“Algo habrán hecho”. La historia de los
trabajadores durante la última dictadura militar (1976-1983) Un repaso
historiográfico
Andrés Carminati(*)
(UNR/CONICET;
andrescarminati@gmail.com)
“La historia de los grupos sociales
subalternos es necesariamente disgregada y episódica”
Antonio Gramsci
La última dictadura militar (1976-1983) supuso una
brutal ofensiva contra los trabajadores: contra sus vidas e integridad, contra
sus derechos ciudadanos y sociales, contra sus organizaciones gremiales y
políticas y contra sus medios de vida.
Poco antes del colapso del régimen se produjeron los
primeros estudios que procuraron indagar acerca de los alcances de las medidas
represivas en el ámbito laboral y las transformaciones en los niveles de
empleo. A la par que fueron objeto de estudio y debate las respuestas y
actitudes de los trabajadores y sus organizaciones frente a la dictadura.
Las investigaciones sobre el período en general han crecido
notablemente durante los últimos años: nuevas perspectivas y abordajes han
enriquecido y complejizado los conocimientos sobre el mismo.
Las indagaciones acerca de las experiencias, actitudes y comportamiento opositor
de los trabajadores han acompañado este crecimiento, si bien no han ocupado un
lugar protagónico entre los debates de la historiografía.
En este trabajo realizaremos un ejercicio de reflexión
sobre la producción historiográfica en torno a la problemática “trabajadores y
dictadura”. Por una parte realizaremos un balance de los estudios efectuados y
por la otra propondremos una respuesta conjetural ante la atención marginal que
el tema ha merecido.
A fin de dar algún orden al conjunto de textos que
analizaremos, dividiremos el estudio en tres “momentos historiográficos”
claramente diferenciados.
El conjunto de trabajos que se escriben sobre el ocaso
de la dictadura hasta finales de los años ’80.
Los escasos estudios realizados en la década de los
’90, cuando se verifican muy pocas pesquisas sobre esta problemática
específica.
Los trabajos escritos a principios del siglo XXI,
momento en el que emerge un número considerable de investigaciones.
Como señalábamos, sobre el ocaso de la dictadura
comenzaron a publicarse los primeros trabajos sobre la problemática. Al igual
que los estudios más generales sobre el período, las primeras aproximaciones al
tema fueron hechas mayoritariamente por sociólogos, politólogos, economistas, juristas
y periodistas. En un principio las investigaciones desde la historia fueron
escasas. Sin dudas los cuestionamientos que una parte de la academia formulaba
sobre la posibilidad de realizar estudios sobre la denominada “historia
reciente” es una de las razones de esta primera
ausencia.
Este conjunto de trabajos es algo heterogéneo en
cuanto al tratamiento de la problemática, debido en parte a la diversidad
disciplinar. Algunos de estos textos constituyen una base indispensable para
quien pretenda estudiar el tema, no sólo por tratarse de estudios pioneros que
inauguraron algunos debates que vale la pena retomar, sino por haber
establecido hipótesis que aún hoy resultan válidas.
No es nuestra intención hacer una reseña exhaustiva de
cada uno de ellos, sino más bien presentar algunos de los tópicos que
consideramos más relevantes.
Uno de los primeros autores en abordar el tema fue
Francisco Delich. En dos artículos publicados por Delich entre los años 1982 y
‘83, hacía una descripción más bien general de la serie de medidas económicas,
legales y represivas del régimen sobre el conjunto de los trabajadores. La
hipótesis principal de sus trabajos quedaba plasmada en títulos tales como:
“Después del diluvio, la clase obrera” y
“Desmovilización social, reestructuración obrera y cambio sindical”.
Algunos párrafos significativos de su obra señalan:
“durante cinco años [1976-81], la clase obrera argentina y sus sindicatos
permanecieron, en conjunto, inmóviles desde el punto de vista social y de la
actividad sindical (…) La historia argentina se desenvolvió al margen de los
sindicatos, teniéndolos como riesgo, pero no como actores (sí eventualmente
como víctimas)”.
Según el autor, los sindicatos en este período
“tuvieron el mínimo de poder imaginable desde 1950- el máximo lapso de
desmovilización que se recuerde desde
Una buena parte de los estudios que le sucedieron
polemizaron abierta o veladamente con estas posiciones, abriéndose uno de los
tópicos que quizás haya atravesado los tres momentos historiográficos, y que,
dicho de manera simple y sin matices, sería el de la “inmovilidad o resistencia”
de los trabajadores durante la dictadura.
Si bien Delich no volvió a abordar la temática, sus
hipótesis pueden rastrearse en otros trabajos que en diferentes momentos desde
distintas ópticas han abordado el período.
En la misma compilación donde se publicara uno de los
artículos del autor citado, aparecía una de las primeras respuestas polémicas
en torno a la tesis sobre la “inmovilidad”. Allí León Bieber
cuestionaba varios aspectos de las hipótesis de Delich.
Según Bieber, todo el “aparato jurídico antilaboral” y
la “represión despiadada contra obreros y sindicatos”, no había “logrado
imponer siquiera una relativa tranquilidad en el frente de los asalariados”. Para el autor era un hecho irrefutable que “la
resistencia activa de los asalariados contra el régimen existió desde un
comienzo y ella se [fue] agudizando en el transcurso de los últimos cinco años
[1976-81]”.
Las objeciones de Bieber apuntaban además al trasfondo
político que podía desprenderse de la hipótesis del “inmovilismo”. Decía el
autor: “Las observaciones precedentes no conllevan la intención de demostrar
que los asalariados y sus gremios fueron actores de primera línea en el
desarrollo de la política argentina después de 1976. La historia la hacen sobre
todo los vencedores, y estos no han sido los trabajadores”.
Y agregaba que, aún cuando pudiese ser cierta la afirmación
respecto a que la “acción sindical después del golpe de 1976 marcó distancias
con la del pasado”, ello “no justifica minimizar importantes luchas y logros de
un actor social hasta restarle prácticamente toda relevancia política”.
En 1982, el historiador Ricardo Falcón publicaría en
Holanda un artículo donde analizaba alrededor de 300 conflictos laborales en el
período. Según Falcón, “salvo algunas excepciones, el
grueso de esas manifestaciones se dio a nivel de fábrica y de los lugares de
trabajo. Esta localización fabril y relativa dispersión de los conflictos
obrero-patronales es el resultado de la ausencia durante casi todo este período
de iniciativas de centralización y de estructuración de estas luchas a nivel
nacional” .
