crónicas, proyectos de ley, órdenes del día en campaña, informes, conferencias. Incorpora además, una breve selección de fotografías tomadas por especialistas que integraron la Campaña de 1879 y una expedición científica entre 1882 y 1883. La lectura de la documentación no sólo permite la aproximación al acontecimiento, sino también a los roles heterogéneos de los sujetos históricos.

La investigadora se refiere a las apreciaciones a posteriori de la Conquista del Desierto que abren una brecha calificativa entre “gesta” y “genocidio.” Específicamente apunta a la interpretación laudatoria en la década 1970 y la versión crítica relacionada con la categoría “desaparecido” en la década siguiente. Torre considera que las dos vertientes de lecturas tienden un haz de sombra sobre la complejidad del tema y propone superar estas visiones en términos de lógica binaria, a partir de una interpretación alterativa de la documentación en conexión con los parámetros de modernización. De allí, aduce que la noción de exterminio es la más precisa para explicar las políticas estatales de exclusión y la desintegración de las matrices societales indígenas, resaltando además la valoración de las narrativas como “verdaderos objetos culturales” que ponen en la trama la tensión entre el nombre propio y las instituciones del Estado moderno.

 

Por Liliana Díaz

(UNR- CESOR- ISHIR; lilianaaliciadiaz@hotmail.com)

 

 

 

MAN, Ronen; Rosario en el Centenario. Movilizaciones sociales, conflictividad, ciudadanía política y opinión pública en torno a 1910, Rosario, Quinta Pata y Camino Ediciones, Año 2011, 118 pp.

 

Rosario en el Centenario… constituye una investigación que revisa a partir del análisis de la prensa rosarina, principalmente desde el diario La Capital, los mecanismos por los cuales surge en la ciudad una opinión pública que creó los consensos necesarios para construir hegemonías sociales, en un contexto enmarcado en los años previos a los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo, 1909-1910. Años durante los cuales, según ciertos grupos dirigentes tendría que haberse logrado un consenso uniforme sobre la base de ideas bien definidas, sin embargo, encontramos una sociedad fuertemente atravesada por la cuestión social.

A partir de la utilización de la prensa como recurso principal para el análisis, lo que pretende el autor es estudiar cómo ciertos actores sociales de poder caracterizaban a los grupos subalternos locales, supuestos generadores de esta cuestión social, para ver cómo configuraban en sus lectores imaginarios consensuados y opiniones públicas compartidas.

Abordando comparativamente desde la historia sociocultural e intentando cruces con la antropología cultural, el trabajo busca ingresar en la visión construida por el decano de la prensa argentina ante diferentes tipos de movimientos sociales que constituían una expresión de la cuestión social local.

El autor desde un comienzo, declara su intención de estudiar la historia en la ciudad de Rosario, utilizando a esta como un lugar en el cual realizar su trabajo de campo pero siempre buscando responder a preguntas macro, generales, de modo de desligarse de hacer una historia particular al entender el concepto de región como una categoría flexible creada por el propio investigador y susceptible de ser redefinida constantemente.

El libro se estructura en tres capítulos, coincidentes con diferentes movilizaciones sociales que se sucedieron en la ciudad durante el período en cuestión, la de los contribuyentes de febrero de 1909, pronunciamiento social y obrero de 1º de mayo de 1909-1910, y el levantamiento social patriótico del 25 de mayo 1909-1910; puesto que al visualizarse como instantes que han cuestionado la normalidad del funcionamiento de la urbe, requerían una interpretación e intervención desde la prensa.

En el primer capítulo, retoma la movilización de los contribuyentes, la cual inicia con claros reclamos económicos pero terminará con cuestionamientos hacia el régimen político, hechos en los cuales La Capital aparece como una figura clave en el conflicto, primero dirigiendo a los contribuyentes y ciudadanos en huelga hacia cauces aceptables de acuerdo a los cánones de orden establecidos, y en segundo lugar, incitándolos hacia reivindicaciones más bien políticas.

Es interesante destacar en este punto, que para esta época muchos investigadores (Eujanian y Román; Bonaudo; Mauro) plantean que se vive un momento de transición desde una prensa de características facciosas hacia una prensa de opinión más moderna, la cual dependía de la generación de sus propios ingresos mediante las publicidades y clasificados, creando de este modo, indefectiblemente una legitimación para su discurso ante la sociedad. En este sentido, el autor detecta la persistencia de ciertos elementos de la prensa facciosa en el diario rosarino, puesto que en este caso, privilegia una actitud de intervención política en su accionar sobre su rol de informador independiente, objetivo y sin ninguna filiación política, aunque sus verdaderas intenciones siempre fueron disimuladas, precisamente, bajo un discurso de objetividad y de representación de la voluntad general. En este capítulo, Man sostiene que aquella actitud favorable expresada por el diario en momentos de la huelga de contribuyentes, será puesta en contradicción frente a otras formas de movilización social ocurridas en esta época.

