La nación argentina y su inserción en el mundo en la concepción inicial del desarrollismo frondizista (1955-1958)[1]
Jorge Hugo Carrizo[2]
El derrocamiento del gobierno nacionalista e industrialista de Perón en septiembre de 1955 -fruto del reagrupamiento victorioso de la oligarquía conservadora, usufructuaria del esquema tradicional agroexportador vigente hasta la crisis del 30- no pudo, sin embargo, retrotraer al país a un modelo de inserción internacional cuyas condiciones de posibilidad habían por entonces desaparecido.
En realidad, fue el proceso de sustitución de importaciones quien posibilitó la adaptación de la economía argentina a los cambios acaecidos en la economía mundial tras la crisis del 30, y la modernización por él inducida modificó la sociedad en muchos aspectos en cierto sentido indeseables para dicha oligarquía, posibilitando la emergencia de corrientes políticas, económicas y sociales que cuestionaban su poder.
Desde ese punto de vista, el empalme de sectores industrialistas y militares con el peronismo y el hecho que este movimiento dirigiera al movimiento obrero constituía, sin duda, un factor potencialmente explosivo. Pero, simultáneamente, la naturaleza importadora de esa industria, su poca integración y, por ende, su dependencia para la obtención de sus insumos de las divisas provistas por un agro que sequía siendo la base de las exportaciones, sujetaba la continuidad de la industrialización a la conformidad de la oligarquía terrateniente e intermediaria, que había sido afectada por el peronismo.
La resistencia de estos sectores a resignar siquiera parte de su renta para favorecer el desarrollo industrial está en la base de los acontecimientos que llevaron al derrocamiento de Perón en 1955, y revelan al mismo tiempo el techo al cual había llegado su proyecto. El golpe contó, a la vez, con el beneplácito británico y la aquiescencia de los Estados Unidos, que siempre receló de Perón y cuya presión sobre los nacionalismos latinoamericanos venía "in crescendo" desde la administración de Einsenhower[3].
Es en relación, entonces, a un doble balance - por un lado, la convicción de que la industrialización constituía la única salida posible para una nueva adaptación de la economía argentina a la economía mundial y, por otro, un diagnóstico negativo acerca del tipo de autonomía intentada por el peronismo-, que tuvo lugar la experiencia propuesta por el desarrollismo frondizista.
En lo económico, y en relación a superar el progresivo estancamiento reflejado en los recurrentes "cuellos de botella" de su sector externo -evidenciados por el deterioro creciente de la balanza de pagos y el crónico déficit comercial (en razón del cual el producto de las exportaciones argentinas apenas lograba financiar la importación mínima de combustible y materias primas para el desarrollo industrial), el programa desarrollista proponía profundizar la industrialización a partir de lograr sustituir importaciones mediante la explotación de los recursos naturales propios (carbón, hierro, petróleo, etc.), expandir la producción de energía y mecanizar y racionalizar la explotación agropecuaria tradicional, de manera de incrementar su productividad. Propiciaba así el desarrollo de la industria pesada y los transportes, para lo cual consideraba indispensable y posible -aprovechando el nuevo marco internacional- recurrir sin prejuicios al financiamiento externo, mediante empréstitos internacionales y radicaciones directas de capital privado extranjero. Este flujo de capital, lejos de acrecentar la dependencia del factor externo, permitiría, según su criterio, quebrar el estrangulamiento del déficit comercial, que era, para el programa desarrollista, el verdadero instrumento de la subordinación colonial heredado del modelo agroexportador[4].
Para desarrollar tal programa, el frondizismo trató de implementar, en el plano político, un proyecto ambicioso: quebrar la antinomia peronismo/antiperonismo que fracturaba socialmente al país tras el golpe del '55, recreando una alianza de clases y sectores sociales y políticos (empresariado, trabajadores, fuerzas armadas, iglesia, etc.) que recompusiera la unidad nacional (lo cual implicaba establecer coincidencias con el peronismo proscripto), en el esfuerzo común de la industrialización y el desarrollo[5].
Fruto de ese diagnóstico, el desarrollismo trató de plasmar un concepto de nación basado en el "afianzamiento de la unidad histórica de la comunidad argentina", profundamente vinculado a la visión de las tendencias que parecían afianzarse, a su juicio, en la evolución de las relaciones internacionales a mediados de la década del '50: la "coexistencia pacífica" y la oposición "desarrollo/subdesarrollo", favorables, según su criterio, a la afirmación de la independencia e identidad nacionales.