El análisis de la conflictividad desde una perspectiva
que focalizaba la atención en los lugares de trabajo, le permitió a Falcón
arribar a conclusiones opuestas a las de Delich (aún cuando no polemizó
directamente con aquel). Por otra parte, su trabajo inauguró otro de los
tópicos que serían recurrentes en la producción historiográfica: el estudio
diferenciado de las actitudes de “las bases y las dirigencias” durante el
período.
Por añadidura, los resultados de su investigación
señalaban que la mayor parte de los conflictos habían tenido como detonante
demandas salariales (61,5%) y habían sido mayormente luchas de tipo
“defensivo”. Falcón diferenciaba dos modalidades por las cuales se manifestó la
conflictividad fabril: Aquellas caracterizadas como “orgánicas”: las que “han
sido generadas por algún tipo de representación sindical local o gremial
reconocida: delegados, comisión interna, sindicato”. Y
otras “inorgánicas”, donde la organización no existía o se “desentendió del
conflicto”. En estos casos, señala el autor, el rol de organizadores solía
estar a cargo de activistas que formalmente no detentaban cargos sindicales.
Frecuentemente se trataba de la existencia de “delegados provisorios” o
“representantes”; “delegados elegidos al margen de los procedimientos legales,
que a veces actuaban de hecho, pero que en otros casos terminaban siendo
reconocidos por las empresas”.
La proliferación de conflictos “inorgánicos”, y la
aparición de estos “delegados provisorios” evidenciaban, según el historiador,
la necesidad “de los trabajadores de dotarse de instrumentos de negociación”
con las empresas, a la par que una necesidad de los empresarios de contar con
“interlocutores válidos” para negociar el cese de los conflictos.
Entre las conclusiones de su estudio se destacaba el
“sorprendente vigor de los trabajadores argentinos en la resistencia a la
ofensiva combinada del Estado y de los capitalistas. Sin duda que las varias
centenas de luchas que se registraran durante esos cinco años pusieron algunos
límites de importancia a este ataque, aunque no pudieron impedir en su conjunto
una grave deterioración de sus condiciones de vida y de trabajo”.
En el trabajo de Bernardo Galitelli y Andrés Thompson, publicado en la misma compilación que el texto de
Falcón, se abordaban las consecuencias de las distintas políticas del régimen
sobre los trabajadores. Los autores señalaban que “el movimiento obrero y las
organizaciones sindicales” habían “sido uno de los centros de la acción
destructora del régimen militar”. En función de ello
procuraban estudiar la represión clandestina (para-militar y para-policial), la
política de intervención sobre las organizaciones sindicales, la legislación
represiva, los intentos por reformar al movimiento obrero y la política de
salarios y empleo. El trabajo es una descripción analítica de estos elementos
pero no aborda el rol de los trabajadores ni el movimiento obrero bajo estas
circunstancias.
Guillermo Almeyra, en un artículo
escrito en México en 1980, coincidía en varios planteos
con Ricardo Falcón, al destacar el carácter “defensivo” de las luchas y el rol
de los “delegados clandestinos” o “dirigentes naturales”. Según el autor, la
resistencia: “se enraizó en las fábricas, se hundió en las profundidades de la
clase obrera (…) Centenares de paros parciales y aún fabriles han sido
centralizados y coordinados sin cabeza visible, desde abajo…”
Otro trabajo pionero, y escrito desde el exilio, es el
de Gonzalo Leónidas Chávez. En base a “fuente pública”
el autor realizaba algunas cuantificaciones de los conflictos: Establecía su
evolución numérica, cantidad de trabajadores involucrados, aquellos en que hubo
toma de establecimiento y marchas callejeras y los de alcance nacional y
regional. Chávez sostenía que el desarrollo de la conflictividad gremial se
puede dividir en dos grandes etapas. “La primera abarca de marzo de 1976 hasta
el año
En otro orden de cosas, volviendo sobre las
reflexiones que realizaba Bieber con respecto a los “vencedores” y la historia,
resultan interesantes las palabras del prólogo del artículo de Chávez: “Cuando
en 1981, fue publicado por primera vez este trabajo muchos compañeros que lo leyeron, quedaron sorprendidos al comprobar con
fechas y cifras, la cantidad enorme de conflictos sindicales existentes. Si se
hubiese tratado de personas comprometidas con la Dictadura, la causa de este
desconocimiento hubiese sido interesado, pero tratándose de compañeros, es
otra: hay que admitir que existió una deliberada política de la Dictadura por
ocultar y minimizar los conflictos gremiales”.
Al retorno de la democracia, en los años 1984/85 y de
la mano de un proyecto editorial de muy amplia circulación, como fue la
colección “Biblioteca Política Argentina” del Centro Editor de América Latina
(CEAL), se publicaron dos títulos sobre la
problemática: “Las organizaciones sindicales y el poder militar”, del abogado
laboralista y escritor Álvaro Abós y “Las prácticas
sociales del sindicalismo (1976-82)”, del politólogo Arturo Fernández. Mientras que en los volúmenes de los periodistas Osvaldo
Calello y Daniel Parcero, “De Vandor a Ubaldini”, de la
misma editora, se incluye un capítulo y tres entrevistas que hacen alusión a la
problemática.
En las tres obras citadas, y como se puede apreciar
por sus títulos, se coloca en el centro de la atención la cuestión de las
dirigencias sindicales durante el período.
Tanto en la obra de Abós como en la de Calello y Parcero
se advierte una gran empatía con las organizaciones sindicales. Dentro de las
divisiones que se habían producido en el movimiento gremial durante el período,
los autores recuperan en particular una de las experiencias.
Callelo y Parcero, hacen una interpretación de la
dictadura en una clave muy cara al repertorio simbólico del peronismo. El
capítulo se denomina “Una nueva resistencia”, haciendo clara alusión a la
“resistencia peronista”. Para los autores el 24 de marzo significaría la
“clausura un ciclo histórico” y una “nueva edición del sistema económico
agotado cuarenta años atrás”. Los periodistas hacen
mención a las distintas formas y estrategias que fue tomando el gremialismo a
lo largo del período para reorganizarse, y concluyen: “Después de casi veinte
años de producidas las acciones de la resistencia peronista, emprendida contra
la dictadura oligárquica que volteara a Perón en el ‘55, los trabajadores
iniciaron una nueva etapa de resistencia; esta vez contra un poder tanto o más
temible que aquél”.