El segundo capítulo, está destinado a analizar el modo en que la prensa local reflejó el movimiento obrero del 1º de mayo de 1909 y 1910; poniendo en evidencia que los sucesos del 1º de mayo rosarino, encabezados por la masa obrera de la ciudad, fueron constantemente opacados en todo su potencial movilizador por parte del periódico; mostrando una imagen de civilidad y ordenamiento en pos de la construcción de una visión idealizada de la ciudadanía rosarina. Por otro lado, destacará que la prensa realiza una operación de distanciamiento entre las dos principales corrientes del movimiento obrero, viendo con buenos ojos todas las manifestaciones del socialismo, y por otro, caracterizando al anarquismo como un mal foráneo y ajeno a la realidad argentina que debía ser controlado y reprimido, buscando generar de este modo un clima de aceptación de estos preceptos por parte de sus lectores.

Al mismo tiempo, utiliza como punto de comparación los hechos ocurridos en Buenos Aires para este mismo período, marcando con ello una importante diferenciación en la caracterización y la lectura que el diario hace de los sucesos porteños, frente a la huelga que inician los gremios de rodados por el aumento de impuestos y los mayores controles que le querían imponer, pero en este caso, La Capital decidió no intervenir a favor de los manifestantes como lo había hecho con anterioridad con la huelga de los contribuyentes en Rosario.

Asimismo remarca que, en el momento en el que el movimiento obrero rosarino se solidariza con los trabajadores de Capital Federal mediante el llamado a huelga general, desde el diario constantemente se busca desestimar la posibilidad de movilización de los trabajadores. Relacionado con esto, desde sus columnas se vierten opiniones respecto de la inmigración constatando que había dos tipos de inmigrantes que llegaban al país, aquellos que venían a colaborar en el crecimiento del mismo, y por otro lado, aquellos que traían ideas y conflictos ajenos a la realidad nacional.

En cambio el 1º de mayo de 1910, presenta modificaciones importantes en el tratamiento que hace La Capital del mismo, buscando ensombrecer la importancia de los actos obreros en la realidad nacional, debido a la peligrosidad que implicaba una repetición de la “semana roja” porteña, buscando poner la atención de sus lectores en los acontecimientos históricos de la nacionalidad argentina, como el Pronunciamiento de Urquiza, intentando reapropiar la jornada para que encajara dentro de la normalidad del país. En este punto el autor, dialoga con el trabajo de Plotkin[1], el cual detecta que durante la década del 20 era común la utilización de los acontecimientos históricos nacionales para ofrecer una visión más patriótica del 1º de mayo, pero él comprueba que para el caso rosarino se produce ya para el año 1910 en las columnas del diario La Capital.

Continuando la línea argumentativa del capítulo anterior en tercer apartado, afirma que las movilizaciones obreras de mayo estaban estrechamente ligadas a la conformación del movimiento patriótico argentino que se desarrollará por el Centenario. Momento en el cual, la élite en general percibe que el enfrentamiento de clase contra el proletariado hacía necesario el fortalecimiento de la conciencia nacional y patriótica. Poniendo en el tapete una batalla simbólica entre las clases, que necesariamente debía ser exteriorizada en los imaginarios sociales, saliendo masivamente a las calles para poner en regla a los intereses foráneos que amenazaban a la patria.

Así, la prensa en general y el diario La Capital en particular, cumplen un rol fundamental, al ubicarse como un instrumento para la difusión de una “sensación de gran miedo” entre la ciudadanía encarnado en la figura del extranjero/anarquista, y al mismo tiempo, como un estandarte que incentivó el despertar cívico de los ciudadanos.

La perspectiva de este autor nos permite ingresar a una realidad rosarina que no era ajena a las cuestiones sociales que afectaban a la sociedad argentina en general. Revelando cómo la clase dominante y los medios de información locales se constituyeron en pilares que buscaron reducir las “amenazas” que podrían poner en peligro su hegemonía, creando para ello un modelo de ciudad ideal, ante la opinión pública en general, constituyendo un mecanismo para el control social.

 

Por Natalia D. Alarcón

(UNR; natalia_alarcon_85@hotmail.com)

 

 

 

MATA, Sara y PALERMO, Zulma (comps.); Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta (siglos XVIII-XXI), Prohistoria, Rosario, 2011, 207 pp.