La génesis del "frondizismo"[6]
Para el desarrollismo frondizista era necesario iniciar en el país un proceso nuevo que superara los errores del peronismo en materia económica y lo que consideraba su sectarismo excluyente en el plano político -atribuido a su tendencia a monopolizar el poder-, sin invalidar sus valores en el terreno social, perspectiva desde la cual se erigió en oposición al revanchismo económico, político y social del gobierno del '55.
En lo económico, la política de la "revolución libertadora" se basó en el Plan de Restablecimiento Económico de Raúl Prebisch, que estableció un plan de estabilización monetaria ortodoxo y, en lo que respecta a la industrialización -pese a su declaración de "alentar nuevas actividades que brinden más solidez al desenvolvimiento industrial"- mantuvo el estancamiento de las industrias de base instaladas; frenó las políticas del Banco Industrial, y aplicó una política cambiaria y arancelaria que golpeó a la industria nacional, devolviendo al sector agroexportador su rol hegemónico en la economía. En lo político, el gobierno militar proscribió al peronismo, anuló la Constitución de 1949, encarceló dirigentes sindicales y políticos y reprimió con el fusilamiento el alzamiento peronista del general Valle. Y en lo social, intervino la CGT y la totalidad de las federaciones y gremios del país, tratando de disgregar el movimiento sindical[7].
Sin embargo, el resultado de dicha política fue finalmente inverso al pretendido. Pese a su proscripción, la detención de muchos de sus dirigentes políticos y obreros, atomizada la organización sindical, el peronismo sorteó la dispersión, se reorganizó y demostró su rol político decisivo en la elección a constituyentes de 1957, en la cual el voto en blanco ordenado por Perón desde el exilio, superó los dos millones de sufragios.
Proscripto el peronismo, todas las expectativas acerca de la normalización institucional prometida por el gobierno de Aramburu-Rojas giraban alrededor de la Unión Cívica Radical. Esta se hallaba dividida en diversas facciones, todas las cuales habían adherido, si bien con matices, al golpe de septiembre. En realidad, el camino hacia la ruptura del frente antiperonista que servía de sostén al régimen militar comenzó a expresarse en marzo de 1956, en el discurso que Frondizi -entonces presidente del Comité Nacional y expresión de la mayoría intransigente del partido (MIR) - dirigiera a los trabajadores el 1º de mayo. En su alocución Frondizi reconocía la justicia de sus reclamos, a la vez que reafirmaba el criterio de una central sindical única y un solo sindicato por cada rama de producción, criterios que sentaban las bases de un potencial acuerdo con el movimiento obrero. Sin embargo, el peso hegemónico de Frondizi dentro del MIR no le aseguraba el consenso mayoritario dentro de la UCR en su conjunto, lo cual condujo a la ruptura del partido luego de la Convención Nacional de noviembre, en Tucumán, que lo proclamó candidato presidencial por la UCR. Dicha decisión precipitó la confluencia de lo sectores unionistas y sabattinistas en torno al sector minoritario del MIR encabezado por Ricardo Balbín, oficializándose la ruptura en marzo de 1957, con la constitución de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), encabezada por Frondizi, y la Unión Cívica Radical del Pueblo, a cuyo frente quedó Balbín, la cual quedó identificada con el "continuismo" antiperonista del régimen.
El nacimiento de la UCRI alrededor de las definiciones de Frondizi, en las que se iban explicitando progresivamente los perfiles de un programa de modernización del capitalismo argentino, resultó no sólo la expresión de un sector interno del radicalismo, sino que posibilitó principalmente la convergencia de diferentes núcleos extrapartidarios de diversas ideologías que confluyeron alrededor de las propuestas de la revista "QUE sucedió en 7 días", semanario dirigido por Rogelio Frigerio.