En esa resistencia, sostenían Calello y Parcero, “los
cuadros obreros, tendrían que librar una batalla no solamente contra el enemigo
frontal, sino contra las maniobras del divisionismo oligárquico encarnado en
ciertas corrientes capituladoras del movimiento obrero”.
En su relato contrastan crudamente las actitudes de la CNT, luego CGT Azopardo
-que serían parte de las “corrientes capituladoras”- con las de los “
También el estudio de Álvaro Abós -más amplio por
cierto- recorre las vicisitudes y contradicciones existentes al interior del
movimiento obrero. Para Abós, “Los sindicatos no se doblegaron ante las formas
de coerción de la dictadura. Siempre hubo en su seno, aún en los períodos de
mayor atonía opositora, un rescoldo de resistencia que en cuanto las
circunstancias se hicieron más propicias, se transformó en rebelión plena”.
Si bien, señala el autor, “la primera resistencia
global demoró tres años en producirse”, ello se debió a
lo inédito y contundente de la ofensiva del régimen dictatorial. Abós distingue
dos actitudes del sindicalismo: hubo una parte que “se acomodó a las
circunstancias y buscó su lugar bajo el sol”, pero hubo
otra, la “hegemónica”, que fue protagonista de la resistencia a la dictadura.
Lejos de la visión dicotómica tajante que planteaban Callelo y Parcero, Abós
entiende al conjunto del gremialismo como una totalidad con contradicciones no
antagónicas sino complementarias. Para el laboralista “cualquier sindicalismo
tiene dos caras, una contestataria y otra dialoguista”. Se trataría de “dos
ramas del mismo tronco. Una golpeaba y la otra ganaba los espacios que la
confrontación dejaba vacíos”.
Según Abós, el movimiento sindical argentino transitó
“su camino de damasco” y recorrió “todas las estaciones del calvario”, tras lo
cual “emergió golpeado pero intacto”. Resulta irónica
esta apelación a la metáfora bíblica si tenemos en cuenta que Francisco Delich,
con quien el autor no debate abiertamente, había planteado el escenario post
dictatorial como: “Después del diluvio…”. Sostenía Delich que “después del
diluvio”, al igual que en el “pacto” bíblico entre Jehová y los hombres,
“[Habría] un nuevo contrato y nuevas formas de acción” .
Por su parte el politólogo Arturo Fernández,
en un trabajo publicado en 1985, estudia dos tipos de
“práctica” del sindicalismo:
“participación” y
“confrontación”. Según Fernández
son prácticas que se habrían ido perfilando y definiendo
desde la década del
’60. Una de las particularidades del período es que, a
partir de la represión,
“el régimen militar logró generar un “ala
confrontacionista” en el seno de la
dirigencia sindical, formada por dirigentes que provenían de
posiciones
moderadas y aún ‘participacionistas’”. Según el autor:
“el ala realmente combativa de la dirigencia sindical
fue exterminada o encarcelada y su actuación no se manifestó a nivel nacional
durante el “Proceso” (quizás se encuentren rasgos de esta posición en algunas
luchas de base)” .
Para el politólogo las divergencias entre el sector
“participacionista” y “confrontacionista” corresponderían “a dos proyectos
diferentes de vinculación del sindicalismo con el Estado”.
Aún así, sostiene que fue incesante la búsqueda de la unidad de acción por
parte de ambas corrientes; solo alcanzada en coyunturas específicas y por
escaso margen de tiempo.
Por otra parte, Fernández le concede considerable
importancia a las “prácticas de lucha de las “bases” sindicales”, las que
tuvieron, a su juicio, el protagonismo en innumerables conflictos “puntuales” y
“casi espontáneos”, que “desafiaron tempranamente y con cierto grado de
heroísmo el rigor de la represión desatada por el régimen”.
Fue la actividad de estas “bases”, señala el autor, la que “tuvo efectos sobre
la dirección nacional del sindicalismo [y que] contribuyó a generar el ala
‘confrontacionista””, aún cuando no siempre fueron
fluidas las relaciones entre éstas y los dirigentes.
Finalmente el período es cerrado por un trabajo del
historiador Pablo Pozzi. Otra de las investigaciones
del período que fue realizada en el exterior, esta vez Estados Unidos.
Una de las preocupaciones del autor es discutir con la
idea de que la transición hacia la democracia se habría producido a raíz del
“fracaso de la política económica” y de la derrota en Malvinas. Según el
historiador, esto sería sólo parcialmente correcto ya que, analizando de esa
manera la transición, se tiende a ignorar la oposición activa de “miles de
argentinos”. En particular polemiza con los textos de Delich que, para Pozzi,
constituyen “la imagen más difundida” “respecto al movimiento obrero
organizado” durante la dictadura.
Pozzi, al igual que Falcón, procura focalizar la
atención hacia la resistencia cotidiana desde los lugares de trabajo. El autor
afirma que, luego de la brutal represión que padecieron los trabajadores que
protagonizaron las primeras huelgas del año 1976, se fueron “ensayando nuevos
métodos y desempolvando viejos, para llegar a las mejores formas de oponerse al
régimen”. Según Pozzi, las luchas obreras de los
primeros meses -sobre todo la lucha de los trabajadores de Luz y Fuerza a la
que toma como experiencia paradigmática- dejó una serie de enseñanzas para el
período: “Era posible enfrentar la dictadura mientras no se brindaran blancos
que facilitaran la represión”; [en tanto que] “en base a la experiencia… se
concretan una serie de formas de lucha que se ajusta a la correlación de
fuerzas desfavorable y a la represión salvaje: “trabajo a tristeza”, trabajo a
reglamento, quite de colaboración y principalmente el sabotaje”.
En el libro se enfatizan las formas de organización y
lucha de las “bases”. En general la relación de estas con las dirigencias es
caracterizada como una situación de fuerza. La “presión de las bases” es
utilizada en varias ocasiones para explicar las actitudes más “combativas” de
las dirigencias; en tanto que la caracterización acerca de las actitudes y
roles de ésta última puede sintetizarse en el siguiente párrafo: “Debemos
extraer varias conclusiones en tomo a la dirigencia sindical durante el
Proceso. Lo fundamental es que en su rol de intermediaria entre la base obrera
y el Estado dictatorial, la burocracia sirvió una doble función: por un lado,
frenó la lucha obrera esforzándose por canalizarla dentro de los marcos del
Proceso; por otro, ese mismo esfuerzo, combinado con sus propios intereses y la
presión de la base, tuvo el efecto de obstaculizar y eventualmente contribuir
al fracaso de los objetivos del régimen para con el movimiento obrero
argentino.