 

“Travesía”, “itinerarios”, “recorridos”… términos citados a lo largo del libro y que operan como metáforas de su contenido: reflexiones acerca de los modos, tiempos, criterios con que los sujetos sociales de Salta construyeron sus identidades en un período de larga duración.

Ocho artículos, más presentación y epílogo de las compiladoras, en una conjunción de diversas disciplinas, parten desde el presente global en una mirada retrospectiva e indagan en la influencia que sobre la subjetividad personal y las identidades colectivas tienen pertenencia étnica, notabiliar, estamental, creencias religiosas, participación político-militar, y representaciones culturales –literarias y estéticas- entre otros rasgos. Desde el último siglo de la colonia, pasando por los movimientos revolucionarios, hasta los cambios en configuraciones políticas provinciales y nacional de la historia reciente, los factores mencionados constituyeron no una, sino diversas identidades hasta nuestro presente.

Los autores, sin embargo destacan que no hay un sólo “nosotros” salteño identitario, y además, que pese a los cambios en más de dos siglos, pervive aún una estructura de poder. Reconociendo esto, precisamente, se adopta como decisión del conjunto, una postura decolonial, apoyada en la producción intelectual de Edward Said.

Sara Mata, “Movilización rural y guerra de independencia. Salta 1810-1821”, desagrega la identidad “gauchos” como sujetos sociales de diverso origen socio económico y étnico, desempeñando distintos roles en la militarización revolucionaria. Revela una profunda contradicción en la literatura de carácter histórico: mientras que por un lado se los califica como rústicos, por otro se los muestra como actores politizados en procura de tierras y negociando el pago de sus arriendos.

La identificación “patriótica”, es abordada por Marcelo Marchioni, “La formación de la provincia de Salta. Entre la integración territorial y la construcción político-identitaria (1820-1830)”, procurando la significación de discursos vinculados a la territorialidad capitular, provincial, argentina. En tal sentido, la última aparece en los textos trabajados sólo esporádicamente en la década estudiada por el autor; el “nosotros” provincial es muy difuso, y más bien es el más cercano, el de los pueblos, el que aparecería con mayor fuerza. Predomina, entonces, el concepto de soberanía fragmentada, tradicional, valorando el poder igualitario de “los pueblos” en lugar de una soberanía de carácter unificada, condición aquélla común a otros espacios de Hispanoamérica.

Los autores de Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta relativizan las identidades que las élites ilustradas consagraron en sus escritos, y en cambio descubren otras en un fino trabajo de investigación, por ejemplo las generadas por devociones marianas o visualizadas en el patrimonio literario y musical local.

A juicio de los autores de este libro, la ilustración criolla continuó, más que rompió, el orden colonial. Así lo considera Zulma Palermo, quien reconoce diversos grados de violencia: económica, política, simbólica y epistémica. La literatura de tiempos del Centenario y posterior a éste –considerada como la documentación de este artículo- contribuyó a configurar un imaginario social, que a nivel individual moldea “subjetividades” concepto preferido por Palermo al de “identidades”: “Consolidación del imaginario local en la escritura de Bernardo Frías”. Fueron aquellos escritores, historiadores, ensayistas, parte de la “gente decente”, culta, a la cual se remitían, siendo uno de sus rasgos la “limpieza de sangre”, característica que los alejaba de la taxonomía ejemplificadora de las castas. Bernardo Frías fue un emblemático autor seleccionado además por Telma Chaile y Mercedes Quiñonez en su contribución a esta compilación “Memoria e Historia. Representaciones del pasado en Salta, fines del siglo XIX y principios del siglo XX”.

Las convicciones religiosas de aquellos ilustrados les permitieron explicar las tradiciones y milagros de héroes y santos, perfilando explicaciones según sus intereses o los de sus pares contemporáneos, incluyéndose entre ellos a los obispos. Chaile y Quiñonez advierten que no sólo quedó en los textos una sociedad partida por condición socioeconómica, sino también por ideología: el mismo grupo social “decente” se distribuyó en sus oraciones: una virgen “realista” protegía las armas del Rey, tanto como otra revolucionaria, a las fuerzas patriotas. Pero es la cristiana la verdadera religión a la hora de diferenciarla -descalificándolas- de las idolatrías de indios y castas. Así, la estamentalidad colonial surge nuevamente en la historia local de siglo XX, considerada un orden natural de la sociedad. Efectivamente, Frías buscó –benévolamente- reconciliar las facciones de notables homogeneizándolas en la letra, lo que no pasó efectivamente en las acciones.