Políticamente proveniente de la izquierda, Frigerio era en 1955 un empresario vinculado a diversas sociedades industriales y al periodismo, función en relación a la cual existió una primera época de "Qué", entre 1946 y 1947, que aglutinó -en un plano diferenciado de la del comunismo- la crítica de izquierda a la política de Perón, que la clausuró. No obstante ello, la actividad de Frigerio lo vinculó a numerosos dirigentes sindicales y empresarios próximos al peronismo. En su segunda época, a partir de noviembre de 1955, la propuesta de "Qué" incluye un arco ideológico y político muy heterogéneo que irá constituyendo en torno a la figura de Frondizi un gran polo de influencia exterior en relación a su partido, pero intrínseco en relación a su concepción del "frente nacional".
Dicho arco abarcaba un conjunto de ex militantes socialistas o comunistas, en crisis con el "gorilismo" y la subestimación del problema nacional de esos partidos, tal el caso de figuras como Marcos Merchenski, Isidro Odena, Dardo Cúneo, J. J. Real -este último ex-secretario de organización del PC, expulsado en 1953 por su posición de acercamiento al peronismo-, Ramón Prieto, que constituirán, junto con Frigerio, el "núcleo duro" del frondizismo.
Otro afluente provendrá del conservadurismo y del nacionalismo tradicional argentino, del cual se destacan figuras como Oscar Camilión, Luis M. de Pablo Pardo, Carlos Florit, Arnaldo Musich, Mario Amadeo, en el que confluían católicos, liberales y nacionalistas entre los que predominaba, en lo interno, la idea de la necesidad de reconciliación con el peronismo y, en el plano internacional, la oposición a la política "europeizante" de la "revolución" del '55[8].
De FORJA y el peronismo confluyeron personalidades como las de Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche, cuyas columnas aparecían firmadas, en las que se analizaban críticamente la política económica de la "libertadora", en particular las vinculaciones de Prebisch con los intereses británicos.
Integración nacional y desarrollo industrial
En las páginas de "Qué" se fue desarrollando la idea de recrear un movimiento nacional -que reconocía como antecedentes al yrigoyenismo y a Perón- que arrancara al país de su condición agroexportadora (en la que la publicación afincaba la definición colonial de su pasado), en función de su transformación en un país industrial. Pero dicha industrialización no podía limitarse, como en el pasado, a una región exclusiva, sino que debía incluir territorialmente la totalidad del país, integrándolo en los planos físico, social y cultural.
"Ante todo, comenzaremos estableciendo que de ninguna manera creemos que nuestra patria sea sólo esta maravillosa y querida ciudad de Buenos Aires, ni siquiera con el aditamento de la pujante zona que se abre en forma de semicírculo con eje en la Capital y con un radio de 300 km. La Nación está formada por diez y nueve millones de habitantes -ciudadanos argentinos o no- que pueblan su territorio que va desde la Antártida hasta La Quiaca, y desde los Andes hasta el Plata, sin discontinuidad" (Qué, 29/2/1956, p. 3)
Así concebida, la tarea aún inconclusa de realizar la nación requería de la participación activa del movimiento obrero sindicalmente organizado y de los sectores empresarios, cuya heterogeneidad de intereses podían amalgamarse en pos del desarrollo nacional; del Ejército, por su rol contemporáneo como élite industrializadora y su papel histórico en la integración espacial y política del país, y de la Iglesia, en función de la importancia de la tradición católica como elemento aglutinante de la identidad nacional.
"La obra es impostergable porque se trata de ser o no ser una nación [...} Los debates filosóficos y políticos deben subordinarse a esa necesidad vital irreductible, porque sin un ser nacional toda manifestación estaría viciada de artificio..." (Qué, "Lo primero es integrar nuestro ser nacional", 12/6/1956, p. 3)
"En este siglo, los nombres de los generales Mosconi, Sarobe y Savio sintetizan, entre otros, etapas trascendentales para el progreso energético e industrial del país. Los establecimientos de Fabricaciones militares, los altos hornos de Zapla, el astillero naval de Río Santiago, la siderúrgica que se erige en San Nicolás... son pruebas concretas de la decisión y capacidad con que nuestras fuerzas armadas impulsaron la transformación de una economía eminentemente pastoril, supliendo por acción directa los grandes vacíos originados por la acción colonialista de la burocracia" (Qué, "La tradición de las fuerzas armadas es industrialista, 12/6/1956, pp. 11-12)
En la conjunción de este bloque de fuerzas fincaba "Qué" la posibilidad de enfrentar con éxito la constelación de intereses externos e internos -asociados a la permanencia del modelo agroexportador-, cuya acción persistente había obturado la transformación de la Argentina en una nación industrial.