Asimismo sé evidenció una separación muy grande entre
la base y las cúpulas sindicales, que se veía reflejada en los insistentes
llamados y presiones de los primeros para que los segundos tomaran posiciones
más combativas”.
El autor concluye su trabajo destacando que, a pesar
de las consecuencias que tuvo la dictadura para los trabajadores: la represión,
los cierres fabriles, el aumento del cuentapropismo y el mayor peso del sector
terciario, no se habría producido el “cierre de un ciclo”, tal como planteaba
Delich. Pozzi sostiene que: “El movimiento obrero organizado fue la principal
fuerza social que se opuso al Proceso, así como los familiares fueron la
principal fuerza moral. Sin embargo, el sindicalismo a nivel dirigente no fue
decidido adversario del régimen”.
Hay algunos tópicos que nos interesa analizar antes de
pasar al segundo período. Es necesario señalar algunas cuestiones respecto del
contexto de producción. Quizá la estrecha contemporaneidad con los hechos deja
traslucir algunos debates que tienen que ver también con la coyuntura política,
en particular aquellos que suscitaban la transición hacia la democracia. En
este sentido nos parece que en el trasfondo de algunos de estos escritos
circulan dos debates. Uno en torno a cuál sería el rol que ocuparía la clase trabajadora
y el movimiento obrero en el período que se abría: tanto desde un aspecto
estructural, es decir qué tipo de transformaciones se habían producido en la
composición de la clase obrera y que consecuencias derivaban de ello; y desde
el aspecto político, es decir la capacidad que tendría el movimiento obrero
para influir en el futuro escenario político y como elemento desagregado de
este último ¿qué formas asumirían las vinculaciones entre dirigentes sindicales
y el Partido Justicialista en el futuro inmediato? Mientras que el otro debate,
más transparente, e íntimamente ligado con el anterior, giraba alrededor de
cuál había sido el rol del movimiento obrero durante la dictadura: no sólo en
torno al binomio “resistencia” o “inmovilismo” sino también el grado de
aceptación o “complicidad” respecto del régimen de facto. Vale la pena recordar
que, durante la campaña presidencial del ’83, el candidato por la UCR, Raúl
Alfonsín, había denunciado la existencia de un “pacto militar sindical”.
Respecto al primer eje de debate que señalamos, se
pueden distinguir dos posiciones antagónicas: la hipótesis de Delich, que
vislumbraba un “nuevo pacto” después del “Diluvio”, es decir transformaciones
profundas en la composición de la clase obrera. Mientras que Calello y Parcero
subrayaban las continuidades con el “pasado resistente”, y el heroísmo de un
sector del sindicalismo que abría, por tanto, un nuevo ciclo de ascenso de los
trabajadores argentinos. Para Abós, como vimos, el sindicalismo emergía
“golpeado pero intacto”. Incluso, a través de la metáfora de las “dos ramas del
mismo tronco”, incorporaba al sector “dialoguista” que, si bien no había
enfrentado al régimen, al menos había ocupado los “espacios que la
confrontación dejaba vacíos”.
Ricardo Falcón, que había puesto el acento sobre las
luchas de las bases, conjeturaba que aquel “proceso multitudinario de luchas
habidos en un período sin precedentes por el grado de represión y de crisis
social, no dejará de manifestarse en la futura evolución del movimiento
sindical argentino. De alguna manera, esas luchas deben haber constituido una
escuela de combate sindical, en difíciles condiciones, para toda una nueva
camada de activistas”.
Por su parte Fernández destacaba que las consecuencias
de la crisis y la “desindustrialización” abría las posibilidades de un
“retraimiento” en la acción por parte de los trabajadores, a la par que
señalaba la emergencia de un mayor grado de “burocratización” en los órganos
sindicales y la existencia de profundas divisiones entre los sectores
denominados “participacionistas” y “confrontacionistas”. Según el autor se
había producido un notable deterioro de la “imagen” de la dirigencia sindical
“en el seno de la clase obrera y entre vastos sectores medios”. Fernández depositaba sus esperanzas en que un “proceso
democratización de las organizaciones [marcara] el inicio de una nueva etapa”.
Pozzi no niega las consecuencias negativas que habían
tenido las políticas aplicadas durante la dictadura sobre la clase obrera, pero
para el autor ésta “no ha sido expulsada del centro del escenario histórico de
la Argentina”. Cercano a los planteos de Falcón sostiene que el “surgimiento de
nuevas camadas de activistas y el desarrollo de conducciones paralelas a las
cúpulas sindicales en el lugar de trabajo [tendría] profundas repercusiones en
la organización gremial a mediano plazo”. Según Pozzi,
a raíz de las luchas por la defensa de las condiciones de trabajo y las
organizaciones gremiales, se verificaba un “fortalecimiento en la conciencia de
clase” y una cierta crisis en el peronismo como ideología dominante entre los
trabajadores.
En cuanto al segundo “debate” (resistencia o
inmovilismo) hemos desarrollado los principales puntos trabajados por los
distintos autores. Lo que resta decir es que existe una estrecha relación entre
las actitudes conferidas a los trabajadores, y los debates políticos en torno a
la transición (más directa y transparente en algunos casos que en otros). En el
caso del trabajo de los periodistas, un campo disciplinar en el que, por sus
propias características, es más frecuente observar la “toma de partido”, es más
nítido que en el resto de los casos; no obstante, con mayor o menor grado de
“rigor científico” y “objetividad”, estos se hallan en todos los textos
referidos.
Finalmente, para destacar como marca distintiva de
éste primer momento es la enorme cantidad de investigaciones que se produjeron
desde el exilio. Quizá ello habilitó la presencia de algunas referencias de
historia comparada en relación a los países vecinos. Perspectiva que no ha sido
profundizada después. Falcón sostenía que: “El movimiento sindical argentino ha
demostrado una capacidad de resistencia que no encontramos, por ejemplo, en sus
similares de Uruguay y Chile que han atravesado -bien que con diferencias-
circunstancias parecidas”. Chávez coincidía en señalar
que “las luchas sindicales acaecidas no tienen parangón con situaciones
similares de otros países” como Chile, Uruguay o
Brasil.