Una perspectiva original de rescate de memoria es la tomada por Gabriela Caretta e Isabel Zacca “Itinerarios de un cuerpo. Los segundos funerales de Guemes en el proceso de construcción de memorias”, al indagar en los significados atribuidos el traslado de los restos de Guemes desde el Chamical donde había sido asesinado, a la catedral de la ciudad. Además de los acontecimientos ligados a esta acción, las autoras interrogan periódicos y materiales epistolares y literarios acerca del jefe militar: aspectos biográficos, circunstancias de su muerte, funerales, entierros. Más allá de esto, las autoras interpretan hechos y discursos sobre el eje-intento politizador o despolitizador de la figura heroica de Guemes y de su presencia local, regional, nacional.

En la sintonía de Chaile y Quiñonez, Silvia Castillo, “Nación y regionalismo en la narrativa salteña, 1932-1941”, encuentra la discriminación social, esta vez en novelas cuyos autores denominan inferiores, rústicas y primitivas a las “clases inferiores” amerindias, con las que ponen distancia, en contraste con la que los ubica a los refinados sectores europeos. Pero Castillo enfatiza que “civilización y barbarie” no sólo indica dos polos, local y europeo, sino que además expresa una suerte de colonialismo interno en clave de racismo. En este sentido, ve claramente la prolongación de la colonialidad mencionada más arriba.

La música de cantores populares de reconocimiento nacional y la poesía que la alimentó constituye el universo documental trabajado por Irene Noemí López: “Historia e identidad en las letras del folklore moderno en Salta”. Gustavo “Cuchi” Leguizamón, José Juan Botelli, Manuel Castilla, José Ríos, Jaime Dávalos, son los autores que desfilan en la selección. El cancionero incorpora hechos históricos con aporte valorativo de diferente carácter. Así, no se encuentra una identidad homogénea: tanto hablan del Chacho Peñaloza como de Felipe Varela, y se proyectan en diferentes direcciones geográficas, el sur o a los Andes. Pese a la diversidad, la autora afirma –en desacuerdo- que ese cancionero se presenta hoy como la “salteñidad”.

Otro repositorio para el rescate de memorias e identidades en esta compilación es la producción teatral –tanto de textos como de su realización escénica: “Entre dos centenarios”. Si bien la selección es de siglo XX, remite a una larga duración que arranca en la colonia. Como se explicó respecto a las canciones, las obras evocan, según las autoras, Graciela Balestrino y Marcela Sosa, una polifonía de imaginarios en torno a temporalidades que van desde la expedición al Chaco Gualamba en 1774, pasando por las guerras de la independencia, el nacionalismo, el peronismo, la dictadura y la recuperación democrática.

Si nos preguntamos acerca de la búsqueda que hacen las autoras de la compilación, podemos reconocer que procuran resistir a los modelos historiográficos culturales heredados. En efecto, desenmascaran una ficcional salteñidad, construida por la elite a su imagen; visualizan una pretendida filiación de las familias patricias con la Patria, en graciosa explicación por ellas mismas; denuncian la manipulación de la figura de Guemes: ora anarquista, ora hombre de orden; revelan las intencionalidades del mercado turístico actual, -local-global- objetivo con el que se manipula el -negado hasta hace muy poco- pasado originario. Todo ello con la intención de –en sus palabras- contribuir a recuperar memorias silenciadas.

 

Por Teresa Suárez

(UNL - JEHPSF;

 

 

 

TARRAGÓ, Griselda; De la orilla del mar a la vera del río: migrantes y comerciantes genoveses en el Plata y el Paraná (1820-1860), Prohistoria, Rosario, 2011, pp. 240, ISBN 978-987-1304-65-3

 

Este libro es producto de la investigación que la autora realizó para acceder al grado de doctora en Historia en la Universidad de Milán, Italia. La propuesta resulta meritoria ya que continúa y profundiza el análisis sobre la temprana corriente migratoria italiana realizada en las investigaciones de los historiadores José Carlos Chiaramonte y Fernando Devoto.

En la introducción la historiadora presenta un panorama sobre la problemática de la inmigración y las estrategias necesarias para su estudio durante los siglos XIX y XX. Expone las diferentes visiones historiográficas comenzando con las propuestas pioneras de los años 60 del siglo XX con la obra de Gino Germani, luego los cambios en los 70 con un enfoque estructuralista hasta las propuestas más recientes de antropólogos y demógrafos australianos que introducen el concepto de cadenas migratorias. La pregunta clave que le permitirá a la autora definir el objeto de estudio es ¿qué se entiende por inmigrante?, ¿siempre significó lo mismo? Por lo tanto el trabajo tendrá una mirada compleja de la migración teniendo en cuenta los procesos históricos a los que impactaran pero también de los que además serán parte.

