¿Un mundo feliz? Hacia un nuevo paradigma socio tecnológico
María Eugenia Rodríguez[1]
Introducción
¿Un mundo feliz? Esta alusión al título de la novela de Aldous Huxley escrita en 1970, subraya la hoy renovada utopía de la búsqueda de la felicidad hacia la que el hombre tiende incesantemente. En aquella novela, ese “mundo feliz” era un mundo tecnologizado pero deshumanizado donde se había logrado una armonía o equilibrio (podríamos decir, pseudo armonía o pseudo equilibrio) gracias a la eliminación de los sentimientos y a la especialización de cada clase social a una específica función social-laboral. Este panorama negativo planteado por Huxley hace treinta años, se revierte hoy frente a la realidad del proceso de avance tecnológico, pero no obstante subsiste una lectura negativa (tecnofóbica) que se opone al discurso positivo o tecnofílico. Hay razones para esto, cuando leemos en un medio que “Internet agrava las distancias entre ricos y pobres”[2].
Más allá de esta contraposición frente a la que creo que hay que asumir una postura superadora y no quedarse en la posición dilemática de decir “tecnología o atraso”, estas páginas van a intentar dilucidar las razones por las que llegamos a este dilema.
Se parte para esto del planteo de una situación problemática tal como sigue: El impacto de las NTICs sobre las relaciones sociales, las comunicaciones y la cultura nos sitúa aquí y ahora en la grieta profunda entre dos paradigmas: el paradigma de la Modernidad y el paradigma de la Complejidad. Según el punto de vista desde el cual analicemos a las NTICs, será nuestra tendencia hacia una postura tecnofílica o tecnofóbica.
I. Las NTICs y su impacto sobre la cosmovisión occidental.
I.a. Por qué hablar de COSMOVISION?
Entendemos por COSMOVISION una manera de concebir el mundo propia de una cultura en un momento histórico determinado. Esa concepción del mundo incluye el modo en que se concibe la idea de hombre, la idea de Dios, la relación entre el lenguaje como construcción social y la realidad, y, desde esos grandes constructos, se conforma una comprensión del mundo en cuya edificación son pilares el progreso científico y, en la actualidad, el avance tecnológico. Occidente comparte una cosmovisión única a partir de un origen cultural común desde la filosofía griega, a pesar de las diferentes etnias que lo componen.
I.b. Composición de nuestra actual cosmovisión a partir del impacto de las NTICs.
A modo de ensayo, podemos componer nuestra actual cosmovisión en un “mapa” tal como se vive a partir del impacto que provocan en las sociedades las nuevas tecnologías:
v El impacto de las NTICs sobre la concepción del MUNDO
“A medida que nos interconectemos, muchos de los valores de una nación-estado darán lugar a los valores de las comunidades electrónicas que serán, a la vez, más grandes y más pequeñas. Socialmente nos relacionaremos en forma de comunidades digitales, en las que el espacio físico será irrelevante y el tiempo desempeñará un rol diferente... Leer sobre la Patagonia podrá incluir la experiencia sensorial de estar físicamente allí. Una novela se podrá convertir en un diálogo con el autor”[3].
Desde la visión del “cosmos ordenado” aristotélico, hasta la “armonía en un universo predecible y matemático” de Newton, que cimientan nuestra Modernidad, esta “superestructura invisible” que ofrecen las tecnologías comunicacionales desbarata la sensación de seguridad y certidumbre desde la cual cotidianamente comprendíamos el mundo y la vida.
El mundo se ha achicado hasta convertirse en esa “aldea global” de Mc Luhan, aunque teñida de un individualismo que hará decir a Manuel Castells (1997) que, en realidad, “...no estamos viviendo en una aldea global, sino en chalecitos individuales, producidos a escala global y distribuidos localmente.”[4] Un mundo fragmentado, individualista... pero al mismo tiempo mega comunicado. Alvin Toffler (1989), habla de una “cultura destellar”, aludiendo a esta nueva tendencia de los medios de comunicación, de presentar la información fragmentada, la cultura segmentada, como “destellos” o chispazos que el receptor del mensaje organiza según sus propios códigos[5].
v El impacto de las NTICs sobre la concepción de HOMBRE
“...estamos en una nueva era de transmudación de lo analógico a lo digital y de los monomedia a la hipermedia interactiva, marcado por las omnipresentes y equívocas “autopistas de la información...”