Durante la década de los ´90 fueron escasos los
trabajos que se publicaron referentes a la problemática específica. De acuerdo
al rastreo bibliográfico que hemos realizado, cotejado con textos citados en la
bibliografía que se ha ocupado de estudiar la dictadura y/o los trabajadores,
encontramos sólo cuatro publicaciones a lo largo de 12 años (1989-2001). De las
cuatro, dos son reediciones de trabajos del período previo: uno de ellos es un
artículo en la revista Estudios Latinoamericanos, que es prácticamente
una reedición del capítulo III del libro de Pozzi,
mientras que el otro es una reescritura del trabajo de Falcón
incluido en una compilación de Hugo Quiroga y Cesar Tcach del año 1996. En
particular este segundo trabajo, que había sido originalmente publicado en 1982
y en Amsterdam, había tenido muy poca difusión en la Argentina por lo que su
reedición y reescritura se justificaban ampliamente.
Los otros dos estudios publicados son: un trabajo de
Rafael Bitrán y Alejandro Schneider sobre la Zona norte
del Gran Buenos Aires, y un artículo de Silvia Simonassi que consiste en una
revisión y análisis de la historiografía sobre la clase obrera argentina entre
1966-1983.
Como se puede observar, no se desprenden muchos
aportes de este segundo momento que cuenta con dos reediciones de trabajos
previos, una reflexión historiográfica y un sólo trabajo que explora nuevas
fuentes. Aún así estas ausencias merecen una reflexión.
El trabajo de Bitrán-Schneider retoma varias de las
hipótesis del estudio de Pablo Pozzi y procura corroborarlas a través de un
estudio de caso. Los autores realizan un “estado de la cuestión” que organizan
como una “polémica Delich- Pozzi”, donde resaltan los
aspectos más destacados del trabajo del último autor. Si bien en varios
aspectos no hay contribuciones nuevas a la historiografía sobre “clase obrera y
dictadura”, el artículo de Bitrán-Schneider inaugura una tendencia que se
profundizará durante el tercer período: la producción de estudios de caso,
desde una perspectiva regional, y haciendo uso de fuentes orales.
Una de las cuestiones que aparecen como novedosas en
el trabajo es la referencia a las actividades extra fabriles, organizadas por
los trabajadores a fin de cohesionar a los miembros de un determinado colectivo
obrero, o para planificar acciones. Según los autores, fue frecuente que “los
obreros de la zona norte organizaran partidos de fútbol, picnics, asados, peñas
(con toda la familia), etc. para “mantener la solidaridad entre los compañeros”
y para discutir y planificar la posibilidad de coordinar algún tipo de
resistencia dentro de la fábrica”.
Sin lugar a dudas, el contexto político ideológico
predominante durante la década de los ’90 explica la escasa producción
historiográfica de este segundo momento. Josep Fontana ha señalado que el año
’89 simboliza una inflexión en el panorama historiográfico, que de alguna
manera completa y culmina “el giro culturalista iniciado a mediados de los
sesenta”. En el año 1989, dice Fontana, “coincidieron
el hundimiento de los regímenes del llamado “socialismo real” del este de
Europa, con un nuevo y más encarnizado asalto contra las interpretaciones de
izquierda de la Revolución francesa con motivo de su bicentenario, la
publicación del artículo de Fukuyama sobre el fin de la historia y la del
debate entre la “vieja y nueva historia” en American Historical Review,
entre otras referencias no son, en última instancia, más que aspectos de un
único proceso”.
En este contexto, salieron a la luz diferentes tesis
sobre la “pérdida de la centralidad del trabajo” que, o bien invalidaban o bien
marginaban los estudios sobre trabajadores, procesos de trabajo, clases
sociales, etc..
En particular en la Argentina, también fueron los años
de la “flexibilización laboral” y del proceso de desguace de las empresas
públicas, que en conjunto expulsaban decenas de miles de trabajadores del
mercado de trabajo. Mientras tanto, en el terreno de lo político se producían
los indultos, que dejaban en libertad a los ex miembros de las juntas militares
y a otro centenar de responsables de delitos de lesa humanidad cometidos
durante la última dictadura. En ese contexto, hegemonizaba los discursos y
relatos sobre lo acontecido en el período dictatorial la denominada “Teoría de
la reconciliación Nacional”. Heredera dilecta de la “Teoría de los dos
demonios”, el nudo central de su argumentación sostenía que era necesario
olvidar para poder avanzar hacia un futuro de “concordia entre los argentinos”.
Con la posterior pérdida de hegemonía de las ideas
neoliberales, y en particular después de la crisis económico/político/social
que culminó en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, se reabrieron las
inquietudes y esfuerzos por estudiar a los trabajadores durante el período
dictatorial, entre otros. Es entonces cuando se abre el tercer momento.
A comienzos del siglo XXI, como señalamos, se renueva
el interés por el estudio de las actitudes y comportamientos de los
trabajadores durante el período dictatorial. Entre el 2001 y el 2011 surgieron
una serie de trabajos, publicados en diversas revistas, compilaciones y actas
de congresos, que han retomado algunos de los interrogantes de los primeros
estudios, a la par que han inaugurado nuevas miradas, preguntas y modos de
abordaje.
Una característica propia de este tercer momento es la
reducción de la escala de análisis. Dentro del conjunto de trabajos que
analizamos, una gran parte ha abordado la problemática desde una perspectiva
centrada en lo “regional”, mientras que otros son “estudios de caso” que se
abocan a la exploración de lo sucedido en una planta fabril o lugar de trabajo,
o bien estudian uno o más conflictos laborales durante el período.
Una buena parte de las publicaciones ha procurado recuperar
las historias y/o experiencias de un determinado colectivo de trabajadores en
una fábrica o región. Se advierte en estos trabajos el interés por estudiar las
“experiencias”, la vida cotidiana, las diversas modalidades que asumió la
confrontación o los “repertorios de acción”, las acciones diferenciadas entre
los militantes y los no-militantes, etc.
También algunos estudios se han ocupado de los
comportamientos de las patronales y los distintos tipos de responsabilidad que
tuvieron en la represión sobre los trabajadores.
Otra cuestión que se puede observar es la búsqueda y
exploración de “nuevas” fuentes, como los denominados “archivos de la
represión”, como el de la DIPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la
Provincia de Buenos Aires), los expedientes de Tribunales Laborales o del
Ministerio de Trabajo, y el uso frecuente de los ya mencionados testimonios
orales.
Una característica que indica el carácter aún no
acabado de este tercer momento se observa en los formatos de las publicaciones.