El libro contiene cuatro capítulos. El primero “Argentina e Italia antes del Estado-nación” está dedicado a la presentación de los dos espacios, tanto el de salida como el de recepción. El común denominador de éstos es la ausencia del Estado nación tanto en el Río de la Plata como en la península itálica. Así recapitula la historia de la casa de Saboya, de la región de la Liguria, del puerto de Génova y de las luchas por la unidad italiana. Para luego enfocarse en el largo proceso de conflictos armados inaugurados en el Río de la Plata a partir de la Revolución de Mayo de 1810. Muestra los cambios políticos y sociales generados hasta 1853, año de la sanción de la Constitución, aunque recién en 1862 la unidad del Estado Nacional Argentino quedará conformada. El segundo capítulo “Marinos genoveses en el Plata. In tempo di guerra, piúburgie che terradetalla la migración temprana -durante la primera mitad del siglo XIX- de las diferentes regiones de la península itálica que se afincaron en el Río de la Plata. La característica de esta etapa es el arribo de individuos de manera aislada. Además eran de buena posición económica y especialmente profesionales. Desde 1835 las autoridades italianos comenzaron las tratativas con los gobiernos para nombrar un representante en el Plata. Los genoveses se instalaron en el Barrio de La Boca, allí habitaban carpinteros, calafateros, herreros, madereros, veleros, cordeleros, mercaderes, pulperos, hojalateros, sastres, zapateros, etc. Los sardos se dedicaban a las labores en las quintas. En general este flujo inicial de individuos trabajó en el tránsito comercial fluvial, como marineros, dueños de embarcaciones y pequeños comerciantes. En el capítulo III “No hay mal que dure cien años. Santa Fe y el Litoral de los Ríos entre 1810 y 1840”, se enfoca en la provincia de Santa Fe -una estrecha franja recostada sobre el río Paraná- que durante este período se organizó institucionalmente dictando una constitución. En esta sociedad en transformación los genoveses se insertaron en el cabotaje de los grandes ríos. Las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes registraron la radicación de migrantes que dieron origen a familias de arraigo. También los encontramos residiendo en Montevideo y en Buenos Aires en el barrio de La Boca.

El capítulo IV “Genoveses en la Pampa Gringa ,1840-1860” la temática central es la lenta recuperación del sur santafesino y de la villa de Rosario, que se convertirá en el puerto más importante de la Confederación Argentina en los años 50 del siglo XIX. Este período fue en el que se asentaron las bases de la institucionalización estatal, que irá convirtiendo a la región en la pampa gringa. Las actividades económicas que permitieron a los migrantes la inserción en la sociedad rosarina y en la región circundante fueron las empresas de cabotaje, las casas de comercio y la inversión inmobiliaria urbana.

Desde una perspectiva más estrictamente metodológica es preciso subrayar la capacidad de la autora para manejarse con las fuentes, así como el análisis artesanal que le permitió seguir la “pista del nombre” trabajando como un detective, por lo que resulta una elaboración de orfebre. Muestra una gran pericia para presentar los tiempos y los ritmos de la historia que está escribiendo. Nos brinda un estudio con una estrategia analítica microanalítica para comprender los vínculos familiares, el parentesco, las relaciones de solidaridad que permitieron la circulación de bienes y servicios, abordando la complejidad social desde la categoría de red. Por otra parte, resulta un texto de una escritura ágil que hace amena la lectura.

Cierra el libro un interesante apéndice documental donde se encuentran transcriptos: en el Anexo I, el Censo de italianos de Rosario de1855 y en el Anexo II, el Registro de embarcaciones y pasajeros desde el puerto de Génova con destino Buenos Aires y Montevideo 1823-1842 perteneciente al Archivo di Stato di Torino, que fueron complementados en la investigación por el relevamiento de una cuantiosa documentación guardada en los Magistrato di Sanitá; Archivo General de la Nación, Buenos Aires; Archivo General de la Provincia de Santa Fe; Magistrato di Sanitá; Archivio di Génova Italia; Fondo Consolati Nazionali; Museo Histórico Provincial Julio Marc; Archivo del Colegio de Escribanos; Archivo Eudoro Carrasco Rosario.

Para quienes les interesan los temas relativos a la historia de la inmigración rioplatense, éste será un libro de lectura ineludible y lo será también por su novedosa interpretación que permitirá profundizar matices teóricos diferentes.

 

Por Vilma E. Bidut

(UNR, vbidut@yahoo.com.ar)

 

 



[1] PLOTKIN, Mariano, Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955), EDUNTREF, Caseros, 1993.