Iniciado el proceso de industrialización en el país, el frondizismo centró la discusión en los alcances de la misma, polemizando con quienes pretendían negar la necesidad y la conveniencia nacional del desarrollo de la siderurgia, la química pesada, la energía y los servicios de infraestructura.
El propio Frondizi desarrolla esos conceptos en "Industria argentina y desarrollo nacional" (editado como folleto por "Qué" en febrero de 1957):
"La revolución industrial es un hecho en marcha, que prosigue y crece con más fuerza en cada generación. Vivimos una nueva era de maquinismo, producción en masa, automatismo fabril y captación de nuevas energías, que está modificando la naturaleza de todos los problemas económicos y sociales.
Esa era, que a nosotros también nos rodea y nos empuja, apenas comienza a afirmarse ahora, a mediados del siglo XX. Nuestra generación advierte que todos los países del mundo situados en la periferia económica, procuran activamente su autodesarrollo económico y que los pueblos latinoamericanos y las naciones asiáticas están realizando ingentes esfuerzos para integrar sus estructuras productivas. Puede sostenerse que el gran problema de esta momento histórico es, precisamente, el "desarrollo de los pueblos no desarrollados". Desarrollo que no quiere decir mero aumento de la producción primaria, sino diversificación interna de la producción total"
En relación a este desarrollo, en las páginas de "Qué", el frondizismo va a definir tempranamente su posición sobre el rol de la inversión extranjera:
"La Argentina tiene interés en el capital extranjero que pueda contribuir al desarrollo de la química pesada, de la producción de celulosa y papel, de la fabricación local de los bienes de capital exigidos para el progreso energético en todos sus órdenes y, aún bajo ciertas condiciones, de la explotación eficiente de nuestras aún vírgenes riquezas minerales. Todo ello importaría un ahorro de divisas en momentos que el país no se encuentra en condiciones de abordar estas empresas con capitales nacionales". (Qué, "Inversiones extranjeras que ahorren divisas, no que se las lleven", 28/8/56, p. 11)
Posteriormente, en la entrevista concedida al semanario, en febrero de 1957, Frondizi reforzó ese criterio, definiendo su posición:
"La Argentina puede desarrollarse gracias a sus propios recursos, pero esto implicaría renunciar a un ritmo de crecimiento rápido. Lo importante sigue siendo la distinción entre dos tipos opuestos de inversiones extranjeras. Por un lado están aquellas que aportan una nueva fuente de riqueza, creando trabajo, contribuyendo a elevar el nivel de vida popular, permitiendo el desarrollo integral y armonioso de nuestra economía y, por otro, el tipo de inversión tradicional que realizan las metrópolis en sus colonias o en los países subdesarrollados que intentan hacer pasar bajo su dominación". (Qué, 8/2/1957)
La situación internacional en los comienzos del frondizismo
Para el desarrollismo, la paridad nuclear alcanzada por las dos grandes potencias -los Estados Unidos y la Unión Soviética- había anulado definitivamente la posibilidad de nuevas guerras totales, determinando el final de la "guerra fría' y abriendo paso a una tendencia, más estable, hacia la "coexistencia pacífica" en el sistema internacional. En consecuencia, el giro representado en la URSS por la nueva dirigencia de Kruschev y el casi correlativo pasaje, en los EE.UU, de la línea de "disuasión masiva" de Foster Dulles a la de "disuasión limitada" que le sucedió, así como la nueva política de Juan XXIII en el Vaticano a partir de la segunda mitad de los '50, no representaban un circunstancial golpe de timón dado a sus políticas por parte de algunas dirigencias mundiales, sino el resultado de un proceso real desenvuelto en el campo de la política, la economía y la tecnología nuclear en la posguerra, cuyo germen se encontraba ya en Yalta, permaneciendo luego soterrado por la "guerra fría".[9]
A poco de finalizado el XX Congreso del PCUS, "Qué" refleja su percepción sobre los cambios en la URSS:
"Algunos observadores dicen que Nikita Khruschev rectificó la política interior de Stalin. Más acertados están los que observan una modificación en los principios de la línea marxista-leninista, lo que se justifica por la variación del panorama. Así la premisa revolucionaria por medio de la violencia se incorpora a los cauces del parlamentarismo: 'la forma de una mayoría parlamentaria estable, basada en el pueblo trabajador, traería en varios países imperialistas y antiguas colonias las condiciones para asegurar la transformación social fundamental' [...] Y algo más: ' en las condiciones actuales la guerra no es inevitable'[...] Nikita Khruschev postuló el mejoramiento de las relaciones con los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Ayer, Stalin lo hubiera sugerido a Roosevelt". (Qué, 22/2/1956, p. 13)
Una de las consecuencias de este cambio de situación era la desaparición, para la óptica desarrollista, de las rígidas alineaciones surgidas de la guerra, y la mayor posibilidad para terceros países de un desarrollo independiente. En dicho "mundo en transición", al abolirse la guerra, el equilibrio de fuerzas y la dinámica de la competencia entre las superpotencias, liberaba en sus respectivos campos de influencia recursos cuya única aplicación cabría en el desarrollo no sólo de las zonas rezagadas del propio mundo desarrollado, sino también de las regiones subdesarrolladas de Asia, Africa y América latina.