La mayor parte de los estudios publicados constituyen adelantos de
investigación o fragmentos de tesis en curso, por ello todos los trabajos
citados son artículos en revistas o compilaciones, o bien presentaciones a
jornadas y congresos académicos, con la excepción de la investigación de la
periodista Gaby Weber, que publicó en Alemania el resultado de sus estudios y
luego realizó con ese material un documental: “Milagros no hay. Los
desaparecidos de Mercedes Benz”.
Uno de los aportes de este tercer momento tiene que
ver con la intención de profundizar el conocimiento sobre lo acontecido en las
diversas regiones. Frente al viejo paradigma de la “‘historia nacional’
unificada, construida básicamente desde los espacios dominantes”, aparecen en gran parte de los estudios historiográficos
esta tendencia a estudiar lo regional o local. Sin bien esta tendencia a
focalizar sobre lo local o lo micro corre el riesgo de caer en particularismos
o excepcionalismos, que pierden de vista la complejidad y totalidad de los
procesos sociales, no es menos cierto que han logrado correr el velo de una
“Historia Argentina” que en gran parte no trascendía los límites de la General
Paz.
En este sentido los trabajos que aquí analizamos
incorporan estudios sobre Tandil, Olavarría, Rosario, Tucumán, el Conurbano
Bonaerense: la Zona Norte y Sur hasta Berisso y Ensenada; y estudian los casos
de Loma Negra, Metalúrgica Tandil, Diario La Capital de Rosario, John Deere, Massey
& Ferguson, Acindar, Alpargatas, Frigorífico Swift de Berisso, Astilleros
Río Santiago, Propulsora Siderúrgica, Mercedes Benz, Astarsa, Dálmine-Siderca,
Ford Motors, De Carlo, Luz y Fuerza y Ledesma. Si bien el corpus referido tiene
limitaciones, considerando que aún no hay estudios que analicen lo sucedido en
un importantísimo centro urbano e industrial como Córdoba, es evidente que el
conocimiento sobre casos y regiones se ha ampliado notablemente.
La mayor parte de los estudios ha retomado algunos de
los debates que dejaron abiertos los trabajos de lo que hemos denominado primer
momento, y se inscriben de manera más o menos crítica en alguno de las
hipótesis planteadas por éstos. Debido a las características de los trabajos
recientes, podemos conocer con mayor profundidad las modalidades que asumió la
protesta obrera, las diferentes estrategias que llevaron adelante los
trabajadores para realizar sus reclamos, impedir la represión y resistir el
disciplinamiento. Por ejemplo, en el trabajo de Alejandro Schneider se describe
de qué forma funcionaba la organización semi-clandestina al interior de una de
las plantas industriales de la Zona Norte, donde el conflicto es conducido por
una Comisión Interna de hecho: “las asambleas se realizaban en cada sección y,
si esto no era posible, en los vestuarios o a través de pequeños grupos
alrededor de las máquinas en el momento de la producción. Para esto último se
contaba con “campanas” que avisaban sobre la presencia de supervisores… Una de
las formas más empleadas de coordinación era mediante “voces” que se
transmitían de obrero a obrero y que “se cumplían, aún cuando no se sabía de
donde provenían”.
En los estudios de Daniel Dicósimo se analiza el rol
cumplido por los “delegados provisorios”, muchas veces elegidos por las mismas
empresas para lograr encauzar “conflictos inorgánicos”. En el caso que estudia
el autor, Metalúrgica Tandil, la patronal recurrió muchas veces al secretario
general de la UOM Tandil -cuyo mandato había sido prorrogado por el régimen-
para que oficiara de mediador en los conflictos al interior de dicha fábrica.
Este particular rol cumplido por el secretario general tiene variados matices:
ya sea haciendo las veces de asesor sobre tácticas de lucha, transmisor de
conciencia sindical y en ocasiones conductor de la protesta. Por otro lado,
Dicósimo le dedica una parte de su pesquisa a los “comportamientos
antidisciplinarios individuales”, consistentes en “bromas hacia el personal
jerárquico, auto-regulación del esfuerzo de trabajo, vagabundeo, autolaceración
y “robo” del tiempo productivo”. El autor le otorga
cierta relevancia a estas “acciones tácticas” individuales que atentaban contra
el orden disciplinario fabril.
El trabajo de Gabriela Gresores,
que estudia un prolongado conflicto en el frigorífico Swift de Berisso durante
el año 1979, permite observar ciertas cuestiones. Durante el conflicto el
sindicato de la carne local, que también tenía sus mandatos prorrogados, “jugó
un papel de enlace entre los trabajadores, la empresa y el gobierno”. Un sindicato que llevaba adelante una política
“conciliadora”, según la autora, se vio obligado a llamar a elecciones de
delegados y a acompañar una medida de notable radicalidad, como fue un paro que
duró 32 días. En el desarrollo del conflicto emergieron aquellos referentes
dentro de la planta que no habían sido alcanzados por la represión, a la par
que aparecían otros nuevos, elegidos formal o informalmente por los
trabajadores. En un conflicto de esa magnitud, en un contexto adverso, y a
través del estudio de caso, se pueden observar las rupturas y continuidades que
plantea la irrupción de la dictadura. Gresores concluye su estudio destacando
que la posibilidad de un conflicto de esta envergadura estaba vinculado al
“mantenimiento hasta cierto punto de los niveles de organización anteriores al
golpe de estado y la recreación de otros nuevos, no sólo informales sino también
formales”.
Análogo a este estudio es el de Sabrina Ríos, sobre una huelga en la planta de Alpargatas de Florencio
Varela, durante el mes de noviembre de 1977. En el estudio pormenorizado del
caso se distingue de cerca una dinámica que fue bastante común en los
conflictos del período: una huelga que estalla por motivos salariales, donde se
observan ciertos elementos de “espontaneidad” que tornan masiva la protesta, y
una respuesta patronal inflexible que apela al lock out, la intervención
por parte del ejército y el despido de los activistas identificados.
Por otro lado, los estudios focalizados han permitido
conocer sobre las especificidades de la represión en cada fábrica, lugar de
trabajo y región. Por ejemplo, en el estudio de Ivonne Barragán sobre el caso
de Astilleros Río Santiago, quizá uno de los establecimientos industriales del
país más golpeados por la represión, donde hubo “cuarenta y dos trabajadores
desaparecidos, once trabajadores asesinados, ciento treinta y cuatro
trabajadores despedidos por la Ley 21.274 de Prescindibilidad, doscientos
noventa y nueve trabajadores despedidos por la Ley 21.260 de bajas de Personal
por Seguridad Nacional y la renuncia de mil dieciséis trabajadores en los dos
primeros años de la dictadura”. Este nivel represivo
contribuyó, según la autora, a erradicar “las condiciones de posibilidad de la
puesta en manifiesto de expresiones de oposición al avance, en este caso dual,
patronal-militar por parte de trabajadores con una compleja y entramada
tradición de militancia sindical y política”.