“Entramos en un mundo con un lenguaje propio: el digital... sus conceptos técnicos requieren pasar de una mentalidad tecno-rústica a una mentalidad tecno-cultivada”[6].
He aquí el nudo de la cuestión: el nuevo mundo es un mundo digitalizado. Por ello considero acertada la descripción de Terceiro (1996) en el subtítulo de su obra citada: “DEL HOMO SAPIENS AL HOMO DIGITALIS”. Es necesario – y por otra parte inevitable – este cambio – o evolución – en el concepto de HOMBRE, que lo sitúa en otra función social-intelectual, relacionada con su capacidad de receptor y organizador de la información. Por ej.: “…la práctica tan extendida del zapping (ver de forma simultánea varios programas) introduce la creación por parte de la audiencia de sus propios mosaicos visuales”[7] Umberto Eco nos dará una conceptualización del hombre actual (visto desde los años 60, cuando escribe Apocalípticos e Integrados…) desde dos enfoques, partiendo de que los movimientos en la cosmovisión del presente han provocado el fenómeno de la “cultura de masas”, con la cual se puede disentir (apocalípticos) o a la cual se puede adherir (integrados).
Así, Eco citará a Pierre Bordieu y Jean C. Passeron: “…parece claro que la profecía “massmediática” encuentra sus auténticas raíces no como quiere hacer creer, en el descubrimiento anticipado de nuevos poderes, sino en una visión pesimista del hombre, de este Antropos eterno, dividido entre Eros y Tanatos, y lanzado a definiciones negativas”[8].
Para Eco, “cultura de masas” es una definición antropológica, pues la relación del hombre con la cultura del consumo y del “maquinismo industrial” está conformando una nueva imagen del hombre-masa; un hombre no liberado sino condicionado por la nueva cultura.
v El impacto de las NTICs sobre las sociedades humanas.
“Vivimos en una hiperrealidad que fue construida ciudadanamente para simular el mundo real…”[9]
Esta impresionante frase de Rheingold (1996) nos enfrenta con la realidad política-económica e ideológica que rodea a este proceso tecnológico y comunicacional. Más allá de la visión utópica del “ágora electrónica”, de la “Atenas sin esclavos”, donde todos tengan acceso a los ordenadores en redes descentralizadas, está la visión crítica de una “panóptica” o cárcel perfecta: “...las redes interactivas... podrán usarse además de conducto de información útil, como un medio de vigilancia, control y desinformación... cuando las personas usan las comodidades de transacción electrónica, dejan rastros digitales invisibles... hay razones para preocuparse.”[10]
v Hay razones para preocuparse...
“La ideología de la técnica ha realizado una jugada maestra al sustentar que todas las ideologías han concluido... El optimismo que atraviesa la tecnología se enraíza en una doble convicción: el hombre, a través del progreso, tiene un camino ya trazado en el mundo y la tecnología es la cifra que le permite conducirse adecuadamente por ese camino.”[11]
En la nueva ideología de la técnica la verdad ha quedado confinada a una existencia filosófica, ya que impera el optimismo de la información: una nueva forma de poder.
La adopción de un determinado sistema tecnológico implica de forma inevitable una serie de condiciones referentes a las relaciones humanas con un tono político característico, por ejemplo, centralizado o descentralizado, de igualdad o desigualdad, represivo o liberalizados...dos tradiciones tecnológicas contrapuestas... una autoritaria y otra democrática”[12]
La tecnología aparece ligada al poder, adquiriendo así una dimensión protagónica en la vieja antinomia dominantes/dominados; países centrales/países periféricos; resta considerar, no obstante, que también sería posible una tecnología compatible con una sociedad igualitaria y democrática.