En tal sentido, "Qué" alentaba expectativas sobre el nuevo curso de la política exterior soviética:
"Nikita Khruschev... estimuló la nueva línea política: en lo externo, coexistencia pacífica con el capitalismo, intercambio de personas, productos y colaboración científica, particularmente en el campo de la energía nuclear;[...] ¿Logrará el incremento del intercambio que emprenderá la URSS abrir el camino hacia la diversificación, el progreso industrial y los altos 'standards" de existencia? Esta es la pregunta que el XX Congreso del partido comunista planteó en las mentes de los delegados del continente que asistieron a la asamblea, y que también alcanzó a los círculos financieros, económicos y políticos latinoamericanos" [...} Si América Latina obtiene en la URSS un mercado proveedor que la libere de recurrir a una plaza única -que le expenderá sólo lo que no conspire contra sus intereses industriales-, acaso en breve pase de la etapa de mero exportador de materias primas a la de elaboración de sus propias riquezas.
¿Se abrirán las puertas de par en par?
[...] En las circunstancias actuales por que atraviesa el país -penurias de combustible, necesidad imperiosa de mecanizar la agricultura, urgentes requerimientos de materiales ferroviarios-, ha llegado el momento de preguntarse si la nueva política de exportaciones tendrá aún que poner el pie en la puerta, o si ésta se abrirá de par en par". (Qué, "Nuevos sones de las campanas del Kremlin", 7/3/56, p.13)[10]
En relación a las relaciones con los Estados Unidos, el semanario también planteaba:
"América Latina quiera alcanzar su desarrollo completo. ¿Conviene esto a los Estados Unidos? Una América Latina rica, en uso de todos sus recursos, sería una vasta zona para el intercambio y, naturalmente para el consumo. Este es el argumento de nuestros países para persuadir al gobierno y al capital norteamericano" (Qué, "Relaciones interamericanas... con lenguaje de negocios", 4/4/1956, p. 12)
Sin embargo, las perspectivas para una ayuda norteamericana no eran, por el momento, tan sencillas. Pese a interpretar el advenimiento de la "revolución libertadora" como otra "gran oportunidad", anteriormente birlada por Perón, subsistía la desconfianza sobre el tipo de relacionamiento alentado por las recomendaciones de Prebisch y la renuencia en revertir hacia un sistema multilateral de comercio. Por el contrario, veían en ella la reedición de la política de "comprar a quien nos compre" que mantuvo la adscripción de la Argentina al área europea[11].