Por su parte Schneider establece la existencia de una
política común en Ford Motors y De Carlo con respecto a su colaboración en la
represión de los trabajadores empleados en ambas plantas, mientras Dicósimo
diferencia las políticas represivas llevadas en Loma Negra y Metalúrgica
Tandil. En la primera el ejército procedió a la completa ocupación de Villa
Cacique y Barker ejerciendo control sobre quienes entraban y salían, a la par
que se llevaban adelante allanamientos a dirigentes y delegados del sindicato
AOMA (mineros). En Metalúrgica Tandil, “se deshicieron de los delegados y
activistas más combativos utilizando formas sutiles de presión e induciendo
renuncias a cambio de una compensación económica”.
Gaby Weber y posteriormente
Florencia Rodríguez estudian lo acontecido en Mercedes
Benz, donde fueron secuestrados 17 operarios de los cuales 15 aún permanecen
desaparecidos. En este caso se destaca, además, la relación de Mercedes Benz
como proveedora de vehículos para el Ejército, que le otorgó, según Weber, una
relación de “intimidad” y canales de comunicación muy fluidos con las Fuerzas
Armadas, por lo cual jugó un rol fundamental en la aplicación de la política
represiva sobre el colectivo obrero.
Por su parte, las autoras Victoria Basualdo y Silvia Simonassi han estudiado
específicamente las prácticas patronales de disciplinamiento y represión
durante el período. En tanto que la primera de ellas estudia seis casos de
“complicidad patronal-militar” en grandes fábricas (Acindar, Astarsa,
Dálmine-Siderca, Ford, Ledesma y Mercedes-Benz), Simonassi estudia las posturas
y comportamientos de los miembros de la Asociación de Industriales Metalúrgicos
de Rosario.
Basualdo concluye que: “existió un patrón común de
funcionamiento que se repitió con características muy similares en todos estos
grandes establecimientos fabriles: la colaboración de las distintas empresas
con las fuerzas represivas mediante la provisión de vehículos, infraestructura,
dinero y/o personal, el otorgamiento de libre acceso a las plantas y la
remoción de cualquier obstáculo al accionar de las fuerzas armadas, además de
la aceptación de la contratación de personal encubierto, con el objetivo de
vigilar a los trabajadores y recibir informes de inteligencia sobre sus
acciones”.
En el trabajo de Simonassi se puede observar de qué
manera el “problema de la productividad”, que denunciaba la cámara empresaria,
estaba ligado estrechamente a la necesidad de retomar la capacidad
disciplinaria en las plantas. La “represión, la detención y la desaparición de
activistas obreros y la franca limitación a la actividad gremial”, operaron, según la autora, en el sentido de una
reimposición del control patronal en las plantas. Los archivos patronales, los
relatos orales de los empresarios y trabajadores, coinciden en destacar la
“nueva situación” creada a partir del golpe, resumida crudamente por la voz de
un capataz con la expresión: “A trabajar y muzzarella. A trabajar calladitos”. En este sentido, los empresarios metalúrgicos
manifestaron su aprobación frente al golpe, al menos hasta mediados de los ’80.
Por su parte Pablo Ghigliani
estudia el caso de Luz y Fuerza, una de las luchas más notorias del primer año
de la dictadura. Ghigliani debate con la idea de que este conflicto sea un caso
“paradigmático de la resistencia obrera a la dictadura”, y procura estudiar sus
particularidades, restableciendo así “la rareza del caso”. A través del
seguimiento del conflicto y las listas de delegados y sub delegados, el autor
arriba a la conclusión de que, contrario a lo que se había planteado, la
dirección de la lucha estuvo a cargo de la dirección histórica de Luz y Fuerza,
proveniente del peronismo participacionista, y no de las “bases
combativas”. Según Ghigliani, ante la ofensiva del régimen, la dirigencia
lucifuercista salió en defensa de un modelo de sindicalismo que había
“desarrollado una enorme estructura de servicios sociales y una acumulación
patrimonial que se reflejó en la evolución de sus estructuras dirigentes”: que
incluía ocho directores para las cooperativas del gremio, tres directores ante
las empresas del Estado, autogestión sindical de la empresa SEGBA entre 1973 y
1976, la nominación de un administrador obrero en Agua y Energía en 1975 y de
un interventor obrero en la Italo en febrero de 1976, etc.
Paulo Menotti, Agustín
Prospitti, María Alejandra Esponda
y Eleonora Bretal han abordado la temática dando
especial énfasis a los testimonios orales. Las problemáticas de la “memoria”,
los recuerdos y olvidos diferenciados, el testimonio del Terrorismo de Estado
en las fábricas, la ajenidad de quienes “no estuvieron metidos en nada” son
algunas de las cuestiones que afloran a raíz del trabajo con fuentes orales.
Finalmente, producto de nuestra tesis doctoral en
curso, venimos estudiando la conflictividad en la zona de Rosario y el Gran
Rosario. Los resultados parciales de nuestra pesquisa han puesto de relieve la
importancia de los conflictos en la región. Hemos procurado reconstruir la
dinámica de la conflictividad año por año y realizamos una primera
periodización atentos a las características que la misma asumía en función del
contexto. Por su relevancia destacaremos aquí el estudio de una “ola de
huelgas” en junio de 1977, donde por primera vez desde la instauración de la
dictadura, se produjeron una serie de conflictos gremiales simultáneos que
afectó a diez plantas industriales de la región, e incluyó a unos 10.000
trabajadores.
La reflexión historiográfica puede ser provechosa, en
el sentido de echar luz sobre los distintos abordajes y formas de hacer
historia en diferentes momentos, a la par que sirve de guía y agenda para
investigaciones futuras.