En el terreno económico, Mario Albornoz (1998)[13] habla de la “innovación como destrucción creadora: para unos, la creación; para otros, la destrucción”.
La economía industrial está siendo reemplazada por una nueva forma de producción económica: la economía informacional, la cual implica una necesidad de modernización de todos los sectores para que lleguen a ser competitivos. Teniendo en cuenta que esto implica también una innovación en el tejido social, aparece la contracara del “optimismo del progreso”: el fenómeno de la EXCLUSION. Nos “miramos en un espejo deformador” si intentamos transplantar irreflexivamente la nueva tecnología a sociedades de marginalización creciente.
v El impacto de las NTICs sobre la relación lenguaje-realidad:
“...hemos añadido concientemente a nuestro lenguaje miles de nuevas palabras y frases que tienen que ver con nuevas tecnologías: vídeo, dígito binario, software..., pero lo nuevo también modifica las viejas palabras, que tienen significados profundamente arraigados... la tecnología determina autoritariamente nuestra terminología más importante. Redefine “libertad”, “verdad”, “inteligencia”, “hecho”, “sabiduría”, “memoria”, “historia”... todas las palabras con las que vivimos. Y no se detiene a explicárnoslo. Y nosotros no nos detenemos a preguntárselo.”[14]
Hoy por hoy, los medios de comunicación determinan el lenguaje de la comunicación social, pues son el entorno simbólico más fuerte y de mayor penetración. Por ello definimos a la realidad como virtual, percibida a través de símbolos. La virtualidad real es un sistema en el que la realidad es capturada por completo, sumergida de lleno en un escenario de imágenes virtuales, en el mundo de hacer creer, en el que las apariencias no están sólo en la pantalla a través de la cual se comunica la experiencia sino que se convierten en la experiencia. El espacio de los flujos y el tiempo atemporal: son los cimientos de la virtualidad real, donde pasado-presente y futuro interactúan en tiempo virtual, borrando el tiempo-real.
II. Hacia un paradigma socio-tecnológico nuevo.
II. a. Paradigmas y lógicas de pensamiento: de los griegos al presente
La cosmovisión desarrollada en el punto anterior responde a este presente donde convive el edificio de la Modernidad que parece llegar a su fin, con el comienzo de un nuevo paradigma complejo cuya lógica de pensamiento es considerada como policausal e integradora del pensamiento divergente[15]
Mientras que en el Paradigma Newtoniano los procesos que implican el azar son considerados excepcionales y por ende “no legislables”, la ciencia actual los plantea como procesos propios de la naturaleza y de este universo “de incertidumbre[16]. Históricamente el hombre se ha esforzado por apropiarse de la realidad mediante el conocimiento (como dador de sentido del mundo). Se define entonces, en cada época, un paradigma como “campo cognitivo” que estipula las preguntas y las posibles respuestas:
v Los griegos sólo explican lo realmente observable:
Es ésta una racionalidad ascendente desde lo puramente sensible hasta los más altos grados del conocer; desde la explicación del fenómeno hasta la postulación de “lo que es en – sí”.
v Para el Medioevo el fenómeno está en segundo plano, pues lo que realmente es, es lo divino. Se puede hablar de una racionalidad descendente, de Dios hacia los hombres.
v Los modernos construyen el fenómeno, explican tanto sobre lo no observable como en contra de lo observado, que no se ajusta a las teorías. Se puede calificar a ésta como una racionalidad monolítica pues se despoja al mundo de sus cualidades sensibles, y así, se simplifican las condiciones científicas que dan esa forma “acabada” a la racionalidad moderna. (pertenece a esta época la condición de “observador ideal”).
v La ciencia actual se encamina, por un lado, nuevamente hacia el fenómeno buscando rescatar lo que la naturaleza dice de sí misma; por otro lado, ofrece una suerte de “realidad virtual” merced al avance de la tecnología y los más, que no se puede hablar aquí de una racionalidad inacabada y plural, que no parte de pre – formas de lo real sino que, como lo demuestra la física del desorden, se sorprende ante lo real que permanentemente renueva sus estructuras.