Acerca del "convenio de multilateralidad relativo" firmado por Prebisch, señalaba "Qué":
"La política económica del gobierno presenta esta dramática paradoja...: por medio de la reforma cambiaria estimuló la producción de renglones que el mercado internacional (al que se circunscribe) no puede absorber; y al negociar - sin ampliar el área de compradores- se reduce a hacer la venta en condiciones de derrota. [...] Se nos imputa haber afirmado que el único beneficiario del convenio será Gran Bretaña. Sólo reprodujimos el comentario del... Financial Times: "los comerciantes británicos figurarán entre los primeros en beneficiarse". Recordamos también que desde hace tres años Gran Bretaña insiste en ese convenio que... está destinado a recuperar el mercado argentino para su industria". (Qué, 31/7/56, pp. 3-4)
Los procesos de industrialización sustitutiva de importaciones en curso en América Latina habían abierto para los países industriales desarrollados la perspectiva del aprovechamiento de mercados internos en expansión. En ese contexto, había comenzado ya a influir en importantes núcleos empresarios locales la prédica de la CEPAL, que alentaba la prosecución de dicho proceso a través de la incorporación del capital extranjero, como modo de superar el estrangulamiento de la balanza de pagos[12].
Dicho marco propiciaba la agudización de la competencia internacional, a la vez que acentuaba las pugnas internas dentro del gobierno, donde el peso de los sectores pro europeos seguía constituyendo una traba para los propósitos de penetración norteamericanos.
Para "Qué" los cambios en curso en la situación internacional operaban en favor de un debilitamiento de la capacidad de presión norteamericana, y, en relación a la necesidad de profundizar el proceso de industrialización, el cambio de naturaleza de la rivalidad entre las potencias, acentuaban los márgenes de negociación autónoma de los países atrasados.
Para el desarrollismo, la perspectiva de cooperación y convivencia pacífica de las dos grandes potencias significaba un cambio cualitativo de la relación entre los países industriales desarrollados y los países de base agro-minera subdesarrollados, a partir de lo cual se hacía posible trocar la clásica división internacional del trabajo que había caracterizado la anterior relación de subordinación colonial entre ambos, por una relación de cooperación de los desarrollados con la industrialización de los atrasados, coadyuvando a la conformación de un gran mercado mundial capaz de absorber el incremento de riqueza generado a partir de la revolución científico-tecnológica. Esta perspectiva determinaba la urgencia de la actualización de las políticas nacionales e internacionales de los países subdesarrollados para evitar ser marginados de dicha nueva tendencia mundial en desarrollo[13].
"El miedo a la destrucción atómica ha obligado a los estadistas de ambos bloques a revisar totalmente su estrategia.
El proceso de autocrítica y modificación de conceptos está en plena marcha en Estados Unidos y en Europa, como resultado de la diplomacia nuevo estilo de los dirigentes soviéticos." [...}
"El ofrecimiento soviético de construir la represa de Assuan en Egipto a un costo... que los egipcios pagarían a muy largo plazo y con insignificante interés, es un ejemplo de lo que dice Bevin [líder del laborismo inglés] en su artículo. Igual oferta ha hecho Rusia a la India, al Yemen y a otros países de Asia, Africa y América Latina. Descartado el peligro de una guerra mundial, la competencia entre los bloques rivales se hará en adelante en el terreno económico, y especialmente en el de la ayuda a los países atrasados.[...] La lucha está planteada entre el dólar y el rublo: es que ha estallado la paz." (Qué, "El mundo libre de compromisos estrecha filas, 3/7/1956)
Epílogo
Este diagnóstico de la realidad mundial, fundante en la concepción originaria del desarrollismo, fue uno de sus matices diferenciales, en el terreno de las relaciones internacionales, respecto a la visión que caracterizaba al "tercermundismo", o a la "tercera posición" del peronismo. Fruto del mismo, el gobierno de Frondizi trató de resolver la "difícil tarea" (al decir de uno de sus principales ideólogos) de propiciar el acercamiento a los Estados Unidos -en términos de cooperación económica- sin descuidar -con el mismo objetivo- a las naciones europeas, cuya recuperación económica y protagonismo se evidenciarían en la constitución del Mercado Común, al par que establecía "acuerdos pioneros" de intercambio con los países del Este, conjunto de factores que inestabilizaron su gestión en relación al reacomodamiento de fuerzas dentro de las clases dirigentes argentinas, sobre el que también operaban los cambios que se registraban en la situación internacional.
En tal sentido, el fugaz deshielo de las relaciones soviético-norteamericanas que sucedió al encuentro Einsenhower-Kruschev en Camp David en 1959, no enmarcaba un nuevo "espíritu" de las relaciones internacionales, sino la percepción de un cambio en la correlación de fuerzas al que sucedería, rápidamente, el retorno a una renovada tensión fruto del nunca soterrado conflicto de ambas potencias por la hegemonía mundial, en un contexto conflictivo dentro del cual emergían la Europa económicamente recuperada del Mercado Común Europeo y la política de de Gaulle; el Tercer Mundo independentista de Bandung y la revolución cubana.