Hemos procurado hacer un rastreo exhaustivo de los
autores y artículos, de modo de incluir todos los aportes sobre la temática
(sin perjuicio que pueda haber quedado algún trabajo fuera de registro). Si
bien se podría haber realizado una sistematización sobre la base de las
afinidades conceptuales y los debates académicos, asumimos la hipótesis de que
la ubicación de los textos en el momento de producción permite historizarlos,
ubicarlos en el contexto histórico de producción, iluminar supuestos que no
siempre son explicitados. Sintéticamente, hemos observado un primer momento
historiográfico con abordajes provenientes de distintos ángulos y diversas
ramas de las ciencias sociales, en el que se produjo un número importante de
publicaciones que legaron una serie de debates y significativos aportes al
conocimiento sobre la problemática. Luego, en un segundo momento, hegemonizado
por historiadores, el número de publicaciones es reducido. Incluso podemos
decir que el tema se hallaba confinado a los márgenes de las preocupaciones
historiográficas. Finalmente encontramos en un tercer momento donde se ha
constatado un renovado interés por el tema y se han incorporado nuevos estudios
y perspectivas innovadoras. Los recambios generacionales, un cierto retorno a
los estudios sobre trabajo y trabajadores, la apertura social a discutir la
última dictadura y nuevas políticas científicas, que han abreviado las carreras
de grado y promocionado y financiado doctorados tempranos, son algunos de los
elementos que están en la base de este nuevo impulso.
A nuestro criterio, el estudio sobre la temática sigue
dominado por los estudios clásicos, las renovaciones del segundo y tercer
momento aún no han cristalizado de manera que puedan brindar una renovada
visión sintética sobre la problemática. Si bien, como hemos señalado, ha habido
importantes contribuciones, estas aparecen todavía un tanto dispersas. En este
sentido, es sintomático que todos los estudios analizados constituyan artículos
y no haya aún un libro completo sobre el tema.
En las jornadas y encuentros académicos, que muchas
veces dan una pauta de los intereses y tendencias de la investigación, no
habíamos tenido noticias de una mesa temática que abordara en particular el
tema hasta el año pasado en el “IV Seminario Internacional Políticas De La
Memoria”: Mesa Nº1, “La última dictadura militar y sus impactos de corto,
mediano y largo plazo sobre la clase trabajadora y sus organizaciones. En general las ponencias se encuentran dispersas, en
mesas sobre trabajadores o la última dictadura.
Un balance provisorio indicaría que el tercer momento
aún está en construcción. Lo que a nuestro juicio sí habría quedado
medianamente saldado, es aquel debate sobre la “inmovilidad” de la clase
trabajadora. Prácticamente todos los estudios que han avanzado con evidencia
empírica sobre el período han demostrado las múltiples formas de “resistencia”
obrera. En todo caso quedaría pendiente el debate sobre su significación e
importancia.
Arribar a una nueva síntesis, y colocar la historia de
los trabajadores durante la dictadura en un lugar más protagónico nos parece
imprescindible. Si tenemos en cuenta que toda la política de la dictadura fue
dirigida a “silenciar” por medio del terror a toda una sociedad, pero en
particular a los sectores sociales subalternos, es necesario que sus voces de
resistencia no enmudezcan en el mar del relativismo. Como advertía Walter
Benjamin con crudeza poética: “si el enemigo vence ni siquiera los muertos
estarán seguros. Y este enemigo no ha cesado de vencer”.
RESUMEN
“Algo habrán hecho”. La historia de los
trabajadores durante la última dictadura militar (1976-1983) Un repaso
historiográfico
En el presente artículo ensayamos una revisión
historiográfica de los estudios que se han realizado sobre “trabajadores
durante la última dictadura militar” (1976-1983). Para ello proponemos una
periodización dividiendo el conjunto de artículos y trabajos en tres momentos.
Un primer momento marcado por aquellos estudios que se produjeron sobre el
ocaso de la dictadura hasta finales de los años ’80; un segundo “momento” que
abarca la década de los ’90 completa, y un tercer “momento” que se abriría a
principios del siglo XXI. Analizamos los diferentes abordajes, los debates que
subyacen en las lecturas de la problemática, los ejes más controvertidos y
aquellos que han atravesado los tres momentos.
Palabras clave: historiografía – trabajadores -
dictadura militar
ABSTRACT
“Something would have done”. The history of
workers during the last military dictatorship (1976-1983) A historiographical
review
In this article we make an historiographical revision about
“workers during the last military dictatorship” (1976-1983). We propose a
periodization by dividing the whole studies in three moments. In the first
moment we include those articles written during the military dictatorship`s end
until the late eighties; a second “moment” contain the whole nineties
decade; and the third moment is open in the beginning of XXI`s century. We
analyze the different studies, the discussion behind the interpretations in the
problematic and the more controversial points trough the moments.
Key words: historiography – workers - military dictatorship
Recibido: 01/03/2012
Aprobado: 12/05/2012
Versión final: 24/06/2012
Notas
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período en AGUILA, Gabriela, “La dictadura militar argentina: interpretaciones,
problemas, debates”, en: Páginas, revista digital de la escuela de historia,
UNR/año1- N° 1/ Rosario, 2008. Disponible en:
http://web.rosario-conicet.gov.ar/ojs/index.php/RevPaginas/article/viewFile/9/6
Ver: FRANCO, Marina y LEVÍN, Florencia,
“El pasado cercano en clave historiográfica” en: FRANCO, Marina y LEVÍN,
Florencia (comps.); Historia Reciente. Perspectivas y desafíos para un campo
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Galerna, 1983, pp. 101-115.
Por ejemplo Hugo Quiroga afirma: “En
cuarenta meses de gobierno las relaciones del Estado con las organizaciones
sindicales no sufrieron mayores complicaciones. La cuestión sindical había sido
conducida sin mayores sobresaltos”. QUIROGA, Hugo, El tiempo del “Proceso”.
Conflictos y coincidencias entre políticos y militares, 1976-1983, Rosario,
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Este es el año de escritura que figura en
el artículo, incluido en una compilación publicada en 1984.
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Causa, Bs. As., 1983. Utilizamos una reimpresión del trabajo realizada por la
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trabajadores”, 2008, CTA, pp, 19-25, disponible: www.bibliotecacta.org.arbasespdfBCD00003.pdf
“Se inició como una colección dedicada a
la historia de los partidos políticos y resultó una serie longeva y exitosa
–llegó a vender 40 mil ejemplares por semana– que da cuenta de diferentes
aspectos del acontecer nacional, desde fines del siglo XIX hasta la década del
90 del XX”. GOCIOL, Judith, Más libros para más. Colecciones del
Centro Editor de América Latina, Bs. As., Biblioteca Nacional, 2007,
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La bibliografía sobre el tema es profusa.
Dos estados de la cuestión sobre la temática pueden leerse en: ANTUNES,
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