En todos los casos existe la misma necesidad de comprender el todo aunque se mire ese todo desde diferentes distancias.
III. Dilucidación de la problemática planteada
Si miramos a las NTICs desde la lógica de la simplicidad o desde una “racionalidad monolítica” es posible que las nuevas tecnologías se nos presenten como impredecibles, desordenadas, caóticas, y esa “desorganización” provoca el impacto negativo hacia lo nuevo, en tanto se lo vive como inseguro. (Ilustremos esta idea con lo que piensa N. Negroponte: “la vida digitalizada incluirá muy pocas emisiones en tiempo real”: provoca cierto temor pensar que el tiempo real, el tiempo racional moderno, inexorable) pueda dejar de ser importante para vivir y tornarse algo manejable. ¿Qué es “lo real” en un medio virtual? No se puede contestar esto desde el paradigma moderno (o se lo contesta en forma negativa), lo cual es una clara manifestación de que hay que situarse en otra lógica no – lineal sino policausal o compleja, que ayude a comprender este nuevo “caos organizado” que es la red de redes.)
Si las vemos desde la lógica de la complejidad (desde una racionalidad inacabada), comprendemos que hoy no es posible hablar de unicausalidad, sino que el mundo es efectivamente una aldea global donde se tejen los entramados comunicacionales, políticos, sociales, étnicos...
A modo de conclusión
Asumiendo como postura la necesidad de comenzar a mirar el mundo desde una lógica policausal y compleja, debemos atender y entender los riesgos sociales que provocan los avances tecnológicos, pero ello no puede pesar más que el abanico de posibilidades que abren las NTICs para la humanidad. No deberíamos abandonar la utopía de “un mundo mejor o más feliz”, quizás sea posible si en lugar de dar categóricas respuestas para todo lo conocido, empezamos a plantear interrogantes sobre lo desconocido, venciendo la psicológica barrera de la resistencia al cambio.
Bibliografía
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[1] Profesora en Filosofía, Psicología y Pedagogía. Egresada del Instituto Nacional de Enseñanza Superior de San Nicolás. Docente del Instituto Superior de Profesorado Nº 3.
[2] Emilio de Benito. Diario El País, de Madrid. Lunes 12 de julio de 1999.
[3] NEGROPONTE, N. Ser Digital, Introducción, p. 12.
[4] CASTELLS, Manuel; La sociedad red, Cap. 5. p. 371. Tomo I.
[5] Cfr. TOFFLER, Alvin, La Tercera Ola, Atlántida, Bs As, 1989.
[6] TERCEIRO, José; Sociedad Digital, Introducción, p. 13.
[7] CASTELLS, M.; op.cit., cap.5, p. 371.
[8] ECO, Umberto, Apocalípticos e integrados. Introducción, p. 30.
[9] RHEINGOLD, H.; La comunidad virtual, cap. 10: “La desinformocracia”, p. 349.
[10] Ibídem.
[11] SCHMUCLER, H.; Memoria de la comunicación, p. 2 de la versión digitalizada para la UNQ.
[12] WINNER, L.; “¿Tienen política los artefactos?”, p. 2, versión digitalizada para la UNQ.
[13] ALBORNOZ, M.; La ciudad y sus TIC’s. Cap. 1.
[14] Cita de POSTMAN, Neil; Tecnópolis: la rendición de la cultura a la tecnología, Capítulo “El juicio de Thantus”, tomado de CLEMENT, A. (coord), Espacio de la fundamentación. Programa de reconversión docente. UNQ.
[15] Cfr. MORIN, E.; El pensamiento complejo,
[16] Al respecto, consultar HAWKING, S.; Historia del tiempo, donde se plantea esta concepción sobre la incertidumbre.