Dicho escenario cambiante, en el marco del tradicional esquema triangular de inserción mundial de la Argentina, jugó sin duda un rol preponderante en el comportamiento de los grupos internos, incidiendo en el elevado grado de inestabilidad que signó todo el curso de la experiencia desarrollista, y se sucedió, aún, tras su derrocamiento.
Bibliografía
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Notas
[1]. Este trabajo fue presentado en el 19º Congreso Internacional de Ciencias Históricas, Universidad de Oslo, Noruega, en agosto del 2000.
[2]. Licenciado en Sociología. Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social. Facultad de Ciencias Económicas. UBA.
[3]. Sobre este último punto puede verse Rapoport, M. y Spiguel, C., Estados Unidos y el peronismo. La política norteamericana en la Argentina 1949-1955, Bs. As., GEL, 1994, cap 1.
[4].Para un balance desarrollista de la propuesta puede verse FRIGERIO, R., Los cuatro años (1958-1962). Política económica para argentinos, con prólogo de Arnaldo Musich, Bs. As., Ed. Concordia, 1963.
[5].Ramón Prieto, quien jugara un papel clave en la tramitación del acuerdo Perón-Frondizi, ha dejado una rica síntesis de dicha estrategia en dos libros: De Perón a Perón (1955-1973), Bs. As., Macacha Guemes, 1974 y Treinta años de vida argentina, 1945-1975, Bs. As., Sudamericana, 1977. Otro tanto puede decirse de Real, J. J., 30 años de historia argentina, Bs. As., Sielp, 1992 (1ra. ed. 1962).
[6]. Para una visión del itinerario política e ideológico del frondizismo sigue siendo útil Rouquié, A., Radicales y desarrollistas, Bs. As., Schapire editor, 1976. Para un estudio documentado de la división del radicalismo, Gallo, R., Balbín, Frondizi y la división del radicalismo, Bs. As., Ed. de Belgrano, 1983. La perspectiva desarrollista es abordada por Odena, I., Libertadores y desarrollistas, Bs. As., Ed. La Bastilla, 1977.
[7]. Cfr. Rodríguez Lamas, D., La Revolución Libertadora, Bs. As., CEAL, 1985.
[8]. Una referencia muy interesante sobre la vinculación de esos grupos con Frondizi y Frigerio se encuentra en el reciente libro de Camilión, O., Memorias políticas. De Frondizi a Menem (1956-1996), Bs. As., Planeta, 1999, pp. 11-44.
[9]. Esta concepción está ampliamente desarrollada en Odena, I., Entrevista con el mundo en transición, Bs. As., Crisol, 1963. Camilión alude recientemente a ella en Camilión, O., op. cit., pp. 30-35. También pueden hallarse reflexiones sintéticas de Frigerio y Frondizi en Díaz, F., Conversaciones con Rogelio Frigerio, Bs. As., Hachette, pp. 22-26 y Amato, A., Cuando fuimos gobierno. Conversaciones con Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, Bs. As., Paidos, 1983, pp. 82-83.
[10].En la nota, Qué pasa revista a las relaciones comerciales con la URSS establecidas por Perón y comenta favorablemente las opiniones del presidente Aramburu y otros funcionarios de la "libertadora" sobre dicho intercambio, lo cual "permite suponer que las diferencias doctrinarias y políticas no interferirán en la esfera mercantil". Para un análisis detallado de las relaciones argentino-soviéticas durante ese período ver Rapoport, M., "La Argentina y la Guerra Fría. Opciones económicas y estratégicas de la apertura hacia el Este, 1955-1973", en: Ciclos, Bs. As., Nº 8, 1995.
[11]. Cfr. Rapoport, M. y Spiguel, C., op. cit., pp. 219-220.
[12]. Tal era la posición de la Confederación General Económica de la República Argentina, expresada en su Informe Económico de 1955, y con anterioridad, Cfr. Rapoport, M. y Spiguel, C., op. cit., pp. 145-146.
[13]. Cfr. Odena, I., Entrevista..., op.cit.